Día 3 de la GoYuu Week 2024
Organizada por goyuugoweek (Twitter/X)
Prompts elegidos: 2714 AU & (semi) Rough sex


A TRAVÉS DE LA PANTALLA

Yūji terminó su última serie de ejercicios en el gimnasio improvisado de su casa. En cuanto Sukuna, su hermano gemelo, le hizo la señal, supo que podía retirarse el cubrebocas y dar por finalizado el contenido de ese día.

Sukuna apagó las luces y desmontó el equipo de grabación destinado a captar cada ángulo del cuerpo de su hermano.

—Ve a ducharte —ordenó Sukuna con una voz severa y carente de empatía—, necesitas interactuar con tus seguidores en cuanto comience a publicar el material.

Yūji no alcanzó a responder antes de que Sukuna saliera del cuarto, se encontraba ocupado hidratándose. La rutina sería menos pesada si prescindiera del cubrebocas, pero sabía que era imposible.

Desde la muerte de su abuelo, Sukuna y él se vieron envueltos en problemas económicos, de los que lograron salir de milagro al explotar el esculpido cuerpo de Yūji en redes sociales.

No obstante, si Yūji levantaba demasiadas sospechas por su rostro joven, terminarían en un predicamento que Sukuna prefería evitar, más que nada para seguir con la comodidad de su vida mientras llegaba a una edad donde ningún orfanato lo quisiera acoger.

Yūji estaba de acuerdo con eso. Gracias al patrocinio de marcas deportivas era que podían mantenerse.

Pasada una hora, Sukuna entró al cuarto de baño, donde su hermano recién terminaba de vestirse.

—Toma —Sukuna le pasó el celular a Yūji—. Acabo de subir el video y las fotos, así que empieza a contestar.

—A la orden.

Si bien, a Yūji le molestaba un poco que su copia malvada fuera tan mandona, siempre que los comentarios de "ese" sujeto saltaban en las notificaciones, una sonrisa se le dibujaba en el rostro de manera automática.

Gotoru: ¡Amé el entrenamiento de hoy! ( )

Gotoru: Luces tan delicioso~~

Gotoru: Las tomas traseras están, ufff

Yūji no podía ignorarlo, se trataba de un fan que le mandaba donativos fuertes cada quincena y casi siempre lo hacía reír con sus ocurrencias cuando hablaban en chat privado.

Sin embargo, ese día pasó algo ligeramente distinto durante una conversación.

Gotoru

Entonces…

¿No has pensado que sería buena idea cobrar un extra por algo más íntimo con tus seguidores?

Tora Training

¿Hm?

Bueno, el Onlyfans sigue activo

¿Te refieres a subir más contenido? (・・)

Gotoru

¡Eso estaría fabuloso! ( )

Ten por seguro que compraría cada pack extra

Conozco cada centímetro de tu cuerpo de memoria gracias a esas imágenes

Te trataría muy bien, ¿sabes? (ꈍᴗꈍ)

Tora Training

Hahaha, gracias (。•̀ᴗ-)

Gotoru

Aunque me refiero a otra clase de… "extras"

Tora Training

O sea…

(・・)?

Gotoru

Encuentros

Puedes usarme como tu conejillo de indias en este asunto

Estoy más que dispuesto a colaborar con la noble causa ᕙ(:)ᕗ

Yūji no quería pensar mal del sujeto, así que pidió una segunda opinión a Sukuna, quien revisó a fondo el contenido de ese chat donde la mitad de las pláticas eran estúpidas.

—Sep, el viejo te quiere coger —fue el veredicto final.

—¿Lo bloqueo? —Sukuna era algo así como el manager de Yūji, por lo que siempre le preguntaba qué hacer en casos similares.

—¿Estás de joda? ¿Sabes cuánto dinero le hemos sacado al tipo? Básicamente pagó nuestra matrícula todos los meses que nos quedamos sin abuelo.

—¿Entonces sólo rechazo la oferta?

—¿Y si te lo coges?

Los ojos de Yūji se abrieron de par en par, el rostro de su rostro se deformó con una mezcla de incredulidad y horror antes de emitir palabra alguna.

—¡¿Qué?!

—Le vamos a sacar una cantidad considerable y lo único que debes hacer es abrir las piernas —dijo Sukuna, antes de sorber el resto de fideos instantáneos por los que tuvo un súbito antojo—. Es dinero fácil.

—¡¿Y dónde queda mi dignidad?!

—¿Qué dignidad? Nunca has tenido esa basura. Además, nadie te quiere, tienes cara de idiota y ninguna chica se fija en ti, así que ve pensando en hombres como ese, que son tus únicas oportunidades.

Yūji apretó la mandíbula sin saber qué responder. Su hermano solía decirle cosas crudas y ofensivas con regularidad, por lo que ya no le afectaba recibir nuevos insultos o comentarios despectivos; sin embargo, algo en él se fracturó con lo que acababa de escuchar.

Después de todo, Yūji no era conocido por carecer de autoestima o amor propio, pero, ¿qué tal que su hermano decía la verdad? ¿No había otro camino para él en la vida?

Más tarde esa misma noche, Yūji revisó el perfil de «Gotoru» era privado, aunque consiguió el acceso enseguida al enviar la solicitud: se trataba de un sujeto albino de ojos azules, bastante alto y bien parecido, probablemente en sus veintes altos o treintas bajos, y con un trabajo estable.

Yūji se mordió la uña del pulgar mientras revisaba las fotografías. Nada en Gotoru levantaba sospechas de que anduviera en malos pasos o fuera peligroso reunirse con él.

«Sólo será un rato… y es dinero extra» repetía Yūji para sus adentros una y otra vez, intentando convencerse a sí mismo, pues ese año terminaría la secundaria y tanto él como Sukuna tendrían que viajar a una prefectura vecina para continuar con sus estudios, lo que se traducía en: más gastos.

Entró un mensaje.

Gotoru

Disculpa si te hice una sugerencia incómoda.

No era la intención ()

Tora Training

Podría considerarlo si aceptas mis condiciones

Gotoru

¿Cuáles son? (.ᴗ.)


Yūji metió sus manos nerviosas en los bolsillos de la sudadera, la capucha le cubría la cabeza y el cubrebocas ocultaba gran parte del rostro. Aunque solía caminar con confianza y tener una postura relajada, se sentía tenso.

Ahora se encontraba en un barrio que no solía frecuentar, próximo a los hoteles de la zona roja y se dirigía a un encuentro con un desconocido. Sukuna lo seguía de cerca, en las mismas condiciones que él, pero vestido de negro.

Los ojos de Yūji se movían con inquietud de un lado a otro, intentando encontrar a un hombre alto y albino. No eran características usuales, aún así, ¿por qué no podía dar con él?

—Al fin te encuentro —dijo una voz madura, pero jovial, llamando la atención de Yūji, quien reparó al instante en las gafas de sol y el cabello blanco de aquel desconocido.

—¿Gotoru? —inquirió Yūji con voz baja, intentando sonar tranquilo.

—El único e indiscutible —le respondió, sacando el celular para mostrarle su cuenta de Instagram—. Puedes llamarme Gojō Satoru. Ese es mi nombre —agregó, para darle más confianza al chico.

Yūji asintió y procedió a presentarse.

—Yūji. —Sukuna le había mencionado que no diera su apellido.

—Bueno, Yūji, ¿entramos? —Satoru señaló con el pulgar al edificio más próximo.

Yūji avanzó detrás de Satoru y dejó que él se hiciera cargo de la reservación, la gestión del tiempo y el resto de los gastos, pues esa había sido una de las condiciones para encontrarse.

Satoru pagó tiempo libre en el motel y una vez en la recámara, su sonrisa se ensanchó cuando vio a Yūji despojarse de la sudadera, dejando a la vista un cuerpo bien esculpido cubierto por un tank top blanco ajustado, que se transparentaba en el área de los pezones.

Casi se le escurre la saliva, pero la tragó a tiempo.

—¿Trajiste todo? —preguntó Yūji.

—Por supuesto —habló Satoru con un tono alegre, casi cantado, sacando de las bolsas interiores de la chamarra: condones, lubricante y un sobre sellado, que entregó a Yūji, pues allí se encontraba la suma que el chico le solicitó para acceder a reunirse.

Yūji revisó que la cantidad de billetes fuera la adecuada antes de guardarlos en una bolsa de pierna de estilo militar, que tuvo que desabrocharse y acomodar en la misma silla donde arrojó la sudadera.

Acto seguido se sacó el cinturón y aflojó sus pantalones.

—Oye, tranquilo —dijo Satoru, apresurándose a detener las manos del muchacho—. ¿Cuál es la necesidad de apresurarse? —Se quitó los lentes, esperando arrebatarle el aliento a Yūji, cosa que no ocurrió—. Si tenemos todo el tiempo del mundo para nosotros solos.

Lo que hizo que Yūji soltara un respingo y se estremeciera, fue sentir los suaves y humectados labios de Satoru sobre el cuello, que parecían saborear su piel con cuidado, para distraerlo de cómo su cuerpo era cada vez más atraído hacia Satoru.

Yūji echó la cabeza hacia un lado para dejarse probar. No esperó que aquello le gustara tanto y agradeció internamente que ese hombre no se le arrojara como una fiera hambrienta y desesperada.

—Ah, el cubrebocas…

—Sí, sí, sí —interrumpió Satoru—, será lo único que te deje encima, mi chico.

Esa había sido otra condición. Yūji podría tener un cuerpo envidiable por cualquier joven o adulto, pero su cara seguía siendo la de un niño.

En el fondo Satoru moría por arrojar al muchacho a la cama, arrancarle la ropa y follárselo como si estuviera en celo, pero tuvo que pagar casi ocho meses de su salario como profesor de escuela preparatoria para llegar hasta ese momento, por lo que se tomaría su tiempo lamiendo, chupando, acariciando y mordiendo todo lo que estuviera a su alcance.

Tras sacarle la ropa a Yūji y admirar su físico de cerca, lo sentó en la cama, poniéndose de rodillas en el piso para hundir la cara en la entrepierna de Yūji. Su pene no era difícil de tragar, al menos no para Satoru, quizá por la diferencia de estatura y complexión.

En su vida imaginó disfrutar de chupar una verga hasta que se topó con el contenido de Yūji; frotaba la lengua de arriba abajo por el falo mientras subía y bajaba la cabeza, trazando círculos en el glande cada tanto.

Los jadeos pesados de Yūji eran como música para sus oídos, si tan sólo no tuviera ese maldito cubrebocas… ¿Por qué lo usaría? ¿Tendría alguna imperfección en el rostro? ¿Marcas de acné? ¿Dientes chuecos?

Satoru no lograba imaginar alguna clase de deformidad en ese cuerpo tan erótico con voz sexy.

Podía asegurar que se trataba de la primera vez de Yūji o, al menos, su primera vez con un hombre, pues la tensión del ano sobre sus dedos para la dilatación no era característico de alguien con experiencia. Incluso si lo fingía, los temblores en sus extremidades eran demasiado honestos.

Si ya se sentía afortunado por encontrarse en esa situación, no se comparó al momento en que empujó su erección contra el esfínter de Yūji. Estuvo a punto de ceder a la más profunda de las satisfacciones para dejar su semen dentro, pero se mentalizó para evitarlo; se había pajeado muchas veces mirando a Yūji ejercitarse como para venirse tan rápido.

Inició un vaivén lento, casi tortuoso para ambos, mientras pasaba las manos por las piernas y el abdomen del chico, grabando cada línea y curva en la memoria de su tacto.

Pensó en colocarlo en otra posición, aunque eliminó la idea de su mente al tener incierta la posibilidad de otro encuentro. Lo mejor sería continuar con el acto de frente y centrarse en que Yūji lo disfrutara tanto como para que no se pudiera negar a repetir.

En cuanto Yūji eyaculó, Satoru le inmovilizó las manos por encima de la cabeza él también se hallaba cerca y para coronar la cúspide del clímax, arrancó de un tirón el cubrebocas al tiempo que su esperma salió de su cuerpo.

Fue el orgasmo más corto de la vida de Satoru. Hallar una cara que no pasaba de los quince años no era algo con lo que esperaba toparse a tan pocos centímetros. Hubiera preferido una deformidad.

—Eres un… ¿niño? —Su rostro adquirió una palidez similar a la de un muerto.

«Definitivamente iré a prisión por eso».


Yūji se encontraba en su segundo año de preparatoria. Miró de reojo a su gemelo, a un par de pupitres de distancia. Al verlo bostezar, imitó la acción como reflejo.

Al aula ingresó un hombre moreno y fornido, el director Maramichi Yaga, que decidió dar un importante anuncio a la clase.

—Como saben, la profesora Utahime se ha tomado vacaciones por maternidad, así que les presentaré a su nuevo profesor suplente: Satoru Gojō.

Escuchar ese nombre produjo escalofríos en Yūji y la sangre se le heló en cuanto analizó la figura del tipo que entró al salón: alto, apuesto, de piel perfectamente blanca al igual que su cabello y unos ojos azules que produjeron más de un suspiro femenino.

«¡Es él!» exclamó un Yūji pequeñito en el interior de su cabeza, que se apresuró a mencionar a otras versiones de sí, que se trataba del hombre que le había puesto la mejor y única cogida de su vida.

Aunque ya no se escribían, Yūji continuaba recibiendo las notificaciones de los aportes mensuales de Satoru en su contenido.

«¡¿Cómo puede ser esto posible?! ¡Dios, ¿esta es tu forma de decir que eres real y me odias?!». Dentro de la cabeza de Satoru también había un desastre de proporciones colosales. Los destrozos de Godzilla en las películas eran minúsculos en comparación.

Como el educador profesional que era, Satoru se presentó con la sonrisa característica de un modelo, aunque sus tripas le preguntaron si era normal ver a dos muchachos de cabello rosa y cuerpo atlético.

—Qué inusual, veo que tenemos a un par de gemelos en clase —agregó para relajar el ambiente.

—¡Son los gemelos Itadori! —comentó una chica.

—Aunque uno de ellos es malvado —insinuó otra.

«¡¿A cuál me cogí?!» era lo único que podía pensar Satoru.

Como si se tratara de una alucinación, ante sus ojos apareció una ventana emergente con el siguiente contenido:

¡Evento súbito!

Descubre a qué gemelo te tiraste antes de que acabe el día y suplica por su perdón.

Penalización: Denuncia penal

Satoru, a sus casi treinta años, aún tenía mucho que aprender de ese videojuego llamado "Vida".


Para este fic cuento con la colaboración de una gran artista, aunque como aquí no se permite colocar imágenes, no pude anexar el fanart.
La encuentran como "Mon Limonada" en todas sus redes y también estaré haciendo reblog de su material en las mías
¡Gracias por leer!