Los Dioses del Amor
Estragos literarios I
–Comandante, está todo listo para partir a la Conferencia de Archiduques.
La mujer con los chongos gemelos y la impecable armadura asintió, caminando sin prisa hacia el círculo de transportación donde estaba desapareciendo el último cargamento con los objetos que su hermano mayor iba a necesitar.
–Gracias Lanzartak. ¿Algún reporte desde la Academia, Kentrips?
–Nada nuevo, comandante. La carga ha llegado a salvo en todas partes. Zent Eglantine afirma que todo está en orden y listo para recibir a los Ducados.
–Perfecto. Supervisen la transportación de asistentes y caballeros, entonces. Avisaré a Aub y al heredero de que todo está listo.
–¡Ja!
Hannelore asintió un poco y luego se retiró al despacho del Aub.
Su hermano Lestilaut y su padre se encontraban dentro discutiendo algunas cosas con su madre, todos resguardados por Heitzchite y Annemarie, la capitana de guardia de su madre.
Apenas ella entró los tres líderes voltearon a verla. Su hermano tenía las orejas rojas en contraste con sus padres, quienes sonreían divertidos y más juntos de lo usual.
–Comandante –habló su padre, el actual Aub Dunkelferger–, ¿cómo avanzan los preparativos para partir?
–Todo en orden, Aub. He dado indicaciones de comenzar a enviar asistentes y caballeros para terminar de preparar nuestra llegada.
–Muy bien. En ese caso, mi primera dama y yo nos quedaremos aquí a discutir algunos asuntos sobre Amazonia. Lestilaut, Comandante Hannelore, ambos pueden ir a prepararse para partir.
–¡Ja!
Un asistente abrió la puerta y ella salió primero, verificando el perímetro y esperando a su hermano para escoltarlo.
El recorrido fue tranquilo. Cuando los dos hermanos estuvieron en la Academia Real, siguieron caminando hasta el dormitorio de Dunkelferger.
Era un poco nostálgico, a decir verdad. Ella se había graduado apenas dos años atrás y estaba emocionada. Su mejor amiga, con la cual había mantenido comunicación por carta, estaría ahí pronto.
–Hermano, ¿puedo preguntar que te tenía tan perturbado en casa?
Las orejas de su hermano se colorearon de nuevo. Su cuñada observaba al peliblanco con tanta curiosidad como ella misma, entonces, luego de suspirar y ordenar a todos que pusieran una herramienta antiescucha, Lestilaut se dejó caer en el sillón de la sala de té del dormitorio donde se encontraban.
–Padre me estaba dando los informes sobre… la creación de Amazonia… no puedo creer cuan descarada es tu amiga, Hannelore.
La pelirosa movió la cabeza, más confundida ahora, mirando a Lady Einliebe, la mujer de su hermano, quien se veía igual de perdida.
–¿Sabes algo del… Buen Libro?
Los tres estaban sonrojados ahora. Hannelore estaba tentada a sacar el abanico de metal que colgaba de su cintura para esconder su sonrojo tal y como estaba haciendo su cuñada sin llegar a hacerlo en realidad.
–Madre me obsequió una copia la víspera de mí unión de las estrellas.
Su hermano las miró a ambas, cubriendo sus ojos de manera parcial en actitud preocupada.
–Al parecer, todo libro relacionado con esa… guía de Bremwärme y Beinsmachart se imprime y vende en los jardines de Besuchgweg… Amazonia es una complicada fachada para la diseminación del libro… madre y padre deseaban saber si deseo estar inmerso en dicho proyecto o permanecer al margen.
Tanto Hannelore cómo Enliebe lo miraban ahora con curiosidad.
Si aquello era cierto, ser quien estuviera a cargo no solo le dejaría a cualquiera poner las manos en cualquier manual desde antes de su publicación, también garantizaría ser los primeros en leer los libros de Lirio Rojo, cuyos libros Hannelore leía y releía con avidez durante sus tiempos libres, a veces en compañía de su esposo.
–Me negué –confesó su hermano mayor mirando al suelo, sonrojado desde las orejas hasta la nariz.
–¡¿Qué?! –preguntó Hannelore sorprendida.
–¡¿Por qué?! –cuestionó Enliebe al mismo tiempo.
Su hermano las miró a ambas, más sonrojado aún.
–B, bueno… yo… estoy preparado para ser la espada de Zent pero no para lidiar con… las publicaciones… y con Lirio Rojo.
Los ojos de Hannelore se abrieron aún más. Eso solo podía significar una cosa.
–¿Sabes quién es Lirio Rojo?
La cara de su hermano era amarga ahora. Parecía incluso asqueado y más sonrojado todavía.
–Créeme, hermanita. No quieres saber la identidad de… esa escritora… yo no puedo volver a leer uno solo de sus libros.
La cara de Enliebe era de horror ahora. Estaba tan estupefacta que ni siquiera cubrió su rostro con el abanico para disimular.
–¿Lestilaut?
Su hermano miró a su esposa con timidez, encorvandose frustrado antes de cubrir sus ojos.
–Te los voy a seguir comprando, lo juro… solo no quiero leerlos de nuevo… nunca… no quiero que me comentes de ellos tampoco, por favor… no puedo explicarte porque… es demasiado vergonzoso.
Ambas mujeres se miraron. Hannelore pasó un poco de saliva antes de aventurarse a preguntar– ¿Es alguien que conocemos? –solo para recibir una mirada amarga de su hermano, quién asintió en silencio.
–Ya no importa. Nuestros padres se harán cargo por completo de ese lugar. Yo solo voy a recibir los informes usuales de cualquier territorio.
Era algo bastante curioso, pero Hannelore no hizo más preguntas. Nunca había visto a su hermano tan sobresaltado antes.
Más tarde, cuando todos llegaron al dormitorio y la cena terminó, Hannelore se encontró a sí misma intercambiando mana con su esposo en uno de los miradores bajo la luz de la luna.
–Espero que no desees indagar en su identidad, Hannelore.
La comandante de Dunkelferger sintió un cosquilleo entre sus piernas cuando los labios de su esposo depositaron un beso en sus manos y luego en su cuello, haciéndola sonreír.
–¿Por qué? ¿Tú sabes algo?
La joven miró a su compañero, el cual solo le mostraba una sonrisa retorcida antes de tomarla de la barbilla para besarla en un vano intento de distraerla.
–Dime quién es.
Su marido le sonrió de manera enigmática, tomándola de la cintura y jalandolo más cerca, besándola una vez más antes de acercar sus labios a su oído, susurrando su respuesta.
–Si te lo digo, tampoco querrás leer de nuevo sus libros… ¿Y entonces de dónde podríamos tomar ideas tan… interesantes para nuestros juegos nocturnos?
–¡Kentrips! –se quejó Hannelore, dando un manotazo en el pecho a su marido sin dejar de soltar risitas tontas.
La joven comandante pasó una pierna sobre el regazo del erudito principal del nuevo Aub, besándolo del todo sin dejar de intercambiar mana con sus manos y sus labios, sintiendo como su trasero era acunado y amasado un par de veces antes de guiarla para frotarse sobre la espada oculta y lista debajo de la ropa.
–¡Kentrips! ¡Por favor!
El hombre la guió para moverse sobre su regazo un poco más, besándola en el cuello despacio antes de subir sus manos por su espalda para abrazarla, haciéndola estremecerse cuando Kentrips hundió la nariz en su cuello, oliendo su piel y su cabello antes de morder su labio inferior con dulzura.
–Hagamos esto. Lee conmigo otros libros sobre el tema. Déjame probar tu cáliz cómo en esos otros libros. Escoge un nuevo favorito. Entonces, te diré quién es.
Los dos se besaron de nuevo.
Hannelore ardía en deseos de liberar el cabello de su esposo y sentirlo deshacer su peinado, conformándose con mirarlo a los ojos. Su hermano podía compartir habitación con Enliebe. Sus padres también podrían compartir habitación. Ella y Kentrips tendrían que esperar a volver a su ducado para tener más intimidad que la poca que habían conseguido en el mirador.
–Muy bien. Tenemos un trato, erudito.
–Espero que cumpla su palabra, Comandante.
Se besaron una vez más, suspirando en brazos del otro al escuchar la séptima campanada sonando. Era hora de volver y prepararse para el inicio de la conferencia al día siguiente.
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Zent Eglantine observó a todos los Aubs con sus séquitos y sus primeras damas. La mayoría de los anuncios oficiales ya habían sido dados, era hora de cerrar la Ceremonia de Bienvenida con los últimos dos anuncios más importantes.
Eglantine miró primero a Aub Dunkelferger, el cual hizo un asentimiento de cabeza antes de hacer una seña a su séquito, el cual comenzó a reagruparse para poder desplazarse al frente.
–A continuación, tal y como ha sido ordenado por los Dioses Rey y Reyna que se encuentran en las alturas, acordé al tejido que Ventuchite ha creado con ayuda de Dreganhurn y Mestionora, la tierra de Angriff reclama hoy a un nuevo Dios Oscuro.
Los ojos de todo el mundo observó con atención como la delegación Dulkerfergiana subía al frente, siendo el Aub y su hijo mayor quienes encabezaban al contingente.
–Aub Werdecraft –llamó Eglantine, esperando a que el hombre diera un par de pasos al frente.
–Heredero Lestilaut –llamó Eglantine de nuevo, observando al recién nombrado imitando a su padre.
El recinto quedó en un silencio profundo. A diferencia del nombramiento de Rozemyne cómo Aub de un nuevo ducado, esta era la transferencia de poder dentro de un ducado con una larga historia.
Aub Werdecraft, quien tenía las manos escondidas dentro de la manga contraria de cada brazo, mostró sus manos de repente, antes de llevar su mano derecha a una espada que colgaba de su cintura, en tanto abría su mano izquierda, donde yacia una llave atada a un hermoso brazalete de piedras Fey.
–Lestilaut Sohn Dunkelferger –dijo el Aub con voz fuerte y decidida–, yo, Werdecraft Sohn Dunkelferger, guiado por los dioses Rey y Reina y sus cinco pilares te nombro a ti como el nuevo Aub Dunkelferger. ¿Aceptas velar por los intereses del ducado de Leidenshaft?
–¡Acepto! –respondió aquella versión más joven de Werdecraft sin moverse de su posición de firmes.
–¿Estás dispuesto a proteger la puerta del fuego y mantenerla en pie?
–¡Lo estoy!
–¿Juras guiar la espada de Zent contra cualquier enemigo de Yurgensmith y mantener el territorio neutral en caso de conflictos entre los Ducados de este jardín?
–¡Lo juro!
Werdecraft sonrió orgulloso, ofreciendo primero la llave a su hijo.
–En ese caso, te entrego frente a todos los Ducados y Zent Eglantine la entrada a la fundación de Dunkelferger.
Lestilaut recibió la llave con ambas manos, escondiéndolas dentro de las mangas juntas, mostrando luego sus manos vacías.
–Te encomiendo también la Espada de Zent. Que tú guía siga siempre el consejo de Mestionora, honre a Gebodornung, aguarde a Dultzetzen y atraviese cualquier prueba de Glukitat de manera leal hacia Yurgensmith.
Werdecraft ofreció la espada con ambas manos y Lestilaut la recibió de igual manera, colgando la espada de un cinturón especial que, seguramente, había sido preparado para la ocasión, luego de lo cual, padre e hijo se arrodillaron ante Eglantine con los brazos cruzados al pecho.
La joven Zent sonrió complacida. Hasta ese momento no había visto nunca un cambio de mandatario tan singular como ese.
–Yo, Zent Eglantine Tochter Yurgensmith Adotie Klassenberg reconozco como al nuevo Aub de Dunkelferger. Levántate, Aub Lestilaut y únete a tus compañeros Aubs para la Conferencia de Archiduques.
Lestilaut se puso en pie entonces, otorgando su permiso a su padre para ponerse en pie, luego de lo cual, los dos hombres de cabellos blancos y ojos carmesí regresaron a sus lugares seguidos por sus séquitos
Eglantine suspiró apenas un poco, recomponiendo su sonrisa noble y mirando a su marido.
Anastasius asintió con una sonrisa un poco torcida y bastante forzada. Ella enfrentó entonces a los Archiduques del país, mirándolos a todos antes de proceder.
–Como fue escrito hace cuatro años en el libro de las leyes, se dará la oportunidad a otros usuarios del Grutrisheit para volverse Zent por un periodo de cinco años mediante un ditter. Me honra anunciar que se celebrará una junta especial dentro de una semana para explicar a profundidad sobre dicho ditter, el cual será llevado a cabo el año próximo, a medio camino entre el Torneo Interducados y la siguiente Conferencia Archiducal.
Eglantine notó como los cuchicheos habían dado inicio entre algunos asistentes, casi todos pertenecientes a los séquitos.
–Para poder convertirse en un candidato a Zent, será necesario ser mayores de edad, tener un mana de siete colores y un Grutrisheit que haya sido completado, por lo menos, en un 80% antes del ditter, además de haber asistido al curso especial para candidatos a Zent y haberlo aprobado.
Hubo algunos cuchicheos más. Eglantine suspiró de nuevo antes de mirar a Lady Rozemyne y Lord Ferdinand. Ambos asintieron apenas con sus cabezas. Quisiera o no, debía continuar con lo pactado.
–El ditter para ser Zent consistirá en un ditter de robo de tesoros dentro de las instalaciones de la Academia Real contra mi, la actual Zent. Solo aquel que pueda ganarme podrá ascender a la posición de Zent, en cuyo caso, yo me convertiré en una mera ministra que asesore al nuevo Zent acerca de sus nuevas funciones por el lapso de un año. Cualquier pregunta que puedan tener al respecto será aclarada durante la junta especial. Por el momento es todo. Que Dreganhurn teja nuestros hilos en armonía bajo la guía de Mestionora durante esta conferencia por el bien del país y de cada ducado.
Eglantine observó como los schtappes de todos se encendían en el aire antes de que ella pudiera salir de ahí.
Poco a poco la sala se vacío y pronto Eglantine se permitió relajar sus hombros y sonreír ante el contacto de sus manos con las de Anastasius.
–¿De verdad tienes que participar en ese ditter? –preguntó su marido con la preocupación pintada en su rostro.
–Sabes que sí. El siguiente Zent debe superarme en mana… entre otras cosas.
Su marido arrugó el entrecejo disgustado, jalando su mano para enredarla con su brazo y acariciarla de forma sobreprotectora con la otra.
–No me gusta, Eglantine. ¿Que pasa si algo sale mal y tú…?
–Vas a estar ahí para protegerme y aún falta un año –respondió la rubia sonriendo, deteniéndome frente a la puerta que daba a la Villa del Zent para depositar un beso en los labios de Anastasius mientras les abrían la puerta.
El hombre a su lado se relajó entonces, mostrando un brillo juguetón en sus ojos antes de darle un aparato anti escuchas.
–¿Te gustaría probar alguna de las posiciones del libro nuevo antes de la comida?
Ella sonrió sintiendo como se sonrojaba, aferrando el brazo de Anastasius antes de asentir y acercar su rostro un poco más a su oído.
–¡Por supuesto! Siempre que te asegures de consentirme primero.
Anastasius le quitó la herramienta antiescuchas conforme entraban, mirando atrás a su séquito.
–Zent Eglantine está muy cansada en este momento e imagino que ustedes tendrán muchos arreglos que hacer para después de la comida. Por favor, dejen en mis manos la relajación de Zent. A menos que sea un asunto de extrema urgencia, nadie más que Zent y yo podrá entrar a nuestros aposentos.
Todo el personal de los dos séquitos cruzó los brazos al pecho e hicieron reverencias antes de dejarlos solos, quedando únicamente los cuatro guardias que permanecerían afuera de la habitación montando guardia.
La pareja sonrió al ingresar a la habitación, seguros de que su hija sería atendida mientras tanto.
Eglantine se apresuró a buscar en su librero los tres manuales del amor en su poder conforme las puertas del dormitorio se cerraban, seguida de cerca por Anastasius, quién apenas escuchará las puertas cerrarse, comenzó a besarle la nuca y a desabrochar la capa y el vestido de Zent.
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Los gemidos de sus dos esposas eran tan ruidosos, que se habría preocupado bastante de no haber hecho arreglar la cama de su habitación para que ningún ruido pudiera salir de él.
Nunca se había alegrado tanto de hacer un entwinklen en tierras de la facción Leisegang pero debía aceptar que había sido un acierto tardío.
Vegas se había vuelto bastante rápido en un punto importante para la economía de su ducado. Sus templos a Kuntzeal, tanto el abierto con el cerrado, las múltiples tiendas y restaurantes habían sido bastante exitosas. Presentar una opción de paseos en botes de remos con el timonel cantando y el mariposario eran el atractivo único y principal de su jardín para viajeros. Aún así, el templo de Bremwärme y Beinsmachart junto a la imprenta oculta generaban casi tantos ingresos como el área comercial. Tener acceso antes que nadie a los nuevos libros y manuales había sido lo mejor del trato. Jamás se le habría ocurrido jugar con sus dos esposas a la vez si el cuarto manual no hubiera llegado a sus manos antes de ser publicado.
Con cuidado, Sylvester sacó la cabeza de entre las piernas de Brunhilde para mirar a Florencia cabalgándolo sin dejar de besar a la joven pelirroja. Era una vista que en serio, amenazaba con exprimir hasta la última de sus semillas en una nevada que rayaba en tormenta. El pobre hombre no sabía cómo, pero estaba aguantando lo más posible.
–Mis diosas –logró articular Sylvester y llamar la atención de las dos mujeres, luego de acariciarle los senos a ambas–, ¿quieren intentar, retozar, como las diosas, de la primavera?
Las dos mujeres se miraron, riendo divertidas antes de bajarse de él.
Sylvester se puso en pie, besando primero a Florencia, pintandola y acariciándola hasta dejarla acostada en la cama, para luego recibir a Brunhilde entre sus brazos y aplicarle el mismo tratamiento antes de ayudarla a recostarse sobre Florencia, sintiendo que se quemaría pronto en los fuegos del dios del tesoro al observar los jardines de ambas chocando entre si, con sus esposas besándose y abrazándose bastante divertidas.
El Aub tomó el libro que seguía bajo la almohada, rústico y con las imágenes todavía en sucio, verificando en donde colocar su espada, sonriendo al constatar que tendría que hacerla saltar de un cáliz al otro.
–Alabados sean los dioses –murmuró él antes de agacharse para pasar su lengua por ambos cuerpos y luego proceder a penetrarlas, demasiado ocupado en "saltar" como para incendiarse, dándole tiempo a sus esposas a aventajar lo una segunda y tercera vez antes de acabar él mismo.
Sus esposas se soltaron entonces, besándolo antes de hacerle lugar para abrazarse a él en el exacto momento en que sonaba la segunda campanada.
Su hermanito no tenía ni idea de lo que se estaba perdiendo al tener solo una esposa. El solo pensamiento lo hizo sonreír divertido.
–Sylvester, querido –murmuró Florencia en su oído, paseando un dedo perezoso entre el pecho de él y el brazo más joven que lo abrazaba desde el otro lado–, ¿puedo regresar a casa después del desayuno?
–¿Tan pronto, Florencia? –se quejó él, mirándola a punto de hacer un puchero.
La mano de Brunhilde no tardó en tomarlo de la barbilla y hacerlo voltear, besándolo con fervor antes de soltarlo para acariciar a la mujer al otro lado.
–Por mucho que esté disfrutando con este nuevo tipo de juegos, Aub Ehrenfest –dijo su joven esposa con una sonrisa–, Florencia tiene razón. Es necesario que una de nosotras permanezca allá para ayudar a Melchior y Charlotte con el mana del ducado.
Los ojos de Brunhilde dejaron de verlo a él para mirar a Florencia. Una mirada al otro lado y notó la misma mirada cargada de lujuria en los ojos de Florencia. Si no estuviera disfrutando junto con ellas, se sentiría celoso. Era como si Bluanfah y Bremwärme bailarán para sus esposas POR sus esposas.
–¿Después del desayuno?
–Si… voy a extrañarlos mucho, mi Dios Oscuro.
Sylvester las abrazó a ambas, besando a una y luego a otra. Estaba exhausto y sensible. No era tan joven como para estar listo otra vez de inmediato para recibir al invierno y sus esposas parecían hambrientas de algún modo.
El hombre suspiró. Los tres habían estado leyendo solos y en grupo el cuarto manual. Todo era sobre el amor en grupos de tres y cuatro personas. Los bocetos de las posiciones incluso lo habían hecho considerar tomar una tercera esposa que les gustará también a las dos diosas que tenía ahora, pero…
–¿Quieren mi permiso para jugar entre ustedes, verdad?
–¿Podemos? –preguntó Brunhilde de inmediato, mirándolo a él con súplica y a Florencia con deseo.
–Si no quieres, nosotras descansaremos también –ofreció Florencia–, aunque bien podrías unirte una vez que tú espada se recupere.
Las notó acariciándose entre ellas sin dejar de acariciarlo a él. La idea de que había desatado un mal imposible de mantener a raya le pasó por la cabeza antes de suspirar resignado.
–Bien, hagan lo que quieran ustedes dos, pero quiero probar más cosas con ambas en cinco días.
Risitas tontas y cómplices seguidas de besos de agradecimiento y luego sus esposas comenzaron a besarse y tocarse en el enorme lecho. Sylvester decidió salir a la habitación para darles un poco de espacio.
Apenas poner un pie fuera, dejó de escuchar a sus mujeres complaciéndose entre sí. Por alguna razón, Sylvester se sentó a la mesa todavía desnudo y comenzó a revisar las hojas y tablillas que había ahí.
Tenía un año que había empezado a revisar documentación en momentos extraños como ese, pero en verdad estaba cansado físicamente. Si se quedaba en la cama o vagando sin hacer nada, estaba más que seguro que terminaría revolcándose con ellas de nuevo… y entonces, estaría tan cansado el resto del día que no tendría cabeza para atender a la Conferencia de forma adecuada.
Sonrió entonces, mirando el primer folder con hojas.
–Bueno, si me preparo bien para esto, tal vez logre estafar a mi hermanito por mi cuenta.
En definitiva, estaba de tan buen humor, que se encargaría de obsequiarle copias de todos los volúmenes del buen libro a Wilfried ese verano cuando fuera a su provincia… y otra a Melchior cuando se casara con Vittoria… ¿Debería darle copias también a Charlotte y a su esposo?
Arrugó el ceño mirando a la cama.
–No, no. Tal vez solo el primero. Mi pequeñita no debería verse como esas dos, jamás.
Algo más tarde, Sylvester estaría distraído de cualquier modo, pensando en la última sección del cuarto libro, escrito solo para las Aubs mujeres con más de un Dios Oscuro, deseando que sus hijos no lo hubieran convencido de preparar a Charlotte para ser la siguiente al mando.
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El Torneo de Gweginen había ido tan tranquilo como se esperaba, siendo Aub Drewanchel quien ganara en la final contra Ferdinand.
Al mismo tiempo, una fiesta de té se había llevado a cabo entre Rozemyne y todas las mujeres inmersas en los jardines de Besuchgweg.
Rozemyne observó a su séquito conforme las últimas dos mujeres entraban. Echaba de menos a Clarissa, pero no había nada que pudiera hacer para traer a la madre primeriza con ella, de modo que Justus era quien estaba asistiéndola con un disfraz algo más elaborado y convincente de lo usual.
–¿Estás seguro de que deberías estar haciendo esto, Ju… Gudrun? –le había interrogado Rozemyne con un aparato anti escuchas apenas verlo con esas ropas–. Estás comprometido si mal no recuerdo.
–Mi futura diosa de la luz sabe de esto, Milady. Ella misma tomó mis medidas y preparó el diseño de este vestido para mí. Incluso me puso unos interesantes rellenos bastante realistas. ¿Le gustaría tocarlos?
Los ojos de Rozemyne se habían abierto tanto, que Justus se había ocultado con delicadeza detrás de un hermoso abanico a juego para reír de manera refinada.
–¡Justus…!
–Por favor no se preocupe por mí. Nunca me había sentido más libre en toda mi vida.
El sonido de las últimas sillas recibiendo a sus invitadas la devolvió al presente, entonces comenzó con todo el protocolo.
Los saludos, la comida, la demostración de veneno, la charla casual sobre el clima, los rankings, la moda, las nuevas uniones y al fin, luego de esperar, el té se cambió por bebidas más frescas y los postres por pequeños bocadillos salados de sabores sutiles para abordar el tema principal.
–Quiero agradecer a Lady Mirana de Drewanchel por organizar a los nuevos participantes en el proyecto de los jardines para viajeros –dijo Rozemyne con una sonrisa–. Su entrega y decisión hicieron más llevadero mi encierro del año pasado y ya han dado sus frutos, dignos del elogio de Besuchgweg, Kuntzeal, Coucolaoura, Mestionora, Bremwärme y Beinsmachart.
Sonrisas tímidas, asentimientos de cabeza y algún que otro abanico a medio abrir le indicaron que su pequeño inicio fue bien recibido.
Las damas comenzaron entonces a informar sobre los problemas, soluciones y beneficios que habían obtenido de sus nuevos jardines, el impacto que había tenido en el Templo a los dioses en casa capital e incluso el incremento de personas dispuestas a escribir novelas eróticas para entretenimiento y diversión de nobles y plebeyos por igual.
Al menos cuatro Ducados más se habían sumado a su proyecto inicial, dando un total de nueve Ducados, sin contar Alexandria.
Drewanchel quedó al último está vez para dar su informe, Lady Mirana procedió entonces a dar una revelación.
–¿Tienda de artefactos amatorios, dice? –preguntó Rozemyne tratando de no emocionarse demasiado al pensar que alguien más parecía haber introducido las Sex Shops a este mundo.
Lady Mirana sonrió con recato antes de hacer una señal y sus asistentes depositaron algunas cajas de madera lacada frente a cada una de las damas en la mesa. Apenas las otras asistentes verificaron que no había veneno, las cajas fueron abiertas y el corazón de Rozemyne saltó con emoción.
–Lady Mirana, creo que entiendo a qué se refiere, pero, ¿le gustaría hacer los honores y explicar?
La mujer sonrió antes de tomar un vaso con una sustancia dentro. Apenas ponerle un poco de mana, la sustancia tomó la forma de una lengua y comenzó a moverse como si estuviera envolviendo, succionando y acariciando algo que, en realidad, no estaba ahí.
–Luego de ver las fabulosas explicaciones del Buen Libro sobre el comportamiento del mana durante los ditters de Beinsmachart, algunos eruditos y yo consideramos que valdría la pena crear objetos de entretenimiento para… rendir culto a los dioses de la alcoba, ya sea de manera individual, en pareja o… según el último libro todavía por publicar, en grupo.
Rozemyne sonreía divertida, sintiendo un ligero rubor en sus pómulos al notar la mirada emocionada de Brunhilde al otro lado de la mesa, quién no había tardado nada en tomar un falo de un translúcido tono rosado con flores en su interior y lo que parecían espinas de goma en el exterior. Que la cabeza de dicho falo fuera esculpida como el botón de una flor solo lo hacía más interesante.
–Veo que estuvieron ocupados en Drewanchel, Lady Mirana –comentó Rozemyne tomando lo que parecía un collar muy corto, o un brazalete con bolitas que, al pasarles mana, comenzaban a inflarse y desinflarse como si respiraran.
–Ha sido una investigación interesante y divertida a la vez, Aub Alexandria. Casi no hubo quejas de parte de los usuarios de prueba con y sin mana.
Rozemyne sonrió aún más divertida, viendo a la hermana mayor de Florencia tomar un tubo en las manos que simulaba ser un pergamino enrrollado.
–Lady Mirana, ¿Podría iluminarnos con este artefacto, por favor?
La mujer sonrió y, tomando un falo florido de su propia caja y el extraño pergamino color crema.
–Crear este nos tomó tiempo. Si bien fue mucho más… gratificante y fácil diseñar y disimular las herramientas para entretenimiento en mujeres, los hombres nos han resultado un verdadero reto.
Rozemyne observó como Lady Mirana inyectaba un poco de mana al Pergamino. La parte inferior comenzó a brillar en ese momento como si estuviera húmedo. Mirana lo levantó para mostrará todas como los pliegues del pergamino tomaban la forma de unos pliegues diferentes con un característico nódulo en la parte superior. Luego Mirana tomó el falo para introducirlo por ahí, apenas sacarlo fue más que obvio que el falo estaba húmedo por todas partes.
–Luego de probar los artefactos yo misma, recibí algunas quejas por parte de Aub Drewanchel, así que creamos estos Pergaminos de Invierno. Pueden ser limpiados con washen luego de cada uso y tienen un compartimento especial para almacenar la nieve del usuario, tratándola para extraer el mana y convertirlo mana líquido apto para pociones.
Ahora Rozemyne estaba estupefacta. Alguna vez, siendo Urano, había leído de personas usando mascarillas de… proteínas ordenadas de forma directa de los hombres para mantener la piel más joven… usar el mana en lugar de las proteínas era algo que no se le habría ocurrido. ¿Quizás debería conseguir un poco de mana refinado de Ferdinand para crear pociones de rejuvenecimiento de mana que no tuvieran ese horrendo sabor?
Las risitas traviesas de sus compañeras la trajeron de vuelta a la mesa de té. Todas parecían interesadas en los nuevos productos, incluso las más recatadas.
–Lady Mirana –interrumpió la madre de Lestilaut, quién estaba ahí en representación de su nuera–, ¿sería tan amable de explicarnos cómo ha camuflado y colocado la venta de estos, interesantes dispositivos en el jardín Bacco? Aún Lestilaut nos ha dado pleno control de Amazonia a Werdecraft y a mí. Sobra decir que estoy MUY interesada en integrar estás nuevas invenciones a Amazonia.
Más risas y la explicación no tardó en llegar. Nueve de los Diez jardines instaurarían la nueva tienda ese año en tanto Bluemfeld esperaría todavía otro año para introducir la tienda, después de todo, el jardín Fiola tenía menos de un mes de haberse inaugurado.
–Veo que Dreganhurn ha hilado con especial cuidado y habilidad –dijo Rozemyne dando por terminada la reunión–. Damas, que nuestros hilos vuelvan a enredarse bajo la guía de los dioses de forma fructífera.
Una a una, todas las damas devolvieron las palabras de despedida y comenzaron a salir de la sala de té, quedando solo Brunhilde al final, quién parecía reacia a cerrar la caja con las muestras para la nueva tienda en Vegas.
–¿Todo bien, Lady Brunhilde?
Su antigua asistente le sonrió con afecto, cambiando de asiento a uno más cercano y ofreciéndole un aparato antiescucha en lo que el personal comenzaba a limpiar la mesa.
–Debo agradecerle por su arduo trabajo y sus inovadoras ideas, Lady Rozemyne. Mi matrimonio se ha vuelto más placentero y gratificante desde que los manuales comenzaron a llegar y Vegas fue inaugurada bajo mi mando.
–Me alegra mucho escuchar eso, Lady Brunhilde.
Lieseleta se acercó a ambas, ofreciéndoles té y galletas, sin embargo, antes de que Rozemyne pudiera aceptar, Brunhilde ya había declinado el ofrecimiento.
–Me enteré hace poco que Lord Ferdinand al fin levantó el celo de Fairberuken de su más reciente empresa, Lady Rozemyne. Me preocupaba que hubiera sido… regañada más allá de lo aceptable.
La peliazul sintió cómo se sonrojaba por completo, su mente llena de los recuerdos del, inusual castigo, que había recibido por parte de Ferdinand, sonriendo de un modo tan abierto, que sus manos habían volado a sus mejillas de inmediato.
–¡Por los dioses! –exclamó Brunhilde divertida y asombrada–. ¡Milady se las ingenió para domar a Ewigeliebe! No podía esperar menos de mi antigua señora.
Un suspiro traidor escapó de los labios de Rozemyne, quién se sentía soñadora en ese momento particular.
–De hecho, cuando Lady Mirana nos mostró sus propias innovaciones, me lamenté que no las hubiera desarrollado antes. Tiemblo de solo pensar en el uso que mi Dios Oscuro les habría dado para castigarme.
Un grito de emoción nada refinado salió de labios de Brunhilde antes de que metiera sus manos a un saco de piedras Fey atado a su cintura. Una vez ambas se tranquilizaron, Brunhilde se acercó un poco más, tomándola de las manos mostrándose avergonzada por alguna razón.
–¿Hice algo que hiciera decaer su ánimo, Lady Brunhilde?
–No, Milady. Solo… si al menos la hubiéramos hecho notar antes la rifa que crecía dentro de usted desde la infancia… Lord Ferdinand y usted misma no habrían debido esperar tanto para ser felices… Alexandrian no habría sido fundada, posiblemente, pero usted no habría tenido que pasar por un compromiso tan carente de afecto… Estoy segura que no soy la única de su antiguo séquito que aún se lamenta por nuestra inhabilitado para sacar su rifa del manto de Verbenger.
Rozemyne suspiró un momento, negando con lentitud antes de aferrar con algo de fuerza las manos de la chica a su lado, sonriéndole con tanta sinceridad como le fue posible.
–No hay nada que lamentar, Brunhilde. Tengo una hermosa familia con el Dios Oscuro de mi elección. Tengo una fabulosa ciudad biblioteca que se está convirtiendo en el ejemplo a seguir en muchos aspectos, así que, además de ser amada por el esposo al que tanto amo, tengo la rara oportunidad de reformar la cultura de mi ducado hasta estar cómoda para leer sin preocupación alguna en el futuro.
Los ojos de Brunhilde se notaban húmedos ahora. Una asistente de Ehrenfest no tardó mucho en notarlo también y secar los ojos de la segunda dama del ducado, dejándole el pañuelo para que pudiera usarlo a discreción.
–Es un alivio escucharla entonces, Milady. Yo seguiré apoyándola desde Ehrenfest, para que no tenga que preocuparse por quienes nos quedamos atrás.
–Te lo agradezco mucho, Brunhilde. Ahora ve, imagino que tendrás otros eventos en tu agenda. Gracias por cuidar de nuestro Geduldh.
La joven asintió y se fue. Rozemyne también salió de la habitación, siguiendo con sus pendientes y comunicándose con Ferdinand por el manos libres cuando lo creía conveniente. La idea de que habría pasado si ella hubiera descubierto sus sentimientos por su guardián, sin embargo, siguieron danzando en su cabeza el resto del día.
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Notas de la Autora:
Cómo acaba de comentarme Samu (Co escritor de La Flor y el Demonio), parece que el ratón regó la peste en Yurgensmith, jejejeje, ¿alguien se veía venir lo de Drewanchel? luego de esto, no veo a Rozemyne compartiendo con nadie más su pequeño hechizo divertido para el schtappe.
La conferencia aún no termina, la retomaremos la semana próxima, así que espero hayan disfrutado con este capítulo.
Muchísimas gracias a todos los que han dado Fav, Follow o dejado algún comentario, los amo. A todos ustedes, Feliz Año Nuevo y Feliz Día de Reyes... atrasado porque fue el día 6.
Cuídense mucho todos, no dejen de comentar y hacer sugerencias, ya saben que tarde o temprano las tomo en cuenta.
SARABA
