Temari
Las luces color neón, la música fuerte que se alcanzaba a escuchar hasta el rincón del baño.
La fiesta seguía, seguía sin mí y seguía sin importarle que lo hubiera vuelto a ver.
Nuestras miradas se entrelazaron y en un instante, lo juraría, pero vi de nuevo esa chispa en él.
Podría estar equivocada, pero la esperanza seguía ahí.
—¿Temari? —tocaron la puerta, era la voz de Ino—Estamos aquí para pasarla en grande, sal.
—Ya voy—exhalé—. Sólo necesitaba retocarme el maquillaje.
Agaché la cabeza y la levanté en un movimiento rápido, haciendo el cabello hacia atrás, volviendo al look alborotado que tenía al inicio de la noche.
En un impulso salí del baño y me encontré a Ino, quien me esperaba recargada en la pared.
—No disimules conmigo—dijo al momento de dirigirnos a la mesa con los demás—, yo también me di cuenta de que él estaba allí.
—Por favor, Ino, —me volteé hacia ella—no quiero hagas nada.
—Temari, si me mantuve callada todo este tiempo, ¿crees que pueda ser capaz de ir a decirle: "Oye, ¿te acuerdas de tu ex?, ¡pues aquí está!"?
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Capítulo 1. Sentimientos Reprimidos.
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3 años antes
General
—Quiero que las mesas rodeen en forma de "u" recta la mesa de los novios, como vamos a estar al aire libre ve a que pongan la carpa y trae las luces color amarillo, como se hará de noche la celebración quiero que el ambiente sea cálido e íntimo, ¿sabes?
—Muy bien, señora, con permiso. —el joven hizo una ligera reverencia antes de irse.
—¡Cuidado con esos jarrones!, los Nara los mandaron para esta ocasión especial.
Llegó una mujer con un arreglo floral al jardín. —¿En dónde pongo estas, señora?
—Los lirios van en la mesa de los novios—ordenó con una sonrisa—, mandé a hacer ese arreglo exclusivamente para ellos.
Una joven rubia se aproximó a pasos sigilosos hacia la señora de la casa.
—¡Pero qué hermoso está todo! —dijo a sus espaldas, sorprendiéndola.
—Hija—suspiró al voltearse—, regresas temprano.
—Quería primero cambiarme antes de presentar mi examen.
—Cierto, hoy es tu examen de acreditación, ¿estás nerviosa?
—La verdad es que sí—frotó un poco sus manos—, tendré que explicar tantas cosas y responder preguntas en frente de expertos que por eso preferí hacerlo sin audiencia, perdón.
—No te preocupes, —acarició los hombros de su hija—lo entiendo, yo también estaba tan nerviosa o más que tú cuando tuve que presentar mi examen.
La rubia dedicó unos segundos a apreciar cómo iba quedando la decoración del patio.
—Siento que va a ser una de las noches que jamás olvidaré.
—Y lo será, todo y más se merece mi futura arquitecta. Pero no sólo hoy celebraremos el recibimiento de tu título, sino que también tu compromiso con Shikamaru.
La ojiverde sonrió nerviosamente. —Más motivos por lo que debo de estar muriéndome de nervios.
—No, no, —intentó calmar—mejor piensa en positivo, te irá muy bien, ya verás.
—Bueno, —se fijó en la hora—ya tengo que ir a cambiarme si quiero estar a tiempo en la facultad.
—Claro, ve.
Antes de irse ambas mujeres se abrazaron, todo esto a la mirada oscura de una segunda rubia, quien veía de manera recelosa la escena entre madre e hija desde atrás de un pilar.
En cuanto la ojiverde se aproximaba al interior, esta se adentró a la casa y subió las escaleras de la cocina para llegar al segundo piso.
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Cuando la primera rubia cerró la puerta de su habitación se asustó un poco al voltearse y ver que no estaba sola.
—Hola, Sen.
—¿Ya te vas? —preguntó sentada desde un sillón con las piernas cruzadas.
—Y buenos días para ti también. —rodó los ojos antes de aproximarse a su tocador.
—Me sorprende que te hagas la simple cuando mandaste a quién sabe cuántas personas a que decoren el patio para tu celebración. —se levantó del sillón y se acercó al tocador con los brazos cruzados.
—En primera, yo no fui la de la idea, fue mi mamá quien se molestó en organizar todo esto porque tanto para los Nara y yo hubiéramos elegido algo más pequeño—daba su explicación mirando a los ojos a su prima desde el reflejo del espejo—, en segunda, yo no ando por el mundo diciendo que soy una mujer simple para sentirme superior a los demás.
—Sí, sí, lo que tú digas, —le restó importancia a lo recién dicho—aun así no entiendo por qué tanto alboroto si es sólo la entrega de tu título.
—¿Por qué estás molesta con que yo haya terminado la carrera, cuando tú decidiste no seguir estudiando? —preguntó mientras se retocaba el maquillaje.
—¿Y cómo para qué quisiera estudiar una carrera cuando puedo vivir cómodamente con la fortuna que me dejó mi madre? —caminó hacia el otro lado del tocador.
—Fortuna que podrías perder si no la sabes administrar bien.
—¿Por quién me tomas? —frunció el ceño.
—Ay, Sen, —tomó el brillo labial—como si nadie de esta familia conociera tus excesos. —se aplicó una capa de brillo en los labios.
La segunda rubia de la habitación respiró profundamente para poder calmarse.
—Además, hoy no sólo recibiré mi título, —se volteó hacia la mujer que estaba de pie—hoy también celebraré mi compromiso con Shikamaru. —le dedicó una sonrisa.
La llamada Sen retiró su mirada de la ojiverde, seguía teniendo los brazos cruzados así que los apretó más contra su pecho.
—Ahora, —se puso de pie y se dirigió hacia closet—si me permites, voy a cambiarme, sal de mi habitación, por favor.
Sen dio grandes pasos hacia la puerta y antes de cerrarla, su mirada se dirigió al portarretratos que tenía su prima en la mesita de noche, era una foto de ella con su futuro esposo, el Nara, ambos lucían muy felices.
Y con esto último fue suficiente para dar un portazo al salir.
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Pasaban de las 2 de la tarde y en la facultad cientos de estudiantes, junto con sus familias, se reunían en el patio presumiendo de sus títulos, ya eran todos unos licenciados de acuerdo con la carrera que habían escogido.
Entre toda esa multitud se destacaba una mujer con prendas más coloridas y, para algunas personas, no muy elegantes, algo que para ella le daba igual.
—¡Sasori! —dio un gran abrazo al pelirrojo que tenía delante suya—¡Estoy tan orgullosa de ti! —le plantó dos besos en las mejillas, dejando su labial rojo en estas.
—Tía… —el chico no estaba avergonzado, pero sí incómodo, había varias personas que los estaban viendo de reojo—Tía…
—¿Qué? —lo miró a los ojos—¿Ahora que eres licenciado te avergüenzas de tu tía favorita?
—No es eso, —le sonrió—simplemente no es necesario que hagas tanto escándalo.
—¡JA! —se separó un poco de él—Ahora resulta que está prohibido mostrar lo cuan feliz soy de que mis sobrinos favoritos se hayan graduado el mismo día.
—¿Favoritos? —enarcó una ceja—¿Qué no esos eran Gaara y Kankuro?
—Pero no les digas.
Ambos se echaron a reír y la mujer volvió a abrazarlo, casi levantándolo del suelo.
—¿Sabes dónde se metió Temari? —volvió a su postura normal.
—Dijo que quería recorrer por última vez las estancias antes de irse.
—Qué tierna, siempre hace que todo se vuelva tan nostálgico. —pero la mujer se dio cuenta de que el pelirrojo no tenía una mirada del todo feliz—¿Pasa algo, Sasori?
—No es nada, —alzó la mirada—es sólo que… me hubiera gustado que mis papás estuvieran aquí conmigo.
—Aw… —atrajo al pelirrojo de golpe, dándole otro abrazo—Siempre están contigo y están más que orgullosos de ti, pequeño.
—Sí, t-tía… —estaba tan pegado a la mujer que sentía sus latidos—¿Me dejas respirar?
Mientras tanto, una rubia se paseaba por el auditorio de la facultad, lugar donde se había llevado la entrega de títulos; subió los pocos escalones para llegar al escenario, ese lugar le traía tantos recuerdos.
—Bonitas piernas, señorita.
Se escuchó a alguien decir a las espaldas de la rubia.
—¿Qué haces aquí, Nara? —una sonrisa apareció al ver al Nara aproximarse al escenario.
—Vine a felicitar a la futura miembro de Nara's Group, —llegó hasta donde estaba la rubia—y, lo más importante, —tomó su mano derecha—mi futura esposa.
Depositó un delicado beso en el dorsal de la mano.
—¡Qué bonito el amor! —una voz femenina venía desde una de las puertas del lugar.
—Ya llegó nuestra chaperona. —el Nara rodó los ojos alzando las cejas.
—Ya te dije que no me gusta esa palabra… ¿Pero sabes cómo podría perdonarte?, si me ayudaras a bajar todos estos escalones.
La pareja rio al ver bajar de una manera tan cuidadosa la platinada que el Nara no tuvo de otra mas que ir a ayudarla.
—¿Qué haces aquí, Ino?
—¿Cómo que qué hago aquí? —llegó agarrada al brazo del Nara—Vinimos a recogerte y llevarte a comer a algún lugar muy lindo, te lo mereces, chica.
—Lo siento, pero todavía tengo que ayudar en casa para esta noche.
—Pero si de eso se está encargando tu mami, deja de preocuparte por eso y vayamos a comer todos—cuando recuperó el equilibrio se soltó del Nara—. Además, si supieras lo difícil que fue encontrarte con estos tacones—señaló su calzado—, son nuevos, apenas me estoy acostumbrando a ellos.
—Cierto, cada vez vas aumentando los centímetros a tu calzado. —soltó una risa.
—¿Entonces? —puso sus manos en sus caderas—¿Vienes? —tomó de los hombros al pelinegro—Puede venir hasta tu peor es nada, ¿okey?, para que veas que no será nada alocado, eso se verá hasta tu despedida de soltera.
Soltó un suspiro. —Está bien, pero no sólo soy yo la que se está graduando, también es Sasori.
—Sí, lo sé, ¿cómo crees que me iba a olvidar de él?
La pareja se disponía a bajar del escenario cuando la platinada interrumpió de nuevo.
—¿Saben qué los haría más mis amigos? Que me ayudaran a bajar, ¿recuerdan?, tengo tacones nuevos, soy propensa a torcerme el tobillo.
Y así se regresaron por ella y se ofrecieron como apoyo para la Yamanaka.
—Pero miren quién llegó.
—¿Nos extrañaste, Dei? —Ino se separó de la pareja para ir a abrazar al pelirrojo—No creas que me olvido de ti, Sasori.
—Gracias a dios que viniste, tu hermano no dejaba de fanfarronear.
—Pues ya no tendrás que escucharlo más que en este momento nos vamos a celebrar a los Sabaku. —la rubia se disponía a caminar cuando una peliverde interrumpió.
—¿Y tú no me vas a saludar o qué, Ino?
—Lo haría si es que te hubieras dignado a venir a mi graduación también.
—¿Así te vas a comportar conmigo? —la mujer adulta buscaba algo en su bolso.
—No se me da ser rencorosa, pero… —de repente, un brazalete de oro aparece delante de sus ojos—Aunque, pensándolo bien, no tiene sentido que me moleste contigo, siendo la tan buena amiga de mi mamá y mía igual.
—Qué difícil es hacerte cambiar de opinión, hermana. —dijo entre risas el rubio de melena larga.
—¡Pero! —hizo una pausa la Yamanaka—, a mí no es a la que deberías regalar esto.
—No hay problema, el regalo para mi sobrina estará listo esta noche en la celebración de su compromiso. —les dedicó una sonrisa a los novios.
—Entonces no perdamos más tiempo, que después tendré que irme a cambiar para la noche. —habló Ino—De seguro que Daen piensa que lo dejamos abandonado en el restaurante.
—Cierto, me había olvidado de él. —confesó el rubio.
—No hay que ser malos con él, es muy agradable—la ojiazul volteó con Temari—. ¿Por qué tú no tienes primos agradables así, Temari?
La rubia alzó los hombros. —Sen es un caso perdido, por más que he intentado congeniar con ella no puedo, pero su hermana es diferente.
—Les juro que si hubiera sido mía le hubiera puesto un buen alto desde muy escuincla. —recibió un codazo por parte de su sobrina—Es la verdad, Tema, yo no sé de dónde le habrá salido lo grosera y envidiosa, porque Yashamaru no es así, mucho menos lo era su madre.
—Nada a comparación con tu primo hermano, Shikamaru. —reconoció Deidara.
—Daen es carismático, le cae bien a todo el mundo, hasta mis padres se alegran cuando va a casa, pero no si va acompañado de su madre.
—¿Y seguiremos hablando o… —la Yamanaka hacía una seña apuntando al estacionamiento—… podemos irnos ya?
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Iban a ser casi las cinco de la tarde cuando llegaron los recién graduados en compañía de los demás, siendo recibidos por la ojicafé mencionada horas atrás.
—Bueno, querida, —decía Ino mirando de reojo a la mujer que estaba afuera de la casa—nos vemos en la noche, sorpréndeme, te tienes que ver hermosa.
—Claro que lo estará—se unió a la conversación Pakura—, estará supervisada por mí.
—Bien, entonces te dejo que no me agrada mucho que tu prima se me quede mirando de esa manera. —sonrió—¡Hasta la noche!
Los hermanos Yamanaka se despidieron desde el coche antes de arrancar.
—¡Hasta que llegan! —dijo en alto Sen, con los brazos cruzados—Ya temíamos que nos quedaran mal.
—Ay ya, por favor—Pakura se dirigía al interior de la casa—, vete a hacer otras cosas en lugar de esparcir tu amargura, niña.
—¿Y a ti quién te habló? —siguió con la mirada a la peliverde pero no tuvo más respuesta de esta—Hola, Sasori. —volvió su vista al pelirrojo, quien sólo alzó la cabeza en señal de saludo para luego meterse a la casa.
—Nos vemos esta noche. —la rubia se despedía de su prometido.
—¿Segura que no quieres que te ayude a alistarte? —la rodeó con sus brazos la cintura, atrayéndola a él.
—Tranquilo, ¿qué dirá tu madre si no llegas a la casa?
—Por favor, —la voz de Sen interrumpió—dejen de comportarse como dos adolescentes, enferman a cualquiera.
La ojiverde alzó la mirada suspirando.
—Al rato nos vemos. —se despidió del Nara con un pequeño beso en los labios.
Cuando la rubia ingresó a su hogar, Sen se acercó al pelinegro.
—Felicidades, Shikamaru, te convertirás en parte de esta familia.
—Muchas gracias, Sen, pero me parece que ya me lo habías dicho otras diez veces, ¿qué te pasa ahora?
—¿Que qué me pasa? —alzó los hombros—No sé a lo que te refieres.
—Siempre cuando me dices eso terminas tratando de convencerme en romper el compromiso con Temari. —la miraba fijamente—¿Ahora qué piensas decir?
—Date cuenta, Shikamaru, Temari no es la que dice ser.
—¿Y quién es, según tú?
—A mi prima siempre le ha gustado tener la atención de los hombres, si supieras cuántos la pretendían en la escuela. —se le acercó al hombre, quedando a centímetros uno del otro.
—Entonces debo sentirme afortunado que se haya fijado en mí y que ahora se convertirá en mi esposa. —mostró una amplia sonrisa.
—Por favor, Shika… Eres muy inteligente, usa el cerebro.
—Mira, —dio unos pasos atrás—sé que tú no respetas a Temari, pero yo sí.
—¿Y crees que ella lo hace también?
Shikamaru se relamió los labios, pasó su mano por su cabello hasta la nuca y exhaló.
—¿Por qué te haces esto, Sen? Teniendo todo para ser feliz, una familia, dinero, eres joven y bonita, si te propusieras cualquier cosa lo lograrías, pero no, prefieres amargarte la existencia y también a los que te rodean. —metió sus manos en los bolsillos del pantalón—Hasta le aconsejé a Ino que hiciera su tesis de psicología basada en ti, porque sinceramente no encuentro una razón coherente del porqué eres así. —terminó diciendo con una sonrisa burlona de lado.
En cambio, la mujer que estaba enfrente de él le estaba dando un tic en el ojo, el cual tuvo que poner su mano en la cien para controlarlo.
El Nara se dio la vuelta y caminó hacia su coche. —Y para responder a tu pregunta, sí, confío en ella. —asintió con la cabeza para después meterse en el carro e irse de ahí.
—Ya veremos si lo sigues creyendo después—su mirada oscura siguió al vehículo hasta perderse—, ciervo imbécil.
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—Pero qué hermoso vestido.
—No tienes porqué darme las gracias, cuñada, —Pakura le guiñó un ojo a la dueña de la casa—yo misma me encargué de asesorar la imagen de mi sobrina durante estos días antes de la boda.
—Está precioso—seguía admirando el vestido—, te debió costar una fortuna.
—Ya lo sabes, para mi sobrina lo que sea.
—Te agradezco mucho, tía, pero ya va siendo hora de cambiarme, si me permiten…
—Claro, claro, —las mujeres se aproximaron a la puerta—si necesitas ayuda con cualquier cosa nos dices.
—Sí, mamá. —el cerrar de la puerta se escuchó.
Entretanto, en la cocina había bastante movimiento.
—¿Crees que esté bien así de sal, Chiyo? —una castaña agarró una cuchara aparte para darle a probar a la cocinera de la casa.
—Está perfecto. Vas avanzando mucho en la cocina, Yome.
—No lo había podido conseguir sin su ayuda.
—¿Pero qué es esto? —una voz bastante conocida en el lugar se hizo presente.
—Son duraznos, —respondió la mujer mayor—se usarán para el postre.
—¿Duraznos? —enarcó una ceja—Los odio.
—Ya sabemos aquí que todo lo que le gusta a tu prima lo odias tú—la mujer terminaba de batir algo—. Aprende de tu hermana que me está ayudando a hacer la cena.
—¿Para qué? ¿Para terminar oliendo a condimentos? No gracias, para esto está la servidumbre.
Chiyo paró lo que estaba haciendo para dedicarle una mirada reprobatoria, mientras que la castaña joven agachaba la cabeza.
—¿A dónde vas con esa botella?
—¿Acaso los dueños de la casa deben responder a las preguntas de sus sirvientes? —tomó dos copas y subió las escaleras.
Entró a la habitación de la rubia sin permiso.
—¿Qué haces aquí, Sen?
—¿No puedo entrar a la habitación de mi prima? —colocaba la botella de vino en el tocador.
—De que puedes, puedes, pero debes tocar primero la puerta antes de entrar.
—Quería venir a brindar contigo por tu compromiso con los Nara. —destapó la botella—¿Ese vestido es nuevo?
—Sí, fue un regalo de Pakura.
—Eres su favorita, no hay duda. —mostró una sonrisa falsa.
—Somos sus únicos sobrinos, a base de que nunca tuvo hijos, nos trata como si fuéramos los suyos.
Terminó de servir las copas. —Eso es tan tierno por parte de ella.
Sen tomó las copas y le ofreció una a Temari.
—No, Sen, prefiero beber hasta el brindis.
—Vamos, Tema, no me rechaces, es sólo una copa. —se la iba acercando más.
—Sen, basta ya.
Pero la copa que le tendía a la Sabaku se le resbaló "accidentalmente", manchando el vestido de la rubia.
—¡¿Pero qué hiciste?! —la empujó, haciendo que la otra copa se cayera al suelo.
—¿Qué pasa aquí? —entró en la habitación la peliverde con su cuñada.
—Mira lo que hizo, mamá.
—¡Fue un accidente!
—Por dios, ¡¿cómo es posible que le sigas arruinando las cosas a tu prima? —la madre de la novia agarró una toalla para poder absorber el líquido todavía fresco.
—¿Disculpa?
—Que rompiste su muñeca, le perdiste el suéter, le manchaste el plano, ¡ahora el vestido de su fiesta!
—¿No tienes suficiente? —preguntó la peliverde.
—Pero fue un accidente.
—¿Sabes qué? —habló la Sabaku mayor—Será mejor que no salgas al patio, te quedarás en tu habitación el resto de la noche.
—¿Hablas en serio?
—Esta es mi casa, no la tuya, y si te parece injusto, pues regrésate con mi hermano.
Sen vio por última vez a Temari antes de salir de la habitación.
—¿Y ahora qué hago?, falta poco para que empiece la ceremonia.
—Pues… —pensaba Pakura—Yo tengo varios vestidos para este tipo de ocasiones, pero nos tardaríamos un poco en poderlos ajustar a tu figura. —hizo una breve pausa—¡Ah, ya! —volteó con Karura—¿De casualidad sigues teniendo el enterizo que usaste en tu boda por el civil?
—¿Cómo?
—Sí, ahora que me acuerdo, se parece mucho el diseño. —sonrió—¿Lo tienes?
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—Bienvenidos, señores Nara. —hizo una pequeña reverencia.
—Chiyo, tan amable como siempre.
—¿Y el joven Nara?
—Mi hijo decidió esperar a que baje la novia para entrar juntos. —habló el Nara mayor—Aunque pensé que ya estaría aquí, se nos hizo un poco tarde.
—En unos momentos bajará. Si quieren, por el momento, pueden ir a sentarse o hablar con los demás invitados.
—Te lo dije, cariño, —habló Yoshino—es normal que las novias se tarden más.
—Ni me lo recuerdes, aquel día de nuestra boda casi y me daba un infarto de que no fueras a llegar.
—No seas exagerado.
—¿Exagerado yo? Más bien tú, que tardaste como una hora y media en llegar.
La castaña negó con la cabeza mientras reía. —Oh, Rasa, buenas noches.
Un pelirrojo se dio la vuelta. —Buenas noches y bienvenidos.
—Hace mucho que no nos reunimos a hablar, —decía Shikaku—me imagino que te ha ido muy bien con tu programa.
—Sí, las cosas van de maravilla, somos el número uno del país.
—Y como hoy estamos celebrando la graduación de tu hija y su compromiso con mi hijo, supongo que permitirás que den la exclusiva.
—No te equivocas, Yoshino, mi mujer se hará cargo de esa nota. —dio un trago a su bebida—Pero también estamos festejando a mi ahijado, no se les olvide.
—Oh, claro, ¿Sasori, no? —preguntó la Nara.
—Así es, ahora lo llamo para que los salude.
El hombre le hizo una señal al pelirrojo, quien se encontraba hablando con otros invitados, para que viniera.
—¿Pasa algo, tío?
—Muchacho, —puso su brazo en los hombros del chico—ellos son los Nara, los padres de Shikamaru.
El pelirrojo tragó saliva. —Buenas noches, —les ofreció la mano—mucho gusto.
Mientras iban llegando todos los invitados, en la habitación de la comprometida se encontraban dos mujeres apresurándose en terminar de arreglar a la susodicha.
—¿Y? ¿Cómo me veo?
Ambas mujeres se miraron.
—Debo admitir que te queda mucha mejor este atuendo que el vestido.
—Pero ya no tenemos más tiempo que perder, —Karura tomó la mano de su hija—ya deberías haber estado abajo hace una hora.
Las tres mujeres salieron de la habitación rumbo a las escaleras principales que daban al primer piso.
—Mira quién está aquí—bajaba Pakura las escaleras agarrando la mano de su sobrina—, tan impaciente como siempre.
Al terminar de bajar, la rubia fue recibida por el Nara.
—Te ves hermosa.
—Como siempre. —bromeó—¿Te gusta?
—Me encanta, todo lo que te pones te queda perfecto.
—Gracias.
—Bueno, tórtolos, —Pakura habló—los invitados ya nos están esperando.
—Sí, nosotras nos adelantaremos, cuando estemos con los demás ustedes pueden salir, ¿de acuerdo? —dijo Karura, quien se fue en compañía de su cuñada.
El Nara le ofreció su brazo para llegar agarrados juntos a lo que la rubia aceptó sin dudar.
Al cruzar la puerta que dividía el interior de la casa con el patio, varios aplausos se dejaron venir.
—Temari… —su padre se le acercó—Te ves bellísima usando el mismo traje que usó tu madre en nuestra boda civil.
Sonrió. —Gracias, papá.
—Shikamaru, —el Sabaku se dirigió al joven—¿puedes irte sentando?, quisiera hacer un brindis primero a los recién graduados, no te preocupes, lo que queda de noche será para ustedes dos, lo digo para que no te pongas celoso. —rio.
—No hay problema, —estrechó su mano con la del pelirrojo—felicidades, Sasori.
El chico esbozó una sonrisa de lado.
—Bien, —el Sabaku llamó la atención de todos los presentes—como sabrán, hoy es un día muy especial para tres personas, dos de ellas son mi hija y mi ahijado, Temari y Sasori, los cuales se graduaron apenas hoy, muchas felicidades a mis futuros profesionales, periodista y arquitecta.
El público aplaudió a la pareja de jóvenes, la rubia de ojos aguamarina abrazó al pelirrojo que tenía a su lado, el cual lo veía como otro hermano.
Había algunos fotógrafos quienes sacaban capturas del momento.
—Y ahora, me hace un honor anunciar la incorporación de un nuevo miembro a nuestra gran y hermosa familia, Shikamaru y Temari, quienes unirán sus caminos muy pronto.
—Siempre tan ceremonioso mi hermano. —dijo Pakura mientras aplaudía junto con todos los demás.
—Aunque confieso que esperaba más palabras emotivas. —habló una castaña, la cual se encontraba sentada al lado de la peliverde.
—Se las está guardando para la boda, es eso. —su mirada divisó la mesa que estaba al otro lado, en la esquina—Tus hijos como siempre guapos. ¿Ya tienen pareja acaso?
Suspiró. —Oh, no, siguen estando solteros, pero algo curioso de ellos es que si uno consigue pareja al poco tiempo el otro también la tiene, pasa igual con los ligues.
—Debe ser el poder de ser gemelos, ¿no es así? O bueno, eso es lo que dicen algunos.
—No creo mucho en esas cosas, pero ellos hacen que lo haga cada día más.
Mientras tanto, en la otra mesa.
—Ya me cansó el discurso del señor Sabaku. —la platinada dirigió su mirada al chico que tenía a lado—¿Qué opinas, Gaara?
—¿A qué te refieres?
—¿Cómo se siente que tu hermanita se casará antes que tú? —su tono era burlón.
—Nada especial, me siento feliz por ella, eso es todo.
—¿Te agrada la idea que se case con mi mejor amigo?
La miró de reojo. —Pensé que el que había estudiado periodismo había sido Sasori.
—Así es, yo estudié psicología. —dijo orgullosa la platinada.
—¿Te quieres callar? —le dijo al oído su hermano—En lugar de atosigar a Gaara, mejor ponle atención a la cara de Sasori.
—Cierto, se ve un poco…
—Triste. —completó Deidara.
—Exacto. —le dio la razón la platinada.
—Fue una lástima que nunca le haya podido declarar su amor a Temari. —una voz al final de la mesa llamó la atención de los jóvenes.
—¿Cómo dices, Daen?
—Sasori me lo dijo—tomó un sorbo de su copa—, una vez que fuimos a comer saliendo de la facultad.
—¿Y por qué no se lo dijo? —ahora Ino estaba más interesada en ese tema.
—El pobre se dio cuenta mucho después, no tiene mucho tiempo que me lo dijo tampoco eh.
—Bueno, —interrumpió el rubio—¿y tú por qué estás tan interesada? —se cruzó de brazos—¿Acaso querías que se pusiera en dilema la pobre?
—No es eso, para nada, —se quedó pensando—pero guardarse algo así es muy malo, lo sé porque yo estudié- —la interrumpieron, haciendo que se parara junto a los demás.
—Les pido a todos alzar sus copas para brindar por la futura vida de los próximos recién casados. —dijo en voz alta el Sabaku mayor.
Seguido del brindis, los novios se dieron un delicado beso a lo que provocó más aplausos y deseos de buena suerte, todo esto a unas miradas con alegría y otras que no estaban del todo de acuerdo con el emparejamiento pero que lo disimulaban muy bien.
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Continuará…
