Los Dioses del Amor
Más que Bendiciones
–Por favor, todos fuera. ¡Aub Alexandría!
Era la segunda vez esa semana que Eckhart era sacado, de la nada, del despacho de Alexandría junto con caballeros, eruditos y asistentes.
No estaba seguro de qué estaba pasando, pero un vistazo a su hermanita, con una súplica en su mirada para solicitarle que cuidara de su señor y se relajó al observarla sonreír confiada y asentir.
No tenía idea de que estaba pasando, pero debía estar relacionado con el incidente de dos semanas atrás en Ibiza.
Según sabía, el jardín de viajeros en la playa estaba ahora en perfectas condiciones y con su flujo usual de turistas y monedas, de todos modos, algo debió pasarle a su señor para que no pudiera detener los efectos secundarios.
¿El veneno de esa bestia acuática sería tan potente como para haberle dejado secuelas? ¿O sería el trauma de haber sido devorado y casi convertido en piedra Fey por la potencia de las explosiones desplegadas por sus amuletos?
Eckhart no lo sabía, de lo único de lo que estaba seguro era de haber notado como las manos de su señor comenzaban a temblar solo porque sí sin advertencias o detonantes previos sin importar la campanada. Solo la semana anterior lo observó levantándose con urgencia haciendo lo posible porque el temblor en sus manos pasara desapercibido en tanto una mirada de lo más extraña aparecía en él, disculpándose antes de salir huyendo a alguna habitación donde pudiera estar sólo para atender sus temblores. Quizás la semana previa se sintió impotente y perturbado, haciendo lo imposible para no molestar a su diosa de la luz, porque a Eckhart no le habían pasado desapercibidas la cantidad de miradas que le enviaba a su hermanita durante el día.
Lo que fuera, se alegraba mucho de que Rozemyne lo notara también la semana pasada, pidiendo amablemente a Justus que erigiera una barrera antiescuchas en el despacho luego de solicitarle a todos que salieran un momento.
–Justus, ¿han averiguado algo en los laboratorios sobre el Señor del Verano que nos atacó hace poco? –preguntó con cautela apenas entregarle una herramienta antiescuchas a su compañero.
El erudito se soltó riendo sin apenas contenerse, descolocando y molestando a Eckhart.
–Si, y no deberías preocuparte. Aub Ferdinand no está en peligro de nada ni tiene secuelas tampoco.
El caballero abrió mucho los ojos, incrédulo, dando una larga mirada significativa a la puerta del despacho justo antes de verla temblar, escuchando a varios compañeros aguantar el aire a la espera de algún otro sonido sin encontrarlo… salvo por las risas histéricas de Justus que ahora volteaba a la pared.
–¿Nada peligroso? ¿Y eso que fue?
Su compañero de años hizo un enorme esfuerzo hasta lograr contener la risa y poder voltear de nuevo al pasillo con un brillo burlón en los ojos.
–Entrinduge invitó a bailar a Brëmwärme y Beischmacht, según parece.
Estaba atónito, mirando de la puerta a Justus un par de veces sin poder creerlo.
–¡¿Qué?!
El erudito soltó una risita cargada de conocimiento y luego lo miró a él.
–Margareth dice que a los dioses del tesoro y la pasión les gusta perseguir a Entrinduge para bailar de vez en cuando, usualmente bailan para la madre, pero en algunos casos, la persecución es tan ardua que es el padre quien siente los efectos.
Estaba incrédulo. Su señor no podía estar en ese estado por… ¿o si? Eso explicaría las sonrisas confiadas de su hermana… o que ella se le quedara viendo a su señor, suspirando y negando con una sonrisa diabólica de conocimiento, apenas perceptible para los demás. De hecho, su hermana no parecía preocupada sino encantada con la situación, ahora que lo pensaba.
–¿Ella está…?
–¿No notaste los guantes y la ropa de plata, Eckhart? Entiendo que tu atención deba centrarse en nuestro señor, ¿pero al grado de no notar algo cómo eso cuando Angélica estuvo usando esa misma ropa?
Se sentía avergonzado… y abochornado ahora que era consciente de que su hermana y su señor estaban invocando al invierno en el despacho… de un modo muy apasionado si el golpe en la puerta era algún indicativo.
–¿Cuántos más lo saben?
–Solo los juramentados y sus cónyuges… aunque me sorprende que no lo notaras.
–¿Qué cosa?
–El cambio en el maná de Aub Ferdinand.
La sonrisa maquiavélica y divertida de Justus le hizo saber que él no fue el único que comenzó a invitar al invierno a su alcoba casi a diario poco antes del incidente en Ibiza. De hecho, Eckhart se había sentido un poco preocupado cuando Angélica no dijo nada sobre querer otro bebé y se ofreció para probar una de esas extrañas fundas para espada de Drewanchel que llegaron junto con sus Aubs de su última incursión fuera del Ducado.
–Pensé que… volverse Entrinduge había enaltecido demasiado a Angélica. –Admitió avergonzado, con Justus ensanchando su sonrisa todavía más.
–¡¿Oh?! Así que Angélica en verdad ha cultivado y cosechado tu riffa. Heidemarie al fin podrá descansar en paz en las alturas.
–¡Cállate, idiota!
Justus solo empezó a reírse de él, controlándose y devolviendo el aparato en tiempo para que la puerta volviera a abrirse y su hermanita se asomara, agradeciendo por la paciencia y permitiendo a todos entrar.
Quizás porque ahora sabía lo que en realidad pasaba, Eckhart notó la enorme sonrisa satisfecha en su hermanita, quien parecía brillar en todo su esplendor; los destellos plateados que sobresalían un poco del cuello de su vestido… o los pocos cabellos fuera de lugar de su señor, así como el rostro relajado y la diminuta sonrisa de satisfacción.
El buen humor le duró a su señor todo ese día y cuando Eckhart pudo ir por Angélica a la sala de juegos para llevarla a casa, estaba tan calmado y feliz como su propio señor.
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Helga era la cosita más bella, adorable y perfecta que Angélica hubiera visto en su vida. Que Eckhart se dedicara a jugar con ella solo hacía que su vida se volviera tan brillante como la misma Diosa de la Luz, o eso pensaba Angélica, sentada en un sillón para coser algunos círculos mágicos sin dejar de dar miradas una y otra vez a su dios oscuro caminando de un lado a otro de la sala y haciendo sonidos de animales para que Helga, sentada en sus hombros, riera y le diera pequeñas palmaditas pidiendo más.
–Milord, Milady, temo que Lady Helga debe comenzar a prepararse para ir a dormir –Interrumpió la asistente de la casa. Angélica no tardó mucho en bajar su aguja y colocar su labor a un lado.
–¿Ya es tan tarde?
–En efecto, milady.
Angélica se levantó con una sonrisa para tomar a su hija en brazos, hacerle algunas cuantas cosquillas en el vientre y luego dirigirse al comedor.
–¡Ñoooo! ¡Mi quele papi! ¡Paaaaapiiiii!
Angélica se rio un poco, mirando a Eckhart y haciéndole una señal que usaban en los entrenamientos para que la siguiera, notando la sonrisa brillante del peliverde conforme se acercaba.
–Helga tiene que comer o papi no va a volver a jugar a ser su bestia fey, ¿entendido?
Helga hizo un mohín con la boca apretada, mirando de uno a otro antes de alargar los brazos hacía su padre. Angélica la tomó de los costados y tuvo cuidado de moderar su fuerza antes de lanzarla despacio y volverla a atrapar, sonriendo cuando la pequeña comenzó a reír.
–¡Más! ¡Más!
–No sé si pueda hacerlo más, Helga.
–¡Más, mami!
Eckhart le acarició la cabeza a Helga antes de besar a Angélica en la mejilla y ayudarla a colocar a la pequeña en la silla alta especial.
–Helga debe comer y bañarse. Entonces podremos jugar un poco más.
Su hija aplaudió, entonces apareció el plato con comida y fue como si todo hubiera quedado en el olvido.
La variedad de fruta picada de diversos colores, las pequeñas bolitas de carne suave y tibia junto con un par de galletas de chocolate recién hechas y una botella con leche parecieron captar la atención de Helga, quien no tardó nada en tomar una cuchara en lo que Angélica tomaba la otra para ayudar a Helga a comer.
–Milady, ¿no preferiría que yo ayude a Lady Helga a comer? –preguntó la asistente de inmediato. Cada noche era lo mismo. La mujer se estresaba demasiado cada vez que ella decidía atender a su pequeña.
–¡Estamos bien! –respondió Angélica con una sonrisa sin dejar de ayudar a su pequeña, mirando a su asistente en cuanto Helga comenzó a masticar y tomó una galleta en sus manos–. ¿No sería mejor si usted y su esposo se sientan a cenar con nosotros? Deben haberse cansado mucho de estar aqui todo el día haciendo su trabajo.
Su asistente actuó como de costumbre también. Soltó una risita rara, negando despacio con las manos juntas frente a su regazo.
–Mi señora, ya se lo hemos dicho. ¡Nosotros no podemos cenar con ustedes!
–En ese caso, le agradeceremos que se tomen un descanso por hoy. –Intervino Eckhart, que siempre sabía exactamente qué decir en estas situaciones–. Cómo ha dicho ya mi diosa de la Luz, ustedes se han esforzado suficiente por hoy. Nosotros nos encargaremos de Helga.
–¿Está seguro de eso, Milord?
Angélica sabía que su asistente le estaba dedicando miradas extrañas, pero no le dio importancia, estaba demasiado acostumbrada a recibir ese tipo de miradas en todos lados.
–En ese caso,, ¿le importaría cenar con su marido y luego venir por los platos? Yo ayudaré a Lady Angélica a asear a Lady Helga y me aseguraré de que ambas vayan a la cama temprano.
Hubo un pequeño silencio por parte de su asistente, cubierto por las risas y aplausos de Helga debido a que Angélica le acercaba la comida y luego movía la cuchara a otro lado, como si la cuchara se negara a alimentar a Helga, después Angélica le llamaba la atención a la cuchara con una sonrisa y Helga se comía su bocado.
Pronto estuvieron solos los tres y Angélica sintió la mano de Eckhart apretando su hombro de una forma cariñosa.
–¿Necesitas ayuda, Angie?
–Estamos bien, pero si quieres alimentarla también, deberías comer primero. Podemos intercambiar cuando termines.
Angélica sintió un beso cálido y cosquilludo en su mejilla, entonces Helga dio un pequeño grito sin dejar de aplaudir y tocando su propia mejilla.
–¡Mi! ¡Mi!
–Se dice, "Yo también", Helga –corrigió Eckhart antes de darle un beso a su hija y sentarse a comer sin dejar de reírse.
Angélica siguió alimentando a su pequeña y jugando un poco con ella, dejando a Eckhart en su silla y cambiándose a su lugar usual para poder comer ella misma la deliciosa comida preparada por el chef de Eckhart. Estar casada sabía demasiado bien para no disfrutarlo.
Cuando todos terminaron de comer, Angélica sacó a Helga de la silla con ayuda de Eckhart, levantándola un poco pero sin lanzarla para que no le vomitara encima. La última vez no fue nada divertido.
–Muy bien, mi pequeño rayo de luz. ¿Quién quiere darse un baño?
–¡Agua! ¡Agua!
–¡De acuerdo! –Intervino Eckhart cargándolas a ambas, haciéndolas reír–. Es hora de llevarlas a las dos a asearse.
Sin más, ambas terminaron en la bañera rodeadas de mucha espuma, con Eckhart jugando a ser el asistente, tomando a Helga en una toalla cuando Angélica terminó de bañarla y dándole a la caballero un tiempo a solas, aunque la joven no usó mucho de ello, quería terminar pronto para que Eckhart pudiera bañarse en lo que ella acostaba a su bebé.
Algo más tarde, mientras ambos observaban que Helga de verdad estuviera dormida y no fingiendo como solía hacer, comenzaron a charlar desde el pequeño diván en la habitación de su pequeña.
–Angie, ¿eres feliz?
–¡Mucho! –respondió ella sin dudar con la voz baja–, vivo en una casa donde la comida sabe muy bien, tengo el trabajo que siempre quise, mi dios oscuro me hace sentir cosas increíbles todo el tiempo y tengo una preciosa bebé.
Angélica se regodeó un poco en la sonrisa de Eckhart, la cual no se desvaneció ni siquiera cuando ambos se pusieron en pie para dirigirse a la recámara compartida donde se sentaron en la cama. Angélica acarició el rostro de su marido, dejándose caer en la cama, disfrutando el cosquilleo en su bajo vientre y la esponjosa y cálida sensación de felicidad cuando Eckhart le tomó la mano para besarla sin dejar de verla.
–¿Y te gustaría tener otro bebé?
Su sonrisa disminuyó. Era algo que había estado considerando bastante luego de que Helga comenzó a asistir a la sala de juegos para bebés.
–Quiero más hijos, Eckhart… solo, no quiero volver a llevar la carga de Geduldh… no pronto. No me gustó dejar de hacer ejercicio y renunciar a entrenar contigo a diario. Y en verdad odié no poder comer chocolate, y vomitar por las mañanas, y esa horrible sensación de querer ir a la fosa de slime que no paraba cuando Helga salió de mi… o estar tan cansada todo el tiempo. ¡Eso no fue divertido!
No sabía que era tan gracioso, solo que Eckhart estaba riendo bastante y eso la hizo relajarse de nuevo, riendo también.
–Muy bien, muy bien. Pensaré en una solución. También podemos esperar hasta que estés preparada para… "afrontar" la temible carga de Geduldh. Sabes que no voy a forzarte.
–¿En verdad? ¡Gracias Eckhart! ¡Adoro estar casada contigo!
Lo abrazó de inmediato guiada por la emoción, derribando a su marido en el proceso sin dejar de reír junto con él, besándolo cuando las risas se extinguieron y saboreando el maná de Eckhart tan teñido por ella que sabía a su postre predilecto.
–Los besos de Eckhart saben tan bien, podría besarte toda mi vida.
–Espero que me beses solo a mí toda tu vida, Angie… y que sea tan larga como la mía.
Angélica sonrió, sentándose sobre su esposo para besarlo más a profundidad, suspirando al sentir algo golpeando entre sus piernas.
–Lord Alphonse también quiere que lo bese para siempre.
Eckhart se sonrojó, mirando a otro lado un momento antes de soltar un suspiro y luego mirándola a ella.
–Si sabes que Lord Alphonse es una parte de mi cuerpo y solo reacciona a cómo me estás estimulando, ¿verdad?
Angélica se sentó, removiéndose un poco y tratando de pensar en eso antes de mirar a Eckhart, que la veía con atención en tanto Lord Alphonse no dejaba de golpearla y pegarse a ella a pesar de la ropa de dormir entre ellos.
–Pero… Lord Alphonse parece pensar sin tí, Eckhart. Nunca actúan igual. Tú siempre eres un caballero modelo, incluso cuando estamos solos, en cambio Lord Alphonse no deja de golpearme y buscar mi calor con desesperación. ¡No es nada caballeresco!
Eckhart se cubrió los ojos, riendo un poco. Lord Alphonse se golpeó contra ella como dándole la razón y Eckhart suspiró entonces, algo que hacía muy seguido cuando estaban conversando.
–Tú ganas, Angie –dijo Eckhart en un tono resignado que le recordó mucho el tono que usaba Aub Ferdinand cuando le daba permiso a Aub Rozemyne de hacer algo que le hubiera prohibido en un principio–, solo no le digas a nadie, ¿si?
–¿Por qué no? ¿podría causarnos problemas?
–Algunos… ahora, Lord Alphonse me está exigiendo que dejemos de platicar y me encargue de retirarte toda esa… ropa estorbosa.
Fue su turno de reír divertida al darse cuenta de que Lord Alphonse y Eckhart podían hablar entre ellos sin tener que hablar en realidad. Debían ser las virtudes de que ambos compartieran un mismo cuerpo. Una pena que ella y Stenluke no tuvieran esa misma conexión, sería más eficiente poder hablar entre ellos a través del maná… o cómo fuera que lo hacían Eckhart y Lord Alphons.
Las manos callosas y fuertes de Eckhart se apresuraron a sacarle la ropa de dormir en tanto el hombre se dedicaba a besarla en el cuello, la mandíbula y los hombros durante todo el proceso.
Las manos de Angélica no dejaban de internarse entre los cabellos verdes de su Dios Oscuro, manteniéndolo donde estaba cuando los labios de su pareja alcanzaron uno de sus senos, haciéndola gemir contenta.
Lord Alphonse no dejaba de golpearla en los muslos a pesar de encontrarse todavía entre las ropas de Eckhart, quizás estuviera molesto de tener el cáliz de Angélica encima sin poder entrar.
Las manos de Eckhart acunaron ambos senos, juntándolos hasta que las puntas de ambos se tocaron entre sí para robarle el aliento a la mujer caballero, la cual comenzó a gemir y lloriquear en cuanto Eckhart introdujo ambos en su boca, succionando despacio, acariciando con su lengua, sus manos y sus dientes, generándole a Angélica todo tipo de sensaciones placenteras.
Apenas soltarla, el peliverde se deshizo de la playera y luego de la ropa interior que mantenía preso a Lord Alphonse.
Dándose cuenta de que Eckhart guiaría a Lord Alphonse directo a su cáliz, Angélica se apresuró a saltar atrás sin dejar de sonreír. Le gustaba tener esa espada enfundada en ella, eso era cierto, pero quería ser consentida un poco más antes de que eso pasara, en especial porque su Dios Oscuro llevaba demasiadas noches jugando con ella apenas un poco antes de usar su espada para penetrarla con fuerza desde cualquier ángulo posible.
–¡Angie! –gruñó Eckhart con una voz áspera y gutural que no solía escucharle.
–Espera, Eckhart…
–Pero Lord Alphonse quiere jugar en tu jardín. ¿Nos vas a negar el placer?
Angélica acababa de colocar sus pies en el suelo en tanto Eckhart avanzaba hacia ella como un wolfenial al acecho. Grande, poderoso y demasiado seguro de alcanzarla.
Los sentidos de Angélica se volvieron un desastre entonces.
El avance y la posición de su marido le indicaban que luchara y se defendiera, pero algo en su voz la hacía desear tirarse al piso y abrir las piernas. Y todo eso contradecía sus propias necesidades.
Por supuesto, Angélica hizo exacto lo que siempre hacía cuando no tenía ni idea de que instinto o necesidad seguir. Alcanzó a Stenluke, cuya funda colgaba de uno de los postes del dosel en la cabecera y preguntó en un susurro.
–¿Stenluke? ¿Sabes que le sucede a Lord Eckhart y a Lord Alphonse?
Por supuesto, la espada no tardó en responder en el mismo tono bajo.
–Parece que el maná del maestro del Dios Oscuro de mi maestra está alterado de nuevo. Es posible que se calme una vez hayan terminado su ditter de alcoba. No le hará daño.
Asintiendo como si la espada pudiera verla, Angélica soltó la funda, arrodillándose en el suelo para que sus ojos y los de Eckhart quedaran a una altura similar.
–Eckhart, en serio disfruto del ditter de alcoba, pero van muy rápido ustedes dos.
Algo de razón pareció entrar en los ojos de su marido, quién le lanzó una sonrisa ladina antes de sentarse frente a ella, tomándola del rostro para depositar un par de besos en sus labios.
–¿Muy rápido?
–¡Sí! Yo… quiero tocarte y a Lord Alphonse un poco más…NECESITO que me toques un poco más.
Angélica observó a su amante tomar una enorme bocanada de aire, mantenerla y soltarla despacio conforme apoyaba en sus manos detrás de él y con la cabeza orientada al techo.
–Angie… Lord Alphonse quiere que subas a la cama y lo tomes con tu boca.
Era una orden un poco rara, pero igual obedeció, subiendo de nuevo a la cama, arrodillándose al lado de Eckhart y echando todo su cabello sobre uno de sus hombros antes de besar la espada de piel, maná y músculo entre las piernas de Eckhart, profundizando su beso hasta ayudar a la espada a entrar y salir de su boca a un ritmo constante.
Estaba concentrada en mantener el ritmo, a la espera de que la mano de Eckhart que no estaba acariciando sus asentaderas se internara entre sus cabellos para indicarle que acelerara cuando casi se ahoga al sentir que era tomada y levantada por la cintura y la cadera, encontrando pronto un punto de apoyo para sus muslos.
Iba a preguntar que estaba pasando cuando una fuerte sensación del maná de Eckhart comenzó a arrastrarse cálida sobre sus muslos y sus glúteos. La sensación de succión y de dientes jugando con la piel cercana a su jardín la hizo gemir de placer con Lord Alphonse todavía en su boca.
Lord Alphonse intentó responderle o quejarse, temblando en lo que el maná húmedo y cálido se arrastraba ahora por su jardín antes de ingresar en su cáliz, llevándola a gemir de nuevo.
Los brazos de Eckhart la tenían aferrada por la cintura, evitando que cayera y ella, sintiendo la necesidad de aferrarse para no caer de cabeza e invitada por las extasiantes sensaciones que estaba experimentando entre sus muslos, no pudo sino rodear el abdomen de Eckhart con los brazos y lo que fuera que estaba usando para llenarla, con sus piernas.
Un golpe rápido y no muy fuerte resonó por la habitación. La diminuta punzada de ardor en una de sus nalgas seguida por otra intrusión de maná y las caricias de una mano callosa sobre la zona ofendida la hicieron tocar las nubes de inmediato. Entonces escuchó una risita por parte de Eckhart viniendo de encima de ella… por entre sus piernas.
–¿Te gustó que te pegara o que te devore tal cómo estás devorando a Lord Alphonse?
No podía contestar, no con Lord Alphonse empeñado en besarla y llamar su atención con su dulce saliva saturada de maná.
Angélica se sostuvo de Eckhart lo mejor que pudo y trató de mover sus caderas para buscar la boca que acababa de preguntar, encontrándola, pegándose a ella en busca de más.
Quizás por lo cansada que resultaba la posición o porque Eckhart notó que ella no podía contestar, pronto ambos estuvieron acostados en la cama, con ella encima, desenredando sus piernas de inmediato y abriéndolas tanto como pudo para su Dios Oscuro.
El tiempo pareció detenerse.
El mundo pareció detenerse también.
Ni los entrenamientos, ni el lugar, ni la hora parecían tener relevancia ahora, todo se reducía a besar y ser besada, degustar y ser degustada.
Hubo un punto en que Angélica solo tomó a Lord Alphonse con ambas manos para seguir acariciándolo porque necesitaba respirar y gemir y no lograba usar su boca para nada más al tiempo que sus caderas se movían más y más rápido sobre la boca de Eckhart, cuyas manos estaban demasiado ocupadas amasando y golpeando sus asentaderas.
Estaba sintiendo esos exquisitos espasmos que la dejaban sin aire y sin pensamiento alguno, disfrutando de la fuerte sensación de satisfacción y calor cuando giró sin darse cuenta, quedando de espaldas contra el colchón.
Las manos y la boca de Eckhart abandonaron sus caderas y su jardín. De pronto las manos de Eckhart estaban debajo de su cuello y de sus hombros, Lord Alphonse no dejaba de entrar y salir de su boca con rapidez y la voz de Eckhart no paraba de soltar gruñidos y gemidos que retumbaban en la intimidad de su cama, hasta que Lord Alphonse soltó su dulce y espesa nieve.
Angélica aferró el cuerpo de Eckhart entonces para no dejarlo sacar su espada todavía, tragando y succionando en busca de las últimas gotas, llevando una de sus manos a los glúteos de Eckhart para masajearlos tal y cómo él estuvo masajeando los de ella antes.
Por lo general, Lord Alphonse hubiera dado un par de golpes en su boca luego de aquello, comenzando a dormirse hasta quedar de nuevo flácido, cansado y escondido en su funda de piel suave y tersa… pero algo debía estar pasando que la adormilada espada no tardó en erguirse de nuevo dentro de la boca de Angélica, mostrándole una nueva y desconocida sensación.
Las manos de Eckhart la obligaron a soltarlo y la espada fue retirada de inmediato. Incluso el cuerpo de Eckhart se alejó de ella solo un momento.
Eckhart la rodeó con brazos y piernas, la mirada depredadora y hambrienta en sus ojos y esta vez Angélica no tuvo dudas sobre qué hacer. Tomó a su esposo por los hombros, apretando apenas los músculos tan bien trabajados y cuidados de una forma apreciativa antes de apoyarse en ellos para elevar su cintura y abrazarse a Eckhart con las piernas, viéndolo sonreír y asentir satisfecho justo antes de que Lord Alphonse dejara algunos besos en la entrada a su cáliz para luego ingresar con fuerza y rapidez.
Ambos comenzaron a moverse bastante rápido y con mucha fuerza. Sus voces mezcladas en toda clase de sonidos de placer y satisfacción.
Desesperada por conseguir más placer de inmediato, Angélica usó mejoras físicas para derribar a Eckhart hacia un lado y quedar ella encima, moviéndose más y más rápido sin dejar de tocar y apretar los diferentes músculos marcando el pecho y el abdomen de su Dios Oscuro, gimiendo de pronto en la boca de Eckhart cuando el hombre la atrajo con una mano para poder manosear uno de sus muslos, su cintura y su trasero hasta nalguearla una vez más.
Angélica mordió el labio de Eckhart ante la sensación punzante en su piel en conjunto con todo el placer proveniente de su cáliz y su jardín, escondiendo su rostro en el cuello de Eckhart para poder tomar su piel en la boca y succionar mientras sentía cómo el maná la rodeaba y entraba a ella por todas partes, llevándola a acelerar hasta que su cuerpo se estiró sobre Eckhart en una serie de temblores compulsivos que no parecían tener fin.
Estaba saliendo de la última serie de estallidos placenteros cuando Eckhart la obligó a bajar, girándola hasta dejarla apoyada sobre brazos y piernas y tras otra fuerte nalgada introdujo a Lord Alphonse en ella.
Estaba cansada, así que agradecía que las manos de Eckhart la recorrieran y sostuvieran, enderezándola, guiándola para girar el rostro y recibir los besos y la lengua de Eckhart en sus labios mientras la espada no dejaba de atacar su cáliz de forma frenética.
Una nueva oleada, masiva y fantástica de maná la llenó por todos lados y ambos cayeron lánguidos en la cama, todavía abrazados y sin atreverse a separarse ni un poco. Lo único que Angélica se atrevió a hacer fue cubrir las manos de Eckhart con las suyas antes de dejarse llevar por la inconsciencia y relajarse, feliz por terminar mucho más satisfechas que todas las noches previas.
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–Milord, ¿de verdad quiere que yo les enseñe?
Aub Ferdinand siguió revisando documentos cómo si no hubiese llegado media campanada tarde junto a la hermana menor de Eckhart, la cual se veía de mucho mejor humor que durante el desayuno.
–Uno de tus nuevos deberes cómo parte de la familia colateral. Los documentos que anulan el contrato anterior con Rozemyne y te impedían compartir el método de compresión han sido cambiados, por si no lo recuerdas, de modo que tu vida no corre peligro alguno.
Eckhart lo consideró un momento, no muy seguro de estar capacitado.
Todavía dudando, Eckhart entregó un aparato antiescuchas a Aub Ferdinand, el cual lo aceptó sin dejar de revisar y firmar la parte de la documentación de la cual estaba a cargo como consorte de Aub Alexandría.
–Perdone, Milord, pero ¿no sería mejor que se encargara Leonore como hace dos años, o usted mismo?
Aub Ferdinand revisó un documento más, entregó ese junto a una pequeña pila a Justus y algunos documentos más a otro de sus eruditos para luego mirar a Eckhart a los ojos, provocando que el caballero juramentado se pusiera en firmes de inmediato.
––Cómo bien sabes, los contratos originales a nivel ducado que evitaban que el método de compresión de Rozemyne se pasaran de forma libre no solo se convirtieron en contratos nivel país, sino que se hicieron cancelaciones y modificaciones a todos los miembros de la familia archiducal colateral de Alexandria y a la familia Archiducal de Ehrenfest.
Eckhart asintió. El joven estaba al tanto de que ya ni siquiera su madre podía intervenir en quienes aprobaba o no la pareja archiducal de Alexandria para venderles el método.
–Parte de los deberes de la familia colateral de Alexandria es apoyar cuando sea necesario, no solo en las contribuciones de maná a la fundación o al Templo, sino también en otros tipos de trabajo que la archiduquesa considere necesaria.
Eckhart asintió de nuevo. De no estar tan acostumbrados a hacer trabajo de oficina, habría sido un verdadero dolor de cabeza para su hermano, Leonore o él mismo. Qué Sthrahl tuviera algo de conocimiento al respecto ayudaba bastante durante las temporadas en qué su hermanita y su señor debían ausentarse del Ducado.
–En este momento necesito que enseñes a los nobles de Drewanchel que han sido aprobados para aprender. Leonore estará ocupada con Rozemyne en otros asuntos. Sthrahl y Cornelius han sido asignados a investigar algunas trifulcas en ciertas zonas Giebe y Angélica… supongo que no necesito explicarte porque ella está incapacitada para dar la clase.
Eckhart lo consideró. Recordó el itinerario que su señor llevaría la semana que llegaba la delegación drewanchelita y notó que, mientras Rozemyne estaría ocupada con los comerciantes y llevando algunos asuntos con el heredero de Aub Sebastián, Ferdinand estaría encargado de atender tanto a Aub Sebastián cómo a la actual y a la futura primera dama de Drewanchel… además de todo, Rozemyne estaba con la carga de Geduldh, lo que significaba que Ferdinand la tendría más que custodiada y vigilada las próximas temporadas, haciendo hasta lo imposible por obligarla a bajar su ritmo de trabajo hasta que lo dejara por completo un mes o dos.
–Entiendo. ¿Algún consejo que pueda darme, Milord?
–Intenta dar la explicación tal y cómo lo hace Rozemyne. Si puedes, repasa con el material práctico, después de todo, solo son los primeros tres pasos.
Eckhart asintió y se relajó de inmediato.
Los miembros de la familia colateral fueron instruidos en los pasos cuarto y quinto después del nacimiento de Aiko y por lo que sabía, su señor y su hermanita habían creado al menos otros dos pasos porque planeaban elevar todavía más el nivel de maná de los nobles de su facción. Tres pasos a los de la facción de Letizia, Sthrahl y los neutrales. Cinco pasos a la facción de Ferdinand.
Con el asunto aclarado, Eckhart estaba más tranquilo porque no estaba muy seguro de cómo manipular el material demostrativo para el paso cuatro.
–Gracias, Milord. Practicaré entonces a explicarle a Angélica.
Su señor soltó una risita antes de devolverle el aparato y seguir con su trabajo.
Eckhart podía imaginar el motivo de la risa de su señor. Su querida esposa no era famosa por su inteligencia, sino por su aparente falta de la misma.
Eckhart solo se puso en firmes y sonrió. Si era capaz de explicarle algo a Angélica y que ella lo entendiera sin problemas, entonces la explicación era perfecta.
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Notas de la Autora:
¿Recuerdan lo que dijo hace poco Margareth sobre los juramentados y el maná? Bueno, pues a Ferdinand le afectó este último embarazo de manera poco previsible y esto a su vez está afectando a algunos de sus juramentados... a unos más que a otros, jejeje.
Espero que hayan disfrutado del capítulo y no olviden dejar algunos comentarios. Y bueno, ahora sí, si no hay más peticiones de último minuto... o imágenes demasiado tentadoras en el grupo de Facebook para hacerme cambiar de opinión, el próximo capítulo es muy posible que nos vayamos a Ehrenfest, ya saben, hay más ducados y más personajes viéndose afectados por la inusual revolución que está provocando un cierto Buen Libro.
SARABA
