El sonido de choque resonaba en los intrincados corredores y paredes del octavo piso del calabozo, un laberinto de cavernas. En una de sus salas se encontraban dos aventureros: un albino con una espada y una elfa que se defendía con un bastón, de nivel 1 y nivel 3 respectivamente. A pesar de la aparente debilidad del chico, seguía abrumando a la elfa.

Lefiya había pedido entrenamiento a Bell, fascinada por sus habilidades en combate, especialmente su dominio del canto concurrente, algo que ella no lograba entender del todo. A pesar de ser un aventurero novato, Bell demostraba manejar técnicas consideradas de alto nivel.

Por eso, Lefiya había solicitado este entrenamiento para aprender el canto concurrente y no depender siempre de la defensa de sus aliados en batalla. Bell estaba evaluando su capacidad.

"Intenta comenzar con el encantamiento más ligero que conozcas y trata de esquivarme", le había dicho Bell a Lefiya.

Sin embargo, en todos los intentos, Lefiya perdía la concentración, aunque por suerte nunca llegó a lanzar un Ignis Fatuus, pero siempre existía el peligro.

Finalmente, el albino se detuvo con una sonrisa y, sin querer, reveló parte de su figura mientras ajustaba su camisa. Lefiya notó que, aunque delgado, tenía un físico bien trabajado para su edad.

— Está bien, detengámonos.

— ¿Eh? ¿Tan mal lo estoy haciendo?

— No me refiero a eso. Ya sé lo que necesitaba saber.

Lefiya inclinó la cabeza ante la declaración de Bell, mirándolo con curiosidad.

— Entiendes los fundamentos de la técnica y la parte teórica, así que no tengo preocupaciones en ese sentido. Sin embargo, necesitamos trabajar mucho en la práctica.

Bell giró la espada en su mano antes de apoyarla en su hombro, mostrando una sonrisa confiada.

—Voy a preparar un plan de entrenamiento para ti y te daré un régimen de práctica. Mi madre me entrenó en un mes y me dio técnicas que no olvidaré en años, ¡Así que haré lo mismo contigo en un mes!

Lefiya frunció el ceño ligeramente. ¿Aprender una técnica tan compleja en un mes? Algo no cuadraba. ¿Tal vez sería un entrenamiento espartano?, aunque Bell parecía entusiasmado con la idea. Sin embargo, antes de que pudiera pensar más, Bell la cargó de repente, esquivando un ataque de un monstruo.

La elfa se sorprendió por la inesperada acción, sintiéndose ruborizada por ello. Bell la cargó como si fuera una doncella en peligro.

—¡Gospel!—gritó Bell mientras dirigía su espada hacia un lado, lanzando una onda de sonido y choque que derribó a una hormiga, haciendo que el monstruo explotara y dejara solo su piedra mágica.

—Lo siento, sé que eres más fuerte, pero tenemos que ocuparnos de algo —dijo Bell mientras dejaba a Lefiya en el suelo y se lanzaba al ataque contra los monstruos insectoides que inundaban la habitación.

Lefiya observó cómo el albino cortaba a los monstruos con movimientos feroces, como si fueran mantequilla.

—Es como ver a...

—Aiz —completó una voz que Lefiya conocía.

La rubia se giró, sorprendida al reconocer a un grupo de su familia: Finn, Riveria, Tiona, Tione y finalmente Aiz.

—Pensábamos hacer una pequeña expedición entre nosotros y veníamos a buscarte. No esperábamos encontrarte aquí con él —explicó Finn con una sonrisa encogiendo los hombros, antes de dirigir su mirada hacia Bell.

El estilo de esgrima de Bell era bastante curioso, combinaba perfectamente la agresividad y la agilidad, también era notable la astucia de cada movimiento del albino. Atacaba con fiereza, eso era claro, pero nunca se detenía en sus movimientos, dependiendo de sus piernas para mantener el movimiento rápido.

—Cómo un León y un conejo —declaró Finn, mirando a Bell en acción.

Riveria asintió, captando la atención de todos por sus palabras. Bell seguía combatiendo a los monstruos que invadían la sala desde los tres pasillos, demostrando un juego de pies enrevesado, alternando entre avances y retrocesos, cortando con fuerza y sutileza. Sin embargo también había algo que le estaba empezando a comer la cabeza a Riveria lentamente, algo que no era capaz de entender del todo por más que lo miraba.

¿Cómo es que Bell tenía tanta experiencia en combate? No parecía tener más de los catorce, y si su teoría era correcta, incluso con el entrenamiento de Alfia y Zald, Bell aún debería tener cero experiencia en combate real, lo cuál, contrastaba con lo que estaba mirando.

Eso sencillamente la hizo preguntarse: ¿Qué tuvo que vivir?

—¡Gospel! —volvió a gritar Bell, lanzando ondas de choque que destrozaban a las hormigas en pedazos y dejaban sus piedras mágicas en el suelo.

—Aquí viene… —murmuró Lefiya, viendo a Bell activando Al Questa y destruyendo a una hormiga con una mordida, aumentando significativamente su poder. Finn sintió un escalofrío leve; había visto esa habilidad activarse más veces de las que le gustaría admitir.

—Parece que mi teoría era correcta. Su fuerza depende de lo que come —dijo Lefiya con una sonrisa, recordando las veces anteriores que había visto esa habilidad en acción.

—¿Qué? Solo has visto esa habilidad una vez y ya haces suposiciones —comentó Tiona, sorprendida.

—De hecho, es la cuarta vez que lo veo —respondió Lefiya con una sonrisa— La primera fue con el minotauro que se nos escapó. Bell aumentó su poder después de comer su carne. La segunda fue cuando se enfrentó a Bete; una mordida en el hombro le dio la fuerza para dañarlo. La tercera fue con los monstruos planta, y esta es la cuarta.

—La calidad y la cantidad también son factores importantes —Riveria intervino

Con cada monstruo que Bell devoraba, aumentaba la fuerza de sus movimientos. Había aprendido a usar sus dientes como un arma secundaria entre sus ataques.

Finalmente, los monstruos dejaron de llegar y Bell se detuvo, apenas cansado y con uno o dos rasguños que se cerraban rápidamente. Sonrió al arrojar la sangre de su espada al suelo y envainarla, luego se volvió hacia Lefiya, dándose cuenta de las presencias adicionales.

— Oh... Eh, buenas tardes jeje...

X X X X

Bell regresaba finalmente a la casa de la familia Hestia con una considerable cantidad de dinero que planeaba usar para comprar equipo defensivo con Eina al día siguiente. Necesitaba organizarse rápidamente antes de adentrarse adecuadamente en la mazmorra. Sin embargo, algo en su interior lo hizo detenerse por un momento, como si presintiera algo malo. Siguiendo su instinto, decidió investigar.

Caminó por un callejón oscuro que parecía sacado de las pesadillas más sombrías, donde uno podría deshacerse de un cuerpo sin que nadie lo encontrara hasta mucho después.

En ese instante, escuchó un grito desesperado:

—D-Déjenme!

Los sensores de peligro de Bell se activaron como una llamarada de Rea Ambrosia. Actuando por puro instinto, agarró su espada y corrió hacia el sonido. Justo a tiempo, detuvo un golpe dirigido a una pequeña chica pallum de cabello castaño. Sin dudarlo, cargó a la chica en sus brazos y saltó hacia atrás para esquivar a los agresores, dos hombres que lo miraban con sorpresa por interrumpir su ataque.

La pallum, inicialmente asustada, se sintió aliviada al ver a Bell. En un rápido movimiento, Bell lanzó un ataque invisible de ondas de choque, golpeando a los hombres y dejándolos gravemente heridos. Mantuvo su espada entre ellos y la chica, protegiéndola.

—No sé cuál sea su problema con ella, pero atacar a una chica indefensa es despreciable —declaró Bell, manteniendo su postura defensiva mientras los hombres, incapaces de escuchar debido al dolor de sus oídos sangrantes, se recuperaban.

La pallum miró a Bell con sorpresa y temor, pero él la tranquilizó bajándole al suelo con cuidado.

—Lo siento, no puedo pelear con un solo brazo. Por favor, quédate detrás de mí. No permitiré que te hagan daño —le dijo Bell con una sonrisa tranquilizadora antes de volver a adoptar una posición de combate.

Los hombres, como animales salvajes, se lanzaron sobre Bell con furia. Bell respondió con movimientos rápidos y precisos: bloqueó y desarmó a uno, luego golpeó al otro en el estómago, dejándolos fuera de combate. Luego, utilizó su magia.

—Gospel.

Una onda de choque lanzó al hombre mapache de espaldas, inconsciente. Bell acabó con ellos con la misma facilidad con la que había comenzado el enfrentamiento. Envainó su espada con una sonrisa y se acercó a la pallum, notando una enorme mochila en el suelo que presumió pertenecía a ella. La recogió y se la ofreció.

—¿Esto es tuyo?

La chica asintió tímidamente, y Bell le entregó la mochila con una sonrisa.

—Gracias, amo aventurero... Lili agradece tu ayuda —respondió la pallum, aunque le sorprendió un poco que Bell hablara de sí misma en tercera persona.

—No te preocupes. Es deber de un héroe salvar a una doncella en apuros —dijo Bell amablemente, poniendo una mano en la cabeza de Lili y acariciando su cabello. Esto la tomó por sorpresa, pero pronto comenzó a sonreír tímidamente, agradecida por el gesto de afecto de Bell.

Aunque no entendía del todo la situación, se sentía reconfortada. Nunca había experimentado algo así antes, pero estaba agradecida por haber sido defendida contra aquellos hombres. Guardó la imagen de Bell en su memoria mientras se alejaba un poco y hacía una pequeña reverencia, gesto que Bell detuvo con un leve movimiento de cabeza. Era evidente que Lili quería expresar su gratitud, pero Bell no había ayudado esperando algo a cambio; simplemente había visto a alguien en problemas y actuó.

X X X X

Bell se encontraba de pie en la plaza frente a Babel, esperando pacientemente a Eina. Su mente divagaba entre la tarea pendiente de buscar equipo defensivo y los recuerdos de la chica que había rescatado la noche anterior. Aunque la había llevado a un lugar que ella aseguró como seguro, aún no podía sacudirse la sensación de que tal vez no había sido la mejor opción para ella.

La culpa lo carcomía ligeramente, pero decidió apartar esos pensamientos por un momento mientras observaba a su alrededor. Llevaba la espada Ignis Heros a su lado, un recordatorio constante de su creciente habilidad y las expectativas que otros aventureros y la gente de la ciudad tenían sobre él. Aunque para Bell, seguía sintiendo que estaba lejos de alcanzar el nivel de los prodigios que fueron sus mentores, a quienes admiraba profundamente y cuyos pasos deseaba seguir algún día.

Cuando notó una mirada fija sobre él, se giró y se encontró con una hermosa medio-elfa que lo observaba con una sonrisa intrigante. Preparándose mentalmente para el desafío de elegir el equipo adecuado, Bell se recordó a sí mismo que su ascenso rápido no significaba que ya hubiera alcanzado la cima de los aventureros, no iba a dejar que se le subiera a la cabeza.

El sueño de Bell era que su habilidad con la espada alcanzara un nivel comparable al de sus mentores. Sin embargo, intentaba mantener la humildad y no dejarse llevar por el creciente reconocimiento que estaba ganando entre sus compañeros y en la ciudad.

Finalmente, llegaron al piso de una armería de la familia Hefesto, donde los precios de las armas y armaduras, a menudo inalcanzables para un aventurero novato como él, lo sorprendieron gratamente. Eina explicó que esta tienda estaba destinada a los herreros novatos de la familia, quienes buscaban ganar experiencia y reputación antes de poder sellar sus creaciones como auténticas obras de Hefesto. Bell asintió con entendimiento, admirando la dedicación y el proceso que implicaba la creación de cada pieza.

Decidido a encontrar un equipo defensivo que no solo fuera efectivo sino también cómodo para sus movimientos rápidos y precisos, Bell se adentró en la tienda. Descartó rápidamente las opciones de cuero y armadura pesada, sabiendo que su estilo de combate requería algo más ágil pero igualmente resistente.

Entonces en su vista entró un cierto brillo que lo hizo acercarse a una estantería dónde reposaban dos cajas, tomando lo que parecía ser un brazal plateado que sopló para limpiar del polvo que había acumulado con el tiempo de estar asentado ahí en esa esquina.

Revisándola bien, era una armadura completa, sin embargo parecía ser una armadura completa para un aventurero que usaría sobre todo la velocidad, puesto que aunque cargaba placas de acero por todo el cuerpo, la armadura tenía ligereza y los fragmentos segmentados prometían dar una gran libertad de movimiento.

Bell admiró cada pieza de la armadura con un sentimiento creciente, algo que lo hacía sentirse enamorado de la armadura, se imaginó a sí mismo usándola, viéndose de cierta forma "Genial", aunque, todo lo demás cambió cuando al fondo de la segunda caja encontró la pieza más importante de la armadura.

Un escudo.

Era un escudo mediano, con forma de punta invertida que aunque tenía una apariencia bastante estilizada estaba seguro de que podría defenderlo con gran precisión, y la mejor parte era de hecho, la frontal.

La heráldica del escudo, grabado en el frente del escudo estaba el diseño de la cabeza de un León y un Conejo, ambas mirando a lados completamente opuestos, lo cuál a Bell se le hizo realmente extraño.

De cierta forma le recordaba al estilo de combate que desarrolló en el desierto.

Pues el conejo y el león eran dos figuras que aunque contradictorias, iban de la mano, la ferocidad, la valentía y la voluntad del león contrastaba perfectamente con la astucia y la precaución del conejo, dos figuras que juntas eran realmente armónicas. Ese era el sentido artístico que tenía el escudo.

Aunque, realmente y con toda probabilidad, el diseño era algo que el herrero eligió porque se veía bien, y él estaba sobre analizando el escudo. La verdad ver esa clara demostración de ambas partes de un aventurero lo había cautivado, y de la misma manera Bell finalmente se decidió a llevarse ese conjunto a casa.

Sin saberlo, esa elección lo prepararía para un episodio intrigante y desafiante en su vida cómo aventurero.