Notas: ¡Sorpresa! ¡Y feliz Navidad por adelantado! Me habría gustado subir esta actualización el mismo día 25, pero he decidido hacerlo antes de forma improvisada. Lo cierto es que estas fechas son complicadas para mí por temas familiares, así he espero animarme un poco leyéndoos estos días mientras estoy fuera.
Para quien también tenga unas Navidades complicadas, quiero que sepas que tienes todo mi apoyo y compañía.
Durante mi breve estancia en casa, convencí a mis padres de que todas mis preocupaciones giraban en torno al aspecto laboral, lo cual no era del todo mentira. Si bien me sentía muy a gusto trabajando en la floristería con la señora Takahashi, sabía que no era allí donde quería quedarme para siempre.
De hecho, la propuesta que me había hecho mi jefa respecto a presentarle mis ideas a Mai aún rondaba mi mente, por lo que dibujé varios bocetos, diversificando al máximo los estilos. Me arrepentía de no haberle preguntado a la anciana por el nombre de la marca, para investigar sobre el tipo de prendas que vendían, aunque recordando cómo Mai siempre vestía kimonos, estaba bastante segura de que debía tratarse de un estilo mucho más elegante y tradicional del que estaba acostumbrada. Me sentía mucho más en mi elemento con prendas juveniles y desenfadadas, pero no me venía nada mal un reto profesional en mi campo para evitar pensar.
Cuanto más tiempo pasaba encerrada entre aquellas cuatro pareces, en realidad, más acuerdos de Ayumi invadían mi mente, lo cual me hacía pensar que gran parte de lo que sentía nacía de aquella idealizada y distante relación. Aquel primer amor frustrado. Pero yo no había tenido la oportunidad de interactuar tanto con la mujer en la que se había convertido, por lo que no podía estar segura de si estaba volviéndome a enamorar de ella, o si simplemente no había logrado superar el fantasma de nuestro noviazgo pasado. Quizás debía esperar algo más de tiempo para ver qué dirección tomaban aquellos sentimientos antes de estar segura…
Sin embargo, con aquel tema gestionado hasta donde me daba la cabeza, dadas las circunstancias, no me quedaba más remedio que volver a enfrentarme a los mágicos ojos dorados que no abandonaban mi mente ni por un instante. Aquellos que se habían teñido del color de la sangre y se habían transformado en los de una bestia.
En ocasiones, me reprochaba el no haber cerrado los ojos cuando Sesshomaru me lo había pedido. Incluso si había logrado aguantar el tipo mejor de lo que jamás hubiera imaginado, por alguna razón en la que prefería no indagar… Haber sido testigo de su verdadera naturaleza hacía imposible que me sacase de la cabeza la terrorífica imagen del demonio cubierto de sangre.
Quizás no tenía sentido alguno darle vueltas a algo que había ocurrido siglos atrás, dado que el pasado no podía cambiarse de ninguna manera, pero no lograba salir de aquel bucle de miedo y desconfianza. Y lo que peor me hacía sentir era la certeza de que Sesshomaru debía de ser más que consciente del efecto que su relato había provocado en mí.
Después de todo, no había querido volver a encontrarme con él en persona desde que me había contado sobre la masacre de Kobayakawa. Y me había quedado completamente sin palabras, al contrario que otras veces, en la que le había interrogado hasta la saciedad. Él no había podido ser testigo de la expresión de mi rostro en aquel momento, dado que se lo había ocultado deliberadamente mientras miraba fijamente hacia la pared en dirección opuesta, pero debía de haberme quedado pálida como el mármol en el preciso instante en el que había sentido mi pulso caer en picado.
Había mantenido cierto contacto con Sesshomaru vía telemática, y me había esforzado por comportarme con normalidad en todo momento, pero…
¿Acaso tenía valor suficiente para volver a enfrentarme a esos inquietantes ojos?
No pude evitar seguir dándole vueltas al asunto en el tren de vuelta a Tokyo. Al ponerme a contar los días, me había percatado de que habían pasado ya dos semanas desde la última vez que había visto a Sesshomaru en persona. Y se habían sentido como una eternidad, a la vez que habían pasado tan rápido que no había tenido tiempo de procesar nada de lo que había ocurrido.
Suspiré, estremeciéndome al escuchar la voz a través de los altavoces que anunciaban que habíamos llegado a destino.
Mientras salía de la estación, pensé…
¿Y si me rendía? ¿Y si me olvidaba de todo?
Sabía que él respetaría mi decisión. ¿Cómo podía haber estado tan ciega? Claro, si él lo había sugerido en tantas ocasiones, tenía todo el sentido del mundo…
Sesshomaru sabía mejor que nadie el peso tan asfixiante que suponía entrar en su mundo. Apenas había sido testigo de una ínfima parte, pero… Me asustaba la posibilidad de terminar tan destrozada como él si le seguía conociendo.
Sujeté el teléfono móvil con fuerza entre mis dedos, reticente a aceptar aquella idea como solución. ¿Sería demasiado cruel proponerle que siguiéramos viéndonos mientras fingíamos que nada de aquello había ocurrido?
¿Era una persona terrible por querer ignorar los hechos que tanto había insistido en conocer? ¿Me estaba acaso convirtiendo en una hipócrita?
Suspiré, deteniendo un taxi desde la acera. No podía zanjar aquello con un frío mensaje o una llamada telefónica. Incluso si aún me provocaba un fuerte reparo…
Tenía que ir a verle para comprobar cómo me sentía y poder tomar una decisión de la que no fuera a arrepentirme.
Me detuve frente a la entrada de su apartamento, con el puño alzado. Mientras me debatía entre llamar o dar media vuelta, el demonio acudió a mi encuentro, abriendo la puerta sin que yo hubiera llegado a golpearla con los nudillos. Sus ojos me analizaban de forma casi acusatoria mientras seguía plantada frente a él, incapaz de reaccionar.
Para mi sorpresa, Sesshomaru vestía pantalones deportivos y una camiseta ceñida de tirantes, siendo la primera vez que le veía con ropa que no fuese elegante. Además, llevaba su hermosa cabellera recogida en una coleta alta, la cual me dejó sin aliento al enfatizar sus mágicas facciones.
- Kaori… ¿Qué haces aquí? – El demonio lanzó una mirada de soslayo a la maleta que cargaba tras de mí, sin ocultar su desconcierto por mi inesperada visita.
Gran parte de la angustia que había estado sintiendo pareció desaparecer al encontrarme cara a cara con él, pero aun así… Ya que me había presentado en su casa sin previo aviso, creí que lo justo era darle una explicación.
- Necesitaba… hablar contigo. – Murmuré, sobrecogida por su presencia.
El demonio parpadeó, estudiando mi expresión en silencio. Tragué saliva, nerviosa por su interrogatorio sin palabras, hasta que finalmente se hizo a un lado para dejarme pasar.
- Espérame aquí un segundo, voy a cambiarme de ropa. – Me informó con su voz monótona, impidiéndome leer en absoluto las posibles teorías que debían rondar su cabeza tras su exhaustivo análisis de mi persona.
- N-no hace falta…
Le tomé del brazo, impidiéndole adentrarse en el interior del pasillo. El demonio entrecerró los ojos, mostrando cada vez más sospechas por mi extraño comportamiento. Después de semanas de haberle evitado, resultaba comprensible que le chocase mi irrupción en su casa de aquel modo, pero…
Temía que, si no lo perdía de vista por un solo instante, las terroríficas imágenes cubiertas de sangre regresaran a mi mente. Incluso si sonaba estúpido.
- Estaba en mitad de mi calentamiento cuando has llamado. – Me explicó con absoluta calma. – Me gustaría poder retirarme el sudor y cambiarme si deseas hablar de algo largo y tendido.
La aparente tranquilidad de su postura y voz me inquietó aún más, poniéndome los vellos de punta. Sin embargo, supe que tenía sentido insistir ante una petición tan razonable.
- Vale… - Accedí finalmente, con la cabeza gacha.
Sesshomaru retiró mis dedos de su brazo con delicadeza, liberándose de mi desesperado agarre.
- No hace falta que esperes de pie aquí en la entrada. Pasa al salón y siéntate. – Me ofreció con amabilidad.
Asentí, asustada por quedarme de nuevo a solas con mis pensamientos. Incapaz de mantener el trasero pegado al mullido asiento del sofá, deambulé por la sala en círculos con pasos cortos y deliberadamente ralentizados. Cada segundo se sentía como una eternidad, pesando sobre mi conciencia y haciéndome replantearme mi decisión.
¿Qué era lo que quería transmitirle a Sesshomaru en realidad? Después de haberle visto desaparecer por el pasillo, había sentido cómo mi estómago daba un vuelco. Aquella sensación me confirmaba que no estaba preparada para dejarlo ir, pero… Tampoco se sentía bien pedirle que actuásemos como si no supiera nada sobre él, cuando, en el fondo, yo no quería olvidar.
Sólo quería que dejase de pesarme tanto, de crearme imágenes mentales de pesadilla…
Mientras cavilaba, mis ojos se posaron en la espada que decoraba la pared de su salón. Recordaba cómo el demonio la había empleado para abrir el portar que mandó a Kagome al pasado. Di un paso hacia el arma, escrutando su elegante forma.
Sin pensar demasiado en lo que hacía, alargué los brazos para sujetarla y traerla hasta mi pecho. Para mi sorpresa, era mucho más pesada de lo que aparentaba. Podía sostenerla a duras penas con ambos brazos, por lo que no me imaginaba cómo él podía haberla manejado con la gracilidad y precisión de la que había sido testigo.
Con los dedos temblando, me atreví a retirar la funda parcialmente para observar la afilada hoja. Al hacerlo, por mi mente cruzó el sombrío pensamiento de cuántas vidas se habría cobrado con aquel objeto que guardaba como oro en paño…
- Kaori. – La voz de Sesshomaru me hizo dar un respingo, gracias al cual casi dejo caer la preciada espada al suelo.
- L-Lo siento… - Me disculpé rápidamente, devolviendo la katana a su lugar. – No debería haberla tocado sin tu permiso.
El demonio negó con la cabeza. Con gesto relajado, apoyó la mano sobre su cadera, enfundada ahora con unos vaqueros oscuros. Su camiseta de tirantes había sido reemplazada por una de sus características camisas de vestir grises, aunque había dejado su recogido de cabello intacto.
- No me preocupa, esa espada no podría herirte, ni aunque lo intentases a conciencia.
Lancé una mirada de soslayo a la espada que volvía a decorar la pared.
- Me ha parecido que estaba muy afilada. – Repliqué, confusa.
- Tenseiga es una espada que no puede cortar los seres vivos. – Me explicó, caminando lentamente hasta posicionarse a mi lado. – De modo que no puede infringir daño alguno. – El demonio se cruzó de brazos antes de lanzarme una mirada acusatoria. – Aunque asumo que no has venido hasta aquí directamente de la estación para hablar de esto, ¿verdad?
Di una amplia bocanada de aire, entrelazando los dedos con nerviosismo.
- No… - Reconocí. – Claro que no.
Algo en la calma de sus ojos me hacía sentir intimidada. Era como si hubiera vuelto a ponerse su coraza, temeroso de que me hubiera presentado allí para hacerle daño, pero…
Por supuesto que eso era lo último que deseaba.
- Entonces ve directa al grano, humana.
Aquella denominación atravesó mi pecho como una bala. Definitivamente, su inexpresivo semblante era el muro que había levantado entre nosotros para evitar ser herido. Y el no usar mi nombre se había convertido en otro escudo adicional que le permitía poner distancia entre nosotros.
No podía decir que no comprendiese sus precauciones, pero… Aquello había dolido.
- No me llames así, por favor. – Le pedí, conteniendo las lágrimas. – Di mi nombre, por favor…
Incluso si aquella petición sonaba infantil, o si estaba completamente fuera de lugar… Necesitaba desesperadamente una confirmación de que no me había echado de su corazón durante aquellos días de separación.
En caso de que lo hubiera hecho, y él ya hubiese tomado aquella decisión de forma unilateral... ¿Nada de lo que yo dijese tendría sentido siquiera?
Sesshomaru hundió los hombros, metiéndose las manos en los bolsillos, ahora con visible incomodidad.
- Kaori. – Cuando sus labios pronunciaron mi nombre, sentí mi corazón latir fuertemente, permitiéndome respirar con libertad de nuevo. – Dime lo que sea, cúrame de esta incertidumbre. – En esta ocasión, fue su turno de implorar.
Y fue entonces cuando supe que lo que el demonio había estado tratando de ocultar había sido pura desesperación y terror. De ver su destino repetirse, de ser rechazado por infinita vez.
No, por supuesto que no… Yo no iba a hacerle eso. ¿Cómo podía esa descabellada posibilidad haber cruzado siquiera por mi mente?
Cuando le había visto abrirme la puerta, de alguna manera, había sentido que pertenecía a aquel lugar. Junto a él. Y ya no me importaba si ese sentimiento era mío o de alguien más.
Le quería. Estaba demasiado enamorada de ese demonio como para tratar de negármelo a mí misma a aquellas alturas.
- Verás, yo… - Inspiré profundamente antes de continuar. – He estado pensando mucho, quizás más de la cuenta, estos días… - La ansiedad en mi estómago se incrementó con aquel ambiguo preámbulo, preocupada por lo que pudiera estar cruzando por su mente. – Quiero decir… Estoy enamorada de ti, Sesshomaru. Y sé que no importa lo que me digas o hagas, seguiré estándolo, pero… - En aquel punto, no pude evitar que las lágrimas comenzasen a rebosar por mis mejillas. – No he podido dejar de pensar en cosas horribles, imágenes aterradoras cubiertas de sangre… Y sé que no es justo, porque tú nunca, jamás, ni siquiera cuando te convertiste en ese can gigante, has mostrado ningún signo de hostilidad hacía mí. – Me obligué a mirar directamente a sus orbes dorados, los cuales volvían a mostrarse impasibles. – Pero no he podido dejar de pensar en cómo tus ojos cambiaban de color al transformarte en una bestia, en cómo debe haber sido acabar con vidas humanas con tus propias garras... – En un gesto de valentía del que no me habría sentido capaz si lo hubiera pensado racionalmente, saqué las manos de sus bolsillos para tomarlas entre las mías. – Y aun así… Lo que más deseo no es huir, sino… Aprender una forma de detener esos horribles pensamientos, porque deseo con todas mis fuerzas seguir conociéndote y queriéndote cada día un poco más…
Mi balbuceo fue acallado por su gentil tacto, cuando sus dedos escaparon de los míos para acunar mis mejillas. Sus pulgares trazaron lentos círculos, secando mis lágrimas mientras me observaba con sus hipnóticos ojos dorados.
- Odio… Que estas lágrimas sean culpa mía, Kaori. – Admitió él, derrotado. – Quizás… Es por temor a esta cara que me estás mostrando que nunca antes me había atrevido a hablar de mi pasado a nadie. – El roce de sus yemas contra mi rostro lanzó una descarga eléctrica a lo largo de todas mis terminaciones nerviosas que me hizo estremecer. – Lo siento mucho, pero no se me ocurre ninguna manera para que puedas olvidar todo esto, o borrar esas grotescas imágenes de tu mente. Si estuviera en mi mano, si pudiera hacer algo al respecto, yo…
El demonio dejó la frase en el aire, incapaz de completarla. Podía ver el más puro arrepentimiento en su mirada, que esquivaba la mía, hecho trizas.
- No puedes. – Respondí, en un susurro. – Al igual que nada puede borrar lo que has hecho, tampoco yo puedo olvidarme de lo que ahora sé…
Sesshomaru cerró los ojos, dando un paso atrás con pesar. Dándome espacio para pensar y ordenar mis sentimientos.
- Entonces… ¿Qué es lo que quieres hacer, Kaori?
Fruncí los labios, dubitativa.
- ¿Qué es lo que tú deseas, Sesshomaru? – Le pregunté, curiosa.
Desde que había llegado, él no había hecho más que escucharme a mí, pero… Estaba segura de que él también debía de tener muchos pensamientos al respecto.
El demonio no tardó en contestar, clavando sus ojos en mí:
- No quiero perderte. Ni que tengas miedo de mí. – Añadió, tras unos segundos de reflexión, hundiendo los hombros mientras escondía sus manos de nuevo en los bolsillos de su pantalón.
Dejé escapar una gran bocanada de aire. Incluso cuando nuestros anhelos se encontraban perfectamente alineados, no era fácil dejar atrás aquel episodio, como si no hubiese ocurrido.
No tenía ni idea de cómo seguir adelante.
Pero tenía que hacer algo, cualquier cosa, antes de que aquella persona se me escapase de entre los dedos.
- Eso… Creo que tomará algo de tiempo, pero… Como ya he dicho, yo tampoco quiero dejar verte ni de estar a tu lado. – Me acerqué a él lentamente, arrinconándolo contra la pared a sus espaldas. – Por eso… Me gustaría poder crear nuevos recuerdos más agradables que me ayuden a no pensar tanto en ello.
Eso era. Nada de lo que había sucedido podía significar el final. Todo el mundo puede cometer errores. Me convencí a mí misma de que si podíamos tapar las memorias que me provocaban todos esos sentimientos negativos, podríamos seguir como si nada tras aquella conversación. Podría fingir que aquel can demoníaco y sus garras cubiertas de sangre no existían mientras me perdía en la intimidad con el hombre del que estaba enamorada.
Tentada por aquella pasional idea, alcé mis temblorosas manos. Justo cuando iba a posarlas sobre su torso, sin embargo, Sesshomaru me sujetó por las muñecas con gesto severo.
- No creo que esa sea la forma más racional de gestionar nada de esto, Kaori. – Me reprendió con la mirada afligida. – Es más, no estarías más que huyendo de este asunto mediante el placer. Y no quiero volver a cometer el mismo error, esta no es la manera adecuada…
No pude evitar quedarme mirándole unos instantes con los ojos muy abiertos, como una boba. Ni siquiera yo misma había sido plenamente consciente de lo que implicaba lo que había sugerido.
Se me partió el alma al darme cuenta de que había estado a punto de hacer lo mismo que Airin: obligarle a enterrar sus sentimientos mientras yo utilizaba su cuerpo para distraerme de mi propio dolor. Aquel doloroso pensamiento me hizo salir rápidamente de mi delirio, devolviéndome a la realidad de un guantazo.
¿Acaso me estaba convirtiendo en una persona retorcida sin darme cuenta?
- Tienes razón. – Le concedí, retirando rápidamente mis manos de su pecho mientras retrocedía casi como impulsada por un resorte. – Lo siento mucho, no sé ni cómo se me ha ocurrido algo así…
El demonio me mostró una comprensiva sonrisa, aliviado al verme recapacitar.
- Es completamente normal. – Me respondió. – Cuando tenemos miedo, tenemos a comportarnos de forma irracional.
A pesar de sus comprensivas palabras, no podía evitar sentirme terriblemente culpable. Y como una mala persona. No entendía cómo había podido sugerir siquiera algo tan irresponsable como utilizar el sexo como vía de escape, incluso si no se me había ocurrido ninguna otra solución.
- No… en serio, me siento… Sumamente avergonzada por mi comportamiento.
Agaché el rostro, incapaz de enfrentarme a su mirada. Apreté los puños contra mi regazo hasta que comenzaron a doler, las uñas hundiéndome en mi piel, sintiéndome algo mejor al castigarme a mí misma de aquel modo. Sin embargo, la tensión de mi cuerpo se deshizo al instante cuando el demonio alzó mi mentón con un dedo, obligándome a perderme una vez más en aquellos sabios pozos dorados.
- Puedes tener todo lo que quieras de mí y más, Kaori. – Dijo en un grave susurro. - Pero no creo que esta sea la manera ni el momento apropiado. – Entonces se inclinó peligrosamente, su aliento acariciando mi piel. – Vamos a hablar las cosas primero, con calma.
En ese momento, el demonio se acercó brevemente para depositar un casto beso sobre mi frente. Cerré los ojos con fuerza, estremeciéndome ante aquel inesperado roce. Mi corazón comenzó a latir en mi pecho con fuera, enloquecido.
Aquel breve contacto parecía haber sido más que suficiente para calmar mis caóticos pensamientos. Con su cercanía, parecía que la bruma que me impedía ver más allá de aquella conversación se despejaba, borrando aquella sensación límite de estar a punto de perderlo todo. Todas mis preocupaciones parecían más insignificantes mientras me perdía en su calidez.
- Ahora... – Susurró, derramando su cálido aliento sobre mi piel. – Dime, Kaori… ¿Qué es lo que sigue rondando por esa mente tuya? ¿Hay algo que pueda hacer por ti para aliviar esa carga?
Sintiendo cómo mis piernas comenzaban a fallarme, le pedí, aferrándome a su camisa:
- Primero… ¿podemos sentarnos? – El demonio asintió, conduciéndome hasta el sofá, donde ambos tomamos asiento, aunque el reposo no calmó el tembleque de mi debilitado cuerpo. – Yo… En realidad, creo que ya te lo he dicho todo antes. – Balbuceé, con el corazón en la garganta. – No puedo evitar sentir algo de miedo, aunque sea residual, después de todo lo que he visto y escuchado, pero sé que no quiero poner fin a nuestra relación. Sobre todo, después de haberte visto de nuevo… Lo tengo más que claro.
El profesor Taisho asintió, solemne.
- ¿Es por eso que has venido a verme directamente desde la estación? – Preguntó, con genuina curiosidad. - ¿Para confirmar tus sentimientos?
Asentí, presionando mis palmas contras las rodillas.
- Sí. – Murmuré. – Siento mucho si te ha hecho sentir inseguro que me haya distanciado de ti estas semanas, después de todo lo que me contaste, necesitaba… Pensar. – Me rodeé a mí misma con mis brazos, tratando de controlar el temblor de mi cuerpo. - Aunque después de tanto darle vueltas a todo, comencé a dudar incluso de mis propios sentimientos, cada vez estaba más hecha un lío… Y por eso estoy aquí. – El demonio volvió a asentir, pero sin llegar a responder, como si estuviese dándome espacio para añadir lo que necesitase. – Necesitaba confirmar cómo me sentía al verte, y qué era lo que necesitaba hacer en realidad.
Tras unos interminables segundos de espera, los felinos orbes dorados de Sesshomaru se posaron directamente en mí.
- Comprendo, y respeto todo el tiempo y espacio que necesites. – Sus palabras de reafirmación terminaban con los nervios asentados en mi estómago poco a poco, la misma sensación de calma que me daba beber una taza de leche caliente tras haberme despertado de una pesadilla cuando era niña. - ¿Hay algo más que quieras decirme, Kaori? – Me preguntó él, para estar seguro de que había terminado.
Su rasposa voz hizo que mi cuerpo entero se estremeciese. Yo misma sabía que sí, había algo más que le había estado ocultando deliberadamente, porque me sentía confusa y culpable al respecto. Pero la delicadeza con la que había pronunciado mi nombre, casi como una especie de conjuro, me hizo confesar sin darle muchas más vueltas:
- Creo que es posible que aún albergue sentimientos por Ayumi. – Confesé, en un hilo de voz. – Aunque… No estoy segura de si se trata simplemente de la reminiscencia de los sentimientos de nuestra relación pasada o si se trata de algo más, es todo muy confuso – Me apresuré a añadir.
En aquel momento, la tensión que había estado acumulando el cuerpo de Sesshomaru comenzó a desvanecerse. En un relajado gesto, el demonio se echó hacia atrás, apoyando la espalda contra la mullida superficie.
- Entiendo, así que era eso… - Musitó casi para sí mismo, aliviado, como si se hubiera estado imaginando algo mucho peor.
- ¿No te… molesta?
El demonio me lanzó una mirada de soslayo.
- Uno no puede controlar los sentimientos que tiene, claro que no me molesta. – Respondió de forma apacible. – En realidad, lo que más me preocupaba era que, cuando te reuniste para hablar con Ayumi… Aprovechándose de ese evidente afecto que sientes por ella, hubiese intentado hacerte elegir entre ella y yo, o que te hubiera persuadido de lo que lo mejor para ti sería eliminarme de tu vida. Aunque en el fondo, incluso cuando yo mismo en ocasiones opine igual… Me alivia que no sea el caso.
Parpadeé varias veces, analizando al demonio recostado a mi lado. A pesar de lo hermético que había sido siempre, en aquel preciso momento… Tanto sus palabras como su postura mostraban completa vulnerabilidad. Incluso cuando había reconocido tener miedo o sentirse culpable por mi malestar, él… No se estaba alejando de mí o cruzándose de brazos para protegerse de mi alcance esta vez.
¿Eso quería decir que hablar sobre cómo se sentía más abiertamente le estaba ayudando a curar y cerrar sus heridas? Finalmente, parecía haber aprendido que huir o evitar conversaciones complicadas como aquella no hacían más agravar y prolongar el problema.
No pude evitar pensar en que, quizás, hablar con su hija le debía de haber servido, después de todo. Se estaba esforzando por abordar la situación de forma clara y sincera, sin forzarme a hablar hasta que no yo había acudido voluntariamente para tratar el tema, sintiéndome completamente preparada para ello. Era como si hubiera estado esperando aquella oportunidad, y ahora no fuera a permitir que nada le impidiese hacer las cosas bien.
- Ayumi jamás haría algo así… Al igual que tú, respeta cualquiera que sea mi decisión. - Le aseguré, acurrucándome a su lado mientras apoyaba la cabeza en el respaldo, mi cuerpo debilitado tras haber soportado tanta tensión. – Y, por otro lado… ¿De veras te quedarías conmigo si creyeras que sólo me haces mal? ¿Serías capaz de actuar de forma tan egoísta?
Sesshomaru se giró sobre su costado para mirarme. El dorado de sus irises se veía apagado, como una vela a punto de consumirse.
- Si pudiera hacer algo así, sospecho no me habría visto arrastrado hasta este punto. – Sus dedos, ahora transformados en afiladas garras, se posaron sobre mi pómulo con suavidad. - Supongo que… Esa fotografía que guardo del día de San Valentín a tu lado me recuerda que, a veces, yo también puedo hacerte sonreír. Y no puedo dejar de aferrarme a esa evidencia como un clavo ardiendo.
Sentí mi rostro acalorarse, sonrojada por aquel tierno detalle. No se me había pasado por la cabeza que él hubiera estado guardando esa imagen con el mismo cariño que yo. ¿La habría observado también pensando en mí cuando mientras habíamos estado separados?
Porque yo lo había hecho durante horas, cuando había temido verme obligada a cortar el contacto con él para siempre.
- P-pensaba que no le habías dado más importancia a esa foto… - Murmuré, con emoción contenida.
- Ahora mismo, se trata de mi posesión más preciada, Kaori. – Respondió él con seguridad, su brazo rodeando mi cintura para atraerme hacia él. – Es la única evidencia tangible que me permite convencerme de que puedo hacer algo más por ti que no sea causarte dolor. – El profesor Taisho contuvo la respiración un instante, antes de añadir. - No sabes cuánto, cuánto detesto… Ser el causante de tu sufrimiento.
Enternecida por sus palabras, me aferré a él mientras le mirada directamente a los ojos. Una tímida sonrisa se dibujó en mi rostro al observar sus bellos sentimientos reflejados en ellos, con una pureza e intensidad de la que no había sido testigo jamás. Con el corazón sobrecogido, me acerqué para besar sus labios, los cuales habían estado tan cerca y a la vez tan lejos de mi durante aquella conversación. Sesshomaru correspondió mi gesto, despacio, con cuidado y de la manera más casta posible. Para cuando nuestras bocas se separaron, la media luna y las marcas de color púrpura adornaban su rostro.
- Los dos aún tenemos mucho en lo que trabajar, por lo que veo. – Comenté con una tímida sonrisa.
Entonces, para mi sorpresa, el demonio me estrechó entre sus brazos, atesorándome contra su pecho, como si no pudiera soportar la idea de separarse de mí.
Casi como hubiera temido no poder volver a hacerlo.
- Sí… - Coincidió conmigo, con su grave voz susurrando junto a mi oído. – Por ahora… ¿Puedo simplemente permanecer un rato más así, contigo?
Cerré los ojos, arropada por su agradable calor.
- Claro. – Respondí, alargando mis brazos hasta entrelazar mis dedos sobre su ancha espalda. – Sesshomaru… - Le llamé, en un murmullo.
Él no respondió, aunque no me cabía duda de que debía de haberme escuchado. Podía sentir el ligero temblor de su cuerpo contra el mío, casi como el de un niño que acababa de despertar de una pesadilla y se abrazaba desconsolado a su persona de seguridad. Y se trataba de ese mismo hombre que había cometido tantas atrocidades en el pasado…
Aunque hubiera sucedido hacía mucho tiempo, la herida no había tenido ocasión de sanarse, puesto que… Sesshomaru había tenido acabar con la vida de alguien hacía no hacía mucho, y, para más inri, se había tratado de su propio hermano. Era más que comprensible cada uno de sus pecados le provocasen tanto dolor, tanto por mi posible rechazo…
Como porque el mismo se considerada un monstruo en aquel punto.
Pero si el demonio no podía perdonarse a sí mismo por sus crímenes, tampoco serviría de nada que lo hiciese yo, ni nadie. La única persona que podía salvarle de aquel infierno era él mismo.
- Por fin… Tengo una respuesta. – Le anuncié, acariciando sus omóplatos por encima de la ropa, cuidadosamente. - ¿Puedes prometerme una cosa, Sesshomaru?
El profesor Taisho asintió, tocando mi hombro con su barbilla, sin hacer amago alguno de abandonar aquel abrazo.
- Lo que quieras. – Susurró en tono casi suplicante.
- Nunca… No vuelvas a matar a nadie. – Dije, estrechando un poco mis brazos a su alrededor, reforzándole que no iba a irme jamás a ningún sitio lejos de él. – No solo por mí, sino porque… Creo que a quien le pesa más todo el horror de esos actos es a ti mismo. Así que, bajo ningún concepto, sea cual sea el motivo… No te manches más las manos de sangre.
Sesshomaru exhaló un largo suspiro, dejando de temblar, poco a poco. Parecía perdido en sus propios pensamientos y cavilaciones mientras meditaba en silencio, hasta que comenzó a liberarme de su abrazo lentamente. Sus grandes manos se posaron entonces sobre mis hombros, y su mirada que refulgía nuevamente se encontró con la mía.
- Te lo prometo. – Respondió en un grave murmullo, ofreciéndome su dedo meñique para cerrar aquel pacto.
Aquel gesto, más propio de un niño que de un adulto, me dejó perpleja por unos instantes, pero no por ello dejé de corresponderlo. Sentí el calor de sus manos cuando nuestros meñiques se entrelazaron, provocándome un agradable cosquilleo en la piel.
Ambos nos habíamos enfrentado a nuestros temores durante aquella conversación, pero por suerte…
Habíamos conseguido evitar la tragedia de estropear en una noche todo lo que habíamos construido durante meses.
Solté el lápiz mientras evaluaba mis últimos diseños. Se trataba de un conjunto de kimonos, uno de corte más masculino a la izquierdo, y otro femenino a la derecha. Ambos combinaban los colores blanco y naranja, inspirados en las carpas koi y los festivales de verano. A pesar de ser prendas tradicionales, había incorporados algunos elementos más modernos, aunque no estaba segura de si serían del gusto de alguien tan refinada como Mai…
Casi como si la hubiese invocado con mi pensamiento, la hija de la dueña del negocio apareció por la puerta en ese mismo momento. Tal y como haría un criminal atrapado en mitad de su fechoría, me apresuré para cubrir mis dibujos con facturas y otros documentos que había sobre el mostrador, ocultando la prueba del delito.
- ¡B-buenas tardes! – La saludé alegremente, tratando de ocultar mi sorpresa.
- Hola, Kaori, me alegra mucho verte por aquí. – Me saludó la mujer, inclinando su cabeza amablemente. - ¿Y mi madre? ¿Ha salido?
- En realidad, la señora Takahashi acababa de regresar de hablar con unos proveedores, así que creo que está en la trastienda... Si me das un segundo, voy a buscarla. – Me ofrecí con una servicial sonrisa.
- Puedo ir yo, si quieres, no quiero molestarte. Te veías muy concentrada en eso que estabas haciendo. – Añadió con una astuta expresión la mujer.
Entonces fue cuando no pude evitar sonrojarme, dolorosamente consciente de que había sido descubierta. Me sentía como una niña pillada con las manos en la masa al haberse acabado la jarra de galletas de una sola sentada.
- N-no es nada…
La mujer me dedicó una risilla cómplice.
- En realidad, mi madre me hizo llegar tu currículum, por lo que he investigado un poco sobre ti hasta encontrar los diseños que hiciste para la campaña de primavera de Blue Dragon. - Sentí cómo mi respiración se detenía con aquella mención a mis trabajos previos. – Tengo que decir que me resultaron llamativos entre el resto de piezas, cuando menos. – Los labios de Mai se curvaron en una astuta sonrisa. – Me gustaría ver algo más tradicional ideado por ti.
Tragué saliva, nerviosa. Incluso en aquel ambiente informal, sentía que estaba siendo puesta a prueba, como si de una entrevista de trabajo se tratase. Insegura, rescaté los bocetos que había estado perfilando desde aquella mañana y se los entregué con los dedos temblorosos.
- En realidad, no estaba muy segura del estilo de la marca para la que trabajas, dado que la señora Takahashi no me indicó el nombre y no pude hacer mis averiguaciones, por lo que… Simplemente he tomado un yukata como base y lo he modificado con estampados y colores más juveniles, inspirada en los festivales de verano que se celebrarán pronto, pero… Puedo amoldarme, con algunas directrices.
La mujer asintió, satisfecha.
- Es verdad que no solemos manejar prendas con colores tan vivos y estampados modernos, pero… Podría considerarlo. ¿Te importa que me lo lleve, sin compromiso?
Arrugué la nariz por un instante. Sentía que aquella mujer me estaba pidiendo que le regalase mi trabajo. Incluso si lo había creado por aburrimiento en mis ratos libres, no quería restarle valor a mis ideas. A pesar de que no me sintiera del todo orgullosa de un boceto sin acabar, seguía siendo el fruto de mis arduos años de estudio y formación.
Aunque, pensándolo en frío, aquella podía ser una buena oportunidad para regresar a mi campo ideal de trabajo, si les gustaba… ¿Realmente podía permitirme que decir que no?
- P-por supuesto que sí. – Asentí finalmente, aunque no muy convencida. – Aunque… Si los vais a usar finalmente, incluso con modificaciones, agradecería mucho que contarais conmigo finalmente para la producción de esos diseños. No me importa si es algo puntual, sé que es razonable pedir un contrato por algo tan pequeño…
La expresión de Mai permaneció imperturbable, escuchando mis balbuceos hasta que me había quedado sin resuello. Si no iba a ser capaz de terminar lo que quería decir, quizás hubiera sido mejor haber puesto ningún reparo, ¿no?
En ese instante temí haber metido la pata irremediablemente.
- Es completamente lícito que quieras que se te pague por tu trabajo, Kaori. Pero entiendo tu preocupación, por desgracia, no es poco común el robo de diseños sin dar crédito. – La mujer dobló cuidadosamente el papel que yo misma le había ofrecido para guardarlo en su bolso. – Pero te aseguro que no es propio de una marca como Nadeshiko utilizar el trabajo de otros sin remuneración, así que te contactaré en caso de que nos resulte de interés. Te lo digo por si así te quedas más tranquila.
Mi mandíbula se calló al suelo al escuchar aquel aclamado nombre. Se trataba de una de las marcas más glamurosas de moda femenina desde la década de los 80. A pesar de que había comenzado como un modesto taller de kimonos para mujer, con el tiempo se había convertido en el vivo icono del refinamiento y la modestia características de la mujer tradicional japonesa.
Sus diseños habían sido tan revolucionarios e influyentes en Japón que incluso una persona como yo, la cual nunca había tenido interés en moda de señora o en ropa tradicional japonesa, reconocía el nombre de sobra. Sonaba completamente absurdo soñar siquiera con que una marca de prestigio como aquella quisiera contratarme para alguna de sus colecciones, mucho menos que fueran robar los diseños de una don nadie, cuando les sobraba el capital para contratar a los mejores del país.
La señora Takahashi debía de estar algo demente por haber sugerido siquiera que le presentase a Mai ninguno de mis trabajos. Aquello estaba absolutamente fuera de mi alcance.
Le dediqué a la mujer frente a mí una amplia reverencia, hecha un manojo de nervios.
- ¡C-claro que sí, de hecho…! – Respiré hondo antes de seguir, tratando de calmarme para sonar más profesional. - Es todo un honor para mí simplemente que alguien de una marca como Nadeshiko se haya interesado en el trabajo de alguien como yo… Lo siento por haber sugerido algo así siquiera.
La mujer posó su mano sobre mi hombro, animándome a alzar la mirada.
- No has ofendido a nadie aquí, Kaori, no te preocupes. Haces muy bien en proteger tu trabajo en esta industria tan ruin, querida.
Asentí, agradeciéndole una vez más su interés. Acto seguido, Mai se dirigió a la trastienda con total seguridad mientras me dejaba atrás en el mostrador.
Tuve que contener el impulso de tirarme de los pelos desesperada, recriminándome que no podía haber actuado de forma más patética ante una oportunidad laboral tan jugosa como aquella.
Notas: En realidad, una parte de mí no os quería dejar con el mal sabor de boca de la actualización previa, así que espero que con esta se os haya quedado el corazón más calentito. Sé que van dando pasitos poco a poco, pero espero que se note el progreso de su relación y de ambos como personas.
Cuando penséis que todo se está volviendo oscuro, por favor, confiad en el proceso. Mi inteción es más dejar con un buen sabor de boca al final que dejaros hechas un mar de lágrimas, os lo prometo.
Felices fiestas a todas, ahora sí, y nos leemos la semana que viene, el domingo, como siempre 3
