Luego de que Billy permitiera que Jill se llevara la información de Rebecca, algo dentro de él le hizo no sentirse seguro. Por lo que sabía, esa era la única copia del código de la vacuna de la serie E, tanto esa como la que se estaba utilizando para las pruebas y posterior producción.

Rebecca le agradeció que permitiera que la agente se llevara la memoria, porque en el fondo, aunque casi no pasaba tiempo en su departamento desde que Billy había llegado a Nueva York, sabía que ese artefacto podría traerle problemas al edificio, desde un ataque armado hasta una emboscada alrededor de las calles, y quién podría quitarle la razón luego de las cosas que había visto cuando sabía que se arriesgaba a un nuevo brote provocado con la finalidad de arrebatarle aquello en lo que había trabajado tan duro.

Por alguna razón, el doctor James Marcus volvió a su mente. Recordaba la paranoia que este tenía de que Ozwell Spencer le robara su información, paranoia que fue una realidad luego de que Umbrella misma lo asesinara para robarle los avances del virus T, lo que llevó a la eventual destrucción de Raccoon City en un retorcido efecto mariposa que prefería dejar en el baúl de los pensamientos sin concluir.

Así pasaron otras dos semanas, cuando despertó con menos mareos, pero sintiendo la mañana enrarecida, atormentada con las luces de un sol otoñal que daba paso a un frío que no era normal en los años que llevaba viviendo en la ciudad.

Se movió ligeramente de la cama. No podía dormir con tranquilidad, Billy trató de abrazarla en el mismo intento desesperado de tranquilizarse.

Un sueño lo había inquietado, uno en el que se veía incapaz de cumplir sus promesas, en el que Rebecca se encontraba de frente llorando, y la sola imagen de haber sentido que falló lo estremeció al punto de que su corazón tuvo que rehabilitarlo con una sacudida desde dentro.

Rebecca sintió el pequeño espasmo, pero no dijo nada. Solo fingió voltearse para dormir mientras sentía cómo él giraba la cabeza, el torso, la abrazaba por la espalda y le acariciaba los cabellos. Susurraba 'no voy a fallarte'.

De repente, la chica soltó una lágrima sin explicación. Una lágrima llena de intuición que con un grito interno se hacía presente. Se acomodó de nuevo, sintiendo la respiración de Billy en su cuello, sintiendo cómo él acomodaba su rostro para olerle la piel en un intento desesperado de hacerle ver, sentir, oír que él estaría siempre ahí con ella.

Pero ninguno de los dos podía negar que había algo extraño en el ambiente, y aunque no hubiera crisis entre ellos, aunque no hubiera una sola razón real y lógica para decir que algo iba mal, tampoco podían jurar que todo estaba bien.

Era extraño, porque durante la noche pasada, ambos habían reído, ambos habían tenido una cita de restaurante, ambos habían ido a caminar, ambos se habían vuelto a tratar como un par de extraños enamorados que siempre se encuentran en el mismo lugar para coquetear y demostrar un amor ciego y loco que los orillaba a tomar decisiones extremas como formar una familia a solo unos meses de haberse reencontrado tras una catástrofe.

Y no les había importado… hasta ese momento.

La chica fingió que había despertado, besó a Billy en los labios como parte de su rutina matutina y este, con el desazón de ese beso, que sintió fingido -aunque no por el amor, sino por la ansiedad de la chica-, se levantó con ella y fue a la cocina a prepararle un desayuno y dejarle sus medicamentos y suplementos. Rebecca se sentó en la barra, donde él la miró con atención y trató de formar una sonrisa.

Pero no pudo.

Algo raro había en el día, algo extraño había en Rebecca. Su mirada lo decía, no podía ocultarlo.

—Anda, dilo —pidió Billy mientras le servía otro vaso con agua. Rebecca lo miró con detalle y solo tragó con fuerza.

Las palabras estaban en su paladar, pero no querían salir, tampoco tenían el orden para hacerlo.

—Te amo, lo sabes ¿verdad? —insistió Billy mientras le tomaba la mano y le dedicaba la sonrisa que no podía formarse —lo que sea que pase por tu mente, por favor dímelo.

Rebecca soltó unas lágrimas fuertes y copiosas, las que cayeron sobre su ropa de laboratorista, ese suéter verde que cubría una camisa con corbata roja. Tomó aire de nuevo.

—Lo sé. Y yo te amo a ti —comenzó a tratar de hilar la idea —pienso en la investigación, es todo.

—-Si fuera todo, no tendrías esa carita triste —contestó buscando sonar más cálido de lo que parecía —¿tienes miedo de que Jill o Chris hagan algo con los datos?

—No, por el contrario, son las personas en las que más confío —comenzó a decir —solo que algunas heridas no han cerrado —su mirada se volvió a perder en el pasado, en el 2014, en Glenn Arias, en el laboratorio que invadieron, en las personas que perdió por el virus A —ya una vez intentaron atacar un laboratorio y casi morí ¿qué evita que pueda volver a pasar?

Las palabras de la mujer hirieron el corazón del exmarine, y aunque sabía que no era un ataque personal a su promesa de protección, y una duda genuina -él no la acompañaba ahí porque era zona restringida-, sintió el verdadero miedo por primera vez desde todas aquellas ocasiones en las que estuvo a punto de perder a Rebecca en el Complejo de Umbrella.

—Solo puedo pensar que la vida es una especie de cara o cruz —continuó la chica —o te arriesgas, o no, y hoy siento que…

—¿Qué algo va a pasar? —completó Billy, quien al entender las preocupaciones de su novia, fue a su asiento, la levantó en brazos y la llevó de nuevo a recostarse en la cama.

Volvía a perder color, volvía a perder fuerza, y mientras esto pasaba, él le recordaba que tenía que descansar, y que parte de ser fuerte era reconocer cuando también tenía momentos de debilidad.

Le tomó la presión con un baumanómetro que ella tenía a la mano. La encontró baja según los parámetros que ella le había enseñado y de inmediato le levantó los pies y le llevó agua mientras se sentaba al filo de la cama para agarrarle la mano.

—Si dices que la vida es un volado y hay que correr riesgos, yo elijo no correrlos al menos por hoy —sentenció Billy mientras le tocaba la frente con dulzura, ella sonreía y le tomaba la mano.

Entonces le explicó toda la situación a detalle.

Primero le había dicho que tras el incidente en Dulvey, el de la casa de los Baker a donde fue a ver que había ocurrido en realidad, analizaron el terreno, se llevaron muestras del lugar y le encargaron a Rebecca hacer una vacuna contra dicha cepa de ese virus, pero al no tener mucha información, parte de ese trabajo se atrasó, y a pesar de los atrasos, había logrado salir adelante al punto de que ya había una vacuna completa, desarrollada y con mejoras para el portador a nivel genético, lo que permitía que esta cura se pudiera hacer hereditaria con solo una inyección.

Contó igual que desde hacía un tiempo, los directivos de la B.S.A.A. empezaron a presionarla para tener avances más y más rápidos a un tiempo que era básicamente inhumano comparado con lo que ella había tenido que hacer para, con pocas muestras, conseguir el código genético del virus y así comenzar a trabajar.

Pero las exigencias se hacían mayores conforme el tiempo pasaba, y de parte de Chris, quien vigilaba el caso de los Winters, las sospechas contra los directivos aumentaron luego de que el caso fuera encubierto con una explosión de gas y los reubicaran en Rumanía, lugar a donde la información que Rebecca fue recabando, era enviada.

A este estrés se le sumó el del día que no fue al laboratorio y llegaron los elementos de la B.S.A.A. exigiendo los avances que ella había realizado, pero en su lugar dejó una copia alterada sin los resultados genéticos, una investigación notoriamente atrasada y ella se había llevado los avances a su casa en una única copia, que fue la que Jill se había llevado.

Sin embargo, ella había estado experimentando con el prototipo de la vacuna que desarrolló a espaldas de los directivos de la B.S.A.A. con miedo a posibles represalias.

Finalmente le dijo que Chris había movilizado al equipo Hound Wolf Squad a Rumanía para hacer una investigación directa sobre el paradero de la información enviada y que Jill al solicitarla, los jefes en Rumanía se la negaron.

—Si necesitas que vaya contigo al laboratorio… —comenzó a ofrecer Billy mientras recordaba que debajo de su cama tenía otra pistola, una diferente a la que le había dado a Jill.

—Siempre que entro al laboratorio, ahora me pongo un chaleco antibalas, y lo que aprendí en S.T.A.R.S. nunca lo olvidé —comenzó a decir —pero no dejo de tener esta sensación de que algo horrible va a pasar en algún momento y ya me está matando, Billy.

—Ansiedad… —empezó a decir él mientras ella lloraba, se desahogaba —Rebecca, es normal tener miedo, pero no tienes que estar sola.

—En el laboratorio no estoy sola, Billy, estoy con gente a mi cargo, y lo que les pase a ellos también es mi responsabilidad —comenzó a despotricar —así ha sido desde hace mucho tiempo y no por eso tengo que arrastrarte a ese mundo cuando ya quieres paz.

—No me arrastras si voy por mi propio pie —respondió él —Rebecca, tenemos mucho que pensar ahora y sé que te sientes mal en este momento. Verte así igual me aniquila, y sabía que tenías que decirlo ¿pero no crees que es algo restrictivo que no me dejes hacer lo que mejor sé hacer para tu bien?

—Ponerme por encima de ti sería muy egoísta —respondió ella de mala gana, con la voz decaída, con una lágrima y la palidez más acentuada, pero el chico sonrió de lado y la miró con ojos de león a punto de acechar a su presa.

—Claro que no, ponerme encima de ti es lo más rico que hay —él desvió la conversación mientras le sonreía pícaramente, entonces ella con poca energía, le dio una sonrisa pequeña y genuina. Después de que logró hacerla reír un poco y la sacó de sus cavilaciones, solamente susurró: —no vayas hoy, por favor.

—Tengo que ir —explicó la chica —al final de todo, es mi trabajo.

—No me estoy oponiendo a que trabajes, eso nunca —corrigió —pero hoy no es un buen día para que salgas de aquí. Sé lo que te digo, así se sentía la mañana del día que nos conocimos. Se sentía a muerte, y no nos equivocamos, los muertos comenzaron a caminar.

Rebecca pensó lentamente en lo que él le había dicho, y aunque sabía que tenía razón porque sentía como la luz del sol, en lugar de calentar el sitio donde se encontraba, lo quemaba sin darle vida, se veía forzada a ir a su sitio, a su laboratorio. Aunque tenía miedo.

Por primera vez tenía miedo de ir a ese lugar que tantas veces la salvó del delirio, y no temía solo por ella, también temía por su futuro hijo y por Billy.

Oh, que todo se fuera a la mierda si algo le pasaba a Billy, especialmente si era por su culpa. Lo amaba con locura, y jamás podría perdonarse. Tomó su mano con la fuerza que el embarazo le permitía mientras se incorporaba con cuidado. Le tocaba la frente, el rostro, las cejas, la mandíbula, el cuello, las clavículas, todas y cada una de estas partes, con un roce leve de los dedos.

Estaba palpándolo, aprendiéndose todas y cada una de las marcas de su fuerte cuerpo, a la vez que se decía que quería tenerlo para siempre en su memoria, si es que no podía tenerlo de nuevo con ella.

Y con una voz temblorosa y triste, soltó el 'Te amo' más sincero de su vida.

—Te diría que te haría un hijo en este momento, pero ya te lo hice —dijo el hombre con picardía mientras hacía lo propio con sus manos y el rostro de muñeca de Rebecca.

"Muñequita", aún recordaba que así le había dicho la primera vez que se encontraron, primero en tono burletero, porque en ella reconoció el temor de un novato que empuñaba el arma, pero jamás iba a disparar, una novata muy bonita que se hacía la ruda mientras hablaba con voz de Barbie, como un gatito cachorro asustado que tiene garras para atacar.

—Y lo espero con ansias —contestó ella —creo que si hubiera sido de otra persona, hubiera detenido el embarazo. Pero saber que estás bien, y que es tuyo, me hizo reconsiderar mi postura sobre ser madre joven.

—¿Madre joven? —preguntó Billy de nuevo con tono burletero. Tenían 38 y 46 años, ya no eran jóvenes para ser padres.

—Sí, porque soy una 'muñequita' y las muñequitas nos vemos siempre jóvenes —apuntó Rebecca mientras le daba un beso ahora con menos ansiedad, aunque empapado en las lágrimas que había soltado sin sollozar —te amo tanto que, si me viera obligada a dejarte ir, lo haría solo por tu bien.

—Mi bien es que estés conmigo —exclamó él mientras le devolvía el beso con uno fuerte en los labios, bajando lentamente hasta llegar a su vientre —yo tampoco creía que me fuera a hacer tanta ilusión el ser padre.

—Creo que me siento mejor —dijo más alegre, con color en las mejillas y la presión arterial de vuelta a la normalidad —tengo que irme.

Él la sujetó por la cintura mientras le daba otro beso, con el fin de evitar que saliera del departamento.

—Lo que te digo es cierto, Rebecca. Ese mal presentimiento no se va, quédate, o si no quieres quedarte, vamos a la cafetería, pero al laboratorio no vayas hoy.

A Rebecca eso le llamó la atención, y aunque sabía que existían habilidades fuera de la comprensión humana y que no se podían catalogar como ciencia, había aprendido en el pasado que confiar en su intuición era lo más sensato.

Y estaba a punto de ceder.

Sonó su teléfono celular.

Chris Redfield.

—Chambers —contestó.

—Rebecca, los directivos de la B.S.A.A. quieren el prototipo de la vacuna ¿dónde te encuentras ahora?

—Me dio un mareo, Chris —dijo sin dar detalles —pero ya voy para allá.

—¿Cómo va tu embarazo? —le preguntó sin miramientos, ella quedó fría, congelada, en shock y con los ojos abiertos al darse cuenta de que su amigo ya lo sabía —no eres muy buena fingiendo.

—Va bien, y no es de alto riesgo si lo llegas a creer —explicó la chica, Billy la veía desconcertado —¿quieres el prototipo de mi investigación o el que está incompleto?

—Es para la B.S.A.A.

—El incompleto entonces —confirmó la chica —en cuanto salta me pongo a fabricarlo.

—Rebecca, tómatelo con calma, no estás en momento de estresarte ¿está bien? —le recordó su amigo con un tono más comprensivo —puedo autorizar a Coen para que entre contigo si necesitas cualquier cosa…

—¿Y meterlo en problemas cuando aún no hay resolución del juicio? —dijo Rebecca aún teniendo eso en mente, algo que Billy recordó. No tenía un veredicto. Ser vistos como un par de anónimos en una cita era una cosa, pero ser vinculado directamente con quien hizo el reporte de su muerte… no. Eso sería condenarla —hoy tienes el prototipo.

—Enviaré a mi gente para que te cuiden si es necesario.

—Chris, no soy una niña chiquita —dijo contrastando con lo suave y agudo de su voz —verás que será un día normal.

—Nadie dijo lo contrario. Te veo más tarde.

—Adiós.

Colgaron la llamada, Billy la ayudó a levantarse luego de haber escuchado todo. Era obvio, no podía saltarse el día de trabajo y ahora con las órdenes de Chris, era menos factible

—Tengo que… —comenzó Rebecca a decir mientras agarraba su portafolio y sus llaves.

—Sí, trabajo —exclamó Billy, pensando que al menos por ese día, era una mala idea —por favor, en serio por favor, háblame por si pasa cualquier cosa, así sea la más pequeña ¿entendiste?

—Billy, no creo que…

—Por favor —pidió —no lo hagas solo por mí —intentó chantajear mientras le tocaba el vientre, así no se diera de que era un chantaje, así lo viera como preocupación genuina. Ella asintió. Se dieron un beso en la frente y dividieron sus caminos para ir a sus respectivos trabajos.