Los Dioses del Amor

Heilschmer para Bluanfah

–Sir Matthias, Lady Grettia, de parte de Aub Rozemyne, permítanme felicitarlos por hacerse con la carga de Geduldh.

Grettia dejó de respirar en ese momento, su órgano de maná golpeando su pecho con insistencia y sus ojos abriéndose a pesar de no estar mirando nada en particular.

–¿Voy… Voy a ser padre? –murmuró Matthias junto a ella.

Escucharlo, a pesar de que era casi imposible por lo bajo de sus palabras, fue lo que la trajo de vuelta de la tremenda impresión causada por la noticia y llevándola a mirar la cara de sorpresa de su Dios Oscuro pasando a una cargada de afecto y expectación que la hizo sonrojar.

–Grettia, ¿escuchaste eso? –le preguntó Matthias sonriendo para ella, apretando su mano con fuerza y temblando.

–Los dejaré solos por un momento mientras consigo la ropa plateada que deberá usar Lady Grettia a partir de hoy fuera de su casa.

La sanadora se fue en ese momento y Grettia pudo sentir como era jalada y abrazada con tanta fuerza, que por un momento no pudo respirar. No sabía cómo se sentía del todo, además de sorprendida.

Matthias aflojó su agarre sobre ella y pronto ambos estaban inmersos en un beso cargado de afecto y maná a partes iguales, con las manos callosas y gentiles de su esposo acunando sus mejillas antes de mirarla de nuevo con tanto amor que se sintió abrumada.

–¿No estás feliz, Grettia? ¡Vas a ser madre! ¡Vas a ser una hermosa y adorable Entrinduge!

La joven peligris asintió un momento, no muy convencida, sintiendo como las manos en su rostro bajaban de pronto por su cuello hasta tomarla de los hombros con dulzura y más maná. Sus ojos llenándose de lágrimas con rapidez sin que pudiera explicarlo.

–¿Qué sucede, mi Geduldh? ¿Qué te preocupa?

Aún le era difícil aceptar que Matthias se preocupara por ella a ese nivel, a pesar de ello tomó aire para poder calmarse y tratar de identificar lo que estaba sintiendo. Necesitaba poner sus emociones en palabras para Matthias… para ella también.

–Estoy… sorprendida. ¿No es demasiado pronto?

Matthias pareció considerar sus palabras, poniendo la misma expresión que cuando tenía que hacer contabilidad en la casa, mirándola de nuevo y mostrándole una pequeña sonrisa tranquila.

–Parece que fuimos bendecidos por demasiados dioses esa primera vez entrando en el invierno.

Grettia sintió como sus orejas, su nuca y su cuello se cubrían del noble color de Geduldh. Su cabeza debía ser un lío a causa de la noticia porque no tardó nada en devolverla a la noche en cuestión.

.

Volver a casa luego de una jornada de trabajo un poco más ajetreada de lo normal le supuso un verdadero descanso a toda la tensión acumulada. Las preparaciones para que los Aubs pudieran asistir a la Conferencia de Archiduques siempre era caótica y pesada… o tal vez su reciente profundización en su relación hacía que volver a casa fuera un alivio dulce y más esperado de lo usual.

Ella y Matthias cenaron juntos como ya era su costumbre. Matthias estaba de muy buen humor, comentando sobre diferentes lugares a los que le gustaría llevarla para festejar un año de haber atado sus estrellas, pidiéndole su opinión en todo momento y esperando paciente a que ella terminara de compartir sus pensamientos.

A pesar del tiempo que llevaban juntos, todavía le era difícil identificar sus deseos y opiniones para ponerlos en palabras. Gramarature nunca parecía muy dispuesta a ayudarla en realidad.

Luego de subir a sus aposentos separados y ser bañada por su asistente, Matthias entró a su habitación con su ropa de dormir, despidiendo a la asistente y dándole el resto de la noche libre. Grettia ya no podía dormir sin él. No desde dos semanas atrás cuando tuvo aquel comportamiento vulgar e impropio que de algún modo logró liberarla un poco de sus miedos y tensiones.

–¿En verdad está bien que hagamos planes, Matthias?

Su marido la observó sin dejar de sonreírle, tomando su mano para comenzar su intercambio de maná y juguetear con sus dedos en el proceso, ambos todavía sentados en un costado.

–¿No te gustaría? Estoy seguro de que Aub Rozemyne nos permite salir de viaje. Escuché que le consiguió algunos permisos especiales a Cornelius y Leonore para visitar Vegas en Ehrenfest por una semana y a Damuel y Philine un permiso para visitar Amazonia en Dunkelferger.

Lo pensó un poco, mirando sus dedos siendo manipulados por Matthias y sintiendo el efecto ahora relajante del maná de su esposo entrando en ella.

–Temo que hagamos planes y Aub Rozemyne acuerde visitar otros Ducados durante el verano. Dudo que Aub Ferdinand nos permita ausentarnos del servicio si deben viajar fuera por ser juramentados de Aub Rozemyne.

Matthias cambió su expresión como si estuviera sopesando sus palabras con atención. Era una de esas cosas que le costaba creer. Por lo general se sentía temerosa, cómo si él estuviera juzgando sus palabras aún si nunca lo hacía.

–Supongo que podemos hacer planes una vez hayamos vuelto de la Conferencia con nuestra señora y sepamos si ella y su Dios Oscuro van a salir de viaje o no.

Matthias le sonrió entonces, contagiándola de algún modo. Quizás porque estando a solas en casa, Matthias le permitía ver el reflejo de sus emociones con total libertad.

–Gracias… no, no soportaría verte decepcionado si cambiamos de planes.

Su Dios Oscuro le acunó el rostro con gentileza, besándola como si pudiera romperla al poner algo de fuerza en el gesto, besándola con un poco más de intensidad cuando ella le correspondió el gesto en automático.

–Debes estar cansada –susurró Matthias cuando se separaron luego de algunos besos más–. ¿Quieres que te abrace para dormir?

Grettia asintió entre decepcionada y sorprendida.

Mentiría si dijera que no había notado un cierto apetito en su interior cada vez mayor ante los besos cargados de maná de Matthias, una necesidad que la hacía sentir un poco culpable y que no estaba segura de cómo manejar.

En realidad no quería dormir. No quería conformarse solo con los brazos de Matthias protegiéndola de los recuerdos retorcidos de su pasado y el maná de ambos mezclándose despacio. Eso sin contar con un miedo irracional a mencionar lo que estaba pasando en su cuerpo.

Porque Matthias jamás la lastimaría bajo ninguna circunstancia.

Saberlo no hacía más fácil convencer a su cuerpo adoctrinado y maleado tanto tiempo atrás, solo la angustiaba y la llenaba de dudas.

Tal vez fue su silencio, mayor al usual, o el temblar de sus manos… incluso su boca apretarse poco a poco, traicionándola para que no dijera una sola palabra. No estaba segura, lo cierto era que Matthias debía haberla estado observando con demasiada atención, porque no tardó en sentarse tan cerca de ella que sus cuerpos se tocaran por completo.

–¿Grettia? ¿Algo que prefieras hacer entonces?

Un vistazo al hermoso y vasto cielo de verano que era la mirada de su esposo y pudo notar curiosidad.

Grettia bajó la mirada de inmediato, apretando los dedos ajenos sin siquiera darse cuenta, tratando de decir algo sin que las palabras salieran de ella, llevándola a mirar de nuevo y hacer un intento enorme por abrir la boca.

–Yo… solo…

Matthias besó su mano sin dejar de mirarla, sonriendo con más amplitud apenas Grettia se sintió sonrojar, con la garganta sedienta de algo que no era agua.

Los ojos del caballero se oscurecieron un poco, intimidantes y atractivos cómo le había parecido el paisaje bajo sus pies la primera vez que voló en su bestia alta. Invitante y peligroso como le había parecido la idea de saltar desde las alturas.

–¿No quieres dormir, mi Geduldh?

La voz de Matthias era una de las más hermosas y seductoras dentro del séquito de Aub Alexandría, no por nada fue seleccionado en el pasado para grabar frases de amor en aquellos shumils encantados creados entre su señora y Raymund, el entonces pupilo de Aub Ferdinand… y a pesar de ello, Grettia se sorprendió sonrojándose todavía más por el tono usado. Era el mismo que él ponía durante sus sesiones de besos y maná. Brëmwärme los bendecía a ambos según parecía.

Quería responderle en lugar de sentirse como un shumil asustado. Quería decirle que deseaba sus labios y su maná y su toque… pero las palabras se negaban a salir. En su desesperación, Grettia rezó a Angriff por un poco de valor y de fuerza, apretando más los dedos en su mano para jalarlo y besarlo y ordenarle a su otra mano acunar la mejilla de su esposo para poder deslizarla desde su cuello hasta su pecho… sorprendiéndose cuándo se dió cuenta de que lo había hecho.

–¿Estás segura?

La voz de Matthias era tranquila y estaba cargada de deseo y satisfacción, erizándole los vellos de la nuca de inmediato.

–Yo… ¿está bien?

Lo escuchó reír un poco de forma alegre.

La mirada de Matthias se iluminó de inmediato y el intercambio gentil de maná entre ellos se intensificó con prontitud.

–¿Te gustaría una poción sincronizante o…?

Se sintió sonrojar otra vez, acalorada por la insinuación velada y el ofrecimiento a medio hacer. Estaba segura de que Matthias quería llegar al final mucho más que dejarla negarse.

¿Cómo reaccionaría si ella se arrepintiera de pronto?

Miró sus manos, el lecho tras ellos, el suelo, los ojos de Matthias y la tienda creciendo bajo la ropa de dormir de él. Su visión se vio de pronto invadida por el hermoso rostro de su marido y pronto se perdió en la sensación de ser besada, en el sabor del maná entrando a su boca junto a la lengua de Matthias. Tenía entendido que la poción volvería el sabor uno perfecto y adictivo, que llamar al invierno con frecuencia lo volvería en un sabor irresistible… pero seguía indecisa.

Matthias no la lastimaría, pero podría enfadarse si ella se negaba al final. ¿Dejaría de dormir con ella si lo rechazaba en el momento más importante? ¿Tomaría una segunda esposa que no dudara en darle la bienvenida del todo al invierno? ¿Seguiría hablándole siquiera o…?

–Grettia, ¿qué tengo que hacer para que me digas lo que te pasa en lugar de poner esa mirada tan lúgubre mientras te ahogas en silencio?

Matthias le sostenía el mentón con delicadeza, obligándola a dejarlo ver su rostro.

'¿Por qué tiene que ser tan difícil?' pensó Grettia soltando un suspiro, abrazándose al hombre por el que crecía una rifa en su interior y escondiendo el rostro en su hombro.

–Podría… arrepentirme.

Los brazos de Matthias la aferraron, obligándola a sentarse en su regazo y un beso fue depositado entre sus cabellos al tiempo que dos manos cargadas de maná comenzaban a peinarla.

–Voy a esperarte hasta que estés lista y voy a complacerte hasta donde me lo permitas. Si es suficiente para ti con besarnos y frotar tu jardín sobre mi espada, entonces eso haremos. Si solo necesitas que te bese y te pinte con mi maná, entonces eso será todo.

–¿Y tú?

Hubo un silencio que la hizo sentir incómoda, luego sintió como era estrujada con afecto y a Matthias suspirando, moviéndose incómodo y despegando su rostro de la cabeza de ella.

–Yo… aprendí una oración para… apagar las flamas de Brëmwärme hace poco.

Se sintió terrible. De pronto, la curiosidad se abalanzó sobre ella, que todavía no se atrevía a encararlo.

–¿Y antes de… aprender la oración?

Otro suspiro. Las caricias se reanudaron de pronto a pesar de que Matthias estaba tenso.

–Yo no… ¡Dioses! No quería que lo supieras, Grettia… yo… pulía mi espada… a veces… a solas… lo, lo lamento.

Se despegó de él en ese momento, mirándolo directo a la cara y notando un furioso sonrojo cruzando el rostro de Matthias de un lado al otro, y el azul de sus ojos huirle mientras él se llevaba una mano a la nuca, incómodo y más tenso todavía. La tienda de campaña decreciendo debajo de Grettia.

–Es, es vergonzoso. ¡No es tu culpa, Grettia! Es… yo… te, te deseo… demasiado –murmuró Matthias provocando que algo se detonara en ella.

Era cómo si hubiera dejado de pensar debido a la sorpresa, levantando su camisón y sentándose a horcajadas sobre su marido como en sus últimas sesiones de besos.

Lo hizo mirarla, dando un par de besos en los labios de su Dios Oscuro y permitiendo que su bata comenzara a caer, retirándola del todo cuando la sintió colgando de sus codos.

–Quiero la poción… pero… no sé…

Matthias le sonrió, aferrandola de la cintura antes de ponerse en pie, girarse y bajarla de nuevo, besándola de un modo apasionado antes de dar un paso atrás y sonreírle con esa mirada depredadora de un momento atrás.

–Traeré una poción de mi alcoba. Si cambias de idea, no te preocupes. Tenemos toda una vida para llegar.

Lo vio salir casi volando de la alcoba y ella se apresuró a sacar un vial y dos copas de un pequeño mueble donde tenía guardados algunos ingredientes de formulación, un kit de escritura y si equipo de costura. Estaba por llegar a su cama cuando Matthias entró como una tempestad, levantando alegremente un vial entre sus dedos y agitándolo un poco, sonrojándola de inmediato.

Ambos llenaron las copas y las intercambiaron. El sabor era similar al de los besos de Matthias, así que fue fácil de consumir.

Grettia ni siquiera alcanzó a dejar su copa en la mesita de noche cuando Matthias la levantó en el aire, dando una vuelta con ella antes de dejarse caer juntos en la cama como haría un niño travieso con un shumil.

Besos hambrientos le robaron el aliento conforme su ropa era removida con algo de brusquedad. No pudo decir nada o pensar en nada más que el sabor de Matthias ahora.

Alphseiges con rutber y una especie de vize más parecido a las bebidas de base frutal con que su señora había estado experimentando ese año, luego de destetar a su segunda hija.

Las manos de Matthias comenzaron a acariciarla con prontitud, entreteniéndose en mimar sus bendiciones de Geduldh hasta hacerla gemir por las sensaciones más que placenteras que le estaba provocando. La boca de su Dios Oscuro no tardó mucho en abandonar la de ella y comenzar a explorar el resto de su rostro, su cuello, sus hombros y el escote vulgar que formaban sus bendiciones, sin embargo, estaba tan necesitada de él que sus manos no tardaron en enredarse en el suave cabello púrpura de Matthias, gimiendo cuando el hombre encontró la parte más sensible de ella y comenzó a succionar y pellizcar con sus labios.

Y entonces pasó.

Su cuerpo se movió por si solo, derribando a Matthias contra la cama.

Su boca dejó de gemir.

Sus piernas se doblaron hasta que quedó hincada en el suelo, entre las piernas de su maestro.

Sus manos volaron hasta la espada erecta y lista, mostrando una gota de aquel líquido que precedía la nieve de Ewigeliebe.

Grettia sintió sus ojos llenarse de lágrimas y su boca abriéndose para envolver la punta de la espada aún si no sentía las manos crueles y despiadadas que la habían empujado en el pasado, las mismas que le arrancaron algunos cadejos cuando no fue capaz de abrir su boca todavía más.

Estaba por levantarse y huir a su habitación oculta cuando su lengua tocó la gota segregada por la espada y el sabor la hizo relajarse y darse cuenta de en dónde y con quién estaba.

Matthias dejó escapar un jadeo, un sonido sensual y estimulante que jamás había escuchado en él.

Grettia levantó la mirada con la punta de la espada todavía entre sus labios, notando a su Dios Oscuro haciendo una cara de absoluto placer y, con algo de dificultad, hizo a un lado los recuerdos de su última instrucción antes de darle su nombre a Lady Rozemyne y abandonar la familia a qué había sido entregada.

Muy a pesar de su reticencia, se concentró sólo en recordar las indicaciones.

Envolver la empuñadura con una mano y los sacos de Beischmacht con la otra. Estirar su lengua conforme introducía la espada en el aparato de Gramarature. Succionar un poco sin dejar de mover los dedos en los sacos y la mano en la empuñadura. Levantar su rostro despacio, variando la succión en su interior hasta solo tener la punta dentro. Acariciar con la punta de la lengua el orificio en la espada. Delinear su circunferencia todavía con la punta para estirar la gota rica en maná y repetir.

Matthias no tardó nada en dejar escapar un jadeo un poco agudo que la incitó a mirarlo de nuevo, provocando que Grettia se sintiera orgullosa al verlo aferrar las sábanas con fuerzas y echar la cabeza atrás sin dejar de respirar de forma rápida y ruidosa.

No muy segura, decidió tomar una de las manos sujetando las sábanas para guiarla hasta su cabello, sintiendo que algo de su miedo desaparecía cuando Matthias le acunó el rostro y comenzó a acariciar su cabello, peinándolo como cuando la consolaba.

Grettia volvió a acomodarse y comenzó a mover su mano junto con su cabeza en movimientos lentos arriba y abajo de la espada de su Dios Oscuro, tratando de poner maná y afecto en esa caricia que en otro tiempo le había parecido terriblemente humillante.

–¡Oh, dioses!... ¡Ohhhh, Grettia! ¡Grettia!

Estaba comenzando a acelerar aún si la mano en su cabello no la obligaba a incrementar el ritmo, cuándo esa misma mano se coló debajo de su brazo y la jaló lejos de la espada.

Estaba comenzando a pensar que tal vez Matthias no había disfrutado como debiera cuándo se encontró a sí misma acostada sobre su espalda, con las manos de Matthias sosteniendo sus muslos y la lengua de caballero llenando el interior de los mismos con maná y saliva cada vez más y más cerca de su jardín.

–¡Ma… ¿Matthias?!

Estaba sorprendida. Nadie le había dicho que un hombre podría querer besarla en esa zona. Su maestro nunca mencionó nada ni remotamente parecido, '¡¿Entonces, por qué?! ¡¿Qué va a hacerme?!'

Su corazón parecía el trueno de Verdrena retumbando con furia en sus oídos y su respiración era superficial, nerviosa y a la espera de averiguar qué estaba sucediendo.

Por su parte, Matthias ya había llegado a su jardín, peinando los rizos casi negros que cubrían su flor y la entrada al cáliz, respirando tan cerca, que su aliento estaba provocando una tormenta en su interior.

Los ojos de su Dios Oscuro la buscaron de pronto, inseguros y suplicantes.

–¿Puedo probarte yo también?... Leí… que el beso de Ewigeliebe es sumamente placentero para las mujeres… tanto como el Beso de Geduldh lo es para los hombres.

Estaba confundida, no sabía de que besos hablaba o que tenía que ver con… probarla.

–Mi, mi Dios Oscuro… ¿qué es un beso de Geduldh?

Matthias la miró aturdido por un momento, cubriéndose el rostro de pronto, frustrado, antes de acariciarle las piernas despacio y mirarla de nuevo.

Podía notar la irá escondida detrás de esa mirada cargada de preocupación. Ahora él sabía cómo había ella aprendido ese truco.

–Lo que… lo que hiciste hace un momento… es el beso de Geduldh, según el Buen Libro.

Ella nunca había leído ninguno de los volúmenes del buen libro por miedo a encontrar ahí a sus antiguos dueños. Sabía lo que era, después de todo, su señora tenía un estante entero en su sala de lecturas privada dedicado a esos manuales y a todas las historias que parecían estarse escribiendo alrededor de ello.

Si ese truco estaba descrito ahí y tenía un nombre…

–¿Entonces, puedo hacerte sentir lo mismo? ¿Por favor?

Su cabeza, que ya no parecía estar tan nublada como latidos atrás, cayó en cuenta de la razón de que no le enseñaran eso.

Sus dueños la querían para servirles y proporcionarles placer y no al revés.

Matthias… Matthias quería complacerla… a ella… porque tenía una rifa creciendo en su interior… por ella.

–¿Grettia?

–Yo… ahm… ¿No está… sucio ahí?

Lo observó sorprenderse, mirándola con ojo crítico cuando logró salir de su estupor, usando sus dedos para acariciarle el jardín y abrirlo hasta revelar la flor escondida en él.

–Se ve… apetitoso.

Estaba tan confundida por la respuesta, que su mente se vio de pronto envuelta por la dulce niebla del placer, jadeando y gimiendo, sintiendo un calor que no había experimentado antes cobijarla desde su cáliz y su jardín.

Cuando las sensaciones cedieron un poco, sintió que alguien la tomaba de una mano y la besaba en los dedos, luego escuchó una risa jovial y divertida, muy corta en la voz de Matthias.

–¿Quieres que siga, Grettia? Creo que disfrutaría mucho continuar.

No pudo hablar, solo asintió mientras miraba a su Dios Oscuro sintiendo como sus ojos se llenaban de lágrimas que la hicieron sentirse muy confundida. Su marido no debió notar ese detalle porque tan pronto ella asintió, lo vio sumergirse de nuevo entre sus piernas, lo sintió llenándola de maná y su garganta la traicionó, llevándola a hacer los mismos gemidos y jadeos que Matthias bajo las atenciones de ella.

Lo que fuera que su Dios Oscuro le estaba haciendo, la estaba volviendo loca de un modo exquisito.

Grettia perdió todo control sobre su cuerpo cuando sintió montones de maná pintándola desde dentro, diseñando círculos en la entrada a su cáliz.

Sus caderas comenzaron a moverse buscando más.

Respirar comenzó a costarle algo de trabajo.

Una de sus manos se aferró a cabello suave y sedoso que no dejó que se alejara de su jardín.

Y ese calor que parecía intentar consumirla se intensificó más y más y más hasta devorarlo todo.

Sus recuerdos. Sus lágrimas. Su miedo.

Todo.

Si antes pensó que logró quemarse en los fuegos de Beischmacht al frotarse sobre Matthias, ahora estaba segura de que se estaba incendiando y subiendo la imponente escalera, importándole poco si había gritado con fuerza o si su rostro estaba anegado en lágrimas de… ¿De qué exactamente? ¿De satisfacción? ¿De pánico? ¿De anticipación?... ¿De amor?

Los labios de Matthias la reclamaron, dejando un regusto algo distinto al que había probado en él luego de que se bebieran las pociones.

No le importó.

Sus manos ansiosas no tardaron en atraerlo más, acariciarlo más, prodigándole aún más maná y guiándolo a besarla de nuevo en el cuello, escuchándolo reír un poco, bastante feliz y… ¿orgulloso?

–¿Quieres que continúe, mi Geduldh?

Su mente le decía que eso era suficiente… demasiado en realidad. Sus ojos no paraban de sacar lágrimas solo los dioses sabían de dónde o porqué. Y su cuerpo… Su cuerpo estaba actuando como una Chaocipher insaciable y egoísta, exigiéndole que pidiera más, más y más de esa sensación extraña y adictiva de hacía un momento… de modo que su cabeza comenzó a asentir con fervor en medio de todo ese llanto.

Los pulgares de Matthias no tardaron en comenzar a limpiar sus lágrimas. La boca de Matthias empezó a besar y limpiar también sus mejillas y ella se aferró con fuerza, lamentándose por una vez de no tomar la clase optativa para fortalecer su cuerpo con maná.

–Supongo… que es un sí.

Ella asintió de nuevo, sintiendo una gran cantidad del maná de Matthias rozando su jardín, tentándola y haciéndola temblar, como si su esposo estuviera esperando una confirmación.

–¡Hazlo! ¡Hazlo, por favor!... ¡Matthias!

Lo sintió entrar despacio, llenándola con algo más que maná y carne en realidad.

Las manos de Grettia se hundieron con fuerza en los músculos torneados y macizos de Matthias, a quien sintió besarla y susurrándole dulces promesas de prodigarle todo lo que merecía.

Amor. Placer. Protección. Una familia.

De pronto la espada de Matthias dejó de moverse con ella tan llena de él que imaginó a los dos protagonistas de sus pesadillas mirándola incrédulos, quejándose y gritándole todo tipo de improperios, acusándola de traicionarlos… siendo sus voces cada vez más y más lejanas hasta volverse un mero zumbido y desaparecer detrás de la voz afectuosa que la llamaba hermosa, valiosa, amada.

Rodeando la espalda de su Dios Oscuro, Grettia se aferró de los hombros de él. Le envolvió la cintura con las piernas, cruzando sus pies tan fuerte como pudo y manteniéndose ahí como si su vida dependiera de ello, gimiendo y llorando con fuerza, gritándole a Matthias que no se detuviera… cómo si no estuvieran invocando el invierno sino huyendo de esa terrible casa en la que su familia la dejó abandonada.

Esa era la sensación.

Ese era el sentimiento.

Con cada estocada de Matthias, con cada beso, con cada palabra de afecto… era como ponerse a salvo.

En su mente, Matthias había irrumpido en esa maldita habitación oculta donde nadie podía escucharla llorar o suplicar. En el imaginario, este caballero de armadura brillante y rostro tallado por Kuntzeal la tomaba en brazos, acunándola y dando la espalda a sus amos sin mirar atrás, cerrando esa puerta aterradora y montando en una bestia alta con ella en brazos para volar hacia el amanecer, dejando atrás el dolor, el miedo y esa terrible oscuridad que la había tenido cautiva por años.

Y justo cuando la noche desaparecía del todo, cuando la casa de la familia de Laurenz ya no era visible en su interior, se sintió arder con tanta fuerza que ambos se convirtieron en estrellas, abrazados por la calidez de Leidenshaft, ocultos por el sutil escudo de Schutzaria que eran los brazos de Matthias y lavados por las aguas de Flutrane.

Cuando volvió de su pequeña fantasía Matthias intentó salir de ella.

–¡No!... No, yo… podrías… ¿podrías quedarte un poco más? ¿por favor?

Se sintió cohibida y abochornada el notar la mirada cargada de incredulidad y la boca un poco abiertas en el rostro perfecto de su Dios Oscuro. Estaba por retractarse, apenada y culpable cuando Matthias soltó un suspiro y la encerró en sus brazos, respirando entre sus cabellos sin dejar de dibujar círculos ociosos en su brazo y su espalda.

–Solo un poco más… arde un poco cuando te mueves… a mi alrededor.

Esa noche, Grettia no tardó mucho en quedarse dormida. De hecho, se sintió un poco avergonzada cuando su asistenta llegó en la mañana para ayudarla a prepararse para ir al castillo y la encontró todavía desnuda y con la ropa de cama manchada, aún si su asistente no hizo ningún comentario al respecto.

En realidad, aún cuando siguieron durmiendo juntos, no volvieron a invocar al invierno sino dos semanas después, antes de ir a la Soberanía por la conferencia y luego de eso, cada vez que tenían el día libre y se volvía inevitable buscar las bendiciones de Brëmwärme y Beischmacht.

.

Se sentía sonrojada, pero también esperanzada.

Una de las manos de Matthias no tardó en alcanzar su vientre, calmandola cuando sintió maná entrando en ella, protegiendo algo en su interior.

Grettia levantó la mirada. Matthias la observaba con tanto afecto que era un poco abrumador. El caballero no dejó de mostrarle una brillante sonrisa, incluso luego de sacar uno de los pañuelos que ella le había bordado para limpiarle el rostro. Al parecer, ella estaba llorando otra vez.

–Lo siento –se disculpó ella mirando a otro lado.

–¿Por qué te disculpas? –preguntó Matthias con un sonrisa–. Podrías ser como nuestra Aub, que a veces llora porque es demasiado feliz.

El pensamiento la hizo sonrojar un poco más y sonreír.

Cuando volvió la sanadora con la ropa de plata, Grettia ya estaba más tranquila.

Algo más tarde, cuando Grettia ya traía puesta su ropa aislante y estaban listos para ir a su trabajo, la joven asistente se detuvo en uno de los pasillos sin dejar de mirar la escalera.

Matthias no dijo nada, esperándola un par de latidos antes de hablar.

–No recuerdo haber visitado la sala de juegos de esta ala. ¿Me la muestras?

Estaba nerviosa y contenta. No tenía idea de porque quería ir a una sala que conocía demasiado bien por ser ella quien se encargara de las hijas de la Aub en sus primeros días de vida, cuando solo los juramentados tenían permiso de tocarlas para permitirle descansar a Rozemyne.

–Por supuesto, mi Dios Oscuro.

.

Angélica estaba observando a los bebés de la sala de juegos más que feliz de ser asignada a protegerlos ese día.

Desde que se volvió Entrinduge, sus turnos favoritos eran en la sala de juegos. Amaba ver a su bebé. Aunque también amaba hacer turnos de guardia con Eckhart y los entrenamientos matutinos, en especial cuando terminaban con la llegada del invierno.

La joven observaba las interacciones de los pequeños mientras cuidaba la puerta, enfrentándose por enésima vez a un dilema.

'¿Debería pedirles otro bebé a Eckhart y Lord Alphonse?'

En realidad no le había gustado llevar la carga de Geduldh. ¡Era demasiado restrictivo! Pero le encantaba observar a su bebé creciendo. Adoraba jugar con ella y dormir todos juntos el día del brote, que era el único que Eckhart permitía que su hija durmiera con ellos. "Solo un mes más, Angie." Decía Eckhart cada inicio de mes, cuando alguno de los dos estaba parado junto a la cuna de su hermosa Helga y esta les sonreía y les daba los brazos viéndose adorable con sus ropitas de dormir en lugar de acostarse a dormir en su cuna.

La mujer caballero estaba teniéndola difícil para no sonreír ante el recuerdo cuando dos de sus compañeros entraron en la sala. Angélica estaba a punto de cerrarles el paso, su mano ya estaba en la empuñadura de Stenluke cuándo notó que Matthias se detenía y la saludaba a pesar de estar escoltando a Grettia.

–¿Les toca guardia aquí? –preguntó la chica sin soltar su espada o aflojar del todo la posición defensiva que acababa de adoptar.

–No. Le pedí a Grettia que me mostrara la sala porque, es posible que tengamos la visita de Entrinduge en el otoño. Posiblemente a mediados.

Angélica los miró un poco más en lo que su cuerpo se relajaba, soltando su manablade al final y lanzando una mirada de soslayo al área del cunero, donde Helga estaba siendo cambiada de ropa detrás de un biombo.

–¿Grettia le traerá un amigo a Helga?

–Si –respondió la aludida con un poco más de entusiasmo del que solía utilizar, aún si su rostro estaba tan inexpresivo como siempre y su postura se cerraba un poco

–¡Me alegra mucho escucharlo! ¡Felicidades! Llevar la carga de Geduldh es aburrido y tedioso, pero valdrá la pena. Lo prometo.

Ella y Grettia no eran muy amigas, pero en verdad se alegraba por la chica. Quizás Liesseleta podría dejar de preocuparse un poco cuando se estuvieran visitando o sus turnos de comida coincidieran, ahora que Grettia se estaba uniendo al grupo de papás.

–Matthias, deberías buscar a Harmuth o a Clarissa más tarde.

–¿Los fanáticos? –cuestionó su compañero de armas bastante confundido.

Angélica todavía estaba buscando la mejor manera de expresar lo del grupo que aún no terminaba de comprender, siendo interrumpida por Stenluke.

–Mi maestra se refiere al grupo de padres para los pequeños séquitos, que es dirigido por la pareja de padres Harmuth y Clarissa. Ahora que tendrán un descendiente, deberán estar atentos para criarlo de forma digna, de ese modo, podrá empezar a servir a los descendientes de Aub Alexandría desde la sala de juegos.

La pareja la miró un poco confundida. Matthias miró en derredor, palmeando un poco la mano de Grettia todavía en su brazo y volvió a mirarla a ella y luego a Stenluke.

–Aquí hay al menos treinta y seis pequeños. ¿Todos ellos sirven a las princesas?

–No –dijo la espada–. Por el momento, solo un reducido grupo de pequeños en la zona de cunas está destinado a formar parte de los séquitos. Los nacidos de juramentados y originarios de Ehrenfest. El Sumo Sacerdote Harmuth suele organizar reuniones con su esposa cada mes para hablar acerca de los avances de los niños y comentar que tanto se han vinculado con las princesas.

Angélica se puso la mano en la mejilla sin dejar de sonreír. Las reuniones eran divertidas porque todos hablaban de sus hijos y comían juntos cosas deliciosas. En realidad, ella solo prestaba atención a las indicaciones cuando se trataba de ejercicios para los pequeños cercanos a la edad de Helga o para ver las nuevas tendencias en ropa de bebé. De pronto entendía porqué a Liesseleta le encantaba hacerle ropa a sus shumils. Helga se veía preciosa con casi todo lo que le pusieran.

–Matthias, Grettia, recuerden que no pueden tocar a los niños o tendré que sacarlos. Cuando terminen su recorrido, pueden hablar con alguna de las cuidadoras que esté en su turno de descanso en el área de allá, ¿qué más, qué más? –susurró lo último golpeteando el suelo con la punta de su bota, tratando de recordar las indicaciones cuando nuevos padres o personal dispuesto a llevar a sus pequeños entrara por primera vez–. ¡A, sí! Matthias no tiene permitido asomarse a la zona de allá. Algunas mamás están alimentando a sus bebés y suelen gritar y espantar a los niños cuando se asoma algún desconocido. No me hagas lanzarte por la ventana, por favor. Eckhart ya me llamó la atención por lanzar a un laynoble curioso hace dos semanas y romper el vidrio de la zona de comida para bebés.

Sus dos compañeros se pusieron pálidos un momento antes de intercambiar una mirada entre ellos, sonriendose el uno al otro.

Le pareció extraño. Grettia nunca mostraba un semblante divertido. Sería más probable luchar contra un señor del invierno en Alexandría, o eso pensó Angélica porque era la primera vez que miraba a Grettia tan calmada y sonriente.

–Lo tendré en cuenta, Angélica. Gracias por la advertencia. Le diré a Eckhart que estás haciendo un gran trabajo hoy.

Su corazón se aceleró de inmediato. Angélica se puso en firmes, golpeando su pecho con el puño y asintiendo debido a lo que eso significaba. También se tragó un grito de asentimiento, no quería que la regañaran por espantar a los bebés otra vez.

–No tarden mucho. Aub Ferdinand viene pronto a ver a las princesas y se molesta mucho cuando hay más gente de lo usual.

Los vio asentir y volvió a ponerse en firmes, sonriendo de solo pensar en el premio que le daría Eckhart por un comentario como ese de uno de sus compañeros.

¿Le daría galletas con chispas para la cena? ¿Quizás pudieran tomar una copa de esas botellas de alcohol de frutas de las que tanto hablaban los asistentes y eruditos en los laboratorios? ¿O llevar a Helga a volar un poco en bestia alta para escucharla gorjear y reír?... ¿Tal vez podría pedirle a Eckhart que se bañaran todos juntos? O quizás podría jugar con Lord Alphonse y con Eckhart después de acostar a Helga y antes de dormir... ¿Dos o tres veces? En realidad no le importaría desvelarse y llegar un poco cansada al entrenamiento de la mañana si era por tener un ditter o dos con Eckhart en la recámara…

–Maestra, le recuerdo que cuando está de guardia debe poner su total atención en su deber.

–¡Es verdad! Gracias Stenluke.

Tomó aire, reajustó su postura y dejó que su visión se abriera para poder observar a los niños, las cuidadoras, las madres, Matthias y Grettia de modo que pudiera reaccionar de inmediato ante cualquier señal de peligro.

Grettia estaba diciéndole algo a Matthias antes de acercarse a hablar con Lady Saraí y los observó sonriendo de nuevo.

Entrinduge debía ser una de las diosas más poderosas del panteón si podía sacar una sonrisa como esa en Grettia. Casi como ver a Aub Ferdinand entrar a jugar con sus pequeñas, porque en realidad, ese era el único lugar donde el esposo de su maestra mostraba una sonrisa plena, sin una sola pizca de lo que fuera que las ponía en alerta máxima a ella y a su maestra cuando sonreía fuera de la sala de juegos.

.

Notas de la Autora:

Este viene con dedicatoria. Para mi compañera de escritura, amiga y editora de fanfics, Hikaryto, que adora a esta pareja incluso más que yo. Espero haya sido de su agrado y feliz fin de Semana Santa.

SARABA