Disclaimer: BNHA y sus personajes, no me pertenecen.
Summary: Las noches en "Dollhouse" siempre eran movidas; la gente iba y venía y las historias que las damas de compañía escuchaban, no siempre eran felices. Uraraka Ochako trabajaba allí bajo el seudónimo de Angel face y de entre todos los desdichados que pagaban por unas horas con ella, nunca esperó hallar al padre de su amiga aguardando por su compañía.
Aclaratoria: Ésta es una obra propia y todos los derechos son reservados.
CAPÍTULO 11
Hogar.
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Inhala.
Exhala.
Repite.
Una constante voz interior repitiendo y repitiendo el proceso natural, mientras sentía que su cuerpo la dejaba de pertenecer con el transcurso de los segundos.
Cerró los ojos y contó hasta diez. Seguía con la respiración agitada, seguía con el corazón latiendo con fuerza dentro del pecho, amenazando con hacer un hueco y salir por él.
En su mente, como una grabadora descompuesta, repetía y repetía el instante en el que los labios del padre de su amiga tocaron los propios y, parecía una película constante ante sus ojos, la imagen grabada del circuito cerrado en donde se la veía sentada a horcajadas de las piernas del hombre, tan bien acomodada que el sólo hecho de verse a sí misma en esa postura, encendía sus mejillas.
Sí, fue impulsada por las ganas de conseguir que Bakugo Katsuki sea expuesto en un bar como lo era Dollhouse, las ganas de dañar su imagen y la de su empresa en compensación a la rabia surgida por la mención de su padre, por el recuerdo del mismo, fue más grande que su autocontrol, que su pensamiento crítico.
Y una vez que estuvo delante de las pantallas de seguridad, pudo percibir cuán errónea era su idea de venganza.
Delante de esas pantallas, delante de su imagen quien no dejaba de seducir al magnate del Grupo Bakugo, el tiempo pareció ir mucho más lento de lo que recordaba. Su idea de guardar el video y usarlo en contra del hombre pareció silenciarse al instante en el que ella encontró el fragmento en donde se veía besándolo y todo dejó de tener sentido.
La puerta de la pequeña habitación de seguridad se abrió de pronto. Ella recuperó, en parte, la noción del tiempo, pero no por mucho. Kirishima Eijiro ingresó a la sala con la palidez haciendo mella en su rostro y entonces comprendió que ya no podía seguir prolongando su quietud. Ella debía ser rápida.
―¡Ocha, tenemos que―
―No ―dijo ella sin mirarlo. Había conseguido entrar a ese cuarto poniendo en riesgo su trabajo, no podía darse por vencida tan fácilmente―. Sólo tengo que descargar el archivo y―
―¡No hay tiempo! ―La voz de Eijiro, por más de que tratase de no elevar la voz para no llamar aún más la atención, se notaba alterada. Había mucho por perder para ambos si eran descubiertos en ese momento.
―Estoy segura que Tokoyami entenderá que―
―¡Tokoyami no es el problema! ―Eijiro tomó su rostro entre sus manos. La confusión estaba latente en Ochako, no pudo reaccionar, no pudo preguntar cuál era su plan, sencillamente sintió los labios de su pelirrojo amigo contra los propios al mismo tiempo en el que el sonido de la puerta de la sala se oyó abriéndose.
Ochako sintió su cuerpo paralizarse al instante en que el beso de su amigo tocó sus labios, todo en ella dejó de funcionar y sólo podía desear alejarlo pero no oponía resistencia alguna.
―¿Qué sucede aquí? ―Una voz grave hizo despertar a Ochako de inmediato. Esa voz era terroríficamente reconocible y fue la razón por la que ella pudo tomar control de su cuerpo para empujar a Eijiro lejos de ella y voltear a mirar con horror al hombre de traje, de pie bajo el umbral de la puerta que los separaba.
Ochako se enderezó de la silla en donde yacía sentada, con lentitud, como si cualquier movimiento en falso podía estar costandole la vida (y en parte, era así), sus ojos castaños no dejaban de observar el fornido cuerpo de Todoroki Enji en la puerta de seguridad, no dejaba de hacer contacto con los celestes ojos del pelirrojo hombre que la observaba de tal forma que congelaba su sangre. No supo cómo interpretar tal mirada, pero la felicidad, claramente, no se hallaba en las pupilas del dueño de Dollhouse.
―Todoroki-san ―pudo formular Ochako con mucha dificultad. Su mente estaba en blanco, sólo podía observar con temor al hombre que no apartaba la vista de ellos. Su mirada era tan intensa como la de Bakugo Katsuki, la diferencia residía en que, a pesar del temperamento colérico del dueño de Dollhouse, sus ojos cían congelaban a cualquiera; mientras que, los ojos rubíes de Bakugo Katsuki podía derretir a cualquiera que se cruzase con esas pupilas color sangre.
―Disculpe, Todoroki-san ―inició Kirishima, avanzando un par de pasos por delante, intentando cubrir a su compañera doll―. Yo… Quería estar a solas con Ochako y tuve la pésima idea de venir aquí.
―¿Tienen un romance? ―Preguntó el hombre. Las mejillas de ambos se dispararon en un vívido color, pero la respuesta por parte la pareja fue divergente. Un "sí" tímido y penoso se escapó de los labios de Kirishima Eijiro, mientras que un rotundo y deliberante "no" sacudió los labios de la muchacha de peluca rosa. Eijiro la miró con urgencia y ella negó sin miramientos―. ¿Qué mierda sucede entonces?
―Besé a un cliente ―Soltó Ochako entonces, soltó con tanta fuerza que Eijiro dirigió su atención a Enji de inmediato, temiendo encontrar una colérica expresión en su rostro―. Y no cualquier cliente.
―No es verdad, ella sólo… ―Todoroki Enji frenó las palabras de Eijiro tan pronto salieron de su boca, levantando su mano en un claro detente, su mirada fría pasó del pelirrojo barman a la muchacha pequeña vestida de lencería fina.
―¿A quién mierda besaste? ―El dueño de Dollhouse avanzó unos pasos, pero no demasiado, aún había una brecha de seguridad entre él y sus empleados.
Ochako podía sentir a la perfección cómo sus latidos se hacían más y más fuertes, podía jurar que su pecho palpitaba y todos podían escuchar a su corazón pidiendo ayuda porque su celeridad era casi enfermiza.
―Bakugo Katsuki ―Su nombre pareció quemar sus labios y por la forma en la que los ojos de Enji se aguzaron, supo que había cometido un terrible error. Kirishima fue despedido de la sala mucho antes de que pudiese intentar, inútilmente, cubrir las acciones de su amiga porque Todoroki Enji mostró claro interés en quedarse a solas con la empleada y los registros de video del circuito cerrado.
Ochako temblaba en su sitio, su pequeño cuerpo parecía sucumbir a una corriente constante de electricidad que la hacía golpear diente contra diente; se cubrió la boca con sus manos y sus ojos no se separaban de la pantalla en donde, específicamente, recreaba la imagen de Bakugo Katsuki y ella en la Golden Room. Prefería mirar esa imagen, prefería envolverse en pena y vergüenza rememorando todo lo vivido horas atrás, prefería eso y más antes que levantar la vista hacia el dueño del lugar. Tenía tantas palabras atoradas en su mente y tan pocas ganas de sacarlas afuera, porque sabía que, si intentaba formular sílaba alguna, saldría un llanto lastimero.
Y contra todo pronóstico, contra cualquier idea deliberante que pudiese cruzar su mente, Ochako escuchó una risita por parte del fornido hombre junto a ella. Su cuerpo se congeló aún más en su sitio y temió en levantar la mirada, sin embargo, la curiosidad era mucho más grande que su terror hacia Todoroki Enji y para su sorpresa, lo vio con una sonrisa en los labios, pero no cualquier sonrisa.
Y ahí regresó su terror.
Una mueca de satisfacción mezclada con una expresión que se asemejaba mucho a la cólera o quizá el odio, acudió a las facciones del dueño de Dollhouse. Ochako estaba aterrada, nunca había visto una expresión como tal y menos de parte de Todoroki Enji que, de por sí, generaba un terror indiscutible, pero con esa expresión, ella verdaderamente temió por lo que podía pasar.
―Te espero en cinco en mi oficina. Trae un Macallan y dos vasos. ―Fueron sus palabras. Ochako se quedó helada un momento y él lo notó, volteó a mirarla y no necesitó repetírtelo porque Ochako se puso en marcha fuera de la oficina de seguridad, con tanta prisa que casi chocó con Eijiro, quien yacía pegado tras la puerta, al pendiente de lo que sea que estuviese pasando en el interior de la sala.
Su pelirrojo amigo la vio marcharse con presura, no pudo siquiera dirigirse a ella, explicarse, disculparse, sólo vio el movimiento de caderas y de la peluca rosa, presa de la velocidad que aplicaban las piernas de Ochako. Se quedó allí, de pie y sin comprender mucho. Sintió la presencia entonces de Enji, volteó deprisa.
El dueño de Dollhouse lo miró, formuló una sonrisa ladina, no era amistosa.
―No pierdas tiempo. ―Fueron sus únicas palabras. Eijiro no supo cómo interpretar su significado, pero optó por considerar que debía apresurar el paso para no perder más tiempo fuera del trabajo.
Ochako acudió hasta la barra de la cantina, visualizó el pedido del dueño de Dollhouse y no dudó en tomar la botella, explicándole a Tetsu Tetsu que era un pedido exclusivo por parte del dueño. Estaba en la tarea de tomar los vasos de vidrio para whisky cuando escuchó la voz de Eijiro a sus espaldas, deteniendo sus movimientos casi al instante. Una corriente eléctrica se sintió abordarla desde la nuca hasta la planta de los pies. No podía mirarlo, no quería.
―Ocha ―habló Eijiro, se lo escuchaba preocupado―. Escucha, lamento lo de hace rato, yo no…
―Tengo prisa, Eiji. ―Fue su respuesta. Pasó junto a él pero la mano de Eijiro tomó su muñeca con delicadeza y a pesar de eso, Ochako se soltó de él ejerciendo fuerza, quizá demasiada. Cuando se dio cuenta de ello, los compañeros de la barra y los dolls que se hallaban cerca, pudiendo apreciar la escena, clavaron su atención en la pareja que era protagonista de una tensión muy desconocida para la dinámica que venían teniendo.
Ochako se sonrojó al darse cuenta que era presa de la atención de sus compañeros y algunos clientes ubicados en la barra. Bajó la cabeza para alejarse de allí, sin embargo, tenía a Eijiro detrás suyo, quien volvió a tomarla por el hombro sin perder la gentileza que lo caracterizaba, pero Ochako estaba lejos de imitar su gesto.
―Ocha…
―¡No, Eijiro! No quiero hablar del tema, en verdad, yo… ―Ochako había elevado su voz y había dejado en claro que la paciencia estaba fuera de su alcance; se dio cuenta por el modo en el que las personas la observaban y principalmente, por el modo en el que su amigo lo hacía. Se mordió la lengua pero estaba molesta, molesta y aterrorizada por su imprudencia y la excesiva confianza de su amigo―. Escucha, no sé cuál fue tu intención hace rato pero eso… ―Dijo refiriéndose a lo que ambos ya sabían―, no era necesario.
―Sí, yo… Lo siento… Me precipité y…
―Eijiro, me agradas, de verdad, ―los ojos de Eijiro fueron a los castaños ajenos y ella no pudo sostener por más tiempo esa conexión. Bajó la vista a la botella de whisky costoso que traía consigo y con un par de pasos en reversa, pronunció―, pero no quiero que te confundas…
Eijiro no necesitó más palabras que aquellas para comprender a dónde quería llegar Ochako y ella ya no tuvo fuerzas para seguir de pie frente a él. No supo si fue dura con él, después de todo, él se había mostrado como un amigo ante ella y era el modo en el que ella lo veía, como un amigo. Darse cuenta de los sentimientos de Kirishima, al menos de la forma en la que él tomó partido, quizá para salvarle el pellejo pero dejando en claro sus intenciones, no fueron la mejor forma de hacerla cambiar su forma de verlo.
―Lo lamento, Ochako.
Ella asintió con una pequeña sonrisa, apenas pero sonrisa al fin y con un asentimiento, se alejó de él. Volvió a retomar la presura inicial para dirigirse hacia la oficina de su jefe, contando sus pasos a medida que éstos iban sonando contra el suelo. Contar pasos era un buen ejercicio, de hecho, contar en su interior le ha servido como un buen ansiolítico para contener espasmos de ansiedad.
Cuando era niña, era buena contando cada vez que se sentía atrapada por emociones arrebatadoras, contaba hasta cien.
Como cuando cruzó las instalaciones del hospital desde su sala de internación hasta la de su madre cuando apenas era una niña. Sí, lo recordaba a la perfección, era un total de trescientos pasos que ella tenía grabado incluso el sonido de sus pies descalzos contra el frío porcelanato blanco del hospital.
A sus veintidós años y camino hacia la oficina de su jefe, contó ochenta y cinco pasos, excelentes ochenta y cinco pasos que la han alejado de la sensación de sentirse observada por todos sus compañeros y algunos clientes, después de aquella conversación con su pelirrojo amigo.
Ochako fue bajando la velocidad de sus pasos cuando subió el último escalón que la llevaba al nivel en donde se hallaba la oficina de su jefe, de hecho, hasta el sonido de su respiración fue reduciéndose pero la sensación de ansiedad crecía, como la sombra cada vez que la luz cedía.
Dudó un par de minutos, pero sus nudillos encontraron la firmeza de la madera que la separaba del gran espacio perteneciente a Todoroki Enji. Un par de sonidos y una orden de ingreso que resonó en su interior. Cerró los ojos un momento y con la ansiedad recorriendo todo su cuerpo, abrió la puerta.
La imponente figura del hombre pelirrojo la hizo detener su respiración un momento. Verlo en compañía de su vecino, Takami Keigo, la puso aún más tensa. El joven hombre rubio yacía abrazando al gigantesco hombre por la espalda, mientras éste se encontraba sentado tras su escritorio. La presencia de Ochako no inmutó en lo más mínimo a la pareja ubicada al final de la habitación, todo lo contrario, ninguno se molestó en mirarla porque tanto Keigo como Enji, tenían su atención puesta sobre la pantalla de la laptop que se ubicaba frente a ellos.
Dudó en avanzar pero conocía cómo era Enji y que, viendo su quietud, la reprendería sin dudarlo. Hizo de cuenta que no le afectaba estar allí delante de ambos, fingió que no estaba al borde un colapso emocional ni nada. Se movió al ritmo de los números que fue contando, completando los cien pasos hasta estar delante del escritorio de Todoroki Enji.
―Linda, has elegido al peor sugar daddy de la historia. ―Las palabras de Keigo la tomaron por sorpresa y por primera vez, desde que entró a la oficina de Enji, se mostró inquieta. Los dorados ojos de Hawks eran castaños, parecían resplandecer al igual que el whisky bajo luz difusa, y ese detalle sumado a la sonrisa felina que lo caracterizaba, resultaba ser un mal pronóstico―. ¿Bakugo Katsuki? ¿En serio?
―El hombre es un tacaño ―convino el dueño de Dollhouse―; pero hiciste que pagara por ti y además, que se convierta en cliente asiduo para la Golden Room.
―Yo no… ―Ochako estaba abochornada. Todoroki Enji y Takami Keigo pensaban que Ochako buscaba algo con Bakugo Katsuki y aunque no era del todo mentira, sus intenciones estaban lejos de ser las que el par estaba teniendo en mente.
―¿No lo besaste por eso? ―Preguntó Keigo, no borró su sonrisa socarrona en ningún momento―. ¿Para obtener dinero extra? Eres linda, Ocha, pero Bakugo no es de los sugars que te tendrán de viajes en viajes.
―¿Cómo mierda sabes eso? ―Inquirió Todoroki, notoriamente molesto. Hawks amplió su sonrisa para abrazarse más al fornido hombre.
―¿Por qué? ¿Tienes celos?
―No me importa a quien vendas tu trasero, Hawks ―respondió el hombre―. Pero de entre todos los hombres, Bakugo Katsuki está en números rojos conmigo.
―Drama, drama. Sí, ya lo sé, cariño. ―Hawks dirigió su atención a Angelface, guiñó un ojo y añadió―. Si quieres un consejo como sugar baby, Bakugo Katsuki no es…
―Se equivocan ―interrumpió Ochako. Al principio, tenía la ansiedad recorriendo su cuerpo como miles de hormigas que subían y bajaban por ella, pero cuando una sonrisa ladina se formó en los labios de Todoroki Enji, Ochako frunció su entrecejo y dio un paso al frente―. No me interesa Bakugo Katsuki, no de esa forma.
Todoroki Enji echó a reír y con un gesto con la mano, indicó a Hawks que le trajera el whisky y los vasos para beber. El hombre rubio enfundado en lencería fina color dorado, se alejó del fornido dueño de Dollhouse para ir hacia Ochako, tomando de ella la botella y los dos vasos, compartiendo con la otoñal mirada de la joven por un par de segundos.
―¿Y se puede saber qué buscabas específicamente? ―Preguntó Enji acomodándose mejor en su asiento, la miró con una ceja enarcada y sin borrar la sonrisa burlesca del rostro―. Bakugo no es ni será el último millonario en pisar Dollhouse y tú no eres ni serás la última interesada en hacer dinero extra a costa de tu cuerpo.
―¡Yo no…! ―Su rostro enrojeció con vergüenza, su piel ardía y su garganta parecía estar llena de púas, clavando todo en su interior. Apretó con fuerza la bandeja de plata, tanto que sus dedos se tornaron blancos contra el metal―. Bakugo Katsuki es el causante de muchas cosas en mi familia… Si me acerqué a él, fue por interés, es cierto… Interés en sacarle información.
El silencio se instauró en la habitación. Ninguno de los tres se inmutó por, al menos, dos minutos y sólo entonces, Hawks echó a reír con ganas, echando un poco de licor al piso a consecuencia de sus exagerados movimientos para contener la risa que se desbordaba de sus labios; Ochako apretó aún más fuerte la bandeja entre sus dedos, bajó la mirada al suelo, avergonzada de sí misma, había caído tan bajo por no saber contener sus impulsos, por no haber medido sus emociones ni controlar sus acciones.
Pero Ochako no era la única en silencio.
―Cállate ―habló el hombre, dirigiéndose a Keigo y éste, al reconocer que iba para él la orden, lo miró sorprendido. Todoroki no lo miró cuando se dirigió a él, añadió―. Ve a la barra y tráeme otro Macallan.
Hawks observó la botella aún con mucho contenido dentro pero comprendió que el hombre quería que se marchara. Frunció su entrecejo, no dijo nada, tomó la botella y se alejó de ellos, no sin antes dirigir su atención a Ochako y una expresión lejos de ser amistosa, fue lo que recibió.
Ochako volteó a mirar a Hawks hasta que éste hizo desaparecer sus pasos al cerrar la puerta tras suyo y una vez estuvo a solas con su jefe, contó hasta tres para regresar la vista al fornido hombre pelirrojo. Cuando se dio cuenta, los dos vasos que había traído estaban servidos y Todoroki Enji acercó uno hacia su dirección, sin dejar la comodidad de su asiento. Levantó sus celestes ojos hacia ella.
Hielo puro.
Hielo que podía quemar con una bestialidad inimaginable.
―Bakugo Katsuki ha destruido la vida de muchas personas y lo peor de todo, es que no es consciente de ello ―habló el hombre sin dejar de mirarla. Se hizo para atrás y con su mano extendida, la invitó a acercarse―. No me sorprendería que tengas una historia similar.
Ochako tragó fuerte, se notó por el modo en el que sus hombros subieron y bajaron en una acción casi lastimera. Dio inicio a la orden de moverse, primero su pie derecho y luego el izquierdo y así, comenzó a encaminarse hasta el escritorio en donde se encontraba sentado su jefe, separados por el mueble y dos vasos de whisky y el repiqueteo de sus uñas golpeando la superficie del vidrio de su vaso.
Ochako tomó asiento, ¡al fin!, se sentía tonta por no poder hacerle frente a la fuerza que se escapaba de los ojos del hombre que la observaba. No había una clara señal de entender qué veía en ella o qué buscaba encontrar y eso era lo peor de estar sentada frente a Todoroki Enji.
―No sé si saber eso me hace sentir mejor… ―Exclamó. Enji levantó una ceja y una mueca se escabulló en sus finos labios. La curvatura en su sonrisa acentuó sus líneas faciales, revelando un poco más su edad.
―¿Te consuela no ser la única desdichada que ha sido víctima indirecta de Bakugo? ―Preguntó, pero antes de sonar como una duda, parecía ser casi un juicio. Una exclamación casi similar a una risa seca salió de él―. De ángel no tienes nada.
Sus mejillas se sonrojaron. No eran las palabras que ella quería expresar. Su ceño se frunció.
―No es lo que quise decir ―Corrigió―. Ser o no una víctima más en la lista de Bakugo Katsuki no es algo que me llena de tranquilidad, pero lo que me inquieta más es saber que no fui la única.
―Eres una niña. El hombre te dobla en edad, ni siquiera me molestaré en decir la diferencia que existe entre tú y yo, Uraraka. ¿Qué te hace pensar que eres la única víctima aquí? ¿Tan especial te consideras que tu pequeña venganza, calentar a un hombre de cuarenta y tantos, ha de causar estragos en su vida? Como si besar a una dama de compañía fuese el primer escándalo que rodeó la vida de los Bakugo. ―Las mejillas de Ochako se encendieron aún más. No tuvo la fuerza para continuar mirándolo a los ojos, se sentía realmente ridícula porque Todoroki Enji tenía razón; maldita sea, sólo estaba jugando a tener el control cuando en realidad, ni siquiera formaba parte del tablero en primer lugar―. ¿Cuál era tu intención? ¿Extorsionarlo? ¿Sacarle dinero? ¿Acostarte con él? ―Ochako intentó renegar de sus palabras pero Enji no lo dejó terminar―. ¿Siquiera tienes alguna idea de qué hacer con él? No, obviamente no. Tienes veintitantos, apenas logras sobrevivir en un mundo que te está comiendo viva. No eres más que una niña, no tienes los medios ni el conocimiento para hacer el daño que quieres conseguir en él.
―¡No es verdad! ―Interrumpió Ochako. Apretaba con fuerza la tela de su babydoll, sentía que sus uñas arañaban su piel por encima de la tela pero tal incomodidad no se comparaba a todo lo que estaba escuchando por parte de su jefe―. Puede que sea joven y que no tenga los medios para hacer daño… Hacer daño a alguien como Bakugo Katsuki no es mi prioridad, yo sólo quiero respuestas, quiero entender qué pasó, por qué mi madre odia tanto a la familia Bakugo y… ―Se mordió la lengua con fuerza. ¿Por qué estaba contándole todo eso a su jefe? ¿Por qué se dejó manipular de ese modo?
Una mueca burlesca se cernió en los labios de Todoroki Enji. Ella no podía sentirse más vulnerable.
―Soy una idiota… ―Susurró para sí misma. Se puso de pie bajo la atenta mirada del dueño de Dollhouse y no le interesó que la conversación haya acabado, para ella, las cosas estaban dictadas y ella ya no tenía nada que hacer ahí.
Dio un ligero cabeceo de respeto a su jefe para retirarse, pero la voz de Enji se escuchó con fuerza.
―¿Crees que puedes levantarte e irte cuando quieras? ―Habló Enji. Ochako no detuvo su andar y eso fue motivo para que el hombre frunciera su entrecejo―. De una gata asustadiza, ¿quieres hacerme creer que eres otra cosa?
Ochako no se detuvo. Apretaba con fuerza sus puños, la mirada puesta en la puerta que la separaba de la inquietante presencia de Todoroki Enji, pensando en que si daba un paso más, estaba casi segura que podría llegar a ser despedida, pero el hombre la estaba ofendiendo más de la cuenta y ¿hasta cuándo ella dejaría de ser lo que él mismo decía?
Una gata asustadiza.
Su mano sintió la frialdad del pomo de la puerta, ella sentía que el tiempo se estaba enlenteciendo a cada segundo transcurrido, como si el hecho de girar el pomo le tomara minutos enteros.
Pero el tiempo recobró su ritmo cuando la voz de Enji volvió a azotar el aire con la fuerza que lo caracterizaba.
―Uraraka ―resonó mucho más grave de lo normal. Ochako tenía el pomo de la puerta entre sus dedos. Una gota de sudor frío recorrió su frente hasta que su jefe volvió a hablar―. ¿Qué tan desesperada estás por buscar respuestas sobre Bakugo Katsuki?
¿Qué tan desesperada estaba? Era una excelente pregunta.
Toda su vida se había ido a la mierda desde que su padre murió. Su familia se había destruido y una parte de ella había muerto el día del accidente en el que su padre perdió la vida y estaba segura que perdió a su madre esa misma noche, físicamente no, pero ya no era la mujer que conocía.
¿Qué tan desesperada estaba?
Ella trabajaba en un club nocturno de hosters, lleno de personas que la veían como un objeto más, teniendo que padecer todo tipo de cosas que la terminaron por volverse una extraña para su propio reflejo.
¿Qué tan desesperada estaba?
Lo suficiente como para alejarse de la puerta y caminar de regreso hasta la silla que la contuvo segundos atrás, con un duro semblante frente a Todoroki Enji. Y al parecer, ella no era la única desesperada por buscar respuestas.
Una pareja joven terminó de pagar sus cafés en caja y entre risas, caminaron hasta un sitio vacío compuesto por una mesa y dos sillas metálicas precisamente frente a donde se encontraba Bakugo Mahoro con el teléfono entre las manos y un capuccino enfriándose sobre la mesa. No lo admitiría pero desde que la pareja ingresó a la cafetería, ella no pudo apartar su atención de ambos. Había una química casi enfermiza entre ambos, o quizá resultaba enfermiza para alguien como ella que, cualquier demostración física en público parecía ser impropio en su universo.
Vivían en una sociedad limitada por guardar apariencias y ver a una pareja empalagosa o cariñosa en plena calle, parecía llamar la atención pero lejos de ser algo escandaloso, para la heredera del Grupo Bakugo, le resultaba hasta un poco frustrante.
Volvió a bajar la atención a su teléfono. Apretó ligeramente su móvil para levantar la vista de vuelta a la pareja, ésta vez, la chica reía y recostaba su cabeza sobre el hombro de su novio, ella lo escuchaba atentamente mientras él contaba animadamente algo que era motivo de risas y miradas furtivas.
Bajó la atención a su teléfono. Maldijo internamente el sentirse tan extraña al ver ese tipo de escenas. Sabía que no era la única que podía sentirse extraña mirando parejas similares pero definitivamente, la sensación producida en su interior no era por ser parte de una sociedad conservadora.
Sino porque, cuando era niña, recordaba haber visto a sus padres así de cariñosos y empalagosos.
Suspiró. Seguía con la mirada clavada en su teléfono celular, con la memoria sacando estragos de vivencias pasadas, vivencias que sólo le hablaban de una familia que ya no existía.
Porque ella ya no era una niña y porque sus padres estaban lejos de verse como la pareja que tenía enfrente.
Abrió el chat del teléfono. Volvió a revisar el mismo chat que mantenía con su mejor amiga pero éste no mostraba mensajes nuevos desde hacía dos días. Su ceño se frunció al ver que Ochako ya no respondía sus mensajes desde el lunes por la tarde, como si la mismísima tierra se la haya tragado pero no, el perfil de su amiga figuraba "disponible", aunque claro, lo único no disponible eran las respuestas que Ochako nunca dio a Mahoro.
Con un "¿crees que podamos ser compañeras de trabajo para Expresión Artística II?" y un silencio por parte de su interlocutora desde hacía dos días, Mahoro supo que algo no estaba bien con su amiga, aunque siendo franca, comenzaba a cansarse del ghosteo recibido por parte de Ochako.
Desde el lunes por la tarde, ya no veía a su amiga por la universidad, ya no respondía sus llamadas y claramente, ya no tenía respuesta de su parte en ningún sentido. Extrañaba a su amiga, más aún porque sentía que la situación de sus padres empeoraba y ella no tenía con quien desahogarse, aunque sea para escucharla chillar, para beber cerveza y fingir estudiar juntas.
Apretó un poco más su teléfono entre sus manos.
Por si fuera poco, la única que la escribía sin descanso era su madre. Bakugo Camie era insistente cuando se lo proponía y en esa ocasión no fue la excepción ya que bombardeaba a su hija, con la idea de tomar un café juntas. No sabía casi nada de su madre después de aquel improvisado viaje de trabajo que, a cada día transcurrido, perdía sentido y más aún al ver el estado deplorable de su padre, la ausencia de algunas fotografías familiares en la sala y la frialdad que habitaba su hogar.
¿Hogar? Sonrió con ironía. Volvió a mirar a la pareja que, recostada ella contra el hombro de él, parecía olvidarse del mundo que los rodeaba para fundirse en el mundo que ellos crearon para sí mismos.
Hacía tiempo que sus padres dejaron de verse de ese modo y hacía tiempo en el que su gigantesca y fría casa dejó de ser un hogar.
Un mensaje llegó a su teléfono. Lo revisó con presura creyendo que se trataba de Ochako pero lejos estaba de ser así.
Su madre y un "llego en cinco" la hicieron suspirar. Dejó su teléfono contra la mesa, con la pantalla bloqueada contra la fría madera y sólo entonces, se llevó a sus labios la fina porcelana de su taza, sintiendo el frío capuccino cruzando sus labios pintados en un rosa pálido.
Su madre había insistido mucho para verse con ella, diciendo que había regresado de su viaje y que quería conversar con ella, que quería ponerse al día y tener un día de chicas. Ella de verdad, amaba a sus padres pero no tenía ganas de que le mientan en la cara diciéndole que todo estaba bien entre ambos y si había aceptado ese café con su madre era porque ni su mejor amiga respondía sus mensajes o llamadas y ella necesitaba hablar con alguien.
Aunque claro, no sabía si la ideal para eso era su madre pero definitivamente, era mejor que su padre que, a cada día que pasaba, parecía aún más abstraído del mundo.
―Mahoro ―escuchó a sus espaldas. Ella volteó a ver y al hallar la figura de su madre, sonrió como pudo. Camie se acercó hacia ella con su cartera en el hombro y una carpeta blanca entre las manos que, particularmente, no había prestado verdadera atención―. Mi niña, ¿cómo estás? Siento que ha pasado tanto desde que no te he visto.
―Tu viaje duró más de lo habitual, supongo ―respondió Mahoro, encogiéndose de hombros. Camie sonrió con pena, sin sentirse segura de que era bienvenida a la mesa de su hija. Mahoro notó esa inseguridad y se puso de pie para insistir en que su madre tome asiento. Camie sonrió, acomodó un mechón rubio tras la oreja, unos mechones rubios y platinos se colaron de regreso a su frente. Su madre se veía un poco más avejentada, no la recordaba tan maltratada por los años pero supongo que esos días sin verse fueron suficientes para causar estragos en la poderosa Bakugo Camie.
―Mi Mahoro… Lamento haberme ausentado más de la cuenta, tenía cosas que resolver con cierta urgencia… ―Dijo, una vez ambas tomaron asiento―. De hecho, hay algunas cosas que quiero contarte y me gustaría que me escuches con atención y principalmente, con mucha comprensión.
La expresión en Camie parecía dolida o incluso ansiosa. Mahoro comenzó a temer una vez notó cuán frágil y pequeña se veía su madre sentada enfrente suyo.
―¿Está todo bien, mamá? ―Preguntó con una sonrisa nerviosa.
Camie tomó su mano. Mahoro no supo cómo tomarlo pero por alguna razón, la sensación cálida que le transmitían la pareja de enfrente, desapareció.
Nota de la autora:
¡Hola, hola!
Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que actualicé, se sintió tanto y la verdad lamento haber tardado tanto. Lxs que me siguen en redes, principalmente en twitter saben que he estado muy ocupada con asuntos laborales y académicos, pero de a poco, le vuelvo a dedicar tiempo a la escritura, principalmente a ésta bella historia que no me deja en paz, rogando porque la escriba.
Me han alegrado tantos sus comentarios de aliento y sus pedidos por actualización, me hace muy feliz saber cuán recibida es ésta historia y aquí traigo un capítulo más para ustedes. De verdad, muchísimas gracias por su apoyo y comprensión.
Espero no demorar mucho con el capítulo 12, porque cada vez más, las cosas irán complicando tanto para la pareja protagonista como para los demás personajes.
Y sólo puedo desear que todxs se encuentren bien y sanos.
¡Que disfruten de la lectura y nos leemos pronto!
