Notas: ¡Ya estoy de vuelta tras mi cumpleaños! Por si alguien se lo preguntaba, acabo de cumplir 26 años, no sé si me esperabais más joven o más mayor por mi forma de escribir, pero ahí va el dato.
Han sido unos días muy ocupados entre unas cosas y otras, pero creo que me ha venido bien pasar tiempo con mis seres queridos, incluso si he acabado sin batería social. La verdad es que, aunque aún no estoy del todo contenta con el resultado de momento, creo que me cuesta un poco menos concentrarme en escribir estos días.
Antes de pasar al capítulo, quería recomendaros una canción que siempre me recuerda mucho a Kaori, se trata de "R.o.S.E BLUE" de "Dreamcatcher", si buscáis la traducción en Youtube en español os recomiendo del canal "Boombie subs, aunque las traducciones en inglés encajan mucho mejor. Pienso que la letra de esta canción encaja perfectamente con la conexión que tiene Kaori con Rin y Sesshomaru, por lo que me da la sensación que haya sido escrita para ella jajaja.
¡Ahora sí, os dejo con la actualización!
Después de haberme tomado unos días para ordenar mis ideas tras haber escuchado el escalofriante relato de Sesshomaru, había quedado con Ayumi a solas para tratar todas las conversaciones que teníamos pendientes. La primera de ellas había desembocado en explicarle el punto de vista del demonio de lo ocurrido en la masacre de Kobayakawa, previo consentimiento del profesor Taisho.
Mi exnovia se había mostrado muy intrigada por conocer su versión tras haber interactuado por el demonio, de modo que me había pedido que le diese el contexto completo del que no hablaban los libros de historia.
Estaba decidida a formarse su propia opinión, contrastando las distintas versiones a su alcance.
- Así que... Según Sesshomaru, eso fue lo que ocurrió.
Deposité mi bebida sobre la mesa de nuestra habitación de karaoke, la misma en la cual había conversado con Kagome por primera vez. La idea de quedar en aquel una habitación privada como aquella era que, a diferencia de una cafetería o similar, podíamos hablar sobre temas sobrenaturales sin miedo a ser escuchadas. No era lo habitual que nadie se metiera en las conversaciones de los demás, y era posible que incluso pensasen que hablábamos de algún videojuego o anime, pero nos quedábamos más tranquilas si no nos teníamos que preocupar por el entorno. Ayumi frunció los labios, pensativa.
- Sigo pensando que es muy espeluznante que haya sido capaz de hacer algo así, aunque ese Hitohide fuera un capullo integral y no se mereciese menos. – Respondió ella, cruzada de brazos con la espalda contra el asiento. – Los registros que encontré en los archivos de la facultad de historia describen su cadáver completamente desfigurado, y se contabilizaron decenas de cadáveres en el perímetro del castillo... - La joven paró enmudeció, presa de un escalofrío de solo recordarlo.
A mí se me erizó el vello de la nuca al recordar el transcurso de los acontecimientos que me había narrado Sesshomaru. Aunque agradecía que no hubiera sido demasiado gráfico con las descripciones de violencia, él había decidido no obviar ni restar importancia a ninguna de las cosas atroces que había hecho. El demonio había querido que yo fuera consciente de cómo su rabia y el poco valor que le concedía en ese momento a las vidas humanas le habían movido a cometer uno de los actos por los que más remordimiento y vergüenza sentía.
Incluso si Sesshomaru había cambiado como persona en todos aquellos siglos, la imagen de sus manos bañadas en sangre era difícil de borrar de mi cabeza. Puesto que sabía que había sido real, en algún punto.
- La verdad es que sí. No puedo llevarte la contraria. – Le concedí a la chica sentada frente a mí.
- ¿Y tú estás bien con todo esto, Kaori? – Me preguntó Ayumi, alzando sus redondos ojos hacia mí. – Es decir... ¿Sabiendo que estás con un demonio...? ¿Y que ha hecho todo eso?
Aquella pregunta se clavó como una daga en mi conciencia. Se me estaba secando la garganta, por lo que bebí antes de contestar, esquiva:
- Hm... La verdad es que tengo mucho que procesar, no te voy a engañar. Pero no consigo que me provoque un rechazo absoluto nada de lo que me cuenta. Aunque no sé muy bien por qué.
Suspiré, hundiendo los hombros. Una parte de mí sospechaba que la reencarnación del alma del Rin podría ser la responsable de suprimir la desconfianza o el miedo que debía generarme aquella situación. Pero aún no me sentía preparada para abordar aquel tema, que atentaba contra mi identidad como persona, por lo que me obligué a enterrarlo en lo más profundo de mi corazón. Después de todo, tampoco me atrevía a comentárselo a Ayumi, a quien tenía justo en frente. Temía que me juzgase incluso más o que me abriese los ojos, haciéndome consciente de la situación tan peligrosa en la que me estaba involucrando de forma voluntaria. Yo misma sabía que un ser humano normal haría mucho que se hubiera desentendido de toda aquella locura, pero...
No era que no pudiese. Era que no quería perder a Sesshomaru como persona, de forma completamente egoísta. Además, una parte de mí tampoco era capaz de refrenar la curiosidad que me suscitaba su historia, era como si no pudiera quedarme tranquila hasta que tuviese la imagen completa...
Me sentía como una tonta por dejarme llevar de esa manera.
- Sea como sea... Hay otras cosas que quería hablar contigo. – Murmuré para interrumpir el silencio incómodo que se había instalado en la sala con aquella reflexión que Ayumi había puesto sobre la mesa. Seguramente, para esquivar todo el tiempo que pudiese el motivo real por el cual había accedido finalmente a quedar a solas con ella. – Sobre nosotras.
En esta ocasión fue el turno de Ayumi de mostrarse incómoda, revolviéndose en su asiento. Como impulsada por un resorte, tomó en sus manos el dispositivo digital que había sobre la mesa para elegir las canciones para que sonasen a través de los altavoces de la sala de karaoke. Tal y como sospechaba, mi exnovia había estado retrasando tratar aquel asunto de forma deliberada.
- ¿Te refieres a no haberte dicho en todo este tiempo que soy una onmyoji? – Inquirió, sus ojos divagando por la lista de canciones que mostraba la pantalla en su regazo.
- Para ser más específica... Quería hablar sobre el día que terminamos. – Respondí, siendo lo más clara y sincera posible. - Imagino que está relacionado con eso y con tu familia, por lo que me gustaría conocer la versión completa de los hechos esta vez.
La chica reflexionó en silencio, seleccionando con aire distraído canciones al azar para añadirlas a la lista de reproducción en el aparato mientras la música instrumental llenaba el ambiente.
- Estábamos a punto de graduarnos, ¿verdad...? – Murmuró ella casi para sí misma.
Le respondí para sacarla de su encantador trance:
- Sí. Creo que apenas nos quedaban dos meses como estudiantes de instituto. – Respondí, con el recuerdo de aquella tarde de invierno vívida en mi mente. – Fue alrededor de enero.
Ayumi dejó escapar un largo suspiro.
- Ah, claro, tienes razón, justo después de Año Nuevo... - La chica se frotó las manos nerviosamente, como si estuviese abriendo un antiguo arcón que había ocultado por años en el rincón más recóndito de su mente, y ni siquiera ella estaba segura de que lo que podía encontrar allí. – En aquella época fue cuando mis padres me dijeron que desechara cualquier intento de presentarme a ninguna universidad o escuela superior. – Asentí, recordando la desesperación en sus ojos cuando me contó aquel episodio tras haber regresado de las vacaciones de invierno. Aquel había sido el día en el que todo había comenzado a ir cuesta abajo. - Querían que abandonase mis estudios para aprender a llevar el negocio con ellos. Aparte de vasijas que pueden almacenar el poder espiritual de los shikigami, también fabricaban de forma clandestina armas y otros utensilios para la caza de demonios, aunque por supuesto no estaban expuestas al público. Sólo se vendían a clientes que acreditasen su identidad dentro del gremio. No atendíamos a terceros externos a este círculo, ya que no es legal la venta de armas de ningún tipo. No podíamos arriesgarnos a ser descubiertos.
Fruncí los labios, reflexiva ignorando por completo la anticlimática melodía de una canción de base electrónica que danzaba a nuestro alrededor.
- Tenía la impresión de que el gobierno más bien respaldaría actividades que velasen por la seguridad de sus ciudadanos. – Repuse, confundida.
Los ojos de Ayumi seguían fijos en la mesa, incapaz de encontrarse con los míos.
- En realidad, no les merece la pena intervenir porque los demonios que quedan ya viven camuflados entre nosotros, sin provocar ningún tipo de altercado mayor, por lo que lo considera un malgasto de recursos innecesario. Piensan que es más beneficioso para la calma colectiva actuar como si se hubieran extinguido, sin embargo... Como onmyojis, permitir vivir a cualquiera de esas criaturas por el mero hecho de no estar causando problemas se siente como admitir la derrota, como reconocer que tienen un espacio en este mundo. Pero siguen siendo unos monstruos que no deberían de existir siquiera... – La joven enmudeció durante unos tensos segundos antes de añadir. - ... O, al menos, eso me enseñaron desde muy pequeña.
- ¿Y tú no piensas lo mismo? – La interrogué.
Ayumi frunció el entrecejo, pensativa. Alargó el brazo para dar un nuevo sorbo a su bebida, lanzándome una tímida mirada por debajo de sus largas pestañas. Poco a poco, parecía comenzar a intentar que sus emociones me llegasen no sólo a través de sus palabras.
- En realidad... Siempre me ha dado mucho miedo su mera existencia. – Admitió aún con la cabeza gacha, en un lastimero hilo de voz. - Tanto, que las primeras veces... Cuando mi tía, la actual cabeza de familia, comenzó a enseñarme a usar mis poderes para exterminarlos... Yo no podía parar de llorar. – La muchacha tragó saliva antes de continuar, haciendo un visible esfuerzo por sacar aquella confesión de su pecho. -Incluso si no eran personas, no soportaba la idea de acabar con otro ser vivo. Si seguía los pasos que me marcaba mi familia, me acabaría convirtiendo en una asesina. Y yo nunca quise eso. – Reconoció de forma tajante, con su voz comenzando a hacerse añicos. - Sólo deseaba una persona normal, como todos mis amigos, y vivir mi vida sin saber nada de toda esa actividad oculta... Y... además...
En aquel punto del relato, mi exnovia se abrazó a sus piernas, a punto de echarse a llorar. Aunque leve, alcancé a percibir un el débil balanceo de su torso de adelante hacia atrás, tratando de calmarse.
- ¿Ayumi...? – La llamé, acercándome a ella despacio, mis dedos a punto de rozar su hombro.
Ella exhaló una gran bocanada de aire, tratando de normalizar su respiración. Entonces alzó la barbilla, sus ojos encontrándose finalmente con los míos. Me partió el alma encontrar en ellos la misma desesperación que aquel fatídico día en el que nuestra relación se hizo pedazos. Casi sentí como si el tiempo se hubiese detenido bajo aquella suplicante mirada, antes de que ella hablase:
- Aquel Año Nuevo mis padres me dijeron que me habían prometido con mi primo. – Su confesión me dejó sin aliento, incapaz de pronunciar ninguna palabra de consuelo. – Aunque él no tenía el poder de controlar a los shikigamis, su madre, es decir, mi mentora, sí. Por lo tanto, creían que había mayores posibilidades de concebir un bebé que heredase estos poderes con él antes que con nadie más de la familia.
Horrorizada ante tan cruel situación, me incliné para rodear el cuerpo de Ayumi con mis brazos, sin presionarla contra mi cuerpo, pero recordándole que estaba allí, con ella. Que todo aquello quedaba en el pasado. De lo contrario, ella jamás habría podido mudarse a Tokyo ni estaría a punto de cumplir su sueño.
Aquel que sus padres habían tratado tan desesperadamente de negarle por sus propios intereses personales.
- E-eso es horrible... - Murmuré, mi voz tan temblorosa como sus piernas. - ¿En qué siglo se piensan tus padres que vivimos? ¿Un matrimonio concertado en el siglo XXI? – Comencé a preguntar a aire, incrédula. Siempre había sabido que eran personas muy estrictas, pero llevarlo hasta el punto de comprometer a su hija con un primo sin su consentimiento era... Simplemente espeluznante.
Ayumi asintió, escondiendo sus lágrimas con la cabeza gacha en mi hombro.
- Es por eso que... No podía decirle a mis padres sobre nosotras... - Balbuceó ella, tratando de explicarse y justificar sus acciones del pasado. - Y tampoco debía dejar que sospechasen que jamás aceptaría casarme con ningún hombre, mucho menos meterme en la cama con uno. A pesar de que traté por años de convencerme de que alguno podía llegar a resultarme atractivo o gustarme mínimamente... No hice más que engañarme a mí misma constantemente. - Los brillantes ojos de mi exnovia me miraron, llenos de emoción contenida y dolor. – Por eso... Aunque sé que no actué bien, fue la presión de toda aquella situación la que me hizo gritarte que quería terminar contigo cuando me dijiste que no te sentías cómoda con mantener la relación más tiempo a escondidas. – Ayumi se limpió las lágrimas del rostro con el dorso de la mano y la manga de su cárdigan, desconsolada. - Lo siento muchísimo, aunque sé que no es excusa...
Entonces la estreché firmemente entre mis brazos, aceptando sus lastimeras disculpas y su sentimiento de culpabilidad.
- Gracias por contarme todo eso. – Musité. – Siento mucho que pasaras por todo aquello... Pero me quedo mucho más tranquila conmigo misma sabiendo lo que pasó en realidad.
Ella me miró con expresión de incredulidad.
- ¿A qué te refieres, Kaori?
Ah, claro... Jamás se lo había dicho. Las cicatrices emocionales que había dejado nuestra dramática ruptura.
- Todo este tiempo... - Comencé a explicarle, dubitativa. - Pensé que no querías que se supiera lo nuestro porque te avergonzabas de mí, de alguna manera. Siempre fuiste la chica más popular del instituto, y ya te juzgaban bastante por ser mi amiga, pensé que... Ser mi novia te suponía una molestia. – Admití, luchando por contener mi propio llanto. – En realidad, después de eso, sentí eso mismo con todas y cada una de mis parejas, como si yo no fuera nunca suficiente para nadie.
Ya está. Lo había dicho. Se lo había explicado. Pero no había podido evitar derramar una solitaria lágrima al final de mi discurso. Casi me avergonzaba sentir emociones tan irrefrenables por algo que había sucedido hacía tanto tiempo...
Pero se sentía liberador poder expresárselo a Ayumi.
- Oh, no, Kaori, perdóname... Eso jamás fue así. – Me aseguró ella con la preocupación dibujada en el rostro. - No sabes cuánto siento haberte provocado esa inseguridad. Eres increíble. Siempre lo has sido. Nada de lo que pasó fue tu culpa.
Entonces ambas nos fundimos en un cálido abrazo. En mitad de nuestros sollozos compartidos, sentí, por primera vez desde que no habíamos reencontrado... Que podía perdonarla. Ahora sí, cuando por fin entendía por todo lo que había pasado, y gracias a las cándidas palabras que me había brindado, las cuales ayudarían a sanar mis propias heridas.
Justo en ese emocional momento, comenzaron a sonar las familiares notas del instrumental de la canción que Ayumi siempre había tarareado en sus días de instituto. Aquella que le había descubierto la pasión de cantar, la cual había atraído su atención desde el inicio porque compartía el nombre con la artista original: "Dearest" de Ayumi Hamasaki.
Movida por la emoción de escuchar aquella canción después de tanto tiempo, alargué el brazo para recuperar uno de los micrófonos de la mesa, y tras encenderlo, se lo ofrecí a la chica que me observaba con una incrédula expresión:
- Es tu canción, Ayumi. Cántala, por favor.
Con una nostálgica sonrisa, la chica aceptó el objetó, y sin necesidad de mirar la letra en la pantalla de la sala, entonó aquella melodía grabada en su corazón sin dudar. La observé hipnotizada como en aquellos días de instituto, cuando yo no había sabido nada de su situación, brillando con su luz propia, engatusada por su hermosa y pura voz.
Al acabar el estribillo, Ayumi se había animado considerablemente. Aquella canción era tan especial para ella que parecía hacerle recordar que todo iba a estar bien. Entonces tomó velozmente el segundo micrófono y me lo puso en las manos, sin darme opción a objetar.
- ... Tú también te la sabes, canta conmigo. – Me pidió con una mirada cómplice.
- ¿C-cómo pretendes que lo haga después de haberte escuchado a ti? – Inquirí, aún impresionada por su mejorada habilidad vocal.
- Vamos, que ya empieza. Las dos juntas. – Me animó con una de sus luminosas sonrisas.
Incapaz de negarme, me esforcé por no sonar horrible, aunque sabía que no sería capaz de hacer que nuestras voces armonizasen. Sin embargo, para mi sorpresa, era divertido, como siempre había sido ir juntas al karaoke, de modo que mis nervios se fueron desvaneciendo progresivamente.
En la siguiente sección instrumental, ambas nos miramos a los ojos, simplemente inmersas en la nostalgia de aquella familiar canción, nuestras cabezas moviéndose ligeramente al compás. Durante aquellos interminables segundos, sentí cómo su inocente expresión me arrastraba de vuelta a aquellos días en los cuales vestíamos uniforme marinero y nos pasábamos notas de papel llenas de corazones en mitad de clase.
Sin darme cuenta, me quedé mirando a sus labios, hipnotizada. Incluso nació en mí el impulso de acercarme como había hecho en el pasado, de perderme de nuevo en ella...
Aunque tan pronto como identifiqué aquella emoción, me obligué a detenerme en el acto. ¿En qué diantres estaba pensando?
Agarré el micrófono entre mis dedos con fuerza para concentrarme en cantar la última sección de la canción que seguía sonando. Sin embargo, cuando comencé a cantar, obligándome a ignorar los desbocados latidos de mi corazón, me vi traicionada por la chica frente a mí. Ella no abrió la boca, escuchándome entonar sin su voz superpuesta a la mía. Me sonreía con la misma dulzura que cuando nos quedábamos a solas en mi habitación.
Me detuve tras un par de notas, sonrojada y sintiéndome completamente desnuda frente a Ayumi por un instante. Entonces ella sostuvo mi mano, entrelazando sus dedos con los míos con completa naturalidad, como si nuestra ruptura jamás hubiese tenido lugar.
A mitad de la frase, retomó el canto mientras me miraba con ternura. Aún con ciertos reparos por su jugarreta, la acompañé en voz baja, dejando que ella volviese a ser la protagonista. Aquello era mejor que quedarme mirándola como una boba mientras me replanteaba mis sentimientos.
Después de todo, aquella chica se volvería alguien completamente inalcanzable para alguien como yo. Pronto vería su sueño cumplido, convirtiéndose en una estrella que no tendría nada que envidiarle a la popular Ayumi Hamasaki, intérprete original de la canción que estaba entonando.
Aún recordaba con cariño cómo mi mejor amiga había dicho con su más inocente ilusión que si una chica cualquiera llamada Ayumi lo había logrado, por qué ella no iba a hacerlo, cuando compartían el mismo nombre.
- Me alegra saber que has podido arreglar las cosas con ella, Kaori. – Dijo Sesshomaru a través de la línea telefónica. – Se te nota aliviada.
Dejé escapar un suspiro para liberar tensión mientras caminaba por la calle con el teléfono en la mano. Había tenido mis reparos en comentar aquel tema con el demonio porque no había podido parar de culpabilizarme por haber sentido cómo revivían mis sentimientos por Ayumi.
Aún no había terminado de procesar ni organizar qué iba a hacer al respecto, pero... Al menos, mucho mejor haciéndole saber que estaba en buenos términos con ella. Aunque no me sentía preparada para hablarle de mis sentimientos por Ayumi, al menos hasta que yo misma lo tuviese claro.
No quería hacerle daño de forma innecesaria a aquel herido hombre.
- Sí, es como si finalmente pudiera cerrar ese episodio de mi vida, ¿sabes? Y creo que me gustaría intentar volver a ser su amiga. – Añadí con convicción. – No será como antes, está claro, pero... Creo que podemos construir una relación bonita.
El profesor Taisho asintió con un grave sonido, pensativo. Por un momento temí que hubiera podido sentir de alguna manera mis emociones románticas hacia ella. Aunque no había dicho nada que pudiera interpretarse con ese matiz, ¿verdad?
- Eso está bien, sí... - Repuso él, con aire distraído. - ¿Es por eso que vas a visitar a tus padres este fin de semana?
Lo cierto era que siempre se me había hecho cuesta arriba volver al pueblo por temor a cruzarme con los padres de Ayumi, e incluso con ella, pero ahora que todo estaba hablando sentía que era un buen momento para tratar de reconciliarme con aquel lugar. Eso, y que si no iba de una vez por todas mi madre iba a terminar plantándose en la puerta de mi apartamente cualquier día sin avisar. Y la verdad, prefería mantener mi privacidad y poder decidir cuando había tenido suficiente ración de atención maternal, antes que esperar a que ella decidiera marcharse tras haber puesto mi casa patas arriba para una exhaustiva limpieza no consensuada por mi parte.
- Sí, voy de camino a la estación, de hecho, aunque voy a pararme para hacer una visita antes. – Le expliqué, arrastrando mi maleta tras de mí.
- Ah, claro. – El demonio dejó escapar bocanada de aire, aliviado. – Por eso tenías tanta prisa en que te mandase la dirección.
- Precisamente. – Asentí, confirmando sus sospechas.
- Seguro que le hace mucha ilusión.
Tras despedirme de Sesshomaru y que él me desease buen viaje, colgamos la llamada. Anduve un rato más siguiendo las indicaciones de Google Maps, hasta dejarte justo en frente del orfanato donde Towa estaba residiendo por el momento.
Accedí a la recepción, donde les mostré mi identificación y le expliqué el motivo por el cual me encontraba allí. Al comprobar cómo su tutor provisional me había autorizado como visitante, la recepcionista me hizo pasar a una sala aislada de las zonas comunes de los menores que convivían allí, y me dijo que esperase allí. En aquella habitación no había nada más que una mesa y dos sillas, sin ninguna decoración, por lo que casi parecía más una sala de interrogatorios de una cárcel que un orfanato.
Cansada tras algunos minutos de espera, decidí tomar asiento, jugueteando con mi teléfono móvil. Entonces, Towa apareció por la puerta vestida con ropa deportiva roja y blanca, y el cabello despeinado. Casi podía visualizarla despertándose sobresaltada de una siesta, a juzgar por la apagada expresión de su rostro. Sin embargo, abrió los ojos con asombro al verme allí.
- ¿Oh, Kaori? – Inquirió, aún incrédula. – No te esperaba aquí. – Balbuceó antes de tomar asiento frente a mí.
- ¡Sorpresa! – La saludé con una sonrisa, poniéndome en pie para saludarla. – Espero no haber venido en mal momento.
La muchacha negó con la cabeza, devolviéndome una cálida mirada. Towa tomó una de las sillas por el respaldo y se sentó frente a mí.
- No, no estaba haciendo nada en particular... - Musitó, con el ánimo claramente decaído.
Aunque no era de extrañar que no se mostrase demasiado efusiva. No hacía tanto que había perdido a su tío, se había reencontrado con su padre y aún debía de estar procesando muchos cambios en su vida. Y estar encerrada en una institución llena de otros niños en situación de vulnerabilidad debía contribuir a su sensación de desorientación.
- ¿Cómo llevas la vida aquí? – Le pregunté directamente, para confirmar mis sospechas. - Imagino que estarás deseando salir.
- No te lo voy a negar, me siento un poco fuera de lugar, ya sabes...
El lenguaje de Towa era completamente transparente. Podía sentir su amargura tanto en sus palabras como en la tensión acumulada en la postura de su cuerpo. Como suponía, no debía de estar pasándolo nada bien...
- Bueno, mientras se arregla todo el papeleo... ¿Has conseguido hacer algún amigo?
La chica frunció los labios ante aquella inesperada cuestión, incapaz de responder. Desvió sus ojos de mí en ese momento, cruzando los brazos sobre su pecho, tal y como hacía su padre cuando había algún tema del que no quería hablar o que le despertaba sentimientos incómodos.
Me provocó cierta ternura ver que, a pesar de sus claras diferencias, se parecían lo suficiente para denotar que eran familia.
Ante su sepulcral su silencio, agarré la maleta que cargaba conmigo y me arrodillé en el suelo para abrirla.
- No sé por qué, pero me lo imaginaba. – Comenté mientras rebuscaba entre mis pertenencias. Cuando alcancé el familiar estuche que estaba buscando, tiré del asa para sacarlo de ahí. Entonces me puse en pie y me acerqué a Towa para entregárselo, incapaz de disimular una sonrisa provocada por la ternura que me provocaba esa chica. - Toma.
La medio demonio examinó el extraño objeto con el ceño fruncido, confusa. Al percatarse de la cremallera en el lateral, tiró con suavidad para descubrir el interior, aunque no pareció aclarar sus dudas.
- ¿Qué es esto? – Inquirió.
Saqué un cable de mi equipaje para ponerlo sobre la mesa, y se lo tendí. Después de todo, no podía darle uso a mi obsequio de forma continuada sin el cargador correspondiente.
- Una videoconsola. Por si te ayuda a despejar la mente, y de paso, para hacer algún amigo, si quieres jugar con alguien.
La pantalla del aparato se encendió acompañado de la alegre banda sonora de un videojuego de plataformas.
- Oh, me suena haber visto imágenes de este juego en algún lado, pero... No sé cómo funciona. - Admitió la joven, avergonzada.
Cargué la silla de plástico hasta colocarme a su lado. Con paciencia, le expliqué los controles básicos de la consola, así cómo le mostré la pobre colección de videojuegos que tenía. Aunque al principio se mostraba apabullada por el torrente de información, Towa terminó bastante entusiasmada con aquel regalo.
- Muchas gracias, Kaori, pero... Esta videoconsola en tuya, ¿no? ¿No querrás seguirla utilizando? – Inquirió ella, tratando de contener su emoción por probar los videojuegos.
- Últimamente no he tenido tiempo ni ganas de jugar, así que puedes quedártela de momento. – Le aseguré, poniéndome en pie. – Espero que te haga la estancia aquí un poco más amena, al menos.
Towa me lanzó una nueva mirada de incredulidad al ver cómo me alejaba para cerrar mi maleta.
- ¿Ya te marchas? – Me preguntó.
- Sí, me voy a casa de mis padres este fin de semana y no quiero perder el tren. – Le expliqué.
Entonces la chica depositó la videoconsola sobre la mesa y se dirigió hacia mí con semblante más serio.
- Pensaba que habías venido porque querías hablar algo sobre mi Padre. – Repuso la chica con la mirada ensombrecida. - ¿Acaso me equivoco?
Agarré el asa de mi equipaje y miré a la chica, inhalando profundamente.
- En realidad... No me gustaría que nuestra relación girase alrededor de él. Sé que Sesshomaru nexo que nos une, pero... Aunque te cueste creerlo, también quiero conocerte por ti misma, no sólo por la relación tengo con él.
A la expresión de desconcierto de Towa le siguió una amplia y luminosa sonrisa.
- Ya veo. – Musitó ella. – Gracias, Kaori.
Una vez montada en el tren, me sentí ligeramente culpable. En realidad, sí que me había sentido tentada de preguntarle a Towa sobre el episodio de Kobayakawa, pero, por otro lado... También sentía necesitaba tiempo para pensar en ello a solas, sin que el juicio de nadie influyese en mi proceso de asimilar toda aquella información.
Se suponía que tenía que haberme sentido más tranquila tras que Sesshomaru me hubiese contado todo lo que había pasado la noche en la que Airin había perdido la vida, pero... Contrariamente a mis expectativas, me había vuelvo más cautelosa con él.
No se trataba de que tuviera miedo de que pudiera hacerme daño a mí, personalmente, pero... No podía dejar de pensar en lo que un demonio como él era capaz. Incluso si en la pelea con Ayumi él no la había atacado de forma directa, sabía que ninguna persona normal hubiera soportado todas aquellas perforaciones con el mismo estoicismo que él.
¿Estaba tan acostumbrado que ya ni siquiera le dolía? ¿Las cicatrices que cubrían su cuerpo eran las que le impedían sentir nada, acaso?
La imagen de sus garras atravesando un cuerpo humano con la misma facilidad con la que se había deshecho de los shikigamis me helaba la sangre, por mucho que tratarse de sacudirme aquella idea. Incluso si no lo había visto con mis propios ojos, sabía que lo había hecho, a pesar de que Sesshomaru había evitado describir sus asesinatos de forma explícita...
Él había reconocido que, en el fondo, había disfrutado torturar a Hitohide hasta la muerte, que de eso no se arrepentía. Y aunque entendía perfectamente sus motivos, yo...
No podía dejar de pensar en que estaba enamorada de un asesino. Y no había justificación posible que pudiera maquillar esa dolorosa verdad.
- ¡Kaori, mi niña! ¡No sabes las ganas que tenía de verte! – Exclamó mi madre, achuchándome apenas hube puesto un pie en el umbral de la puerta de mi casa.
- ¡M-mamá...! – La llamé, luchando por respirar. – D-déjame soltar el equipaje, al menos...
Ella me liberó de su abrazo, reticente, mientras sus ojos seguían brillando de pura felicidad.
- Hace tanto que no te pasas por casa que has crecido y todo. – Repuso, dándome un mínimo de espacio mientras me descalzaba.
- Anda ya, no seas exagerada. – Respondí con un suspiro. – Hace muchos años que dejé de crecer, mamá. – De hecho, era gracias a sus genes que había heredado una baja estatura.
Mientras hablábamos, del salón salió la figura de mi padre, quien se acercó con una sonrisa en los labios:
- ¿Ya ha terminado de atosigarte tu madre? – Bromeó. - ¿Hay espacio para mí también en esta reunión?
Mi padre siempre era así: templado, comprensivo y paciente. No exigía mucha atención para sí mismo, pero siempre demostraba que estaría allí en los momentos más complicados. Por el contrario, mi madre era una mujer efusiva, implicada y quizás algo sobreprotectora. Pero ambos me habían cubierto de amor y cariño desde niña, por lo que no tenía nada que reprocharles en ese aspecto.
Quizás lo que menos me gustaba de mi relación con mis padres era que, a veces, se preocupaban en exceso porque me seguían viendo como a una niña. Ese era, sin duda, otro de los factores que habían contribuido a espaciar mis visitas a casa. Además, tampoco me había atrevido a hablarles en detalle sobre mis relaciones personales porque sentía que se tomaban en serio las mismas cosas que yo valoraba. Con Ayumi, de hecho, como pensaron que se trataría de una fase sin importancia, de "cosas de chicas", nunca pusieron problemas en que nos viéramos, aunque tampoco sentí que comprendieran por lo que estaba pasando cuando ella y yo cortamos. En el fondo, era como si para ellos, siempre hubiéramos sido amigas, y no una pareja seria.
Casi como si no se creyesen que yo me hubiera enamorado de verdad de una chica.
Y cuando les hablaba de hombres que me habían podido interesar mínimamente, bueno... Se apresuraban a presionarme sobre elegir una buena pareja para sentar cabeza, aunque les había hecho saber que eso era lo último que yo quería. Pero daba igual cómo lo expresase, mi madre terminaba por desacreditarme diciendo que eso también se trataba de una fase, que ya recibiría la llamada del "instinto maternal" y de crear una familia. No podía evitar sentir ansiedad sólo de pensar en mi vida siguiendo aquel esquema tradicional con el que me no me sentía nada cómoda.
Ah... No podía decir que no me alegrase de volver a casa después de tantos meses, pero... Siempre terminaba exhausta mentalmente.
- Hola, papá. – Saludé, tratando de ocultar el nubarrón de pensamientos negativos que rondaba mi cabeza. – Me alegro mucho de veros bien a los dos.
Él me sonrió, acercándose para tomar mi maleta del asa.
- Deberías venir más a menudo, no sabes lo desesperada que estaba por verte tu madre, un poco más y se marcha a pie hasta Tokyo para verte.
- ¡Takeo! – Replicó su esposa, poniendo los brazos en jarras.
Él dejó escapar una alegre risa, restándole importancia.
- Vamos, Kaori, te ayudo a subir tu equipaje.
Puse mi mano velozmente sobre la de él, impidiéndole levantar la maleta.
- En realidad... Puedo hacerlo yo sola, gracias, papá. – Le imploré con la mirada.
Ambos me observaron preocupados, notando finalmente mi decaído estado de ánimo.
- Kaori, ¿pasa algo? – Preguntó mi madre, tratando de abrazarme, aunque la evité, dando un paso hacia atrás.
- Puedes contarnos lo que sea. – Me animó su marido.
Fruncí los labios. Sabía que no podía decirles nada de todo lo que estaba pasando, pero...Por un fugaz instante, deseé poder hacerlo. Pero no confiaba en su posible reacción, después de todas las experiencias previas que me gritaban que aquello era una idea terrible.
- Sólo estoy cansada del viaje. – Mentí, sintiendo mi garganta oprimida. – Me gustaría descansar a solas en mi cuarto un rato... Lo siento. – Añadí con la cabeza gacha.
Mi padre fue el primero en reaccionar, dejando despejado el camino hacia las escaleras que conducían a mi habitación en el piso de arriba.
- Si es lo que necesitas. – Me concedió con amabilidad.
- Te avisaré cuando esté lista la cena, cielo. – Le secundó mi madre, obligándose a sí misma a no insistir más. – Descansa.
- ... Gracias.
Aliviada por su comprensión, al menos de momento, porque estaba convencida de que sería interrogada cuando llegase el momento de cenar juntos, subí las escaleras sin ayuda, con mi equipaje en mano. Se sentía como si estuviese cargando mis pesadas emociones y preocupaciones dentro de aquellos bultos, por lo que me sentía más cómoda si nadie más que yo los tocaba. Como si tuviese miedo de que fuesen a desbordarse si alguien los manejaba sin cuidado.
Al cerrar la puerta de mi habitación tras de mí y encender la luz, me dejé caer con la espalda contra la superficie tras de mí. Fui cayendo lentamente hasta acabar sentada en el suelo, observando aquellos elementos familiares con incomodidad, como si yo misma fuese una extraña que no debiera estar allí.
Incluso si había estado en aquella habitación más veces desde que me mudé a Tokyo, aquel lugar no dejaba de recordarme a Ayumi, a todos los momentos que habíamos vivido allí juntas, y... A nuestra ruptura.
Me abracé las piernas, desconsolada. ¿Por qué parecía que todos mis sentimientos por ella, enterrados durante años, habían vuelto a mí tras habernos reconciliado formalmente en el karaoke? ¿Tenía sentido que sintiese mariposas por alguien que jamás podría caminar conmigo dada de la mano por la calle? ¿Acaso estaba dispuesta a volver a ser un secreto?
Además, yo estaba enamorada de Sesshomaru, ¿no era así? O... ¿Sólo era la voluntad de Rin en mi interior la que me hacía creer que me sentía de aquel modo? ¿Era por eso que podía ignorar con facilidad que aquel hombre no era un ser humano? ¿Que había matado y torturado con aquellas mismas manos que me atesoraban?
¿Podían gustarme dos personas a la vez siquiera?
Suspiré, sintiendo cómo un poderoso dolor de cabeza se instalaba dentro de mi cráneo. Aunque tenía pocos días para pasar fuera de Tokyo, necesitaba ese preciado tiempo para mí misma y poner en orden mis sentimientos.
Aquella era la razón real por la cual había tomado la decisión aquel fin de semana a casa de mis padres.
Notas: Soy más que consciente de que el verdadero protagonista de esta historia es Sesshomaru, pero dado que Kaori es el personaje a través del cual conocemos su historia la mayor parte del tiempo, estoy satisfecha de haber podido profundizar más en su vida y personalidad.
Como dato curioso, también quería comentar que, inicialmente, la canción que Ayumi iba a cantar en el karaoke iba a ser "Every Heart" de BoA, pero luego recordé la letra de "Dearest", y pensé le quedaba mucho mejor. Reconozco que es pura coincidencia que se llame igual que la artista original, Ayumi Hanamasaki. Ambos endings de la serie de Inuyasha me parecen una obra de arte, así que fue una decisión difícil para mí, no os voy a engañar.
La verdad es que considero que leer este capítulo se siente tan confuso y distante de Sesshomaru como la propia Kaori en esos momentos, pero se ha sentido refrescante poder ahondar en otros aspectos y personajes, como Towa. Amo a esa chica, debería hacerla aparecer mucho más en mi historia.
Espero que no os moleste demasiado este capítulo de "paréntesis", pero creo que es bueno dejar la información repose antes de poder seguir con la historia. Jamás pensé que se alargaría tanto este fanfic, si os soy sincera. Me queda tanto por contar aún que me preocupa que se os haga pesado, pero si consigo expresar correctamente todo lo que tengo en la cabeza, prometo que merece la pena, así que me esforzaré porque la narración siga resultando interesante.
Gracias por seguir aquí, y nos leemos en dos semanas, cuidaos mucho.
