Notas: Este es un añadido de la relación de Sesshomaru con Airin. Como se supone que lo que cuenta Sesshomaru es lo que le explica a Kaori, no estaba demasiado bien incluir esta escena en su relato. Pero la verdad es que yo no podía quitarme de la cabeza estas interacciones, y creo que ayudan a comprender un poco mejor a Airin, así que aquí os la dejo, espero que os guste
- Princesa Airin… Estáis temblando. ¿Tenéis miedo?
El frágil cuerpo desnudo de la chica montada a horcajadas sobre mí se había estremecido tan pronto como había sentido mi sexo presionando entre sus muslos. Sus besos, lo cuales habían sido apasionados hasta aquel mismo instante, se habían detenido abruptamente con aquel contacto completamente nuevo para ella.
- Por supuesto que tengo miedo, se trata de mi primera vez… - Musitó la adolescente con las mejillas encendidas.
Embrujado por su tierna expresión, acaricié su rostro antes de colocar un mechón de cabello rebelde por detrás de su oreja.
- No tenemos por qué seguir. No deseo hacerte sentir incómoda.
Incluso cuando todo mi ser pujaba por tomarla en aquel mismo momento, y saciar la sed que tenía de la mujer que más amaba, no quería colmar mis deseos a aquel precio. Podía esperar a que ella estuviera lista, pues tenía mis propios medios para saciarme en la soledad de mi alcoba.
- ¡No…! – Suplicó ella, aferrándose a mis hombros. – Deja de mirarme así, Sesshomaru…
Airin se mostraba afligida, sus ojos de cervatillo reflejando una angustia que jamás antes había visto en ella.
- ¿A qué os referís, Princesa? – Inquirí en un susurro mientras acariciaba su cabello.
La adolescente sujetó mi mano, deteniendo mis atenciones hacia ella. Parecía a punto de echarse a llorar de pura frustración.
- A que siempre eres tan amable conmigo que resulta cruel. – Gimoteó, con los ojos brillantes.
- Disculpad, mi señora, no os comprendo.
Quizás para un humano corriente hubiera sido sencillo entender a lo que Airin se refería. Pero yo, como demonio, me sentía completamente indefenso ante sus acusaciones. A Rin siempre le había reconfortado que la acariciase de aquel modo… ¿Por qué me estaba diciendo que le resultaba doloroso que lo hiciera?
- Me sigues consintiendo como cuando era una niña. – Se explicó la joven princesa, en tono recriminatorio. – Me cuidas, me proteges y me atesoras como si fuera la persona más pura del mundo. Pero no quiero que me trates así… - Gimoteó, al borde del llanto. – Si me desearas como mujer, no dudarías en tomarme.
Fruncí el ceño, molesto por aquel discurso.
- ¿Quieres decir que un hombre de verdad seguiría hasta el final, incluso si su compañera se encuentra claramente angustiada por la situación?
La joven descendió sus manos por mi cuerpo hasta aferrarse a las solapas de mi kimono, a ambos lados de mi pecho.
- Sólo tengo miedo porque es mi primera vez. – Insistió ella. – Es normal que me asuste sentir dolor, pero es algo por lo que tengo que pasar… Para poder hacerme mujer de verdad.
La mentalidad humana siempre lograba sorprenderme con sus retorcidas ideas. Rodeé la delgada cintura de Airin, notando bajo mis dedos sus frágiles costillas.
- Os equivocáis, princesa. – La reprendí con el tono más suave que fui capaz, a pesar de que ardía de pura rabia en mi interior. Aquella creencia me ponía enfermo. – Vuestra primera vez no tiene por qué causaros ninguna molestia física ni malestar. Si lo hace, es porque el hombre con el que estáis es una escoria a la cual lo único que le importa es su propio placer. Asumir que vais a sufrir con algo que debería ser placentero no hace más que dar legitimidad a las bárbaras acciones de este tipo de egocéntricos sin escrúpulos.
Los ojos de la adolescente se abrieron como platos, sorprendida por la firmeza de mis palabras. No estaba acostumbrada a ver desaparecer la apacible expresión de mi rostro. Deshizo cautelosamente los puños que se encontraban cerrados sobre mi ropa, como si aún temiera que pudiera intentar escabullirme en cualquier instante.
- Entonces… ¿No estáis poniendo excusas para rechazarme porque me consideráis una niña?
Pensé que quizás por aquella asociación entre la etapa infantil y el miedo eran lo que la habían llevado a ocultarme sus nervios desde un inicio. No podía sentir nada más que odio por las personas que le hubieran enseñado eso.
Acuné sus mejillas entre mis manos antes de moverlas hasta su nuca, atrayéndola hacia mí, despacio.
- En absoluto. – Respondí, su boca casi rozando las mía. – Deseo esto tanto como vos, y… - Deposité un tierno beso sobre sus labios antes de proseguir. - Jamás haría algo como esto si no os considerase una mujer.
La joven finalmente se relajó entre mis brazos, arrojándose sobre mi para abrazarme. Liberó toda la tensión acumulada en su pequeño cuerpo con aquel gesto. A mis fosas nasales llegó el olor de las lágrimas que brotaban de sus ojos y su visceral miedo siendo liberado.
Suspiré, estrechándola con cuidado entre mis brazos. Debía de tener mucho cuidado con aquella vulnerable chica.
Durante nuestros siguientes encuentros, Airin me permitió enseñarle a explorar las sensaciones de su cuerpo lentamente, sin necesidad de forzarse a avanzar cuando no se sintiera preparada. También le dejé saciar su curiosidad respecto a los cuerpos masculinos como el mío, tocándome como ella quisiera, sin presionarla jamás a nada. Sus nervios desaparecían gradualmente con el paso de los días, mientras mi necesidad de poseerla era cada vez mayor, dificultando la tarea de controlar mi esencia demoníaca.
Pero confiaba en que aún podía ocultarle mi verdadera naturaleza un tiempo más. No había necesidad ninguna de comunicárselo en esos momentos, cuando la joven ya tenía suficiente sobre lo que reflexionar.
- Sesshomaru… - Me llamó ella entre jadeos una noche, justo cuando retiraba mi boca de entre sus piernas. - ¿Podemos intentarlo hoy… de nuevo?
Llevada por la curiosidad, Airin me había pedido más de una noche que nos hiciéramos uno. Había seguido su petición en todas las ocasiones, incluso cuando había estado seguro de que no estaba preparada. Dejarla darse cuenta de que era demasiado pronto por sí misma era la mejor forma de evitar que se frustrase en aquel proceso.
Sin embargo, aquella noche parecía diferente. Jamás la había notado tan relajada y receptiva. Quizás podría saciar nuestros deseos finalmente.
Me coloqué encima de ella, sin dejar caer mi peso sobre su cuerpo. Sus ojos de cervatillo me observaban expectantes, su cuerpo me recibía abiertamente. Besé sus tiernos labios antes de presionar ligeramente contra su entrada. Aquel punto era en el que normalmente Airin se tensaba hasta el punto de que era imposible continuar.
Sin embargo, en aquella ocasión, su interior me acogió cálidamente, permitiéndome sentir su calidez a mi alrededor. Avancé extremadamente despacio, estudiando cada uno de los estremecimientos y temblores de su cuerpo. La expresión de la princesa era de auténtico goce.
Sus brazos rodearon mi cuello, atrayéndome hacia su boca. Demandando todo de mí, como la princesa caprichosa que era. Su tierno cuerpo cedía bajo el peso del mío, invitándome, arrastrándome sin piedad hacia su interior.
- Tenías razón, Sesshomaru… No duele nada. – Susurró antes de besarme.
El incendio que había mantenido a raya todo aquel tiempo comenzó a extenderse por todo mi cuerpo, siendo absorbido y apaciguado con su contacto. Me forcé a mí mismo a no dejarme llevar por la enloquecedora sensación de su cuerpo reclamando el mío. Me obligué a camuflar mi verdadera apariencia una vez más. No quería arruinar su primera vez con aquella revelación.
- Te lo dije… - Respondí, con la voz entrecortada. – Esto se siente placentero…
Destiné toda mi fortaleza mental a proteger mi secreto mientras me hacía uno con aquella chica. Aquella que se suponía que no era mi fallecida esposa, aunque se sentía igual. Tan acogedor como si por fin estuviera de vuelta en casa.
Cuando llegué hasta el final de su estrecho canal me detuve, conteniendo mi orgasmo y mis ganas de sujetarla por las piernas bruscamente, de llegar lo más hondo posible mientras se lo hacía con dureza contra el suelo. Sus paredes me estaban apretando tanto, junto a sus adorables gemidos…
Sí… Era como si Rin hubiese regresando, insuflándole vida a mi marchito corazón.
- ¿Por qué… paras? – Gimoteó la chica.
Acaricié su adorable rostro, bañado en la más tierna expresión de placer.
- Porque quiero seguir siendo suave contigo.
Las manos de la princesa alcanzaron mis caderas, tirando de mí para sentirme aún más cerca.
- No lo seas, si no es lo que deseas. – Musito ella.
Me estremecí al sentirme arrastrado hacia su interior, cuando creía que ya no quedaba nada más por llenar…
- Quiero serlo, mi Señora Airin…
Toda mi fuerza de voluntad parecía estar siendo puesta a pruebas en aquellos cruciales instantes. No podía permitirme soltar del todo las riendas, por mucho que quisiera dejarme llevar.
- No me llames así en momentos como este. – Replicó ella, molesta por los honoríficos. – Cuando estemos en la cama, llámame simplemente "Rin".
- ¿Rin…? – Pregunté, con el corazón en la garganta. - ¿Por qué no "Ai"? – Tenía mucho más sentido llamarla por las primeras sílabas de su nombre en lugar de por las últimas, después de todo.
Además… ¿Por qué se sentía tan terriblemente bien y mal a la vez la idea de llamarla de aquella manera en voz alta? Incluso cuando a veces lo hacía, de forma inconsciente, en mi cabeza. La muchacha respondió con un mohín:
- Porque así me llaman mi Padre y las criadas… Quiero que uses un nombre por el que solo tú puedas llamarme…
Aquella decisión era la más cruel que Airin me había impuesto jamás. Ni siquiera sabía si me sentía eufórico o miserable al llamarla por aquel nombre. Había perdido la capacidad para decidir lo que estaba bien o mal hacía mucho tiempo.
- … Está bien. – Accedí, casi sin respiración, mientras ella sujetaba mi rostro entre sus manos.
- Y házmelo lo más duro que sepas, Sesshomaru. – Ordenó la princesa en un caprichoso suspiro. – Quiero saber cómo se siente.
- Cada cosa a su tiempo, Princesa… Es vuestra primera vez.
En aquel momento, pensé que podía ser una señal, que podía haber recordado los apasionados encuentros que habíamos compartido en su vida pasada, aunque su cuerpo aún no estuviera preparado para ellos. Que su alma resonaba en completa sincronía con la mía. Que mi corazón tenía salvación.
Pero los seres humanos nunca fueron tan sencillos como yo me había figurado.
- Oye, Sesshomaru… - Me llamó la joven desnuda a mi lado, abrazándome a mi cuerpo después de haberme ofrecido su virginidad. - ¿Has estado con muchas mujeres antes?
Parpadeé, sorprendido.
- En realidad, no. Solo hubo una mujer más antes que vos.
La princesa frunció la nariz.
- Mentiroso, tus manos parecen conocer demasiado bien el cuerpo de una mujer… No tengo entendido que sea común saber complacer a una como tú lo haces, o eso dicen algunas de mis damas de compañía.
Aquellas palabras arrojaron sobre mí una ola de tristeza. Incluso si me había dado la sensación contraria, Airin realmente no recordaba nada, ni siquiera el hecho de que la única feminidad que conocía perfectamente era la suya. Por eso tenía conocimiento de sobra de todos y cada uno de sus puntos sensibles.
Me sentía patético. ¿Por qué no dejaba de esperar por un milagro imposible? Incluso si compartían el alma, no tenía por qué recordar… No eran la misma persona, después de todo… Y yo lo había sabido desde que había pedido el deseo de que su alma regresase. Kagome me lo había advertido de forma muy clara.
- Únicamente he prestado atención a sus reacciones para saber lo que os gusta, Princesa. – Respondí, apesadumbrado. – Jamás he tenido tendencias promiscuas, tal y como me acusáis. Solo haría esto con alguien especial para mí…
- Entonces… - La confiada adolescente se montó sobre mi cuerpo, confiada. - ¿Ahora soy la única para ti?
Airin se había sentado a propósito sobre mi miembro, frotándose lentamente contra él, seductora. Borré toda mi tristeza en aquel momento, enterrando toda la decepción que sentía en lo más profundo de mi ser, dejándome llevar completamente por el placer de la carne. Si ella se daba cuenta de que no conseguía encenderme bajo aquellas circunstancias, me haría preguntas.
Preguntas que seguramente no me atrevería a responderme ni siquiera a mí mismo.
- Sois una descarada. – Mascullé, reprimiendo las ganas de penetrarla en aquel mismo instante, sin que ella se lo esperase. El cambio de expresión en su rostro de forma repentina sería sublime.
- Tomaré eso como un sí. – Dijo con una amplia sonrisa antes de tomar mi miembro y descender sobre él.
Cerré los ojos, suprimiendo toda mi esencia demoníaca y mi salvaje deseo.
Aquella chica iba a acabar con la poca decencia que me quedaba. Pero si no paraba de buscar mis más apasionadas atenciones… No iba a ser yo quien la privase de ellas por más tiempo, cuando yo también lo necesitaba desesperadamente.
La tomé por las caderas con firmeza, moviéndola de acuerdo a mis más oscuros deseos. El poder de Airin sobre mí se desvaneció por completo en aquel instante, desarmada por las oleadas de placer. Su posición privilegiada había dejado de ser relevante mientras compartíamos lecho.
- ¿Ocurre algo… princesa? – Le pregunté, interrumpiendo su acalorado trance. – Os noto muy callada… ¿No era esto lo que queríais?
- N-no me esperaba… A-ah… Tan… Duro… - Trató de explicarse ella entre espasmo de placer, cada rincón de ella siendo poseído por mí.
La agarré del cabello con fuerza para acercar su boca a la mía, mientras seguía embistiéndola con fuerza. Le dediqué una sonrisa llena de satisfacción.
- ¿De verdad esperabas sorprenderme a mí, tu maestro?
Airin gimió en respuesta:
- Normal… Mmm… mente no eres así…
Y la pobre chica no se equivocaba. Yo siempre me había presentado ante ella como un hombre apacible, sumiso y servicial. Jamás había desobedecido ninguna de sus órdenes si no era por ocultar nuestra relación en público y decoro.
Sin embargo, aquella joven no podía imaginar ni por asomo que se estaba ofreciendo a un perverse demonio, y ese pensamiento me incitaba aún más a corromper la benévola imagen que tenía de mí.
- Rin… - La llamé, descubriendo maravillando lo bien que se sentía aquel pronunciar aquel familiar nombre, sin rastro de remordimiento. – Vas a descubrir que te deseo tanto como para no detenerme hasta que me supliques por ello.
Lejos de sentir temor, los ojos castaños de la joven se encendieron de aún más deseo y excitación.
De aquel modo, me dejé perder a mí mismo en aquella adolescente, mientras ella jugaba a ser una mujer libre de su inevitable destino.
Notas: Sé que es algo breve, y por eso mismo es un añadido al capítulo anterior, y no una actualización completa. Pero bueno, he aquí el por qué Sesshomaru la termina llamando Rin… Lo sé, soy una persona horrible :')
Pero bueno, espero que a pesar del mal sabor de boca general esta escena os haya resultado tan dulce como cuando yo la imaginé, y nos volvemos a leer en dos semanas.
Gracias por seguir leyendo hasta aquí.
