Antifaz

Kagome

Estaba ultimando los detalles para salir de la oficina y cambiarme rápidamente. Si, finalmente habíamos accedido a ir a esa espantosa fiesta del hospital y todo por culpa de que Ayame llegó con su cara de perrito mojado, suplicándonos que asistiéramos, por lo que me vi en la obligación de tener que buscar un vestido que cumpliera con los estándares, amén de su correspondiente antifaz.

Terminé de guardar las carpetas y salí. Ni Rin ni Sango estaban presentes y eso significaba que yo debía cerrar. Luego de hacerlo, me quedé sobre la acera, esperando que el Uber llegara y me tomé el tiempo correspondiente para tratar de alinear mis pensamientos con todo lo que había sucedido.

A ver... en una semana no sólo me había enterado del pasado de Inuyasha, si no tanto de su condición como de la de Bankotsu.

- Bankotsu. - murmuré. - Que extraño que haya desaparecido durante tanto tiempo.

Menee la cabeza, quitando su rostro de mi mente y esta se trasladó directo a Koga.

Maldición, ¿Qué se supone que debo hacer?

En ese momento mi celular sonó y lo tomé rápidamente. Era un mensaje y no podía creer que fuese de él.

- Buenas tardes, Kagome, me gustaría hablar contigo... ¿te parece si mañana tomamos un café? Espero tu respuesta.

- Inuyasha. - murmuré, observándo fijamente el móvil.

Mi corazón latía sin parar, sin embargo algo no me estaba gustando.

¿Por qué siento que es un tanto frio?

Estaba a punto de teclear la respuesta cuando otra cosa me distrajo. Miré hacía un costado y me tensé de inmediato.

- Buenas tardes, hermosa.

- ¿Qué estas haciendo aquí?

- Te ves preciosa. - su sonrisa parecía tranquila, pero jamás debía confiarme, mucho menos bajar la guardia.

- Aléjate.

- Oh, vamos, ¿Por qué me tratas así? - intentó tomar mi mano, sin embargo me alejé abruptamente.

- ¿Qué clase de nivel de psicopatía posees, Bankotsu? - escupí aquellas palabras. - ¿Cómo es posible que te acerques a mi después de lo que hiciste?

- Bah... - hizo un ademán con su mano. - ¿Acaso fue la primera vez que peleamos de esa manera?

¡¿Peleamos?!

- Me das asco. - voltee con la intención de alejarme, pero obviamente tenía que sostenerme.

- Oye, nada de esto hubiese pasado si no te metías con el idiota de Taisho.

- Lo que yo haga no es de tu incumbencia. - me aseguré de mirarlo bien a los ojos. - Déjame en paz o...

- ¿O que? ¿Vas a golpearme? - rio y no sarcásticamente, provocando mi furia.

- ¡Te dije que me dejes en paz, idiota! - traté de abofetearlo, pero él me sostuvo.

- Vamos, Kag, dime la verdad... ¿Cuántas veces me golpeaste o te defendiste desde que estamos juntos?

- ¿Estamos juntos? ¡Tú y yo ya no tenemos nada que ver! - grité.

Pero en el fondo sabía que tenía razón, a pesar de haberme defendido de sus golpes, jamás había logrado lastimarlo ni mucho menos causarle algún tipo de daño.

- Mira, no importa cuantos pasen por tu cuerpo, bonita. - sonrió. - Tu corazón me pertenece y eso es imposible de negar.

- ¿De que estas hablando?

- Lo veo en tus ojos... ese pequeño brillo sigue intacto... en el fondo aún no me has soltado y si yo te mostrara sólo un poco de bondad, regresarías a mi lado sin titubear.

- ¡Suéltame!

Por suerte para mi, el Uber llegó en ese mismo instante y no lo dudé, me abalancé sobre el auto, ingresando a toda velocidad e indicándole la dirección de mi departamento al chofer. Mientras me alejaba, volteé a verlo, y él elevó su mano, saludándome como si nada.

- Maldito bastardo. - susurré, tragándome mis lágrimas.

Si yo te mostrara un poco de bondad, regresarías a mi lado sin titubear.

Bankotsu había sido mi novio desde la adolescencia, el único que había llegado a mi corazón, el primero en prácticamente todo, desde besar mis labios hasta tocar mi cuerpo y, si debía ser cien por ciento honesta, si nada de lo que sucedió hubiese pasado y él hubiese regresado con una actitud más bondadosa, me hubiera lanzado a sus brazos sin dudarlo porque si, lo amaba y, en el fondo, algún rastro de ese amor aún latía en mi.

Llegué a mi casa y corrí directo a la ducha, en donde abrí la llave y me senté a llorar, quitándome de encima toda la mezcla de emociones que el encuentro con él me había causado. Una vez que me pude liberar, me puse de pie y procedí a bañarme.

Salí y me detuve frente al armario, emitiendo un pequeñísimo suspiro antes de abrirlo. Sonreí al encontrarme con el vestido que había elegido para la noche. Por suerte, había logrado alquilar uno mediante internet y mi portero fue el encargado de recibirlo y colocarlo aquí. El señor Aiko, un hombre mayor ya entrado en años, era la persona más dulce de este lugar y asumo que era gracias a eso y el respeto que tenía por todos, que aún seguía trabajando aquí, además de que la confianza que le teníamos a él, no se la tendríamos a nadie más.

- Que lindo detalle. - murmuré. - No debía molestarse en guardarlo.

Lo observé con detenimiento y me sentí satisfecha al saber que era igual al de la foto. El color azul brillante era llamativo, sin embargo esto se contrastaba notablemente con el diseño completamente sencillo y sobrio que poseía. Lo tomé y me sorprendí de lo hermoso que se veían sus brillos al chocarse con la tenue luz de mi habitación. El antifaz, por su parte, poseía pequeños detalles plateados, haciéndolo sobresalir satisfactoriamente ante mis ojos.

Perfecto.

Pensé, comenzando a vestirme. Al cabo de unos minutos, pude contemplar el resultado en el espejo y estaba convencida de que no podía haber quedado mejor. Decidí usar un maquillaje simil natural y dejar mi cabello suelto, ya que no tenía ni el tiempo ni la necesidad de armarme un peinado extravagante.

Tomé mi móvil y, al encender la pantalla, un mensaje de un número privado, que no era desconocido para mi, me recibió.

Estabas hermosa, pequeña. Nos veremos pronto, lo prometo.

Lo eliminé sin más, aún sabiendo de que lo difícil iba a ser sacarlo de mi mente, ya que Bankotsu parecía ser una sombra omnipresente, no importaba que no lo observara con claridad, él siempre estaba ahí.

Marqué el número de Sango y procedí a tomar lo más necesario.

- Kag.

- Ya estoy lista.

- Bien, ¿Quieres ir viniendo? Rin esta por terminar.

- De acuerdo, pediré el Uber y saldré.

- Bien, te espero.

- Si.

Corté e ingresé a la aplicación.

Lo único que espero de esta noche es que al menos sea divertida.

Inuyasha

Si estuviese dentro de una película de terror todo tendría más sentido, o al menos la locación sería ideal ya que el edificio en el que eligieron llevar a cabo esta fiesta era realmente tétrico.

- Miroku, ¿estas seguro de que esta es la dirección? - murmuré al descender del auto.

- Si, es esta. - respondió con una tranquilidad bastante perturbable.

- Esta del asco. - al menos el lobo sarnoso y yo coincidíamos en algo. - Más que una fiesta parece un funeral.

- La gente de una clase social alta no es vulgar como tú. - Naraku siendo ácido como siempre.

- Oigan no vinimos aquí sólo a discutir. - sonrió. - Vinimos a hacer dinero con unas lindas mujercitas... asique por favor señores, compórtense. - se colocó su antifaz. - ¿Recuerdan con quienes tienen que ir? - todos asentimos. - Bien, cuando ellas den su señal, caminarán hacía los cuartos asignados.

Todos nos colocamos aquellas máscaras ridículas y caminamos los pocos metros que nos separaban de la gran puerta de madera.

Lo primero que llamó mi atención fue que no había nadie controlando la entrada, prácticamente cualquiera que pasara por allí y decidiera abrir la puerta, entraría sin más. Lo segundo que la música no se escuchaba.

¿Qué clase de fiesta se desarrolla en silencio?

Sin embargo cuando finalmente entramos, nos topamos con un ambiente completamente diferente. Efectivamente la música estaba bastante baja para los estándares, pero el lugar estaba repleto. No estaba seguro del número exacto, pero tal vez más de cien personas estaban distribuidas a través de toda la especie de salón. Las mujeres llevaban elegantes vestidos de época, una época que me había tocado vivir en algún momento, y los hombres trajes sobrios, pero todos compartían el mismo detalle ridículo: Los antifaces.

- Bien, ya saben lo que tienen que hacer. - Naraku y Koga asintieron, alejándose.

Como siempre, lo primero que hacíamos era perdernos entre la multitud en búsqueda de las clientas para que, cuando nos reconocieran, nos dieran la señal a su debido momento.

- Keh... decenas de olores desagradables. - fruncí el entrecejo, observando en todas direcciones.

- Tranquilo, coqueto. - colocó su mano sobre mi hombro. - Sólo relájate y disfruta la noche.

Nos acercamos a la escalera y subimos los suficientes escalones como para pode tener una buena vista panorámica. Las personas charlaban amenamente en pequeños grupos y, la mayoría, sostenían finas copas de champagne que con toda probabilidad habían sido servidas por los meseros que no podía ver.

- Esto parece una de esas estúpidas películas de ricos. - me quejé.

- Bueno, puede ser... ahora sólo falta que encuentres a la chica que amas y te vayas a follar.

- Feh...

Y así fue. Aquel aroma llegó a mi nariz antes de que mi cerebro lo procesara y mis ojos se dirigieron a la entrada justo en el momento en que ella, juntos a sus amigas, ingresaban al lugar.

- Oye Miroku, ¿Qué acabas de decir? - coloqué mi mano en su hombro, provocando que mirara en dirección de las tres jovencitas recién llegadas.

- Vaya, los ángeles caen del cielo. - sonrió. - Mi buen amigo, por suerte yo amo esas películas. - descendió.

- ¿A donde vas?

Volteó y guiñó su ojo, casi como otorgándome el permiso de que yo hiciera lo mismo que él planeaba y yo no pensaba dudarlo ni un segundo, sobre todo sabiendo que Koga estaba cerca y percibiría el aroma de Kagome casi con la misma rapidez que yo.

Kagome

- ¿Segura de que es aquí? - pregunté observándo lo descuidado del lugar.

- Bueno, esta es la dirección que nos dio Ayame. - Sango corroboró la ubicación.

Esta niña lograba que hiciéramos las locuras más grandes sólo porque no podíamos verla el tiempo suficiente como desearíamos.

- Chicas no les mentiré, este lugar me da miedo. - Rin se aferró a mi brazo.

- Tranquila, no es como si esto fuese una trampa y vamos a morir esta noche. - bromee.

- Pienso lo mismo pero... - miró a ambos lados. - No hay autos ni gente circulando, eso es extraño, sobre todo si hablamos de un supuesto evento tan formal e importante.

- ¿Podrían dejar de hablar como si estuviéramos dentro de una película de terror? - trataba de tranquilizarlas, pero la realidad era que estaba igualmente inquieta que ellas.

- Le enviaré un mensaje a Ayame para que vaya a buscarnos si ya esta dentro. - pronunció Sango mientras nos acercábamos a la entrada.

- ¿No se supone que debería haber alguien que nos recibiera? - preguntó Rin en un tono no muy tranquilo.

- Rin, me pones nerviosa. - fui sincera mientras ella apretaba el agarre sobre mi brazo. - Nada sucederá.

Tenía intenciones de terminar rápido con la incertidumbre, por lo que sin esperar y sin titubear, abrí la puerta.

- Hay... muchas personas. - susurró Rin.

Verdaderamente el lugar no sólo que estaba repleto, si no que contrastaba con el frio y la soledad que se percibía por fuera. La música era imperceptible en la entrada y, si bien en el interior si sonaba, su volumen era lo suficientemente bajo como para que las personas pudieran charlar.

- Ayame no responde. - intervino Sango. - ¿Y ahora que?

- Supongo que lo mejor que podemos hacer es quedarnos en un costado hasta que ella llegue.

Y eso hicimos. Nos abrimos paso entre las personas que se encontraban cerca de la puerta y estábamos a punto de detenernos cerca de una de las ventas, pero algo me detuvo. Un cálido agarre de una mano hizo presión sobre mi brazo y me vi en la obligación de voltear. La mitad de su rostro estaba cubierto por el antifaz, pero me era imposible no reconocerlo aún bajo la tenue luz de aquel salón.

- ¿Inuyasha? - murmuré. - ¿Qué estás...?

No logré terminar la frase ya que él comenzó a caminar entre las personas, sin soltarme. Hizo un par de pasos y se adentró en la primera puerta que se atravesó en su camino. Para mi sorpresa, se trataba de una especie de habitación, ¿de servicio? ya que lo más se veían eran artículos de limpieza.

- Inuyasha, ¿Qué estás haciendo aquí? - pregunté, quitándome el antifaz.

- Eso mismo te pregunto a ti. - imitó mi acción. - ¿A que vendrían tú y tus amigas a un lugar como este?

- Es una fiesta organizada por el comité del hospital, por supuesto que estamos invitadas.

- ¿Ah si? - arqueó una ceja. - Qué extraño... a los Taisho no nos invitaron.

- ¿Qué? - me sorprendí con creces. - Estas mintiendo... ¿por qué estarías aquí si no es por la empresa?

- Estoy aquí por trabajo. - sonrió.

- ¿Trabajo?

- ¿SexPlay?

Oh no... no puede ser verdad.

Inuyasha

No había manera de describir con palabras la molestia que tenía en su rostro al nombrar a SexPlay. Verdaderamente la volvía loca y no sabía si esos celos se debían a un interés un poco más profundo o simplemente ya eran parte de su personalidad, algo que no me sorprendería teniendo en cuenta lo tóxica que debió ser la relación con Bankotsu.

- ¿Viniste a follarte a una mujer? - sonreí ante la cruda manera y el desprecio con el que escupió esas palabras.

- Como mi clienta, deberías recordar que yo no follo... mi deber es que la mujer llegue al orgasmo.

- Pues para mi es lo mismo. - desvió su mirada y me vi en la obligación de volver a llevarla a mis ojos.

Tomé su mentón y me acerqué a su rostro.

- ¿Quieres que te muestre la diferencia? - pregunté al ras de sus labios.

- Mejor respóndeme otra cosa. - me empujó sutilmente, haciéndome sonreír. - ¿Qué es lo que querías hablar conmigo?

Mi sonrisa se esfumó y la presión en mi pecho se hizo presente, sin lugar a dudas este no era el momento para decirle lo sucedido con Kikyo.

- Te dije que de eso podemos charlar mañana con un café de por medio... - aclaré mi garganta.

- ¿Y para que esperar hasta mañana si ya estamos aquí? - cruzó sus brazos.

Definitivamente me estaba incomodando y no soportaba el no tener el control de la situación, por lo que decidí tratar de desviar el tema.

- No puedo hablar contigo así.

- ¿Así?

- Me distraes. - pase la yema de mis dedos por su muslo descubierto. - Por cierto, este vestido te queda perfecto.

Sonrió ante mi comentario y pude soltar el aire que tenía contenido. Esperaba algún tipo de resistencia de su parte, pero me sorprendió cuando, sin siquiera responderme, envolvió mi cuello con sus brazos y me besó. Obviamente no perdí mi tiempo y rodee su cintura al mismo tiempo en que ella rodeaba mi cadera con sus piernas.

- No quiero ensuciar el vestido. - murmuré contra su boca.

- ¿A quien le importa? - suspiró, ofreciéndome su cuello, el cual tomé sin dudar.

Todo sucedió en cámara rápida. La descendí y voltee, obligándola a que apoyara sus manos en la pared.

- Quizás a ti no te importe, pero vas a seguir siendo la más hermosa de la fiesta aún en contra de su voluntad.

- ¿Qué cosas di...? - un grito fue lo siguiente que pronunció luego de que me adentrara en ella y de una manera poco amable.

- No seré cariñoso. - me incliné sobre su oído.

- No quiero que lo seas. - me miró por sobre su hombro, mordiendo sutilmente sus labios.

Maldita mirada perfecta.

Comencé a embestirla si la necesidad de ralentizar mis movimientos, después de todo no teníamos mucho tiempo.

- Inuyasha... - inclinó su cabeza hacia atrás, rasgando la pared con la yema de sus dedos.

- Te extrañe. - besé su mejilla y ella sonrió.

- Imposible, anoche...

- Veo que no es suficiente contigo. - en contra de mi voluntad, ella volteó y, de un pequeño salto, me envolvió nuevamente con sus piernas. - ¿De verdad no te importa...?

- Shhh. - tomó mi nuca, devorando mi boca mientras buscaba que volviera a unirme a su cuerpo.

¿Y quién soy yo para hacerla esperar?

De un sólo movimiento la penetré, ahogando su nuevo grito en mis labios. No estábamos seguros de si podían escucharnos o no, pero sabía que a ninguno le importaba. Mis labios se enterraron en su hombro mientras me deleitaba con el sonido de sus gemidos y la repetición de mi nombre. Sus uñas se clavaron en mi espalda e hice lo mismo sobre la parte externa en sus muslos.

- Inuyasha... - aquel sonido me estaba volviendo loco.

Su liberación se sintió mucho más placentera de lo que creí que podía ser e inmediatamente me uní a ella en su orgasmo, gritando su nombre contra la piel de su cuello. Los agarres sobre nuestros cuerpos se intensificaron mientras nuestras respiraciones se entremezclaban con la música proveniente desde fuera.

- Kagome. - murmuré, buscando sus labios. - ¿Estas bien?

Su sonrisa y el brillo en sus ojos me dieron la respuesta y no pude evitarlo, la besé, dejándome llevar por la calidez que mi pecho sentía en ese instante.

- Eres hermoso, Inuyasha. - murmuró, apoyando su frente en mi hombro.

Y no mentiré, sólo con ese gesto me sentí la persona más afortunada de la fiesta. La abracé fuertemente, quizás deseando que ese momento no terminara jamás. El destino ignoró mi ruego y, en ese instante, una voz conocida para los dos se elevó por sobre la música.

- ¿Ese es el director del hospital? - los ojos de Kagome se abrieron ampliamente.

- Si, es ese tal Hoshiyomi.

- ¡¿Y qué hacemos aquí?! - se lanzó, obligándome a salir en contra de mi voluntad. - ¿Qué tal si llega a nombrarnos? ¡Las chicas!

- Oye, cálmate, él no va...

No me escuchó, simplemente salió corriendo del lugar y cuando traté de seguirla, otra persona se interpuso en mi camino, provocando que chocara contra ella sin más.

- Lo siento señorita, ¿esta bien? - pronuncié, tomando su hombro al notar que quizás el impacto pudo haber sido un poco brusco con ella.

- Oh no, discúlpeme a mi, venía distraída. - elevó su rostro y me quedé sin respiración al ver aquellos ojos grises que se escondían detrás de aquel antifaz.

¿Ka... Kahori?

Extra.

Koga.

Miroku asintió y nos separamos. Como cada vez que teníamos que venir a un evento de esta magnitud, Naraku era quien venía conmigo, al menos hasta que cada uno encontrara a su clienta.

- Koga...

- ¿Qué es lo que quieres?

- Hoy tú te vas con mi clienta.

- ¿Qué? - me sorprendió genuinamente, ya que nunca solíamos hacer eso. - ¿Y eso por qué?

- Vi la fotografía de la mujer que tendrás y me gusta más.

- Bah, ¿entonces piensas dejarme la peor a mi?

- Tsubaki no es fea, sólo que quiero distraerme un poco más esta noche.

- ¿Miroku lo sabe?

- ¿Crees que le importara? él sólo quiere dinero.

- Bien, has lo que quieras...

Después de todo, la única mujer que me interesa no se encuentra en este lugar...

Sin embargo, como si de una cruel broma del destino se tratara, en ese mismo instante pude sentir su aroma y me vi en la obligación de girar. Por suerte para mi, mi vista de yokai era aguda, por lo que pude verla ingresar junto con sus amigas.

Maldición, ¿Qué demonios está haciendo aquí?

- Vino tu mujer, ¿no es así?

Mis ojos viajaron a Naraku de inmediato y la sorpresa que sentía por la repentina llegada de Kagome, pasó a segundo plano.

- ¿Qué acabas...?

- Sólo un ciego no lo vería, Koga. - su sonrisa tomó un semblante más sombrío. - De hecho, me sorprende que aún sigas en este negocio.

- Eso no es tú asunto. - entrecerré mi mirada. - Y lo digo de verdad, Naraku, ni se te ocurra mencionarlo frente a nadie más, ¿te quedó claro?

- ¿Vas a decirme que Miroku no esta enterado?

- Repito: no es tu maldito asunto.

Desvié mis ojos hacía otra zona del salón, con la intención de alejarme lo más posible de la entrada y, casi sin querer, me encontré con la mujer que iba a estar esperándome.

- Recuerda que la que esta al lado es la tuya ahora. - Naraku se me adelantó, sin embargo se vio en la obligación de detenerse cuando aquella voz se pronunció.

- Buenas noches a todos...

¿Un demonio? Si... a pesar de que se camufla bastante bien, puedo reconocerlo.

Pensé, observándo al ser que hablaba desde la segunda planta del salón.

Extra

Sango

- ¿Aquí les parece bien? - volteé y sólo me encontré con Rin. - ¿Y Kagome?

- ¿Qué? - volteó y regresó sus ojos completamente aterrados hacía mi. - Ay no, Sango...

- Tranquila, no pienses cualquier cosa. - la tomé por los hombros y me puse de puntillas, tratando de ver más allá de lo que mi estatura me lo permitía.

¿Ese es Taisho?

Me sorprendí levemente, pero sabía que al menos ella no estaba en peligro.

- ¿La ves?

Oh, cierto... Rin.

- Tranquila. - le sonreí. - Esta bien, al parecer fue interceptaba por Taisho.

- ¿Por Taisho? ¿Qué Taisho? - por alguna razón, la mención de ese apellido pareció alterarla más en lugar de tranquilizarla.

- Inuyasha Taisho, ¿acaso crees que se iría con Sesshomaru?

- ¿Él también está aquí?

- Oye, ¿Qué te sucede? Relájate un poco. - miré en todas direcciones. - No, bueno, al menos no lo veo.

- Buenas noches señoritas. - di un respingo ante la voz que resonó detrás de mi y me quedé inmóvil.

- Buenas noches, ¿lo conocemos? - ella respondió rápidamente, quizás alentada por sus nervios.

- Lamento decirle que usted no, pero su amiga si, ¿verdad Sango?

Cerré mis ojos con fuerza ante la manera en la que mencionó mi nombre y giré mi rostro lentamente.

- Buenas noches, joven Miroku.

- ¿Miroku? - bien, al parecer Rin ya se dio cuenta de quien se trataba.

Por suerte para mi, antes de que él pudiese decir algo más, Ayame me salvó.

- ¡Chicas! - llegó con todo el ánimo que la caracterizaba. - Ay lo lamento, recién leo su mensaje, estaba demasiado ocupada.

- Descuida. - sonreí, tratando de parecer tranquila. - Aunque, si he de ser honesta, por un momento creí que ni siquiera estabas aquí.

La música descendió un poco más, llamando la atención de los presentes.

- Oh, mi padre dará su discurso. - se colocó al lado de Rin, tomando su brazo y dejándome peligrosamente cerca de...

- Cuando esta breve charla termine, me gustaría hablar contigo a solas, querida Sango.

Su cálido murmuro sobre mi oído hizo que se me erizaran los vellos y, rápidamente la confirmación de Inuyasha sobre que realmente estaba interesado en mi, atravesó mi mente, haciéndome las cosas mucho más difíciles si es que eso era posible.