Luego de aquel encuentro con su hermana, la menor salió de la estancia para luego perderse por el corredor. No quería hacer frente a eso, no ahora, necesitaba respirar. Mientras caminaba, buscó con la mirada a su prima, eso con la intención de ir a ver como estaba, se sentía en deuda.
En el camino, vio que Pascal salía de una habitación, y al notarla, se posó en la palma de su mano haciendo un sonido peculiarmente gracioso.
El camaleón tenía una mirada tierna hacia su persona, cuando Anna lo vió le devolvió la sonrisa, la primera de muchas, pudo notar que cambiaba de color, así que a modo de romper el hielo, se atrevió a tocar la puerta.
- ¡Adelante! – la voz de la castaña se escuchó desde adentro y aquello fue suficiente para que Anna entrara aun con cierta cautela, al ingresar, pudo ver que estaba buscando algo.
- Hola… ¿Interrumpo?
- ¡Oh no! Pasa pasa – la animó- Justo estaba buscando la compresa para ayudarte con la cruda – dijo aligerando el ambiente – Pero el tema es que no está por ningún lado y…
- Punzi está bien – Habló tenue sentándose al filo de la cama - En realidad venía a ver como estabas, quería disculparme por lo de hace rato y...
- No te preocupes – la cortó con suavidad para olvidar ese incidente – No todos pasamos por un buen momento, y supongo que Elsa debe tener sus motivos.
"Ojalá pudiera decirte".
- De igual forma lo siento, te has portado muy bien me siento en deuda – "Sobre todo por lo que avecina" – ¿Hay algo que pueda hacer?
- Mmmm...- en ese instante se quedó pensando – Pues mira justo quiero ir a hacer compras, haré sopa de avellanas, adoro ese manjar – sus ojos se cerraron intentando imaginarlo, saborearlo – Alístate para ir y quizá en la noche te enseñe a prepararlo.
- Ok, me gusta la idea. – sonrió – No prometo que me salga bien, nunca he sido buena en la cocina.
- Yo tampoco soy buena para elegir compañía con los shot, ya ves lo que paso contigo.
- ¡Oye!
- Jajaja.
- Te veo luego entonces.
- Ok.
Al salir, se fue rumbo a su habitación y, cuando estuvo finalmente lista, se enrumbó con Rapunzel a lo que habían acordado, todo fue una travesía, casi nunca había cocinado, pero lo estaba haciendo con gusto. No podía dejar de ser agradecida.
Tal suceso, fue solamente el inicio de todo lo que vendría después para la platinada. Los días restantes en Corona, pudo notar a su hermana muy a gusto con la castaña, con detalles simples de su parte y a la susodicha respondiéndole de igual manera. Era algo que sin duda le jodia, pero más le jodia el no poder decir palabra ante el panorama que le daba Rapunzel. Era tan cálida, sincera y hacendosa, que simplemente perdía los papeles. Si Anna era celosa, ella lo era el doble, y no se percató, hasta que tuvo que pasarlo en carne propia.
Al notar esa conexión, esa complicidad y, sobre todo, esas pequeñas muestras de afecto que se daban, como ligeros abrazos, un tenue beso en la mejilla o ligeros detalles, tuvo miedo de perderla de nuevo.
¿Era eso posible?
Ahora fue el turno de Elsa de no protestar, ella sabía su posición, sabía que no estaba actuando de la manera más acorde a su personalidad y sus modales. Pero su ser entero le quemaba, quemaba ante cada sonrisa que su hermana sacaba sin ser ella el motivo, ante cada atención, cada mirada, a lo mejor ni pasaba nada, pero ella… ella se estaba volviendo loca.
Como resultado, se volvió a repetir el fenómeno que Anna y Honey tuvieron al inicio. Tanto tiempo criticándola por sus desaires, y ahora era ella quien lo hacía por inercia. Lo hacía sin contenerse, cegada por lo que su piel le dictaba, por esos celos y esa maldita cruz que le pesaba y que no sabía cuánto tiempo más estaría dispuesta a cargar.
Anna por su parte, en todo ese tiempo intentó distraerse al máximo, pudo notar que Elsa la buscaba para hablar y a veces la llenaba con ligeros detalles para luego tocar aquel tema que tenían pendiente.
Pero aquello se esfumaba nuevamente al notar sus desaires o los numeritos que hacía repetidas veces con Rapunzel. Le molestaba enormemente.
No había querido hablar con su hermana para no hacer un show en reino ajeno, en ese instante solo quería quitarse de encima lo del tema del tratado y poder salir de toda esa tensión.
Debía de concentrarse como es debido, y Rapunzel la había ayudado muchísimo con las salidas que habían hecho a lo largo de su estadía en Corona, salidas en las cuales Elsa no había participado por obvias razones.
Su comportamiento de la castaña hacia Elsa era neutro, le hablaba solamente para cosas puntuales, no le seguía el juego y trataba vanamente de mantener la fiesta en paz, tratando de ignorar las ideas tontas que se formaban en su cabeza, pensando que solo eran celos fraternales.
Eso a Elsa le jodia el doble. No la conocía del todo, y no sabía si tendría un límite, pero a juzgar por sus gestos, sabía que no faltaba mucho.
-o-o-o-
Uno de los tantos días, Rapunzel y Anna se alistaban como de costumbre, era temprano y hacía una mañana hermosa.
Tomaban desayuno tranquilamente, pero aquel día no era como los otros, ya que en pocas horas, se iba a llevar a cabo la exposición del tratado comercial, aquello para lo que la pelirroja se había estado preparando, la razón primordial de su visita.
Por lo que, a Rapunzel, no se le ocurrió mejor idea que preparar su tan ansiado chocolate caliente que tanto adoraba Anna, en el tiempo que habían estado conviviendo se había llegado a enterar sobre el gusto particular que la pelirroja tenía por este, así que a modo de regalo de despedida y para quitarle la tensión de encima por aquel acontecimiento tan importante que se avecinaba, pensó en dárselo como detalle.
Sabía que luego de la exposición de firmas las hermanas partirían, aquello porque Arendelle esperaba los informes y el estado de lo que se estaba llevando a cabo, y Anna como monarca que era debía de darlo en persona.
Tenía el tiempo medido, pues en esa reunión estarían todos, los de la milicia, los del consejo y mucha gente importante, por lo que no podía zarpar otro día.
Elsa por su parte comía en silencio, tragándose todo lo que tuviera que decir o protestar, todo eso hasta que de su boca no saliera otro desaire como en los otros tantos desayunos que habían tenido anteriormente, a esas alturas, se había convertido en algo muy difícil de controlar, sobre todo al notar aquel singular detalle, un detalle que solo Elsa tenía con su hermana.
Aquello la quemó, le dio duro en el orgullo.
- Gracias Punzi – dijo la pelirroja con una sonrisa cálida al recibir su chocolate caliente
- No hay de que, anda prueba un poco – la animó – A ver qué te parece.
- Claro – en ese momento probó un sorbo y se sintió en el cielo, era realmente magnífico - ¿Ya te he dicho que te sale riquísimo?
- Pues gracias... - la castaña sonrió de vuelta acomodándose un mechón con un ligero toque de timidez, tuvo temor que no le gustara – hago lo mejor que puedo. – su sonrisa se ensanchó.
- Me encanta.
- Es lo menos que puedo hacer… - soltó suavemente – Honestamente no sé cómo lo puedes tomar caliente en este clima – acotó volviendo a su semblante habitual, mostrando ligera diversión en sus palabras – ¿Deseas que lo enfríe un poco?
- No hace falta, así está bien – le regaló una ligera sonrisa, luego al tomar el primer sorbo sintió tensarse de nuevo, esa mañana estaba inquieta por obvias razones, la castaña lo volvió a notar.
- Hey calma…- Sin pensarlo dos veces, se acercó a ella y la cogió de los hombros para intentar quitarle la tensión, luego de ello, le propinó un abrazo, uno cálido y fuerte – Todo saldrá de maravilla ya verás
- Si perdona es solo que…
- Tranqui – En ese instante le regaló un beso en la mejilla, fueron segundos cortos que quedaron mirándose por inercia con la pelirroja, correspondiéndole aquel abrazo que la castaña le había propinado segundos antes. La mirada de Punzi era alentadora y cálida, y Anna solo se estaba dejando llevar, lo necesitaba enormemente.
Elsa al notarlo sintió retorcerse y de sus pies brotó hielo, uno rojizo como el de la primera vez, aquello era algo que pasaba con frecuencia cada vez que notaba ese fenómeno.
Rapunzel al estar de espaldas no se percató al instante, pero su hermana si lo notó, por lo que le dirigió una mirada severa para rogarle que parara. Pero como nunca Elsa estaba descontrolándose.
La castaña al girar el rostro, finalmente se dio cuenta de aquella escena y, sobre todo, de la mirada que Elsa le dirigía. Había congelado medio salón. Respiró profundamente una vez más y como por arte de magia, hizo su último intento de mantener la fiesta en paz.
- ¿Todo en orden Elsa?
- No se tu dime
- ¿Disculpa?
- Elsa basta – habló Anna interviniendo una vez más.
- Anna retírate un momento – pidió la castaña seriamente, había llegado al límite, aquello le colmó la paciencia.
Anna por su lado se sorprendió, era la primera vez que la veía en esa faceta, pudo notar que estaba molesta.
- Punzi escucha…
- Retírate por favor. – pidió una vez más.
- Ok…
Sin rechistar salió del salón, no quería ni saber qué ocurriría. Su cabeza estaba hecha un revoltijo para pensar, pero eso no le impidió estar alerta, por más que supiera que los poderes de Rapunzel eran fuertes, el hielo de Elsa también podía llegar a causar estragos, y más cuando estaba enojada, así que no se fue del todo, tan solo les dio el espacio que la castaña le había pedido alejándose ligeramente de la estancia.
- ¿Cuál es tu problema conmigo? – preguntó viéndola de frente a la platinada una vez se hallaron solas.
- ¿Encima tienes cara de preguntar? – atacó sin creer su pregunta
- ¿Perdona que dijiste?
- Pues ya, suéltalo ¿crees que soy estúpida o qué? – cuestionó enojadísima – ¡No te queda el papel que estás haciendo!
- ¡¿Papel?! – Fue todo, su poca serenidad se había ido al demonio – Mira Elsa te recuerdo – La vió con dureza – Que no estás en tu reino, y hasta donde tengo entendido puede que tome tu pueblo muy pronto así que no estás en posición – volvió a arremeter – He tratado de ser amable contigo, de hacer las paces, pero esto ya colmó mi paciencia, no voy a permitirte más desaires. – prosiguió - No sé qué te traes con Anna, pero lo que sea que haya sido, he estado ahí para apoyarla.
- ¡¿Apoyarla?! ¡¿Apoyarla cómo?! – Elsa estalló también, golpeando sin querer la mesa, mirándola con fiereza y rabia contenida – ¡¿Con esos abrazos, besos y esas malditas miradas?! ¡¿De verdad crees que soy estúpida?!
- Estas loca, Elsa - Ahí Rapunzel entendió todo, atando cabos sueltos. En toda su estadía pensó que eran celos fraternales, pero ahora su mirada le decía otra cosa. A pesar de eso, decidió continuar en su papel. No sabía que tanto podía empeorar si le tocaba el tema. - Estás viendo cosas donde no las hay – A paso firme trató de salir de la estancia. No tenía intenciones de discutir.
Cuando Elsa notó que la ignoraba se le interpuso, no dejándola salir, no la iba a dejar hablando sola, ya estaba hasta el copete de que la ignorara de esa forma.
- ¡No me vas a dejar con la palabra en la boca! – en su furia la agarró de una de sus muñecas, empleando fuerza sin querer, mirándola gélidamente.
Aquel hielo rojizo furioso hizo nuevamente de las suyas cubriendo peor el salón, y a su paso, logró agarrarla de los tobillos, inmovilizándola para que no se atreviera a salir de aquel lugar.
- ¡No me toques! – inmediatamente se zafó y al notar sus gestos e intenciones arremetió furibunda también – y no creas que porque haces eso voy a aminorarme– dijo refiriéndose al hielo en sus tobillos. Al inicio se lo había permitido, pero ahora no podía dejar que continuara, debía de ponerla en su lugar – No eres la única aquí que tiene poderes Elsa – soltó firme – No me provoques.
- ¡¿Me estás amenazando?!
- No es ninguna amenaza – soltó confiada de sí misma manteniendo el porte – Solo creí que era bueno recordártelo
- No me das miedo Rapunzel.
- No quiero darte miedo – la miró de frente – Creo que ya es hora de que lo aceptes y te dejes de estupideces.
- ¿Aceptar que?
- Que Anna tiene a alguien más además de ti.
