Notas: ¡Feliz domingo a tod s!
Tenía muchas, MUCHÍSIMAS ganas de escribir esta parte y por fin hemos llegado. Espero que os guste tanto como a mí, y agarráos que vienen curvas~
- Entiendo… Así que después de regalarle ese retrato de su gemela a Towa, ambos le dedicasteis una oración, juntos, ¿no es así? – Inquirió Kirinmaru, alzando una ceja mientras realizaba anotaciones en su cuaderno.
- Así es. – Asentí, reclinándome sobre mi asiento mientras cruzaba los brazos sobre el pecho. – Para honrar su memoria, así como el hueco que su partida la dejado en nuestros corazones.
A través de la ventana de la consulta se extendía un paisaje difuso, opacado por la densa niebla que había cubierto la ciudad. El fresco de mediados de octubre se colaba por debajo de las mangas de mi camisa, haciéndome un amable recordatorio de que debía comenzar a abrigarme más. En especial en días que regresaba más tarde que de costumbre a casa, debido a las sesiones que programaba con el psicólogo nada más salir del trabajo.
De aquel modo era más práctico, de modo que no tenía que dar dos viajes de ida y vuelta a lo largo del día. El colapsado tráfico de Tokyo no alentaba precisamente a realizar trayectos adicionales por puro placer. Con aquel tiempo tan gris que impedía gran parte de la visibilidad, de hecho, se me hacía incluso menos apetecible.
No era extraño que se produjeren más accidentes bajo aquel tipo de inclemencias climáticas, lo cual agravaría incluso más los atascos propios de las horas punta del día.
- Pareces haber aceptado con bastante calma la ausencia de tu hija menor, Sesshomaru. – Observó el terapeuta, notando mi aire distraído mientras miraba por la ventana.
Suspiré con pesar, tensando mis dedos sobre mis antebrazos.
- Es porque ha pasado demasiado tiempo… - Expliqué, drenado emocionalmente tras aquella larga charla. – Y aunque me haya sentido como el principal responsable de lo sucedido, no puedo cambiar el pasado. Así que no me ha quedado más remedio que resignarme a ese resultado y seguir adelante con ese peso sobre mis hombros.
El demonio frente a mí se llevó el bolígrafo a los labios, conteniendo una astuta expresión.
- Entonces sí que tienes capacidad emocional para gestionar y cerrar un duelo. ¿No es así, Sesshomaru?
No tenía ni idea de qué pretendía con aquella pregunta Kirinmaru, pero no me gustaba lo más mínimo.
- Asumo que sí. – Respondí escuetamente, rezando por no darle ningún hilo adicional del que tirar.
No lograba quitarme el presentimiento de que no me iba a gustar lo que iba a escuchar cuando volviese a abrir la boca.
- Siendo así… - El psicólogo dejo sus anotaciones sobre su regazo, alzando su mirada esmeralda hacia mí. - ¿Por qué sigues de luto por la muerte tu esposa, más de quinientos años después? – Ahí estaba, ya me había soltado la bomba de la sesión. - ¿Acaso es porque amabas a Rin mucho más que a tu hija?
Apreté la mandíbula, tensa por aquella pregunta.
- Son tipos de afecto diferentes. – Mascullé, a la defensiva. No apreciaba que tratase de cuantificar mis sentimientos por dos de las mujeres más importantes de mi vida, pues no se trataba de una comparación justa. – Las amo a ambas con toda mi alma.
- ¿Por qué una pérdida parece más que te duele más que la otra, pues? – Insistió él.
- No es cierto. – Gruñí.
- Dime, Sesshomaru, entonces… ¿Cuál es la diferencia?
- No… - Iba a asegurar que no había ninguna, hasta que sentí el mecanismo de mi mente hacer un clic con aquella reflexión. Me permití unos segundos antes de atreverme a conjeturar. – Creo que… Al contrario que con el caso de Setsuna, donde he aprendido a resignarme a vivir sin ella, yo… No soy capaz de dejar el recuerdo de Rin marchar. – Concluí, aunque no muy convencido.
Kirinmaru entrelazó los dedos con expresión solemne, curvando sus labios en una breve sonrisa.
- Me alegra que hayas llegado a la misma conclusión que yo. Ahora, indaga en tu corazón, viejo amigo. ¿Por qué has podido dejar a Setsuna atrás, y a tu esposa no?
La respuesta era obvia, aunque jamás me había atrevido a reconocérmelo ni siquiera a mí mismo. Aunque reticente, me obligué a expresarlo en voz alta.
- Porque, en el fondo… No siento que Rin haya desaparecido del todo. – Admití, recordando cómo había perseguido su alma sin tregua, cómo había seguido anhelando recuperarla en cada una de sus vidas. – Sigo persiguiendo la posibilidad de que vuelva a mí. Aunque no tiene sentido ninguno. – Añadí.
- Eso es cierto. – Aseveró el terapeuta con un suave suspiro. - ¿Alguna vez te has despedido de Rin, Sesshomaru? Aunque haya sido para ti mismo, durante una oración o similar…
- No. He rezado por la muerte de todas sus reencarnaciones… Pero nunca por Rin de forma consciente. – Concluí de forma tan natural y sencilla que me sentí estúpido por no haberme dado cuenta yo solo.
Kirinmaru se puso en pie de su silla lentamente, y se acercó a la ventana para cerrarla con un suave chasquido.
- Tienes mucho en lo que pensar hasta que volvamos a vernos entonces, Sesshomaru. Dale un par de vueltas a esto, y… Te recomiendo que reconsideres la idea de despedirte de tu esposa para siempre. Creo que te ayudará a seguir adelante sin aferrarte a su recuerdo de la forma ponzoñosa en la que lo haces ahora.
Me quedé completamente callado, incapaz de encontrar las fuerzas para ponerme en pie.
- ¿Y…? ¿Y si aún no me siento prepararlo aún para decirle adiós…? – Musité, más avergonzado de mis inmaduros sentimientos de lo que había experimentado en toda mi existencia. - ¿Qué debería hacer en ese caso?
Salí del lujoso edificio de cristal y sólo entonces me permití respirar hondo. Apreté los labios para seguir disimulando un poco más la sonrisa que asomaba a mis labios. La reunión con los encargados de la colección de otoño de la marca Nadeshiko habían sido todo un éxito.
Había acudido muy nerviosa porque Mai no estaría presente para respaldarme aquel día, pero no solamente habían incorporado a su catálogo la pareja de yukatas que diseñé durante el verano, sino que me habían pedido algunas prendas adicionales para iniciar su línea de moda juvenil. Y ya bien avanzada la estación me habían comunicado que las reseñas habían sido muy positivas entre el público de la edad objetivo, y me habían citado para abonarme los honorarios obtenidos por las abundantes ventas. Y no contentos con eso, también habían decidido contar con mi trabajo para la colección de invierno, de modo que tenía que ponerme manos a la obra lo antes posible.
Como aún se trataba de una línea experimental dentro de la marca, aún no había un equipo consolidado de moda juvenil, pero me habían dejado caer que podrían contratarme de forma indefinida si se terminaba creando dicho departamento de forma permanente. Dependía de cómo funcionase la colección en la próxima temporada.
Aunque seguía trabajando en la floristería de la señora Takahashi, ésta había sido muy comprensiva y me había permitido compaginar de forma muy flexible mis jornadas en la tienda con mis necesidades como diseñadora freelance. Incluso me alentaba a llevarme mi cuaderno de bocetos para aprovechar cualquier momento en el que me pudiera venir la inspiración. Aunque yo no podía evitar sentirme ligeramente culpable por aceptar su amabilidad, de modo que no aprovechaba las horas muertas en el trabajo tanto como podría. Aquella anciana había hecho mucho por mí y no quería sentir que la dejaba completamente de lado por el proyecto en el que Mai me había incluido.
Tenía que ser agradecida con las oportunidades que ambas mujeres me habían brindado, por lo que trataba de mantener la profesionalidad en sendos ámbitos sin decepcionar a nadie.
Sin embargo, a aquellas horas de la tarde, con el sol hundiéndose en el horizonte, la Kaori comprometida y diligente se merecía un buen descanso. Había sido una semana larga y agotadora. Me giré hacia la pared de cristal del edificio para arreglarme el flequillo bajo la afelpada boina. Ese día vestía un cárdigan, pantalones cortos y medias en distintos tonos marrones y anaranjados, a conjunto con la estación.
Mientras comprobaba que mis ligeros toques de maquillaje seguían en su sitio, saqué de mi bolso un bálsamo labial para devolverle algo de brillo a mi boca. Apenas estaba terminando los retoques, escuché el sonido de un claxon a mis espaldas. Guardé el gloss antes de girarme hacia el conocido vehículo que sabía que me iba a encontrar allí.
Me dirigí hacia la puerta del copiloto, y esbocé una juguetona sonrisa antes de acceder al interior y acomodarme en el asiento.
- No es nada común en usted esta demora, profesor Taisho. – Bromeé, dedicándole una deslumbrante expresión al conductor del automóvil.
Un par de ojos dorados me observaron fijamente. Los dedos alargados de Sesshomaru tamborilearon sobre el volante mientras alzaba una ceja.
- Ha habido un accidente de tráfico que me ha obligado a dar un rodeo. – Explicó el demonio, con un tono tan seco que casi había sonado cortante. – Sabes que no me gusta hacerte esperar por mí. – Añadió con más más suave, tratando de reparar su rudeza previa.
A pesar de que no había sonado expresamente a la defensiva, sí que me sentí mal por haberle hecho sentir obligado a justificarse de aquel modo. Casi podía ver los vellos de su nuca erizados.
- Sólo era una broma. – Aclaré, cruzando los brazos sobre mi regazo. – No pasa nada porque llegues un poco más tarde, Sesshomaru.
El demonio asintió en silencio, distraído. Se había estado comportando de forma más taciturna a medida que sus sesiones con el doctor Komaeda habían ido avanzando. No me había dado muchos detalles al respecto por no perturbar mi estado de ánimo, pero sí me había confesado que había tenido mucho en lo que pensar. Y que le gustaría comentármelo cuando alcanzase alguna conclusión en claro.
El profesor Taisho tampoco me había vuelto a hablar de su pasado desde que me había narrado la muerte de su hija menor, en gran parte porque yo no había vuelto a preguntar. A partir de aquel día, había necesitado recuperarme del peso emocional que conllevaba su longevidad, por lo que le había pedido cotidianidad entre nosotros. Sin temas complicados de digerir por una temporada.
Él no me había puesto problemas al respecto, aunque aquella dinámica de pareja convencional me estaba comenzando a suscitar muchas dudas y preguntas que no sabía ni siquiera responderme a mí misma.
¿Estábamos saliendo ya de forma oficial como pareja? Y si así lo consideraba él… ¿Yo realmente quería eso? ¿Me atrevía a iniciar algo así con una persona con un pasado tan complicado? ¿Realmente le conocía lo suficiente? ¿Y si sólo estaba conmigo porque no tenía a nadie más con quien compartir su verdadera identidad?
¿Era posible que las cosas fueran bien entre nosotros a largo plazo? ¿Por qué yo iba a ser diferente al resto de reencarnaciones que acabaron de forma fatídica?
¿Tenía miedo? ¿Acaso podía llegar a sentirme segura a su lado? Dado el caso… ¿Sesshomaru sería capaz de protegerme?
¿Acaso el hecho de que no me atrevía a separarme de él podía deberse a ese temor implícito que había arraigado en mi tras escuchar sobre las distintas reencarnaciones de Rin? ¿Por puro horror a la posibilidad de sufrir algún infortunio que pudiera amenazar con acabar con mi vida?
¿Y si, en realidad, nos estábamos utilizando mutuamente y nada más…?
- Hoy invito a cenar yo. – Anuncié con voz cantarina para distraerme de mis divagaciones fatalíticas. – Que acabo de cobrar por mis diseños y me lo puedo permitir.
- Sabes que no hace falta, Kaori. – Respondió él educadamente, tomando una curva con su habitual fluidez en la conducción. – Preferiría que te guardes ese dinero para tus proyectos.
- Pero es que me hace ilusión… - Le insistí, haciéndole un puchero.
El demonio suspiró, incapaz de ocultar su cansancio.
- Está bien, pues. – Cedió, poniendo fin así a la discusión. - ¿Dónde quieres ir?
La incomodidad se comenzó a arremolinar en la boca de mi estómago. Me había acostumbrado a que el profesor Taisho no fuese demasiado elocuente o bromista, pero… Jamás se había comportado de forma tan distante, por lo que su actitud hizo resurgir en mí un brote de inseguridad.
- Sesshomaru, ¿va todo bien? – El demonio no contestó, concentrado por completo en el tráfico de la ciudad. - Me comienza a preocupar tu actitud de estos días, y agradecería que pudiéramos hablar de ello.
Ante mi petición, el antiguo Lord del Oeste dio una gran bocanada de aire antes de obligarse a relajar la tensión de los hombros.
- Lo siento. – Se disculpó, escueto. – He tenido mucho en mi mente últimamente, y no he sabido cómo comportarme contigo. Quiero que hablemos de todo esto, era mi intención para el día de hoy… Aunque prefería reservarlo para después de la cena. – Añadió al escuchar el ahogado rugido que brotó de mi estómago.
No pude evitar sonrojarme debido a aquel inoportuno sonido.
Para cambiar de aires, aquella noche visitamos una nueva cadena de restaurantes de hamburguesas americanas que había llegado hasta Tokyo. Traté de amenizar la velada con temas de conversación banales, y sentí que él trataba de corresponderme. Aunque nos topamos con varios extraños silencios a lo largo de la cena.
Nunca me había sentido tensa en ausencia de conversación, y mucho menos con Sesshomaru, pero por algún motivo… Algo me hacía sentirme intranquila. Tenía el presentimiento de que el tema que el profesor de historia iba a abordar aquella noche no me iba a gustar ni un pelo.
Tras habernos llenado moderadamente los estómagos, regresamos al coche del profesor de historia para poder hablar con mayor intimidad. Apartados en un oscuro rincón de la calle, le pedí que tuviéramos allí mismo aquella inminente conversación que no lograba sacarme de la cabeza.
- Kaori, yo… - Comenzó él, sus ojos clavados en la inmóvil palanca de cambios. – He estado pensando mucho en Rin estos días. – Tragué saliva, con mis miedos ascendiendo por mi garganta hasta dificultarme la respiración. Pero no quería interrumpirle, por lo que dejé que se siguiera expresando con completa libertad. - Kirinmaru me ha estado haciendo muchas preguntas sobre ella en la consulta, y he reflexionado sobre cuestiones que no se me habían ocurrido nunca… Y creo que tiene razón en que soy yo mismo que no se permite a sí mismo pasar página. – Aquella conclusión me permitió liberar el aire que había apresado en los pulmones de golpe, dejándome sin aliento por un instante. Pero le seguí escuchando mientras normalizaba mi respiración.
Como sabes, no he parado de buscarla sin descanso entre todas sus reencarnaciones… Hasta llegar hasta ti. – El demonio alzó su mirada despacio, recorriendo cada detalle de mi rostro, visualizándome perfectamente incluso en la penumbra. Frunció los labios con incomodidad antes de continuar - Reconozco que… Aunque me arrepiento de ello ahora mismo, hubo un día en el cual deseaba que me recordases por quien yo había sido para ella... En el fondo, quería que te convirtieras en Rin, por irracional que suene al decirlo en voz alta. Pero está más que claro que esa expectativa no es justa para ti, ni buena para mí. Y quiero cortar ese sentimiento de raíz. Deseo acabar con este tóxico patrón de una vez por todas.
Sintiendo cómo la culpa se hundía en cada una de sus palabras, alargué el brazo hacia su regazo para sostener sus manos entre las mías. Estaba temblando, su temperatura corporal apagada, y el miedo presente en sus ojos.
- Entiendo que te resulta muy conflictivo y complicado, pero… Agradezco tu sinceridad, y tu valentía, por contármelo. – Apoyé mi frente contra la suya con delicadeza, reforzándole que iba a marcharme a ningún lado. - Comprendo que te hayas sentido así, ha sido un mal inevitable, y aunque no puedo decir que no me afecte de ninguna manera… No estoy enfadada porque hayas buscado a Rin en mí en algún momento.
El demonio se aferró a mis manos, cerrando los ojos.
- Yo… - Musitó Sesshomaru, frunciendo el ceño con pesar. - No sé si podré hacerlo aún, y Kirinmaru me ha advertido que puede que no obtenga resultados inmediatos, pero… Quiero probar a despedirme de Rin, en un intento de cerrar para siempre este capítulo de mi existencia.
Aquella resolución me pilló desprevenida por completo. Me separé un poco para poder estudiar su rostro y acunarlo entre mis dedos.
- Oh, Sesshomaru… - Murmuré, percibiendo el dolor que recorría su expresión, la soledad acumulada durante siglos bajo su eterna máscara. – Eso es… Muy valiente por tu parte. Y muy complicado. Aunque no te ayude al final, estoy de acuerdo en intentar despedirte podría contribuir a tus avances en el proceso de duelo. – Añadí con una sonrisa triste en un intento alentarle mínimamente.
Debería haberme hecho infinitamente feliz que tratase de dejar atrás la muerte de su esposa, pero, por algún motivo… Sentía un nudo en el pecho que me hacía sentirme angustiada y preocupada.
- Tu apoyo significa mucho para mí. – Dijo él, rozando mi mejilla con sus afiladas garras. Marcas de color púrpura comenzaron a materializarse sobre su rostro en la intimidad de aquella conversación. - La razón por la que te cuento esto es porque seguramente voy a pasar unos días fuera de la ciudad por este motivo. Necesito sentirla cerca, de algún modo, para poder decirle adiós, supongo. Pero no quiero que pienses que intento distanciarme de ti, ni mucho menos.
Comprendía que necesitase buscar algún lugar que la ayudase a conectar con sus recuerdos para poder darle una despedida simbólica, pero… Se mostraba tan vulnerable que temía que pudiera quebrarse si lo dejaba marchar por su cuenta.
- Hmm… Depende un poco de cuántos días te ausentes, pero… ¿Te gustaría que te acompañase hasta ese sitio?
Los ojos del demonio se abrieron mucho, sin pestañear, en gesto de sorpresa. Para mi sorpresa, antes que un rechazo inmediato, su expresión delataba un genuino… alivio.
Antes del viaje, delimitamos claramente el significado personal que tenía aquel acto para él. De modo que, aunque nos fuéramos a hospedar juntos, Sesshomaru quería pasar el momento de despedida completamente a solas. Y respetaba que necesitase aquella intimidad para un momento tan crucial de su vida.
Aunque podría refugiarse en mi compañía una vez hubiese terminado, y admitió que le hacía sentirse más calmado saber que, por una vez en su vida, no tenía que afrontar todo el proceso completamente sólo. Aunque tuviera la capacidad para hacerlo, le resultaba reconfortante saber que yo no iba a estar lejos.
La flaqueza absoluta con la que el profesor Taisho me había confiado sus preocupaciones de cara a aquel acto me derretía el corazón. Aunque no podía evitar sentir una punzada en el pecho de forma simultánea. Pero no tenía tiempo para pararme a analizarlo, ya que aquella situación no tenía nada que ver conmigo, y no quería hacerlo sobre mí cuando no me correspondía. Era más importante atenderle a él en aquellos momentos.
Ya podríamos gestionar qué era lo que yo sentía una vez hubiese pasado y yo misma lo comprendiese con mayor claridad.
En cuanto al destino de viaje, Sesshomaru se había negado a retornar al lugar donde había estado la cabaña de Rin. Decía que le traía el amargo recuerdo de lo sucedido con Setsuna, y que además seguramente aquel terreno ya había sido edificado, dada su cercanía con la gran metrópoli de Tokyo; por lo que era muy posible que ya no fuera accesible, o ni siquiera transitable.
Por lo que nos dirigimos hacia la costa, a hospedarnos en un ryokan que quedaba en frente del mar y un acantilado rocoso. No era el tipo de playa más atractiva para pasar las vacaciones de verano, sin duda, aunque aquel lugar era más conocido por sus aguas termales. De modo que la rocosa costa no afectaba a su popularidad en el aspecto turístico, dotándolo de grandes infraestructuras para disfrutar de los numerosos onsen repartidos por la zona.
- Sesshomaru. – Le llamé mientras depositaba mi maleta en una esquina de la habitación que íbamos a compartir. - ¿Puedo saber por qué has elegido este lugar?
Puesto que tenía la intención de hacer su despedida a la persona que jamás había amado en su vida, debía de tener un significado especial para él. El demonio abrió la ventana en dirección al mar, y observó la enorme masa de agua ennegrecida bajo las sombras de la noche.
- En esta playa… - Murmuró él, sus ojos perdidos en el horizonte sin prestarme atención. – Rin me pidió que formásemos una familia… Y yo acepté. – Sesshomaru dejó escapar aquellas palabras con esfuerzo, como si el recuerdo atenazase su garganta y le impidiese hablar. – A menudo he pensado que aquí fue donde empezó todo. Si yo hubiese sido más contundente en mis advertencias… Si mi mayor deseo no hubiera sido concederle lo que sabía que ella más ansiaba, porque era más que consciente de le fue arrebatado demasiado pronto… - El hombre que me daba la espalda siguió divagando en voz alta, como si estuviese hablando consigo mismo. - Si me hubiera negado en rotundo, Rin no me habría vuelto a insistir. No era ese tipo de mujer.
Quizás podría haberla salvado de ese embarazo tan tortuoso que casi consume su vida… Ella… No se habría convertido en el objetivo de otros demonios por mi causa. O… No se habría sacrificado en lugar de sus hijas. Ah… - Consciente de lo que acababa de implicar, el profesor Taisho se volvió hacia mí, regresando al presente. – No quería decir… No fue culpa de Towa y Setsuna.
Mi corazón se estaba resquebrajando al escucharle hablar así, tan lleno de dolor y arrepentimiento. Pero no era momento de atender la angustia que me provocaba su relato, por lo que me obligué a ocultarla bajo una piadosa sonrisa. Él necesitaba llevar a cabo aquel ritual. Y yo me alegraba profundamente de poder estar ahí para acompañarlo, aunque me partiese el alma.
A pesar de que sentía unos irrefrenables celos que no era capaz de extirpar de mi pecho, por mucho que me tratase convencer de que no tenían sentido. Rin no estaba… No quería sentirme insegura cada vez que su recuerdo fuese rescatado.
Aquel proceso era importante para él, y no se lo quería negar por nada del mundo.
- Lo entiendo. – Musité para reconfortarle, tragándome el veneno que amenazaba con ascender por mi garganta. – Sé que no quieres decir que preferirías que no hubieran nacido.
Él asintió, quedándose cabizbajo.
- Ojalá… - El demonio cerró los párpados, frotándoselos con las yemas de los dedos. – Simplemente… Ojalá todo hubiera sido diferente.
No podía decírselo, pero yo no podía evitar sentir alivio de que todo hubiera sucedido de la forma exacta en la que lo había hecho. Por supuesto, no era porque me alegrase su sufrimiento.
Sino porque esa cadena de eventos era la que le había traído hasta mí. La que me había permitido conocerle. Aunque yo no fuera más que un último eslabón prescindible, un resultado con el que no tenía más remedio que conformarse.
Oh, ¿desde cuándo me había estado sintiendo así? ¿Sesshomaru no estaba conmigo por elección… sino porque era lo único que había disponible para él?
Y si me pasaba algo… ¿Él simplemente pensaría, "ah, bueno, otra más con la que no ha podido funcionar"? ¿Sería tan fácil desecharme y olvidarme como al resto? ¿Emplearía una nueva perla para reencontrarse con mi próxima reencarnación?
Claro que no. A quien buscaba sin descanso era a su adorada Rin, pero nunca a mí. ¿Cómo podía haberme engañado a mí misma durante tiempo?
No debería haberle acompañado. Si hubiera sabido que iba a afectarme de ese modo… Hubiera preferido permanecer con los ojos cerrados para siempre, sin ser consciente de la fea realidad oculta bajo nuestro intento de relación.
Yo sólo era otra sustituta más. Y tan pronto como me extinguiese, él podría pasar a la siguiente… ¿Verdad?
No podía pensar eso, no en esos momentos, cuando Sesshomaru me necesitab…
- ¿A dónde vas? – Le increpé con más brusquedad de la que me hubiera gustado, al darme cuenta de que se había encaminado a la puerta con un maletín en la mano.
- A despedirme. – Fue su lastimera respuesta. – No sé si lo conseguiré esta noche, pero… No veo sentido en demorar el intento.
- Pero acabamos de llegar… Podríamos darnos un baño primero, y cenar… - Balbuceé mientras las desesperadas palabras "No me dejes sola ahora, por favor" pujaban por escapar de entre mis labios.
- No hace falta que me esperes, Kaori. – Sesshomaru abrió la puerta sin mirar atrás, armado de determinación. – Volveré tarde, así que puedes irte a dormir sin mí si estás cansada por el viaje en coche.
El chasquido del picaporte al cerrarse tras él me dejó completamente helada. Podía y sabía que quería entender que necesitaba hacerlo sólo. Pero no podía evitar sentirme abrumada por una inexplicable sensación de abandono, de no ser querida o deseada…
Había sido un error acompañarle en una empresa tan personal e íntima como aquella.
El doctor Komaeda había tenido razón, después de todo, yo no había sabido aplicarme su más que sensato consejo. Porque no tenía ni idea de cómo poner distancia emocional ni de alejarme del daño que me provocaba aquella situación.
Quizás era que ni siquiera yo misma hubiera intentado protegerme o retirarme de aquel daño porque deseaba, desde lo más profundo de mi ser… Que fuera él quien se preocupase más por mi sufrimiento que por el de una mujer que ya había cesado de existir.
Y no era justo pedirle eso. Pero sí era lo que yo necesitaba, por ponzoñoso y egoísta que resultase aquel deseo. Y al llegar a esa conclusión fue cuando lo vi con perfecta claridad:
Tenía que cortar con Sesshomaru.
Antes de que la frustración de no poder poseer su corazón por completo me consumiese hasta transformarme en un monstruo en el que nunca había querido convertirme.
Caminé con paso ligero junto al mar, mis zapatos recubiertos de la gruesa arena de la estrecha playa de arena de pocos metros de largo. Oscuros peñascos se repartían por el paisaje, volviéndose una masa más uniforme y elevada al final de aquel paseo.
Me sorprendía que aquella caverna esculpida dentro del acantilado hubiera sobrevivido a medio milenio de erosión por parte del viento y del agua. Aquel lugar donde Rin y yo nos habíamos refugiado de una tormenta. Donde habíamos hablado de futuro, y donde había sellado su fatídico destino con mi inmadurez.
Al ascender por la rocosa pendiente para acceder al interior del recoveco sí que pude percibir los cambios que había escarbado el tiempo. Aquel una vez íntimo rincón se había ampliado en una bóveda de altos techos y peligrosos hoyos repartidos por doquier.
El silencio, la calma y mi soledad de aquella noche no podía ser más diametralmente opuesta al escenario de la última vez que había estado allí, pensé con amargura.
Esquivé los accidentes del terreno con los ojos clavados en el suelo y tomé asiento sobre la superficie más lisa que divisé a primera vista. Entonces miré al mar, aspirando su salinidad, que ya no abrumaba mis sentidos, como había hecho en el pasado.
Haber perdido sensibilidad olfativa no había resultado tan inconveniente, después de todo. Ya no me sentía irritado con tanta facilidad por los fuertes aromas que emitía el mundo en algunas ocasiones.
Observé por el rabillo del ojo el maletín que había traído conmigo, aunque a regañadientes. Kirinmaru me había aconsejado que, en lugar de perderme en mis pensamientos o que vomitase en voz alta todo lo que estrangulaba a mi alma, redactase una carta de despedida. Y que luego me deshiciese de ella.
Jamás había escrito algo cargado de tanta emoción propia. Y me costaba pensar en cómo hacerlo con la premeditación y cálculo que exigía la palabra escrita.
Aún así, saqué una pluma del maletín y un cuaderno con tapa de cuero sintético. Lo apoyé sobre mis rodillas y comencé a garabatear…
"Querida Rin…"
Taché aquellas palabras de inmediato. Sonaba estúpido.
"Esposa mía…"
No. Tampoco servía.
"Amor de mi vida…"
No importaba las palabras que usase, no había forma de plasmar en papel cuánto había significado ella para mí, sin importar cómo me dirigiese a ella.
Tras horas y horas de ensayo y error, releí lo más parecido a una misiva que había logrado construir entre borrones de tinta.
"A mi Rin.
Lamento profundamente haber sido la mayor razón de desgracia en toda tu existencia. No sabría cómo hacer para repararlo ni en un millón de vidas más.
Pero no sé qué más hacer, me encuentro perdido sin tu guía.
Te extraño, aunque sé más que de sobra que nunca regresarás a mi lado…
Y es por eso mismo que debo decirte adiós. Porque soy consciente, muy a mi pesar, de que no puedo cambiar el pasado.
Espero que disfrutes de una paz eterna que te permita descansar, a cambio de ese privilegio que a mí me ha sido negado. Si esa es la única forma de expiar mis pecados, así sea.
Siempre tuyo, Sesshomaru."
Arrugué el condenado papel entre mis dedos y contuve el impulso de romperlo en mil pedazos. Aquel escrito era una basura de autocompasión, inútil.
Pero el resto de mis emociones parecían estar bloqueadas, atragantadas en mi garganta y alrededor de mis pálidos nudillos. No tenía caso seguir con aquel ejercicio por aquella noche. Podía concluir en que había sido todo un fracaso.
Agotado mentalmente, me levanté y arrastré los pies hasta la espuma que se formaba sobre las rocas. Agarré la acartonada bola entre mis garras y la arrojé con todas mis fuerzas hacia las profundidades del gran azul. Entonces me permití gritar, repetir el nombre perdido de mi esposa en una lastimera voz, a pesar de que debía de ser de madrugada.
No me importaba.
Porque no sabía de qué otro modo apaciguar el infierno que se había desatado en mi interior.
Una grotesca risa brotó de mi garganta, desquiciado por el estimulante subidón de químicos cerebrales que me había suscitado la violencia empleada para destruir la carta. Me sujeté el estómago con ambas manos, echando la cabeza hacia atrás para permitir que todo el aire posible entrase a mis pulmones.
Cuando bajé la vista, el pedazo de papel que había lanzado al mar se había desintegrado por completo. Entonces, al contemplar aquella escena, una súbita calma se adueñó de mi ser. Inquietante, pero tan aliviadora que no me atrevía a cuestionarla, por atípica que pudiera resultar.
No me extrañaría nada que mis cambios súbitos de humor se debiesen a una incipiente locura que había cultivado por siglos.
La cordura perdida pareció regresar a mí en el mismo instante en el que regresé a la habitación que había reservado en el ryokan para pasar la noche con Kaori. A pesar de que eran pasadas las tres de la madrugada, las luces de la sala de estar y del dormitorio seguían encendidas. Sin embargo, las salas se encontraban desiertas, sin rastro de vida.
El pánico ascendió por mi garganta, y lo único que me impidió gritar fue el sentido común. No quería llamar la atención ni alarmar a todo el servicio del hotel. Di largas zancadas hacia el baño, el único lugar que aún no había tenido ocasión de examinar y descorrí el shoji con un golpe seco contra el marco de la puerta.
El vapor me nubló la vista unos instantes, y un poderoso olor a incienso alcanzó mis fosas nasales. Ignorando el sofocante calor que emanaba de aquel lugar, me arrodillé frente a la bañera donde su lánguido cuerpo flotaba sobre un manantial de aguas verdosas, con un brazo sobresaliendo del hondo recipiente, como si tratase de escapar.
- ¡Kaori…! – La llamé, en un aullido desgarrador.
Con movimientos preciso del médico que había sido, comprobé su pulso, que se había debilitado, pero seguía allí. Su respiración era una suave caricia sobre mi mejilla. Introduje los brazos en el agua tibia sin remangarme siquiera la camisa. Sin importarme nada que no fuera rescatar su cuerpo del líquido infusionado en sales de baño.
No tenía ni idea de lo que había podido suceder, pero tampoco me sobraba el tiempo para averiguarlo. No podía permitirme volver a perderla antes mis ojos, sin poder hacer nada al respecto.
No esta vez. Nunca más.
Su piel presentaba rojeces allí donde había estado sumergida, y su cabeza colgaba hacia atrás entre mis brazos, la mitad de su cabellera húmeda. Envolví su menudo tronco con una toalla y me la llevé a la habitación, desesperado porque un aire menos pegajoso que el del cuarto de baño se hiciera paso hacia sus pulmones. La ventana que yo mismo había abierto en la sala de estar seguía abierta de par en par, refrescando la estancia con la brisa otoñal.
Me senté al borde de la cama y la acuné sobre mi regazo. No parecía un golpe de calor grave dados sus signos vitales, pero si no quería que sufriera de una hipotermia con fatales consecuencias, tenía que secar su cuerpo a conciencia para poder vestirla y que su temperatura corporal se estabilizase. Entonces la envolvería entre las sábanas y velaría por su sueño hasta que pudiera recuperar el conocimiento.
Concentrado como me encontraba en los procedimientos de primeros auxilios que conocía, apenas noté que sus párpados se abrían despacio, como los pétalos de una flor que daba la bienvenida a la primavera.
- A-amor… - El sonido de su dulce voz hizo que mis manos se detuvieran en seco para mirarla. Había una luminosidad en su mirada que se me hizo familiar, a la vez que terriblemente extraña en Kaori. - ¡E-estás aquí…!
Quedé sobrecogido por la sensación de sus calientes brazos rodeado mi cuello, atrayéndome hacia su cuerpo con desesperación. Sujeté sus hombros con delicadeza, preocupado de que un movimiento así de brusco pudiera marearla.
Confundido, mi mente comenzó a procesar que me había llamado "amor" nada más despertar.
Y sólo había una persona que se había referido a mí de ese modo en mi infinita existencia.
- Gracias… Por cumplir tu promesa, Sesshomaru. – Musitó ella junto a mi oído, provocándome un escalofrío que me recorrió el espinazo.
"Cuando vuelvas a abrir los ojos, estaré aquí, Rin…". Mi único juramento hizo eco desde el rincón más profundo de memoria.
Eché hacia atrás la cabeza para examinarla. Sus ojos se encontraban anegados en lágrimas, a punto de desbordarse. Su expresión era la más apacible que había presenciado jamás, sin embargo. Kaori nunca me había mirado así, como una persona que había aceptado el frío y silencioso abrazo de la muerte.
- ¿R-Rin…? – Murmuré con voz temblorosa, acariciando su rostro.
Temí con todo mi ser estar equivocado, hiriendo de forma irremediable a la mujer del siglo XXI. En cambio, ella sonrió, con ríos de lágrimas cayendo por sus mejillas.
- Me alegra mucho que me reconozcas, amor mío. – Su voz se escuchaba como el trino de un pájaro que pensaba que se había extinguido hacía demasiado tiempo.
Me fallaron las fuerzas en las rodillas de golpe. Si me hubiese encontrado de pie, hubiera caído de bruces al suelo sin poder remediarlo, en un estado de completa conmoción.
Notas: ¿Alguien se esperaba este giro de los acontecimientos?
La verdad es que dudé muchísimo sobre si incluir este reencuentro entre Rin y Sesshomaru, y al final decidí que SÍ, ambos se lo merecen.
Ay, no escribo sobre ellos juntos desde que acabé mi anterior fanfic así que estoy muy emocionada, tanto que no sé ni qué más deciros hoy.
Espero vuestras opiniones y comentarios! ¿Cómo y por qué creéis que Rin está ahora en el presente?
