Notas: ¡Sé que voy súper mega tarde! Se me ha complicado el día disculpad, aquí traigo la actualización, veremos qué nos depara esta semana.

Abrí los ojos a un lugar desconocido. Se trataba de una humilde morada en cuanto al tamaño, aunque los elementos en su interior parecían de buena calidad. Los muebles estaban construidos en madera de caoba reluciente, y todo el lugar se encontraba pulcramente ordenado. Me apoyé sobre el tatami para incorporarme, sintiendo todo mi cuerpo entumecido y adormecido.

- ¿Ya has despertado? – Inquirió una amable voz conocida.

En el umbral de la puerta se encontraba Sesshomaru, vestido con un sencillo hakama azul oscuro. Sobre su cabeza reposaba un tradicional sombrero de paja.

- ¿Dónde estoy…? – Musité, con la garganta atenazada, casi sin aire para respirar. - ¿Qué ha pasado?

- Aquí estás a salvo, no debes temer. – Aseguró él, con tono serio.

Temblando, me senté sobre el suelo. Comencé a hiperventilar, contagiándome de una angustia y una ansiedad que sabía que no me pertenecía. Sólo estaba viendo a Sesshomaru, sabía que no había de qué tener miedo.

- ¿Qué…? No, no puede ser… Tú… Eres aquel hombre… Yo… – Mis palabras se atropellaban unas con otras. – D-déjame ir… - Le rogué. – Quiero volver con mi familia, p-por favor…

Sus ojos dorados me observaron con tristeza, de forma piadosa.

- Me temo que eso ya no es posible… - Respondió en voz baja.

Sentí el pánico crecer en mi interior, extendiéndose como la pólvora. Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, fruto del miedo más visceral que había experimentado jamás. ¿Aquel hombre me había secuestrado? ¿Acaso mi vida había corrido peligro? ¿Qué diantres había ocurrido? En aquel punto, aquellas intensas emociones comenzaron a mezclarse con las mías, hasta el punto de ser incapaz de discernir entre la realidad y el sueño.

Él se acercó despacio, arrodillándose junto a mí. Me alejé inmediatamente, como si hubiera recibido una descarga eléctrica:

- N-no me toque, se lo ruego… Libéreme… - Supliqué.

Un día más, la alarma de mi teléfono móvil me arrancó de aquella ensoñación, aunque por primera vez, agradecí la interrupción. ¿Qué diantres había sido aquel sueño? Un sudor frío cayó por mi espalda al recordar aquella desagradable sensación. Toda aquella escena se había sentido aún más fuera de lugar que las anteriores, si cabía. Un poderoso dolor de cabeza me taladraba el cerebro, punzante.

Sin embargo, no tenía más remedio que ponerme en pie y dirigirme a la oficina aquella mañana de lunes. Tras un caliente desayuno y una pastilla para la jaqueca en el estómago, me dirigí a la boca del metro más cercana. Por fortuna, cuanto más me sumergía en la rutina, atrás quedaba el recuerdo de la horrible pesadilla de aquella noche. Después de todo, no había ocurrido en la realidad, no debía permitir que me afectase más de la cuenta. Tenía otros asuntos más acuciantes de lo que preocuparme.

- Buenos días, señor Miyazaki. – Saludé al entrar en el cubículo que compartía con mi superior.

El hombre se encontraba con la vista pegada a la pantalla de su ordenador, tecleando como si le fuera la vida en ello. Sabía que era inútil tratar de comunicarse con él en ese estado, pues no reaccionaba a ningún estímulo externo. Suspiré, depositando mi carpeta y mi bolso sobre el escritorio que me correspondía. Recogí la tarjeta con mi nombre, en la cual se leía claramente el título de "becaria", y la colgué de mi cuello.

Me dirigí a la máquina de café, rellenando dos vasos, uno para mí y otro para mi superior. Me convenía empezar bien la mañana para evitar gritos innecesarios, ya que no quería que mi dolor de cabeza volviera a martillearme. Al regresar a nuestro cubículo, el señor Miyazaki ya estaba buscándome con la mirada.

- ¡Señorita Hanazono! – Me llamó con urgencia.

Maldecí para mis adentros.

- Ya voy con el café. – Respondí con toda la amabilidad que pude, sonriendo.

- Olvida el café, tenemos mucho trabajo por hacer hoy.

El superior me arrebató uno de los vasos de igual manera y dio un gran sorbo la bebida. Tratando de ocultar mi desaire, caminé hasta mi escritorio y tomé asiento. Mientras sacaba mis informes y bocetos de mi carpeta, Miyazaki chasqueó la lengua.

- Kaori, ¿acaso no has leído mi correo?

Di un sorbo de café para esconder mi desconcierto. La verdad era que había ignorado todo lo referente al trabajo desde la tarde del viernes, había tenido un fin de semana bastante entretenido, después de todo…

- Aún no me ha dado tiempo a revisar nada, disculpe…

Miyazaki suspiró, exasperado.

- Eso explica tu cara de sueño esta mañana. – El hombre cruzó los brazos sobre el pecho mientras seguía tomándose el café. – Tus diseños han sido aceptados para el proyecto. No todos, pero el cliente estaba encantado con las sutiles referencias a su serie. Nos dejaste en buen lugar en la reunión con él, por lo que quería darte la enhorabuena.

Me pellizqué la cara interna de la muñeca disimuladamente. No estaba soñando, ¿verdad? Me puse en pie de un salto, realizando una marcada reverencia.

- ¡El honor es todo mío! ¡No tenía noticia de que había ido todo sobre ruedas!

- Si entiendes todo lo que esto significa, lee bien todas las instrucciones que te dejé en el correo electrónico y ponte manos a la obra. Tienes que salir a seleccionar los materiales sobre los cuales se van a realizar los diseños, de acuerdo al presupuesto y las texturas acordadas con el cliente. Y, por supuesto, que sigan encajando con la marca Blue Dragon, así como la línea de primavera que está por salir.

- ¡Así será! – Asentí, entusiasmada, con millones de mariposas revoloteando en mi pecho.

Aquel fue un día frenético, haciendo mil llamadas y concretando varias citas. Después del almuerzo, me recorrí las calles donde se encontraban los distribuidores de tela colaboradores con la marca, en busca de los colores y texturas correctos. A pesar de la abrumadora cantidad de tareas que habían recaído sobre mí de sopetón, nunca antes me había sentido más viva y motivada. No cabía en mi contenta, realmente amaba aquel trabajo, por caótico y cambiante que pudiera resultar.

Mientras salía del último almacén del itinerario de aquel día, observé que ya eran pasadas las cinco de la tarde. Había sido un día definitivamente largo, aunque gratificante. Escribí un mensaje al chat que compartía con mis padres, compartiendo las buenas noticias, dado que no respondían al teléfono. En aquel momento, me crucé con el nombre de Sesshomaru en la lista de contactos. También quería comentárselo, pero me pregunté si seguiría ocupado en la universidad, no quería importunarlo con una llamada.

Abrí la aplicación del mapa y comprobé que la facultad de historia no se encontraba tan lejos de aquel barrio, solo a un autobús de distancia. Lo peor que podía ocurrir era que quedase como una estúpida y que él ya he hubiera marchado a casa, pero no podía evitar que el corazón me latiera a mil al pensar en presentarme allí sin avisar.

Casi incapaz de contener mi sonrisa, puse rumbo a la universidad. Dadas las horas, el tráfico era tranquilo y pude llegar al edificio sin contratiempos, y en esta ocasión, con un pacífico tiempo soleado. Una vez en la recepción, reuní todo mi valor para preguntarle a la mujer en recepción:

- Disculpe, ¿sabe si el profesor Taisho aún no se ha marchado?

La administrativa, con unas finas gafas sobre el puente de la nariz.

- Está trabajando, señorita, no tiene tiempo para admiradoras. – Respondió, seca. Debía estar agotada de lidiar con muchachitas que perseguían al profesor, por lo cual me sentí profundamente avergonzada.

- T-tenía una reunión él… - Balbuceé, nerviosa. – Es por asuntos profesionales, no soy una estudiante. – Le aseguré.

- Como sea… - La mujer no opuso más referencia, resignada. – Según su horario, está en el aula 4-D, solo le pido que espere fuera y que no arme un escándalo…

- Mil gracias. – Respondí con toda la educación que pude, tratando de demostrar que no era una de las chiquillas que andaba loca por el catedrático.

A pesar de que no podía negar que sentía una poderosa atracción hacia él, claro estaba. Sin embargo, a diferencia de sus admiradoras, él parecía corresponder mis sentimientos, aunque fuera en cierta medida. Aquel pensamiento me hizo sentir especial, aunque sabía que no era para tanto, ¿no?

Preguntando direcciones a unas y otras personas, conseguí localizar el aula que me había indicado, y esperé pacientemente en el exterior. No sabía a qué hora acababa la clase, dado que me no me había atrevido a preguntar más allá en recepción. Aproveché el momento para alisar mis vaqueros y asegurarme que mi blusa no se había salido por detrás. Decidí dejar la cremallera de mi abrigo abierta, en un intento de aparentar que pasaba por allí de casualidad. Me peiné con nerviosismo el cabello con los dedos mientras esperaba, aquel día lo había dejado suelto sobre mis hombros. La verdad era que mi conjunto era demasiado sobrio para mi propio gusto, exclamaba "lunes" por todos lados.

Finalmente, la puerta del aula se abrió, dejando escapar una larga hilera de estudiantes que me marchaban, los primeros apresurados; los siguientes, charlando animadamente sobre los acontecimientos del fin de semana previo. Sonreí con nostalgia. Deseé que todas aquellas personas atesoraran y disfrutaran al máximo sus vidas estudiantes, antes de tener que enfrentarse a la competición laboral y las frustraciones adultas. Una vez el grueso de los alumnos hubieron abandonado la sala, observé cómo al fondo quedaba un corro de muchachas rodeando la palestra. Entre todas ellas, sobresalía el cabello plateado del profesor Taisho.

Me armé de paciencia mientras escuchaba de forma distante las preguntas que hacían las chicas sobre la asignatura. No alcanzaba a escuchar las respuestas de él, pero debía de estar siendo escueto, dado que lanzaban una nueva pregunta a escasos segundos de la anterior. En mitad de aquel bullicio, los ojos dorados de Sesshomaru se voltearon hacia la salida, donde yo seguía de pie. Apenas me atreví a saludarlo con la mano, nerviosa.

Sin alterar su gesto, el profesor dio largas a las estudiantes y logró hacerlas salir del aula, asegurando que podrían abordar todas las dudas en la próxima clase. No muy conformes, las muchachas se marcharon por el pasillo tras lanzarme una desagradable mirada.

- H-Hola, profesor Taisho. – Saludé, sintiéndome fuera de lugar.

Sesshomaru apoyó el pequeño manual que portaba entre las manos sobre su hombro, aparentando serenidad.

- La próxima vez que quiera asistir a una de mis clases, agradecería que llegara puntual a la hora de inicio. – Dijo él, con el mismo tono neutral y serio del día que lo conocí.

Se me hizo surrealista que me hablase así tras lo íntima que se había vuelto nuestra relación, por lo que no pude sonrojarme hasta las orejas. Me quedé muda ante aquel recibimiento.

- Es una grata sorpresa verte por aquí, Rin. – Añadió él, carraspeando. – No esperaba que me honrases de nuevo con tu presencia tan pronto.

Aquel torpe gesto me hizo dejar escapar una risa, cubriéndome la boca con una mano. Ahora lo entendía, estaba intentando bromear, aunque no se le daba nada bien debido a su serio semblante.

- Yo también me alegro de verte. – Respondí, divertida. – Estaba por los alrededores y había pensado en hacerte una visita. ¿Debería preguntar antes de venir la próxima vez?

Sabía que eran mis miedos hablando en aquel momento, pero no pude evitar pedir confirmación.

- No es necesario, está bien así. – Me dedicó una sonrisa de lado mientras se giraba en dirección al pasillo. – Voy a dejar este libro y recogeré mis cosas para marcharme por hoy, ¿quieres acompañarme?

- Será todo un placer.

Seguí al profesor mientras me sentía flotar de felicidad. Sabía que era un gesto pequeño, pero poder caminar a su lado en su lugar de trabajo sin tener que ocultarme me dio una gran tranquilidad.

Sesshomaru me condujo hasta el despacho que tanto me costó localizar en mi primera visita, y me invitó a pasar.

- ¿Hoy no tienes ninguna tutoría? – Inquirí con curiosidad, mientras me sentaba en el mismo asiento que ya había ocupado una vez.

- Los lunes los alumnos no suelen tener ánimo de venir a hablar conmigo. – Aclaró, mientras guardaba su libro en uno de los cajones del escritorio. – Justo después del fin de semana aún se encuentran dispersos.

Apoyé los codos sobre el escritorio, acomodándome en el asiento.

- ¿Y tú como te sientes después de lo de ayer? – Inquirí, con una risueña sonrisa.

Aún me costaba creer la manera en la que había tocado mi cuerpo, en cómo me había hecho sentir…

- He estado pensando mucho al respecto.

El hombre me observaba cautelosamente mientras permanecía de pie detrás del escritorio.

- ¿Sobre nosotros?

- Sí, sobre… las cosas que hicimos. - Tragué saliva y le dejé explicarse. – Siento mucho si te sorprendí, pero de momento no me siento cómodo con que… lleguemos hasta el final.

- ¿A la penetración, te refieres?

Él asintió en silencio. Comprendí que tenía algún límite que no podía sobrepasar en aquel punto, y supe que no debía hurgar más en ello, si él no daba pie a hablar de sus motivos. Era una petición razonable, aunque llamativa viniendo de un hombre como él.

- Comprendo. – Musité, tratando de ocultar mi desilusión. – No pasaremos de ese punto, entonces.

Sabía que no era un acto indispensable ni necesario para disfrutar del sexo con él, a las pruebas me remitía, aunque no podía negar que una parte de mi se había quedado con las ganas. Pero no podía herir a una persona que se estaba mostrando tan vulnerable, lo último que deseaba era hacerle sentir juzgado.

- Gracias. – Respondió él, con voz grave. – Sé que es un límite complicado.

Me puse en pie para rodear el escritorio y tomé sus manos entre las mías.

- Cada uno tiene sus fantasmas del pasado, ¿verdad? – Nuestros dedos se entrelazaron despacio, mientras me perdía en su mirada. – Espero que algún día puedas confiármelos, sí tú quieres. Estaré aquí en caso de que lo necesites.

Sesshomaru me mostró una sonrisa triste y llena soledad. Le di un pequeño beso en la mejilla, tratando de hacerlo sonreír, en vano. Parecía perdido en sus propios pensamientos.

- Esto… Sesshomaru… - Le llamé en voz baja, sacándolo de su trance. – ¿Lo que has dicho quiere decir que al menos podré tocarte con libertad la próxima vez? Ayer no parecías muy conforme con eso tampoco…

Sus finos dedos acariciaron mi rostro, haciéndome estremecer.

- Ayer fue muy inesperado, y tenía muchas cosas en la cabeza… Pero puedes y deseo que me toques, Rin. - Murmuró contra mis labios, a punto de darme un beso.

Entonces, como hipnotizada por sus palabras, apoyé las manos en su pecho. A través de la delgada tela de su camisa, se adivinaba la silueta de un cuerpo trabajado y macizo. Debía de ser incluso más deportista de lo que había llegado a admitir, aquello no se conseguía con ejercicio casual. ¿Cómo lograba esconder ese esculpido cuerpo bajo su elegante ropa? Él sujetó mis muñecas con delicadeza, susurrando en mi oído:

- Hmm… ¿Tanto anhelas sentirme que no puedes esperar a salir de la oficina siquiera, Rin…?

Aquel recordatorio me hizo retirar las manos, sobresaltada. Me había dejado llevar por las emociones que me despertaba el timbre grave de su voz.

- Y-yo no… No era mi intención… - Tartamudeé, azorada.

Sesshomaru sonrió de forma ladina, consciente del efecto que su cercanía producía en mí, sin dejar marchar mis manos. Sus ojos dorados eran tan absorbentes que no me sentía capaz de despegar la mirada de ellos, se sentía casi como si me estuvieran arrastrando inexorablemente hacia sus brazos.

Retazos de los sueños de las noches anteriores acudieron a mi mente, desorganizados, mezclándose hasta que fui incapaz de distinguir si aquellos orbes dorados eran los que me observaban con lástima, o si rebosaban deseo.

El sonido de mi teléfono me sacó de aquella parálisis momentánea.

- D-disculpa, puede ser del trabajo.

El profesor liberó mis muñecas sin rechistar. Sus ojos me persiguieron mientras sacaba el ruidoso aparato de mi bolso, dándole la espalda.

- Buenas tardes, Hanazono al habla.

- ¡Kaori! ¿Así saludas a tu madre?

Dejé escapar una risa contenida. Sentía que no tenía suficiente aire en los pulmones.

- Ah, ay, perdona, mamá, a estas horas pensé que se trataba alguien del trabajo… - Respondí, sintiéndome más ligera de repente.

- ¡Precisamente por eso te llamaba! ¿Cómo te ha ido el día? ¡Debes estar emocionadísima!

Sonreí de oreja a oreja. Sesshomaru se mostró intrigado por mi cambio de humor mientras tomaba su maletín y terminaba de recoger sus pertenencias.

- Sí, la verdad es que no he parado de trabajar desde que aceptaron mis diseños… - Observé de reojo al hombre a mi lado, atenta a su reacción. Él se detuvo de inmediato al escuchar mis palabras. – Ha sido un día muy ajetreado, así que estoy deseando llegar a casa y descansar.

- Me alegro mucho por ti, cariño. Tu padre y yo tenemos muchas ganas de verte, a ver si nos visitas pronto.

- Claro, claro, cuando tenga algo de tiempo libre, ya hablamos, mamá. Dale recuerdos a papá también. – Respondí apresurada.

- Que vaya todo bien, Kaori.

Colgué de inmediato. Mi madre sabía de sobra por qué no quería volver al pueblo de visita, deseaba que por una sola vez fueran ellos quienes vinieran a verme para ahorrarme el mal trago… A mis espaldas, escuché el apagado sonido de unos lentos aplausos.

- Me alegra mucho que hayan aceptado aquellos diseños en los que tanto trabajaste. – Dijo Sesshomaru, mostrándose sereno.

- Gracias, había venido precisamente para decírtelo… Aunque no he logrado encontrar momento. – Admití, algo avergonzada por mi torpe comportamiento.

Pero no podía evitarlo, cada vez que estaba a su lado era como si el resto del mundo desapareciese o dejase de tener importancia. No sabía cómo lo hacía para hechizarme de aquella manera.

- Para celebrarlo, ¿me permites que te invite a cenar esta noche? – Se ofreció él amablemente.

- N-no es necesario, ni siquiera me he arreglado hoy…

Él vestía tan impecable como siempre y yo llevaba unos simples vaqueros y un jersey, debía de verme tan fuera de lugar a su lado…

- No importa. Vamos a cualquier sitio donde te sientas cómoda, ¿te parece bien?

Definitivamente, él era muy considerado y amable. No se parecía nada a las versiones de él que veía en mis sueños, a ninguna de ellas… No debía de darle más importancia. Solo eran sueños estúpidos, después de todo.

Aquella noche fuimos a cenar hasta una izakaya cercana a la universidad. Tomamos unos copiosos y tradicionales platos de ramen y yakitori entre los dos, aunque ambos nos abstuvimos de beber el sake ofrecido por el dueño. El ambiente del local era tranquilo y acogedor, por lo que pudimos charlar sin mayores contratiempos.

- Sabes que podrías haber elegido cualquier otro sitio, ¿verdad? – Comentó el profesor tras pagar la cuenta. – No tenías que preocuparte por mi bolsillo.

- Sé que no te faltan los recursos, pero realmente me apetecía algo más sencillo.

A pesar de que aquello era cierto, otro factor que había influenciado mi decisión era que había frecuentado aquel bar tantas veces con Tomoki cuando éramos estudiantes, que sentía mucho cariño por la familia que llevaba el lugar. Sabía que no iba a hacer mucha diferencia, pero prefería contribuir a la economía de aquellas personas, dado que la universidad se encontraba tan cerca.

- ¡Muchas gracias por su visita! – Nos despidió el hijo mayor desde la barra al vernos salir por la puerta.

Una vez en el exterior, me paré en la entrada para observar al profesor a mi lado.

- Gracias por haber celebrado hoy conmigo, es algo muy importante para mí. – Le dije, animada.

- A mí también me alegra verte tan feliz. – Respondió él, ofreciéndome su mano. – Vamos, te acerco hasta tu casa con el coche.

- N-no es necesario, Sesshomaru, puedo volver en autobús.

- Sabes que me pilla de camino, no es molestia. – Insistió él.

Sabía que tenía razón, no había ningún motivo por el cual negarme el placer de su compañía un poco más. Emocionada, tomé su cálida mano y le seguí hasta el estacionamiento del recinto universitario. Se nos había hecho tan tarde que habían apagado las luces, haciendo la visibilidad casi nula. De repente, de entre los coches emergió una sombra oscura que me hizo soltar un chillido. Me agarré al brazo de Sesshomaru, tensa.

- Es solo un perro, Rin. – Me indicó él, con gesto tranquilizador.

- P-por eso mismo… Me dan miedo desde niña los perros grandes…- Balbuceé.

Sesshomaru observó al animal, que se acercaba moviendo la cola y con las orejas en alto. El profesor dio un paso adelante para interponerse entre el cánido y yo, agachándose para ofrecer su muñeca. El perro comenzó a olfatearlo, e incluso se alzó sobre dos patas para apoyarse sobre sus anchos hombros. El historiador lo acarició por detrás de las orejas, rascando el grueso pelaje del animal. El animal debía de ser doméstico, pues llevaba un grueso arnés de color negro cruzando su torso, y no parecía extrañar a las personas.

- Este perro sólo quiere cariño y atención. – Informó Sesshomaru, calmado. – Si te da miedo ve hasta el coche, yo lo distraigo para que no se acerque a ti.

- G-gracias…

A pesar de que el profesor trató de mantener la atención del animal ocupada, el perro ladró sonoramente al detectar cómo me alejaba de allí, por lo que eché a correr sin resquicio de dignidad hasta el auto negro de Sesshomaru. Aquel hombre era toda una caja de sorpresas, no se me había pasado por la cabeza que se le pudieran dar bien los animales.

El profesor Taisho despidió al peludo con unas palmaditas en el lomo, y le lanzó una ramita del suelo para mantenerlo entretenido mientras abría las puertas del auto. Con la mayor agilidad que pude, me deslicé sobre el asiento del copiloto.

- No sé por qué había dado por hecho que serías una persona de gatos, antes que de perros.

- Los gatos son insoportables. – Sentenció él, cerrado la puerta delantera y acomodándose en el puesto de conductor. No pude evitar soltar una risa ante su ácido comentario. – Siento que hayas pasado un mal rato.

- Gracias a ti ha sido bastante más llevadero, si te soy sincera… Parece como si no tuvieras ni un solo punto débil.

Me sentía como una estúpida, no hacía más que elogiar sus múltiples cualidades. Me preguntaba si estaba comenzando a convertirme en una de sus obsesivas fans.

- No es cierto, nadie puede ser bueno en todo. – Sesshomaru presionó un dedo sobre mi frente, llamando mi atención. – De hecho, fuiste testigo de mis nulas habilidades rítmicas en la pista de baile…

Aquel recuerdo me enterneció.

- Tienes razón. No tienes coordinación ninguna. – Admití, con una risa.

Él sonrió de inmediato al notar mi cambio de expresión. Apreciaba que siempre cuidase de mí de aquella manera, como si fuera la persona más preciada de su mundo. Aunque apenas nos conocíamos, era muy pronto para decir que lo que teníamos era tan especial.

Mientras él introducía la llave en el contacto del vehículo, me acerqué para darle un beso en la mejilla, tratando de pillarlo desprevenido. Sin embargo, giró el rostro de forma repentina para que sus labios se encontrase con los míos. Aunque el gesto me sorprendió, no me retiré, sino que le correspondí introduciendo la lengua en su boca. Él me atrajo hacia sí, rodeando mi cintura con sus brazos.

Una vez más, cualquier elemento a nuestro alrededor flotaba y desaparecía en la distancia: el coche, los edificios, incluso los malos sueños y todas las dificultades del día, todo… Era borrado y barrido por aquel beso. Sus dedos recorrieron mi espalda hasta alcanzar mi nuca, produciéndome un escalofrío. Yo apoyé las manos en sus hombros con timidez, procesando todavía la inesperada complexión de su cuerpo.

Sesshomaru se detuvo un momento para apoyar su pulgar sobre mis hinchados labios.

- ¿Te estás excitando sólo con un beso, Rin?

Miré hacia un lado, incapaz de sostenerle la mirada.

- ¿Acaso tú no?

Con una sonrisa traviesa, el profesor sujetó mi barbilla para obligarme a mirarlo nuevamente.

- ¿Por qué no lo compruebas tú misma? – Me retó, con un misterioso brillo en los ojos.

El lugar estaba desierto y a oscuras, por lo que supuse que nadie debería ser capaz de distinguir nuestras siluetas dentro del coche. Despacio, mis manos descendieron por sus abdominales hasta alcanzar la hebilla de su cinturón.

- No me irás a morder si meto la mano debajo de tu ropa, ¿verdad? – Pregunté, tratando de aliviar mi propio nerviosismo.

- No prometo nada. – Murmuró él, depositando un beso sobre mi frente.

No podía andar actuando como una chiquilla a aquellas alturas de la vida, por lo que me aventuré a bajar un poco más, buscando la dureza de su erección, que… Efectivamente, hacía acto de presencia en aquel momento. El profesor se inclinó sobre mi para morder con cuidado el lóbulo de mi oreja, haciéndome suspirar.

- ¿Y bien? – Susurró él con su voz pecaminosa contra mi oído.

Palpé su miembro a través de la gruesa tela del pantalón con las manos, estudiando su forma y su anchura. No pensaba que tuviera un tamaño del que avergonzarse, pero aún creía que exageraba al decir que temía hacerme daño. Quizás debería enfrentarme a ello más de cerca para comprender a qué había podido referirse con lo que había dicho la última vez.

- Estoy molesta de que me hayas privado de sentirte de esta manera hasta ahora. – Respondí, con fingido reproche. – Casi me habías convencido de que yo era la única que se sentía de esta manera. – Añadí.

Sesshomaru tomó un mechón de mi cabello y se lo llevó a los labios.

- No estoy hecho de piedra, y soy más que vulnerable a tus encantos, como habrás podido comprobar.

Reí entre dientes, mientras sujetaba el bulto que se dibujaba con nitidez en sus pantalones.

- Oh, permítame discrepar, profesor Taisho. Afirmar que no está duro como una roca es una completa falacia…

El hombre dejó escapar un leve suspiro bajo aquel roce. Finalmente, estaba observando una reacción por su parte. Sin embargo, mi entusiasmo fue interrumpido por un deslumbrante chorro de luz. Ambos nos volvimos en aquella dirección, poniendo distancia entre nuestros cuerpos por el sobresalto.

- El guarda de seguridad… - Masculló. – Eso explica lo bien adiestrado que estaba el perro de antes. – El hombre tomó el volante con una mano, mientras giraba la llave en el contacto con la otra. – Será mejor que nos marchemos.

- Tienes razón, no queremos que nos llamen la atención… - Asentí, abrochándome el cinturón de seguridad con desgana.

El guarda se acercó al coche apenas comenzó a dar marcha atrás para salir de allí. Por fortuna, la acreditación de Sesshomaru como profesor de la universidad fue salvoconducto más que suficiente para que nos dejara marchar con normalidad. El hombre conducía con expresión serena, prestando atención a la carretera y las señales de tráfico. Estaba tan concentrado que no me atrevía a interrumpirlo, perdiéndome en mis propios pensamientos.

Lo cierto era que no podía sacarme de la cabeza la angustiosa pesadilla de la noche anterior. A pesar de que todo había ocurrido en sueños, no podía evitar tener un mal presentimiento. ¿Quizás me sentiría mejor si lo compartiera con él? ¿No pensaría que era rara por tener esos sueños con él? Le observé con cautela. Realmente no deseaba molestarlo.

- Esto… ¿Sesshomaru? – Le llamé, sin alzar mucho el tono de voz.

- Dime. – Respondió, sin desviar la mirada del frente.

- Quería saber, en un hipotético caso… ¿Si conocieras a alguien que tuviera una situación complicada en su entorno, en su casa…? ¿Qué harías por esa persona?

Lo cierto es que no tenía claras las circunstancias que había planteado mi imaginación dentro de aquel sueño, pero no me daba la sensación de que el Sesshomaru onírico tuviera malas intenciones. Lo que resultaba más misterioso de toda la situación era mi incontrolable miedo, pero dado que no tenía más información al respecto, aquel no era un mal punto de partida.

- Una pregunta específica. – Apuntó el profesor mientras giraba el volante, torciendo el rumbo hacia la derecha. - ¿De dónde ha salido eso? – Preguntó mientras me lanzaba una mirad fugaz.

- Ah, eh… esto. De una película que vi anoche.

Debía estar pensando que era una rarita, sin duda.

- ¿Puedes ponerme un ejemplo?

Agradecí que se tomase en serio la pregunta en lugar de burlarse de mí. Hurgué en mi memoria, tratando de recabar el mayor número de detalles del sueño…

- Imagínate… En el caso de una conocida que tuviera problemas en casa. – Eso era, había mencionado algo al respecto de que no era posible devolverme con mi familia. – Si supieras que lo está pasando mal, que la situación es complicada para ella, pero no logra salir de allí por sí misma… ¿Qué harías?

El profesor reflexionó unos instantes en silencio, mientras seguía conduciendo el vehículo, desplazándose con fluidez dentro del tráfico.

- Si esa persona no me pidiera ayuda explícitamente, no habría mucho que yo pudiera hacer, lamentablemente. – Dijo, con tono serio. – En ocasiones es más dañino tratar de ayudar a alguien según tus propios valores. Si ella quisiera salir de su casa, le ofrecería la mía propia su fuera necesario, por ejemplo. La acompañaría a la estación de policía si quiere denunciar y no se atreviese a hacerlo sola. Pero… En ningún caso podría salir de mi la solución. Tendría que esperar a que ella diera el primer paso, las cosas se pueden torcer demasiado si se fuerzan de forma unilateral por parte de la parte no afectada directamente por el problema.

Escuché la implicación de todas y cada una de sus palabras con especial atención. Dada la delicadeza con la que trataba el asunto, no podía evitar pensar que se había visto involucrado en alguna situación de ese calibre alguna vez.

- … Una respuesta muy sabia. – Tuve que concedérselo, era una forma de pensar muy coherente. – Es complicado ayudar a alguien en una situación tan delicada, sin duda…

- Puede llegar a ser muy frustrante sólo observar desde fuera. – Añadió, desolado. – Pero es mejor que cargar con la culpa de haber intervenido para terminar empeorando las cosas.

Él sonaba triste al hablar de aquello, como si hubiera experimentado algo parecido. Y, sin embargo, perdí mi oportunidad de indagar más sobre el asunto cuando dejé de escuchar el sonido del motor.

- Hemos llegado a su parada, señorita. – Anunció Sesshomaru mientras se volteaba a mirarme.

Sus ojos dorados relucían en medio de la oscuridad. Cuanto más conocía acerca de él, más enigmática se me antojaba aquella mirada.

- Ah, sí, gracias por traerme… - Balbuceé, medio atontada, tratando de atinar el cierre del cinturón de seguridad.

- De nada. Te recomiendo que dejes de ver películas tan extrañas por la noche, parece que te ha tenido preocupada todo el día.

Sentí el vello de mi nuca erizarse ante aquel comentario. Casi se sentía como si pudiera leer mi mente con aquellos extraños orbes color miel.

- Eh, sí… Intentaré ver algo más liviano hoy.

Mientras me apeaba del vehículo no podía evitar tener la certeza de que, a pesar de su agradable fachada, aquel hombre ocultaba algo. No sabía cuán oscuro podía llegar a ser, pero no me cabía duda de que había algo en su pasado que no quería dejar entrever a nadie.

Sabía que había dicho que no le obligaría a hablar de nada que lo hiciese sentir incómodo, pero… No podía evitar sentirme intrigada.

Aunque dicen que la curiosidad mató al gato.

Notas: No es oro todo lo que reluce, ¿verdad? No podría escribir a un Sesshomaru sin un lado oculto o misterioso, pero me gusta que sea tan culto.

Lamento comentaros que es posible que me vea obligada a parar temporalmente la publicación de esta historia, ando muy justa de tiempo últimamente y se me hace un poco bola llevar dos historias a la vez Haré todo lo que pueda para evitarlo, sin que me cueste la salud mental, claro está.

Mil gracias por leerme, y de momento, nos leemos en dos semanas 3