Fines de enero – fines de marzo 1813
Hacia fines de enero, la Sra. Bennet, Elizabeth y Mary se mudaron a su nuevo hogar; una bonita cabaña de dos pisos cerca de Ramsgate. En el piso superior había dos dormitorios y en el inferior un comedor, cocina, y un pequeño dormitorio. Dado las dificultades físicas de la Sra. Bennet, acondicionaron el pequeño dormitorio del piso inferior para que durmiera allí.
La cabaña tenía una pequeña huerta de hortalizas, corrales y un pequeño granero, y pagaban de alquiler 150 libras al año. Con el dinero que obtuvieron de la venta de un bonito juego de porcelana china y joyas de la Sra. Bennet, sumado a una pequeña suma de dinero que Jane les dio cuando Elizabeth y Mary fueron a despedirse, compraron tres gallinas, un gallo, un chancho y una vaca lechera.
Tres veces por semana, la hija de un granjero, Molly, ayudaba a Elizabeth y Mary en las tareas de la casa. Molly les enseñó a hacer pan, manteca, queso, y sopa de verduras.
Dado que a Elizabeth le gustaban las actividades al aire libre, se ocupaba de la huerta, alimentaba los animales, ordeñaba la vaca, y juntaba los huevos de las gallinas que no estaban empollando. Mientras que Mary hacia las tareas dentro de la casa.
La Sra. Bennet pasaba varias horas sentada en una silla al lado de la ventana. Aunque le costaba muchísimo caminar, como el Sr. Jones le había dicho que era importante que hiciera ejercicio todos los días, con ayuda de sus hijas caminaba alrededor de la casa.
Los dueños de la cabaña y hacienda, los Holmes, eran una pareja de mediana edad, que tenían una única hija que se había casado recientemente, y vivía a más de 200 millas. El Sr. Holmes era un hombre serio y reservado, pero amable, mientras que la Sra. Holmes era muy locuaz, sociable y poco discreta.
Al cumplirse los seis meses de la muerte del Sr. Bennet, Elizabeth y Mary comenzaron a participar en actividades sociales. Al menos una vez por semana, la Sra. Holmes las invitaba a tomar el té a su casa. Dado que una de las cosas que más disfrutaba la buena señora era armar parejas, tomó gran interés en sus jóvenes vecinas. Dado que eran muy bonitas - en especial Elizabeth – eran hijas de un caballero, tocaban el piano y hablaban francés, consideraban que cualquiera de ellas podía ser una esposa adecuada para su párroco, el Sr. Stuart, y de uno de sus vecinos, el Sr. Morrison.
Ese día mientras tomaba el té, la Sra. Holmes excitada comento, "Estoy tan contenta que ya no estén de luto ya que el próximo jueves es el baile de primavera de Ramsgate. ¡No es maravilloso!"
"No pensamos asistir, Sra. Holmes." Respondió Elizabeth.
"¿Cuantas veces te he dicho que no me llames Sra. Holmes cuando estamos solas? Mi nombre es Marianne." Suspiro, "Tienen que asistir, ya que es una excelente oportunidad para que conozcan a nuestros vecinos."
Elizabeth suspiró. Ramsgate quedaba a tres millas de la cabaña donde vivían; no tenían carruaje, su madre no estaba en condiciones de acompañarlas, y además no tenían tiempo de arreglarse los vestidos.
Mary, que no le gustaban los bailes, ya que por su aspecto serio pocas veces la sacaban a bailar respondió, "Va a ser mejor conocerlos en otra ocasión ya que todavía estamos adaptándonos a vivir aquí, y hace poco decidimos dejar el luto."
La Sra. Holmes frunció ligeramente el ceño ante esa respuesta, pero enseguida sonrió, "Me encantaría que vinieran conmigo al baile; va a ser tan divertido ir con ustedes. Las podemos pasar a buscar en nuestro carruaje a las 6:30." Miró a Elizabeth y después a Mary, y agregó, "El Sr. Stuart me preguntó por ustedes dos veces. Es un caballero tan agradable y de buen corazón..., es tan dedicado a su congregación. ¿No les pareció excelente su último sermón?"
El Sr. Stuart tenía unos treinta años, no era particularmente guapo, pero era un buen hombre y muy devoto a la iglesia. La casa parroquial estaba a menos de una milla de la cabaña donde ellas vivían, y dos veces por semana pasaba a visitarlas para asegurarse que no precisaran nada. Mary conversaba mucho más con él que Elizabeth, y prestaba atención a lo que decía.
Aunque Elizabeth recordaba poco el sermón, asintió. Mary sonrió y contestó, "Si, fue muy interesante y claro el mensaje…"
Después de hablar por unos minutos más sobre las buenas cualidades del Sr. Stuart, principalmente con Mary, la Sra. Holmes comentó, "Me gustaría además que conocieran al Coronel Morrison. Heredó hace unas semanas 'Los Tilos' porque murió su tío… La historia de esa familia es tan triste." Suspiró melodramáticamente y agregó, "Tenía dos hermanos mayores, uno de ellos murió en el continente y el otro murió hace unos diez años con su esposa e hijo. El pobre Coronel estuvo comprometido hace varios años, pero su novia murió inesperadamente…"
La Sra. Holmes siguió hablando sobre sus vecinos, e insistió tanto para que la acompañaran al baile, que al final Elizabeth y Mary aceptaron.
PPP
Era la primera vez en su vida que Kitty se sentía feliz, querida y especial. Enseguida que su madre y hermanas se fueron a Ramsgate se mudó a la casa de los Phillips.
Unos pocos días después, su tío Phillips vendió la casa y su negocio de Meryton, y con ese dinero compró una pequeña propiedad en Bath ya que, comenzando a sufrir de reuma, y las aguas eran beneficiosas para aliviar sus dolencias.
Además, su tío Phillips decidió dejar de trabajar ya que tenía ahorradas unas 15000 libras - incluyendo las 5000 libras que su esposa había contribuido al matrimonio. El dinero estaba invertido al 4%, y por ende recibía anualmente unas 600 libras.
Los Phillips, en especial su tía, le dedicaba muchísima atención, y la trataban como si fuera su hija. Kitty era consciente que su madre quería a Lydia y a Jane mucho más que a ella, y su padre solo quería a Lizzy. Sumado a ello, su padre solía decirle que era una de las jóvenes más tontas del Reino, y su madre le recordaba que no era tan hermosa como Jane, ni tan simpática como Lydia.
Al principio, Kitty estaba abrumada. Bath era mucho más grande que Meryton, y la sociedad era mucho más variada y refinada que la que estaba acostumbrada. Sumado a ello había muchas más opciones de entretenimiento.
En la casa de al lado donde ahora vivían, vivía el Sr. Hanks, que era juez, con sus dos hijos: un varón y una mujer. La Srta. Isabella Hanks tenía la misma edad de Kitty; era una joven tímida y muy dulce. Tocaba muy bien el piano, hablaba francés e italiano y era muy instruida.
Su hermano, Robert Hanks, estaba en el último año de universidad estudiando leyes, ya que deseaba seguir los pasos de su padre.
A los pocos días de conocerse, Kitty e Isabella entablaron una bonita amistad, que duraría toda su vida. Kitty admiraba a Isabella, y deseaba parecerse a ella. Por otro lado, Isabella estaba encantada con Kitty, ya que era la primera vez que tenía una amiga. Se había criado sin madre, ya que había muerto poco después que ella nació, y los únicos primos que tenía eran mayores que ella y no le prestaban atención. Su padre era un hombre muy serio y estricto, y desde que era pequeña tenía una rutina muy estricta de estudio. Cuando cumplió 14 años, su padre la envió a un colegio exclusivo en Londres. Como era simplemente la hija de un juez y su dote era solo 7000 libras, las hijas de los caballeros adinerados y de los nobles, la trataban con indiferencia.
Una semana después de conocerse, Kitty fue a visitar a Isabella, pero por error llegó media hora antes que terminara su lección de piano. Kitty quedó muy sorprendida al escuchar a Isabella; tocaba mucho mejor que cualquiera de sus hermanas, y además su rostro reflejaba que disfrutaba tocando el piano.
Al terminar la performance, Kitty aplaudió en forma entusiasta, "¡Bravo! Nunca escuche a alguien tocar el piano tan bien."
Isabella se sonrojo ligeramente. No estaba acostumbrada a recibir halagos. "Gracias. Me gusta mucho tocar el piano. Además, a mi padre le gusta mucho la música y me pide casi todas las noches que toque para él." Hizo una pausa y con curiosidad le preguntó, "¿A ti también te gusta tocar?"
Kitty suspiró y con franqueza respondió, "Prácticamente no sé tocar el piano. Una de mis hermanas mayores, Elizabeth, me empezó a enseñar hace unos años. Aprendí a tocar unas piezas muy simples, pero como mi madre se quejaba cada vez que practicaba ya que decía que tocaba muy mal y el ruido del piano le producía dolor de cabeza, decidí no seguir practicando."
Por unos instantes, Isabella no supo que decir. Su padre siempre decía que era muy importante practicar para mejorar, y la alentaba a que lo hiciera. Con precaución le preguntó, "¿te gustaría seguir aprendiendo?"
Kitty vaciló y con franqueza respondió. "Si, me gustaría. Pero no hay piano en la casa de mis tíos."
Isabella sonrió, "Si quieres puedes usar el piano de mi casa e incluso puedo ayudarte con las lecciones."
Kitty sonrió y asintió. A partir de ese día, Kitty comenzó a ir tres veces por semana a casa de Isabella a practicar. Isabella estaba encantada con toda la atención que Kitty le prestaba, y se divertía enseñándole. Además, las dos amigas conversaban de varios temas, salían a pasear por la calle principal de Bath, e incluso los Phillips y Kitty la habían invitado a que fuera con ellos a un baile.
Unas semanas después, cuando Kitty cumplió 18 años, el tío Phillips le regaló un piano.
