Kanon y Milo
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Cuando Kanon alcanzó la edad de saborear los placeres y desazones de la vida como pequeño adulto, una persona allegada a su hermano le confesó sentir cierta atracción amorosa hacia él. El menor dijo sentirse inseguro respecto a darle una oportunidad, pero accedió a experimentar del lazo que Saga tenía en Aioros, pues, aunque fueran hermanos gemelos, para el mayor representaba un fastidio su compañía continua, porque lo consideraba como una distracción mientras él entrenaba para caballero dorado. Para Kanon, por su parte, estaba cansado de ser como una sombra.
Tal vez por la armadura jamás pudieron llevarse bien, quizá por verse obligados a permanecer juntos, pero lo cierto era que la infancia de Kanon fue solitaria, porque él no tenía el mismo tipo de amistad o complicidad, que Saga logró mantener con Aioros a lo largo de los años; así que aceptar aquella relación con el conocido de su gemelo, se volvió un pequeño salvavidas…
Al paso de los años, el hoy día dragón marino, ya conocía lo que era perder la conciencia después de algunos tragos de más, la derrota contra su propia sangre, a quien ahora debía llamar "respetable caballero dorado de géminis", o "superior"; el mal sabor de un desengaño amoroso, y lo que era tener relaciones sexuales con alguien a quien solamente le importaba complacerse.
A su corta edad ya había probado los sinsabores de la vida, y lo importante que es no tomarse las cosas tan en serio, porque agregar tus sentimientos a cualquier situación, únicamente representa sufrir un golpe mayor.
Así que, cuando Milo tenía casi seis años, conoció a un Kanon bromista e impertinente, que estaba tan roto, como lleno en soledad.
El gemelo estaba en el tercer templo esperando que Saga llegara de una misión impuesta por el Patriarca (no lo extrañaba, solo quería molestarlo) en el momento que llegó una figura del mismo tamaño que la suya, de tez morena y cuencas de un azul oscuro, sosteniendo en cada mano una más pequeña: La derecha la tomaba un niño muy delgado, de piel tan blanca como la nieve, ojos verdes de aceituna y el cabello lila que le colgaba con gracia a la altura de los pómulos; la izquierda la sostenía una réplica exacta del mayor, salvo que sus ojos mantenían un color verde brillante y su cabello era sutilmente más claro; tras él, sosteniéndolo por las ropas, se encontraba un niño medio gordito, de tez canela, ojos celestes y cabello azul cobalto.
—Buenas tardes, Kanon—. Lo saludó el recién llegado, con ese tono tan familiar que al gemelo se le antojaba a burla.
—¿Y… eso…?— ignorando el saludo, señaló con la cabeza a los tres niños.
—El patriarca me envió contigo, porque necesita que te hagas cargo de ellos…— Señaló con los ojos a los tres niños que miraban a cada uno de los mayores, por turnos. El gemelo se rio, aunque en realidad no había contado algún chiste.
—¿Por quién me toma?
—Kanon…
—Hoy no…— Le dio la espalda y comenzó a caminar hacia el interior del templo.
—Sabes que no puedes negarte cuando es una orden—. El tono seco del centauro frenó sus pasos.
—¡Puf! ¿Por qué no los cuidas tú?
—Lo haría, si pudiera, pero tengo una misión importante con Shura…
—¡Ja! ¡Aioros, "el misionero"!—, se rio—, eso no te salía bien con Saga…— para su absoluta diversión, Sagitario cambió de color al rojo encendido con solo ese comentario, y por Athena y todos los dioses juntos del Olimpo que la presencia de los tres infantes le impedía clavarle una de sus flechas.
Para Kanon, por supuesto, tenía gracia porque nunca fueron amigos, y porque el título de 'cuñado' ya no cuadraba con él, pues Saga lo había terminado en cuanto el moreno ganó primero la armadura.
—No pueden quedarse solos, y ya que eres el único con tiempo libre, tu deber es cuidar a los futuros protectores de nuestra diosa.
—¿Y por qué yo? ¿Dónde están Narciso y el italiano ese?— Aioros exhaló tratando de no perder la paciencia.
—Afrodita volvió a Dinamarca. No olvides que su prueba final está cerca, y en cuanto a Cáncer…— Hizo una pequeña mueca, porque a Aioros no le gustaba hablar mal de nadie—. Shion y yo creemos que es muy pronto para los temas que él tiene de conversación…
—¿Y…?
—¿Y? Pues ya lo conoces, y ellos todavía son inocentes…
—Yo no voy a hablarles de lo maravilloso que son los campos Elíseos—. Sagitario intentó pensar, serenarse, y tratar de no ser nada ofensivo.
—Kanon, sé que para ti es muy difícil pensar en otro ser humano, pero la única razón por la que Shion quiere que te encargues de Mu, Aioria y Milo es porque yo se lo pedí, y si lo hice, es porque sé que puedes con esto.
—Espera, cierra la boca un momento porque me vas a hacer llorar…
Sagitario frunció el entrecejo, y clavó una rodilla en el suelo después de soltar a uno de los pequeños porque el otro no le concedió libertad.
—Pupilos, quiero que se queden con Kanon hasta que yo vuelva. Mu, ya sabes que el Patriarca no puede ahora encargarse de ti, pero lo hará pronto…
—No me digas que ya tenemos mini-manda más—. Se rio el gemelo,
—Mu, cada vez que Kanon te llame así, quiero que le hagas lo que te prohibí hacerle a Aioria—. El peli lila se quedó con la vista fija en los ojos del mayor— ¿Entendiste?— El pequeño se inclinó hasta susurrarle algo en el oído, que le arrancó una carcajada; el gemelo se sintió curioso— ¡Exacto carnero, muy bien!— Colocó la mano en su cabeza de forma afectuosa. Luego se dirigió al peli azul—. Milo, cuida muy bien de Mu y Aioria. Te los encargo.
Sagitario se levantó y emprendió el camino hacia la salida, pero el niño que tenía la anatomía idéntica a la suya no lo soltaba. Se detuvo, se inclinó para quedar a la par y con una sonrisa cariñosa le dijo:
—Volveré pronto, cachorro. Por ahora necesito que te quedes con Kanon, ¿está bien?— Leo meneó la cabeza—. Aioria, por favor. Milo cuidará de ti…— El nombrado se acercó y le tomó la mano. El futuro león soltó a su hermano, como si se sintiera más confiado.
Cuando el noveno guardián desapareció tras la entrada de Géminis, el mayor se acercó a los niños.
¿Y ahora qué iba a hacer con esos tres mocosos ahí?
—Estúpido potro…— murmuró fastidiado, "despidiéndose" de Aioros.
Saga en su papel de "señor, pulcritud" seguramente demandaría el templo tal y como lo encontró al irse, así que quizá podría organizar "un juego" para que los niños le ayudaran a limpiar.
Los pequeños se miraron entre ellos, sin saber qué decir o hacer, pues normalmente empezarían a perseguirse o a curiosear por ahí.
—¡Oigan, mocosos…!
—No somos mocosos—. Lo corrigió el más pequeño y flaco de los tres. Kanon rodó los ojos.
—Supongo que deberían decirme sus nombres…
—Creo que Aioros ha sido bastante claro al decirlos—. Señaló el peli lila. El mayor entrecerró los ojos.
—¿Prefieres repetirlo o quieres que te ponga un apodo?— lo amenazó perdiendo la paciencia.
—Soy Milo—, contestó el más gordito, quién era el más ansioso—, y este es Mu…
—Pero eso ya tendrías que saberlo…— Insistió el pupilo de Aries. Kanon sintió que las venas de la frente le saltaban.
—¿Y tu mocoso?— Le preguntó al que Escorpio aún sujetaba, aunque este continuaba con la mirada perdida por donde su hermano se había retirado.
—¿Volverá pronto?— Inquirió, sintiendo los minutos con aquel hombre extraño, pasar eternos.
—No te preocupes, Aioria—. Aseguró Milo.
—Sí, "cachorro", Aioros no es tan divertido como yo—. Exclamó el geminiano.
—No confío en tu sentido de la diversión—. El suspicaz Mu comenzaba a provocarle una úlcera a Kanon.
—¡Tú qué sabes!— lo golpeó en el pecho con su dedo, planeando darle a él la diversión mayor con las tareas más pesadas y tediosas.
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Cuando Aioros le pidió cuidar a los pequeños, Kanon nunca se imaginó lo difícil que sería hacerse cargo durante tantos días: desde idear algo para alimentarlos sin sentir ganas de matar al ariano ante cada una de sus quejas, hasta perseguirlos para que se bañen.
Aioria y Mu estaban tomando una siesta, así que Kanon, estirándose como felino, se dirigió hacia la entrada para comerse el único dulce que le quedaba de su tesoro, porque resultaba que Leo y Escorpio eran dos glotones viciosos del azúcar, y le habían asaltado su dotación oculta de caramelos; aunque, como esos también se los quitó a Saga, recordó el dicho que decía 'ladrón que roba a ladrón, tiene mil años de perdón'.
—Mocosos malcriados…— Murmuró, volviendo a estirarse.
El quinto pupilo estaba demasiado mimado y sobreprotegido por su hermano, lo cual volvía la tarea de cuidarlo agotadora, porque cada dos minutos lloraba por algo diferente; el estudiante de Shion se las daba de sabelotodo, y cada vez que Kanon decía algo, a todo, este respondía en un tono de obviedad, que a veces le daban ganas de insultarlo, a pesar de estar bajo amenaza… algo que lo tentaba porque quería saber esa técnica poderosamente prohibida por Aioros, que a tan corta edad había aprendido; por último tenía al solitario y desaparecido escorpión, a quien constantemente perdía de vista.
Lo buscó en todas las habitaciones del templo, incluso en la cámara privada de Saga (sin olvidar, antes, robarle unos cuantos dulces del cajón), pero Milo no se encontraba en ningún sitio. Pensó que tal vez había escapado, pero como confiaba en su linaje espartano, le era imposible conservar demasiado aquel argumento.
Más tarde lo encontró sentado bajo el sol, en uno de los escalones que venían desde tauro, con las piernas juntas, abrazadas por las manos y la vista al frente…
—¿Por qué saliste sin avisar?— Lo reprendió. El pupilo se movió un poco, tan solo para agachar la cabeza, y levantar los hombros sin responder—. No es bueno que siendo tan pequeño estés solo.
—Pero lo estoy…— gruñó al encorvar los labios.
—¿De qué hablas?
—Tú tienes un hermano mayor…
—Créeme, tener al 'todopoderoso, Saga' no es tan bueno como piensas. La mayoría de las veces quisiera estrangular su "perfecto" cuello.
—¿Por qué?
—¿Por qué no? ¡Es un maldito engreído! ¡De verdad! ¡Sí, pudiera lo ahorcaría con su estúpida capa…!— Ver la rabieta de Kanon hizo reír a Milo, pensando que lo decía en juego, aunque en realidad tuviera todas las ganas y deseos por cumplir su amenaza.
—Si eres divertido—, dijo—, aunque Mu lo niegue…
—Si realmente lo crees, ¿por qué siempre huyes?
—No huyo… yo estoy… molesto.
—¿Por…?— el pequeño escorpión se tomó un momento para pensar, antes de darle una respuesta.
—Me molesta que todos tengan a alguien… ya sabes, Mu a su maestro, Aioria a Aioros y a Shura, tú tienes a Saga, aunque lo odies… y yo…— Suspiró y volvió a perder la vista en el mundo ante él.
Kanon por respuesta le dio un golpe en la cabeza.
—¡Au! ¡Oye! ¿Por qué hiciste eso?
—Necesitaba alejar esos estúpidos pensamientos—. Se levantó del escalón, y lo miró desde arriba—. Desde ahora me tienes a mí. Yo te voy a entrenar, y no ese ridículo de Aioros…
—¡Aioros no es ridículo!— Exclamó el ya despierto Mu, avanzando hacia ellos. Kanon se volteó para verlo.
—¡Cállate, tonto sabelotodo!— El mayor esperó ver luces o algo parecido según las amenazas del centauro, pero todo lo que recibió fue un fuerte golpe en la espinilla.
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Aunque debería haber vuelto varios días atrás, Saga llegó dos semanas después con un niño flaco, ojeroso y demacrado; su cabello corto hasta los hombros, era parecido al tono del mar en las costas griegas, y sus pupilas poseían un precioso color turquesa oscuro. Tal vez la característica más llamativa en él era sus cejas partidas, a cada lado de unos pequeños ojos, y una singular nariz entre estos.
Milo tenía un mes yendo todos los días a Géminis, la tarde que conoció a Camus.
Tanto Kanon como su nuevo pupilo estaban escondidos detrás de uno de los pilares, murmurando entre ellos mientras veían a la distancia como Saga, vestido con su ostentosa armadura, caminaba al lado del niño nuevo.
—¿Entiendes lo que dicen?— preguntó el escorpión.
—No, pero creo que el niño es francés…— respondió, tratando de comprender algunas de las palabras que su hermano pronunciaba.
—hum… ¿Cómo se dice?— Se esforzó Saga en hacerse entender, ante la mirada curiosa del más pequeño. Volteó hacia el frente, y aunque Kanon y Milo estaban agazapados tras una columna, y se ocultaron rápidamente, pudo notarlos sin problema—. ¿Qué hacen ahí?— Su gemelo se enderezó, al tanto que tomaba los hombros del pequeño espartano y lo animaba a que juntos se acercaran al caballero de géminis.
—Pues tu conversación es tan interesante que no queríamos perderla—. Tanto él como Milo fijaron su atención en el nuevo postulante, quien retuvo solamente el contacto visual con el niño frente a él.
—¡Ah!— exclamó el gemelo mayor al notar que se había saltado las formalidades—. Él es Camus—. Acotó, tomando al nombrado por los hombros, y acercándolo un poco hacia el octavo pupilo—. Kanon y Milo. Milo será caballero de Escorpio—. Hablaba lento por si el francés se perdía de alguna palabra, lo cual causó gracia a su gemelo.
—¿Es tonto?— Inquirió provocando que su consanguíneo frunciera el ceño.
—Camus no habla griego. Entiende algunas palabras porque en nuestro viaje hasta acá, yo se las he enseñado, pero, no sé como comunicarme con él… Es tan pequeño y yo muy torpe…— Saga parecía realmente afectado por no poder ayudarle, y a Kanon le recordó esa mirada, la misma que Aioros ponía cada vez que veía a alguno de los pupilos.
—Menuda idea la tuya de siempre colaborar con el patriarca. ¿Por qué no dejas que se haga cargo de él?— Su hermano le lanzó una mirada fulminante, luego se dirigió al galo y le dijo algunas frases que los griegos no entendieron; como reacción, Camus miró sorprendido al adulto delante de él.
—¿Oui?— Fue todo lo que se entendió. Saga asintió con la cabeza al instante que soltaba una carcajada.
—¿Qué le dijiste?— Preguntó Kanon.
—Una absoluta verdad, hermanito…— Tomó a su pupilo por los hombros y agregó—. Bueno, tengo que llevar a Camus para que conozca el templo de Acuario—. Observó a Milo, quien todavía no despegaba sus ojos de aquel niño—. Sería grato que vinieras a visitarnos. Ustedes son de la misma edad, y creo que para él sería muy provechoso hablar con alguien que le enseñe, y que al mismo tiempo pueda entenderlo tan bien, como mi edad no me permite…
—Todo un anciano…— Murmuró Kanon. Saga se vio tentado a decirle que eran de la misma edad, pero se quedó callado, y sonrió en cuanto el griego menor asintió en silencio.
—Au revoir— se despidió el recién llegado, elevando ligeramente una de sus manos.
Cuando las dos figuras desaparecieron, el gemelo menor comenzó a reírse.
—No cabe duda que ese niño inflará aún más el ego del 'todopoderoso' Saga, y si Mu creía que yo era una copia suya, ya verás lo arrogante y antipático que ese tal Camus se volverá a su lado. Me alegra tenerte a ti, al mío— Dijo, pasándole el brazo por los hombros a modo de abrazo—. Como te dije, solo nos tenemos el uno al otro.
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Desde el día en que Camus llegó al Santuario, Milo no lo había visitado ni una sola vez, sin importar cuántas veces Saga le pidiera o insistiera en ello; pues, para el pequeño escorpión dorado, resultaba imposible pensar en socializar con alguien tan parecido a la persona que "su maestro" odiaba, sobre todo cuando a Kanon parecía molestarle esa idea…
Tras pasar el tiempo, un día, las cosas en el santuario cambiaron drásticamente:
Kanon de pronto desapareció sin dejar rastro, y el templo de Géminis comenzó a notarse vacío mientras Saga estaba ausente por innumerables misiones patriarcales.
Una noche Aioria y Milo conversaron, se fueron a dormir, e incluso el segundo habló por última vez con Aioros entre risas, sin saber que al despertar, quien tuviera algo que ver con él sería acusado como traidor. El león se vio afectado con tan cruel rumor al ser catalogado como el hermano del traidor.
Milo, por supuesto, evitó hacer un juicio negativo contra su amigo y con la persona que lo había llevado al Santuario, porque lo conocía, o al menos eso había querido creer; pero era joven todavía y continuaba en marcha su entrenamiento como caballero.
Los días transcurridos impusieron su marca en el escorpión, y para cuando volvió a encontrarse con el gemelo por accidente, un día por la costa griega, ya no era un niño. El tiempo le cambió el cuerpo y el corazón.
Kanon, quien tenía planes importantes, no esperaba ser encontrado de pronto, mientras vagaba e investigada lo ocurrido últimamente en el santuario. Milo desconocía todo cuanto había sido de su vida desde la última vez que se vieron, pero recordaba lo mucho que le dolió el no saber más de ella cuando este "se marchó".
—¿Me dirás por qué te fuiste?— Preguntó el espartano con recelo. El gemelo levantó la cabeza para mirar al cielo.
—Tuve que… este ya no era lugar para mí—. Milo se sintió herido—. Saga ya tenía su armadura y todo estaba a un paso de cambiar—. Él conocía el secreto que ahora encerraba el santuario, pero no quería decírselo a Milo porque arruinaría sus planes futuros. Julián Solo, el mortal donde dormía el Dios de los mares, todavía era un niño…
—Pues si nada te detenía, no sé para qué volviste…— Comentó, dándole la espalda como si pretendiera dejarlo ahí—. A nadie le hiciste falta… incluso, creo que fue lo mejor que pudo pasar.
—Bien. Supongo que puedo desaparecer otro año y nada cambiará…— Sonrió mientras el escorpión le daba la cara, como queriendo decir algo— … Pero, por si las dudas, vendré aquí mañana al acaso…— Hizo una señal de despedida con la mano y se alejó ante la mirada inquieta del escorpión.
Al día siguiente, como parte de una costumbre, Milo y Aioria entrenaban juntos; sin embargo, el postulante a la armadura de Escorpio estaba con la cabeza en la playa y su tarde de ayer, que no prestó atención al golpe directo y contundente que se aproximaba a su rostro, y que terminó por romperle el labio.
—¿Qué te pasa?— Inquirió el castaño, ofreciéndole la mano para que se levantara.
—Nada…— Respondió aceptando la ayuda de su oponente.
—Generalmente, logras evitar esos golpes.
—Lo sé, es qué…— Se preguntó si podría hablarle a Aioria de Kanon y su encuentro en la playa, sin embargo, no sabía cómo iba a explicar su abrupta desaparición (que él tampoco entendía), ni cómo iba a justificar su regreso.
Pensó que sería un pésimo amigo, si no hablaba con él, pero también consideró que se traicionaba a sí mismo, si no guardaba ese pequeño secreto.
Se limpió la sangre que brotaba del labio maltrecho, y ante la mirada inquisidora del felino, Milo decidió mostrarse preocupado.
—Me siento decepcionado porque no he logrado superar mi propia velocidad. Conozco los puntos vitales de mi oponente, pero no me sirven de nada, si este logra evitar mi aguja…— Aioria asintió mientras cruzaba los brazos.
—Te entiendo.
—Creo que debería cambiar de entrenamiento—. Expuso pensativo el escorpión, estirando los brazos.
—Quizás deberías hacer otro tipo de ejercicio…— propuso el castaño con una sonrisa burlona. El octavo residente levantó la ceja.
—¿Otra vez con eso? ¿Quién te enseña esas cosas?
—¿Por qué siempre sugieres que Shura es quién…?— Milo se río.
—Tú solo te has delatado—. Las mejillas de Aioria ardieron.
—Yo no he dicho ni una palabra…
—Entonces, explícame, ¿qué tipo de relación tienes con él?— el castaño desvió la vista, y el tono se acentuó en su rostro, cuando justo en ese momento apareció el susodicho.
—Cachorro, cenemos en el pueblo. Hola, Milo, ¿qué tal?— El nombrado sonrió pícaramente, y el quinto guardián solamente agachó la cabeza, al cabo que sus pies lo guiaban hacia el capricorniano.
—Adiós. No se diviertan demasiado porque mañana me ayudarás con mi velocidad—. El pelinegro le dirigió un gesto solaz con los labios, distraído. Aioria lo amenazó con el puño, pero no dijo nada.
Cuando Shura y el otro se fueron, Milo contempló el cielo viendo que era casi la hora del ocaso, y que había perdido la única distracción que tenía para no pensar en el posible encuentro de esa tarde. Suspiró derrotado, acomodó las manos en sus bolsillos, y comenzó a caminar.
No sabía a dónde iba, solo esperaba que lo llevara lejos de Kanon…
¿Por qué? Por qué cuándo estaba cerca se sentía extraño, como si no fuera él mismo; se ponía nervioso y odiaba pensar que tendrían que separarse para volver a verse después, en secreto, todo porque él había decidido desaparecer sin ninguna razón.
Consideró que si lo veía, le haría creer que no importaba la distancia, o las cosas que hubieran sucedido, que era lo suficientemente maduro para dejarse vencer por la molestia de volver a verlo, cuando él no tuvo la cortesía de despedirse…
Exhaló afligido, y notó que más adelante del camino, se encontraba un muchacho flaco de pequeños músculos en los brazos, con el cabello largo a la mitad de la espalda, y la cara roja por los rayos del astro rey, totalmente empapada de sudor. Tenía el brazo perfectamente extendido hacia el cielo, y despedía de la punta de sus dedos, pequeños cristales que bañaban un pedazo de columna rota sobre el suelo, y brillaban a la luz del sol, creando un arcoíris.
Milo abrió los ojos con asombro mientras observaba algo tan hermoso a sus ojos, porque él no conocía la nieve; pero, quizá, lo que más le impactó de ese pequeño cuadro, fue el grito de Camus seguido por una lluvia intensa de frío que terminó por cubrir por completo el pilar dentro de una coraza de hielo.
El escorpión se mordió el puño con una especie de ansiedad y sorpresa, porque él, siendo así de joven, había dominado algo que parecía realmente difícil; y que, por los rasgos en su rostro, y respiración entrecortada, le había costado demasiado llevar a cabo.
—¡No!— le oyó gritar, volviendo a elevar el brazo hacia el cielo para bañar nuevamente el pilar, que comenzaba a liberarse del hielo.
En ese momento, Milo se dio cuenta de que el sol estaba siendo un problema para él, no solo por el objeto que estaba tratando de congelar, sino por el sudor que bañaba su ropa, y el enrojecimiento que le marcaba la piel.
Pensó que debería acercarse y sugerirle tomar un pequeño descanso. Tal vez nadar en la ribera le refrescaría, y luego podría continuar entrenando; incluso podría intentar congelar el río o las pequeñas hojas que caían de los árboles; pero, tan pronto como ese pensamiento asaltó su cabeza, notó que, en realidad, no era su problema. Camus no era su amigo, y Kanon solía decir que Saga era autosuficiente y que odiaba ser interrumpido en su entrenamiento, aun cuando esto le costara la vida. Advirtió a Milo que Camus sería exactamente igual, y por lo que había observado en él, juraba que ya tenía su mismo comportamiento altivo…
Milo lo observó un momento, aun debatiéndose entre acercarse o dar la vuelta, cuando prefirió darle la espalda para caminar lejos de él y dejarlo hacerse cargo de sus propios asuntos…
No había dado ni tres pasos, cuando escuchó un sonido seco golpear el suelo, deteniendo sus movimientos, y llevándolo a voltear hacia atrás para encontrar al pupilo de Acuario tendido en el suelo, cara arriba, pero con los ojos perdidos en la figura de Milo. El griego se quedó de piedra al verlo así, preguntándose si necesitaba ayuda, pero de querer obtenerla, debería primero dejar de ser orgulloso y pedírsela.
De pronto, el aguador cerró los ojos, y eso provocó al escorpión sobresaltarse, e intentar avanzar hacia él para ayudarlo…
—¡Camus!— Milo detuvo sus pasos cuando escuchó a Saga correr hacia donde estaban, vestido por la armadura dorada y arrodillándose donde Acuario, para bañarlo con agua que llevaba en una botella, y que parecía helada. Sus labios se movieron, pero Milo no oyó lo que dijo, solo observó como lo abrazaba y se lo llevaba entre sus brazos. Notó que el aspecto del geminiano era pálido, ojeroso y que llevaba ramitas de árboles en la cabeza, así como raspones en las manos y la cara; quizá consecuencia de una misión peligrosa que también lo había alejado del Santuario, sin embargo, parecía que acababa de volver justo a tiempo para salvar al francés.
Milo sintió envidia de nuevo, porque otra vez se daba cuenta de que todos tenían a alguien: Mu a Aldebarán (el pupilo de Tauro a quien nadie entendía, excepto él), Camus a Saga, Aioria a Shura, y él, bueno, quizá su destino era encontrarse con Kanon…
El sol estaba por desaparecer escondido entre los brazos de Poseidón, cuando Escorpio llegó a la costa rocosa donde el mar se rompía. Las olas ya habían avanzado lo suficiente, por lo que el griego tuvo que saltar entre estas para llegar a las últimas, que eran las más altas, y así distinguir a Kanon a la distancia; pero en cuanto estuvo parado sobre una de ellas y se disponía a sentarse, una mano lo agarró por debajo del talón, provocando que lance un grito desgarrador al perder el equilibrio hacia un costado, y cayendo estrepitosamente contra el mar.
Kanon lanzó una carcajada, y nadó hasta él para ayudarlo a salir, pero Escorpio lo empujó para impedirle que lo tocara.
—¡Qué rayos!— Le gritó, dándole golpes en el pecho, antes de escalar la roca y sentarse en ella.
Por las tardes, Atenas ya no solía ser la tierra caliente del día, y estando empapado, Milo no tuvo otra opción que abrazarse a sí mismo para que el calor no escapara de su cuerpo. El gemelo lo contempló desde que subió a la piedra, hasta aquel instante en que se escurría el cabello e intentaba calentarse; reparó en lo delgada y ondulada que se le había hecho la melena que bañaba su espalda plana, y en la forma que resaltaban los pezones a través de la ropa mojada.
En ese momento pensó que, cuando lo conoció, era un niño rechoncho, bastante particular y gracioso; pero, tras dejar la infancia, era delgado e iba adquiriendo masa muscular en el pecho, brazos y piernas, así como un mentón masculino.
—¿Qué tanto me miras?— Se quejó el espartano, sintiéndose acalorado hasta las orejas por el escrutinio de aquel viejo amigo, a quien desafiaba en ese momento con sus pupilas color turquesa.
—No es pecado para ningún hombre contemplar la belleza, ¿o sí?— Escorpio parpadeó un par de veces antes de enderezarse y patearle agua en la cara— ¿Por qué te enfadas?— Se río.
—Porque… estás interrumpiendo mi descanso—. Kanon volvió a reír.
—Tú viniste a verme.
—¿Crees qué estoy aquí por ti?— Milo también se río—. Hoy fue un día muy pesado y llegué aquí por error.
—Claro, por eso estás en el mismo lugar donde te dije que estaría—. El escorpión observó a diestra y siniestra.
—¿Era aquí? Ni siquiera lo sabía…— Se levantó, se acomodó el cabello hacia un lado del hombro, y saltó las rocas para llegar a la costa. Kanon lo siguió—. Me voy para no interrumpirte, ¿por qué me sigues?
—No lo sé—. Alzó los hombros— ¿Por qué huyes?
—No lo hago—. Contestó virando sobre sus talones—. Te doy espacio para que no seas tú el que se marche, y luego me salgas con que este no es lugar para ti y bla-bla-bla…— Milo se sorprendió hablando así, no pudiendo creer que había soltado aquello que le frustraba, desahogando el dolor y molestia que sentía por haberlo perdido durante aquellos años. Después de eso, sintió que la cercanía de Kanon ya no le incomodaba.
Y ojalá el gemelo pudiera haberle contado que, en realidad, estuvo a punto de morir muchas veces, y que fue Saga quien prácticamente le obligó a desaparecer, cuando lo encerró en aquella prisión marina.
—Tienes razón—. Aceptó él con suavidad—. Me fui sin pensar que para ti no era solamente la copia del 'todopoderoso'. Tú siempre me viste de forma diferente…— Milo sintió un escalofrío al percibir que los cabellos húmedos que la brisa le llevaba al rostro, Kanon los había hecho a un lado con una caricia de sus dedos.
—Idiota…— Murmuró sonrojado, tratando de calmar su pulso, pero sin retirar aquella mano que palpaba su piel, y que en ese momento tocaba su boca.
—Ya había olvidado la forma en que tus labios mostraban su enfado…— Milo se sorprendió ligeramente al escucharlo, pero aún más al sentir un ligero hormigueo ahí donde tocaba. De pronto las ideas dentro de su cabeza se esfumaron, y su mente se concentró en las huellas, que marcaban senderos de electricidad hasta el estómago.
Kanon sonrió con suavidad, se inclinó hacia él, y tocando con los dedos la oreja ajena, tomó los labios de Milo de una forma tan sutil, que cuando se movieron para capturarlos de nuevo, él sintió una descarga golpear todo su cuerpo; por lo que tuvo que apretar con sus dedos la ropa del gemelo porque no sabía qué hacer con lo que sentía.
El geminiano colocó la mano sobre la cintura del otro, y acercó su cuerpo, deslizando los dedos hasta la nuca, donde marcó propiedad, afianzando el agarre para profundizar el beso; sin embargo, el escorpión daba torpes roces y mordidas, por lo que Kanon se alejó y lo observó de forma inquisitiva.
—¿Nunca besaste a nadie?— Milo, que estaba perdido entre las sensaciones del otro, abrió los ojos de golpe, con bochorno.
—¡¿S-sí…?!— se rio de golpe.
—¿Fue tu primer beso?— se sorprendió el gemelo, y por alguna razón, Milo sintió que aquello era un crimen.
—¡Puff! ¡No!— Kanon se rio también, y lo tomó de las mejillas para atraerlo una segunda vez. El escorpión se sorprendió, pero tan pronto como sintió su calidez, se dejó envolver por él, chocando sus dientes con los del otro de forma impulsiva.
—Usa los labios…— lo corrigió el mayor.
—¡Yo sé cómo!— y tras proclamar esas palabras con toda su ansiedad y nerviosismo, se lanzó al ataque, dándole al otro un cabezazo en la nariz.
Por el dolor, Kanon lanzó un grito y se llevó las manos a la zona afectada. Milo comenzó a reír de forma nerviosa e intentó hacer algo para remediar lo que había hecho, pero el otro no lo dejaba acercar.
No podía enojarse con él, por algo que obviamente no era su culpa, así que decidió tragarse cualquier chiste o insulto que el dolor intentara empujar fuera de su boca.
Tras unos instantes, Kanon finalmente se levantó.
—Debes volver antes del toque de queda—. Le advirtió, deslizando los dedos por aquella piel que, a su roce, se erizaba, para tomarle los dedos y entrelazarlos con los suyos—. Vamos…— Milo suspiró de forma entrecortada.
En el pasado ese contacto entre ellos era normal porque cuidaba de él, y porque tenían una cercanía especial; pero ahora que era mayor, y que había despertado pequeñas y electrizantes sensaciones, podía sentir la ansiedad por su piel despertar sentimientos que no sabía era posible experimentar en esa modalidad.
—¿Cómo va tu entrenamiento?— Inquirió el gemelo, caminando lento de vuelta al santuario.
—Bien, aún me falta mejorar mi velocidad. Aioria piensa que si no lo hago…
—Bueno, si el gato es igual que Aioros, seguramente creerá que lo sabe todo, así que te sugiero no prestarle mayor atención a lo que dice—. Milo notó cierta molestia y amargura en sus palabras mientras hablaba de Sagitario.
—Pero es mi amigo, y…
—Te voy a entrenar yo, como antes—. Propuso Kanon, sin mirar la expresión sorprendida del escorpión.
—¿Me ayudarás?— el gemelo asintió.
—Necesitas a alguien con experiencia…— sonrió de lado, pero el escorpión no captó ese gesto mientras sentía una indescriptible felicidad emerger dentro de su pecho.
Continuaron su trayecto hacia el santuario en silencio, hasta que el gemelo se detuvo a la mitad del camino.
—Aquí es lo más lejos que puedo llegar.
—¿Por qué dices eso?
—Porque… el Santuario tiene reglas para los desertores—. Escorpio no comprendió, e iba a hacérselo saber, cuando Kanon lo soltó, se acercó a un árbol y lo golpeó—. Dale uno—. Pidió.
—¿Qué?
—Golpea el árbol.
—¿Por qué…?
—Solo hazlo—. Ordenó. Milo no comprendió la razón de su insistencia, pero acató el pedido usando más fuerza. Al mirar el tronco descubrió un puño grande, marcado junto a uno ligeramente pequeño.
¿Esa marca podría representar lo que una fotografía para cualquier gente normal?
Deslizó los dedos por las grietas con fascinación. Kanon lo observó sin decir nada, pues, ante la inexperiencia de Milo, era fácil sorprenderlo con pequeñeces como esas.
—Es una forma tonta de dejar mi huella en el mundo, pero al menos fue un intento—. Alzó los hombros. Escorpio viró hacia él.
—¿Por qué lo dices?
—Tú serás un caballero dorado y la gente te reconocerá como tal… pero yo…— Milo meneó la cabeza.
—El hecho de que no tengas una, no quiere decir que no pensemos en ti…— Pero Kanon sabía que con el tiempo se descubriría su terrible secreto, y entonces Milo desearía no recordarlo más. No estaba acostumbrado a experimentar esa clase de sentimientos, sin embargo, saber que él algún día sería su enemigo, comenzó a atormentarlo; así que tomó el brazo ajeno, y jalando de él, colocó a Milo contra su pecho.
—Creo que la única opinión que me importa es la tuya—. Le confesó de un modo sincero que jamás creyó, aspirando el aroma natural del muchacho entre sus brazos. Milo se sorprendió ligeramente, pero después pensó que era normal, porque habían compartido muchas cosas en el pasado, y eran dos sujetos que se necesitaban de una forma o de otra, así que levantó las manos y correspondió el abrazo colocándolas en la espalda del otro.
—Pues hasta ahora no puedo quejarme…— susurró. Kanon sonrió y se apartó para tomarlo nuevamente por la nuca y darle un beso en la boca tan suavemente, que Milo intentó copiar el movimiento con sus labios torpes e inexpertos, dándole poco a poco espacio para que pudiera tocar los rincones en su boca, donde quisiera llegar.
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Milo llevaba varios tipos de entrenamiento: por las mañanas clases de idioma, tácticas de lucha deductivas, y conocimientos variados para nutrir su mente; después del mediodía luchaba con Aioria, y a veces en solitario en el coliseo; mientras que, por las tardes, Kanon lo instruía en el manejo del cosmos, la fuerza física, la puntería en sus disparos, y el uso correcto del veneno en Antares, porque si aplicaba demasiado, podía matar a su víctima en el acto, y se suponía que debía esperar al menos trece o catorce pinchazos para eso.
Debido a sus múltiples ocupaciones a lo largo del día, terminaba agotado al anochecer. A Athena gracias que todavía era joven y conservaba su vitalidad para poder llegar al octavo recinto, y no quedarse dormido a media escalera, pero a veces era difícil no sentir ganas de quedarse a descansar en Aries o en la playa.
Podría decirse que le iba bien mezclando cada una de esas oportunidades, ya que con su amigo adquiría fuerza y velocidad, mientras que con Kanon, resistencia, porque el gemelo menor era más estricto que el león; y además, ambos muchachos parecían tener la misma fuerza, mientras que el heleno mayor era mucho más poderoso y lo empujaba a romper su propio límite.
Para ese momento, después del almuerzo, tanto Mu, Aioria y Milo, descansaban en las escaleras de Leo; enfrascados en una conversación sobre el décimo guardián, porque mientras el león decía que él le ayudaba con su entrenamiento, el carnero discutía que era una distracción.
—Entonces, no entiendo el tipo de relación que llevas con Shura—. Comentó confundido Escorpio, pasándose los dedos por la melena. Su amigo se rascó la cabeza, ideando, así, la manera correcta de explicárselo.
—Pongámoslo de este modo: A Shura le gustan los felinos, y Aioria es la manta que cubre sus inviernos—. Milo se sorprendió por la forma en que el aún pupilo de Aries se había expresado. Leo enrojeció hasta el folículo capilar.
—Creo que Aldebarán ha estado contagiándote su extraño modo de hablar—. Comentó el escorpión, riéndose.
—Thiago(1) dice que debemos ser directos al expresar nuestros pensamientos, y la cara de Aioria no me deja mentir.
—¡Mu, es que…! ¡No debiste decirlo así!— Gritó acalorado al apretar los puños para no golpear al ariano. Milo parpadeó.
—¿Es cierto?— preguntó sin dar crédito a sus oídos.
—¡No como lo dice él! ¡Yo no soy su cobija de invierno…!
—De todo el año…— Acotó Mu, en un volumen tan quedo, que solamente Milo lo oyó.
—… Él se preocupa por mí, y a ambos les consta, además nuestra cercanía borra la soledad que sentimos. Estando juntos nos divertimos, y por lo menos yo puedo decir que no me dan ganas de hacer otra cosa… Es complicado…— Escorpio, en las palabras de Aioria, identificó esa misma sensación con Kanon.
Mu movió la cabeza en desacuerdo.
—De cualquier forma, estás dejando que tus sentimientos por Shura afecten tu entrenamiento, porque lejos de concentrarte, estás pensando en otras cosas…
—¡Agh! ¡Eso no es cierto!— Lo amenazó con el puño— Y te lo puedo probar ahora—. Mu lo miró sin responder, después sonrió de lado.
—¿Por qué te pones así?— Se alzó de hombros— Solamente estamos Milo y yo.
—¡Porque siempre estás inventado situaciones entre Shura y yo!— el lemuriano lanzó una carcajada.
—¿Son inventos? ¿Estás seguro?— Aioria apretó los dientes y lo tomó agresivamente por el pecho.
—¡Mu, le estás rogando a los dioses que te golpee!
—¡Vaya! Aioros te instruyó muy bien—. Comentó el mayor de los dorados, el dueño de la tercera armadura, que iba camino a Acuario. Su ropa era la que usaba en los entrenamientos, y su aspecto desmejorado no había progresado desde la última vez que Milo lo vio, llevándose a Camus entre sus brazos. Los pupilos incluso pensaban que el patriarca se excedía con él—. No había oído esa frase en… ocho años, creo…— Su sonrisa contagió por unos segundos a Aioria, pero luego la apagó al recordarse a sí mismo que su hermano no era más que un traidor, y que no debía ser motivo de orgullo parecerse a él.
—Hola, Saga—. Saludó el lemuriano con una amplia sonrisa y con las mejillas sonrosadas.
—Hola, ¿qué están haciendo?—. Estiró la mano y removió los cabellos de Milo con un gesto fraterno, que él repelió quitándose aquella extremidad invasora, porque a Kanon le hubiera molestado mucho saber que la aceptaba.
—Estamos descansando…— se apresuró a responder el Ariano.
—¿Tú a dónde vas?— Inquirió Leo observando que llevaba una bolsa repleta de muchas cosas. Saga le echó un ligero vistazo, y ampliando el gesto de labios trató de disimular lo que sentía.
—Camus está en cama… Está bien—. Se apresuró a añadir ante la mirada de los tres. Milo recordó la semana anterior, y la forma en que él salvó al aguador—. El clima de nuestra tierra es demasiado hostil, y eso dificulta su entrenamiento.
—Pobre Camus—, se lamentó Mu—, recuerdo que mi maestro solía decirme que no sería un entrenamiento fácil para él, considerando sus propias habilidades.
—¿Le llevarás comida?— Inquirió el futuro guardián de Leo. Saga asintió una vez.
—Comida y algunas cosas que le gustan—. No explicó cuáles eran, pero se veía feliz de llevarlas para él.
—Camus es muy afortunado de tener a alguien como tú, que se preocupa por él—. Dijo Mu con una ligera envidia. Milo, por su parte, no lo consideraba así, por todas las razones que Kanon le había dado sobre cada uno de los defectos en Saga, que volverían a Camus su insoportable clon…
Sin embargo, no podía negar que sentía una pequeña preocupación por el estado del aguador, después de verlo así, tirado en el suelo, expuesto al sol de Grecia, con esa habilidad de convertir cualquier cosa en hielo.
—Te lo agradezco, Mu—, respondió el mayor—, aunque no sería correcto llevarme todo el crédito. Shura también se ha vuelto cercano a él, y me ayuda cuando yo no puedo atenderlo—. Milo miró de reojo a Aioria, quien tenía las orejas rojas y los labios fruncidos, controlando los celos que crecían dentro de él—. Ustedes también pueden visitarlo. A Camus le haría bien practicar con alguien de su edad—. Esta vez miró al escorpión, quien sonrió forzadamente al no comprender la necesidad suya por tratar de hacerlo amigo de Acuario.
—Me haré un poco de tiempo después del entrenamiento—. Prometió el ariano. Saga sonrió, aunque no había conseguido el mismo optimismo de Aioria o Milo—. Por cierto, hablando de eso, ya que eres el único adulto aquí, quisiera hacerte una pregunta…— Miró disimuladamente al castaño, quien abrió los ojos como advirtiéndole de algo que era un secreto para géminis, y que Milo comprendió de qué se trataba, al ver la reacción de Leo.
—Si puedo hacer algo por ustedes…— Dejó la bolsa en el suelo, y mientras esperaba que Aries hablara, tomó tres manzanas rojas y se las dio a cada uno. Milo tomó la suya con curiosidad, ya que Saga antes mencionó que llevaba cosas que a Camus le gustaban; entonces, una de ellas era ¿eso?
—Pues… digamos…— Mu pareció trabarse ante las esmeraldas del mayor, pero él no era de las personas que se quedaban con la duda—… Si tú decidieras enseñarle a Camus a convertirse en hombre, ¿lo considerarías inadecuado para alguien de tu edad?
—¿Cómo?— El pupilo de Shion se sonrojó completamente. Leo se golpeó la frente con la palma, dejando una marca rojiza en su piel. Saga y Milo se miraron: el segundo alzó los hombros, pues él no quería meterse en asuntos que no entendía.
—Iré a buscar un cuchillo—. Se excusó penetrando el interior del templo, dejando a Mu trabado, a Aioria al punto del colapso y a Saga confundido intentando entender al carnero.
Sujetó la manzana entre sus dedos mientras la admiraba y se tomaba un momento para pensar en lo que quería decir Mu, sintiendo curiosidad por Saga y su relación con Camus, así como en Aioria y lo que tenía con Shura.
Supuso que era normal tener esa clase de inquietud con la edad que tenían, pero siendo realistas y sinceros (como lo había dicho Mu), su destino era morir. Y sí, todos los humanos mueren, pero ellos, siendo guerreros estaban destinados a morir sin experimentar "los placeres de la vida". Así que, pensar en enamorarse era una total pérdida de tiempo.
Decidió morder la manzana que Saga le había regalado, y por el movimiento que hizo al tocar la fruta con sus labios, recordó a Kanon…
En realidad no tenía por qué pensar en él, pero él había tocado su boca así: suave pero firme. El recuerdo lo paralizó y trajo hasta su estómago un revoloteo que lo asustó. Sintió la sangre correr rápidamente por su sistema sanguíneo y teñir sus mejillas canela por un tono granada.
Sacudió la cabeza con fuerza, y se palmeó las mejillas, pensando en lo ridículo que era su cerebro al asociar el comer manzanas con un beso, su primer beso.
Y no es que hubiera dedicado gran parte del tiempo a pensarlo, pero mientras saboreaba el fruto, ansiaba tocar sus labios otra vez.
De cualquier forma, una semana después, Kanon no repitió aquel contacto en sus sesiones de entrenamiento, y aunque Milo nunca mencionó o dio señas de esperar alguno, era difícil quitarse esa imagen de la cabeza y no sentir que de verdad deseaba explorar en esa y otras emociones cuando estaban juntos.
Era normal para los espartanos, después de todo, volverse amante del maestro, pero los helenos no compartían las mismas prácticas… ¿O sí?, ¿debería esperar de Kanon ese tipo de acercamiento en el futuro?
Finalmente, y tras pensarlo un momento, creyó que podría escuchar un poco de la conversación entre Saga y los otros para nutrir sus propias expectativas, sin embargo, cuando volvía, el caballero de Géminis estaba de camino hacia la salida con expresión de enojo y fastidio.
Mu golpeó a Aioria en la cabeza.
—¿¡Por qué le dijiste eso?!— lo reprendió, el castaño se veía demasiado abochornado para quejarse por ello.
Milo los miró con curiosidad, pero pensó que si se mostraba demasiado interesado en la conversación, Mu lo iba a avasallar con preguntas que no podía responder.
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Después de tres semanas, tanto Kanon, como Milo mantuvieron su entrenamiento en secreto. El primero se aseguraba de que nadie los descubriera marcando una especie de perímetro que revisaba todos los días; mientras que el segundo, se escabullía del Santuario sin levantar algún tipo de sospecha.
Kanon siempre había tenido una buena relación con Milo, porque ambos eran de personalidad alegre y desafiante; y de todos en el Santuario, era quien parecía entenderlo mejor. Él no lo juzgaba, y, por el contrario, lo encontraba gracioso (al menos eso pensaba de niño), y entretenido, aunque hablara realmente en serio sobre asesinar a su hermano gemelo.
No era costumbre suya suspirar al pensar en alguien, o desear fervorosamente revivir un momento en particular con esa persona; sin embargo, desde que besó a Milo aquella primera vez, había luchado contra sí mismo por no repetirlo, porque sus intenciones no serían sinceras con él, y porque una vez que volviera a hacerlo, no podría detenerse. El todavía postulante a la armadura de Escorpio le importaba demasiado para no sentir que se volvería una adicción para él; además, Kanon tenía planes que involucraban a Sorrento de Siren para su futuro, y enredarse con Milo, solamente le haría más complicado el asunto, porque los sentimientos negativos que le habían traído de vuelta al santuario con su venganza, empujaban lejos cualquier preocupación o apego hacia él.
Milo, por supuesto, era joven y se sorprendía o deslumbraba por cualquier cosa, así que estaba seguro, que también soñaba con él; aunque el escorpión parecía sociable y popular, y eso le preocupaba… Temía que un día el espartano llegara anunciando que había ensayado besos con Aioria, o que se manoseó por ahí con Mu. Sabía que con Camus no tenía buena relación, pero pensar en ellos dos juntos era peor que tener la imagen de Saga montando al centauro de Sagitario, ¡y vaya que los descubrió muchas veces así!
—¡Hola!— Lo saludó efusivamente Milo, llegando a su lado. Kanon se acomodó sobre la arena para mirarlo, y notó que el escorpión ponía una servilleta de tela, que contenía tres panques. El gemelo arqueó una ceja, él sonrió y buscó entre las ropas un pedazo de papel.
—¿Qué es esto?— preguntó Kanon mientras tomaba uno.
—Es un panque que preparó Mu—. Explicó con una pequeña sonrisa—. Anoche estaba tan exhausto que me fui a dormir temprano, y esta mañana, cuando desperté, encontré en mi mesita de noche una servilleta con estos tres, y una nota—. Se la extendió. El otro la tomó sin interés, notando que la letra se escribía apresurada y era difícil entenderla, incluso algunas palabras estaban mal expuestas. En cuanto leyó la firma entendió por qué: Mu, quien al final de la nota expresaba una disculpa por los garabatos, pues únicamente había tenido como apoyo la espalda de Aioria, y este no dejaba de moverse.
Kanon leyó el papel mientras Milo lo admiraba en silencio, enterándose que, los panques fueron servidos la noche anterior en una fiesta de despedida…
—Así que… Camus se fue del Santuario…— expresó pensativo, aunque, la verdad, estaba sorprendido porque sabía cuán importante era el pequeño pingüino para su gemelo.
—Sí, esta mañana se dirigió a Siberia. Mu estaba un poco triste, pero creo que Aioria lucía aliviado…— Kanon lo ignoró mientras continuaba leyendo o intentando adivinar lo que el ariano había querido decir.
Cuando terminó de leer, le pasó la nota a Milo otra vez, tomó un panque y se lo comió.
—¡Vaya! Parece que el sabelotodo sí cocina bien—. Exclamó sorprendido. Milo asintió.
—Mu generalmente es muy bueno en todo lo que hace, sin embargo, parece que los de Camus eran mejores—. Observó el pan que tenía en la mano—. Según Mu, lo torturaron con preguntas para sacarle el ingrediente secreto, pero no lograron hacer que diga la verdad— Sonrió.
Kanon, quien había engullido completamente el suyo, lo miró serio, pues comenzaba a parecerle que Milo se entusiasmaba demasiado con Aries y Acuario, aunque se inclinaba más a pensar que Saga logró influir en él, y sentía atracción hacia el onceavo guardián. Sus sospechas se confirmaron en cuanto lo oyó decir:
—Me hubiera gustado probar los suyos, a ver si sabían tan bien…— pero lo que era curiosidad natural en alguien joven como él, para Kanon era una señal de alerta.
—Y dime, Milo, ¿a ti te afecta que se vaya?— Le preguntó de pronto, tentando el terreno. El escorpión lo miró sin comprender a qué iba tal cuestión.
—¿A mí?— se sorprendió ligeramente, y después sonrió de lado— Para nada… aunque siento presión para ganar mi armadura primero, ahora que no puedo ver directamente sus avances—. Kanon lo escuchó con atención, y aunque no había rastro de alguna declaración amorosa, entendió que él sería un fantasma entre ellos; aunque por motivos errados, ya que, mientras Escorpio lo veía como un rival, el gemelo lo tomaba como un acto de un amor que ante cualquier rocío iba a florecer.
Milo terminó su panque y se quedó viendo el mar, el otro lo miró de perfil, pensando que lo único bueno en su vida no podía serle arrancado con tal facilidad, así que se colocó de rodillas delante de él, intimidando al menor con toda la intención de hacerlo.
—¿Te gusta Camus?—. Preguntó de golpe. Escorpio alzó las cejas con sorpresa. Lo miró a los ojos, pues no había otro camino que los suyos pudieran seguir, y aunque quiso responder de inmediato un NO, la verdad, el cerebro antojó recordar aquella figura delgada, de piernas largas y torneadas; ese cabello delgado, prolongado, en capas, bañando la frente, los hombros y la mitad de la espalda; esa nariz ligeramente encorvada, las cejas pobladas y cortadas a la mitad imitando en gracia el color de los ojos y cabello; y ese caminar suave y elegante…
Nunca se detuvo a pensarlo, pero como un hombre joven con gustos particulares, aquel niño flaco y ojeroso evolucionó a un muchacho atractivo que sí, que le gustaba… Aunque no en una forma romántica…
—¿A qué viene tanta pregunta?— Intentó escapar al escrutinio visual que comenzaba a incomodarlo, porque con Kanon su corazón y su propio cuerpo enloquecía; pero el mayor, a quien no se le había escapado su reacción, lo acorraló empujándolo con su propio cuerpo para quedar recostado en la arena con él encima; entonces, sin responder a la evasiva del escorpión, lo besó en los labios.
Por un momento, Milo se quedó con los ojos cerrados, disfrutando otra vez de aquel contacto, que se había tardado demasiado en aparecer, y que una vez más le prodigaba ese cosquilleo en el vientre, y en las manos, que se quedaron inertes a sus costados. A partir de entonces no sabía qué hacer, ni siquiera se molestó en responder el beso, pues no sabía como; los ojos cerrados le brindaron la oportunidad de ahondar en aquella experiencia, y los labios de Kanon, el poder necesario para responder de forma adecuada. Su boca se movió lenta, a la par que la ajena le incitaba, aumentando su ritmo únicamente cuando colocó los dedos en su mentón, y los deslizó suavemente hacia la nuca, sosteniéndola como si temiera que en cualquier momento rechazara el contacto; pero Milo no quería que se terminara. No sabía cómo expresar lo que se acumulaba dentro de su pecho, o que nombre darle, pero lo sentía a través de cada poro de su piel, y en las pequeñas sacudidas de su cuerpo.
Kanon profundizó el beso, abriéndose paso entre los labios de Milo, y tocando su lengua con éxtasis, mientras deslizaba la mano por el pecho y la filtraba hasta su vientre, hurgando bajo la ropa. Escorpio sintió que la sangre le explotaba en la cara, y que un gemido se le escapaba por la boca, cuando la piel se le erizó con el contacto ajeno. Sentía el pulso acelerado y el pecho aplastando el corazón, dificultando la respiración; por lo que, jadeante, apartó sus labios del otro, y apoyando las manos en sus hombros le impidió acercarse otra vez. Él se detuvo al observar aquel imperante y sensual sonrojo en las mejillas contrarias.
De pronto se vio dividido entre hacer lo correcto por la única cosa que le importaba, o actuar a favor de su venganza…
Apoyando en la arena las manos que antes estaban sobre Milo, se incorporó, sin molestarse en ayudar al otro a hacer lo mismo, pero siendo Escorpio tan joven y ágil, pudo hacerlo sin problemas.
—Continuaremos perfeccionando tu velocidad—. Le dijo sin mirarlo, con la intención de no tocar el tema del beso por ahora. Por su parte, Milo quedó desconcertado.
¿Debería preguntarle por qué lo besó después de tanto tiempo? Kanon actuaba como si no hubiera pasado nada.
Tras un momento, el escorpión asintió, y esa señal dio pie a que pudieran retomar el entrenamiento.
Algunas veces Milo debía correr por la playa, entre las olas del mar, las rocas, nadar a profundidades insospechables y pelear uno contra otro; sin embargo, a pesar de que siempre al entrenar hacia sus sentimientos por Kanon a un lado, en esta ocasión le resultaba difícil, pues terminaba por recordar el momento previo a su práctica, en que los dos se besaron, y eso lo distraía.
El gemelo se dio cuenta de que este no estaba en la misma disposición para entrenar, así que se le ocurrió ponerlo a prueba. Para empezar lo incitó a pelear contra él, y como Milo no lograba asestar ni un golpe, Kanon tuvo que darle uno en el estómago para hacerle notar que bajaba demasiado la guardia.
El pupilo se contrajo sobre la arena debido al dolor y la falta de aire.
—Debes poner más atención a lo que haces—. Lo reprendió. El escorpión tosió un poco para recuperarse.
—¡Pongo atención, Kanon, pero tú eres más rápido!— El otro meneó la cabeza.
—Para merecer la armadura debes ser el más rápido de los doce. Recuerda que el punto fuerte de tu técnica es no dar oportunidad a tu presa a que escape—. Escorpio hizo una mueca de desagrado, y como era ya su costumbre hacerlo, le arrojaba al mayor lo que tenía en la mano, que en ese momento era arena. Al hacerlo, no contaba con que el viento se lo regresaría y lo bañaría con su propio ataque.
Kanon se rio, porque notó que él siempre conseguía endulzar su vida.
Milo comenzó a quitarse los granos de sal con las manos, mientras el gemelo se inclinaba, colocándose a su nivel y retirándole los rastros con los dedos sobre el pelo y la piel.
—Hagamos un trato. Si tú logras darme, aunque sea un golpe en la cara, prometo que yo te volveré a besar…— El color en Escorpio subió de golpe.
—¿Qué me darás un beso?— Rio muy fuerte, restándole importancia, a pesar de que sus facciones denotaban su nerviosismo. El otro pegó la punta de la nariz, con la de su pupilo.
—Sí, Milo… Te daré otro beso…— Susurró. Sus dedos se deslizaron suavemente por aquella piel acanelada…
—¡Como si eso me importara!— Exclamó el escorpión, empujándolo y virando el rostro hacia un lado. El corazón dentro de su pecho estaba por explotar en cuestión de segundos, pero su orgullo de guerrero no le haría bajar la guardia.
Apoyó la mano diestra en la arena y se puso de pie. Kanon copió su posición, enseguida se le acercó, y sin decir más, lo tomó por la nuca y volvió a besarlo de forma posesiva. Milo se quedó de piedra, observándolo con los ojos abiertos.
A diferencia del primero del día, este era intenso, y le provocaba pegarse al cuerpo ajeno, abrazarlo, y moverse de forma igual al gemelo; quien, al sentir su respuesta, deseó llevárselo lejos y permitir que las emociones entre ambos fluyeran de forma natural y salvaje.
Percibía su propio deseo expandiéndose dentro del pantalón, y rogando por la atención que le hiciera explotar. Y como su intención era solamente alimentar las ganas de Milo, se apartó y lo empujó para que cayera en la arena de sentón.
—¿Crees poder alcanzarme?— Inquirió bromista, sonriendo tan burlón, que el escorpión estuvo a punto de limpiarse el beso con la mano para restarle importancia; sin embargo, ese sabor… ese hormigueo, importaba mucho más que esa mascarada…
Milo frunció el entrecejo, se levantó y comenzó a lanzarle golpes, uno tras otro, de forma tan continua y desesperada, que Kanon se veía en peligro la mayoría de las veces; se alegró, al menos, de que pusiera mucho mayor empeño. Sosteniendo la posición se lo fue llevando por la costa, hasta un punto donde el agua del mar les rozó las rodillas. Escorpio se percató de la situación, pero no bajó la guardia ni el ataque; incluso a su oponente le fue más difícil resistir, y cuando este 'tropezó' con una ola marina, el puño de Milo encontró un lugar en su quijada…
A consecuencia del impacto, el gemelo salió repelido escasos metros lejos.
El corazón del espartano reventó de emoción: ¡Ya lo tenía! ¡Consiguió no solamente ser más rápido y fuerte que su adversario, sino también su recompensa! No la necesitaba (creía él), pero al fin podía decir que lo venció.
Sonrió satisfecho mientras el gemelo intentaba levantarse, pero las olas no se lo permitían. Milo, asustado, se dirigió hacia donde estaba para ofrecerle ayuda; pero Kanon le tomó la muñeca y lo obligó a entregarse también al mar.
En cuanto Escorpio sintió que las piernas se le arrastraban y se raspaba con la arena, dejó de patalear, y solo lo hacía para que el agua no le cubriera por completo la nariz; sin embargo, al poco rato, ya no había dónde pisar. Sus pies comenzaron a experimentar el vacío del océano, y supo que este iba a tragarlos. Intentó nadar hacia la orilla, no obstante, los brazos del gemelo lo atraparon por la cintura, inmovilizando cualquier oportunidad.
—¡Suéltame!— Le gritó, intentando zafarse para impedir que este lo ahogara, y luchando con todas sus fuerzas por obtener libertad; pero el otro se aferraba al agarre, restregándose más contra su cuerpo.
Kanon lo sabía empapado, y tenía clavada en la memoria aquella imagen deliciosa de Milo, la ocasión que lo asustó y besó por primera vez; así, mientras Escorpio peleaba por flotar, soltarse y nadar hacia la orilla, el otro se las ingeniaba para asegurarlo, cerrarle el paso, y situarse delante para atrapar sus labios con un beso fogoso, que tras instantes de lucha y confusión por parte del escorpión, dio paso en él, a un instante de calma y entrega con el aquel astuto depredador. Su lengua se enredó en la de Milo, mientras las manos bajaban, tomando su lugar en las posaderas de Escorpio, quien de pronto se sintió aliviado, como si ese beso fuera morfina y sedara sus músculos; incluso, por impulso, colocó las piernas alrededor del cuerpo del gemelo…
Kanon lo sabía por fin bajo su dominio… pero no se había dado cuenta de que Milo ya era suyo desde el primer momento, porque él ya lo quería, mientras que el gemelo solamente pensaba en su absurda venganza…
Lo tomó entre sus brazos, salió del agua sin parar con sus roces, besos y caricias, mientras lo llevaba a un lugar apartado para consumar aquel primer acto…
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…Continuará…
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Notes:
(1) Thiago: En el videojuego Saint Seiya Online se menciona que, al igual que otros Caballeros en el pasado, decidió cambiar su nombre por el de Aldebarán, la estrella gigante de Tauro. Según el videojuego, su auténtico nombre es Thiago.
Como Mu y él son muy cercanos, supuse que el pequeño carnero lo llamaría por su nombre. Al menos de jóvenes.
Notas de autor:
Hola!!
¿Cómo están? Espero que hayan tenido una gran semana!!
Para este capítulo, si leyeron la primera versión, notarán que básicamente cambié algunas cosas. Iba a añadir algo extra con Saga, Aioros y Kanon, pero después pensé que podría dejarlas para otro momento, ya que el capítulo trata de Kanon y Milo, y aunque eso es importante para la historia, no es relevante por ahora.
También este es el capítulo donde Camus habla dos o tres palabras xD dice si, adiós, no y… ya. Es raro para mí notar eso con lo mucho que me gusta, pero bueno! El siguiente sí va a hablar (?).
Sobre Mu… jajajaja bueno, si han leído fics míos saben que Mu para mí es un personaje multifacético, y que puede ser muy dulce, muy callado o definitivamente muy troll… por qué? Porque los aries en mí vida son así de diferentes y con todos me llevo bien, así que este Mu niño es hiperactivo, directo y curioso jajaja es bastante gracioso en realidad. Aquí Mu es amigo de Aioria y Milo, pero como mencioné, al crecer se vuelve amigo de Camus, y de Shaka… pero tiene una relación muy importante con un personaje principal, y tendrá repercusión en el final, así que irá saliendo poquito por ahí.
Lo estoy shippeando con Aioria por culpa de esta historia, aunque en realidad no tienen nada, pero verlos así peleando ya de adolescentes me da un noseque xD (agreguemos que en el anime Mu le dice que no a Aioria en todo).
¡Espero que este vistazo al pasado sea de su agrado! Y recuerden, es la perspectiva de Milo y Kanon, por eso no vemos por ahora la relación de Saga y Camus, más que con los ojos de Milo (lo poco que nota y sabe de ellos).
Si tienen alguna pregunta no duden de decirme, también sí tienen sugerencias o alguna cosa que quizá les gustaría saber y que no haya aclarado aún.
Muchísimas gracias por leer y un abrazo!!
