En el rincón más profundo y oculto de Ephael, en un lugar de las tierras intermedias que para algunos sólo es leyenda, habitaba Malenia. Sentada en su asiento, junto a su lago de flores blancas, permanece en un estado de calma mientras, con infinita paciencia, simplemente aguarda. Nada parece perturbar su inquietud... salvo las visitas indeseadas.
Ocurren con más frecuencia de la que Malenia está acostumbrada a tolerar. Uno tras otro, los sinluz se adentran en el que es su lugar de reposo, su hogar. Pero... Malenia sabe cómo ocuparse. Puede escuchar la niebla agitarse cuando es atravesada y puede escuchar los pasos sobre el agua.
Sólo a través del sonido, Malenia es capaz de percibir la criatura que se aproxima. Por el tempo de sus pasos puede sentir que lleva un gran martillo sujeto en el hombro. Una cínica sonrisa adorna su rostro mientras se pone en pie. Sus propios pasos reverberan en el agua. Pudo escucharlo corriendo en su dirección mientras ella se encaminaba hacia él, lentamente.
Esperó… esperó hasta que llegara a la distancia que ella siempre respetaba. Una pequeña muestra de compasión. Y entonces, se movió con tal celeridad que el sinluz no pudo verla. Su espada se adelantó con una punzada y le atravesó el estómago, produciendo un sonido metálico cuando su armadura pesada se abrió como si fuese una lata.
La hoja produjo un sonido estremecedor cuando emergió por el otro lado, manchada de sangre. La semidiosa podía escuchar cómo el sinluz exhalaba su último aliento, así que se acercó a su oído y le susurró aquellas palabras.
_ Soy Malenia, la espada de Miquella. _ El sinluz se desintegró entre sus manos. _ Y jamás he conocido la derrota.
Como tantas otras veces, estaba segura de que no habría escuchado la última frase. Estaba más que dispuesta a volver a su lugar, a continuar con su eterna espera, cuando pudo escuchar de nuevo el sonido de la niebla cruzarse.
_ Eres persistente, eso lo reconozco.
No se trataba del mismo sinluz. Pero no era la primera vez que aquella mujer atravesaba aquella puerta. De hecho, lo había hecho ya cientos de veces. Se estaba planteando dejarla escuchar la frase entera.
La sinluz llevaba una armadura algo más ligera que su última víctima. Estaba ataviada con el sombrero de Rennala y su cetro, como buena hechicera.
_ Llevas dos años haciendo esto, Renna. _ Malenia desenfundó la espada. _ Déjame adivinar… ahora tocas la campanita y sacas a tu amiga, ¿Verdad?
_ Es como suele funcionar, sí. Y entonces tú me das una paliza. _ Renna suspiró. _ Pero esta vez tengo un par de trucos nuevos.
_ No te culpo por intentarlo. _ Malenia comenzó a caminar en su dirección.
Renna, tremendamente tensa, rebuscó en sus bolsillos. Sus manos, del mismo color azul que el resto de su piel, temblaban cuando agitó la campana de invocación y emergió una figura encapuchada a su lado.
_ Vaya, eso es nuevo… solías usar esa lágrima mimética. ¿Quién es la nueva? _ Malenia aún mantenía la distancia, contando los pasos.
_ Su nombre es Tiche. Es un cuchillo negro.
Cuando el cuchillo negro invadió su espacio, Malenia se adelantó y lanzó la ofensiva. Estaba a punto de golpearla, cuando sintió un golpe mágico en el pecho que la hizo trastabillar. Nunca había sido capaz de ver la magia cuando se le aproximaba, pero siempre había podido sentirla. En cambio, aquel conjuro escapó a sus sentidos.
Lo que sí que pudo sentir, fue el conjuro de Tiche golpeándola cuando el impacto la distrajo. Y fue terrible. Una enorme sensación de debilidad la invadió y, de forma similar a la putrefacción que la aquejaba, sentía como algo parecía estar arrancándole la vida del cuerpo. Se estremeció.
_ No ha estado mal.
Malenia dio un gran salto, ignorando el dolor, y trazó una caída que golpeó al cuchillo negro con todas sus fuerzas… destruyendo la ceniza con una facilidad pasmosa con una rápida sucesión de golpes.
_ La danza del agua… mierda.
Renna no tuvo tiempo a reaccionar antes de que el segundo descenso de la semidiosa la golpease con tantísima fuerza que la lanzó volando contra el estanque. Emitió un quejido, intentando levantarse sin éxito. Malenia se encaminó en su dirección, con la espada alzada, dispuesta a dar el tajo final.
_ Soy Malenia, la espada de…
_ Sí, de Miquella, ya lo sé. _ Bufó Renna. _ Te mantienes muy fiel a tu hermano teniendo en cuenta que te ha dejado aquí tirada.
_ ¿Qué has dicho de Miquella?
_ Que te ha dejado tirada. Ya tiene de ti todo lo que necesitaba. Y ahora ha dejado que te pudras aquí sola.
Malenia colocó la espada contra el cuello de Renna, que contuvo el aliento porque sabía que se clavaría la hoja si tragaba saliva.
_ ¿Sabes dónde está Miquella? _ Preguntó, apartando la hoja lo justo y necesario.
_ Está en las tierras sombrías… Bueno, su espíritu está allí.
_ ¿Cómo llego allí? _ La voz de Malenia se mostró genuinamente tensa.
_ No puedes… _ Al ver cómo alzaba el arma, Renna lanzó un quejido. _ Pero yo sí… puedo llevarte… si quieres.
_ Cuando me reúna con mi hermano… te entregaré mi gran runa. Es lo que quieres, ¿Verdad?
_ Sí, es por eso que he venido… _ Puntualizó Renna. _ Ranni me dijo que…
_ ¿Conoces a Ranni?
_ Soy su prometida.
_Por supuesto…_ Malenia esbozó una extraña sonrisa_ Muy bien… prometida de Ranni… Llévame con Miquella.
Malenia no podía encontrar más desagradable el palacio de Moghwin. El hogar de su medio hermano era oscuro, siniestro y estaba lleno de fanáticos. Afortunadamente, no habían tenido que hacer todo el camino a pie. De hecho, habían llegado sorprendentemente rápido.
_ Entonces… ¿Puedes aparecer en cualquier lugar en el que hayas estado antes? _ Era la segunda vez que Malenia se lo preguntaba.
_ Sí… siempre que la gracia me lo permita.
_ Me habría venido bien… aquella vez.
_ Tras tu combate con Radahn, quieres decir. _ Respondió Renna, sentada en la gracia.
_ ¿Qué sabes de eso?
_ Todo el mundo conoce esa historia, Malenia, no seas tonta.
No había sido Renna la que había hablado. Malenia se tensó, porque no había oído a nadie en las inmediaciones. Sabía a ciencia cierta que la única persona que estaba con ella en aquel instante era Renna.
_ Ranni, no la asustes… No es justo que hagas eso si no puede verte.
_ ¿Ranni? ¿Ranni está aquí?
_ En la muñeca que llevo en el cinturón. _ Respondió Renna. _ A ver, no está físicamente aquí, pero… puede hablar.
_ Así que has estado todo este tiempo con nosotras… _ Bufó. _ Ranni, ¿Qué tramas?
_ Nada, en realidad… Renna ya se ha encargado de nuestro padre.
_ ¿Has entrado en el árbol aúreo? _ Renna se estaba preparando un té.
_ Sí, claro. He desterrado a la bestia del círculo y todo.
_ Entonces… ¿Para qué quieres mi gran runa?
_ Tengo mis razones. _ Se encogió de hombros. _ Además, me encanta un buen desafío… y tú eres el mayor de todos.
_ ¿Mayor que Radahn? _ Malenia no pudo ocultar su orgullo ante esa declaración.
_ Después de como lo dejaste, sí, desde luego. _ Renna le ofreció un vaso de té y Malenia lo tomó entre sus dedos. _ Tiemblo sólo de pensar lo que podrías hacer si pudieras ver…
_ No eres la única. _ Malenia se retiró con delicadeza su casco y se acercó el té para beber.
_ Una lástima que no puedas tomar este té, Ranni… está bastante bien.
_ Disfruto de los olores, gracias. _ Respondió la bruja. _ Renna, ¿Esta parada era necesaria?
_ Tienes que aprender a disfrutar un poco del camino, cariño.
Malenia se atragantó con el té y dejó escapar una risa.
_ ¿Qué tiene tanta gracia?
_ Nada, que llames cariño a alguien como Ranni… y que no le moleste.
_ ¡No te metas en nuestra relación, Malenia!
_ No lo pretendo… Pero Renna tiene razón… ¿Por qué esas prisas? Descansa un poco.
_ Descansaré cuando haya comenzado la edad de las estrellas y Renna y yo estemos muy lejos de aquí. ¿No tenías prisa por ver a Miquella?
_ He pasado tanto tiempo esperando que ha perdido el sentido… Puedo esperar un poco más.
_ Sois imposibles. _ Suspiró Ranni.
Renna tomó la muñeca y la sentó a su lado, tumbándose sobre la piedra. Lanzó un bostezo y miró un segundo a Malenia.
_ Buenas noches. _ Suspiró. _ Mañana nos esperan las tierras sombrías.
_ Buenas noches, Renna.
Malenia se sentó junto al punto de gracia, se tomó su tiempo para despojarse de sus protésis, y se echó a dormir. Al día siguiente, esperaba despertar antes que Renna. Lo hizo en silencio, acercando su mano sana hacia la protésis del brazo derecho.
Para Malenia, el momento en que debía volver a ponerse las prótesis de sus piernas, al despertar, era molesto y humillante. Dio un respingo cuando escuchó a Renna ponerse en pie que, tras echarle un vistazo, se incorporó y se crujió el cuello.
_ ¿Quieres desayunar? _ Emitió un bostezo. _ Tengo unos huevos.
_ Suena bien. _ Contestó Malenia, ajustándose finalmente la segunda prótesis. _ Me extraña que seas tan amable.
_ Ser amable no cuesta nada… _ Respondió Renna.
_ Incluso con alguien que te ha matado… no sé… ¿Mil veces?
_ En las tierras intermedias todo intenta matarte y lo que no se ríe de ti… normalmente con una risa estridente y desagradable… Así que me aferro a lo que tengo.
_ A veces es irritante que seas tan dulce. _ Puntualizó Ranni.
_ Así te conquisté… bueno, así y matando alientes.
Tras el desayuno, ambas se encaminaron hacia el límite del panteón, donde se encontraba el huevo que, al parecer, contenía a Miquella en su forma corporal.
_ Gracias, por cierto…
_ ¿Por traerte o por los huevos? _ Preguntó Renna.
_ Por no ofrecerme ayuda… cuando…
_ Oh… eso. _ Renna lanzó una mirada a la semidiosa. _ No creí que la necesitases, y mucho menos que la quisieras.
Malenia simplemente asintió y, como le indicó Renna, alargó la mano hacia la mano de Miquella y la rozó. Cuando quiso darse cuenta, pudo sentir que se encontraba en un nuevo lugar, muy distinto al palacio de Mogh. Podía sentir una brisa fría que corría en su dirección, y un olor a hierva y ceniza caliente.
No se inmutó cuando Renna apareció a su lado. Cuando la bruja salió de la cueva en la que estaban, emitió un silbido.
_ ¿Qué ves? Puedo sentir a criaturas cerca…
_ Es… una gran explanada… llena de tumbas fantasmales… hay castillos en el horizonte… un gigante en llamas…
_ ¿Un gigante?
_ Bueno, una máquina que lo parece.
_ Obra de Messmer, sin duda.
_ Pues necesitamos la ayuda de ese maldito psicópata. _ Bufó Ranni. _ Sin su fuego, no podemos llegar a Miquella.
_ Yo puedo hablar con Messmer. _ Sentenció Malenia.
_ Eso nos ahorraría muchos problemas. _ Admitió Renna. _ Si puedes ocuparte de él, yo podría despejar el camino para llegar hasta el árbol que debemos quemar… Aunque es una lástima… estoy convencida de que su protectora es admiradora tuya.
_ ¿Admiradora mía? _ Malenia enfocó la cabeza en su dirección.
_ Bueno, está obsesionada con la podredumbre escarlata.
_ Yo la detesto… _ Le recordó Malenia. _ Cada instante de mi vida es un recordatorio de lo detestable que es… y preferiría no tener que volver a recurrir a ella nunca más… de hecho, es más que probable que la próxima vez… acabe conmigo.
_ Procuraré no volver a mencionarla. _ Renna trató de sonreír, pero se rindió, después de todo, Malenia no podía ver su sonrisa.
_ Ranni… ¿Pasamos a ver a tu tía por el camino?
_ No estamos aquí para que yo tenga reuniones familiares, Renna. _ Replicó la muñeca. _ Pongámonos en marcha y acabemos cuanto antes.
