LOS DIOSES DEL AMOR
Sincronización
El tejido de Dreganhürn había seguido avanzando como estaba convenido, de modo que la esperada fecha los había alcanzado en medio de mucha anticipación y algunas preocupaciones por parte de Ferdinand.
Si bien, las dos noches anteriores se había conformado con sostenerla entre sus brazos para charlar antes de dormir, resignado solo con ver a Bluanfah danzar por tener a todas sus diosas entre sus brazos, las dudas comenzaron a atacarlo apenas hacerse con la deseada herramienta mágica con forma de aros metálicos... ¿realmente era una buena idea entrar en la mente de su esposa para leer juntos un libro que muy seguramente no iba a poder leer?
Teniendo una memoria eidética, como la llamaba Rozemyne, Ferdinand podía recordar claramente la primera vez que había enlazado su mente a la de Rozemyne. Si, ella le había guiado a un par de bibliotecas y le había mostrado un par de libros... pero las extrañas runas en que estaban escritos le había impedido leer nada en aquel entonces. Ferdinand sospechaba que esta vez tampoco podría leer nada... por otro lado, Rozemyne había comentado que este famoso libro de las artes amatorias tenía diagramas... ¿en verdad iba a soportar ver imágenes que mostraran el arte que prodigaban en el mundo de ensueños a Brenwärme y Beischmachart? ¿no era eso demasiado descaro? ¿o Kuntzeal les habría dado en ese otro mundo algún tipo de ilustración que mostrara las diversas técnicas del libro sin ser vergonzosa?
Ferdinand suspiró con cansancio. Su curiosidad natural sumada a su asfixiante crianza no le estaban ayudando mucho en ese momento, si al menos hubiera desistido de entrar en el baile de Brenwärme y Beischmachart...
-¡Lord Ferdinand! -saludó una voz jovial a su espalda, provocándole un escalofrío y un sonrojo que sabía, por la risita mal disimulada de Justus y la mueca burlona de Hartmut, que todos habían alcanzado a ver antes de que volviera a poner su rostro estóico justo antes de voltear.
-¡Aub Alexandría! ¿es hora?
Se sintió estúpido haciendo la pregunta, sabía perfectamente que era la hora convenida debido a que no pudo concentrarse en ninguna de sus investigaciones en el laboratorio desde que dejara los instrumentos y la posión a utilizar en la habitación escondida... o comer adecuadamente durante el almuerzo con ella, su mente estaba tan motivada y su cuerpo tan deseoso de ella, que su estómago se había cerrado por completo. Era una suerte que Rozemyne no le hubiera reñido por no terminar el contenido de sus platos, ¿sería porque tomó la precaución de pedir que llevaran todas las sobras a su laboratorio de plantas fey en sandwiches?
-La quinta campanada acaba de soñar, Lord Ferdinand, vamos, sé que ha estado esperando por esta investigación todo el día.
¿Lo había descubierto?
Ferdinand observó un momento a su Gedulhd, siguiendo luego la dirección de sus ojos y encontrándose con los sándiwches a medio comer... o si, vaya que había estado esperando por esto.
Ella aguardó pacientemente a que Justus le despojara de los guantes, las botas y las extrañas batas que ella le había diseñado a él y a todos sus asistentes en el laboratorio de investigación para proteger sus ropas. Ambos comenzaron a caminar entonces hacia el pasillo que daba a la enorme biblioteca de su esposa, seguidos por ambos séquitos.
Cuando llegaron a la puerta, Ferdinand se apresuró a despachar a todos los asistentes y eruditos que los hubieran seguido, se resignó a que los caballeros se apostaran a ambos lados de la puerta, de todas maneras, la habitación oculta de la biblioteca, dentro de las habitaciones de descanso de Rozemyne estaba insonorizada, solo tendrían que activar las herramientas mágicas y colocar un par de piedras fey que él había cargado previamente para que nadie entrara.
-¿Ferdinand?
Miró a su adorada Mestionora. Estaba sonrojada observando algo en el centro de la habitación con sorpresa.
No pudo evitar sonreír de manera retorcida. La tarde anterior se había asegurado de meter una base de madera con uno de los novedosos colchones que los Gutembergs habían creado bajo la dirección de Rozemyne años atrás. También se había encargado de vestir la cama que ahora se encontraba en el centro, con los biombos acomodados de tal manera, que la instalación se sintiera más confortable, dejando el círculo de transportación que daba a la ciudad baja completamente fuera de la vista.
-Debido a la naturaleza de lo que vamos a investigar hoy, pensé que sería conveniente amueblar tu habitación oculta para la ocasión.
La observó riendo divertida, aligerándole un poco el nerviosismo y la anticipación. ¿Qué podía ser mejor que ver a esta mujer siendo completamente feliz? En ocasiones como esta comprendía un poco mejor a Silvester... solo un poco.
-¿Alguna otra cosa que debiéramos hacer para prepararnos? -preguntó su diosa en un tono divertido. Si ella supiera lo contaminado que estaba justo ahora por culpa de Brenwärme, lo dificil que estaba siendo para él no arrancarle toda la ropa y reclamarla ahí mismo.
Ferdinand tomó aire y la tomó del brazo con suavidad, guiándola hasta el lecho que había preparado con antelación.
-¿Qué sugieres?
En verdad se estaba divirtiendo. Su esposa, que había intentado jugarle una broma ahora se mostraba sonrojada y un poco tímida, sentándose en el cómodo colchón y jalándole el brazo con fuerza para obligarlo a sentarse también.
Se dejó acariciar, cerrando sus ojos para disfrutar la sensación de la mano cálida y un poco más pequeña de Rozemyne recorriéndole la mandíbula, los labios, las mejillas y peinándole el cabello, justo antes de descender sobre su ropa para quitarle el clip que ella le había hecho para dejarlo en alguna parte, justo antes de abrir los primeros dos botones de su ropa.
El dulce aroma del aliento de Rozemyne lo abrumó por un momento, justo antes de notar el calor de sus labios sobre los suyos, separándose parcialmente, casi de inmediato.
-Entonces, ¿crees que podamos ponernos más cómodos?
La sensación de sus labios aún en contacto con su piel mientras ella hablaba era más intoxicante que el más fino vise que hubiera probado nunca.
-Cómo mi Aub lo considere.
Abrió los ojos, encontrándola con un semblante que reflejaba cuanto se estaba divirtiendo a pesar del nerviosismo.
Curioso. A pesar del tiempo que había pasado, ella estaba tan sonrojada como la noche de las estrellas que habían compartido justo después de su enlace.
Ferdinand no pudo aguantar las ganas de acariciar aquel rostro de piel suave y cálida, retirándole los adornos que mantenían su cabello sujeto y completamente recogido antes de buscar la manera más rápida y eficaz de desvestirla, disfrutando de la risa divertida de Rozemyne y de los intentos que ella hacía por desvestirlo primero.
Para cuando ambos quedaron en ropa interior tenían la respiración entrecortada, ella había reído bastante y justo ahora descansaba sobre el cómodo colchón.
-Ferdinand, ¿porqué tienes que poner esa sonrisa de Rey Demonio cuando te estas divirtiendo fuera del laboratorio?
De nuevo el apodo desagradable.
-No sé de qué estás hablando.
La jaló para dejarla tan cerca como fuera posible para robarle un beso, regodeándose en la sensación de sus labios suaves, su boca abierta y dulce, el reconfortante y cavernoso interior en que había metido su lengua para paladearla con lentitud, succionando despacio en un intento por alargar el juego un poco más.
-¿Estás lista?
Ella lo miró con tal compostura y seriedad, que no parecía que estuviera en ropa interior frente a él, asintiendo como si estuviera recibiendo una orden de suma importancia o aceptando una dificil tarea.
Estirándose un poco, Ferdinand alcanzó una copa y los dos aros mágicos. Le ofreció la poción a Rozemyne, quien se enderezó lo suficiente para aceptar y dar un sorbo justo antes de regresarle el cáliz para que él también bebiera. Se colocaron los aros mutuamente y luego, sin poder evitarlo, Ferdinand se recostó del todo junto a su esposa, jalándola hasta tenerla entre sus brazos, en un reborujo de piernas entrelazadas antes de besarla de nuevo para pegar su frente a la de ella antes de cerrar los ojos.
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-¿Ferdinand?
Había funcionado. Todo a su alrededor estaba obscuro, sin embargo, sentir el mana de su esposa y escuchar su voz lo hizo sentirse reconfortado.
-Estoy listo, Rozemyne.
-Bien, ¿por donde debería comenzar?
-Tal vez el lugar donde conseguiste tu libro.
Podía sentir la emoción de Rozemyne conforme la imagen de una biblioteca en la que no había estado antes aparecía a su alrededor. Podía ver estantes de madera y metal cubriendo las paredes, algunas mesas largas eran cubiertas por telas blancas casi invisibles a causa de la cantidad de libros acomodados con extraños carteles. Ambos comenzaron a moverse entre las diferentes secciones. Notó la mano de Urano, cuyo brazo era cubierto por un sueter gris el cual tomaba un libro que hojeaba rápidamente.
-¿Es éste? -preguntó confundido. Solo notaba esos extraños caracteres por toda la hoja, pero ni rastro de los famosos diagrámas.
-No, solo, recordaba ese día... Shu intentó defenderme de unas chicas ruidosas en la universidad y yo tenía curiosidad, entonces...
-¿Quién es Shu?
El brazo de Urano devolvió el libro al estante antes de seguir caminando, mirando de reojo a su alrededor conforme avanzaba. Podía sentir vergüenza y curiosidad, sin embargo, no eran sus emociones.
-Shu era mi mejor amigo, era como tener un hermano gemelo, ¿sabes?
Observó interesado la cantidad de lomos de diferentes colores y las portadas de las mesas, coloridas y llenas de caracteres extraños, además de los pequeños carteles con algunos cuantos símbolos que se repetían una y otra vez. Urano giró su cabeza mirando detenidamente a su alrededor justo antes de seguir avanzando, podía notar que el sentimiento de vergüenza se mezclaba con otras emociones confusas.
-Rozemyne, ¿estamos huyendo de alguien?
-No.
-¿Y porqué parece que estuvieras a punto de quebrar la ley tratando de que nadie te vea haciéndolo?
Siguieron avanzando hasta una zona llena de carátulas que mostraban parejas, manos entrelazadas y extraños símbolos rojos o rosados. La mano de Urano comenzó a pasar por sobre las carátulas y los lomos, como si deseara llevarselos todos y se conformara solo con tocarlos.
-Si bien el [sexo] era algo bastante cotidiano y normal... bueno... buscar un manual sobre ello podía ser tomado como interés en prepararte antes de experimentarlo.
-¿Ibas a experimentar? -se sentía celoso sin razón. ¿No le había dicho ella que nunca se había relacionado de esa manera con nadie ni como Urano ni como Myne?
-No... solo... unas chicas me habían estado molestando, diciendo que una persona como yo no debería estar leyendo novelas románticas cuando no tenía ningún interés en el romance o conocimientos sobre [sexo]... Shu trató de defenderme aunque... bueno... que tu mejor amigo diga que técnicamente no es tu culpa no tener a nadie especial puede ser bastante bochornoso.
No estaba muy seguro de qué pensar sobre el famoso Shu. Estaba considerando el asunto cuando la respiración se detuvo en el pecho de Urano. Prestó atención. La mirada de Urano se paseaba entre diferenes ejemplares que parecían tener los mismos caracteres en la portada a pesar de tener diferentes imágenes. Sobras de los rostros de dos personas, dibujos de parejas acarameladas donde el hombre era delineado en azul y la mujer en rosa, y luego uno con una imagen demasiado detallada del cuello de una mujer semidesnuda siendo besado por un hombre sin que pudieran apreciar los ojos de ninguno de ellos dos, provocándole un severo sonrojo.
-¿Qué es eso?
-Solo espera.
Rozemyne estaba avergonzada. Urano estaba avergonzada y ansiosa. Él estaba avergonzado y expectante.
Urano tomó el últimio libro para hojearlo. Era bastante más grueso que los otros dos. En su interior había de nuevo esos extraños caracteres y... ¿esas eran esas extrañas pinturas que parecían reales de un hombre y una mujer en posiciones... y con casi nada de ropa?
El libro se cerró de golpe y regresó a su lugar. Si no estuviera tan incómodo por lo que acababa de ver, podría hacer algún comentario sarcástico para mofarse de la reacción de Urano.
La observó tomando otro de los libros. Esta vez los diagramas eran... demasiado sencillos. Era como una revelación notar que con tan pocas líneas pudiera insinuarse la forma de un par de cuerpos, identificados mayormente por dos colores distintos. Notó uno de los dedos de Urano pasar por encima de los caracteres desde arriba hacia abajo antes de mirar algunas hojas más. Si eera sincero, se sentía más a gusto con este otro manual, aun si podía sentir un eco de la ligera confusión emitida por Urano.
-No pude escoger este, ¿sabes?, las fotos del anterior eran demasiado para mi... además del precio, y luego estaba este otro que me resultaba un poco confuso, las imágenes son muy [minimalistas] así que es dificil comprender del todo, aun si los géneros están diferenciados por color.
El libro se cerró de nuevo y volvió a ser colocado cuidadosamente en su lugar.
Pudo notar como su campo de visión se desviaba, mirando hacia atrás. Había menos personas que antes, todos hojeando diferentes libros, algunos caminando hacia la salida, deteniéndose para hacer una fila pequeña frente a una extraña mesa demasiado alta donde ponían los libros para que una persona con una sonrisa de negocios tomara el libro y lo revisara. La atención de Urano regresó al librero en cuestión, tomando el último de los tres libros que habían estado observando.
Urano abrió el libro para hojearlo y lo primero que pudieron observar, fue el dibujo de una pareja ensarzada en un abrazo afectusos, donde ella lo rodeaba a él con brazos y piernas. Había más de esas extrañas runas por toda la página. En la página contraria podía ver el dos dibujos que, efectivamente, recordaban diagramas y... ¿esa era una espada de Ewigeliebe... dentro de un cáliz de Gedulhd?
-¡¿Rozemyne?!
-Tranquilo, este es bastante fácil de comprender. Las imágenes están siempre en blanco y negro, los diagramas están bien definidos y a los lados puedes encontrar todo tipo de explicaciones sobre cómo colocarse, el nivel de intensidad de penetración además de las [zonas erógenas] estimuladas.
Pudo notar que Urano miraba otras dos hojas al azar antes de cerrar el libro. Pensó que iba a devolverlo, sin embargo, parecía que lo estuvieera midiendo con algunos otros libros de la sección de al lado.
-¿Qué estas haciendo ahora?
La escuchó reír un momento. La sensación de diversión emanaba de Rozemyne directamente, en tanto que el bochorno y la premura eran parte del recuerdo de Urano.
-Busco un libro que tenga una funda del mismo tamaño para [camuflar] el manual, no queria que mamá me hiciera preguntas extrañas. -Respondió su esposa, dejando escapar algunos sentimientos de nostalgia y resignación. Por lo menos había menos culpabilidad esta vez.
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Estaban en una pequeña recámara que le hizo a Ferdinand replantearse su impresión inicial de que Urano había sido una noble. La habitación era demasiado pequeña. Una cama, una pequeña mesa con algunos libros junto a la pared. A un lado, justo a dos pasos había un escritorio con más libros en un pequeño estante, materiales de escritura y una silla. Frente a todo aquello podía ver un par de puertas medio cerradas que dejaban ver un poco de ropa en el interior, una cesta alta y tejida a un lado, luego, en la misma pared donde descansaba el escritorio podía visualizar una puerta. Casi no había adornos en la pared, solo un enorme papel con más de esos símbolos raros escritos en vertical con trazos gruesos, un marco lleno de hojas pequeñas con más runas y una pequeña repisa en la pared junto a la cama con varios libros, algunos apilados hacia arriba y unos pocos recargados sobre la pequeña torre de libros. Una pequeña ventana cubierta por una cortina gruesa y desprovista de adornos era todo lo que parecía mantener la privacidad de Urano en esta pequeña habitación.
Se sentaron en la cama, que era suave y cómoda. Urano acomodó algunos cojines contra la intersección de las paredes en que se encontraba su lecho y luego, sentados, tomaron el libro. Ferdinand miró con interés como Urano quitaba un papel largo, grueso y colorido de otro libro y luego lo colocaba sobre el manual en que estaban interesados.
El libro se abrió en la primera página y una sensación de tranquilidad pudo sentirse del recuerdo.
-Rozemyne... no comprendo lo que dice ahí.
-¿Eh?... oh, ¡es verdad! Ferdinand no puede leer en japonés... ¿tal vez debería enseñarte?
-¡Idiota! no tenemos suficiente tiempo para que me enseñes a leer algo tan complejo en este momento.
¿En serio iba a hacerlo pedirle que le leyera el contenido en voz alta?
Urano dio vuelta a la página. De un lado podía ver un par de diagramas sobre la espada de Ewigeliebe y del otro... debía ser el cáliz de Gedulh y la flor de la ofrenda.
-¡Es cierto! Por muy inteligente que sea Ferdinand, no puedo enseñarle todo un idioma en tan poco tiempo... ¿puedo enseñarte después?
-Por favor.
-Entonces, te diré lo que dice, ¿sí?
Se sentía agradecido de que ella lo comprendiera tan rápido. Luego decidió que era mejor no dejarla leer demasiado y dedicarse a hacer preguntas.
Pronto Ferdinand comenzó a aprender más sobre sí mismo y sobre el cuerpo de su diosa. Los términos extraños que ella había empleado la última noche que disfrutaran de la danza de Brenwärme y Beischmachart se volvieron algo que podía entender ahora.
Masturbación, juego previo, zona erógena, excitación, orgasmo, felación, cunnilingüis... por muy vergonzoso que fuera o lo crudo de los diagramas, tenía que admitir que la información era de lo más interesante. Ahora sentía ganas de experimentar algunas de las cosas que habían observado juntos en el libro, pero se contuvo.
Las posiciones comenzaron a desfilar una a una. Al tiempo que aprendía los nombres, las bondades y los movimientos, comenzaba a comprender el sistema numérico de este otro mundo, sorprendiéndose un poco al darse cuenta de lo similar que era al suyo propio.
Cuando terminaron la sección de parejas, otros diagrámas que exudaban depravación comenzaron a aparecer.
Estaban sentados en la cocina ahora y a pesar de no comprender todas las palabras, estaba seguro de que estaban viendo una de las divisiones del libro, bellamente adornada con flores, pájaros, abejas y otras figuras que no lograba decifrar.
Al dar la vuelta, se encontró con una mujer entre dos hombres.
-¡¿Rozemyne, qué es esto?!
-La parte de los tríos... aunque supongo que no necesitamos saber sobre esto, ¿no?, además, "eso" está por suceder.
-¿Eso?
Por la periferia del ojo podía notar a alguien que iba y venía, dejando cosas sobre la mesa, debía ser la madre de Urano.
-Creo que es suficiente, ¿podemos irnos ahora? -pidió Rozemyne sintiéndose preocupada, a diferencia de la curiosidad, el interés y la ligera excitación que podía percibir de Urano, quien seguía estudiando arduamente las siguientes páginas.
-Bien, lo dejaremos hasta aqui.
Pudo sentir como algo se deslizaba entre los dedos de Urano, la madre de Urano volteando y las emociones de la susodicha cambiando, lo último que escuchó fue el nombre de Urano en la voz de la madre de esta antes de que todo se oscureciera.
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Lo primero que vio al despertar fue el rostro sonrojado de su esposa todavía coronado por la herramiente mágica. Sin poder evitarlo, le retiró el circulo de metal al tiempo que se quitaba el propio, sonriendo de lado antes de comenzar a besarle la mandíbula y el cuello.
-¡Ferdinand! -susurró ella en un gemido bajo que le hizo hervir la sangre.
La besó un poco más. Si bien lo último que habían visto era demasiado perturbador, su lado de erudito ardía en deseos de comenzar a probar y experimentar todas y cada una de las cosas que había memorizado.
Se alejó un poco para verla. Los hermosos ojos dorados de Rozemyne se abrieron. La notó sonrojada y dispuesta, tan cómoda y relajada como si estuviera a punto de leer un libro nuevo.
Recordó la última vez que habían danzado con Brenwärme y Beischmachart. Sin dejar de besarla en el cuello y detrás de los oídos, Ferdinand se apresuró a quitarle el resto de la ropa a su esposa, dejándola en la misma condición que las mujeres dibujadas en el manual.
Besó, succionó y manipuló cada una de las zonas que recordó la habían echo suspirar y gemir más la última vez, arrebatándole toda clase de sonidos excitantes antes de llegar al área que el manual había denominado como "pubis".
Ensortijado pelo azul medianoche lo esperaba ahí. Un poco nervioso y lleno de curiosidad, Ferdinan comenzó a acariciarla, delineando cada una de las formas ocultas entre las piernas de su diosa.
-¡¿Fe... Ferdinand?!
El manual no decía nada acerca del mana, porque en ese otro mundo el mana no era algo que existiera.
La acarició un poco más, notando como ella reaccionaba a su toque. Con cuidado abrió los pétalos de la flor, tratando de mirar dentro sin que su vista pudiera ir muy lejos.
-¡FERDINAND!
El nombrado desvió la mirada para observar a su pareja. La curiosidad era mucha, pero sus ánsias de verla todavía más sonrojada eran demasiado.
Sonriendo sin poder evitarlo, acercó su boca a los pétalos de la flor que lo llevarían hasta el cáliz oculto en su Gedulhd, sorprendiéndose. El sabor era incluso más dulce que su boca, contrario a la información que venía en el extraño manual. ¿Era por el mana? Quizás, la exitación en el cuerpo no solo propiciaba un aumento en el riego sanguíneo de la zona genital, era posible que también llevara a un aumento en la circulación del mana en esta zona... después de todo... en este mundo el mana era necesario para concebir.
La idea de masturbarla hasta el hartazgo sobre el círculo especial para revisar la circulación del mana se le vino a la mente... en este momento era algo poco práctico, tal vez podría experimentar con ello en otra ocasión, ¿tal vez cuando tuviera la fuerza suficiente para complacerla a ella múltiples veces antes de permitirse complacerse a sí mismo? la incomodidad entre sus piernas le hacía bastante consciente de que en ese momento no podría... además de que le faltaba el círculo mágico.
La miró de nuevo, sus ojos fijos en aquel par de lunas doradas conforme paseaba su lengua por encima de los pétalos de Rozemyne. El placer que sintió al verla retorcerse y escucharla gimiendo era indescriptible. Decidió experimentar un poco más, aprovechando que el gusto difería completamente de la explicación en el manual, quizás fuera cierto para los plebeyos con poco mana, o con personas con mana incompatible.
Ferdinand cerró los ojos esta vez, acariciando la flor de su amada antes de comenzar a besarla despacio, ahondando poco a poco en la intensidad de sus caricias, permitiendo que sus manos vagaran entre la redondez de las caderas de Rozemyne y la de sus senos desnudos, escuchándola gemir y sintiéndola retorcerse.
Curioso y exictado, el peliazul introdujo dos dedos a través de la flor, sintiendo el cáliz aumentando la temperatura y la cantidad de líquido en el interior conforme él movía sus dedos en el interior, jugando un poco más con su boca antes de sentir como el cuerpo de su diosa hervía como los nidos de agua de los riesefalke, convulsionando poco después alrededor de sus dedos.
Ferdinand sonrió orgulloso, arrodillándose frente a su diosa para permitir que su espada acariciara los pétalos antes de introducirla en el cáliz.
Recordaba bien las quejas de Rozemyne, esta vez, además, podía comprenderlas a la perfección.
Sonriendo, besó a su esposa en los labios un momento antes de regresar a la posición de hincado, tomando una de las piernas de Rozemyne para acariciarla con las yemas de los dedos para soltar un poco de mana sobre ella, besándola antes de colocarla sobre uno de sus hombros, repitiendo la operación con la otra pierna de su esposa, deleitándose al escucharla gimiendo por lo bajo.
Sin dejar de acariciar o besar las piernas de Rozemyne, Ferdinand comenzó a moverse despacio dentro de ella, tratando de llevar un ritmo lento, como si tocara una balada nostálgica en su harspiel, aumentando poco a poco el ritmo sin dejar de besar o acariciar las hermosas piernas blancas de su diosa, recorriéndolas en toda su extención justo antes de colar una mano entre ellas para volver a acariciar el petalo principal en el cuerpo de su esposa, ese que el manual había descrito y resaltado bastante.
Aumentó el ritmo de nuevo, desesperándose al sentir que estaba cerca del final, extrayendo la espada antes de voltear a Rozemyne sobre su estómago, agachándose lo suficiente para acercarse un cadejo de sedoso cabello azul para olerlo un momento, sintiendo como se calmaba poco a poco.
-¡Dioses! estaba tan cerca -se quejó Rozemyne sin resistirse a nada.
-Lo lamento, yo también estaba demasiado cerca.
Ferdinand movió delicadamente el cabello de su esposa hacia un lado para descubrir su espalda. Se agachó entonces para besarla en el cuello, dejándose embriagar por el aroma del rinsham justo antes de pasear sus labios sobre la espalda de su diosa, atento a los lugares que la hacían suspirar, gemir o retorserse. Debía apresurarse a aprender la geografía de su Gedulhd si quería estar seguro de donde proveerle más atenciones en encuentros futuros.
-¡Ferdinand! ¿porqué siento, como si fuera, uno de tus proyectos?
Sonrió sin poder evitarlo. Estudiarla era tan divertido como estudiar las propiedades y usos de su singular mana. Paseó sus dedos por la piel de la espalda de su amada, dejando escapar pequeñas corrientes de mana por aquí y por allá para observarla mejor, contento al comprobar después las zonas más sensibles en la espalda de su esposa, justo antes de comenzar a acariciar la redondez de sus caderas y la suavidad de sus asentaderas, amasándolas poco a poco al recibir más gemidos de satisfacción, besándola brevemente antes de obligarla a ponerse de rodillas para observarla mejor.
El manual había indicado demasiadas cosas, todavía no podía comprender del todo las cosas que se le ocurría a la gente del mundo de Urano, así que ubicó la flor una vez más, besándola a ambos lados, sonriendo cuando su esposa brincó ligeramente sorprendida por sus caricias antes de introducir su espada una vez más.
Recordando las explicaciones que Rozemyne le hacía al observar los diagramas de esta posición y la anterior, comenzó a concentrarse en estudiar las reacciones de su diosa y sus propias sensaciones, comparándolas con las explicaciones en el manual que había visto con tanta atención.
Sin dejar de acariciarla, Ferdinand aumentó la velocidad de sus embistes, olvidándose en algún momento de las notas mentales que había estado tomando y deleitándose en las sensaciones del cuerpo de su esposa o los sonidos que le estaba arrancando de forma casi salvaje. ¿Cómo un cambio tan sencillo podía darle a todo una perspectiva tan nueva y diferente en todos los sentidos? No lo sabía, y mientras el segundo orgasmo de su esposa provocaba el propio con mucha fuerza, olvidó que estaba a punto de decidirse a averiguarlo.
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-Washen
El pequeño grito lleno de jadeos de Rozemyne lo hizo sentirse como un niño haciendo alguna travesura. Notarla gemir una vez más lo hizo retirar de inmediato el conjuro para limpiarse a si mismo. Estaba exhausto, pero al menos se había liberado del sudor y de todos los fluidos cuyo nombre había aprendido al ver los recuerdos de la vida anterior de todas sus diosas.
-¿Debería experimentar contigo a usar el washen? -preguntó Ferdinand con curiosidad, golpeándose la sien con sus dedos sin dejar de mirar a su esposa, la cual estaba completamente sonrojada antes de aplastarle la cara con una almohada.
-¡Ferdinand!
Sin prisa alguna, ocultando su risa con la almohada se asomó para encontrarse con que su esposa lo veía con los brazos en jarras y algo de enfado, como si se hubiera olvidado de su desnudez. Era algo cómico de ver en realidad.
-Pensé que deseabas... ¿cómo me dijiste?... ¿muchos orgasmos?
No tenía idea de que Rozemyne podía sonrojarse desde la frente hasta el escote, o que se sentiría lo suficientemente molesta y apenada para tomar la otra almohada y tratar de golpearlo con ella.
Sonriendo divertido, Ferdinand lanzó su almohada a un lado antes de tomar la de Rozemyne, arrebatándola y jalándola hacia sus brazos, apresándola y sonriendo aún más al sentirla removiéndose entre sus brazos.
-...¡siempre tienes que ser malo conmigo! ¿porqué? ¡incluso cuando era una niña recién bautizada!...
La abrazó algo más fuerte, besándola entre los cabellos, escuchando como ella se detenía de repente de su cadena de quejas, dejándose de remover entre sus brazos como si la hubiera convertido en piedra o en un muñeco.
-Te amo -susurró Ferdinand en el oido de su Aub, aflojando su agarre para dejarla girar hasta quedar frente a frente.
Ella estaba sonrojada y sonriente, regalándole algunos besos pequeños en los labios antes de colar uno de sus brazos delgados bajo su cuello para abrazarlo, pegando su frente a la de él.
-También te amo... aun si disfrutas molestándome.
-Una mujer más sensata se habría alejado de la persona que disfrutaba con jalarle las mejillas, ¿no crees?
La escuchó reír un poco. La sintió besarlo en la frente, en los ojos, el puente y la punta de su nariz, sus pómulos, su barbilla y sus labios.
-Una mujer más sensata se habría perdido de lo maravilloso que es ser amada por ti.
No tenía como refutarla, ni siquiera quería hacerlo, era demasiado feliz en ese momento.
-¿Y quieres dormir aqui o prefieres ir a nuestra alcoba?
Se sentía cansado y a punto de dormir... aunque si en algo tenía práctica era en evadir a Schlatraum y sus bendiciones con éxito y por varios días.
-Si vamos a nuestra alcoba ahora, tendremos que vestirnos... y seguro que tienes dificultades para dormir.
-Si pierdo el sueño, te observaré hasta que pueda dormirme.
La besó en la frente, escuchando algunas risillas avergonzadas saliendo de ella.
-¿Ferdinand? ¿podemos darnos un baño juntos alguna noche?
La petición le pareció extraña, sin embargo... ¿qué de todas sus exigencias y solicitudes había sido alguna vez normal?
La abrazó un poco más, acomodándola lo mejor que pudo antes de tomar las sábanas que habían caído al piso para cubrirla a ella y luego a él. Tenía plena confianza en que despertaría a tiempo para volver a su propia habitación con ella en brazos antes de que Justus y Lieseleta fueran a buscarlos para vestirlos.
-Como gustes, Rozemyne, ahora solo duerme, nos escabulliremos a nuestras habitaciones por la mañana.
La sintió sonriendo contra su pecho, relajándolo lo suficiente para cerrar los ojos, tomar una gran bocanada de aire y caer profundamente dormido.
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Notas de la Autora:
Necesitaba más, jajajajajajajajaja, he estado leyendo muchos, muchísimos fanfics en lo que espero a que la página donde leo la novela ligera termine de subir la traducción del volumen 21 y en serio, aunque hay fanfics increíblemente buenos como Volviendo a Tejer, The Book of Verdrfölnir y A weave with one snapped thread, que son mis favoritos de Ao3... como que necesito más escenas donde este par estén muy acaramelados... no importa si no terminan como en estos, pero si, necesito más de esos... así que aqui traigo mis exageraciones, jajajajajaja, espero que hayan disfrutado con este y bueno... antes del copy paste, (Hay un fanfic al respecto... pero menos descriptivo que este fanfic), parece que habrá tina, muajajajajajajaja... ok, me voy a dormir.
SARABA
