Capítulo 6: Polifemo

La cueva estaba repleta de ovejas. Repleta. Había a todo lo largo y ancho de la misma, y sus balidos se escuchaban por doquier. Seguía siendo una cueva, claro, y olía levemente a humedad y polvo, pero estaba repleta de ovejas. Había algo de pastizales afuera de la misma, probablemente a dónde el ganado salía a comer, pero de momento estaban todas adentro. Los come-lotos no habían mentido, muy para sorpresa de Bolt; pero no estaban ahí para admirar verdades. Sacando el arco y apuntando a una de las ovejas, el can disparó con toda precisión, matándola rápidamente.

–Por aquí –Llamó tranquilamente, llamando a sus compañeros, e incitándolos a comenzar a hacer lo mismo. Mientras él examinaba a la oveja que había disparado, algunas otras flechas comenzaron a volar alrededor, sus compañeros cazando más de las mismas, en pocas cantidades para no espantarlas a todas.

Rhino, parado en la cabeza del can, se deslizó hacia su hocico y saltó hacia el suelo. –Miren toda esa comida –Exclamó en voz baja, su vocecilla haciendo eco en las paredes de la cueva–. ¡Miren a todas esas ovejas! No puedo creer que todo esto sea para nosotros solos.

Jack, que estaba caminando con cautela, observando alrededor hacia dónde los demás estaban cazando, se acercó al pastor suizo y al hámster.

–Tengo que admitirlo, par de dos –Les dijo con un ligero asentir de cabeza—, es un deleite en verdad. Hay suficientes ovejas aquí para alimentar a toda la flota, y más.

–Es casi perfecto –Musitó Bolt, su mirada alternando entre sus compañeros y la oveja a la que había disparado–; casi… demasiado bueno para ser verdad…

El pastor suizo miró alrededor otro poco, llevando cuentas mentales. Había bajado con alrededor de 30 de sus hombres, en su mayoría de su propia nave, pero con algunos voluntarios de una que otra de las demás. El resto de la flota se había quedado esperando en la playa; quizás tendrían que llamarlos para ayudar a traer todas las ovejas y subirlas a las naves. Pero esa no era la interrogante principal…

–¿Por qué los come-lotos dejarían pasar toda esta comida?

¿Quién eres? –Retumbó una voz grave y potente por toda la cueva, proviniendo del fondo de esta.

Bolt, inmediatamente alerta, empujó a Rhino detrás de una de sus patas, esforzando la vista por enfocar al propietario de esa voz. Sus hombres, todos, enmudecieron y se tensaron, los felinos erizándose, claramente viendo algo peligroso antes de que el can pudiera darse ese lujo. Pero no demoró demasiado. La creatura se movía de forma lenta e imponente, y se fue acercando lentamente hacia el can, hasta que la luz que se colaba por la entrada de la cueva le permitió a Bolt notar qué era.

Una monstruosidad enorme, fácilmente del tamaño de una casa de dos o tres pisos, vistiendo nada más que un taparrabos medio desgastado. Con el rostro y la cabeza de un lobo, hocico alargado, colmillos filosos, pero completamente falto de pelaje, mostrando en su lugar piel sucia y grisácea, que fácilmente se confundía con el color de la roca. Y en el centro de su rostro yacía un único y enorme ojo.

Un cíclope.

–H-Hola –Dijo Bolt rápidamente, manteniendo un tono de voz amigable y neutral–. Solo somos viajeros…

El cíclope los estaba ojeando, su expresión indescifrable, hasta que dio con la oveja inerte a los pies de Bolt. Su respiración comenzó a agitarse levemente, sus fosas nasales dilatadas en un resoplido.

–Venimos en paz –Agregó el can rápidamente.

Mataste a mi oveja –Resopló el cíclope gravemente, haciendo a Bolt retroceder un par de pasos–. Mi oveja favorita. ¿Qué te da el derecho, forastero, de causarme un dolor así? ¿Qué no sabes que cultivas lo que siembras, perro?

El cíclope se arrodilló cerca de la oveja que Bolt había matado, y le arrancó la flecha que tenía clavada en la cabeza, para tirarla hacia un lado. En esos breves momentos, Bolt comenzó a maquinar rápidamente cómo sacar a sus hombres de esta situación, aun si era sin la comida que habían conseguido. Huir con hambre era mejor que morir tratando de llevarse las ovejas.

Hora de morir –Sentenció el cíclope, aun arrodillado frente a su oveja, alzando la vista de nuevo–; hora de probar su propia sangre. Sus vidas ahora me pertenecen, y para cuándo haya terminado, sabrán que no es tan divertido que te arrebaten cosas—como sus últimos alientos. Vinieron a mi casa a robar, pero terminarán siendo mi alimento. Un intercambio, ¿no ves?, te quito a ti como me quitaste a mí.

Bolt, consciente de que el cíclope estaba soltando una amenaza abierta, supo que tenía que comprar tiempo al menos, en lo que encontraba algo que hacer para solucionar la situación.

–Ha habido un malentendido –Dijo rápida y puntualmente, mirando a la monstruosidad al ojo–, no era nuestra intensión venir a robar. Pero viendo que ya causamos daño, quizás tú y yo podamos hacer un trato –Sugirió esperanzado, y cuando el cíclope alzó su ceja en lo más mínimo, se apresuró a proseguir–: Te daré nuestro mayor tesoro, siempre y cuándo podamos irnos de aquí con vida todos. Puedes quedarte con el vino más delicioso del mundo.

¿Vino?

–Toma, prueba –Bolt rápidamente sacó una copa de entre sus cosas y le vertió líquido hasta llenarla habilidosamente–, un trago y entenderás todo el poder de esta bebida. Un vino tan delicioso y fresco, que no pensarías en volver a comer carne de animales conscientes. Pruébalo y verás; y luego nos dejas ir, nada de sangre derramada aquí hoy. Un intercambio, ¿ves?, un obsequio a ti y un obsequio a mí.

El cíclope tomó la copa entre dos de sus dedos, y en un par de tragos se la bebió toda, descartándola inmediatamente después, soltando un suspiro de satisfacción.

Quisiera agradecerte –Bramó el cíclope de forma aparentemente apacible después de dejar la copa vacía–. Extraño, ¿cuál es tu nombre?

–Mi… Mi nombre es… Nadie –Improvisó Bolt en el momento–. Sí, Nadie.

El cíclope asintió una vez, aparentemente contento con esa información.

Muy bien, Nadie –Dijo el cíclope con tranquilidad–. Por tu regalo, me gustaría corresponderte de forma apropiada.

–Ah, me da mucho gusto que podamos entendernos –Bolt soltó un suspiro en sus palabras. Quizás no sería tan difícil.

–El cíclope hizo una pequeña pausa, observando hacia los demás por un momento–. Ya verás, tú serás el último hombre en MORIR.

Bolt se congeló a media sonrisa esperanzada que estaba esbozando.

–¿Qué…? –El cíclope comenzó a alzarse de dónde estaba arrodillado, gruñendo amenazadoramente–. ¡CUIDADO!


Muy bien, hoy la nota va aquí abajo, porque me quería evitar spoilers jeje. Una vez más, mil gracias a Ana Karen por seguir comentando en la historia, siempre se agradece mucho. Este capítulo es el primero de la saga del cíclope del musical de Epic, con lo que damos inicio a la segunda saga, que cómo dice la misma, se enfoca alrededor de este monstruo y como lidian con él. El título de la canción correspondiente es "Polyphemus", cuya traducción es el propio título del cap, y el nombre del cíclope que se encuentran. Sin más que decir, espero que hayan disfrutado del capítulo, y nos vemos pronto para el siguiente.