_ ¿Estás segura de que puede fiarte de ella? _ La voz de Ranni sacó a Renna de su ensimismamiento mientras esta sujetaba las riendas de Torrentera.
_ Cariño, sería más útil que me dijeras cómo llegar. _ Suspiró Renna, apoyándose sobre la cornamenta. _ Las Tierras sombrías son un puñetero laberinto...
_ Tienes una cueva cien metros a tu derecha, cruzas el árbol oculto que hay dentro y a la derecha hay un camino, coge el fragmento de árbol umbrío por el camino. Pero, no me cambies de tema. _ Bufó Ranni. _ Te ha matado mil veces y ahora compartes tus huevos con ella.
_ Si me ha matado mil veces no le costaría demasiado matarme mil y una. _ Se encogió de hombros. _ Soy yo la que me cuelo en su casa para pelearnos.
_ Aun así... no es de fiar...
_ ¿Y eso me lo dices tú, cariño? _ Se echó a reír. _ Ranni, probablemente seas la persona menos de fiar que he conocido en mi vida, salvo quizá Seluvis.
_ Pero yo lo he hecho todo por una buena causa.
_ Cariño... _ Torrentera atravesó el árbol dorado y salieron por el otro lado de la cueva. _ Sabes que me encantaría compartir mis huevos contigo, pero no tienes estómago... si es eso lo que te preocupa.
_ ¿Qué quieres decir?
_ Que no tienes que estar celosa... Sólo hay una pelirroja que me interesa en todas las tierras intermedias.
_ ¡No estoy celosa! _ Respondió Ranni, arisca. _ Y quién es esa pelirroja, ¿Eh? No será Melina, ¿Verdad?
_ Melina murió... _ susurró Renna, apenada. _ Y estoy hablando de ti, tonta.
_ Pero yo no soy...
_ Ahora no... pero he visto tu cuerpo de antes de ser una muñeca y... eras pelirroja, ¿No?
_ ¿Te quedaste mirando mi cuerpo calcinado cuando fuiste a buscar la runa de la muerte? _ Ranni elevó la voz.
_ Tenía... curiosidad. _ Confesó Renna. _ Tampoco es que me quedara mirando como una...
Detuvo a torrentera, observando que, frente a ella, había lo que parecía el cadáver de un enormísimo dragón con las fauces abiertas.
_ Nos hemos perdido... otra vez. _ Bufó Renna.
_ Querrás decir que te has perdido. _ Puntualizó Ranni.
_ He seguido tus indicaciones. _ Puso los ojos en blanco. _ Espero que Malenia esté teniendo más suerte.
_ Renna... _ Ranni tosió. _ Prométeme que no le contarás a nadie que una ciega se orienta mejor que nosotras.
Pero, por más que Ranni quisiera silenciar la verdad, Malenia se orientaba bastante mejor que ellas. Había masacrado a un hipopótamo dorado y había atravesado la fortaleza sombría con una facilidad pasmosa. Al principio, pensó que, desde el lugar al que había entrado, no podría alcanzar a Messmer... pero nada que unos saltos no pudieran corregir.
Se presentó en lo más alto de la fortaleza y, tras recorrer un estrecho pasillo, llegó a la sala en la que Messmer estaba descansando, sentando en su trono.
_ ¿Madre? _ Preguntó, cuando vio a la figura aproximarse. _ Oh, disculpa... te he confundido con otra persona...
_ Soy Malenia... _ Llegado a ese punto, le costó no decir su título. _ ¿Me recuerdas, Messmer?
_ ¿Malenia? _ Messmer esbozó una sonrisa. _ La última vez que te vi no levantabas dos palmos del suelo. ¿Cómo te encuentras?
_ Mi carne es de oro y mi sangre está podrida... _ Hizo una pausa. _ Podría estar mejor, sin duda. Aunque estoy segura de que tú mejor que nadie, me comprendes.
_ Tengo mis propios problemas. _ Messmer se aproximó. _ ¿Puedo ofrecerte algo? ¿Quieres tomar algo, estás hambrienta?
_ No me importaría tomar una copa de vino. Y... ¿Puedes ordenar a tus hombres que no ataquen a cierta persona? Una sinluz llamada Renna, trabaja conmigo.
_ ¿Trabajar? ¿En qué?
_ Me está ayudando a encontrar a nuestro hermano, Miquella.
_ ¿Miquella está aquí? _ Messmer se llevó los dedos a la barbilla. _ Bueno, considera la orden dada. Me alegro de verte.
_ Coincido. Es agradable conversar de nuevo con alguien de la familia... sin intentar matarnos.
_ He redecorado... pensé que a madre le gustaría... ¿Tú qué opinas?
_ Estoy ciega, Messmer... _ Malenia sonrió. _ En cuanto a madre...
_ Ha muerto, ¿Verdad?
Malenia asintió. Ella no lo vio, pero el único ojo de Messmer se mostró compungido. Estaba claro que, para él, la figura materna era mucho más importante que para su hermana.
Malenia no podía ver, pero aun así podía percibir como aquella fortaleza parecía tener un uso más práctico que estético. Probablemente, las vistas serían hermosas, pero eso era algo que correspondería a otros decidir. Acompañó a Messmer a la mesa y se sentó con él.
_ Es un buen vino. _ Comentó Malenia, tras darle un trago. _ ¿Se dan buenas cosechas en esta tierra?
_ En la costa cerúlea no se dan mal. _ Messmer dio de beber a una de las serpientes que emergían de su cuerpo. _ Pero no creo que hayas venido aquí por eso...
_ No... _ Malenia mantenía la mano izquierda bajo la mesa, usando sólo la prótesis para comer. _ Vengo porque necesito que hagas algo por mí.
Dio un bocado al trozo de pan y lo masticó ruidosamente antes de tragarlo.
_ Necesito que quemes un árbol...
_ Sí, creo que sé de qué árbol hablas. _ Messmer sonrió. _ Uno pequeñito, ¿Cierto?
_ No debería ser difícil para ti. _ Malenia dejó el pan sobre la mesa. _ ¿Podrías hacerlo?
_ Si lo hago la guerrera más temida de las tierras intermedias me debería un favor, ¿Cierto?
_ Puedes verlo así, si quieres. _ Sonrió la pelirroja. _ También es tiempo de calidad en familia.
Renna había atravesado todo aquel castillo, lleno hasta arriba de enemigos, y en aquel momento se encontraba tumbada junto a la gracia. A su lado, había una niebla de color amarillo y sabía lo que eso significaba.
_ ¡Las tierras sombrías son un infierno! _ Repitió Renna, por enésima vez.
_ Yo te dije que nos fuéramos... pero tú tenías que ayudar a Malenia. _ Ranni emitió un gruñido de frustración. Sonó fría, incluso cruel.
_ A veces eres muy mala, cariño...
_ Perdona... _ Ranni bajó el tono. _ A veces... se me olvida que no tengo que ser una bruja contigo...
_ No importa... _ Susurró Renna, aunque la forma en la que lo dijo dejó patente que sí importaba.
_ Lo siento... _ Renna se quedó congelada.
_ Nunca te habías disculpado antes... Tú no te disculpas...
Ranni suspiró.
_ Nunca había tenido ocasión de hacerlo con alguien con quien valiese la pena. _ Ranni se quedó en silencio unos instantes. _ Lo que quiero decir es que... te quiero... y si quieres hacer este viaje por las tierras sombrías... está bien. Tú hiciste todo lo que te pedí, ni preguntaste.
_ Yo también te quiero, cariño. _ Renna sonrió. _ Veamos qué hay detrás de la puerta número uno.
Atravesó la niebla y se encontró frente a un gran estanque y, frente a ella, una mujer ataviada con una armadura de caballero cariano y espadas dobles.
_ Nos equivocamos de castillo... Mierda...
Malenia se encontraba tumbada sobre una de las camas de la fortaleza de Messmer. Renna se estaba retrasando. Empezaba a preocuparle que no llegase. No se atrevió a quitarse las prótesis. A pesar de las palabras amables de su hermano, no se sentía cómoda en aquel castillo.
En parte se sentía como una traidora por haber abandonado la posición que Miquella le había ordenado. Pero le dolía que hubiera planificado todo aquello sin contar con ella. Siempre se habían apoyado el uno al otro, y ahora la había sustituido.
_ ¿No puedes dormir, Malenia?
_ Apenas te he oído llegar, Messmer. _ Comentó, sintiendo cómo su hermano se acercaba y se acomodaba en el sofá, junto a la cama. _ ¿A qué debo tu visita?
_ Tu amiga ha llegado.
_ ¿Renna?
Unas horas antes...
Renna sintió auténtico terror. No pudo reaccionar siquiera. Cuando la soldado se lanzó en su dirección, no atinó a reaccionar. De no ser porque Ranni se proyectó frente a ella, probablemente habría tenido que sumar otra muerte más a su lista.
La cariana detuvo su carga al contemplarla, observándola en silencio durante un instante antes de bajar las espadas, dubitativa. El espectro de Ranni se mantuvo frente a Renna con los brazos extendidos, en actitud protectora.
_ ¿Ranni?
_ Sí, soy yo. Y esta mujer es mi prometida. Así que te agradecería que bajases las armas.
_ Espera... ¿Esa es tu tía? _ Suspiró Renna. _ Y yo con esta pinta...
_ Soy Rellana, princesa de los Caria. _ Se presentó, guardando las espadas a su espalda. _ Permíteme ser la primera en darte la bienvenida a la familia.
_ Oh, vaya... gracias. _ Susurró Renna, ruborizándose. _ Ranni me ha hablado de ti, pero no te esperaba de esta forma.
_ ¿Tan alta?
_ Ni peligrosa... _ Susurró. _ Cuando conocí a tu hermana...
_ Ah, ya has conocido a Rennala... ¿Cómo está?
_ Un poco deprimida, no le vendría mal que le hicieras una visita.
_ Hablaremos de mi madre más tarde. _ Interrumpió Ranni. _ ¿Podrías indicarnos cómo llegar hasta Messmer?
_ Oh... _ Dejó escapar una risita. _ Claro, ¿Para qué queréis a Messmer?
_ Para que nos ayude a quemar un árbol. _ Dijo Renna, quitándose el sombrero. _ No sé si me explico.
_ Oh, ¿El de Romina? _ Rellana se llevó la mano a la barbilla. _ Bueno, voy con vosotros. Hablaremos con él.
_ No, en serio, tía... basta con que nos digas cómo llegar.
_ ¡No! _ Rellana tosió, dándose cuenta de que acababa de gritar. _ Quiero decir que os voy a acompañar, hace mucho que no sé nada de ti, Ranni. Quiero pasar tiempo contigo. El palacio puede estar sin mí unas horas.
A pesar de todo, Rellana fue bastante silenciosa mientras avanzaba hacia la fortaleza de Messmer. Ranni tampoco solía ser muy comunicativa, así que se quedó en su muñeca sin intervenir, dejando que Renna se muriese de vergüenza mientras Rellana la cocía a preguntas sobre su relación.
Renna no pudo alegrarse más de ver a Malenia en la entrada de la fortaleza de Messmer. Rellana no estaba en su lista de personas favoritas en aquel momento. El propio Messmer le provocó un escalofrío. La idea de tener que enfrentarse a alguien como él la aterró de la misma forma que lo había hecho la perspectiva de hacerlo contra Malenia en su momento.
_ Messmer... _ Rellana habló con un tono muchísimo más suave que antes. _ Esta muchacha viene a buscarte, mencionó algo sobre tu hermana.
_ Está hablando de mí. _ Malenia miró en dirección a la caria. _ Tú eres Rellana, supongo.
_ Sí, ese es mi nombre. _ Dijo la cariana, llevándose las manos al yelmo, para quitárselo y colocarlo bajo el brazo. Volvió a mirar a Messmer. _ ¿Qué planeas hacer con esta gente?
_ Tan sólo quemar un árbol, es un viaje de un par de horas. _ Renna se sintió un tanto sobrecogida cuando vio las serpientes del semidiós mirándola fijamente.
_ He podido ver lo que hay de camino... está lleno de fantasmas de cornamentados y... alguna cosa más... Yo me lo tomaría con calma. _ Susurró Renna.
_ Pareces no estar pensando en quién te acompaña. _ Rellana tomó su casco yvolvió a colocárselo en la cabeza. _ Barreremos el suelo con lo que se atreva a desafiarnos.
Renna se sentía sobrecogida por el enorme poder destructivo que tenían los semidioses. Porque era cierto que había luchado contra Malenia... pero verla hacer polvo literalmente a ejércitos y escorpiones gigantes era diferente.
Y Rellana y Messmer estaban lejos de quedarse atrás. Quizá el último estaba disfrutando demasiado de prender fuego a todo lo que se encontraba, Pero Renna no podía cuestionar los resultados.
_ Me estoy planteando guardar el cetro y quedarme a mirar, Ranni. _ Bufó. _ Tus hermanos y tu tía son una salvajada.
_ Sí que son unos salvajes. _ Bufó la bruja. _ Que no se te olvide si se te ponen en contra.
_ Espero que no lleguemos a eso...
Renna se detuvo frente a una de esas temibles nieblas de color amarillo. Sabía perfectamente que, tras ella, aguardaba Romina, como ella misma le había dicho a Malenia. Estaba a punto de entrar cuando la pelirroja la detuvo, poniendo la mano en su hombro.
_ Deja que yo me ocupe de esta, a solas. _ Dijo, confiada. _ Dijiste que era una admiradora, ¿Cierto?
_ Sí, lo dije, también te dije que no tenías que hacerlo sola. _ Malenia asintió.
_ Lo sé... pero, digamos que siempre he querido vengarme de la putrefacción... y esta es la única manera en la que puedo acercarme a eso...
_ Adelante pues. Si nos necesitas, estaremos aquí...
Malenia atravesó la bruma y encontró a Romina esperándola. No pudo evitar morderse el labio al ver a aquella criatura, la forma en la podredumbre la había cambiado. Compartían el mismo origen... pero estaba claro que no podían ser más distintas.
_ Soy Malenia, la espada de Miquella. _ Desenvainó. _ Y a ti, títere de la putrefacción... ¡Te desafío!
