Noviembre 2019, París.

Pese a no estar del todo segura de si él la había visto o no, se sintió tan humillada al observarlo en un acto que antes compartía sólo con ella, que el desorden hormonal con que cargaba desde hacía un par de meses, se hizo presente de manera imprevista. A trompicones llegó al elegante cuarto de baño del salón de eventos, sin siquiera revisar si estaba sola o no, abrió un cubículo y se sentó sobre el retrete a llorar. Lloró por todo y nada, por mil razones y sin saber muy bien por qué; así transcurrían sus días, en una montaña de emociones que no lograba controlar.

Durante semanas pensó que era normal estar tan sensible, que era parte de un cuadro depresivo por el que atravesaba. Sin embargo, su terapeuta le rebatió que no cumplía con los criterios mínimos del DSM-V*. No presentaba anhedonia, insomnio ni pensamientos catastróficos, y que, según su opinión profesional, sólo estaba atravesando un duelo que abarcaba varios aspectos de su vida, que debía aprender a captar sus emociones más que luchar contra ellas. Todo esto a raíz de que, si no fuera por las imprevistas fluctuaciones emocionales, su vida podría considerarse relativamente normal, muy triste y desbaratada, pero teniendo en consideración todo lo ocurrido, nada inesperado.

Seguía saliendo a trotar en las mañanas, aunque más tarde de lo habitual ya que le costaba levantarse en las mañanas y, si bien su vida social era casi inexistente, la razón era porque, en el caso de Marie, ella le dijo que necesitaba espacio, que todo lo ocurrido con Fersen y su muerte era algo que quería lejos de su vida. Y, al contactar a Alain para pedirle el nuevo número de André, se encontró con otro muro: sus amigos se negaron a involucrarse de cualquier forma posible, Alain se sentía comprometido a respetar los deseos de André y Víctor, jamás se involucraba en nada. Por lo que, sintiéndose tan devastada, era difícil hablar de algo más. Era cierto, estaba sola, pero no porque quisiera aislarse.

Con todos esos antecedentes, terapeuta y paciente concluyeron que sus cambios emocionales no se debían a algo netamente psicológico. Era necesario investigar más.

Fue así como tras un chequeo físico completo, que estaba principalmente enfocado en detectar posibles problemas a la tiroides, o algún otro desorden hormonal producto de los excesos con medicamentos y alcohol, supo que tenía casi 12 semanas de embarazo. El impacto fue como una bola de nieve depositada en su estómago, máxime si consideraba que llevaba meses pensando que nunca tendría hijos debido a todos sus problemas ginecológicos y, pese a eso, junto a André siempre tomó precauciones… Excepto el día del compromiso de Alain y Víctor. No obstante, después del shock inicial, una dulce alegría la inundó. Algo inexplicable se instaló en su interior.

Y ahora, que estaba en la boda de sus queridos amigos, sentada en un retrete lleno de accesorios de mármol y dorado, llorando como si el mundo se fuera a acabar y con la ilusión de decírselo a André deshecha, nada tenía sentido. Apenas recibió la invitación a la fiesta lo vio como una oportunidad, ensayando una y otra vez cómo hablar con él, dispuesta además a darle todas las garantías que le pidiera para estar presente en la vida de su hijo, aunque no quisiera volver con ella. Pensó nuevamente en acercarse y pedirle que la escuchara, pero, al mismo tiempo, se maldijo por pensar siquiera en humillarse. Pues pese a que una recién descubierta humildad la empujaba a decirle la buena nueva a su quien fuera pareja, algo muy arraigado en su interior se lo impedía, más aún al verlo acompañado y concentrado en evitarla. Después de todo, las personas no cambian de la noche a la mañana y el orgullo no se diluye como la sal en el agua.

No obstante, de algo habían servido sus sesiones de terapia, alcanzó pequeños avances y, a pesar de que estaba en medio del pedregoso camino de reconstrucción personal, que comenzó cuando finalmente logró el tan anhelado insight, ese momento de reflexión que, según los estudios neurológicos, literalmente ilumina el cerebro, se dio cuenta de que no era una persona defectuosa como muchas veces pensó, simplemente no sabía amar como André esperaba.

No sabía expresar sus emociones con libertad, no podía, era como si algo en su interior se lo impidiera. Pero no todo fueron avances en su autoconocimiento en lo que a relaciones interpersonales respecta, pues también aprendió a aceptar que era egoísta, impulsiva, obsesiva y soberbia, y que, si quería tener una relación sana, con quien fuera, tenía mucho que mejorar. En algún momento temió padecer un trastorno de personalidad como Fersen, que era un declarado narcisista. Pero no, simplemente ella no sabía gestionar sus emociones y le costaba ver sus propios defectos, ya que acostumbraba a esconderlos bajo la autosuficiencia que la caracterizaba.

Después de acabar con todo el papel higiénico del cubículo secándose las lágrimas y limpiándose la nariz, salió para lavarse la cara. Aún no se despedía de los recién casados, y no quería mortificarlos al verla en esas condiciones.

Quiso que la tierra se la tragara apenas abrió la portezuela: la mujer que acompañaba a André estaba ahí, perfecta y retocándose el maquillaje.

-Ay, pero cariño- la joven se le acercó -¿Estás bien? ¿Te puedo ayudar en algo?- preguntó con genuina preocupación al verla tan descompuesta.

Oscar intentó sonreír antes de contestar:

-No es nada. Estoy bien.

-Toma- le extendió la polvera – Si no quieres que se note que lloraste…

Oscar agradeció y, después de refrescarse el rostro, disimuló un poco el rojo de sus ojeras y nariz.

-Eres muy amable- le dijo devolviéndole el maquillaje.

-Es que la vida por fin me sonríe. Llevo un mes saliendo con quien creo es el hombre de mi vida- se cubrió las mejillas en un candoroso gesto –Casi no puedo creerlo, es perfecto… Tan atento… Y una fiera en la cama- se cubrió la boca y río –No puedo creerlo, me siento en las nubes. Es como ganar la lotería…

-Me… Me alegro mucho por ti.

-Puede que la próxima boda sea la mía… Nunca había estado tan segura de algo tan pronto… es todo perfecto… estoy feliz…

Oscar cerró los ojos y dejó de escuchar. Respiró profundo y dijo:

-Me tengo que ir. Gracias por la ayuda.

Antes de que sus emociones nuevamente la traicionaran, caminó lo más rápido que pudo por el pasillo que llevaba al salón. Al final de este vislumbró la silueta de André, probablemente esperando a su acompañante. Con dolor vio que se volteaba para no toparse con ella. Apuró el paso, tenía que salir rápido de ahí. Paso cerca de él, lo más cerca que estuvo en meses y sintió que su corazón se rompía en mil pedazos. Sé mordió los labios para no llorar nuevamente.

En cuanto se acercó a la mesa principal, los novios se pusieron de pie. Se esforzó en sonreír y le deseó lo mejor del mundo a sus queridos amigos. Ambos dichosos e ilusionados con la vida que comenzaban ese día. Víctor la estrechó entre sus brazos y le dio un cariñoso beso en la coronilla. Alain la alzó del piso e hizo girar. Oscar rió con ellos y se secó las lágrimas de emoción que escaparon de sus ojos.

-¿Todo bien?- preguntó Alain.

-Perfecto- contestó Oscar –Estoy muy feliz por ustedes, sólo es eso. Se hace tarde, debo irme- se arrebujó el grueso abrigo de color negro que vestía –Mañana debo acompañar a mamá al médico.

Víctor apoyó una mano en el hombro de su ahora marido, al ver que este arrugaba el entrecejo en un preocupado gesto e intentaba insistir.

-Cuando lleguemos de Cancún, nos vemos y hablaremos de todo lo que ha pasado en estos meses- dijo Víctor, dando por cerrado el tema y en un intento de calmar al siempre sobreprotector Alain.

Oscar aprovechó la oportunidad y luego de asentir se marchó.

It's not

What you thought

When you first began it

You got

What you want

Now you can hardly stand it though

By now you know

It's not going to stop

It's not going to stop

It's not going to stop

'Til you wise up

Al llegar a casa de su madre, donde se instaló de forma permanente al saber de su embarazo, aceptó gustosa el té que la empleada que la recibió le ofreció. Sentada en la cocina, comió a pequeños bocados algunas galletas saladas, lo único que toleraba a esa hora de la noche.

-¿Hija?- dijo Georgette entrando a la cocina, e intentando disimular la preocupación que la tristeza de su hija le causaba.

-¿Puedes acompañarme mañana al ultrasonido? - contra preguntó Oscar, contestando así la interrogante no formulada y, refiriéndose al examen que había programado en una consulta privada, pensando en la posibilidad de que André quisiera acompañarla.

Georgette se sentó a su lado y la abrazó de los hombros.

-Claro que sí, mi amor. Estaré a tu lado todo el tiempo que lo necesites. Todo saldrá bien- intentó consolarla, al ver que un par de lágrimas se deslizaban por las pálidas mejillas de su hija. -Pero recuerda, nunca es tarde para cambiar de opinión e intentar arreglar las cosas, todo niño necesita un padre.

-o-

Debía admitirlo, en más de una oportunidad se encontró a sí mismo observándola. La encontró pálida y delgada. Incluso notó que apenas probó la cena y que no bebió más que agua. También le llamó la atención que no se quitara el abrigo. Seguramente estaba con conductas poco saludables nuevamente. ¿Demasiado alcohol y su consiguiente resaca? ¿Exceso de deporte? ¿Enganchada a los analgésicos? ¿O quizás habría retomado la terapia que tan bien le hacía? Se preguntó preocupado, como cada día que pensaba en ella. Sin embargo, ¿qué podía hacer con una mujer así? Con alguien que no dejaba entrar a nadie en su vida, que no hablaba y no compartía su visión ni concepto de pareja. Nada. Ni tampoco lo quería, y, pese al dolor que le provocaba recordarla, no estaba arrepentido de su actuar. Era lo mejor para ambos.

You're sure

There's a cure

And you have finally found it

You think

One drink

Will shrink you 'til you're underground

And living down

But it's not going to stop

It's not going to stop

It's not going to stop

'Til you wise up

Quería un amor bueno, sin dobleces ni angustias, algo como lo que creció viendo en sus padres. Sin embargo, y teniendo en consideración el estrepitoso fracaso vivido, y la pérdida de años invertidos amando a alguien como ella, no era el momento. Estaba lejos de querer otra relación así de seria. Alzó la copa para beber un trago de vino, el hombro le dolió.

-André, vamos a bailar.

-No, ya te dije que no bailo- le contestó a Natalie, la chica con quien salía de hace algunas semanas. Por el rabillo del ojo, notó el dulce puchero que ella hizo –Aún me duele el hombro- dijo intentando suavizar el rechazo –Pero ve tú, diviértete.

La joven negó con la cabeza y continuó mirando hacia la pista. Era obstinada y André sabía que insistiría en la próxima canción. Tendría que terminar con ella antes de que fuera demasiado tarde, se estaba volviendo demasiado personal y no quería eso. La joven le pidió acompañarla a los lavabos.

Al verse arrinconado en el pasillo por la estupenda rubia, que no cejaba en sus esfuerzos por hacer lo que ella quería, hizo lo que mejor sabía hacer: la besó como a ella le gustaba. Intenso e íntimo. Y él también lo disfrutó, por supuesto, no iba a ser cínico a esa altura de su vida. Al separarse, Natalie fue a su destino y el volvió al salón, la esperaría ahí, al final del pasillo.

Tras un rato vio que Oscar caminaba en su dirección. Hizo lo que sus vísceras le indicaron: la evitó. ¿Es que acaso no podían comportarse como dos adultos o de manera más civilizada? La verdad es que no, aún no. Sintió un pinchazo en el hombro, como si su cuerpo le recordara cada traición cometida. Maldijo por lo bajo.

-¿Pasa algo, cariño?- preguntó Natalie llegando a su lado -¿Bailemos?- insistió.

Él negó mientras pensaba en cómo romper con ella sin ser demasiado miserable. Difícil, más aún después de llevarla a una boda, pero tampoco hizo promesa alguna, solo cometió el error de pedirle que lo acompañara a esa fiesta. Sin palabras la guió de regreso a la mesa.

A lo lejos vio como Oscar se marchaba tras despedirse de los festejados. El cabello suelto ondeando con los rápidos pasos. Sintió que los dedos le picaban de ganas de tocarla, al tiempo que un molesto pinchazo en el hombro le recordaba que debía mantenerse lejos, que aún no toleraba tenerla cerca, que no podía ni siquiera hablar con ella. Eran muchos los problemas, demasiadas las diferencias. Se bebió todo el vino que quedaba en su copa. Un diligente mozo la rellenó rápidamente.

-André, creo que es hora de irnos.

La voz de Natalie lo hizo cortar el hilo de sus pensamientos. La chica amaba dar instrucciones y era rubia. Sonrió irónico al darse cuenta del patrón definido. Era la primera mujer con la que salía de qué rompió con Oscar, y recién después de un par de semanas se animó a intimar con ella. Ridículamente había dudado de su respuesta física, pero cumplió como siempre y lo disfrutó; aunque después del orgasmo sintió que ella le molestaba.

Prepare a list of what you need

Before you sign away the deed

'Cause it's not going to stop

It's not going to stop

It's not going to stop

'Til you wise up

No, it's not going to stop

'Til you wise up

No, it's not going to stop

So just, give up

La conoció en sus sesiones de fisioterapia en el hospital al que fue derivado. Ella era kinesióloga, joven, dulce y simpática. ¿Qué podría salir mal? Aparentemente nada. Pero no fue así.

-Vete tú. Me quedo- le dijo serio.

-Pero…

-Vinimos en tu auto, yo pediré un taxi. No has bebido, puedes conducir- contestó como un patán.

-Pero ¡André!

La ignoró y fue a la barra del bar por un whisky. A su lado llegó Diane. Luego de saludarla, la invitó a bailar. En uno de los giros que ambos dieron, vio como Natalie se marchaba indignada. Problema resuelto.

Bailó el resto de la fiesta con la preciosa y soltera hermana de Alain. Rio como hace rato no lo hacía, Diane tenía un sentido del humor liviano y chispeante. Era como una cascada de agua cristalina que hermosea cualquier paisaje.

En algún momento de la noche, ya cerca de la madrugada y luego de beber más de la cuenta, se sentó un rato junto a los novios. Volvió a sentir esa envidia que le quemaba las entrañas, cuando caía en cuenta de que nada de lo que una vez pensó se cumpliría. Esforzándose en ocultar todo lo que pasaba en su interior, bromeó y contestó las pullas que Alain le lanzó por ser abandonado en plena boda. Siempre intentando averiguar un poco más de su vida amorosa, por supuesto, aunque cumpliera cabalmente la promesa de no interceder entre él y Oscar.

-Así es la vida, no necesito más compromisos- dijo André evadiendo el tema -Menos ahora que tendré menos tiempo.

-Diablos, no te imagino convirtiéndote en un ratón de biblioteca- Alain se rascó el mentón perfectamente rasurado -Pensé que seguirías en investigaciones y asalto después de recuperarte.

-No tengo tu energía- André le palmeó el hombro con cariño -Es un buen cambio de rumbo- encogió los hombros -Siempre me llamó la atención saber lo que pasa en las fiscalías. Y el ya tener el bachillerato me facilita todo, Si saco la maestría, en 4 años puedo postular a ser fiscal o incluso juez.

-Siempre es bueno tener a alguien en el poder judicial- bromeó Alain -Más aún cuando mi marido insiste en sus prácticas no tan santas….

-¡Hey!- Víctor se carcajeó -Solo las utilizo cuando el caso lo amerita. Además, no soy responsable de que la gente no cuide su huella digital.

Los tres hombres rieron sonoramente.

-¿Cuando regresarás a servicio?- Alain cambió de tema -¿Qué te dijo el fisioterapeuta? ¿Recuperarás la movilidad completa?- sacudió la cabeza con seriedad -Espero que ese sueco de mierda se esté pudriendo en el infierno.

Víctor entrecerró los párpados al ver, durante unos segundos, que la mira de André se ensombrecía.

-Sí. Si completo bien la terapia, no debería tener problemas- un molesto pinchazo en el hombro, lo hizo hacer una mueca.

-Te podría haber desgraciado ese maldito- murmuró Alain.

-Sí, podría haberme desgraciado- masculló de regreso André –Bueno, creo que pediré un taxi. No quiero ser de los que hay que echar de una boda- se carcajeó.

Alain y Víctor notaron que esa risa no le llegaba a los ojos, él ya no era el mismo y, aunque no entendían por qué insistía tanto en evitar a Oscar, llegando al punto de cambiarse de casa y de número de teléfono, la verdad es que tampoco tenían ánimo de inmiscuirse. Cuidar la familia que iniciaban era la prioridad.

Efusivos y alegres abrazos despidieron a los amigos, mas cuando André se separó de Alain, durante un segundo, el primero mantuvo la cabeza gacha y suspiró pesadamente, el alcohol traicionando la máscara que siempre llevaba.

Rápidamente André se recompuso y se encaminó hacia la salida del salón. Mientras se alejaba, los recién casados se miraron. Ambos notaron que ocurría algo que ellos no sabían.

-No es nuestro problema- sentenció Víctor antes de tomar con una mano la mandíbula de Alain para que lo mirara –Despidamos a esta gente, te quiero debajo mío, pronto.

-Veremos quien termina debajo de quien- contestó Alain con ese brillo en la mirada que hacía que Víctor se derritiera. Tomándolo también del rostro lo besó feroz y lobuno.

Ya casi sin invitados y, sobre todo, sin los padres de ambos, dieron rienda suelta a la pasión que siempre los desbordaba. De fondo sonaba "I wanna be yours" de Arctic Monkeys.

Sin separarse se apoyaron en un muro del salón. Con la fiesta terminando, el DJ bajó las luces. Los alientos tibios se confundían, las caderas de ambos chocaron entre sí. Alain, moviéndose como muy bien sabía hacerlo, rozó su miembro que empezaba a erectarse con el de su marido. Víctor gruñó.

-Si no fueras mi hermano, diría que esto es lo más erótico que he visto.

La voz de Diane los hizo separarse. Alain respiró un par de veces, antes de voltear hacia su hermana con un brillo travieso en los ojos.

-Me voy- la joven se despidió rápidamente de los recién casados con un beso en la mejilla de cada uno -Y perdón por la interrupción…- comenzó a reír - Víctor, ¡llévalo a un hotel!- gritó alejándose y acelerando el paso.

Corrió a la salida, encontró a André subiendo a un taxi. Alcanzó a afirmar la puerta antes de que se cerrara.

-Compartamos el auto- le dijo con personalidad y sentándose junto a él.


Septiembre de 2021, Le Tréport.

Pese a que desde junio estaba instalada en Le Tréport, aún se sentía ajena a ese pintoresco pueblo costero; si es que aún, en pleno siglo XXI, podía llamarse pueblo, pues lo único que caracterizaba a la localidad como una pequeña urbe, era que todo el mundo se conocía, todos se saludaban, todos compartían, menos con ella y su familia. Ni siquiera quienes trabajaban a su lado se acercaban más que lo necesario.

Instalarse no fue fácil, Camille apenas había alcanzado el año y dos meses de vida cuando se mudaron. Si no fuera por su madre, que la acompañó en todo momento y aún la ayudaba, al menos hasta que ambas se acostumbraran a su nuevo hogar, habría sido un proceso catastrófico.

Pero no todo era negativo, el aire era mucho mejor que en París y el clima costero era bastante agradable, aunque un poco más frío debido a estar en la región alta de Normandía, pero, lo más importante, era la bajísima tasa de delitos. Todo se reducía a uno que otro hurto menor. Disputas entre vecinos o comerciantes marítimos. Los mismos parroquianos que, cada quince días, se pasaban de copas en los bares de siempre, justo en época de paga. Todo predecible.

Y el sistema escolar era tranquilo, no había colegios de élite y todo era comunitario. Educación de calidad y a bajo costo, al igual que la salud.

La casa que consiguió gracias a las influencias de su nuevo puesto, era perfecta. No demasiado lejos del ruido del centro del pueblo, pero lo bastante aislada para vivir tranquila. Tenía tres habitaciones, una para ella, otra para su hija, y la tercera para quien la visitara. Esta última temporalmente ocupada por su madre. Vallas blancas y deslavadas la separaban de la arena de la playa. El mar lo suficientemente lejos, pero aún arrullándola con su sonido.

Todo coronado con el hecho de que Camille amaba jugar en la arena, gritaba y aplaudía con sus manitas cuando ella o Georgette, la llevaban a pasar un rato entre cubos de plásticos, palitas y rastrillos. Momentos en los cuales, Oscar cerraba los ojos y dejaba que el viento la despeinara. Instantes en los que respiraba profundo y agradecía estar ahí.

Inevitablemente se sentía en casa, quizás debido a que, cuando miraba el mar, recordaba a su padre. Ese azul tan particular mezclado con olas de temperamento impredecible, la hacía sentirse cerca de él, aunque eso nunca se lo confesó a su madre.

-o-

Un día, cerca de las siete de la mañana, casi al terminar el habitual trote costero que realizaba antes de desayunar con su familia, y muy próxima al sitio donde dejaba su automóvil estacionado, una aparente figura humana llamó su atención desde el mar. Aún respirando agitada, se quitó los audífonos intentando escuchar más allá del ruido de las olas. No tuvo éxito. Entrecerró los párpados y se salió del camino, adentrándose en la arena. Corroboró que era una persona la que se internaba en el agua.

-¡Hey!- levantó los brazos tratando de llamar la atención -¡Esta playa no es apta para el baño!- gritó a modo de advertencia.

A inicios de semana había recibido el reporte meteorológico de la zona y, dado que dentro de sus labores en la Gendarmería Nacional estaba el resguardar a los civiles, sabía perfectamente el peligro que corría quien se internaba en el mar.

Una rubia cabeza volteó hacia ella para, enseguida, adentrarse en el mar con mayor velocidad.

Oscar se quitó el cortaviento color anaranjado que tenía su celular en el bolsillo y las zapatillas. En calzas y camiseta comenzó a correr hacia el agua, pues pese a la distancia, supo reconocer la desesperación en la jovencita que intentaba que el mar se la llevara.

Nadó sin descanso, hasta que de un brazo agarró a quien quería acabar con su vida. La joven no era muy alta y de contextura física normal. Rubia como ella y de tez blanca. Y, pese a que creyó que lucharía en su contra, notó que la muchacha estaba entregada a lo que el destino le deparara.

Apenas tocaron la arena, Oscar cayó de rodillas por el esfuerzo. La muchacha quedó tirada junto a ella, hecha un ovillo y temblando.

-Dios…- murmuró la teniente quitándose del rostro el pelo que se le había escapado de la coleta que se hacía para trotar.

Tras algunas respiraciones profundas se acercó a la muchacha. Ayudándola a incorporarse la tomó de los hombros apenas estuvo sentada. Sintió una profunda compasión al mirarla a los ojos. Estaba desolada. Sin mediar palabras la abrazó por largo rato, hasta que ambas empezaron a temblar por el frío.

-Vamos, tenemos que secarte- la ayudó a ponerse de pie.

Condujo a la silenciosa jovencita hasta su auto, y la envolvió con la chaqueta de su uniforme que tenía de repuesto.

-Por favor, no me lleve a la comisaría- suplicó la joven –Nadie puede enterarse.

Oscar frunció el entrecejo.

-Tampoco puedo ir a mi casa… Entra y sale gente todo el tiempo…

Con esa pista, Oscar logró por fin situar a la muchacha que se le hacía conocida: era la única hija de un matrimonio de inmigrantes rusos que tenían un hostal en el centro del pueblo.

-Sabes que tengo que hablar con al menos uno de tus padres- le dijo con seriedad.

-Mama*, sólo hable con mama, por favor. Mi papa no puede saber, pasaría algo terrible- suplicó desesperada.

-Quédate aquí- Oscar la sentó en el asiento del copiloto de su Jeep y fue corriendo por su cortaviento y zapatillas.

Tras haber recuperado su celular, le pidió a la chica el teléfono de su madre. Citó a la mujer en su casa a la brevedad posible.

Cuando llegaron, Camille tomaba su mamila sentada en una sillita del comedor con Georgette desayunando a su lado, la niña gritó contenta en cuanto la vio, balbuceando en el idioma particular que se esforzaba en crear. El olor a tostadas hizo que el estómago de Oscar comenzara a rugir. Tras llevar a la muchacha a su baño, le dejó una muda de ropa seca e instrucciones de darse una ducha caliente. Ella se cambió la ropa mojada y sirvió un café, mientras con la mirada le pedía a su madre no hacer preguntas.

-Después te explico, tuve que traerla aquí- le dijo tomando en brazos a Camille que estiraba sus manitos hacia ella.

Suaves golpes en la puerta anunciaron a quien esperaba. Besó los rubios rizos de su hija y abrió aún sosteniendo a la niña.

Anastasia Kulikóvskaia estaba de pie en el umbral, retorciendo sus delgadas y finas manos, y con el semblante pálido debido a la preocupación. Agudizándose cada línea de expresión de la mujer que, aparentemente, era apenas unos años mayor que la dueña de casa.

-Pase, señora Kulikóvskaia- la invitó Oscar al tiempo que Georgette, tan discreta como siempre, tomaba a su nieta de los brazos de su madre.

-Ma ma ma ma ma- balbuceó Camille.

-Daremos un paseo. Regresaremos en un rato- anunció Georgette y salió con la pequeña.

-Anastasia, por favor- la mujer entró apenas estuvieron solas –Mi hija, ¿dónde está mi niña…?

La joven apareció con el cabello seco y corrió a los brazos de su madre, quien en seguida comenzó a consolarla en su lengua materna. Oscar las dejó unos minutos. Cuando ya estaban un poco más tranquilas, las invitó a tomar asiento.

-Ambas saben que debería reportar esto a servicios sociales. Katia es menor de edad y atentó contra su vida.

La muchacha se hundió en el asiento.

-Y dado que ella le teme a su padre, también puedo pedir una orden de restricción contra él. En estos tiempos, se debe denunciar todo tipo de violencia intrafamiliar es penalizada. Es sabido que el confinamiento producto de la pandemia, agudizó ciertas conductas.

-¿Alekséi?- Anastasia negó con la cabeza –No puede ser, él es un buen hombre… Hija ¿Le temes a papa?

La muchacha negó.

-Es sólo que no quiero que tenga problemas, si se entera, golpeará a Philippe… Y nosotros somos inmigrantes…- miró a su madre llena de angustia -Sé que casi perdimos todo con la pandemia, no querría ocasionar un escándalo que nos pudiera perjudicar.

Anastasia lanzó una exclamación de asombro, entendiendo lo que su hija quería decir. El padre del muchacho era un importante empresario pesquero que, además, se jactaba de una aguda xenofobia.

Oscar se sentó frente a las dos mujeres y dijo con seriedad:

-Necesito saber todo, únicamente de esa forma podré ayudarlas.

Fue así cómo se enteró de lo que le ocurría a la jovencita: la muchacha, a sus recién cumplidos 17 años, llevaba algunas semanas saliendo con el hijo menor de León Guèmènè, personaje importante y de costumbres un tanto matonescas en el pueblo. Era un noviazgo a escondidas, que finalizó cuando ella lo sorprendió filmándola de manera oculta con su celular un día que intimó con él. Philippe, para nada acostumbrado a que no se hiciera su voluntad, la amenazó con distribuir imágenes. Katia le suplicó durante días que le entregara la grabación y él, disfrutando del poder que ejercía en la joven, le dijo que las borraría si ella accedía a acostarse nuevamente con él. Al no ver salida, y sintiéndose incapaz de superar la humillación a la que sería sometida ella y su familia. Esa mañana se levantó pensando en terminar con su vida, prefería eso a ocasionar más problemas a sus padres.

Cuando la muchacha terminó su relato, madre e hija lloraban. Ambas sintiendo en carne propia, lo que era sentirse vejada en lo más íntimo. Oscar se puso de pie con la indignación recorriéndole las venas.

-Vayan a casa, me encargaré de esto- sentenció sin dar opción a réplica.

Anastasia, sin saber qué más hacer, pues jamás pensó en enfrentar algo semejante, abrazó a su hija y se marchó tras agradecerle sentidamente a Oscar por haberla salvado.

Luego de avisar a la comisaría que tardaría más de lo habitual en llegar, y recibir el correspondiente gruñido de asentimiento de Dagout, -un teniente que gracias a su llegada no alcanzó su ansiado ascenso, razón por la que, a sus 50 años, continuaba en el puesto de segundo- se puso la cazadora color azul marino que complementaba su uniforme de pantalón a tono y remera color celeste, y salió rumbo a la pesquera Guèmènè.

Antes de subir a su automóvil, se encontró con la mujer que asistía tres veces por semana a hacer las labores domésticas. Le entregó las instrucciones de las comidas de Camille justo antes de subirse al automóvil, ignorando como la señorona gruñía que ella sabía alimentar a bebés desde hacía décadas. Suspiró cansada mientras encendía el motor, realmente pocos la toleraban y de los que no lo hacían, ninguno hacía el esfuerzo por disimular.

Con un gesto serio esperó ser atendida. Cuando por fin la hicieron pasar a una sala de reuniones, un altanero hombre la recibió sentado a la cabecera de una larga mesa.

-Teniente Jarjayes, si no me equivoco.

-Así, es. No se equivoca- contestó situándose al otro lado de la mesa, quedando frente a él.

-Ambos somos personas ocupadas. Dígame, ¿en qué puedo ayudarla?

-En realidad, pretendo ayudarlo a usted, señor Guèmènè- apoyó las palmas sobre la mesa. El hombre la miró a los ojos –Lo espero hoy en la tarde en la delegación, asista en compañía de su hijo.

-¿Debo llevar un abogado?

-Sólo si no llegamos a buenos términos. Puede usted hablar con su hijo primero, y recordarle que la ley castiga la difusión de imágenes íntimas sin consentimiento. Se lo diría yo pero, al ser menor de edad, no puedo hablar con él sin un tutor presente.

El hombre, lívido de rabia, asintió sin necesitar mayores explicaciones.

-Entendido. Gracias por su visita- extendió una mano mostrándole la salida.

Oscar asintió y se marchó. Alcanzando a oír cómo el empresario llamaba al celular de su hijo, para exigirle a gritos que detuviera cualquier escándalo en el que estuviera metido.

A mediodía fue a la posada de Anastasia y Alekséi llamada "Fenêtre d'Orphée", encontrando a este último recibiendo víveres y trasladándolos a la bodega. En el mesón de atención, Katia miraba un paquete recibido de manos de Philippe minutos atrás. Anastasía salió de la cocina con algunos pasteles para poner en la vitrina.

Oscar abrió el paquete, pues ni Katia ni Anastasia se atrevieron. Dentro de él, estaba el teléfono de Philippe con una nota que decía simplemente: "Lo siento, juro que no tengo copias". La adolescente sintió alivio, como si por fin pudiera respirar después de largo tiempo sumergida.

Superado el impase que casi terminó en desgracia, y luego de que Katia se comprometiera a asistir al menos a una evaluación psicológica, Oscar se despidió. Antes de salir del lugar, Anastasia la detuvo y puso un paquete en sus manos:

-Estos dulces son los favoritos del señor Dagout. Es un buen hombre y tiene la lealtad del pueblo. Cuando él te acepte, sé que todo será más fácil.

-Te lo agradezco mucho…- murmuró Oscar ante el gesto.

-Cuando tengas un tiempo libre, ven a tomar una copa de vino conmigo, los viernes y sábados ayudo a Alekséi en la barra. Ahora que ya no hay toque de queda, aprovechamos de ser un bar para recuperarnos económicamente- sonrió con dulzura.

-Es que…

-Katia necesita un oficio que la aleje de los amigos que compartía con ese joven, ella puede ser la niñera de tu bebé. Tiene experiencia, ha cuidado a algunos niños del pueblo en sus vacaciones…

Así fue como comenzó la nueva vida de Oscar en Le Tréport. El lugar en donde las consecuencias de sus decisiones tomarían forma.

Continuará…


Notas personales: Hola mis queridas, aquí estamos pagando la deuda jejejejeje comenzamos con esta nueva historia. No se preocupen por todas las preguntas que siguen apareciendo, todas serán contestadas, estén atentas a las fechas y a cómo se arma este "puzzle". Además, como ya pudieron ver, seguimos haciendo una mezcla sabrosa con La ventana de Orfeo (espero hayan notado la referencia), espero no fallar en eso.

He creado un email por si quieren comunicarse conmigo para solicitar algún link o similar. Es OnlyD (punto) letras (arr o ba) gmail (punto) com. Además, les recuerdo a las lectoras registradas que sus preguntas y/o comentarios se los contestaré por esta misma plataforma (revisen sus carpetas INBOX) y a las amigas Guest, ojalá déjenme su nombre para contestarles dentro de los mismos reviews.

Ah! y estoy haciendo el playlist en Spotify! así que si quieren el l1nk, manden mensajito.

Como extra, comento que el capitulo 2 está listo y hoy termino el 3 y avanzo con el 4, así que, sean buenas, manden amor y más rápido serán las actualizaciones.

Agradecimientos:

Nuevamente agradezco contar con mis cómplices adoradas Cilenita79 y Krimhild, y, por supuesto, con ustedes (Mención especial a Moi Gaudin por su ayuda en averiguar antecedentes franceses que siempre necesito). Así que ya saben, manden amor en formato de review jajajajaja.

Notas y curiosidades del fic:

*En el caso del personaje de Katia, cuando habla de mama y papa, la ausencia de tildes se debe a que utilizo palabras de origen ruso. Como dato extra, madre se escribe mat y padre, otets (auspicio de Krim, que sabe mucho al respecto).

Los momentos musicales estuvieron auspiciados por, primero, Aimee Mann y su increíble "Wise Up". Segundo, Arctic Monkeys y su sensualísimo "I wanna be yours".

En la correspondiente contextualización de este fic les puedo contar lo siguiente:

*El DSM-V es Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, herramienta taxonómica y de diagnóstico publicada por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría usada a nivel mundial para clasificar trastornos psiquiátricos de manera clínica y estandarizada.

*En Francia, La Gendarmería Nacional, es un órgano que actualmente depende del Ministerio del Interior. Tiene una misión de policía judicial y de seguridad pública. Opera principalmente en áreas rurales y periurbanas para luchar contra la delincuencia, garantizar la seguridad de personas y bienes, participar en inteligencia y brindar ayuda y asistencia a personas en dificultad. En el caso de la Gendarmería Departamental (o Territorial), esta está a cargo de la función policial de proximidad social.

Las brigadas territoriales autónomas (BTA) y las comunidades de brigadas (CoB), están comandadas por un oficial subordinado con rango de capitán o teniente, excepcionalmente por un suboficial con rango de mayor. Por tanto, y teniendo en consideración el rango de nuestra protagonista, ella llega a comandar la unidad a la que fue designada.

El uniforme de esta unidad es pantalón y chaqueta azul oscuro con blusa (polera o remera celeste claro) manga corta o larga, dependiendo de la estación. En Netflix hay una serie que se llama "El Bosque", ahí pueden ver el uniforme en caso de que les interese.

*Durante el año 2021, el confinamiento por pandemia en Francia fue levantado gradualmente desde inicios de mayo y, el toque de queda nocturno junto al uso de mascarilla, fueron alzados durante el mes de junio del mismo año. Es por eso que menciono la pandemia en este capítulo, pero no me detengo ahí.

(En caso de que se lo pregunten, sí, pasaré por lo que fue la pandemia, no de manera extensa, pero sí como una correspondiente contextualización).

*En cuanto al cambio de rumbo que anuncia André, les dejaré esos detalles para el capítulo que corresponda jejejeje así no las sigo aburriendo.

Recomendaciones:

Les comento que estoy "trabajando" como Beta Reader de la magnífica Trenzas en un fic que relanzará… y que, desde ya les digo, ¡ES BUENISIMO! Estén atentas a cuando publique.