Tanto Naruto como High School DxD no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto y Ichiei Ishibumi respectivamente.
Capítulo 1: Un trabajo
Dos figuras femeninas se movían a gran velocidad a través de las desiertas calles de la ciudad, sus sombras apenas visibles bajo la tenue luz de las farolas.
La primera de ellas, una mujer de cabello negro como el ébano, con ojos de un intenso violeta, corría con la desesperación de quien sabe que el final se acerca. Su atuendo era un atuendo de dominatrix que dejaba poco a la imaginación. Sus alas negras emergieron de su espalda, batiéndose con fuerza mientras lanzaba miradas frenéticas hacia atrás, buscando a su perseguidora.
Detrás de ella, la segunda figura se movía con calma, como un depredador que ya ha asegurado su presa. Era una joven que apenas cruzaba el umbral de los veinte años, con un cuerpo voluptuoso tanto en pecho como en trasero. Su cabello púrpura ondeaba tras ella en suaves cascadas, y sus ojos anaranjados brillaban con cansancio. Cada paso que daba parecía más un elegante baile que un esfuerzo por esquivar las lanzas de luz que su enemiga le lanzaba con rabia.
"¡Muere de una vez, maldita perra!" gritó la mujer de cabello negro, su voz teñida de odio y desesperación.
Dos lanzas de luz más cortaron el aire hacia la joven, pero ella apenas hizo un esfuerzo por esquivarlas, moviéndose con la gracia de una bailarina que ya conoce cada paso de su rutina. Un suspiro cansado escapó de sus labios mientras el combate continuaba.
"Llevamos horas en esto," dijo la mujer de cabello púrpura, su tono mostrando una evidente exasperación. "De verdad, ¿por qué no te rindes? Te prometo que no te haré daño... mucho."
"¡Cómo si fuera a confiar en una maldita demonio como tú!" escupió la otra mujer, sus ojos ardiendo de rabia.
La joven detuvo su avance, su paciencia al borde de quebrarse. "Azazel me pidió que no te matara, y mi Rey que no te lastimara demasiado, pero... tus insultos están empezando a cansarme."
En un parpadeo, la mujer de cabello púrpura apareció delante de su enemiga, cortándole el paso. Su mano sujetando una lanza de agua.
"Veamos si sigues con esa arrogancia después de esto." Ella dijo, y sin dudarlo, lanzó la lanza con una precisión mortal.
La mujer de cabello negro apenas tuvo tiempo de reaccionar. Con un batir desesperado de sus alas, se elevó en el aire, esquivando el ataque por los pelos. Su respiración se volvió errática mientras conjuraba dos lanzas de luz, una en cada mano.
Pero su perseguidora solo sonrió, como si todo esto no fuera más que un juego para ella. "¿Es todo lo que tienes?"
Antes de que alguna de las dos mujeres pudiera realizar un movimiento, un destello verde cruzó el aire. Un proyectil impactó brutalmente contra la mujer de alas negras, lanzándola violentamente contra el asfalto, dejando grietas en su estela.
"¡Entrada dinámica!" resonó una voz enérgica.
Un joven apareció en el campo de batalla, mucho más joven que las mujeres. Aterrizó con una mano en la espalda y la otra alzada en un gesto desafiante. Sus ojos eran oscuros y sus cejas gruesas,
"¿Ya has terminado con ese viejo?" preguntó la mujer de cabello púrpura, sus labios curvándose en una sonrisa satisfecha.
"¡Como Naruto-sama ordenó, señorita Ingvild!" respondió el joven con un entusiasmo contagioso.
Ingvild asintió, visiblemente complacida, pero antes de que pudiera decir algo más, el ángel caído, con su expresión deformada por la rabia, se lanzó hacia ellos con una furia descontrolada.
"Lee, ¿serías tan amable de encargarte de ella?" pidió Ingvild, esquivando la embestida con la misma gracia y destreza que había mostrado durante todo el enfrentamiento.
"¡Déjamelo a mí, señorita Ingvild!" respondió Lee con determinación, su voz llena de fervor.
Lee corrió hacia el ángel caído con una velocidad tal que el suelo se agrietó bajo sus pies. Su puño encontró su objetivo con un impacto demoledor, estrellándose contra el rostro de su enemiga y enviándola volando a través de la calle.
"¡Maldita sea!" gritó la mujer vestida de dominatrix mientras trataba de recomponerse del golpe.
"¡Ángel caído Raynare, te pido que te rindas!" proclamó Lee, su voz firme, mientras observaba a Raynare levantarse una vez más, sus ojos violetas ardiendo de ira. "No me gusta golpear a una dama."
"¡No seas arrogante, mocoso!" vociferó Raynare, lanzándose hacia Lee con dos lanzas de luz brillando en cada mano.
Lee esquivó su ataque con la misma facilidad con la que Ingvild había evitado sus embestidas anteriores. Con un giro ágil, Lee le propinó una patada en la espalda, enviándola a estrellarse contra un poste de luz. El metal crujió bajo el impacto mientras Raynare se esforzaba por mantenerse en pie.
Antes de que pudiera recuperarse, Lee ya estaba sobre ella, lanzando una patada directa a su rostro. La cabeza de Raynare golpeó el suelo con un ruido sordo, su visión se oscureció mientras la sangre comenzaba a brotar de su nariz.
Lee, a punto de lanzar otro golpe, se detuvo al ver que Raynare se acurrucaba en el suelo, mirándolo con ojos llenos de miedo. "Por favor... No más, me rindo," suplicó, su voz quebrada y temblorosa.
Lee bajó el puño, su expresión suavizándose ante su aparente rendición.
Pero en un instante, Raynare, aprovechando la compasión de Lee, se levantó con la velocidad de una serpiente. Con una sonrisa retorcida, creó una lanza de luz y la clavó en el abdomen de Lee.
"¡Lee!" gritó Ingvild, apareciendo entre ambos justo a tiempo para detener la segunda lanza que buscaba reclamar la cabeza de su compañero.
Con un movimiento fluido, Ingvild apartó a Raynare con una patada en el estómago, luego tomó a Lee y se alejó para ganar algo de distancia.
"¿Por qué no la noqueaste?" le espetó Ingvild, su tono una mezcla de preocupación y reproche.
"Lo siento," gruñó Lee, sus manos quemándose mientras retiraba la lanza de su abdomen, la sangre manchando sus dedos. "Ella ya se había rendido."
Ingvild frunció el ceño, su irritación evidente. "Por algo es un ángel caído."
Volviendo su atención a Raynare, Ingvild notó que la mujer había aprovechado su distracción para intentar escapar. Cuatro pares de alas, negras como la noche y similares a las de un murciélago, brotaron de la espalda de Ingvild. Sin perder tiempo, se lanzó en persecución.
Raynare volaba desesperadamente, pero no lo suficientemente rápido. Ingvild la alcanzó con facilidad, lanzando lanzas de agua desde atrás, las cuales Raynare apenas lograba esquivar.
Ingvild se acercó con un giro, propinándole una patada giratoria a la cabeza de Raynare. El golpe resonó con fuerza, pero Raynare, en un acto de pura resistencia, se recompuso rápidamente y contraatacó, su puño envuelto en energía sagrada dirigido a la mandíbula de Ingvild.
Pero Ingvild no flaqueó. Agarró el puño de Raynare en pleno vuelo y, con un movimiento decisivo, le propinó un puñetazo directo al rostro. La sonrisa desapareció del rostro de Raynare al ver la mirada sería que Ingvild tenía. Esta vez, no habría más misericordia.
Ingvild realizó una voltereta acrobática en el aire, su figura dibujando un arco perfecto antes de que su tacón aterrizara con precisión devastadora en la cabeza de Raynare. El impacto la lanzó en picada, como un cometa cayendo en picado hacia la tierra, hasta estrellarse con fuerza, levantando una nube de polvo y escombros que envolvió su cuerpo en un manto de humo.
Ingvild descendió con gracia, dispuesta a seguir con su ataque, pero detuvo su avance cuando un aluvión de lanzas de luz emergió de la nube de polvo, disparándose hacia ella con letalidad. Con agilidad y destreza, Ingvild zigzagueó entre las lanzas, sus movimientos fluidos y precisos, esquivando cada proyectil con la misma facilidad con la que una hoja se mece en el viento. Sus ojos no perdieron ni un instante de la figura de Raynare, que intentaba retomar su huida aprovechando la distracción.
Dos círculos mágicos aparecieron a ambos lados de Ingvild, irradiando una luz intensa. De ellos emergieron dos inmensos dragones orientales, hechos de agua, sus cuerpos ondulando mientras se lanzaban hacia Raynare, sus fauces abiertas listas para devorarla.
Raynare esquivó al primer dragón con un ágil movimiento, pero el segundo la acorraló. En un acto desesperado, concentró una enorme cantidad de energía sagrada en su mano y lanzó un golpe destructivo que vaporizó al dragón de agua en una explosión de vapor.
Pero antes de que pudiera recuperar el aliento, Ingvild apareció frente a ella con una velocidad vertiginosa, casi imposible de seguir con la vista. Sin dar tiempo a reaccionar, aterrizó un golpe brutal en su estómago. Los ojos de Raynare se abrieron de par en par, su cuerpo se dobló mientras un ataque de tos la sacudía, un hilo de sangre escapando de la comisura de su boca.
Con una mirada fría, Ingvild la agarró del cabello, obligándola a levantar la vista para encontrarse con sus ojos.
"¿¡Qué demonios te hicimos para que nos ataques!?" logró preguntar Raynare, su voz llena de desesperación.
La respuesta de Ingvild fue algo que la angel caída no esperó. Guío el rostro de Raynare contra su rodilla, le propinó un rodillazo devastador que rompió la nariz de la ángel caído con un crujido audible. Sin detenerse, Ingvild se escabulló a su espalda, y con una fuerza sorprendente, realizó un súplex perfecto, estrellando el cuerpo de Raynare contra el suelo.
El impacto creó un cráter en el pavimento, y el cuerpo de Raynare quedó inmóvil, su respiración pesada, sus ojos a punto de cerrarse mientras la oscuridad comenzaba a reclamar su consciencia.
Ingvild la observó con desdén, su voz llena de una calma imperturbable. "El gobernador general de los caídos nos contrató para atraparte a ti y a tu pequeño grupo de bufones," reveló, su tono frío y desprovisto de compasión. "Así que no lo tomes personal, perra."
Y con esas palabras, Raynare sucumbió a la inconsciencia.
"Cálmate, pequeña Leviathan."
Una mujer de cabello largo y ondulado, de un suave color rosado, sobrevoló el lugar sentada en una escoba. Sus cabellos caían en cascadas alrededor de su rostro, con un mechón cubriendo su ojo derecho, mientras el izquierdo brillaba con un destello de diversión. Llevaba un sombrero grande y puntiagudo, desgastado en las puntas, y un vestido oscuro en tonos morados y rojos, con un escote pronunciado y detalles hechos a mano, como las costuras visibles que cruzaban su pecho y muslos.
"No querrás causar una inundación en territorio sintoísta, ¿verdad? Sería muy problemático~."
Ingvild notó los tres cuerpos flotando detrás de la mujer, inconscientes y con heridas profundas, pero no mortales.
La mujer de cabello rosado voló hacia el cuerpo inconsciente de Raynare, haciéndolo levitar junto a los otros. "Y contigo son cuatro. Misión cumplida," declaró, esbozando una sonrisa divertida mientras miraba a Ingvild.
"Lee está herido," dijo Ingvild, preocupada.
"No te preocupes por nuestro pequeño luchador," replicó la mujer, relajándose en su escoba y haciendo un gesto desinteresado con la mano. "Lo encontré de camino y lo curé. ¿Algún otro problema que necesite resolver?"
Ingvild sonrió, suavizando su expresión. "Prepara algo de comer más tarde, Meredith."
Meredith rodó los ojos, aunque su sonrisa permaneció. "Como ordene, mi reina~." Con un chasquido de sus dedos, un brillo los envolvió, transformando las calles en una espaciosa habitación repleta de libros y muebles. "Misión cumplida, mi rey."
Meredith inclinó la cabeza hacia un joven de cabello carmesí detrás de un escritorio.
"Saludos también para usted, señor Azazel."
Azazel, un hombre con cabello negro y un mechón rubio, observó los cuerpos inconscientes que flotaban en el aire. "¿Están muertos?" preguntó, entrecerrando los ojos.
Ingvild se cruzó de brazos, mirando a Azazel con una ceja arqueada. "Sabes que no somos asesinos desalmados. No es nuestro estilo."
Meredith dejó caer los cuerpos con un ligero golpe y declaró con tono dramático: "Somos honorables demonios defensores de la paz y la vida... Aunque claro, existen algunas excepciones."
Azazel sonrió, dirigiendo su mirada al joven pelirrojo. "La primera parte del trabajo está hecha."
"¿Primera parte?" Ingvild miró al pelirrojo, intrigada.
La puerta de la habitación se abrió, revelando a una hermosa mujer de largo cabello plateado peinado en trenzas a cada lado con pequeños lazos azules en los extremos mientras el resto de su cabello está suelto, cayendo libremente por su espalda. Ella usa un traje de mucama francesa azul y blanco con mangas largas y una diadema de mucama blanca sobre la cabeza y sus labios están pintados con lápiz labial rojo.
"Azazel-dono ha recibido información de que Omega y Qlippoth están instalados en Kuoh, Japón," dijo la mujer mientras empujaba un carrito y comenzaba a servir té. "Esa es la siguiente parte de nuestra misión." Se volvió hacia las demás con la tetera en mano. "¿Un poco de té?"
"Por favor, Grayfia-chan," respondió Meredith, volando cerca de ella para recibir la taza.
"No, gracias," respondió Ingvild, volviendo su atención al pelirrojo. "¿Nos pagarán más por continuar esta misión?"
"Cien millones de dólares," respondió Azazel antes de que el pelirrojo pudiera hablar. "Y un edificio para que establezcan su base de operaciones mientras tanto."
"¿Por qué no te encargas tú mismo de Omega?" preguntó Ingvild, cruzando los brazos. "Qlippoth es nuestro asunto, pero ¿por qué deberíamos involucrarnos con Omega?"
Azazel esbozó una pequeña sonrisa, había anticipado esa pregunta. "Porque si no lo hacen, pediré ayuda a Michael, y él enviará a Squad Hod."
Meredith escupió el té que estaba bebiendo, su rostro se deformó en incredulidad. "¡¿Sabes que eso sería una declaración de guerra inmediata por parte del cielo?!"
Ingvild lanzó una mirada severa a Azazel. "Y si los Maous, así como el Gran Rey Demonio, no lo consideran así, Squad Hod no solo eliminará a Omega y Qlippoth, sino también a las jóvenes Gremory y Sitri."
"Eso sí sería una declaración de guerra," intervino Grayfia, de pie junto al pelirrojo.
"Omega también busca eliminar a Rias Gremory y Sona Sitri," añadió Azazel. "No sé por qué Qlippoth está en ese lugar, pero sé que Omega quiere provocar otra guerra entre las tres facciones, y lo lograrán asesinando a esas niñas."
El joven pelirrojo, que había permanecido en silencio, escuchando la conversación, finalmente se decidió. Aunque detestaba el conflicto, entendía que algunos problemas no se resolvían con palabras, y Azazel acababa de ponerle en bandeja de plata a uno de esos problemas.
"Hay algo que no mencioné," dijo Azazel, dirigiendo su mirada al pelirrojo. "Gadreel es el fundador de Omega y quien está detrás de esta operación."
El silencio que siguió fue tan denso que nadie se atrevió a moverse.
"Hubieras comenzado por ahí, viejo cuervo." El pelirrojo sonrió, sus ojos brillando con una determinación que hacía tiempo no mostraba.
"Hay una condición para esta misión," dijo Azazel con cautela. "Puedes hacer lo que quieras con Gadreel, pero no mates a Kokabiel. Yo me encargaré de él."
El pelirrojo lo observó por unos segundos antes de encogerse de hombros. "No tengo problemas con Kokabiel, así que acepto."
Azazel suspiró aliviado al ver que su condición fue aceptada sin problemas.
El líder de los ángeles caídos sacó un celular de su bolsillo, tecleando rápidamente. "Te he enviado la ubicación del edificio. Puedes hacer lo que quieras con él. También he transferido treinta millones de dólares a tu cuenta como adelanto. El resto lo recibirás cuando completes la misión."
El pelirrojo sonrió. "No te preocupes, Azazel. Te prometí que detendría a Omega y Qlippoth, y Naruto Gremory nunca incumple una promesa."
Esta historia es la reescritura del hijo olvidado de la destrucción, es un universo AU donde, a diferencia del anterior fanfic, los orígenes y desarrollo de Naruto son diferentes y sus habilidades están muy influenciadas por la novela ligera "Maou Gakuin no Futekigousha" así como otros temas relacionados a su gestión y su madre, que en este caso ya debe ser obvio que no es Grayfia.
Naruto será una mezcla de Anos Voldigoad y su padre, Celis Voldigoad, así como tendrá sus ideales de paz bien marcados, tampoco será un asesino desalmado, serio, edgy, Gust, súper rencoroso. Ese no es Naruto.
Harem: Ingvild Leviathan, Grayfia Lucifuge, Ravel Phenex, Artemis, Gabriel, Koneko.
Sigue la historia y deja tu reseña.
Sin mas que decir, me despido y por si no nos vemos luego, buenos días, buenas tardes y buenas noches.
