Advertencias: Mentes rotas y Parafilias


Diario.

Día 1.

Te diagnosticaron síndrome de Tourette. Los enfermeros dijeron que este se encontraba en un estado crítico, por lo que debieron medicarte e inmediatamente encerrarte en esa institución para mujeres con problemas psiquiátricos, una forma muy amable para describir lo trastornadas que estaban y lo poco agradable que sería que merodearan la civilización. No podías decir que te acostumbraste a la vida urbana, ya que creciste en un pueblo campesino muy pequeño y sólo llegaste a la ciudad para estudiar. Nadie habría podido imaginarse que tu mente se fragmentaría por el estrés constante que trae un mundo plagado de ruido, de prisas interminables o mierda en general. Casi estuviste agradecida cuando lo único que debías hacer ahí era existir, no te preocupaba más lo que ocurría en el exterior; eso sería la vida ideal de no ser por tu padecimiento.

No podías controlar autolesionarte, golpear sin querer o gritar groserías cuando algo te molestaba, así que no pudiste quedarte con las pacientes tranquilas, ya que las alterabas a todas, generando una histeria que terminaba por hartar a los trabajadores. Las dosis crecieron mientras te pudrías en el sillón de una esquina. Tus cabellos lacios estaban desordenados por tus constantes ataques de ira y debajo de tus ojos rojos crecían profundas ojeras negras que seguro te hacían lucir como un demonio salido del infierno, lo cual era gracioso.

Sin embargo, la razón por la que estás considerando este el primer día de tu diario es porque la conociste a ella. Entre tantas mujeres mayores o ancianas, era obvio que notarías a una chica tan linda y recatada (porque odia el uniforme rojo que las lunáticas en este edificio portan y es la única que se atreve a mencionarlo), es probablemente más joven que tú por tres años como mínimo. Todos la consideran una loca más de la canasta pero luce bastante más cuerda de lo que nunca serán el resto de ustedes, así que te intrigó el motivo por el que estuviera ahí, armando un escándalo cada que le era denegado el derecho de hablar por teléfono. Las locas no estaban interesadas en entablar una conversación con familiares o amigos (tú mejor que nadie podía decirlo), y esos hermosos ojos fucsias siempre estaban llenos de lágrimas al volver de su charla, por lo que esa vez por fin te armaste de valor para acercártele y hablarle.

— ¿Qué te tiene tan afligida, niña?

— ¡Nada que te importe, puta! —La sujetaste fuertemente del brazo cuando se levantó dispuesta alejarse de ti. Que suerte que ella fuera más pequeña y débil. Ella forcejeó contra tu agarre de acero pero tú no la dejaste ir. ¿Cómo podía ser tan bonita?—. ¡Déjame, maldita loca!

— ¿Extrañas mucho a tu hermano, cariño? —Tu pregunta fue la correcta ya que hizo que se interesara en ti por fin. Te gusta. Oh, es tan bueno cuando los medicamentos funcionan, no sientes ganas de golpearla y puedes contemplar esos ojos llorosos todo lo que quieras—. ¿Quién se atrevió alejarte de él?

Lograste obtener un poco de información antes sobre ella porque a veces te colabas lo más cerca de la habitación donde se encuentra el teléfono y la espiabas, así que no tardaste en percatarte de que ella y su hermano poseen una conexión especial, tanto que a cualquiera le daría envidia. Diste en el blanco ya que las lágrimas se volvieron acumular en los párpados inferiores de esta hermosa muchacha a pesar de que la rabia es la principal emoción en su mirada.

— ¡Fue esa perra! ¡Ella dijo que era por el bien de la familia pero eso no es cierto! ¡Ella lo hizo sólo para deshacerse de mí! ¡Ella nunca me quiso! ¡Sólo a Andy! Sólo a Andy…

La actitud destructora de la jovencita fue reduciendo su pasión hasta que llegó a este punto y sólo quedaron sollozos mal contenidos. No cabía la menor duda de que esta linda criatura estaba rota y tú adorabas a los humanos rotos, por eso te tomaste la osadía de atraerla a ti para estrecharla entre tus brazos sin pedir permiso; ofrecerle este pequeño espacio en tu hombro para que llorara todo lo que su corazón necesitara. Pero de pronto una sensación te golpeó violentamente y por un momento te paralizaste. Ellos reaccionaron a su cercanía. No pudiste evitar sonreír.

— ¿Cómo te llamas, linda?

—…Ashley Graves —dijo la muchacha en un susurro, parecía en conflicto por mencionar su apellido pero debió elegir decirlo seguramente porque también era el apellido de su hermano.

—Es un lindo nombre.

—Es un nombre común —renegó, casi podías sentir el puchero en su tono. Oh, así que era del tipo malcriada. ¿Podía ser más perfecta? Sentiste que crecía la sonrisa en tu boca.

—Yo soy Alice Hell, pero puedes llamarme All.

— ¿Por qué querrías darte tanta importancia poniéndote un apodo tan estúpido?

—Oh, en lo absoluto quiero hacer eso, no soy narcisista, sólo quería combinar la primera letra de mi nombre con las últimas dos de mi apellido.

— ¿Ya ves lo que dije? ¡Eso es estúpido!

—Es lo mejor que una perra como yo pudo pensar. Prefiero ser imbécil más que una puta cuando trato de consolar a alguien, si no te importa.

—Yo no te pedí que me consolaras, fue tu decisión pero… igual no quise… —Ella rompió el abrazo claramente avergonzada e incómoda por los eventos que forjaron esta convivencia, sonreíste con entusiasmo.

—Está bien, a veces yo tampoco puedo controlar mis impulsos, ni siquiera con las pastillas. ¿También insultas compulsivamente?

—No, yo sólo… no pasaba por un buen momento. En realidad, yo no debo estar aquí, mi mente no está mal. Fue mamá quien trucó los resultados de mi examen psicológico. Estoy segura que le pagó algunos dólares al doctor que me atendió bajo el mantel para que arruinara mis respuestas, así tendría la excusa perfecta de encerrarme aquí y separarme de mi hermano.

—Eso es una mierda, deberían apuñalarla por eso.

—No, más bien deberían pasarle un camión encima tantas veces hasta que parezca puré.

—O cortarla en tantos cachitos que sus restos puedan ser organizados en frascos pequeños dentro del congelador, para ser enterrados después.

Los ojos de Ashley Graves se iluminaron de una forma no esperarías admirar nunca (en especial no hacia ti), antes de que te ofreciera su más sincera sonrisa. Amaste verla así y estabas satisfecha de haberlo conseguido, por eso tampoco te negaste a que te tomara de las manos, apretándolas entre sus delicados dedos como si acabara de tener una importante revelación.

— ¡Si! ¡A eso me refiero! ¡Muy buena idea! Creo que sé por qué te encerraron aquí. ¡Estás completamente loca! Me encanta. Seguro que mataste a muchos.

—Me encerraron por otros motivos pero lo admito, aquí no encontrarás personas de mente sana, ¿verdad? Ya veo que te encerraron por imbécil.

—Ow, cállate, jodida drogadicta —se burló de ti y reíste en respuesta.

Al final del día esta chica no estaba tan cuerda como los estándares de normalidad podrían sugerir pero no eras nadie para juzgarla, ya que te animó que le gustaran tus siniestras palabras y que estas fueran el límite para alcanzarla, una persona común se hubiera incomodado o tratado de cambiar el tema sutilmente. En ese momento te prometiste ganarte su confianza, pues los días siguientes notaste que la brecha entre las dos yacía intacta. Como un animal herido, ella temía que trataras de aprovecharte de su susceptibilidad al dialogo, acercarte para llegar al único tesoro que parecía cuidar celosamente y eso no era el conejito verde que abrazaba cada vez que se sentía triste; era posible que estuviera representándolo a él.

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Día 2.

El hermano de Ashley vino a visitarla. Ella estaba tan feliz que no había parado de hablarte todo el día sobre las cosas que hicieron juntos durante su infancia, titulando cada travesura como si sus vidas se trataran de un programa de televisión infantil, pese a que no serían temas aptos para niños las cosas que en ocasiones llevaron a cabo en conjunto. Ese día también te encontrabas en un estado medianamente saludable, sólo habías mordido una vez al cocinero durante el almuerzo y tiraste el andador de una de las ancianas con demencia senil, así que te paseaste por el cuarto hasta las ventanas del patio. Le susurraste a ella tus mejores deseos para que la visita fuera bien, así que decidiste esperar su regreso cuando te sentaste en el suelo.

Al cerrar los ojos, imágenes de tu infancia invadieron tu mente. Los recuerdos estaban desordenados y siempre te costó trabajo saber cuál memoria estaba primero. Tal vez eran los medicamentos, tal vez no eran situaciones tan importantes para que contuvieras esa información, aunque después de todo algo siempre dolía al fallar en ordenarlos.

Ashley volvió cabizbaja a la zona de descanso algún tiempo después. Normalmente estaría tratando de pelear con las enfermeras para salir del centro psiquiátrico o estaría llorando fuerte, alterando así a las demás mujeres pero esta vez se dirigió hasta ti y se recargó en tu hombro sin mediar palabra. Lucía como un cascaron viviente, sin alma o voluntad para comandarla, no tardaste en suponer que algo había salido muy mal pero en esos momentos no sería buena idea interrogarla, por eso la dejaste en paz. Esperabas que te compartiera sus pesares pero no lo hizo, aunque estabas satisfecha de que por primera vez ella se te hubiera acercado. Pobre cosa, se veía tan sola como tú. Darías lo que fuera por volver hacerla sonreír.

—Mamá quiere que Andy estudie en el extranjero —te dijo después de muchas noches y muchos días en absoluto silencio. Ese tiempo tú habías estado muy ocupada lidiando con tus propios trastornos, así que apenas pudiste darte cuenta de las fechas tachadas en el calendario—. Si lo hace… cuando salga de aquí él no estará en casa… se esfumará.

— ¿Él sería capaz de dejarte?

—Mi Andy es fácil de influenciar —sollozó cubriéndose el rostro. No te gustó, querías ver sus lágrimas correctamente—. Me dijo que no lo había decidido todavía pero yo sé… se irá… me abandonará. Si él se marcha… ¡entonces no tendré a nadie! ¡No tengo novio ni amigos! ¡Nunca les importé a mis padres! ¡Andy es todo lo que tengo, All! ¡Andrew es todo para mí!

Esta era la primera vez que Ashley se veía a punto de desfallecer, su cuerpo no estaba reaccionando como lo haría con un ataque cotidiano, ahora realmente parecía derrotada, reanimó sensaciones olvidadas en tu cuerpo. Temblaste, tus ojos se inyectaron con sangre. Latidos que no te pertenecían sobrepasaron tu aura. Diste un vistazo a los guardias que adornaban la puerta de la estancia: aburridos por la falta de acción. Tus pupilas se movieron hacia la ventanilla de recepción y a esa secretaria rubia que perdía su tiempo jugando con la computadora. El resto de internas no les prestaban atención a ustedes, por eso te levantaste de la silla para rodear la mesa e inclinarte al oído de Ashley. No te importó que tu aliento frío pudiera estremecerla cuando le murmuraste como un diablo que tienta al pecador expuesto.

—Debemos sacarte de aquí. —Ella se levantó cuidadosamente de la superficie sobre la que había estado recostada lagrimeando y babeando bajo la seguridad de sus brazos, no se giró a mirarte pero su reacción delataba que tu propuesta le había interesado, podías sentir sus hombros tensos contra tus dedos—. Yo puedo ayudarte, pero debemos conseguir ayuda externa y tú eres la única que tiene permitido hablar por teléfono. Convence a tu hermano de venir a recogerte en la noche, sólo así podrás escapar antes de que la seguridad se entere.

— ¿Cómo haremos eso? —inquirió cautelosa.

—Los enfermeros llevan encima unas cuantas tarjetas de acceso que les permite moverse por todas las instalaciones. Conseguiré una de la puerta trasera que lleva al patio. Ahí hay una reja en mal estado, muy cerca de la orilla, nos llevará a la carretera.

— ¿Cómo sabes eso?

—Llevo aquí más tiempo que tú, debe funcionar. Además hasta ahora no ha habido una sola mujer que hubiese intentado escapar, los guardias no lo están esperando.

— ¿Cuándo?

—Lo antes posible.

—Bien, yo… trataré de hablar con Andrew.

—Dime cuando estés lista.

Te alejaste de su espacio y volviste a tu silla para darte cuenta que un guardia había estado mirando en tu dirección, específicamente hacia tu firme trasero. No te contuviste y le dedicaste una seña obscena con el dedo medio, él sólo sonrió divertido y miró hacia otra dirección. Ashley te contempló con muchas sospechas escritas en su cara pero no refutó tu plan y en cambio se decidió en elegir una hoja en blanco de su libreta para comenzar a garabatear cual niña de preescolar. Te resultó adorable pero no lo evidenciaste más allá de una pequeña sonrisa para continuar con tu actividad que consistía en sacarte la suciedad de entre las largas unas de tus callosas manos.

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Día 3.

Ashley hablaría esa tarde con Andrew Graves y trataría de convencerlo de que las ayudara en su plan de escape. No conocías a su hermano y no podías asegurar que accedería a las demandas de tan encantadora chica, aunque estabas convencida de que debía hacerlo o todo lo que pretendías hacer habría sido en vano. Es un hecho que no te interesaba mucho huir, el escape lo habías decidido en el momento que Ashley se mostró tan desesperada por un poco de luz a la densa oscuridad que la estuvo meciendo. Sin embargo, también era cierto que ellos estaban más inquietos que nunca, la marca que te dejaron ardía con intensidad. ¿Cuánto hacía que no los alimentabas? Debían tener un gran apetito porque te hicieron golpear el muro de tu habitación como si quisieras derribarlo, al menos hasta que se presentó el personal suficiente para inmovilizarte en tu cama y administrarte sedante. Así que sí, estuviste gran parte del día en las nubes.

Unas horas más tarde despertaste en una silla de ruedas al calor del sol en el patio junto a otras mujeres en mejor o peor estado que tú. Y cuando tus ojos se enfocaron un poco más en el entorno, te percataste de la presencia de Ashley que te veía fijamente con esos grandes e inocentes ojos fucsias. Te estudiaba como si fueras un animal exótico en la mesa de operaciones. Oh, sentiste deseos de besarle esa boquita tan carnosa y enredarte en su venenosa lengua. Sin querer enumeraste las veces que te llamó puta y te acusó de quererte coger a su hermano cuando lo vieras por primera vez.

Si tan sólo supiera tu condición sexual, ¿se callaría la boca al respecto? ¿Te miraría diferente? ¿Te trataría peor de lo que hace? Preguntas sin respuesta que a veces te gustaría resolver de golpe.

— ¿Cuántos dedos tengo aquí?

—Mételos en mi garganta y dejará de importar la cantidad —dijiste osadamente pero gozaste mucho de su expresión asqueada. Bajó la mano que te había estado mostrando.

—Sí, ya no estás tan perdida. Está hecho. Andy vendrá.

— ¿Oh? Que buen hermano mayor, debe quererte mucho —te reíste alargando la letra "u" en la última palabra de tu frase. Era hora de admitirlo, los analgésicos seguían afectando tu sistema, querías masturbarte enfrente de todas esas ancianas seniles.

—Sí, él me quiere —dijo con inseguridad. Te intrigó.

— ¿Qué sucede, niña? —Ella pareció dudar en compartirte sus inquietudes pero al final tomó valor para alzar la cabeza y mirarte con advertencia y otros tantos sentimientos juntos, no pudiste debelarlos todos en tan poco rato.

—Tienes prohibido enamorarte de él, ¿me oíste?

— ¿Otra vez con eso? —gruñiste recargando la cabeza en el respaldo de la silla, juntaste las piernas y las refregaste entre sí tratando de aliviar esa comezón—. Llevo todo el maldito mes repitiéndote que no me interesa tu hermano.

—Ahora no pero quizás cuando lo veas cambies de opinión. Todas ustedes son iguales, unas totales desvergonzadas que ven macho y sus bragas se mojan.

—Aunque se pareciera al mismísimo rey del rock, no me pondría en celo por un pene. Llevaré todo este tiempo encerrada pero tengo principios, todo lo que me interesa ahora es volver a la libertad.

—Sí, ya he comprobado que sólo eres una adicta dependiente, no sufres alucinaciones.

— ¿Por qué es eso?

—No creí que existiera el hueco que mencionaste.

—Te lo dije, bebé. Este lugar es una fosa de mierda sin mantenimiento.

— ¡No vuelvas a llamarme así, puta!

—Pues deja de catalogarme así, perra.

—Como sea, él dijo que el mejor momento para llevar a cabo nuestro plan es el fin de semana, uno de sus amigos le prestará su auto para ir a recoger a su novia, pero él cancelará su cita a última hora y vendrá por nosotras a la media noche. Después de eso iremos a su departamento. Si llegamos ahí sólo será cuestión de esperar noticias. En este tiempo nosotras debemos conseguir lo que nos haga falta para que esto sea un éxito.

—Muy bien, déjamelo a mí. Carajo, ya quiero que se llegue el día.

—…All.

— ¿Si? —le animaste hablar, pero no te esperabas que se arrodillara frente a ti y recostara su cabeza en tu regazo, alimentó el fuego en tu cuerpo al tiempo que te enternecían sus palabras.

—No sabes lo mucho que significa para mí esto, All. Si funciona, serás declarada oficialmente mi amiga.

— ¿No lo somos ahora?

—No. —Su respuesta fue contundente.

Resoplaste pero después sonreíste. Después de todo, si fuera sencillo ganarse su corazón, no sería divertido. Estiraste tu mano derecha y acariciaste sus desordenados cabellos amarrados en una cola de poni, eso la consolaba porque –si no mal recordabas lo que te contó– era algo que su hermano mayor solía hacer con frecuencia cuando todavía estaban juntos. Cuando lo consideraste no pudiste evitar sentir curiosidad por cómo sería el hermano mayor de esta lindura. Ashley nunca lo había descrito pero su obsesivo temor a que te enamoraras de él sugería que se trataba de un hombre atractivo, además de sumiso, aunque dudabas lo fuera para alguien que no fuese Ashley. Lo único que te quedaba hacer por el momento era esperar a que se llegue el día.


Notas Finales: Lo lamento, no me resistí. Quería intentar explorar la dinámica de un OC que se interesa en Ashley pero obviamente no será correspondida ya que el Gravescest seguirá reinando para mi, siempre.