Disclaimer: BNHA y sus personajes, no me pertenecen.
Summary: Las noches en "Dollhouse" siempre eran movidas; la gente iba y venía y las historias que las damas de compañía escuchaban, no siempre eran felices. Uraraka Ochako trabajaba allí bajo el seudónimo de Angel face y de entre todos los desdichados que pagaban por unas horas con ella, nunca esperó hallar al padre de su amiga aguardando por su compañía.
Aclaratoria: Ésta es una obra propia y todos los derechos son reservados.
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CAPÍTULO 14
Traidora
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Cuando Katsuki tenía dieciséis años, había huído de casa con la rabia desbordando su pecho. Para su adolescencia, su madurez era proporcional a su paciencia. Durante esa edad, huír por la rabia y el enojo le resultaba prudente. Sabía que su ausencia causaba estragos en su familia conformada por dos eminencias de los negocios, figuras públicas y reconocidas cuya sombra lo atormentaban hasta en sueños. Saber que nunca cumpliría las expectativas, ni de sus padres como de los medios del negocio familiar, lo consumían desde que tuvo uso de razón y fue consciente de que era el único heredero de la familia Bakugo.
Cuando tenía dieciséis años, huír no resultaba mala idea cuando tantas responsabilidades se asomaban a su entendimiento de adolescente.
A sus cuarenta y dos años, se preguntaba todo lo que habrían soportado sus padres cuando él era adolescente o cuando inició la adultez porque la madurez no llegó a él cuando apenas cumplió veinte años. Podía hasta decir que no fue hasta que los cuarenta se asomaron por la puerta que él no se sintió del todo maduro, así que encontrarse buscando a su hija de veinte años por la ciudad de Tokio sin resultado alguno, le sabía hasta frustrante. ¿Cómo hicieron sus padres cuando él, cuyo temperamento era explosivo y demandante, cuando sus berrinches eran insoportables y sólo encontraba sentido a aventarse a todo a los golpes y hacía ese tipo de huidas estrepitosas? Por un momento, admiró a sus padres, principalmente a su padre por haber mantenido la calma siempre con él; su madre era otra historia pero su padre debía de recibir hasta un reconocimiento por no haberlo molido a golpes cuando, de sólo recordar cómo era él de joven, le daban ganas de golpearse a sí mismo.
Bakugo Mahoro era diferente. Si bien en su adolescencia le había hecho escenas similares a los propios pero al menos nunca fue tan intensa como lo había sido él, o al menos quería pensar en eso. A sus veinte años, Mahoro había encontrado consuelo en su tía favorita, Sero Mina, pero no por mucho tiempo. Cuando Mina le había escrito que Mahoro estaba fuera de sí, Katsuki tuvo miedo, aquel miedo visceral que corroe entrañas y carcome la calma en uno mismo como cual veneno, tomando posesión de cada centímetro de piel, de cada célula en su cuerpo. Mahoro nunca había estado tan al borde del colapso como resultó su encuentro con su madre y la bomba que ésta hizo estallar. No podía imaginarse lo que Mahoro habrá sentido en esos momentos y antes de preocuparse por él, sólo podía pensar en su hija, un dolor profundo se le acunaba en el pecho y quería gritar, quería romper todo porque su pequeña había sido lastimada por las personas que juraron protegerla y amarla incondicionalmente.
El timbre en el teléfono ajeno lo hizo volver a la realidad. Los rubíes ojos de Katsuki viajaron a la muchacha sentada junto a él en el asiento trasero del Lexus ES300h que su chofer manejaba. Uraraka Ochako se encontraba mordiéndose la uña del pulgar como una niña ansiosa mientras leía algo en su teléfono celular. Por estar metido en los recuerdos de su adolescencia y juventud, planteándose su rol de padre con el último suceso de su hija y su esposa, había olvidado por completo que la amiga de su hija yacía sentada al otro extremo de la cabina en la que iban tras algún rastro de Mahoro. Uraraka Ochako decía haber perdido el contacto con su hija por algún motivo que sólo les competía a ellas, pero a pesar de eso, se encontraba rastreando las redes sociales de su hija como cual agente del FBI, tratando de encontrar algún indicio que les dijera el paradero actual de Mahoro, pero principalmente, que ella se encontraba bien y fuera de cualquier peligro.
De entre todas las personas que tenía en mente para estar llevando adelante una búsqueda de su hija, nunca se imaginó que la joven Uraraka sería su compañera silenciosa en esa travesía sin rumbo.
Dejó escapar un suspiro cansino. Ochako pareció despertar también de su ensoñación, volteó a mirarlo deprisa.
―¿Aún no tienes ningún indicio de dónde pueda estar Mahoro? ―Preguntó el hombre de traje y mirada furibunda. Sus implacables ojos viajaron de los avellanos orbes de la muchacha a sus pequeñas manos sosteniendo su móvil como si allí se encontrara la respuesta a sus dudas. Por un momento, volvió a repasar la cantidad de cicatrices blancas envolviendo partes de sus dedos como sus muñecas y a medida que fue subiendo la vista de regreso al rostro de la joven, redescubrió algunas cicatrices de los cuales no era consciente. La pregunta de qué había sucedido con ella quedó flotando en alguna parte de su subconsciente, porque Ochako abrió sus labios para hablar, acallando cualquier otra duda de Katsuki.
―Estuve viendo sus últimas stories pero no ha publicado nada desde el mediodía de ayer. Quizá… ―Entonces, dentro de la cabeza de la castaña, pareció haber descifrado algún enigma que la hizo volver su atención al teléfono celular.
―¿Quizá? ¿Qué mierda significa "quizá"? ―La pregunta de Katsuki no daba pie a bromas, pero Ochako respondía a algo más dentro suyo―. Niña, más vale que no estés haciéndome perder…
―Creo que sé quién puede estar con Mahoro ahora mismo ―respondió Ochako sin mirarlo―. Sólo tengo que enviar un mensaje y ver si tiene ganas de ayudarnos. ―Katsuki enarcó una ceja a lo que Ochako volvió su vista al hombre sentado junto a ella―. Tenemos un proyecto de Expresión artística II, es en pareja y como ya conseguí una, Mahoro hizo equipo con el chico nuevo del semestre. Izumi Kota.
―¿Puedes dar con él? ―Preguntó inmediatamente Katsuki. Ella asintió.
―Sólo esperemos que quiera colaborar… No se lo ve muy sociable. ―Dijo lo último casi para sí misma. Ochako mandó el mensaje en cuestión. Pasó un poco más de media hora sin respuesta, Katsuki estaba impaciente y Ochako sólo podía rogar que el chico colaborase.
―¿No es mejor llamarlo? ―Preguntó Katsuki con notable irritación.
―Nuestra generación no "llama" porque sí. No queremos ahuyentarlo sin que nos ayude ―fue la respuesta de la joven. Katsuki rodó los ojos con hastío―. ¡Ah! ―La expresión de Ochako al mirar su teléfono con la notificación que ansiaba recibir, puso en Katsuki todo el ímpetu para acercarse lo suficiente a la joven y mirar su pantalla, olvidándose de las reglas propias de la sociedad japonesa sobre moralidad y respeto al espacio personal―. Kota me respondió. Dice que sí, que Mahoro está con él.
―Que envíe su ubicación, no hay tiempo qué perder. ―Katsuki sentía un alivio inmenso en su pecho, sin embargo, Ochako volteó a verlo con urgencia.
―Mahoro no quiere vernos… O al menos a mí ―habló con temor―. Está molesta conmigo y no quiere ver a su padre…
―Con una mierda, Uraraka. Pásame su número, me encargaré de que cambie de opinión.
―¡Bakugo-san! ―Habló la joven castaña mirándolo molesta―. No estamos hablando de cualquier cosa, Mahoro está dolida y que no respete su decisión sólo la alejará más de todos.
―Me tienes hasta la coronilla con lo que tú crees de mi hija. No sabes nada de éste mundo, carajo, sólo tienes veintidós años. ―Katsuki quiso tomar posesión del teléfono de Ochako para, finalmente, hacerse con el contacto del compañero de clases de Mahoro, pero la joven Uraraka no se había hecho amiga de su hija por comportarse de forma sumisa y Katsuki reconoció tal detalle al recibir batalla por parte de la muchacha. Ochako forcejeó con él, alejando todo lo que podía de sus manos, su teléfono celular, provocando que Katsuki empeñara mayor esfuerzo en tratar de obtenerlo. Entre tiro y afloje por parte de ambos, sin que ninguno lo premeditara, Katsuki obtuvo su recompensa después de un intenso forcejeo magistral con la joven, pero no fue sino hasta cantar victoria que se percató de la extrema cercanía con la joven, quizá, debido a ese detalle Ochako había soltado su móvil porque sus mejillas rosas y sus ojos abiertos con notoriedad, le hablan a Katsuki que lo último que esperaba la muchacha era tener el cuerpo del padre de su amiga tan cerca del suyo. La pequeña mano de Ochako apretaba la camisa ajena y el tacto de la muchacha, en compañía de la sugerente posición y cercanía, hizo que las mejillas del hombre se encendieran. La posición no era nada inocente, considerando la diferencia de edad entre ambos y de que el título de "la amiga de mi hija" no ayudaba a serenar sus pensamientos.
Se separaron finalmente, ella corrió a ubicarse contra la ventana y él por su parte, cruzó sus piernas para mirar por la ventanilla. El teléfono de Uraraka dejó de ser prioridad para ambos, olvidado como cuál paraguas en verano, ubicado en medio de ambos.
Ochako se acomodó mejor el cabello y aclarándose la garganta, dijo.
―Sé lo mucho que le importa el bienestar de Mahoro, Bakugo-san. No piense que estoy tratando de impedir que trate de ayudar a su hija, es sólo que… ―Katsuki la miró por el rabillo del ojo ante la pausa prolongada que había suspendido la joven entre ambos―, cada uno quiere llevar el duelo a su modo. Quizá Mahoro necesite pensar a solas o dedicarle tiempo a sus estudios para sobrellevar ésta situación.
Katsuki finalmente miró a Ochako. Ella también le devolvió la mirada y una sonrisa tenue, apenas una mueca comprensiva que acunó en sus carnosos labios. Los rojizos ojos aguardaron un poco en los avellanos ajenos, procesando sus palabras, encogerse de hombros fue una respuesta involuntaria de su cuerpo.
Exhaló entonces de sus labios el último esfuerzo que sostenía en su garganta. El Presidente del Grupo Bakugo estaba agotado de tantas cosas, de tantos desencantos, de su matrimonio, de su relación con su hija, de sus noches como soltero empedernido qué, lo único que había conseguido hasta la fecha, fue darse borracheras sin nombre y resacas infernales. Tenía el gusto propio de un whisky rancio recorriendo cada centímetro de su lengua, el sabor del cansancio y la decepción sabían igual.
Dejó de lado su interés por el teléfono de Ochako, cediendo el móvil por completo; sin embargo, no la miró cuando volvió a hablar.
―¿Cómo fue tu duelo? ―La pregunta resonó en Ochako como lo hace las campanas de una iglesia en un pueblo fantasma. Con eco, gigante y solitario. Doloroso. Ochako volteó a mirarlo con curiosidad y también con un poco de recelo. No sabía cómo tomar tal pregunta y menos viniendo de él, del hombre que la menospreció desde el primero momento en el que la conoció, sin embargo, la forma de los hombros de Katsuki, cansados y caídos, hablaban de una pregunta real, sin tretas, con miedo.
Ochako bajó la vista a sus manos con signos de cicatrices y con un latente dolor cada vez que las veía. Esbozó una sonrisa triste.
―Cuando mi padre murió… Quería compañía, quería sentir a alguien a mi lado, quería… ―Su voz se quebró pero trató de no hacerlo notar―. Sólo quería a alguien que me buscara como usted busca a Mahoro… ―Katsuki la miró entonces―. Lastimosamente, la única persona disponible para mí era yo misma. Mi madre… No podía contar con ella en ese entonces. ―Y tampoco ahora se coló como un susurro entre su garganta y su corazón.
Katsuki sostuvo su mirada en la joven muchacha. La tristeza que reflejaban esas palabras estaban plasmadas en esos ojos avellanos, grandes y brillantes pero a la vez, apagados. Tenía veintidos años y traía tanta tristeza como él a sus cuarenta y dos. Eso era injusto. Ella no tendría por qué estar cargando esos ojos cansados, tristes. El recuerdo de la madre de la joven hizo aparición en sus recuerdos, la forma en la que golpeó a su hija delante de él, el modo en el que la gritó y lo trató a él.
―Ochako, aléjate de ese hombre… ¿Cómo te atreves a acercarte a mi familia después de tantos años, Bakugo? ―Las palabras volvieron a brotar como un heiser salvaje en su interior. Apartó la vista de Ochako, no podía mirarla. El padre de la joven había muerto, él no sabía por qué la mujer de Uraraka lo culpaba tanto pero sabía que su familia no era la mejor en cuanto a trato digno a sus empleados se trataba. No sabía la historia de Uraraka Kiyoshi pero al parecer, había muchas cosas que él haría bien en recordar.
El padre de esa niña había muerto y su mundo se había venido abajo. Sin saberlo, sentía una responsabilidad por todo lo ocurrido con la joven que, sin meditarlo, provocó que de sus finos labios se escaparan un Lo siento, Uraraka.
Sintió entonces la mirada de Ochako sobre él pero no se atrevió a mirarla, tampoco a explicar por qué lo sentía o qué lo hacía sentirse de ese modo, él tampoco lo sabía para ser justos, sólo sabía que, quizá, si su padre no hubiese conocido a los Bakugo, ella tendría la dicha de ser una joven como Mahoro, despreocupada de todo y todos, como lo era una chica normal de veintidós años.
Ochako sonrió con tristeza sin entender por qué, pero algo en Katsuki había cambiado para ella en ese momento. Su pecho adoleció como no tenía forma de explicar, quizá fue su momento de darle fin a lo que sea que había iniciado en contra de él. Tomó su teléfono de vuelta y el celular de Katsuki sonó entonces. Él la miró con curiosidad.
―Le acabo de mandar la ubicación que Kota me pasó ―dijo Ochako―. Supongo que debe dar su espacio a Mahoro aunque no está de más hacerle saber que usted está para ella cuando decida regresar. ―Katsuki quiso decir algo pero Ochako abrió la puerta de la cabina del vehículo y sin despedirse, dejó atrás todo lo relacionado a Bakugo Katsuki y al dolor que le causaba pensar su nombre, a la sombra de un padre que ella no tenía y a la idea de lastimarlo por cosas que quizá, él ni tenía que ver.
Las ganas de buscar información de su padre involucrando a Bakugo Katsuki fueron perdiendo fuerza como las fuerzas de sus piernas cuando, pasado unos minutos caminando, se desvanecieron. Ochako cayó de rodillas sobre la acera de concreto en una esquina poco concurrida. Sus ojos soltaron lágrimas que no recordaba atorar, una carga inmensa sólo en sus ojos la hicieron sollozar con fuerza, como una niña, como la joven cansada que era. No podía seguir soportando tantas cosas en su pecho, quería desaparecer y sanar sus heridas como un animal herido lo hace. Olvidarse de sí misma en un abismo para intentar encontrarse, encontrar un atisbo de felicidad en un mar negro y oscuro. ¡Qué risa! Eso era imposible, imposible para alguien como ella que vivía ocultando todo de sí, viviendo a la sombra de una realidad que la perseguía, la acosaba y que, tarde o temprano, la encontraría y cuando llegue ese día, carajo, no tenía idea de qué iba a hacer.
Se abrazó a sí misma mientras su cuerpo se hacía cada vez más pequeño en la calle. Estaba desesperada y sola, como siempre estuvo.
Las dudas sobre su accionar contra Bakugo Katsuki, con el cheque millonario de Todoroki Enji y todo su rol en ese mambo de emociones, por fin, tuvieron un camino seguro, una imagen nítida y una decisión tomada. Ella ya no volvería a acercarse a ningún Bakugo y eso incluía tanto a padre como a hija. Si tenía que dejar Doll House con tal de alejarse por completo del padre de su amiga, estaba dispuesta a hacerlo pero ya no quería sentir que estaba jugando en un tablero de ajedrez cuyo dominio de su pieza, ella no tenía.
Mahoro seguía escribiendo en su laptop y tomando en sus manos papas fritas que tenía dispuesto ante ella en un bowl de plástico proporcionando por su anfitrión y compañero de trabajo. Sosaki Shino, una de las tías de Kota, dejó unos refrescos en la mesa ratona en donde se encontraba trabajando la joven Bakugo. Mahoro sonrió a la mujer y ésta le devolvió el gesto.
―Me alegra que Izumi traiga compañeras a la casa, especialmente así de bellas como tú ―habló la mujer castaña. Mahoro se sonrojó con pena y sonrió ampliamente―. No debería de decirte ésto, pero desde que Izumi tomó el semestre, no deja de mencionar lo bonita que eres.
―¡Shino-san! ―La voz de Kota irrumpiendo en la sala con ímpetu y vergüenza por igual, llamó la atención de ambas mujeres, quienes dirigieron sus ojos al chico de gorra roja qué acababa de llegar. El chico alto y delgado de cabello negro en puntas con un gorro rojo, tan rojo como lo estaba su rostro en esos momentos debido a las declaraciones dichas por una de sus tías con quien vivía, llevó una de sus manos al hombro de la castaña, apretando con sus dedos su piel, acentuando la incomodidad generada por sus palabras y presencia allí. Sosaki Shino sonrió a su sobrino―. ¿No tenías que estar con Ryuko-san haciendo compras o alguna de esas cosas? Creí que no estarían visibles a la hora de trabajar con Mahoro. ―Dijo lo último más para su tía que para su compañera de trabajo.
―Pero no iba a dejarlos sedientos, ¿o si? ―Preguntó mirando a Mahoro. La joven Bakugo sonrió y negó―. Ya, ahora sí, mi trabajo aquí termino. Por favor, no dejes de venir; Kota ha limpiado toda la casa desde que supo que vendrías a trabajar a la casa. Nos vendría bien un poco de orden de vez en cuando.
―¡Shino-san! ―Gritó Kota furibundo, echando de una vez por todas a su tía metiche de la sala. Mahoro río, a pesar de las declaraciones expuestas por la mujer castaña, la joven Bakugo no se molestó en guardar reparos para tomar confianza con su compañero, y, tomando uno de los refrescos para beberlo, volcó su atención de regreso a la laptop―. No le prestes atención. Es así cada vez que traigo compañeras a la casa.
―¿O sea que no soy la única? ―Preguntó Mahoro con fingido pesar, levantando sutilmente sus dorados ojos a Kota.
―¡No me refería a eso! ―El evidente sonrojo en Kota hizo que Mahoro sonriera con dulzura sin mirarlo directamente, no quería que se sintiera más cohibido―. ¡Sólo tratemos de sacar una buena calificación! No quiero repetir éste semestre…
―Como digas ―respondió Mahoro con gracia. Volvió a mirar a Izumi con una mezcla de ternura y gracia―. Gracias por dejarme quedar a trabajar aquí. Realmente no quiero regresar a mi casa.
―Tranquila ―fue su respuesta. Él la miró un momento sin saber qué decir―; por cierto, tu amiga, Uraraka… ―Mahoro lo miró con el ceño fruncido―, me ha escrito. Está preocupada por tí.
―Como si fuese a importarle ―respondió con enfado―. No ha hecho más que desaparecer de mi vida como si no importara… Además, no ha hecho otra cosa más que mentirme.
―Ella me ha dicho que está con tu padre… Está preocupado por ti ―Mahoro suavizó su expresión al escuchar de Katsuki, sin embargo, negó con la cabeza―. No le vendría mal un mensaje tuyo, después de todo, es tu papá.
―Siento que no estoy lista para hablar con él… Ni siquiera es que él haya hecho algo malo, pero no… No puedo…
La mano de Izumi fue a la de Mahoro, la posó encima y la apretó con cariño. Los dorados ojos de la joven reflejaron los oscuros de Kouta, él le dedicó una sonrisa amena que ella correspondió con cariño. El gestó fue como un abrazo, como palabras no dichas pero sentimientos igual de audibles: No tienes que decir nada, te entiendo.
Izumi Kouta era el chico nuevo del semestre, no se molestaba en resaltar porque su altura y sus ojos rasgados lo hacían notar entre las personas, principalmente entre las chicas. Mahoro no fue la excepción, principalmente cuando Ochako se había encargado de desaparecer de su vida como si nunca hubiesen sido amigas, la elección de parejas para Expresión Artística II dio como resultado que el chico nuevo en cuestión, se acercara a ella con un notorio sonrojo en las mejillas y una cara de pocos amigos, pidiendo ser su compañera de equipo si aún no tenía pareja.
Mahoro no estaba dispuesta a perder el semestre solo porque su supuesta amiga había preferido ignorar y pasar de ella como lo haces con una extraña, que darle alguna explicación de su alejamiento. Mahoro aceptó la propuesta de Kouta y aunque las reuniones de ambos se reducían a la biblioteca de la universidad, Mahoro le había escrito bien temprano a Izumi que quería ir a su departamento a trabajar porque quería evitar a algunas personas.
Él no lo pensó mucho, por el contrario, estaba ansioso porque la muchacha rubia de ojos dorados tocara el timbre de su departamento para invitarla a pasar. La llegada de Mahoro fue todo un evento para la familia de Izumi, que, aunque no sean sus tíos de sangre, se crió con ellos desde que sus padres habían fallecido debido a un accidente automovilístico.
A Mahoro le gustaban las casas con muchos integrantes, le gustaba el ruido y el saber de que no estaba sola. Recordaba que cuando era niña, su hogar se sentía así: un hogar cálido, lleno de risas y cariño. Desde que su hermano había fallecido, todo había dejado de funcionar para los Bakugo, y ella no tardó en independizarse y buscarse un departamento para ella sola, de igual forma, no había mucha diferencia debido a que, incluso con sus padres viviendo con ella, Mahoro estaba sola todo el tiempo. Las únicas veces que estaban juntos los tres era para posar para una portada de revistas o para alguna entrevista o para algún desfile de modas.
Su vida sólo se redujo a tener dos figuras públicas cuyos nombres eran Papá y Mamá, pero en la actualidad, ésta última se encargó de destruir lo poco que quedaba de ellos. La noticia de la aventura de su madre y peor aún, del embarazo de ésta, sólo tenía un resultado y fue el desmembramiento de todo su núcleo familiar. De su familia.
Recordar su encuentro con su madre sólo lograba que su sangre hirviese de la rabia, porque ella nunca comprendería cómo se puede causar tanto dolor a las personas que decías amar.
―De todas formas ―la voz de Izumi la regresó a la realidad―, tu padre debe de estar preocupado. No sé qué ocurrió con tu familia, pero no dejes mucho tiempo la rabia para ti misma. Es un veneno que sólo te afecta a ti a fin de cuentas.
Mahoro asintió sencillamente, regresando su atención a su laptop para continuar tecleando; no pasó mucho tiempo cuando, a su teléfono celular, le llegó la notificación de un mensaje de texto. Sus ojos se mostraron sorprendidos al leer el nombre de su padre en la pantalla.
Padre:
Me han dicho que tu generación no llama porque sí, así que te mando un mensaje de texto. Estoy aquí, Mahoro. No estás sola.
Mahoro sonrió y los ojos se le aguaron. Tomó partido en su móvil entonces, escribiendo la siguiente frase.
Me:
Viejo, hay tantas cosas que quiero gritarte. Una de ellas es "Quiero volver a tener diez años, comer pizza y ver películas toda la noche".
El texto no tardó en marcar haber sido leído por su interlocutor, por lo que la palabra escribiendo…, se leía en el encabezado del chat con su padre.
Padre:
Entonces, ven a casa. Preparo pizza casera y puedes gritarme todo lo que necesites… Pero no tienes que pasarlo sola.
Mahoro dejó salir una risita de su boca, cuyo pasatiempo últimamente fue destilar suspiros cansinos y amargos sollozos. Una parte de ella volvió a sonreír porque su padre seguía allí, volvió para rescatarla como cuando era adolescente y huyó de casa. Estaba tan acostumbrada a que su presencia sea puesta en segundo plano por trabajo o dramas de otra índole que, recibir el mensaje de su papá, le hizo saber que ella no era del todo invisible.
Sin mencionar que, con el escándalo de su madre, ella podía descansar su cabeza en el hombro de su padre, dejando de fingir fortaleza por tanto tiempo.
―¿Sucedió algo? ―la voz de Kouta la despertó de sus inmersión con sus pensamientos y el mensaje de su padre. Ella negó con una sonrisa y los ojos llorosos. Izumi se dio cuenta que esos ojos dorados y húmedos no formaban parte del panorama, pero su mano siguió tomando con fuerza la de Mahoro en señal de acompañamiento. Ella sólo podía sonreír. Quizá no estaba del todo sola como pensó que lo estaba.
Ingresó al horno de su casa la última masa de pizza con la sala roja, dejando notar en su superficie ingredientes como ají rojo, picadillos de carne, aceitunas negras y retazos de huevo cocido con aderezo picante, uno de los sabores favoritos tanto de Mahoro como del suyo propio. Los sabores picantes eran su debilidad, herencia otorgada a su hija. La última vez que había dedicádole tiempo a la cocina fue en la cena con Uraraka Ochako, la amiga de su hija y de quien tenía comentarios reservados porque no terminaba de entenderla, a pesar de eso, a pesar de haberle dicho que no la consideraba una buena compañía para su hija, Ochako no dudó en ayudarlo para hallar a su hija y eso implicaba conseguir hasta el contacto del chico con quien Mahoro estaba.
Se limpió las manos con un secador de tela y mientras veía sus manos empolvadas de harina y restos de masa casera hecha por él mismo, repasó en su mente cómo se veían las pequeñas manos de Uraraka Ochako, con su teléfono en manos y unas peculiares cicatrices que despertaba un sinfín de preguntas al igual que los ojos avellanos de esa muchacha.
Tanto dolor en unos ojos juveniles y tantas cicatrices en un par de manos pequeñas. Ochako despertaba tantas cosas en sí que no se animaba a admitir, cosas que lo tenían en mitad de su cocina con la mirada perdida en su horno como si la respuesta a sus cuestionamientos se encontrarían allí.
―Cuando mi padre murió… Quería compañía, quería sentir a alguien a mi lado, quería… Sólo quería a alguien que me buscara como usted busca a Mahoro…
Katsuki cerró los ojos y apretó sus puños contra la mesada de granito negro de la cocina. ¿Por qué una joven de su edad tenía tantos pesares? Pero más importante, ¿por qué le interesaba tanto? Ochako no era la única joven con problemas familiares, ni en Japón ni mucho menos en el mundo entero, pero a pesar de eso, él seguía recreándola en su mente, seguía imaginando esos ojos castaños y dolidos, esa sonrisa apenada, esas manos llenas de cicatrices, esos ojos brillantes, sus labios…
De pronto, el recuerdo de su incómodo momento jugando Twister en su auto, todo para conseguir el móvil de la muchacha y dar con la bendita dirección del compañero de Mahoro, pudo tener tan de cerca el rostro de la joven, aquella imagen se coló a su memoria junto con la sensación vivida a través de los rozagantes labios y el sonrojo en sus mofletes redondos. ¿Qué mierda hacía pensando de esa forma de la muchacha? No tenía intereses en mujeres tan jóvenes, ni mucho menos en jóvenes que podían llegar a ser su hija.
A pesar de su reprimienda mental, Katsuki no lograba sacar la conversación con Ochako de esa tarde. Carajo, ¿por qué la tenía tan metida en la cabeza? ¿Acaso se sentía con el deber de protegerla? ¿Por qué? ¿Porque conoció a su padre? ¿Porque su familia lo despidió o por el accidente que le arrebató un padre a esa niña?
El ruido de la puerta de la suite se abrió y Katsuki no escuchó a Mahoro hasta que ésta dejó caer su mochila contra el sofá oscuro de la sala. El hombre dio un respingo y se volvió a mirar a su hija con la respiración agitada. Mahoro notó esa expresión en su padre y sonrió.
―¿Qué sucede con esa expresión? ¿Has visto un fantasma acaso? ―Preguntó su hija. Él se obligó a aligerar el peso en sus hombros y fue hasta donde su hija se hallaba. Para Bakugo Katsuki, las demostraciones de cariño no estaban como skills en su patrón de comportamiento, sin embargo, tomó a su hija por los hombros y la atrajo hacia él, abrazándola con fuerza―. ¿Quién eres y qué has hecho con mi padre?
Katsuki rio con su hija y la apretó aún más fuerte.
―Mocosa engreída. ―Soltó Katsuki.
―Ahora sí te escuchas al Bakugo Katsuki que conozco ―respondió Mahoro correspondiendo al abrazo de su padre. Bakugo se separó de su hija y desarregló su melena rubia, Mahoro lo golpeó en el pecho con gracia―. Perdona por preocuparte, papá… No sabía si esta situación… No sé, yo no…
―Ahora no sé quien eres y qué has hecho con mi hija ―respondió Katsuki, interrumpiéndola. Mahoro se abrazó a su padre con fuerza y finas lágrimas salieron de su rostro, acabando su destino en la camisa negra de su padre. Katsuki abrazó a su hija―. Nada de lo que sucedió tiene que ver contigo, Mahoro, eso tienes que tener por seguro… Es una situación complicada pero no tienes que sentirte responsable por nada. Tu madre y yo tenemos nuestros problemas y eso no tiene por qué salpicarte. Si te preocupa como me siento, sólo ten por seguro que estoy bien. No es algo que me afecte ―ahora al menos, se dijo a sí mismo lo último recordando cómo fue cuando se enteró de la infidelidad de su ex esposa.
―Yo sé, sé que es un tema de ustedes pero sigue afectándome… ¿Cómo esperan que no me afecte si lo único que hicieron siempre fue apartarme? No recuerdo una sola vez que no hayamos estado los tres juntos si no era para la portada de alguna revista o para alguna semana de la moda. De verdad… Dices eso pero te recuerdo que fueron ustedes los primeros en hacerme sentir que todo fue por mí, porque no era el hijo que perdieron, porque nunca fui suficiente para ustedes… ―Un sollozo disparó el cuerpo de Mahoro para romper en llanto, en ese llanto lastímero de una niña abandonada y lastimada por las personas que, en teoría, debían haber hecho todo para protegerla. Katsuki atrajo a su hija y la abrazó con fuerza, las ganas de romper en llanto también lo asaltaron pero por la rabia, por la ira acumulada contra sí mismo. Cómo pudo dejar tanto tiempo en ese estado a su hija, pensando en que era una mujer independiente cuando Camie y él sólo la hicieron sentir que debía madurar rápido para ser válida para ellos.
Falló cómo padre y eso le dolía mucho más que la infidelidad de su ex esposa, le dolía el alma de sólo pensar todo el tiempo que dejó que su hija pensara eso de sí misma. Quería romper en llanto pero de la impotencia.
―Mahoro, tú no eres ni serás nunca Katsuma… Y eso es algo que agradeceré siempre ―dijo su padre sin soltarla. Mahoro abrió los ojos sorprendida―. Eres mi niña… Nunca hubiera preferido a nadie más que a ti. Katsuma no pudo ser pero eso no significa que te haya opacado, perdóname por hacerte pensar lo contrario. Eres única e irrepetible y estoy orgulloso de la mujer en la que te estás convirtiendo, muy a pesar de tener un par de padres disfuncionales. ―Mahoro dejó salir todas las lágrimas acumuladas durante esos años que había callado todo lo que sentía por pena, porque creía que una Bakugo no debía de desmoronarse, no debía de ser débil, pero al ver a su padre, al apreciarlo allí, abrazándola, sincerándose con ella, supo que el ser débil es dejarte llevar por impresiones erróneas antes de dejar ser lo que uno realmente es.
Esa noche, Mahoro dejó a un lado su rol de mujer independiente y fuerte para refugiarse a los brazos de su padre, con su mejor pijamas y dos pizzas caseras hechas por su padre, regresó a la mejor época de su vida, viendo películas animadas mientras escuchaba a su padre quejarse de que prefería ver películas de acción.
Y de entre el entretenimiento otorgado por el Rey León, Katsuki abrió su teléfono, harto de la quinta escena del musical de la película, para revisar su bandeja de mensajería por un tema que su secretaria le había escrito para organizar; su trabajo se había duplicado ya que también debía llevar la organización del calendario de Athena's Silk para colmo. Culminado su comunicación con su secretaria, un nombre en particular se coló a la atención de Katsuki: Uraraka Ochako. El chat con la joven sólo tenía una dirección y era la de Izumi Kota, recordando cómo la joven dio con el chico para hallar el paradero de su hija. Aspiró con profundidad.
―Cambié de opinión sobre tu amiga ―dijo entonces Katsuki. Mahoro lo miró con curiosidad―. Uraraka.
Para el momento en el que el nombre de la joven castaña fue dicha por su padre, la expresión en Mahoro cambió rotundamente como si le acabaran de echar agua fría al rostro. Katsuki no comprendió tal reacción, siendo que veces anteriores, su rostro se iluminaba de sólo hablar de su amada amiga.
―No me hables de esa traidora. ―Katsuki enarcó una ceja sin comprender―. Tenías razón sobre ella, no es de fiar.
―¿Perdón? ¿Acabas de darme la razón? ―Mahoro dio otro bocado a su pizza picante. Katsuki no podía con los mordiscos de su hija sin saber la razón por la que semejante comentario salió de los labios de su hija, ahora manchados con salsa picante.
―Además de ghostearme, no contenta con haberme ninguneado, me ha estado mintiendo todo este tiempo ―siguió hablando la joven. Katsuki frunció su entrecejo sin comprender. Mahoro lo miró entonces y echó un suspiro cansino―. No me mires así, ya me da suficiente rabia el estar dándote la razón sobre algo, pero sí… Ochako me mintió todo éste tiempo y encima en la cara, sin ningún escrúpulo.
―¿Cómo así?
―¿Recuerdas que la Tía Kyoka es accionista del bar Lullaby, no? ―Katsuki asintió―. Su cantante favorita resultó ser la que, supuestamente, Ochako asistió el día que fui a acompañarla, Yaoyorozu Momo.
―¿Y?
―¡Que Ochako nunca trabajó en ese bar y jamás asistió a Yaoyorozu Momo! ―Katsuki frunció aún más su ceño―. Hablé con tía el otro día y le comenté que mi amiga trabajaba en su bar. ¡Oh, sorpresa! No la conocía. ¡Doble sorpresa! No había nadie llamada Uraraka Ochako en el bar! Tanto Yaoyorozu, Kirishima Eijiro como Ochako se confabularon para verme la cara de idiota.
―¿Has dicho Kirishima? ―Preguntó Bakugo con urgencia, recordando al pelirrojo amigo de Ochako y a quien, más de una vez, reconoció como bartender del bar Doll House. Mierda, mierda, mierda…
―Sí, su amigo la ayudó a llegar con Yaoyorozu y fingir que ella trabajaba allí para no revelar que Ochako nunca ha estado trabajando allí… De verdad, ¿tan estúpida cree que soy? ―Mahoro dio otro bocado a su pizza con rabia.
―¿Te ha dicho algo más Jiro? ―Preguntó Katsuki, la ansiedad corroía su interior, tenía el aliento desbocado por la premura de saber lo que temía―. ¿Sabe dónde trabaja Uraraka?
―Ella no lo sabe, aunque quizá sí trabaje con Eijiro en un Host Bar de Kabukicho, de hecho, Momo trabajaba allí antes de llegar a Lullaby. ¿Cómo era su nombre? Era algo sobre muñecas pero no recuerdo ―el sudor en la frente de Katsuki era evidente, pero más evidente el sonrojo en sus mejillas porque faltaba sólo una pieza para saber si Ochako era quien creía que era.
Katsuki se puso de pie con presura, mientras Mahoro seguía hablando diciendo lo decepcionada que estaba de su supuesta amiga por no confiar en ella. Katsuki no tenía sitio para la voz de su hija en esos momentos, algo dentro de él palpitaba con fuerza, corroyendo su interior como ratas escudriñando sus entrañas. ¿Y si…?
La imagen de Angel Face ingresó a su sistema. Dio una bocanada de aire, cerró los ojos y se encerró un momento en el baño. Vio su reflejo, era sólo él… Contra él mismo, mirándose fijamente, observando cúan afectado estaba por esa noticia. Por un momento, volvió a recordar la imagen de Angel Face, la cicatriz en su pecho en varias partes de su abdomen visible; por otra parte, las cicatrices de Ochako en sus manos. ¿Tenían relación alguna? Ambas tenían hermosos ojos avellanos pero el antifaz y la peluca rosa no lo dejaba pensar con claridad.
Debía ir a corroborar sus sospechas por sí mismo o no podría seguir su vida con tranquilidad.
Uraraka Ochako no era buena para afrontar situaciones de mucho estrés, o al menos eso era algo dictaminante después de sus años viviendo con su madre y su padrastro, decidiendo iniciar su vida lejos de ellos, haciendo como que no existían para ella. Ignorar el problema no lo erradicaba pero al menos le daba la posibilidad de hacer su vida con más tranquilidad lejos del caos, manipulación y abuso vivido bajo su techo.
Sin embargo, las cosas cambiaron cuando ella había hecho su vida en Tokio e inició en el mundo de Doll House bajo la rígida mano de Todoroki Enji. El hombre era conocido por tener poca paciencia, una afición por hombres y mujeres de complexión delicada pero por sobretodo, a no tolerar la gente que no hace lo que él quiere. Ochako lo recordó muy bien cuando el cheque que le fue entregado con una suma inmensa, le fue devuelto al dador de tal paga.
A pesar de no ser un día de trabajo para ella, Miruko le había dicho que debía cubrir el día de una de las Doll qué se ausentaría por problemas de salud, así que Ochako había ido a Doll House bajo la señal de que era el momento ideal para hablar personalmente con el dueño del bar y darse de baja del tablero en donde Todoroki Enji la había puesto de peón. Definitivamente, el universo quería que las cosas pasaran de ese modo, o al menos era lo que se decía a sí misma para no sucumbir a las ideas retractoras de su interior.
Los ojos cian del hombre observaron el papel garabateado por números de su puño y letra junto con el sello de su nombre impreso en él; esos mismos ojos volvieron a la joven mujer que luchaba contra sí misma para no sucumbir al miedo que detonaba la presencia del empresario. Ochako aún no se había puesto su atuendo de Doll, no sabría si haría falta ya que estaba muy segura de que Enji la despediría. Con esa idea en la cabeza, Ochako había ingresado a la oficina del hombre ubicado en el último nivel del edificio del bar.
―Uraraka ―habló el hombre―. No estoy entendiendo. Creí que había dejado en claro la tarea que te encomendé y que la otra parte del pago se haría una vez consigas lo que pactamos. ―Ochako se irguió como pudo, era difícil con la mirada inquisidora de Todoroki Enji encima de ella.
―Tenía razón, Todoroki-san… Mi ira y resentimiento juegan en mi contra, no estoy preparada para ir contra Bakugo Katsuki. Creí que tendría la endereza para enfrentarlo y seguir con la farsa de Angelface frente a él pero realmente, no puedo ―Ochako estiró su mano y acercó un poco más hacia Enji el cheque―. Lamento haberle hecho perder el tiempo.
―¿Estás consciente de lo que estás haciendo? ―Preguntó con molestia el hombre. Ochako asintió―. Teníamos un trato, Uraraka.
―Sí, y aquí está el dinero que me dio. No he tocado ni un Yen.
―No puedes venir a tirarme el cheque como si fuese una servilleta, mocosa. ¿Acaso crees que estoy jugando contigo? ―Preguntó molesto―. ¿Dónde mierda quedó todo ese cuento de que querías respuestas y que harías lo que hiciese necesario por conseguirlas? O no me digas que ahora tienes sentimientos por ese hombre. No me hagas reír, mocosa.
Uraraka frunció su entrecejo, las palabras del hombre calaron su interior. Ella quería respuestas pero estaba harta de no poder tomar decisiones por su cuenta, de tener que depender siempre de lo que los demás querían de ella, de servir y atenerse a lo que otros deseaban; ni siquiera se molestó en tomar en serio la insinuación de Enji por sus supuestos sentimientos hacia Katsuki, porque sabía que no era verdad. Cerró los ojos, aspiró profundo y continuó.
―Ya no necesito de su ayuda, puedo conseguir respuestas por mi cuenta sin que esté controlándome a través de su dinero, Todoroki-san. ―Ochako se enderezó mejor―. Sé que está molesto, si quiere, despídame, aunque quizá tenga que contratar a alguien tan buena como yo para reemplazarme. ―Los ojos de Enji se aguzaron y ella temió haberse propasado, aunque sus palabras no relataban mentira alguna y el hombre lo sabía. Uraraka Ochako había incrementado las visitas de muchos hombres, generando más ganancias en lo que iban esos dos años trabajando para él; sin embargo, el ego de Todoroki era más grande.
―¿Realmente crees que tienes el poder de decir cuando sales y cuando no, mocosa? ―Todoroki Enji se puso de pie, Ochako no pudo contener sus pasos en reversa―. Tienes razón, tu presencia aquí es invaluable, sin embargo, no creas que no eres la única que puede hacer lo que haces. ―El hombre tomó el cheque y lo rompió en dos pedazos para tirarlos al basurero ubicado a un lado de su escritorio de madera―, pero ten por seguro Uraraka que nadie me ve la cara de idiota. Te quedas, pero olvídate de los privilegios que has tenido hasta ahora. Vete ahora.
―¿Privilegios? ―Preguntó Ochako con un deje de sorna.
―¿Te olvidas que eliges tus horarios a tu conveniencia o que tienes un límite de clientes o que te corresponde un porcentaje mayor de propinas? No me hagas seguir o realmente querrás haberme hecho caso en un principio.
―No se preocupe, no echaré de menos mis privilegios. ―Ochako ya no se acobardó ante el hombre y dándole una reverencia de respeto, se retiró de su oficina, aunque algo estaba claro allí, Todoroki Enji lo tomó como un desafío y estaba dispuesto a hacerla arrepentir de sus palabras.
Ochako cerró la puerta de la oficina de su jefe con el aliento intentando regresar a su interior. No supo qué le había sucedido pero había desafiado al hombre que pagaba su sueldo. ¿Qué le ocurría? Se llevó ambas manos al rostro y trató de serenar sus pensamientos que corrían dentro suyo como si fuesen corceles indomables. De verdad hizo enojar a Todoroki Enji y además, se dio el descaro de recordarle que ella era la Doll preferida por sus clientes por encima, incluso, de las más antiguas.
Los pasos de Uraraka se encaminaron hacia el vestidor cuando sus ojos se cruzaron con los rubíes de su compañero de trabajo. Kirishima Eijiro detuvo su andar al percatarse de la presencia de Ochako con ropas casuales. Ochako le dedicó una pequeña sonrisa y él sencillamente correspondió. No se dijeron nada más, ella continuó por su trayecto y él la vio marcharse con un nudo en la garganta.
Su relación amistosa se había vuelto un lúgubre cementerio que, con sólo una simple mirada, todo daba la impresión de haber acabado cuando, ni siquiera, había iniciado algo. Ochako le había dejado en claro que ella sólo quería su amistad pero si eso no era suficiente para Eijiro, prefería sencillamente alejarse de él. Dos años de amistad para que, a la primera oportunidad, él intentara algo más allá del plano amistoso. Se sintió traicionada, aunque claro, no era la mejor para hablar de traiciones.
No cuando basó su amistad con Mahoro en puros engaños.
Ochako ingresó al vestuario de Doll donde casi ya no había nadie, sólo se encontraba Tsuyu y Deku conversando mientras terminaban de alistar sus vestimentas. Cuando Deku vio llegar a Ochako sonrió sorprendida para saludarla. Al menos, que alguien la reciba con una sonrisa era alentador para la muchacha castaña. Ochako fue hasta su casillero, ingresó la clave del seguro y abrió la puerta metálica para tener frente a ella sus pertenencias acostumbradas: sus prendas todas higienizadas, sus tacones altos y algunos accesorios, junto con ropa de cambio qué tenía en caso de emergencia. Los ojos de la joven fueron al dorso de la puerta metálica en donde encontró unas fotografías suyas de cuando era una niña junto a su padre. El estómago se revolvió y ella quiso poder hablar con él para decirle lo cansada que estaba de correr y no avanzar absolutamente ningún paso, lo agotada que se sentía de hallarse siempre huyendo, teniendo que estar dos pasos adelante para protegerse, estar en alerta constante. Realmente estaba harta.
―Ochako ―escuchó la voz de Deku. La aludida cerró la puerta de su casillero y la miró con una sonrisa cansina. Deku se acercó a ella con preocupación―, ¿sucede algo malo, Ochako? ―Uraraka negó deprisa―. Si necesitas hablar o algo, no dudes en decírmelo. Somos amigas.
Ochako no quiso sonar malagradecida pero estaba por decirle que lo mejor que podía hacer por sí misma es no ser amiga de alguien como ella, alguien falsa y que busca su propia conveniencia, sin embargo decir algo como eso sólo es entrar en detalles que Ochako prefería no brindar y menos a alguien tan dulce como lo era Deku.
―Gracias, Deku. No es nada, sólo estoy durmiendo mal últimamente ―respondió sencillamente la castaña.
―Si en algo puedo ayudar, hablé con mi hermana Mei. Me ha dicho que la escribas si necesitas ayuda con algún software, que no tendrá problema en hacerte lo que necesites ―Expresó Deku entregándole a Ochako una tarjeta de presentación de su hermana. Ochako lo tomó y leyó el nombre de su hermana. La idea de pedirle ayuda a la hacker ya no venía teniendo sentido, no cuando había rechazado trabajar para Todoroki Enji, sin embargo guardó la tarjeta para sí misma, no le venía mal contactos como los de la hermana de Midoriya.
Tanto Deku como Tsuyu dejaron el vestuario y a Ochako, las demás Dolls estaban ya en el bar haciendo lo suyo, consiguiendo clientes nuevos o continuando con los habituales. Uraraka Ochako tenía su clientela habitual dependiendo los días y en ese en particular, cuyo día no era el acostumbrado, debía de ver si tendría la recepción acostumbrada. Para su tranquilidad, sabía que Bakugo Katsuki no circularía el largo y angosto pasillo qué lo llevaba a la Golden Room, ya que él conocía a fondo su horario. Estar consciente de que no vería al padre de su amiga le sabía alentador, después de todo, Ochako no estaba de ánimos para verlo, no como Angelface, prefería reducir su interacción con los Bakugo y eso incluía su trabajo.
Terminó de alistar en forma su peluca rosa, observaba su reflejo, cuidando de qué no haya ningún indicio de cabello castaño qué se cuele entre sus hebras rosas. Estaba por colocarse el antifaz cuando vio a una mujer rubia ingresando al vestuario. La atención de Ochako pasó a la mujer de complexión delgada y estilizada con dos rodetes altos y un fleco sobre la frente,llevaba gafas oscuras y prendas de diseñador que consistía en un vestido negro al cuerpo con un cuello alto y brillante, mangas anchas y unos tacones de charol.
―¿Puedo ayudarla? ―preguntó Ochako al verla. La mujer observó a Angelface un momento para luego sonreír de una manera que causó que la joven levantara una ceja en respuesta.
―Ah, disculpa. Creo que me perdí. Estaba buscando el sanitario femenino ―dijo fingiendo demencia. Ochako sabía que eso era imposible debido a que los baños para clientes se encontraban al otro extremo de los vestuarios, sin embargo dejó pasar la mentira. Ochako le explicó donde quedaban los baños y la mujer rubia le agradeció para marcharse por donde llegó. La castaña no le dio mayor importancia para terminar de alistar su apariencia para esa noche. El maquillaje acostumbrado, tonos cálidos y pasteles para los ojos, gloss rosa y brillante para sus labios, rubor notorio en sus mejillas y en la punta de su nariz, para sellar todo con su acostumbrado antifaz blanco. Dio un último vistazo a su rostro y cuerpo para encaminarse fuera de los vestidores.
El bar se encontraba teñido de penumbra pero las luces cubriendo como telarañas varias esquinas del sitio, permitía generar el ambiente deseado que buscaban los clientes cuando acudían a Doll House: anonimato y fantasía.
El anonimato se lograba con las luces tenues, los sonidos envolventes, las mesas separadas y los salones privados; y la fantasía, por supuesto, esa fantasía que los hacía regresar cada noche pidiendo más, se la concedían los y las Dolls qué entregaban tragos y buenos momentos, alejándolos de sus realidades.
Uraraka había finalizado sus primeras dos horas con un par de clientes, ambos ya conocían del encanto de Angelface así que eran rostros conocidos para ella; aunque claro, la noche aún iniciaba y la lista de clientes era extensa. Cuando su jefa, Miruko, la vio despedirse del último cliente, no tardó en indicarle que continuaba en la Golden Room y para su buena (o quizá, mala) suerte, quien la esperaba allí no era Bakugo Katsuki.
―Es un sujeto nuevo en el bar, pero sabía de tu renombre aquí ―explicó la mujer vestida de conejo con lencería fina y provocativa.
―¿Debo sentirme halagada? ―Preguntó Ochako con cierta gracia.
―Tómalo como quieras pero haz que deje una buena propina ―Expresó Miruko dándole palmaditas en su hombro, alejándose de ella de regreso al recibidor.
Ochako la vio marcharse, observando a las demás Dolls qué yacían de pie en la entrada principal o en el bar sin ningún cliente. Miruko lo había dicho bien, ella tenía una reputación y los clientes llegaban allí por ella y por algún que otro Doll conocido, aunque siendo franca, nunca había estado sin clientes ni una sola noche, no tenía descansos entre clientes, nunca estuvo en la barra de pie por más de 5 min buscando tragos o algún pedido de sus clientes. Tomó aire para darse ánimos y con esos pensamientos, trató de darse apaciguar la ansiedad que recorría sus venas, para encaminarse a una de las salas privadas más costosas.
A medida que daba pasos hacia el salón privado, se preguntaba qué hubiese sucedido si Bakugo Katsuki hubiese asistido al bar. Sin duda, saber que Bakugo Katsuki no la estaba esperando en ese salón, no después del fogoso beso entre ambos, generaba alivio en ella porque la pregunta inicial no tenía una respuesta inmediata en su mente.
Se sentía avergonzada por haber sido tan impulsiva de tomar la decisión de besar a su cliente y no cualquier cliente. La idea de que el hombre ya no regrese era algo bueno, después de todo, lo había visto ese mismo día ayudándole a encontrar a su hija. ¿Sería posible que él aún no se de cuenta quién era ella? La idea le aterraba, no tendría la fuerza suficiente para mirarlo al rostro sabiendo que él sea consciente de que no sólo era amiga de su hija, sino que también, era la mujer vestida en lencería qué lo besó días previos.
Sus pensamientos fueron pasados cuando la puerta dorada de la Golden Room llegó a ella. Tocó un par de veces y escuchó una voz grave desde adentro, una voz que no conocía pero se oía intensa y fuerte. Ochako cruzó el umbral qué la separaba de su cliente nuevo, encontrando un hombre de cabello oscuro, tez nívea y unos ojos tan dorados como hermosos. Ochako no lo conocía pero su belleza la hizo dudar. Cerró la puerta detrás suyo, el hombre sonrió al verla y ella, de pronto, sintió algo en su estómago. Un presentimiento o quizá un mal presagio.
―Así que tú eres la favorita de los hombres ―habló el nuevo cliente, estiró su mano hacia Ochako. La joven sabía qué hacer a partir de allí.
Una sonrisa coqueta se asomó a sus carnosos labios. Tomó su mano y avanzó hacia él contoneando sus caderas y permitiendo que la tela de encaje de su baby Doll se meciera en sentido contrario.
―Supongo que sí, porque los que me conocen, siempre regresan ―sonrió―. Y creo que no será la última vez que te vea por aquí.
El hombre la atrajo hacia ella con fuerza. La galantería ya no se encontraba presente en sus movimientos bruscos, poniendo en alerta a la muchacha pero sin dejar caer la máscara de seguridad de Angelface.
El hombre en cuestión sonrió, cortando la distancia con la Doll; por el cuerpo del hombre, Ochako pensó que él besaría su mejilla y aunque dudó en apartarse, no lo hizo y eso sólo permitió que el hombre arrimar sus labios a su oreja por debajo de la peluca rosa.
―De eso no tengas la menor duda ―inició diciendo en un susurro el hombre―, no después de que Shigaraki me dejó en claro que no regrese sin ti.
Los ojos avellanos de la mujer expresaron no sólo sorpresa, sino también un terror indescriptible. Se apartó inmediatamente del hombre, como si su sola presencia quemara su cuerpo. Ochako sentía cómo todo en ella se paralizó seguidamente después de escuchar ese nombre, no estaba segura si fue el hecho de saber que su identidad fue vulnerada o porque, de entre todas las personas que pudieron haberla reconocido, haya sido algún allegado de su padrastro Shigaraki.
―¿Qué sucede? Te cambió la cara ese nombre… ¿Piensas que nunca daríamos contigo? ―Los pasos del hombre fueron acercándose en dirección a la joven, dándole motivos para retroceder de prisa, aunque claro, las puertas doradas del salón no tardaron en recordarle que había un límite físico a su huida. Ochako llevó una de sus manos hacia sus espaldas, tomando entre sus dedos el picaporte de la puerta de madera. Cuando el hombre estuvo a punto de dar el último paso para hacerse con ella, extendiendo su mano contra la mujer con claras intenciones de tomarla por los hombros, Ochako abrió el picaporte de la puerta y se echó para atrás, poniendo distancia entre él y ella, pero cuando observó qué el hombre tenía intenciones de retenerla a como dé lugar, sin saber muy bien con qué motivo, empezó a correr en dirección opuesta. No sabía por qué la fue a buscar o cómo, de entre todas las Dolls, la reconoció a ella y pidió por ella en particular, pero de algo estaba segura, ella no volvería al infierno del cuál había salido.
El largo pasillo qué tenía de distancia entre la Golden Room y el bar principal parecía interminable mientras Ochako corría a toda prisa, el hombre era ágil y eso la estaba aterrando porque correr con tacones altos no era algo que hiciese con regularidad; gritó cuando sintió la mano del hombre tomando su ropa por detrás, lo empujó como pudo y golpeó las puertas qué le daban acceso al bar.
Lo siguiente que recordaba era cómo su peluca le era arrebatada por detrás, jalando algunos cabellos naturales desde la raíz, debido a los broches qué tenía para ajustar la peluca a su cabello por encima de la redecilla qué cubría sus castañas hebras.
Las luces cargadoras y la impotencia de saberse arrebatada de lo único que tenia para defenderse, la hicieron sentir que el tiempo se detuvo abruptamente, mientras ella se preguntaba una y otra vez… ¿Por qué?
Notas Finales:
Hola a todos los lectores que siguen Miénteme. Lamento la tardanza pero he aquí un nuevo capítulo que, debido al tiempo sin publicar nada, he tratado de que valga la pena el que quieran retomar la lectura de esta historia. Muchas gracias por aguardar tanto tiempo, prometo ser generosa con su preferencia, así que se vienen capítulos desbordantes de emociones.
¡Nos leemos en los siguientes capítulos!
