Tuve un golpe de inspiración repentina después de casi cuatro años de ausencia y de creer que ya no volvería a publicar nada. ¿Qué puedo decir? Estas cosas a veces pasan.


Capítulo Uno

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Las luces de neón son verdes cuando Kagura inhala y rosas cuando exhala. Es un bonito color rosa, piensa ella, echándose hacia atrás un poco. Sus pensamientos comienzan a volverse un tanto confusos y, en realidad, se siente bastante confusa al contemplar la luz de neón rosa. Es un bonito color rosa, que combina con el rubor que se extiende poco a poco por sus mejillas, a juzgar por el calor que está sintiendo en su rostro y por la estúpida —y también bonita, piensa—sonrisa tirando de los labios del Sádico.

¿Y por qué ella está observando su boca? Más importante aún, ¿qué estaban haciendo? Ella no puede recordar lo que la llevó a estar aquí en este balcón con él, la memoria es demasiado vaga. Él parece decir algo, pero Kagura no logra captar la esencia, aunque siga mirando con total atención sus labios.

―¿Qué mierda sale de tu boca? —dice, sin estar segura de si está gritando o no, pero la música está alta y apenas puede oírse a sí misma pensar, así que debe estar gritando, aunque no lo sienta —. ¡Sádico!

Él se sobresalta y su ojos suben hacia los de ella. ¿Él también estaba mirando su boca?

Crece un impulso dentro de ella con ese pensamiento. Algo así como querer extender la mano y tocar aquella máquina generadora de palabras estúpidas que es su boca porque la naturaleza injusta la hace parecer tan suave al tacto, pero en realidad sólo sería para satisfacer la curiosidad de preguntarse qué tan cálida se siente realmente. Sus manos hacen lo suyo en ese momento, y Kagura no puede dirigir sus brazos excepto en movimientos lentos que la hacen sentir como un gigante.

Se ríe internamente de ese pensamiento. Por eso es increíble tener dieciséis años y estar borracha.

Todo se vuelve oscuro de repente y después…

—China —la llama Sougo, y Kagura abre los ojos y sonríe, porque él la llama como si no hubiera respirado en mucho tiempo —. ¿Por qué fue eso?

¿Qué cosa?

Pensaría más en ello si las luces dejaran de parpadear amarillas; un amarillo brillante y enfermizo que hace...

Eso hace que Kagura vomite sobre él.

No es uno de sus mejores momentos, si ella es honesta.

Kagura no puede recordar realmente lo que sigue y se despierta a la mañana siguiente en su cama con un fuerte dolor de cabeza y la promesa de que nunca volverá a emborracharse ni a beber alcohol. Con Gin-chan siendo el único borracho en su casa es más que suficiente.

Mientras se cepilla los dientes, el recuerdo le llega a la mente. Había besado al Sádico en esa fiesta por el cumpleaños de Yamazaki al que ella y Gin-chan se habían autoinvitado.

Había besado al Sádico y luego vomitó sobre sus zapatos. Lo cual podría ser increíblemente gracioso si no hubiese hecho la acción anterior al vómito.

Eso la agita un poquito en su interior. Sólo un poquito, ella no va a entrar en pánico.

Tal y como están las cosas, sólo puede asegurarse a sí misma que ese tipo de cosas pasan a menudo, ¿no? Lo ha visto en la tele: las personas se emborrachan y, a veces, se besan. O roban besos. Si él roba impuestos, ella puede robarle un beso, ¿no? Además de la regla obvia de que los rivales no deben besarse entre sí, tiene que haber una excepción cuando hay alcohol de por medio, ¿no?

Ella no va a entrar en pánico.

Después de todo, Kagura razona, dejando el cepillo de dientes y abriendo los grifos, preparándose para hacer gárgaras, el gorila probablemente le ha explicado que ese tipo de cosas pasan todo el tiempo. Probablemente.

Escupe el agua y se limpia la boca. Intenta pensar en los hechos de manera objetiva, como mami lo hubiera hecho —si es que ella hubiera pasado por algo así—.

Está bien. Su primer beso fue cuando estaba borracha.

Borracha y con el Sádico a quien podría vender como esclavo y no sentirse culpable por eso porque él podría hacerle algo mucho peor.

No es gran cosa. Ella no va a entrar en pánico. Sale del baño y pasa por encima de un desagradable Gin-chan dormido en el piso, lista para esperar a que se dignaran a traerle el desayuno —¿o almuerzo? —. Se sienta en el sofá y enciende la tele.

No es particularmente innovador, como Kagura pensó que sería. No se siente abrumada ni diferente, como lo pintan las novelas. Los besos nunca fueron algo importante para ella, de todas formas. No entiende por qué tanto alboroto.

¿Por qué debería entrar en pánico? Aprieta un poco el control y si Gin-chan pregunta más tarde, negaré haberle generado esa abolladura.

Entonces, ella presionó sus labios contra los de él y no tenía ni idea de lo que iba a pasar a continuación. Y el bastardo no le devolvió el beso. Fue un poco anticlimático. Así que ahí está. Ella puede tachar "dar su primer beso" de la lista de cosas por hacer.

Y bueno, si tuviera que elegir a alguien, por ejemplo, entre un Amanto con cara de pulpo y cuerpo de cangrejo y el Sádico, entonces según Kagura, borracha o sobria, Sougo es una muy buena elección.

Una elección que no la dejará ver el final de este desafortunado, irreparable y horrible suceso.

Kagura bien podría arrancarle la lengua si siquiera se atreve a comentar algo de "ese" incidente. Tiene una reputación que cuidar y "borracha roba besos" no suena lindo ni mucho menos genial como un apodo. Además, puede provocarle una concusión o, mejor aún, arrancarle la cabeza y así se asegura de que lo olvide. Ella pasará por el fuego y el azufre para asegurarse de que su reputación no se vaya al infierno por culpa de un beso de borrachos.

Como sea, la violencia debe ser la solución.

Ella está en pánico, oficialmente.

—¡¿Por qué le pasa esto a las bonitas, ah?! —grita, con todo el horror y drama que puede reunir.

Si escucha a Gin-chan maldecir por ser despertado, lo ignora en pro del dramatismo.

-.-.-.-

Ella compra una sandía —que manda a cargar a la cuenta del Sádico —como tratado de paz en caso de que las cosas se pongan raras. Si, aún sigue pensando que la violencia es la solución, pero dado que ha estado en la calle durante toda la tarde y la gente la sigue mirando con normalidad, asume que el perro Sádico no ha ladrado.

Bien.

Kagura puede ser madura también.

—Hey, Sádico —lo saluda cuando lo ve contra el tronco de un árbol, pateándole la pierna para despertarlo por si se ha dormido durante sus horas laborales.

—China —dice, con la voz plana y monótona como siempre, sin abrir los ojos. Es la misma predecible indiferencia que ella está acostumbrada a escuchar todos los días y que termina con ella queriendo sacarle el cerebro por los oídos.

Pasan mucho tiempo juntos, ahora que lo piensa. Eso le revuelve el estómago.

Él la está mirando fijamente cuando Kagura decide aterrizar de su nave de pensamientos.

—¿Cómo van las cosas? —pregunta. A ella no le importa realmente, pero es lo que sale, igual. Aprieta los dedos en un puño. No va a mentir; se siente un poco incómoda, tratando de actuar como si las cosas fueran normales cuando no está segura de que así sea. Pero deberían serlo, ¿no?

Sougo arquea una ceja porque no es su dinámica habitual, pero aun así responde. —Todo está bien —estira los brazos y vuelve a cerrar los ojos.

Kagura no recuerda si contestarle sin sarcasmo es algo que él hace normalmente o no. Lo que significa que no puede estar segura de si debe ejercer violencia o no, así que es hora de sacar la artillería nueva.

—Compré una sandía. Come —sonríe Kagura, sabiendo que ahora tiene su atención. Como mínimo, puede confiar en la fiabilidad de una sandía en fechas calurosas —. Y antes de que preguntes, no tiene veneno. Debería, pero patearte el trasero es más divertido que envenenarte.

Okita la mira con atención. Parece imperturbable, divertido, en realidad, si Kagura está dispuesta a describir su expresión, lo cual no es así —. Me preguntaba cuándo empezarías a hablar con sentido común.

—¿Qué se supone que significa eso? —pregunta Kagura indignada, lista para usar la sandía con fines más agresivos que simplemente comer.

Él se encoge de hombros. —Significa que finalmente estás sonando normal.

—Está bien —resopla Kagura —. Soy yo la que no actúa con normalidad.

—Estás preocupada —sus ojos rubís la atraviesan y Kagura se sonroja, de rabia. Él siempre se vuelve meticulosamente intenso en los peores momentos, y ella desea que eso no tenga el efecto de hacerla sentir transparente, como si él conociera todos sus pensamientos más íntimos. Está eso, y el otro efecto, que es sin falta, la sensación de calor subiendo por su cuello y corriendo por sus mejillas, que es por enojo, por supuesto.

Ella saca una rebanada de sandía y se la restriega en la cara.

—Entonces —comienza, ignorando los insultos, hablando con un bocado de sandía en la boca —. ¿Estamos bien?

Okita pasa de mirarla con disgusto por hablar con la boca llena a mirarla de forma extraña, y por un segundo Kagura piensa que tal vez se lo haya inventado todo en su cabeza y que haya sido un sueño raro producto de los profundos efectos del alcohol en su mente no acostumbrada a la bebida.

—¿Se trata de la fiesta?

No se lo inventó.

—Estar borracha debe ser defensa legítima.

Él la mira con su cara de nada. —Realmente te preocupas demasiado, China. Estamos bien. No necesitas estresarte por eso. Y me debes unos zapatos nuevos.

Kagura se cruza de brazos. —No me estresé por eso. Y no, no te debo nada. Era una damisela en apuros.

—Al que le robaron el beso fue a mi —el comentario le valió una patada directo a su rostro que esquivó por un pelo. Sin embargo, no se detuvo —. No te culpo, China. No es como si fuera la primera vez que me pasa algo así.

—Sólo me estoy asegurando de que no abras tu asqueroso hocico para decir cosas sin sentido.

—¿Por qué? ¿Te preocupa que la gente se entere de tu habilidad para besar? —el hombre sonríe y Kagura jura que lo matará, lo revivirá y lo matará de nuevo.

—¿Me estás calificando? ¡Porque soy muy habilidosa!

—Por favor —él pone los ojos en blanco y luego parpadea, mirándola con expresión de sorpresa —. Espera. ¿Quieres que te califique?

—¡Ahora sí! —exclama Kagura, con el corazón latiendo demasiado rápido y un nudo en el estómago —. Escúpelo ya, Sádico.

—Está bien —tararea, fingiendo una cara pensativa antes de asentir para sí mismo y decirle —. Tres.

—¿Sobre cuánto?

—Diez —la sonrisa plasmada en su cara Kagura quiere arrancarla.

—¡Sólo lo estás diciendo porque la gran Gura-sama te patea el culo siempre!

—En primer lugar, llevamos un empate de victorias y, en segundo lugar, he tenido mejores besos —él se encoge de hombros, sin preocuparse por la mirada asesina de Kagura.

Kagura se eriza. La competitividad se enciende en su torrente sanguíneo y bien podrían estar hablando de habilidades de lucha que de habilidades para besar —. Bueno, ya sabes lo que dicen sobre los besos. Siempre son mejores cuando estás sobrio.

Él la mira con ironía. —¿Lo escuchaste en alguna estúpida novela?

La sangre le corre por las mejillas y le da una patada, contenta de que él no se lo esperaba esta vez. —Eso no quita que sea cierto, Sádico de mierda.

—Está bien, China —responde Sougo y es increíblemente irritante que pueda volverla loca estando de acuerdo con ella. Es brujería, eso es lo que es. Eso, y la sonrisa burlona que brilla en sus ojos, como un gato que sabe exactamente qué ratón va a cazar esta noche —. Vamos a probar tu teoría.

¡Qué descaro! Incluso da palmaditas al lugar junto a él para que ella se siente.

—Espera un momento, ¡¿ahora mismo?! —Kagura retrocede con los ojos muy abiertos.

¿Cómo se desarrolló todo esto? ¿Se van a besar? ¿A plena luz del día? Esto no era parte del plan. En realidad, la conversación se está saliendo de control rápidamente y ella no está segura de quién es el culpable, pero lo culpará a él porque puede hacerlo.

—Claro —dice Sougo, todo arrogancia y desvergüenza —. ¿Por qué no?

Él tiene razón.

Sonríe con sorna y su voz se escucha arrastrada. —Vamos, China, ¿qué tienes que perder? A menos, claro, que retrocedas y me des la razón a mí.

—Cállate, Sádico de mierda —murmura Kagura, e intenta recordar cómo se supone que deben ser los besos. Tiene que haber al menos un beso que pueda imitar, o al menos recordar de las tardes de ocio que ha pasado con Gin-chan mirando novelas cutres que nadie quiere ver —. Me estoy concentrando.

Divertido, casi encantado, él enuncia: —Tranquila. Te dejo entrar a la zona de los besos.

Suena como si le estuviera tomando el pelo. De hecho, en realidad parece como si se estuviera burlando de ella.

Kagura no lo permitirá.

—Te dije que te calles —murmura, e intenta recordar. Al menos está empezando a tener una pista, cuanto más piensa en ello. La gente tiende a subirse al regazo de los demás, ¿no? Era parte de la situación cuando estaban sentados.

Todo lo que tiene que hacer es meterse entre sus piernas y ponerse cómoda. Eso parece bastante fácil.

La última vez, lo empujó contra la pared, lo besó y vomitó sobre sus zapatos. Esto suena un poco menos vergonzoso y tal vez un poco más fácil. Invadir su espacio personal no es un problema. Especialmente si se trata de una forma de hacerlo callar.

Estar cerca de él es tan natural como respirar, si ella tiene que ser honesta.

Kagura coloca sus manos sobre su cuello para mantenerlo en su lugar y torpemente se mueve para sentarse sobre él, inclinándose hacia adelante. Lo siente tensarse un segundo, pero se relaja rápidamente.

Entonces, ella presiona su boca sobre la de él, un segundo, tal vez dos, y luego se aparta.

Su boca es suave. Ella no recordaba eso.

Pero sí recuerda su expresión de asombro.

—Ahí tienes —dice, dándole un golpecito en el pecho con fuerza, sacándole el aire y levantando la barbilla, desafiante —. ¿Qué te parece?

—Hmm —él se toca los labios, pensando, su rostro contemplando y procesando los detalles de lo que acaba de suceder. Está notablemente tranquilo. En realidad, es casi como si le estuviera dando un informe, y ella no sabe muy bien cómo sentirse al respecto —. Fue dulce.

—Estábamos comiendo sandía —señala Kagura, antes de volver al tema en cuestión —. Entonces, ¿dulce es un ocho o…?

—Cuatro, porque al menos no sabes a licor. Lo siento —dice con una sonrisa burlona, sin sonar para nada a que lo siente realmente.

La chica le gruñe. —Sólo necesito practicar, eso es todo.

Ella intenta besarlo de nuevo, pero su boca aterriza directamente en la comisura de sus labios, justo en la curva de su mejilla cuando él voltea la cara.

—China, no.

Suena como una advertencia.

Ella resopla porque no le importa. —Si eres tan bueno besando, oh, Sádico experto en besos, ¿por qué no me besas a mí?

—No hablas en serio —suena casi molesto. ¿Ella por qué no iba a hablar en serio sobre esto? Sus dedos están enroscados alrededor de su cintura, Kagura de repente es muy consciente de esto —. Acordamos un beso y no demostraste que estuviera equivocado.

—Sí —concuerda Kagura a regañadientes, asintiendo y mirándolo con el ceño fruncido —. Y hubo un beso. Creo que, si yo te besé y me calificaste, tú deberías besarme a mí y yo hacer lo mismo.

Él la mira fijamente durante un largo rato.

—Estoy bastante seguro de que no es así como funciona, China —dice finalmente.

—Porque el experto en besos lo sabría, ¿no? —se burla Kagura, incapaz de evitarlo.

—Sí, lo haría —dice, y maldita sea si no suena un poco orgulloso ―. ¿Tantas ganas tienes de besarme?

Ella rueda los ojos. No se va a detener a pensar en ese detalle en particular.

—¿Tienes demasiado miedo de mostrarme lo que tienes? —intenta molestarlo entonces, sabiendo en el segundo en que sus ojos brillan que su cambio de táctica funcionó. La mejor manera de lograr algo es irritarlo. Las peleas físicas con él son divertidas. Las peleas verbales son divertidas. Los besos también deberían ser divertidos. Es una especie de analogía que Kagura puede entender.

—No he dicho eso —él murmura de mal humor.

Levanta la barbilla de ella con las puntas de los dedos, y el movimiento parece casi inconsciente. Luego se abalanza sobre ella. Su boca se posa sobre la de ella y sus narices chocan. Kagura está bastante segura de que no hay diferencia en lo que él está haciendo, a lo que ella hizo hace menos de cinco minutos, pero entonces los dientes de él se posan en su labio inferior y tira suavemente.

Kagura piensa que tal vez se quedó sin aliento.

Eso es nuevo.

—Bueno —dice Sougo en cuanto se separa de ella, y Kagura se queda… sin palabras. Parpadea como un búho, todavía sintiendo su boca sobre la suya. Intenta ignorar el hecho de que él no suena tan nervioso como ella se siente —. ¿Sin palabras, China?

—Sí —ella responde en automático, con la mente aún perdida en la sensación, muy consciente del calor que irradiaba de él, de los latidos de su corazón bajo sus dedos, de las manos de ella apoyadas al azar en el cuello de su camisa. Su mente está un poco atascada en dónde está su boca recordando en donde estuvo hace un momento ―. Eso… eso…

Él sonríe, ese bastardo presumido, sonríe y dice: ―Eso te gustó.

Ella todavía está sentada en su regazo, ¿no?

Se aleja inmediatamente, no sin antes meterle tierra en la boca porque su sonrisa la estaba perturbando de una forma que le daban ganas de matarse. ―No es que haya sido la gran cosa. Para tanto alarde, pensé que sería mucho más impresionante.

—Ah, ¿de verdad? —él pregunta, levantando una ceja, aunque su tono suena a que no le cree ni una palabra —. ¿Cómo lo calificarías entonces?

Si es honesta, fue mejor de lo que había pensado, pero aún no era lo que se ve en las películas y primero comía mocos de Gin-chan antes de elevarle más el ego al bastardo.

Se encoge de hombros, restándole importancia al asunto. ―Cuatro.

—Cuatro es un cumplido viniendo de ti, China —toma la última rebanada de sandía y se pone de pie ―. Yo habría elegido algo más bajo sólo por tratarse de ti.

Ella lo odia y odia la influencia que ejerce sobre su cabeza porque, si, ella eligió algo más bajo porque no le habría dado un cuatro honestamente.

—¿Entonces me calificaste mal a propósito? —Kagura grita tomando su paraguas porque no hay forma de que lo deje irse sin apalearlo primero. Por alguna razón, no se siente incómoda hablando de esto cuando se habla de ello como si fuera una competición —. ¡Pedazo de mierda deshonesta!

—China —Sougo ladea la cabeza y Kagura sabe que se va a arrepentir de esto, sin importar lo que salga de su boca. Pone los ojos en blanco porque sabe exactamente lo que él va a decir antes de que lo diga. Suena incluso más condescendiente de lo que ella creía posible —. Fui objetivo con el único propósito de que sepas que tienes que mejorar. Siempre hay lugar para hacerlo mejor.

—¡Ja! —Kagura se burla justo cuando se le ocurre una idea y "astuta" se convierte en su segundo nombre —. Pero si ese fuera el caso, ¿no habrías demostrado tener mejores habilidades que yo y así te habría calificado con un nueve? ¿O con un diez? Di lo que quieras, Sádico, pero me parece que sólo hablas por hablar.

—Bueno —Sougo ladea la cabeza hacia el otro lado y Kagura sabe que odiará aún más su respuesta porque cuando él quiere ser insoportable, no hay quien pueda ganarle. Ese estúpido y arrogante idiota —. Sé que puedo hacerlo mejor. ¿Tú crees que puedes hacerlo mejor?

Ella cede a su impulso y le da un puñetazo en la cara con repercusiones que desencadenan la violencia activamente por ambas partes.

Darle una paliza, piensa Kagura, es lo que puede hacer mucho mejor que él.


Entonces, resulta que estoy tremendamente oxidada con esto de la escritura y ya ni me acuerdo de como se supone que escribía las personalidades de Kagura y Sougo, pero quería sacar a la luz esto porque la verdad me pareció lo suficientemente decente, porque no quería que muriera en el olvido y porque ya lo terminé, pero como ha quedado largo, creo que lo publicaré en tres capítulos.

Increíblemente, también, escribí un par de fic's KamuSoyo. En la vida pensé que podría, pero mira, los doujinshi hacen milagros jaja

Siguiente parte probablemente mañana, por en esta semana, no lo sé. Pero está terminado, ¡seguro!