Notas: ¡Feliz domingo! Este capítulo me ha quedado demasiado largo. Mucha información con sus incógnitas, muchos sentimientos… Siento mil si resulta demasiado denso, ¡pero espero que os guste igualmente!
Caminé junto al profesor Taisho en completo silencio por la calle. Ya había caído la noche, haciéndome sentir algo nerviosa, aunque no me arrepentía de haber sugerido irnos a otro sitio para hablar. Dadas las circunstancias, no me sentía cómoda como para estar a solas con él en un espacio tan privado como su casa; pero, por otro lado, sabía que tampoco podíamos estar en un lugar concurrido para poder hablar con tranquilidad. De modo que deambulábamos en busca de un sitio lo suficientemente público como para sentirme segura, a la par que poco concurrido para evitar que nadie pudiera escuchar lo que hablábamos.
Se trataba de un complicado equilibrio.
Nuestras manos se rozaban levemente al caminar en ocasiones, haciendo mi corazón latir con fuerza. Incluso cuando me sentía tan asustada y trataba de mantener la distancia, su tacto contra mi piel me provocaba una sensación electrizante. Pero no podía dejar que eso me hiciera perder la perspectiva. Nada podía cambiar el hecho de que me había ocultado cosas bastantes serias para poder acercarse a mí.
Esa sensación de engaño era suficiente para hacer que toda mi confianza se tambalease, aunque aún no se hubiera resquebrajado del todo.
Tras dar varias vueltas por el barrio, terminamos topándonos con un parque infantil completamente vacío, ubicado en la misma calle que una comisaría. Desconocía si la policía podría hacer algo en caso de que Sesshomaru decidiese emplear alguno de sus poderes (los cuales no tenía ni idea de en qué consistían, aunque tampoco me atreví a preguntar), pero me sentía más segura de aquella manera. Con sólo saber que había personas cerca era suficiente para mí, por el momento.
Tomé asiento sobre uno de los bancos metálicos del parque, mientras Sesshomaru apoyaba su espalda sobre una estructura de hormigón tubular que empleaban los niños para jugar a las escondidas. Yo misma recordaba haber experimentado aquellos juegos en un sitio parecido durante mi infancia en el pueblo. Pero no era momento de pararse a pensar en el pasado… O no en esa época, al menos.
- Bueno… - Balbuceé, sin estar muy segura de cómo comenzar. - ¿Te parece bien que hablemos aquí?
Sesshomaru dio un barrido con la mirada a nuestros alrededores, asegurándose de que no contábamos con espectadores indiscretos.
- No huelo a gente lo suficientemente cerca como para escucharnos. – Comentó en voz alta antes de clavar sus ojos dorados en mí. - ¿Tú te sientes más segura aquí, Kaori?
Mis piernas temblaban ligeramente, pero no estaba segura que si se debía al frío de aquella noche invernal, o al nerviosismo. ¿O a ambos, quizás?
- Estoy… bien, sí. – Carraspeé. – Quería hablar de… Lo que me dijiste la otra noche. – Sesshomaru aguardó expectante, sin decir una sola palabra. Tragué saliva antes de continuar. – Sesshomaru, yo… Te creo. Sé que todo lo que dijiste era verdad… Perdóname por haber dudado de ti de esa manera. Supongo que tenía mucho que procesar…
El demonio extendió su mano hacia mí, con intención de pasar sus dedos sobre mi cabello, pero se detuvo a medio camino, cerrando el puño. Su contenida expresión de angustia era difícil de soportar sin sentirme mal.
- No tienes nada por lo que disculparte, Kaori. – Sentenció con firmeza. – Soy yo el que lamenta… Toda esta situación. No debería haberme dejado llevar de esa manera. Y tendría que haber esperado a una situación más apropiada para decirte todo eso. Ya tenías suficiente en lo que pensar con tus circunstancias personales, sin incluirme en la ecuación.
Sesshomaru se veía tan atormentado por lo que había sucedido aquella aciaga noche que no pude evitar tomar la mano que él había alargado anteriormente hacia mi. El profesor me observó atónito, sorprendido ante el inesperado gesto. Yo misma me encontraba algo confundida. ¿Cómo podía haberme atrevido a tocarle cuando me había aterrorizado verle solo un rato antes?
Quizás simplemente no soportaba ver cómo alguien por quien sentía aprecio se atormentaba de aquella manera. Bajo la mortecina luz de las farolas se seguía viendo como una persona normal, como siempre… ¿Acaso había algo que le hiciera distinto de los seres humanos que conocía?
- Comprendo que no fuera tu intención real hacerme daño, Sesshomaru... De verdad. – Le aseguré, estrechando sus nudillos con suavidad. – Tampoco es como si hubiera un momento idóneo para decir algo así… Así que puedo entender que se diera bajo aquellas circunstancias, estábamos los dos bastante bebidos…
Con mis palabras, él pareció comenzar a relajarse, deshaciendo el puño en el que había estado contraído su mano.
- ¿No estás asustada? – Preguntó en un susurro.
- Por supuesto que lo estoy. – Respondí con total sinceridad. – El hecho de que alguien diga de la nada que lleva enamorado de mi por siglos y que es una criatura inmortal, sumado a los extraños sueños que estado teniendo desde que te conozco… Solo una persona inconsciente no tendría miedo. – Rodeé mi cuerpo con los brazos, sintiendo un escalofrío. - Y yo no soy tan valiente, Sesshomaru. Sólo soy una persona normal y corriente, pero… Me gustaría comprender un poco más lo que sea por lo que hayas pasado. ¿Podrías hablarme sobre ello?
Sesshomaru dio un paso atrás, despacio, incómodo con la pregunta.
- Rin… - Tomó aire antes de comenzar a hablar. – Ha sido durante siglos la persona más preciada para mí. – Aquella primera confesión me hizo sentir una fuerte opresión en el pecho. - Ella… Dado que era humana, siempre fui más que consciente de que era inevitable que yo tuviera verla partir antes de que llegase mi momento, pero… Rin se marchó mucho más pronto de lo que le correspondía. Y por más que traté de encontrar una forma de salvarla, yo… No pude encontrarla a tiempo. – Su mirada se perdía en la oscuridad del cielo estrellado sobre nuestras cabezas, como si no pudiera hablar de aquello enfrentando mi rostro.
- ¿Puedo saber la causa? – Parecía sentirse culpable, como si … Hubiera sido responsable por lo ocurrido, de alguna manera.
- Fue por mi culpa. – Confesó, autoflagelándose con crudeza. - Ella… Habría vivido de forma apacible, si no hubiera elegido quedarse a mi lado. – Respondió, cerrando los ojos mientras cruzaba los brazos sobre su pecho, como si se estuviera protegiendo de la carga emocional que tenía aquel momento de su vida. - Si nunca me hubiera conocido, si yo hubiera controlado mis propios impulsos al enamorarme de Rin… Ella no habría tenido que sufrir dicho final. Esa persona merecía ser feliz, más que nadie en este mundo…
A pesar de que se esforzase por esconder el dolor, la forma en la que hablaba de ella denotaba que, a pesar de los siglos, su herida seguía abierta. Y con ella, los sentimientos que había albergado por aquella mujer. Era tan descorazonador verlo así que ni siquiera podía pensar que fuera hermoso amar a alguien hasta aquel punto. No, cuando le hacía sentir tan miserable. Incluso si en el pasado se había tratado del sentimiento más puro y bello del universo.
- Comprendo… Y decidiste esperar a que se reencarnase para encontrarte con ella de nuevo, ¿no? – Decidí cambiar el foco de la conversación, ya que no podía salir nada bueno de regodearse en aquel trágico momento de pérdida. Con la información que disponía, era más que suficiente para comprender de dónde partían sus sentimientos.
El semblante de Sesshomaru se ensombreció aún más, sin embargo.
- Te equivocas. – Me contradijo, tajante. – Yo… De forma completamente unilateral y egoísta, utilicé medios prohibidos parar traer el alma de Rin de vuelta a este mundo. Mi intención original era darle la oportunidad de ser feliz con su nueva vida, libre de conocer mi verdadera naturaleza, con todo lo que ésta implicaba. Incluso llegué a plantearme no interferir lo más mínimo con tal de proteger su sonrisa, y aun así, al final… No pude contenerme. – Arrancó aquella confesión de su pecho con la voz ronca. - La traje de vuelta una y otra vez, esperando en secreto que ella recordase todo sin necesidad de que yo dijese nada. Aunque… en algún punto, traté de convencerme de que lo mejor era no interactuar con ella. Y a pesar de mi resolución, era como si el destino se empeñase en entrelazar nuestros caminos, incluso cuando yo no la buscaba activamente. – El demonio se detuvo un instante para tratar de recuperar el aliento. - Sin embargo… Las circunstancias de su muerte parecían más grotescas cuanto más me permitía acercarme a ella… - El dolor convertía sus palabras en un lastimero gimoteo. - Por lo que, tras tantas decepciones… Decidí que era mejor resignarme. Simplemente no interferir, como había sopesado en un inicio. Y si tenía la dicha de cruzarme con ella en algún punto… Obligarme a permanecer lo más alejado posible de ella emocionalmente.
Me quedé unos segundos en silencio, tratando de digerir todo lo que me hacía dicho. A pesar de estar condensando tantos años de su vida, podía sentir que todo era mucho más complejo de lo que sonaba. E incluso con aquellas pinceladas de información, estaba claro que cargaba con mucho peso sobre sus hombros.
- Entonces… ¿Por qué no tratarse de alejarte de mí cuando nos conocimos, Sesshomaru? – Fue la primera pregunta que naturalmente vino a mi cabeza tras asimilar su relato.
El demonio suspiró, recostando su espalda sobre la estructura de hormigón a sus espaldas.
- Al principio… Fue porque pensé que se trataría de una interacción puntual, como en otras ocasiones, y que dejaríamos de vernos cuando la excusa de tu trabajo se acabase. – El demonio me miró directamente, haciendo que mi corazón diera un vuelco. - Pero tú seguiste buscándome. Era como si quisieras seguir viéndome, como si… Mi presencia no fuera un inconveniente en tu vida. – Su expresión se tornó melancólica en ese momento. – Normalmente, siempre ha existido alguna circunstancia vital que impulsaba al alma de Rin a no acercarse más de la cuenta, a pesar de la curiosidad que siempre demostraba su reencarnación hacia mí. Pero esta única vez… Se sentía sencillo, simplemente tenía que dejarme llevar para volver a verte, para sentirme vivo… Y entonces pensé que quizás se me había concedido una última oportunidad.
- ¿Para qué? – Inquirí, absorbida por su relato.
- Para decirte la verdad.
Los ojos dorados de Sesshomaru resplandecían en la oscuridad, cargados de emoción. Se veía tan solemne que no cabía lugar para dudas. Estaba abriéndome su corazón como nunca había hecho con nadie.
- ¿Es la primera vez que le cuentas a alguna de las reencarnaciones sobre todo esto? – Quise saber, aunque estaba bastante segura de la respuesta.
- Sí. Lo he intentado en otras ocasiones, pero… Al final, nunca pude… Con el tiempo, me volví demasiado cobarde para hacerlo...
Su rostro se ensombrecía más cada vez que mencionaba eventos del pasado. Aunque me encontraba intrigada por saber todo por lo que había pasado, decidí detenerle, poniéndome en pie para acercarme a él. No podía permitir que siguiera mortificándose con todo lo que había ocurrido.
- Detente, Sesshomaru. – Musité, mirándole directamente a los ojos. – No tiene sentido que te tortures de esta manera. Sé que debe haber muchos hechos complicados en tu pasado que desconozco, pero… No creo que tú seas el responsable de todo lo malo que haya podido ocurrirle al alma de Rin. Por lo tanto, no quiero que te hagas más daño a ti mismo con ello. Además, es muy egocéntrico que pienses de esa manera, como si fueras el centro del universo. – Añadí un argumento racional en un intento de que calara en su conciencia, si sus emociones le impedían ver la realidad.
No había manera de que él hubiera hecho tan miserable a una persona a la que amaba tanto de forma consciente, siglo tras siglo. Estaba convencida de que muchas de las tragedias habían sido provocadas por otras circunstancias externas, que no guardaban relación alguna con él. Después de todo, en todas las épocas, la vida era complicada, y estaba compuesta de multitud de factores.
- Kaori…
El demonio musitó mi nombre, casi sin aliento. A pesar de tratarse de una de las personas más estoicas que conocía, aquel hombre parecía a punto de romperse y echarse a llorar en cualquier momento. Se veía destrozado.
Alargué los brazos para rodearlo contra mi cuerpo en un gesto confortable, pero él se echó hacia un lado, esquivo. Aunque sus ojos parecían seguir rogando consuelo.
- No es necesario que sientas lástima por alguien como yo. – Dijo él, clavando la vista en el suelo.
- ¿Por qué? – Le insistí.
- ¿Has olvidado que soy un demonio, Kaori? – Inquirió con la voz ronca. – Hay demasiados pecados en mi pasado, ni siquiera ahora mismo puedo sentirme orgulloso de quién soy… No merezco compasión ninguna, y mucho menos de tu parte.
Sesshomaru seguramente no sabía cómo soportar aquella angustia, si no estaba acostumbrado a hablar sobre cómo se sentía. Puede que incluso estuviera hiriendo su ego al tratar de ayudarle. O peor aún, en el fondo aún temía que todo pudiese acabar mal si se seguía involucrando conmigo. De alguna manera, su postura se había vuelto defensiva tras haberme mostrado su completa vulnerabilidad.
Era casi como si se estuviera castigando a sí mismo por compartir aquel peso con alguien más. Como si creyera que estaba firmando mi sentencia de muerte con ello. Como si no mereciera que nunca más que nadie confiase en él.
Y era cierto que no había estado bien que se hubiera acercado a mí, ocultándome toda aquella situación.
¿Pero quién diablos podría presentarse de aquella manera sin que la otra persona echara a correr en dirección contraria?
Querer ser aceptado era una de las emociones más humanas en las que podía pensar. Un monstruo de sangre fría jamás estaría tan desesperado como él.
- Con esa apariencia te ves como cualquier otra persona con sentimientos. – Repliqué, con tono firme. - Una que está sufriendo mucho. Y eres importante para mí, por lo que resulta natural que quiera confortarte cuando te sientes así, incluso si has cometido errores a lo largo de tu extensa vida. – El lenguaje corporal del demonio seguía tenso, reacio a mi contacto. - Aunque no me acercaré más, si te incomoda. – Añadí, temerosa de que pudiera reaccionar de forma negativa ante mi insistencia. – Pero me niego a dejarte seguir pasando por todo esto tu solo, viendo cómo te haces daño de esta manera.
Él gruñó de forma gutural, como una bestia, exasperado.
- ¿Por qué eres tú la que me invita a acercarme, Kaori…? – Masculló, dejando caer sus hombros en señal de derrota. – Eres tú quien estaba temblando como un cervatillo cuando saliste del ascensor y me viste esperándote. – Su acusación se clavó en mi como un puñal. - Si lo que quieres es salir corriendo y olvidarte de todo esto, adelante. No te detendré. Huye ahora… Si lo que deseas es vivir como una persona normal.
Aunque no tenía ni idea de hasta dónde alcanzaba su percepción sobrenatural, si me había olido llegar hasta su casa, tenía sentido que supiera que me encontraba aterrorizada. Había sudando demasiado dentro de aquel cubículo por los nervios.
Sin embargo, a pesar de sus advertencias, yo seguía sin encontrar en mí la resolución de marcharme. Sabía que yo no era Rin, que no podría arreglar su corazón, y que tampoco era mi responsabilidad sanarle… Pero al menos, quería saber todo sobre él antes de decidir si quería o no que siguiera en mi vida.
Necesitaba darle la oportunidad, y también a mí misma. Me estaba enamorando de él desde el primer día que lo conocí. Y no deseaba volver a renunciar a mis propios sentimientos por algo que se escapaba de mi control.
Yo también me merecía tener la ocasión de valorar si merecía la pena. Tenía muchas preguntas, y sabía que no podría tomar una decisión de la que no me fuera a arrepentirme antes de obtener respuestas.
Para ello, lo primero que necesitaba esclarecer eran las acusaciones que rondaban mi mente. ¿Era él el atacante indiscriminado del que hablaban las noticias?
Si era así, tenía claro que no deseaba tener nada que ver con él. Por mucho que aquel pensamiento me hiciera el corazón pedazos.
- Tienes razón, estaba muerta de miedo. – Admití, pues no tenía sentido negar lo evidente. - Pero ahora que te veo de cerca, realmente no… No soy capaz de pensar en que eres alguien peligroso, o una mala persona. Alguien que sufre así por sus pérdidas no haría a nadie pasar por lo mismo. O eso quiero pensar, a pesar de mis sospechas…
Sesshomaru arrugó el entrecejo. No parecía comprender a qué venía aquella insinuación, puesto que en ningún momento había mencionado haber acabado con los seres queridos de nadie.
- ¿A qué te refieres con eso? – Gruñó.
Retrocedí un paso. La mirada dorada del demonio vigilaba cada uno de mis movimientos mientras esperaba una respuesta. Sabía que sacar el tema en aquel momento podría ser algo sucio, pero no conseguía sacarlo de mi cabeza, y necesitaba desesperadamente respuestas. Ya no podía dar marcha atrás.
Después de todo, aquel era el motivo de mayor peso que me había impulsado a hablar de nuevo con él.
- A los asaltos cercanos al tembló Higurashi. – Dije, casi en un susurro. - ¿Tienes algo que ver con ellos?
Había llegado el momento de saber la verdad. Incluso si me partía el alma acusarlo en aquel momento, en el que se comportaba como una bestia arrinconada.
- ¿Qué motivo tendría para hacer algo así? – Inquirió a la defensiva, con los brazos cruzados sobre el pecho.
- Porque Kagome vive allí. ¿Tienes alguna cuenta pendiente con ella desde hace quinientos años?
Los ojos del demonio se abrieron en una amplia expresión de sorpresa. Se llevó entonces la mano a la barbilla, pensativo.
- Ya veo... Habéis debido de cruzaros. – Musitó tras unos instantes. – Esa muchacha te ha tomado por Rin, ¿verdad?
- Ese no es el punto ahora mismo. – Le corté, temerosa de que pudiera cambiar de tema si nos íbamos por las ramas. - Respóndeme, por favor.
La postura de Sesshomaru se volvió más relajada entonces. Parecía comprender los motivos que tenía para dudar de él.
- No, no tengo nada en contra de esa mujer... Es más, se podría decir que estoy en deuda con ella.
Entonces fue mi turno de sorprenderme. Kagome había dicho que apenas había tenido trato con Sesshomaru… ¿Y él se sentía en deuda?
- ¿E-entonces…? - Balbuceé, aún atónita.
- Jamás le haría daño. – Me aseguró él con firmeza. – Es más… Llevo un tiempo detrás del culpable de los ataques que mencionas, pero aún no he podido cazarlo.
El hecho de que emplearse aquel término específicamente hizo que un escalofrío recorriera mi columna. Sonaba como un auténtico depredador. Aunque fuese por un buen motivo, según parecía.
- ¿Todo este tiempo has estado intentando proteger a Kagome? – Inquirí, tratando de juntar todas las piezas del rompecabezas.
Escuché el débil sonido de una risa ahogada. El demonio parecía encontrar aquella teoría bastante divertida.
- El hecho de que no tenga intención de herirla no me convierte en un héroe dispuesto a salvar a quienes se encuentren en peligro. – Respondió. – Simplemente me inquieta el olor que ronda la zona cuando se dan los incidentes.
Sesshomaru parecía confiar ciegamente en su olfato, como si se tratase de un rastreador nato. Él había mencionado previamente el haberme identificado por mi olor, ¿eso quería decir que también reconocía al atacante?
- Entonces, ¿tienes idea de quién podría tratarse?
- Tengo mis sospechas. – Fue su seca y ambigua respuesta.
Un largo silencio siguió a sus palabras. Mi cabeza se sentía cada vez más embotada, llena de sentimientos contradictorios. No sonaba como la bestia sin escrúpulos que Kagome había descrito, y era evidente habían pasado muchos siglos desde aquella época, que el tiempo podía cambiar a las personas, pero… Aún dolía demasiado todo lo que mi pecho albergaba por él.
¿Estaba bien que me sintiera de aquella manera por alguien con un pasado turbulento del que no sabía nada? ¿Alguien que parecía albergar la violencia de una criatura salvaje? ¿Alguien a quien posiblemente lo único que le interesaba de mí era que fuera la reencarnación de su amada Rin?
Quería confesarle cómo me sentía de una vez por todas, pero las palabras parecían atascadas en mi garganta, luchando por salir desesperadamente…
- Sesshomaru… - Le llamé, reuniendo todo el valor que me quedaba, con las piernas temblando. – Yo… Todo esto… He estado pensando mucho sobre… Tú y yo… Nosotros… Y… Estoy Confusa.
La expresión de aquel hombre se había vuelto tan apacible como de costumbre en los segundos que nos habíamos parado a descansar de la pesada conversación. Al notar su nuevamente amable postura, me di cuenta de que realmente no quería apartarme. No sabía qué nombre ponerle todavía a lo que sentía, pero… Tenía la certeza de que no quería que aquella fuera la última vez que lo viese.
No quería rechazar quien era Sesshomaru. Y para ello, necesitaba que aquella conversación acabase de una forma que me permitiera seguir en su vida. Conocerle más. Darnos una segunda oportunidad de conocernos, esta vez con toda la verdad por delante.
- Es comprensible que no tengas nada claro después de obtener toda esta información. – Dijo él, tratando de confortarme. – No es necesario que decidas nada ahor…
Sesshomaru se quedó callado de repente, dirigiendo su mirada hacia el cielo. Algo en el aire había captado poderosamente su atención.
- Tengo que irme. – Anunció en un susurro, tan gentil como desolador.
Sus pupilas comenzaron a dilatarse, como los de un felino justo antes de saltar sobre su presa. Sin pensar, me apresuré a sujetarle del brazo con para evitar que se marchase sin dar más explicaciones. Una parte de mí temía que se desvaneciese para siempre si aquello se quedaba así. Aún no le había hablado de cómo me sentía…
¿Y si no lo aceptaba? ¿Y si solamente veía a Rin en mí? Me aterraba pensar que fuera incapaz de aceptar los sentimientos de una mujer llamada "Kaori" hacia su persona…
Todavía albergaba demasiadas dudas. Y aún más miedo.
No podía soportar la idea de perderlo de vista ahora.
- ¿A dónde? – Le interrogué, suplicante.
El demonio meditó unos segundos su respuesta.
- Al templo Higurashi. – Confesó con la expresión más noble que le había visto jamás.
Si eso realmente era cierto… ¿Quería decir que había detectado que allí se encontraba el responsable de los ataques? ¿En ese mismo instante? ¿A aquella distancia?
Mis sentimientos respecto a Sesshomaru tendrían que esperar, y a pesar de la urgencia, casi me sentía más aliviada al posponer aquel aterrador momento.
- Voy contigo. – Decidí, aterrorizada de quedarme a solas de nuevo con mis pensamientos.
No podía quedarme de brazos cruzados ante aquella situación, incluso si no comprendía del todo en qué tipo de situación me estaba metiendo. Sesshomaru me miró de forma reprobatoria.
- Podría ser peligroso. – Me advirtió, severo.
- No soy tan ingenua para pensar que ir a encontrarnos con un asaltante será como un paseo por el campo. – Le rebatí con seriedad. – Aun así… Quiero acompañarte. Con lo todo lo que eso podría implicar. – Añadí, tragando saliva.
Sesshomaru estudió mi expresión de angustia. No debía de pasarle desapercibido el temblor incontrolable de mi cuerpo.
- Si vienes conmigo… ¿eres consciente de que tendrás que enfrentarte a verme como demonio? – Su pregunta me produjo un escalofrío a lo largo de la espalda. – No puedo usar todas mis habilidades manteniendo esta máscara humana que los contiene. – Hizo una pausa dramáticamente, esperando a que yo me echase atrás. Pero seguí sujetando su brazo sin ápice de duda, a pesar del miedo. Mi firme resolución pareció convencerle, a pesar de que no era capaz de articular palabra. - Sé que puedo protegerte de que salgas herida físicamente, pero es posible que termines viviendo una situación desagradable. No puedo hacer nada contra eso. ¿Deseas acompañarme de igual manera?
Una parte interna de mi se echó a gimotear, presa del pánico, de solo pensar en él como en otra especia distinta a los seres humanos. Otra, trató de aferrarse a la apariencia que recordaba de mis sueños, la cual no resultaba aterradora. Sólo se vería un poco diferente, pero cercano a la apariencia a la que estaba acostumbrada. Supe que tendría que aprender a soportarlo, o jamás podría enfrentarme a la posibilidad de que aquel hombre siguiera en mi vida.
Respecto a los posibles peligros o escenarios grotescos… Decidí confiar en él. Tenía la impresión de que no me dejaría ir con él si no estuviera seguro de que pudiera controlar la situación. Después de todo, Sesshomaru siempre operaba con aquella cautela.
Si sufría algún tipo de trauma emocional, este quedaría bajo mi bajo mi propia responsabilidad. Después de todo, él ya me había advertido, y la decisión final recaía en mí.
- … Sí. – Accedí, con voz queda.
El demonio acortó la distancia entre nosotros por primera vez en aquella noche. Posó su enorme mano sobre mi hombro con delicadeza, sin despegar sus ojos de mí.
- Entonces, no apartes la mirada, Kaori.
Las luces de las farolas tras él arrojaban sombras sobre su rostro, aunque el cambio me resultó tan perceptible como a plena luz del día. Su mandíbula se volvió más prominente, y sus orejas se alargaron hasta adoptar una forma puntiaguda como las de una criatura feérica, los extremos sobresaliendo de su cabello. Las comisuras de sus ojos alargaron, dándole un aspecto más afilado y feroz a su mirada de depredador. Sus párpados se cubrieron con un delicado color magenta, como si se tratase de un delicado maquillaje. Sobre su frente apareció de forma nítida la forma de una media luna morada, y en cada una de sus mejillas se dibujaron dos franjas simétricas de color púrpura.
No pude moverme durante unos instantes mientras estudiaba los evidentes cambios en su físico. Para mi sorpresa, más que miedo, lo primero que sentí fue una atracción inevitable hacia él. Era hermoso. Más que ninguna criatura real o ficticia que hubiera visto jamás.
Casi por inercia, me acerqué a él y me puse de puntillas para alcanzar su rostro con ambas ambos. Sesshomaru se dejó hacer con docilidad, agachándose ligeramente para facilitarme la tarea.
- Te ves… - Musité. – Más… tú mismo, Sesshomaru. – Admití, incapaz de elaborar mis sensaciones de forma más coherente. – Eres… precioso.
Lejos de sentirse ofendido por el extraño cumplido, él exhaló un pequeño suspiro de alivio. Sentí sus manos tomar las mías despacio, acompañadas del roce de unas puntiagudas garras. Las observé con detenimiento, comprendiendo de golpe y porrazo la facilidad con la que estas debían de haberse clavado en mi carne. Aunque viendo la ternura con la que acunaba mis manos, no sentía miedo alguno. Incluso si sabía lo que podían llegar a hacer.
- No hay tiempo que perder. – Masculló el demonio con urgencia.
Sin previo aviso, Sesshomaru me cargó en sus poderosos brazos con la misma facilidad que quien carga una almohada de plumas, haciendo que mi corazón diese un vuelco. Su rostro estaba mucho más de cerca de lo que estaba acostumbrada. Antes de poder recomponerme de aquel repentino gesto, el demonio ejecutó un poderoso salto hacia el firmamento, haciéndome chillar de la impresión. Cuando pensé que íbamos a caer sobre el tejado de una casa me aferré a su cuerpo con desesperación, cerrando los ojos, como si aquello pudiera amortiguar el inevitable impacto. Sin embargo, el temido golpe nunca llegó.
- Puedes abrir los ojos, Kaori, no hay nada que tener. – Murmuró él en tono tranquilizador.
Con las pulsaciones a mil, aun reverberando en mis oídos, confié en las palabras del demonio. El cuerpo de Sesshomaru avanzaba suspendido en el aire, surcando los cielos como si se encontrase en su elemento. Sin embargo, él no tenía alas ni ningún otro mecanismo aparente para volar, ¿no?
Apenas tuve aquel pensamiento, me di cuenta de que nos encontrábamos rodeados por un grueso cordón recubierto de un suave pelaje, el cual emitía una tímida luz blanquecina. El pomposo objeto que había aparecido de repente flotaba orbitando a nuestro alrededor. ¿Era aquel el responsable de que estuviéramos suspendidos en el aire de aquella manera?
En completo silencio, el demonio sobrevolaba los techos de los edificios mientras pasaba completamente desapercibido. Observé casi sin aliento su perfecto rostro, procesando todo lo que estaba sucediendo. Ya era innegable que no se trataba de una persona humana… Pero lejos de asustarme, su verdadera naturaleza me fascinaba, al punto en el cual no podía dejar de mirarlo con la boca entreabierta. Me avergonzaba de mí misma por no poder despegar los ojos de él.
Más pronto que tarde, Sesshomaru descendió frente al pie de unas altas escaleras que acababan en un torii, anunciando sin palabras que habíamos llegado a nuestro destino. Aquella debía de tratarse de la entrada del templo Higurashi. No había nadie en la calle a nuestro alrededor, dadas las altas horas de la noche. O eso parecía, hasta que una misteriosa silueta emergió desde detrás de una de las columnas del torii.
Se trataba de una delgada figura andrógina, vestida con una sudadera de color rojo y unos pantalones holgados. Su rostro quedaba completamente oculto bajo las sombras de la noche. Sin embargo, gracias a que llevaba las mangas de la prenda superior remangadas justo por debajo de los codos, unas líneas moradas en sus antebrazos eran perfectamente visibles. Tal y como describían al sospechoso autor de los ataques.
Me sorprendió la facilidad con la que se había mostrado ante nosotros, como si quisiera que lo encontráramos de forma deliberada. Aunque Sesshomaru había asegurado que llevaba un tiempo tras la pista de aquel atacante. No tenía sentido que fuera tan sencillo.
Sospeché que tenía que haber gato encerrado.
El demonio que me cargaba en brazos me depositó entonces en el suelo con suavidad. Acto seguido, se interpuso entre el extraño ser y yo, en una posición claramente defensiva. La estola que le había permitido volar se enroscaba ahora alrededor de su hombro derecho, como si fuera parte de él.
Una pesada tensión flotaba en el ambiente mientras Sesshomaru analizaba con su fría mirada la figura que nos observaba desde lo alto de las escaleras. Los segundos transcurrían en cámara lenta, pesados e interminables. No me atreví a interrumpir aquel silencio sepulcral, ansiosa. No tenía ni idea de qué era lo que podría ocurrir a continuación.
- Tú… - Comenzó a musitar entonces el profesor Taisho.
Sin dejarle continuar, la figura encapuchada se lanzó desde lo alto de las escaleras, tratando de asestar un zarpazo al demonio a una velocidad de vértigo. Sesshomaru lo esquivó con facilidad, a pesar de la pasmosa velocidad del sujeto. Yo retrocedí unos instantes más tarde, asustada por la repentina cercanía del enemigo.
Me impresionó que Taisho hubiera podido reaccionar a un ataque tan imprevisto como ágil. Lejos de sentirse amenazado por el desconocido, la expresión de Sesshomaru era fría como el hielo. No parecía preocupado por el adversario que no había dudado en lanzarse contra él, sin más preámbulos. En cambio, yo me sentía apabullada ante aquella violencia ocurriendo frente a mí. Se sentía como una escena sacada de una película, o de algún sueño distante…
Tras haber ejecutado la finta para esquivar el ataque, Sesshomaru lanzó su estola contra el enemigo, tratando de rodearlo con ella para inmovilizarlo. Sin embargo, la figura encapuchada escapó con un poderoso brinco, elevándome incluso por encima de la altura del torii al final de las escaleras. Casi me pareció escuchar una risa de júbilo cuando hizo esto, como si se estuviera divirtiendo con aquel macabro pasatiempo. Mientras caía desde el cielo, el desconocido se preparó para asestar una patada con todas sus fuerzas a su adversario.
El profesor Taisho, hastiado, se quedó plantado en el sitio para recibir el golpe de frente. Sus ojos comenzaron a cambiar de color, tiñéndose de un perturbador color carmesí. Sin alterar su expresión un ápice, Sesshomaru interceptó la pierna de su atacante con un solo brazo y lo lanzó contra el suelo, sin piedad. Casi gemí de dolor al empatizar con el gran impacto que había recibido el sujeto de la sudadera roja. La carretera bajo nuestros pies se resquebrajó en largas fisuras, las cuales iban a suponer un gran dolor de cabeza para los encargados de reparar aquel desastre.
Sin embargo, a pesar de la dureza del golpe, el desconocido no tardó en ponerse de pie, dispuesto a combatir de nuevo. Ahogué un grito. Si aquello no había logrado detenerlo, ¿qué podría hacerlo?
El profesor Taisho bufó, molesto por aquel inconveniente. Entonces, aún más veloz que aquel desconocido, Sesshomaru se deslizó por detrás del sujeto, inmovilizando su torso y extremidades superiores con ambos brazos, sujetando aquella figura contra su cuerpo. Entonces me di cuenta de que el atacante se veía bastante menudo en comparación con el demonio de cabello plateado que le sostenía.
- ¿A qué diablos juegas, Towa? – Inquirió Sesshomaru con un ira glacial que hizo que se me helase la sangre, a pesar de que no estuviera dirigiéndose hacia mí.
Entonces la voz de la misteriosa figura encapuchada se hizo perfectamente audible. Se estaba riendo, a carcajada limpia, como si no le importase lo más mínimo haber sido capturado por su contrincante. Se trataba de… ¿una voz femenina?
- Me alegra ver que no has perdido facultades con los años, Padre.
Ante mis incrédulos ojos, Sesshomaru liberó al atacante. Entonces, el sujeto se quitó la capucha, mostrando el rostro de una joven con el cabello corto y plateado, idéntico al del demonio a su lado. De su flequillo pendía un mechón de color carmesí, y su expresión era de pura diversión. Parpadeé, sin salir de mi asombro. Había asumido que se trataba de un chico dada su andrógina figura, pero… ¿Decía que era la hija de Sesshomaru?
¡Pero si aparentaba más o menos mi edad!
Sin embargo, el buen humor de la chica fue borrado de un plumazo con la bofetada que recibió por parte de su progenitor. Un silencio sepulcral invadió la escena. Había sido un golpe tan certero que hizo a la chica tambalearse ligeramente.
El demonio se puso de pie frente a ella, con una expresión de enfado tan brutal que asustaba.
- ¡¿Qué encuentras de gracioso en todo esto, eh?! – Le reprendió nuevamente Sesshomaru, haciéndome sobresaltar. Jamás le había escuchado alzar la voz de aquella manera. – Creía… Que habías muerto. – Masculló, lleno de dolor.
Aquellas palabras me helaron la sangre. ¿Qué diablos estaba ocurriendo frente a mis ojos?
- Yo también te he extrañado, Padre… - Respondió la joven, frotándose la piel enrojecida de su mejilla para mitigar el dolor. Parecía haber aceptado aquel castigo como merecido, por lo que no quejó del golpe recibido. - Sé que tengo muchas cosas que explicar.
En aquel momento, Towa dirigió sus ojos hacia mí. Había algo salvaje en el aura que la rodeaba, pero incluso dentro de aquel caos, sus ojos mostraban una amabilidad similar a la de su padre.
- Así que… La has encontrado de nuevo. – Añadió ella, en tono claramente reprobatorio.
Su padre se giró para observarme con un pesado suspiro. Entonces me di cuenta de que sus iris habían vuelto a ser del color dorado al que estaba acostumbrada.
- Su nombre es Kaori. – Me presentó, algo apesadumbrado. – Kaori, te presento a mi hija mayor, Towa… La cual es una cabeza hueca a la que llevo dando por muerta por alrededor de dos siglos.
Si aquello había sido una travesura, desde luego comprendía que no le hubiera hecho ninguna gracia… Pero la chica se veía como una joven adulta, no podía comportarse de aquella manera infantil a su edad, ¿no? Aunque desconocía cuántos años tenía, dos siglos eran mucho más que mi esperanza de vida en el mejor de los casos. Tiempo más que suficiente para comprender que aquello no tenía ninguna gracia.
Reparando en las suaves facciones femeninas del rostro de Towa… Me di cuenta de que me recordaban mucho a las mías. Por supuesto, debía de tratarse de la hija de Sesshomaru Y RIN. La existencia de aquella chica me confirmó lo que Kagome no pudo: no cabía duda de que ambos habían proseguido con su vida juntos. Además, el demonio la había llamado "hija mayor", ¿lo cual quería decir que había más?
- Comprendo que estés enfadado. – Se excusó la muchacha, rascándose la nuca. – Tampoco ha sido sencillo para mí, te lo aseguro…
- ¿Cómo has ocultado tu olor de mi durante tanto tiempo? – Inquirió el padre, incisivo.
- Con Kaori*, ¿con qué, si no…? - Le lancé una mirada de completa confusión, ante lo que la muchacha se apresuró a aclarar. – Ah, no, no me refiero a ti… Sino a la esencia que mamá utilizaba…
No me podía creer que la Rin del pasado hubiera empleado una fragancia con mi nombre. Aquello sonaba como una broma de mal gusto.
- ¿Y por qué te muestras en este preciso momento? Después de tantos años…
Más que enfadado, Sesshomaru ahora se mostraba profundamente dolido… Y no era para menos, si pensaba que uno de sus descendientes había perdido la vida tiempo atrás. Siempre había escuchado que lo más doloroso para un padre era tener enterrar a su propio hijo.
- Porque… - Towa se debatió unos instantes consigo misma antes de volver a hablar. – No podía… - La muchacha carraspeó, interrumpiendo su justificación con tono apremiante - Aunque no hay tiempo para hablar de esto, tenemos otros asuntos más urgentes ahora mismo. Necesito tus poderes para salvar a Kagome, Padre. No conozco a ningún otro demonio tan poderoso… Tú deberías ser capaz de hacerlo.
El profesor Taisho bufó, incapaz de esconder su desagrado.
- ¿Salvar a Kagome de quién? – Inquirió el demonio masculino.
En efecto, él había afirmado tener un sospechoso en mente. Y desde luego, no parecía barajar entre sus opciones que se tratase de Towa, teniendo en cuenta lo alterado que se había mostrado al reencontrarse con ella.
- No importa quién, lo prioritario es encontrar una forma de devolverla al período Sengoku, al otro lado del pozo. – Insistió su hija. - Ya han transcurrido casi dos años, sabes que es tiempo de que regrese. Si no lo hiciera… No se cumpliría con lo que ocurrió en el pasado. Aunque yo no hubiera nacido todavía en ese tiempo, Kagome siempre me dijo que volvió del futuro tras dos años, por eso lo sé… Que se nos acaba el tiempo.
Las advertencias y el pánico de Towa no alcanzaron a su padre, sin embargo. Él volvió a preguntar, impasible:
- ¿Protegerla de quién, Towa? – Su voz grave resonó en la quietud de la noche.
La muchacha se mantuvo firme, tratando de hacerle comprender sus razones:
- Si te lo digo ahora, no tendrá ningún sentido que me haya ocultado de ti todos estos años, Padre…
Incluso ante sus súplicas, el padre no cedió:
- ¿Quién?
Finalmente, la muchacha pareció darse por vencida y suspiró, apenada.
- Por favor, prométeme que… Lo dejarás estar.
Los ojos de Sesshomaru refulgieron en la oscuridad de la noche, llenos de ira.
- Eso lo decidiré una vez lo vea.
Towa me lanzó una mirada de resignación e introdujo las manos en sus bolsillos, como una adolescente regañada.
- Venga, vamos. – Dijo ella, echando a andar por la calle, como si estuviera viviendo la situación más normal del mundo. No parecía nada conformé con la reacción de su padre, pero se veía resignada, como si supiera que no tenía ninguna otra opción que no fuera ceder, si quería lograr que la escuchase.
- ¿Y-yo también? – Balbuceé, confundida. ¿Acababa de ser invitada a aquel inesperado reencuentro de padre e hija?
La chica me dedicó una cálida sonrisa de reojo.
- Ah… Claro, si quieres venir. – No parecía haberme incluido en sus planes iniciales, pero no se mostraba nada hostil hacia mí.
Aquello me hacía sentir aliviada, pues no podía soportar la intriga de saber quién era el responsable de todos los altercados junto al templo Higurashi. La verdad finalmente parecía estar cerca, aunque me resultaba algo grotesco en un rincón de mi mente. ¿Towa no me extrañaba porque le recordaba a su difunta madre?
- Deja a Kaori fuera de esto. – Gruñó Sesshomaru. – Voy a dejarla en su casa, y luego me vas a explicar qué diablos me has estado ocultando todo este tiempo.
Nunca me había imaginado al profesor Taisho como padre, pero jamás se me habría pasado por la cabeza que emplease un tono tan autoritario y firme. Sobre todo, con una adulta como Towa. Y mucho menos si llevaba años sin verla, pensando que había fallecido…
Me lo pensaría dos veces antes de hacer nada que pudiera enfurecerlo de aquella manera.
- No seas tan sobreprotector. – Le desafió Towa, molesta por la actitud de su padre. – En todo caso, déjala decidir a ella, es una mujer adulta. – La joven me lanzó una mirada serena con sus ojos carmesí. – Kaori, por tu expresión, imagino que debes tener muchas preguntas con todo lo que has visto esta noche. Me sorprende que mi Padre te haya permitido acompañarlo y que sepas su secreto, así que, en lo que a mí respecta… Puedes acompañarnos, o quedarte al margen de todo esto. Si él ha confiado en ti hasta este punto, no seré yo quien te impida obtener las respuestas que buscas. Como tú quieras.
Me agarré las mangas del abrigo, sintiéndome ansiosa.
- No sé si está bien que me entrometa en vuestros asuntos familiares, siendo una completa extraña… Pero parece que sabes quién es el responsable de los ataques al templo Higurashi, ¿no es así, Towa?
La chica de cabello plateado asintió, con una expresión mucho más cálida que la de su padre. No había heredado aquella sonrisa de él, no me cabía duda…
Sus rasgos eran demasiado dulces en comparación con el demonio a su lado.
- Entonces quiero ir. – Respondí, buscando la aprobación en la mirada de Sesshomaru.
Si había algo que pudiera hacer por aquella Kagome que parecía estar sufriendo tanto, no dudaría en seguir a Towa a donde quiera que nos llevase. Ella era la única persona que había sabido entenderme y me había proporcionado toda la información que disponía, aún sin conocerme de nada. Lo mínimo que podía hacer por ella era llegar hasta el fondo del asunto de los ataques.
No quería que nadie más siguiera sufriendo por aquella situación, si era posible.
Sesshomaru me advirtió, acercándose para colocar una mano sobre mi hombro con delicadeza:
- A veces es mejor no saber más de lo necesario, Kaori.
El demonio parecía bastante seguro de que lo que fuera que su hija ocultaba podía llegar a perturbarme. Entonces, Towa lo secundó con expresión grave:
- Es verdad. Va a ser complicado de digerir.
Aunque yo ya había tomado mi decisión, movida únicamente porque los dictados de mi corazón.
- Aun así, quiero saber la verdad. Por Kagome.
*"Kaori" significa literalmente "aroma" o "fragancia" en japonés. La Rin del pasado utilizó este término genérico, que coincide con el nombre de su reencarnación, para denominar a una mezcla de flores aromáticas ideada por ella para ocultar la esencia de los demonios. Lo explicaré en detalle más adelante, pero os lo adelante un poco para que no resulte confuso.
Notas: Lo dicho, mucha historia, pero a la vez muy pocos detalles… La verdad es que tengo intención de revelar poco a poco toda la trayectoria de Sesshomaru hasta el momento presente, os ruego paciencia, prometo que todo saldrá a la luz.
¿Os esperabais esta aparición estelar de Towa? La verdad es que yo tenía muchas ganas de escribirla como personaje, aunque ha sido muy breve, veremos más en el próximo capítulo, la quiero muchísimo.
Siento mucho si esta historia se aleja mucho que lo que pudierais imaginar en un inicio por la sinopsis, no sé si este desarrollo de los eventos no encaja con lo que queríais leer al decidir empezar esta historia. En cualquier caso, mil gracias por la oportunidad si habéis llegado hasta aquí, ¡y si os gusta además pues me alegro de corazón!
Nos leemos en dos semanas, a quienes queráis seguir por aquí uwu
