Saludos, he continuado mis esmeros en mantener un ritmo, con la comprensión de mi amada que ha cedido un poco de su tiempo conmigo para que escriba y a Chris, mi fiel escudera de narraciones. Espero que este capitulo sea de su agrado. Para quienes preguntan por Mikoto, sabremos de ella en el siguiente capitulo al igual que de Nina. Un abrazo de oso para todos y todas. Me encantaría saber de ustedes a través de sus comentarios.

Capítulo 67 ― Balanza IV

Rémulo

La inquietud sobre los acontecimientos no abandonaba a De'Zire, en cuanto fue anunciada la visita de aquellos dioses en su fiesta de celebración de compromiso y la deidad del viento se marchó de la ceremonia en su compañía, la preocupación se instaló en su pecho como una garrapata. Danzaba con su prometido solo por la suerte de las muchas veces que lo hizo en sus instrucciones como princesa, pues su mente estaba apartada de allí, tan lejos como Elfir lo estaría. Pues la sola idea de la presencia de Lakshmi, aquel que deseaba poseer a la castaña por cualquier medio, era algo que le hacía hervir la sangre… y una batalla de dos contra uno, sería difícil de afrontar incluso para una guerrera excelsa como ella. El tic de sus dedos sobre las manos de su acompañante la delató y con ello el pelinegro de mirada ámbar, comprendió que era más prudente concluir la pieza, tan pronto la orquesta completara la melodía. Cesó la danza y los aplausos estallaron, alabando a la joven heredera ya su futuro consorte, pues era una noticia que alegraba enormemente al pueblo ante la posibilidad de tener un heredero de la línea de sangre principal.

Los temores de Zire se materializaron en cuanto se escuchó el sonido de una tremenda explosión lo suficientemente cerca, se oyeron al menos cinco impactos más y la tierra tembló por poco tiempo. Kamui la miró y como si se hablaran en silencio, los dos corrieron en dirección del templo de la deidad guardiana. Al llegar se encontraron con Teana mirando en dirección de la montaña cuyo cráter era visible desde la mayor parte de la capital, rogando porque la contienda entre su gracia y las otras dos fortunas no llegara a mayores.

—Sabes lo que paso, abuela madre?— Cuestionó la princesa, tan pronto como llegó junto a la anciana.

—No, Alteza— La mujer inclinó suavemente la cabeza en reverencia a la princesa y miró en los ojos violáceos de la señorita, algo más que la devoción que se da solo por Fe. —La diosa hablaba tranquilamente con las fortunas, cuando repentinamente golpeó al gran señor, Lakshmi.

—Pero ahora se ha silenciado el mundo entero y eso podría ser peor— murmuró Kamui Sorata con expresión seria y una aguda alerta.

—Tan pronto se ha determinado al vencedor?— Cuestionó Teana.

—Puede que serenaran sus ímpetus— Dijo la rubia, aun con la vista puesta en los destrozos que un combate corto entre dioses ocasiónó a la montaña.

—Son realmente aterradores…— La voz ronca y ansiosa de Kamui se escuchó como un susurro.

La gran madre estuvo a punto de sermonearlo; Sin embargo, los cielos se llenaron de nubes con aspecto tormentoso por largos minutos y la lluvia cayó fuertemente en Remus. Después de aquello, la calma volvió y los cielos se despejaron como si nada hubiera ocurrido, por lo que la joven heredera le pidió a su prometido, volver al salón con noticias tranquilizadoras para su madre, pues ella esperaría el retorno de la diosa a fin. de saber lo que pasó. Fue una buena excusa para no volver. No es que Zire no pudiera disfrutar de la fiesta que se realizaba en su honor, para ella simplemente no había nada que celebrar, aquel trámite no era más que una decisión necesaria para garantizar su liderazgo en la sucesión del trono.

Aun así, las siguientes horas fueron de zozobra, llegó la noche y la deidad no volvió. La idea de que Elfir hubiera sido secuestrada por las fortunas, acudió a su pensamiento molestando su sueño. Así, cada día la princesa esperaba, si Kaón no le había informado del retorno de la deidad en la mañana, acudía al templo en la tarde con la esperanza de volverla a ver. Pero transcurrieron seis días sin noticias de ella…

Como era frecuente esta semana, fueron las 2 de la tarde y la princesa llegó al Palacio Céfiro. Fue recibido con un abrazo por parte de la gran madre, alegremente, Zire acompañó a Teana en el interior del templo. Escuchó sus relatos sobre las reliquias y los tesoros, la historia y los detalles recientes de la presencia de la diosa en el templo, que había estado en soledad durante demasiado tiempo. Se sabía que si no fuera por la Fe de los soberanos de Remus y Remulus, es probable que algunos inescrupulosos hubieran posado sus garras ponzoñosas en el templo. Pero hora que la castaña habitaba aquel lugar, eso sería imposible, por no mencionar la alegría de las sibilas y los fieles ciudadanos, que no tenía igual.

—Ella permanecerá aquí?— Preguntó casualmente Zire, tratando de saber si la deidad le había contado sus planos a Teana. —La presencia de Elfir, ya se consideraba un gran regalo de los dioses, según él escuchó— Dijo casualmente, como si no fuera algo de su interés personal. —Pero sé de buena fuente que tiene importantes razones para permanecer en Windbloom, por lo que no puedo asegurar que, al final, se quede aquí.

—Es verdad, alteza. La voluntad de los dioses es un misterio para nosotros los mortales, sin embargo, el afecto que Elfir ha mostrado por seres que otros dioses juzgan insignificantes, es evidente…— Teana recordó las pocas palabras que escuchó de los labios de Lakshmi y sintió una decepción tremenda, como alguien cuya Fe existe para venerar a los dioses, este ser realmente no le agradaba ni un poco. Pero escuchar a su querida deidad decir que no eran insignificantes y que eso hacía toda la diferencia, removió su corazón, reforzando aún más su lealtad. —¿No cree que podríamos darle un poco más de razones?— deslizó aquellas palabras como si no fueran la gran cosa, pero Zire realmente pudo entender que Teana y Elfir habían conversado más que solo de las historias del pasado y un sonrojo enorme llenó su faz.

Llegaron a la plataforma de purificación, donde reposaba una fuente creada en la construcción del templo por Shura, la diosa del agua. Era un obsequio que superaba las leyes naturales y demostraba el afecto que las dos deidades se guardaban. Era una cascada del agua más pura, que caía desde un arco hecho perfectamente de marfil y un cúmulo de nubes preciosas; siendo como una cortina translúcida destinada a purificar el cuerpo de Elfir tras cada uno de sus descensos desde los cielos, en los que solía mancharse de la sangre de los enemigos de los mortales, los vannir.

—¿Qué podría darse Teana?— murmuró formalmente, como si el tema no fuera con ella. —Ya las ofrendas no caben en los almacenes y los fieles hacen peregrinaciones para venir a adorarla desde todos los puntos del globo. Se dice que en las megaislas de Ealis y Aries, ocurre un fenómeno semejante, por Shura del agua y el templo de Acua.

La sacerdotisa no pudo responder, pues la deidad, cuyo arribo las había tenido en vilo, se hacía presente con el inmenso azul del cielo a su espalda. Tal y como se esperaba, el viaje de Elfir a través de los cielos no había sido en vano y la sangre oscura de algunos Orphan delataba la ocupación de su tiempo en destruirlos. Sin embargo, para sorpresa de las dos mujeres, esta era la primera vez que la diosa usaba sus maravillosas alas en su presencia, las cuales recordaban porque era hija de Amaterasu. Miraron absortas las plumas doradas, cuyo precioso brillo emulaba la luminosidad del sol, y para cierta princesa de Remus, fue absolutamente imposible dejar de verla.

Zire contempló su barbilla recta, los ojos que destellaban poder a través de rayos azules y su glorioso rostro manchado de hilos negros; tragó saliva en cuanto Elfir atravesó la cortina de agua eliminando cada rastro de aquella oscuridad, pero hizo translúcido el vestido de lino celestial que se ciñó incluso más a su cuerpo, revelando los secretos de las hermosas formas y la piel que sus manos ardían en deseos por tocar. La princesa no imaginó lo terrible que sería ser vista por ella, con los pecados de su lascivia expuesta y el temblor de su cuerpo, casi incapaz de sostenerla.

Fue como morir un poco, cuando sus pasos las aproximaron y la sonrisa en sus labios delató el conocimiento de su debilidad, sintió la piel arder y la voz abandonarla, pero no pudo apartar la mirada. Casualmente, las sorpresas no se acabaron, pues la diosa hincó una rodilla en el suelo, replegando sus preciosas y largas alas, las cuales rozaron el suelo y la miró con el firmamento en sus ojos, casi pudo jurar que vio estrellas en ellos como puntos blancos en el fondo de sus iris. Entonces sintió el toque de sus dedos, enredándose alrededor de su muñeca, la caricia delicada, seguida del maravilloso roce de sus labios en el envés de su mano, transmitiendo pequeños hilos de placer a lugares que no sabía que estaban conectados.

Suspiró y se mordió la boca, tan pronto el aire la abandonó. —"Deja de mirarme, por piedad… mi alma no lo soporta"— pensó la dama rubia cerrando con fuerza sus ojos, pero esto fue un error… pues sus sentidos se agudizaron, sintiendo su contacto con más intensidad.

Segundos más tarde, el frío de un material diferente la sorprendió, las manos de la castaña se apartaron y el peso de algo que sin duda era una joya se sintió en su muñeca. Abrió los ojos para entender qué había pasado y vio el brazalete que la misma Elfir usaba siempre, salvo que en su propio antebrazo. —Este es mi presente para ti… "Como muestra de mi profundo amor por ti"— Pensó la castaña sin dejar de mirarla, habiéndola arrinconado. —Querida De'Zire, mi dulce Imperatoria Saphir Purpura.— Lo dijo con una ternura que impedía el pensamiento a la joven princesa. —En presencia de Teana, la gran madre del templo, dejo saber al mundo que es mi voluntad elegirte como la heredera incuestionable del trono de Remus y quien ose contrariar mi potestad, será maldecido por el poder de los cielos.— El artefacto brilló y con él la intención secreta de Elfir para hacerla su esposa, se completó. —"Ya le hice entrega de mi promesa con un obsequio de mi mano. Ahora… ¿Qué se considerará suficiente para la unión de cuerpos?"— Se levantó dejando que el viento secara sus ropas, luego las hadas recompusieron sus cabellos y la corona de zafiro en su cabeza.

Zire pensó que era una injusticia como ella podría volver a verse tan magnífica sin el más mínimo esfuerzo, cuando ella debía ocupar infinitos esmeros en estar presentable como princesa de su imperio.

Teana se aclaró la garganta. —Soy testigo y la voz será transmitida por las damas del templo, de acuerdo a su voluntad. ¡Oh, gran señora del aire!

—No puedo expresar la magnitud de mi agradecimiento, excelsa diosa.— Recuperada la compostura y los modales, fue esta vez De'Zire quien reverenció a Elfir.

—¿Alteza?— interrumpió un guardia, quien, notando lo inoportuna de su llegada, se inclinó e informó el mensaje. —Su majestad, la emperatriz Sara, la ha llamado, pues ya es momento de que realice las preparaciones para la consolidación de sus nupcias.

La dama de iris violáceos se sintió incómoda por la mención de estas cosas en presencia de la diosa, por cuyo rostro pasó fugazmente una mueca de dolor, que pudo ser su imaginación. Tal vez, era una figuración, pero debía obedecer. —Su excelencia, me despido… mostraré mis agradecimientos el próximo día, si me permite algún momento de su tiempo.

—¿Quieres agradecerme?— Elfir la retuvo suavemente, sosteniendo el brazalete que le obsequió y aproximándose a su oído. —No te entregues a él, te lo imploro. Elígeme…

—Sería como decir, que no toques a la duquesa Kruger…— Respondió igual de bajo, para que esta conversación se quedara entre ellas.

La deidad se quedó de pie en la plataforma, mirando como Zire se marchaba con el joven escolta, cuando la mano de la querida Tiana se posó en sus hombros para darle consuelo. Le sonrió con agradecimiento a la mujer de cabellos blancos, cuya empatía tocaba su corazón. Ella realmente quería hacerlo de una buena forma, pero tal parece que las palabras de Valiant no habían sido en vano y el hilo de este destino era incluso más fuerte de lo que había anticipado.

Cuando la noche se hizo presente en el cielo, Elfir se infiltró en los aposentos del apremiado prometido, esperando la llegada de la hora pactada. Kamui se movía nerviosamente de un lado a otro en su habitación, ya bañado y oliendo a exquisitas esencias de flores que según sabía eran del agrado de Zire… estaba cuidadosamente peinado y afeitado, pues se le dijo que a la dama no le gustaba demasiado el bello facial. La deidad había usado su forma primordial, siendo el viento mismo y observó al hombre durante largos minutos, escuchando sus diatribas sobre lo que debía y no debía hacer, así de alterado estaba el muchacho y ella pudo sentir lástima por él al menos durante unos segundos. Hasta que lo oyó decir que tal vez estos nervios le impedirían lograr una erección adecuada y cuan vergonzoso sería, pues no tendría cara para ver a la princesa la siguiente vez. Así, la diosa supo que les habían preparado una habitación especial, que solo sería usada una vez cada mes en el ciclo fértil de Zire y hasta que la princesa quedara encinta.

Tantos cuidados para matarla, era el colmo de la ironía…

La diosa evaluó cuidadosamente el momento en el que intercambiaría su lugar con él y lo siguió como si fuera su propia sombra; observó las alentadoras palmadas que recibía en su camino por parte de los soldados y cualquier hombre en general en los pasillos, se sorprendió de saber que hubiera tanta solidaridad entre ellos. Casi parecía que celebraban el logro como si fuera propio y es que no era un secreto, que la princesa era una mujer realmente bella, que había recibido los títulos populares más inusuales por motivo de su larga reticencia con el matrimonio y especialmente el cortejo masculino.

Al llegar a la puerta de la habitación en la que seguramente De'Zire ya se encontraba, Kamui tocó con un distintivo número de veces sobre la madera, como si fuera la tonada de una canción, y con ello la suave voz de la dama rubia le concedió el paso. Pensar que se habían tomado tales molestias para coincidir. En cuanto Kamui cruzó el umbral y la puerta se cerró tras de sí, Elfir lo noqueó y robó el sonido de toda la habitación para que la dama, cuya espalda era todo lo que podía ver, no se percatara de la situación. La castaña agradeció a los dioses la romántica iluminación a base de velas, que, en sí, no brillaban demasiado. Bastó un pestañeo para que la diosa llevara al chico inconsciente a su habitación, viajando a través de la luz en apenas segundos…

Al volver miró con detenimiento los pétalos y arreglos florales, las botellas servidas en baldes con abundantes cubos de hielo y las bellas copas de cristal, cada detalle pensado y ejecutado en un esfuerzo que sin duda invitaba a la calidez de una velada romántica. Pero Zire ni siquiera miraba en la dirección de su consorte, ya había bebido al menos la mitad de una botella de vino por su cuenta y estaba sentada en el lecho inmenso mirando por la ventana que tenía la preciosa vista del templo cercano.

—Kamui…— Dijo repentinamente y Elfir pudo creer que su corazón se detenía, porque no era hábil en la creación de ilusiones que pudieran engañarla, ¿sería descubierta de inmediato?

¿Sí, Alteza?— susurró, encantando su propia voz para que sonara como la de él y se odió un poco por hacerlo, pero pensó que si lo hubiera noqueado después, habría sido problemático.

—Quisiera que acordemos algunos detalles prácticos, sobre los límites de nuestros encuentros…— Dijo Zire frotando el puente de su nariz. —No podrás besarme en los labios, es un acto que se destina a los enamorados— musitó con voz firme y fría.

No te besaré en la boca…— afirmó Elfir, manteniéndose en el punto ciego de la mirada de la joven y temiendo cada instante por la ocasión de una mirada suya. Pues no podía tomar la forma de un hombre para fingir, era este uno de los numerosos predicamentos de su situación actual, pues no pudo coincidir con Ceret para solicitar alguna de sus ilusiones y tampoco lo sintió correcto, dentro de lo perverso que le parecía todo esto.

Zire agradeció esta consideración y continuó. —No está permitida la sodomía y jamás conocerás de mí, una felación…— para la princesa era realmente difícil decir tales cosas, pero establecer sus límites inquebrantables, era, por decir lo menos, una prioridad en ese momento.

Lo respeto y jamás solicitaré tal cosa.— Imaginarla haciendo tales cosas revolvió el estómago de Elfir, se aseguraría que ese sujeto jamás intentara nada como eso, le impondría una restricción de voz y de acto para garantizarlo.

—Finalmente, desearía que no me veas desnuda. ¿Es eso posible?

Intimemos en las sombras, Alteza…— Murmuró una vez más, retirando la cinta de seda de su escasa indumentaria, con ella se movió sobre la cama y se arrodilló detrás de Zire, veloz, pero gentilmente deslizó la tela sobre los ojos de la dama. Incluso más hábilmente, sujetó la cinta de la bata de la princesa, y la puso sobre su propio rostro. Entonces tomo la mano de la princesa y con sus dedos la guio para que palpara la tela, de tal modo que supiera que ninguno de los dos podría ver. —Estamos en igualdad. Así podrá pensar en alguien a quien ame.

Con la certeza de aquella prenda sobre los ojos de ambos, Zire comprendió que él intentaría respetar sus deseos lealmente y que por ello su elección había sido correcta, solo lamentaba impedir con esto la oferta de matrimonio a la dama que fuese dueña de su corazón. Ello no impedía a su mente ocupar pensamientos más oscuros y cobardes, por lo que se mantuvo firme sobre su decisión a base de fuerza de voluntad. Este era el adiós a la persona que amaba y que había elegido a alguien más para hacer su vida. —Puedes proceder, Kamui Sorata… y por favor, sé gentil.

Gracias, Alteza…— Musitó Elfir con el encantamiento en la voz y la tensión en la barbilla, porque casi quería llorar, se mordió la boca y consideró que era la peor cosa que había hecho en su vida.

Se forzó a pensar en las razones y en el hecho de que, talvez, no tenía que llegar tan lejos… solo necesitaba formar el lazo, crear la marca y con ello, sanar su corazón. Así rompería esa funesta línea del destino. Sin embargo, sintió derrumbarse en cuanto, tocó sus hombros con sus manos y Zire tembló, esto era peor que patear a un conejito herido, incluso imaginó que era blanco y que tenía ojitos violetas… se pudriría en el averno por esto. Se quedó quieta y consideró decir la verdad, sin importar que Valiant fuera enviado a las fosas o los calabozos más oscuros.

La castaña se palmeó la cara y se dio valor, estaba robando un momento precioso de una joven pareja, podría solicitar a Derha una temporada de castigos en las fosas para compensar su consciencia, pero la vida y el bienestar de Zire era más importante, la amaba, la deseaba y quería que este recuerdo fuera hermoso para ella. Entonces volvió a aproximarse y deslizó los dedos sobre sus hombros con una caricia tentativa… esta vez la remusiana mantuvo la calma.

Sus propias manos temblorosas la tocaban temerosas, retiró la melena dorada de su cuello y suspiró, su aliento rozó aquella nuca nívea, logrando el estremecimiento de la bella mujer esta vez de placer. La abrazo delicadamente apoyando su pecho vendado desde su espalda, mientras la mano derecha acariciaba su costado tímidamente y la izquierda se aseguraba de palpar el brazalete que le había dado esa misma tarde. Tenía su presente y había unión de cuerpos, sus pieles desnudas estaban en contacto. ¿Qué más rayos querían? Se quejaba con los dioses o con la vida por no conocer las delgadas líneas que dividen unas cosas de otras, no podría llegar hasta el final de esta manera.

—¿Estás herido? ¿Te hiciste mucho daño?— Cuestionó la dama rubia, girando su torso para auscultar los pectorales de su prometido, pero la mano de Elfir la detuvo a tiempo.

Ya no podía usar esa nefasta voz, así que apoyó su frente en el hombro desnudo de Zire y negó con la cabeza para dar a conocer su respuesta.

—¿Te duele?— Preguntó otra vez, cuidadosamente bajando sus manos sobre el estómago del muchacho, sintiendo unos impresionantes abdominales que eran evidencia de su constante entrenamiento o eso pensó ella.

Sabiendo que por cosas como esta, Kamui se enamoraría de ella y Zire de él, Elfir no pudo evitar sentir dolor… salvo que este estaba alojado en su corazón. Asintió con la cabeza y guio las manos de Zire sobre sus piernas, las cuales rodeaban la cadera de la dama, sin que su intimidad la tocara, después de todo, sería muy evidente la ausencia de cierta parte en su anatomía, de la que los hombres suelen estar muy orgullosos.

Volvió a acercar su pecho a la espalda de la dama y esta vez, besó su hombro y deslizó sus labios sobre su cuello, mordiendo suavemente la piel a su alcance y acariciando su vientre suavemente. Zire tembló y sus manos se apretaron un poco en los muslos de su compañero de batallas, o al menos así lo creyó ella… La culpa insondable que la embargó ante las sensaciones que aquel hombre le prodigaba, no tardó en martillar en su mente, porque besos como esos los había sentido desde los labios de Arika Sayers en las noches que compartieron en Windbloom.

La hizo reaccionar, incluso gemir. Elfir pensó que era algo bueno, pero inmediatamente ardió en celos ante la idea de que otra persona pudiera generar tales sensaciones en ella. No podía continuar así, iba a perder la cordura si se atrevía a más y tomarla fingiendo ser él, era un crimen imperdonable. Resuelta a realizar el pacto a como diera lugar, le dio la vuelta y la depositó en la cama, se posó sobre su cuerpo enredando sus piernas y uniendo toda la piel que fuera posible entre las dos, un abrazo de cuerpo entero. Sostuvo las muñecas de la dama y la besó en los labios, mientras hacía fluir su poder sagrado, entre el brazalete, su pecho y la cadera, así la marca dorada de las ramas de un cerezo comenzó a nacer en la pelvis de Elfir. Zire notó las evidentes diferencias corporales y comprendió que no era Kamui con quien yacía en ese momento.

No había forma de engañar las leyes de los dioses, por lo que Elfir sintió un profundo dolor en cada fragmento de su piel en el que aquellas marcas se formaron. Para su infortunio no proliferaron solo allí, pudo sentirlas en la espalda e incluso cerca de su pecho. La castaña no pudo soportarlo y sus alas crecieron en su espalda por reflejo protector. Por lo que extendió la mano sobre el seno de Zire y arrojó tan rápido como pudo el poder sanador necesario para restaurar el corazón, sintió cada fibra ser reconstruida correctamente, mientras la princesa forcejeaba bajo su cuerpo. Con la mano que le quedó libre, se quitó el velo de los ojos y lo que vio, la llenó de una ira inconmensurable.

En cuanto la sanación concluyó y los hilos dorados abandonaron los dedos de Elfir, esta se apartó de Zire de un salto y con ayuda de sus alas se estabilizó en el aire, antes de poner los pies en el suelo, mientras se sostenía el costado donde podría apostar que una rama de cerezo sin flor ocupaba el lugar. Los ojos azules buscaron en el cuerpo de la joven el vínculo, apenas notó la formación de una marca incompleta que se observara borrosa y débil, con un capullo rosado, casi infértil, a poco de estar marchito; pero no parecían ser un problema para ella que no delataba dolor alguno. Talvez Zire realmente la quisiera… al menos un poco, pero aquella débil flor no tendría sustento, si no completaba el pacto.

—¡Eres una verdadera idiota!— Gritó Zire, cubriéndose con la sábana, aunque sus ojos no evitaron contemplar la vista, el cuerpo desnudo de Elfir realmente llamaba demasiado su atención. Vio los abdominales y las preciosas piernas que tocó de primera mano con sus dedos y entonces las sensaciones rememoraron en sus recuerdos con un significado completamente diferente.

—¡Lo soy!— Admitió, quitándose la venda de la cara. —Te imploré y no hiciste caso de mí.— Le recordó con la intención de desviar la conversación. —No iba a dejar que ese idiota te tocara. ¡Ni siquiera te gustan los hombres!

—¡Eso no te incumbe!

—¿Podrías ser un poco más honesta contigo misma y admitir que nos deseamos?— Se quejó con voz resentida e infantil, ciertamente. —O al menos valorar tus propios intereses. Si el problema es la fecundidad, yo puedo ayudarte. Elige a una mujer a la que pueda bendecir para ser la madre de tus hijos y hazlo… pero no dejaré que ningún hombre te toque.— Refunfuño como una niña para esconder la calidad de su crimen y pecado.

—Entonces todo se trata de tu ego. ¡Eres una niña caprichosa!— Zire no podía creer que ese fuera todo el embrollo, ¿decía que le preocupaba su gusto por las mujeres? ¿Realmente haría todo esto por una razón tan peculiar? Consideró que era imposible discutir con una diosa a la que seguramente no se le había negado nada en la existencia. La iba a regañar a fondo, pero vio la tela sobre su pecho. —¿Qué te pasó en el pecho? ¿Por qué usas vendas?— Esa preocupación ya no se iba de su mente.

Por nada del mundo le diría que era para ocultar su pecho de mujer o que temía que la descubriera inmediatamente, dijo media verdad. —Me disloqué el hombro de lo fuerte que le pegué a Lakshmi, ahora solo es una magulladura— Murmuró con una mueca y cubriendo algo de su desnudez con sus alas, era difícil discutir con alguien que sí podía cubrir su cuerpo.

—¿Acaso no te das cuenta lo mal que estuvo todo lo que hiciste?— Zire se sonrojó al notar que evidentemente Elfir sabía que la veía desnuda y por eso se cubrió justamente a la altura de la pelvis y su zona más íntima, pero disimuló lo mejor que pudo. —¿Qué le hiciste a Kamui?

—No lo dejé tirado en la cima de una montaña a morir de frío, si es lo que te preocupa…— gruñó por lo bajo. —Duerme como un bebé, en su habitación…— Prefirió omitir la parte que involucraba un golpe en la nuca, un secuestro y otros detalles técnicos. —Su salud es inmejorable.— Se cruzó de brazos, tratando de controlar la horrible sensación que tenía en la piel y en el cuerpo. Esto había sido completamente diferente a la marca de Mashiro, fue como recibir heridas de combate, una puñalada sería más amable.

—¿Por qué no consideras lo que yo quiero? ¿No pensaste que yo quisiese estar con él?— Refunfuñó la rubia, más por orgullo que por otra cosa.

—¿Realmente… es lo que quieres?— Nunca en su larga existencia, Elfir se sintió tan desarmada. Un profundo silencio se hizo en la habitación, la deidad tomó la bata que había usado al principio de la noche, deshizo sus alas y con ella cubrió su desnudez. Zire no quiso preguntar por los tatuajes que vio a la luz de las velas, aunque sintió una enorme curiosidad. La castaña tomó asiento al borde de la cama. —¿Podrías perdonarme? Tal vez estoy enloqueciendo… no sé qué hacer para que me quieras, creo que voy a morir de amor si sigo así.

—Puedo perdonarte, si comienzas a comportarte como la deidad que eres.— Zire la miró con severidad y desencanto. —A veces me pregunto si me amas o solo me deseas… y si este absurdo comportamiento cesará en cuanto ese desvarío se desvanezca. Y Elfir, nadie muere de amor… solo aprendemos a vivir con esa ausencia.

Este reproche era mejor que la verdad, lo que había hecho había pasado como un acto de absurda y loca lujuria. Cerró los puños sobre su bata, conteniendo sus inmensos deseos de contrariarla y defender sus genuinos sentimientos. ¿Pero de qué serviría? —Te vi esta tarde y la forma en la que me miraste en el templo, la forma en la que nos miramos durante las reuniones, lo mucho que parece que detestas cuando las doncellas no hacen más que buscar mi atención. Cada situación me hizo pensar que tal vez… no era solo yo. Es tan ambiguo contigo, Zire.

La vergüenza inundó a Zire, quien lamentó estar en los días más fértiles de su ciclo, porque se estaba comportando como una mujer salaz. Se cubrió el rostro con una mano, sabiendo que Elfir tenía razón en este punto, las dos se deseaban mucho, casi dolorosamente. Pero no quería ser solo el objeto de la pasión, de la que fue la luz de todos sus días. —Me disculpo por eso. Entiende que la pasión y el amor no son la misma cosa.

—Pero uno sin el otro no pueden existir en una relación de amantes… ¿Eso en que posición deja a tu prometido?

Zire quien no quería mirar a la diosa a la cara porque posiblemente se delataría, negó con la cabeza. —Eres alguien ególatra e insoportable— se quejó con tal de no admitir que Elfir tenía razón.

En cambio, la castaña sintió un impulso de toser y cuando lo hizo, al menos tres pétalos de cerezo salieron de su boca y cayeron lentamente al suelo. Miró los pétalos con toda la contrariedad posible y se preocupó, ¿esta era la consecuencia de forzar un pacto? Pero Elfir no era exactamente alguien que se rinde, tomó la mano de la joven sin dejar de mirarla con sus brillantes ojos azules y su expresión triste.

—Asumí cosas inadecuadas, y no quiero hablar de él ahora mismo…— Depositó la palma de Zire sobre su pecho, sonrojándola violentamente. —¿Sientes como late mi corazón por ti?— La miró con la misma intensidad que lo hacía siempre, sabiendo que esta era su única oportunidad y si tenía que seducirla para ello, admitiría con vergüenza que era una idiota enamorada capaz de algo como eso. —Todo esto me supera con creces— Se aproximó sobre el rostro de Zire y rozó sus labios tímidamente, compartieron el aliento e intercambiando miradas.

Miró dentro de las aquellos Zafiros purpura y entonces le plantó un beso en los labios, para que no quisiera negarse esta vez. Primero presionó suavemente, luego un poco más fuerte… un segundo después succionó y le mordió el labio, estremeciendo a la dama rubia que desde hace rato tenía las pupilas dilatadas. Su gemido escapó y con ello, su delirio se extendió… Zire rodeó el cuello colocando su mano izquierda en la nuca de la deidad, la atrajo más cerca, mientras que con la mano derecha, que ya había tocado su palpitante pecho, la abrazó. Sus bocas se unieron con ansiedad y deseo, se fundieron sus cuerpos y sus piernas se enredaron, queriendo sentir toda la extensión de la otra.

Los besos de Elfir bajaron por su barbilla, por su cuello mientras la acostaba suavemente en la cama y se puso encima de ella, con sus manos acarició los turgentes pechos de la preciosa heredera, con su boca lamió los pezones y con sus muslos fuertes, rozó la intimidad de la joven en repetidas ocasiones. La deidad se acomodó entre las piernas de su amada para que sus lugares más íntimos se rozaran exquisitamente y sus néctares se mezclaran, haciendo del roce un contacto tanto más resbaladizo y directo. Se besaron y se mecieron una contra la otra mientras sus pechos se acariciaba al compás de sus anhelos. Las púas cedieron y el dolor se fue evaporando del cuerpo de Elfir, los cerezos germinaron en la piel de la diosa y las bellas enredaderas ocuparon el espacio correcto en la cadera de la princesa, donde los preciosos botones de la flor pulularon en las ramas.

Estaban a punto de alcanzar el clímax, cuando el sonido estridente de un metal en el pasillo, rompió la magia del momento, asustando a Zire. —¡Dioses!— Empujó lejos de ella a su amante como si alguno de los guardias pudiera verla a través de la puerta y todos conocieran su pecado, lo cual era imposible.

Importándole un comino si el guardia se había empalado con su propia lanza o simplemente la dejó caer estando medio dormido. —Sé mía…— Le dijo Elfir jadeando y sonriendo. Había logrado unir sus cuerpos, ¿verdad? Pudo sacarla realmente del hilo del destino. Tan solo necesitaba un sí… por pequeño que fuera, no puede haber ni el más mínimo engaño en un lazo de unión, así que rogaba por su afirmación. —Dime que eres mía para amarte, yo te doy mi alma… mi amor.— Le murmuró sus votos, esperanzada de que esto fuera más que solo un reemplazo razonable de la palabra matrimonio, así podría solidificar el lazo y tal vez…

Lamentablemente, se equivocó.

Zire quien notó el peso de sus acciones al haberse dejado llevar, negó con la cabeza. —Tú sabes que esto…— Dijo con voz arrepentida. —Esto fue un error.

—¿Un error?— ¿Había oído bien? La señora del viento se mordió la boca negando con la cabeza, qué contrariedad. —Temblaste en mis brazos. Mi amor…— Porque la princesa intentaba ver a otro lado para evadirla. —Por favor, mírame.— Trató de tomar su mano, pero tal cosa no funcionaría dos veces, Zire se aseguró de mantenerse lo suficientemente lejos.

—Ya hemos saciado esta magnética tensión, así que podrás seguir adelante con tu vida, ¿no es así?— Se cruzó de brazos, procurando mantener la fachada. —La finalidad del contrato que propusiste alguna vez… estaba relacionado con este insano deseo y se ha completado.— Zire consideró que así la diosa dejaría atrás su capricho y todo acabaría.

—El contrato… que nunca firmamos.— Negó con la cabeza sintiendo una profunda decepción. —Entonces… creo que es mejor que me vaya.— Sintió una vez más el impulso de toser, pero esta vez lo soportó, pues ya no quería estar allí.

Se levantó de la cama y las hadas que emergieron mágicamente, se aproximaron para vestirla con presteza. Esta vez Elfir no escaparía como un fantasma al desnudo, por lo que apenas estuvo presentable, se desvaneció. Fue y volvió, pero no lo hizo sola, arrojó el cuerpo inconsciente de Kamui en el espacio vacío de la enorme cama, pero el hombre no se inmutó pese a la tosquedad de la diosa. Ni aunque su bata se desató y su pecho fue expuesto a la mirada asustada de Zire, quien no podía creer lo que Elfir estaba haciendo.

—He aquí al hombre que deseas, a tu futuro esposo.— Dijo con rabia en su voz. —Creerá que la consumación ocurrió, a causa de sus sueños— y esparció un poco del polvo del sueño que Derha le dio por un trabajo previo en Windbloom, una cantidad que dormiría a un caballo. —Yo cubriré este… error— El tono era totalmente rencoroso.

—Esto es… en serio eres…— no sabía ni como describirla. —Ni siquiera puedo decirlo.

—Yo tampoco, no sé en qué estaba pensando cuando interrumpí tu idilio con este imbécil.— Mintió con los ojos enrojecidos. —Solo… solo…— se negó a decir nada más y se fue al igual que sus hadas por la ventana.

En cuanto se quedó a solas sin la diosa y sin las hadas, las sombras volvieron a reinar, siendo apenas apaciguadas por las velas que se mecían con el suave vaivén del viento. La joven de mirada violácea miró confundida la ventana como si ella no se hubiera marchado hace segundos por ahí.

¿Qué había pasado exactamente? Todo había pasado tan rápido que estaban discutiendo, se sumergió en los cautivadores ojos brillantes de radiante luz azul y no hubo nada más que ruido a su alrededor, sabía que se besaron y después enredaron sus cuerpos en movimientos magistrales, se… se acostaron. Se cubrió el rostro más que apenada, sintiendo sus labios un poco inflamados por los besos apasionados que compartieron, su pecho en el que los dientes de su amante hicieron delicias, sin mencionar su lúbrica entrepierna y el hecho de no haberlo completado comenzó a doler en su vientre. Se mordió los labios, deseando tenerla de vuelta, pero entonces consideró lo que pasó después y sus ojos se abrieron asustados… Le había dicho que fue un error…

Claro que lo era, ella estaba prometida a otra persona, le estaba siendo infiel a Kamui y se supone que es una mujer decente que honraría su palabra. Pero eso Elfir no lo sabía, pues no especificó la clase de error. Su equivocación estaba relacionada con una falta a sus principios… El ronquido de Kamui llenó el silencio y a ella no le quedo más remedio que vestirse y acomodarlo en la cama, era obvio que ya sería imposible dormir. Zire mordió la punta de su dedo con ansiedad. ¿Por qué le dijo eso? ¿Por qué se excusó en la propuesta contractual? Quería darse de topes contra la pared, cosas tan crueles murmuradas en un momento de tal vulnerabilidad.

Temblaste en mis brazos, mi amor… sonó como un eco en su memoria y cerró los ojos queriendo llorar. ¡Claro que había temblado! Era Arika haciéndole el amor… o Elfir, ¿qué importaba? Ellas son la misma persona, tenían la misma forma de amar, la misma mirada y dulzura, esa ardiente pasión que no olvidaba ni un día, incluso el movimiento de su cadera era idéntica. Su voz, su declaración y… la había mandado al diablo por un momento de miedo o de soberbia, ya ni sabía la razón.

Sí… sus razones tenían nombre propio y una hija preciosa. Si la situación fuera al revés, ¿qué habría hecho ella? Se rio amargamente de su absurda pregunta. Mashiro le habría hecho el amor hasta el amanecer, disfrutando de ella sin cesar. Pensó y una especie de acidez le subió por la garganta, llenando de hiel el gusto de su boca. Desearía tener menos consciencia que ella, menos… principios. Era doloroso decirlo, pero el Cisne de plata había leído la situación más rápidamente; si tan solo hubiera reconocido a Arika desde ese día en la ceremonia fúnebre, entonces las cosas serían muy diferentes. Pero este era su presente y en este injusto mundo, había fallado en reconocerla cuando aún importaba.

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Apenas Elfir llegó a la plataforma de su templo con la ayuda de las hadas, se arrodilló en el suelo tosiendo y muy pronto una decena de pequeños ramilletes de pétalos adornaron el suelo, junto a la sangre dorada que manchó algunos de los cerezos. El florecimiento Marchito… Lo tenía merecido, era justo… por tocarla sin su consentimiento y creer que, despertando su deseo, tocaría un poco de su frío corazón.

Lo comprendió pronto, realmente no había completado el vínculo. El entendimiento de que Zire no era su esposa cuando ni siquiera hacerle el amor fue suficiente, la devastó. Sin importar que hiciera la rechazaba… pero la idea de que este truco fuera suficiente para alterar el hilo de ese nefasto destino, la consoló un poco cuando el llanto se agolpó en sus ojos. Ya no sabía que más hacer, la había perdido.

Se removió en el suelo, poniéndose boca arriba con bastante dificultad; elevó la mirada al cielo nocturno donde la luna brillaba. Extendió la mano tratando de alcanzar una estrella fugaz, pero no tenía aliento para volar y las lágrimas fluyeron como ríos a través de sus mejillas. Cuanto más pensó en Zire, más dolió su pecho y más pétalos fluyeron de su boca. Las gotas de la sangre de la diosa que cayeron inicialmente, alimentaron la vida de las flores. Cuando la fatiga la venció, y Elfir se durmió… a su alrededor nacieron árboles maduros de cerezos cuyos brotes comenzaron a florecer.

Con el alba, Teana fue la primera en ascender para realizar sus oraciones matutinas y se sorprendió de la hermosa e inesperada vista de la plataforma. ¿Habían creado una cúpula de cerezos y un jardín la noche anterior? El aroma era simplemente maravilloso y la vista de ensueño, hasta que vio a una persona dormida en una cama de pétalos y se sorprendió de saber que era su querida deidad. Se apresuró a llegar a su lado y la removió suavemente. —¿Su gracia?

—¿Teana?— Elfir bostezó y luego estornudó, un pétalo salió de su boca y la anciana se sorprendió de la circunstancia.

—¿Usted creó este pequeño paraíso?— Solo un dios podría hacer tal cosa, pero pensaba que la potestad de su señora se limitaba al viento y a los cielos, alguna lluvia si se enoja. Pero nunca imaginó que pudiera proliferar tan hermosas flores.

La diosa vio todo lo que había hecho con sumirse en su tristeza la noche anterior y se lamentó de lo pusilánime que era. ¿Esta era una muestra del amor que se marchitaba en el exterior, pero a cambio se enraizaba en su corazón y florecía en su pulmón? Qué suerte de maldición… Se levantó del suelo y suspiró. —Trae a los leñadores, erradica cada árbol de este lugar. Destruye cada pétalo… no quiero que nadie lo vea. ¿Puedo confiar en ti para esta tarea?

Aunque la anciana se sorprendió de ver este rostro frío y pálido, supuso que debido al cumplimiento del contrato de la princesa, su excelencia se había despertado de muy mal humor, así que conociendo los sentimientos de la diosa se apresuró a obedecerla, no sin antes decir. —Con mi vida, con mi veneración por Elfir del viento, me llevaré cada secreto a la tumba.

—Que las fortunas consideren retardar ese día lo máximo posible… quiero que estés a mi lado, Teana. También quiero que conozcas a mi esposa y veas a mi hija crecer.— La siniestra expresión se evaporó y la gran madre se sorprendió de saber que la deidad ya tenía esposa e hija, ¿entonces se había equivocado sobre su apreciación de los sentimientos de Elfir por la princesa?

—Vaya, ¿tendré tal honor?— pese a ello Teana estaba feliz, porque eso significaba que Elfir no abandonaría el mundo mortal tan rápidamente.

—Claro que sí. Traeré a Mashiro y a Rena a vivir en este templo, por lo que haremos unos cuantos cambios con la ayuda de la diosa de la creación, verás Derha es una diosa que va a caerte muy en gracia, porque es incluso más amable… ¡oh! y sus hijitas, mis sobrinas son preciosas.— Explicó alegremente, mientras se encaminaban a la mesa donde las sibilas estarían preparando el desayuno. —No sabrás a cuál vas a amar más.

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Palacio de los Lirios.

El castigo de Ceret ciertamente le había dado una lección matemática a Shizuru, la cantidad de mujeres interesadas en hombres altos, de buen aspecto físico, con un estatus elevado, era bastante mayor. Escandalosamente superior, que si se dijera lo mismo de una mujer, que no fuera exactamente el epítome de la delicadeza. Se había sentido relativamente segura, porque los hombres no se atrevieron a tanto con Natsuki a quien veían como a un igual y si les gustó de algún modo, porque vieron más allá de la ropa notando lo excepcionalmente bella que es, la idea de que estuviera casada y con hijas, fue suficiente disuasión. En cambio, la dignidad de las mujeres que antes ni siquiera volteaban a ver a la imperatoria, simplemente por ser mujer y no coincidir con sus gustos naturales, fue dejada atrás; pues exactamente el mismo número de damas que se consideraban honorables, babearon descaradamente cuando Natsuki no tuvo más remedio que acudir a su trabajo con un nuevo guardarropa adecuado a sus condiciones actuales.

Nadie quería explicar por qué 'El doncel de Hielo' se había convertido en un hombre de la noche a la mañana, de modo que Shizuru se aseguró de ponerle la ropa más cubierta posible, de tal modo que su manzana de adán no fuera vista y sus pectorales todavía menos; salvo por las tallas y el largo de los pantalones podría decir que su ropa no cambió tanto en sus gustos de vestir. Takumi le enseñó un truco a Natsuki, para camuflar esa parte mejor, y aunque fue la conversación más incómoda de la vida, la pelinegra estuvo realmente agradecida por el gesto. Usó atuendos elegantes que no se relacionaran con el cuero, como acostumbraban, porque en esas prendas el nuevo aditamento del cuerpo de su esposa, era inocultable. Resaltaba demasiado y era odioso notar que las mujeres no eran tan diferentes a los hombres, su salacidad, que no se exponía directamente, estaba mejor ejecutada.

Si los hombres no pueden quitar la mirada del escote de una mujer cuyo pecho se abulta por un corsé en un vestido. Ellas mirarían las entrepiernas con disimulo, ocultando sus expresiones a través de sus abanicos sin que nadie pudiera notarlo, pues era cosa de un pestañeo, pero saben los dioses que en su mente calcularon las medidas. Así, la cantidad de mejillas ruborizadas que contó mientras caminaba junto a la imperatoria para tomar el té con unos diplomáticos de las islas de Ealis, casi le agotó la paciencia. La realidad es que era una suerte que Natsuki no fuera exactamente espabilada en torno a los esfuerzos de las damas por llamar su atención, pues eran tan sutiles o anodinos, que la imperatoria recogió algún pañuelo que el viento se llevó y lo devolvió cortésmente, sin siquiera entender la significación del hecho.

Cada día de esa tortuosa espera, alrededor de la hora del té, Ceret vino a tratar a Natsuki. Con sus manos extrajo hilos de memoria y los purificó con una paciencia increíble, fueran auras negras las que los envolvían o tonalidades doradas, cada fibra de la red de memoria de la joven fue retornada a su color natural. La chica hablaba, aunque no demasiado y menos cuando ella miraba… a veces mientras las veía desde el otro lado de la mesa, Ceret decía que tal o cual recuerdo era precioso, se lo mostraba a su Natsuki y ambas se reían o se enternecían. La realidad es que no entendía nada de lo que pasaba sobre eso y tampoco se había atrevido a preguntar por qué algo como sostenerse las manos durante cierta cantidad de tiempo era celebrado con tanta alegría, como si fuera un logro titánico. No parecía ser malo, no se sentía mal, pero comenzó a considerar que sería excluida si Natsuki continuaba siendo un hombre más allá de una semana.

Al anochecer, en su pequeño mundo… en el palacio de los lirios, los eventos eran más controlables, pero la sensación de que incluso aquí había intensiones ocultas, acosó su pensamiento. Durante cuatro días le pareció que la mirada de alguna de las nilas, estaba puesta más de lo necesario sobre cierta pelinegra durante los cambios de ropa y cuando salía en bata después de una ducha. Al principio pensó que estaba exagerando, porque las nilas son mujeres sobrenaturales en cuya raza no hay varones, por lo que ellos ni siquiera son considerados para la reproducción. Ellas pueden convertirse en espectros hermosos, como damas de velos vaporosos y etéreos, cuya luz guía a los muertos por el camino al inframundo, o ser tan sólidas y de aspecto tan humano que ninguno de los nobles de la corte sospecha nada acerca de sus servilismos. Son seres que, aparte de servirlas, equivalen a una guardia venida del inframundo, lo que las convierte en guerreras al servicio del monarca cristalino y están sometidas a su dominio. Ellas jamás le faltarían al respeto a Derha, ¿verdad?

Tal vez supuso que eran seres sin afinidad ni pasiones porque rara vez sonríen o se interesan, contrario a como los mortales son. Fue hasta que entró en la habitación para dar las buenas noches a su esposa, sintiéndose lamentable por mantener tales distancias debido a su cuerpo, que… realmente se paralizó cuando vio la forma etérea de la Nila más joven del grupo, levitando y mirando contemplativamente a Natsuki. El espectro que miraba con adoración a su señor, suspiraba silenciosamente y flotaba a escasos centímetros del cuerpo musculoso de su imperatoria dormida. Estaba claro que su esposa no sentía nada debido a la forma espectral e inmaterial de la mujer, pero eso no redimía el hecho de que la sobrenatural se tomara tales libertades y se hiciera que clase de fantasías. Sus ojos rubí destellaron sobrenaturalmente, y los hilos de animus rojizo atraparon a la Nila con casi ningún esfuerzo. Con apenas un pensamiento movió a la mujer cerca de ella, la sacó al pasillo y una vez allí la interrogó.

—¿La tocaste? ¿Le hiciste algo?— Cuestionó Shizuru con voz amenazante.

—No… mi señora— Admitió la joven que más rememoraba un fantasma albino de ojos grises. —Nunca osaría tocar al gran monarca.— Pronunció, aunque con evidente decepción, pues ninguna de ellas se sentía digna de aquel al que servían, y era cierto que la mayoría admiraban al monarca del inframundo, pues sin él, su raza no tendría un lugar donde existir, ya que fueron despreciadas durante mucho tiempo. Por lo que contemplarlo era todo a cuanto podrían aspirar, la Nila deseó estar más cerca de él, cautivada por su belleza… pero sabiendo que se excedió, ahora ya no tendría el privilegio de servirlo.

La imperatoria entró con ella al cuarto de las niñas y la entregó a la nana. Tuvo que pedirle a Lurha que reemplazara algunas de las nilas que las servían, y que escogiera con más sabiduría a sus sirvientes. Después de deshacerse de aquella acosadora infame y de explicarle lo que había pasado, escandalizando a la anciana… Shizuru volvió a la habitación de Huéspedes, despertó a Natsuki y le exigió dormir en la misma cama para prevenir circunstancias como esa en el futuro. Su adormilada esposa la obedeció sosteniendo su almohada como si fuera un peluche, igual que su hijita, y sin entender por qué le permitiría dormir con ella, pero como quien va al paraíso, no hizo demasiadas preguntas.

Shizuru prefirió guardarse su disgusto, pues hasta las nilas admiraban demasiado el nuevo cuerpo de su mujer y pensó que era mejor que ella no supiera, cuan deseado era. Pero aquella mañana comprendió a que se refería Ceret sobre los misterios del cuerpo de los hombres al alba… se despertó en cuanto sus caderas tuvieron contacto y no pudo olvidar ese intruso entre las dos, que era incluso más prominente que en la ducha, una carpa tendría mucho que envidiar a los pantalones de su Natsuki ese día. También fue imposible quitársela de encima, pues la abrazaba felizmente aun estando dormida. Entonces presionó sus manos sobre su pecho y la alejó de sí, más por la buena voluntad de Natsuki que simplemente se quitó de encima. Fue incómodo y difícil murmurarle sobre esta circunstancia, porque ella ni siquiera se daba por enterada, al menos hasta que señaló el lugar del incidente y la pelinegra espantada corrió al baño. Era una prueba a su amor, pensó Shizuru sufriendo cada minuto y cada hora, cuando nunca en la vida le pareció que una semana fuera tan larga.

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En su morada en el quinto día, terminaron sus trabajos como imperatorias, cenaron y más tarde en su palacio, Natsuki realmente había vuelto a la infancia. Shizuru adoraba verla mientras se arrastraba por la alfombra gateando con sus hijas, proveyéndoles juguetes y experiencias coloridas, peluches, casitas y relatos fantásticos con efectos holográficos que, según Natsuki, se inventarían dentro de algunos siglos. Estaba segura de que sus niñas hablarían temprano por los hermosos sonidos que salían de sus pequeñas bocas, incluso podría jurar que había entendimiento en ellas. Al anochecer las bañaban juntas y las vestían, ella las amamantaba mientras la melodía del violín nacía con el arco en las manos de Natsuki, quien cantara bellas canciones infantiles a sus preciosas estrellas y la deleitara con su voz, que aunque grave es bastante afinada, pues, según le dijo… recibió clases de canto cuando era niña.

Tal vez Shizuru muere un poco cuando su amada pone a las bebitas sobre su pecho para hacerlas dormir, pues es la cosa más linda por ver y quiere besarla, ansía tenerla, pero… no puede hacerlo con el cuerpo de un semental en su cama. Esa noche, en el silencio de su habitación, Shizuru sintió el cuidadoso abrazo de su esposa, de pie a su espalda, y su sola presencia fue tentadora por decirlo de algún modo. La realidad es que había sentido curiosidad por todo lo relacionado con la forma física de su esposa, pero por más que se esforzaba en considerar los aspectos maravillosos y no negaría que le parecía hermoso como el cuadro de un ángel, incluso así, la atracción no nacía, y apenas se consolaba pensando que una semana pasaría rápido. Dejaron a las bebés durmiendo y la castaña se quedó de pie a la mitad del cuarto, pensando en como rechazar gentilmente a Natsuki, para enviarla a dormir a la habitación de huéspedes una vez más. Consideró que ya parecía muy gastada, la excusa del luto de la muerte de su padre y no quería discutir…

Pero tal vez ella pensaba algo diferente, porque su respiración se agitó y se quitó la camisa, se acercó sin permitir que su cuerpo la tocara, pero acarició su hombro con sus labios. Luego desanudó el cordel de la bata de su emperatriz con una suavidad inimaginable, la rozó con sus dedos sobre la seda, deteniéndose especialmente en sus pechos, lamió su cuello y lo mordió gentilmente. Shizuru sintió todo aquello con placer porque nada de lo que recibió sería distinto de las veces anteriores en las que intimó con Natsuki, cerró los ojos para dejarse hacer, tal vez si imaginaba a su mujer, podrían salir airosas de esta experiencia. La emperatriz consideró que no era tan diferente porque su esposa siempre fue fuerte, su piel continuaba siendo suave y por suerte era alguien de aspecto lampiño. Entonces, fue llevada a su cama y los besos sobre su piel fueron extasiantes. Kruger se arrodilló en el suelo, entre las piernas de su mujer, y levantó la bata, exponiendo la pieza de ropa interior. Agradeció al mundo entero por la magnífica vista o el hecho de que solo podía pensar en hacer suya a su adorada esposa.

Natsuki estaba tan feliz de que no había sentido ninguna repulsión que en verdad celebraría y con tales ánimos, consideró que si sus manos no eran tan dignas, su boca sí lo era. Retiró la tela húmeda, deslizándola por los muslos maravillosos cuyos ojos miraban, antes de rozar tan sacro lugar con la punta de su lengua. El placer que tanto había añorado Shizuru llegó finalmente, pues sujetó con fuerza la almohada para no hacer mucho ruido, temerosa de ser escuchada por las Nilas o por sus hijas. Kruger se esmeró, incluso cuando sintió que se le caería la mandíbula y que su lengua tendría un calambre, aunque eso fuera imposible. Lamió, beso y succionó con visible delicadeza, mientras sus manos acariciaban fantasmagóricamente las magníficas piernas de su esposa, para que no sintiera la diferencia de tamaño. La vio cubrirse la boca con la mano y morderla, mientras las preciosas caderas se movían contra su rostro, buscando un poco más de intensidad.

La pelinegra no se atrevió a usar nada más que sus labios, su lengua y el empuje de su rostro para satisfacer a su esposa, incluso cuando sentía que la tela de su pijama estaba lastimando una parte sensible. Así que se esmeró incluso más cuando sintió los temblores de placer y la presión de las piernas de su amada sobre su cabeza, así como un gemido de éxtasis que ninguna cobertura pudo esconder… Le dio tiernos besos y dejó vibrar su mentón sobre la sensible zona, con la esperanza de alargar un poco más el placer de su mujer, y ella arqueó su espalda en la cama.

Acarició la piel con adoración perenne y sonrió, podía tocarla, era capaz de complacerla… había tanto júbilo en el hecho. Después de alargados respiros, Natsuki se dio cuenta de que pese a la serenidad de la situación presente, la presión en su pantalón no se atenuaba y le dolía bastante. Entre la sensibilidad excesiva del miembro y el dolor en el vientre, que era algo parecido a los dolores internos de la menstruación en un día muy frío en Fukka, no sabía qué hacer. ¿Los hombres tienen cólicos menstruales? En realidad no eran los ovarios que no tenía lo que dolía, eran otras cosas.

—¿Natsuki?— Preguntó la castaña, notando que su amante no se movía de su lugar.

Shizuru se levantó para ayudarla a ponerse de pie y entrar a la cama, pero… ella vio con repulsión lo que Natsuki intentaba esconder con genuina vergüenza. No es que su excitación fuera antinatural, sería extraño que no lo hiciera, pero ni en un millón de años tocaría nada de eso, muchos menos le permitiría otras cosas. Lamentablemente para ella, todos sus pensamientos fueron muy evidentes en su rostro.

—No te preocupes, te entiendo… yo… yo realmente me doy asco a mí misma, así que… está bien. Perdona mi atrevimiento.— Dijo antes de evaporarse en el aire.

—Tsuki, yo… yo no dije nada.— Fue todo lo que Shizuru pudo decir ya en la soledad de su habitación. Sabía que necesitaba ayuda, porque aquello la estaba superando. No quería herir los sentimientos de Natsuki, pero si era honesta consigo misma, tampoco se acostaría con un hombre. Aunque ahora mismo se sentía como si le hubiera roto el corazón… ¿Por qué dijo que tenía asco de sí misma? ¿Se refería a ser hombre o a otra cosa?

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Natsuki reapareció en la habitación de huéspedes. Fue instintivo, porque no podía caminar, no sabía como hacerlo sin hacerse daño en esas circunstancias. ¿Por qué se había atrevido a tocar a Shizuru? ¿En qué estaba pensando? ¿Tal vez había sido la bata más delgada de lo normal? ¿O su maravilloso perfume? La corriente de aire que meció sus cabellos, el mutismo de su voz y la quietud de su cuerpo que la hizo etérea, el tenue brillo rojizo de sus cabellos castaños, el ángulo de la imagen. ¡Qué tonta! ¡Qué idiota! Ahora ella la había mirado con esos ojos de rubí… llenos de asco. Se hizo un ovillo en la cama y presionó su rostro con sus dedos, escondiendo las lágrimas que caían por sus mejillas, entonces enterró su rostro en sus antebrazos, tratando de apaciguar la tristeza, abrazándose a sí misma.

Arriba, en la cúpula del castillo, la sombra de un ser divino se posaba sobre la parte más alta del palacio de los lirios. El hombre guardó en sus ropas la bolsa en cuyo interior guardaba el polvillo rojo que usaba ocasionalmente para resolver los hilos del destino entre los amantes. Oren disfrutaba su trabajo y tendría que admitir que la resistencia de Shizuru era una cosa que le sorprendía, debió bañarla en deseo dos veces, solo para que le permitiera a un hombre el contacto. Incluso podría halagar la paciencia de las dos, cuando sus ojos podían ver sin dificultad el deseo que las consumía. Pero ya estaba hecho, esta era la primera parte de su plan…

—Oren… ¿Qué has hecho? — La voz de Ceret a su espalda, le advertía que estaba parado sobre un cristal muy delgado, pese a ser solamente un espectro, pues su ser material aún se preservaba en la dimensión de los mares.

—¿Vengarme? Los lunáticos han arruinado a mi familia…— Dijo sin reparo las razones conocidas, mirando de soslayo a la dama de la memoria.

—La ira de Přistát se debe a que su esposo es quien no puede contener sus deseos en secreto o al menos en sus pantalones. Tu papá está devastado por un hombre que no lo ha merecido en primer lugar.— Refutó la pelirroja de ojos azules, sospechando de lo que fuese que hubiera traído a este hombre a este lugar. —Es divertido ver que prefieren buscar culpas en los externos sin mirar el problema de fondo que tiene Susano-o.

—¿Merecer? ¿Problema de fondo?— La ironía fue tangible en la voz del dios de la fortuna, aquel que vincula los deseos y las pasiones de los seres, a quien se le adjudica la fortuna en el amor. —¿Lo dices tú que… mendigas el amor de un ser dañado y maldito?

—Yo no mendigo amor, yo tengo su amor. Soy su esposa… y nada significa serlo si le abandonara en un abismo.— Ceret se mantuvo serena mientras evaluaba en los recuerdos circundantes los efectos de las acciones de Oren.

—No lo eres ante sus ojos. Ahora mismo solo puede ver a esa bastarda abusiva de nombre Nao Yuuki. ¿Que se siente ser la pesadilla de aquella a la que tanto adoras?

Ceret tensó la mandíbula, no respondería tal cosa. —¿Que se siente saber que tu padre es una zorra que daría lo que fuera por tener a ese al que llamas lunático?— Respondió la estocada verbal, reforzando en Oren el recuerdo de la fantasía de Susano-o, siendo sometido por la fuerza gloriosa de Tsukuyomi.

El dios de iris dorados tensó la mandíbula… divertido por el hecho de que esta batalla podría ser en las dos direcciones, ¿quién lo diría de la pura y honorable Ceret hija del sol? Pero él, que había tejido los hilos de las pasiones de los seres de este mundo, entendía perfectamente los ímpetus de su padre y en realidad no le molestaba. Realmente no deseaba la discordia con Ceret porque era por completo una mujer de su gusto. —No quiero discutir contigo, hago esto por mi familia, por mi padre, incluso si no coincido con su interés. El sol, la luna y los mares se han segregado, hay bandos…

—El inframundo también es una dimensión, la más peligrosa… Oren— Le advirtió con tono de autosuficiencia. Había muchos sobrenaturales viviendo en los paraísos, Nilas tan numerosas como para recolectar las almas humanas de los cuerpos que fallecen, guerreras selectas que escogió para su guardia y los Shungit que crearon Derha y Terim… solo por analizar sus números y no involucrar a sus aliados.

—¿No eran neutrales?— Se quejó el tercer hijo, entrecerrando los ojos.

—Dos hijas del sol gobiernan allí y la hija del mar, está recluida en sus palacios marinos… el segundo pilar, Zarabin, duerme. ¿Por qué seriamos neutrales si han secuestrado a nuestra dama del renacimiento?— Defendió Ceret y la expresión de Oren delató su sorpresa ante la inesperada circunstancia.

—Creí que la odiabas.— La diversión de Oren no hacía más que crecer, realmente le gustaba Ceret, no debería ser esposa del pelele y primer príncipe de la luna.

—No coincido en muchas cosas con Zarabin, pero conozco su trabajo…— Admitió, porque era obvio, no son las mejores amigas. —Oren, yo puedo separar mis emociones de mi deber, algo que a los oceánicos les falta. Ser un pilar implica que fue coronada como aquella que gobierna las almas y el renacimiento, ella es vital para nosotros… y en breve, cuando sea esposa de Derha, el dominio de tu padre no significará nada. Asegurate de hacerle saber que la dimensión del inframundo acaecerá sobre su morada, pero esto podría evitarse si nos entregan a nuestro pilar por las buenas.

—¿Nuestro? ¿Realmente has aceptado que sea parte de su familia? ¿Piensas que voy a creer eso?— El dios frunció el ceño, eso sí que sería inconveniente, necesitaba que estuvieran divididas y en eterno conflicto. —Yo te daré un regalo, Ceret… y eso es solo porque me parece que eres demasiada mujer para el cubito de hielo, que es hijo del ambiguo de la luna. Pero como lo amas… puedo empatizar contigo.

—Eres un imbécil, respeta a mi esposa.— Se cruzó de brazos, no quería nada del idiota ese.

—¿Por qué no te quedas y resuelves el problema? Tu amado Derha sufre enormemente por el efecto del polen de eros.— Sonrió inocentemente con ese rostro perfecto, pero malicioso, refiriéndose el nombre del polvillo que había esparcido antes y que fue la causa del desafortunado encuentro entre las esposas. —Una felación es una cosa que ningún hombre rechazaría, y menos uno que cree que va a explotar.— Dijo con sorna, aunque algo de conmiseración, no le deseaba tal dolor a ningún hombre. —Yo haría que la copia de mi hermana quisiera arreglar las cosas, con una pequeña idea y una casualidad, un camino a la habitación de huéspedes. Si Shizuru las viera en medio de tal cosa, repudiaría a Kruger y ella sería solamente tuya.— El castaño de ojos dorados le sonrió, tendiendo esta oferta y exponiendo su mano para sellar un trato.

—No sería diferente a ese juguete artificial que Zarabin creó. Nao Yuuki es quien tomaría tu mano, yo soy más que diferente a ella. Esa persona solo es una suposición de tu hermana, sobre lo que cree que yo sería… y parece que las fortunas piensan bastante mal.— Aclaró la pelirroja con frialdad en su rostro. —Yo solo recibiré el amor de mi esposa, cuando ella se sienta lista para dármelo. Tú no lo sabes, pero soy alguien muy paciente.

—Y yo soy muy rencoroso. La vida de mi pequeña hermana no nata, pende de un hilo por causa suya.— Señaló hacia abajo, donde Kruger estaba. —Tú lo sabes bien, si el lazo de los dioses que dan vida a un bebé se rompe antes del nacimiento, nuestra Zarai podría no nacer. ¿No es esa la razón por la que no te apartas de ella?— Insinuó con tono mordaz.

Ceret mantuvo la mirada fija en Oren, pero no flaqueó pese a sus acusaciones. —Entonces lanza algo de ese polvo sobre tus padres y todo estará resuelto.— Respondió igual de mordaz.

Tal respuesta no fue del agrado de Oren y entonces se puso serio. —El bebé que está en tu vientre me aseguraré de que nunca nazca…— amenazó mirando a Ceret a la altura de lugar mencionado. —Si Zarai muere antes de conocer el mundo, lo haré. Porque solo así, Tsukuyomi y Derha, sentirán la misma pérdida que nosotros.

Ceret sonrió suavemente, sin una pizca de temor… —Mi bebé existe, Oren… porque su madre me ama. Mi amada hija nacerá… te lo aseguro— Sentenció y luego afiló su barbilla, mirando amenazadoramente Oren. —Pero, querido… ¿No sabes que estás jugando con fuego cuando te atreves a amenazarme a mí o a mi bebé? Vuelve a interferir y destrozaré tu mente, instante por instante, recuerdo por recuerdo. Al final solo serás un cuerpo hueco, como una cáscara vacía, y no habrá magia o poder que te sane, si no es por mi clemencia.

—Eres deliciosa cuando te enojas, muéstrame más caras lindas— Dijo el pelirrojo disimulando como sintió escalofríos en la espalda o se encogió su pecho. —Ya que no me freíste el cerebro, te lo diré…— El dios de las pasiones y el amor, la reverencio e intentó tomar la mano para besarla cortésmente, pero Ceret lo evadió manteniendo las distancias. Oren se irguió nuevamente, desacostumbrado a ser rechazado, por lo que codició un poco más a la mujer frente a él. —Estamos restaurando el destino de Shizuru. Fue Mikoto quien alteró su vida, dado que Zarabin había dado por perdida la batalla cuando Nao Yuuki obtuvo el amor sincero de Natsuki Kruger en su infancia.

Ceret frunció el ceño. —¿Restaurar? ¿Usarán esas palabras para decir que harán lo que debió ser? Solo están manipulando las cosas.

—No me culpes, solo… acéptalo, Altria ya viene.

—Realmente te odio.— Se quejó cruzándose de brazos y sin poder hacerle nada realmente, dado que este solo era un fantasma.

—Del odio al amor solo hay un paso. Anda, anda… ve a consolar a tu cristal nocturno, si es que te deja tocarlo— El espectro de Oren desapareció y al final el viento se llevó su escandalosa risa.

Ceret observó el vacío de la noche, asegurándose de que aquel hombre de ojos dorados se hubiera marchado. Su amenaza no le preocupaba, pero sería precavida, le informaría a sus madres sobre las intenciones de Oren con su bebé. También reflexionó en el nombre que él murmuró como si fuera la peor sentencia: Altria… Altria Fendrak, y recordó a la hija favorita del antiguo emperador de Remulus, una dama muy atractiva, poseedora de la espada de la Luz, un viejo regalo de su madre a la línea de sangre principal, una herencia de padres a hijos. La chica es en sí bastante segura de sí misma, consciente de su encanto, alta y fuerte, pero elegante y hermosa, una rompecorazones… cuya coquetería y gallardeo solo esconden el frágil corazón de una mujer herida.

La dama de la memoria se mordió el labio, preocupada… esa mujer era la persona destinada, para la Shizuru Fujino que pudo ser, aquella que jamás conocería a Natsuki Kruger. ¿Esta era la carta que los hermanos de Zarabin usarían para evitar la unión de cuerpos de Natsuki y Shizuru? A este paso no lograría que se recupere lo suficientemente rápido y lo que pasó esta noche solo fue una complacencia en el cuerpo de la castaña, pero nada como un vínculo por sí mismo, pues a ella le desagradan los hombres. Claro, Oren no favorecería a sus enemigos ni por accidente, si uso el polvillo fue para separar incluso más a la pareja. ¿Realmente tramó que Natsuki intentara abusar de Shizuru siendo un hombre? La mentalidad de esta gente es terrible aunque ignorante, no le cabe duda de que Kruger preferiría arrancarse el miembro antes que atreverse a faltarle a una mujer con él.

Shizuru…

Pensó en ella y consideró las palabras que Mikoto le murmuró alguna vez. Ella pudo ser vendida y entregada a Nagi Dai Artai… ella habría sido su asesina, si eso llegaba a suceder, pero conocería Altria y la vida sórdida que llevaran las dos, acabaría. Ellas están marcadas, Altria fue establecida como su amante ideal, porque sus cuerpos fueron hechos para encajar a la perfección, su pasión encendería bosques enteros y con el tiempo, el amor surgiría… Altria se asentaría como una gobernante más sabia y astuta con el apoyo de Shizuru Fujino, y la castaña obtendría el respeto que le fue negado por Satoru el día que la vendió. ¿Shizuru Fujino Viola sería la emperatriz reinante en Remulus o Shizuru D'Kruger Viola sería una amada emperatriz de Windbloom? Esta es la cuestión que los atañe.

Ceret negó estos pensamientos, esperaba que ella fuera mejor, Tsukira y Erin jamás fueron contempladas en los planes de las fortunas, así que eso jugaba a su favor. Cuando miraba a la castaña veía bastante de Zarabin en ella, pero había algo que no era de la diosa del renacimiento, era un constructo propio, algo que la hacía diferente y única. Si la ayudaba era solo por ese atisbo del ser que nació de ella siendo un ser humano, valoraba su amor como algo bastante más genuino y aunque era todavía una joven que necesitaba tiempo para crecer mejor, sabía que se convertiría en una mujer excepcional. Esta es la mujer que había admitido como esposa de su amada Derha, Shizuru era esperanza, Zarabin solo era… un añadido. Suspiró, era una ventaja que Zarabin ahora fuera un cascarón vacío en espera de su nueva consciencia, Shizuru sería una mejor consciencia.

La diosa de la memoria tensó la mandíbula, había dos cosas en este mundo que jamás le perdonaría a Zarabin, el haber participado de la fragmentación de Derha y la creación de Nao Yuuki. La primera fue una traición absoluta, pues los gobernantes no podrían haber castigado a Derha tan severamente, dado que perder la divinidad de la creación y del vacío era inadmisible, sin su ayuda jamás se habrían atrevido a hacer lo que hicieron. Y la segunda fue como arrojar una daga por la espalda, le enfadaba la idea de que Zarabin hubiera renunciado a Natsuki Kruger, simplemente por la existencia de Nao Yuuki y sus sentimientos juveniles… esto la hacía dudar del significado de su afecto. El simple hecho de que pusiera a prueba a Natsuki como si fuera un juguete, la hacía odiarla. Pues con ese juego estúpido, es como Kiyoku y Zek se abrieron paso para que su mujer fuera torturada y violada… si usaron a Nao para ello, fue precisamente porque era una persona a la que 'el doncel de hielo' no le haría daño, incluso cuando ella le estuviera haciendo cosas horribles.

Dejó eso de lado, y buscó a su amada. En su pensamiento, se debatía entre los juegos de las fortunas, porque no quería que Shizuru malinterpretara las cosas, pero saber del llanto de su esposa, la estaba matando por dentro. Ahora realmente sentía que era una desgracia que Zarabin estuviera suspendida en un estado entre la vida y la muerte, porque sus hermanos estaban haciendo desastres en su ausencia.

Solo le quedaba preguntar. —Natsuki, ¿quieres que este a tu lado?— susurró esperanzadamente, sabiendo que su voz sería transmitida por la luz.

Miró en los recuerdos que se formaban y la vio asentir, incapaz de traer voz a su garganta. Se apresuró a materializarse en la habitación, encontrándose con la lamentable vista de la pelinegra adolorida y encorvada sobre la cama. Llegó a su lado, posando cuidadosamente su mano en el hombro desnudo, notando que la piel estaba helada, luego se separó y tomó asiento en la cama, a una distancia saludable. Ceret en posición de flor de loto, activó su poder y sus ojos brillaron con destellos dorados de energía pura, entonces recuerdos gentiles inundaron las memorias de la pelinegra, para que pudiera salir de aquel bucle de autodesprecio en el que se había sumergido. Oren había sido más que malicioso, porque la autoestima destrozada de Natsuki Kruger siempre se tambaleaba ante los juicios negativos de Shizuru Fujino Viola.

—Gracias…— Dijo después de algunos minutos, en lo que se sintió mejor.

—De nada.— Sonrió. —Sabes que tienes mi compañía silenciosa si lo deseas. Pero también podemos hablar de lo que necesites…— Le ofreció su pañuelo.

Natsuki recibió el pañuelo que la dama de la memoria le ofrecía, se limpió toda la cara y no queriendo dejar una sola huella de lo que pasó, incineró con fuego azul la tela. Luego creó otro pañuelo pero de color turquesa, como los ojos de Ceret y bordados con lirios. —Ahora me gusta mucho el color azul, espero que a ti también.

—Es mi favorito…— confesó la deidad, tomando el pañuelo como un lindo regalo, aunque se suponía que no tenía que devolverlo.

—Habría deseado que no vieras esta cara lamentable de mí. Aunque pareciera que ya las conoces todas, incluso las desquiciadas.

—Considerar que todo es luz o sombra, sin distinguir los matices, es conceder una ceguera mental.— Ceret levantó su mano y con ella hizo un círculo entre las dos. —Todo hace parte de ti, solo porque quieras esconderlo no significa que aquello que no te agrada tanto de tu propia persona desaparecerá… necesitas abrazarlo todo.

—¿Cómo abrazas… la oscuridad?— Natsuki miró con algo de ilusión a la dama pelirroja.

—Siendo honesta contigo misma, aceptando tu responsabilidad, pero soltando lo que no está en tus manos. Yo puedo verme y saber que no todo es perfecto, pero hace parte de mí, me hace lo que soy.— Levantó un poco los hombros para quitar hierro al asunto. —Te doy un ejemplo. Yo acepto el hecho de que habría deseado estar en el lugar de Shizuru esta noche, porque te habría hecho el amor hasta que nada en tu cuerpo volviese a doler y en el mío talvez fuera incómodo. No me apena demasiado decirlo….— Ceret se rio con un ardor en las mejillas, y Natsuki se puso como un farol por algunos momentos, pero luego sonrió y negó con la cabeza, era halagador y tal vez no era tan repulsivo.

—Desearía poder complacerte, pero no creo que sea capaz de hacerlo…— murmuró, aunque sabía que no había reproche alguno en su voz.

—Lo entiendo.— Ceret recordaba exactamente lo que pasó en el palacio del primer príncipe de la Luna y como se sintió hacer el amor con Derha siendo un varón, su cuerpo que no tenía costumbre fue incómodo por un tiempo, pero eso no le restó peso al placer que le hizo sentir. —Te extraño y te deseo, en la posición de nosotras siendo esposas. Acepto ese hecho y dejo ir cualquier sensación lamentable sobre eso… porque puedo entender lo que estás pasando y te apoyaré siempre, del mismo modo que lo hiciste por mí cada día en el inframundo o cuando éramos pequeñas en el palacio de nuestra madre.— Sonrió porque las dos sabían de lo que hablaba, incluso si Natsuki no asimilara los recuerdos, allí estaban. —Me siento bien, porque no le dije a mi mente o a mi corazón que está mal sentir esas cosas… entiendo que aun el enojo o el llanto, tienen algo que transmitir. Pero… ¿No crees que exageraste un poco sobre tu reacción con ella?

—¿Sugieres que estoy siendo muy autocrítica? ¿Y qué exageré?— Natsuki levantó una ceja mirándola con interés.

—Exactamente, fuiste muy dura contigo misma y con ella. Cambia tu posición e imagina que es ella quien se convierte en un hombre, imagina a Valiant allí de pie desnudo, incluso si su alma fuera la de Shizuru… ¿Podrías hacerle el amor?

—Nooo… mi cerebro— Dramatizó y un momento después, miró a Ceret negando con una sonrisa, entonces se sintió mejor. —La amo, pero no podría tocarla si fuera así.

—¿Lo ves? Ella no te odia, ni te repudia a ti, no pienses que es por ti… supongo que le asusta bastante su tamaño— quiso no mirar su entrepierna, pero no pudo evitarlo, fue difícil controlar la curiosidad. Volvió a concentrarse y espabiló aclarándose la garganta. —Shizuru es una mujer que ama a otra mujer, entonces no es tan fácil que se adapte. Incluso yo estaba asustada la primera vez, ¿sabes?

—Yo también— Confesó, sintiéndose un poco más cercana con los recuerdos de Derha. —No sabía qué hacer y me daba tanto miedo hacerte daño.

—Justamente por eso, es que puedo confiar en ti. Nada de lo que haces intenta herir a nadie a quien ames… y puedo abrazar mi oscuridad si te digo que disfruté lo que le hiciste a su padre.— Sonrió pícaramente, antes de hacer un ademán de silencio y delatar el precioso brillo de su afecto en sus ojos azules. —Se lo tenía merecido, pero no se lo digas a ella o solo le daría más razones para odiarme.

No pudo evitar reírse, era un alivio oír que al menos una persona coincidía con su postura, durante días se sintió como alguien realmente cruel, cada vez que miró a algún miembro de la familia Viola. —Estoy feliz de escucharte, has abierto mis ojos.

—Es un placer. Por ahora… deberías intentar dormir y mañana siempre puedes hablar con ella, decirle lo que te pasa. Aunque va a ser nuestro segundo pilar, Shizuru aún no domina lo de la clarividencia, así que todavía no puede adivinar lo que piensas.— Se río, dispuesta a marcharse para dejarla dormir. —Por cierto, necesito que mañana dialoguemos algo las tres, es importante.— Ceret no permitiría que la desinformación fuera aliada de las fortunas traviesas. Pero no había salido por completo de la cama cuando los fuertes brazos de Natsuki la retuvieron por la espalda.

—Ceri…— Oyó el susurro en su oído y Ceret se quedó quieta, parecía importante. —Te… te…— Tartamudeó, pero la piel se enfrió y Natsuki se puso pálida, aunque no la soltó, incluso se aferró a ella con más fuerza. —Te… arrg— se mordió los labios, frustrada por las limitaciones de su mente, y se obligó a dejar cada temblor o angustia atrás. Así que después de un prolongado silencio. —te a… amo…— Lo dijo finalmente, pero no pudo evitar llorar y temblar por ello.

—Yo también te amo— Dijo las palabras con gentileza, porque sabía lo que intentaba decir y lo difícil que era, Ceret se dio la vuelta y observó como aquel adonis se sujetaba el pecho dolorosamente, sudaba y palidecía. —¿Por qué te duele tanto decirlo?— Preguntó al ver que su mente somatizaba completamente los agobios de su amado Derha o Natsuki, ¿habían comenzado a ser un solo ser?

—Me abochorna, porque ya siento lo que siento por Shizuru… y creo que ella va a despreciarme si llega a saberlo— Bajó la mirada abochornada y las lágrimas todavía salían de sus ojos esmeraldas. —Pero si no te digo lo que siento, es como sentirme vacía. Es horrible no poder decirlo bien. Extraño mucho abrazarte, y me apena aún más haberte confundido con Nao, porque sé que jamás me harías daño. Realmente odio no tener el control de mí misma.

—Lo sé… lo sé— Repitió, acariciando la mejilla por breves segundos, para no agudizar el pánico. —Yo lo veo como una enorme muestra de tu amor, cada vez que me diste la mano a pesar de las arcadas, cuando mantuviste la mirada vigilante si sospechabas de algo peligroso a mi alrededor. Siento tu cuidado y tu amor, aunque no podamos tocarnos la mayor parte del ahora.

—¿Sí?— Le salió un hilo de voz.

—Lo sentimos, aquí…— Ceret sonrió señalando su propio corazón. No tenía miedo acerca de los sentimientos que su amada le guardaba, después de todo… Su bebé no crecería saludablemente en su vientre, si el sentimiento ni siquiera existiese.

—¿Tú y quién más?— preguntó inocentemente con esas esmeraldas, aunque su nariz estaba un poco roja. Era realmente extraño ver a un hombre tan varonil con una expresión como esa, pero a Ceret le derretía el alma.

—Hablemos mañana, necesito que te sientas mejor… hoy ha sido un día difícil, ¿verdad?— Natsuki asintió, todavía con pequeños temblores. —¿Quieres tu feminidad de vuelta? Es más susceptible, pero creo que hemos hecho grandes avances.

La pelinegra volvió a asentir, algunas cosas habían sido menos agudas siendo hombre, pero había muchas cosas que le encantaban de su feminidad. Ceret sonrió y tocó la frente de Natsuki con la punta de su dedo, encontrando un recuerdo específico en el que Derha cambió a su forma femenina. El proceso en sí mismo no era complicado, debía visualizar su cuerpo de mujer y luego, hacer fluir el animus por todo su cuerpo, así la luz llenó el espacio y el cuerpo femenino se hizo presente de inmediato. Ceret alejó sus dedos tan pronto como hizo lo necesario y se alejó lo suficiente para mantener las distancias de siempre, del mismo modo que se aseguró de no verla desnuda, temerosa de que tuviera una recaída. Natsuki se apresuró a crear ropa para cubrirse y luego tocó el hombro de la pelirroja, para hacerle saber que todo estaba bien.

—Entonces ve, toca la puerta… así si te dejará dormir con ella.— La voz tranquila de Ceret mostraba sinceridad. —Ella también necesita un abrazo.

La diosa de la memoria vio a Natsuki salir por la puerta y consideró las circunstancias, pese a la intención de Oren, la experiencia no había sido tan nefasta como se hizo creer. Dado que Shizuru al menos había saciado una pequeña parte de su necesidad de intimidad y ahora podría comprender que incluso amando a alguien, hay ocasiones en las que cosas como la repulsión pueden darse, sin que por ello el amor sea afectado. Ahora sería más empática al respecto cuando Natsuki le cuente acerca de su aversión al contacto.

Iba a marcharse cuando vio el pantalón que su esposa dejó atrás, lo tomó del suelo y lo dobló dejándolo sobre la cama, tomó asiento y consideró su abrazo, sus palabras. Sonrió contenta con el hecho de que su Derha aún vivía en el interior de Natsuki, su trabajo depurando la red de memoria estaba dando sus frutos y esperaba que, en un tiempo no demasiado lejano, pudiera abrazarla una vez más.

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Esa noche, cuando pudo empezar a sentirse realmente agobiada con el paso de las horas e incapaz de dormir… Shizuru abrazó a sus bebés en la cama poco después de alimentarlas, cabe decir que sus pequeños estómagos se llenan rápido, pero también se vacían pronto, cada 3 horas para ser precisos, así que pudo pasar parte del tiempo con ellas. Lurha quien notaba la ausencia de su joven primer príncipe por el incidente del cuerpo masculino, no dijo nada sobre el hecho de que la señora enviara a su joven amo a dormir en la habitación de huéspedes, pero se aseguró de que las Nilas lo mantuvieran en secreto a la vista de los mortales. Para el imperio, el matrimonio de sus majestades debía parecer el más hermoso de los romances, porque esa sería una defensa adecuada para las insidias que los seres suelen hacer.

La nana sabía que Natsuki le daba tiempo a Shizuru para disfrutar tinas relajantes, tomando el cuidado y la responsabilidad de las bebés el tiempo suficiente, ya que debido a la lactancia, ella y la emperatriz compartían la mayor parte del día con las niñas, incluso cuando Shizuru trabaja. A cambio, su alteza disfrutaba de sus hijas antes de dormir, por lo que las señoras solo tenían tiempo de convivir en su lecho durante las noches o en las mañanas antes del desayuno… era realmente una pena que esta importante rutina se perdiera.

En su cama Shizuru no paraba de pensar, en el hecho de que su esposa no se quejó ni reclamó nada, incluso se disculpó por su atrevimiento. Se sentía mal por haberla rechazado, cuando intentaba tener algo que entre las parejas es bastante natural. Simplemente, no era su naturaleza… aunque casi pudo sentir, después de eso, la mirada de reproche de alguna de las Nilas que vigilaban por su seguridad, ¿no paraban de acosarla o tal vez se las imaginó? Aquello debió advertirle de las futuras circunstancias. Pero lo olvidó en cuanto Natsuki entró por la puerta y tomó asiento en su lado de la cama, mirando a los preciosos querubines, era ella nuevamente.

—Perdóname— Dijo rápidamente en cuanto la mirada rubí le fue devuelta. —Yo me sentí hechizada por ti y no sé por qué olvidé mi aspecto, aunque intenté que no lo sintieras. Yo no tenía visto usar ninguna otra parte de mí, te lo juro. Pero entiendo tu desagrado, no está en tu ser intimar con algún hombre.

—No creo que sea algo por lo que debas disculparte, yo… lamento mucho haber mostrado mi desagrado. En realidad yo siempre fui así, jamás me interesé por los hombres, incluso cuando desfilaban sin camisa en la casa de mi madre.— Se mordió el labio y suspiró después. —No pude alterar esto, incluso sabiendo que eres tú.

—Lo sé, yo soy igual… jamás me interesé por mis compañeros de combate, incluso cuando se desnudaban tan tranquilos para arrojarse al río.— Sonrió un poco y sujetó la mano de Shizuru. —Algunos de ellos se apenaron mucho al comprender que soy mujer, la mayoría pensaban que era un hombre.

La castaña se alegró de que la situación no hubiera sido tan grave como lo pareció al principio. —Valoro mucho esa consideración, que no intentaras hacerlo, aunque era obvio que lo deseabas mucho.

—Es… mi cuerpo, pero puedo vivir sin que lo conozcas completamente— bromeó un poco al respecto.

—Cambiaste, ¿lo hiciste por ti misma?— Sujetó uno de los largos mechones del cabello de Natsuki y lo besó, sonrojando a la pálida chica.

—No, para ser honesta no tenía idea de como hacerlo. Ceret me ayudó…

Una presión se formó en el pecho de Shizuru. —Te ayudó…— Bajó la mirada, ¿acaso ella había tomado la responsabilidad de hacer esto y aquello? —A ella no le desagradas así, entonces era obvio que…

—No tuvimos sexo.— Lo dijo tan frío y tan duramente que el buen ambiente sucumbió, pero no iba a conceder malos entendidos. —Yo no usaría a una persona de ese modo. Soy un universal, algo que es un poco de las dos partes… y no sé si es lo que haría un hombre. Yo no soy esa clase de persona. Créeme que estoy apenada justamente por haberte tocado sin saber si era agradable para ti, pero nunca lo llevaría tan lejos, ni usaría a Ceret de una forma tan ruin… a ninguna mujer en cualquier caso.

—Podrías… haber intimado con ella, era una posibilidad loable, sabes que ella es La Esposa, hace como mil años o tal vez más… y yo, bueno… soy la mamá de Tsukira y Erin.— Shizuru insinuó con cierto matiz de celos y enojo, pero queriendo saber el calibre de la relación de ese par. —Ya se toman de las manos y honestamente no sé lo que significa. ¿Es una especie de pacto de amor del otro mundo?— Intentó controlar el tono de su reclamación, pero necesitaba saber.

—Oh, te refieres a eso.— Natsuki tragó saliva. —Es La Esposa, pero yo no puedo… no puedo to… tocarla.— Respiró y aunque le costara, debía decirlo, tenía que ser valiente. —Tengo aversión al contacto físico… con ella. Nos tomamos de las manos, para que yo pueda controlar mi temor.

Shizuru abrió los ojos a más no poder, nunca se imaginó que algo como eso ocurriera y que la mujer pelirroja pudiera intimidar tanto cuando en realidad parecía demasiado serena. —¿Le temes? ¿Acaso ella te hizo algo malo?— La castaña consideró todas las opciones y la necesidad de proteger a su mujer realmente comenzó a hacer locuras con sus ideas, sus iris rubí flamearon con poder puro de color rojo.

—¡No! ¡Al contrario!…— susurró para traerla de vuelta y que no iniciara un incidente como el que ocurrió con 'Tesso' la rata de hierro. —Ella me ha salvado la vida 4 veces. ¿Pero quién lleva la cuenta?— Sonrió nerviosamente, amasando la nada con sus manos y desviando la mirada. —Ella es gentil y comprensiva de una forma en la que realmente lamento que ni siquiera pueda ser cortes como un caballero debería. Le hago daño, es lo que creo…— Le pesaba, pero había visto la forma en la que esos ojos azules se entristecían por su causa, Natsuki lo sabía.

—¿Entonces porque la repudias? Y no es que te quiera cerca de ella…

—Siento cosas muy desagradables en la piel. Porque…— Levantó la mirada, intentando con sus ojos transmitir la situación, porque la voz casi no le salía. —Puedo recordar el cabello rojo y el… el dolor de la…— Natsuki vio a sus bebés, en medio de las dos, y simplemente no pudo decirlo. Se cristalizaron sus ojos, pero hizo un ademán de ahogarse con la mano, tratando de hacer entender a Shizuru sobre la cuerda en su cuello.

La castaña miró con tristeza a su esposa, la habían atado con cuerdas, la había torturado alguien con el cabello rojo. —Ya estás a salvo…— Le dijo con todo el amor de su corazón, dándole un beso tierno en los labios. —Nunca en el mundo dejaré que nadie te aparte de mí, no tienes que tener miedo nunca más. Sabes lo que les haría con mi Kiyohime si intentan acercarse…— Prometió con voz tranquilizadora. En su mente, Shizuru consideró buscar a todos los pelirrojos con vida de entre los aliados de Nagi para ser ella misma quien asesinara al insulso que se había atrevido a torturarla.

Aunque Natsuki no pudo decirlo, un poco de la cuerda que presionaba su garganta cada vez que tenía aversión, se aflojó una pizca y eso valía la vida para ella. Acarició a sus bebés, asintió con la cabeza y cubrió a todas con la sábana. —Te amo… Zuru, por favor… protégeme donde mis demonios habitan, donde mi fuerza no sirve para nada.

—Así será mi amor, estoy aquí junto a ti.— La castaña acarició con sus dedos los cabellos cobalto de su Natsuki hasta que se quedó dormida. Entonces notó que había subestimado lo que pasó en el castillo Barbarak. Necesitaba investigar más al respecto, tenía que encontrar un modo de ayudar a su esposa a superar ese trauma.

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Castillo Silene

Al día siguiente, ya libre del cuerpo masculino, Shizuru y Natsuki estaban en el despacho, trabajaban teniendo cerca el corralillo de las niñas, cuya siesta ocurría poco antes de la hora del té. Aquel fue el momento en el que el aviso del incidente de Akira tuvo lugar, el rostro de Natsuki se descompuso al escuchar que su leal amiga se había desmayado en el jardín en medio del reencuentro con su padre. No le sorprendía el hecho de que Akira viviera, porque conocía de la existencia de las almas en su morada, claramente Okuzaki no estaba entre sus caminantes en las lozas del Isthagan, ni en los paraísos, a donde la llevaría sin dudarlo cuando la muerte le llegase. Dejaron a las niñas al cuidado de Lurha, quien había reemplazado a todas las Nilas y elegido a sus nuevas custodias, siendo más estricta; tuvo presente que todas ellas estuvieran casadas, tuvieran descendencia y un respeto irrestricto por sus soberanas. Con tal seguridad, las imperatorias se apresuraron a llegar a la zona médica dentro de los alojamientos para invitados. La guardia, ministros y sirvientes, se sorprendieron de ver a sus majestades con las manos enlazadas mientras corrían atravesando los jardines de camino al lugar.

—Takumi debe estar angustiado, lo vigilaremos cuidadosamente— mencionó Natsuki una vez ingresaron al lugar y desaceleraron sus pasos. ¿Por qué no viajó a través de la luz? Bueno, tomar la mano de Shizuru y correr le recordaba aquel distante momento en el que la robó de la fiesta de máscaras en Tsu.

Tal vez la dama de iris rubí, había pensado en lo mismo cuando una hermosa sonrisa nació en sus labios. Sin embargo, los ánimos alegres se desvanecieron en cuanto entraron a la sala de espera y la vista lamentable de Takumi, ansioso y tembloroso en su silla, rezando a los dioses, pudo traer compasión a sus corazones. —Ve.— Le susurró Natsuki, soltando su mano mientras ella se encaminaba junto a Hanzo y la mirada del hombre solo destilaba dolor.

En cuanto los reunidos notaron la presencia de sus majestades, se apresuraron a reverenciarlas, pero un raudo movimiento de la mano de Natsuki apaciguó los protocolos. —Hanzo, lamento enormemente toda esta circunstancia.— La mirada seria de la Kruger se posó en un caballero que custodiaba la puerta. —Ve por el médico más prestante de la corte, inmediatamente— Ordenó y con ello el caballero fue a buscar al galeno.

La pelinegra sabía que debería mantener más restringidamente sus habilidades en secreto, pero quería hacerle sentir al viejo Okuzaki que su hija estaba en las mejores manos posibles, tocó el hombro del leal consejero y con su fuerza gentil le transmitió seguridad. Como monarca del inframundo, Natsuki sabía que el tiempo de la vida de Akira permanecía inmutable. Las fronteras de las jerarquías eran visibles aquí, Lakshmi siempre enviaba un mensaje adecuado para las recolecciones de almas, mariposas espectrales… seres que solo las nilas o ella misma podían ver. Si sus damas de la muerte no estaban preparadas para recoger y proteger el alma del mortal que ha de fallecer, significaba que la muerte no estaba servida sobre su amiga.

Aguardaron lo que parecieron momentos muy largos y cuando al fin debían recibir una explicación, las palabras del médico fueron todo, menos claras. —El cuadro del señor Okuzaki es el más desafiante al que me haya enfrentado a lo largo de los años de trabajo en mi oficio. Por el simple hecho de que su metabolismo es diferente a lo conocido, y su cuerpo está en constante transformación, sus huesos, sus extremidades, incluso sus cabellos… es lo más raro que he visto alguna vez.

Empero, la contrariedad por las evasivas del doctor, fue tan tangible como la de todos, que mostraba la confusión general. —Sea más específico, se lo pido, doctor— Natsuki frunció el ceño, pensando hacer con sus propias manos lo que el hombre no pudo para ayudar a su mejor amiga. —¿Qué significa raro?

—Me parece que, hablan de una mujer y yo… he atendido a un ser que no es hombre ni es mujer, alguien que muta constantemente antes de que pueda confirmar su sexo.— El Doctor observó las miradas incrédulas del grupo. —Si gustan ver que no estoy equivocado.— Señaló con su mano la habitación, de la cual las puertas se abrieron, dejando ver la figura dormida de Akira, quien tenía el pecho expuesto y eran unos formidables pectorales, el torso estaba gloriosamente delineado, visible el contorno de cada músculo y no es que esto fuera inusual en los guerreros. Pero Natsuki observó consternada, ya que la última vez que ella y Akira se cambiaron juntas para fingir ser hombres en la casa del señor Fujino, estaba más que segura de que tenía un par de asuntos muy femeninos ahí.

—Ella tenía pechos femeninos, puedo jurarlo— Señaló con mano temblorosa, porque al mirar el rostro de Akira, estaba segura de que era ella… ¿O él?, ya no lo tenía claro. ¿Akira era como un universal? No, ella sabía que era humana, aunque su animus no era exactamente puro ahora mismo.

El galeno señaló la entrepierna de Akira, en la que, podían distinguir una forma abultada que aludía a cierta parte particular, normalmente propia de los hombres. —Y su parte inferior es aún más… intrigante.

—¡No! No tienen derecho a verle desnudo… lo que el doctor dice, es la verdad.— Intervino Thália antes de que su prometido fuese expuesto al escarnio de las miradas de las personas de su pasado, de una forma tan íntima y bochornosa.

—Nadie verá a Akira desnudo sin su consentimiento…— Aclaró Natsuki con un tono amenazante que hizo tragar saliva al imprudente galeno, no permitiría que tratará como a una cobaya a su amiga. Pero al mismo tiempo miro sorprendida a la mujer rubia, cuya silenciosa presencia había pasado por alto, con su alerta puesta sobre su cuñado, casi no hizo caso de nada más. Entonces… ¿Quién es esta mujer?

—¿Y cómo lo sabes?— Preguntó exasperado el hermano mayor de la familia Viola, dedicando una intimidante mirada a la joven rubia. Tanto Shizuru como Natsuki se sorprendieron de saber que al parecer Takumi sí conocía a la joven y no la tenía muy en gracia.

—Yo… conozco cada fragmento de su cuerpo y de su piel; yo fui quien lo encontró y le cuidó, estaba herido en tantos lugares que, la desnudez fue… necesaria. Además, es mi prometido y el contrato se ha cumplido, nos hemos conocido íntimamente.— Admitió Thália sonrojándose, no es que hubiera querido contar la noticia de esa manera, pero era el único modo en el que su derecho como la cónyuge de Akira sería respetado. —Yo he estado con él, en sus variantes estados corporales.

Aquellas palabras fueron los últimos clavos del ataúd de las emociones de Takumi, realmente había sido olvidado y enterrado. Por lo que Shizuru no tardó en acudir a su lado para confortarlo con un abrazo. El castaño no decía nada, pero la menor de los hermanos Viola podía ver el dolor en sus ojos y su derrota, cada vez que tragaba saliva para no sollozar.

—Señorita Gálad, ¿podría decirnos lo que sabe acerca de todo esto? Si esta es mi Akira y ahora es un varón, pero a veces una chica y en otras no lo es… ¿Cómo es eso posible?— Cuestionó el padre un tanto preocupado.

—Les contaré todo cuanto sé…— La joven tomó asiento y pozo la mirada sobre su amante, quien dormía plácidamente en la cama.

—Déjenos a solas…— Ordenó Natsuki al doctor y los sirvientes, a fin de dar algo de privacidad a su amiga y entender los acontecimientos. Ya vendría la noche y daría un remedio adecuado a Akira, para que su bienestar sea completo, pero por el momento tenía que disimular y saber si aquello violaría los destinos.

Una vez a solas, Thália suspiró. —Su majestad, esto es algo que hablamos Akira y yo, no pudimos consultarlo con nadie, ya que su condición es un secreto. Nosotros pensamos que esta situación se debe a la contaminación de un Orphan.

—¿Contaminación?— Takumi cuestionó, aunque la mirada inquieta del grupo, admitía que nunca escucharon de nada parecido, excepto tal vez la imperatoria.

—Así es, cuando conocí a Akira en la meseta cercana al paso, en Fukka. Fue impresionante verle combatir, es un guerrero consumado. Sin embargo, cuando intentamos usar las cuevas de la montaña para bajar de forma segura, nos vimos emboscados. Akira me encerró en la cueva junto a su caballo y se enfrentó a los monstruos en soledad. Él se sacrificó para purgar la cima y permitirme vivir, pues saltó llevándose consigo a los monstruos.

—Es un orgullo tener a una hija tan valerosa, pero… debió cuidar más de sí misma.— Dijo Hanzo, realmente impresionado por lo que escuchaba.

Thália asintió, recordando sus imploraciones a Akira, pues no quería que muriera. —Cuando la calma vino con el alba, salí de mi escondite y Gennai se inquietó, creo que el caballo sintió la esencia de su amo en el aire. Cuando encontré a Akira, el estado de su cuerpo era, deplorable. Su figura maltrecha, fracturada, reposaba en una hendidura en el suelo llena de un líquido azul, viscoso y la fuente de su contaminación… esa sustancia era la sangre de un monstruo, un cambia-formas que estaba ensartado entre ramas y piedras, desangrándose a pocos metros de altura, sobre Akira.

—Lo llaman el orphan señuelo o de caza, es una criatura que pese a ser realmente fuerte y peligrosa con su forma humanoide, es incluso más mortífero porque puede tomar la apariencia de la persona más importante para la presa. Si no fuera porque no es exactamente inteligente y como todo orphan está sujeto a sus instintos más básicos, sería casi imposible distinguirlo de una persona.— Informó Natsuki con una expresión preocupada, conocía a los artífices del destino e ignoraba las razones de las líneas tejiéndose en sus narices. ¿Susano-o estaría vengándose de ella con las personas que amaba?

—Que Akira esté vivo es, en sí mismo, un milagro. No sé ni siquiera como es posible que esté de pie, pensé que incluso podría no levantarse jamás de la cama.— Y esos fueron momentos de profunda preocupación para la joven Gálad. —Pero creemos que esa contaminación alteró su sangre, su cuerpo y le permitió regenerarse de una forma imposible para una persona común. Sus ojos son la única cosa que realmente no cambia, no considero que sea porque no pueda alterarlos, es solo que es la única parte de sí a la que puede aferrarse fervientemente. Sus cabellos crecen a una velocidad impresionante, o decrecen, su cuerpo es más alto y fuerte; su piel morena a veces se aclara y otras tantas se oscurece hasta parecer un carbón. Su género cambia, hoy tiene las formas de un hombre, pero mañana podría despertar con el cuerpo de una mujer y no verse como ella misma en lo absoluto. Sin embargo, hay algo oscuro detrás de las bondades sanadoras de su condición…— Thália tragó saliva. —Necesita carne y sangre para sobrevivir. Hasta ahora no ha sido inconveniente, pues mi familia tiene bastos prados llenos de animales.

—¿Lo amas a pesar de todo eso?— Murmuró admirado Takumi, a quien todo lo que escuchaba le parecía inverosímil.

—Amo a Akira, no me importa si es un hombre o una mujer, incluso si se convierte en un demonio; mientras su alma siga siendo la misma y la calidez de su corazón sea inalterable, yo viviré y moriré a su lado.— Thália no daría un paso atrás, y mucho menos si el tímido y lindo muchacho pareciera abrumado con la condición de Akira. Si él no estaba dispuesto a llegar tan lejos como ella, entonces no era más que un alfeñique al que haría a un lado.

—Hay que purificar a Akira, no dejaré que la oscuridad se lleve a mi hija después de luchar tanto para mantenerse con vida.

Natsuki negó con la cabeza y frunció el ceño. —He luchado incontables veces contra las criaturas, hubo ocasiones en las que me manché con sus inmundicias y la corrupción me atacó a través de la piel, la ira creció y mi alma pudo ser atormentada un par de veces. Pero la sangre de Akira se mezcló directamente con la de un orphan por lo que pareciere un largo tiempo, y la corrupción es tan profunda que purificar su cuerpo podría… matarle.— La imperatoria se mantuvo serena, pero el rostro de Hanzo lo decía todo, estaba aterrado. —Consejero Hanzo, permita que investigue y trate la condición de Akira, no es algo que pase a menudo, pero conozco los registros de mi familia. Durante el periodo de la tercera bestia de Fukka hubo un incidente semejante.— Natsuki no quiso decir más, pues en esa ocasión la corrupción fue más fuerte que la voluntad de la persona y finalmente fue sentenciado a muerte después de saberse sobre algunas muertes en el poblado ocasionadas por su sed de sangre.

—Lo dejo en sus manos, Majestad. Soy un viejo que ha vuelto a la vida, por saber que su hija aún vive, permita que disfrute de su presencia hasta el final de mis días.— Y Hanzo no dudó en reverenciarle, incluso quiso postrarse a los pies de Natsuki, pero esta se lo impidió sosteniendo su hombro y obligándolo gentilmente a que le mirara a los ojos.

—Por favor, jamás permitiría que el padre de mi estimado Akira, tuviera que hacer tal cosa.

—Se lo agradezco, majestad.

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Transcurrieron las horas y la imperatoria convidó a los presentes a participar de una cena nutritiva, deseando tener un momento a solas con la Vizcondesa. Shizuru a quien le había comentado su intención, hizo las veces de anfitriona para mantener a Takumi alejado de la joven, ya fuera por su mal de amor o por conmiseración. De modo que la imperatoria vigiló atentamente a Thália, hasta el momento en el que pudo abordarla a solas en la habitación en la que Akira dormía.

—Dime una cosa, señorita Gálad. ¿Akira ha asesinado a alguien? Hablo de personas. Sé que los Orphans son el almuerzo de sus tardes.— murmuró sin rodeos, asustando a la mujer que se levantó del lecho para mirar a quien gobierna sobre sus cabezas.

—No… claro que no— Dijo con vehemencia para no delatar la cruda verdad y reverenció. —Su majestad…

Pero Natsuki observó un pequeño triángulo en el anillo de su mano derecha, el cual se tornó rojo. Por ello Thália tuvo una desagradable sensación y no evitó preocuparse.

—Dime— intentó de nuevo con voz amable, aunque la pregunta fuera sórdida. —¿Mi querido Akira ha consumido carne o sangre humana?

—No.— La joven dama volvió a decir y la joya se tornó una vez más del color rojo.

La monarca no se enfadó, tan solo miró con conmiseración a la mujer rubia; si esta era la pareja que Akira escogió, estaba claro que la lealtad sería un atributo altamente valorado. Pacientemente, le mostró el anillo a la muchacha. —Con este objeto puedo conocer las mentiras de las personas, porque es un regalo de Terim, la diosa de la verdad.— En esta ocasión el objeto no se tornó rojo.

—Su majestad, yo no intentaba mentir… pero no dejaré que nadie le haga daño a Akira por mi causa. Si ha de juzgar su pecado, yo le diré que es mío en primer lugar.— argumentó, poniendo su cuerpo entre Natsuki y Akira, como si quisiera protegerle aún inconscientemente.

Ante tal gesto, la pelinegra sonrió. —Lo comprendo, en tu postura yo actuaría exactamente igual… yo protegería a mi amor, mientras mi Fe en ella sea indestructible, haría cualquier cosa.— Natsuki suspiró y tomó asiento en una silla cercana. —No soy quien juzgará esto, al menos no en esta vida— sonrió enigmáticamente y con ello Thália tragó saliva. —No soy justa señorita Gálad, yo haré la vista a un lado, porque se trata de Akira, el amigo leal que me acompañaría al mismísimo infierno sin dudarlo ni un segundo.— Admitió con descaro que incluso omitiría la ley por el marqués, pero de nuevo el anillo no mutó de su coloración verdosa. —Así de profunda es mi gratitud para él. Pero si no me dice lo que realmente ha pasado, es limitada la ayuda que puedo ofrecer.

La dama rubia sabia que esto podía ser un embuste por parte de la imperatoria y que si era el caso, podría sentenciarlos a los dos, pero estaba segura de que Akira habló de Natsuki Kruger con infinito afecto, como si de una hermana de sangre se tratara, por lo que tomó tal riesgo. —En ese caso, majestad… permita que le relate lo que ha pasado.— La vizcondesa se aseguró de hacerle saber a la Imperatoria los acontecimientos detallados de principio a fin, rememorando el instante de la batalla, su huida y la contaminación de Akira. Habló de la recuperación milagrosa, el tiempo juntos en su vizcondado, el acuerdo con Laster y como finalmente se comprometieron en esa noche sublime. —En este punto lo que dije en el salón es verdad, pero para ese momento él no había manifestado alteraciones significativas. Aunque creo que entonces ya había crecido dos o tres centímetros.

—Lo entiendo, entonces hablame del tiempo en el que Akira manifestó los efectos negativos sobre su ser.— Natsuki la invitó a continuar su relato.

—La noche en la que firmamos el contrato, conocí su maravilloso afecto y un placer que despertó un sentimiento abrumador en mi alma, como si no creyera ya… que estaba loca de amor por él, y entonces nuestro vínculo se hizo más estrecho. A partir de entonces me prometí a mí misma que si Akira devolvía este sentimiento, le protegería con todo mi ser. Es por eso que solo a usted, voy a revelarle este secreto…

(Ilustración de Thália)

-Después del rompimiento de mi antiguo compromiso en la casa del señor Harman con toda la sociedad como testigos. Rumores en torno al género de Akira comenzaron a circular, decían que era un impostor que se hizo pasar por un varón… que era una mujer cuyas aberraciones habían mancillado su honor junto al mío; así entorpecieron los registros del contrato nupcial en los templos cercanos. Cuando consulté la dificultad con el letrado señor Kreig, las investigaciones nos permitieron saber que tal rumor hizo que nos pusieran numerosas trabas, pese a la Ley de matrimonio entre congéneres que usted aprobó, al inicio de su monarquía.

Alan Laster nunca fue un buen hombre e incluso no sé por qué nuestros padres se relacionaron con él; sus actos ilegales me hacen presumir de un chantaje, pero nunca imaginé lo que podría llegar a hacer a causa de su orgullo herido. Por la vigilancia que él quiso realizar durante el tiempo previo de nuestro compromiso, algunas de sus posesiones permanecieron en la mansión Gálad y cuando remitió a sus "sirvientes" para recuperar sus cosas y trasladarlas de nuevo a su casa, pero él ya tenía todo un plan montado. Estaba trabajando en mi despacho mientras Akira finiquitaba algunos negocios relacionados con la venta de algunas cabezas de ganado en condiciones para sacrificar. Cuando sus matones entraron a la fuerza después de atacar a Marcel y los guardias; grité y forcejeé, ocupé toda la resistencia posible hasta el momento en el que un golpe en la cabeza me dejó inconsciente.

No supe del tiempo que pasó ni a donde me llevaron, cuando desperté estaba atada y amordazada en una carreta, el movimiento brusco de las ruedas sobre las rocas, me hizo saber que no era una de las carreteras principales, sino algún desvío rural, ya que hubo algunas veces en las que se atascó en el barro. Mantuve los ojos cerrados y escuché las palabras de los hombres que me habían secuestrado y conducían camino a algún lugar abandonado de la mano de los dioses. Murmuraron en múltiples ocasiones lo mucho que disfrutarían de la carne fresca, comentando las barbajanerías que me harían y que, después… me venderían a una casa de citas en los bajos fondos de una ciudad capital.

El miedo me llenó por dentro, sabiendo que sería imposible que Marcel o Akira pudieran encontrarme y que una vez arribáramos a un lugar en el que aquellos bandidos tuvieran la certeza de no ser encontrados, yo viviría un infierno. Durante ese tiempo me había esmerado en debilitar mis amarras y apenas pude aflojarlas un poco, consideré dislocarme el pulgar para poder sacar una mano, pero no tuve el valor cuando pensé en que podrían escucharme y no serviría de nada, por lo que seguí tratando de aflojarlo más.

Las mujeres desaparecen, eso no es de extrañar en un mundo en el que los deseos y las prioridades giran en torno a los hombres, pero es mucho más frecuente en los casos de las niñas cuyo origen humilde o su orfandad hace que sean mucho más vulnerables sin custodios a su alrededor. Que una circunstancia así se presente entre las clases nobles es inusual, pero no imposible y claro que había oído de rumores relacionados… pero en aquel entonces tenía Jason y a Jerem para cuidar de mí, jamás salía sola. Esta vez, el enemigo estaba en mi propia morada y había creado relaciones con mis propios criados para su beneficio.

Cuando se detuvieron, mantuve la pantomima de estar inconsciente. Me bajaron de la carreta y me llevaron al interior de una mansión solitaria en una arboleda. —Espero que no la hayas matado por error.— Dijo el que me llevaba en su hombro como un saco de papas, entrando por la puerta principal y comenzando a subir por las escaleras. —Es extraño que no haya despertado.

El otro posó su dedo en medio de mi nariz y mi boca, notando mis exhalaciones. —Respira, y eso es todo lo que importa. Mientras su piel este caliente podemos divertirnos.

El jefe quiere ser el primero de nosotros.— Le advirtió mi custodio con tono grave. —Si fuera virgen, ni siquiera la podríamos probar, hay muchas monedas de oro de diferencia entre las castas y las que no. Pero parece que esta vez es personal…

¿El primero? Ella ya no es virgen.— La mofa del otro hombre hablando de mí tan libremente en verdad me enfadó.

Se acostó con el marqués.— Refuto el que me llevaba, deteniéndose a la mitad de pasillo.

¿Qué tanto pudo hacerle el marqués con las manos? Está casi virgen… ¿No sabes que Akira Okuzaki es una mujer?— Escuché la voz cercana del otro sujeto, antes de que me arrojara sobre una cama en la que me golpee la pierna contra el dosel.

Tras el golpe gemí de dolor y ellos supusieron que me despertó el impacto. Me acurruqué contra la sábana verde, mientras los veía mirarme con lascivia. Me pregunté quién podría haber revelado mis circunstancias con Akira y el nombre de mi vieja criada personal vino a mi mente, Rakia… la sensación de traición me la tuve que tragar junto a las lágrimas en mis ojos.

Los hombres jugaron a amenazarme, prometiendo hacer y no hacer cosas horrorosas a cambio de mi cooperación, como si dar mi consentimiento hiciera que en algún punto consideraran no hacerme daño. Sabía que eran palabras vacías y aunque ya había tenido la fortaleza mental para saber lo que iba a ocurrir el día de mi boda, cuando no era Akira a quien iba a desposar, pero las cosas que ellos mencionaron en verdad ni siquiera las había llegado a imaginar. Me sujetaron el rostro con fuerza, alegando que si les hacía una buena con la boca, serían compasivos. Uno, el más robusto, comenzó a retirar la correa de su pantalón mientras se tocaba las partes nobles, que de nobles tenían poco.

Si te atreves a meter algo como eso en mi boca, te lo arrancaré de una mordida…— Les advertí a los dos, mirando con rencor al que me sujetaba la cara, aunque no sabía de donde estaba teniendo tal valor para amenazarlos. Recibí un puñetazo en el rostro y me esmeré por mantenerme consciente, pese a la fuerza del ataque. Porque perder el conocimiento sería la peor cosa que podría pasarme en ese momento.

Al jefe esto no le va a gustar.— Dijo el otro preocupado por mi labio sangrante.

¿De qué hablas? Esta mujer lo ha despreciado a la vista de todos los señores, es obvio que celebrará mis esfuerzos por disciplinarla. Al final todo ese orgullo de dama noble, se quebrará tanto que ni siquiera querrá mirar a nadie a los ojos.— Me soltó y salió del lugar, el otro muchacho me miró incómodamente antes de salir y cerrar la puerta tras de él. —Mucho menos a su amante.— Sentenció finalmente.

Era obvio quien ordenó esto. Rakia, la odié en ese momento porque traicionó la confianza que deposité en ella y fue los ojos de Laster en mi propia casa… ¿Me vendió a cambio de unas monedas? Sollocé en la soledad pensando que mi vida, la cual no se extinguió en la noche de la luna carmesí, lo haría esa noche o cualquier otra. Mi cuerpo dejaría de ser mío y mi honor sería desgarrado. Pero en todo lo que podía pensar era en Akira y en el consuelo de haber hecho el amor con él, por lo que me daría fuerza para sobrevivir a como diera lugar.

Me dejaron sola, miré por la ventana, pero había rejas en todas partes. Las inclementes horas pasaron y continué forcejeando con las amarras, apenas pude sacar mi mano de la amarra, sentí la humedad en mi muñeca y el olor a hierro de la sangre. Entonces el ruido de un caballo se escuchó en los jardines, no tan lejos, por un momento pensé que era Gennai; sin embargo, la voz de Laster en el pasillo me dio a saber que mi esperanza moriría en breve. La puerta se abrió y entró Alan junto a otro hombre, en cuya nuca un collar de cuentas con dos magatamas doradas adornaba su pecho, tenía una túnica roja con los símbolos de un diácono de la orden de Susano-o, pero por la frialdad en su mirada, supe que no sería tan caritativo como para ayudarme.

¿Cuál de ustedes la golpeó?— Se quejó mirando de malas maneras a sus subordinados que entraron después de ellos, pero ninguno de los dos se atrevió a decir una palabra.

¿Esta es la mujer con la que debo realizar tu pacto de matrimonio?— cuestionó el sacerdote mirándome con desdén. —¿Por qué te esmeras tanto en tenerla, Alan?— El clérigo realmente era cercano a este hombre, entonces comprendí por qué las investigaciones sobre las desapariciones de los periódicos no avanzaban, los templos estaban coludidos.

Kilian…— Suspiró el viejo. —Thália era mía desde el principio, su riqueza y su título van a pertenecerme irremediablemente. Un simple jugueteo con una mujer… es algo que no me importa en lo absoluto— Laster miró con diversión en mi dirección. —Encontramos diamantes, justo debajo de la mina de carbón que explotamos en tu territorio, señorita Gálad. ¿Crees que dejaría escapar tanta riqueza de mis manos? Jason y sus rectas políticas de trabajo por jornadas, compartir una porción de las utilidades con sus empleados. Esas estupideces… Los dioses me bendijeron con la noche oscura, fue un milagro que los dos murieran juntos.

¡Maldito desgraciado!— Grité con el dolor de la muerte de mi hermano, todavía ardiendo en mi corazón. —Jason era un buen hombre, si tuvo negocios contigo es…

Es porque tus padres no eran tan honestos como pensabas. ¿Realmente crees que llegaron a ser lo que fueron sin los Laster? Durante la gran helada, cuando todas las hectáreas se congelaron fuera de tiempo, ¿quién crees que los ayudó?

No mientas.— Refuté.

Elige pensar lo que quieras. Siempre tuve los documentos de las irregularidades que se cometieron, tenía a tu padre bien agarrado de las bolas— Se rio estruendosamente. —Aun así fuimos cordiales, porque los dos crecimos juntos.

Alan, no tengo tiempo que perder— se quejó el tal Kilian, —Firmemos el contrato para que pueda registrarlo mañana temprano.

Trajeron una bandeja con una carta con numerosas páginas y Laster la firmó primero. Vi la pluma y no lo pensé dos veces, la tomé y se la clavé en la mano. El chillido de dolor de ese maldito hombre consoló mi ira, pero no pasó demasiado tiempo, cuando los hombres me sujetaron con fuerza, el primero me dobló el brazo y el otro sostuvo la pluma en mi mano. Cuanto más tiraban de mi codo sentí que me partiría un hueso mientras me decía que si no firmaba, me cortaría dedo por dedo. Al final firmé cuando el dolor se hizo intolerable y el que ahora sería mi esposo ante la Ley del templo, me abofeteó de nuevo con su palma izquierda. Sentí el estrangulamiento en el cuello hasta que no pude respirar y me desvanecí.

La siguiente vez que desperté, estaba atada con un nudo mucho más complejo y apretado, me dolía mucho el rostro, pero por suerte era la única parte magullada además de mis manos. Había una mujer al pie de la cama, mi ropa había sido cambiada y al parecer había sido su trabajo, al verla era Rakia… quise reclamarle, pero tenía una mordaza en la boca. Me sentía enferma y deshidratada, la sed era insoportable. Le pedí agua con sonidos y señalando con mi rostro la jarra de vidrio, si no querían que muriera, al menos eso podrían darme… mala fue mi suerte cuando bebí con necesidad y sentí un sabor narcótico. Creí que era veneno, pero me equivoque por segunda vez, pues no sentí la muerte venir.

¿Satisfecha?— Laster, que estaba sentado en un sofá cercano, me miró en silencio y le hizo un ademán de despedida a la sirvienta.

Me diste una idea en la que no pensé de inmediato Thália, dos mujeres en la cama… es agradable, ¿dónde conseguiría una dama que disfrute tener la compañía de otra mujer en su lecho? Hay tantas cosas que vamos a hacer juntos.— Sonrió de forma desagradable mientras su mano envuelta en vendas la mantenía inmóvil sobre el reposabrazos, en la otra mano tenía una copa de vino.

Nunca te daré ese espectáculo.— Le dije, considerando que las golpizas serían normales en el futuro.

Mi negocio, Thália. Es conseguir que las personas hagan lo que no quieren hacer.— Sonrió con suficiencia. —En el pasado, ninguna de mis esposas pudo darme un hijo varón, tú que eres joven y espero que fértil, lo harás. Es la única razón por la cual no estás muerta ahora mismo.

Tragué saliva, pero me esmeré en mantener la calma. —¿Realmente crees que Akira no se vengará de ti?

Querida, ningún hombre se casaría con una mujer que ha sido el juguete de otros. ¿No sientes algo extraño ahora mismo?— La perversa expresión en su rostro me heló la sangre, aunque el cuerpo… ese comenzaba a arder en el infierno. —¿Sabías que los de Artai tienen la ventaja? Sus mujeres son las más codiciadas… porque no verás juegos tan perversos como aquellos que ponen en escena en sus teatros. Pero aquí en Windbloom donde todos fingen ser tan rectos, las entradas a mis espectáculos se venden como pan caliente. Mi éxito se debe a que he podido crear dramatizaciones que transmiten un poco de la inocencia de las jovencitas, desde violaciones en vivo, hasta parafilias de toda clase en damas primerizas. Pero con las mujeres que he conseguido hasta ahora, las actuaciones de las tribadas se ven bastante falsas. Hay cierta diferencia cuando el deseo es genuino.

La forma en la que él hablaba, me hizo pensar en la infamia que ocurre justo debajo de nuestras narices. Laster tenía negocios con los sacerdotes, era una red de prostitución en los monasterios que terminaron especializándose como espectáculos clandestinos en los que las tribadas serían un producto de alta categoría, por su rareza. Ya que ir contra la naturaleza de una mujer, garantiza una satisfacción perenne en sus clientes más prestigiosos, junto a los que prefieren a los jovenzuelos.

¿Realmente pensabas que no notaba cuanto deseabas a esa muchacha?— Volvió a llenar el silencio. —Estaba tan celoso cuando pensaba que era un hombre, pero ahora que sé que bajo esa ropa la piel morena de una exótica mujer se esconde, estoy tan excitado al pensar en lo que las dos hicieron.— Sonrió como si pensara en ella desnuda haciéndome el amor. Tensé la mandíbula, mas no dije nada, pese a que odiaba que ese asqueroso fantaseara con mi Akira. Pero Alan seguía atrapado en su diatriba. —Quiero que venga, espero que intente liberarte… eres el cebo que necesito para atraparla.

¿Qué dices?— ¿Me usó como un cebo? Sentí frío en la espalda de solo pensarlo.

En realidad es un intercambio, le dejamos una carta… si intentaba pedir ayuda, lo siguiente que verá de ti es un cadáver.— El maldito desgraciado sonrió en mi cara. —Debía encontrarse con uno de mis aliados comerciales, si te ama tanto como dice, si quería verte con vida… dejaría que lo ataran para venir aquí. Pero ya que esté en mi poder, incluso con sus particulares habilidades de combate, la encerraré y la drogaré hasta que no sepa quién es nuevamente. Solo por si acaso, ya contraté a tantos hombres que le será imposible vencer, al final solo será una polilla acercándose a la luz y va a quemarse. Ella será mi mejor espectáculo, una ambigüedad perfecta y tendrás que verla una y otra vez atacando a las jovencitas, sin poder tenerla para ti nunca más.

Eso nunca pasará… Akira jamás atacaría sexualmente a nadie.— Le advertí al pérfido.—No puedo decir lo mismo de su espada, la cual apuntará a tu corazón cada día mientras viva.

Querida, a ti te di una versión diluida de nuestro mejor producto. Es de primera, algo que compramos de la mano derecha del Conde Nagi Dai Artai, la señorita Julieth, hace dos años.— Sonrió y se puso de pie. —Si hubiera sabido lo que tenía en las manos, ella pudo venderlo 20 veces más caro, pero fue casi una ganga. Desde entonces mi riqueza se ha multiplicado y tú, cariño, si tan solo te hubieras casado voluntariamente, serías dueña y señora de todo esto. Ahora solo serás el vientre que lleve a mis hijos.— Consideré que si él se me acercaba, usaría la herida en su mano para impedir cualquier avance. Pero él vio mi recelo y sonrió.

Eres una fierecilla que voy a domesticar poco a poco. Y este es el primer paso…

Creí que vendría sobre mí, pero cuál fue mi sorpresa cuando los sirvientes de Laster, ingresaron a la habitación con otra mujer a rastras, la sostenían de los brazos y ella imploraba por acercarse a ellos como un animal en celo. La muchacha, que no era otra que Rakia, tenía la mirada perdida y parecía drogada, la mantuvieron retenida y la obligaron a estar de pie junto a mí. Sus ojos me miraron con un deseo insano y supe que no era por causas comunes, pues ella jamás me miró de esa forma ni siquiera cuando estaba desnuda en la tina y me ayudaba a cambiarme. Podía jurar que Rakia no era una tribada, pero tampoco apostaría a que no me haría nada si ellos la soltaban y parecía que sería lo que harían.

Tocaron la puerta y la diversión disminuyó en el rostro de mis captores. —Señor, lo trajimos… Akira Okuzaki, está aquí… se entregó sin ningún reparo tal cual usted lo predijo.— murmuró la voz en la puerta.

Su rostro estaba eufórico. —Me gusta ver y entrar cuando menos lo esperes… Thália.— dijo aquello y no entendí a que se refería, pero me daba miedo. —¡Háganlo pasar! El espectáculo podrá empezar.— Laster le hizo un ademán a uno de los tipos y este se puso tras de mí, posando un arma en mi cabeza y sosteniéndome del hombro; fue horrible sentir mi piel arder donde el gusano me sujetó con sus manos y entonces entendí el uso del fármaco en mi agua. Tragué saliva, con dificultad, asustada de las sensaciones y peor aún, de la ansiedad que sentí al suponer lo que le harían a Akira por mi culpa.

Rogué a los dioses que no fuera Akira, que le hubieran confundido con alguien más, pero cuando la puerta se abrió y sus hermosos ojos amatistas me miraron, creí que un abismo se abría debajo de mí. Su expresión, que pasó de la alegría a la cólera al verme, delató por un momento un par de colmillos afilados en sus dientes, aunque dudé de lo que vi, cuando al mirar de nuevo se veían como siempre. Forcejeó, pero uno de los hombres que lo sostenían, le golpeó en el estómago, por lo que Akira cayó de rodillas al suelo tosiendo. Aun así, levantó la cabeza y miro las heridas en mi cara, la forma en la que estaba vestida en la cama del hombre que me había forzado a firmar el pacto matrimonial y el arma amenazando mi vida. —Me tienes, Alan Laster de Ville… traje lo que pediste, entonces debes dejar ir a la señorita Gálad de inmediato.

¿Por qué dejaría ir a mi esposa?— Le cuestionó el viejo ruin. —Lo que trajiste, lo considero un regalo de bodas.

¿Qué dijiste?— Akira me miró con miedo, asustado de que Alan me hubiera ultrajado mientras él tardaba en llegar. —¡¿Qué le hiciste a Thália?!— Yo no pude decir nada, porque el sirviente me tapó la boca. —¡Hijo de puta! Te voy a matar…

¿A dónde se fueron tus modales marqués? Tranquilo, a Thália yo no le he hecho nada… todavía— Laster se rio, encantado de poder vengarse de Akira y verlo sufriendo, así que le narró sus próximas acciones. —Dentro de unos minutos, ella vendrá a mí implorándome que le haga un hijo y tú, gran marqués, podrás verlo en primera fila. Pero tranquilo, no soy mezquino, Rakia la criada, atenderá tus necesidades.

No estoy interesado…— Refutó seriamente.

Los otros se rieron de tales palabras. Esta vez fui yo quien me asusté, porque a Akira lo obligaron a sentarse en una silla, le provocaron asfixia y cuando abrió la boca, vaciaron el medicamento obligándolo a tragar. Lo ataron con más fuerza, y yo realmente no podía creer que hubiera creído en la palabra de un hombre desleal como Laster. Pero sus ojos, que me miraban con preocupación, no se apartaron de mí, ni siquiera cuando el guardia arrojó un balde con agua sobre su cabeza y se rio de él, mirando como la camisa debajo de su saco se transparentó. Como mi querido amor no se inmutó, Laster le ordenó a sus hombres que lo golpearan mientras el medicamento hacía efecto. Fueron momentos horrorosos, porque realmente le hicieron sangrar frente a mis ojos. —Este es el precio que tendrías que pagar por robar la mujer de otro hombre, maldita tribada.

Laster chasqueó los dedos y como si se tratara de un perro, el guardia puso a Rakia en el suelo junto a la silla. La mujer, que no parecía ser más una persona cuerda, se arrojó sobre Akira en la silla, con tal impulso que los dos cayeron al suelo y la madera crujió con el golpe… Rakia besó la boca sangrante de mi amado sin preocuparse de nada, y yo quería quitar la vista incapaz de soportar ver una cosa tan horrible. Pero me obligaban a mantener los ojos en esa vejación mientras los demás sonreían encantados con el cuadro. Mi antigua criada le rompió los botones de la camisa a mi amado y lidió con las vendas en su pecho, exponiendo sus senos hermosos, mientras mecía su cadera desesperadamente sobre la de él.

Entonces lo vi, la forma en la que su cuerpo podía cambiar en apenas segundos… Akira comenzó a temblar y gimió de agonizante dolor, sus zapatos se rompieron bajo el filo de las garfas de sus pies; sus hombros, su torso y su cuerpo en general se ampliaron rasgando las cuerdas, sus pechos se tornaron en pectorales y sus caderas se estrecharon perdiendo la curvatura femenina. Los dientes se afilaron y los claros de sus ojos se hicieron negros, mientras que en su cabeza nacían cuernos marrones, su piel morena se tornó gris como si estuviera hecha de ceniza y sus dedos mutaron a una clase de piedra negra con un filo sin igual.

¡Mátenlo! ¡Imbéciles!— Dijo Laster horrorizado, apresurándose a correr fuera del lugar. —¡Es un Orphan!

Aquello en lo que fuera que se estuviera convirtiendo, asustó a los hombres e incluso cuando ellos dispararon, su temor dificultó su puntería. Rakia, que estaba sobre él, recibió muchos de los disparos en su propia carne y en medio del caos que se formó, otros disparos se oyeron en los alrededores; alguien apagó las luces del edificio y nos sumimos en la más profunda oscuridad. Lo siguiente que sentí, fue un líquido tibio y espeso bañar mi espalda junto al gemido ahogado del hombre que me apresaba. Mis ataduras fueron cortadas y mi cuerpo levantado de la cama por unas manos realmente fuertes; sentí el protector abrazo de quien supuse era Akira y rodeé su cuello con una sensación de seguridad que no comprendía, así las puntas de mis dedos palparon plumas en su espalda.

Akira me llevó en medio de la oscuridad a una velocidad vertiginosa, superó el pasillo pese a los enemigos o las balas, ascendió por las escaleras y subió al tejado a través de una de las ventanas del ático, estuvimos en el techo y nos bañó la noche con su luz de luna. Así pude ver que él tenía unas enormes alas tan puntiagudas como las de las aves de caza, que eran marrones como sus cuernos, cualquiera vería a un demonio de pesadilla lleno de sangre que no era toda suya. Aunque no reconocí por completo sus facciones ensombrecidas y cuadradas, el iris de su radiante ser todavía era amatista y un fuego ardoroso se prendió en mis entrañas. Los disparos todavía se escuchaban y los hombres de Laster nos buscaban, me aferré a él tragando saliva con dificultad y Akira tomó impulso corriendo, extendió sus inmensas alas, batiéndolas con esfuerzo para volar lo suficientemente lejos conmigo a cuestas. La experiencia en sí, aunque aterradora fue impresionante, pues vi las copas de los árboles desde lo alto y estuvimos así, suspendidos en el aire, planeando por unos segundos, hasta que descendió en un claro donde me depositó.

Akira se escondió tras los troncos de los árboles cercanos después de encender una fogata que habían preparado previamente, unos segundos después el sonido del galope de un par de caballos llegó a mi oído y el relincho de Gennai me devolvió la calma. Marcel, que estaba a su lado montado en otro caballo, se acercó más que asustado, notando la enorme cantidad de sangre en mi ropa y mi cara lastimada.

Señorita, ¿se encuentra bien?— Mi querido mayordomo, en realidad parecía a punto del colapso fuera del espanto o de la ira, por la vista lamentable de mí.

La mayor parte de esta sangre no es mía, querido Marcel.

¿Y el marqués?

Quise responder, pero al mirar atrás, Akira no estaba por ninguna parte. No sabía si se ocultó de Marcel a causa de su aspecto inhumano, pero pronto pensé en lo que mi amado podría hacer en tales circunstancias y temí que volviera a la hacienda de Laster. —Es posible que fuera de vuelta. ¿Cómo es que estás aquí? ¿Viniste solo?

No, señorita. En cuanto tuvimos la carta en nuestro poder. El señor mantuvo la calma y consideró sus opciones. Hablamos con los líderes de las tierras cercanas y el marqués dio un increíble discurso a los cabezas de familia, que ya estaban cansados de los negocios turbios de Laster o sus chantajes. El señor Okuzaki lo hizo ver como una oportunidad y prometió que él encabezaría el ataque; se contrataron mercenarios y vinieron los hombres de Millard, Harman, Lombard y Scholz, se infiltraría un hombre para cortar el suministro de electricidad y con ello el ataque iniciaría. El señor me mencionó que haría la voluntad de Laster para entrar en la mansión, consideró el hecho de que él pudiera asesinarla a usted en cuanto se viera acorralado, así que al entregarse y parecer un tonto confiado, los enemigos bajarían la guardia.

Entonces es claro que vino a rescatarme y a cazar a Alan Laster… pero no vi armas en sus ropas.

Tenía afiladas hojas en los muslos, tan sutiles que cuando hice una requisa preventiva, no sentí nada… aparentemente el señor es muy hábil con las armas cortantes.— Mencionó maravillado. —Su elección ha sido maravillosa, mi señora. Él será un magnífico esposo.

Me sorprende que no lo afectaran los rumores.— Unir a los cuatro señores casi parecía un milagro.

Marcel estaba seguro de la masculinidad de Akira, pero yo no creía que no hubiera escuchado los rumores. —El marqués le mostró el torso desnudo a todos sus colaboradores, para hacer ver que las habladurías no eran más que eso. Tiene un cuerpo excelso, usted estará gratamente sorprendida en la noche de bodas, señorita.

Aunque mi estupefacción fuera evidente, no me atreví a contrariar la voz de mi estimado mayordomo. ¿Cómo había logrado tal cosa mi amado? Fue un misterio en ese momento. Entonces un pensamiento me agobió de inmediato. Akira y yo no pudimos formalizar los documentos debido a las insidias de Alan con sus amigos en el templo, pero ahora ya no solo esa carta pesaba. Ese hombre, Kilian, llevaría el registro al templo en la mañana para formalizarlo y mientras Laster viviera tendría derecho sobre mí, siendo esposos. —Tenemos que encontrar a mi prometido. Marcel, me obligaron a firmar otro contrato de matrimonio y Laster escapó de la habitación mientras Akira me alejaba del peligro.

Señorita, eso es sumamente peligroso. Si le pasara algo por mi descuido, el señor me mataría.— La expresión severa del hombre podría haberme convencido en una situación diferente, porque Marcel había estado más presente en mi vida como un gentil cuidador, que mi propio padre, a quien las ocupaciones y otras razones lo mantenían distante.

Marcel, por favor. Necesito volver… también necesito saber que Akira está bien.— Le dije, montándome en Gennai, quien hacía una reverencia para que yo pudiera subir con más comodidad. Ciertamente, este precioso corcel negro, era incluso más inteligente que algunos humanos que conocía.

Iremos y nos mantendremos fuera de la línea de fuego, es todo lo que haré… señorita.— Me advirtió con una voz que no admitía objeciones, como si olvidáramos que yo soy la señora y él mi mayordomo.

Los dos galopamos en los caballos de vuelta. Tardando cierto tiempo en retornar, lo que al vuelo fueron instantes, a caballo eran minutos. Escuchamos el tiroteo y bajamos de los corceles, nos acercamos entre los árboles y los hombres de los líderes disparaban desde una posición cercana, guarecidos por las barricadas o los muros circundantes. El padre de Mila estaba presente y me abrazó en cuanto me vio, angustiado por las manchas de sangre pensó que estaba muriendo. Después de unos instantes de plática pude calmarlo y me cubrió con su abrigo con la gentileza que un padre lo haría…

La mayoría creyeron que Akira y yo continuábamos dentro, más que sorprendidos de verme, pero no iba a decirles que salimos volando. Los enemigos estaban encerrados en la mansión y el asedio tendría lugar el tiempo que hiciera falta, pues según ellos no se le había permitido a nadie salir, exceptuando tal vez el sacerdote. Pensé que Akira estaría dentro, porque no parecía dispuesto a dejar que ellos pudieran seguir con sus vidas tan tranquilamente después de lo que pasó, sobre todo cuando mi próximo esposo había huido de la habitación, pero no de la mansión.

Fue una larga noche, los disparos se intercambiaron durante horas y cada vez menos ráfagas de tiros llegaban desde la mansión. Se escucharon los lamentos y gritos de terror de las personas dentro. Los demás no sabían qué pasaba, pero yo sospechaba que era Akira quien los estaba erradicando uno por uno en medio de aquella transformación demoníaca. Escuchamos las voces suplicando, los ecos de la agonía de aquellos cuya vida llegaron a extinguirse y al final un silencio mortuorio.

¡No disparen!— Escuchamos la voz de una mujer, era una anciana que había elegido arriesgarse por los demás. —Fuimos cautivos, hay mujeres y niños… ¡Por favor! ¡No disparen!

¡Salgan con las manos en alto!— Ordenó Mikel Millard.

Entonces un montón de jovencitas y niños salieron por la puerta, había bebés en brazos y un par de ancianas, muchas mujeres y unos cuantos hombres; eran al menos 50 personas que posiblemente fueron raptadas por el grupo de Laster para sus malditos espectáculos. Los caballeros de las familias y mercenarios ayudaron a todos los que pudieron y Mikel solicitó que limpiaran las carretas de las provisiones y municiones, para subir a los enfermos o heridos.

Pero Akira no estaba por ninguna parte y comencé a preocuparme, por él y por la fiebre que hizo que me tambaleara, estaba tan ansiosa de tener tantas personas a mi alrededor, que no quería el contacto de nadie, pues presentía que algo malo pasaría sobre eso. Repentinamente, se oyeron explosiones en las bodegas y el fuego comenzó a ser visible a través de las cortinas, pues un incendio fue originado dentro del lugar. Las flamas comenzaron a consumirlo todo y la idea de que él todavía permaneciera dentro apretó mi corazón en angustia. Pensando en lo que pasó, levanté la mirada sobre el techo, vigilante, buscando y cuando una sombra rápida se alejó del edificio, corrí, monté en Gennai y me adentré en el bosque pese a los gritos de Marcel.

Si mi Akira sentía algo semejante a lo que yo padecía debido a la droga, su agobio debía ser mucho peor, tendría sed, estaría sufriendo y tal vez, ninguna persona en los alrededores estaría a salvo. Le rogué a los dioses que Gennai olfateara, con la esperanza de que encontrara a su amo… y tal como el primer día, el corcel sintió algo en el aire, hizo un movimiento con las orejas, relinchó y cabalgamos hacia el río. Ya el amanecer se asomaba tras las montañas y la luz dorada del sol bañó las colinas, las rocas bajo los cascos del caballo azabache mostraron huellas de tizne y sangre. Desmonté en la ribera del río y vi la sangre, un largo trazo que solo podría ser si alguien realmente lastimado se arrastrara por el suelo; era él, sin lugar a dudas. Corrí tras su rastro y encontré al ser alado que me había salvado la vida esa noche… adentrándose con suma dificultad en el agua, tenía heridas de todo tipo en la piel, las alas maltrechas y fragmentos de piel quemados.

Le oí gemir y gruñir con un tono antinatural, su rugido era de hecho atronador y delataba un dolor que no me pareció solamente físico. Con el contacto con el agua, la corriente se llevó el carbón y lavó la sangre, su piel hecha de cenizas blancas descascaró dejando ver debajo el color moreno que yo conocía; las alas y los cuernos se desprendieron de su cuerpo siendo llevadas río abajo. Al final de aquella metamorfosis, su rostro volvió a serme familiar, pero Akira había ganado centímetros de altura, su torso era completamente masculino y salvo por unas heridas que sangraban, no tenía ninguna de las cicatrices de su caída de la montaña. Abrió los ojos y sus escleroticas negras se vaciaron en lagrimas como la tinta que abandona un tarro de cristal…

Aléjate…— murmuró sollozando, con sus manos negras puestas sobre su rostro y gran parte de su cuerpo acurrucado en el agua. —No puedo controlarme, soy peligroso… hice cosas horribles.

Akira, mi amor… soy yo y sé que no me harías daño.— Le susurré dando pequeños pasos más cerca, entrando en el agua. —Estaría muerta de no ser por ti… o algo mucho peor.

Thália.— Se negaba a mirarme. —Debí dejar que el fuego me destruyera, pero… pero…

Quieres vivir, al igual que yo… quiero que vivas, ansío nuestra vida juntos.— Murmuré llegando a su lado y retirando las manos de su rostro lleno de lágrimas.

Me convertí en un monstruo, asesiné y cercené cuerpos como si fueran pedazos de carne y nada más, los odie con cada ápice de mi ser.— Me sujetó las manos y trató de alejarme mientras sus iris eternamente amatistas temblaban en sus cuencas. —Apenas pude alejarme cuando vi a una mujer desnuda atada en una cama, como si fuera un sátiro. Entonces vi a mi espalda al hombre que le hizo cosas horribles a la jovencita. Le arranqué el corazón y lo devoré, tenía tanta hambre como si no hubiera comido en días… la desaté, pero me miró horrorizada y huyó sin que pudiera socorrerla. Ya no queda humanidad en mí.

No olvides nunca que soy quien vive y muere por ti. Si no puedes soportar la culpa, entonces llevaremos este pecado juntos. — Lo abracé y le supliqué. —Pero no te abandones a ti mismo… por nadie.— Me acerqué incluso más y mi pecho se unió al suyo, sentí su cuerpo debajo del mío. —Eliminaste a un montón de criminales que hacían cosas horrendas. Mi amor, ellos te habrían destrozado, si hubieran tenido la oportunidad, tú o yo, seríamos la mujer en la cama si esto no hubiera pasado. Castigaste a aquellos que realmente merecen el nombre de monstruos y salvaste decenas de personas…— Besé sus manos. —Tú los liberaste, ¿verdad?

Akira asintió. —Rompí los barrotes, ocultó por la oscuridad.

Ellos lo agradecerán algún día, e incluso si no lo hacen… siempre me tendrás, porque yo no te temo querido mío. Yo… yo te amo, Akira.— Tragué saliva, simplemente porque ya no podía mantener la mente en calma, ni verlo destrozarse a sí mismo.

Yo también te amo. Thália, mi querida Thália, realmente creí que enloquecería cuando te llevaron…

Ya estoy bien, viniste por mí y me salvaste. Eso es todo lo que importa.— Acerqué mis labios a los suyos y nos abandonamos en un mar de sensaciones, hasta que la calma y el sosiego volvieron a nuestras almas, con las drogas abandonando nuestros cuerpos.-

—Ya veo, el lazo que ha nacido entre los dos ha afrontado considerables dificultades…— La pelinegra miró con admiración a Thália, llenándose de un sentimiento agridulce. ¿Este era el destino de Akira o una manipulación de las fortunas? Había encontrado a una mujer incondicional, pero este amor rompería el corazón de su cuñado, que era también una persona de lo más noble.

—Alan Laster de Ville, está muerto… porque fue el primero de los hombres que Akira cazó al volver a la hacienda. Las personas rescatadas recibieron atención médica y fueron empleadas en los territorios de las familias, incluidos nosotros, los Gálad. Lamentablemente, las secuelas de las cosas que vivieron son algo que aún no sabemos como tratar adecuadamente, algunas de sus miradas parecen perdidas, como si se hubieran quedado a vivir en ese lugar para siempre.— La joven rubia de mirada azulina suspiró. —No hay nada más que mi palabra para relacionar al sacerdote Kilian de la orden de Susano-o con Laster y su tétrico negocio de trata de personas. Pero al menos pudimos retirar el documento e inscribir el nuestro.

—¿Las dejaron hacerlo? ¿No se habían negado inicialmente?— La imperatoria se extrañó, ya que había escuchado atentamente a la dama.

—El sacerdote le hizo un… sondeó a Akira— Thália sintió que aquello se acercaba más a un abuso, pero repentinamente la validación del sexo de los cónyuges se hizo parte del protocolo nupcial. —Incluso yo fui revisada, pero por una Sibila.

—¿Se atreven a hacer tal cosa?— El doncel de hielo, tensó la mandíbula. —Me parece que Susano-o ha sido venerado innecesariamente y que sus templos, como él, han resultado ser más que corruptos.

—¿Majestad?— Thália se sorprendió de pensar, que la Imperatoria, emprendería una guerra contra los templos de Susano-o y que hablaba de un dios tan temible, con tal ligereza. —¿Entiendo bien lo que dice? ¿Alterará los templos?

En respuesta, Natsuki sonrió con un asentimiento elegante, y luego miró a Akira dormido con conmiseración. —Si esto ha tenido que vivir mi querido amigo, pese a la Ley que en persona he sancionado para favorecer el amor que tantos han llamado antinatural. Me parece que volveré sobre mis oraciones para que mi pueblo viva con más dignidad bajo la mirada amorosa de dioses más gentiles. Mi Fe está con Tsukuyomi y Amaterasu, creo que es momento de hacer algunos cambios en la estructura de los templos.

—Se lo agradezco majestad— La dama Gálad reverenció a quien gobierna sobre los súbditos de Windbloom. —Me gustaría proponer una idea, si gusta escuchar.

—Te escucho, adelante.

—Las normas, por sí mismas, no cambiarán la mentalidad de las personas, lo hacen las propias personas… la educación. Llevados a extremos de omisión insalvables, incluso debería contemplar la sanción. ¿Sería posible considerar abanderados que velen por el cumplimiento de las mismas? En tanto, el pensamiento adverso de los inflexibles muta, o bien, la generación cambia con los nuevos sucesores.

—Lo tendré presente, ya había considerado algunas medidas para incentivar el cumplimiento. Las leyes se incluirán en la formación de las academias de varones y estableceré una cuota mínima de asistencia a academias femeninas de las casas nobles y becas para los plebeyos cuyas aptitudes sean notables.— La Kruger esbozó las ideas que aplicaría para mejorar la situación. —Seleccionaré un grupo exclusivo para que evalúen el cumplimiento de las leyes por zonas territoriales de forma encubierta, estableciendo sanciones acordes a la falta. Crearé espacios seguros para que puedan exponer la corrupción cuando la hubiere y castigos que harán temblar los cimientos de las casas de aquellos cuyas consciencias están podridas.

—Majestad, ¿eso no llevaría a las jovencitas al ostracismo? Serían tratadas como parias.

—La cámara Argenta y Aura, que estaban constituidas solo por hombres, se vaciaron debido a los casos de corrupción y alianza que forjaron con Nagi Dai Artai. Por lo que ya tengo la cantidad de varones nobles suficientes para llenar la cámara Aura. Pero quiero que la cámara Argenta sea constituida por mujeres letradas, las cuales son una rareza en la actualidad. Una vez los padres y madres nobles del imperio entiendan que la selección de las nuevas representantes coincidirá con aquellas que participen de las cuotas mínimas en las academias, lo verán como un privilegio e incluso enviarán a todas sus hijas. Las mujeres serán vistas como una oportunidad a la que muchos nobles de bajo rango le apostarán para escalar y en el proceso, puliremos los diamantes en bruto… reconstruyendo por completo el perfil de la mujer. Ellas serán las damas más codiciadas y todos los hombres querrán desposarse con ellas, dada su influencia… así en dos o tres generaciones, el orgullo de los nobles se encaminará a forjar hombres y mujeres cultos. Con mujeres así, los títulos podrán ser heredados indistintamente del género.

—Gracias, majestad.— La dama se sorprendió del rápido pensamiento de la pelinegra, eran casi como los pensamientos de alguien con tiempo y recursos ilimitados. Por algo era la imperatoria. —Pero, dejando eso de lado. ¿Cree que exista alguna cura para mi Akira?

—La hay…— Natsuki sonrió hermosamente, dando algo de sosiego a la joven.

—¿La hay?— Quién podría ser un bello durmiente, despertó y levantó su torso de la cama. —Es un honor verla, majestad.

—Akira, dioses… qué feliz estoy de verte despertar— Natsuki tomó asiento en el borde de la cama y sujetó el hombro de su amigo con suavidad. —Eres alguien realmente impresionante, querido amigo.

—Celebro el nacimiento de tus hijas, he oído que son preciosas. Felicidades.

—Que dices— Natsuki se sonrojó, era verdad, pero se sintió muy halagador. —Las conocerás pronto, ya lo verás.

Las viejas amistades resurgieron, se abrazaron y la sensación de apoyo, aplacó los temores de Akira sobre su propio ser. La realidad es que las dos habían pasado momentos muy difíciles y Natsuki quería pasar tiempo a solas con él para ponerse al día. Sin embargo, tenía que ser muy honesta sobre las cuestiones que había entendido acerca esta situación. —Akira, hay algo en lo que debo ser… muy clara. Deduzco que absorbiste la facultad de cambiar de forma del Orphan y por esto tu cuerpo ha estado alternando en cuanto pudo regenerarse lo suficiente tras la terrible caída en la montaña. Ahora bien, si el Orphan de caza muta… para tomar la forma de los seres que anhelan sus presas a fin de atraerlos para alimentarse. Tú no cambias según la voluntad de otros, porque yo puedo desear y pensar en mi esposa, pero tu cuerpo no se torna femenino, ni tu piel se altera, ni tus cabellos tiene bucles como los de mi Shizuru. Adoptaste su mutabilidad, pero la fuente de la misma está más relacionada contigo mismo, cambias con la necesidad y es inconsciente.

—Natsuki… digo, Majestad. ¿Dices que soy yo quien cambia deseándolo?— La mirada de Akira era realmente confusa y hasta contrariada.

—Exactamente.

—¿Entonces yo elegí ser un monstruo?— Dijo un poco más ronco de lo que quería, sintiéndose mal por lo que pasó en la hacienda Laster.

—Pienso que pudo ser un mecanismo de supervivencia aunado al desenfreno que te ocasionó la droga.— Natsuki pensó que no podría evadirlo más. Era necesario darle caza a Nao Yukki para que pagara por sus crímenes… era cada vez más inevitable, sus drogas no solo destrozaron su consciencia, fueron vendidas con fines realmente macabros. —Considero que te sentiste como un monstruo y la retroalimentación de la idea hizo que los cambios comenzaran a ocurrir. Un ser de ese tipo es invencible, pero perdiste el control debido a la contaminación del animus en todo tu circuito interior.— Claro que ella podía ver la corrupción que el Orphan le había transmitido. —La noche del secuestro de Thália, necesitabas ser más fuerte y mortífero, incluso si conscientemente no lo quisieras. Porque sabes que no habrías salido con vida de allí si solo fueras Akira Okuzaki, ¿verdad?

El moreno asintió, consciente de esa realidad. —Lo sé.

Thália pudo enojarse con Akira por intentar algo tan kamikaze, pero no quería hacer algo tan vergonzoso delante de la imperatoria. —Majestad, cabe decir que cada vez que Akira recuerda fragmentos de su vida, sufre un colapso, el último incluso lo hizo sangrar.— Murmuró Thália recordando el caso en la mansión o lo que pasó en el jardín.

—Tal cantidad de estímulos pueden sobrecargar su cuerpo. Porque recordar es como vivir un poco… la dama de la memoria ha sido cuidadosa en devolverlo poco a poco para evitar alteraciones abruptas o insoportables.— Natsuki pensó que las consideraciones de Ceret eran especialmente gentiles y cuidadosas, por lo que no pudo evitar sonreír.

—Si es una cuestión tan arraigada, entonces… ¿Podemos hacer algo?— Cuestionó la dama rubia nuevamente.

—¿Puedes caminar?— Natsuki no respondió a la joven inmediatamente, pero asintió con su cabeza.

Un largo silencio se formó en el lugar y la paciencia de Thália fue algo por admirar, ella acarició la espalda de su prometido con suavidad, transmitiendo comprensión a través de sus ojos. El moreno sonrió a la dama, besó su mano y retiró la sábana de su cuerpo, aún tenía el pantalón de esa tarde y le fue tendida una camisa para que pudiera cubrir su torso. Natsuki notó las heridas de los perdigones de las balas que seguramente recibió en la contienda de la hacienda, pero se sorprendió de ver que al levantarse, Akira le ganaba centímetros de altura y era macizo con un cuerpo realmente admirable.

—¿Gusta que caminemos, majestad?— preguntó con una sonrisa que recordaba las caminatas en Tsu.

—Vayamos entonces.

—¿El balcón?— Ciertamente Akira no se sentía tan cómodo con la presencia de tantas personas al otro lado de la puerta.

—El balcón será.— Natsuki apoyó inmediatamente.

Thália miró estupefacta a la imperatoria, quien sin ninguna ceremonia invitó a Akira a salir de la habitación y aunque pensó que querrían un poco de aire en el balcón. Tuvo que contener un gritillo de espanto cuando los vio saltar sin ninguna precaución. Corrió a ver si todo estaba bien, pero se sorprendió de ver a Akira y a Natsuki tan tranquilos, caminando sobre el pasto de los jardines como si nada. Era una amistad inusual, sin duda…

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Fueron a los jardines orientales, en la zona de las fuentes, el recorrido aconteció en silenciosa camaradería, pues ambos se habían acostumbrado a la presencia del otro durante años y fue cuando arribaron frente a la escultura del primer rey de Windbloom que se detuvieron. Las esmeraldas de Natsuki observaron la figura del hombre frente a ella, era bastante semejante a la de Takeru, quería verlo y mostrarle a sus hijas, pero aún debía solicitar el permiso de Shizuru, pues no sabía que tan a gusto estaría con la presencia de fantasmas en la habitación de sus pequeñas.

—¿Querías hablar a solas?

Natsuki asintió. —Creo que la dama es confiable y digna de todas las cosas buenas en el mundo. Pero lo que voy a decirte, es algo que solo te atañe a ti.

—Quisiste no ocasionarme un problema con ella.— Sonrió serenamente.

—No soy experta, pero hay elecciones por hacer, que afectarán su futuro juntos.— La imperatoria esperaba que si esta elección liberaba a Akira de sus demonios y lo llevaba más cerca de la felicidad, entonces su prometida lo aceptaría sin dudar, pero era una idea y no una certeza. —Te ama, es evidente. ¿Pero estará de acuerdo con el resultado final? Es algo que no sé.

—¿El resultado final?

—Estoy en la capacidad de eliminar la sangre del Orphan y restaurar el animus para que vivas con normalidad. Pero así el factor de cambiar, cesará.— Natsuki no quería confusiones, así que fue incluso más directa. —Akira… te estoy diciendo que tienes que elegir lo que quieres ser, serás un hombre o una mujer, alto o bajo, incluso el color de tu piel y si aprecias mucho tus alas, podría encontrar la forma de darte un regalo que las reemplace. Hay cosas que puedes conservar, pero estar alterando tu cuerpo entre ambos géneros… es como destruir tu interior cada vez, llegará un punto en el que no podrás sanar y morirás, si sigues mutando así.

El de iris amatista, levantó la mirada a los cielos y sonrió con esperanza. —Elijo ser un hombre, quiero serlo desde que puedo recordar.— Luego volvió la vista sobre las esmeraldas de aquella confiable amiga. —Sabes cuanto he sufrido por no ser lo que en mi alma debía ser. Me ha atormentado cada día de mi vida. Pensar que ahora puedo elegir, se ve como el regalo de los dioses.

—Lo sé. Pero esta decisión no podrá ser deshecha. Una alteración posterior desgarraría tu alma y tal vez no sobrevivas. ¿Lo entiendes? Hay límites para el cuerpo y el alma de un ser mortal, por ello debes estar seguro— Murmuró comprensivamente, pero sonrió para quitar algo de peso al asunto. —No tienes que decidir inmediatamente, pero te recomiendo evitar cambiar formas frecuentemente durante este tiempo.

—Te lo agradezco, aunque para ser honesto, no sé de nada que pueda hacerme cambiar de opinión.

—Lo sé, aun recuerdo, que pese a realizar las labores más desagradables que a un sirviente competen, eras muy feliz. Estuviste fingiendo a mi lado que éramos un par de hombres del arrabal y vaya que atrajiste miradas.— Se rio un poco. —Yo no entiendo demasiado esta felicidad y espero que eso no te hiciera sentir mal, amigo mío. Pero fue bueno que vinieras conmigo aquella vez.

—Jamás me apartaste de ti, a pesar de mi singularidad.— Akira levantó los hombros y sonrió. —Iría contigo a cualquier lugar.

—¿Se lo dices a la chica con la máscara del lobo o las vendas de leproso?— La sonrisa de Natsuki fue sincera como pocas.

—Bueno, ya no están ahí… ninguna de las cosas que te hacían sentir mal.— Murmuró el marqués con una expresión suave. —Todo eso desapareció y juro que casi no te reconocí cuando desperté, esta belleza es simplemente sobrenatural. La señora debe estar complacida…

—No sé si es de su agrado…— Natsuki suspiró, —No me cabe duda de su amor, ella me querría si fuera un monstruo o un adonis, pero no me siento demasiado confiada sobre mí.

—Bueno… siempre actuaste como un caballero debido a las instrucciones del Gran Duque, quien no conocía otro modo de enseñar a un sucesor y fue conveniente para esconder los efectos de la maldición en tu cuerpo. A mí me complació enormemente ser tratado así, porque me sentí pleno y feliz en el castillo de Fukka. Pero… ¿Era eso lo que usted quería?

—No me detuve a pensarlo, Akira.— Se sorprendió de considerar por vez primera lo que quería ser en torno a la ambigüedad de su ser, porque podía ser un hombre o una mujer sin ningún problema. Y esos días que pasó convertido en uno le hicieron ver las cosas de los señores desde otra perspectiva, pero la vida que había llevado como mujer, escondiendo su feminidad permanentemente, hacía que fuera, como siempre… una constante de vacilación o duda, un temor atrapado en su pecho. —Me comporté del modo que lo hice porque era lo que se esperaba de mí, pero en verdad… no es agradable ser confundida todo el tiempo, se siente para mí como una carga.

—En ese caso, puede soltar esa carga. Es la imperatoria, ¿Existe en el mundo alguien que se atreva a cuestionar sus gustos en moda, su elegancia o su templanza? Además ya tenemos princesas imperiales, ¿en qué punto los nobles podrían decir algo en su contra?

—Tienes razón, querido Akira.

—Díselo a Thália, yo no me sentía muy diferente acerca de mí, siendo mi cuerpo una jaula de eterno martirio y autodesprecio. Pero su aceptación y afecto sincero, sus constantes palabras de aliento, compasivas, empáticas… han cambiado el mundo para mí. Puedo elegir y eso me hace muy feliz, pero ya no siento ese enorme vacío en mi alma, incluso si mañana se me dijera que ser hombre es imposible.

—Ya veo, estás perdidamente enamorado de ella.

—¿Cómo negarlo?— La alegría de rostro de Akira se desvaneció brevemente. —¿Es verdad que Takumi Viola era… mi prometido? Tengo presente el acuerdo con Daye, durante mi infancia, antes de que fuera a Fukka para convertirme en su mano derecha. Pero ese hombre no es familiar para mí.

La Kruger suspiró y asintió. —Lo conocimos en Tsu, fuimos allí debido a mi compromiso con la hermana menor del joven Señor Viola. Me ayudaste a cortejar a mi actual esposa y la adorada madre de mis hijas… pero en el proceso ustedes se hicieron cercanos. Sé que no firmaron cartas debido a que tenías que romper primero el compromiso previo, pero entre los ataques de las criaturas, el secuestro de Shizuru y la batalla para enfrentar a Kagutsuchi, no tuvimos tiempo.

—Vaya, no quisiera estar en los zapatos de ese hombre ahora mismo.

—Yo tampoco. Él realmente te ama, Akira.

—Él ama mi recuerdo, ama a quien solía ser…— Negó suavemente con la cabeza. —No es algo en lo que yo quiera convertirme nuevamente, solo para complacerlo. Yo no pienso renunciar a Thália o la posibilidad de ser el hombre que siempre quise ser por él. Esa sería una traición innombrable contra mí mismo…

Natsuki comprendió las circunstancias, aunque sabía que era complicado que Akira decidiera tan tranquilamente cuando ni siquiera recordara su pasado junto a Takumi, pero ciertamente no había nada más que pudiera hacer. Así que se centró en disfrutar de la compañía de su mano derecha, porque eso era el marqués, un amigo cuya lealtad perenne le permitiría delegar algunos menesteres y adentrarse en los cambios que planeaba hacer, para la vida de la humanidad en general.