Notas: Esta semana toca actualización de sábado porque el domingo voy a estar todo el día fuera^^ En este capítulo finalmente introduzco a un personaje al que le había dado muchas vueltas sobre si incluir o no, pero al final he considerado que era muy necesario.
Estoy un poco nerviosa por su recibimiento, aunque no sea un personaje original mío esta vez, a ver qué os parece el enfoque que le he dado.
Me siento mejor estas últimas semanas pero cada vez escribo más lento... No sé si es porque le doy demasiadas vuelvas a todo o si finalmente me estoy empezando a desmotivar, pero no quiero dejar esta historia a medias. Me quedan todavía bastantes cosas que plasmar, de hecho, a partir de aquí empieza la parte más "terapéutica" y "sanadora" del proceso, así que me niego a dejaros con mal sabor de boca.
Prometo que me esforzaré todo lo que pueda y más hasta acabar esta historia. Espero que os guste este nuevo capítulo.
Suspiré mientras esperaba en la línea frente al mostrador de la cafetería. Mis pies comenzaban a entumecerse mientras repetía en bucle en mi mente lo que iba a pedir para mí y la persona que me acompañaba aquel día.
Cuando por fin llegó mi turno, tartamudeé mientras recitaba los extravagantes nombres de las bebidas del establecimiento, rezando internamente por no equivocarme o sonar aún más perdida en la vida de lo que ya estaba. Tras pagar la cuenta completa, me deslicé en silencio hasta el lado opuesto de la barra para esperar a recibir mi pedido. Entonces me crucé brazos, perdida en mis pensamientos.
No estaba segura de si lo que estaba de hacer sería más contraproducente que efectivo, pero no había logrado sacármelo de la cabeza en días. Sentía que me ahogaba en mi propia ansiedad mientras no hacía algo al respecto. Como si todo dependiese de mis acciones y mis silencios.
Me sobresalté ligeramente al escuchar cómo recitaban el número de mi pedido, estremeciéndome. Caminé rápidamente hacia el dependiente para recoger la bandeja con dos bebidas humeantes y regresé como una exhalación a la mesa donde me esperaba la hija de Sesshomaru distraídamente, sus ojos y manos ocupados en la pantalla de su teléfono móvil.
- Disculpa la tardanza, Towa. Había una cola bastante larga...
- No es tu culpa, Kaori, muchas gracias. – Me respondió ella, haciendo el teléfono móvil a un lado con una despreocupada sonrisa.
La muchacha vestía pantalones cargo de color caqui y un top de color negro sin mangas metido por dentro de la cinturilla. Debido a su despeinado corto cabello y sus facciones andróginas podía pasar fácilmente por un chaval con aspecto de gamberro. Uno que atraía miradas a su paso, emitiendo un extraño magnetismo muy similar al de su padre. Quizás esa era la magia detrás de sus cabellos plateados, que hacía imposible no fijarse en ellos.
- Gracias por acceder a quedar conmigo cuando debes estar ocupada estudiando para el examen de ingreso extraordinario. – Musité, sintiéndome algo culpable.
- En realidad, agradezco que me saques de esa sala de tortura de vez en cuando. – Bromeó ella. – No sabes lo estricto que se vuelve mi padre con los estudios cuando está en casa, casi no me deja respirar.
Después de haber escuchado hablar a mi amigo Tomoki sobre el profesor Taisho y haberlo visto en su aula dando clase, no me costaba imaginarme lo que Towa describía. Sin embargo, me reconfortaba el hecho de que la medio demonio no pronunciaba aquellas palabras con rencor, sino en forma de divertida anécdota cotidiana. Al final del día, la idea de poder mudarse por su cuenta una vez entrase al instituto parecía haberla entusiasmado más que ningún otro aliciente para obtener la plaza.
En el fondo, no podía evitar preguntarme si terminaban discutiendo por aquel asunto cada día, o si las cosas realmente habían comenzado a normalizarse entre ellos. A pesar de la radiante expresión de la chica frente a mí, había aprendido a las malas que era posible esconder cualquier cosa bajo una máscara de aparente cotidianidad.
- Hoy... - Musité antes de carraspear, aclarándome la garganta. – Sí que me gustaría hablar contigo sobre tu padre, Towa. ¿Tienes algún problema con ello?
La chica de cabello plateado rasgó con sus alargados dedos un sobre de azúcar para verterlo despreocupadamente sobre su bebida.
- Claro que no, ya me lo habías avisado de antemano, Kaori. ¿Por qué tantas precauciones? – Inquirió ella, su expresión tan inescrutable como la de su propio padre. Aunque las comisuras de Towa jamás perdían la sonrisa.
Sujeté la humeante taza entre las manos, las cuales se me habían quedado heladas por culpa del nerviosismo.
- Porque puede que lo que estoy a punto de decir te remueva. Y me preocupa mucho empeorar la situación, cuando ya es complicada de por mí... - Admití con un largo suspiro, tratando de ser lo más sincera posible con ella.
Por debajo de la mesa, sentí un cariñoso toque de la punta de su pie contra el mío. Towa me dedicó una mirada tan cálida como el sol el invierno, tranquilizándome al instante.
- No me voy a romper, sea lo que sea que digas, no te preocupes. Dime.
Alentada por su optimista actitud, tomé una amplia bocanada de aire antes de comenzar a decir:
- Me gustaría saber... Cuál es la opinión que tu padre sobre los psicología y la terapia en sí.
La muchacha abrió los ojos como platos, completamente desprevenida al escuchar la pregunta que necesitaba formularle.
Había estado dándole vuelvas por días al asunto de remitir a Sesshomaru a un especialista en salud mental desde que me había encontrado con Momoka. Era más que consciente de que toda su situación se me quedaba grande, por lo que lo mejor que se podía hacer era acudir a un verdadero terapeuta. En aquel punto, a mí ya no se me ocurría nada más para poder ayudar a paliar el dolor de Sesshomaru... Ni el de Towa.
- Hm, la verdad es que... - La chica dio un breve sorbo a su café, deteniéndose por culpa de la alta temperatura de la bebida. – No sabría decirte de forma específica, pero, como seguramente sospecharás, no creo que acceda a verse con uno, si es lo que pretendes. – Asentí lastimeramente, haciendo a Towa exhalar un desalentador suspiro. - Aunque está aprendiendo a abrirse un poco más gracias a ti, no creo que deje de ser una persona reservada a la que no le gusta dar más explicaciones de las necesarias a desconocidos. Y, por supuesto... Jamás se arriesgaría a descubrirle su naturaleza a un ser humano.
Asentí, frunciendo los labios. Hasta aquel punto, nada de lo que me había dicho me había sorprendido. Conociendo su carácter, sabía mejor que nadie era imposible que aceptase ir a terapia psicológica.
- Pero si el terapeuta también se tratase de un demonio, en lugar de un ser humano... ¿Crees que habría alguna oportunidad de convencerle? – Inquirí, removiendo con nerviosismo la cucharilla dentro de mi taza, sin apartar los ojos de Towa.
Ella se llevó los dedos a la barbilla, pensativa.
- No lo veo muy probable, tampoco, aunque... Supongo que no pierdes nada por intentarlo. – Respondió ella, claramente dubitativa. - ¿Tienes localizado a algún demonio que se haga graduado en psicología, por algún casual? – Inquirió la muchacha, alzando una ceja con un más que evidente escepticismo.
- Por supuesto que no. – Admití, hundiéndome en mi asiento. – Es por eso que quería hablar contigo... ¿Acaso...? ¿Tú tendrías alguna forma de determinar si alguien es un ser mortal o no?
La medio demonio, ignorando que se encontraba en un lugar público, se cruzó de piernas sobre el asiento, sin importarle posar los zapatos sobre el mobiliario del establecimiento. En pos de no interrumpir la conversación, me abstuve de reprenderla por ello.
- Quizás... Si lo viera en persona, y sólo si no logra esconder del todo su esencia demoníaca. – Repuso la joven, cruzando los brazos sobre su pecho. – Pero si vive perfectamente camuflado dentro de la sociedad humana, lo más probable es que sea un experto haciéndolo. Después de todo, nunca sabemos cuándo podríamos cruzarnos con algún exterminador de demonios o similar.
Descendí mi mirada hasta clavarla en el café enfriándose sobre la mesa.
- Entonces... ¿Es imposible?
Entonces sentí manos de Towa cernirse sobre las mías, sosteniéndolas con delicadeza.
- No decidas eso sin intentarlo primero, Kaori. – Dijo ella, sus amables ojos escaneando nuestros dedos en contacto. – Te ayudaré a buscar a alguien, y en la medida de lo que pueda, trataré de allanarte el terreno con mi padre para cuando se lo propongas. Aunque esta tarea se le hubiera dado mucho mejor a Setsuna que a mí. – Admitió ella con pesar.
- Hablas de tu hermana, ¿verdad? – Le pregunté, recordando cómo Sesshomaru me había hablado de su hija menor, con quien parecía haber mantenido una agradable y cercana relación en algún punto...
O, al menos, así había sido. Hasta la discusión desencadenada el mismo día que Himawari decidió quitarse la vida, según lo que me había relatado el profesor Taisho. Pero incluso en sus peores momentos de enfado o decepción, Setsuna parecía haber sabido manejar el carácter de Sesshomaru con mucha más templanza que su hermana Towa.
- Sí, a ella... Se le daba muy bien escuchar a las personas, y hacer que entrasen en razón también. – Su voz sonó ahogada entre el bullicio del local, haciéndola casi inaudible. – En especial, a mi padre y a mí.
Los ojos de la muchacha se fijaron intensamente en los míos. En la profundidad de aquellos pozos de emoción refulgía una devastadora añoranza y tristeza que me erizó el vello de la nuca.
Porque yo ya reconocía aquella mirada. Era la misma que ponía Sesshomaru cuando veía a otra persona que no era yo a través de mí.
A pesar del nudo que estaba comenzando a formarse en mi estómago, me obligué a mí misma a tomar entre mis temblorosas manos la humeante taza frente a mí.
- Suena que ella era un persona muy especial para ti. Debes echarla mucho de menos. – Comenté, dando un breve sorbo que se vio interrumpido por la elevada temperatura del café. Lo último que necesitaba en ese momento era quemarme la lengua.
- Muchísimo. – Admitió la joven un débil susurro.
Los hombros de Towa se hundieron mientras se encogía en su sitio, completamente abstraída y aislada del mundo a su alrededor. Además de haber perdido a su madre siendo muy joven, también había perdido a su única hermana, con quien había sido uña y carne en el pasado. Y para rematar, se había distanciado de su padre para salvar la vida de su tío, una misión que había acabado truncada de la peor forma posible...
Pensé, de forma tan amarga como el sabor del café que había quedado impregnado en mi boca, que Sesshomaru no era el único que había estado sufriendo durante siglos.
- Towa, quizás... A ti también te podría ayudar hablar con un...
Apenas comencé a hacer aquella sugerencia en un hilo de voz, Towa apoyó ambas palmas de un golpe seco sobre la mesa, sobresaltándome.
En su rostro ya no quedaba ni siquiera el fantasma de la sonrisa que se había esforzado por mantener durante toda la conversación.
- Yo... Tengo que volverme a estudiar, Kaori. Muchas gracias por invitarme. – Observé su taza completamente intacta sobre la mesa, sintiendo mi garganta atenazarse. – Hablaré con mi padre, y te mando un mensaje en cuanto haga algún avance respecto a este tema, ¿está bien? Nos vemos pronto.
Asentí, incapaz de replicarle nada. Temía llegar a quebrarla del todo en aquel instante si pronunciaba una sola palabra más al respecto de la persona que parecía ocupar el papel más importante en su corazón.
Al contrario que en el caso de Sesshomaru, seguramente yo no era la persona más indicada para que ella se quitase la pesada coraza que cargaba sobre sus hombros. Incluso si parecía mucho más directa y franca a primera vista... Resultaba tan escurridiza como un animalillo asustado, que echaba a correr a la mínima que uno se acercaba demasiado a su guarida.
Regresé a mi apartamento cerca de mediodía, sintiéndome mentalmente exhausta. Tras que Towa abandonase la cafetería, había empleado el resto de la mañana en revisar todos los perfiles de psicólogos que se anunciaban en internet. Algunos aparecían afiliados a centros de salud específicos, mientras que otros trabajaban de forma independiente.
Pero entre todos ellos, evidentemente, no encontraba nada destacable que pudiera dar a entender su naturaleza de demonio. Tal y como había predicho Towa, aquella misión se sentía como encontrar una aguja en un pajar.
Con un palpitante dolor en la sien, provocaba por mi trabajo de investigación intensivo, me dirigí a la cocina para servirme un vaso de agua y tomarme un analgésico. Aquella situación se sentía como darse cabezazos constantemente contra una pared, pero no podía rendirme.
No podía hacerlo, cuando ya me había involucrado tanto con aquellas personas por las que sentía tanto afecto.
Apenas hube terminado de beberme el agua junto con la medicina, el escandaloso sonido de timbre me atravesó el cráneo con una nueva punzada de dolor. Esperaba que la pastilla hiciera efecto lo más pronto posible, si quería sobrevivir a la tarde de trabajo que me esperaba en la floristería.
Al acudir al recibidor de mi apartamento, me encontré con un repartidor que me tendió una voluminosa caja. La acepté, no sin asombro, dado que no recordaba haber pedido nada online últimamente. No podía permitirme muchos caprichos bajo las circunstancias en las que me encontraba. Tras facilitar brevemente mis datos personales y firmar el recibo de entrega, el joven en el umbral de mi puerta se despidió para encaminarse diligentemente a su siguiente punto de destino.
Aún sin comprender lo que estaba ocurriendo, me dirigí al salón para depositar el bulto sobre la mesa de comedor. A pesar de su importante tamaño, pesaba menos de lo que uno podía haber esperado, aunque no por ello resultaba liviano de cargar. Curiosa, comprobé que el remitente no se trataba de otra que Mai, la hija de la señora Takahashi. Sintiéndome cada vez más intrigada por aquel misterioso paquete, agarré un cúter para descubrir su contenido.
Al hacerlo, me encontré con la superficie de un elegante tejido lechoso con detalles brocados en color carmesí. Justo sobre la tela había una tarjeta que decía:
"Espero que los prototipos cumplan con las expectativas que tenías en mente al diseñarlos.
Te envío una unidad de cada ejemplar por si quieres llevar a alguien contigo a un festival de verano, antes de que se pase la época.
Mai Takahashi"
Dejé escapar un chillido para mis adentros, emocionada. Introduje las manos en el paquete para extraer ansiosa una de las bolsas de plástico que contenía todas las piezas del yukata de corte femenino que había diseñado. No tenía ni idea de cuál era el proveedor de la marca Nadeshiko, pero aquel tejido resultaba tan suave al tacto y tenía un acabado tan impecable que apenas se percibían las costuras, era como si aquella prenda hubiera descendido directamente del cielo ya confeccionada. Mis dieces para la persona que hubiese cosido los patrones.
Recorrí con la punta de mis dedos los toques de color rojo que daban forma el estampado floral, concentradas en las mangas y la falda. Mientras lo hacía, no pude evitar preguntarme a mí misma por millonésima vez... ¿Por qué camelias?
En su momento no me había parado a cuestionármelo, puesto que la idea simplemente había pasado por mi cabeza mientras tenía todos los sentimientos a flor de piel, pero... Si tenía que dar un motivo, suponía que podía decir que me había inspirado en Sesshomaru. Por inconexo que pudiera sonar, no podía evitar que mi cabeza tuviera asociada aquella flor con esa persona. Y las camelias rojas simbolizaban en el lenguaje de las flores el amor y la esperanza...
Amor... ¿Podía concluir que mis emociones habían alcanzado ese punto cuando había dibujado los bocetos pensando en él? ¿Acaso no me estaba precipitando? ¿No estaba yendo todo muy rápido? ¿Y Ayumi, qué pasaba con mis sentimientos por ella? ¿Acaso eso no ya era amor, aunque estaba segura de que lo había sido en algún momento? ¿Era por eso que no había pensado en ella en absoluto mientras movía el lápiz por el papel? ¿Por eso había ideado un patrón de corte femenino y otro más masculino en lugar de dos conjuntos femeninos?
Y la esperanza... ¿De qué, exactamente? ¿Únicamente deseaba que él pudiera recuperarse de sus heridas? ¿O acaso, egoístamente...? ¿Deseaba en secreto ser la única mujer que pudiera haber en su futuro? Incluso... ¿Podía ser que una parte de mí rezase porque pudiera dejar atrás su pasado también?
Una nueva corriente de dolor que me atravesó el cráneo me obligó a detener aquella densa maraña de complejos pensamientos teñidos de emociones. Observé de reojo el segundo yukata, que descansaba al fondo de la caja de cartón sobre la mesa, con sentimientos encontrados. Entonces dejé escapar un suspiro, derrotada.
Pensé que lo mejor que podía hacer en ese momento por mí misma era descansar, de modo que pudiera ir a trabajar más tarde sin aquel molesto dolor de cabeza. Ya no tenía fuerzas para hacer más esfuerzos mentales ni emocionales por aquel día.
El calor de mediados de julio junto con la incesante lluvia, provocaba que toda mi ropa se me pegase el cuerpo, haciéndome sentir incómoda en mi propia piel por culpa de la asfixiante humedad en el ambiente. Resoplé mientras plegaba el paraguas para resguardarme bajo el soportal de inmenso edifico hasta el que me había llevado la dirección que me había facilitado Towa.
En realidad, hubiera agradecido mucho que la chica me hubiera acompañado a conocer en persona al hombre que, según ella, podía ayudar a sanar el corazón de Sesshomaru. Sin embargo, ella había insistido en que estaba segura de que era un demonio porque se trataba de un antiguo amigo de su padre, pero debido al complicado historial que Towa había tenido con la hermana del demonio en cuestión, sospechaba que no se alegraría en absoluto de verla, por lo que sería más prudente que no me acompañase. No era que no entendiera sus motivos, pero, si es no se equivocando de persona... Definitivamente no nos convenía arriesgarnos a ponerle en nuestra contra, al menos de entrada.
Pero si Towa estaba en lo cierto, aquella significaría que me estaba encaminando completamente sola a la oficina que lo que podía ser un demonio incluso más longevo que el profesor Taisho.
Me sentía un poco más segura al saber que la hija de Sesshomaru me seguía de cerca por la ubicación que le compartía la señal de mi teléfono móvil, pero no saber a quién me enfrentaba me tenía con los vellos de punta. Traté de calmarse a mí misma, convenciéndome de que si el demonio trabajaba voluntariamente tan cerca de seres humanos, no debería de mostrarle hostil ante mi aparición, por repentina que fuese.
Al acceder a la recepción del lujoso edificio, mentí asegurando que tenía una cita con el doctor. Sin hacer más preguntas al respecto, el recepcionista me dio direcciones hasta el ascensor que podía tomar para subir hasta la sexta planta, donde se ubicaba la consulta del hombre que se hacía llamar Ryuji Komaeda.
Al llegar a la sexta planta, auné todo mi coraje para plantarme frente a la puerta de la clínica. Presioné el timbre, que emitió un sonido suave y agradable, comparado con el pitido ensordecedor del de mi apartamento. Tras esperar lo que se sintió como una eternidad, escuché el chasquido del pestillo al abrirse.
Desde el interior de la vivienda surgió la imponente figura de un hombre que aparentaba unos cuarenta años. Él vestía un de forma clásica y elegante, con una camisa pulcramente plantada de color oliva y unos pantalones de vestir oscuros. Lo que más me llamó la atención, sin embargo, fueron sus inquisitivos ojos esmeralda, como los de una serpiente, y los rizos rojizos que se arremolinaban sobre su frente. Con aquellos exóticos rasgos en comparación con japonés estándar, cualquiera hubiera pensado que se trataba de un extranjero.
¿Y si Towa se había confundido, y simplemente se trataba de un especialista venido de otro país? Aunque su nombre sonaba local, lo cual hacía que la alocada teoría perdiese fuerza en mi mente al instante.
- Disculpe... Estoy en medio de una consulta, ¿acaso tiene cita? – Preguntó el doctor con una pronunciación y gramática perfectas, alzando una ceja con desconfianza.
Tragué saliva. Vale, era más que evidente que dominaba el idioma, por lo que no debía llevar poco tiempo en el país, en caso de que realmente no hubiese nacido en Japón. Pero eso no importaba, tenía que mantener la compostura.
- N-no tengo, pero... Me gustaría consultar con usted de una cosa antes de pedir una. ¿Sería posible?
El doctor Komaeda me escrutó mientras me juzgaba en silencio, visiblemente molesto por la interrupción que había supuesto mi aparición. Temí durante un instante que me echase de allí sin pedir más explicaciones, pero, para mi alivio, él optó por abrir completo la puerta la clínica, invitándome a entrar.
- Mi próximo paciente me ha cancelado su cita a última hora, por lo que podemos hablar cuando termine mi consulta actual, si no le importa esperar.
Aguardé sentada en el recibidor durante un largo rato, donde tuve tiempo para confirmar a Towa vía chat que me encontraba bien y que el doctor parecía dispuesto a escucharme. Aproveché aquel tiempo para revisar nuevamente el perfil online del doctor Komaeda que había encontrado la hija de Sesshomaru. Junto a su foto, se leía un texto enumerando su amplia formación en el área de la psicología y donde hacía varias menciones a los procesos de duelo y pérdida de seres queridos.
Por algún motivo, aquellas palabras habían capturado mi atención poderosamente, y no era capaz de sacármelas de la cabeza. Quizás era porque yo era demasiado consciente que los demonios que vivían tanto tiempo perdían irremediablemente a muchas personas en el camino. Y una parte de mí no dejaba de pensar que aquella expresión quedaba tan remarcaba entre sus capacidades terapéuticas como forma de invitar a otros demonios a su consulta. Aunque era posible que estuviese viendo cosas donde no las había, y simplemente necesitaba convencerme a mí misma de que Towa no se equivocaba.
De que aquel hombre se trataba de un demonio de verdad, y que podía ayudar a Sesshomaru.
Salí de mi trance al escuchar cómo se abría la puerta de la consulta, de la cual salió una mujer de mediana edad. A simple vista, se veía tan humana como cualquier otra persona de mi entorno, lo que empezó a acrecentar mi nerviosismo. ¿Y si simplemente se trataba de una persona normal que trataba a seres humanos corrientes y molientes?
El doctor Komaeda despidió cálidamente a su paciente con una sonrisa llena de profesional cuidado. Entonces la acompañó hasta la salida y sólo en ese momento se volvió hacia mí.
- Estoy con usted, disculpe mi descortesía previa, pero me disgusta mucho interrumpir una sesión de forma inesperada. – Se disculpó el hombre, con un registro de lenguaje muy clásico, bastante similar que el que empleaba Sesshomaru, insuflándome un atisbo de esperanza. – Me llamo Ryuji Komaeda, ¿podría saber su nombre?
Me levanté de mi asiento como impulsada como un resorte, dedicándole una cortés reverencia.
- M-mi nombre es Kaori Hanazono, mucho gusto... -Tartamudeé, sintiéndome muy pequeña bajo el atento escrutinio de sus orbes esmeralda.
Aquella sensación se me hacía tremendamente familiar... ¿Acaso era normal que los ojos de los demonios más antiguos pareciesen leer a través de mi alma? ¿O sólo seguía buscando señales de que había encontrado al hombre que necesitaba?
- Un placer, señorita Hanazono. – Me correspondió el hombre cortésmente. Con la palma de la mano hacia arriba, el doctor Komaeda señaló con el brazo en dirección a su despacho. – Pase y tome asiento. ¿Quiere algo de beber? Tengo infusiones varias.
- Con un vaso de agua está bien, gracias. – Le respondí con una artificial sonrisa, tensándome ante la angustiante posibilidad de estar malgastando su tiempo.
Con actitud servicial, el psicólogo trajo dos vasos de agua hasta la pulcra consulta, donde los llenó de con una transparente jarra de cristal.
- Dígame, señorita Hanazono, ¿de qué quería hablar conmigo? – Inquirió él mientras tomaba asiento sin hacer ruido alguno. – Espero poder resolver todas sus dudas.
El doctor entrelazó los dedos de las manos sobre la mesa, esperando pacientemente. Yo di un largo sorbo al vaso de agua, sintiendo la boca pastosa. Respiré hondo antes de atreverme finalmente a hablar.
- En realidad, yo... He venido porque me gustaría que tratase a otra persona, no a mí. Creo que necesita ayuda, pero jamás se le pasaría por la cabeza pedir asistencia de ningún tipo, y no sabría cómo convencerle.
Apenas admití los motivos que me habían llevado hasta allí, la expresión del psicólogo se torció en un gesto de desagrado.
- Empezamos mal. – Comentó él, cruzándose de brazos a la altura del pecho. – No puedo hacer nada por una persona que no desea ser tratada. Así que lo lamento mucho, pero me temo que no puedo ayudarla con eso.
Sus juiciosas palabras cayeron sobre mí como un jarro de agua helada. Desesperada, apreté los nudillos contra mi regazo.
- Por favor. – Le rogué. – Escuche hasta el final lo que le tengo que decir. Necesito su ayuda. N-no puede ser nadie más... - Tartamudeé, sintiendo cómo la ansiedad atenazaba mi garganta, impidiéndome explicarme de forma coherente. No podía permitir que esa preciada oportunidad se me escapase de entre los dedos. Tenía que aferrarme como fuera a aquella esperanza.
El doctor depositó suavemente las manos sobre la mesa, observándome atentamente.
- Inspire, señorita Hanazono. – Como hipnotizada por sus palabras, le obedecí, llenando mis pulmones de oxígeno. – Expire. – Dijo a continuación. – Eso es, siga haciéndolo despacio, y estire los dedos de las manos uno a uno. – Sintiendo cómo el nudo el mi estómago se iba deshaciendo mientras seguía sus instrucciones, las seguí sin cuestionármelas por un solo instante. – Relaje la tensión en los hombros, en el cuello, poco a poco... Y estire las piernas por debajo de la mesa, si quiere. Y siga respirando profundamente.
Clavé los ojos en la mesa frente a mí mientras sentía cómo mi pulso se iba normalizando, ayudada por la asistencia del psicólogo. Una vez el pánico a su inminente rechazo comenzó a desvanecerse, me atreví a volver a mirarle directamente.
- Gracias. – Musité, avergonzada por mi comportamiento.
- No hay de qué. – Respondió él, sirviéndome más agua en el vaso. – Estabas comenzando a hiperventilar, así que es lo mínimo que podía hacer. ¿Por qué me da la impresión de que albergas un sentido de la responsabilidad tan grande hacia esa persona de la que me hablas? – Preguntó el psicólogo, mostrándose por primera vez interesado de forma genuina en mi caso, en lugar de simplemente cortés.
Tras dar un nuevo sorbo al vaso de agua frente a mí, le fui completamente sincera:
- Porque se ha convertido en alguien muy importante para mí en estos meses. – Musité, incapaz de etiquetar mis sentimientos románticos delante de otra persona. Porque tenía miedo de que se hicieran realidad y que no hubiese vuelta atrás si lo hacía. - Y sé que está sufriendo mucho, pero ya no sé cómo ayudarle... Él... Perdió a la mujer que más amaba, y... Siento que un parte de su corazón que ha quedado anclado con ella... Siglos atrás. – Añadí, haciendo alusión por primera vez a la verdadera naturaleza de Sesshomaru.
El doctor Komaeda me observó con cautela por unos instantes, antes de abrir un cajón de su escritorio y extraer una libreta junto con un bolígrafo. Tras hacer clickar con su dedo pulgar uno de los extremos para habilitar la punta con tinta, él clavó sus orbes esmeraldas en mí:
- ¿De cuánto tiempo estamos hablando? – Inquirió, con el rostro más serio que el de una estatua de piedra.
- Q-quinientos años, creo... - Musité, sorprendida por la naturalidad con la que me estaba preguntando, como si no le resultase una exageración la referencia temporal que había utilizado.
El doctor Komaeda chasqueó la lengua, pensativo. Realizó algunas anotaciones rápidas antes de comentar:
- Difícil de convencer, sin duda. – Opinó mientras ladeaba la cabeza. – A más viejo, más cabezota se vuelve uno.
- ¿M-me cree...? – Inquirí, incrédula. - ¿O está evaluando mi nivel de locura?
Entonces él me dedicó una amplia sonrisa, mostrándome dos inmaculadas hileras de dientes blancos. Me pareció notar que sus caninos sobresalían ligeramente de forma más prominente que los de una persona normal.
- Lo he estado notando desde que te abrí la puerta, humana. Tienes impregnado en la piel un aura que me resulta extrañamente familiar. – Abrí los ojos como platos, sorprendida por aquellos desconocidos poderes. – Quiero decir, en circunstancias normales, no te habría atendido sin cita previa, ya que yo no trabajo así por precaución, pero... Me inquieta de sobremanera que uno de los nuestros se acerque tanto a un mortal, ¿sabes? – Un escalofrío recorrió mi columna, percibiendo como siniestra la perspicacia del hombre frente a mí. – Si sabes sobre nosotros, no me extraña lo más mínimo que te muestres tan perturbada, puesto que no es sencillo gestionar una existencia casi eterna como la nuestra.
Suspiré de puro alivio, conteniendo lágrimas de pura emoción. Era un demonio, sin lugar a dudas. Towa no se había confundido al reconocer a aquella persona a través de la pixelada foto online.
- ¿Eso quiere decir que le ayudará? – Le pregunté, con el corazón en un puño.
- No. – Respondió él, de forma tajante. – Como ya le he dicho, no puedo tratar a quien no lo desee, la terapia no sería efectiva. En cambio... Ya que a usted la tengo delante, puedo opinar que no le vendría mal hablar de lo que está pasando. Sólo si desea hacerlo, claro.
Negué con las manos, rechazando sus buenas intenciones.
- N-no, pero si yo... Estoy bien, de veras...
Me sorprendí a mí misma sintiendo cómo con hileras de lágrimas corrían por mi rostro sin mi permiso. Testigo de mis emociones manifestadas a través de aquel amargo llanto involuntario, el demonio me tendió una caja de pañuelos que había estado colocada estratégicamente sobre su mesa todo aquel tiempo. No debía de ser extraño ver a gente derrumbarse dentro de aquella sala de consultas.
Ante mi titubeo, el doctor Komaeda me aclaró con tono amable:
- Nunca cobro por la primera consulta, así que puede simplemente hablar conmigo sin preocuparse por el dinero.
Negué con la cabeza mientras empleaba los suaves pañuelos para sonarme la nariz y secarme el rostro. A pesar de su severa apariencia, su amabilidad teñía cada una de sus acciones, conmoviéndome hasta lo más profundo de mi ser. Gracias a la calma y confianza que transmitía aquel hombre, me permití llorar delante suya a pesar de acabarlo de conocer.
Él no me interrumpió en ningún momento hasta que logré recomponerme por mi propia cuenta.
- Se lo agradezco. – Musité. – Pero de verdad, a mí puede verme cualquier otro profesional de su campo, pero a él... No puede ser nadie más que usted.
El psicólogo dejó escapar una risa liviana, retirándose los rizos del flequillo hacia un lado del rostro con la mano.
- Aunque le cueste creerlo, hay más criaturas inmortales en la profesión, como yo. A muchos nos ha hecho falta para poder sobrellevar nuestra existencia sin volvernos locos. – Me explicó él.
- Pero él... Jamás le contaría nada sobre sí mismo a un desconocido. – Le expliqué, volviendo a sonarme la nariz.
Entonces fue cuando el doctor Komaeda alzó una ceja, intrigado.
- ¿Quieres decir que se trata de alguien que conozco? ¿De quién estamos hablando?
El demonio parecía estrujarse los sesos en busca de algún conocido que pudiera encajar en las pinceladas que le había estado proporcionando hasta el momento. Dudé por un momento ante de pronunciar su nombre, sin estar segura de si el doctor lo reconocería tras tantos siglos. Entonces recordé cómo Ayumi había mencionado que él siempre había usado la misma identidad, por lo que esperé que no fuera difícil de ubicar:
- De Sesshomaru... Sesshomaru Taisho. – Recité su nombre completo, con la esperanza de que le sonase lo suficiente como para recordarle tras siglos sin haber tenido contacto.
En esta ocasión fue el turno del psicólogo de abrir los ojos como platos y observarme boquiabierto.
- Oh... "Ese" Sesshomaru... - Komaeda dio unos toquecitos sobre su libreta con la punta del bolígrafo, sin apuntar nada. – Un carácter complicado, según tengo entendido.
- ¿N-no le conocéis personalmente...? – Inquirí, confundida. Incluso si aquel demonio había oído hablar del demonio de cabello plateado, aquello no funcionaría si no habían tenido un trato cercano en algún punto de sus vidas.
El demonio se aclaró la garganta.
- Sí, he hablado con él, pero nada demasiado personal. Sé más de su mal genio por su padre, no porque lo haya experimentado en vivo y en directo. ¿No te ha dicho que yo era amigo de Toga?
Sesshomaru siempre se había referido a su padre como el Lord del Oeste, por lo que era la primera vez que escuchaba su nombre. Me prometí a mí misma que lo recordaría, puesto que había sido una persona tan importante para él.
- En realidad... No me suena que él haya mencionado su nombre, doctor Komaeda. Además, quien le ha reconocido físicamente y me ha referido a esta consulta no ha sido Sesshomaru, de todas formas. Sino Towa, su hija.
Las facciones del rostro del demonio se ensombrecieron ligeramente al escuchar aquel nombre. Entonces trasladó sus notas de su regazo a la mesa, cerrando los ojos por un instante.
- Entiendo... Entonces no me extraña que no me ubiques del todo, a pesar de que parezcas saber tanto... Si cualquiera de ellos te hablado sobre mí, además, ha debido referirse a mí por mi antigua identidad... Como "el Lord del Este", o simplemente "Kirinmaru".
Notas: Seguro que muchas os lo habéis visto venir a mitad del capítulo por su descripción física pero, antes de este momento, ¿esperábais ver a Kirinmaru en esta historia? De verdad que yo lo dudé mucho, lo incluí, lo eliminé, lo olvidé... Y al final decidí que le necesitaba, y de qué mejor manera que en forma de psicólogo.
Si Sessshomaru ha podido llevar al presente y tener una profesión convencional, ¿por qué iba a ser el único?
De antemano incido en que no soy psicóloga ni tengo formación alguna en salud mental, así que casi todo el contenido de ese tema lo he extraído de mis propias experiencias en terapia y las conversaciones que he mantenido con amigos que sí están licenciados en ese área. Pero necesitaba una figura de este tipo para mantener a ralla las emociones y desvaríos de los personajes principales, que están un poco hechos polvo, aunque no sin razón.
También tenía ganas de dedicarle un poco más de tiempo a Kaori, que, aunque lo dicho mil veces, el protagonista real de esta historia es Sesshomaru, no por ello quiero que la narradora principal sea una mera espectadora de todo lo que sucede. Sigue teniendo sus propias emociones que gestionar, y este encuentro le va a venir muy bien.
¡No puedo esperar a que llegue la próxima actualización! Os anticipo que se viene la historia de Kirinmaru, y de momento es mi personaje favorito por lo bien que habla y cómo trata a las personas.
Ya me callo, que no os quiero hacer más spoilers, jeje, ¡os leo en dos semanas!
