Notas: Feliz domingo 3 hoy quería hace una aclaración importante para poder comprender este capítulo, ya que voy a mencionar en varias ocasiones el término "keigo".
*El "keigo" es el registro más formal en japonés, y es importante que sepáis que no es tan sencillo como cambiar los pronombres de "tú" a "usted", sino que es bastante más complejo y puede sonar casi como otro idioma, dado que no hay muchas palabras en común con el japonés "cortés", es decir, educado y correcto. Os pongo un ejemplo, una frase "cortés" sería, "¿Por favor, me puede hacer el favor de prestarme un bolígrafo?", mientras que en "keigo", lo podríamos traducir como "Si vuestra merced tuviera la amabilidad de facilitarle un bolígrafo a mi insignificante yo".
No es tan literal, pero es cierto el "keigo" utiliza muchas palabras con matices que dan importancia al receptor y rebajan al interlocutor, por lo que se trata de un habla extremadamente formal. Tengo que admitir que como estudiante de japonés siempre me dio dolores de cabeza. Lo sorprendente fue aprender que los propios japoneses dan clases de "keigo" antes de comenzar a trabajar dado que no lo dominan, casi como si fuera otro idioma para ellos, vaya. También me gustaría hacer hincapié en el "keigo" suena muy arcaico, ya que comparte algunos rasgos con el habla de los samuráis, por ejemplo, por si os da una mejor idea de cómo suena.
Una vez dado el contexto y explicación de lo que se trata el "keigo", os dejo disfrutar de la historia tranquilamente, ¡espero que se os haya hecho ameno tanto texto!
Aplaudí con todas mis fuerzas desde detrás de las bambalinas al final del desfile. Todo había salido tal y como estaba previsto. A pesar del éxito de la pasarela, sabía que aún no podía respirar tranquila, dado que aún no había pasado el momento más crítico para mí: el banquete con los inversionistas tras el evento.
Una vez finalizada la pasarela con los nuevos diseños de la marca, era fundamental establecer contacto con los patrocinadores del evento, y tratar que alguno de los invitados se animase a invertir su capital en la empresa. Sonaba tan tedioso como complicado, pero era parte del trabajo como diseñadora, ya que los interesados se acercarían a preguntar por la colección, sin duda.
Mientras me dirigía al distinguido salón donde se iba a celebrar el cóctel nocturno, me preguntaba si mi atuendo estaría a la altura de la ocasión. Había comprado un largo vestido de noche satinado en color amarillo, con una apertura que mostraba una de mis piernas y un amplio escote trasero que mostraba gran parte de mi espalda. Mi cabello suelto se encontraba decorado por un elegante broche en forma de flor, del mismo color que el vestido, y unos zapatos de tacón a juego. Normalmente no vestía de mi color favorito, ya que muchos lo consideraban demasiado estridente, pero aquella noche me sentía más segura vistiendo de aquel tono. Y tampoco me venía nada mal destacar en mitad de aquella celebración, si lo que quería era causar una impresión en los hombres de negocios, de modo que no olvidasen mi cara ni mi nombre.
Me acerqué a una de las mesas en las que servían copas a los invitados, donde me agencié una bebida no demasiado cargada. Necesitaba estar lúcida en horas de trabajo, después de todo.
- Buenas noches, señorita Hanazono. – Me saludó el señor Miyazaki mientras me alcanzaba. – Justo te estaba buscando, la directora Ichijou está reunida con los clientes que aprobaron tus diseños, y les gustaría tener una palabra contigo, así que acompáñame.
- Por supuesto. – Respondí con toda la seguridad que pude.
Me había estado mentalizando para aquel crucial momento, e incluso le había pedido a Sesshomaru que me dejase practicar con él mi keigo, ya que no estaba acostumbrada a desenvolverme en situaciones que requirieran un habla tan exquisita. Sin embargo, él lo hablaba con completa normalidad, como si se tratase de su lengua materna. No cabía duda que la elegancia corría por las venas de aquel misterioso profesor de historia.
Mientras acompañaba a mi superior, tragué saliva, sintiendo como si me me dirigiera a un examen oral de un idioma extranjero. Aunque la realidad era que me jugaba mucho más. No tardamos en encontrar el círculo de personas, hombres en su amplia mayoría, rodeando a nuestra directora de departamento.
- Buenas noches, señorita Hanazono, la estábamos esperando. – Me saludó ella con un gesto cordial. – Los amables caballeros aquí presentes son los que dieron el visto bueno a tus diseños, y deseaban poder conocerte en persona.
Deposité mi copa sobre la mesa con cuidado antes de dirigirme al grupo de hombres que me observaba con curiosidad.
- Buenas noches a todos, es un placer saludarlos. Mi nombre es Kaori Hanazono. - Les dediqué una amplia reverencia en señal de respeto. - Les agradezco infinitamente por haber confiado en mi trabajo y haberme otorgado esta oportunidad. – Al incorporarme, les dediqué una sonrisa profesional.
No podía dejar de recordarme que debía aparentar estar relajada, pero no dejaba de tener la sensación de que mi forma de dirigirme a ellos no había sido la más correcta.
- Es más joven de lo que pensaba, señorita. – Contestó uno de los hombres trajeados, el cual podría ser mi padre, por la edad que aparentaba. – Por lo que veo, debe apasionarle el color amarillo, es inusual atreverse a incluirlo en su primer proyecto. Muy audaz por su parte. Le aplaudo por el éxito de sus diseños. – El hombre me tendió con ambas manos su tarjeta de contacto mientras se presentaba.
Otros también aprovecharon aquel momento para presentarse y felicitarme por mi trabajo. Hicieron algunas preguntas respecto a cómo me había inspirado para crear los diseños, a lo que comencé a contestar, entusiasmada. Sin embargo, mientras hablaba comencé a sentir algunas miradas indiscretas por parte de alguno de los hombres dirigidas hacia mi pecho, haciéndome sentir incómoda. Sabía que mi busto tendía más hacia el lado voluminoso, pero no dejaba de ser asqueroso e incómodo que se quedasen mirando de aquella forma. Comenzaba a recordar el punto de mi vida en el cual había empezado a dejar de usar escotes demasiado reveladores, por aquel mismo motivo. Me pasé el cabello por delante de los hombros de forma casual, ocultando mi piel de aquellas miradas indeseadas.
Traté de ser educada y concisa para que aquella tortura acabase lo antes posible. Cuando aquellos adinerados señores quedaron satisfechos con mis explicaciones, finalmente se marcharon para entrevistarse con otros diseñadores de la gala, acompañados de la directora Ichijou. Antes de que Miyazaki pudiera retirarse con ella, le retuve un instante para preguntarle si podíamos hablar a solas.
Él accedió, aunque con gesto molesto, y me acompañó junto a una de las ventanas de la sala, donde se podía respirar algo de aire fresco, lejos del bullicio de las mesas.
- ¿Qué es lo que querías hablar conmigo, Hanazono? – Inquirió el hombre, dando un sorbo a su bebida. – No me hagas demorarme más de la cuenta.
- Lamento mucho haberle interrumpido, pero creo que hay un tema que no hemos podido aclarar en ningún momento del día. Se trata de mi contrato, no sé si se han dado cuenta de que la fecha de finalización era hoy mismo.
El hombre desvió su mirada de mí, incómodo por sacar aquel tema de conversación. Sus ojos parecían estar tratando de localizar a su superior entre el gentío.
- Ah, sí lo hablé largo y tendido con la directora hace una semana. – Respondió, actuando desinteresado, haciéndome enojar con su actitud. Si ya sabían qué iba a pasar conmigo, ¿a qué estaban esperando para comunicármelo? – Estamos muy contentos con tu desempeño en este proyecto, por lo que estábamos pensando en ampliar el contrato contigo.
El enfado desapareció de un plumazo con aquella revelación.
- ¿Quiere eso decir que paso a ser parte de la plantilla como diseñadora? – Inquirí, tratando de contener la emoción.
En aquel momento, el señor Miyazaki dejó escapar una carcajada, volviendo su atención hacia mí. El alma se me cayó a los pies en aquel mismo instante.
- Claro, que no, mujer, te faltan muchas tablas todavía para eso. – Dio un nuevo trago a su bebida. – Queremos renovar tu contrato como becaria. Podemos hablar de los detalles el lunes en la oficina, ¿te parece?
Sus palabras cayeron sobre mí como un jarro de agua fría. Una parte de mí se sintió tentada de vaciar mi copa sobre su cara, pero me contuve. No quería armar un escándalo delante de tantas personas importantes de la industria.
- B-bueno… - Balbuceé, aún en estado de shock.
- Por cierto, te recomiendo elegir un atuendo más apropiado para la próxima gala. Ese vestido que llevas es bastante vulgar, muchos no van a tomarte en serio si vistes así.
Agaché la cabeza y asentí, completamente muda. Miyazaki se marchó con paso acelerado, dejándome a solas con el remolino de emociones que bullía en mi cabeza.
En aquel punto de la noche, sentía sólo quería marcharme a casa y convencerme a mí misma de que aquellas condiciones laborales eran lo normal, a mi edad. No podía aspirar a nada mejor en aquel momento, ¿verdad? En el fondo yo lo había hecho todo lo bien que podía, ¿no? Debería… ¿sentirme feliz? ¿Realizada?
Conteniendo las lágrimas, dejé mi copa de vino en una mesa aleatoria y busqué el camino hacia la salido del edificio. Quería irme lo antes posible de allí. Podía llamar a un taxi, regresar a mi hogar, darme una ducha que me quitase aquella sensación de suciedad pegada a mi cuerpo por culpa de las miradas indiscretas, y meterme en la cama para olvidar lo sucedido durante la semana. Sabía que mi descanso nocturno podía verse interrumpido con extraños y agotadores sueños, pero en aquel momento todo era mucho mejor que pararme a pensar que todo mi esfuerzo de los años y meses anteriores no habían merecido la pena.
Casi como sacado directamente de una película de Hollywood, observé un coche estacionado frente al edificio donde se había celebrado el desfile. De pie, junto a él, se erguía la inconfundible figura de un hombre con cabello plateado, vestido con una sencilla camisa blanca y unos pantalones azul marino. Jadeando, me dirigí hacia él a la velocidad más alta que me permitían los tacones en mis pies, con cuidado de no tropezar.
- Sesshomaru. – Lo llamé, cerciorándome de que se trataba de él al acercarme lo suficiente. - ¿Qué haces aquí?
Él me dedicó una cálida expresión.
- Quería felicitarte por todos estos meses de arduo trabajo. – Se volvió un instante para abrir la puerta trasera de su auto, desde donde extrajo un hermoso ramo de flores silvestres. – Enhorabuena. – Añadió, tendiéndome el obsequio con solemnidad.
Acepté su regalo, completamente conmovida, comenzando a llorar por una razón muy distinta a la que había hecho brotar mis primeras lágrimas aquella noche. El profesor me tendió amablemente un pañuelo para secar mi rostro.
- ¿Cómo has averiguado el lugar? - Le pregunté, mientras trataba de calmar mi llorera.
- Lo has mencionado alguna vez en estos días. – Respondió, sereno. – Y los medios tampoco han sido nada discretos al respecto, no era información especialmente clasificada.
Me hizo sonreír con aquel último comentario.
- ¿Y pensabas esperar toda la noche a que yo saliera? Podría haber tardado horas. – Repliqué, dando toques con el pañuelo sobre mi cara para evitar deteriorar en exceso mi maquillaje.
- Era un riesgo que estaba dispuesto a correr. Y he de decir que ha merecido la pena. Estás preciosa con ese vestido, Rin.
Sentía que podía echarme a llorar de nuevo con aquellas palabras. ¿Por qué siempre parecía que tenía la respuesta perfecta para todo? Él había logrado disipar todas mis dudas respecto a la elección de vestuario de aquella noche con aquella sencilla frase. Además, recordar que Sesshomaru jamás había hecho ningún comentario desagradable respecto a la forma de mi cuerpo, me devolvió la confianza que había perdido en aquella misma noche. Él no parecía considerarme vulgar, ni dedicaba una atención indeseada a mis curvas, sino que parecía que sus ojos observaban más allá, como si tuviera acceso a los rincones más íntimos de mi alma. Y lejos de sentirse intrusivo, sentirme tan desnuda y vulnerable a su lado me brindaba una sensación de calidez, como la de un niño siendo arropado por la más mullida manta.
Entonces me puse de puntillas para rodear su cuello con los brazos. Él me devolvió el gesto, abrazándome contra su cuerpo con delicadeza.
- Gracias por venir. – Musité contra su cuello. – Ni siquiera me había dado cuenta de que eres la persona que más necesitaba ver en este momento.
Sus dedos se enredaron en mi cabello, acariciando mi nuca suavemente. Tras unos segundos de paz contra su pecho, retiré mis brazos de su alrededor de su cuerpo para caer nuevamente sobre mis adoloridos talones.
- ¿Ha ocurrido algo? – Me preguntó, mirándome a los ojos.
- Es… una historia un poco larga. – Admití, dejando escapar un suspiro.
Sesshomaru acarició mis hombros desnudos con sus pulgares, provocándome un escalofrío.
- ¿Te apetece que hablemos de ello con una copa de por medio? Tengo champán en casa.
No pude evitar sonreír ante aquella invitación.
- Me encantaría. – Accedí con sumo gusto.
Sentada en el asiento del copiloto del coche de Sesshomaru, más tranquila, me detuve para aspirar el aroma de las flores que me había regalado.
- Huelen muy bien… Aunque no parecen del tipo que venden en una floristería. ¿De dónde las has sacado?
El aspecto del ramo era hermoso, aunque era cierto que contenía largas hebras de hierbas silvestres y no había cohesión entre las flores, me recordaban a las que podría encontrar a los alrededores del pueblo de mi infancia. Hacía mucho que no había tenido la oportunidad de salir al campo para perderme en la naturaleza.
- Las he recogido yo mismo. – Admitió, con la mirada fija en la carretera. – Pensé que te gustaría más así.
No tenía ni idea de por qué motivo lo había supuesto, pero no había podido estar más acertado. O tenía muy buena intuición, o podía leer la mente, porque se me hacía increíble que hubiera conocerme tan bien en el escaso tiempo que nos conocíamos. El pensamiento de que había salido a buscar las flores por su cuenta y las había dispuesto de aquella forma tan exquisita para mí hacía mi corazón rebosar de felicidad.
- Algún día tendrás que llevarme al sitio donde las hayas encontrado, entonces. – Respondí, risueña. – Porque tienes razón, me encantan.
Su expresión reflejaba una absoluta paz, con los labios curvados a medio camino de una sonrisa. Era la primera vez que lo veía tan alegre, aunque no lo mostrase con efusividad. El descubrimiento de aquella emoción en él hizo que mi corazón comenzase a latir con fuerza mientras le observaba. Sentía que comenzaba a poder vislumbrar los rincones más ocultos de su personalidad, los cuales seguramente no mostraba a muy a menudo. Era muy afortunada de que una persona tan privada como él se mostrase de forma cada vez más abierta conmigo. Aunque tenía que concederle que nunca le había faltado sinceridad al expresarme sus intenciones, a pesar de que siempre mantenía un halo de misterio a su alrededor.
Observé la luna a través del cristal, brillando con fuerza en la lejanía de la bóveda celeste. Por un momento pensé que tenía forma completamente redonda, pero después me di cuenta de que no era así. Seguramente me había perdido todo su esplendor la noche anterior. ¿O acaso faltaba una noche más para la luna llena?
Pensé con resignación jamás sabría distinguir una luna creciente de una menguante.
- … La verdad es que suena como una situación bastante desagradable. – Comentó el profesor, tras haber escuchado mi relato de todo lo que había experimentado en el banquete. – Siento que hayas tenido que soportar todo eso esta noche, especialmente. No te mereces nada de lo ocurrido.
- Yo sólo doy gracias porque todo saliera bien frente a los inversores. – Suspiré. – Mi keigo sigue sin ser perfecto, pero creo que me pude defender bastante bien gracias a ti.
- Oh, me otorgáis un crédito superior al que un humilde servidor podría aspirar a merecer jamás. – Respondió con el registro más formal que le había escuchado jamás, sacándome una risa.
Nos encontrábamos sentados de forma relajada en su sofá. Se trataba del mismo lugar y la misma estancia en la que me nos habíamos reunido la primera vez que acudí a su casa, por trabajo. Y allí estábamos los dos, meses después, descalzos, aunque vestidos de forma elegante y con los rostros sonrojados ligeramente a causa del alcohol. No había ni punto de comparación entre nuestra tensa postura de aquella vez, y la familiaridad con la que nos relacionábamos en el presente. Costaba creer cómo de rápido transcurría el tiempo, y cómo a veces las circunstancias de la vida cambiaban por completo con la presencia o ausencia de una sola persona.
- Entonces, ¿aún no has decidido si vas a aceptar la oferta que te ha hecho tu jefe, Kaori? – Me preguntó el profesor mientras se servía más alcohol en su copa. Aquel hombre tenía un aguante envidiable.
Dejé mi bebida sobre la mesa de cristal frente a nosotros.
- Mi sentido común me dice que no puedo rechazarlo, pero honestamente, me parece una completa basura. – Admití, molesta. – Seguir sin poder aspirar a algo más que ser una becaria a mi edad es frustrante. E injusto.
- ¿Te planteas la posibilidad de rechazarla, pues? – Preguntó, perspicaz.
Me quedé pensativa un instante, pero no lograba llegar a ninguna conclusión clara en aquel instante. Sólo me provocaba un palpitante dolor en la sien.
- ¿Sí…? O no, supongo, no sé… No tengo la cabeza como para pensarlo en este momento. – Musité, llevándome la mano sobre la frente, recostándome hacia atrás. - ¿Acaso no estábamos de celebración?
Sesshomaru depositó su copa sobre la mesa con delicadeza, sin provocar ni un solo sonido.
- Tienes razón, disculpa. Déjame que te compense. – Dijo, irguiéndose en el sofá. – Dame tu espalda.
Aunque no tenia ni idea de lo que pretendía, me incorporé para sentarme de espaldas a él, confiada. Entonces sentí sus manos retirar mi melena hacia un lado, para acto seguido posarse sobre mis hombros, haciéndome consciente de la tensión acumulada sobre ellos. Sus pulgares comenzaron a masajear mi nuca, produciendo un agradable cosquilleo que viajaba desde aquella zona hasta el resto de terminaciones nerviosas de mi cuerpo.
- Definitivamente, eres todo un experto en técnicas de relajación. – Comenté en voz baja, recordando cómo me había ayudado a tranquilizarme a través de la respiración la primera vez que había visitado su casa.
- Es importante aprender a descargar el estrés. Sobre todo, en estos tiempos tan frenéticos.
Su comentario me provocó risa.
- Suenas como un anciano.
Sus dedos viajaron hasta mis omóplatos, acariciando y presionando sobre las fibras tensas de mis músculos. Dejé caer el cuello ligeramente hacia atrás, relajada ante aquel contacto tan agradable…
Entonces, Sesshomaru apartó mi cabello nuevamente para inclinarse sobre mi cuello y pasar su lengua por la sensible zona. Dejé escapar un jadeo en voz baja.
- ¿Esto también es parte de tu método para eliminar el estrés? – Le pregunté, con los ojos entrecerrados.
- Puedes considerarlo como parte del proceso, si quieres. – Susurró contra mi oído. – Aunque en realidad se trata de que no he podido resistirme al verte así…
Sus manos recorrieron mis muslos por encima de la tela del vestido, produciendo un cosquilleo que llegaba hasta mi estómago. Arqueé la espalda, disfrutando de aquella electrizante sensación.
- Me gusta tu plan. – Contesté en tono coqueto. – Aunque… Me gustaría que no fueras el único con privilegios para sentir la piel del otro. – Le reproché, girando la cabeza hacia atrás para mirarle.
Apenas nuestros ojos se encontraron, el profesor tomó mi rostro para besarme apasionadamente. Sus labios se movían sobre los míos de forma cariñosa, pero mucho más impetuosa de la que jamás había actuado. ¿Podía ser por culpa del alcohol? Tampoco es que tuviera quejas al respecto.
Mi cuerpo se volvió hacia él y apoyé las manos sobre su pecho mientras correspondía su beso, con los ojos cerrados. Entonces, Sesshomaru sujetó mis muñecas y las condujo bajo su camisa, demandando mi atención. Nuestras bocas se separaron para recuperar el aliento mientras nos observábamos. Nunca le había visto tan hambriento, ni tan condenadamente sexy. Contuve la respiración unos instantes antes de comenzar a recorrer su bien formado cuerpo.
Al contrario que otras veces, me dejó explorar pacientemente, sin hacer amago de apartar mis manos ni desviar la atención hacia otro lado. Aunque mis ojos eran incapaces de no notar el bulto que comenzaba a aparecer en su pantalón.
Descendiendo por su vientre plano, mis dedos escaparon del interior de la camisa, y comencé a desabotonar la prenda bajo su atenta mirada. Ni siquiera me estaba tocando, pero yo sentía cómo mi ropa interior se humedecía bajo la sola hipnosis de aquellos ojos dorados.
Una vez hube desabrochado la camisa por de arriba a abajo, él se la retiró por completo, colaborador. Nunca había podido completar su torso de forma tan clara como aquella noche, y comprendí inmediatamente sus reparos hasta el momento. Incluso bajo la débil luz de la lámpara del salón, podían apreciarse múltiples cicatrices a lo largo de su abdomen y su pecho. Pero la más llamativa, sin duda, era el delgado anillo de color rosado que rodeaba su brazo izquierdo. Mil teorías alocadas cruzaron mi mente, pero sabía que no era momento de preguntar. No quería ser indiscreta, ni despertar recuerdos posiblemente traumáticos para él cuando estábamos compartiendo aquella intimidad.
Interrumpiendo el hilo interno de mis pensamientos, Sesshomaru se inclinó sobre mí hasta dejarme tumbada bajo su cuerpo, arrinconándome entre él y el mullido sofá. Volvió a besarme mientras sujetaba mis muslos, posicionándose entre mis piernas. Dejé escapar un inesperado gemido cuando frotó su dureza contra mi intimidad, con la tela de mi ropa interior y sus pantalones de por medio. No pude evitar sorprenderme ya que él jamás había hecho nada así, tan… Atrevido. Casi descarado.
Y a mí me estaba gustando más de lo que probablemente debería. Correspondí su gesto alzando las caderas. Su respiración agitada acarició mi rostro, justo cuando su lengua abandonó mi boca. Entonces, mientras me observaba con las pupilas dilatadas, sus poderosas manos sujetaron mis muñecas con firmeza sobre mi cabeza antes de dar una nueva estocada contra mi intimidad. Gimoteé, excitada por compartir aquella nueva sensación con él.
Aquella rudeza se parecía mucho a la del Sesshomaru con el que había soñado la primera vez. No dejaba de ser cuidadoso y delicado, pero había un nuevo matiz de necesidad primaria que había estado echando en falta. Parecía que finalmente se estaba dejando llevar. Y yo estaba deseosa de que me arrastrase con él hasta donde quisiera. Llevaba tanto tiempo deseando verle de aquella manera que por un momento me pregunté si no me habría quedado dormida tras haber bebido demasiado champán, y todo se trataba de un producto de mi imaginación.
Sin embargo, la continuada fricción de su sexo contra el mío me confirmaba repetidamente que aquello era cien por ciento real. Estaba ocurriendo. Incapaz de contener mis emociones, me incorporé para sentarme sobre su regazo, dejando mis piernas a ambos lados de su cadera.
- Sesshomaru… - Musité con tono reprobatorio contra sus labios. – Si haces eso me das muchas ganas de llegar hasta el final…
Sus ojos brillaban en la penumbra, bañados en lujuria. Sus grandes manos sujetaron mis mejillas, haciéndome incapaz de desviar la vista de él.
- Yo también lo deseo, Rin… - Respondió, con la voz ronca. - Más que nada ahora mismo.
Su boca poseyó la mía con necesidad, saboreando cada rincón de mí, haciéndome estremecer mientras mis caderas se restregaban sobre él de forma casi inconsciente. Sin embargo, el último rayo de cordura que quedaba sobre mi cabeza decidió actuar en aquel momento, deteniendo aquel momento de pasión.
- No. – Dije, poniendo las manos sobre su pecho. – Has bebido demasiado, Sesshomaru. Esto no está bien… No quiero que te puedas arrepentir de esta decisión.
Era posible que hubiera cambiado de opinión respecto a sus límites, pero prefería que me los comunicase cuando tuviera la cabeza más despejada. No quería cargar con el peso en la conciencia de que podía estar aprovechándome de aquel momento de vulnerabilidad. Entonces, Sesshomaru me sujetó del cabello a la altura de la nuca y poso su frente contra la mía, con ternura.
- Si eso es lo que piensas, bésame hasta que se me pase el efecto del alcohol. – Me retó, observando mi boca detenidamente. – Te aseguro que para entonces mi respuesta será la misma.
La parte racional de mi conciencia sabía que aquello no ayudaría a enfriar el ambiente en absoluto; aunque mi instinto más primario hizo caso omiso a aquella advertencia, y se lanzó a sus brazos para mordisquear sus labios antes de introducir la lengua en su boca. Él gruñó de placer, con su eje palpitando contra la tela de mi ropa interior. No había nada que desease más que quitarme toda la ropa en aquel momento para sentir su piel contra la mía, pero sabía que no habría vuelta atrás si lo hacía. Y quería respetarle, a él y sus límites, por mucho que el calor de sus cálidas palmas envolviendo mis pechos me estuviera llevando al borde de la locura.
Sesshomaru liberó mis senos por encima de la tela del vestido, dejándolos completamente expuestos y a la vista. Entonces me atrajo hacia él con firmeza para besarlos y dejar diminutas marcas de pasión sobre ellos. Yo dejé caer la cabeza hacia atrás, gimiendo, entregándome a él con todos y cada uno de mis sentidos. Sus besos comenzaron a ascender hacia mi clavícula, donde trazó un húmedo camino hasta el cuello, haciendo que me retorciera entre sus brazos.
Acaricié de forma ciega la superficie de su pecho para sentir el calor de su piel desnuda bajo mis dedos. Me mordí el labio, conteniendo nuevo gemido. Aquello no estaba bien. Nos estábamos dejando llevar demasiado, y eso solo podía acabar una cosa. Si quería seguir siendo una persona decente, tenía que detenernos.
- Sesshomaru, no… - Jadeé mientras él mordía el lóbulo de mi oreja. – Vamos a pararnos a pensar esto en frío un momento. – Le pedí, tratando de alejarlo de mí.
Al hacerlo, Sesshomaru me envolvió entre sus brazos hasta que nuestros pechos acabaron haciendo contacto directo, impidiéndome escapar. Me revolví, tratado de liberarme, pero él no se inmutó en lo más mínimo. En cambio, haciendo caso omiso a mis palabras, su boca dejó una nueva marca de pasión en mi cuello, sin que yo pudiera impedírselo, dejando escapar un gemido ante su contacto. Antes de que pudiera volver a llamarlo para pedirle que se detuviera, me quedé muda al sentir unos pinchazos afilados como agujas sobre mis omóplatos.
Por un instante, dejé de ver el salón de su casa, y me encontré a mí misma bajo un cielo estrellado. En la parte inferior de mi campo de visión de mi brillaban unos ojos de color carmesí, acechándome como una fiera vigilando expectante a su próxima presa. Por encima de aquellas pupilas dilatadas, me pareció distinguir de forma nítida una media luna de color púrpura…
La visión se desvaneció a la vez que el dolor, de forma tan abrupta como había llegado.
- Lo siento. – Musitó Sesshomaru, el cual me había liberado de su abrazo, acariciando mis mejillas con ternura infinita. – Me he dejado llevar demasiado.
Con una desoladora expresión de tristeza, el hombre recogió su camisa y la echó sobre mis hombros, cubriendo la desnudez de la parte superior de mi cuerpo. Entonces me di cuenta de que yo estaba temblando de pies a cabeza.
- No pretendía hacerte daño. – Me aseguró, consternado por mi completa ausencia de reacción.
Me forcé a mí misma a parpadear para recuperar el control de mi cuerpo.
- ¿A esto te referías con… "sexo duro"? – Balbuceé, procesando la sensación de ardor en la parte alta de mi espalda.
Cuando Sesshomaru retiró las manos de mi rostro me di cuenta de que había ligeros restos de sangre bajo sus uñas. No me podía creer que las hubiese clavado con tanta fuerza como para hacerme sangrar. Me cerré la camisa blanca de Sesshomaru a la altura del pecho, agarrando las solapas con fuerza, con la tela arrugándose bajo mis dedos.
El hombre no articuló ninguna frase en respuesta, pero su expresión sombría era más que suficiente para comprender que se sentía culpable. El profesor me ayudó a bajarme de su regazo, sentándome en el mullido acolchado del sofá.
- Dame un momento, en seguida vuelvo. – Anunció, sin atreverse a mirarme a los ojos.
Yo permanecí mirando a la nada mientras rememoraba la visión que había tenido por unos instantes. Aquellos ojos inyectados en sangre aún me producían escalofríos, pero me intrigaba la figura con forma de media luna, y no podía dejar de pensar en ella… Ya la había visto antes en algún sueño, ¿verdad? Hurgando en mis recuerdos, estaba casi segura de que la había visto sobre la frente de Sesshomaru en mi primer sueño húmedo en el cual aparecía él… El de la cabaña, específicamente.
Mientras terminaba de hacer asociaciones en mi cabeza, el profesor regresó con varios algodones y un antiséptico en la mano. Me pidió por segunda vez en la noche que le diera la espalda, y retiró la camisa con la que me había cubierto para tratar las heridas de mi espalda. Sus dedos se sentían fríos a la par que húmedos contra mi piel. Debía de haberse lavado las manos a conciencia.
- Sesshomaru… - Le llamé, en voz baja.
- Dime. – Contestó con una recompuesta calma, mientras daba toques con el algodón sobre mis omóplatos.
- ¿Qué es lo que ha pasado? – Inquirí, llevándome los nudillos a las rodillas. – Es decir… Parecías fuera de sí, casi como si… no fueras tú…
El hombre exhaló un profundo suspiro, deteniendo su labor.
- ¿Acaso me creerías si te lo contase?
Volteé el cuello para mirarlo, abatido y con la vista clavada en el suelo. Me subí el escote del vestido para cubrir mi pecho antes de dirigirme hacia él. Después de colocarme frente a Sesshomaru, sujeté su rostro con delicadeza entre mis dedos y le hice mirarme a los ojos.
- ¿Por qué no lo intentas? – Le animé, esforzándome por esbozar una sonrisa reconfortante. – Podría entenderte mejor si me dices qué es lo que ocurre.
El profesor recorrió mi antebrazo con los dedos hasta detenerse sobre mi muñeca, perdido en sus cavilaciones.
- En realidad… Estoy seguro de que sabes más de lo que crees, Rin. – Le observé con los ojos muy abiertos, sin estar muy segura de a qué se refería. - ¿Acaso no has estado soñando conmigo?
Aquella insinuación hizo que mis ojos se abrieran como platos.
- ¿Cómo sabes eso? – Le pregunté, casi sin aire en los pulmones.
El hombre permaneció arrodillado en suelo frente a mí mientras comenzaba a explicar:
- En primer lugar, porque me lo dijiste la noche que te dejé en tu casa después de haber bebido de más. Pero estabas muy ebria, y te veías muy vulnerable, por lo que no consideré que fuera el momento de preguntarte por ello. Esperaba que volvieras a sacar el tema, aunque no ha sido así. Ni siquiera estaba seguro de que recordases habérmelo dicho, por lo que tampoco pude preguntarte al respecto. Y, en segundo lugar… - Hizo una pequeña pausa, debatiéndose consigo mismo en silencio. - Porque soy el responsable directo de que tengas esos sueños, aunque no me enorgullezca de ello. – Admitió, manteniendo su mirada fija en mí.
Múltiples emociones comenzaron a debatirse dentro de mi cabeza, provocándome una desagradable sensación de náuseas. Me llevé las manos a ambos lados del cráneo, encogiéndome sobre mí misma. Nunca había sentido una resaca tan fuerte como aquella.
- No entiendo… A qué te refieres… - Gimoteé, confundida.
- ¿Sabes quién soy, Rin?
Cuando pronunció mi apodo sentí una nueva punzada en lo más profundo de mi cerebro. Sentía como si la cabeza me fuera a explotar.
- Si te duele demasiado, no pienses en ello, pues… - Me pidió, abatido, acariciando un mechón de mi cabello. – Has bebido tanto que es posible que mañana ni siquiera recuerdes esta conversación.
Me obligué a mirarle directamente, al borde de las lágrimas, sin comprender muy bien de dónde manaba aquel afluente de sentimientos tan poderosos como desoladores.
- Sesshomaru. – Le llamé con toda la firmeza que pude. – Me gustaría que me aclarases de qué estás hablando, por favor… - Babulceé. - Había intentado no darle más importancia de la necesaria a esos sueños, pensando que eran completamente aleatorios, o que habían aparecido por culpa del estrés trabajo… Pero ahora que mencionas que sabes algo al respecto, necesito entender a qué se deben. Además, por tu expresión… Parece que se trata de algo importante.
El hombre permaneció en silencio me observaba con lástima por unos instantes. No parecía encontrarse en una situación agradable, tampoco.
- Esas imágenes de las que has sido testigo no son fruto de tu imaginación. – Sentenció, frío como el hielo. – Se tratan de tus recuerdos. O más bien, de los recuerdos de tus vidas pasadas.
El dolor de cabeza comenzó a remitir a la par que una angustia se instalaba en lo más hondo de mi pecho, haciendo que mi cuerpo que sintiera pesado. Mis brazos cayeron a ambos lados de mi cuerpo, inertes.
- P-pero… entonces… - Balbuceé, confundida. – Si son mis vidas pasadas, en plural… ¿Cómo es que tú apareces en todas y cada una de ellas?
No tenía ningún sentido. Aquello cada vez se alejaba más y más de la realidad.
Sesshomaru sonrió de la forma más triste que había visto jamás. Sus ojos reflejaban un gran dolor, como si estuviera sufriendo infinitamente al pronunciar las palabras:
- Porque soy una criatura inmortal. Un yokai. – Me quedé completamente muda al escuchar aquella confesión. – Y he estado enamorado de ti por más de quinientos años, Rin. En todas y cada una de las reencarnaciones de tu alma.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza con aquella confesión. Y a la vez, una visceral sensación de miedo comenzó a disparar señales de alerta hacia cada uno de mis miembros. Me eché hacia atrás el sofá, alejándome de él.
Estaba diciendo que me había amado por siglos. Un hombre que apenas llevaba unos meses en mi vida. Aquello me venía enorme. Sí, me gustaba Sesshomaru, pero, ¿amar? ¿No era muy pronto para usar aquella palabra?
- Eso… no es posible. – Respondí, casi a la defensiva. – E incluso si lo fuera… ¿Por qué no has dicho nada hasta ahora?
Sesshomaru se puso en pie, observándome con atención desde las alturas con una expresión indescifrable. Ante mi rechazo, parecía haberse vuelto a poner su coraza inmediatamente.
- Porque temía que no fueras a creerme… O que pudieras reaccionar de esta manera.
El deje melancólico de su voz me demostró que aún no había cerrado las puertas de su corazón por completo. Y en el fondo de mi mente, sabía que él no mentía, los sueños se habían sentido vívidos como un auténtico recuerdo, lo cual explicaba por qué no me reconocía a mí misma en ellos, pero… Aquello seguía siendo una completa locura. Incluso si la mayor parte de mí quería aceptar lo que estaba diciendo Sesshomaru, había un pensamiento que no lograba escapar de mi cabeza.
El hecho de que seguramente ni siquiera estaba interesado en mi persona, sino más bien en quien había sido para él alguna vez. Y aquel hecho dolía como una bala incrustada en lo más profundo de mi ser.
- Yo… necesito un tiempo para pensar en todo esto. – Murmuré, luchando por ponerme en pie sin pisar la larga falda de mi vestido.
Sesshomaru se acercó para ayudarme a no perder el equilibrio.
- Tómate tu tiempo para recordar, Rin – Dijo casi en un susurro, ocultando la desesperación en su voz.
Sin embargo, aquellas palabras desataron un nuevo dolor de cabeza cuando pronunció aquel apodo, que ya no reconocía como mío. Repentinamente, comencé a odiar que me llamase así.
- Kaori. – Le corregí, separándome de él. – Mi nombre no es Rin.
El hombre respetó la distancia que puse entre nosotros, sin ser capaz de disimular la profunda tristeza de su mirada.
- Lo siento. – Se disculpó, cabizbajo. - No es necesario que aceptes nada de esto si te hace sufrir tanto, Kaori. Pero se trata de la verdad…
El problema residía que quería aceptarlo con todas mis fuerzas, pero no podía. No en aquel momento. No, cuando toda mi vida y mi identidad parecían caerse a pedazos.
Recogí mis pertenencias rápidamente y salí de aquella casa con una silenciosa despedida.
Fue mientras esperaba al taxi en el exterior cuando me di cuenta de que había me había olvidado el ramo de flores en su casa.
Notas: Finalmente llegó el momento de destapar un poco lo que ha estado sucediendo, aunque muchas ya os lo veíais venir, imagino. La verdad es que me pongo en la piel de ambos y el momento de la revelación se me antoja tenso, abrumador y muy doloroso.
Estoy deseando revelar muchos más detalles sobre las vidas pasadas y toda la trayectoria de las emociones de Sesshomaru en el proceso, aunque contextualizadas, por supuesto. Pero va a tener que ser poco a poco, ya que hay muchísimo contenido. En parte me preocupa haber pensado demasiado extensamente en todos los hechos del pasado, espero poder introducirlos de forma interesante para vosotros como lectores.
En fin, dejemos que Kaori/Rin reflexione con tranquilidad estas dos semanas y entonces nos leemos de nuevo, jejeje. ¡Gracias por el apoyo!
