Los Dioses del Amor
PoV Harmut & Clarissa. Nuestra diosa siempre adelante
Con el Festival de Elpberg y Erwaschlehren terminado, el trabajo de los eruditos del castillo era algo que los mantenía ocupados.
Era temprano cuando Harmut y Clarissa llegaron a la sala de infantes en el castillo donde habían comenzado a dejar a su pequeño Dominik a partir de la primavera para que Clarissa pudiera volver a trabajar.
—¿Se les hizo tarde entrenando? —preguntó Harmut mientras escoltaba a su pequeña familia por los pasillos del castillo.
—Para nada —respondió Leonore con su pequeño hijo Frederick en brazos—, de hecho, queríamos llegar antes pero, bueno, alguien se negaba a despertar y ya conoces las políticas de admisión de Aub Rozemyne.
El pequeño de un año y medio les dedicó una mirada aburrida y cansada, abrazada al cuello de su madre antes de voltearse de nuevo.
—Debe ser difícil para Frederick seguirle el paso a sus padres, que son caballeros de la archiduquesa —comentó Clarissa de manera juguetona.
—Lo es solo por las mañanas —confesó Cornelius—, pero tampoco es como que se levante junto con nosotros, a diferencia de su nana, que debe llegar temprano para estar con él en caso de que despierte antes.
—Lord Frederick disfruta mucho pasar su tiempo con Lady Aiko y Lady Bettina —informó la nana del niño delante de la pareja en cuestión.
—Espero que él y nuestro pequeño Dominick se vuelvan buenos amigos muy pronto —respondió Clarissa con una sonrisa enorme—, después de todo, ambos trabajarán juntos para Lady Aiko.
—¡Oh, si, mi querida Clarissa! Ya muero de ganas por saber que milagros realizará la hija de nuestra santa encarnación de Mestionora, ¿cuántas virtudes habrá heredado de sus padres? No importa si no se convierte en una Santa como su madre, estoy seguro de que incluso los mismísimos dioses bañarán en bendiciones a Lady Aiko para que sea capaz de crear sus propias leyendas y…
—Si, si, Harmut, lo sabemos —murmuró Cornelius con enfado antes de taparle los oídos a su hijo—. Mejor no sigas, no me gustaría ver como te consumes en los fuegos de Bremwarme por puro fanatismo.
Harmut guardó silencio y Clarissa soltó una risita divertida antes de detenerse frente a la puerta del cuarto de juegos para los niños prebautismales. Si bien le encantaría escuchar a Harmut predicar sobre los milagros de su Santa Aub, debía admitir que tanto hablar de ella y de sus obras podría llevarlos a ambos a un estado de éxtasis que sería difícil de aplacar sin invocar al invierno ahí mismo.
La puerta se abrió y las nanas voltearon para esperar a que las dos madres les entregaran a sus protegidos.
Leonore pegó su frente a la de Frederick diciéndole que se portara bien y comiera todo lo que le sirvieran. Cornelius le despeinó el cabello y pronto el pequeño Frederick comenzó a mover su manita en señal de despedida, asomado por el hombro de su nana.
En cuanto a Dominick, tanto Clarissa como Harmut le dieron un beso en cada mejilla antes de entregarlo a su respectiva niñera.
—No dudes en mandarnos un ordonanz si es pasa algo peligroso o algo importante —le recordó Harmut a la cuidadora de Dominick.
—Si dice el nombre de nuestra amada diosa y Aub, por favor grábalo en un ordonanz y envíalo a nosotros, o mejor, ¡grábalo con este pequeño aparato mágico, por favor, Berniece.
La niñera puso una sonrisa noble antes de tomar al pequeño de poco más de medio año y luego entró. La pareja se quedó ahí un poco más, observando a Lady Aiko caminando y dando vueltas por el corral donde colocaban a los más pequeños junto con Bettina, la hija de Liesseleta y Markus. Ambos llevaban shumils en los brazos gritando "mira" y "¡uh, bebé!" antes de soltarse riendo divertidas, recibiendo a sus compañeros con fuertes gritos llenos de felicidad.
—¡Edik! ¡Domic! —dijo Lady Aiko llena de emoción antes de caminar tan rápido como podía a la puertecita que dejaba que los demás pudieran entrar y salir del corral, levantando ambas manos como si quisiera cargar a los recién llegados.
—Lady Aiko parece haberse levantado temprano hoy —murmuró Harmut a su oído con entusiasmo.
—También parece estar hablando mejor —respondió Clarissa antes de entregar algunos objetos a una de las asistentes encargadas del área para poder retirarse, escuchando la puerta cerrándose a sus espaldas.
—Esta es, por mucho, una de las mejores ideas de nuestra divina Aub —suspiró Harmut, escoltando a su esposa hacia el ala principal—. Darnos a nosotros, simples mortales, la oportunidad de ver a nuestros hijos en nuestro lugar de trabajo y saber que podemos seguir creciendo juntos en nuestros respectivos trabajos… ¡Ah! Tal y como cabía esperar de nuestra diosa, siempre bendecida por Anhaltung y Seheweit incluso para permitirnos a todos disfrutar del rápido hilado de nuestros hijos por Ventuchite.
—Nuestra divina diosa en verdad está bendecida por su eterna inspiración divina —suspiró Clarissa, recargando su cabeza en el hombro de Harmut de manera soñadora.
Estaban a punto de llegar a la oficina cuando diferentes ordonanz masivos comenzaron a pasar volando por los pasillos, posicionándose uno en diferentes áreas de trabajo, todas con la voz de Justus dando la misma explicación.
—A todo el personal de su área, se les solicita de manera urgente en el salón principal para un anuncio oficial de los Aubs.
El mensaje se repitió tres veces y los curiosos ordonanz regresaron por donde habían ido.
Clarissa miró a Harmut confundida y luego ambos se dirigieron al lugar al que habían sido convocados.
—¿Qué crees que vayan a anunciar ahora? —escucharon que decía alguien entre la multitud cada vez más grande.
—¿Hubo algún problema con el festival? —comentó alguien al otro lado.
—Ojalá hayan decidido abrir un jardín de Besuchweg más cerca de la capital —murmuraba alguien con emoción.
—¿Irán a elevar a otra familia a familia colateral? —se preguntó alguien tras ellos, haciéndolos sonreír.
Clarissa todavía recordaba como uno de los cambios más bruscos que se habían llevado a cabo, fue elevar a la familia del caballero Sthral y a los hermanos de Aub Rozemyne a familia colateral archiducal justo después de que su señora fuera encerrada en sus aposentos debido a su primer embarazo. Una medida desesperada de último minuto para que la pareja pudiera tomar un respiro y la facción de los conservadores, o viejos necios como los llamaba la pareja, dejaran de dar problemas exigiendo poner sangre de Arsenbach en el asiento del archiduque.
Pronto Aub Ferdinand hizo su entrada y su mirada severa fue más que suficiente para que todos guardaran silencio. Usando un amplificador mágico, Aub Ferdinand ofreció un saludo y una bendición antes de comenzar con su discurso.
—Todas mis diosas y yo, Lord Ferdinand, estamos complacidos y agradecidos por los esfuerzos de todos ustedes. Forstente ya ha comenzado a bañar a este ducado con sus bendiciones y mucho de esto se debe al gran esfuerzo que cada uno de ustedes ha puesto en sus respectivas áreas de trabajo. Desde los asistentes plebeyos hasta los eruditos y caballeros, sin importar si son nobles o plebeyos, Alexandría no sería lo que es hoy sin lo que ustedes aportan.
El Aub guardó silencio y la pareja escuchó murmullos de sorpresa, amabilidad e incluso arrogancia a su alrededor. Clarissa sintió como Harmut entrelazaba los dedos de su mano con los de ella antes de darle una descarga de mana ligero. El hombre debía estar emocionado, no importaba que tan amables y alentadoras palabras no provinieran de la boca de su diosa de manera directa.
De pronto el silencio se hizo tan absoluto una vez más, que todos escucharon los pasos que provenían de la puerta cercana al entarimado en que se paraba el consorte de la santa encarnación de Mestionora en ese momento.
Aub Rozemyne entró, como atraída por la mano estirada de forma elegante por su esposo hasta tomarla sin dejar de mirarlo con una sonrisa complacida que pareció no causar efecto alguno en el rostro de piedra de Aub Ferdinand, quien miró de nuevo al frente.
—Este último año, algunos de ustedes estuvieron trabajando con ahínco en un pedido especial de nuestra Aub —continuó el hombre de ojos dorados—. La tela plateada que tantos problemas y tristeza nos trajo en el pasado ha sido utilizada para darnos esperanza en un nuevo futuro.
A continuación, todos vieron como Aub Rozemyne daba un paso al frente, subiendo con cuidado una de sus largas mangas para dejar al descubierto un largo guante plateado que hizo a Clarissa preguntarse si su Aub estaría portando su impresionante colección de amuletos y encantos debajo de aquella tela o si Aub Ferdinand le había llenado de amuletos precargados en su lugar.
Una vez que todos hubieron visto y comprendido parte de lo que estaba pasando, Aub Ferdinand prosiguió.
—Nuestra Aub ha manifestado su preocupación por el problema que acarrea su aislamiento cada vez que recibimos la bendición de Entrinduge en nuestra familia… el problema que significa para asistentes y eruditas nobles estas mismas bendiciones que deberían llenarlas de regocijo.
Hubo varios murmullos al respecto. Comentarios de sorpresa y también suspiros de aprobación. Clarissa estaba entre las últimas, sintiendo como Harmut sostenía su mano con fuerza, mirándola con una sonrisa de comprensión.
—Así pues, a partir de hoy, cualquier mujer noble trabajando en el castillo que desee seguir cumpliendo con sus funciones al llevar la carga de Geduldh podrá hacerlo. Solo deberán avisar en la sala de sanación sobre sus intenciones. Se les asignará ropa de plata especial para evitar la contaminación por mana mientras ejercen sus respectivas tareas, se les darán citas médicas para verificar la condición de cada una y en caso de que su sanador a cargo lo crea conveniente, se les reasignarán tareas que puedan realizar desde sus casas o se les enviará de manera definitiva a descansar.
Más murmullos. Aquello era un cambio más que radical. El matrimonio no tardó en escuchar algunas discusiones sobre mujeres que estaban dispuestas a tomar la alternativa y seguir trabajando y las que comentaban serias preocupaciones de tomar en serio las palabras de Aub Ferdinand.
Clarissa solo se sentía agradecida. Podría seguirle el ritmo a la persona que sostenía su devoción sin tener que alejarse de ella por meses.
—Todo esto con la finalidad de darles la oportunidad de que puedan ejercer su derecho a ser Entrinduge sin tener que sacrificar su florecimiento laboral —finalizó Aub Rozemyne con una enorme sonrisa, de pie junto a su consorte.
Hubo más comentarios luego de este anuncio. Clarissa se sentía especialmente animada, fantaseando con la posibilidad de recibir su siguiente piedra de mana de la mano de su señora, sin intermediarios, como un obsequio para fortalecer a sus próximos hijos.
—Una vez más, Lord Ferdinand y yo les agradecemos su arduo trabajo y les recordamos que el ala de niños está abierta para recibir a todos aquellos que deseen traer a sus pequeños hijos prebautizados a la sala de juegos. Muchas gracias a todos.
Con la reunión terminada y aquellas noticias siendo discutidas por todos, Clarissa caminaba sintiéndose flotar en una nube. Era un anuncio mucho más motivador que cuando abrieron la escuela de verano en el Templo principal.
—Nuestra Diosa está más que bendita por Anhaltung y Seheweit. ¿No es maravilloso acaso, Harmut?
—¡Lo es, Clarissa querida! Podremos seguir sirviendo juntos a nuestra Diosa, incluso en compañía de nuestros hijos no natos. ¿Cuántas bendiciones recibirán nuestros futuros hijos solo por escuchar las sabias palabras de la Diosa?
Llenos de renovadas fuerzas, los dos fanáticos siguieron ensalzando entre ellos a su Aub, al menos, hasta llegar al lugar donde cada cual era requerido en ese momento.
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—Ahora que solo los séquitos inmediatos están reunidos aquí —dijo Aub Ferdinand después de la comida. Harmut miró en derredor, sonriendo al encontrarse con tantas caras más que conocidas y comprometidas con la Santa y su consorte—, debo solicitarles que sean extra cuidadosos y atentos con Aub Rozemyne… se nos ha revelado que nuestra Aub está de nuevo con la Carga de Geduldh.
'¿De nuevo? ¿Tan pronto?'
Los ojos de Harmut buscaron de inmediato los de su esposa. A pesar del éxtasis que suponía para ambos saber que la sangre de la Santa seguía expandiéndose a la siguiente generación, una idea aterradora debió pasarles a ambos por la cabeza, porque ambos se miraron con los ojos muy abiertos apenas notarlo… el próximo hijo o hija de Aub Rozemyne necesitaría gente de confianza en su séquito, ellos TENÍAN la obligación de proporcionarle algún asistente, erudito o incluso caballero confiable, de preferencia uno que creciera junto con la nueva bendición para asegurarle una lealtad absoluta.
—Seré sincero —continuó Aub Ferdinand luego de un momento—, no estoy de acuerdo con la idea de dejar que nuestra Aub se pasee por el castillo como si no hubiera peligro alguno para ella o la semilla en su interior, sin embargo, ella ha insistido… fervientemente… en continuar trabajando hasta que se sienta en verdad impedida por el costo de energía y mana que significa traer esta… nueva vida con nosotros.
El silencio que siguió fue completo. Todos comprendían cuanto se preocupaba Aub Ferdinand por su diosa de la luz. Todos entendían lo difícil que debía ser para aquel hombre permitir que su Geduldh se expusiera de este modo a seguir ejerciendo su trabajo.
De pronto el anuncio de la mañana tuvo todo el sentido del mundo para Harmut. Aub Ferdinand estaba previniendo posibles problemas a futuro al cumplir con los deseos de su Divina esposa.
—Sé que estoy pidiendo demasiado, pero les ruego a todos los que no hayan entregado su nombre a ninguno de nosotros que se abstengan de tocar a Aub Rozemyne de modo alguno. Como sabrán, nuestra Aub no solo ha mostrado un espíritu creativo e innovador, también ha mostrado contar con la valentía del séquito entero de Leidenshaft. Debido a eso es que me veo en la necesidad de pedirles su ayuda para mantenerla a salvo y tan complacida como sea posible.
Casi como si estuviera ensayado, todo el personal de los dos séquitos cayó sobre una rodilla, cruzando los brazos al pecho antes de contestar con convicción.
—¡Cómo Aub ordene!
Harmut se sintió temblar de emoción y placer al encontrarse en medio de un mar de personas dispuestas a cuidar y proteger de su diosa en tanto ella seguía adelante, dando sus bendiciones a todos los mortales, no solo de Alexandría, sino de todo Yurgesmith. ¡Oh! Casi podía sentir a Kuntzeal y Grammaratura danzando para él y cantándole al oído una nueva poesía y una nueva bendición para elevar a su sagrada Aub más tarde, cuando tuviera un momento libre para dedicarse a la Veneración de la Santa Encarnación de Mestionora.
—Muy bien. Por favor, sean discretos con el resto del personal. No invitemos a Chaoscipher en este momento… de inmensa dicha… para la casa archiducal.
La reunión se dio por terminada y todos reanudaron sus tareas.
—Clarissa, querida —se acercó Harmut a su esposa antes de salir, entregándole a su diosa del viento un aparato antiescucha—, ¿sabes dónde ha estado Aub Rozemyne mientras Aub Ferdinand nos hacía esta confesión y nos daba sus órdenes sobre cómo proceder?
—Aub Rozemyne fue conducida a las cocinas hace un momento. Según me comentó Liesseleta, Aub Ferdinand dijo que no habría ningún problema en que bajara a hablar con sus chefs plebeyos para discutir la introducción de algunos ingredientes nuevos a ciertos platillos.
—Así que utilizó los dominios de Coucoucaloura para mantenerla alejada del alboroto y a salvo de la contaminación por mana… no cabe duda que solo alguien tan previsor y astuto como Aub Ferdinand podía compartir con la Santa su lugar desde los cielos.
—Lo sé. Me hace sentir tranquila cada vez que nos da un recordatorio de porqué era el hombre más apto para permanecer a su lado.
Ambos sonrieron antes de que Clarissa le devolviera el aparato anti escucha y se despidieran. Harmut tenía trabajo que hacer todavía en los laboratorios en tanto Clarissa pasaba su tiempo ayudando a terminar de calcular gastos, costos e inversiones en las arcas con respecto al festival.
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La semana siguió su curso. Si bien ninguno de los fanáticos había olvidado el anuncio, ambos prefirieron seguir enfocándose en sus respectivos trabajos en el castillo hasta que llegó el día de la Tierra.
Ambos estaban en casa con Dominick, disfrutando de su día libre, compartiendo la crianza de su pequeño cuando Clarissa tocó el tema que ambos estuvieron ignorando.
—Necesitamos otro hijo lo antes posible, Harmut.
El hombre soltó un suspiro antes de dirigirle una mirada preocupada a Clarissa, haciéndola sentir afortunada y amada al sentirlo acariciarle la mejilla.
—Aun cuando estoy de acuerdo contigo, Clarissa querida, y ardo en deseos de entregar a Aub Rozemyne un digno hijo nuestro para nutrir el séquito de su segundo hijo… me preocupa que esto te traiga problemas… o que, los dioses no lo permitan, nuestra diosa pierda la carga de Geduldh por accidente.
Un pesado silencio se instaló entre ambos. Clarisa miró a Dominick, abrazándolo más contra su pecho considerando la tercera posibilidad… que no fuera Aub Rozemyne sino ella quien perdiera la carga de Geduldh.
—Admiro a Aub Ferdinand por dejar que Aub Rozemyne incursione en este asunto de seguir trabajando incluso con la carga… pero… no estoy dispuesto a arriesgarte a ti, Clarissa querida, o al posible fruto de nuestros inviernos. ¿Estarías de acuerdo en esperar hasta que nuestra Aub se haya convertido de manera segura en Entrinduge y al menos algunas otras nobles mujeres la hayan seguido en este nuevo e innovador camino?
Estaba conmovida. Los años habían convertido a su compañero de oración e idolatría en una pareja confiable por la que solo podía seguir enamorándose una y otra vez.
Con Bluanfah bailando para ambos ante aquellas dulces palabras de preocupación, Clarissa sonrió, besando la frente de Dominick y luego los labios de Harmut, asegurándose de darle una pequeña descarga de mana con ese gesto.
—En lo que nuestra diosa termina de pasar por todo el proceso, estaré guardando mana para que nuestro siguiente vástago no carezca de nada y sea por completo apto para trabajar bajo las órdenes de la sangre de nuestra diosa.
—Nunca mejor pensado, Clarissa querida.
—Y ya que no buscaremos la carga de Geduldh de inmediato…
Los ojos de Clarissa se iluminaron con anticipación, Harmut pareció comprenderla de inmediato porque le sonrió con lascivia antes de tomar su mano y transmitirle pequeñas corrientes de mana delicioso y placentero.
—Podemos seguir experimentando tanto como lo desees, mi diosa del agua. Tú solo debes ordenarlo y yo me encargaré de tener un tiempo para salir a solas y a Dominick con su habitación en el castillo preparada para recibirlo.
Era apenas una insinuación, apenas una mirada cargada de deseo, apenas una descarga de mana entre sus dedos, y de todos modos suficiente para encender la chispa que podía llevarla a consumirse en el fuego de Bremwarme.
El sonido de ronquidos ligeros los obligó a ambos a desviar la atención. Dominick, quien había estado jugando con algunos adornos en la blusa de Clarissa estaba dormido.
—Yo guardo sus cosas, no te preocupes —ofreció Harmut para luego depositar un beso en la frente de su hijo, cuyos cabellos rojos se retorcían en las puntas, meciéndose con suavidad cerca de sus hombros.
—Gracias. Lo acostaré y luego iré a preparar nuestra alcoba.
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—¿Qué te gustaría mirar… en nuestra próxima visita… a Ibiza, Clarissa querida?
No podía parar de besarse. Sus cuerpos enredados en medio de ropa a medio quitar, con manos cargadas de mana acariciando y pellizcando el cuerpo del otro sin descanso.
—Quisiera… repetir lo de… la última vez.
Harmut sonrió complacido antes de besarla con pasión, introduciendo su lengua y regocijándose en el sabor dulce, perpetuado por sus encuentros constantes.
—¿Debo preparar… los collares especiales… Clarissa querida?
—¡Si! ¡Por favor! —gimió ella cuando él comenzó a lamerle el cuello y succionar despacio—. Deseo… pedir a las… mismas flores… de la vez pasada.
Las manos de Harmut se fueron directo a los senos de su esposa, amasando gustoso antes de tomar uno en la boca y colar su mano entre el desastre de prendas revueltas para acariciar su monte de Geduldh disfrutando de la música de Beisnmachart interpretada por Clarissa, cuyas ropas se sentían tan mojadas como el monte mismo entre los pétalos de su jardín.
Harmut no resistió a insertar sus dedos, jugando a que esa era su espada, recreándose en la sensación del cáliz de Clarissa, tan distinto al de la flor a la que se estaban refiriendo.
Su mente voló a la última vez que habían estado en Ibiza.
Las últimas veces que revisaron el uso de la poción de sincronización para disfrutar el invierno entre varias personas, Margareth y Justus estuvieron involucrados.
Los dos eruditos observaron las líneas de mana de la pareja y los dos hombres con devorador interactuando luego de beberse la poción especial. Ellos solo debían tomar notas, hacer preguntas sobre los niveles de incomodidad o placer causados por el mana y verificar que los cuatro participantes lograran consumirse… fue una sesión larga, si, pero también fue esclarecedora. Apenas la sesión terminara y todos se fueran a dormir, Clarissa y Harmut se habían encontrado inmensos en un invierno bestial. La sensación de observar a otras personas jugando a Ewigeliebe y Geduldh era demasiado estimulante para ellos.
La siguiente vez, las tornas dieron vuelta. Clarissa y Harmut sostenían su propio ditter por Beismachart junto con otras dos mujeres, ambas flores con el devorador en Ibiza para verificar las posiciones que irían en el buen libro. Esa vez Justus y Margareth fueron los encargados de observar, preguntar y tomar notas. De nuevo, los dos pelirrojos se sintieron más estimulados de lo usual.
Para su siguiente visita, ambos llevaban unos aparatos especiales para cambiar el color de cabello y ojos del usuario. Un collar similar al de matrimonio que usaba Aub Rozemyne y otro similar al collar de matrimonio de Aub Ferdinand. Esa vez, la pareja solicitó a las flores cuyo físico fuera más similar al físico de sus aubs, teniendo cuidado de verificar la altura, musculatura y tipo de cuerpo antes de llevarlos a una habitación y entregarles los encantos que no tardaron en cambiarles a ambos el tono de ojos a dorado y el cabello a que fuera azul, del mismo tono de las capas de Alexandría en la chica y de un tono celeste como el cielo de la mañana en el chico.
La fantasía de estar presentes en la recámara archiducal para ver a sus Aubs en abrazos íntimos había la mayor estimulación que pudieran tener. Ser a su vez observados por la pareja disfrutando del invierno en la cama, mientras ellos tomaban el suelo le añadía un algo que provocó que Harmut tuviera que tomar pociones de revitalización un par de veces más antes de dejar a Clarissa exhausta.
Por supuesto que no pudieron volver a repetir pronto, de esa excursión a Ibiza llegó Dominick… y no habían vuelto a ir.
—¿Crees… que el rostro de nuestra diosa… se contorsione igual… cuando se consume en las flamas?
El recuerdo de la chica disfrazada de su Aub, gimiendo y disfrutando en brazos del hombre simulando ser Lord Ferdinand llegó de inmediato a la mente de Harmut, cuyos dedos comenzaron a moverse más rápido por la estimulación de la imagen, haciendo lo posible por suprimir la necesidad de usar su espada porque estaba seguro de que no aguantaría demasiado.
—Tal vez… su rostro se vea… aun más divino… ¿No piensas igual… mi hermosa Clarissa?
La sintió apretar sus dedos con fuerza, dejando escapar un gemido tras otro al consumirse en las flamas del éxtasis, respirando con dificultad cuando sus músculos se relajaron.
Su esposa debía estar recordando lo mismo que él porque luego de eso, se las ingenió para sacar su espada de entre la ropa maltrecha, besándolo en la punta de su espada, degustándola con fervor antes de comenzar a besarle el ombligo, el vientre y el pecho, capturando su boca antes de sentarse encima y gemir con él por el placer de colocar la espada en el cáliz.
—¡Quiero tocar… a nuestra diosa… Harmut!
—¡También yo… querida! ¡Quisiera complacerla contigo!
Sus recuerdos volvieron a ese lejano día en Ibiza. Cuando las flores disfrazadas parecieron llegar a su límite, y el falso Ferdinand se retiró para asearse, Clarissa fue la primera en ponerse en pie e invocar un washen ligero sobre la mujer que lucía como Aub Rozemyne.
Él no había tardado nada en alcanzarla. Recordaba cuan inmersos estaban en su perversa fantasía.
Aub Rozemyne estaba ahí, sonrojada y desnuda, mirándolos mientras cada uno de ellos le besaba un pie, subiendo más y más hasta apoderarse cada uno de sus senos para besarlos y amasarlos, buscando la mejor manera de hacerla jadear y gemir. Ambos se habían besado sobre el cuerpo de la joven, recostándola de espaldas antes de levantarle las piernas para darle juntos el beso de Ewigeliebe, felices de complacerla y sonsacarle sonidos mucho más estimulantes que los que Aub Ferdinand había conseguido.
Harmut no estaba seguro de dar el siguiente paso en esa ocasión. Deseaba introducir su espada en Aub Rozemyne, pero saber que Clarissa no podría hacer lo mismo era en cierto modo angustiante.
Ferdinand llegó entonces, penetrando a su divina esposa para que ellos pudieran seguir complaciéndola con sus manos y sus bocas un poco más. No era suficiente todavía. Su espada dolía por la urgencia de ser empuñada. Fue entonces que Clarissa se acostó junto a su Aub en la cama, acariciándola y abriendo sus piernas solo para él. Harmut no lo dudó, gateó hasta Clarissa, besándola, penetrándola como un loco sin que su mano dejara de complacer a la mujer que gemía al lado de ellos. La experiencia había sido tan sublime, tan divina, que la nevada que dejó escapar fue abundante como ninguna otra. Incluso Clarissa había terminado exhausta luego de aquello.
Para cuando despertaron, las dos flores estaban vestidos. Las herramientas mágicas cuidadosamente colocadas en la mesita junto a la cama.
—¿Lo recuerdas… Harmut? —lloriqueó Clarissa en su oído antes de gemir y gemir varias veces, presa de las llamas de Bremwarme una vez más.
—¡Lo recuerdo… querida! ¡Lo añoro! ¡Servir… y complacer… siempre a tu lado!
Clarissa se movía con ímpetu sobre él, abrazada con fuerza y la vista clavada en la pintura de Aub Rozemyne que colgaba del muro de su cabecera, ahí donde terminaron cortando las cortinas para poder verla en todo momento.
Él por su parte miraba con fijeza el cuadro que reposaba en la pared de enfrente, donde Aub Rozemyne daba una bendición con su hábito de Suma Obispa de Alexandria.
La imaginación de Harmut no tardó en mezclar la imagen que miraba con el recuerdo de esa última excursión y las sensaciones en su piel que el mana descontrolado de Clarissa mezclándose con el suyo le provocaba.
—¡Clarissa! ¡Clarissa querida!... ¡No puedo! ¡No puedo más!
La mujer aumentó la velocidad tanto como pudo, él la apresó de las caderas para ayudarla a aumentar la velocidad. Los dos gemían. Los dos oraban. Los dos terminaron por alcanzar el máximo placer al mismo tiempo, abrazados al otro, observando la cabellera azul medianoche pintada en los dos cuadros antes de ocultar sus rostros en el cuello del otro.
—Mi admiración… es para Aub Rozemyne —le susurró Clarisa—, pero mi rifa… es para ti… Harmut.
—Mi amada compañera… cuan afortunado soy… porque mi rifa… también es tuya.
Un beso más y ambos se quedaron ahí, contemplando los ojos del otro en lugar de los cuadros de su diosa. Harmut besó a Clarissa de nuevo en la frente antes de girar un poco con ella para que ambos pudieran asearse y descansar.
Su amor por Aub Rozemyne, aunque era grande, no era igual al que sentía por su esposa, a quien podía tocar y besar siempre que quisiera.
—Un día, deberíamos darle las gracias a nuestra divina Aub —murmuró Clarissa un poco después, envuelta en su abrazo, descansando con él en la bañera clásica que tenían en su baño—. Sin ella, es posible que nunca nos habríamos conocido.
—Sería una tragedia, Clarissa querida. ¿Quién te procuraría tanto o más que yo? ¿Hmm? Bluanfah no bailaría de un modo tan intenso si hubiera tomado otra esposa.
—Tal vez ni siquiera seríamos bendecidos para ver su baile, ¿no lo crees?
Sonrió, besándola en el hombro y sintiéndose afortunado de nuevo.
—Bendita sea la encarnación de Mestionora, Aub Rozemyne, porque su divinidad nos ha guiado al uno con el otro. Benditas sean Ventuchite por cruzar nuestros hilos con los de nuestra Aub y Bluanfah por bailar sin falta para nosotros dos.
—Y benditas sean Liebeskuhilfe por enredar nuestros hilos y la Diosa de la Luz por iluminar con sus justos rayos nuestra unión.
—¡Oh, Clarissa! ¡Rezar contigo siempre me hace desear las llamas de los dioses un poco más!
—¡También a mi… Harmut!
Y con solo una oración de sincero agradecimiento, el matrimonio retomó sus juegos una vez más.
Harmut tendría que conseguir más hierbas especiales para sus tés diarios y Clarissa asistiría a su diosa con una sonrisa enorme, sincera y luminosa por el resto de ese mes, olvidando incluso el plan de viajar a Ibiza.
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Notas de la Autora:
Yo sé, yo sé, esto fue... extraño... pero son los fanáticos, son los principales bichos raros en el séquito, jejejejejejeje. En todo caso, el próximo será más normal.
Spoiler: Sigue una pareja de caballeros
Sé que es jueves, pero no me resistí, así que, feliz fin de semana a todos, nos estamos leyendo.
SARABA
