Una de azúcar y una de sal.

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Los rayos del sol abandonaron la costa griega, despidiéndose por última vez en aquella primera cita, con sus tonos rosáceos que se extinguieron entre el azul celeste del cielo. Milo fue el primero en salir del agua y sentarse en la arena a descansar. Camus, que hacía mucho no entraba en contacto estrecho con ella, se quedó nadando durante un buen rato, antes de extrañar la compañía del escorpión e ir hacia donde estaba él.

Cuando el griego notó que el acuariano avanzaba por la costa, decidió recostarse en la arena para no incomodarlo con su propia mirada, y solo cuando lo sintió tomar lugar a su lado, se incorporó.

—¿Quieres beber una cerveza?— le preguntó. El galo lo pensó por un momento.

—¿De dónde…?

—Camus, no se responde una pregunta con otra…— lo reprendió el escorpión, tirando con la punta de sus dedos, de la mejilla gala que aún estaba húmeda. El otro manoteó la mano ajena.

—oui…— dijo distraídamente—… Sí, está bien—. Se corrigió.

—¿Wii?

—Oui…— reparó la pronunciación ajena. El escorpión amplió el gesto en sus labios.

—Sí—, lo dijo correctamente, y el aguador asintió con una sutil sonrisa—, traeré la cerveza para celebrar—. Por segunda vez, el galo estuvo de acuerdo, y observó al octavo guardián levantarse de la arena con su pantalón de mezclilla completamente lleno de arena, y el torso robusto y desnudo, expuesto a la vista de cualquier par curioso de ojos.

Pensó que debería indicarle colocarse la musculosa que ahora él portaba, sin embargo…

"¿Estás celoso?"

"No, no lo estoy…", se engañó a sí mismo, sintiendo algún tipo de creatura devorar las paredes de su estómago mientras trataba a toda costa de alejar ese pensamiento de su cabeza, e ignorar al sensual espartano caminar lejos de él, por la arena.

Pero entonces pensó en Hyoga y su última conversación: el cisne había confesado sentir celos hacia su maestro porque era una figura paterna para él, sin embargo, también habló de estar celoso acerca de Milo y su relación con Camus, no como algo romántico, de hecho, ni él mismo podía definir si lo quería como un amigo o un maestro; así que, si el cisne podía tener la madurez de aceptar sus sentimientos, ¿por qué al mentor le costaba trabajo?

Suspiró con pesadez, y entonces decidió confirmar (para sí mismo al menos) que sí estaba celoso del escorpión porque ambos eran amigos, y las cosas que hacía con él, no las podía hacer con Shura, o con Mu…

Es decir, el santo de Aries era su amigo, pero el título lo ganó cuando Camus estuvo en Siberia y hubo un ir y venir de correspondencia constante desde Rusia al Tíbet; sin embargo, no tenía la confianza para pedirle pasar una tarde en la playa, ahora que había disfrutado esa experiencia. Y en cuanto a Shura, la verdad es que no podía pensar compartir la misma cama con él, pues cada vez que esa idea asaltaba su mente, se sentía incómodo, como si fuera algo poco natural. No podía negar que su vecino era atractivo, pero si hubiera vivido una experiencia así con él, la verdad es que no habría funcionado…

"Porque él, no es Milo…", pensó de forma involuntaria.

Y con lo mucho que te gustan las manzanas, resistirse a esa, debió costarte un mogollón!", recordó a Shura con su pícara sonrisa.

—¡No es por eso!— exclamó acaloradamente, sujetándose la cabeza mientras la balanceaba de un lado hacia otro como si estuviera sacudiéndose algo de ella.

Lanzó un bufido, extendió los dedos sobre la arena, y congeló un puñado para lanzarlo hacia el mar y tratar de ahogar su nerviosismo y los sentimientos que amenazaban por emerger desde el fondo de su corazón, y que no sabía cómo o de dónde habían llegado…

Pero, mientras intentaba negarlos, y ahogarlos, lanzando una segunda roca de arena congelada, tuvo que reconocer, en algún momento de su frustración, que en realidad Milo tenía toda la culpa de su confusión, porque mientras estaba deprimido por Saga y sufría en silenciosos suspiros, él llegaba con alguna de sus ocurrencias o amables intenciones.

Y la más marcada de todas, la que comenzó toda esa confusión, fue cuando Milo comenzó a llamarlo "Scott"…

Flashback…

Ya era de noche cuando Milo desapareció, dejando a Camus absorto en la soledad y el silencio de aquel cuarto ajeno. No podía levantarse para buscar un libro, y aunque lograra poner un pie fuera de la cama, no lograba ver alguno en la habitación del escorpión; de todos modos, le dolía la cabeza, así que, preguntar al dueño por uno sería en vano.

No supo cuánto tiempo transcurrió hasta que Milo apareció en la puerta con la cena. Traía un plato con una sencilla ensalada de manzana verde con col y remolacha, con pedazos de jamón o algún tipo de fiambre hecho tiras. El aguador lo miró con curiosidad, y aunque deseaba preguntarle de dónde había sacado aquello, ver un par de pequeños cortes en sus manos le hizo vacilar. Milo no sabía cocinar, así que, preparar aquello tenía un significado especial.

El escorpión, por su parte, tenía una especie de sándwich con pan pita y algo del fiambre que usó en la ensalada de Camus.

La cena transcurrió tranquilamente. El galo evitó quejarse, y el griego intentó no bromear o pelear con él.

Cuando terminaron, y el dueño del templo desapareció una vez más, el acuariano se preguntó ¿cuántos días tendría que estar así? ¿Podría no depender de Milo para algo tan simple como cambiarse la ropa?

Estaba deliberando en eso, cuando él apareció otra vez, y se acercó a Camus con inquietud.

—¿Quieres tomar un baño?— le preguntó con un control de nerviosismo tan exacto, que de saberlo, el onceavo guardián tendría envidia.

El francés abrió los ojos, y sus mejillas se marcaron con un tono rojizo mientras subía la sábana para cubrir la vergüenza que sentía en ese momento de incomodidad.

—Quizá mañana…— respondió en voz baja. Milo se acercó, sentándose en la cama.

—Fue un largo día, ¿estás seguro?— ante su insistencia, el otro trató de pensar en la forma más educada de negarse, ya que no podía llegar hasta la bañera por sí mismo, y ni pensar en sacarse la ropa sin caerse o realizar cualquier otra acción por su cuenta.

—No puedo ponerme en pie…— señaló sus piernas. Milo sonrió.

—Yo voy a ayudarte.

—Sinceramente…

—Ya llené la bañera—. Le quitó la sábana, con la intención de dejarle claro que no había una opción negativa como respuesta—. Traje algunas cosas de tu templo, así que…

—Espera—, lo frenó, mostrándose ligeramente ansioso por sus palabras— ¿desordenaste mi habitación?

—¿Eso es lo que te preocupa?— Inquirió divertido al ver 'la seriedad' con la que Camus tomaba esa situación. El aguador no sabía si reír, o sentirse abochornado por sus propias prioridades, así que suspiró e intentó no imaginar el huracán escorpiano que se desató en la habitación.

Pensó que debería sentirse culpable por causarle tantas molestias, y aceptar, sin chistar, como lo había prometido; no obstante, para hacerlo, tendría que abandonar la vergüenza para desnudarse delante de él cuando llegaran a la bañera.

—Tengo un antifaz para dormir—, insistió Milo—, así que puedo usarlo mientras te quitas la ropa si no confías en mí—. El aguador se sorprendió cuando notó que el otro le había leído la mente. Tal vez por la cara que había puesto en ese momento, o quizá porque ya lo conocía bien.

—¿Huelo tan mal…?— bromeó ligeramente ante su insistencia por el baño. Milo rio.

—Intentaba ser educado, pero ¡me descubriste!— continuó el pequeño juego, sin embargo, el galo no agarró el hilo ni el tono que este empleó, cuando comenzó a olerse la ropa y el cuerpo— ¡Era broma!

—¿Eh? ¿En serio?— el griego se palmeó la frente, pues no sabía si Camus era demasiado inocente, o su propio enamoramiento no lo dejaba expresarse bien.

—Creí que querrías relajarte un poco, y un baño caliente te haría bien…— se alzó de hombros. El galo lo pensó un momento, y finalmente hizo el ademán de levantarse. Milo, por supuesto, lo ayudó a ponerse en pie, incluso ofreció cargarlo, pero el otro no se lo permitió.

Cuando llegaron al cuarto de baño, y el griego cerró la puerta, Camus miró hacia atrás.

—¿Es necesario…?— el dueño del templo parecía extrañado al no entender qué, pero cuando alzó la vista sobre el hombro, movió la cabeza afirmativamente.

—Te hará frío…— Camus lo miró fijamente, y solo cuando habló, Milo se dio cuenta de lo que había dicho, por lo que ambos comenzaron a reír de golpe.

El pequeño momento entre los dos sirvió para que el galo se relaje, así que hizo el ademán de sacarse la camiseta que había usado esa tarde, de Milo, pero este lo frenó.

—Espera…— Sacó el antifaz del bolsillo del pantalón, y lo colocó sobre sus propias cuencas. Camus lo miró con atención.

La primera vez que compartieron ese templo (como dos noches atrás), el escorpión lo hizo sentir incómodo, y avergonzado mientras se desnudaba y le mostraba sus partes privadas al estar sentado sobre el piso. Esas mismas partes que sí bien, Camus no había querido ver, y que trataba de olvidar, ahora volvían a tomar posesión de su cabeza, poniéndole nervioso, y ansioso a la vez.

—Listo. Dame la mano cuando vayas a entrar—. Le indicó el griego, pero el aguador estaba tan distraído y tan acalorado por sus propios pensamientos, que tardó un poco en reaccionar al darle la espalda.

Sintió el corazón latir con fuerza ahí dentro del pecho, y el calor en la cara establecer algún tipo de propiedad, cuando creó en ella una hermosa línea rojiza. Vaciló un poco, a pesar de que él no podía mirarlo, y comenzó a quitarse la ropa con calma mientras se sentaba a un costado de la bañera; y aunque dudó en retirar el bóxer que cubría su hombría, reflexionó que era tonto desconfiar de Milo cuando demostraba que podía ser considerado, y atento.

El griego aguardó en silencio, y aunque también estaba nervioso, luchó contra sus impulsos por respetar la privacidad ajena, hasta que él estuvo listo y le dio la mano, sirviendo como apoyo para entrar en la tina porque aún estaba débil, adolorido y mareado.

Una vez que el jabón y la espuma cubrieron gran parte de su cuerpo (al menos las zonas de más vergüenza), Milo pudo quitarse el antifaz, y sentirse aliviado al ver a Camus cómodo dentro de la tina.

Pensó que debería decirle algún comentario burlón sobre su situación actual entre las burbujas y la espuma, pero tener al aguador desnudo en su bañera lo ponía inquieto, ansioso, y deseoso, porque quería besarlo en la boca y morder cada parte de esa suave y húmeda piel en su cuello, mientras se fundía con él en un momento fogoso e intenso.

Nunca tuvo intimidad acuática, aun cuando Kanon y él tenían sus encuentros cerca del mar, estos solían ser rutinarios. De adultos, por supuesto, todo era tan pasional y secreto que esos juegos sobraban; así que la imagen ante sus ojos era tan seductora, que no podía despegar los orbes de aquel hombre de brazos delgados, pero fornidos, con hombros anchos de nadador y espalda firme…

Sacudió la cabeza, tragó saliva con dificultad, y mientras el francés terminaba de acomodarse en el agua, Milo buscó el jabón y la esponja para bañarlo.

Se le ocurrió que debería traer una silla, pero finalmente decidió hacerse lugar a un costado, sobre el suelo, lo bastante cerca de él.

—No es necesario que te quedes…— le dijo el aguador, al leer sus intenciones. Milo trató de sonreír, pero se estaba poniendo tan nervioso, que le lanzó agua con los dedos

—No voy a irme. Tengo que ayudarte—. Declaró con seguridad, a pesar de la tormenta de sensaciones y emociones que amenazaba con emerger desde el interior.

Camus, que iba a reclamar esa pequeña travesura, se quedó callado y sorprendido, cuando él tomó con delicadeza su brazo y comenzó a pasarle la esponja por la superficie llena de pequeñas líneas con venas y músculos sobresalientes.

El galo sintió un repentino cosquilleo ahí donde tocaba, por lo que le tomó con suavidad las manos para frenar las pequeñas y jabonosas caricias.

—Puedo hacerlo solo—. Dijo, visiblemente inquieto. Milo, que había desviado la atención de sus ojos muy lejos de él, devolvió la vista al galo.

—Lo sé, pero quiero agradecerte de alguna manera—. Insistió, tratando de pasar con suavidad el jabón por la piel ajena, sin embargo, él volvió a detenerlo.

—Ya has hecho suficiente…

—Pero…

—¿Podrías buscarme ropa de dormir?— Inquirió para desviar su atención— Después del baño deberíamos intentar descansar—. Ambos compartieron una mirada, por lo que el griego comprendió que estaba sintiéndose incómodo, y él no quería hacerlo sentir así. Camus, después de todo, era reservado con su intimidad.

—Muy bien…— le entregó las cosas en la mano—… pero te ayudaré con la espalda. Sin protestar, en eso quedamos…

—Está bien…— Respondió el otro con cansancio. Milo le acarició la mejilla al hacer un mechón de cabello hacia un lado, y se levantó para enjuagarse las manos y salir del baño mientras Camus se quedaba solo dentro de la bañera.

El aguador miró el camino por donde el otro había desaparecido y suspiró silenciosamente, apoyando la cabeza hacia atrás y tomando ese momento en soledad, para frotarse el cuerpo mientras pensaba en todo lo que había sucedido aquel día…

Todo comenzó la mañana anterior cuando le habló a Milo sobre su rutina diaria de llevarle desayuno a Saga, porque esa era su forma de demostrarle cuánto lo amaba; no obstante, el escorpión tuvo razón al decir que esos encuentros debía interrumpirlos de ahora en más para no frustrar sus planes, pero cuando él se puso triste al pensar en ello, Milo rápidamente ideó un plan para consolarlo, y tal vez empujar las cosas más cerca del éxito.

Tentar al ex Patriarca, exhibiendo besos y toques que le pertenecían de ahora en más al escorpión, y que nunca serían suyos, era una cosa; pero hablarle sobre Milo y sus asuntos con Kanon, lo encendió a niveles que se le fueron de control, porque entonces proclamó que renunciar a Camus no tenía sentido si sufría por Milo, así que, en sus propias palabras, debería haber aceptado lo que sentía, en vez de rechazar al galo…

Así, el plan de Milo dio un excelente resultado cuando Saga definió la situación y besó por primera vez al aguador; sin embargo, eso también le jugó en contra, porque demostraba que el escorpión no le interesaba románticamente, así que el bicho se enojó, Camus decidió continuar con el acuerdo como novios para ayudarlo a vengarse de Kanon, y así, Milo le dio lecciones de besos.

El aguador detuvo sus movimientos mientras recordaba las caricias del otro por su cuerpo y ese ansioso deseo por tatuar placer sobre su piel.

Cerró los ojos y detuvo sus pensamientos en eso, porque lo sucedido con Hyoga desencadenó toda esa situación con Saga, en su pelea con Milo en Capricornio, y el incidente que lo llevó a todo eso.

La verdad es que las cosas se habían complicado mucho aquel día, pero Camus supuso que todo era resultado de jugar con fuego.

Pero, dentro de todo eso, había podido arreglar las cosas con Milo. Al menos ya no estaban gritando, o insultándose, y él demostró ser considerado y agradecido, y no solamente eso, un buen amigo… No era su amigo, en realidad, pero le ayudó con el asunto de Hyoga después de todo, e incluso, se estaba asegurando de hacerlo sentir mejor, y de hacer que olvidara esos ojos carmesí y la violencia de su amor…

La verdad no quería pensar en Saga. De hecho, no había vuelto a tener un solo pensamiento para él en lo que restaba del día, salvo por ese momento de quietud y tranquilidad en que se pasaba las manos por el torso mojado y desnudo, mientras recordaba las mordidas y los arañazos que él le hizo aquella tarde cuando estuvieron solos en Escorpio. El brillo curativo de Aioria se llevó las marcas sobre su piel, pero no logró arrancar los recuerdos o el dolor que esas acciones dejaron en él…

Suspiró con pesadez, e intentó no arrastrar eso a su memoria cuando se sumergió en la bañera por completo un par de segundos para ahogar sus pensamientos. Era bueno para mantener la respiración en condiciones normales, aun cuando estuviera en el agua congelada.

De pronto tocaron la puerta, y tras un breve momento, Milo volvió con la bata de baño en el brazo. Se había puesto un pantalón corto y también llevaba el pelo atado.

Fue extraño no verlo actuar invasivo como siempre solía ser, pero Camus agradecía que al menos le diera espacio para cubrirse con espuma y no sentirse expuesto.

—¿Estás listo?— volvió a acercarse. Acuario lo miró en silencio: debería decirle que no, que no podía tocarlo, pero él estaba preocupado, y parecía realmente comprometido a devolver el favor. No respondió. Se enderezó en la tina y abrazó sus propias piernas para darle espacio. El escorpión tomó la esponja y en tanto el otro se hacía el cabello a un costado, buscó un lugar en la tina, tras él, metiendo los pies con cuidado dentro del agua, para sentarse en la cabecera de esta. Camus, por supuesto, le dio espacio, intentando no sentirse incómodo por el ligero roce con los pies del otro.

Milo sintió su corazón latir con una fuerza arrebatadora, por lo que tomó un poco de aire para apaciguar su ritmo, y deslizó con cuidado la esponja por aquella piel húmeda y perfecta, tocando accidentalmente con sus dedos la que tenía a su alcance. Sintió pequeñas chispas en las yemas, y aunque intentó no prestarle más atención de la necesaria, un revoloteo involuntario hacía mella en el fondo de su estómago cada vez que entraba en contacto con el hombre vulnerable ante él.

Sintió algo atorarse en la garganta cuando pasó saliva, e intentó no concentrar su atención en lo que tenía frente a sus ojos: esa espalda que parecía atraerlo como un imán para besar y lamer su planicie. Tenerlo así le hizo recordar lo que sucedió en la biblioteca, y llevarse a imaginar, ¿si no se hubieran detenido, habrían terminado en esa posición, Milo tras él, mordiendo y contemplando su espalda, envuelto en una abrasadora pasión?

En ese momento no sabía que Camus podía gustarle tanto, de hecho, sospechaba que las lecciones de besos habían disparado sus emociones a ese grado, porque no paraba de pensar en ese impulso, y en todo lo que ocurrió después. Saberse preocupado, y expuesto ante Hyoga lo desesperó, pero también le dio el empujón para intentar conquistarlo.

Se inclinó ligeramente hacia adelante, deslizando la delicada esponja por el lomo firme del otro, mientras aspiraba el olor de su cabello impregnado por la fragancia del jabón…

Sintió la respiración del otro cuando sus músculos se hincharon, y ese pequeño y necesario movimiento bastó para hacerle despertar…

Antes de divagar y ponerse más ansioso y caliente, decidió alejarse. Dejó la esponja a un lado y salió de la tina tratando de enfriar sus propias mejillas pensando en cualquier otra cosa.

—Te lo agradezco…— Murmuró el otro con vergüenza.

Si Milo fue torturado por su amor floreciente, Camus por las pequeñas sensaciones electrizantes que la atención del otro dejaba sobre su piel, poniendo pensamientos de añoranza en su cabeza cuando él se fue, y los recuerdos de aquellas sensaciones que dejó por la tarde con sus besos lascivos y lamidas ahí en su cuello.

El galo volvió a acomodarse en la tina, y Milo le mostró dos libros que llevaba entre las toallas.

—¿Cuál quieres?— Los exhibió ante él. El aguador movió ligeramente el mentón.

—No quiero leer… me duele la cabeza…— el griego insistió.

—Elige uno—. Le acercó un poco más los libros, uno de pasta verde limón y el otro de un azul tan intenso como el cielo al medio día.

Él volvió a mover la cabeza.

—De verdad…

—«París era una fiesta», entonces—. Eligió, ya que Camus no parecía dispuesto a hacerlo. El galo exhaló y extendió la mano para recibirlo, pero Milo lo manoteó—. Coloca la toalla pequeña en tu cara. Te va a relajar—. Le sugirió mientras la dejaba cerca por si quería tomarla, y aunque el galo quiso bromear al respecto sobre sus malignas intenciones, pensó que no estaba en la mejor posición para hacerlo.

—Por ahora estoy bien—. Respondió al final, observando a Milo, quien se sentó en el suelo, cerca de él, con el libro abierto.

—"Volviendo a la noche del hotel, mi mayor satisfacción era que Scott conservara su calma…"

—¿Qué estás haciendo?— lo interrumpió para entender por qué había comenzado a leer. Milo lo miró por encima del libro.

—Camus, no debes interrumpir una buena lectura—. Apuntó con severidad. El aguador tuvo ganas de reír, pero se le ocurrió algo mejor.

—No sabía que sabías leer…— Lo molestó, fingiendo sorpresa. Milo hizo el ademán de pegarle con el libro en la cabeza, pero recordó que le dolía, así que tuvo compasión, y bufó ligeramente ofendido.

—Mientras no esté en francés, puedo hacerlo… ¿Continuo?

—No tienes que…— Milo exhaló frustradamente.

—Quiero saber que va a pasar conScotten el hotel—. Señaló el libro, torciendo una sonrisa—. Podría ponerse interesante…— elevó sus cejas un par de veces, y eso hizo enrojecer al otro.

—No acostumbro leer esa clase de libros…— respingó. Milo se rio con ganas.

—¡Vamos! ¡El tipo se puso caliente por mirar a una muchacha!(1)

—¡No leíste todo el libro!

—¡Eso quiero hacer, pero tú no me dejas!— Camus, ligeramente abochornado, exhaló, y le hizo seña para continuar, así que Milo se acomodó en el piso y siguió—. "Mezclé la limonada con el whisky y se lo ofrecí con un par de aspirinas, y se tomó las aspirinas sin protestar y con admirable serenidad…"— hizo una pequeña pausa y bajó el libro para mirar al aguador—. Creo que podrías aprender algo deScott…

—¿Por qué lo dices?— preguntó elevando una ceja.

—El tipo obedece, tú, en cambio…

—Te dejé tallarme la espalda—. Protestó con el ceño fruncido.

—¡Muy bien!— se rio el escorpión y le acarició la mejilla para premiar su esfuerzo—… pero si vuelves a molestar con esto o aquello, te recordaré ser comoScott…— Milo no notó la expresión de Camus, ni la pequeña sonrisa mientras trataba de no perder la parte que estaba leyendo.

d'accord…— contestó—. De acuerdo—. Se corrigió hablándole otra vez en griego.

Entonces se acomodó en la tina y le prestó atención.

—"…se tomó las aspirinas sin protestar y con admirable serenidad, y se quedó bebiendo a sorbitos. Tenía entonces los ojos abiertos y miraba a grandes lejanías. Me quedé leyendo los crímenes que traía el periódico y sintiéndome muy en paz, demasiado en paz, al parecer…"

Camus recordó que nunca había oído a Milo hablar en otro idioma(2),aunque estaba seguro de que él sabía algunos cuantos debido a su rango; sin embargo, oírlo hablar con ese perfecto acento era como escuchar a un elegante caballero inglés, y lo hacía transportar a aquel escenario en París conHemingway, y Scott Fitzgerald.

Suspiró casi sin notarlo, y disfrutó de la lectura mientras lo miraba profundamente, con una emoción que no notaría, hasta varios días después…

End of flashback…

Todavía podía sentir los pequeños roces del escorpión sobre su piel, que se volvían más intensos al recordar los besos de esa tarde, y el jugueteo entre sus lenguas a un costado de la fuente, y con el chocolate y el queso fundiéndose en un encuentro que desbordaba chispas.

Hasta ahora solo había contemplado a Saga como el hombre que ocupaba cada deseo y pensamiento en su cuerpo, pero cuánto más añoraba al guardián de Escorpio, las pequeñas sacudidas en el fondo de su estómago se volvían intensas, despertando reacciones inesperadas en puntos sensibles que generalmente estaban apagados.

Un suspiro entrecortado abandonó sus labios, sintiendo como el silencio le permitía notar que el espartano le faltaba a un lado; pero no pasó mucho, hasta que sintió la presencia de Milo aproximándose por la arena, llevando dos latas de cerveza entre sus manos. Aún estaba descalzo, e iba marcando las pisadas en la arena, mientras se acercaba con el pantalón suelto sobre la cadera, por donde se asomaba el bóxer de color escarlata que llevaba bajo este. Tenía el ombligo lleno de arena, y el cabello, aunque era exageradamente obsesivo con él, parecía no importarle que el viento lo meciera a voluntad de un lado hacia el otro…

Era un cuadro exquisito y tentador para poder resistirse…

—Traje las cervezas. Creo que esta va a…— pero sus palabras fueron cortadas cuando el aguador se levantó con un movimiento elegante, y sin importarle la arena en el trasero, o en el cuerpo, avanzó hasta él, tocando su rostro con una suave caricia que intentó alejar el cabello rebelde, mientras apoyaba los dedos en el mentón y le daba un beso en los labios, sorprendiendo al escorpión. Entonces, Milo, sintió sus dedos fríos deslizarse desde las mejillas, por el cuello, bajando tortuosamente por los hombros, y tocando con finura los músculos que marcaban esos brazos fornidos, tan despacio, que el griego sintió un escalofrío recorrer su espalda; al mismo tiempo que el aguador le besaba a la velocidad de sus movimientos suaves, culminando el camino de los dedos sobre la lata de cerveza.

—Gracias…— susurró sobre su boca, antes de dar un paso hacia atrás y sentarse otra vez en la arena.

Milo sintió que el corazón se le saldría por la boca, y aunque, para ese momento, el galo le daba la espalda para dirigir su atención completamente hacia el mar, supo que si presionaba las cosas en la dirección correcta, tal vez obtendría lo que quería de él. Pero no era sexo lo que necesitaba de Camus, si no amor puro y sincero… ¿Cómo podría pedirle una cosa, sin sentir que asustaría a la otra? Tal vez el sexo se daría natural entre ellos como casi todo lo demás, pero de tenerlo, ¿podría soportar que él lo abandone después?

Milo se mordió el labio, y el francés levantó los ojos por encima del hombro para mirarlo.

—¿Vienes?— el espartano movió la cabeza y se sentó a su lado de un pequeño salto.

—¿Te gusta?— indagó tras un pequeño silencio.

—Nunca bebí cerveza, así que…— el griego lo miró como si acabara de volverse loco.

—¿¡Qué!? Y ¿Qué sueles beber con tus amigos?

—Vino—. Contestó él con simpleza, como si no existiera otra bebida etílica en el mundo.

—¡Qué elegancia la de Francia!— lo molestó el escorpión, soltando una carcajada. El galo frunció el ceño, y se abstrajo en la cerveza, quedándose en silencio.

—La próxima vez bebamos vino con chocolate—. Sugirió dando un sorbo a la cebada—. Te agradará…

—Acepto—. Complació con una sonrisa. El aguador sonrió también, y aunque estaba feliz por escuchar esa respuesta, no pronunció verbalmente alguna muestra de ello, así que se quedaron en silencio disfrutando la compañía del otro, hasta que Milo volvió a hablar—. ¿Quieres venir a Escorpio esta noche?

—¿Otra vez?

—¡Y las veces que haga falta!— se rio estruendosamente—. Haremos una pijamada si quieres—. Cómo las llamaba él—. Igualmente, tus cosas están ahí, ¿o no?— le pegó ligeramente con el hombro.

El acuariano dio un sorbo a la lata, antes de responder:

—De acuerdo, pero con una condición.

—A ver, veamos qué quiere nuestro aguador…

—Tienes que convencerme.

"Logra que no quiera irme…", pensó, escondiendo los labios con la lata.

—Acepto el reto…— dijo Milo, torciendo una sonrisa, y cuando Camus vio ese simple gesto y sintió una sacudida en el fondo del estómago, supo que estaba en problemas…

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Escorpio penetró en el recinto, sosteniendo la mano del galo, quien no parecía afectado por el contacto, aun cuando no tenían que fingir frente a nadie porque ya estaba en el octavo templo y la cita estaba por terminar. Los dos hablaban muy animadamente, incluso el segundo reía a rienda suelta sin importarle que alguien los viera.

—¡Por Athena, cállate…!— Se detuvo Acuario, soltando la mano ajena mientras se la llevaba al estómago, porque Milo había estado hablando tonterías, y él, aunque intentó no reírse y mantener su frío y estoico comportamiento, estaba disfrutando sus chistes y anécdotas retorcidas al carcajearse sin control. Escorpio lo contempló con un gesto solaz, pensando con seguridad que preferiría estar con alguien que lo hiciera estallar así, antes que dedicarle cada pensamiento a alguien que lo hiciera llorar.

Camus era atractivo por su puesto. Era la elegancia hecha hombre, pero en ese momento de felicidad, mientras lo veía encorvarse al hacer ese sonido y secarse las lágrimas de los ojos, se sintió doblemente enamorado.

Y no sabía por qué, sin embargo, quería dedicar cada uno de sus esfuerzos a eso, a verlo reír. A saberlo feliz, realmente feliz. Porque Camus se había criado solo, porque había renunciado al amor para aguardar al hombre que amaba, y porque podía sacrificar su propia vida por lo que realmente le importaba, no porque fuese su obligación, sino porque tenía el corazón para ello.

Su encanto lo atrajo como imán, así que lo tomó por la barbilla, silenciando al galo súbitamente. Sus orbes turquesas se encontraron con las del otro, y en un instante cerró los ojos y simplemente lo besó. Pero unir sus labios no era suficiente para tratar de convencerlo y cumplir la apuesta de Camus, porque tocarlo con esa dulzura y suavidad, no podía evocar la ansiedad que tenía por él, ni la necesidad de expresar con sus propias palabras, algo más que ese beso robado y espontáneo.

Tal vez porque Camus estaba manipulado por el ambiente que había entre los dos, no se quejó, ni hizo movimiento alguno por alejarse cuando su espalda encontró el duro concreto de una columna, y sus manos fueron hábilmente cazadas por el escorpión, para entrelazar sus dedos el uno con el otro, mientras los labios expresaban con movimientos suaves y húmedos, los que las palabras callaban.

—Buenas noches—. Una tercera voz interrumpió su momento, tomando la atención de ambos Santos dorados con sorpresa. Milo fue el primero en reconocer a la presencia que salía entre las sombras, y que, en su distraído encuentro con Camus, no había notado.

—¿Kanon?— inquirió extrañado, alejándose un poco del aguador, quien al sentir la distancia que se formaba entre ambos, tomó a Milo de la mano nuevamente, mientras se ponía entre ambos griegos.

—Buenas noches, y adiós—. Intentó cortar cualquier encuentro entre ellos, pero el gemelo comenzó a hablar.

—Milo, necesito hablar contigo…— el dueño del templo no pudo negar que el tono tan diferente que usaba al expresarse, le causaba cierta curiosidad; sin embargo, fue Camus quien respondió.

—¿Necesitas? ¿Se supone que él tiene que estar a tu disposición, dispuesto a cumplir tus caprichos cada vez que a ti se te antoje?— el ex dragón marino, aunque podría ignorarlo, decidió responder:

—Solo lo diré una vez: NO-TE-ME-TAS.

—¿Qué no me meta?— clavó su mirada helada en él— Creo que estás olvidando un detalle muy importante, Kanon: Milo y yo tenemos una relación, o ¿aún no lo entiendes? Entre tu hermano y tú, ya he averiguado quién de los dos se quedó con la inteligencia…— le dirigió un gesto despectivo, barriendo al gemelo con la mirada.

Kanon apretó los puños y los dientes con fuerza, y estuvo a punto de soltar un golpe, cuando Escorpio le alcanzó el brazo.

—¡Te lo advierto! Estás en mi templo, y no te permito que lo toques—. El gemelo supo que había cometido un error. Si quería el favor de su ex amante, tendría que ser más audaz que su rival.

Camus empujó el brazo de Kanon y tomó la mano que Milo había usado para detener su golpe.

—Vamos a la habitación…— Le pidió.

—Por favor, necesito hablar contigo. Solo será un momento, y si me escuchas, te prometo que no los volveré a molestar—. La suavidad en sus palabras, pareció hacer que Milo considerara la oferta, porque no se movió de su lugar, aun cuando Camus intentaba hacer que lo siguiera.

Y como el galo no lograba hacer que Milo diera un paso lejos de él, continuó discutiendo con Kanon.

—¿Quién podría creerle a un sucio mentiroso como tú?— preguntó con desdén.

—No estoy hablando contigo…

—Pues es una lástima que hayas perdido tu derecho a hablar con Milo, aunque dudo que sea eso lo que extrañes…— el ex dragón marino se rio.

—Me asombra lo bien que finges conocerme. ¿Te has sentido atraído por mí también? No quiero que me confundas con Saga en el futuro…— el aguador puso los ojos en blanco.

—No tengo por qué soportar esto…

—Pues lárgate a tu templo—. Le dijo Kanon, extendiendo el brazo hacia la salida.

—Y tú piérdete en el fondo del océano—. Contestó él con frialdad.

—Es curioso como fuiste tú quien perdió algo en el mar de Siberia, ¿recuerdas?— preguntó con una sonrisa burlona. Camus mantuvo la expresión, pero sus puños se crisparon—. Deberías estar agradecido porque salvé a Isaac—. El aguador hizo con los labios un gesto de asco.

—Solo querías usarlo para tus propios beneficios… No voy a agradecerte por eso—. Tras escucharlo, Kanon soltó una pequeña carcajada.

—Es prácticamente lo mismo que tú hiciste con mi hermano. Mientras fue útil te quedaste a su lado como una pequeña sanguijuela, pero cuando la oscuridad lo consumió, lo abandonaste…

—¡No sabes de lo que hablas!— exclamó el galo, ofuscado.

—Kanon, cállate—. Le advirtió el escorpión.

—Ahora que lo pienso—, continuó el otro, ignorando su petición—, no hace mucho, le dijiste a Saga que lo amabas, ¿recuerdas?

—Es historia pasada…— Declaró el galo, dándole la espalda mientras miraba a Milo para pedirle que se fueran a la habitación.

—Recitaste una especie de poema, o algo así, a la luz de la luna…— Se quedó pensativo un momento, mientras el escorpión veía en la expresión de Camus que no quería recordar esa noche—… "Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma".

Milo elevó las cejas: la poesía no era lo suyo, pero oír esas palabras tan hermosas y demostrativas hacia alguien más, le perforó el pecho, porque conocía el significado real y sincero de tal proclamación.

Camus recordó aquella noche, viendo a Saga tan cerca, pero al mismo tiempo inalcanzable…

—Cierra la boca…— Murmuró temblando ligeramente de rabia y dolor.

—¡Ja! Tengo buena memoria. Hasta recuerdo que usaste ese ridículo acento francés mientras le rogabas un poco de atención…— rio socarrón— Debes usar los mismos trucos estando con el pobre Milo… ¡agh! ¡Qué enorme falsedad!— el galo pegó la vuelta sobre el talón para enfrentarlo.

—No eres nadie para hablar de falsedad.

—¡Ja! Bien dicho, Camus. Lástima que seas tú quien finja sus propias emociones a los ojos de los demás.

—No sabía que me prestabas tanta atención, Kanon. Me sentiría honrado, si no estuviera asqueado de escucharte.

—Justo así me siento por mi hermano. ¿Cómo puede sufrir así por ti?— los ojos verdes del gemelo le dirigieron un gesto de repulsión.

"Perdóname…", la voz de Saga resonó dentro de la cabeza francesa, viéndolo roto y débil, sufriendo porque él lo rechazó; por desamor, por venganza, por su propio corazón roto…

—Como si él, alguna vez te hubiera importado…— Declaró el aguador, sabiendo perfectamente cuál era el tipo de relación entre esos dos.

La expresión de Kanon se ensombreció.

—Yo lo odiaba, es cierto… Milo lo sabe mejor que nadie—. Lo señaló con la barbilla—… Pero por desgracia para mí, Saga siempre será mi hermano, y no soporto verlo así por tu culpa.

"Perdóname…", Camus tensó el mentón mientras trataba de alejar la amargura en esas palabras, expresando su desesperación en aquel abrazo profundo en Géminis.

—¿Mi culpa? Ni siquiera sabes de lo que hablas…— El ex dragón avanzó una paso hacia él.

—Claro que lo sé. Viví mucho tiempo a su lado, observando cómo se desvivía por su pequeño franchute—. Hizo un gesto de asco—. Yo no hubiera desperdiciado mi tiempo leyendo libros, aprendiendo francés, noche y día para comunicarme contigo…

Mientras hablaba, Camus rememoró, trece años atrás, a Saga pidiéndole un momento, mientras buscaba en su diccionario cómo decir esto o lo otro, o trayendo cosas para expresar su nombre o pronunciación, envuelto por una ligera ansiedad al no saber si él podía o no comprender lo que quería decir, mientras el futuro caballero de Acuario lo miraba con desconfianza.

—… Ni Preocupándome así por ti cada vez que estabas enfermo, o saltando a tu lado porque eras un niño tan delicado…

El aguador recordó cada una de las veces en que Saga estaba ahí por él, siempre junto a su cama en una silla, trayendo el desayuno, la cena o la medicina. Era un buen maestro después de todo, pero había cosas que no podía enseñarle; sin embargo, los libros se habían vuelto un vínculo compartido con el paso de los años, y la lectura su única compañera cuando el extenuante sol griego lo ponía a prueba.

—… Yo sí te hubiera dejado morir de hambre, pero mi hermano es tan estúpido que se encariñó con su pequeña mascota, hasta el grado de enamorarse. Él, el fuerte, el seguro de sí mismo, el señor todopoderoso…— torció una sonrisa burlona y continuó—… Él, que se desvivía en preocupaciones y pensamientos por su pupilo… Incluso siendo el patriarca te envió a Siberia para que estuvieras alejado de toda la mierda que él provocó…

—Basta…— Camus apretó con más fuerza los puños, sintiendo como los recuerdos de Saga marcaban manchas de dolor en sus retinas.

—¡Qué desperdicio de tiempo, y de sentimientos!— invadió su espacio personal al hablar— ¿Cómo puede amar a alguien tan malagradecido?

"Perdóname…"

—Cállate…

—¿No lo notaste?— Camus observó en esos ojos de color esmeralda, el reflejo de las pupilas que algún día amó con cada palpitar de su corazón; con el recuerdo de las palabras con las que Saga intentó, en Géminis, decirle que lo amaba, y después, sus disculpas, y las cosas posesivas que ahí en Escorpio le dijo antes de intentar profanar todo lo prohibido—. Todo este tiempo él ha estado enamorado de ti, y tú eres tan egoísta que nunca viste más allá de todo para entender su dolor, mientras solo piensas en revolcarte esta noche con otro…

"¿¡Cómo esperabas que reaccionara ante tu rechazo!? Si amar para ti es dejarte ser feliz con Milo, lo siento, pero no puedo aceptarlo".

Camus sintió como el corazón era aplastado dentro de su pecho por la culpa, y que esta le quitaba la respiración.

"¿Te dejo ser feliz con Milo? Bien… Lo haré…"

Respiró dolorosamente, sintiendo algo en la garganta que no lo dejaba tragar.

"Perdóname…"

—Su locura es tu culpa…

—¡Cállate!— Camus no pudo soportarlo, y soltó la frustración que sentía correr por su sistema, con un puñetazo hacia el rostro ajeno.

Desde su respiración rota a causa de la exaltación, hasta la angustia que tenía en el pecho, sentía como los ojos le ardían con una mezcla de confusión y pesar, tan oscura como la noche y tan fría y vacía como la muerte misma.

El gemelo, satisfecho, sonrió mientras el cabello le cubría la cara, pues no solo dio una estocada a su enemigo, sino que usaría eso en su favor después.

Escorpio, todavía en silencio, observó que Acuario había perdido de nuevo el control, pero esta vez no con él, sino por Saga. Pudo ver sus manos y hombros temblorosos al cubrirse el rostro con las manos, tratando con todas sus fuerzas de calmar las emociones que seguramente lo estaban atormentando en ese momento.

Camus se dio la vuelta, y se cubrió el rostro mientras trataba de alejar a Saga de su cabeza con todas sus fuerzas, desde las palabras de arrepentimiento y dolor, hasta aquellas confesiones desesperadas por recuperarlo.

Milo decidió acercarse a él y apoyar las manos sobre las clavículas para intentar calmarlo, pero Camus únicamente podía recordar a Saga una y otra vez…

"Perdóname…"

"No puedo…", se dijo, sintiendo más tangible ese estúpido y tormentoso dolor manchar su rostro una vez más al pensar en él, y en la culpa que sentía por haberlo orillado a perder el control en Capricornio y en Escorpio también.

¿Debería haberle dicho la verdad? ¿Debería haberse quedado con él la primera vez, y perdonado su rechazo?

Pero no podía, porque le dolía demasiado haber obtenido esa respuesta tras confesarle que lo amaba, que rechazarlo, él, esta vez, fue una venganza perfecta.

Sí, la verdad es que no era tan bueno, ni tan puro como deseaba creer, porque al final había optado por elegir a Milo no solo para ayudarlo contra Kanon, sino para hacerle ver a Saga que sí podía ser feliz con alguien más, y que estaba cansado de esperar.

La culpa… el arrepentimiento… la duda… envolvían a Camus en una tormenta implacable, que no estaba seguro de poder frenar.

El octavo guardián le dio un beso en la frente, y eso bastó para atraer la atención de los ojos del aguador, a los suyos. Le extrañó que el otro no le hubiera respondido con un golpe, pero pensó que eso hablaba mejor de su madurez. Camus, por el contrario, se veía realmente afligido por su comportamiento.

—Yo… No puedo…— masculló.

El galo se frotó las mejillas, e intentó recuperarse.

—Lo siento…— se disculpó, sintiendo dolor por lo que había hecho, o tal vez por las palabras de Kanon. Milo no lo sabía, pero él no podía ni mirarlo a los ojos.

—Descuida…— lo consoló—… Yo lo entiendo—. Resultaba fácil hacerlo, porque a diferencia del gemelo, manipulador y vil de su juventud, Saga fue dulzura y tormento con Camus, y supuso que oír esas palabras de Kanon, era escuchar sus propios pensamientos en voz alta—. Pero tú, ¿cómo puedes ser tan vil?—. Reprendió al otro.

—Tienes que darte cuenta de que Acuario no es sincero contigo. Su "amor" es una burla.

—¡Estoy harto de escucharte!— gritó el francés, siendo contenido por Milo para que no lo atacara.

—Por favor, Camie. Si esto puede terminar esta noche, mejor—. Barrió al gemelo con la mirada— Veamos lo que tiene que decir…

—A solas—. Exigió el mayor.

—¡Ni lo sueñes! De ninguna manera te dejaré solo con este… ¿Caballero? No, ni siquiera lo eres… ¡No entiendo por qué sigues aquí!

—No voy a darte explicaciones a ti.

—¡Basta!— A Milo ya le dolía la cabeza de oírlos reñir. Tomó aire y se giró hacia el aguador—. Por favor, no tardaré—. El galo se sorprendió al ver la decisión del escorpión.

"¿Qué harás cuandoélle diga lo obvio?"

—¿Vas a escucharlo?— preguntó con una ligera ansiedad.

—Solo será un momento, no te preocupes—. Sonrió suavemente para darle un poco de calma, ya que aún se veía hiperventilado.

"Milo es orgulloso, pero siempre pudo perdonarlo, y no dudará en pegarte una patada cuando él le diga lo obvio…"

El caballero de Escorpio, entonces, lo vio debatir por un momento entre quedarse o irse, sin embargo, le tomó la mano e insistió.

—Vamos a la habitación…— pidió, tratando de controlar los pequeños temblores en su cuerpo.

—Camie…

—No voy a dejarte a solas con este remedo de hombre…— pensó que podría enfrentar a Kanon y decirle que sabía perfectamente la porquería que él y Saga le dijeron a Hyoga, sin embargo, no quería herir a Milo haciéndole conocer algo tan nauseabundo.

—Él promete no meterse con nosotros otra vez. ¿Tienes idea de todo lo que yo haría por ti?— La mirada de Milo se volvió tan profunda que vio a Camus sonrojarse ligeramente y sostener el contacto visual con las emociones encontradas. No podía leer sus pensamientos, o saber exactamente lo que estaba sintiendo, y aunque deseaba creer que él tenía miedo de perderlo, sabía que Camus solo estaba actuando frente a Kanon sus celos y ansiedad por la persona que amaba.

Y si era el momento de pronunciar alguna palabra para detener eso, era justamente ese…

El aguador movió ansiosamente sus dedos, sus labios temblaron y fue atormentado por Saga repitiendo que Milo iba a dejarlo si Kanon decía lo obvio…

Entonces, el octavo guardián lo vio cerrar los ojos, y exhalar con cansancio.

—Confío en ti…— Susurró al acercarse a la boca espartana, dejando un beso para la incomodidad y desagrado de Kanon. Milo sintió un vuelco en el estómago, y pensó que estaba loco por preferir pasar cinco minutos con el gemelo, antes de ir a la habitación con Camus para exponer su propio corazón.

Pero si quería avanzar, debía cerrar para siempre esa puerta.

—Iré enseguida—. Se despidió el escorpión. El aguador asintió en silencio, y caminó hacia la habitación manteniendo la mano del griego lo más posible mientras avanzaba, hasta que sus dedos se rozaron por última vez.

Ambos lo vieron alejarse, y escucharon sus pasos hasta que el silencio quedó entre ellos, entonces Kanon supo que era hora de comenzar a'jugar'; sin embargo, lejos de encontrar al escorpión dispuesto a escuchar, este avanzó hacia él y le dio una bofetada tan inesperada, que el mayor no evitó mostrar su sorpresa por aquella acción.

Tal vez se había quedado en silencio durante toda la discusión entre Camus y él, pero nunca le iba a perdonar haberlo lastimado así, exponiendo aquellos fragmentos de la intimidad entre Saga y él. Quizá el aguador era fuerte y trataba de mantener sus sentimientos a raya, pero verlo abatido, arrepentido y tan atormentado después de todo lo que Kanon le dijo, era algo que Milo no iba a tolerar.

—¿Por qué…?— preguntó el mayor, ligeramente aturdido. Escorpio tomó agresivamente al otro por el pecho y lo obligó a que se encorve, para mirarlo directamente.

—¿Creíste que dejaría pasar lo de Camus?

—¡No puedes enojarte por eso!— exclamó indignado.

—No olvides lo importante que es para mí…— Kanon apretó los dientes y tomó las manos del otro para que lo suelte, sin obtener éxito—… Creí que habías cambiado…

—Lo hice… pero tú no puedes verlo porque solo quieres jugar al "ya te superé".

—¿Eso piensas que hago?— se burló el otro—. Nada más distante de la realidad, Kanon.

—¿Estás seguro?— sus manos tomaron las mejillas ajenas, y resbalaron las yemas por esos labios a los que había dedicado tanto tiempo y atención con lamidas y mordidas que llevaron en el pasado a Milo al borde de la locura.

El escorpión frunció el ceño, e intentó hacerse a un lado, cuando él se acercó.

—Te amo…— Confesó el gemelo golpeando con su aliento la boca del otro, y aunque solo eran un par de palabras, detuvieron por un momento el enojo del escorpión…

Quizá porque nunca se las había dicho.

¿Por qué lo hacía ahora que él era feliz en su propio tormento?

El corazón podría haber reventado de dicha en otro momento, pero ahora sentía una especie de angustia y ansiedad mientras veía al otro a un palmo de cazar sus labios…

"No quiero oír esas palabras de él…", pensó con dolor…

Kanon debería haber esperado que explotara de felicidad tras su confesión, pero su realidad le escupió en la cara cuando lo vio mostrar, cruelmente, un gesto sardónico mientras lo soltaba con desprecio.

—¿Eso es lo que querías decir?— sintió una punzada dolorosa en el corazón—. Buenas noches…— Le dio la espalda, dispuesto a irse, pero el mayor le tomó el brazo con un gesto suave.

—Milo, es en serio… Te amo—. El nombrado lo miró a los ojos. Cuando era más pequeño era difícil no perderse en ellos. Hace algunas semanas podría haber sido fácil continuar contemplándolo y caer rendido por él y con él. Esa noche… no quería mirar otras pupilas que no fueran las de su Acuario.

Tal vez antes era por venganza, pero él, desaprovechando todas las oportunidades que tuvieron juntos, no hizo otra cosa que lanzarlo a los brazos de alguien más; justo la persona de quien Kanon más desconfiaba.

—Pero yo a ti no—. Respondió jalando bruscamente su brazo para irse, sin embargo, el ex dragón no le dio libertad.

—¡No puedes hablar en serio!

—¿Por qué no?— Enfocó sus ojos de azul celeste en las esmeraldas del mayor para enfatizar el impacto de sus siguientes palabras—: Lo amo a él.

—¡Siempre te ha gustado ese maldito pingüino! ¿No es cierto?— El apretón del mayor se volvió brusco.

—¡Suéltame!— Se zafó por fin—. Por tu grosería no debería responderte, pero lo haré para que te duela, Kanon: ¿Qué si me gustaba? Por supuesto que sí. Era extraño, nada excéntrico, y poco convencional, nunca conocí nada como él; pero no tenía sentimientos románticos por él… o ¿no recuerdas todo lo que me dijiste sobre Camus? ¿Olvidaste que fuiste tú quien me advirtió no acercarme a él porque sería una copia exacta de Saga?

—No, no lo olvidé, y no me arrepiento de ello.

—Pues me alegro escucharlo, porque gracias a ti, y a todos los errores que cometiste, pude enamorarme sinceramente de él—. Kanon no recibió otro golpe, pero aquello tuvo un fuerte impacto en el fondo de su estómago.

—¡Milo, por favor!

—Busqué en Camus todo lo que tú me negaste.

—¡Milo!

—¿Recuerdas el día que me dejaste en la playa? Estaba demasiado destrozado para aceptarlo, pero me hiciste un favor, porque renunciar a lo que sentía por ti ese día, me volvió fuerte…

—¡Era un tonto!

—Aún lo eres, Kanon. Te amaba por quién eras, y no me di cuenta de que estaba equivocado—. El mayor apretó los dientes mientras sentía que se hundía en el fondo de la tierra.

—¡Él no está enamorado de ti!— exclamó con desesperación.

—Sus sentimientos solo son asunto mío—. Respondió con frialdad—. Así que, si es todo, lárgate…— el gemelo lo tomó del brazo otra vez.

—¡No voy a dejarte hacer esto! ¡Vas a desperdiciar tus esfuerzos en alguien que no puede corresponderte!— Milo trató de soltar su extremidad.

—Eres experto en desaparecer, ¿por qué no lo haces ya?

—Ya te lo dije: no voy a dejarte hacer esto. Tienes que darte cuenta de que esto lo hizo por él, no por ti—. Señaló el golpe punzante en su mejilla—. Podrá fingir que le agradas o que está sinceramente enamorado, pero siempre se preguntará cómo hubiera sido tener una relación con Saga.

—¿Por qué habría de desperdiciar sus pensamientos en él?— Kanon forzó una sonrisa burlona.

—¿Alguna vez los viste juntos? Tienen una complicidad que tú y yo nunca conseguimos…

Milo se sorprendió ligeramente mientras intentaba no pensar en Camus y Saga juntos, y las cosas que el aguador callaba celosamente sobre él.

—¿De qué estás hablando?— preguntó sin saber si quería o no descubrirlo— ¡Olvídalo! Estoy cansado de oírte parlotear, así que lárgate ya…— Milo le dio la espalda para marcharse al lado de Camus y borrar el mal trago que ambos tenían de esa noche, sin embargo, Kanon lo abrazó profundamente por la espalda.

—No quiero verte sufrir…— lo escuchó murmurar sobre su nunca. El escorpión se quedó congelado unos segundos, sintiendo una vieja sensación que creía perdida en las fibras de su cuerpo, y que se mezclaban con el recuerdo de ese hombre, besándole el cuello y la espalda, mientras acariciaba las zonas erógenas ahí adelante, con las puntas de sus dedos.

En un segundo, odió a su propia piel por extrañar algo que le había herido tan profundamente…

—Suéltame…— intentó zafarse. Kanon, para su sorpresa, no hizo el menor movimiento por explorar su piel, como lo hiciera en otrora, con los labios o las manos, bajo su camisa; expresado así sus palabras honestas.

—Sé que yo te hice daño, y lo siento, pero no quiero verte sufrir por alguien más…

—Kanon, déjame ir…— continuó el escorpión tratando de obtener su espacio personal—… te lo advierto… — el mayor lo liberó y aunque Milo se dio la vuelta para golpearlo, él esquivó el contacto, sosteniendo su puño.

—En el pasado tú lo rechazaste muchas veces, y quien siempre estuvo ahí por él, fue Saga. ¿Crees realmente que Camus olvide fácilmente todo lo que mi hermano hizo?— el escorpión enmudeció por un momento mientras pensaba en ello, después recordó al aguador completamente lastimado sobre su cama, con la ropa desgarrada, y esas heridas punzantes sobre y bajo la piel; así como esas pesadillas a las que intentaba no sucumbir durante las terribles noches de vulnerable recuperación.

—¿Y qué hay de todos los errores que ha cometido? Tu querido hermano hizo méritos para ganarse su desprecio.

—¿Eso crees, Milo? Mi hermano no quería lastimarlo, y Camus lo sabe, sabe que no hay nadie más importante para él, incluso más que yo, o cualquiera de sus propios deseos…— Milo sintió un nudo en la garganta. Si miraba atrás en los días de su juventud, Saga siempre estaba cuando él lo necesitaba, aun cuando se suponía que era Arles.

Movió la cabeza para sacudirse las ideas que él pretendía dejar, y retrajo el brazo para librarse del contacto que mantenía con Kanon.

—Dirás lo que quieras, pero al fin y al cabo lo dejó ir, y yo tomé esa oportunidad.

—Yo no voy a poner en tela de juicio tu juego con él, pero es obvio que Camus sigue pensando en mi hermano como el hombre de su vida; y sí, tú no quieres verlo, es porque prefieres hacerte el ciego.

—Y yo ya te dije que ese es mi problema. Los sentimientos de Camus son asunto mío, así que déjame en paz con ellos.

—Si Camus realmente te importa, yo sé que lo dejarás ir, y no precisamente por amarlo tanto como dices, sino porque no podrás cargar con la idea de que estando contigo piensa en lo que pudo ser con él…— Milo lanzó un sonido sarcástico de sus labios, pero antes de responder, Kanon agregó—: Cuando te dejé en la playa lo hice por el perrito faldero de Poseidón, Sorrento de Siren… y cada vez que lo besaba, no podía dejar de pensar en ti. Eras un recuerdo imposible de superar…— el otro se sorprendió ante esa declaración, pero solo pudo sonreír con lástima por sí mismo y el tormento que vivió cuando él se marchó.

—¿Debería sentirme halagado?— preguntó sarcásticamente. Kanon se cruzó de brazos y lo miró con seriedad.

—Deberías entender lo que te digo: superar a alguien que amas no es fácil, porque vives compartiendo cada momento con otra persona, aferrado a ese recuerdo—. Milo apretó los puños junto a sus piernas al darse cuenta de que no estaba tan equivocado…

Al principio, muchas veces pensó en Kanon mientras besaba a Camus, y fue atormentado por una especie de culpa cuando se dio cuenta que podría superarlo si continuaba empujando esos sentimientos; como en la biblioteca, cuando notó que sí tenía intimidad con el aguador en ese momento, borraría el rastro del gemelo de su cuerpo.

Sin embargo, las circunstancias en superar o no a su primer amor eran muy diferentes a las de Milo, y eso, Kanon lo sabía bien…

—¿Nunca te has preguntado sí, él piensa en Saga cuando están juntos?

"Debería pensar en él… en un principio esa fue la razón…", Saga debería ser el motor que haría a Camus hacer las cosas impensables para poder fingir que se amaban en serio, como la fiesta, dormir juntos, y los primeros besos…

Toda su relación construida desde los cimientos, con mentiras…

—Imagina que piensa en lo diferentes que son ambas relaciones… pero, Saga y él nunca estuvieron juntos… Entonces, ¿cómo saber qué estar contigo es realmente lo que quiere, si nunca tuvo lo que antes quería? No hay un punto de comparación para que sepa realmente que ha superado a Saga, sin desear, en el fondo, lo imposible—. Milo se quedó congelado escuchando al otro hablar, porque Kanon estaba plantando dudas que antes no estaban en su cabeza, y que crecían cuando pensaba en el aguador esforzándose tanto por aprender técnicas y formas de amar para hacerlas después con él, "el hombre de sus sueños", como lo había llamado.

Recordó aquella tarde por Rodorio con nostalgia, tomados de la mano mientras él hablaba y Camus escuchaba; compartiendo besos y momentos de tal intimidad, que podría dudar de sus temores; sin embargo, cuando pensaba en Saga, paseando con Shura y Aioros, veía el dolor asomarse por las pupilas galas, haciéndole experimentar sentimientos de horrible impotencia.

—Si tan solo hubieras llegado dos segundos antes a Géminis, los habrías visto compartir un abrazo tan apasionado…— Milo sintió como los celos hacían una pequeña chispa, creando un fuego cargado de ira

—¡Agh! ¡Ya no quiero escucharte!— levantó el puño y lo lanzó contra él una y otra vez, mientras Kanon lo iba esquivando— ¡Largo de mi templo!— El mayor lo frenó, rodeando su cintura con el brazo, mientras tomaba aquella mano crispada entre la suya.

—Yo he cambiado Milo—. Susurró cerca de sus labios—. Sé cuánto te he fallado, pero estoy dispuesto a hacer lo que sea por ti…— el escorpión apretó los dientes y volvió de rubí aquellos orbes celestes, de modo amenazante.

—Si realmente fueras honesto, te irías sin que yo te lo pida—. Kanon suspiró, y soltó suavemente al otro.

—Voy a demostrarte que te amo dejándote ser feliz con el pingüino… Si es realmente lo que tú deseas…— Milo se sorprendió no solo por esas palabras, sino por la forma en que él de verdad parecía renunciar a la idea de tenerlo—. No quiero verte sufrir, pero si él realmente te merece, me apartaré…— sus dedos tocaron con delicadeza, la piel del escorpión, recorriendo el pómulo, la barbilla y el labio inferior con una gota de deseo por probarlo; retirándose solo cuando supo que no podía resistirse a hacerlo si continuaba.

Milo, por otra parte, estaba sorprendido al recibir semejante atención de él, pero mientras su piel añoraba esas manos, la cabeza mantenía al galo presente en ella con un sentimiento de culpa.

¿Eso sentía Camus cuando él lo tocaba?

Kanon tenía razón, no podía comparar a Saga con él, y eso lo volvía más difícil, quizá hasta obsesivo.

Milo tragó saliva con dificultad…

—… Pero en caso de que desees cambiar de opinión, mañana estaré donde nos besamos por primera vez… Tú sabes… para darnos una segunda…

—¿Segunda? Con qué facilidad olvidaste nuestra relación—. Lo corrigió involuntariamente, provocando que este sonriera.

La primera fue en la playa, años atrás, la segunda cuando hicieron las pases en el templo de Escorpio, así que sí, era la tercera.

—¿Lo ves? Aún me quieres…— Milo movió la cabeza y se cruzó de brazos.

—Es difícil olvidar el dolor que dejaste tras cada separación—. El gemelo exhaló.

—Sé que has sufrido por mí, y lo lamento, pero ¿estás listo para hacerlo por alguien más? Sufrir por Camus, en el futuro, será inevitable…— El espartano suspiró con fastidio.

—Adiós, Kanon…

—Hasta pronto, Milo…— se despidió el mayor, satisfecho con lo que había hecho, dándole un beso en la mejilla, antes de pegar la vuelta y rogar para que él hiciera lo correcto, yendo a buscarlo al día siguiente.

Una vez a solas, el espartano se pasó las manos por el rostro tratando de borrar la preocupación que sentía al pensar en Camus sufriendo de esa forma por Saga, y al saber que nadie más que él tenía la culpa de semejante situación; porque si no hubiera hecho ese plan, y si no hubieran empujado de ese modo las cosas, tal vez la situación entre los tres sería diferente.

¿Tal vez había exagerado? Pero ¿cómo iban a provocar que el gemelo decidiera o no quedarse con Camus si no recurrían a ese recurso?

Atormentado, Milo no volvió a la habitación como prometió, caminó hacia la entrada del templo y permaneció parado cerca de uno de los pilares, mirando la luna y debatiéndose entre lo que debería hacer.

Con más dudas que decisiones, volvió a la cámara privada varios minutos después, solamente para encontrar a Camus recostado sobre la cama, dormido después del día agotador, de la playa, la cerveza y llorar… Sí, podía verlo a través de la pequeña luz que la luna dejaba entrever por la ventana, que había sufrido en silencio por 'él', siempre por 'él'…

Milo estiró los dedos con la intención de tocarle para tratar de consolar la pena líquida atorada en el puente de la nariz, pero no podía hacerlo mientras él mismo se debatía y sufría por las consecuencias de sus propios actos y decisiones pasados; porque él era responsable de ese sufrimiento, porque él había tomado ventaja de Camus hasta el cansancio, y sin importar cuánto deseara tomarlo como suyo, el recuerdo de ese primer y único amor siempre sería un muro entre los dos.

Sí, tal vez podría intentar no pensar en eso, pero siempre que se encontraran a Saga aquí o allá, volvería a ver esa expresión dolorosa en Camus mientras lo miraba a la distancia. Y sí, también había sufrido por él, pero Milo perdonó a Kanon en el pasado porque lo amaba, entonces el galo podría hacer lo mismo…

"¿Eso crees, Milo? Mi hermano no quería lastimarlo, y Camus lo sabe, sabe que no hay nadie más importante para él, incluso más que yo, o cualquiera de sus propios deseos…"

Milo tragó saliva con dificultad en medio del silencio, al recordar que nadie más era testigo de ese afecto como él, él que los había visto un par de veces cuando Saga era Arles, compartiendo muchos momentos juntos.

Frenando el capricho de sus dedos por acariciar la mejilla del aguador, retrajo los dedos, y se alejó de él en medio del silencio.

"Dirás lo que quieras, pero al fin y al cabo lo dejó ir, y yo tomé esa oportunidad", Le había respondido, tan inseguro como se sentía en ese momento.

"Yo no voy a poner en tela de juicio tu juego con él, pero es obvio que Camus sigue pensando en mi hermano como el hombre de su vida; y sí, tú no quieres verlo, es porque prefieres hacerte el ciego"

Escorpio cerró los ojos: el fuego de su propio juego lo estaba quemando, y él estaba ardiendo en un punto sin retorno.

"Si Camus realmente te importa, yo sé que lo dejarás ir, y no precisamente por amarlo tanto como dices, sino porque no podrás cargar con la idea de que estando contigo piensa en lo que pudo ser con él…"

—Maldito Kanon…— Murmuró el escorpión, sentándose en el piso, con la espalda apoyada en la cama y los puños apretados sobre sus piernas, intentando que los recuerdos dejasen de quemarle los ojos, pero fundiéndose en ellos y vertiendo sobre su piel gotas tibias de infelicidad.

—¿Milo…?— Sintió que Camus se incorporaba minutos después, y que lo buscaba en medio de la silenciosa y oscura habitación.

El escorpión celeste suspiró, se secó el mentón y las mejillas, antes de escalar hasta la cama.

—¿Qué ha…?— pero la pregunta de Camus fue cortada cuando Milo lo empujó suavemente sobre la cama, y sin decirle palabra alguna lo besó. Acuario, con los ojos abiertos, no pudo notar sus pestañas húmedas o la tristeza en sus pequeñas acciones mientras sentía el tibio movimiento de sus labios.

—Quédate conmigo…— susurró sobre su piel. El galo asintió en silencio mientras pensaba que igualmente ya habían acordado pasar la noche juntos, aunque Kanon interrumpió su pequeña apuesta, no pensaba dejarlo solo; sin embargo, no logró entender por completo la propuesta de Milo mientras se rompía por dentro y decidía acurrucarse sobre el pecho del hombre por quién ahora sufría, el hombre que antes, mucho antes había rechazado. El hombre a quien no comprendió alguna vez, y por quien sintió rabia, celos y amargura.

Ojalá todo hubiera sido diferente…

"Ojalá hubiéramos sido amigos desde el principio…"

.

.

Continuará…

Notes:

(1) Página 12 de mi libro, capitulo: un buen café en la plaza Saint Michel.

Cito el párrafo que Milo leyó por casualidad:

Una chica entró en el café y se sentó sola a una mesa junto a la ventana. Era muy linda, de cara fresca como una moneda recién acuñada si vamos a suponer que se acuñan monedas en carne suave de cutis fresco de lluvia, y el pelo era negro como ala de cuervo y le daba en la mejilla un limpio corte en diagonal.

La miré y me turbó y me puso muy caliente. Ojalá pudiera meterla en mi cuento, o meterla en alguna parte, pero se había situado como para vigilar la calle y la puerta,

o sea que esperaba a alguien. De modo que seguí escribiendo.

(2) El libro está en inglés, pero el inglés en el que Milo lee es británico.

Notas de autor:

Hola! ¿Cómo están?

Espero que estén bien :3

La primera parte entre Camus y Milo en la bañera era el One shot que les contaba hace unas dos publicaciones, que quería subir a parte. Después de pensarlo y pensarlo, decidí subirlo aquí ya que iba bien al inicio del capítulo.

Cómo curiosidad sobre eso, lo escribí hace unos días o más bien, un par de semanas, porque como saben, con esto del tumor estuve mucho tiempo sin poder hacer cosas por mi misma. No podía caminar, ni hacer prácticamente nada. Estaba como Camus, así que mi esposo hacia todo por mi, hasta darme de comer en la boca. Fue una etapa muy díficil para mí, y tras hablar con una amiga, ella me aconsejó que podía escribir de mis cosas para no sentirme mal cada vez que pensaba en eso. Así que decidí escribir este One-shot pensando en Martín, y en lo mucho que sus cuidados significaban para mí.

Respecto a Kanon, pues yo prometí que él iba a aparecer en la historia, o no? Jajajaja

La primera parte de este fic está dedicada a Saga y Camus, mientras que la segunda a Kanon y Milo, así que a partir de aquí verán mucho de esos dos. Espero que no decepcione con el resultado!

También debo añadir que, como ya he explicado, cambié algunas cosas que son canónicas, porque en ese tiempo cuando yo publicaba no había información, así que verán a Kanon hablando de Isaac un par de veces, porque en mi cabeza quien lo rescata es él y se convierte en su maestro, o algo así xD… ya después verán porque.

Por último. Quizá es un poco complicado entender la situación de Milo, porque para cualquiera bastaría con decirle que lo ama y ya está, verdad?

Pero después de escuchar todo eso, y verlo sufrir así, pienso que sería un poco egoísta pensar solamente en sus propios sentimientos… no sé es ni idea xD

Ahh antes que lo olvide, el próximo capítulo es un vistazo al pasado. Por qué? Es la mitad del fic y me parece que necesitan saber cómo son las cosas. Cómo se conocieron? El lazo de Milo y Kanon, su relación, las pequeñas discusiones con Camus, y ShuRia por supuesto, además de Mu, alguien que he nombrado pero que no ha aparecido, y tiene una relación estrecha con el desenlace de esta historia.

Bueno, sin más que agregar, muchas gracias por leer!