Notas: ¡Estamos de vuelta, otro domingo más! Bueno, yo aviso se vienen cositas calientes esta semana… Como curiosidad, os comento que este fragmento fue el primer borrador de esta historia. Aunque la verdad es que ha cambiado muchísimo el trasfondo de la idea inicial, me gusta mucho como quedó, por lo que quería incluirla de todas formar. Os sigo contando cositas al final del capítulo, disfrutad 3

- Así que… dices que quieres someterte a mí sexualmente… ¿Por voluntad propia? – Inquirió el despacio, estudiando mi rostro muy de cerca.

Contuve la respiración unos instantes. ¿Tan mal había sonado?

- Deseo que me manipules según te dicten sus deseos más profundos, Sesshomaru. Todos y cada uno de ellos. – Repetí, tratando de darle más sentido del que probablemente tenía.

Le estaba rogando a aquel hombre tan serio y bien vestido que me dominase por completo. Necesitaba ver hasta dónde podría llegar la llama de su pasión, tras verlo siempre tan calmada y estoico ante todo tipo de situaciones. Me excitaba de sobremanera fantasear con cómo me poseía de forma salvaje y llena de necesidad. Algo aparte de mis sueños me decía que él podía llegar a ser más fogoso de lo aparentaba, pues lo delataban sus intensas miradas cuando había más gente alrededor. Aquellos ojos no eran los de un herbívoro, no me cabía duda alguna. Además, Sesshomaru no solía mostrarse activamente interesado por muchas cosas, por lo que era sencillo notar la diferencia cuando sí lo hacía.

Todo lo que yo necesitaba de aquel juego de roles era saber cómo se sentiría dejarlo hacer con mi cuerpo lo que quisiera, verlo dejarse llevar de acuerdo a sus deseos y abandonar esa máscara de hielo con la que se presentaba delante de todo el mundo. Después de todo, sus ojos dorados como la miel prometían algo mucho más ardiente, y no descansaría hasta poder comprobarlo.

Sesshomaru esbozó una sonrisa maliciosa. Era claro como el día que no le disgustaba la propuesta.

- ¿Tanto me deseas que estás dispuesta a ser como una muñeca, a mi merced? – Sus delicadas manos acariciaron mi hombro, descendiendo hasta mi clavícula, estudiando los roles que le había explicado. – Frágil, hermosa y completamente manipulable, vulnerable ante mi voluntad… - Su boca estaba tan cerca de la mía que podía sentir su respiración en mi rostro. - ¿Es eso lo que quieres, Rin?

Sentí un escalofrío recorrer toda mi columna vertebral de arriba abajo. El timbre grave de su voz mientras susurraba era irresistible, y parecía plenamente consciente de ello.

- Por favor. – Supliqué, mirándole directamente a los ojos.

Él se irguió mientras tomaba mis manos, instándome a ponerme en pie junto a él. Me sacaba más de una cabeza, haciéndome sentir como una niña a su lado, debido a la diferencia de estatura. Sin embargo, ambos éramos más que conscientes de que el contexto de la conversación era claramente entre adultos. Su expresión astuta delataba que estaba interesado en mi proposición.

- Está bien. – Accedió, finalmente. – Será interesante hacer lo que me plazca contigo.

Sentí cómo me ponía la piel de gallina al escuchar eso. Estaba comenzando a dejar salir el apasionado calor de la pasión que había estado ocultando todo aquel tiempo. Él se deshizo el nudo de la corbata y la dejó caer al suelo. Introduje las manos por debajo de mi falda, con la intención de deshacerme de mi ropa interior, pero su voz me hizo detenerme en seco.

- Tenía entendido que no podías hacer nada que no fuera mi voluntad.

Tenía razón. Crucé los brazos por delante de mí. No podía olvidar las reglas del juego que yo misma había propiciado.

- Tienes razón, disculpa.

Sesshomaru se desabrochó los dos primeros botones de la camisa, manteniendo en su sitio el chaleco gris y la pulcra camisa blanca. Embobada con aquella visión, no pude más que observar cómo se marcaban los prominentes músculos de sus brazos mientras lo hacía, quedándome sin aliento. Entonces me acercó a mí y me cargó entre sus brazos, como si fuera una princesa. Aquello era lo último que esperaba que hiciese. El hombre echó a andar hacia el interior de la vivienda con paso decidido.

- Sesshomaru… - Musité, con las mejillas sonrojadas. - ¿A dónde vamos?

- A un lugar donde podamos estar más cómodos.

Caminó por el pasillo de su apartamento conmigo en brazos y me sentó al borde de una espaciosa cama de sábanas blancas. Aquella debía de ser su habitación. En el ambiente flotaba el olor de su colonia de forma ligera, y apenas había decoración o rastros de ningún tipo de preferencias de aquel hombre. Tan frío, minimalista e impersonal como siempre. Me excitaba descubrir de una vez por todas cómo sería en la cama.

- ¿Tienes miedo al fuego? – Se dirigió a mí, repentinamente.

- No. ¿Por qué lo pregunta?

Sin contestar nada en absoluto, tomó unas velas que reposaban sobre su cómoda y las prendió con unas cerillas que extrajo del cajón. Acto seguido, se levantó para correr las cortinas y bajar de las persianas del cuarto, dejándonos en la penumbra, iluminada únicamente por las tenues llamas.

- ¿Te sientes cómoda así?

Asentí. El ambiente era íntimo y acogedor. Me gustaba.

Sesshomaru se agachó frente a mí, y sentí como su mano se introducía entre mis muslos, sin atisbo de timidez o pudor, por lo que fui incapaz de contener una exhalación. Sin embargo, descendió hacia mis piernas, en un claro intento de burlarse de mí. Debía de divertirle la expresión anhelante de mi rostro, ya que no separaba sus ojos de mi ni por un momento.

Entonces empleó sus hábiles dedos para deshacer los lazos y bajar las cremalleras de mis pesadas botas negras de plataforma, dejándome descalza, con mis medias de rejilla hasta la rodilla. Observó mi rostro cuidadosamente mientras yo sentía que se me aceleraba el corazón.

- Ahora que me fijo bien, sí que tienes aspecto de muñeca. – Murmuró, acariciando mi rostro. – Tu piel es blanca como la porcelana, tus facciones son delicadas… - Posó su índice sobre mis labios. No pude contener mis ganas de envolverlo con mi boca y darle un suave mordisco. – Y estás bastante hambrienta, por lo que veo…

Quería quitarme mi vestido negro de tul para descubrirme por completo frente a él, pero sabía que ya me había arriesgado demasiado a romper las reglas al morderlo. Ardía en deseos de comprobar cuál sería su próximo movimiento.

- ¿Qué es lo que deseas hacer? – Le apremié, impaciente.

- Por el momento, voy a tomarme mi tiempo en desvestirte, ¿sí? – Respondió con tono juguetón. – Sube los brazos.

Iba a hacerlo, por fin, dios mío. Seguí sus órdenes sin un instante de duda.

- Buena chica. – Murmuró, complacido ante mi ciega obediencia.

Sujetó la falta de mi vestido negro de tul y fue ascendiendo muy lentamente. Primero descubrió la extensión completa de mis piernas, seguido de mis bragas de encaje, que tenían el motivo de una mariposa en la parte delantera. Sus ojos seguían el recorrido de la prenda atentamente a medida que iba descubriendo mi piel, denotaba que le gustaba lo que veía. Sentía como si su mirada me acariciase, sensación que encontraba altamente estimulante.

A continuación, descubrió mi torso, oculto parcialmente por un babydoll negro con transparencias. Podía ver perfectamente mi ombligo y mis pezones erectos contra la tela. Pareció sorprendido por aquella prenda, ya que seguramente esperaba un sujetador convencional, pero yo había venido más que preparada para llamar su atención. Pasó el vestido por encima de mis hombros y se detuvo a la altura de los codos. Se me estaban entumeciendo los brazos, pero concentré todos mis esfuerzos en aguantar, sin hacer amago de cambiar de posición.

Sesshomaru me miró detenidamente de arriba a abajo, deleitándose con la visión de mi cuerpo. También parecía estar poniendo a prueba mi paciencia.

- ¿Hay algún inconveniente con mi apariencia? – Le pregunté, deseosa de recibir sus atenciones lo antes posible.

Me miró directamente a los ojos, haciendo que mi corazón diese un vuelco.

- Simplemente estaba apreciando lo apetecible que te ves, si es lo que preguntas.

- Entonces… - Traté de apremiarlo.

Dejó escapar una risa ronca. Acercó su rostro al mío mientras se aferraba a mis brazos, todavía sobre mi cabeza, con el vestido hecho un gurruño.

- Encuentro adorable que no te esfuerces lo más mínimo en disimular tu evidente impaciencia, Rin. – Su aliento rozaba mi boca. – Voy a tener que darte un pequeño premio si no quiero que te saltes las normas, ¿verdad?

Con suavidad, posó sus labios sobre los míos. Dejé paso a su lengua, que se movía con precisión mientras se enredaba con la mía, provocándome escalofríos. Doblé los codos hacia atrás, permitiéndome un pequeño descanso para mis entumecidas extremidades. Mordisqueé su labio inferior, para a continuación succionarlo apasionadamente. Él me respondió empujándome con suavidad para dejarme caer de espaldas sobre la cama, donde siguió besándome con delicadeza hasta que dejé escapar un gemido, al contacto de su rodilla contra mi entrepierna.

Entonces se incorporó para ayudarme a retirar definitivamente la prenda atascada en mis brazos. No pude evitar quedarme mirándolo con adoración mientras lo hacía. Se quitó el formal chaleco de vestir de color gris, y se había remangado la camisa hasta la altura de los codos, permitiéndome contemplar sus bien formados antebrazos. Comenzaba a arrepentirme parcialmente de aquel juego, en el cual no me estaba permitido arrancarle la ropa.

- ¿Me estás desnudando con esa mirada? – Inquirió, alzando una ceja al notar la intensidad de mis ojos al observarle.

- Sí. – Respondí, sin filtro alguno. – Me estoy aguantando las ganas.

Apoyó sus dedos sobre mi clavícula, alrededor de mi cuello.

- Buena chica. – Me felicitó. – Según las normas, no puedes hacer nada que no te pida yo expresamente. Vas aprendiendo.

Sus grandes y calientes manos descendieron hasta acariciar mis pechos. El estado extremadamente sensible de mis pezones me hizo estremecerme por el contacto. Por un momento pensé que iba a quedarse allí, pero siguió descendiendo por mi abdomen hasta llegar a mis caderas. Sesshomaru se colocó entre mis piernas abiertas. Contuve el impulso de contonearme contra él al sentir su cercanía.

Tomó mis piernas y las apoyó sobre sus hombros, elevando la mitad inferior de mi cuerpo con él. Rozó mi intimidad con su nariz y dejó escapar su aliento sobre aquella zona tan sensible. Gimoteé, en respuesta. Estaba tan cerca, pero no terminaba de tocarme directamente. Estaba tan húmeda que podía sentir cómo el flujo trataba de escapar de aquella ropa interior que lo aprisionaba. Esbozó una sonrisa ladina, consciente de la tortura a la que me estaba sometiendo.

Depositó mi trasero de nuevo sobre la cama, para mi tremenda decepción. Respiré hondo. Solo tenía que ser paciente para obtener lo que quería, ¿verdad? Me dejé hacer sin oponer resistencia cuando me pidió que me diese la vuelta, para quedar tumbada sobre mi abdomen.

- Ahora incorpórate sobre tus codos y rodillas. – Recitaba todas sus instrucciones con voz suave.

Le obedecí una vez más, tratando de ser elegante en mis movimientos. Después de todo, estaba mostrando mi trasero en todo su esplendor, mi ropa interior no dejaba mucho a la imaginación.

Sentí cómo sus dedos se enredaban en los costados de la prenda sobre mis caderas y comenzaba a deslizarla siguiendo la dirección de mis piernas con sumo cuidado. Estaba tan concentrada en la sensación de cómo se deshacía de las bragas de encaje que no pude evitar dejar escapar un pequeño chillido al notar cómo mordía mi trasero de forma repentina. Un pícaro gesto por su parte.

- Vas a conseguir que se me salga el corazón por la boca… - Le reproché, avergonzada por el agudo sonido que había salido de mi garganta.

- Preferiría darle otros usos más estimulantes a tu boca, si no te importa. – Contestó, claramente orgulloso de las reacciones que provocaba en mí.

Me enfurruñaba en la misma medida que me excitaba que me dejase sin palabras de aquella manera. Tenía un don para saber qué decir en cada momento para dejarme muerta de la vergüenza, a pesar de que yo no era tan pudorosa habitualmente.

Sesshomaru alargó su brazo para tomar una de las velas de la cómoda y la acercó a mi trasero, dejando caer una diminuta gota de cera sobre mi piel. Gemí, sorprendida ante la ausencia de dolor. Estaba caliente, pero no quemaba en absoluto. Viendo que mi reacción no era negativa, retiró la tela del babydoll que cubría mi cuerpo y trazó un camino desde mi trasero hasta mi espalda con las gotas que caían del objeto candente en su mano. Extrañamente, me sentía excitada y me estremecía cada vez que percibía cómo la cera pasaba de templada a fría en pocos segundos. No podía decir lo mismo de mi deseo salvaje porque aquel hombre me tocase de una maldita vez.

- ¿He alcanzado ya el límite de tu paciencia? – Preguntó con sorna mientras dejaba la vela de nuevo sobre su lugar de origen.

Suspiré, ante el contacto de sus manos apretando mis glúteos, haciendo insinuaciones de la sensación de sus dedos sobre mi piel. Le odié un poco por crearme tanta expectación.

- Hace mucho que lo sobrepasaste, si se me permite decirlo.

Dio una palmada sobre mi trasero con aire triunfal, haciéndome jadear.

- Comprendo. Ponte boca a arriba, pues.

Me preguntaba qué estaría maquinando su mente en aquellos momentos. Nunca sabía qué esperar de aquellos ojos color miel, que parecían esconder los misterios más antiguos del mundo.

Una vez me encontraba tumbada mirando al techo, Sesshomaru separó mis piernas, mientras las rodeaba con sus brazos para inclinarse sobre mi monte de Venus.

- Pienso que ya es momento de recompensarte por tus esfuerzos, ¿no crees?

Asentí, conteniendo la respiración, emocionada. Observé deleitada cómo hundía su rostro entre mis mulos para cubrir mi intimidad con su boca. Gemí, altamente susceptible a su contacto. Depositó besos lentamente sobre la cara interna de mis muslos, prolongando un poco más mi sufrimiento, hasta acabar en mi clítoris con un sutil roce. Traté de atraerlo con mis piernas, pero su firme agarre me lo impidió. Si no me tocaba en condiciones de una vez, me vería en la obligación de hacerlo yo misma antes de volverme loca…

Sentí cómo comenzaba a lamer mis húmedos pliegues con absoluto descaro, demostrando que todos los rodeos que había dado formaban parte de su juego. Le encantaba hacerse desear, y lo conseguía con más eficacia de la que estaba dispuesta a admitir en voz alta. En aquel punto, cualquier mínimo movimiento me provocaba un escalofrío de placer tan intenso que era imposible contener mis gemidos. Temía que pensara que pudiera estar sobreactuando o exagerando, pero no pude controlar mis espasmos tampoco cuando retuvo mi clítoris ente sus labios para succionarlo con delicadeza. Eso, sumado a la intensa mirada que me dedicaba desde entre mis piernas, estudiando todas mis reacciones, eran mucho más de lo que podía soportar. No tenía más remedio que rendirme ante el éxtasis y dejar mis gemidos fluir libremente fuera de mi garganta.

Sujetó mis caderas para alzarlas ligeramente y comenzar a introducir su lengua en mi interior. Jadeé excitada, aunque apenas me quedaba aire en los pulmones, en respuesta a las deliciosas sensaciones que recorrían mi cuerpo. Salía y entraba con un ritmo pausando, observando cada mínimo temblor que me producía. Parecía que pudiese pasarse allí abajo todo el día, disfrutando de explorar las zonas más íntimas de mi cuerpo.

Sesshomaru se detuvo un momento para apoyar de nuevo mi trasero sobre la superficie de la cama, permitiéndome un respiro. Mi pecho subía y bajaba rítmicamente, en un intento de recuperar aire rápidamente. Él tampoco perdió demasiado tiempo, inclinándose para depositar un casto beso sobre mi clítoris. Mi cuerpo se sobresaltó de forma involuntaria.

- Eres adorable. – Murmuró con fascinación.

Me sentía tan avergonzada por mis reacciones en aquel punto que me cubrí el rostro con los brazos para ocultar mi evidente sonrojo.

- No sé por qué dices esas cosas. – Musité. No me esperaba que fuera del tipo de persona que dijera aquel tipo de cosas dulces en mitad del sexo.

Sesshomaru se recostó a mi lado y retiró las manos que cubrían mi rostro.

- Porque es todo lo que puedo pensar cuando te miro. – Respondió con honestidad, mientras me miraba a los ojos.

Aquella confesión me dejó completamente desarmada, con la mente en blanco. Sabía que nuestra atracción era mutua, pero aquellas palabras podían dejar entrever algún tipo de sentimiento más allá, ¿o no?

Él me jaló del brazo, colocándome sobre mi costado para que estuviéramos frente a frente. Pasó mi pierna por encima de su cadera y me besó con ternura.

- Sujétame a mí si es demasiado. – Me advirtió con tono travieso.

Sus dedos jugueteaban alrededor de mi vagina. Me mordí el labio, involuntariamente. Ni siquiera yo había sido consciente hasta ese mismo momento, pero había desarrollado una potente fijación con sus manos, grandes, venosas, y que prometían maravillosas sensaciones con sus precisos movimientos. Apreté los puños, aferrándome a mi propio pecho, mientras sentía cómo tanteaba mi entrada. ¿No podía sólo hacerlo de una vez? Moví mis caderas, en un intento desesperado de hacerle entender mi necesidad sin palabras. Se alejó de aquella área y comenzó a acariciar mis clítoris. No pude evitar gimotear.

- ¿Pasa algo? – Preguntó, fingiendo que no comprendía lo que le estaba pidiendo.

- Por favor… - Le rogué, entre gemidos, mientras seguía rozando aquel rincón de piel tan sensible. – No me hagas esperar más.

Me atrajo hacia su cuerpo mientras volvía a posicionar sus dedos en mi entrada.

- ¿Te refieres a esto? – Estaba disfrutando demasiado saber hasta qué punto me excitaban sus juegos.

- P-por supuesto, idiota. – Contesté a la defensiva, tratando de recuperar algo de dignidad.

No pareció molestarse por el insulto. Contrariamente, por fin cumplió mis deseos, hundiendo uno de sus dedos en mi interior. Lo hacía lentamente, presionando las paredes internas de mi vagina. Me aferré sus hombros mientras gemía, deleitada por las sensaciones. Cuando se hubo introducido por completo, comenzó a moverse hacia dentro y fuera. En algún punto de esta secuencia, sentí cómo se sumaba otro dedo.

Las sensaciones eran tan intensas que me lancé a besarlo, en un intento de acallar mis propios gemidos. Él me correspondió encantado, succionando mis labios con descaro, mientras no cesaba de masturbarme con la paciencia que caracterizaba sus movimientos. Sabía que debía estar empapando su mano, no me había sentido tan excitada y a punto en demasiado tiempo. Mi humedad no debió de pasarle desapercibido, ya que se animó a introducir un tercer dedo, el cual me hizo emitir un quejido. Se sentía muy apretado, sus falanges eran largas y gruesas.

- S-Sesshomaru… - Gimoteé. – Creo que tres ya es demasiado…

- ¿Demasiado? – Inquirió, sorprendido. – Pienso que encajan perfectamente, pero si dices eso… - Sentí cómo disminuía la presión en mi interior. – Tendremos que buscarle otro alojamiento.

No estaría hablando en serio, ¿verdad? Tal y como imaginé, el dedo empapado estaba intentando introducirse en mi ano. Era una sensación totalmente nueva para mí y me pilló desprevenida, aunque lo dejé hacer por pura curiosidad. La estimulación externa ya se sentía distinta a lo que estaba acostumbrada, pero no me desagradaba. Giré la cabeza, tratando de vislumbrar lo que estaba ocurriendo, expectante. Él no perdió la ocasión ante mi distracción y mordió mi cuello para sobresaltarme.

- Si estás tan tensa, no podré hacer nada. – Dijo mientras repartía besos y chupetones por encima de la clavícula. – Intenta relajarte un poco.

Me obligué a cerrar los ojos, gimiendo ante las atenciones que recibía mi cuello, otra de mis zonas erógenas. Él logró introducir la punta dentro de mi ano. Me tensé, en un acto involuntario.

- ¿Quieres que me detenga? – Preguntó contra mi mandíbula, preocupado por mi reacción.

- Se siente extraño. – Confesé, aunque no descartaba seguir explorando esa área en otro momento. – Creo que es mejor que pares.

Abandonó la misión de realojar el tercer dedo y volvió a centrarse en los dos que seguían aprisionados entre mis húmedas paredes. Comenzó a moverlos, presionando contra el punto de origen de todo mi placer. Me acurruqué entre sus brazos, dejando escapar débiles jadeos.

- ¿Podrías… hacerlo rápido y fuerte, por favor? – Le pedí, deseosa de que alcanzar un ansiado orgasmo.

Sabía que no tardaría en comenzar a chillar de placer si seguía utilizando sus manos. Sesshomaru me besó en la frente.

- Qué poco has tardado en volverte tan insolente para darme órdenes de esta manera. – Comentó, divertido. Hacía mucho que habíamos dejado atrás el juego de sumisión.

A pesar de sus reclamos verbales, sus dedos comenzaron a moverse, a salir y entrar, a presionar todos mis puntos sensibles. Poco a poco, el deseo volvía a concentrarse en mi bajo vientre. Alargué mi brazo para acariciar mi clítoris. No es que necesitase aquella estimulación adicional, pero tenía muchas ganas de correrme, después de las vueltas que habíamos dado para llegar a este punto.

- ¿Vas a venirte? – Quiso saber.

- Sí. – Gemí. – Dame duro.

Finalmente se tomó en serio mi petición y comenzó a dar firmes estocadas en mi interior. Clavé las uñas en su hombro. Así, eso era lo que llevaba un buen rato necesitando, al fin. Sus fuertes dedos me impidieron seguir acariciándome yo misma, ya que era incapaz de concentrarme. Me abandoné por completo y enterré el rostro en su cuello, gimiendo en una voz cada vez más alta y aguda.

Estaba a punto de alcanzar el cielo, cada vez más fuerte, más duro. Traté de seguirle el ritmo con mis caderas, pero se estaba acelerando demasiado, era incapaz de acompasarme con él. Me quedé quieta, simplemente sintiendo, disfrutando cómo me llevaba, escuchando el sonido de mis propios gemidos, sus débiles jadeos contra mi oído, el húmedo vaivén que tenía lugar a una velocidad frenética. Gemí con más intensidad al alcanzar el orgasmo, entre violentos espasmos, pero él no hizo amago de detenerse. Me abracé a su torso, abrumada por las sensaciones. No podía hablar, sólo salían sonidos de placer de mi garganta. Mordí su brazo por encima de la tela de la camisa, haciéndolo detenerse un momento.

- Más despacio, más despacio, por favor… - Conseguí murmurar en voz baja.

Acarició mi rostro mientras se movía con más delicadeza en mi interior.

- ¿Estás cansada? – Me preguntó con dulzura.

Asentí.

- Sí, ah… Muy, ah, cansada… - Musité dejando caer mi frente contra su pecho.

Se me cerraban los ojos por sí solos. No tenía sueño, pero necesitaba parar un momento. Sesshomaru retiró sus dedos lentamente y escuché cómo se lamía los húmedos restos con su provocadora lengua. Ojalá hubiera podido apreciar esa acción en directo, maldije haber cerrado los ojos.

- Descansa. – Murmuró con voz ronca. – Yo me quedo aquí contigo.

Dejé que me rodease con brazos mientras me acurrucaba cómodamente sobre su pecho. No iba a quedarme dormida, me convencí a mí misma. Sólo iba a parar un momento. Después, deseaba seguir besándolo, quería devolverle, aunque fuera parcialmente el placer que me había proporcionado. Pero mejor luego, sí. En aquel momento, sólo necesitaba no hacer absolutamente nada.

Él me acariciaba desde detrás de la oreja, siguiendo el recorrido de mi cuello, hasta descender por mi espalda. Su contacto era tan relajante que temía quedarme dormida sin darme cuenta. Apoyé mis manos sobre la cama y me incorporé mientras abría los ojos. Me sentía tan pesada como un bloque de hormigón.

- ¿Va todo bien? – Inquirió Sesshomaru, sorprendido.

- Ahora es mi turno de hacerte sentir bien, ¿no crees? – Dije mientras trataba de alcanzar los botones de su camisa.

Sesshomaru se levantó con rapidez hasta quedar sentado al borde de la cama, dándome la espalda. Aquel movimiento brusco logró sacarme de mi estado de aletargamiento por completo.

- No es necesario, no te preocupes. – Espetó él.

Había vuelto a ponerse la coraza. Aunque no comprendía sus motivos, comenzaba a tener la confianza suficiente de que podía hacer que se la quitara de nuevo si utilizaba las palabras adecuadas…

- Hmmm… ¿De verdad me quieres decir que nuestro amigo está conforme con un final así? – Rodeé su ancho torso con mis brazos y deslicé mis dedos en sentido descendente sobre su bien formado abdomen. - ¿No te has quedado con ganas de algo más…?

Sus manos detuvieron el avance de las mías con un férreo agarre. Sesshomaru respiró profundamente antes de comenzar a hablar:

- Como bien hemos hablado antes, cada uno tiene sus demonios… Por ese motivo, no veo conveniente que continuemos con esto. Por favor. – Suplicó antes de que yo pudiera replicar nada en absoluto.

No quería forzarle si no se sentía bien con aquella práctica, desde luego, por lo que le liberé de mi abrazo, apoyando los puños sobre las rodillas.

- Está bien. Lo siento. – Musité, sintiendo frío de repente.

Él había sido tan dulce a la par que apasionado hasta el momento… No podía evitar preguntarme si había hecho algo para provocar aquella actitud evasiva, aunque hubiera mencionado que estaba relacionado con su pasado.

- Debería ser yo quien se disculpe. – Dijo él, girando su torno para observarme con los ojos brillantes. – Lo último que quiero es hacerte sentir desdichada.

Me abracé a mis rodillas, en un intento de mantener un atisbo de calidez en mi cuerpo.

- Sé que dije que no iba a preguntar por tu pasado… Pero me gustaría que me explicases si puedo hacer algo para que te sientas cómodo conmigo. Lo suficiente como para… ya sabes…

Sesshomaru alcanzó mi mejilla con sus cálidas falanges. Aquel contacto le permitió sentir cómo mi temperatura corporal había caído en picado, por lo que tomó mi ropa del suelo y me la ofreció.

- Sólo necesito algo de tiempo. – Respondió, solemne. – No quiero hacerte daño.

La preocupación que había manifestado en último lugar me dejó descolocada. ¿Temía que su tamaño fuera demasiado para mí? Quise preguntar al respecto, pero pensé que quizás era un tema demasiado morboso y delicado como para ser yo quien ahondase en la cuestión. Ya descubriría tarde o temprano si simplemente estaba exagerando.

- Podemos ir más despacio, Sesshomaru. – Dije, estrechando la fina tela del vestido contra mi pecho. – Pero me gustaría saber si realmente deseas tener este tipo de relación conmigo… O si sólo has accedido por miedo a herir mis sentimientos.

Con todas las inseguridades asaltándome, necesitaba escuchar aquellas palabras tranquilizadoras.

- Soy mucho más egoísta de lo que piensas. – Dijo él, ayudándome a vestirme. La delicada fricción de su piel contra la mía me transmitió el calor que necesitaba desesperadamente. - ¿Crees que habría rechazado a todas aquellas alumnas que se han plantado en mi oficina si fuera una persona complaciente? Te deseo demasiado en muchos aspectos, y sólo por eso creo que es mejor que vayamos más despacio. No quiero dejarme vencer por mis instintos del todo.

La ternura de sus gestos y lo que decía derretían mi corazón, haciéndome sentir mucho más curiosa. Cada vez tenía más ganas de descubrir aquel lado de él sin restricciones del que tanto decía estarse cuidando.

- ¿Entonces no te arrepientes de lo que hemos hecho hasta ahora? – Quise saber.

El hombre me besó la punta de la nariz repentinamente, haciéndome dar un respingo por lo inesperado de su acción.

- Jamás podría arrepentirme tras haber sido el responsable de que te retorcieras de placer de esa manera… Es la visión más exquisita que podrías haberme regalado.

Giré la cabeza en dirección a la puerta, tratando de ocultar mi sonrojo.

- Espero que la próxima vez me permitas dejarte igual de satisfecho. – Musité, tratando de actuar con la madurez y serenidad de una mujer adulta.

No pretendía que mis palabras se convirtiesen en un reclamo, sólo quería hacerle saber mis intenciones. Deseaba poder devolverle, aunque fuera una ínfima parte del placer que me había regalado aquel día.

- Me ofende que pienses que no he quedado satisfecho esta vez, Kaori. – Añadió él, burlándose de mí una vez más. – Podría haberme venido sólo viéndote, si no me hubieras pedido detenerme.

Aquella confesión hizo que enterrara el rostro entre las rodillas, completamente cohibida ante la imagen de Sesshomaru teniendo un orgasmo, completamente vestido, mientras sus dedos se hundían en mi interior.

- Ah… Lo… L-lo siento. – Fue todo lo que pude murmurar tras aquella pecaminosa declaración.

Notas: Esas interrupciones en mal momento… en fin, me parecen muy tiernos x3 Como iba comentando, este borrador fue el primero de esta historia, y de hecho la redacté para un certamen de relatos eróticos… Aunque al final no me presenté, no me sentía segura del todo. Realmente me cuesta mucho sentirme orgullosa de estas escenas, a pesar del esfuerzo que pongo en ellas. Siempre me cuesta mucho revisarlas y releerlas sin morir de vergüenza o que todo se sienta extraño.

La cuestión es que como imaginé a estos dos personajes como protagonistas de la escena todo el tiempo pensé que podría crear una historia que diera pie a que sucediera esta situación, y así va quedando. La verdad es que cada vez estoy trabajando más en darle profundidad a la historia en mis cuadernos de notas, aunque no se vean mucho los resultados de momento.

Esto es todo por hoy, espero que tengáis un muy buen comienzo de semana y os voy leyendo 3