—¿Entonces lograste negociar la libertad de Billy? —preguntó Edward mientras tomaba un café en Central Park —¿con quién hablaste?
—Eso no importa —dijo sonrojándose el comandante Redfield mientras volvía a tomar otro sorbo de su taza —lo importante aquí es que Rebecca ya tiene garantizado a su padre de familia.
—Fue con Delilah Harper ¿cierto? —preguntó el abogado con una sonrisa inquisidora, Chris no podía hacer otra cosa más que hundirse en sus hombros —tu gesto lo dice todo. No te culpes, es guapa.
—Las cosas no fueron así —comenzó a contar —la fui a ver a su oficina en la base de aquí y ahí le conté la situación. Me escuchó y dijo que colaboraría en favor de la justicia, hoy me mandó mensaje, dijo que ya estaba todo listo.
—¿Y qué más pasó? —preguntó su amigo, Chris rehusó devolverle la mirada —¿por qué te tiene así?
—No pasó nada. Solo me dijo que lo discutiríamos más a fondo en una cena, y la llevé a uno de esos restaurantes caros que le gustan —Edward arqueó las cejas —y, bueno, se puso ese vestido blanco con lila… y… y… ¡está bien! Ahí me atrapó. Quedé frío.
—Bien caliente diría yo —bromeó el hombre a su lado —hayan sido las herramientas que hayan sido, lo bueno es que la tenemos de nuestro lado.
—Ya la había convencido antes de la cena.
—Corrección: antes de que te cenara —dijo Edward en tono burlón —quién lo diría, el impecable e impoluto Chris Redfield, el hombre capaz de romper rocas con los puños cayendo como guijarro ante una mujer.
—Primero: lo de la piedra en ese volcán fue un arrebato de adrenalina, y segundo: no es cualquier mujer, es una general de alto rango en la Marina, le tengo mucho respeto, es fiera para la pelea y para la estrategia aún más —argumentó Chris buscando defenderse.
—Sí, seguramente en la noche le tuviste mucho respeto —exclamó —y sobre las estrategias no lo dudo, seguro planeó bien cada detalle para tenerte ahí. Ella te cenó a ti.
—Basta —dijo el militar —lo importante es que sin importar el veredicto, ya tenemos a Coen de nuestra parte.
—Eso me quita un peso de encima —respondió Edward —la verdad estaba muy preocupado por Rebecca por todo esto.
—Lamento que ahora esté con Billy, y lo digo por ti —le dijo Chris sabiendo de los sentimientos del abogado hacia la científica —¿por qué nunca se lo confesaste?
—Pensaba hacerlo en algún momento luego de que me la presentaste ese día, pero ella no se acordó de mí cuando la encontré para el caso, está hermosa. No la invité a nada, y después ocurrió esto de Billy. Cuando los vi juntos supe que eso iba a acabar con todas mis esperanzas —dijo Edward —pero no me arrepiento de ayudar a Rebecca, así sea por medio de su pareja. Y al final cuando vi sus peritajes psicológicos, decidí que con ella no era.
—¿La piromanía? Eso igual me dejó loco cuando lo vi con mis propios ojos —reveló Chris.
—¿Cómo está eso? —preguntó Edward curioso —su expediente solo habla de incendios que provocó de niña, y eso no es poca cosa.
—Cuando fue lo de la Mansión Spencer, me siguió hasta los laboratorios y cuando menos me di cuenta, ya estaban brillándole los ojos con la idea de hacer explotar todo el lugar. No lo pensé mucho para decirle que sí porque la situación era crítica, pero al final cuando la vi en el helicóptero dormir como un bebé luego de escuchar la explosión… ¡madre mía, lo que tiene de inteligente, lo tiene de loca! Con el respeto que merece —explicó Chris aún recordando la situación. Por más que pasaran los años, esa noche siempre sería recordada como si hubiera ocurrido ayer.
—La piromanía no es todo lo que me desanimó. Aún tiene culpa por lo del Equipo de S.T.A.R.S. y pesadillas con eso, aunque la quiero, no creo poder dormir con sus terrores nocturnos. Tuve que priorizarme.
—A Jill le pasa lo mismo, a veces me habla por teléfono para preguntarme si no me he convertido en zombie, y al despertar me veo en el espejo esperando no convertirme en nada después de una misión —reveló Chris —solo puedo dormir con un ansiolítico desde entonces, así que tampoco voy a ser tan duro con ella por eso.
—Lo siento mucho, Chris —le dijo el abogado —pero sí, supongo que es mejor mantenerme lejos de ella, aparte se le ve muy feliz con Billy, que hasta hijos va a tener —contestó con alegría en su voz, en realidad estaba alegre por ella.
—También me sorprendió, Rebecca no era de la idea de traer niños al mundo por lo del bioterrorismo, y ahora va a tener uno y hasta más verduras come, es impresionante lo que hace el enamoramiento.
—Son tal para cual. Billy igual tiene problemas de impulsos, pero ha recibido terapia, y lo que ella no hace, él lo hace con excelencia y viceversa. Casi como si hubieran sido hechos para estar juntos, hasta me sorprende lo bien que se complementan, por eso tomé el caso de él.
—¿Los viste como pareja cuando ella te llamó? —preguntó Chris extrañado —porque ese día se habían reencontrado después de veinte años…
—¿Ese día fue el gran reencuentro? No lo parecía —comenzó a recordar —platicaban bien, amenamente, con cierta distancia, pero el modo en el que se miraban era lo que los delataba.
—¿Entonces tú qué piensas que pasó ahí? Porque Rebecca no nos dice nada de esas cosas —preguntó Chris sacando la naturaleza interna de amar los chismes, usando como excusa para sí mismo la estabilidad de Rebecca, pero también le movía la curiosidad por dentro.
—Creo que fue el misterio lo que los unió —explicó —ella se preguntó por tanto tiempo que pasó con él y lo mismo él de ella, así que cuando confirmaron que estaban bien después de toda esa experiencia, pues al no haber más adrenalina y ambos estar en deuda, nació su amor. Típico cuando te haces expectativas, pero parece que en este caso, esa expectativa es mutua.
—Pensaba que era porque la había salvado varias veces —comenzó a recordar Chris el relato de su amiga —pero si lo veo así, tiene sentido, aunque cuando se acabe la expectativa, eso se va a terminar.
—No lo creo —dijo Edward —la única manera en que ese amor podría desvanecerse o se pudieran separar es que Billy no pudiera ayudarla en algo o al revés. Esa relación está demasiado basada en la promesa de cuidarse. Si esa promesa se rompe, la culpa los va a consumir y no van a aguantar.
—¿Tanto crees eso? —preguntó Chris, quien no parecía convencido de ese planteamiento.
—Chris, ellos se conocieron en una situación donde confiar era lo primordial y él respondió positivamente a esa confianza tanto como ella, así que ellos saben que con una llamada de auxilio, el otro va a estar ahí. Esa confianza nació de una crisis, si pudieron ayudarse en medio de una pesadilla ¿cómo no van a poder hacerlo en medio de la cotidianidad? Si llegan a fallarse, la culpa los va a matar, principalmente a Rebecca, quien ya siente que carga con mucho. Por su bien, espero que pueda sostener una relación así.
—Supongo que puedo entender ese nivel de confianza —dijo mientras pensaba en Jill, su mejor amiga, la persona que lo llevó a una búsqueda alrededor de todo el mundo —pero como dices, es cosa de que ellos lo sepan manejar, algo tan grande puede ser fácil de romper.
—No es una relación basada en la confianza en su totalidad. Necesitan a alguien que entienda el trauma que vivieron ¿y quién mejor que tu compañero de equipo?
—Igual hablaré con ella del tema si se presta a hacerlo —le dijo Chris mientras se levantaba para pagar su cuenta.
—Pero Chris, no le digas nada de lo de Billy. En su estado puede perder al bebé con ese nivel de estrés.
El comandante no lo había pensado. Cualquier estrés en esos momentos podría causarle un daño severo a su amiga, entonces decidió que se callaría.
Jill habló a su teléfono, y contestó con rapidez al notar que se trataba de ella.
—Redfield.
—Chris, tengo más información sobre el envío de la investigación de Rebecca —comenzó a decir la chica al otro lado del teléfono —y esto no te va a gustar nada.
—Voy para allá —colgó el hombre mientras veía a su amigo de reojo —¿hay manera de demandar a los directivos de la B.S.A.A. por ser demasiado idiotas?
—Eso no es un delito como tal —dijo jocoso su amigo, entonces ambos se despidieron y separaron sus caminos.
Jill se había quedado de pie caminando en círculos en la entrada de la sede de la B.S.A.A. mientras veía el teléfono celular, esperando a que su compañero llegara para poder hablar de lo que había encontrado.
"Esos bastardos…", dijo entre dientes mientras apretaba su teléfono celular. Cuando vio a Chris, le hizo una seña para pedirle que no entraran al lugar.
—¿Qué pasó, Jill? —saludó intentando mantener la firmeza. Sabía que alrededor de su amiga, el tono muchas veces era sutil, de broma, pero no podía evitar pensar en que ella se enojaría apenas tocara el tema, habrían gritos.
La cara de Jill lo decía todo. El ceño fruncido, las cejas hundidas, las mejillas enardecidas en sangre.
—Que usaron la investigación… —guardó silencio —vamos a mi auto.
Se encaminaron al vehículo de la chica para platicar, mientras ella se acomodaba en su asiento piloto y Chris se sentaba a un lado de ella.
—Enviaron partes de la investigación de la vacuna de Rebecca a Rumanía, las coordenadas no indican que haya alguna civilización en esa parte del país, pero… no quiero decirlo.
—¡Están traficando la vacuna! —gritó Chris mientras golpeaba la ventanilla de Jill, la chica solo vio a su amigo hacer ese gesto.
—Tranquilo, con mi ventanilla no. No es una piedra gigante —recordó la chica mientras le tomaba el hombro —pero de que comparto tu enojo, lo comparto.
—Pondré a Hound Wolf Squad a investigar esto pero ya —gritó Chris mientras salía del auto. Vio que rajó un poco la ventanilla de su amiga —yo la pago.
—¿Con tu sueldo de soldado raso? Sí, claro —se burló la chica mientras buscaba entablar comunicación con la B.S.A.A. en Rumanía —¿Matei, estás ahí? Soy Jill, para un operativo, necesito que me mandes toda la información de los soldados y envíos que se han hecho entre tu país y el mío…
Jill se mostró extrañada cuando Matei le dijo que esa era información confidencial y que los fundadores no tenían acceso a ella. Lo que le pareció desde irónico hasta sospechoso.
Tomó el teléfono de nuevo y ahora llamó a su amiga.
—Chambers —dijo ella desde el laboratorio mientras seguía con la experimentación en animales en proceso de gestación.
—Soy Jill, necesito que me hagas un favor —exclamó la chica acelerada —¿tienes los detalles finales de la vacuna?
—Sí —contestó con un monosílabo, sabiendo las implicaciones de lo que le estaba pidiendo.
—La necesito ya —dijo desde su automóvil, esto mientras la chica se inquietaba.
—En mi casa encontrarás algo que no leería —sentenció, entonces colgó.
"¿Algo que no leerías? ¿Quién te crees para hacerme pasar por acertijos, el arquitecto George Trevor?", pensó Jill ligeramente molesta, pero entendía que ella estuviera paranoica. Entonces, ya siendo tarde, fue al departamento de la chica mientras preparaba su ganzúa.
Llegó al departamento de Rebecca y abrió la puerta con su confiable herramienta, lo que para Billy fue una enorme sorpresa.
—Rebecca, llegas tempra… no —dijo Billy sorprendido de ver a la castaña de azul, a quien vio con extrañeza —¿tienes llaves de este lugar? —le preguntó con cierta molestia.
La chica sacó su ganzúa.
—Ya veo —dijo cortante —podrías tocar la puerta.
—En teoría no deberías estar aquí —recordó Jill, a lo que Billy solamente volteó al piso, el que estaba trapeando —¿Rebecca te pidió hacer el quehacer de la casa?
—Es parte de mis servicios —dijo con ironía. Sabía que era la amiga de su pareja, pero había algo que no le agradaba de su presencia ahí —¿pasa algo?
—Soy Jill —exclamó mientras entraba a paso lento y ligero, buscando ver algo relacionado con su frase 'algo que no leería' —mierda, odio los acertijos —dijo ella, aunque se sabía buena en ellos, no los disfrutaba.
—¿Buscas algo? —preguntó él mirándola con extrañeza por la manera en como caminaba.
—En realidad, sí. Rebecca me dijo que buscara algo que ella 'no leería' —indicó —¿sabes qué puede significar?
—Rebecca lee casi todo —contestó —pero la última compra que hizo de libros no me parece que sea muy de su estilo —reveló —¿qué necesitas?
—Eso, algo que Rebecca 'no leería' —contestó —sé que lee casi de todo, libros, artículos científicos. Vamos, enamorado, haz gala de que conoces a tu novia y dime qué no le gusta leer.
Billy se rió por lo bajo y le contestó que esa era una pregunta muy difícil de contestar.
En realidad, él ya sabía de qué estaba hablando ella, porque había recordado algo que Rebecca le había pedido. Y le dijo de manera expresa que nadie, absolutamente nadie, podía encontrar la información que ella había escondido entre los libros de romance barato que había comprado y colocado en su estante.
Nadie tenía que encontrar su trabajo, sin embargo le contó igual su plan.
"¿No crees que es muy enredado?", le había preguntado a su pareja mientras estaban cenando en la cama. Rebecca había tenido varios mareos en esa noche "¿Una clave? ¿Esconderlo entre tus libros?".
"Es enredado, pero es seguro", detalló ella mientras le decía cuál era la frase para que quien la dijera, se llevara el libro que ella había cortado por dentro.
"¿Entonces tiene que preguntar por un libro que tú no leerías?", replicó "te gusta complicarte la vida", contestó entre risas.
"No exactamente, solo tiene que preguntar o pensar acerca sobre algo que no leería, así vas a saber que viene por la información y que yo lo mandé, pero no quiero que sea fácil de encontrar", respondió, "prefiero tenerla acá donde casi no paso tiempo a que vuelvan a atacar mi laboratorio".
Billy la abrazó con cariño, con la suavidad que siempre le distinguió cuando se trataba de ella".
Dejó de divagar cuando vio a Jill cerca del librero mientras repetía la frase 'que no leería' y comenzó a apartar los adornos, notando que la gran mayoría de los libros eran científicos, virología, anatomía, y toda clase de complementos científicos.
Hasta que encontró el título de "After" de la página de literatura de novatos, Wattpad, y se rió por dentro.
—No sabía que a Rebecca le gustaran estas cosas —dijo la chica entre risas mientras examinaba el libro, desde la portada, hasta la contraportada y la pasta, para buscar algo inusual en él.
"En mi casa encontrarás algo que no leería", recordó mientras pensaba que su amiga no era especialmente romántica o afín a ese género, pensó en las veces que iban al cine y ella elegía acción o cualquier otra cosa por encima del romance, "supongo que no leería romance".
Abrió el libro y comenzó a darle una hojeada rápida al pasar las páginas rápidamente hasta que encontró en la mitad un hueco que abarcaba muchas páginas, y adentro de este, una memoria.
—Bingo —dijo mientras se embolsaba la información. Billy se recargó en la puerta de entrada mientras miraba fijamente a la autoinvitada de la casa. Jill fue a la puerta y lo vio ahí —necesito irme, apártate.
—Oblígame —respondió autoritario —¿qué te metiste al bolsillo? —preguntó con fuerza, mirando a la mujer directamente a los ojos —espero que Rebecca no tenga por amiga a una ladrona.
—Rebecca me dijo que buscara entre algo que no leyera —repitió —mira, ese papel del novio protector conmigo, la persona que testificó a tu favor, no te queda.
—Eso lo sé, y te lo agradezco —reafirmó —pero si algo involucra la seguridad de Rebecca o de lo que hace, tengo que meterme. Uno nunca sabe cuando los intereses de tus amigos pueden cambiar.
Jill dejó salir un suspiro fuerte y bajó la guardia, entonces marcó al teléfono de su amiga.
—Chambers —contestó ella mientras la saludaba.
—Rebecca, dime ¿tengo autorización para tomar lo que está en el libro? —preguntó en altavoz, mirando directamente a Coen a los ojos con molestia, porque a pesar de que sabía que ellos eran pareja, sentía que esa protección era invasiva.
Era eso o que llevaba soltera tanto tiempo que le era difícil discernir entre protección y violencia.
—Sí —contestó con un monosílabo, con sutileza.
—Gracias —colgó —ahora sí ¿puedo irme? —preguntó mientras se erguía y guardaba su teléfono, ahora con un aire de victoria que Billy no pudo evitar distinguir.
—Bien —el exteniente se apartó de la puerta, la que Jill abrió para hacerse paso por el lugar. Tras mirar al piso y entender las acciones de su pareja, le habló a la chica —¡Jill!
Ella volteó a verlo, entonces él con una beretta en las manos, decidió entregársela.
—Cuídate. Tengo entendido que esa información es demasiado valiosa. Por Rebecca.
La joven solamente miró el arma y la tomó para enfundársela en el pantalón.
—Por Rebecca…
Salió del edificio tan rápido como pudo y se fue en su vehículo a su casa, donde le avisó rápidamente por mensaje a Chris que ya tenía la información de Rebecca lista para ser guardada y custodiada sin necesidad de arriesgarla a ella.
