Disclaimer: BNHA y sus personajes, no me pertenecen.

Summary: Las noches en "Dollhouse" siempre eran movidas; la gente iba y venía y las historias que las damas de compañía escuchaban, no siempre eran felices. Uraraka Ochako trabajaba allí bajo el seudónimo de Angel face y de entre todos los desdichados que pagaban por unas horas con ella, nunca esperó hallar al padre de su amiga aguardando por su compañía.

Aclaratoria: Ésta es una obra propia y todos los derechos son reservados.


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CAPÍTULO 10

Excusas. 3a. Parte.

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Las excusas, muchas veces, eran una respuesta involuntaria para no sentir aquello que nos quita el aliento, que nos deja por el suelo, que nos desgarra. Nadie quiere sentir que algo no nos pertenece, que aquello que deseamos o luchamos por conseguir, no nos fuese otorgado por el simple hecho de quererlo. Muchas veces, deseamos tener vidas exitosas, amores de ensueño, la vida de novela pero no siempre sucede.

Las excusas eran esas acciones que nos hacían mentirnos a nosotros mismos, alentandonos a no sentirnos miserables. Eran esas acciones que, por mucho que nos repitiperamos que teníamos el control sobre nosotros mismos y sobre la situación en general, terminamos diciéndonos mentiras para sobrellevar aquello que nos supera.

Muchos se ponían excusas para no ver a ciertas personas. Otros, para ver a ciertas personas.

Ochako había inventado excusas para no ir a su departamento y volver a toparse con su madre. Se dijo que Kirishima necesitaba una ayuda con su propio hogar mientras Iida Tenya descansaba para su siguiente turno. Se mintió diciendo que pasar el día con su amigo, ayudándolo con los quehaceres de la casa, las compras y demás, hasta que su horario laboral estuviese cerca para ir juntos al trabajo, era lo que Kirishima merecía después de haber dormido en el sofá toda la noche.

Ella sólo quería ser una buena amiga y compensar las molestias causadas por haber usurpado la cama de su amigo durante la noche anterior; ella sólo quería sentir que su excusa era creíble, porque si alguien creía en esa excusa, ella también lo terminaría creyendo.

Se mintió a sí misma todo ese día, alegando que no necesitaba volver a su casa; Eijiro tampoco se lo sugirió porque no necesitaba conocerla a profundidad para saber que la noche anterior la pasó mal y no quería volver a tener una noche similar.

Pero la mención de ir a su casa a buscar ropa para asearse e ir a trabajar surgió un par de horas antes de su horario laboral. Ochako guardó silencio. No podía seguir huyendo bajo la mentira de querer pasar el día con su amigo (aunque sí le gustara su compañía), por mucho que lo intentase. Ella debía asumir cierta responsabilidad de sus acciones y la idea de seguir huyendo la hacía avergonzarse a sí misma.

Volver a verse huyendo como lo hacía cuando adolescente, le recordó sus difíciles años de secundaria y preparatoria. Ella, al igual que su padre, eran buenos con las mentiras piadosas pero llega un punto de la vida en donde las mentiras ya no son la solución a las cosas y no existe más remedio que afrontar la realidad.

―Puedo acompañarte, si quieres ―insistió Eijiro pero Ochako se negó con prisa. Pensar en la noche anterior en que su madre la avergonzó frente a Bakugo Katsuki fue suficiente motivo como para detener toda amabilidad por parte de su amigo. No podría soportar volver a ser humillada frente a otra persona más―. O puedo prestarte ropa.

La mención la hizo mirarlo con curiosidad y detenerse a observar el hecho innegable de que las medidas de Eijiro no estaban ni cerca de las suyas. Él se sonrojó y ella sonrió con gracia para negar.

―No me negaría pero ya te he causado suficientes problemas por un día.

―No lo digas de ese modo. Sabes que me gustas… ―Ella lo miró curiosa―. ¡Me gusta! ¡Me gusta pasar tiempo contigo!

Ochako amplió su sonrisa y volvió a agradecer su hospitalidad. Ella ya no podía seguir causando problemas a los demás por no poder afrontar sus problemas por su cuenta.

―Despídeme de tus amigos ―pidió Ochako con dulzura. Eijiro se recostó contra el marco de la puerta para verla marchar―. Oh, por cierto, ¿tienen un compañero más, no es así?

Eijiro asintió.

―Pero si quieres mudarte con nosotros, podemos echarlo ―respondió inmediatamente. Ochako se echó a reír.

―No te preocupes. Espero conocerlo en otras circunstancias. Ya les he causado muchos…

―¿Bromeas? Iida y Todoroki te aman. Si les propongo echar a Shinso para darte su cuarto, no se opondrían. ―Ochako negó con gracia―. Nos vemos al rato.

―Está bien. ―Ochako se despidió de Eijiro con un abrazo largo, cariñoso para después, dejar su departamento con una sonrisa un poco más animada en los labios. Luego de una noche atormentada por recuerdos y vivencias recientes, la moral por el suelo y la vergüenza al tope, salir de la casa de su amigo con un poco más de entusiasmo le hacía apreciar todo a su alrededor con una tranquilidad un poco más estable.

Pero a medida que caminaba en dirección a la estación que la llevaba de regreso a la zona de su departamento, la idea de volver a toparse con su madre aguijoneaba su pecho. Ya no quería discutir, ya no quería escucharla gritar, tampoco quería verla bebiendo como cuando era más joven. Ya no quería volver a tener contacto con ella porque sabía cuán egoísta estaba siendo por escapar de un infierno del cual ya no podía salvar a su madre.

Bajó del tren una vez este se detuvo en su estación. Observó todo a su alrededor, las personas que iban y venían como cualquier lunes a las siete de la tarde. Apretó con fuerza la tela de sus pantalones de mezclilla, se alentó a sí misma para iniciar su caminata hasta su departamento. Tuvo aproximadamente diez minutos de recorrido para pensar en las tantas posibilidades que podrían suceder estando frente a la puerta de su casa; la mayoría de estas, iniciaban y terminaban con ella retrocediendo para ir a otro sitio y fingir que no necesitaba cambiarse para ir a trabajar.

En dollhouse hay una regadera. Pediré prestada alguna loción y listo. Su mente barajaba más excusas para hacerla desistir pero el pomo de su puerta yacía bajo su palma y retroceder ya no era una opción viable.

Abrió con cautela la puerta, con el rechinido que se había prometido aceitar, hallando tras la madera de entrada su departamento con la presencia de la sencilla soledad. Las luces apagadas le dieron un indicio de que no había mucho por temer pero cuando encendió las luces, la respuesta a sus posibilidades formuladas en su subconsciente fue la nada. Su madre ya no estaba allí.

Para bien o para mal, huir por la noche dejó claro el mensaje para su progenitora.

Dejó escapar un suspiro sutil. Dirigió con cuidado su palma abierta a su pecho, intentando suavizar el ritmo de sus latidos con el tacto manso de una temblorosa mano. Se avergonzaba a sí misma el seguir teniendo ese mismo miedo de cuando era más joven. A pesar de vivir tres años por su cuenta, ella seguía abrazando el miedo pueril a las reprimendas de su madre y no encontraba mejor solución que huir como la cobarde que era.

Cuando ingresó a su departamento, cerró con llave la puerta y se dedicó a prepararse con prisa. Una nueva noche en donde Angelface debía trabajar para seguir viviendo lejos de la pesadilla familiar de la que había huido.

El aguijón lacerante de la visita de su madre seguía en ella cuando dejó su departamento. Observaba a su alrededor con la cautela misma de un ladrón que reconocía el riesgo de sus pasos; ella no era muy distinta. Cuando llegó a Dollhouse y subió hacia el vestuario de las dolls, continuó preparándose para esa noche con la carga en los hombros de los ojos de su madre cuando le había dicho las palabras que deseó nunca escuchar.

¿Cómo es eso de que estás trabajando en un club nudista?

Ochako detuvo el movimiento de su mano cuando estaba a mitad de trabajo de maquillarse para ponerse el antifaz por encima. Recordar las palabras de su madre era recordar su rostro y la decepción en sus facciones. Ochako se había mentido tantos años diciendose de que el trabajo de doll era lo único que la hizo subsistir en forma en Tokio pero tras ver los ojos de su madre, ya no supo si era verdad o era otra excusa más.

Algún conocido de Shigaraki le pareció verte entrando en un club nudista; no pude creerlo.

Tragó pesado. ¿Podría salir del vestidor con la preocupación de volver a ser reconocida por alguien del círculo de su padrastro? ¿Y si su madre estaba entre los clientes? ¿Y si montaba una escena? Ochako entró al abismo de la ansiedad que, a medida que los segundos pasaban, se sentía aún más a la deriva.

La mano de alguien posándose sobre su hombro la hizo pegar un respingo. El rostro de Deku y su sonrisa apenada la hizo regresar en sí. Recordó que estaba en su trabajo, que ya no había tiempo a inseguridades ni miedos.

―Uraraka-san, Miruko te ha estado buscando ―dijo la muchacha. Ochako la miró con duda―. Al parecer, el cliente nuevo, el hombre rubio, regresó y quiere verte.

Ochako contuvo el aliento.

¿Acaso crees que somos personas que alguien como Bakugo Katsuki recordaría?

La voz de su madre volvió a golpearla. La idea de volver a ver al padre de su amiga, sabiendo que él conoció a su familia, a su padre, la hizo dudar en ponerse de pie. Sabía cosas a medias, tampoco podía creer del todo a su madre porque era una mujer con mucho sufrimiento y con una adicción al alcohol, una relación tóxica y una fascinación por tergiversar cosas a consecuencia de su amargura.

Pero de todas formas, volver a ver a Bakugo Katsuki le causaba emociones contradictorias. Su piel se erizó, su garganta se secó y por un momento, olvidó cómo respirar.

Todo cobró velocidad cuando su jefa, Miruko, ingresó al vestuario de las dolls y la halló sentada junto a Deku. Ochako supo que ya no tenía escapatoria porque para su jefa sólo importaban los clientes.

Le tomó dos minutos terminar de alistarse y otros dos minutos encaminarse hacia el sector de los clientes, en donde las mesas iban llenándose y los asientos frente a la barra iban ganando dueños. La música la saturaba, el aroma a comida y bebida la hacía regurgitar, pero ella siguió caminando hacia la Golden Room repitiendose una y otra vez que Bakugo no era más que un cliente.

Las palabras quedaron de más cuando cruzó el umbral y volvió a ver la imponente figura de Bakugo Katsuki dándole la espalda, sirviéndose un poco de whisky de la mesa ratona que contaba el lugar. Había encargado ya una botella y dos vasos y él, personalmente, preparaba su bebida cuando ella llegó. La puerta se cerró tras suyo con más ímpetu del que esperaba y fue razón suficiente para que el hombre de traje volteara a verla con una expresión tranquila. Una expresión tranquila o quizá cansada. Ochako no supo cómo interpretar la desolación en los ojos ajenos, pero la observaban como se observa un tarde lluviosa, cuando los ánimos se ocultaron como el sol entre las nubes.

―Me adelanté ―dijo el hombre levantando su vaso de whisky. Ochako formuló una sonrisa pequeña sin saber exactamente qué sentir―. La semana ha empezado lo suficientemente agresiva como para que esté aquí, bebiendo frente a ti.

―Puedo imaginarlo ―respondió con pena.

Tomó un poco de aire y caminó hacia donde se hallaba Bakugo, mientras repasaba una y otra vez la voz de su madre hablándole del hombre frente a ella. ¿Acaso crees que somos personas que alguien como Bakugo Katsuki recordaría? Lo tenía más que claro, por ese motivo, aún no ha atado cabos con respecto a la amiga de su hija y la mujer de compañía. Él no la veía, no más que un entretenimiento para sus noches en las que no sabía a dónde ir.

El hilo de pensamientos de Ochako se detuvo una vez estuvo lo suficientemente cerca de Katsuki como para sentir su aroma a whisky desprenderse de sus labios. Ella levantó su mirada a la rubí del hombre y sólo pudo sentir rabia hacia él.

Cada vez que el recuerdo de su madre hacía mella en ella, Ochako no dejaba de pensar en que quizá, sólo quizá, Bakugo Katsuki tenía cierta culpa de muchas cosas en su vida y lo peor de todo es que algo dentro suyo le decía que él nunca recordaría a su padre.

¿Acaso crees que somos personas que alguien como Bakugo Katsuki recordaría?

Rabia. Dolor. Frustración.

Por momentos, ella dejó de pensar con cautela y se dejó llevar por la rabia, por el deseo de hacerle daño. Ella extendió sus manos hacia él, tomó su vaso de whisky y con una sonrisa coqueta, se lo arrebató para llevarlo a sus propios labios, bebiéndolo de un sorbo largo, sin dejar de mirarlo a los ojos. Katsuki no dejaba de observarla, ni siquiera cuando un hilo translúcido corrió a través de la comisura de los labios de la mujer. Él se acercó un poco más a ella y entonces, Ochako apartó el vaso de sus labios, alejándose de él, dirigiendo sus altos tacones hacia la mesa ratona en donde descansaba la botella de whisky en una bandeja de plata.

A cada movimiento suyo, sentía que la mirada de Katsuki la seguía, delineando cada curva en su cuerpo como si fuesen sus propias yemas las que la estuvieran recorriendo centímetro a centímetro. Ella volteó a verlo por encima del hombro, una sonrisa juguetona se coló en sus labios y eso pareció llamarlo aún más.

―Dime, ¿qué puedo hacer para que ya no tengas esa mirada triste? ―Preguntó Ochako con su voz de doll, con esa aterciopelada y dulce voz que conquistaba a cualquier persona.

Incluso a Bakugo Katsuki.

―¿Te sonaría extraño si te dijera que ya no me siento tan mal como antes? ―Susurró despacio, atreviéndose a dar un paso más hacia ella. Ochako no se apartó, por el contrario, amplió su sonrisa cuando lo vio cediendo. Los dedos del hombre fueron con cautela hasta su rostro, delinearon un camino suave sobre su mejilla hasta sentir los carnosos labios de la mujer. Él se detuvo un momento en ellos, acariciando dulcemente su labio inferior sin dejar de observarla, sin disimular la atracción que sentía por ellos. Y a medida que él la tocaba, Ochako recordaba que la cámara de seguridad del cuarto los enfocaba perfectamente en el ángulo que se hallaba, sólo era cuestión de segundo para que Katsuki perdiera los estribos y ella pudiese conseguir lo que buscaba.

Venganza.

Cuando llegó a Dollhouse, el amargo recuerdo de las palabras de su madre no se apartaban de ella, pero cuando tuvo a Katsuki frente a ella, la ira y la desesperación por hacer algo, por conseguir que el magnate bajara de su pedestal como el mortal que era. Ochako quería verlo sufrir, quería hacerlo hablar, quería saber con sus palabras qué sucedió con su padre y su relación con el Grupo Bakugo. Y mientras esos pensamientos la dominaban, una idea fue entretejida.

Todos los salones dentro de Dollhouse, todos los ambientes y pasillos se encontraban bajo la constante vigilancia de cámaras de seguridad que permitía mantener todo bajo control. Todoroki Enji no era tonto, sabía que muchos clientes no eran de fiar o tenía algunos asuntos pendientes con ellos, así que las grabaciones no sólo eran por seguridad de sitio o del personal que trabajaba para él, también era una forma de protección en caso de que algún cliente influyente le produjera problemas.

Ochako sabía dónde estaba la sala de seguridad. Sabía quién las controla y cómo conseguir esas cintas. El lograr que la cámara filmara nítidamente la identidad de Bakugo Katsuki fue lo que la impulsó a continuar su juego de engatusarlo para que todo quedase registrado en las cintas y ella pudiese conseguir lo que quisiese del hombre frente a ella. Apartó sus sentimientos por Mahoro, apartó su amistad para dar paso a la amargura que se había encargado de enterrar por esos años y que, a consecuencia de la visita de su madre, resurgieron con fuerza.

―¿Se puede besar a una doll? ―Susurró Katsuki contra sus labios, cada vez más decidido a cumplir sus palabras. Ochako podía ver que la seguridad en Katsuki era distinta así como la tristeza en sus orbes era aún más palpable.

Ella sonrió.

―Con una buena propina, puedes hacer muchas cosas aquí ―respondió con su angelical voz. Katsuki sonrió.

―¿Qué hacen los clientes cuando les dices eso? ―Ochako apoyó ambas manos sobre sus anchos hombros y poniéndose de cuclillas, fue a su oído para susurrar.

―Pagan más ―seguidamente, mordió ligeramente el lóbulo de su oreja. Katsuki cerró los ojos y sin contención alguna, tomó el rostro de la mujer con su mano, la miró una última vez para besar sus labios. Fue un movimiento tosco, incluso para él, se sintió tonto por actuar tan impulsivamente, se recordaba a la edad de dieciséis años cuando hacía y decía cosas por puro impulso; besar a una desconocida del modo en el que él lo hizo, le recordó a su edad inmadura y juvenil, aunque siendo francos, él tampoco era de los que besaba de forma impulsiva.

La mujer del antifaz lo había invitado a comportarse de forma impulsiva desde el instante en el que robó su vaso con whisky para beberlo por completo, derramando una solitaria gota dorada que acarició su piel hasta morir en su barbilla. Katsuki, al besarla, podía sentir el sabor al líquido dorado que robó de él y ese sabor parecía ser más delicioso en labios ajenos que, la estrujó entre sus manos cuando éstas bajaron a su cintura. Estaba tan sediento de lo que sea que fuera ella que no medía sus movimientos, no hasta que sintió las manos de Ochako posicionándose sobre su rostro.

Él se alejó de ella con vergüenza. Había cruzado un límite o quizá fue el modo en el que lo hizo que lo avergonzaba de sobremanera; pero la doll no parecía ofendida ni mucho menos molesta, Katsuki leía diversión en sus labios y eso lo ponía en una posición peor que vergüenza.

―Yo…

―Bakugo-san, relájese ―susurró ella caminando hacia él, lo tonto fue que, a medida que ella avanzaba, él retrocedía dos pasos. El camino se acabó para él cuando sus talones hallaron la dureza de la base del sofá de cuero y cayó sobre sus almohadones con la misma gracia que un ciervo recién nacido. La mujer rió por lo bajo, se cubría los labios con dulzura y lo miraba de una manera extraña pero que a él lo volvía loco. Sentía cómo su corazón palpitaba de forma arrítmica, que en cualquier momento, saldría de su pecho. Inconscientemente, llevó su mano al pecho―. Tengo muchos clientes como usted, no se preocupe. Es la primera vez que besa a alguien más que no es su esposa, ¿me equivoco? ―Katsuki apartó la mirada y ella caminó hacia él. Tomó la botella de whisky, sirvió un vaso para acercarse lo suficiente como para que sus piernas tocaran sus rodillas y con una seguridad burlesca, ella juntó las piernas del hombre. Katsuki la miraba atentamente, dudando hasta de su propia existencia cuando ella, con la elegancia que la caracterizaba, se sentó a horcajadas de él―. Prometo cuidarlo bien, Bakugo-san.

Katsuki tomó el vaso de whisky que Ochako le ofreció, dio un sorbo profundo sin dejar de observar. Ella lo imitó tomando del mismo vaso y entonces, volvió a acercarse a sus labios pero con más tranquilidad, con suavidad y dulzura, apretó sus labios contra los del hombre para que su lengua recorriera su longitud, invitándolo a abrir su boca. Katsuki no podía respirar, sentía que todo dentro de él era fuego, que todo dentro suyo se terminaría incendiando si aspiraba de más el aroma de la mujer que tenía encima suyo, pero a pesar de aquel riesgo, el hombre tomó mayor partido en el intercambio de besos que llevaba a cabo con la mujer vestida en lencería blanca.

Las grandes manos del dueño del Grupo Bakugo fueron a los muslos de la mujer, sintiendo la calidez de su piel, recorriendo un poco por debajo del babydoll que traía encima y como respuesta, la mujer gimió un poco contra sus labios. Katsuki apretó la piel nívea de los muslos al escucharla gemir de ese modo, preguntándose cuál sería el límite de intimidad permitida entre doll y cliente.

―No se preocupe ―Susurró la mujer contra sus labios―. Lo haré olvidar todo lo malo, Bakugo-san.

Él ya no supo si deseaba ser consciente del límite con esa mujer. Quería sentirla mejor, quería tocarla y volver a sentir que podía excitar a una mujer. Deseaba que las circunstancias fuesen otras y él tuviese la oportunidad de una compañía sin límites.

Entonces, el recuerdo de su esposa retornó a su mente. La carpeta que le había hecho entrega esta mañana y el amargo sabor en sus labios lo hizo detener sus impulsos por continuar besando a la desconocida. Ochako lo sintió alejarse, apreciando que el semblante de tristeza prevalecía en él.

―¿Qué sucede? ―Preguntó ella tomando con sus pequeñas manos enguantadas el rostro del hombre debajo suyo.

―Hay cosas que ni tu belleza o tu compañía podrán cambiar ―respondió él. Katsuki acarició los labios de Ochako con su pulgar―. Debo de ser el peor cliente que has tenido.

―Créame, no está ni cerca. ―Katsuki río por lo bajo. Ella levantó la vista disimuladamente hacia el ángulo en donde se hallaba la cámara―. ¿Quiere que lo ayude con algo más, Bakugo-san? ―Volvió a acercarse a él pero el hombre la detuvo poniendo sus manos sobre sus hombros.

―Sentirte encima mío ayuda bastante ―respondió con un poco de vergüenza y una sonrisa tímida. Bakugo Katsuki no se caracterizó nunca por ser bueno con los piropos, era pésimo con las mujeres así que su experiencia en el ámbito del flirteo era casi nulo―. Eso sonó extraño.

Ochako rio.

―Son cosas que son comunes de escuchar en lugares como éste ―respondió. Katsuki relajó los hombros al escucharla reír.

Transcurrieron algunos minutos y ellos continuaron hablando, ella encima suyo, ambos bebiendo whisky y riendo, con blues de fondo y una luz tenue que los ayudaba a relajarse el otro. Ochako seguía atenta a la cámara que los seguía filmando pero sin dejar de conseguir que Katsuki se relajara con ella, porque era el modo en el que las dolls podían conseguir información que deseaban.

―¿Puedo ser franca? ―Preguntó Angelface. Ésta vez, ella se hallaba sentada sobre sus piernas, dándole la espalda, ambos bebiendo del mismo vaso de whisky mientras él descansaba su barbilla sobre el hombro desnudo de la mujer. Katsuki respondió con un asentimiento al tiempo que bebía del vaso que la mujer le tendió―. La mayoría de mis clientes son hombres como tú.

―¿Hombres como yo? ―Preguntó Katsuki.

―Sí, empresarios, adinerados, hombres que aparecen en portadas de revistas, con vidas resueltas ―respondió con cautela, no lo miraba, se encargaba de servir más líquido a su vaso de vidrio―. Pero todos ustedes tienen en común algo ―ella volteó a verlo y con su índice, delineó una línea que bajaba desde la punta de su nariz hasta sus labios―. Aquí, ya no parecen figuras de revistas.

―¿Decepcionada? ―Preguntó Katsuki. Angelface negó con una sonrisa.

―Ustedes me dan trabajo. ―Ambos sonrieron―. Pero mi pregunta constante es… ¿Cómo alguien que parece tenerlo todo puede lucir tan triste por las noches?

La forma en la que las palabras salían de los labios de Angelface cautivaba a Katsuki, el cómo preguntas que incomodaban podían sentirse tan íntimas cuando ella las decía. Él bajó la vista al vaso que ella le había tendido, bebió un poco y pensó en su pregunta.

―¿Haces este tipo de preguntas a tus otros clientes?

Ella negó. Katsuki enarcó una ceja entonces.

―¿Por qué tengo el honor de tu curiosidad?

―Porque eres distinto ―respondió acomodándose mejor sobre él, recostándose contra su pecho para mirarlo mejor―. Porque teniendo la oportunidad de jugar al amo, saliste corriendo el primer día que llegaste. ―Katsuki exhaló una risa por lo bajo, apartando la mirada de la mujer pero ella tomó su mentón para mirarlo―. Me gustó ver que un hombre como tú, el que parece tenerlo todo asegurado, se mostró como un simple mortal el primer día que llegó aquí.

―¿Tienes un gusto particular por las personas rotas? ―Angelface rió con ganas y eso pareció cautivarlo de una forma que no tenía nombre.

―¿Puedes decirme de alguien que no esté roto? ―Katsuki se encogió de hombros mientras la veía. Ochako era la más indicada para hablar de personas rotas, sin importar su estatus social o su estilo de vida, sabía a ciencia cierta de que habían muchas personas rotas debajo de rostros sonrientes.

―Has visto mucho estando aquí ―comentó más como una afirmación que como una duda. Angelface asintió, bebiendo un poco más de whisky―. Sonará extraño pero desde hace unos días, el recuerdo de una persona me hace pensar que no todas las personas están rotas.

―Eso sí es digno de escuchar. ―La mujer vestida en lencería lo miró con una ceja enarcada, a la espera de sus palabras, pero nunca esperó escuchar lo que Katsuki terminó por soltar.

―Hace veinte años, recuerdo haber conocido a alguien que lucía feliz de un modo que me hacía enojar. Suena ridículo, pero era así. ―Angelface sirvió más whisky en su vaso y él se lo llevó a los labios, degustando el sabor amargo como lo eran sus memorias―. Un hombre un poco mayor a mí, era mi chofer. Ni siquiera recuerdo cómo llegó a serlo, sólo le presté verdadera atención por un libro en particular que terminó por regalarme.

A medida que escuchaba, la sonrisa en los labios de Ochako fue flaqueando y el rol de doll era más difícil de desempeñar.

―Fue por unos meses mi chofer, hablábamos cada tanto y siempre parecía de un buen humor sin importar las circunstancias, le gustaba encontrar el lado positivo de las cosas. ―Katsuki exhaló un suspiro―. De sólo recordarlo, me hace sentir aún más patético.

―¿Cómo era su nombre? ―Preguntó bruscamente. Katsuki la miró y ella no supo ocultar la urgencia en su voz―. Quizá lo conozca.

―Lo dudo ―respondió Katsuki―. Murió hace varios años. Supe de su muerte un tiempo después. Un día dejó de venir a buscarme, me enviaron a otro en su reemplazo. Irónicamente, la vida me ha enviado a su hija.

―¿Su hija? ―Su voz se rompía a medida que hablaba. Ochako ya no podía permanecer más tiempo allí pero necesitaba saber más, mucho más de lo que Katsuki tenía por decir.

―No sé cómo mierda mi hija se hizo amiga de la hija de este hombre. Parece imposible porque la familia del hombre se mudó a otra ciudad y ella decidió emprender sola en Tokio. ―Katsuki pareció abstraerse un momento de la realidad al pensar en sus palabras. Ella lo observaba sin disimulo―. Cuando conocí a la muchacha me sentí extraño… Como si ya lo hubiese visto antes y entonces recordé a mi antiguo chofer. La diferencia está en que esta chica no sonríe, no de la forma en la que su padre lo hacía. No puedo culparla, la vida no ha sido justa con ella.

Ochako apretaba con fuerza sus puños, conteniendo la rabia que se acumulaba en su interior, rogando por salir. Quería soltar toda la frustración que sus palabras le ocasionaron, quería decirle que ella no sonreía como su padre porque le arrebataron muchas cosas en la vida que los motivos por sonreír quedan cortos, quería gritarle y pedirle una explicación sobre por qué despidieron a su padre, quería…

―Mi hija encuentra en esta chica a una amiga. No me sentía cómodo con ella, sentía que ocultaba algo y que no era una buena influencia para mi hija ―continuó diciendo―, porque cada vez que la veía, podía encontrar un poco de la amargura y frustración que encuentro en mi reflejo y eso me incomoda.

―¿Ella te recuerda a ti? ―Preguntó Angelface.

―Ella no debería de tener esa mirada ―respondió, levantando sus ojos a los de la doll―. Un hombre como yo a quien su esposa engañó con alguien más y ahora espera un hijo que no es mío, hace que mi frustración sea reconocible en mis ojos. Pero una muchacha como ella con apenas veintidós años, no debería de tener ojos como los míos.

Ochako estaba en shock. Bakugo había lanzado varias bombas contundentes en tan solo unos minutos y ella no tenía forma de procesar toda la información que acababa de recibir. Bakugo Camie estaba embarazada de su amante.

―Mierda ―Susurró Ochako.

―Lo sé ―respondió Katsuki con una sonrisa cansina―. La vida es así.

―Lamento lo de tu esposa ―respondió entonces Ochako, no sabía qué más acotar pero él sólo asintió. Al parecer esa fue la última bomba que Bakugo Katsuki lanzó y de la que fue consciente, porque ya no se lo sentía relajado ni mucho menos con ánimos de continuar allí. Ochako, que en un principio, poseía ira y frustración, en esos momentos, tenía una pena enorme metida en el pecho porque sólo podía imaginar a Katsuki y Mahoro sufriendo por la situación actual de su familia.

Y sin darse cuenta, Ochako había roto una de las reglas de las dolls: mostrar sus verdaderos sentimientos a su cliente. Katsuki vio esa misma pena y dolor en los ojos de su acompañante que se sintió estúpido. ¿Qué demonios hacía allí, contándole sus problemas a una completa desconocida? Estaba avergonzado.

―Yo debo irme. ―El cuerpo de Bakugo se removió debajo de la mujer. No había mirada dirigida a la joven, no podía mirarla, no después de haber creado un ambiente incómodo porque sencillamente, el alcohol (y la sensación que le producía esa mujer al estar junto a él) lo hacía hablar de más.

Angelface no opuso resistencia. Ella también necesitaba un momento lejos de él para procesar todo lo que acababa de ser revelado. Lo vio marcharse con un aire aún más decaído. No podía culparlo. Definitivamente, muy pocas personas mantenían sus piezas unidas, porque el mundo estaba lleno de personas como ellos dos: personas rotas.

Cuando la puerta de la gran habitación se abrió, Katsuki no pudo avanzar para dejar de una vez por todas el sitio; la alta figura de Todoroki Toya lo detuvo al encontrarse en el umbral con un semblante molesto y en su mano derecha, apresaba la muñeca de otra de las dolls. Ochako volteó curiosa a ver por qué Katsuki seguía allí pero al momento de reconocer a Izuki siendo forcejeada por Toya, se apresuró a ir hacia donde se encontraba.

―¡Deku! ―Llamó Ochako preocupada para ir hacia ella.

―Viejo, ¿no aprendes las reglas por aquí, no es verdad? ―Dijo Toya abriéndose paso a la habitación, consiguiendo que Katsuki retrocediera un par de pasos―. Te lo dejé muy en claro que las primeras dos horas de Ángel son mías.

―¡Toya, deja ir a Deku! ―Insistía Ochako pero a medida que Toya avanzaba, el agarre que ejercía sobre la muñeca de la doll, aumentaba―. ¡Toya!

―¿Así tratas a las empleadas de tu padre? ―Preguntó Katsuki. Toya soltó una risa seca.

―¿Empleada? ―Preguntó mirando a Deku―. Es un maldito hombre con falda. ¡¿Acaso quieres venir a darme clases de biología, viejo de mierda?!

Deku tenía lágrimas en los ojos y Katsuki pudo ser consciente que sus mejillas estaban rojas, no necesariamente por las lágrimas, sino porque alguien la había abofeteado. Frunció su entrecejo.

―La maldita administradora me dio a este travestido como consuelo mientras tú terminas con Ángel. ¿De verdad crees que estoy de humor para aguantarte?

―Toya, déjala ir. Prometo ya no―

―¿Si sabes que el dinero que ingresa aquí es más importante que tus caprichos, no? ―Preguntó Katsuki.

―Soy prácticamente el dueño y―

―Prácticamente, no ―respondió Katsuki y con un movimiento rápido, tomó el brazo de Toya, apretando su muñeca con la suficiente fuerza como para conseguir que soltara a Deku.

―¡Agh, viejo de mierda! ―Bramó Toya.

Katsuki se acercó al oído del hijo de Enji y con una pequeña sonrisa, susurró.

―No eres una mierda aquí. Si vuelves a maltratar a alguna de estas mujeres, personalmente me cargaré de cerrar este sitio. ―Toya lo miró con urgencia y Katsuki esbozó una sonrisa ladina―. No trates de amenazarme, hijo. Tengo los contactos suficientes como para arruinar este sitio si me provocas lo suficiente. ―Miró a las jóvenes dolls detrás suyo―. Yo sí sé reconocer a un hombre cuando lo veo. Ella no lo es ―dijo refiriéndose a Deku―. Y tú ni siquiera te acercas para ser uno ―finalizó mirándolo con una sonrisa ladina.

Soltó entonces a Toya, dedicándole una mirada a las dolls. Ochako tenía abrazada a Deku cuando sintió la mirada del dueño del Grupo Bakugo, ella sólo pudo asentir como respuesta a su ayuda y una vez que él fue consciente de que ambas se encontraban bien, dejó el cuarto. Ochako sintió como si la calidez del sol desapareciera una vez que Katsuki dejó el lugar en donde se hallaban, miró a Deku y susurrándole al oído, salieron de allí, no sin antes escuchar la voz de Toya nuevamente.

―¿A dónde piensas que vas, Ángel? ―Preguntó con la voz denotando fastidio. Ella contuvo el aliento y sin mirarlo, respondió.

―Llevaré a Deku a los vestidores. ―Volteó a mirarlo―. Regresaré junto a usted.

No esperó respuesta alguna de parte del hijo del dueño para marcharse con su amiga y compañera de trabajo. La velada junto a Bakugo Katsuki había terminado y después de los últimos acontecimientos, ella ya no sabía si lo correcto era ir a la sala de seguridad para intentar recuperar la cinta que correspondía a la Golden Room; sin embargo, el latente deseo por saber qué sucedió con su padre y la Familia Bakugo la hizo mantenerse firme en sus convicciones.


La voz de Mina repitiendo una y otra vez que sólo buscaba excusas para ir a Dollhouse se entremezclaban con la sensación de agotamiento que, siendo justos, era recurrente a cada ocasión que salía de aquel lugar. Sin embargo, esa velada en particular fue distinta en muchos sentidos. Una sonrisa ladina se acomodó en sus labios con la misma audacia que tuvo sus pensamientos de recrear la imagen de la muchacha de lencería blanca encima suyo, teniendo su rostro a la misma altura que sus pechos envueltos en esa conjunto de babydoll que enloquecía a cualquiera.

Bakugo Katsuki había pagado sus horas junto a Angel Face con el extra prometido, una jugosa propina que no se molestó en contar para depositar en las manos de la cajera de turno. El ambiente ya no era el ideal para continuar con la joven mujer a horcajadas de sus caderas, no desde que el asunto de su esposa salió a relucir; ¿por qué terminaba hablando de su patética relación con su esposa cuando mejor se sentía al lado de una desconocida?

Los recuerdos de Camie retornaron a su mente y la carpeta blanca que le cambió el humor ese lunes por la mañana. Todo tenía una explicación, incluso la ausencia de Camie a su puesto de trabajo por tres días; los malestares matutinos de un embarazo son una de las cosas más incómodas, sin mencionar el cansancio físico y mental que la embarazada cargaba. Camie no asistió a su trabajo por estar llevando dos meses y medio de gestación. Aún sentía la punzante sensación en su pecho al ver las ecografías de su esposa delante suyo.

―¿Qué mierda es esto? ―Había dicho Katsuki al ver la ecografía que tenía delante. Levantó los ojos a su esposa y ésta se encogió de hombros, había pena y alegría en partes iguales en su rostro. No supo qué sentir.

―No es el mejor momento para hablarte de esto, lo sé. No vine a trabajar por los malestares matutinos que se intensificaron los últimos días. Lamento eso, como también lamento muchas cosas pero esto no ―dijo refiriéndose a su ecografía. Había dicha intachable en los orbes melosos de su esposa y no supo por qué dolía tanto ver esa felicidad en ella. Quizá porque él no era la razón de esa felicidad―. Estoy embarazada, Katsuki.

La respuesta involuntaria de su cuerpo fue retroceder unos pasos sin dejar de mirar las ecografías en la carpeta frente a él. Esas imágenes le generaban una amalgama de sensaciones que no sabía cómo identificar pero todo empeoraba al ver el rostro sonriente de Camie.

―¿Cómo puedes ser tan cínica en mostrarme ésto como un logro? ―Soltó Katsuki. El dolor y la amargura no se molestaron en ocultarse, no cuando en sus propio mirar se leía todo lo que ya no podía maquillar.

―Katsuki, es un logro para mí… ―Dijo Camie con pena en su mirada, pena de ver a su esposo mirándola de ese modo―. Nosotros ya no podíamos y…

―¡¿Por eso lo hiciste?! ―Vociferó molesto―. ¡¿Por eso te acostaste con otro?! ¡¿Para esto?! ―Tomó la carpeta y la arrojó lejos de ambos. Camie se puso de pie pero antes de que pudiese ir a recoger sus estudios, Katsuki golpeó con ambas manos la mesa, deteniéndola―. Carajo, Camie… En serio no puedo entenderte… ―Su voz se quebró y Camie ya no pudo mirarlo―. La ginecóloga te lo dijo, que otro embarazo sería riesgoso para tí… Casi moriste el día que… Que Katsuma... Mierda. ―Katsuki se alejó de Camie, se fregó el rostro con sus manos intentando contener la oleada de rabia y frustración que quería hacerse palpable con lágrimas. Estaba harto de sentirse una miseria cada vez que veía a su esposa pero en esos momentos, todo empeoraba dentro suyo.

―Katsuki, lo que hice no fue para quedar embarazada ―dijo Camie recogiendo su ecografía del suelo. Lo hacía calma, de rodillas en el suelo, observando todo con una pequeña sonrisa triste en sus labios―. Desde que perdimos a Katsuma, nuestro matrimonio ya no fue el mismo, lo sabes perfectamente. Yo caí en depresión post-parto, tú te alejaste de mí porque también estabas dolido. Nadie se recuperó desde ese día y le hemos fallado a Mahoro por haberla dejado a un lado a consecuencia de nuestro dolor.

Katsuki, de pie en su oficina, sentía que a cada segundo, a cada palabra dicha por su esposa, todo en la habitación crecía y crecía, haciéndolo sentir pequeño e insignificante. Pero a pesar de eso, las palabras de Camie eran veraces; ninguno de los dos fue el mismo cuando perdieron a su hijo sin que pudiese siquiera llegar a los nueve meses. Y era verdad que tanto él como Camie, se embargaron en el dolor de una forma solitaria, dejando a un lado a su única hija, Mahoro.

Pero el orgullo en Bakugo Katsuki era más grande que todo y no estaba dispuesto a aceptar esas palabras, no cuando la rabia lo cegaba.

―Ambos nos hemos sido infieles desde el momento en el que ya no nos veíamos como un matrimonio. Dijimos muchas cosas en el altar que no cumplimos y eso fue antes de que yo conociera a Tenya.

―No te atrevas a echarme la culpa de esto. ―Él la miró entonces―. No sabía cómo ayudarte con tu episodio depresivo, yo no…

―No, no pudiste ayudarme porque yo tampoco sabía cómo afrontar la situación. No quiero echarte la culpa de nada, sólo quiero que entiendas que me sentía sola e incomprendida… ―Camie se puso de pie, acomodó la carpeta blanca con todas las hojas dentro y levantando mirada a su esposo, le dedicó una pequeña sonrisa―. Fuyumi-san dejará los papeles de divorcio con Nejire. Si tienes algún inonveniente con mis pedidos, puedes hablar con mi abogada para llegar a un acuerdo mutuo. No quiero peleas a ésta altura de los años, Katsuki. Tratemos de terminar nuestra relación en buenos términos.

Katsuki no la miró, Camie dio por terminada la conversación con su esposo pero una vez llegó al umbral de la puerta para salir de una vez por todas, recordó algo. Volteó a mirarlo.

―Deja que yo hable con Mahoro ―dijo―. Deja que yo le explique todo. Te aseguro que será mejor.

―Haz lo que putas quieras. ―Respondió sin mirarla―. Pero cuando tu hija sepa el tipo de mujer que eres, no esperes comprensión de su parte.

Camie esbozó una sonrisa en los labios. Ya no dijo más, se retiró de allí cerrando la puerta con cuidado. Katsuki pudo soportar diez segundos para derrumbarse en una de las sillas, deseando romper todo lo que había cerca suyo.

Y el deseo por destruir todo a su paso seguía latente, sólo que el episodio con Angel Face pareció relajarlo lo suficiente como para cumplir sus anhelos destructivos.

La voz de Mina repitiendo una y otra vez que sólo buscaba excusas para ir a Dollhouse se entremezclaban con la sensación de agotamiento que, siendo justos, fue producto de su discusión con su esposa esa misma mañana, con la entrega de las ecografías de su embarazo y los papeles para firmar su divorcio entregados en las manos de su secretaria. Ese día, a Bakugo Katsuki no le importó inventarse una excusa para ir a dollhouse a sentir que hacía lo mismo que le hizo su esposa: engañarla con alguien más; sólo que la situación era distinta: su esposa ya no estaba con él, tampoco fingía la mentira de serle fiel cuando en realidad, ya no lo era y tampoco se lo hizo saber. La excusa de ir al mismo bar a sentar a una jovencita desconocida sobre sus piernas, besarla y pasar el rato era más bien consigo mismo.

Era una excusa para hacerse pensar que él no había perdido nada y que seguía teniendo el control sobre las cosas cuando, en realidad, nunca fue así.

Un mensaje, una foto. Su hija le había enviado una fotografía de ella con su tía en un bar, ambas con cervezas en las manos, por lo que pudo apreciar en la fotografía, era el bar en donde solía ir su amiga Kyoka a cazar talentos. Sonrió, respondió con un emoji riendo y dejó que su hija pasara tiempo con su tía favorita. La idea de hablar con Mahoro para comentarle la situación de su matrimonio pasó por su mente, claro que sí, pero con la misma velocidad que llegó, se marchó porque sabía que él no debía de explicarle nada a su hija cuando él no había sido quien falló.

En la penumbra de su habitación y un vaso de agua, observaba la lejanía a través de su ventana. Una vista imponente de una ciudad que se arrodillaba ante él pero de la cual se sentía esclavo, un esclavo sin amo pero esclavo al fin. Las palabras de Camie, las palabras de la mañana las tenía fresca como una daga acomodada en el espacio de hueso y hueso de sus costillas.

Desde que perdimos a Katsuma, nuestro matrimonio ya no fue el mismo, lo sabes perfectamente. Yo caí en depresión post-parto, tú te alejaste de mí porque también estabas dolido.

Recapitulando su vida, las palabras de Camie no estaban lejos de ser una verdad. La pérdida de su hijo causó estragos no sólo en su matrimonio, sino en ellos mismos. Camie no se separó de la cama por más de tres meses, la escuchaba llorar todo el día y no comía bocado alguno. Él no sabía cómo ayudarla, no podía verla en ese estado y por más lujos que le brindase, nunca supo cómo ayudar a su esposa. Terminó refugiándose en su trabajo y a medida que su empresa crecía, su matrimonio fue cayendo en pedazos.

Culpó a Camie por engañarlo, pero ninguno de los dos supo cómo continuar al lado del otro para no llegar a esas instancias.

El vacío en su pecho se hacía más y más grande. El vaso en su mano acabó hecho trizas en el suelo. Katsuki acabó abriendo otra botella de whisky y ahogó su amargura con el dorado elixir del verdugo que lo acompañaba por las noches hasta caer dormido en algún lugar de su habitación.


―¿Estás segura de ésto? ―La voz de Kirishima sonaba más preocupada en la tercera vez que se hizo escuchar cuando encontró a Ochako caminando en dirección a la planta superior en donde se encontraban las oficinas administrativas de Dollhouse. Con una cautela felina, la mujer vestida en lencería blanca parecía tener seguridad en el ritmo de sus tacones al subir por los escalones sin llamar mucho la atención de los empleados y mucho menos porque cargaba una bandeja con el whisky favorito del dueño del lugar.

Cuando ella había dejado a la Golden Room junto con Deku, la asistió en los camerinos, la joven aún se encontraba asustada y temblando a consecuencia del trato recibido por el hijo del dueño del lugar. Ochako estuvo un momento con ella para calmarla pero una vez estuvo segura de que ella se encontraba bien, se limitó a ir a la barra con su mejor sonrisa.

La excusa de Ochako para ir a la planta superior era llevar su bebida favorita a Todoroki Enji, algo que no escapaba de la realidad porque solía encargar que algún o alguna doll le llevara sus tragos o comidas de su predilección. Claro que cuando Kirishima Eijiro tomó el pedido de Ochako mencionando al dueño de Dollhouse, éste no se dejó engañar por su excusa; es más, la siguió escaleras arriba y la detuvo un poco antes de llegar al sector de vigilancia, la última puerta a la derecha.

Ochako no pudo ocultar mucho más sus intenciones al estar allí, además se trataba de Eijiro, una de las pocas personas que podía considerar como un amigo en ese lugar.

De pie, frente a la sala de seguridad, se encontraban ambos a la espera de que el guardia dejara el cuarto para ir al baño como era costumbre. Kirishima llevaba más tiempo en Dollhouse como para saber el itinerario de los demás empleados dentro del local y por supuesto, sabía que Tokoyami Fumikage, iba tres veces al baño en lo que iba su turno por las noches. Ya lo habían visto alejarse de la sala de seguridad dos veces, así que sólo restaba una última vez para poder tomar lo que deseaban y así cumplir con el primer propósito de Ochako.

Y tras escuchar la idea que Uraraka Ochako había craneado, Eijiro supo que lo angelical sólo lo llevaba en el rostro, porque podía ver que en los ojos de su amiga y compañera, ya no había duda que la hiciera retroceder y ver eso le enseñó que Ochako tenía una mirada distinta, una que, siendo francos, lo aterraba.

―¿En qué momento ideaste todo esto? ―Preguntó Eijiro al terminar de escucharla. A cada palabra dicha, Eijiro no sabía qué tan efectivo sería su plan, ni qué tan efectivo sea él para hacerla desistir.

―Cuando lo vi de pie en la habitación. ―Los ojos de Ochako no enseñaban el brillo de siempre. Ella hablaba con la seguridad de alguien que se tomó el tiempo suficiente como para meditar sus acciones y por supuesto, sus consecuencias. Y fueron esas mismas consecuencias, las que lo hicieron enseñar un rostro preocupado que ella reconoció―. ¿Qué ocurre?

―Es un poco… Peligroso ―siguió diciendo Eijiro. Ochako se encogió de hombros.

―No publicaré nada que lo comprometa ―aseguró―. Sólo quiero asustarlo un poco.

―¿Qué ocurre con tu amistad con su hija? ―Preguntó. Ochako dudó un momento―. Al momento en el que le muestres las fotografías de la cámara de seguridad, él sabrá que Angel Face y tú son la misma persona. Todo lo que hiciste para resguardar tu identidad de Mahoro se verá en peligro.

Ochako apartó su mirada de Eijiro, no lo dudó, sencillamente comenzó a avanzar hacia la puerta. El pelirrojo hombre la tomó por la muñeca para detenerla pero entonces, se topó con la determinación segadora de su amiga y lo siguiente que escuchó, lo dejó sin argumento alguno.

―No sé qué sucedió con mi padre después de haber sido despedido de la empresa de Bakugo Katsuki. No me ha dicho gran cosa esta noche y tampoco quiero esperar otra noche para lograr algún avance. Quiero saber qué sucedió realmente, por qué lo despidieron y por qué no culminaron los pagos que le debían a mi padre. Quiero entender qué sucedió y si debo poner en riesgo mi amistad con Mahoro pues… ―Se mordió los labios con pena―, es algo que debo hacer, Eiji.

Kirishima la soltó entonces y con una sonrisa indecisa, pronunció.

―Yo vigilaré que Tokoyami no regrese. ―Ochako asintió agradecida, aventurandose al interior de la sala de cámaras en donde su oportunidad por tomar control del poderoso Bakugo Katsuki se encontraba.

Ingresó al lugar, halló varias pantallas LED en donde enseñaban nueve recuadros con videos en tiempo real de lo que las cámaras se encontraban filmando. Fue directo a la computadora que monitoreaba las pantallas y se encargó de buscar algo que le dijera que su búsqueda se hallaba allí. Por lo poco que sabía del monitoreo de filmaciones era que se iban almacenando en una carpeta por fecha, así que contaba con que esa carpeta sería suficiente para encontrar la filmación de la Golden Room.

Pero cuando apenas llevaba tiempo sentándose allí para buscar rápidamente lo que deseaba, la puerta se abrió de golpe, alertándola. Eijiro ingresó con prisa, cerrando la puerta tras de sí. No le dio tiempo a Ochako para reaccionar, tampoco para preguntar nada, mucho menos cuando sintió las manos del hombre tomar su rostro y acercarlo al suyo.

Lo siguiente que escuchó fue la puerta de la sala abriéndose.


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Notas de la autora

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¡Muchas gracias por llegar hasta aquí!

Éste capítulo tenía días que quería ser publicada pero por cuestiones técnicas con mi computadora particular, lo he venido retrasando. El siguiente capítulo ya está siendo escrito así que espero no demorarme mucho para su publicación.

De verdad, gracias por seguir apoyando ésta historia. ¡Espero que la sigan disfrutando y aguardando por más! Porque ésto apenas inicia :)