Febrero de 2025, Le Tréport

Bajo el chorro de la ducha, y con agua casi fría, Oscar se maldijo una y otra vez. ¿Cómo no previó lo que ocurría? ¿Cómo no fue capaz de darse cuenta? ¿Qué le diría a André? Y eso era lo que más le preocupaba, pues quería, de alguna manera, mejorar la comunicación que tenían por el bien de su hija. Pero… ¿Cómo hacerlo cuando por su responsabilidad, él podría perder su trabajo y quedar inhabilitado para ejercer?

Esa sensación de ser responsable de todo y todos, la abrumó al punto que debió apoyar las manos en los azulejos cuando un súbito mareo la asaltó. Cerró los ojos y comenzó a respirar profundo, intentando regular sus pulsaciones. No sentirse en control la desestabilizaba de forma física y no sólo mental.

-¡Mamá! ¡Es tarde!

Escuchó que Camille golpeaba la puerta del baño mientras gritaba.

-¡Ya salgo, hija!- contestó cerrando la llave de la ducha. Quizás no había sido la mejor idea alistar a su hija primero, eso siempre la ponía ansiosa.

Envuelta en una toalla se miró al espejo. Lucía demacrada gracias a las oscuras ojeras que le decoraban el rostro. Se secó la cara con una toalla y rápidamente buscó algo de maquillaje. Con pequeños golpes esparció un poco de corrector de imperfecciones y luego una fina capa de polvos compactos. Se secó el cabello con la toalla, apenas sacó el exceso de agua y salió del baño.

-¡Mamá!- reclamó la niña, que ya vestía su chaqueta de invierno e incluso, se había puesto la mochila.

-Sí… sí… Perdón- contestó mientras se vestía con el uniforme de la guardia -Hablaré con tu profesora…- respiró profundo antes de voltear hacia su hija, que sabía no se había movido de la puerta de su habitación -Hija, hoy te retiraré más temprano, iremos a dar un paseo.

-Ah- dijo la niña con sus hermosos ojos verdes abiertos hasta el máximo -Mejor no voy- sonrió pícara, marcándose en sus mejillas el par de adorables hoyuelos heredados de su padre.

-Eso no- Oscar sonrió ante la rapidez de su hija -No faltarás- tomando la chaqueta del uniforme, agarró a su hija de la mano y salió con ella de la casa.

La brisa costera le golpeó el rostro. Pestañeó un par de veces para convencerse de lo que veía. Su Jeep estaba aparcado fuera. Registró los neumáticos hasta que dio con la llave. Ignorando a Camille que preguntaba qué estaba haciendo, quitó la alarma y la instó a sentarse en su butaca.

Mientras conducía camino al jardín infantil, pensó en que no era raro que Leonid la hubiera ayudado con su automóvil. Él era así, cumplía lo que ofrecía, aunque fuera un desgraciado en otros aspectos. Bufó. ¡Qué agotador sería lidiar con él de ahora en adelante! Se sorprendió pensando en él como lo hacía antes. Cómo si no la hubiera traicionado, ¿sería acaso que estaba disociando lo que sentía? Sí, su cerebro la estaba protegiendo ante tanto estrés. Probablemente con el pasar de los días asumiría mejor lo que estaba pasando y tendría tiempo para el enojo, la rabia y la tristeza. Ahora no, ahora tenía cosas que solucionar.

Por el retrovisor vio que Camille miraba atentamente por la ventana. Estaba inusualmente silente.

-¿Todo bien, hija?

-Sí, mamá…- la niña suspiró -Para mi baile ¿Podemos invitar a mis titos Alain y Víctor… y a la Abu?

A Oscar se le encogió el corazón.

-¿Te parece que lo hablemos después?

-Okeyyyy…- murmuró la niña y volvió a mirar por la ventana.

-o-

Después de dejar a Camille, fue de inmediato al cuartel. Básicamente a avisarle a Dagout que tenía un asunto personal que atender, pidiéndole que la reemplazara y que, en caso de alguna emergencia, le avisara a su teléfono.

Sintiendo un extraño pesar volvió a su automóvil, intentando entender en qué radicaba ese malestar, pues decir que sentía cargo de conciencia por estar descuidando sus funciones, era demasiado; en realidad su mayor preocupación en esos momentos era tener que admitir frente a André que por su culpa, estaban metidos en un serio problema, además de solicitarle ayuda con algo que jamás pensó.

Con ese pensamiento martillándole la cabeza condujo hasta la oficina del fiscal.

Después de anunciarse esperó algunos minutos, pues André atendía a alguien más. Sentada frente a la secretaria, pensó una y otra vez en cómo abordar, primero, la situación con Camille y segundo, el asunto con Leonid. Se mordió la parte interna de la mejilla derecha. Estaba metida en un gran problema y no podría solucionarlo sin ayuda. Se secó las palmas de las manos en la tela del pantalón, hace mucho no se sentía tan nerviosa.

El ruido de una puerta abriéndose la hizo levantar la vista. León Guèmènè salía de la oficina de André, sus mejillas rojas y gesto adusto indicaba que la reunión no resultó como él esperaba. El hombre, que obviamente no la saludó, la miró con desprecio cuando pasó frente a ella.

Siguió esperando; después de 5 minutos la hicieron pasar a la oficina del fiscal.

La mirada con la que se encontró, la hizo sentirse pequeña. Los ojos de André evidenciaban lo poco que había dormido, pues un leve enrojecimiento opacaba el magnífico color verde que siempre destacaba. Oscuras ojeras mostraban su cansancio. Pero, lo que más destacaba, era el ceño profundamente fruncido. Nunca lo había visto así, tan preocupado, tan molesto… Tan sobrepasado.

Se sintió de cierta manera frente a un espejo… Y, de cierta manera, eso no la alegró, pues André siempre había sido más alegre, más cálido, más afable. Todo lo que ella no era. A punto estuvo de retroceder y huir, nuevamente.

-Qué bueno que te adelantaste a mi visita- dijo André a modo de saludo.

Oscar se impactó aún más por el tono tan carente de emoción. Ni siquiera pudo distinguir enojo. Era… cerró los ojos un momento, tratando de identificar que le hacía sentir. Si, el corazón se le apretaba. Era como si ella no significara nada. Como si no la conociera.

-Estás fuera del caso Yusúpov- continuó André -Y después de la visita de Guèmènè, estoy considerando sacarte del caso relacionado al departamento de su hijo. Él ya sabe que te negaste a seguir la instrucción de dejar sin efecto las diligencias pendientes, te respaldé porque no te quitaré piso en eso…- se peinó el cabello con la diestra -Por suerte el fiscal anterior era descuidado, y no hizo seguimiento de si cumpliste o no sus instrucciones- la miró fijamente -Imagino que aprovechaste que él cerró el caso antes de que entregaras el resultado de las diligencias encomendadas, por eso seguiste. Te aprovechaste de su mediocridad.

Oscar, ignorando lo que hablaba André, explotó sin pensar:

-¡No puedes sacarme del caso de Vera!- tragó fuerte e ignoró la dura mirada que él le dio -André, por favor. Tenemos que hablar al respecto…

-No me interesa saber detalles de tu relación con Yusúpov; pero sabes mejor que yo, que no puedes seguir en una investigación con la que tienes vínculos tan personales.

-André, yo…- apretó los puños -Sí- admitió -Teníamos una relación personal- omitió preguntar cómo lo sabía, daba lo mismo -Pero eso ya no es así.

-Estás fuera- André tomó una carpeta de sobre su escritorio y la abrió -Derivaré el caso…

-No puedes.

El fiscal levantó la vista y la miró, alzando una ceja en un gesto desafiante.

-André…- dio un paso al frente, pues todo el tiempo se había mantenido de pie frente a su escritorio, a una distancia prudente -Leonid nos tiene en sus manos- tragó fuerte y se acercó otro paso -Lo lamento tanto…

El aludido dejó la carpeta sobre el escritorio y apoyó las manos en la superficie, la miró directo a los ojos. Esperó a que ella continuara.

-Él…- Oscar dudó -No tengo pruebas aún, pero estoy casi segura de que cobró algunos favores para que te convirtieras en fiscal y vinieras aquí, sabe que no lo podrás mantener al margen como lo haría otro- iba a dar otro paso, más no se atrevió. Podría haber jurado que los ojos de André lanzaban llamas. Continuó hablando -Lo siento- se disculpó otra vez -Él nos va a chantajear.

André se puso de pie, sin quitar las manos del escritorio las empuñó y respiró profundo un par de veces. Supo de inmediato a qué se refería Oscar. Miró por un momento sus puños, los nudillos estaban enrojecidos por los golpes de la noche anterior. Inhaló con fuerza nuevamente. Alzó la vista y la volvió a mirar. Pese a su enojo, pudo ver que ella estaba no sólo compungida, sino que atemorizada.

-Ese hijo de puta…- murmuró finalmente -¿Cómo te dejaste engañar?- preguntó apenas modulando. La mandíbula tan apretada, que se le marcaban los músculos del cuello.

-Yo… Lo siento- Oscar dio un paso más -André, jamás lo imagine. A esta altura, no me importa perder mi carrera, pero nunca he querido perjudicar la tuya…

André se irguió por completo y caminó hacia la ventana de su despacho. Miró el nuboso día mientras pensaba. No había pegado un ojo pensando en las palabras de Víctor, pues, por mucho que lo enfurecieron, eran ciertas en más de un sentido. Camille era lo primero y tanto él como Oscar, tendrían que salir del círculo vicioso en el que llevaban dando vueltas desde que rompieron. Tenía que dejar su estúpido orgullo atrás, intentar entender nuevamente a la compleja mujer que estaba ahí, llena de miedos y disculpándose sin cesar, sin ese orgullo desmedido de años atrás. Él había cambiado y al parecer, ella también.

-No aceptaré ningún chantaje- dijo finalmente.

-André… piénsalo, por favor- le pidió ella -Podemos manejarlo- insistió -No puedes perder todo tu futuro, tardaste años en conseguir esto. Estoy segura de que juntos podemos manejar a Leonid.

André volteó para mirarla de frente. La notó también ojerosa y demacrada.

-¿Cuándo lo supiste?- preguntó sin pensar demasiado -¿Cuándo te diste cuenta que estaba jugando contigo?

-Yo…- dudó -Es difícil- admitió, mirando alrededor buscó un asiento; fue hasta un sofá que estaba en un extremo de la habitación y se sentó -No siempre fue así- empezó a explicar -Pero saber lo que le ocurrió a su hermana…

-No lo justifiques- dijo André caminando hasta el borde de su escritorio, se apoyó y cruzó los brazos sobre su pecho.

-No es justificarlo… Es complicado…

-Ya lo creo- ironizó el fiscal.

-André, sé que podemos manejarlo- insistió conciliadora -Lo sé.

-Y en el intertanto ¿quedo como el fiscal pusilánime que cede ante las presiones de un deudo?- preguntó tranquilo -Dime, ¿en qué posición me deja eso? Porque, aunque no haya conseguido el trabajo por mis méritos, soy el fiscal y debo responder.

-Nadie sabe que Leonid es hermano de Vera- justificó Oscar -Incluso usa un seudónimo- comenzó a explicar -Cuando lo encontré aquí, hace años- ignoró la ceja curiosa de André que se alzó como si tuviera vida propia -Me contó que su hermana estaba desaparecida, que supuestamente había viajado a este lugar. Desde hace años viene utilizando otro nombre. Por eso nadie sabe de la relación.

-Aquí, nadie lo sabe- puntualizó André.

-Sí, aquí- convino ella -Pero, si somos cuidadosos, nadie en París se enteraría de que está participando en la investigación, estoy segura de que podemos manejarlo.

-No lo sé. No es confiable, nunca lo ha sido.

-Lo es- insistió Oscar -Es decir, en ese aspecto, lo es. Su hermana es su prioridad, si dejas de ser fiscal, él también pierde. Debemos ser más inteligentes que él… Y juntos lo seremos- lo miró llena de esperanza, recordando el buen equipo que formaban años atrás, antes de que todo se estropeara.

André se apretó el puente de la nariz, ella tenía razón en muchos puntos. Debía admitirlo. Cerró los ojos un momento, necesitaba pensar.

-No lo sé…- murmuró.

-André…- Oscar aprovechó ese atisbo de duda -Por favor, debes permanecer en la localidad, al menos hasta que Camille se adecúe a ti- lo miró llena de esperanza -Sé que eres alguien íntegro, eso no puede haber cambiado en estos años. Pero, en esta oportunidad, debemos ser flexibles. Como víctima indirecta, Leonid ya tiene acceso a la investigación, y confío en que, de presionar, lo hará de manera correcta, nadie más que él quiere resolver el caso. Lo necesita. Utilicemoslo en nuestro favor.

André caminó hasta la silla tras su escritorio, se sentó mientras meditaba. Sí. Ella tenía razón. No podía irse ahora, debía permanecer ahí.

-Además- continuó Oscar -Necesito pedirte algo más.

André alzó la vista.

-Yo…- Oscar tragó fuerte -Hoy hablaré con Camille. Le diré todo. Ella sabe que tiene un padre, y que este vendría cuando pudiera hacerlo- cerró los ojos unos instantes -Y te pido perdón- lo miró llena de arrepentimiento -Debí haber insistido, debí haberte buscado más…

-Y yo no debí comportarme como un imbécil- la interrumpió -Ambos somos responsables.

-Perdóname…- insistió Oscar – Por todo. Por meterte en este problema con Leonid, por haberte disparado- los ojos se le anegaron -Por no creerte cuando me advertiste de Fersen. Por no confiar en ti- se secó rápidamente la lágrima que escapó de uno de sus ojos -Por haberte negado a tu hija, por mi orgullo…

André apretó los puños para no moverse de su sitio. Verla tan frágil lo removió. Era como si su cuerpo quisiera actuar por sí mismo, ajeno a toda razón. Ella tenía ese efecto en él, y por eso la maldijo en su interior. Desvió la vista y miró la foto sobre su escritorio; en ella Catalina, Gabriel y él sonreían. Apretó los párpados y maldijo el curso que estaba tomando su vida.

Llevaba tiempo tranquilo, viendo por fin frutos de sus estudios, de la buena relación con su mujer, de ver a su madre feliz, de tener un bebé precioso que, al verlo por primera vez, le dio un nuevo sentido a su vida. Tenía el empleo que pensó tardaría mucho en obtener. Inconscientemente dio un golpe de puño sobre el escritorio, no demasiado fuerte, pero que hizo que la fotografía tambaleara. Peinó con las manos su cabello, llevándoselo todo hacia atrás.

-Perdóname…

La voz de Oscar lo hizo voltear hacia ella nuevamente. Frunció el entrecejo antes de hablar:

-No me gusta deberle algo a Yusúpov- su voz sonó ronca -No confío en él.

-Lo sé. Pero te juro que haré lo que sea necesario, para que no haga algo indebido.

André alzó una ceja y sonrió irónico. Oscar podría haber cambiado en algunas cosas, pero ese inocente sentido de lealtad que esperaba de los demás aún permanecía. Pensó en la noche anterior, en cómo la vio confiando en Yusúpov. No pudo evitar soltar el veneno que desde que estaba en esa ciudad, se movía sigilosamente en sus venas.

-Tus expectativas tan altas, no han cambiado ni un ápice- la pinchó -Te acaba de traicionar quien se metía en tu cama, y sigues esperando cosas de él- sonrió displicente -Quizás no será Yusúpov quien cometa errores en esta investigación. Quizás eres tú el problema.

Oscar levantó el mentón. Acusando recibo del golpe, tentada estuvo a contestar, sin embargo, pensó en su hija, no podía caer en ese tendencioso juego de herirse mutuamente. No otra vez. Contestó:

-Te pido me des la oportunidad de intentar que todo funcione- insistió.

Al notar que André no asentía, pero tampoco se negaba, asumió que tendría la chance de intentar que Leonid los dejara investigar y, si bien intentaría interferir y participar en la investigación, podrían usar eso en su beneficio. Aprovechando el silencio instalado, decidió ampliar el tema que más le interesaba solucionar.

-Quisiera volver sobre otro tema- tragó fuerte, al tiempo que lamentaba que su voz sonara tan débil. Carraspeó levemente -Hoy hablaré con Camille- tragó nuevamente -Necesito saber cuándo tienes tiempo para conocerla, será lo primero que me preguntará y no puedo fallarle- la garganta se le cerró, intentó tragar, se le hizo muy difícil -No otra vez…- susurró finalmente.

-Hoy mismo- contestó apresurado André. Respiró profundo -Si a ti te parece bien… Y a ella, por supuesto.

Oscar asintió, consciente de que podía confiar en él, pues estaba segura de que Camille le importaba genuinamente, se puso de pie y dijo:

-Te enviaré mi dirección en un rato más.

Apenas él asintió, caminó hasta la puerta. Él la interrumpió antes de que ella girara el pomo:

-¿Hay algo que deba saber de Camille?

Oscar volteó hacia él y sonrió antes de contestar:

-Prefiero que la conozcas así, con la mente abierta.

André perdió el aire por un segundo, los ojos de Oscar al hablar de su hija lo encandilaron como la primera vez que habló con ella. Con la sensación de estar suspendido en el tiempo, sólo observó cómo ella salía de su despacho. Su largo cabello agitándose con el movimiento. Cerró los ojos y percibió en el aire su aroma. Un ruido lo hizo volver a presente: la fotografía de su familia había perdido apoyo y estaba tirada sobre el escritorio.

-o-

Sosteniendo un paquete en la mano izquierda, André abrió la verja de la casa de Oscar. El jardín era pequeño y lleno de plantas silvestres que crecían libres. La arena de la playa, arrastrada por el viento costero, ensuciaba los adoquines que marcaban el camino hacia la puerta principal. En el rellano que funcionaba como una terraza techada, figuraban un par de mecedoras de madera a juego con una mesita, todo de calidad, pero evidenciando el maltrato del clima. Más allá, cerca de la esquina del inmueble, una bicicleta color rosa con cintas en el manubrio, estaba apoyada contra la pared de color blanco. Sonrió al notar la ausencia de ruedas de apoyo.

En ese instante percibió que las manos le sudaban. Se secó las palmas en la tela del pantalón, una mano a la vez e intentando no tirar el obsequio. Tan nervioso, que ni siquiera consideró apoyar el regalo en el piso para estar más cómodo. Esa acción lo hizo auto observarse con mayor detención. Notó que se sentía diferente a cuando Catalina estaba en labor de parto, pues si bien ahí también existieron nerviosos y miedos, consideraba que era lo esperable. Se había preparado casi nueve meses para ese momento; no como ahora, que en un par de días se enteraba de la existencia de Camille. Una niña con capacidad de pensar y edad suficiente para hacer preguntas y emitir opiniones.

De pronto la garganta se le secó, al darse cuenta de que todo podía salir muy mal, o muy bien… Era difícil tener tintas medias con un infante. Apretó los párpados un segundo, concentrándose en ralentizar el ritmo de su respiración. No recordaba haberse sentido así en toda su vida. Ni siquiera en la primera operación de táctica en la BRI, o presentando su examen de grado.

Tuvo ganas de tirar del cuello del suéter que vestía para soltarlo. Se ahogaba. Respiró nuevamente. La brisa que llegó y lo despeinó, lo volvió al presente. Tenía el cuerpo rígido. Se pasó la diestra primero por la cara, y luego por el cabello; intentando relajarse. Respiró profundo un par de veces más y volteó la vista hacia la puerta principal, mientras caminaba en esa dirección. Tenía que moverse, no quería hacer esperar a Camille.

Frente al pórtico, y antes de hacer notar su presencia, aguzó el oído, esperando escuchar algo que le indicara lo que ocurría adentro. El ruido de un televisor encendido fue lo único que pudo percibir. Golpeó con los nudillos la puerta; esta se abrió de inmediato. Apenas aguantó las ganas de dar un paso atrás debido a la sorpresa.

Al notar que nadie de su estatura estaba frente a él, bajó la vista. Un par de ojos iguales a los de su madre, iguales a los suyos, lo miraron expectantes. Pestañeó rápido intentando espabilarse. Camille sonreía mostrando que le faltaba uno de los dientes frontales, mientras afirmaba con sus manitos el pomo de la puerta. Sonrió en respuesta.

-¿Eso es para mí?- preguntó la niña apuntando el paquete.

-Sí, sí- contestó como si de pronto hubiese perdido la facultad de hablar -Espero te guste- se inclinó para entregárselo.

-Camille…- la voz de Oscar sonó a lo lejos -Invítalo a pasar antes de estar mostrando tanto interés en otras cosas.

La niña volteó hacia su madre arrugando el entrecejo, sin hacer caso a su madre, tomó con ambas manos el obsequio y se alejó corriendo. André entró a la casa y cerró la puerta tras él. Lo recibió una casa simple y acogedora. Con muebles que mostraban el buen gusto en decoración y funcionalidad.

La niña se encaramó en un sofá y rasgó ansiosa el paquete. Ignorando a los dos adultos que la miraban expectantes. El gritito de gusto que lanzó evidenció que el carrusel en miniatura le gustó. Sin dudar lo hizo girar. Una dulce música inundó el lugar.

-Camille, adora los carruseles- dijo Oscar tratando de entablar alguna conversación que aliviara el incómodo momento.

Ante su voz, Camille se bajó del sofá y salió corriendo de la habitación.

-Está muy molesta conmigo- murmuró Oscar con pesar -Y ¿cómo podría criticarla?- miró en dirección hacia el pasillo interior de la casa. Suspiró -Acompáñame a la cocina, por favor.

André la siguió sin interrumpir, él también se sentía alterado, expectante y muy nervioso. Nada era fácil.

Mientras Oscar colocaba sobre una bandeja tres vasos y un plato, continuó hablando:

-Varias veces me preguntó por qué no tenía papá. Después, con los años, la pregunta cambió a ¿quién era su padre? Porque es obvio que debía tener uno.

André, sin hablar, con un gesto la animó a continuar.

-Le dije que sí, que tenía un padre, como todos los niños y niñas… Pero que no sabía que ella existía porque estaba lejos. Que algún día lo conocería.

Oscar sacudió la cabeza, abrió el refrigerador y sacó una botella con zumo. Procedió a servir el contenido en los vasos mientras hablaba.

-Y pese a que esa respuesta nunca la conformó, nos arreglábamos. Pero hoy…- cerró la botella y la apoyó en el mesón -Hoy lloró y se enfadó. No he logrado que me hable nuevamente- abrió la puerta de la alacena y sacó un paquete de galletas, puso algunas sobre el plato que estaba sobre la bandeja -Son sus favoritas- susurró.

André sacudió la cabeza. Estaba sin palabras, obviamente sabía que no sería fácil conocer a su hija, pero era distinto vivirlo a imaginarlo.

-Vamos, esperemos que salga de su habitación- dijo Oscar invitándolo a volver a la sala.

André se quitó la chaqueta y la dejó apoyada en el respaldo de un sofá individual. Cada uno se sentó en un sofá individual. La bandeja en la mesita de centro.

Ambos esperaron en silencio, con el barullo de la televisión llenando el ambiente por un rato. Hasta que la niña apareció nuevamente, esta vez, entró al salón con otro carrusel en la mano.

-Mira, este me lo regaló mi tito Alain- le dijo a André.

El aludido recibió el juguete que la niña le entregaba. Notó que la mano le temblaba levemente. Respiró profundo intentando calmarse.

Oscar, inquieta con la situación, se removió en su lugar hasta dar con el mando a distancia, apagó la tv al tiempo que decía:

-Suficiente televisión por hoy.

Camille volteó hacia ella y comenzó a llorar.

-Hija…

La niña se fue corriendo nuevamente a su habitación. Oscar salió tras ella. André se quedó sentado, con el carrusel en la mano.

Los minutos pasaron lentos, torturantes.

La luz que se filtró por la ventana, le indicó que había transcurrido más de una hora. Camille ya no se escuchaba llorar.

Oscar apareció en el salón, la vio acongojada. Se puso de pie.

-Camille pregunta si le puedes leer un cuento- le dijo mientras se acercaba a retirar la bandeja.

-Sí, por supuesto.

-Por el pasillo, la habitación del fondo es la de ella. Quiere que yo no te acompañe- le dijo sin levantar la vista y emprendiendo el camino hacia la cocina.

André fue al lugar indicado.

-o-

Esta vez, fue el turno de Oscar de esperar. Se sirvió una copa de vino y se llevó una cerveza destapada para André. Se instaló en una de las mecedoras de la terraza. El viento en la cara la tranquilizó un poco.

Ya era de noche cuando André salió de la casa.

-Se quedó dormida- le dijo sentándose al lado de ella. Sin preguntar tomó la cerveza de la mesa y le dio un largo trago. No le importó que ya no estuviera tan fría.

Oscar se puso de pie y entró a la casa, salió enseguida con la chaqueta de él en la mano. Se la extendió al tiempo que decía:

-No te confíes, el clima cambia muy rápido. Es mejor que te abrigues.

Él tomó la chaqueta y se la colocó, por el rabillo del ojo vio que ella se sentaba nuevamente y bebía de su copa.

-Gracias por la tarde de hoy- dijo.

-Supongo que las próximas serán más fáciles…- ironizó Oscar.

-Era lo esperable- contestó André antes de preguntar -¿Necesitas que te diga lo que hablamos con Camille?

-Sólo si quieres.

-Me preguntó si yo viviría aquí, en la ciudad, y cuántas veces nos veríamos. Le dije que intentaría verla a diario, mientras organizaba todo para poder estar con ella los fines de semana. Aún no le hablo de mi familia.

Oscar asintió.

André cerró los ojos y disfrutó la brisa nocturna, el olor a mar le hizo pensar que podría acostumbrarse a vivir ahí. En un ambiente tranquilo, sin la algarabía de la ciudad.

-Lamento tanto…- suspiró -Todo.

André volvió al presente al escucharla. Asintió. Él también lo lamentaba. Sintiendo ese peso en el pecho, clavó la vista en la inmensidad de la noche. Le gustó que no se oyeran nada más que grillos a lo lejos. Realmente era un sitio maravilloso para criar niños. Ese pensamiento, hizo que se hundiera en la silla. Recordó que Catalina quería instalarse en esa ciudad, apenas Gabriel estuviera un poco más grande y él se aclimatara a su puesto de fiscal. De inmediato sacó su celular del bolsillo interno de su chaqueta, lo había puesto en silencio apenas aparcó el automóvil frente a la casa de Oscar. Tenía tres llamadas perdidas de Catalina.

-Yo… Debo irme- dijo poniéndose de pie.

Oscar asintió, sabiendo perfectamente de qué se trataba. Siguió bebiendo su vino y disfrutando de esa momentánea calma, pues había estado toda la tarde con los nervios de punta. Desde su silla, observó que André en realidad no sabía cómo actuar; lo vio incómodo de pie frente a ella, rascándose la nuca con la diestra.

-Imagino que tendremos que trabajar en nuestra comunicación, al menos frente a Camille- lo ayudó a expresar lo que pensó le ocurría.

-Bueno… ya veremos- contestó él -Han pasado tantas cosas…- se metió ambas manos en los bolsillos -Oscar, mañana debes pasar por mi oficina- la miró a los ojos -La reunión con Guèmènè fue un desastre que va más allá de lo que te comenté… Pero mañana lo hablaremos, intentemos separar el trabajo de la relación personal que debamos tener, por el bien de Camille.

Oscar asintió como aceptación y gesto de despedida.

A medida que él se alejaba por el camino de adoquines, sintió una punzada en el pecho.

I want to hold the hand inside you
I want to take a breath that's true
I look to you and I see nothing
I look to you to see the truth

You live your life
You go in shadows

You'll come apart and you'll go blind
Some kind of night into your darkness
Colors your eyes with what's not there

Fade into you
Strange you never knew
Fade into you
I think it's strange you never knew

A stranger's light comes on slowly
A stranger's heart without a home
You put your hands into your head
And then smiles cover your heart

(…)

Continuará...


Notas: He aquí un nuevo capítulo que espero cumpla quizás no con las expectativas, sino que con el contenido que quiero entregar.

Hubo harta revisión, harta carga, harto cariño… Ocurrieron eventos no menores en este capítulo, harto sentimiento, emoción y miedo. Por parte de todos. Así que si logré, aunque sea un poco, transmitir eso, cuéntenme en un review.

Mil gracias por los comentarios que han ido dejando, tengo intención de ir comentando también en ese espacio de reviews, peor la maquina me pilla y poco alcanzo a hacer. Sin embargo, y pese a eso, les cuento que me hacen muy feliz cada vez que los leo.

Estas semanas han sido complejas, un duelo muy duro azotó a mi familia nuevamente, asi que me ha costado un poco reponerme, pero esos sentimientos intento canalizarlos en este hermoso hobbie. Pasatiempo que llevo a cabo con mucho cariño y respeto por quienes leen.

En cuanto a "Almas Perdidas" (el fic), les comento que esa historia la comencé a escribir cuando murió mi padre, ahora, que quien fuera mi hermano mayor en la crianza también se fue, quizás lo retome. Mucha de la pena de los duelos está en ese fic.

Además de agradecer por leer y comentar, agradezco a mis betas queridas Krim y Cilenita, gracias por la acuciosidad. Hacen que todo salga mejor. Las quiero montones.

El momento musical final es el tema Fade Into You, de Mazzy Star. Muy apropiado para todo lo que pasa nuestra rubia debilidad.

Les dejo un abrazo y, ya saben… el tarrito de propinas queda puesto. ¡Feliz fin de semana!