Notas: ¡Feliz domingo! Otra vez me estoy atascando con la escritura, pero como siempre, menos mal que voy algunos capítulos por delante para poder mantener las actualizaciones de forma regular.
Últimamente mi vida es una montaña rusa emocional, y supongo que eso no ayuda mucho. En cualquier caso, espero que disfrutéis mucho de la lectura~
- Pero nada de eso importa ya. – Añadió Rin, sonriéndome con timidez. – Ahora que volvemos a estar juntos, ¿verdad?
Mi esposa depositó un casto beso sobre mis labios. Pero ni siquiera ese tierno gesto logró calmar la ansiedad que sus palabras habían desatado en mi interior, aunque no alcanzaba a identificar de dónde provenía aquella inquietante sensación.
La parte más racional de mi ser necesitaba llegar al fondo de aquel asunto, por lo que no fui capaz de corresponder sus muestras de afecto por más tiempo. Mi mente trabajaba a mil por hora, bloqueando todos los estímulos externos que no estuvieran relacionados con el tema que nos ocupaba.
- ¿No volviste a hablar con nadie más después de eso, Rin? – Le pregunté, recuperando el tono calmado que me caracterizaba.
Mi repentina ausencia de emoción pareció dejarla algo confundida, aunque respondió de igual modo:
- No. Aunque cada cierto tiempo podía volver a escucharte o sentirte cerca. Aunque tú no podías escuchar mis llamados, claro.
Había algo entre todo lo que mi esposa había mencionado que no dejaba de rondar los engranajes de mi mente: el baño de hierbas que Airin había tomado justo antes de poder comunicarse con ella. Siguiendo aquella corazonada, me separé del cuerpo de rodillas de mi mujer para ponerme en pie, decidido.
- Tengo que comprobar una cosa. – Cuando la informé de mi curso de acción, pude sentir una chispa de temor al abandono en lo más profundo de su mirada. Ella jamás había tomado bien la noticia de tener que separarse de mi lado, pero después de tantos siglos de incomunicación en mitad de la nada, resultaba más justificable que nunca. - ¿Puedes acompañarme, Rin? – La invité, tendiéndole una mano.
Su expresión se iluminó casi al instante. Mi esposa se aferró a mi brazo derecho, sujetándolo con ambas manos como una niña perdida en mitad del bosque. Aliviado porque la cercanía parecía haber calmado sus nervios, la conduje hasta el cuarto de baño.
Allí, la tina seguía humeando, pues no me había molestado en modificar el regulador de temperatura debido a la urgencia de la situación. Me acerqué lentamente, aspirando la fragancia de las sales de baño hasta que logré identificarla con claridad: tenían el mismo olor que el incienso con el que había iniciado la sucesión de sueños sobre las vidas pasadas que Kaori había experimentado tras conocerme.
Me volví hacia mi esposa, agachándome ligeramente para igualar las alturas de nuestras miradas. Rin había adquirido amplios conocimientos sobre distintas hierbas y flores silvestres bajo la tutela de la anciana sacerdotisa Kaede, por lo que era posible que pudiera confirmarme el origen de esa fragancia que me había cruzado en más de una ocasión.
Y que siempre ejercía efecto directo sobre su alma.
- Rin. – A pesar de haber susurrado su nombre en voz baja, ella se sobresaltó ligeramente. Acaricié su espalda, ayudándola a recomponerse. - ¿Sabrías decirme con qué planta se corresponde este olor?
Sus ojos vacilaron antes de clavarse en el suelo.
- Diría que la mayor parte de su composición consta de hojas incienso… Junto con un toque de campanilla para suavizar el perfume, volviéndolo más agradable. - Su respuesta escapó casi de forma automática de sus labios, sin cuestionar el motivo por el cual le estaba preguntando aquello.
Aquella valiosa información me ayudó a reforzar mi teoría. Ya no me cabía duda alguna de que el incienso tenía una conexión directa con las almas. Hasta el momento, había confirmado que, al aspirarse en forma de humo, podía hacer aflorar recuerdos de otras vidas en sueños; por otro lado, al bañarse en aguas impregnadas de la misteriosa hierba, la conciencia del sujeto parecía ser enviada a otro plano…
¿Pero de qué se trataba, exactamente? ¿Y por qué era la primera vez que Rin se aparecía ante mí? Si Airin tomó aquel mismo baño que Kaori, ¿por qué no intercambiaron sus conciencias en ese momento?
Puede que hubiera podido incluso evitar la muerte de la princesa si hubiese podido razonar con Rin en aquellos momentos previos a la boda, pensé con amargura. Porque mi esposa jamás hubiera dudado en escapar juntos de allí. De modo que jamás habría caído en las violentas fauces de su matrimonio de conveniencia.
- ¿Sabes cómo o por qué has logrado salir de ese lugar oscuro que mencionas, Rin? – Interrogué nuevamente a mi esposa, ávido del conocimiento que necesitaba para resolver el funcionamiento de aquel complicado enigma.
- No… ¿No te alegras de verme? – Preguntó ella en un trémulo hilo de voz, dejando ir mis brazos de entre sus temblorosas manos.
- Por supuesto que sí, es solo que… - Me detuve a un instante de rodear su cintura. No deseaba hacerla sentirse como si no me alegrase de verla, porque no era cierto. - Necesito comprender qué ha estado sucediendo todo este tiempo, sin que yo fuera consciente… - La tímida luz del amanecer comenzó a colarse por las ventanas, volviendo más cálida la perenne iluminación blanquecina de las bombillas. – Pero podemos seguir hablando de ello más tarde. – Concedí, notando una profunda tristeza inundar su rostro. Me flagelé a mí mismo con el tortuoso pensamiento de que, incluso tras medio milenio de búsqueda, no era capaz de hacerla feliz por más de 5 minutos consecutivos. – No te preocupes, esposa mía.
La culpabilidad me atravesó el pecho cuando su expresión se relajó, aliviada porque hubiese dejado de lado la investigación. Me odié a mí mismo por no ser capaz de expresarle cuánto la amaba entre el desconcierto y la imperiosa necesidad de racionalizar el martirio al que ambos nos habíamos visto sometido durante tanto tiempo.
Rin caminó por mi lado para dirigirse a la bañera con pasos cortos, admirando con asombro los materiales de aquella habitación a los que no estaba acostumbrada. Se asomó al borde del recipiente entonces, con la cabeza gacha, para observar el líquido inmóvil que contenía.
- No es bueno dejar que el agua se estanque, atraerá a los insectos. – Puntualizó ella. - ¿Me ayudas a vaciar la pila?
- Espera. – Le espeté, sintiendo el pánico crecer en mi interior. Aún no tenía ni idea de qué había sucedido mientras me había estado ausente, y me aterraba que cualquier alteración en la escena de los hechos pudiera hacer las averiguaciones imposibles; y en el peor de los casos, la situación irreversible. Aunque tampoco quería mandar a Rin de vuelta al tenebroso vacío que había mencionado, aquel cuerpo no dejaba de pertenecerle a Kaori. Maldición. ¿Qué diantres podía hacer? – Está bien dejarlo así, no te fuerces de más. ¿No prefieres salir a descubrir cuánto ha cambiado el mundo en más de quinientos años? – Le ofrecí, en un intento de ganar algo de tiempo para pensar en toda la situación.
La mirada de Rin desterró toda incertidumbre en ese momento.
- ¡Claro que quiero! – Aceptó mi propuesta con la más radiante de las sonrisas.
A pesar de que su ilusión casi infantil siempre había ayudado a aligerar el peso sobre mis hombros, por algún motivo, no surtió efecto en aquella ocasión.
Salimos a caminar al paseo marítimo después de que yo hubiese rogado al servicio de habitaciones que no vaciasen el agua de la bañera cuando entrasen a realizar la limpieza diaria. A pesar de no entender lo que motivaba mi excéntrica petición, no pusieron pegas a dejarlo estar, para mi inmediato alivio.
Mi esposa hundió la barbilla en la pashmina azul que habíamos tomado prestada del equipaje de Kaori, protegiendo su garganta de la húmeda brisa marina.
- No me imaginaba que refrescaría tanto fuera. – Comentó Rin, sin ocultar su asombro. – La temperatura dentro del Palacio parecía de finales de verano.
Ah, la magia de los sistemas climatización centralizados. Creaban la falsa sensación de una temperatura ideal a lo largo de todas las estaciones. Podía comprender su confusión. Lo que no sabía era cómo explicarle su funcionamiento sin pasar por varias explicaciones técnicas preliminares.
Además, tenía otros aspectos más importantes que aclarar.
- El lugar del que hemos salido no se trata de un Palacio, Rin. – Le dije con calma, quitándome la chaqueta de color pardo para echársela sobre los hombros y ayudarla a mantener su calor corporal. – Se trata de un ryokan, sólo me estoy hospedando de forma temporal.
Mi esposa agradeció el abrigo, aferrándose a las solapas con ambas manos mientras se rodeaba el cuerpo con los brazos. Ella sabía de sobra que yo podía soportar el frío mucho mejor que cualquier ser humano, dado que habíamos acampado juntos a la intemperie en el pasado, por lo que aceptó mi ofrecimiento sin discutir.
- Ah, entiendo. – Ella dejó escapar una risa divertida, sus mejillas sonrojadas por el azote del viento gélido de mediados de otoño sobre su piel. – Había tantos objetos mágicos que no conocía allí dentro que pensaba que se trataba de una reforma del Palacio del Oeste.
Realmente había pasado tanto tiempo desde que abandoné aquel lugar que se me antojó extraño que nadie aún me pudiera relacionar con él… Pero, por supuesto, no había forma de que ella lo supiera.
Conociéndola, sufriría de saber que había cortado el contacto con mi Madre, más aún por su causa, de modo que decidí no hacer mención al respecto de aquel episodio.
- Estamos entre humanos. – Le aseguré, tomándola de la mano con suavidad. – De hecho, este lugar debería de resultarte familiar, esposa mía.
Con un movimiento de cabeza señalé hacia el frente para hacerla mirar. Allí donde seguía resistiendo la caverna donde ambos compartíamos recuerdos; donde me había enclaustrado la noche anterior con la intención de despedirme de ella para siempre.
- ¡Oh, oh, es la playa de aquella vez! – Exclamó ella con entusiasmo. Corrió de mi lado para encaramarse a la barandilla que nos separaba de la escarpada pendiente que descendía hacia la orilla.
- Así es.
La nostalgia se reflejó en su semblante mientras todos los recuerdos asociados con aquel sitio transcurrían frente a sus ojos castaños. Caminé hasta posicionarme junto a su costado, pero ninguno dijimos nada durante unos minutos.
Como si de aquella manera pudiéramos prolongar aquel momento de forma indefinida.
- Me gustaría tanto mostrarles a nuestras hijas este lugar. – Murmuró Rin, recomponiendo los mechones de su flequillo que habían sido despeinados por la brisa. - ¿Towa y Setsuna no están aquí, contigo?
Por supuesto que mi esposa iba a pensar en ellas al visitar el lugar donde le había prometido una familia. Fruncí los labios mientras meditaba mi respuesta.
- No, no me han acompañado… - Dije, midiendo cada maldita palabra antes de dejarla escapar por mi boca. – Están en el instituto. – Me decidí por una verdad a medias, puesto que la mayor de las gemelas sí que debía de encontrarse en mitad de su jornada lectiva en aquellos momentos.
No tenía corazón de revelarle que Setsuna nos había dejado para siempre, al igual que… Bueno, pensaba que tal y como ella había partido de este mundo.
Simplemente, no quería mancillar la expresión de júbilo y amor que recorría sus facciones al mencionar a nuestras hijas.
- Oh, qué desafortunado… Me gustaría mucho verlas. – Musitó Rin, apoyando los codos sobre la barandilla. – Por cierto, amor mío… ¿Podrías explicarme que es un "instituto"?
Carraspeé. Por un momento, había olvidado tener en cuenta que algunas palabras de uso cotidiano en el siglo XXI eran desconocidas para mi esposa debido al contexto histórico en el que había vivido.
- Es una manera de llamar a la escuela. – Le aclaré, sintiendo cómo mi esposa dejaba reposar su sien contra mi hombro. – Están aprendiendo distintas materias, como escritura, geografía, literatura, o historia, entre otras…
Me abstuve de mencionar el largo listado de asignaturas obligatorias en la secundaria, haciendo referencia a las más sencillas de comprender para ella. Los labios de Rin se curvaron en una agridulce sonrisa.
Ella nunca había tenido la oportunidad de estudiar o formarse, después de todo. Había malvivido como una huérfana casi toda su vida. En la calle y sin recursos, la mayor parte del tiempo. Únicamente había podido aprender lo básico de lectura y escritura tras nuestro matrimonio, gracias a que yo poseía los medios educativos que las clases más pobres no podían permitirse.
- Me alegra mucho de saber que les va tan bien… - Musitó, conteniendo una nota de emoción en el fondo de su garganta.
"Sin mí". Al no terminar la frase, quedaba más que implícito que le hubiera gustado estar presente en el desarrollo de sus adoradas hijas.
No soportaba ver la tristeza en sus ojos, de modo que traté de desviar ligeramente el tema de conversación para alejar la niebla de su corazón.
- ¿Recuerdas el kimono extraño que vestía Kagome antes de casarse con Inuyasha? – Le pregunté, retirando los largos mechones de cabello que le caían sobre la cara. Ella asintió, intrigada por aquella cuestión aparentemente sin relación con lo que habíamos estado hablando. – Es la ropa que utilizan algunas chicas en las escuelas de aquí. Se llama "uniforme escolar".
- ¡Oh! ¿Entonces Kagome venía de esta época? ¡Ahora entiendo que tuviera cachivaches tan mágicos! – Añadió, dando saltitos en el sitio de la emoción. - ¿Podemos ir a visitarla a ella? – Sus labios se fruncieron por un instante, contrariada. - O no, claro, estará en la escuela, como Towa y Setsuna…
Resultaba increíble que ni siquiera la muerte ni tanto tiempo de soledad hubiesen logrado arrancarle la vivacidad a aquella mujer. Rin siempre se centraba en lo benévolo, en los aspectos más amables del mundo, de modo que uno podía olvidarse a su lado de toda la crueldad existente.
Amaba el optimismo con el que Rin afrontaba las adversidades, y que jamás hubiese perdido ese espíritu que había cultivado desde muy joven. Una de las cualidades que más me había hecho enamorarme de ella.
Lo que me había salvado de perderme a mí mismo en tantas ocasiones.
- En realidad… Ella ya no se encuentra en este período. – Le respondí, depositando mi mano sobre su hombro. - Yo la mandé de vuelta al pasado, de modo que pudiera reunirse con Inuyasha.
Los ojos y la boca de mi esposa se abrieron ampliamente, pillada desprevenida por aquel descubrimiento.
No necesitó preguntarme si todo había salido bien, por supuesto. Ambos habíamos estado presentes en el día en que Kagome había regresado, después de todo.
- Claro… - Musitó ella, ahora que todo finalmente tenía sentido. – Por eso logró regresar después de tanto tiempo de ausencia. – Rin alzó sus ojos hacia mí con la expresión de una madre orgullosa. - Así que fue obra tuya, a pesar de que no te llevas nada bien con su hermano… Un gesto muy bonito por tu parte, Sesshomaru.
Me alegra que ayudases a que el amor triunfase.
Carraspeé, avergonzado por la forma poética en la que describía mis acciones.
- N-no es que lo hiciera pensando exactamente en eso… Nosotros hablamos mucho antes de…
- ¿Pasasteis tiempo juntos? – Me cortó ella, incapaz de controlar su emoción - ¡Ya decía yo que mostraba demasiadas confianzas contigo tras haber regresado! – Añadió con expresión juguetona, animándose del todo con aquel tema de conversación. – Mira que Kagome nunca me había creído cuando le decía que yo no tenía razones para tenerte miedo, y que confiaba plenamente en ti… Ahora entiendo por qué comenzó a aceptar y a apoyar más mi relación contigo a partir de entonces.
Su ternura y adoración resultaban casi insoportables. Por supuesto que Kagome había tenido razones más que de sobra para recelar de mi yo del pasado. La chica del futuro sólo había ganado algo de fe en la persona en la que me había convertido, la que había dejado atrás los rencores personales para ayudarla…
Y ni siquiera fue de forma desinteresada. Me sentía en deuda con ella. ¿Por qué las mujeres que compartían el alma de Rin se empeñaban en etiquetarme como abanderado del altruismo o la generosidad…?
Lo que había hecho no me convertía en trigo limpio. Sólo en alguien a quien no le gustaba sentirse en deuda.
- En realidad, sabes que hay motivos de sobra por los cuales cualquier ser humano debería temerme, Rin. – Comenté de forma más ominosa de lo que había pretendido.
Y como no podía ser de otra forma, ella acarició mi rostro, recorriendo de memoria el recorrido de las líneas púrpura sobre mis mejillas. A pesar de que no eran visibles en ese momento, Rin conocía de forma milimétrica dónde siempre se habían situado.
- Yo creo que ya no, Sesshomaru. – Murmuró, su boca a centímetros de la mía. - Te conozco lo suficiente para saber que tu mirada se ha suavizado mucho tras todo este tiempo que ha transcurrido, amor. – Rin retrocedió entonces, estudiándome con detenimiento. – Incluso… Estoy segura de que has vuelto a enamorarte, ¿verdad?
- Yo…
Me detesté a mí mismo más que nunca cuando me di cuenta de que había tenido que ser ella la que iniciase esa conversación. Porque yo no me había atrevido a mencionar aquel tema ni por asomo.
Porque me sentía como un monstruo, por encima de todo, por haber estado distraído por la imperiosa necesidad de averiguar cómo traer de vuelta a Kaori. Sin ser capaz de reconocérselo a ella o a mí mismo.
Porque me había hecho falta pasar por la terrible posibilidad de perderla para darme cuenta de que la amaba tanto como a Rin. De forma totalmente independiente. Como a otra persona distinta que siempre había sido, aunque mi cerebro se hubiese empeñado en conectar sus similitudes para evitar enfrentarme a aquella cruel disyuntiva.
Que no quería tener que elegir entre las dos personas de las que me encontraba profundamente enamorado. El sólo pensamiento de tener que decidirme por una de ellas en detrimento de condenar a la otra me partía el alma en dos, convirtiéndome en un traidor de toda la confianza que ambas mujeres habían depositado en mí, sin que yo fuese merecedor de tal bendición.
¿Con qué palabras podía suavizar esa desoladora realidad para evitar provocar más daño del que ya había causado?
- No hace falta que lo escondas. – Insistió ella ante mi culpable silencio. - Estabas a solas con la mujer a la que pertenece este cuerpo en ese ryokan. ¿La amas, no es así?
Cada palabra se clavaba como una acusación más en mi pecho, haciendo que me sintiese avergonzado de estar de pie frente a ella en aquel momento. El impulso de dar media vuelta sobre mis talones y escapar ascendía por todos mis miembros, pero me obligué a anclar los pies en el suelo.
No podía huir de aquella conversación, por mucho que me aterrorizase.
- Sí. – Admití, finalmente, retirando el contacto de mi mano sobre su delicado hombro. - Kaori es una mujer muy importante para mí, pero… Déjame explicarte…
- Me alegro mucho por ti también, Sesshomaru. – Me interrumpió ella, tratando de enmascarar su dolor con una afable expresión de felicidad. - No pretendo meterme entre vosotros ni alejarte de ella, pero… ¿Podrías consentirme un poco más antes de intentemos hacerla regresar?
Creo que sé cómo podemos hacerlo, pero antes… Concédeme este día a tu lado. Por favor.
El sencillo ruego de Rin era pasar el día juntos. Como no habíamos podido hacer desde mucho antes de que Zero le lanzase la maldición que había acabado con su vida.
Y no pude negárselo, por supuesto. Pero me torturaba pensar cuánto daño debía de estarle haciendo. Rin había mostrado mucha inseguridad cuando le hablé de mi Padre, al explicarle que era común entre los demonios de mi especie el mantener vínculos afectivos de carácter romántico y/o sexual con más de una persona.
A mi esposa le había torturado la posibilidad de que yo pudiera necesitar compañera, aparte de ella. Y aunque yo nunca había sentido la necesidad de ampliar mi círculo de relaciones íntimas, siglos después, allí me encontraba… Reconociéndole que había encontrado una nueva compañera.
Yo no era más que un pedazo de basura. Y, sin embargo, mientras la acompañé aquel día su risa estaba tan llena de vida que parecía que jamás se hubiera ido, como si el tiempo nunca hubiera pasado entre nosotros. Se emocionaba por todo objeto y concepto nuevo para ella. Hacía preguntas sin parar, como siempre había hecho.
Todo mientras caminaba de mi mano con completa normalidad.
Quizás eso era todo lo que Rin hubiese querido de mi antes de su muerte. Mezclarnos entre la multitud, ser una pareja más entre el gentío de humanos. No verse limitada por mi naturaleza ni por los deberes que exigía mi rango.
Ella habría sido tan feliz con tan poco que le hubiese concedido… De modo que me decidí a mostrarle todo lo que quisiera averiguar sobre esta realidad nueva para ella, sin reservas.
Pero no podía dejar de sentirme culpable por estar disfrutando su compañía de aquella manera. Como si fuera lo más normal del mundo. A Kaori no le iba a gustar nada saber que había pasado el día completo con Rin. Usando su cuerpo, sin su permiso. Y no podía culparla.
Pero aquello era lo mínimo que sentía que podía hacer para expiar mis pecados.
Incluso si no podía evitar sentirme como escoria en todo el proceso.
- Gracias por este día tan maravilloso, amor mío. – Dijo Rin al regresar a la habitación del ryokan tan haber cenado juntos. – Ya es hora de que me vaya, ¿no?
Rin no había hecho mención alguna a aquel tema durante el tiempo que habíamos pasado juntos en la ciudad, de modo que no pude evitar que me pillase desprevenido que lo tratase de forma tan directa.
Y me dolía pensar en la posibilidad de que esta vez pudiera desaparecer para siempre.
- Yo… No sé cómo… - Balbuceé, inseguro de cómo tratar aquella delicada situación.
- Llámala por su nombre cuando me meta en el agua. – Me indicó ella, para mi sorpresa. – Para serte sincera, no estoy del todo segura de si ese es el método correcto, pero sospecho que es así como he llegado hasta aquí. – Añadió, encondiendo sus sudorosas manos tras su espalda. - Siento haberme aprovechado de tu amabilidad y haber perturbado la paz de tu nueva vida.
- ¡N-no es así…! – La contradije, sintiendo una nueva opresión en el pecho.
- Claro que sí. – Insistió ella, apoyando las manos sobre mi pecho para negarme la posibilidad de envolverla entre mis brazos. - Cuando has mencionado a Kagome, me he dado cuenta de que me he convertido en lo mismo que Kikyo fue una vez. En un fantasma del pasado que no puede dejar de atormentar a su primer amor. Así que entiendo que necesitas olvidarte de mí para poder seguir…
Retiré con facilidad las manos que presionaban mi pecho y la abracé, ignorando por vez primera en toda mi existencia una negativa por su parte. La estreché contra mi pecho, dejándola sin aire en los pulmones por unos segundos, suficientes para acallar el desgarrador discurso que había iniciado.
Me agaché para que mi boca quedase a la altura de su oído, de modo que no tuviera más remedio que escucharme cuando susurré, casi sin aliento:
- Aún te amo, Rin. – Sentí su cuerpo estremecerse bajo aquella honesta declaración. - Siempre lo haré, incluso si tú ya no perteneces a este mundo… - Sostuve su mano con firmeza, colocando su palma sobre mi pecho, de modo que pudiera percibir los desbocados latidos de mi corazón. – Y aunque eso lo haga todo más complicado, jamás podré ni querré olvidarte. Te llevaré en mi interior hasta mi último aliento. - Ante su inmovilidad y silencio repentinos, me erguí para poder estudiar su rostro.
Por sus mejillas rodaban abundantes goterones. Se había deshecho en lágrimas, desconsolada. Sus ojos enrojecidos y vidriosos estaban clavados en los míos mientras hipaba.
- ¿E-eh…? – Ella comenzó a enjugarse las lágrimas con las manos, torpemente. – Y-yo… Sesshomaru, yo… Pensaba que no me había convertido en más una carga para ti. – Sollozó, dejando de intentar sonreír.
Dejando de intentar ser fuerte, radiante y optimista. Sólo dejando salir los abrumadores sentimientos que había reprimido durante las horas que habíamos pasado juntos aquel día.
- Siento no haberte expresado nunca antes cómo me sentía. – Me disculpé, rodeando su cintura para estrecharla contra mi cuerpo, esta vez con más delicadeza. – Siento haberte hecho pasar por tanto sufrimiento, mi amor, mi cielo, mi vida… - En ese momento fue cuando sentí mi férrea coraza resquebrajarse, volviendo mi propia voz llorosa. – Cuando, lo juro por lo más sagrado, que sólo quería hacerte feliz.
Los métodos y las palabras que escogí siempre estuvieron equivocados, desde el inicio. No te escuché, desatendí tus necesidades y antepuse mis deberes y preocupaciones a nuestra relación. Y a tu felicidad.
Siempre elegí esconderme y ocultarte todo lo que me resultaba conflictivo porque tenía miedo de enfrentarme a la vulnerabilidad y el eterno deseo que siento por ti. Y todo eso de lo que estaba asustado se me vino encima cuando te perdí, Rin.
Hasta el día de hoy he lamentado tu prematura partida, el no haberte cuidado ni atesorado lo suficiente en vida… Tengo casi tantos arrepentimientos como cosas que adoro, que he extrañado sobre ti, mi esposa, mi luna, mi sol…
Y ahora que te tengo aquí, frente a mí, después de siglos de incasable anhelo y búsqueda, yo… Siento un miedo atroz de perder a la otra persona de la que me he enamorado después de tanto tiempo… Y odio, detesto tener que tomar esta decisión. Porque os amo por igual, porque sois las personas más importantes en mi corazón. Y no deseo vivir sin ninguna de vosotras, aunque sepa que no es posible, que es un sentimiento egoísta que sólo os va a hacer sufrir más, porque la monogamia es la norma en vuestra especie…
Ah, desearía que no fuese tan complicado, yo, lo siento, lo siento tantísimo…
¡Ojalá hubiese vivido y perecido a tu lado como un corriente ser humano, Rin…! Sin habilidades sobrehumanas, sin poder, sólo tú y yo… Con nuestras hijas. En esa cabaña del bosque que yo debería haberte ayudado a construir…
Lloré. Me deshice en pedazos sobre su hombro, vomitando todas las emociones que no me había permitido verbalizar ni procesar en siglos. Aferrándome a su menudo cuerpo, como si fuese lo único que pueda impedir que cayese al suelo, destrozado.
La oí sollozar a ella también, incluso mientras acariciaba mi espalda en gesto tranquilizador con sus pulgares. Era la primera vez que mi esposa me consolaba, puesto que nunca antes había estallado en llanto frente a ella. Por insólito que pudiera resultar, yo jamás me había desnudado emocionalmente delante de ella hasta aquel punto tan visceral, tan en carne viva…
A pesar de que me había jurado a mí mismo ofrecerle todo mi ser mientras viviera.
Respiré hondo para intentar calmar mis emociones, y al retirarme de su hombro fue ella quien se puso de puntillas para besarme suavemente. Rin movió sus labios sobre los míos delicadamente, los húmedos restos de sus lágrimas alcanzando mi mentón. Sentí sus manos afianzándose en mi camisa, como si no pudiera soportar la idea de separarse de mí.
Cuando nuestras bocas se separaron, retiré un mechón de su flequillo para colocarlo por detrás de su oreja, con dulzura. Nos observamos, en silencio, pero entendiendo las palabras no pronunciadas por el otro.
Aquel era nuestro momento de despedida.
- Ella está viva. Kaori, y no yo. – Me recordó Rin, acariciando mi cabello y pasándolo por detrás de mis hombros con cuidado. – Mi tiempo ya se terminó hace mucho, soy consciente de ello. – Rin cerró los ojos, dando una bocanada de aire. - Muchas gracias por este día y todo lo que hemos hablado, Sesshomaru.
Me quedo mucho más tranquila ahora, mi amor… Las palabras que Airin me dedicó me habían estado torturando, me hicieron pensar que me había convertido en el motivo de mayor desgracia de tu vida, pero… Ya veo que no es así, que las cosas han cambiado mucho desde entonces.
Y te deseo toda la felicidad del mundo entero. – Murmuró con la mayor ternura que puede albergar un ser humano.
Rin me rodeó con sus brazos, a sabiendas de que seguramente se trataba muy posiblemente de la última vez que podía hacerlo. Yo la sostuve, sin apresurarla, pues tampoco deseaba verla partir.
Pero ambos estábamos de acuerdo en que era lo correcto.
Aunque no por ello la situación dejaba de ser desgarradora.
Mi esposa apoyó una mano sobre mi pecho para retirarse, mirándome a los ojos. Me obligué a sonreírle, incluso cuando mi corazón se estaba rompiendo en pedazos.
Porque al igual que ella había hecho en el pasado, yo no deseaba que su último recuerdo de mí fuese un rostro lleno de lágrimas. Sino una mirada llena del más puro amor que sentía por ella.
- Haré todo lo que esté en mi mano para que puedas descansar en paz, Rin. – Le prometí, acariciando su labio inferior con mi dedo pulgar. – Pienso poner fin a esta locura de una vez por todas.
- No, Sesshomaru. – Suplicó ella, capturando mis manos entre las suyas. – Ya has hecho más que suficiente por mí. Permítete vivir de una vez, en lugar de cargar sobre tus hombros siempre lo que piensas que los demás esperan de ti.
Solamente ella podía enunciar de forma tan hermosa las acciones tan egoístas que poblaban mi trayectoria vital. Sin embargo, Rin sí que tenía razón en un aspecto:
Que pensaba y analizaba tanto las cosas que acababa por no vivir nunca en el momento ni las circunstancias presentes. Tal y como me había sucedido mientras paseaba de la mano por última vez con ella, por seguir dándole vueltas a cómo sería capaz de traer a Kaori de vuelta.
Había estado esperando una eternidad, por lo menos, cuando por fin vi algo moverse más allá del torii de color dorado. Me puse en pie como impulsada como un resorte, aferrándome con desesperación al minúsculo ventanuco que me permitía comunicarme con Marin.
- ¿Hola? – Saludé en voz alta, recorriendo con mis ojos la habitación de hospital aún desierta.
- ¡Ya estoy de vuelta! – Canturreó la joven mientras emergía de la tumba espiritual, como salida de detrás del telón que era el escenario que me bloqueaba la visión más allá de él. - ¿Me echabas de menos?
A pesar de que su actitud despreocupada me habría parecido simpática bajo cualquier otra circunstancia, en aquel momento no hizo más que exasperarme después de la desquiciante espera.
- Por favor, por favor, por favor, dime que has averiguado algo… - Le supliqué, a punto de perder la cordura.
- Primero cumple tu parte del trato. – Exigió la joven, sin intención de ser cruel. En el fondo, parecía tan nerviosa como yo por obtener respuestas. – Kaori era tu nombre, ¿verdad? – Asentí como una marioneta sin voluntad. - ¿Cómo es Sesshomaru ahora?
Inhalé para recuperar aire en mis pulmones y me llevé la mano al mentón.
Era una pregunta tan amplia que no tenía ni idea de qué era lo que quería saber en concreto, o por donde empezar. Pero hablarle de nuestra no-relación no me parecía lo más apropiado, en cualquier caso.
- No sabría qué decirte, porque no entiendo con qué Sesshomaru lo estamos comparando, pero… Él es poco sociable, aunque muy amable con todas las personas que tiene que tratar en su día a día. Trabaja como profesor en la facultad de historia y se toma muy en serio todas sus obligaciones.
Los ojos de la muchacha se iluminaron al imaginar lo que le decía, dibujándole una tierna sonrisa en el rostro.
- Veo que no ha cambiado mucho en el aspecto profesional, aunque era doctor cuando yo le conocí… - Recordaba a Sessshomaru haber mencionado que una vez se dedicó a la medicina, por lo que no tenía motivos para desconfiar de aquella información. - ¿Y en lo personal? ¿Cómo se comporta contigo? ¿Qué relación tenéis?
Marin realmente tenía que dirigir la conversación hacia el pantanoso punto que me había esforzado por eludir…
- No… No lo sé. Aún. Es… Complicado. – Respondí, sin ocultar mi incomodidad. – Lo único de lo que estoy segura es que albergo sentimientos muy fuertes por él… Aunque no estoy segura del punto en el que se pueda encontrar Sesshomaru.
No era cierto. Él me había expresado que le importaba, que le atraída, pero… Mi corazón no era capaz de creer en esas palabras por más tiempo.
Porque temía más que nada que aquellos sentimientos no fuesen más de una réplica de lo que había sentido por Rin alguna vez.
- Entiendo esa sensación. – La chica pareció compadecerse de mí. - En mi caso… Sesshomaru era casi como un padre para mí, ¿sabes? No teníamos relación sanguínea, por supuesto, pero él me acogió sin pedirme nada a cambio. Me dio casa, e incluso una ocupación cuando no tenía a donde ir.
Me enamoré perdidamente de él, como es lógico. Era mi salvador, mi héroe… Aunque Sesshomaru nunca me vio del mismo modo que yo a él, por lo que no tuve más remedio que abandonar mis sentimientos románticos. Pero yo le adoraba y admiraba desde lo más profundo de mi ser. – Marin se detuvo, mordiéndose el labio, pensativa. – Expresado en voz alta, suena un poco turbio, ¿no?
No podía negarlo, al menos en mi fuero interior. Pero yo no estaba allí para juzgar los sentimientos de una joven por alguien mayor que ella. En aquellos casos, la responsabilidad debía recaer en la persona con mayor poder en la relación, y no al revés.
Pero me aliviaba saber que Sesshomaru no la había reciprocado bajo aquellas circunstancias.
- Conociéndole… Creo que puedo entender a lo que te refieres. – Después de todo, lo que había sucedido con Airin debía de haber influenciado en gran medida su comportamiento, a juzgar por la vulnerable situación que la muchacha describía. Aunque comprendía sus sentimientos románticos por él, me alegraba que el demonio hubiese conseguido no repetir sus errores, por mucho que seguramente había deseado corresponderla. - No pienso que sea extraño en absoluto que te sintieras de ese modo por alguien que se preocupase por ti de ese modo tan cercano y casi familiar.
Marin cruzó los brazos por detrás de su espalda, sonriéndome de forma genuina. Parecía aliviada de que no la hubiese juzgado por lo que acababa de contarme.
- Gracias. – Fue su sencillo agradecimiento antes de ponerse seria. - Pues mira, respecto a lo que necesitabas saber… - La joven cambió rápidamente de tema, seguramente evitando dar vueltas a lo que acababa de escuchar por mi parte. - Lo único que Rinako ha conseguido averiguar por mi después de insistir muchísimo a Iori es que… Dice que notó que su asaltante era una mujer a la cual no había visto nunca antes. Mencionó que tenía los cabellos plateados como una anciana, y, sin embargo, su piel se veía tersa y jugosa como la de una jovencita.
No sé si te sirve de algo esa información. Pero suena bastante sospechoso, si me preguntas.
Una descripción peculiar, sin duda. En el presente, podía ser una combinación más común gracias a los métodos de decoloración y tintes modernos, pero durante el período Edo no parecía probable que fuera el caso…
¿Albinismo, quizás?
O…
¿Y si se trataba de un demonio, como el propio Sesshomaru?
- Es mejor que no tener ninguna pista. – Murmuré, aún perdida en mis cavilaciones y teorías. – Muchas gracias por…
De repente, un temblor sacudió aquel extraño espacio que parecía flotar en mitad de la nada. No sólo el lado sobre el que yo me encontraba, sino que también pareció afectar a la habitación de hospital del Marin. La joven trastabilló con sus débiles piernas hasta caer sobre su trasero.
- ¡¿O-otra vez…?! – Exclamó ella, con las lágrimas que había luchado por contener en las comisuras de los ojos.
Yo logué mantener el equilibrio sólo unos instantes más que ella, antes de que una poderosa ráfaga de viento me lanzase directa contra el suelo. La niebla a mi alrededor comenzó a desvanecerse, relevando una cúpula de color dorado que delimitaba el espacio entre el torii dorado y el primer ventanuco que había visitado, el que no conducía a ninguna parte.
Al estirar el cuello para comprobar si Marin se encontraba bien, me di cuenta de que ya no podía visualizar el interior de su tumba espiritual. Su espacio se hallaba completamente opacado por una esfera de color púrpura. Como si se tratase de una perla.
Y no sólo eso. Al desvanecerse la neblina y el espejismo de la habitación de hospital, pude ver una hilera de coloridas esferas que formaban un círculo. Después del morado de Marin, asomaba la cúpula esmeralda donde debía residir Rinako, pues era la única otra esfera con contacto directo a la suya; a continuación, vislumbré una esfera de color anaranjada como el sol poniente (seguramente, Iori); después, otra de color índigo como el cielo nocturno (siguiendo el orden debía de corresponder a Himawari); y finalmente, la terrorífica esfera escarlata que indudablemente albergaba a Airin.
Allí estábamos todas reunidas en círculo, los colores de nuestros delimitados espacios coincidiendo con los colores de las Perlas Arcoíris de las que Sesshomaru me había hablado. Un escalofrío me recorrió la columna al percatarme de que entre la perla carmesí y la mía había un espacio en blanco, donde no había visto a nadie en ningún momento.
Claro. Era porque había un total de 7 perlas. Aún faltaba una. Iba a haber alguien más después de mí.
Aquella conclusión me revolvió el estómago, aunque no tuve tiempo de reaccionar porque me vi sobresaltada por una serie de llantos provenientes del resto de joyas de colores. En su mayoría, estaban llamando su nombre. El de Sesshomaru.
Aunque otras simplemente suplicaban clemencia, llamaban a sus familias con desesperación y pedían perdón.
Y entonces, todas las voces fueron acalladas con la aparición de un cegador haz de luz proveniente de encima de nuestras coronillas. Donde debería haber estado el cielo, pero donde no había nada más que un inmenso vacío.
"Kaori", se escuchó una distorsionada voz en la lejanía.
En contra de mi voluntad, mi cuerpo comenzó a flotar en el aire, haciéndome soltar un lastimero grito de terror.
"Kaori".
No tenía ni idea de quién me estaba llamando, pero no sabía si quería descubrirlo si eso implicaba verme abducida por una fuerza misteriosa a varios metros por encima de tierra firme. O lo que fuera aquella que hubiese bajo mis pies que había permitido caminar hasta ese momento.
- ¡N-no…! ¡No estoy! – Chillé, balanceando mis brazos como en clase de natación, tratando de regresar al bordillo de la piscina. - ¡No hay nadie en casa!
"Kaori".
Todos mis esfuerzos fueron inútiles, y me vi succionada hacia arriba sin poder remediarlo. Temía como un cordero a punto de ser sacrificado en lo más alto de un monte en mitad de una tormenta.
En mi ascenso, me crucé por un instante con el haz de luz blanco, el cual pareció dirigirme una cálida sonrisa:
- Cuida de él, te lo ruego. – Me pidió con la voz más dulce y llena de preocupación que había escuchado nunca.
Y entonces, todo se volvió oscuro una vez más.
Sentía que me faltaba aire, como si llevase horas bajo el agua y abrí los ojos, a pesar de que no recordaba haberlos cerrado en ningún momento.
Para mi alivio inmediato, todos los elementos a mi alrededor resultaban familiares: el vapor de agua, los azulejos de un pálido color celeste, la bañera llena de un líquido verdoso y unos fuertes brazos rodeándome.
Un segundo. ¿Unos brazos?
Aturdida, permanecí muy quieta mientras esperaba a que aquel molesto pitido abandonase el interior de mis oídos.
- Kaori… - Escuché la grave voz de Sesshomaru susurrar junto a mi oído mientras me estrechaba contra su pecho. – Oh, Kaori, por favor…
En lugar de palabras, lo máximo que logré emitir fue un quejido. Era como si mi lengua se encontrase adormecida, al igual que el resto de mis debilitados miembros.
- ¿Kaori? – Me llamó él, de nuevo. – Oh, por favor, respóndeme si eres tú.
Tosí en respuesta, obligando mis vías respiratorias a despejarse para dejar paso el ansiado oxígeno, incapaz de comunicarme de ningún otro modo. Ante su expresión de tenso desconcierto, me obligué a mí misma a asentir ligeramente con la cabeza. Entonces el demonio me envolvió por completo entre sus brazos, acurrucando mi rostro contra su pecho.
- Gracias a todos los espíritus… - Susurró él, aliviado. – Estás bien…
Con la visión tan cerca de su cuerpo, fue en ese momento cuando me di cuenta de que por su camisa transparentaban por completo las marcas moradas de su cuerpo, al encontrarse empapado.
Y él no era el único con ropa. Ambos estábamos completamente vestidos dentro de la bañera.
El demonio enredó sus garras en mi cabello con delicadeza, peinando los mechones con sumo cuidado de no clavarme sus uñas. Cerré los ojos un instante, disfrutando de la intimidad de su contacto, hasta que logré recuperarme de la sensación de ahogo inicial.
Entonces, con la boca aún pastosa, le pregunté:
- Sesshomaru… ¿Qué diantres ha sucedido?
Notas: Y así nos despedimos de Rin, definitivamente :') No os imagináis la cantidad de lágrimas que he derramado sintiendo todas estas escenas, imaginándolas en mi cabeza y después escribiéndolas.
Pero creo que ha merecido la pena más que de sobra el resultado.
Bueno, después de marearos tantos, ya me toca ir dando explicaciones de todo lo que habéis estado leyendo, lo sé. Prometo que todo está perfectamente ensamblado y justificado en mi cabeza, solo falta a esperar el momento donde os lo pueda revelar~
¿Qué os ha parecido esta parte? ¿Echaréis tanto de menos a Rin como yo? T_T
