CAPÍTULO 7:

NICK VS REN

La Tierra, Japón

Residencia Takahashi

–¡Señor Takahashi! ¿¡Qué piensa de las acusaciones realizadas hacia su hijo!?

–¿Cree que las Industrias Marukura en verdad podrían estar relacionadas con los múltiples secuestros que se han dado en el espacio virtual conocido como el "Interespacio Bakugan"?

–¿Cómo afectará esto a su familia?

–¿Qué piensa hacer?

–¿Cree que este podría ser el fin del Interespacio Bakugan?

–Señor Takahashi.

–Señor Takahashi, por favor, responda unas preguntas.

Las peticiones iban y venían, no dejaban de azotar sin piedad alguna los oídos de Nick, que escuchaba con malestar el sonido de los reporteros y periodistas buscando su preciada nota sobre las múltiples desapariciones que se habían dado en el IB.

Su mano temblaba mientras apretaba con fuerza el reposabrazos del sofá de sus padres, su pie golpeaba con poca suavidad la madera del suelo y sus dedos se agitaban a gran velocidad, delatando el nerviosismo que lo estaba torturando.

Resultaba curioso, se había comenzado a quedar nuevamente con sus padres para descansar un poco y recuperar energía después de todo el problema con Ren, pero en lugar de reposar tranquilamente en su cama, durmiendo como no lo había hecho en días; aquí estaba él ahora, escuchando como su padre tenía que enfrentar a la prensa que buscaba torturarlo sin piedad alguna con todo lo que estaba ocurriendo.

No necesitaba que nadie le recordara lo que estaba sucediendo, él mismo no dejaba de culparse por las numerosas desapariciones que Krawler y su séquito habían llevado a cabo en el interior del IB, cuyo número no dejaba de crecer conforme pasaban los días. No dejaba de castigarse por todo el daño que los gundalianos estaban haciendo a los peleadores del interespacio, pero no sabía cómo proceder y por eso había accedido a quedarse con sus padres una vez más, esperando que pasar las noches como cuando era un niño pequeño lo ayudara a aclarar su mente y determinar el curso que deberían tomar con toda esta situación de plagas gundalianas.

Había comprado la antigua casa de sus padres, aquella en la que había pasado su niñez, con ayuda de su generosa paga en las Industrias Marukura y el único propósito de regalarla a sus verdaderos dueños, para tener un lugar en el cual descansar en sus momentos de mayor vulnerabilidad, esperando ingenuamente que la casa también fungiera como un refugio en el cual lamer sus heridas. Por desgracia, había subestimado la capacidad de los periodistas para encontrarlo y seguirlo hasta su hogar. En consecuencia, una ola de reporteros chismosos se había reunido en la entrada de su antiguo hogar con intenciones de interrogarlo y sacar todo lo que pudieran de él respecto a la situación.

Bendito fuera su padre por ponerse en su lugar y salir a encarar a la multitud por él. Aunque Nick tampoco podía evitar sentirse culpable, pues tenía que ser su propio padre quien saliera a pelear sus batallas cuando ese era un trabajo que le correspondía a él y solo a él. Sabía que no era justo, sabía que debería armarse de valor y encarar las consecuencias de sus descuidos. Sin embargo, por más que se lo repetía, no era capaz de reunir las fuerzas para levantarse del sofá y salir de la casa.

Incluso desde su lugar en el sillón, Nick ya se podía sentir atosigado por las numerosas cámaras sobre él, captando todas sus acciones y gestos, capturando todas las imágenes posibles de su persona, las contundentes preguntas sobre la situación y que tan involucrado estaba en ella. El solo pensamiento le provocaba un terrible malestar y destruía con facilidad sus pocas ganas de comportarse como un hombre y hacer lo que tenía que hacer.

Ahora mismo agradecía que Marucho hubiera optado por volver a su casa, donde estaría mucho mejor protegido y llamaría menos la atención del público. No podía entender como es que el pequeño rubio estaba tan tranquilo con esta situación, ¿qué era lo que hacía para poder descansar con todo lo que estaban atravesando? No podía evitar sentir envidia por la capacidad del pequeño para descansar.

Aunque, pensándolo bien, si había alguien de quien debería sentir envidia genuina, sin duda debería ser de la pequeña familia que recorría la sala de estar entre juegos y risas divertidas, llenando la habitación de alegría y un poco más de vida.

–Por aquí, Wolf. Trata de alcanzarnos, pequeño –. Provocó Ángel juguetonamente a la Trampa Bakugan mientras flotaban en círculos al nivel del techo de la sala.

Tenía que reconocer que, a pesar de la difícil situación que atravesaban, Ángel tenía una gran facilidad para relajar un poco el ambiente, dándose un momento para probar con el pequeño Wolfang Darkus algunos juegos infantiles que solo el pequeño lobo podría encontrar emocionantes. Aunque no debería sorprenderse mucho, Ángel siempre había desprendido un aura maternal a su alrededor y cuando estaba cerca, se convertía en la voz de la razón de su equipo al mismo tiempo que motivaba a Leónidas a pensar con más cuidado lo que hacía o decía.

Por otro lado, hablando de su compañero original, también tenía que darle crédito al dragón de la oscuridad. Leónidas, al igual que él, no era perfecto y estaba lejos de serlo, pero gracias a la influencia de Ángel, Wolf y todos los demás, había crecido y madurado mucho; nadie que lo hubiera conocido en su momento podría creer que el monstruo que hacía temblar las arenas de batalla en verdad pudiera ser el mismo individuo que ahora jugueteaba con el ángel y el lobo por el techo del primer piso de la residencia Takahashi.

–Ven aquí, Wolf, trata de atraparme –. Incitó Leónidas a su compañero de batallas, fingiendo su mejor tono amistoso y paternal.

Sabía que Leónidas era demasiado duro como para participar en este tipo de juegos con auténtica disposición. Sin embargo, también sabía que su compañero apreciaba mucho a la pequeña Trampa Bakugan, incluso si nunca lo decía en voz alta, por lo que pondría su mejor cara y tono con tal de hacerlo feliz y más en tiempos de incertidumbre como los que atravesaban.

Alegre, Wolf perseguía a ambos Bakugan entre enérgicos ladridos, contagiando un poco de su alegría en el pesado ambiente que caía sobre su peleador, el cual hacía su mejor intento de sonrisa falsa para no preocupar al pequeño lobo.

Finalmente, después de unos pocos minutos de corretear a sus figuras paternas, Wolf pareció decantarse por concentrar todas sus energías en atrapar a Leónidas, el cual se movía con agilidad a lo largo de la sala mientras era perseguido. Al ver un momento libre para la que debía ser la agitada Bakugan, Nick pensó que Ángel optaría por sentarse un momento a descansar. Sin embargo, la guerrera de la oscuridad lo sorprendió cuando flotó con rapidez hasta los cojines en el sillón junto al sofá, escondiéndose al instante y perdiéndose de la vista del pequeño lobo.

Un poco más arriba del escondite de su compañera, se encontraba una foto encerrada en un fino marco sobre la mesa decorativa de la sala, situada detrás del sofá. En la imagen, un hombre castaño con una gruesa barba abrazaba a la madre de Nick con afecto delante de lo que debió ser un festival en el centro de la ciudad, sus ojos eran oscuros, sus mejillas esbeltas y al igual que su mandíbula, éstas se encontraban ocultas detrás de la gruesa capa de pelo marrón que iba de las patillas y cubría la zona inferior de su rostro.

No sabía mucho de su difunto tío, solo lo que su madre le contaba sobre él y como éste había sido su héroe tanto en su infancia como en su adolescencia. No podía decir que compartiera un vínculo muy estrecho con el hombre, pues había fallecido mucho antes de su nacimiento y lo único que lo unía realmente a su recuerdo, más allá de su madre, era el hecho de compartir nombre con el difunto hermano de la señora Takahashi.

Una vez más, la voz de Ángel lo sacó de sus cavilaciones al llamar la atención del pequeño lobo que ahora mismo perseguía a Leónidas.

–Pequeño, trata de encontrarme –. Llamó Ángel a la pequeña Trampa Bakugan con tono dulce.

Al escuchar las palabras de su madre, pero sin su dueña visible en ninguna parte, Wolfang no tardó en detenerse en seco en pleno aire para tratar de hallar a Ángel con la mirada. No obstante, al ver sus pequeños esfuerzos no rendirían frutos, el pequeño lobo acorazado miró a Leónidas mientras producía sonidos de súplica, pidiéndole permiso para buscar a la desaparecida Bakugan.

–Adelante, ve a buscar a tu mamá –. Autorizó Leónidas con tono gentil y haciendo su mejor esfuerzo por no retorcerse al utilizar el término.

Era sorprendente como, a pesar de la dureza natural en su voz, Leónidas había encontrado el modo de lograr un tono suave y gentil dedicado únicamente al pequeño Wolfang y a su amada Ángel.

Mientras la Trampa Bakugan se disponía a buscar a su figura materna por todos los lugares que fueran necesarios, el dragón acorazado se permitió sentarse al lado de su compañero en el sofá mientras respiraba con un poco de cansancio. Bastante normal considerando que llevaban jugando alrededor de media hora para hacer feliz al pequeño lobo.

–¿Todo bien, Leo? –. Preguntó Nick tratando de esconder su propio agotamiento.

–Sí, no te preocupes. Es solo que Wolf consume más energía con sus juegos de la que podrías creer –. Respondió Leónidas bajando su cabecita mientras respiraba con dificultad.

A veces resultaba sorprendente como los Bakugan podían expresar sentimientos tan humanos como el cansancio aún en su forma de esfera. El mejor ejemplo de eso era Drago y las numerosas veces que Miyoko Kuso lo había obligado a hacer ejercicio con ella, parecía que ni siquiera el poderoso King Leónidas Darkus estaba exento del agotamiento y más si la causa era un pequeño lobo extrovertido con actitud de cachorro y energía infinita.

–Tuve suerte de que no sacaras esa pelota para el estrés que tanto le gusta –. Comentó Leónidas en voz baja.

–¿Te estás volviendo viejo, papá? –. Bromeó Nick provocando a su compañero.

–No me llames así –. Respondió Leónidas con desagrado por el título.

Sinceramente, no podía descifrar los motivos de su compañero para sentir tanto rechazo por la idea de ser una figura paterna para Wolf, Ángel la aceptaba gustosa e incluso amaba la idea de haber formado una familia con su amado. Sin embargo, Leónidas, a pesar de todo su cariño por la Trampa Bakugan, parecía sentir rechazo a la idea de ser como un padre para Wolf; aunque claramente éste último lo veía de esa manera.

Devolviendo la vista a sus compañeros todavía inmersos en su juego infantil, Nick se permitió ver con alegría como Ángel saltaba con exagerada euforia de su escondite al sentir cerca a Wolf, provocando que éste saltara sobre ella para cubrirla de intentos fallidos de lamidas con su lengua inexistente a la pequeña mejilla de la Bakugan, la cual se reía fuertemente, conmovida por las muestras de afecto de su pequeño.

–Bien hecho, Wolfie. Me encontraste, me encontraste. Buen niño, buen niño –. Felicitó Ángel a la Trampa Bakugan mientras hacía su mejor intento por acariciar su cabecita.

Era una imagen conmovedora, una que hacía que Nick se remontara a cuando no era más que un niño con escasas habilidades sociales. En aquel entonces, el único ambiente en el que se permitía ser auténtico y se soltaba a gusto era en su propia casa, únicamente en la compañía de sus padres.

Por desgracia, no todos pensaban lo mismo.

Qué desagradable –. Bufó Vladitor con desdén –. Es indignante que guerreros tan poderosos rebajen su dignidad para participar en unos juegos infantiles.

–¿Acaso nunca fuiste pequeño, Vlad? –. Cuestionó Nick al Bakugan incorpóreo.

–Hace eones que no, humano.

–Estos juegos infantiles lo hacen feliz, Vladitor. Si no te gusta, cállate y no lo critiques –. Defendió Leónidas al pequeño lobo con dureza.

A pesar de haber aceptado las circunstancias que los rodeaban, que estaban condenados a estar por siempre encadenados a la mente del otro, aún se presentaban momentos y temas en los que Leónidas y Vladitor no podían llegar a un punto medio ni pacifico. Normalmente, era por cosas tan mundanas como los programas que Nick veía en la televisión, la correcta forma de alimentarse para su peleador o la forma de ejecutar ciertas estrategias en batalla. Sin embargo, la conducta de Wolf era un tema delicado entre ambos guerreros; si bien Vladitor lo trataba como algo menor y sin mayor importancia más allá de la dignidad secretamente perdida de los Bakugan Darkus, Leónidas nunca tardaba en mostrar una fiera defensa de su compañero de batallas, argumentando que Wolf se había ganado el derecho a divertirse como quisiera y más aún si se tenía en cuenta que no lastimaba a nadie y hacía feliz a Ángel.

Lo consienten demasiado, Leónidas. ¿Cómo esperan que crezca y madure si permiten que se comporte como un infante? –. Cuestionó Vladitor con incredulidad.

Ni siquiera sabemos que edad tiene o si las Trampas Bakugan pueden envejecer si quiera. Si es un niño, déjalo ser un niño. No tienes derecho a criticarlo –. Reprendió Leónidas con firmeza.

Esa era una cuestión interesante, por decir lo menos. Por lo poco que sabían acerca de las Trampas Bakugan, se trataba de guerreros antiguos caídos, traídos de regreso a la vida mediante ciencia vestal. Sin embargo, de ser así, Wolf no debería comportarse como un cachorro, no lograba ver el sentido detrás de todo esto.

A veces, Nick no podía creer que en verdad pensara cosas así, pero le daba un poco de lástima que el profesor Clay y su equipo de científicos hubieran muerto. Por desgracia, los malditos se habían llevado los secretos de las Trampas Bakugan y la tecnología que las hizo posibles a la tumba.

Finalmente, ambos Bakugan se quedaron en silencio nuevamente, dejando a Nick en un silencio reflexivo que daba tiempo a su mente de divagar y repasar los últimos hechos acontecidos en su vida, los objetos que lo rodeaban, el mundo exterior que lo perseguía y lo señalaba por todas las desapariciones que Krawler había provocado.

Fue gracias a este renovado silencio que Nick logró escuchar un poco más de las declaraciones y preguntas en el exterior de la casa.

Señor Takahashi, ¿cree que su hijo en verdad podría estar relacionado con las últimas desapariciones?

–Se ha comenzado a hablar de cómo las Industrias Marukura pueden estar involucradas en todo esto. ¿Tiene algo que decir?

–La policía no ha logrado cerrar con éxito el Interespacio Bakugan a pesar de sus múltiples intentos. ¿Qué piensa de todo esto?

Reconocía algunas de esas voces, pertenecían algunos de los familiares de los numerosos desaparecidos. Normalmente, los periodistas y reporteros manejaban cierta etiqueta y mesura a la hora de realizar sus preguntas para obtener sus notas, pero se notaba que el resentimiento de varios de estos sujetos hacia él y todo lo relacionado al IB era más fuerte de lo que Nick había creído, hasta el punto en que no temían realizar las preguntas más peligrosas de la manera más directa posible, acusándolo indirectamente de cómplice de las múltiples desapariciones. Tenían que tener mucho valor y descaro para acusar de algo así a un hijo en la cara de su padre.

Internamente, Nick no pudo evitar maldecir a Ren una vez más para lo que llevaban de día. Al enterarse de la verdad detrás de todo lo que estaba sucediendo con los gundalianos, el primer impulso de todos los Peleadores había sido correr con las autoridades para tratar de limpiar su reputación. Por desgracia, la historia de unos alienígenas que se metieron al IB no sería muy creíble en primera instancia para la policía y tampoco tenían pruebas que respaldaran su historia.

Era frustrante que los vestal planearan entablar contacto con la Tierra, pero los problemas sociales que su último rey les había dejado con su prematura partida ahora los estaba obligando a posponer sus planes. Tal vez, si lograran demostrar la existencia de más formas de vida inteligentes en el universo, su historia sería mucho más creíble.

Descartó el pensamiento bastante rápido, no tenía tiempo lamentarse por lo que podría ser, pues tenía que enfocarse en el presente. Debían hallar un modo de detener a Ren antes de que siguiera raptando inocentes para su guerra ridícula, limpiar su nombre y demostrar que eran inocentes de todas las culpas que se les atribuían. Sin embargo, tenía que ir en orden. Primero lo primero, encontrar una forma de evitar tanta atención indeseada.

De pronto, el sonido de unos cuantos pasos sacó a Nick de sus pensamientos más profundos para ver a los emisores de los suaves sonidos que se acercaban a él desde la cocina.

Su sonrisa se alzó de forma instintiva al ver a Julie y a su propia madre entrar a la sala con una pequeña bandeja llena de café y galletas recién horneadas en las manos mientras le enseñaban un par de brillantes sonrisas que alejaron momentáneamente sus malestares.

–Hora del refrigerio –. Anunció Julie con emoción contenida.

–Ojalá te guste, Nicky. Julie y yo pasamos por mucho en la cocina preparando esto para ustedes –. Dijo la mujer rubia mientras descargaba la pequeña bandeja en la mesa de centro.

–Sabes que nunca le digo que no a tus galletas, mamá –. Recordó Nick acercándose para oler mejor los postres que las chicas habían preparado.

–Y mucho menos a su café –. Completó Leónidas por su compañero.

Era una verdad vergonzosamente exacta. Debido a las múltiples presiones que significaba trabajar en el Interespacio Bakugan y tratar con el miserable de Krawler, Nick se había vuelto un amante leal del café para tratar con el estrés y tener las energías suficientes para afrontar otro día. Empezaba a temer la posibilidad de estar perdiendo condición por todo lo que tenía encima, solo podía aspirar a mantenerse en forma, dedicándole la apropiada atención a su entrenamiento en cada oportunidad que se le presentara.

Sabía que no debería beber las cantidades obscenas de café que comenzaba a disfrutar, pero no podía evitarlo. El olor de la bebida, sin importar de que tipo fuera, resultaba casi embriagante y sus efectos le daban la energía que requería para tratar con el gran peso que tenía a sus espaldas.

–Oye, Gorem, ¿cómo estuvo la cocina con las chicas ahí dentro? –. Preguntó Leónidas con curiosidad al guerrero Subterra.

–Fuera del hecho de que me cayó una nube de harina encima y me llovieron chispas de chocolate, creo que pudo ser mucho mejor –. Respondió el Bakugan mirando a su apenada compañera con aparente reproche.

–Ay, no estuvo tan mal, Gorem –. Trató de defenderse la peliplata rascándose la parte posterior de la cabeza –. Piensa que yo también me cubrí con harina para compensarte.

–Sí, pero luego te comiste como diez chispas de chocolate. ¿Eso también fue para compensarlo, Julie? –. Dijo Taka con una expresión burlona a la sonrojada morena, mientras Nick y los Bakugan reían al imaginarse tal escena.

Estando en compañía de algunos de sus amigos y familia, el problema era un poco más llevadero y Nick podía sentir como el alivio inundaba su ser, dándole un momento de reposo lejos del mundo exterior que no dejaba de atosigarlo. Por lo que tenía entendido, Shun y Fabia eran los únicos que habían logrado eludir con éxito a todos los reporteros y periodistas que los perseguían. Marucho no salía a la calle como normalmente lo haría una persona normal, Dan tenía que transportarse con su padre a todos lados y Marduk tenía que esconderse a plena vista junto con Izumi mediante abrigos grandes y torpes para evadir la atención de los reporteros.

Estaba listo para disfrutar de un sabroso bocadillo para pasar el momento cuando un fuerte azote en el exterior detuvo la mordida que Nick estaba listo para darle a la primera galleta. Se quedó con la mandíbula ligeramente abierta mientras dedicaba toda su atención a lo que había ocurrido, lo que se estaba diciendo afuera de la casa.

–Señor Takahashi, ¿qué se siente tener a un criminal en su familia?

Esa voz, la reconocía. Sí, debía ser él, Gojo Akiyama, hermano mayor de la desaparecida Aiko Akiyama. No lo había conocido de mucho tras su visita a la madre del periodista, pero podía decir que las Industrias Marukura no se encontraban en su gracia y apoyaba la demanda colectiva que se le quería imponer a la compañía de la familia de Marucho.

No hacía falta decir que no quería a Nick en lo absoluto. De hecho, lo culpaba por la desaparición de su hermana y todos los demás peleadores.

Cómo esperaba, Daikin Takahashi no pudo tolerar por más tiempo las falsas acusaciones a su hijo.

–¡Mi hijo no es un criminal! –. Exclamó el padre de Nick con fuerza.

Entonces, ¿cómo explica lo que está sucediendo en el espacio virtual que su hijo ayudó a crear? –. Cuestionó otro reportero aprovechando el momento para sacar más declaraciones de parte del hombre.

–El Interespacio Bakugan se creó con el noble propósito de brindar un espacio de diversión a los jóvenes fanáticos de ese juego. Jamás tuvo la intención de lastimar a nadie –. Justificó Takahashi con firmeza.

¿Cómo puede estar seguro de eso? Docenas y docenas de jóvenes han desaparecido poco después de salir de ese lugar, ¿cómo puede garantizar que no se realizan negocios turbios ahí dentro? ¿Cómo podemos estar seguros de que las Industrias Marukura y sus empleados no son responsables de lo que está sucediendo? –. Cuestionó Akiyama nuevamente.

No debería sorprenderlo que Akiyama los culpara de las acciones de Krawler. La madre del sujeto había dicho que el padre estaba listo para llevar a la compañía a una confrontación legal, por ende, no es extraño que su hijo reportero lo ayudara como uno de los detractores más fieles de la empresa y todo lo relacionado con ella.

Sin duda se había tomado la desaparición de su hermana de manera muy personal.

Ninguno de ustedes tiene pruebas que respalden tales acusaciones –. Recordó el padre de Nick al reportero.

Los hechos hablan por sí solos, Takahashi.

¿Tienen vídeos que respalden sus acusaciones? ¿Alguno de ustedes tiene fotos que demuestren que mi hijo es un criminal? Está más que claro que no –. Cuestionó Daikin a la pequeña multitud en la puerta de su casa –. Vienen a mi casa, invaden mi propiedad y acusan a mi hijo sin pruebas. Váyanse ya antes de que llame a la policía.

La amenaza de su padre fue clara y no le dio tiempo a ninguno de los invasores de replicar, en lugar de eso, el hombre entró rápidamente al interior de la casa antes de azotar con rapidez la puerta contra su marco, reflejando toda la rabia que contenía por culpa de los periodistas e impidiendo que alguno de ellos pudiera acercarse lo suficiente al interior del hogar.

Si bien el golpe de la puerta contra el umbral obligó a retroceder a los fotógrafos, el flash de algunas de las cámaras logró filtrarse en la casa antes de desvanecerse. En un acto de reflejo, Nick se encogió en el sofá, tratando de evitar que su rostro se viera en cualquiera de las fotos.

Cuando Marucho había dicho que el IB los haría famosos y provocaría que los trabajadores de noticieros y periódicos los persiguieran, Nick nunca había esperado que resultara ser de esta forma. No renegaba de la idea de tener cierto grado de popularidad, pero no la quería de esta manera.

Daikin se notó cansado mientras tomaba asiento en su propio sillón con un suspiro lleno de agotamiento.

–Esos sujetos son una molestia –. Suspiró el pelinegro mayor mientras se recostaba en el sillón.

–Lo siento, papá –. Se disculpó Nick avergonzado.

–No te disculpes, hijo. Tú no tienes la culpa de lo que está sucediendo –. Respondió el pelinegro mayor sobando su sien.

No sabía lo mucho que le gustaría creer eso, pero cada que se repetía esa misma frase, no podía evitar remontarse a la vez que se había permitido rechazar el puesto de administrador para enfocarse en las batallas y evitar las labores de oficina. En aquel entonces, había pensado de manera egoísta que un trabajo así era más para alguien que no formara parte activa de las batallas y priorizara las labores de oficina, razones por las cuales había permitido que Krawler tomara el cargo en contra de su mejor juicio. De haber tomado el maldito puesto, habría podido evitar que la infección que era Ren Krawler se propagara por todo el IB.

–Ojalá fuera cierto –. Murmuró Nick con pesar.

–Lo es. Nicky, lo que pasó no fue culpa tuya. Deja de ponerte el peso del mundo sobre los hombros –. Pidió su madre con tono suplicante mientras se acercaba a él para envolverlo en sus brazos.

Cómo le gustaría creer eso, que su mamá tenía razón y solo estaba dramatizando, pero no podía engañarse de esa manera tan ingenua creyendo que estaba libre de culpas. La pequeña multitud en el exterior de la casa le recordaba que había sido su negligencia y estupidez la causante de que todo este mal se propagara.

De nada sirve lamentarte ahora, humano.

Si tan solo hubiera sido más responsable, si tan solo no hubiera puesto primero sus deseos personales por encima de su responsabilidad, habría logrado detener a Ren mucho antes de que los secuestros se volvieran masivos.

Ahora se arrepentía de haberlo dejado ir, tenía la esperanza de que el gundaliano no fuera estúpido y dejara el planeta en paz tras ser descubierto. Ya no tenía forma de manipular el IB, no contaba con el apoyo de los primeros jefes del lugar, ya no tenía forma de sacar ventaja de la situación. Por desgracia, el maldito no tomó la oportunidad cuando pudo y ahora tenían un virus suelto en su espacio virtual.

No supo en que momento comenzó a estrechar a su madre con una fuerza similar a la que usaba cuando era niño y había tenido un muy mal día, nada más que un pequeño buscando el consuelo que su madre podía ofrecerle con sus atenciones y afectos.

–Por ahora, enfócate en encontrar a los peleadores desaparecidos. Así limpiarás tu nombre y el de los demás antes de atrapar a Ren –. Aconsejó Julie frotando suavemente el hombro del pelinegro.

–Y esta vez, por favor, no lo dejen ir –. Pidió Daikin con una pequeña sonrisa triste.

–Fuimos estúpidos al permitirlo, pero teníamos la esperanza de que Krawler recapacitara. Por desgracia, sin importar lo que parezca, es obvio que a Marucho todavía le importa –. Comentó Leónidas con un suspiro.

–Casi lloró tras su batalla. Supongo que, a pesar de todo, para el Maestro Marucho debió ser un shock aterrador darse cuenta de lo que es Ren en realidad –. Dijo Ángel sin dejar de consentir al pequeño Wolf, que hacía intentos por mover una de sus pequeñas patitas cuadradas para mostrar su agrado.

–Es normal, Marucho era quien más creía en él. Darse cuenta de la verdad no debió ser sencillo. Nosotros nunca creímos en Krawler realmente, pero Marucho lo veía casi como a un hermano –. Dijo Gorem con pesar.

Se había equivocado, había dado a Ren una oportunidad de desaparecer y dejarlos en paz con la ilusión de que todo terminara. Sin embargo, aunque los gundalianos se habían desvanecido del radar, Nick dudaba seriamente que se hubieran ido. No, de haber seguido su petición, los jóvenes desaparecidos habrían comenzado a regresar a sus hogares.

Parecía que, sin importar cuán inteligente fuera Nick, cuanto se enorgulleciera de sus proezas en el campo intelectual, aún se presentaban momentos en los que tenía el razonamiento de un niño inocente.

En otras circunstancias, habría pensado que algo así debía ser imposible, que todo lo que había atravesado junto a los demás lo había preparado y convertido en un hombre antes que la mayoría. Sin embargo, aquí estaba la prueba de que aún tenía sus momentos de inocente estupidez.

Taka comenzó a repartir una serie de silenciosos besos en la cabellera erizada de su hijo, el cual la apretaba con poca fuerza para evitar lastimarla.

No eran las circunstancias perfectas que le habrían gustado para tomarse un respiro, pero no se quejaba de ellas y mucho menos en el predicamento que ahora tenían entre manos. Se habría permitido disfrutarla un poco más de no ser por el sonido y la vibración de su teléfono, proveniente del interior de su bolsillo delantero de su pantalón.

–¿Quién podrá ser? –. Se preguntó Nick con un suspiro antes de sacar el pequeño dispositivo de su pantalón.

–Si son más idiotas de la prensa, cuelga rápido –. Aconsejó Leónidas saltando al hombro de su compañero.

–No son ellos –. Dijo el peleador mientras veía el nombre del contacto en la pantalla –. Es Izumi.

–¿Qué podría ser? –. Preguntó Julie asomándose por el hombro del pelinegro para ver el nombre de su amiga en el registrador de llamadas.

–No lo sé –. Respondió Nick antes de aceptar la llamada entrante, activando el altavoz para no tener que pegar el aparato a su oído –. ¿Qué sucede, Iz?

¡Nick, tenemos problemas!

Ese tono, Izumi nunca se alteraba no sonaba tan asustada como en ese momento que llamó al pelinegro. Algo andaba mal, tenía que andar muy mal para que la pelirroja sonara tan alterada, tan histérica, tan asustada.

–¿Qué ocurre? –. Preguntó el peleador dejando atrás todo rastro de agotamiento en su voz.

Es Ren. Volvió a aparecer, Nick. Está secuestrando a todos los peleadores que encuentra en el interespacio –. Avisó la pelirroja a gran velocidad.

La ira destelló una vez más en el corazón del Peleador Darkus. Suponía que Krawler no se iba a rendir tan fácilmente, a pesar de haberle dado la oportunidad de irse sin mayores complicaciones, pero no esperaba que hiciera esto tan pronto.

–¿Qué quieres decir exactamente con "todos los que se encuentra"? –. Cuestionó Leónidas a la chica con confusión.

–No están retando a nadie a una batalla, los chicos desaparecen en el momento en que Ren los señala. Parece que ya no les interesa probar a los chicos para llevárselos, solo se los llevan –. Explicó la chica con pánico.

–¿Y ninguno de ellos ha sido visto nuevamente? –. Cuestionó Ángel con preocupación.

No, ninguno está regresando. Marduk y yo pusimos un aviso de emergencia y tratamos de sacar a los chicos de aquí, pero las salidas comunes no están funcionando. Ren se los está llevando a todos –. Aclaró la ojiazul con miedo.

–¿Y dónde están los demás? –. Preguntó Julie a la chica.

Marduk ya les está avisando de la situación, deben estar en camino ahora mismo. Nick, los necesitamos aquí cuanto antes –. Dijo Izumi para finalizar su discurso.

Ese maldito de Ren, le había dado la oportunidad de irse en paz y entregar a los peleadores desaparecidos para terminar en paz todo el conflicto que él mismo había provocado y en lugar de eso, había optado por escupirle su ofrecimiento a la cara.

Sabía bien porque asumía esta nueva táctica de secuestros, era obvio. Esta era su manera de hacerlo pagar por sus choques, por arruinar sus planes, dándoles donde más les dolía. Los Peleadores Bakugan ya contaban con una mala reputación frente a los medios por ser la única constante en las últimas desapariciones, ahora no solo serían sospechosos, sino culpables a los ojos del mundo, pues ahora las desapariciones se producirían directamente en el IB.

Esa maldita rata, se le había ofrecido la oportunidad de terminar con todo e irse en paz, pero había tomado su decisión. Se le había advertido claramente lo que sería de él si se atrevía a hacer algo tan estúpido como esto y el muy idiota había tomado una decisión.

Quería provocarlos, quería destruirlos por dentro antes de convertirlos en enemigos al ojo público. El maldito era inteligente, pero eso no lo salvaría, había retado al demonio y sus acciones tendrían consecuencias graves.

Levantándose de su lugar en el sofá, Nick tomó su chaqueta y del interior de sus bolsillos sacó el BakuMetro de Marucho. No había tenido tiempo de probarlo apropiadamente, pero esta sería una excelente oportunidad, no podía desperdiciarla.

–Iz, escúchame con atención: hagan lo que hagan, no salgan de la sala de control. Quédense ahí y programen una transferencia de usuarios a nuestra arena privada. Nosotros enteraremos por las salidas de emergencia –. Ordenó el pelinegro poniéndose su chaqueta frente a los ojos angustiados de sus padres.

Nick, ¿qué planeas hacer exactamente? –. Cuestionó la pelirroja asustada por el tono severo del peleador.

–Krawler nos está retando al poner en riesgo la vida de todos esos chicos. Haré lo que debí hacer hace mucho tiempo –. Respondió Nick sujetando el BakuMetro alrededor de su muñeca izquierda.

¿Vas a pelear con él? –. Preguntó Izumi con preocupación.

¿Pelear? Ese era un término demasiado generoso. Si Krawler había sido honesto con respecto a sus habilidades, esto no sería ninguna batalla, sino una brutal carnicería por el corazón del Interespacio Bakugan. Si había mentido con respecto a eso también, entonces más le valía ofrecer un reto decente.

–Esa es la idea. Desde la sala de control, ustedes pueden llevarnos a una arena que no esté siendo manipulada por los gundalianos –. Dijo el pelinegro mientras sus compañeros saltaban a sus hombros –. Quédense ahí y cuando les dé la señal, envíennos a nuestra arena privada. Ahí terminaremos con todo esto.

De acuerdo, como tú digas. Por favor, dense prisa –. Pidió Izumi antes de colgar.

Terminando de prepararse para la batalla que se avecinaba, Nick borró de su expresión todo rastro de agotamiento o sueño para reemplazarlos por una furia que ardía en las llamas negras de sus ojos oscuros. La ira pululaba en su ser, la frustración acompañaba sus gestos y el miedo por los jóvenes cuyas vidas corrían peligro le servían como un poderoso motivador.

Ya era hora de terminar con esta ola de terror en el Interespacio Bakugan, esta horrorosa angustia que estrujaba los corazones de cientos de personas que debían temer por la vida de sus seres queridos debía llegar a su final. Cómo Peleador, había permitido que este mal se prolongara demasiado tiempo y ya había llegado el momento de cortarlo de raíz.

–Chicos, ¿listos para esto? –. Preguntó Nick llamando a sus compañeros.

–Estamos con usted, Maestro Nick –. Respondió Ángel en su hombro junto a Wolfang.

–Acabemos con esa rata de una vez, compañero –. Dijo Leónidas saltando al hombro opuesto del peleador.

–Bien, saldremos por la puerta trasera. Julie, quédate aquí y cuida de mis padres en caso de que los gundalianos se atrevan a salir de su madriguera. Si algo malo sucede, escóndanse en el sótano hasta que regrese –. Indicó el pelinegro más joven de la sala con firmeza.

Antes de salir, antes de que pudieran aventurarse nuevamente al exterior, dos pares de brazos lo envolvieron con todo el afecto que sus dueñas pudieron reunir, impidiéndole brevemente la salida de la seguridad de su hogar. Tanto Julie como su madre lo resguardaban en el calor de sus afectos mientras su padre se acercaba a Nick con una mirada llena de orgullo y, a la vez, temor por la siguiente aventura de su hijo a un peligro inminente.

–Cuídense mucho –. Pidió el pelinegro mayor dándole un suave apretón en el hombro a su hijo.

–Lo haremos, papá –. Prometió Nick envolviendo a las chicas en sus brazos.

–Denles una lección a esos sujetos. Qué vean las consecuencias de meterse con los Peleadores Bakugan –. Animó Gorem a los chicos.

–Y cuando vuelvan, los estará esperando un nuevo postre como recompensa –. Continuó Julie mientras tomaba una galleta, despegándose del abrazo con su amigo.

–¿Es que acaso no van a quedar para cuando volvamos? –. Bromeó Nick mirando como la peliplata devoraba la pequeña comida de un bocado.

–Oye, no puedes esperar que me resista a la cocina de tu madre –. Respondió la morena entre risas.

–No te preocupes, haré todas las galletas que quieras para cuando vuelvas –. Dijo la rubia a su hijo sin atreverse a soltarlo –. Por favor, cuídate mucho, Nicky.

Sabía que, a pesar de hacer su mejor intento, el tono de su madre estaba a punto de quebrarse y le costaba sus mejores esfuerzos no romperse entre lágrimas llenas de preocupación por su hijo.

Debía tener éxito, no solo por él y los desaparecidos, sino también por su madre, que ahora estaba apunto de llorar ante la idea de que su único hijo corriera peligro. La gran mayoría de las madres no aprobarían que su propio hijo arriesgue su vida, pero la señora Takahashi entendía la importancia en las acciones de su pequeño y como de él dependían incontables vidas de jóvenes, cuyos padres se morían de una angustia mucho peor que la que ella misma sentía en estos instantes.

–Volveré, mamá –. Aseguró el pelinegro depositando un suave beso en la mejilla de su madre.

Se atenía a esa promesa, se aferraba con todas sus fuerzas a su significado y prometía por las lágrimas no derramadas de su madre que volvería. Tenía que detener a Krawler y evitar que siguiera arruinando vidas inocentes.

–Nosotros lo cuidaremos, señora –. Juró Leónidas a la madre de su peleador.

–No tiene de que preocuparse –. Respaldó Ángel a su pareja para calmar las preocupaciones de la mujer.

No se dijo más después de eso, los Peleadores Darkus se alejaron hacia la salida, dejando atrás una serie de sonrisas tristes que hacían su mejor intento por ocultar la pena y la incertidumbre que bañaba los corazones de dos padres preocupados y unos amigos leales.

Sin nada más que decir, Nick y sus compañeros dieron la cara al mundo exterior, preparándose para librar una nueva batalla contra el mal que había tocado su puerta.


Interespacio Bakugan, Lobby

30 minutos después

Ren Krawler.

Había tantas palabras que Nick podría usar para describir al gundaliano que se paseaba tranquilamente por los sectores sociales del interespacio. Algunas de las que venían primero a su mente eran mentiroso, manipulador, falso, despreciable, repulsivo, entre muchas otras similares.

No obstante, el único adjetivo que tenía ahora mismo para ese miserable bastardo era "maldito".

Estando ocultos detrás de los muros de algunas de las casetas del IB, tenían una vista clara de cómo Ren Krawler y su pandilla se repartían por la zona para acercarse a los distintos peleadores que trataban de alejarse. Muchos de ellos lograban correr, pero no llegaban demasiado lejos antes de desaparecer repentinamente en una lluvia de colores que los desvanecía en medio de su carrera. Lo último que se oía de parte de los chicos antes de perderse en una espiral de miedo e incertidumbre eran sus gemidos aterrados, sus llantos incesantes y sus súplicas de misericordia.

Era una imagen aterradora, pero al mismo tiempo, una que llenaba de ira los corazones de todos los Peleadores Bakugan, que eran testigos de tan temible acto. Incluso desde su lugar en el frente de la desorganizada formación, Nick podía sentir el coraje de Dan asomándose entre sus palabras.

–Ese cretino –. Escupió el castaño acercándose para tener una mejor visión de los hechos –. ¿Qué rayos está haciendo ese payaso?

–Están llevando chicos a Gundalia –. Respondió Fabia asomándose para ver mejor lo que estaba sucediendo.

Además de los gundalianos, también había dos chicos acompañando a Ren, un muchacho de cabello oscuro en grandes puntas con una camisa verde y pantalones marrones, junto a una chica castaña de blusa azul, guantes claros y una falda.

–Ya fue suficiente, chicos –. Escupió Dan con ira antes de salir de su escondite.

Inmediatamente, todos los demás corrieron detrás del peleador castaño para respaldarlo, cortando la distancia que éste había dejado con su carrera bastante rápido y cubriéndolo por todos los flancos.

Al salir a la luz, las expresiones de todos los peleadores inocentes que los vieron se iluminaron con alegría y esperanza al ver a sus héroes correr directamente al peligro para detener al mal que los perseguía.

La fuerza en sus pasos, mezclada con los llamados de Dan, hicieron que Ren y los suyos se detuvieran en seco para verlos acercarse, dejando ver con claridad a todos los integrantes de la pandilla de Krawler. Syd Arcale y Lena Isis eran en persona tal como los registros indicaban, mientras que Jesse Glenn se mantenía sereno a pesar de tener el frío aliento de la batalla soplando en su nuca. Por otro lado, Mason Brown era un sujeto delgado con cabello azul sobre unos ojos y dientes casi idénticos a los de Ren, vestía con una chaqueta anaranjada y pantalones oscuros, nada impresionante para la opinión compartida de los Peleadores Darkus. Finalmente, Zenet Surrow era una chica de cabello verde brillante debajo de un pequeño gorro, sus ojos de lince hacían juego con su chaqueta amarilla, mientras que su blusa y sus botas blancas ayudaban a reflejar el atributo que usaba en las batallas.

Por lo que sabía, Dan había triunfado en cada encuentro librado contra estos sujetos y Jake incluso había logrado vencer al tal Mason Brown en una batalla individual. Basándose en dichos conocimientos, ninguno de ellos debería ser una amenaza a gran escala más allá de Jesse Glenn y el mismo Ren, que debían ser los peleadores más hábiles del grupo.

Siendo sincero, no lo preocupaban mucho realmente. Pero Nick sabía que tampoco podía darse el lujo de subestimar a estos sujetos sin conocerlos del todo.

Al menos, por ahora.

–¡Ya basta, Ren! –. Exclamó Dan tan alto como pudo.

Desde su lugar, unos cuantos pasos detrás de su amo, Syd Arcale fue el primero en abrir la boca con sorna.

–Bueno, miren quienes están aquí.

–Sí que tienes agallas para mostrarte de nuevo –. Escupió Dan con veneno en su voz, ignorando las burlas del gundaliano rubio –. ¡No tienes nada que hacer aquí! ¿¡Me escuchaste, cretino!?

Por un momento, en los ojos de la víbora se asomaron lo que parecieron ser ápices de culpa al escuchar las palabras de Dan y ser el blanco de los ojos duros de Marucho, que lo veían completamente faltos de todo rastro de empatía y consideración.

No sabía si era real, aunque lo más seguro era que no, pero, de todos modos, Nick no pudo evitar disfrutar esa mirada de pena en los ojos de Krawler.

Por desgracia, su pesar no duró mucho y rápidamente fue reemplazado por una gruesa capa de cinismo y falta de remordimiento en los lienzos de sus ojos.

–De hecho, estás muy equivocado, Dan –. Respondió Krawler con tono calmo antes de darle la espalda –. Vámonos.

–¡Ren! –. Llamó Dan intentando acercarse al gundaliano.

No obstante, las sombras de aquellos chicos no registrados en los archivos de agentes infiltrados se pusieron en medio, obstaculizando el camino de Dan hacia su enemigo.

–De hecho, pelearás con nosotros. No dejaremos que molesten al Maestro Ren –. Declaró el chico con firmeza.

–¿Qué? ¿Qué rayos están diciendo? –. Cuestionó el castaño confundido.

–Un minuto, a ustedes los conozco. Son Casey y Taylor, se encuentran en la lista de los mejores 15 peleadores del IB –. Dijo Marucho tomando la delantera.

Había algo interesante en esos chicos: sus ojos, tenían en sus orbes la misma marca felina que definía a los gundalianos.

Estaba claro porque seguían a una criatura tan repulsiva como Krawler.

–Adelante, muchachos. Hagan su trabajo y después vendremos por ustedes –. Avisó Arcale con los brazos cruzados.

¿En verdad? ¿Acaso no era suficiente con ser una asquerosa serpiente manipuladora y cínica, que había usado a sus amigos sin contemplaciones ni piedad? ¿Ahora también tenía que ser un maldito cobarde?

No sabía si era la influencia de Vladitor invadiendo su mente, si era la furia de Leónidas rebosando por toda la extensión de su cuerpo o su propia oscuridad latente buscando salir a cazar a su presa, pero no importaba. El responsable de sus problemas se encontraba justo al frente, dándoles la espalda, huyendo una vez más de su merecido castigo.

No esta vez, no volvería a escapar.

–¿¡A esto has llegado, Krawler!? ¿¡A esconderte detrás de unos niños!? ¡Ya ni siquiera eres capaz de pelear tus propias batallas! –. Gritó Nick con fuerza.

La vista de estos chicos inocentes retorció su corazón, no podía tolerar ver a estos muchachos carentes de todo rastro de identidad mientras sus familias en el exterior lloraban sus ausencias.

Ren había arruinado ya muchas vidas y ahora tenía justo al frente dos almas condenadas por este monstruo que acechaba en las más perversas sombras del universo.

Mientras hablaba, sus pasos comenzaron a cortar el camino hacia su objetivo, la fuerza en sus pisadas era tal que el sonido de la suela impactando con fuerza contra el piso hacía retroceder a los demás. Los hombros de Nick estaban en su punto más alto, sus brazos se alejaron ligeramente de su torso, haciéndolo ver más grande de lo que en realidad era y sus ojos destellaban con las llamas de la ira mientras continuaba su avance.

A su lado, Leónidas flotaba a la altura de su cabeza, emanando un rastro de energía oscura mientras miles de pensamientos recorrían su mente a gran velocidad, todos ellos repitiendo la misma palabra una y otra vez con la única compañía de un solitario eco en el templo de sus mentes.

Castíguenlo.

–¡No te atrevas a darnos la espalda! –. Rugió Leónidas iracundo.

Delante de él, ambos peleadores carentes de voluntad trataron de obstaculizar su camino. No obstante, incluso en ese estado, ninguno era capaz de imponerse como un reto frente a los Peleadores Darkus. Desde su perspectiva, tanto Casey como Taylor lucían pequeños, casi diminutos a sus ojos, la sombra de ambos compañeros cubría casi por completo a los pobres chicos, que se mantenían estáticos y con los ojos en blanco bajo la mirada penetrante de Nick y Leónidas.

Al ver a sus marionetas inmóviles, Brown fue el primero en actuar con valentía, adentrándose con bravura ante la oscuridad que se cernía sobre él mientras Syd Arcale lo seguía de cerca.

–Retrocede, chico –. Advirtió el gundaliano posando su mano en su pecho.

Castígalos a todos.

La voz no era suya, no era de Vladitor, ni de Leónidas, pero estaba ahí. De hecho, sonaba muy parecida a la suya. Sin embargo, para ser sincero consigo mismo, no le importaba mucho la manifestación de uno de sus más oscuros pensamientos en este instante en que solo tenía ojos sedientos de justicia y castigo para esta plaga que había invadido su hogar.

Infestaban la Tierra solo con su presencia, lastimaban a sus amigos sin contemplaciones y arruinaban familias enteras al arrebatarles seres queridos, todo mientras ellos solo reían con agasajo. Y ahora, este asqueroso desperdicio de carne y sangre se atrevía a tratar de imponerse sobre él, poniéndole una de sus repulsivas manos encima.

Un jadeo colectivo detrás de Nick se escuchó con sorpresa, a una velocidad casi ajena a la mayoría de ojos que se encontraban posados sobre él, cuando tomó la extremidad del gundaliano entre sus propias manos y la torció lo suficiente para que Brown quedara con la vista al suelo, y sus brazos detrás de él, sujeto fuertemente por una de las manos del terrícola mientras que la otra tiraba con fuerza del cabello de esta basura.

Nick no era estúpido, sabía que, a pesar de todo su entrenamiento y furia, alguien como Syd Arcale podía someterlo con relativa facilidad. Por lo que atacar al gundaliano más pequeño era el mejor modo de tomar un poco de ventaja en este predicamento.

En una sola fracción de segundo, los gemidos de dolor de Brown se escucharon con la suficiente fuerza para que Krawler se girara alarmado para descubrir el espectáculo al que él mismo había conducido toda esta situación.

–¡Mason! –. Exclamó Krawler aparentemente preocupado.

Desde su lugar, Syd intentó acercarse para tratar de auxiliar a su compañero, pero Nick fue más rápido, alejándose hasta la cobertura de los demás Peleadores que lo veían nerviosos, mientras usaba a Brown como una barrera. Sin embargo, a pesar del miedo con el que algunos de sus compañeros lo veían, ninguno cuestionaba sus acciones delante de sus enemigos, confiando en que no haría daños demasiado graves al gundaliano.

Por sus amigos, lo haría. Calmaría un poco a la bestia en su interior para ofrecerle a los chicos algo más de comodidad. Sin embargo, no por eso se atrevería a ceder en su duro enfoque para tratar con los gundalianos, ya se les había dado la oportunidad de terminar con esto por las buenas y la habían escupido sin miramientos. Habían rechazado la máxima suavidad de su toque, ahora sentirían la dureza de su acero.

–Suéltame, asqueroso humano –. Exigió Brown agitándose para tratar de liberarse.

Un fuerte tirón a su cabello mientras Nick retorcía su brazo fue suficiente para tranquilizar al gundaliano. Todo bajo la atenta mirada de Ren, que se acercaba con angustia y rabia a sus enemigos.

–¡Déjalo, Nick! –. Exigió Krawler con fuerza en su tono.

–¿¡Ahora nos escucharás!? –. Dijo Leónidas con una fuerza mayor en su voz carrasposa.

–¿¡Qué quieren!? –. Preguntó Ren con agresividad.

–Te damos una oportunidad. Enfréntanos ahora y tal vez no te lastimemos mucho antes de entregarte a las autoridades –. Declaró Takahashi apretando el brazo de Brown con más fuerza.

Podía estar exagerando, sabía que se le estaba yendo un poco la mano al tratar con estas ratas, pero no le importaba mucho. Ya habían tratado de ser generosos y solo habían logrado que la ola de desapariciones aumentara, pero terminaba aquí y ahora. Ya había llegado el momento de tratar el problema de Krawler y su grupo con una mano más dura.

–¿Me están retando a una batalla? –. Cuestionó Krawler con una ceja arqueada.

–Te advertimos lo que pasaría si volvías a mostrar tu rostro. En vista de que nos ignoraste, llegó la hora de cumplir con esa advertencia –. Respondió Leónidas con un fuerte tono oscuro.

–Ambos sabíamos que el interespacio era demasiado pequeño como para que los dos conviviéramos en él por mucho más tiempo. Eventualmente, esto iba a suceder –. Dijo Nick mirando fijamente a los ojos del gundaliano –. Llegó la hora de pagar por todos tus crímenes, Krawler.

Su tono grave y frío era lo suficientemente intimidante como para que la víbora se estremeciera sutilmente. A pesar de su autocontrol, sabía que para Ren también era muy extraño escucharlo hablar de esa manera tan amenazante.

Sin embargo, eso no impidió que le devolviera la mirada, una casi tan severa como la suya plasmada en sus ojos felinos, antes de volver a hablar con un tono desafiante.

–Tendrás tu pelea, Nick. Pero no voy a arriesgarme contigo por nada, si nosotros ganamos, ustedes estarán completamente fuera del Interespacio Bakugan –. Declaró el peligris con seguridad.

–¿Qué quieres decir con "nosotros"? –. Preguntó Shun rompiendo su silencio con los brazos cruzados.

–No pienso arriesgar mi cuello solo por las tonterías de uno de ustedes. Jesse peleará conmigo.

Inmediatamente, el peleador de ojos púrpuras y cabello rubio se acercó a lo que debía creer que era un escenario mientras agitaba su cabello con delicadeza y cerraba su libro de poesía para guardarlo en el interior de su abrigo verde.

–Veo que el llamado de la batalla acude a mí una vez más –. Dijo teatralmente el gundaliano de cabello rubio.

–No tenemos problemas en matar dos pájaros de un tiro –. Respondió Leónidas con tono amenazante.

–Chicos, ustedes asegúrense de que Casey y Taylor puedan salir de aquí. Nosotros terminaremos con esto de una vez –. Indicó Nick sin apartar la mirada de sus objetivos.

Estaban listos para pelear, para librar la batalla más intensa de los últimos días contra dos de los enemigos más misteriosos y manipuladores que habían conocido con todo este problema. Estaban listos para atender el llamado de la batalla una vez más y aventurarse en una lucha de poderes por el corazón del interespacio, por liberarlo de la influencia de estos monstruos. Pero fue el duro llamado de una voz autoritaria la que detuvo el encuentro una vez más.

–¡Alto! –. Exclamó Fabia acercándose al nivel del pelinegro.

–¿Qué haces? –. Preguntó Leónidas confundido a la princesa.

–Jesse y Ren tienen una cuenta pendiente con nosotros por lo que le hicieron a Aranaut en nuestra batalla. No piensen que nos olvidamos de eso –. Dijo la princesa neathiana con bravura.

–Nosotros también pelearemos –. Declaró Aranaut en el hombro de su peleadora.

La sorpresa invadió a Nick en ese momento. Aunque tenía cierto grado de respeto y simpatía por la chica neathiana, nunca había esperado que ella se encontrara dispuesta a ayudarlo en una situación así.

No podía decir que confiara plenamente en ella, pero al menos podía sentirse un poco más tranquilo en su presencia. Además, esta sería una buena oportunidad para determinar si los neathianos eran de confianza.

–Madame, sinceramente, preferiría ahorrarle la pena de otra derrota. Retírese con dignidad ahora que puede –. Objetó Jesse educadamente.

–¿Qué pasa, cretino? ¿No puedes pelear sin Ren arreglando las batallas por ti? –. Se burló Dan del gundaliano.

–No pienso dejar sus acciones impunes. Ambos deben pagar por lo que hicieron. Si pelean con Nick, pelearán conmigo también –. Declaró la neathiana con convicción.

No lo diría en voz alta ni mucho menos, pero podía comenzar a descifrar porque Fabia le caía mucho mejor que Krawler a pesar de tampoco ser muy afín a ella.

–Eso no es justo, ustedes tienen más Bakugan que nosotros –. Objetó el líder gundaliano con frustración.

–Te tengo noticias: no nos importa lo que pienses –. Respondió Nick tirando a Brown lejos de una patada antes de mirar al cielo virtual del interespacio –. ¡Iz, hazlo ahora!

De pronto, una intensa aura de luz dorada rodeó los cuerpos de los cuatro contendientes, una que los hizo desaparecer ante las miradas atónitas de los gundalianos que veían impotentes como su líder desaparecía ante sus ojos sin que ninguno pudiera hacer nada.

En el ojo de un huracán de fuego lleno de furia y rencor, el deseo de ofrecer una salida fácil por mera cortesía se desvaneció por completo. Ahora, en su lugar, solo quedaba el anhelo de traer retribución y justicia por los desaparecidos y aquellos que sufrían con sus ausencias.

Perdidos en un bosque donde el odio era la única flor que decoraba los campos, la sed de sangre y la necesidad de castigar a los injustos se hizo presente en corazones vengativos, que ardían con un renovado fuego, cuya luz guiaba el sendero hacia un solo objetivo: cortar la cabeza de la víbora que había inyectado su veneno en su trabajo y arruinado la vida de cientos.


Interespacio Bakugan, Arena Privada

La arena de combate estaba completamente vacía, no se encontraba ningún alma más allá de los cuatro contendientes que veían con reacciones distintas el nuevo escenario en el que se encontraban desde lados opuestos.

Las miradas de Krawler y Glenn recorrían la zona anonadados, aparentemente incapaces de creer que los habían tomado por sorpresa antes de cambiar sus expresiones por unas más tranquilas y serenas.

Desde su propio sitio en el campo, Nick veía con desagrado la calma y el temple del gundaliano de pelo gris mientras levantaba su BakuMetro al nivel de su rostro, murmurando unas pocas palabras que no pudo oír con precisión, mientras Glenn sonreía con complicidad.

Al lado del pelinegro, Fabia se acercó lo suficiente hasta quedar a su lado.

–¿Están seguros de que quieren hacer esto? No se han enfrentado a ningún gundaliano con anterioridad –. Cuestionó la princesa posando con cuidado una mano en la espalda de su aliado.

–Tarde o temprano, íbamos a enfrentar a alguno. No se me ocurre ningún oponente mejor que Krawler para esto –. Respondió Nick sin despegar sus ojos del gundaliano.

–No se preocupen por nosotros, preocúpense por derrotar a Glenn –. Indicó Leónidas saltando al hombro de su compañero –. Confiamos en que no habrá sorpresas desagradables durante la batalla.

–No tienen que preocuparse por nosotros, no corren ningún peligro fuera de los gundalianos –. Aseguró Aranaut en respuesta al dragón negro.

–Está bien que no confíen en nosotros, pero les podemos asegurar que estamos de su lado. Mientras estemos en pie, les cubriremos la espalda –. Prometió Fabia con una mano empuñada en su pecho.

No pudo evitar mirarla una vez más al escuchar sus palabras. Fabia tenía una extraña capacidad para apelar a su lado más vulnerable y darle esperanzas de poder creer en alguien en todo este maldito conflicto. No se atrevía a verla como alguien completamente digna de su confianza todavía, pero esperaba que su rencor por las acciones de Krawler y Glenn aseguraran una alianza más fuerte durante esta batalla, un trabajo en equipo más efectivo.

–Te lo prometo, Nick. Somos tus aliados, no vamos a traicionarlos –. Juró Fabia una vez más mientras sacaba una carta portal.

–Les cuidaremos la espalda, así como esperamos que ustedes hagan lo mismo –. Respaldó el Bakugan Haos a su compañera.

Sus palabras le aseguraban algo en lo que Nick, por más que lo deseara, no podía creer del todo. Las amargas experiencias que Ren Krawler había traído hasta su hogar habían dejado una marca permanente que no sería fácil borrar. Solo esperaba que Fabia Sheen fuera la excepción, que fuera la honesta princesa comprometida con la causa que les había dicho y en la que Shun creía, en lugar de otra manipuladora mucho más hábil que su predecesor.

No obstante, a pesar de que Vladitor punzaba en su mente por sus propios pensamientos dubitativos en conflicto, Nick no pudo evitar sentir un poco más de alivio al escuchar el pequeño discurso de los neathianos. Si todo lo que se decía de Neathia era cierto, entonces Fabia lo hacía pensar en Mira, ambas jóvenes comprometidas a cuidar de una causa aparentemente justa y hacer lo que fuera necesario con tal de proteger a los inocentes que contaban con ella.

Tal vez, esa había sido una de las razones de Shun para creer en ella. Era difícil no ver a Fabia Sheen a los ojos y no sentir cierta seguridad y apoyo.

Sin poder darle más vueltas a sus pensamientos, la batalla se dio por iniciada cuando la enorme pantalla holográfica en la cima de la arena apareció sobre sus cabezas, decorada con los indicadores de vida de los cuatro peleadores.

–Demuestren que podemos confiar en ustedes –. Alentó Ángel a los neathianos con convicción.

–Lo haremos.

–¡La batalla Bakugan entre Nick y Fabia vs Jesse y Ren está por comenzar!

Finalmente, desde la plataforma que compartía con su compañero en esta batalla, Krawler dejó de dirigir su atención a su BakuMetro para enfocarse completamente en sus contrincantes.

–Siempre quisiste esto, ¿no es cierto, Nick? Siempre buscaste una excusa para pelear conmigo –. Reclamó el peligris con fuerza.

–No te des tanta importancia, Krawler. Yo nunca quise nada de esto, incluso habría preferido equivocarme y que fueras todo lo que decías ser. Pero nos demostraste que no es así, que no eres más que un mentiroso y secuestrador. Te ganaste todo nuestro repudio –. Respondió Takahashi con ira.

–En lo que a nosotros respecta, no son más que una plaga que ha puesto en peligro la vida de inocentes –. Escupió Leónidas con desagrado.

A pesar de la fuerte tensión que existía entre ambos peleadores que se preparaban para matarse en un encuentro cruel y lleno de crudeza en sus poderes, uno de los presentes no pudo evitar mirar con fascinación el intercambio de reclamos entre peleadores.

–Finalmente, los verdaderos pensamientos de quienes pudieron ser grandes rivales florecen en un campo de fuego a punto de colapsar –. Interrumpió Glenn sacando a su compañero del interior de su abrigo –. Sepan bien, Peleadores Bakugan, que sin importar lo que suceda en esta batalla, siento un gran respeto por ustedes.

¿Acaso era una broma cruel? ¿En verdad tenía la cara para expresar su supuesto respeto después de todo lo que había hecho? ¿Después de todas las vidas robadas y obligadas a servir que habían tomado? Era imposible decir con seguridad cuántos futuros debían estar arruinados por culpa de Gundalia, cuántas vidas ya debían estar perdidas por culpa de esta guerra y la ambición de unos cuantos. Y, aun así, a pesar de todo eso, este miserable tenía el descaro de burlarse de ellos.

La sola idea de algo así le daba asco.

–Escuchen, esto no tiene que terminar en más pérdidas –. Intercedió Ángel para calmar un poco la situación –. Por favor, ríndanse y entréguense ahora. Esto no tiene por qué terminar en más violencia.

–Madame, entiendo su renuencia a toda esta situación, pero usted es la única que aún piensa que este predicamento aún tiene una solución pacífica –. Respondió Glenn con cortesía –. La batalla nos busca y es una amante exigente, así que sugiero que no lo hagamos esperar.

Campo Bakugan: Abierto.

Sin más, la pequeña discusión había terminado, el tiempo para hallar soluciones pacíficas había pasado para ambos bandos y no quedaba nada más que decir fuera del calor de un combate que se había pospuesto por demasiado tiempo.

–¡Carta portal lista! –. Decidió comenzar Glenn, arrojando su primera carta al campo.

Como no podía ser de otro modo, estando encima de un gran resplandor de luz esmeralda, las sonrisas burlonas de los gundalianos solo se ensancharon aún más bajo la presión de las miradas penetrantes de los peleadores, revelando más de su cinismo frente a todo este problema.

Sus expresiones lo enfermaban, le provocaban fuertes náuseas y en la soledad y quietud de los pensamientos del guerrero de la Tierra, un solo pensamiento florecía en su mente.

Castíguenlos.

–¡Bakugan, pelea! ¡Bakugan, surge! –. Comenzó Fabia arrojando a su compañero a la lucha –. ¡Vamos, Aranaut Haos!

Realizando un espectáculo de puños y patadas, Aranaut emergió de la luz de su atributo agitando sus extremidades y poniéndose en pose de pelea, listo para enfrentar cualquier conflicto que tuviera delante.

–¡Vengaré mi última derrota! ¡Lo juro por la princesa!

Rápidamente, al identificar una vez más la primera amenaza a la que se enfrentaban, ambos gundalianos lanzaron a sus propios compañeros al calor del combate.

–¡Adelante, Plitheon Ventus!

–¡Linehalt Darkus!

Ambos Bakugan emergieron del suelo de la arena, extendiendo sus alas y músculos tanto como pudieron para tratar de intimidar a sus oponentes. Sin embargo, contrario a la que sin duda era su principal intención, Nick solo pudo mirar fijamente a Linehalt. Marucho y el clon de Akwimos habían logrado la victoria contra el gundaliano, pero Ren mismo había confirmado que tal logro había sido posible gracias a lo mucho que habían subestimado al pequeño peleador.

Si sus palabras eran ciertas, sería seguro decir que esta vez no se contendrían. Probablemente, Krawler buscaría usar todos sus trucos, comenzando por el combate cuerpo a cuerpo. Linehalt era un Bakugan humanoide de tamaño considerable, su cuerpo estaba protegido por distintas partes de una armadura ligera de color negro sobre su piel púrpura conformada por un peto que tapaba su torso, brazales y guantes protegían sus brazos desde el codo hasta la mano y unas grebas enlazadas con unas botas cumplían el mismo rol en sus piernas, contaba con un gran par de alas negras con rojo sobre su espalda, y el casco que cubría su cabeza tenía dos grandes cuernos amarillos en la zona de las orejas y unos más pequeños por encima de las aberturas para sus ojos felinos.

Era un poco más pequeño que Leónidas, por lo que sin duda debía ser más ágil sin el uso de poderes. No obstante, dudaba que fuera más fuerte o resistente que el dragón acorazado, pero no se atrevía a subestimar a Linehalt, pues era el Bakugan que había logrado igualar sus fuerzas con el Helix Drago Pyrus.

Tenía que tratarlo con cuidado.

–¿Cómo vamos a proceder, Maestro Nick? –. Preguntó Ángel con curiosidad.

Era una buena pregunta, el primer instinto de Nick lo llevó a optar por lanzar a Leónidas y usar todos sus poderes contra Krawler. Sin embargo, no sabía casi nada de Linehalt más allá de lo que había visto en la batalla contra Akwimos, por lo que usar sus mejores trucos al inicio podría resultar peligroso. Si quemaba sus mejores poderes apenas comenzando la batalla, le daría a Ren la oportunidad de pensar en una forma de contrarrestarlos más adelante. Por ahora, ambos contaban con el factor sorpresa, pero el gundaliano tendría que dejarlo atrás mucho más rápido que ellos.

Sería absurdo lanzar su comodín antes de tiempo.

–Vas a comenzar tú, linda –. Respondió el peleador esperando las objeciones de su compañero.

–Nick –. Comenzó Leo disimulando su preocupación.

–Sé lo que piensas, amigo. Pero no puedo dejar que inicies la batalla si eso le da a Krawler la oportunidad de vencerte. Tú y Vladitor son los más poderosos, así que es mejor dejarlos para el final –. Argumentó Nick con toda la serenidad que pudo reunir.

No podía engañarse a sí mismo, Nick tampoco quería arrojar a Ángel contra un enemigo desconocido, pero tenía la esperanza de que su velocidad y técnicas de lucha le dieran la oportunidad de obligar a Linehalt a usar todos sus poderes e incluso vencerlo con las habilidades correctas sin tener que enseñar aún el poder de Leónidas a los gundalianos

–Cielo, no tienes que hacer esto –. Recordó el dragón a su pareja mirando al oponente al que se enfrentaría.

–No temas, mi amor, el Maestro Nick me necesita y no pienso decepcionarlo. Además, ¿qué clase de guerrera sería si huyo de la batalla? –. Respondió Ángel con toda la dulzura que pudo acumular en su tono.

Muchas personas se enojarían al pensar que su pareja los consideraba débiles o inadecuados para realizar ciertas tareas. Sin embargo, era obvio que Ángel se ponía en el lugar de Leónidas y no lo veía mal por su exceso de preocupación cada que entraba al campo, era su forma de demostrarle cuanto la amaba sin decírselo directamente. Además, aunque era mucho mejor para disimularlo que cualquiera de ellos, Nick sabía con seguridad que Ángel se preocupaba tanto o más que el mismo Leónidas al verlos entrar en combate.

–Si algo sale mal, tenemos a Wolf y el armamento de Marucho –. Recordó el pelinegro al Bakugan mientras sostenía su muñeca, palpando el dispositivo envuelto a su alrededor.

–No has hecho las pruebas de esa máquina –. Respondió Leónidas a su compañero con escepticismo.

–Bueno, dicen que no hay momento como el presente –. Respondió Nick con una pequeña sonrisa con la única intención de ofrecerle un consuelo a su amigo –. Descuida, Leo, si algo sale mal, tú entrarás para terminar con todo.

Wolf saltó del hombro de su compañero para pegarse de la forma más afectuosa que pudo al costado de su compañero de batallas, tratando de ofrecerle un poco de confort al inseguro Bakugan, que solo pudo asentir con un suspiro.

–Descuida, mi amor. Te prometo que todo saldrá bien –. Aseguró Ángel acercándose al lado libre de Leónidas para darle lo que pareció ser un intento de beso en la mejilla.

–Tiene carácter –. Se limitó a decir Vladitor a modo de reconocimiento.

Finalmente, después de un segundo de duda y combate contra sus propios temores emergentes, Leónidas se permitió asentir y aceptar con resignación la voluntad de su compañero.

–De acuerdo, cuídense mucho ustedes dos –. Aceptó Leónidas mirando a su pareja y al pequeño lobo.

–Gracias por entender, amor –. Respondió Ángel antes de cerrarse en su forma de esfera.

Del otro lado del campo, el sonido del llamado de la serpiente llegó a los oídos de Nick una vez más, retándolo con frustración al ver su inactividad para comenzar la lucha a la que él mismo los había arrastrado.

–¿¡Qué pasa, Nick!? ¿¡Ya no quieres pelear!? –. Exclamó Krawler con enojo.

Quería que se callara, quería silenciar sus malditas palabras para siempre, arrebatarle la voz con la que había escupido mentiras tras mentiras para engañar a sus amigos.

Había permitido que este mal se propagara por más tiempo y eso debía terminar. Este debía ser el fin de esta pesadilla.

–¿Lista, Ángel? –. Cuestionó Nick mirando la pequeña esfera en la palma de su mano.

–Por supuesto, Maestro Nick –. Respondió la Bakugan con convicción.

No necesitaba más que eso, el momento de la verdad finalmente había llegado y la confrontación reprimida de las sombras se llevaría a cabo, liberando todo el poder que acompañaba la ira y las ansias de devolver la libertad a aquellos a quienes se les había arrebatado.

Finalmente, su batalla con Ren podía comenzar.

–¡Bakugan, pelea! –. Exclamó el peleador arrojando a su compañera al campo de batalla, viéndola rebotar en el campo hasta abrirse nuevamente –. ¡Bakugan, surge!

De una forma antinatural, poderosos truenos oscuros bañaron el suelo del campo de batalla, serpenteando de manera frenética hasta acumularse a un lado de Aranaut, donde una intensa aura de luz púrpura se levantaba frente a los ojos intrigados de los peleadores de otros mundos, pintando los alrededores con ese llamativo resplandor amatista mientras la electricidad rodeaba la pequeña cápsula de luz, asumiendo una intensidad cada vez mayor.

Al lado de Nick, Fabia se veía asombrada y, al mismo, maravillada al poder presenciar este fenómeno oscuro, cuya extravagante belleza se reflejaba en los movimientos aleatorios que la energía de Ángel realizaba, estremeciéndose hasta que la figura de dos delgados brazos emergió delante de un par de alas brillantes, cuyo azote partió la energía que las rodeaba y las dejó caer en distintas partículas de luz que bañaron la arena y revelaron la verdadera forma de aquella guerrera comprometida a traer la justicia por todos aquellos que con la guerra de otros pagaban un alto precio.

Finalmente, elevándose por encima de todos los demás con el grácil movimiento de sus alas, Ángel se reveló con orgullo y majestuosidad mientras surcaba los aires que le ofrecía este limitado espacio. Incluso estando recluida en el interior de una arena de combate, la hermosa Bakugan era capaz de transmitir un aire de libertad ajeno a todo lo que estos gundalianos representaban con sus acciones. Su armadura negra y púrpura se veía imponente desde su posición beneficiada por la gran altura a la que se encontraba, los trazos plateados parecían brillar ligeramente y el sonido de sus alas agitándose era perfectamente audible desde tierra. Sus ojos, anteriormente cerrados, se abrieron despacio, dejando ver un pequeño brillo casi dorado en sus orbes.

–¡Vuela alto, Nyx Ángel Darkus!

Cuatro titanes se miraron cara a cara, cuatro presencias dominantes indispuestas a ceder en su encuentro y listos para derramar la sangre del contrincante que tenían al frente con tal de acercarse a objetivos completamente opuestos, todo mientras el fantasma de un silencio sepulcral bañaba el ambiente.

Linehalt y Plitheon: 1800. Ángel y Aranaut: 1500.

Desde su lugar, Nick podía asegurar que Linehalt trataba de intimidar a su compañera con la mirada, tratando de penetrar su alma con esos ojos de tigre ambarinos de tonalidad clara y el fuerte apretón de sus puños, que dejaba ver sus huesos y venas sobresaliendo ligeramente debajo de sus brazales. Sin embargo, los intentos de intimidación del demonio no podían hallar un fracaso más lamentable, pues Ángel le devolvía una mirada completamente inexpresiva en sus propios ojos, faltos de todo rastro de emoción destinada a él.

Carentes del más mínimo ápice de temor.

Finalmente, al ver a Ángel, descender con lentitud al nivel de los demás contendientes, los dedos de Ren se aventuraron al cinturón multiusos alrededor de su cadera, enseñando la primera carta del combate.

–Poder activado: ¡Jabalina Oscura!

Un tridente se formó en las manos de Linehalt, pasando rápidamente de ser una ilusión hecha completamente de energía a un arma tangible con un mango negro y puntas brillantes.

Como no podía ser de otro modo, el demonio se abalanzó sobre Ángel, con intenciones de devolverla a su modo de esfera lo más pronto posible, creyendo que bastarían con los ataques de su arma para lograr tal meta.

Idiota.

–Poder activado: Hojas Luz de Luna –. Contraatacó Nick levantando su propia carta poder.

En un parpadeo, los pares gemelos de cuchillas plateadas en los brazales de Ángel emergieron, destellando con viveza al ser liberadas de su prisión y bloqueando en el acto el ataque de Linehalt, deteniendo el avanzar de las puntas del tridente justo frente a los ojos de la guerrera oscura, que miró a Linehalt con determinación, dejándole claro que, si buscaba eliminarla del combate, tendría que esforzarse mucho más.

A sus lados, Fabia y Jesse no se quedaron atrás.

–Poder activado: ¡Puño Vector!

–Poder activado: ¡Metal Verde!

Arrojándose con ahínco sobre su oponente, Aranaut trató de clavar las puntas de sus armas en el cuello de Plitheon, pero éste sería más rápido al alcanzar la extremidad del caballero con una de sus manos mientras enviaba un golpe con su mano libre.

Rápidamente, Aranaut consiguió levantar su brazo disponible para bloquear el ataque de su enemigo.

–Veo que no aprendiste la lección, Aranaut –. Se jactó Plitheon forcejeando con su contrincante.

–Esta vez no habrá trucos que te den ventaja –. Respondió el Bakugan Haos con asco.

Justo al lado de la revancha entre los nuevos rivales, Linehalt comenzó una veloz sucesión de ataques con su tridente contra Ángel, la cual usó las cuchillas de sus brazales para evitar los golpes de su enemigo mientras una andanada de rayos provenientes de la punta del arma se dispersaba por el suelo de la arena, dejando numerosos huecos y quemaduras en el suelo.

Harto de intentos infructuosos, Linehalt alejó su tridente para tomar impulso, posando la punta del arma al nivel de sus alas antes de azotarla con todas sus fuerzas contra el costado de Ángel. Por suerte, a pesar de la agilidad y velocidad considerable del demonio, la guerrera fue mucho más rápida, posando sus brazos protegidos en la trayectoria del tridente para detener su paso al instante.

Al ver su ataque fallar nuevamente, Linehalt devolvió la punta de su arma y giró sobre su propio eje para tratar de barrer las piernas de su oponente, la cual saltó con agilidad para evadir el ataque. Sin embargo, no conforme con eso, Ángel usó sus alas para elevarse lo suficiente hasta quedar a la altura de la cabeza de su contrincante, dando una fuerte patada directamente en el rostro cubierto de su oponente.

El arma se desvaneció de las manos del demonio mientras éste retrocedía aturdido. Al ver una oportunidad de imponerse sobre su contrincante, Ángel tomó la iniciativa y atacó con sus armas a los costados.

Del otro lado del campo, Aranaut y Plitheon continuaban su forcejeo, tratando de sobrepasar a su contrincante. Los pies del caballero se mantenían firmemente plantados en el suelo, por lo que el Bakugan Ventus trató de envolver sus mandíbulas alrededor de su cabeza una vez más. Sin embargo, esta vez, Aranaut fue más rápido, alejándose justo a tiempo para evadir el agarre de su enemigo antes de azotar el frente de su casco sobre el gundaliano.

Aturdido por la fuerza del ataque, Plitheon retrocedió tan aturdido como Linehalt mientras sostenía el área afectada por el golpe de Aranaut.

Ángel y Aranaut: 1900. Linehalt y Plitheon: 2200.

–¡Ataca ahora, Nick! –. Indicó Fabia al terrícola.

–Poder activado: ¡Proyectiles Nocturnos! –. Activó el peleador enseñando la carta entre sus dedos.

Juntando las manos delante de sus oponentes, Ángel liberó una extensa ráfaga de esferas de energía oscura que bañaron el campo de batalla, obligando a los Bakugan gundalianos a cubrirse con sus brazos para resistir el ataque.

Una serie de quejidos llenos de dolor resonó en el campo de batalla mientras numerosas explosiones pintaban el verde y negro de la arena con llamas doradas y una nube de humo grisáceo.

Ángel y Aranaut: 2100. Linehalt y Plitheon: 2000.

–Fue un buen ataque, Ángel –. Felicitó Aranaut a su aliada.

–Gracias, Aranaut. Pero esto aún no ha terminado –. Respondió la Bakugan en guardia sin dejar de ver los resultados de su ataque.

Inmediatamente, un iracundo Linehalt agitó sus alas con fuerza para disipar el humo que, si había formado a su alrededor, mientras Plitheon lo imitaba entre rugidos iracundos.

Instintivamente, tanto Ángel como Aranaut levantaron los puños, listos para defenderse de lo que fuera que intentaran ambos guerreros gundalianos.

Inmediatamente, sus enemigos no tardaron en abalanzarse sobre ellos, acto que ambos guerreros de la justicia imitarían con el Puño Vector y las Hojas Luz de Luna en alto mientras cortaban la distancia con sus oponentes.

–¡Hazlo ahora, Jesse! –. Indicó Ren a su compañero.

–Poder activado: ¡Come Vidas! –. Atacó Glenn en respuesta.

–¡Tomen esto! –. Exclamó Plitheon con furia, arrojando su ataque.

Esta vez, una lluvia de fuego verde pintó el campo de batalla. Al estar tan cerca de sus enemigos, Ángel y Aranaut apenas tuvieron tiempo de cubrirse de los numerosos ataques del guerrero Ventus entre sus propios quejidos de dolor, mientras enterraban como podían los pies en el suelo, evitando caer por el empuje del poder de Plitheon.

–¡Chicos, cuidado! –. Llamó Nick a su compañera y a su aliado.

Por desgracia, fue demasiado tarde. En un parpadeo, la lluvia de ataques se había detenido para ser rápidamente reemplazada por las siluetas de Linehalt y Plitheon abalanzándose sobre sus oponentes, cubriendo las figuras más pequeñas y delgadas con sus sombras abrumadoramente grandes en comparación.

Un fuerte jadeo fue lo único que se escuchó por parte de Ángel antes de que el puño de Linehalt impactará en su mejilla con fuerza. Justo a su lado, y con una sincronización casi perfecta, Plitheon impactó su codo con fuerza en el estómago de Aranaut, callando cualquier quejido que pudiera realizar mientras se reía con deleite.

–¡Ángel! –. Llamó Leónidas a su pareja angustiado mientras Wolf ladraba y aullaba al enemigo.

Cualquier respuesta que pudiera emitir la Bakugan fue rápidamente cortada en el momento en que la rodilla de Linehalt se estrelló con furia en su estómago, obligándola a retorcerse antes de que el Bakugan más grande sujetara su cabeza entre sus manos para impactar su rodilla en el rostro de la guerrera, provocando que ésta retrocediera aturdida. Sin embargo, antes de que pudiera caer sobre su espalda, las manos de Linehalt sujetaron sus brazos para tirarla de regreso y aprovechar el acercamiento para azotar el frente de su casco en la cara de Ángel. Por suerte, su corona alada la protegió de un daño más severo.

Del otro lado, Plitheon aprovechó el momento de debilidad de Aranaut para dar un poderoso gancho izquierdo en un costado del rostro del caballero antes de seguir con un puño directo al estómago, provocando que Aranaut escupiera un poco de saliva por la fuerza puesta en el ataque. Antes de que pudiera defenderse, el pie de Plitheon azotó con fuerza un costado de la rodilla de su oponente, desestabilizando su guardia y obligándolo a agacharse, momento que el gundaliano aprovechó para jalar la cola en la parte posterior del casco de Aranaut para obligarlo a recomponerse antes de conectar un nuevo gancho en la mandíbula del caballero, que lo hizo caer al suelo con dureza.

Linehalt y Plitheon: 2200. Ángel y Aranaut: 1900.

–¡Aranaut! –. Llamó Fabia a su compañero preocupada.

Mientras tanto, Linehalt había conseguido poner a Ángel de rodillas mientras sostenía su cuello, obligándola a mantenerse medianamente erguida mientras una veloz sucesión de golpes chocaba en su rostro hasta que un último ataque la hizo caer de bruces al piso.

–Termínala, Linehalt –. Ordenó Krawler mientras levantaba una nueva carta –. Poder activado: ¡Sable Oscuro!

Siguiendo las órdenes de su compañero, el demonio de piel oscura jaló el largo cabello de Ángel para obligarla a recomponerse una vez más mientras levantaba la mano a la altura de su cabeza, formando lo que parecía ser la hoja de un sable recto hecho completamente de energía oscura.

–¡Nick, haz algo! –. Exigió Leónidas alarmado a su compañero.

–Poder activado: ¡Espectro Oscuro! –. Activó el pelinegro en respuesta.

El sable de Linehalt cortó la distancia con el cuello de Ángel, iluminando las baldosas debajo de ellos y pintándolas con un intenso color púrpura, listo para finalizar la batalla por cualquier medio que fuera necesario. Sin embargo, a unos cuantos centímetros del cuello de la Bakugan, la carne desapareció por completo, desvaneciéndose antes de que la punta del arma la alcanzara y dejando en su lugar nada más que una bruma negra que se deslizó alrededor del cuerpo de un confundido Linehalt, que veía la niebla oscura bailar a su alrededor.

–¡Ataca, Ángel! –. Ordenó el pelinegro.

De pronto, a un costado del demonio gundaliano, Ángel Darkus asumió su forma verdadera nuevamente, manteniéndose en el aire con el batir de sus alas antes de azotar con fuerza las plantas de sus pies contra el brazo y las costillas de Linehalt, empujándolo en el acto.

Víctima de la fuerza de tal empuje, los pies del gundaliano se despegaron del suelo, enviándolo sobre un confundido Plitheon que trató de atrapar a su compañero antes de que éste pudiera caer al suelo, quedando ambos expuestos al instante mientras Aranaut se alejaba al ver la oportunidad de recomponerse a la distancia.

–¡Ahora, linda! –. Indicó Nick levantando una nueva carta poder –. Poder activado: ¡Oscuridad Divina!

Juntando las palmas de sus manos, una esfera de energía Darkus pintó el campo de batalla, provocando con su tamaño que las manos de la Bakugan se perdieran de vista debido a la fuerte iluminación que el ataque traía consigo.

–¡Sin piedad, cielo! –. Animó Leónidas a su pareja mientras Wolf daba pequeños saltos en apoyo a su figura materna.

Extendiendo sus manos en dirección a los Bakugan enemigos, la esfera de energía salió disparada de las manos de Ángel, arrasando todo lo que se encontraba a su alrededor y levantando una serie de granito y polvo en su trayectoria.

Aunque trataron de responder, la cercanía con la Bakugan y la corta distancia a recorrer les impidieron a los gundalianos moverse a tiempo, viéndose obligados a recibir el ataque, que creó una poderosa explosión en el campo.

Ángel y Aranaut: 2200. Linehalt y Plitheon: 2000.

El humo comenzó a elevarse hasta la cima de la arena, las llamas que quedaron en el suelo comenzaron a disiparse, mientras Ángel regresaba al nivel del suelo y Aranaut se recuperaba de los ataques de Plitheon.

–Gracias por eso –. Agradeció el caballero sosteniendo su hombro.

–No te preocupes, tú habrías hecho lo mismo –. Respondió Ángel sosteniendo su mejilla adolorida.

La batalla se estaba prolongando más de lo esperado y Krawler no estaba usando ningún movimiento particularmente peligroso. Sin embargo, la muestra de brutalidad que Linehalt mostró sobre Ángel le daba a Nick un indicio del nivel de ataque de sus enemigos y lo mucho que querían acabar con ellos.

Si bien no estaba acostumbrado a ser tan brutal con Ángel como lo podía ser con Leónidas, ésta también sería una buena oportunidad para probar las capacidades de su compañera estando al límite, ver qué tan destructiva podía ser.

No había mejores sujetos de prueba para eso que los que tenía justo al frente.

Por otro lado, al ver que la batalla estaba más igualada de lo que se había previsto, Ren y Jesse decidieron actuar con un poco más de dureza para terminar con todo de una vez por todas.

–Jesse, hora de subir el nivel –. Declaró Krawler marcando una combinación en su BakuMetro.

–La dama y el caballero resultaron rebosar de un poder mayor del previsto. Llevar nuestras habilidades al límite será la forma perfecta de finalizar este acto –. Respondió el rubio marcando una combinación en su propio BakuMetro.

Boomix: Listo.

–Vilantor: Listo.

¡Armamento instalado! –. Gritaron ambos gundalianos al unísono.

Siendo arrojados al calor de la batalla, ambos armamentos brillaron en el aire mientras asumían sus verdaderas formas y se posaban en los hombros y espalda de sus propietarios.

Tal como lo recordaba, el Boomix de Linehalt era un gran cañón negro y gris, posado con firmeza en el hombro del Bakugan y asegurado debajo de su axila. En opinión de Nick, un armamento muy poco práctico, pues con los movimientos adecuados, resultaba posible arrebatárselo de las manos a su usuario.

Linehalt y Plitheon: 2300.

–Fabia, creo que es hora de ponernos a su nivel –. Indicó Nick sujetando su muñeca.

–¿Estás seguro de que quieres hacer esto? –. Preguntó la neathiana conociendo la relación de sus aliados con los armamentos.

–No tenemos muchas opciones –. Respondió el humano revelando el BakuMetro asegurado en su muñeca.

Rápidamente, Nick tecleó el código que Marucho había programado para él, aquel que le permitiría invocar el armamento de su compañera. No podía negar que estaba un poco emocionado, sentía curiosidad por el tipo de arsenal que su pequeño amigo había creado para ellos. Sería interesante de ver. A su lado, Fabia hacía lo mismo sin dejar de mirarlo con intriga por lo que su BakuMetro traería a la batalla.

Finalmente, ambos vieron con un poco de asombro como un pequeño cilindro púrpura y negro se materializaba sobre los proyectores del dispositivo.

Battle Crusher: Listo.

–¡Armamento instalado! –. Exclamó Fabia al recibir su armamento.

Battle Crusher se formó alrededor del cuerpo de Aranaut, el cañón se posó firmemente en el hombro del Bakugan, con los seguros abrazando su cuerpo y la cadena de dos lados formándose a su alrededor mientras la electricidad que mantenía los eslabones unidos brillaba con su resplandor dorado.

Por su parte, Nick se permitió un momento de admiración a la pequeña máquina en su mano, antes de arrojársela a su compañera.

Sound Lasher: Listo.

–¡Armamento instalado! –. Dijo el peleador al arrojar el armamento a su Bakugan.

Esta vez, toda la atención se centró completamente en Ángel y la silueta púrpura que envolvió sus alas y recorría sus brazos, brillando con intensidad frente a los ojos curiosos de los demás peleadores y Bakugan que se preparaban para enfrentar cualquier tipo de arma que se encontrara a punto de ser incluida en la batalla por parte de los Peleadores Darkus.

De pronto, la energía serpenteó por los brazos de Ángel, una que comenzó a colgar en una forma alargada desde la parte inferior de su muñeca, asumiendo la forma de lo que parecían ser unos alargados látigos, cuyas puntas se derramaban en el suelo mientras un par de bultos cilíndricos se formaba sobre los brazales de la Bakugan.

Finalmente, después de unos segundos de expectación, el brillo en el cuerpo de Ángel se desvaneció por completo, dispersando la energía a sus alrededores y dejando ver el armamento que Marucho había construido para ella.

Sus alas ahora estaban cubiertas con una coraza metálica de color plata en el marco superior y negro en la zona inferior que tapaba las plumas, en el centro de estas protecciones se encontraban lo que parecían ser cañones sónicos similares en forma de los reflectores de JetKor. Por otro lado, en sus brazos, un par de pequeños cañones se formaron en la parte superior de los brazales de la Bakugan, ambos de color negro con trazos plateados alrededor de la boquilla. Sin embargo, lo más llamativo del armamento sin duda fueron los látigos de acero plateado que colgaban de la parte inferior de sus brazos, ambos se derramaban en el suelo y contaban con una serie de pequeñas cuchillas curvas de color negro a los costados de las armas, todas ellas con un resplandor morado en el filo de las hojas, mientras unas alargadas puntas de lanza del mismo color de los látigos coronaban la punta de las armas y cuyo filo brillaba con su propio brillo Darkus.

Ángel y Aranaut: 2700.

–¡Luces increíble, linda! –. Festejó Nick con alegría al ver a su compañera con su armamento.

Al lado del terrícola, Wolfang vitoreaba a su manera, ladrando mientras daba pequeños saltos eufóricos, felicitando a su figura materna de una manera que solo él podría. Por otro lado, una sorprendida Fabia por las reacciones animadas de los Peleadores Darkus solo se limitó a ofrecerle una pequeña sonrisa a la Bakugan, acompañada con un pulgar arriba.

Sin embargo, Leónidas se mantenía en completo silencio, claramente en conflicto ante la vista que tenía adelante. Debía ser extraño para él, su pareja siempre lucía hermosa a sus ojos y lo dejaba en claro en la intimidad de sus espacios seguros, pero siempre había rechazado los armamentos; por lo que debía ser extraño para él ver a su amada usando una de esas máquinas.

Aparentemente, Ángel se había dado cuenta de eso y ahora comenzaba a revolverse un poco incómoda bajo la mirada conflictiva de su pareja.

Nick estuvo a punto de hablar en favor de su compañera y el uso de estas armas, pero fueron sus propios Bakugan quienes detuvieron cualquier declaración que el pelinegro pudiera hacer.

–Leo, yo… entiendo si tú… –. Comenzó Ángel con la cabeza gacha.

–Estás tan hermosa como siempre, cielo –. Respondió el dragón acorazado con seguridad –. Solo tú podrías hacer que una de esas chatarras luzca bien.

Aunque no se podía notar debido al color de piel de Ángel, Nick podía asegurar que su compañera se sonrojó furiosamente al escuchar las palabras de Leo. Normalmente, su viejo amigo nunca decía cosas tan románticas, sin embargo, no parecía tener problemas en expresarse de una forma más afectiva cuando entendía que su pareja o amigos lo necesitaban en determinados momentos.

Sin duda, un contraste enorme con el gruñón amargado que había conocido en el parque hacía años.

En otras circunstancias, Nick se habría reído con ganas de su compañero y sus declaraciones. Por desgracia, estas no eran las circunstancias en las que realizaría ese tipo de comentarios. Ahora estaban en una batalla y tenían que seguir en ella.

–Incluso los Bakugan son capaces de irradiar la fuerza del amor, pero aún falta para llegar las escenas del drama. Ahora, estamos interpretando una gran batalla –. Comenzó Glenn, interrumpiendo el momento antes de realizar un ademán mirando hacia el suelo de la arena –. Carta portal abierta: ¡Barricada!

Inmediatamente, las palabras del gundaliano cortaron cualquier rastro de tensión para los peleadores, mientras veían alarmados como el suelo se encendía con un resplandor blanco debajo de los pies de sus compañeros.

Barricada, el mismo poder que había sentenciado la derrota de Fabia en su última batalla con Glenn, aquel que podía desmantelar los armamentos, convirtiéndolos en un montón de chatarra inservible hasta el final de la ronda.

No obstante, a pesar de la presión del momento y el pensamiento rápido que exigía el movimiento de Jesse, cuando el sonido de los engranajes y el metal separándose llegó a sus oídos, Fabia no tardó en borrar la preocupación de su rostro para reemplazarla con la luz de una idea.

–No caeremos dos veces en el mismo truco –. Declaró la neathiana mostrando una nueva carta entre sus dedos –. Poder de armamento activado: ¡Duque Destructor!

–Entiendo, princesa –. Dijo Aranaut desviando su cañón a los pies de sus enemigos.

Bajo las miradas llenas de preocupación y asombro de los gundalianos, Aranaut disparó un poderoso rayo de la boquilla de su cañón contra el suelo, volando la carta portal en pedazos justo a los pies de sus oponentes, creando una nube de humo que se elevó al mismo tiempo que los fragmentos de la destrozada carta portal.

Ángel y Aranaut: 3100

–¡Excelente, Fabia! –. Dijo el pelinegro animado al ver la carta portal anulada.

–Buen trabajo, Aranaut –. Felicitó Ángel a su aliado con tono cortés.

Desde el otro lado del campo, Ren y Jesse veían como uno de sus mejores movimientos era literalmente despedazado por el pensamiento rápido de Fabia y la esperanza de ganar la ronda se veía cada vez más lejana.

Incluso estando desde el otro extremo del campo, Nick podía sentir la impotencia y el malestar que Ren debía estar experimentando con pesadez, observando como sus planes comenzaban a desmoronarse.

Este solo era el primer paso.

–¿Qué pasa, Ren? ¿Ya no te atreves atacar? –. Dijo Nick al gundaliano desde su plataforma compartida con Fabia.

–Cierra la boca, Takahashi, aún no hemos terminado –. Respondió Krawler antes de levantar una nueva carta entre sus dedos –. Poder de armamento activado: ¡Boomix Cerrado!

–Poder de armamento activado: ¡Ciclotrón Vilantor! –. Continuó Glenn respaldando a su compañero.

Emergiendo de entre el humo, un gran rayo color violeta partió la distancia con los Peleadores, mientras era seguido de cerca por una ráfaga de rayos color esmeralda al lado.

Inmediatamente, Aranaut levantó la cadena que rodeaba su cuerpo para cubrirse de los ataques de Plitheon que azotaron sus defensas. Por el otro lado, Ángel utilizó sus alas cubiertas por su armamento para bloquear el ataque del Boomix, encajando sus pies con fuerza en la arena para evitar ser movida de su lugar al mismo tiempo que el caballero imitaba la acción.

Sorprendentemente, a ambos guerreros les resultó mucho más fácil resistir el empuje de los ataques enemigos en esta ocasión.

–¿¡Por qué no caen!? ¿¡Qué pasa con ustedes!? –. Exclamó Plitheon con frustración.

–No dejes de disparar, Plitheon. Tenemos que recuperar la ventaja –. Indicó Linehalt manteniendo su ataque activo sobre su oponente.

–¿Acaso ya lo olvidaron, gundalianos? El Duque Destructor provoca que todos sus ataques se reduzcan a la mitad –. Explicó el caballero con orgullo.

Inmediatamente, Nick vio una oportunidad de terminar con la primera ronda de la forma más rápida y dolorosa posible. Una opción que parecía intrigar a Fabia, pues la curiosidad invadió la mirada de la neathiana cuando miró directamente a su compañero de batalla y notó en este una pequeña sonrisa maliciosa.

–Nick, ¿en qué estás pensando? –. Cuestionó la peliazul.

–Ya verás –. Respondió el pelinegro sin dejar de ver el forcejeo de sus compañeros con los poderes –. ¡Ángel, Aranaut, prepárense para salir de ahí!

–¡A su orden, Maestro Nick! –. Respondió Ángel sin retroceder ni un paso.

Incluso desde la lejanía, Nick podía ver claramente como Krawler se notaba enfadado por su incapacidad para superar esta batalla. Sus dientes estaban fuertemente apretados, sus puños dejaban ver sus huesos sobresaliendo debajo de su piel y sus ojos lo miraban con furia, como un león mirando a un rival.

Él solo se había provocado esto, en la seguridad del Interespacio Bakugan y la calidez de los Peleadores, Ren había tenido la opción de decir la verdad y hacer lo correcto para todos. En lugar de eso, había preferido lastimar a los terrícolas sin contemplaciones.

Al modo de ver el panorama de Nick, tenía todas las razones para hacer lo que tenía pensado.

–¡Prepárense! Poder de armamento activado: ¡Golpe Sónico! –. Activó Nick con su primera carta de armamento entre sus dedos.

Con el fuerte azote de sus alas cubiertas, Ángel disipó el ataque del Boomix con facilidad, desviando la dirección del rayo hacia las alturas y decorando momentáneamente la arena con la luz morada del ataque.

Antes de que cualquiera de los gundalianos pudiera reaccionar, los cañones en las alas de la Bakugan apuntaron directamente hacia ellos antes de liberar un par de potentes ondas sónicas más grandes que los mismos guerreros invasores. Tan poderoso era el ataque del nuevo armamento, que el granito de la arena en el medio se vio completamente destrozado antes de que el golpe cayera directamente sobre sus enemigos, empujándolos con dureza contra el muro opuesto del campo de batalla, provocando que los suelos temblaran mientras los gundalianos evitaban caer de espaldas al suelo.

Ángel y Aranaut: 3300.

–¡Jamás te gustaron los armamentos, Nick! ¡Y aquí estás, utilizando uno con tal de derrotarnos! –. Reclamó Krawler con enojo.

–¡Nosotros no queríamos esto, Ren! ¡Fuiste tú quien nos obligó en el preciso momento en que comenzaste a secuestrar peleadores! ¡Haré lo que tenga que hacer para detenerte, no lo dudaré ni un segundo! –. Escupió Nick con veneno en su voz.

Plitheon fue el primero en recomponerse, moviéndose con dificultad debido al peso cada vez más notorio de su armamento en un cuerpo cansado, temblaba con cada paso que daba, sus pies no podían despegarse mucho del suelo y jadeaba por cada movimiento exigente que debía realizar.

El Bakugan Ventus se notaba abrumado esta vez, la ventaja que lo había mantenido en la superioridad constante de su última batalla había desaparecido por completo. Esta vez, tenía que enfrentar en igualdad de condiciones a dos guerreros expertos y solo contaba con la ayuda de Krawler y su compañero.

Por supuesto, Nick reconocía que ambos gundalianos eran un buen equipo, se notaba que habían luchado juntos por un tiempo considerable, pero no era suficiente para superarlos. Por algún motivo, se complementaba bien con Fabia a la hora de luchar.

Algo que Nick no podía decir que lograra con todos los aliados que conocía.

–Nick, creo que ya es hora de terminar –. Comentó la neathiana mirando a los gundalianos levantarse una vez más.

–Sí, creo que sí –. Asintió el peleador en acuerdo.

Desesperados por obtener la victoria que los estaba eludiendo, ambos peleadores provenientes del abismo que debía ser su planeta levantaron nuevas cartas poder entre sus dedos con tal de lograr un ataque exitoso.

–Poder de armamento activado: ¡Láser Boomix!

–Poder de armamento activado: ¡Ciclotrón de Viento Vilantor!

Linehalt y Plitheon: 2800.

Rayos y viento partió el campo de batalla, pero el poder de Aranaut mantuvo las tornas del combate justo donde Nick esperaba. A pesar de todo esfuerzo y empeño puesto en los movimientos de los Bakugan gundalianos con el único objetivo de perseguir la victoria, ninguno fue suficiente para sobrepasar los efectos del Duque Destructor. Gracias al nivel superior de los Peleadores, para Aranaut fue más fácil desviar el ataque de Plitheon con un golpe de la cadena que rodeaba su cuerpo, mientras Ángel optaba por evitar el esfuerzo, esquivando el rayo del Boomix haciéndose a un lado y dejándolo explotar a sus espaldas, resaltando sus características delante de la luz morada que pintó los falsos cielos de la arena.

Aunque su compañera mantenía su mirada completamente inexpresiva para sus oponentes, Nick no hacía ningún esfuerzo por ocultar su claro desagrado por todos los sujetos que se encontraban delante de la arena.

–Ángel, prepárate para un cambio de atributo –. Indicó Takahashi a la Bakugan.

–¿Qué estilo sugiere para concluir este primer encuentro, Maestro Nick? –. Preguntó Ángel a su peleador.

–Te verás muy bien de azul –. Respondió el pelinegro con complicidad.

Entendiendo a lo que su compañero se refería, Ángel tocó brevemente el cinturón fuertemente enlazado alrededor de su cadera, provocando que las rocas que representaban los símbolos de los seis atributos comenzaran a girar.

Para Nick, fue más divertido de lo que creyó ver como las facciones del mentiroso de Krawler se torcían con asombro al entender el significado detrás de las palabras de Nick. Por supuesto, Ángel era una Bakugan capaz de invocar la electricidad, si podía sumar a eso un cambio al atributo adecuado, los problemas podrían ser más grandes de lo que el séquito gundaliano podría esperar.

Finalmente, después de un breve instante, el cinturón de la Bakugan oscura dejó de girar, revelando que el atributo elegido para enfrentar el resto de la primera ronda era el del agua.

–¡Invoco un cambio de atributo! –. Llamó Ángel a la nada mientras se cubría con sus alas.

Un brillo blanquecino bañó brevemente el cuerpo de Ángel, uno que rápidamente asumió una tonalidad completamente pálida antes de que las chispas de un suave celeste comenzaran a emerger del interior, pintando la onda de energía antes de que su color cambiara completamente una vez más.

El canto atronador de un mar inquieto cubrió el campo de batalla cuando el capullo de energía creció lo suficiente para deformarse ante los ojos intrigados de los presentes, deformaciones que agitaban y revolvían la energía acumulada antes de que una explosión de luz azulada pintara la arena y sus alrededores, dejando caer cientos de fragmentos de energía del tamaño de grandes gotas de agua que se perdieron en el suelo del espacio disponible.

Ángel emergió una vez más, con sus alas ahora celestes cubiertas por una coraza completamente plateada, el negro de su armadura había desaparecido en favor de una suave tonalidad celeste, mientras que los tonos morados cambiaban de color a uno completamente blanco. Su largo cabello ahora presumía un tono azulado un poco más oscuro que el de su armadura, al mismo tiempo que su piel cambiaba para lucir un color más cercano a un azul capri.

Por otro lado, al igual que su armadura, los tonos más oscuros de los cañones del Sound Lasher se vieron reemplazados por un color blanco brillante y un bello azul claro, mientras que los látigos asumían un color completamente plateado con una luz azulada en los bordes de las hojas.

En la opinión compartida de Nick y Leónidas, no se veía tan bien como con sus colores oscuros. Sin embargo, no por eso Ángel dejaba de ser una visión llena de belleza capaz de competir con la mismísima Sirenoid Aquos, una que estos secuestradores eran indignos de presenciar.

–¡Reconozcan a Ángel Aquos!

La conversión estaba completa, no había nada más que decir por parte de Nick, solo quería derribar a Krawler las veces que fueran necesarias con tal de detener esta pesadilla y obligarlo a devolver a todos los desaparecidos antes de entregarlo a las autoridades. Este miserable les estaba arruinando la vida a miles de personas y con ellas, también estaba manchando la reputación de los Peleadores Bakugan y todo lo que trataban de construir. Era un peligro para todos y debía ser detenido cuanto antes.

–¡Terminemos con esto, chicos! Poder activado: ¡Hidromancia Divina! –. Dijo Nick cortando la tensión con una carta poder.

Regresando al suelo mientras retraía los látigos, Ángel deslizó con gracia su pie izquierdo en un movimiento circular por el suelo de la arena, dejando una marca de agua que oscureció el suelo, abarcando desde el lugar en el que se encontraba Linehalt hasta aquel en el que se encontraba Plitheon antes de repetir el proceso con su pie derecho.

–¿Qué hace? –. Cuestionó Linehalt confusión.

–No importa, solo atácala –. Respondió el peligris apretando sus puños nuevamente.

Siguiendo la orden de peleador, Linehalt disparó una ráfaga de disparos contra su oponente, disparos que se deslizaron a gran velocidad por el campo de batalla en dirección a Ángel.

–¡Cuidado, cielo! –. Llamó Leónidas a su pareja con preocupación.

Los ataques del demonio gundaliano eran veloces, pero ni siquiera con eso lograron alcanzar a tiempo a la Bakugan Aquos cuando ésta posó sus manos en el suelo y toda el agua que había creado de la nada se elevó hasta formar un gran muro que cubrió tanto a Ángel como a Aranaut, engullendo los disparos debilitados del Boomix y disolviéndolos en su azulado interior.

Era como ver el agua de un gran lago obedeciendo las órdenes de Ángel.

–Increíble –. Murmuró Fabia asombrada al ver el gran muro de agua.

–¡Ahógalos, linda! –. Ordenó Nick con un ademán.

Reincorporándose sobre sus pies una vez más, Ángel conjuró una esfera de energía Aquos entre las palmas de sus manos, una que alejó hasta que quedó al nivel de sus alas celestes, mientras el agua conjurada frente a ella se deformaba una vez más, siguiendo tímidamente los movimientos de su creadora.

Ángel y Aranaut: 3500.

–¡Acaba con ellos, cielo! –. Animó Leónidas a su pareja mientras Wolf lo seguía.

Estirando sus manos juntas hacia sus oponentes, el agua del gran muro salió disparada, abandonando su forma para volar a gran velocidad hacia los enemigos de su creadora, mientras dejaba un rastro detrás de sí en la forma de un piso marcado por la gran presión puesta en la sustancia azulada.

Cómo los miembros de los Peleadores Bakugan ya imaginaban, Krawler respondió a su ataque de forma instintiva.

–¡Un poco de agua no va a pararnos! Poder activado: ¡Jabalina Oscura! –. Exclamó el gundaliano con la carta poder en su mano.

Linehalt y Plitheon: 3300.

Descartando su armamento, Linehalt invocó una vez más su tridente con puntas compuestas por energía, que liberaron un poderoso rayo oscuro que impactó en el ojo del ataque que se aproximaba a ellos. Todo mientras se posicionaba en el frente, sirviendo como una barrera entre sus compañeros y el tsunami.

En circunstancias normales, el agua se habría detenido al instante antes de replegarse al cruzarse con un objeto que no podía llevarse consigo en su trayectoria. Sin embargo, el agua conjurada por Ángel era de todo menos normal, pues ésta no tardó en dejarse llevar por la barrera improvisada que Linehalt había creado, deslizándose con cuidado por ambos lados del Bakugan Darkus, envolviéndolo en lo que parecía ser un capullo hecho completamente de agua.

–¿¡Qué está sucediendo!? –. Expresó el demonio gundaliano con confusión.

–¡Linehalt, sal de ahí! –. Exclamó Plitheon al ver el agua cerrarse alrededor de su compañero.

Muy tarde, para cuando el Bakugan Ventus terminó su frase, la burbuja alrededor de Linehalt ya había terminado de formarse, engullendo al guerrero de la oscuridad por completo y dejando visible únicamente su silueta flotando con dificultad en el agua del interior.

–¡Linehalt! –. Llamó Ren a su compañero con preocupación.

–¡Plitheon, sácalo de ahí! –. Ordenó Jesse a su Bakugan.

Siguiendo las indicaciones de su peleador, Plitheon se acercó a la jaula compuesta de agua para intentar liberar a su compañero. Sin embargo, grande fue su sorpresa al ver al ver una nueva corriente de agua emerger del otro lado de la prisión, abalanzándose sobre él y derribándolo mientras la sustancia líquida comenzaba a envolverlo a él también.

Cómo se esperaba, Plitheon trató de volar para evitar su merecido encarcelamiento, pero un gesto por parte de Ángel con sus manos brillando fue suficiente para que el agua alcanzara al Bakugan Ventus una vez más, azotándolo con fuerza para detener su vuelo y cubriéndolo con la misma velocidad con la que cubrió a Linehalt.

–¿¡Qué es esto!? ¿¡Qué hiciste, Nick!? –. Dijo el gundaliano de cabello gris iracundo.

–Uno de los mejores poderes de Ángel Aquos: Hidromancia Divina es una habilidad que le permite a Ángel crear una gran cantidad de agua en medio de la batalla y controlarla a su gusto, moverla en la dirección que desee y determinar cuánta presión poner en ella –. Explicó Nick con orgullo.

–Te dimos la oportunidad de irte en paz, Krawler. Debiste aceptarla cuando podías –. Dijo Leónidas antes de centrar toda su atención en su pareja una vez más –. ¡Acaba con ellos, Ángel!

–¡De inmediato! –. Asintió la Bakugan liberando sus látigos una vez más.

–¿Qué están haciendo? –. Murmuró Glenn con preocupación al ver las cuchillas de los látigos sueltas.

Moviéndose con agilidad y gracia, Ángel emprendió el vuelo una vez más hasta tener a ambos Bakugan gundalianos a la vista.

Con gran determinación marcada en sus movimientos precisos y con una técnica perfecta, Ángel arrojó sus látigos en una trayectoria recta hacia las prisiones de agua que ella misma había creado, ensartando las puntas de lanza de ambas armas en el interior de las jaulas.

–¡A toda capacidad, Ángel! –. Indicó Nick a su compañera.

De pronto, los brazos de la Bakugan comenzaron a destilar corrientes eléctricas de color azul brillante, corrientes que se deslizaron por sus extremidades hasta llegar a sus manos, conectando directamente con los látigos enterrados en las prisiones de los Bakugan gundalianos.

Ambos invasores vieron con horror como las chispas recorrían rápidamente la alargada extensión de las armas de Ángel hasta llegar finalmente a las puntas enterradas en el agua, provocando atronadores gritos de dolor por parte de Linehalt y Plitheon, siendo el último el que más sufría por el dolor que estaba experimentando en el interior de su propia burbuja.

–¡Es el momento, Fabia! ¡Den el golpe final! –. Exclamó Nick a la princesa neathiana.

La princesa se notó pasmada un momento, pero no tardó en volver a la realidad al escuchar las palabras de Nick mientras sacaba una nueva carta poder y la levantaba tan alto como podía.

–¡Nos dieron la oportunidad! ¿¡Listo para terminar, Aranaut!? –. Dijo la peliazul a su compañero.

–¡A su orden, princesa! –. Respondió el caballero apuntado su cañón directamente a los gundalianos encerrados y electrocutados.

–Poder activado: ¡Duque Destructor!

Ángel y Aranaut: 3700.

Una poderosa flama dorada acompañó el ataque de Aranaut, barriendo con el suelo que se encontraba en el camino hasta impactar directamente con las jaulas de agua electrificadas, creando una poderosa explosión que hizo que lo gritos de dolor se perdieran entre el caos creado por los Peleadores.

Perdidas entre el toque de tres ataques distintos, dos siluetas se retorcieron, víctimas de un profundo dolor físico que cayó sobre ellas sin piedad alguna. Un llamado a la justicia que buscaba castigarlos por sus acciones, uno que los hizo caer a los pies de los parásitos del interespacio en la forma de dos esferas diminutas e indefensas.

–Indicador de vida de Ren: 50%.

–Indicador de vida de Jesse: 40%.

Presas de la pena, la ira y la preocupación, ambos gundalianos recogieron a sus compañeros con cuidado. Al mismo tiempo que Ángel y Aranaut regresaban a sus formas portátiles y volaban las manos de sus orgullosos peleadores.

–Lo hicieron muy bien, chicos –. Felicitó Fabia a los Bakugan.

–Nos honra con sus palabras, princesa –. Respondió Aranaut mientras Ángel hacía una reverencia respetuosa.

–Estoy de acuerdo con ella, fue un excelente trabajo –. Continuó Nick acariciando con un dedo la cabecita de su compañera.

–Les dieron una lección a esos gundalianos. Muy bien hecho, cielo –. Dijo Leónidas felicitando a su pareja.

Inmediatamente, Wolf se abalanzó sobre su madre, imitando como podía los intentos de lamida de los perros, a pesar de carecer completamente de una lengua en su forma portátil.

La moral estaba alta, habían vencido en la primera ronda de forma aplastante y solo les quedaba ganar una ronda más. Podían ganar, lo sentían en el aire, pronto se haría justicia y darían el primer gran paso para terminar esta locura.

No obstante, como era natural, siempre tenía que haber alguien infeliz ante el hecho de pagar las consecuencias por sus crímenes.

–¿¡Qué rayos pasa con ustedes!? ¿¡Se han vuelto locos!? –. Reclamó el gundaliano con rabia.

–Eso no fue ni la mitad de lo que ustedes nos han hecho a los neathianos –. Respondió Fabia con mirada penetrante.

–Te dijimos que haríamos lo que fuera necesario para detener todo esto, Krawler –. Dijo Nick con fuerza en su voz –. Tu error fue creer que somos tan amables como Dan y los otros.

–¡Eres un maldito loco, Takahashi! –. Gritó el gundaliano en respuesta.

–Seré todo lo que la Tierra necesite si eso significa detenerte y salvar todas las vidas que pusiste en riesgo con tus estupideces –. Respondió el pelinegro con convicción.

–¡Esto no se quedará así! –. Declaró Ren con determinación.

–Demuéstralo en la arena –. Desafío el Peleador Darkus mientras enseñaba una carta.

El reto era claro, el desafío se podía sentir en el aire y no había nada que pudiera detener la confrontación que se avecinaba en la penumbra de la rivalidad incesante y el odio que ardía con fuerza en los corazones de ambos peleadores, creando una llama lista para consumir todo lo que estuviera en su camino.

En el calor del combate, una nueva carta fue lanzada al centro del campo de batalla, liberando un breve resplandor púrpura que abarcó toda la arena.

¿Qué dicen ustedes? ¿Creen que le tengan miedo a la auténtica oscuridad? –. Preguntó Vladitor, rompiendo el silencio que lo había acompañado durante la primera ronda.

Solo hay una forma de averiguarlo.

–¿Quieres que entremos esta vez, Nick? –. Preguntó Leónidas a su compañero.

–Aún no, Krawler se ve enojado. Quiero ver qué es lo que pretende hacer ahora antes de lanzarlos –. Explicó Nick para disgusto de los Bakugan.

Esta vez no hubo anuncio de ningún tipo para la batalla que se avecinaba, los cuatro peleadores lanzaron sus Bakugan al ojo del campo de batalla con todas las fuerzas que pudieron, creando un brillo multicolor que bañó el campo de batalla cuando los golpes impactaron y los enormes colosos que debatían el destino de tantas vidas inocentes se revelaban al ojo de sus peleadores.

No hubo palabras, no hubo declaraciones de ningún tipo. Nada más que el calor intenso del combate cubriendo la arena y el granito partiéndose ante el choque de cuatro titanes que se miraban con acero en sus ojos.

Impactando sus brazales a modo de guardia, los cuatro Bakugan forcejearon mientras las chispas se desprendían del metal que protegía sus cuerpos.

Aprendiendo del pasado, Plitheon no se tomó la molestia de si quiera intentar aplastar la cabeza de Aranaut entre sus fauces, en su lugar, ambos Bakugan intercambiaron el fuerte choque de sus rodillas cubiertas en un intento de penetrar la guardia del otro. Pero fue inútil, sus poderes igualados les impidieron imponer su fuerza sobre el otro.

–¡Ya me tienes harto, Aranaut! –. Rugió el Bakugan Ventus con exaspero.

–Entonces, ríndete y termina con esto –. Respondió el caballero con desagrado.

Seguido de su respuesta, Aranaut se permitió juntar brevemente sus pies en el suelo antes de impulsarse ligeramente en el aire, chocando una de sus rodillas con fuerza en el abdomen de su oponente, provocando que éste rugiera adolorido antes de recibir otra patada en su guardia alta con claras intenciones de destruir por completo la protección que le ofrecían sus brazos.

Del otro lado del campo, Ángel y Linehalt azotaron sus cabezas contra el otro, tratando de aturdir al contrincante sin mucho éxito. La corona y el yelmo impactaban directamente, rebotando por unos instantes antes de volver a chocar entre sí, soltando cada vez más chispas que se desparramaban en el suelo del campo.

Los gruñidos de ambos Bakugan Darkus eran perfectamente audibles y expresaban todo el desagrado que se tenían mutuamente y que compartían con su respectivo compañero.

–Debieron unirse a nosotros cuando tuvieron la oportunidad –. Dijo el demonio gundaliano tratando de aprovechar su complexión para ganar terreno.

–Ustedes debieron entregarse cuando aún podían. No perdonaremos nada de lo que les han hecho a tantos humanos inocentes –. Respondió Ángel correspondiendo el esfuerzo de su rival.

Antes de que Linehalt pudiera decir algo más, Ángel azotó con toda la fuerza que pudo la planta de su pie contra la pierna del Bakugan, quitándole su balance antes de alejarse brevemente para batir sus alas en un movimiento vertical que la impulsó en el aire, dándole la oportunidad de estampar su rodilla en la mandíbula cubierta del enemigo.

El cuerpo de Linehalt cayó con dureza al suelo, provocando un breve temblor al caer de espaldas al suelo.

Al ver la oportunidad perfecta para atacar, Nick activó el primer poder de la ronda.

–Poder activado: ¡Hoja Luz de Luna!

Ángel y Aranaut: 1700.

Inmediatamente, las cuchillas en los brazos de Ángel se soltaron en un parpadeo, mientras la Bakugan descendía al suelo una vez más con sus armas apuntando directamente a su contrincante. Las hojas brillaron ligeramente ante los ojos sorprendidos de los peleadores Darkus, listas para atravesar lo que se encontrara en el camino con tal de terminar esta batalla. Sin embargo, antes de que algo así pudiera ocurrir, una carta poder se alzó con orgullo delante de los miembros de los Peleadores.

–Poder activado: ¡Sable Oscuro! –. Defendió Ren rápidamente.

Una vez más, las espadas compuestas completamente de energía se materializaron en las manos de Linehalt, el cual las levantó en forma de X, atrapando en el acto el primer par de cuchillas que iban dirigidas hacia él.

Linehalt y Plitheon: 2000.

–Tenemos que ponernos al nivel, Aranaut –. Dijo Fabia al ver la diferencia de niveles –. Poder activado: ¡Callejón de los Golpes!

Acercándose ágilmente a Plitheon, Aranaut comenzó una veloz serie de ataques en forma de duros puñetazos que bañaron el cuerpo medianamente expuesto del contrincante.

A pesar de su tamaño mayor, poco era lo que un adolorido Plitheon podía hacer frente a un Aranaut que lanzaba ataque tras ataque a una velocidad casi imperceptible.

Eventualmente, la guardia del gigante gundaliano se vio superada por el dolor de una fuerte patada propinada por el caballero en un costado de su cuerpo, que casi lo hizo soltar un quejido de dolor.

Ángel y Aranaut: 1900.

–Nuestro tiempo en escena aún no ha concluido, Fabia –. Avisó Glenn sacando una carta del interior de su libro –. Poder activado: Metal Verde.

Sujetando con fuerza la pierna de su oponente, Plitheon azotó con toda la fuerza que pudo reunir al Bakugan neathiano, provocando que éste cayera antes de abalanzarse sobre él y sujetándolo de su armadura para jalarlo de regreso a la batalla.

Presa de su propia ira, el puño de Plitheon se estrelló con violencia en el estómago de su objetivo, golpeándolo repetidamente antes sujetarlo de la cabeza con su mano libre y azotarlo con rabia contra el suelo.

Linehalt y Plitheon: 2200.

–¿Fue suficiente, Aranaut? –. Se jactó el dragón verde manteniendo su fuerte agarre sobre la cabeza del oponente.

Del otro lado del campo, Linehalt había logrado alejar a Ángel de una patada y ahora se encontraba tratando de lograr un corte certero en cualquier parte del cuerpo de la Bakugan. Sin embargo, la velocidad superior de la misma le permitía bloquear cada ataque como si vinieran en cámara lenta, usando las cuchillas de sus brazales para evitar los múltiples ataques que la invadían.

–¡Deja esto, Nick! ¡Ahórrate la derrota! –. Exigió Krawler.

–¡Vete al infierno, asquerosa rata! –. Escupió el susodicho con desprecio antes levantar una nueva carta –. Poder activado: ¡Espectro Oscuro!

Antes de que el corte descendente de Linehalt llegara a tocar si quiera a su oponente, ésta se desvaneció en un conjunto de ágiles sombras que rodearon una vez más al demonio gundaliano.

No obstante, esta vez no se mostró ni un rastro de sorpresa o preocupación en los ojos de los invasores.

–¡Esta vez no pasará, Ángel! –. Declaró Linehalt antes de darse la vuelta con corte rápido.

Prediciendo sus movimientos, el demonio logró generar un corte severo en el torso cubierto de su oponente cuando ésta asumió su verdadera forma detrás de él, un corte que dejó un rastro de energía morada en la armadura de la Bakugan, provocando que se retorciera adolorida.

–¡Ángel! –. Llamó Nick a su compañera con preocupación.

–¡No tengas piedad, Linehalt! –. Exclamó el peligris a su Bakugan.

Siguiendo la indicación de su compañero, Linehalt se abalanzó sobre Ángel antes de que ésta pudiera reaccionar, tacleándola hasta llegar al muro más cercano de la arena, donde la estrelló como si no fuera más que un saco antes de comenzar a golpearla sin piedad alguna en el rostro y en su herida recién hecha.

–¡Aranaut, tenemos que ayudarla! –. Dijo Fabia a su compañero mientras levantaba una nueva carta –. Poder activado: ¡Espejismo Brillante!

–¡Voy enseguida, princesa! –. Exclamó Aranaut mientras comenzaba a brillar.

Ángel y Aranaut: 2100.

Potenciado con el poder de su atributo, el caballero posó la planta de sus pies en el torso de Plitheon antes de empujarlo con fuerza, alejándolo en un instante y dándole chance de recomponerse.

–Poder activado: ¡Come Vidas! –. Activó Jesse al ver a su oponente alejarse.

–¡No irás a ningún sitio! –. Gritó el dragón verde antes de arrojar una ráfaga de disparos de energía.

Las múltiples ondas expansivas que explotaron a sus pies dañaron el equilibrio del caballero, provocando que cayera de bruces al piso de la arena mientras Plitheon se arrojaba sobre él, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello antes de alejarlo de los Bakugan Darkus.

Linehalt y Plitheon: 2400.

–¡Nick, arrójale el armamento para que pueda salir de ahí! –. Indicó Leónidas con desesperación al ver a su pareja ser golpeada brutalmente.

–Estando en esa posición, el armamento no le servirá de nada si no la dejan usarlo –. Explicó el pelinegro evaluando sus opciones.

–¡Haz algo, maldita sea! –. Rugió el dragón acorazado presa de la ira.

Al terminar su exigencia, llamas negras comenzaron a destilar del interior del Bakugan Darkus mientras veía la batalla con furia.

Para Nick, estaba claro que Leónidas quería entrar lo más pronto posible y rescatar a su pareja. Sin embargo, aún no quería arrojar su comodín a la arena, no hasta que Krawler y Glenn pusieran todas las cartas sobre la arena y Nick pudiera estar seguro de que no habría más sorpresas desagradables.

Por suerte, siempre había un plan B para este tipo de ocasiones.

–Wolf, tu turno –. Llamó Nick a su Trampa Bakugan.

Al escuchar el llamado, el pequeño lobo se aventuró frente a los ojos de su peleador, listo para entrar en la batalla en el rescate de su madre.

Normalmente, Nick no usaba mucho a Wolf en batallas normales, pues había jurado no aprovecharse de la superioridad numérica que él y Shun compartían sobre los demás peleadores. Sin embargo, Krawler no merecía tal consideración, mucho menos mientras su Bakugan brutalizaba de forma barbárica a su compañera.

–Nick, ¿qué haces? –. Cuestionó Fabia confundida al ver a su compañero sujetar al pequeño lobo en su mano.

–Ya verás –. Respondió el pelinegro antes de arrojar al lobo acorazado al centro del campo –. Invoco a la Trampa Bakugan: ¡Wolfang Darkus!

Un poderoso brillo de color púrpura destelló en el centro de la arena, liberando en un simple parpadeo la silueta de un gran lobo cubierto con una armadura negra y morada por todo su cuerpo, grandes garras grisáceas posadas firmemente en sus patas y unos ojos del color del oro penetrantes mientras avanzaba ante la mirada atenta y confusa de los demás Bakugan en dirección a la confrontación entre los gigantes de la oscuridad en el extremo de la arena.

Ángel, Aranaut y Wolfang: 2500.

–¡Linehalt, cuidado! –. Advirtió Plitheon a su compañero.

A pesar del aviso del Bakugan Ventus, el gran lobo acorazado fue mucho más rápido, aventándose con todas sus fuerzas sobre el demonio que lastimaba a su madre mientras su peleador levantaba su primera carta poder entre sus dedos.

–Poder activado: ¡Licantropía!

Estando suspendido brevemente en el aire de una forma que hacía enorgullecer tanto a Ángel como a Leónidas, Wolf permitió que sus patas delanteras cambiaran de posición hasta llegar a sus costados y asemejarse a los brazos humanos mientras sus piernas hacían lo mismo.

Cuando Linehalt finalmente se giró, la figura de un enorme hombre lobo lo arrolló con fuerza, alejándolo de su contrincante original y provocando que ambos cayeran al suelo.

Instintivamente, Linehalt giró estando derribado, usando la fuerza del mismo empuje de Wolf para hacer que éste siguiera adelante y dándole unos segundos para recomponerse.

Cuando el gran hombre lobo se levantó nuevamente, fue recibido por el duro gancho de Linehalt en un costado de su cabeza, haciendo que éste retrocediera brevemente antes de responder con el zarpazo de sus garras en el pecho del demonio.

Linehalt rugió adolorido al sentir el filo de las garras de su contrincante atravesando su pecho y las coberturas en éste, antes de lanzarse con violencia sobre la Trampa Bakugan, provocando que ambos cayeran esta vez.

Al ver a Plitheon ligeramente distraído por la nueva incorporación al combate, Aranaut posó la punta de sus pies en el suelo de la arena para impulsarse con la fuerza suficiente para estrellar la parte superior de su casco en la mandíbula inferior del Bakugan Ventus, obligándolo a retroceder antes de girarse rápidamente y recibir a Plitheon una vez más con una patada giratoria directamente en el costado de su cabeza.

–¡Ya me tienes harto, Aranaut! ¡Jesse, usa el armamento! –. Exigió Plitheon a su compañero mientras sobaba la zona afectada de su cabeza.

–Nos estamos acercando al momento clímax de esta obra –. Dijo el rubio antes de hacer caso a las palabras de su compañero.

Vilantor: Listo.

–¡Armamento instalado!

Una vez más, los cuatro cañones sobrevolaron la arena antes de posarse con firmeza en la espalda de su usuario, reemplazando sus alas y alejando a Aranaut con precaución ante lo que pudieran hacer las armas en la espalda de su enemigo.

Linehalt y Plitheon: 2500.

Del otro lado del campo, Wolf y Linehalt seguían en su propio intercambio de golpes y cortes. El demonio gundaliano consiguió estrellar sus nudillos en el estómago del hombre lobo, pero su armadura lo protegió de los daños más severos antes de permitirle acercarse lo suficiente a Linehalt para apuntar un poderoso rayo que salió de su hocico directamente al pecho de su enemigo.

Linehalt se alejó con los ojos momentáneamente incapacitados frente a una nube de humo creada a partir del ataque del gran lobo, el cual se acercó con agresividad. Por desgracia, al sentir los pesados pasos del enemigo tan cerca, Linehalt logró envolverlo entre sus brazos por la cintura al tenerlo lo suficientemente cerca, levantándolo por encima del nivel del suelo mientras apretaba con todas sus fuerzas.

No obstante, aún estando presa del dolor, Wolf se tomó un momento para responder a la situación antes de alejar su cuerpo todo lo que pudo para exponer la cabeza de Linehalt y golpearla con las palmas de sus manos, desestabilizándolo lo suficiente para propinar un último golpe que los hizo caer a ambos de regreso al suelo mientras rodaban pasa reincorporarse.

Una vez más, Wolf se abalanzó sobre Linehalt, ignorando el dolor que recorría su propio cuerpo mientras reanudaba su ofensiva.

Al verlo correr una vez más con las garras arriba, el demonio gundaliano levantó sus brazos, listo para bloquear los numerosos cortes que vendrían con el gran lobo. Sin embargo, grande fue su sorpresa cuando la Trampa Bakugan usó sus extremidades superiores para aferrarse a sus propios brazos y acercar su cabeza lo suficiente para tratar de envolver la de Linehalt en un claro intento de hacerla explotar como si no fuera más que una fruta.

No obstante, a pesar de su acercamiento nada despreciable, lo único que consiguió el gran lobo con sus intentos fue marcar el yelmo del demonio oscuro con los rasguños de sus colmillos mientras gruñía salvajemente. Fue en uno de sus intentos de atrapar la cabeza del enemigo entre sus fauces, que Wolf logró rajar con éxito el yelmo de Linehalt desde la esquina superior derecha hasta la inferior izquierda, pasando uno de sus números colmillos sobre la zona del ojo del demonio gundaliano.

El susto por casi perder un ojo activó la ira de Linehalt antes de clavar su rodilla en el estómago de Wolf y aprovechar ese breve instante de aturdimiento para sujetar a la Trampa Bakugan por el cuello y elevarse junto con ella con el batir de sus alas.

–No eres más que un animal salvaje –. Dijo Linehalt con furia –. ¡Asquerosa bestia!

Presa de su propia ira, el demonio gundaliano azotó el cuerpo de su oponente contra el suelo, callando todos sus gruñidos y quejidos con el dolor que le provocó el fuerte impacto.

–¡Wolf! ¡No! –. Llamó Nick al gran lobo con preocupación.

–¡Vamos, chico! ¡De pie! ¡Sé que tú puedes! –. Trató animar Leónidas a la adolorida Trampa Bakugan.

–¡Están acabados, Nick! –. Declaró Krawler desde el otro lado de la arena mientras veía su BakuMetro.

–Boomix: Listo.

–¡Armamento instalado!

Desde su lugar en el campo de batalla, Nick y Leónidas veían con horror y un profundo odio como el gran cañón de Linehalt aparecía sobre su hombro, alzándose con imponencia sobre la Trampa Bakugan que aún seguía en el suelo, mientras Ángel se levantaba con dificultad de los demacrados muros en los que el demonio invasor la había dejado.

Linehalt y Plitheon: 2700.

Mientras tanto, del otro extremo de la arena, Aranaut esquivaba con agilidad todos los ataques consecutivos del armamento de Plitheon, evadiendo hábilmente los rayos verdes que trataban de alcanzarlo sin éxito. No obstante, el exceso de movimiento comenzaba a ser agotador y tenía que hacer algo.

Fabia debía invocar el armamento una vez más, pero si permitía que Aranaut se detuviera para recibir su propio arsenal, se arriesgaba a que un ataque de Plitheon lo alcanzara.

–¡Nick, tenemos que hacer algo! ¡Nos tienen contra las cuerdas! –. Dijo la peliazul al terrícola.

–¡Lo sé! ¡Prepárate para invocar a Battle Crusher cuando te diga! –. Respondió el pelinegro mientras sacaba una nueva carta –. Poder activado: ¡Dama de La Tormenta!

A falta de un cielo que le diera un poder completamente natural, los truenos de Ángel tuvieron que provenir enteramente de ella, creando un aura de relámpagos oscuros que destilaron del interior de su cuerpo, llamando un poder menor al que estaba acostumbrada a la hora de recibir su potenciador máximo. Sin embargo, eso no impidió que el suelo de la arena temblara con intensidad mientras los escombros repartidos por el campo se elevaban mientras eran alcanzados por pequeños rayos, creando una red hecha completamente de electricidad alrededor de la hermosa Bakugan, que ahora veía como el gran cañón de su oponente apuntaba directamente a su pequeño lobito.

Incluso estando desde la seguridad de su propia plataforma, Nick se permitió temer a la ira latente de su compañera, que ahora tenía la desgracia de ver como uno de sus enemigos más peligrosos se encontraba listo para descargar una ráfaga de disparos sobre su bebé. Si no fuera porque él mismo podía compartir su furia, habría temblado con temor ante la imagen que tenía justo al frente.

Nyx Ángel Darkus, azotando sus brazos a los lados mientras emitía un atronador grito que vino acompañado de una explosión de energía eléctrica oscura, provocando un fuerte terremoto en la arena y obligando a sus oponentes a tambalearse mientras trataban de recuperar el balance.

–¡Es el momento, Fabia! ¡Hora de los armamentos! –. Indicó Nick a su compañera en esta batalla.

Rápidamente, ambos peleadores comenzaron a teclear tan rápido como pudieron en sus BakuMetros para llamar a sus armamentos a esta batalla una vez más.

Sin embargo, ninguno contó con la adrenalina que recorría los cuerpos de Krawler y Glenn al ver como poco a poco comenzaban a perder la ventaja que habían conseguido en el transcurso de la ronda. Mucho menos contaron con el curso de acción, tomado en base a la desesperación que ambos sentían, elegido por el líder de los invasores.

–¡No, eso no va a suceder! Poder de armamento activado: ¡Boomix Cerrado! –. Activó el peligris con la carta entre sus dedos –. ¡No los dejes obtener sus armamentos, Linehalt!

–¡Enseguida! –. Respondió el Bakugan antes de disparar su arma por primera vez en esta ronda.

Ambos peleadores se notaron sorprendidos cuando vieron que, esta vez, el ataque no se dirigía a ninguno de sus compañeros, ni a Wolfang, ni a Aranaut, ni mucho menos a Ángel. En esta ocasión, el Boomix apuntaba directamente hacia ellos.

El gran cañón fue disparado, borrando el negro del interior de la boquilla con el intenso resplandor púrpura del ataque que iba destinado a ellos, uno tan rápido que Nick solo se pudo quedar paralizado bajo los gritos de advertencia de Leónidas mientras el inevitable golpe se acercaba. Aranaut estaba demasiado lejos como para detenerlo y Ángel se había mantenido tan cerca de la confrontación, que el disparo del Boomix le pasó por un costado en un parpadeo tan rápido, que ni siquiera ella, con su gran velocidad, habría logrado igualar.

–¡MAESTRO NICK!

Lo último que sintió el Peleador Darkus antes de salir volando, despedido con agresividad del suelo bajo sus pies, fueron unos gentiles brazos envolviéndolo, junto con la sensación de un cálido cuerpo pegándose a su espalda.

Un atronador grito compartido tanto por peleadores como por sus Bakugan se escuchó, mientras los primeros se perdían tras una cortina de escombros que alguna vez fueron la plataforma sobre la cual se encontraban parados.

Muerto de la preocupación por los jóvenes seguramente heridos, Aranaut ignoró el dolor que pesaba sobre su cuerpo y corrió con toda la velocidad que sus piernas tambaleantes pudieron reunir hacia los peleadores tirados en el suelo, llamando el nombre de su compañera con angustia.

No obstante, a pesar de los duros llamados del Bakugan, para Nick no fueron más que un suave susurro mientras se revolvía en el suelo con incomodidad, tratando de levantarse con un pequeño río de sangre desprendiéndose de alguna zona oculta de su cabello y bajando por un costado de su rostro hasta llegar a su barbilla.

Dolía, la sensación de incomodidad de numerosos escombros y granito picando en su pecho y en sus piernas mientras trataba de levantarse solo podía asemejarse con la dureza de la grava en Nueva Vestroia. Sin embargo, nada le dolió más a Nick que cuando se permitió mirar a su lado para comprobar el estado de Fabia y solo pudo encontrarse con la joven princesa, tirada en el suelo con su ropa rasgada y hecha jirones, y una sustancia de color rosa emergiendo de su piel color lavanda.

Su apariencia humana se había desvanecido, ya no quedaba rastro alguno de la joven de piel color crema y ojos con iris verdes. En su lugar, el tono de su piel se había tornado de un color lavanda absoluto que pintaba todos los extremos visibles de su cuerpo, mientras que sus ojos habían asumido una forma carente de iris y pupila, siendo una esclerótica color esmeralda lo único que había quedado en su lugar. Todo mientras sostenía con fuerza la chaqueta del pelinegro, negándose a soltarla antes de ofrecerle una sonrisa débil.

–¿Estás… bien…? –. Preguntó la joven neathiana adolorida.

Los suaves brazos envueltos alrededor de su cuerpo antes de su dura caída, el cálido cuerpo que se aferró a su espalda antes de salir volando de su lugar en la plataforma. Todo había sido por obra de Fabia. La joven princesa se había aventurado al peligro para tratar de poner a Nick a salvo, descartando su propia seguridad en el proceso con tal de evitar que los daños que sufriera su compañero en esta batalla lo dejaran incapacitado, poniéndolo a él por encima de ella.

Una princesa sacrificándose por un plebeyo de un mundo muy lejano al suyo.

–Tú… me… protegiste –. Dijo Nick adolorido, pero con asombro en su voz.

–Tenía que –. Respondió la peliazul tratando de levantarse –. No podía dejar… que ellos… te hicieran daño… a ninguno de ustedes…

Antes de poder terminar su frase, Fabia perdió la fuerza en el poco apoyo que sus extremidades lastimadas podían ofrecerle. Se habría caído de bruces al demacrado suelo de no ser por los brazos de Nick, que la atraparon con cuidado antes de depositarla con delicadeza en el suelo.

–Ya hiciste suficiente por hoy, Fabia –. Declaró el pelinegro soltando con delicadeza a la neathiana.

–Aún no, Nick. Esta batalla todavía no ha terminado, aún tenemos que ganar –. Respondió la peliazul sujetando uno de sus hombros lastimados por la caída.

Esta chica, esta sorprendente chica, no había dudado ni un solo segundo en lanzarse a la boca del león con él, importándole poco el filo de los colmillos con los cuales se iban a encontrar en su desventura. Había luchado junto a él con fiereza y determinación, ayudándolo a igualar los números que en otras circunstancias habrían sido desventajosos. Y ahora, no conforme con eso, lo había puesto por encima de ella, ofreciéndole una forma de amortiguar su dura caída sin importar el daño que ella misma se hiciera.

A diferencia de los neathianos, Nick seguía siendo tan frágil como cualquier otro humano, sin importar sus entrenamientos con Shun, por lo que sí hubiera recibido el ataque de Linehalt por su cuenta, podría incluso haber muerto. La sola idea lo hacía pensar en su familia, la forma en que Dan y Marucho se romperían ante la tragedia, el dolor que habría carcomido a Shun por no haber hecho más, lo devastados que estarían sus padres por la pérdida de su hijo.

Todo eso habría sucedido de no ser por Fabia Sheen.

Suavemente, Nick posó sus manos en los hombros de la neathiana, ayudándola a recostarse en la pared más cercana con delicadeza.

–Esta batalla terminará pronto, Fabia. Te lo prometo, nosotros nos encargaremos de eso –. Juró el Peleador Darkus con determinación.

Aún estando considerablemente herido por el ataque del Boomix, Nick no necesitó de un incomodo movimiento de cuello para ver a Leónidas acercándose a él en su forma de esfera, destilando unas intensas llamas negras con filo blanco mientras se posaba a su lado fielmente.

–Ya llegó tu turno, Leo. ¿Estás listo? –. Preguntó Nick a su compañero, ya imaginando la respuesta del dragón.

–Sabes muy bien que sí.

Fabia los miró con preocupación antes de intentar levantarse nuevamente, solo para ser detenida por el gentil toque del pelinegro, haciéndola regresar a su posición anterior con amabilidad en su trato.

–Nick, no pueden. Ya vieron los fuertes que son juntos, me necesitan –. Dijo la peliazul con preocupación.

–Princesa, no es seguro continuar en su condición –. Interrumpió Aranaut con su propia angustia.

–Me salvaste, Fabia. Yo creo que ya hiciste más que suficiente –. Respondió Nick con gentileza.

–Tú también, Aranaut. Quédate aquí y asegúrate de que Fabia esté bien, puede que tenga una contusión por la caída. Nosotros nos encargaremos del resto –. Dijo Leónidas con firmeza.

–¿Están seguros de que podrán? –. Cuestionó el caballero sin estar convencido.

–No dudes de nosotros, Aranaut. Hemos enfrentado peores –. Respondió el dragón acorazado mirando el campo.

Al escuchar las palabras de los Peleadores Darkus, Aranaut optó por escuchar sus instrucciones y enfocarse en cuidar de su herida compañera. Permitiendo que la energía de su atributo envolviera su gran cuerpo, el caballero regresó a su modo de esfera mientras caía a los pies de la princesa neathiana, la cual lo envolvió con calidez y afecto entre sus manos lastimadas.

Indicador de vida de Fabia: 40%.

Bajo la mirada angustiada de la princesa neathiana, los Peleadores Darkus originales se aventuraron a paso tranquilo hacia el límite del pequeño espacio que había quedado en el lugar que alguna vez fue un espacio destinado a los peleadores para poder guiar a sus Bakugan en batalla desde un lugar seguro.

Una de las primeras reglas establecidas en el IB había sido la de nunca atacar a los peleadores en plena batalla y, para sorpresa de nadie, Ren había sido el primero en violarla desde la apertura del Interespacio Bakugan.

Otra cosa por la cual debía acabar con el miserable de una vez por todas.

Sorprendentemente, Linehalt y Plitheon se mantuvieron al margen esta vez, ambos recluidos voluntariamente en su lado de la arena con sus armamentos temporalmente inactivos, mientras Ángel servía como escudo para que no se acercaran junto a un recompuesto Wolfang que respiraba con dificultad, pero se mantenía fielmente al lado de su madre, absorbiendo un poco de la energía eléctrica que ésta destilaba y permitiendo que bañara su armadura hasta llegar a sus garras.

Esto era nuevo, Nick nunca había contemplado que Wolf fuera capaz de absorber la electricidad. Debido a su condición como un Bakugan recubierto con una armadura de metal, nunca habían hecho el experimento de mantener al gran lobo en el mismo espacio que su madre cuando ésta soltaba todo su poder. Pero parecía que esa decisión había resultado ser un error todo el tiempo. Aparentemente, Wolf tenía más secretos de los que habían imaginado en primer lugar.

–¿Se encuentra bien, Maestro Nick? –. Preguntó Ángel con preocupación a su compañero, pero sin dejar de observar a sus enemigos.

–He estado peor, linda, no te preocupes –. Respondió el pelinegro limpiándose la sangre que bajaba por su rostro –. Pero tenemos que terminar esta batalla.

–Imagino que Aranaut no seguirá con nosotros –. Comentó la Bakugan al ver a su compañero quedarse atrás.

–Fabia está herida, necesitamos que Aranaut le vigile mientras nosotros terminamos aquí –. Respondió Leónidas por su compañero.

–Supongo que tiene razón.

Finalmente, del otro lado de la arena de combate, los gundalianos se decidieron a romper el silencio, dejando momentáneamente a un lado el enfoque de las armas para recurrir a las palabras en su lugar.

–Esta locura puede acabar ahora, Nick. Solo ríndanse y váyanse –. Propuso Ren.

–Dieron todo un espectáculo, fue una gran interpretación y los felicito por ella. Pero temo que su acto está por finalizar –. Respaldó Glenn a su líder –. Dejen que el telón caiga y retírense con dignidad ahora que pueden.

Sus palabras, sus malditas palabras, estaban llenas de esa sorna, de ese engreimiento, de esa repulsiva confianza. ¿De verdad esperaban que se rindieran? ¿Qué los dejaran seguir con su ola de secuestros masivos? ¿Qué dejaran miles de vidas inocentes a su merced? No, eso jamás, Nick Takahashi no era perfecto y estaba muy lejos de ser el mejor exponente de los valores a través de los cuales se regían los Peleadores Bakugan, pero no por eso dejaba de ser uno y permitir que los inocentes sufrieran no era algo digno de él ni de ninguno de sus amigos.

Las acciones decían mucho más que las palabras, así que no iba gastar más aliento en estas ratas. Lo único que hablaría por él serían sus acciones durante la batalla y la carnicería que Leónidas y Vladitor querían realizar.

Castígalos.

Hazlo, humano. Lánzanos y déjanos acabar con ellos –. Motivó Vladitor en el interior de su mente.

Hazlo, Nick. Por todos los humanos a los que estos malditos han secuestrado –. Respaldó Leónidas al Bakugan incorpóreo.

Tenía claro lo que debían hacer y no pensaba impedir que la naturaleza siguiera su curso. Había tratado de darles una oportunidad al dejarlos ir una vez y la habían escupido, él había tratado de ser amable y ellos habían tratado de destruirlo. Si permitía que esto siguiera…

Negó con la cabeza ante las posibilidades que su mente conjuraba para él. No quería pensar en eso, ahora tenía que enfocarse en lo que realmente importaba y detener a estos miserables para parar esta ola de terror en el Interespacio Bakugan.

–¡Ren, te metiste en nuestro hogar, manipulaste y heriste a mi familia, desapareciste niños inocentes, amenazas mi planeta y ahora lastimas a Fabia! –. Repasó el pelinegro con ira antes de recoger a Leónidas en la palma de su mano enguantada.

Habían hecho daño a demasiadas vidas, demasiadas familias, demasiados jóvenes que ahora luchaban en una guerra de la cual no sabían nada. Estos gundalianos eran un cáncer para todo lo que los Peleadores Bakugan trataban de construir y alguien debía pararlos. Dan había cargado con el peso de las batallas desde el inicio del conflicto, mientras que Shun había sido el encargado de demostrarles quien era verdaderamente digno de su fe. Lo único que Nick había hecho frente a todo este conflicto había sido fallar, una y otra vez.

Ya no más, este era el fin de su racha de fracasos. Acabaría con esto, y no le importaba el método al que tuviera que recurrir con tal de garantizar la seguridad y el bienestar de todos los afectados por las acciones de los gundalianos.

–¡A nuestro modo de ver, tienen más que merecido todo lo que estamos a punto de hacerles!

–¡Bakugan, pelea!

Una esfera oscura, bañada en llamas tan negras como la noche, partió la distancia con el ojo del campo de batalla, una que anunciaba el violento final de un encuentro que debió terminar mucho antes de que las cosas se torcieran de esta forma.

Una estrella oscura que recorrió la arena bajo las miradas expectantes y llenas de emoción de Ángel y Wolf, que acercaban sus cabezas inconscientemente con grandes ansias de ver una vez más a aquel que se había convertido en la cabeza de su pequeña familia. Aquel que con su gran oscuridad los hacía sentir más cálidos y seguros que cualquier pobre luz que tratara cubrirlos.

Aquel espíritu vengativo que había visto con furia como estos monstruos que tenían delante los habían marcado con dureza en batalla y cuya ira estaba lista para estallar en una explosión destinada a destruir todos los males que amenazaban su hogar y su familia.

–¡Bakugan, surge!

Esta vez, no hubo fuego emergiendo en el suelo del campo, no hubo más relámpagos partiendo la arena y pintando los alrededores. En su lugar, una gran explosión de profunda oscuridad se produjo en el ojo de la arena, una que recorrió las demacradas baldosas y elevó los escombros en una tormenta de destrucción por encima de un rugido ascendente que amenazó con destrozar la audición de los gundalianos.

Gigante e imponente, una figura negra, púrpura y roja emergió de las profundidades de las peores pesadillas de los invasores, grandes alas agitaron con violencia las sombras que engullían la arena, dos enormes y fornidos brazos azotaron de forma inclemente el suelo, creando un temblor debajo de la figura de unos brazales bañados en llamas oscuras. Y, finalmente, la alargada cabeza de un gran dragón se elevó por encima del nivel del piso, mostrando a la temida criatura que rugió una vez más con gran poder mientras seguía azotando sus alrededores sin piedad y la forma de un cuerpo grande y cubierto con una gran armadura se alzaba con orgullo y fuerza sobre aquellos que no se veían como nada más que presas a sus ojos color sangre. Después de días inactivo, el gran dragón Darkus volvía a la batalla, con el espectro de la ira ardiendo a sus espaldas.

Una tormenta infernal había sido desatada y el diablo de escamas negras era el causante de la furia que la acompañaba.

–¡Castígalos a todos, King Leónidas Darkus!

No hubo palabras de parte del gran dragón acorazado, no hubo insultos ni provocaciones ni amenazas llenas del gran odio que sentían hacia sus enemigos. No hubo nada más que rugidos acompañando su silueta cada vez más grande mientras extendía sus alas y extremidades humanoides, acrecentando su figura delante de sus presas.

Todo bajo la atenta mirada de su peleador, que digitaba los códigos necesarios en su BakuMetro para invocar el siguiente instrumento que necesitaría en su búsqueda de justicia.

Sound Lasher: Listo.

A los ojos fascinados y orgullosos de Nick, sus tres Bakugan se movieron en la arena con una sincronización casi perfecta. Los pasos de Leónidas eran fuertes, se escuchaba con claridad el estremecer del piso cada vez que las plantas de sus pies caían sobre el campo, sus ojos carmesíes brillaban con la chispa de su furia creciente y sus garras emitieron un tímido resplandor, provocado por los relámpagos que Ángel destilaba y que se perdía en una tormenta de energía oscura que emanaba del Bakugan.

Linehalt no pareció inmutarse ante la presencia del intimidante dragón que lo veía como a una presa. Sin embargo, Plitheon se notaba un poco nervioso, pues levantó sus puños en guardia a pesar de tener sus cañones fijos en sus oponentes.

–¡Esto no hace ninguna diferencia, Nick! ¡Caerás sin importar que lances! –. Declaró Krawler mientras levantaba una nueva carta entre sus dedos.

A pesar de que sabía esconderlo detrás de una fachada de determinación y seguridad, Vladitor podía sentir el miedo que acompañaba sus palabras y se aseguraba de hacérselo saber a sus antiguos némesis.

Aunque nunca lo diría en voz alta, Nick tenía que reconocer que la sensación le resultaba satisfactoria y casa era capaz de levantar una pequeña sonrisa en sus labios manchados por el polvo y su propia sangre.

–Poder de armamento activado: ¡Boomix Cerrado!

El disparo de Linehalt fue rápido y no tardó en seguirlo el ataque del mismo Plitheon, ambos dirigidos al Bakugan que salía de sus peores pesadillas con intenciones de devolverlo a los pies de su peleador.

Idiotas.

–Poder activado: Espíritu del Rey Dragón –. Defendió apenas mostrando la carta entre sus dedos cubiertos.

La oscuridad que rodeaba el cuerpo de Leónidas se hizo más intensa, tapando a Ángel y Wolfang casi por completo mientras engullía entre sus sombras el veloz avance de los ataques de los gundalianos, parándolos en seco en un segundo mientras Leónidas dirigía su atención al punto más alto del campo una vez más, rugiendo mientras permitía que sus objetivos lo bombardearan sin piedad, alimentándose de su energía.

Bastó con un azote de sus brazos y alas para disolver lo poco que quedaba de ambos rayos en una tormenta oscura que se elevó en la arena, dejando en su lugar la imagen del gran dragón acorazado dando un golpe a un costado de su pecho mientras dirigía una mirada asesina al demonio de escamas negras, arrojando el peso de sus ojos sobre él.

El retumbar de un nuevo rugido partió el campo de batalla, formando grietas alrededor de los tres Bakugan Darkus que no detenían su avance, dejando ver sus garras sedientas de sangre, sus colmillos ansiosos por penetrar la carne de sus presas y su acero azotando el suelo mientras corrientes eléctricas bañaban sus cuerpos.

La ira de un rey había sido provocada y con ella venía un fuerte grito, emitido en medio de la grandeza de atronadores rugidos y pronunciado con una furia incontenible por la fuerza de dos voces oscuras que no buscaban nada más que provocar el miedo en los corazones de sus presas antes de lanzarse a atacar.

–¡LINEHALT!

El grito de Leónidas, impuesto sobre sus mismos rugidos iracundos, estremeció los corazones de todos los presentes de este encuentro destinado a traer la justicia y que ahora creaba el terror y la preocupación entre los demonios que provenían de las estrellas.

Sin embargo, a pesar de que los gundalianos se notaron genuinamente angustiados y temerosos ante el averno que sus acciones habían desatado, había algo más que llamó especialmente la atención de todos los peleadores en la arena, un simple susurro que llamó las dudas a la mente de los quienes formaban parte del grupo encargado de defender la Tierra.

Presa del impacto y la confusión, Linehalt desvió la mira de su arma hacia los cielos mientras veía a Leónidas con una mezcla de incredulidad y preocupación, de un terror que le hacía temblar las manos antes de susurrar unas palabras que provocaron que los ojos de Nick se cerraran ligeramente con escepticismo.

–¿Vladitor?

Ahora, había preguntas, cuestiones pendientes por ser resueltas, una curiosidad por ser saciada. Sin embargo, nada de eso podría satisfacer el hambre de batalla que habitaba en el gran dragón que no dio ninguna atención a las palabras de su oponente antes de abalanzarse entre rugidos iracundos hacia aquel Bakugan que había ayudado a crear tantas penas y dolor en su hogar.

–Poder activado: ¡Carrera de Sombras!

Perdido en una bruma negra que se deslizó por el campo de batalla hasta quedar justo al frente de Linehalt y que, en un pequeño parpadeo, dio paso a la figura del furioso dragón acorazado, flotando justo frente a los ojos aún asombrados del demonio.

–Poder activado: ¡Hacha X!

Tal cómo Nick esperaba, Linehalt trató de defenderse bajando su cañón para que quedara a la altura de su contrincante. Por desgracia para él, lo único que logró fue que Leónidas y Vladitor sujetaran con fuerza el arma, estrujándola con su poderoso agarre y partiendo los circuitos y el metal que la conformaba antes de invocar una pequeña hacha morada y negra en su mano libre.

Aún desde la lejanía, Nick pudo ver como las facciones de Krawler se torcían con miedo mientras el filo del arma de Leónidas rebanaba en su suspiro la boquilla del arma, dejando nada más que un rastro de metal quemado donde alguna vez estuvo la boquilla del gran cañón Boomix.

Presa de su propio asombro, Linehalt fue incapaz de responder cuando el puño de Leónidas se estrelló con gran poder a un costado de su rostro, desorientándolo y provocando que le diera la espalda al gran dragón negro, que no dudó en envolver sus brazos alrededor de su cintura.

–¡Linehalt! ¿¡Qué está pasando!? –. Llamó Ren a su compañero con preocupación.

Tarde, a pesar de la fuerza puesta en sus llamados, nada pudo llegar a los oídos del demonio gundaliano mientras Leónidas se elevaba con el batir de sus alas por los aires.

Nick tampoco podía decir a ciencia cierta qué le ocurría al Bakugan enemigo, pues no había dudado en luchar con toda su voluntad contra Ángel y Wolf, pero ahora parecía incapaz de salir de su estupor y confrontar a Leónidas.

Negando con la cabeza, el peleador prefirió dejar esos pensamientos para después. Nunca había sido un gran fanático de la idea de ganar batallas con una ventaja como esta. Pero tampoco podía darse el lujo de tratar a estos sujetos como si fuera gente normal del IB. Después de todo, eran enemigos de la Tierra y eso era todo lo que debía importarle, razón más que suficiente para acabar con ellos de la forma más rápida y certera posible.

–¡Acabemos con ellos, chicos! –. Llamó Nick a sus compañeros antes de levantar una carta entre sus dedos –. Poder de armamento activado: ¡Azote Eléctrico!

A pesar de enfrentar a múltiples amenazas al mismo tiempo, Plitheon optó por tratar de ofrecer una ayuda a su compañero en apuros. Sin embargo, antes de que pudiera emprender el vuelo mientras disparaba sus cañones, los látigos de Ángel se enredaron con fuerza alrededor de su cuerpo y sus armas antes de azotarlo contra el piso, desviando los rayos que originalmente estaban destinados a Leónidas.

Por supuesto, el dragón Ventus trató de forcejear y quitarse de encima las armas de su enemiga. No obstante, sus intentos resultaron completamente inútiles mientras una poderosa corriente eléctrica recorría a gran velocidad la extensión de las armas de la Bakugan Darkus, llegando a él en cuestión de milisegundos y quemando su cuerpo sin piedad alguna.

–¡Quítame esto de encima! –. Exigió Plitheon entre gritos y rugidos.

En respuesta, Nick solo levantó otra carta, indispuesto a permitir que este oponente tuviera algún tipo des respiro al entender lo peligroso que sería algo así. No debía tener consideración con estos sujetos, no con estos monstruos que no habían hecho nada más que herir a su mundo y a gente inocente en el proceso.

–Poder activado: ¡Manada de Lobos!

Entendiendo lo que buscaba hacer su peleador, Wolf se arrojó sobre Plitheon mientras creaba tres copias de sí mismo compuestas por sombras, antes de arrojarse en una tormenta de mordiscos y zarpazos a todo rastro visible del Bakugan Ventus, que ahora rugía de dolor al sentir la fuerte tormenta de una reina recorrer su cuerpo de forma inmisericorde mientras los colmillos y garras de los lobos a su alrededor que, sin mostrar ningún malestar ante la electricidad que bañaba sus cuerpos, cortaban el metal de sus cañones, despedazando las armas bajo un chillido estridente del arsenal destrozado de la criatura gundaliana.

–¡Quítense de encima, malditos animales! –. Exclamó Plitheon agitándose en un intento de soltarse del fuerte agarre de los lobos.

Por supuesto, al escuchar como insultaban una vez más a su pequeño y a sus perfectas creaciones, Ángel se permitió abandonar su posición desde la distancia para batir sus alas, elevándose para tomar el impulso con el cual partió la distancia con su enemigo antes de azotar con fuerza la planta de su pie, decorada con el talón alto de su bota, en el estómago expuesto de Plitheon; callando sus palabras y provocando que nada más que unas grandes gotas de saliva salieran del hocico de la criatura Ventus.

Por otro lado, en los cielos digitales de esta arena de combate, ambos Bakugan Darkus de grandes alas escamosas continuaban el intercambio de fuerzas en un intenso desesperado por parte del demonio gundaliano de soltarse del fuerte agarre que el dragón terrestre mantenía alrededor de su cuerpo, impidiendo que si quiera sus alas pudieran moverse.

–¡Tú no deberías estar aquí, miserable infeliz! –. Dijo el demonio con esfuerzo mientras trataba de soltarse.

–¡Linehalt! ¿¡Qué estás haciendo!? –. Exclamó el peligris desde el suelo con angustia.

Sin embargo, a pesar de los llamados llenos de preocupación del gundaliano, Linehalt parecía ignorarlo involuntariamente mientras trataba de seguir con una conversación que claramente no llegaría a nada más que su propia derrota, una en la que solo volaban los reclamos y las frustraciones en medio del forcejeo.

Sorprendentemente, la respuesta del Bakugan mencionado no se hizo esperar. A pesar de encontrarse en medio del combate, Vladitor se permitió un momento para asumir el control del cuerpo que compartía con Leónidas y responder con un poderoso rugido.

–¡TÚ NO ME CONOCES!

Ya habría tiempo para resolver todas esas cuestiones a su tiempo, cómo Linehalt conocía a Vladitor, cómo parecía incapaz de defenderse en la presencia de tal enemigo, incluso si no era con la apariencia que todos conocían.

Ya habría tiempo para eso, primero tenían que enfocarse en ganar.

–¡Ahora, chicos! Poder activado: ¡Cañón Maldito!

Dejando el control del cuerpo del gran dragón, Vladitor regresó a fungir como copiloto mientras el hocico de Leónidas emitía un resplandor azul y blanco, uno que cayó con dureza sobre la espalda de Linehalt y lo obligó a regresar a tierra a gran velocidad entre gritos de dolor provocados por las quemaduras que debían estarse formando en su espalda y sus alas.

El enemigo cayó a unos cuantos metros de donde Ángel y Wolf continuaban su batalla contra un agotado Plitheon que, en un gran descuido, había dado a sus oponentes la oportunidad que necesitaban para someterlo. Y quedaba claro en la dureza de sus ataques que ninguno de ellos estaba dispuesto a dejarlo ir muy pronto.

Una densa nube de polvo se alzó nuevamente en el campo de batalla, cubriéndolo casi en su totalidad, pero sin tener tiempo de expandirse antes de que la sombra del gran dragón negro descendiera envuelta en llamas oscuras al mismo lugar donde su presa había caído.

Leónidas y Vladitor no le ofrecieron ni un respiro a su enemigo, pues en cuanto lo tuvieron en el suelo, no dudaron en comenzar una veloz serie de puños y cortes a la guardia alta pero cada vez más frágil del demonio gundaliano hasta finalmente hartarse y propinar un puñetazo descendente con ambas manos en el pecho de Linehalt, llevándose los brazos de éste por delante.

No obstante, a pesar de la dureza con la que estaba siendo tratado, el Bakugan invasor aún parecía tener la voluntad para continuar con sus reclamos, tratando de apelar a un lado claramente perdido de Vladitor.

–¡Tú… tú… tú deberías estar muerto! –. Exclamó el Bakugan herido tan fuerte como le fue posible.

–¡SILENCIO!

Seguido de su poderoso rugido, ambos Bakugan liberaron una intensa llamarada de fuego negro sobre el Bakugan que parecía querer provocarlos de una forma masoquista.

Para Nick, resultaba incomprensible que era lo que quería lograr Linehalt con sus palabras, ni siquiera parecía ser capaz de seguir las instrucciones de su peleador. Por algún motivo, parecía querer soltar un odio misterioso y extraño hacia Vladitor, pero sin dejar que la preocupación y resentimiento se evaporaran de su voz.

Al entender que el Bakugan de su líder no parecía estar dispuesto a responder en esta batalla, Glenn tomó acción una vez más, levantando una carta en un desesperado intento de salvar a su compañero, todavía presa de los ataques compartidos del ángel oscuro y el lobo salvaje.

–Poder activado: ¡Come Vidas! –. Atacó Jesse para intentar salvar a su compañero.

Sus intentos parecieron dar frutos en primera instancia, pues Wolf se apartó rápidamente mientras sus clones sombra se desvanecían, víctimas de los numerosos rayos de energía que abandonaron al Bakugan verde, mientras Ángel se alejaba surcando los aires una vez más.

Por desgracia para los gundalianos, no podían estar más equivocados. Después de fuerte tortura a la que había sido sometido por madre e hijo, Plitheon se encontraba seriamente herido, marcado por los cortes de las cuchillas en los látigos de Ángel y los mordiscos y zarpazos de Wolf y su manada, además de las fuertes cargas eléctricas de la Bakugan.

Los movimientos de Plitheon se encontraban limitados y no podía evitar gemir de dolor cada vez que realizaba algún movimiento para reincorporarse sobre sus pies.

Era una oportunidad que no podían desaprovechar.

–¡Vamos, chicos! Poder activado: ¡Mordisco de Depredador! –. Instruyó Nick a su Trampa Bakugan sin darle tiempo al enemigo de pensar en un movimiento –. ¡Ataca con todo, Wolf!

Abriendo la boca tanto como le fue posible, el gran lobo oscuro soltó un poderoso rayo justo en el alargado cuello de su oponente mientras se acercaba al aturdido Bakugan que no podía hacer más rugir con desesperación mientras el enemigo posaba sus grandes garras en sus brazos y se acercaba lo suficiente para posar su hocico alrededor del cuello de Plitheon, tal como había visto hacer a Leónidas en múltiples batallas cuerpo a cuerpo; todo mientras mantenía activo su ataque antes de empujarlo con toda la fuerza que pudo hacia atrás.

–¡Es tu turno, Ángel! –. Indicó Nick a su compañera en los cielos.

A pesar de la gran altura que la separaba de la arena, para Ángel no fue ningún reto acercarse lo suficiente al nivel del suelo para arrojar el extremo de sus látigos, enredándolos alrededor de los hombros de Plitheon y usarlos para impulsarse de regreso al campo de batalla.

–¡Plitheon, cuidado! –. Llamó Glenn a su compañero con preocupación.

La advertencia podría haber sido bien apreciada, de no ser porque fue demasiado tarde cuando Ángel dio un tirón a sus armas, jalando a Plitheon y a sí misma en un violento encuentro a pocos metros del suelo que terminó con los pies del ángel oscuro clavados fuertemente en el pecho y en el cuello del dragón Ventus antes de devolverlo al nivel del suelo sobre su espalda.

–¡Termine ahora, Maestro Nick! –. Llamó Ángel a su compañero.

–Poder de armamento activado: ¡Flechas Explosivas!

Plitheon estaba herido y muy cansado, se notaba en la fragilidad de sus movimientos que con dificultad le permitían sentarse en sobre el cráter que había dejado en el suelo con su caída. Lo mejor era terminar con su participación en esta batalla cuanto antes. Una de tantas razones por la cuales Nick no lamentó el momento en que Ángel apuntó los cañones en la parte superior de sus brazos hacia Plitheon, liberando dos disparos de energía eléctrica que cayeron sobre el Bakugan antes de crear una explosión que envolvió su cuerpo y casi consigue callar sus rugidos al devolverlo a su forma más pequeña.

Nada más que una esfera del tamaño de la falange de un dedo que calló a los pies de su peleador, impotente y llena de frustración por su derrota contra la madre y el hijo que ellos mismos habían provocado.

Indicador de vida de Jesse: 0%.

Solo quedaba uno, aquel que Leónidas y Vladitor no se cansaban de brutalizar con sus ataques del mismo modo que este sujeto había hecho con la pareja del primero.

La falta de misericordia acompañaba la fuerza detrás de sus acciones, cada golpe, cada corte, todo reflejaba con éxito el gran odio que los Peleadores Darkus sentían hacia estos parásitos que amenazaban con dañar todo lo que habían creado.

Krawler y Jesse podían reclamar y señalarlo cuanto quisieran, nada de eso le importaba a Nick realmente. No, lo único que quería era hacerlos pagar por todos aquellos a los que habían lastimado con sus malditas acciones, revelar sus lágrimas y angustias por todo lo que habían hecho a su mundo, a tanta gente inocente.

Derramar su sangre.

Presa de la misma ira que ardía en el corazón de su compañero, Leónidas frenó momentáneamente sus ataques para acercarse y envolver la cabeza cubierta de su oponente entre sus fauces y obligarlo a levantarse del suelo antes de arrastrarlo por el campo de batalla hasta uno de los muros más cercanos del lugar.

Con una fuerza casi indescriptible, el gran dragón acorazado azotó con furia la espalda de su enemigo contra la pared que marcaba el límite de la arena antes de comenzar a propinarle una rápida serie de golpes.

Puños al estómago, puños a los costados, a la cabeza, todos estos movimientos reflejaban la frustración que los Peleadores Darkus habían sentido durante días y días por culpa de los gundalianos y su maldita ambición, todos estos movimientos carecían de la piedad que ninguno de estos invasores sentía por aquellos a los que afectaban directa o indirectamente.

Antes de que cualquiera de estas víboras pudiera decir algo más, Leónidas usó su pierna más grande para barrer las de Linehalt, provocando que éste cayera como un costal al suelo.

Insatisfecho con un desenlace tan pobre, Leónidas se agachó para sujetar del cuello a su presa con sus grandes manos y levantarlo sobre sus pies antes de estrellarlo una vez más contra el mismo muro en el que lo había retenido mientras rugía directamente a su rostro, torturando los oídos del demonio gundaliano con sus atronadores sonidos, empequeñeciendo las pobres súplicas de la excusa de guerrero que se paraba con angustia del otro lado del campo.

–¡Ya basta, Nick! ¡Ya fue suficiente! ¡Déjalo ir! –. Gritó Krawler con desesperación al peleador pelinegro.

–Eso es lo que tú debiste hacer con todos los peleadores que secuestraste –. Respondió Nick indiferente a la tortura a la que su compañero sometía al enemigo.

Mientras veía como Leo retomaba la golpiza que había quedado inconclusa segundos antes, Nick no pudo evitar sentir que esto debía ser así. Después de todo, se les había dado la oportunidad de hacer las cosas bien y retirarse en paz, pero estos invasores habían elegido un modo más severo.

–Les dimos una oportunidad de hacer lo correcto y nos la escupieron a la cara –. Recordó Nick al peligris mientras alzaba una nueva carta poder entre sus dedos enguantados –. Poder activado: Corte Profundo.

Poseído por la ira y el rencor, Leónidas y Vladitor levantaron sus grandes garras a la vista de todos antes de arremeter contra Linehalt una vez más, enterrando las grandes protuberancias a los costados de su presa, sacando de éste un atronador grito de dolor mientras el gran dragón lo levantaba sobre su cabeza como si fuera un trofeo a la vista de todos; al mismo tiempo que de su hocico comenzaban a sobresalir llamas negras que apuntaban hacia Linehalt, directamente a su cabeza.

–¡Detente, Nick! ¡No lo hagas! ¡Ya fue suficiente! –. Exigió Krawler con preocupación por su compañero.

Debería hacerlo, debería terminar con todo de una vez y evitar más desapariciones. Una voz oscura en el lado más profundo de la mente de Nick le decía que esto era lo adecuado, tal vez no podría ser lo correcto, pero sí sería lo necesario para garantizar la seguridad de la Tierra y sus habitantes.

Bastarían con unos ajustes al campo para convertir al maldito Linehalt Darkus en nada más que un mal recuerdo del Interespacio Bakugan.

Se sentía con el poder y la capacidad para hacerlo, terminar con todo cuanto antes. Sin embargo, el lado más racional de su mente, aquel del que Nick tanto se enorgullecía como una mente científica, le decía que aún no era el momento, que aún necesitaban a estas serpientes y todo lo que pudiera sacar de ellas. Aún había muchas preguntas y esto no les daría las respuestas.

Además, por más que trataba de callarla, una voz muy similar a la de Dan y Marucho recordándole que este no era el modo comenzaba a ganar terreno en el caos que era su mente.

Leónidas estaba listo para disparar, estaba en las condiciones perfectas para terminar con esta tormenta en un abrir y cerrar de ojos. Ángel y Wolf no los juzgarían y dudaba mucho que Fabia y Aranaut se atrevieran a hacerlo.

No, los únicos que podían hacer algo así eran sus amigos y familia. Nick no podía decepcionarlos, no podía ser como Ren a sus ojos, no a menos que fuera completamente necesario.

Dando un suspiro lleno de lástima y cansancio por su incapacidad para domar los salvajes pensamientos que habitaban en su mente, Nick dejó la carta que había tomado sin darse cuenta del interior de su cinturón de vuelta en la prenda antes de realizar un ademán a su compañero, dándole a Leo la señal de terminar el encuentro.

En el campo de batalla, sujetando con fuerza el cuerpo de su presa a la altura de su hocico, Leónidas liberó una poderosa llamarada de fuego negro que bañó el cuerpo de Linehalt hasta envolverlo completamente y sin dejar nada más que su silueta morada asomándose entre las llamas antes de desaparecer de la arena de combate en la forma de una pequeña esfera, una que cayó como nada más que un pequeño juguete a los pies de quién lo había derrotado.

Indicador de vida de Ren: 0%.

–Batalla finalizada. Ganadores: Nick y Fabia.

Como pudo, Fabia se acercó una vez más al campo de batalla mientras Leónidas y el resto de su familia regresaba a su forma de esfera y volaba hasta las manos de su peleador.

Ren bajó con preocupación hasta la arena y corrió a una velocidad asombrosa hasta llegar al sitio donde su compañero reposaba, negándose a abrirse una vez más al mundo exterior, mientras Glenn y Plitheon lo seguían de cerca, tratando de ofrecer algún tipo de consuelo.

Por otra parte, Nick ayudaba a Fabia a caminar, permitiendo que la princesa neathiana se apoyara en su hombro para evitar que el peso recayera únicamente en sus maltratadas piernas.

Para el peleador de cabello erizado, ver a Fabia en una condición tan lamentable lo hacía enfadar. Desde el primer momento en que se habían visto, Nick podía distinguir la fuerza y la determinación en cada acción que realizara la peleadora de cabello azul, características que la hacían lucir como una fuerza indestructible e imparable frente a cualquier amenaza; por lo que verla reducida a la necesidad de buscar apoyo en él para si quiera caminar resultaba frustrante.

Por ende, si llegaba a pensar que se habían excedido en su trato a los Bakugan gundalianos durante la batalla, solo tenía que dirigir una breve mirada a la herida princesa neathiana para recobrar el buen juicio. Estos invasores, secuestradores e intentos de peleadores no merecían ninguna consideración de su parte ni de la Tierra.

No se atrevía a juzgar a toda la especie gundaliana, pero sí que podía señalar a Ren y a todo su séquito como lo que eran: una plaga para todo el Interespacio Bakugan.

–Se acabó, Krawler –. Declaró Nick al estar justo al frente del peligris –. Entrégate ahora y, tal vez, no seamos tan severos contigo y con los tuyos.

Al escuchar sus palabras, Ren le dirigió la mirada más penetrante que pudo reunir desde su desventajosa posición en el suelo, acunando con delicadeza a su compañero entre sus manos desnudas mientras apretaba los colmillos.

–¿Cómo pudieron hacer esto? –. Cuestionó el gundaliano con ira.

–Tú nos forzaste a hacerlo. Te dimos la oportunidad de irte en paz y no la aprovecharon –. Respondió Leónidas por su compañero.

–A nuestro modo de ver, ustedes se buscaron esto –. Dijo Fabia separándose ligeramente del agarre seguro del pelinegro.

–Aprovecharon que Linehalt no podía pelear para torturarlo, para jugar con él como si no fuera más que un saco de entrenamiento –. Reclamó el peleador en el suelo –. ¿¡Qué clase de Peleador Bakugan hace eso, Nick!?

–Tú eres el menos indicado para juzgarnos –. Respondió Takahashi con frialdad.

–Joven Krawler, usted fue quien vino a nuestro planeta para manipular a los Peleadores Bakugan y secuestrar humanos inocentes para usarlos como carne cañón en una guerra que comenzaron por pura ambición. No puede esperar que no defendamos nuestro hogar de la amenaza que usted y los suyos representan –. Explicó Ángel con formalidad.

¿De verdad esta rata creía merecer algo más que no fuera la amarga sensación de la derrota y el fracaso? ¿Pensaba genuinamente que lo dejarían seguir con sus planes de secuestro para servir a seres egoístas y monstruosos? Era ridículo, simplemente absurdo pensar que tales acciones no tendrían su debida repercusión.

–Basta de tonterías, Krawler. Tienes mucho que explicarles a las autoridades –. Concluyó Nick mientras se acercaba para sujetar de los brazos al peligris.

Al sentir el duro toque del peleador, Ren se alejó de forma casi instintiva hasta quedar al lado de un sorprendentemente silencioso Jesse Glenn, que miraba el desarrollo de la charla con mucha expectación.

Para Nick, no tenía sentido lo que trataba de hacer el gundaliano. La batalla había terminado y dudaba seriamente que cualquiera de ellos quisiera enfrentarse a él y a Fabia al mismo tiempo, sin importar que tan herida estuviera la princesa, seguía siendo la mujer más fuerte del mundo.

–Eres un maldito hipócrita, Nick. Nos juzgas por lo que hemos estado haciendo por el bienestar de nuestro mundo y ustedes estuvieron dispuestos a destruir a Linehalt con tal de neutralizar una amenaza –. Dijo el peleador de ojos felinos al pelinegro.

–Te lo dije: seremos todo lo que mi mundo necesite con tal de protegerlo de ustedes.

–Entonces, no eres tan diferente de nosotros como te gustaría creer, Takahashi –. Escupió Krawler con desgrado.

¿Cómo se atrevía a rebajarlo a su nivel? ¿Cómo se atrevía a decir que eran iguales? Ellos eran secuestradores, criminales de guerra que habían involucrado a un mundo inocente en su guerra egoísta. No se parecían en nada, no había ni una sola similitud que pudiera compartir con el nido de víboras que habían arribado a la Tierra en la forma de estos gundalianos.

Estaba listo para arremeter, para callar las tonterías de Krawler por la fuerza y entregarlo a las autoridades para limpiar la imagen de los Peleadores Bakugan y comenzar la búsqueda de los desaparecidos. No obstante, para la gran sorpresa de Nick, fue Fabia quien dio un paso adelante en su defensa.

–No te atrevas a comparar a Nick con cualquiera de los tuyos. Él no hace nada de esto para servir a amos egoístas y avariciosos, sino para defender su mundo, el mismo que ustedes pusieron en peligro –. Respaldó Fabia al Peleador Darkus tomando la delantera.

–Los Peleadores Bakugan presumen un gran código y moral, pero tú no eres como los demás, ¿cierto, Takahashi? –. Dijo Glenn animándose a participar en la conversación –. Tú y tu compañero tienen un lado oscuro que los separa de los demás. Puedo verlo, interpretas el papel de un caballero, pero tu armadura es tan negra como la noche que caerá sobre ti.

–Ren tiene razón sobre ti, humano. Si crees que nosotros somos los malos, deberías ver a tu alrededor y todo lo que hicieron con tam vencernos: encerrarnos en burbujas de agua para electrocutarnos, obligarnos a pelear en desventaja numérica, aprovechar la sorpresa de Linehalt para atacarlo como si fuera un pedazo de carne. Nada de eso fue su tan amada justicia, fue pura venganza –. Dijo Plitheon respaldando a los gundalianos.

–Como se dijo antes: no nos diferenciamos tanto como te gustaría creer, humano.

El fuego oscuro de Leónidas aún ardía en los alrededores de la arena, la electricidad de Ángel aún se podía ver en algunas zonas del campo y las numerosas marcas de arañazos de Wolf habían dejado marcas que ahora decoraban el suelo. Odiaba aceptarlo, pero Plitheon tenía razón en sus reclamos, pues estando oculto detrás del fantasma de su propia ira y frustración, había permitido que su lado más brutal y violento aflorara para tomar el control de la batalla.

Un aspecto de él que no había dejado salir en un largo tiempo, casi había olvidado lo que se sentía.

–¿Cómo se atreven a rebajar a Nick a su nivel? Él nunca haría lo que ustedes le han hecho a este mundo inocente –. Respondió la princesa neathiana en defensa del peleador.

–Tal vez sea cierto, pero hay más formas de oscuridad que esa –. Dijo el peleador rubio a modo de respuesta antes de enfocarse en el terrícola nuevamente –. Nick Takahashi, si nosotros podemos desestabilizarte tan solo recibiendo órdenes, no imagino lo que hará esta guerra contigo a futuro.

Su comentario provocó que Nick cerrará sus puños con fuerza. Él mismo ya sabía que no era perfecto y si había un Peleador Bakugan susceptible a su lado oscuro, era él mismo. Sabía bien que no era tan puro como Dan y los demás, pero siempre se había enorgullecido de ser capaz de tomar las decisiones correctas en los momentos decisivos.

La sola idea de que el monstruo que habitaba dentro de él lo consumiera lo aterrorizaba. No quería ser como estos sujetos, no quería ser como sus amos, no quería que su lado oscuro se apoderara de él. Tenía que mantener el control y no permitir que las palabras de Glenn se hicieran reales.

Tranquilo, humano. Qué no vean que te afectan sus palabras –. Aconsejó Vladitor con tono tranquilo en la profundidad de sus pensamientos.

Tiene razón, Nick. Ya habrá tiempo para pensar en eso en privado. Por ahora, enfoquémonos en lo que en verdad importa –. Respaldó Leónidas a su antiguo rival.

–Ya escuché suficientes tonterías de parte de ustedes dos –. Concluyó Nick de mala gana –. La ley determinará los cargos por los cuales serán acusados y luego ustedes, par de idiotas, nos dirán cómo rescatar a los desaparecidos.

Estaba a punto de posar una de sus manos sobre los hombros de Krawler para someterlo, ya podía sentir la satisfacción de concluir con esta pesadilla de una buena vez cuando, de pronto, sintió el agarre del gundaliano apretar su muñeca repentinamente.

Presa de las dudas que las palabras de estos dos habían generado en su cabeza, Nick no pudo prever el momento en que Krawler dio un fuerte tirón a su brazo, acercándolo lo suficiente para propinarle un nuevo golpe en la misma mejilla que había azotado con la dureza de sus nudillos tras la primera batalla de Fabia contra Glenn.

Nada más que la dura sensación de la vergüenza y el asco a sí mismo invadió al Peleador Darkus cuando sintió como sus pies retrocedían un par de pasos, tratando de recuperar el equilibrio completamente en vano antes de perder la poca estabilidad que le quedaba y sentir como la planta de sus pies se alejaba del suelo y su cuerpo se preparaba para caer con dureza al demacrado suelo de la arena.

Por suerte, el azote de su cuerpo contra el piso nunca llegó, en cambio, Nick pudo sentir como Fabia se lanzaba una vez más hacia él para atraparlo en pleno aire, posando sus manos alrededor de su torso para impedir que la parte superior de su cuerpo cayera una vez más.

Lastimosamente, la repentina velocidad puesta en sus movimientos hizo que las heridas de la princesa se abrieran más de lo que ya lo estaban, provocando que soltara un fuerte gemido lleno de dolor al sentir como sus rodillas caían al suelo, con el peso de Nick sobre su piernas y regazo.

Normalmente, se habría permitido un momento para agradecer el nuevo rescate de la princesa neathiana, que seguía poniéndose en peligro con tal de ayudarlo. Sin embargo, el fuerte grito de Krawler a lo que debió ser un dispositivo de comunicación impidió que el peleador formulara un pensamiento más allá de averiguar qué es lo que el gundaliano trataba de hacer.

–¡Lena, ahora!

No fue hasta que vio su mano desvanecerse lentamente en una lluvia de múltiples colores que Nick comprendió lo que estaba ocurriendo.

Iban a sacarlos del interespacio.

–¡KRAWLER!

El fuerte grito de Nick se vio seguido de la veloz carrera del pelinegro en dirección a la víbora gundaliana. Sus pasos fueron rápidos, incluso mientras sus pies se veían envueltos en la misma lluvia que ya había hecho desaparecer su brazo. Desesperado, Nick estiró su único brazo aún visible hacia el cuello de Ren, con claras intenciones de llevárselo con él antes de desaparecer del espacio virtual.

Pudo sentir su cuello, la suavidad de su falsa piel humana rozando la punta de sus dedos, la frustración y el pánico que abordaba la totalidad de su cuerpo antes de que su extremidad también desapareciera delante de la mirada llena de alivio y satisfacción de la maldita víbora que solo le dio una pequeña despedida con una de sus manos antes de que Nick Takahashi y Fabia Sheen se evaporaran del Interespacio Bakugan justo frente a los ojos de aquellos que se habían apoderado de él.


Interespacio Bakugan, Exterior

Sala de acceso

Lo primero que Nick y Fabia vieron al recuperar sus formas físicas fue la puerta de seguro de los teletransportadores de acceso del IB abriéndose para ellos, provocando que Nick cayera al suelo de la sala sobre sus manos y rodillas para amortiguar su fuerte caída bajo la atenta mirada del resto de los Peleadores Bakugan.

Instintivamente, Shun y Fabia se acercaron para ayudar a Nick a levantarse mientras golpeaba el suelo con frustración y lágrimas queriendo salir de sus ojos.

Marduk e Izumi fueron lo siguientes en acercarse a los guerreros, mostrándose preocupados cuando un nuevo hilo de sangre comenzó a emerger de la cabeza del pelinegro antes de descender hasta su barbilla, pintado pobremente el rastro rojizo que había quedado de su batalla anteriormente librada.

Dan, Marucho y Jake fueron los siguientes en acercarse para tratar de auxiliar a sus heridos amigos, que despertaban su angustia al verlos con su ropa hecha jirones y múltiples heridas decorando su piel.

–Chicos, ¿qué fue lo que sucedió? Estábamos peleando cuando de pronto aparecimos aquí –. Preguntó Dan con confusión.

–No lo sabemos. Iz y yo nos encontrábamos en la sala de control cuando algo nos atacó y nos dejó en el suelo –. Comenzó Marduk en las mismas condiciones que el castaño.

–Es cierto, aparecimos aquí poco después –. Confirmó la pelirroja por su novio mientras trataba de calmar al peleador en el suelo.

–Ren llamó a uno de sus amigos antes de que desapareciéramos. Debieron infiltrarse en la sala de control y noquear a Marduk e Izumi para tomar el control del interespacio mientras peleábamos –. Dijo Fabia tomando asiento lo más cerca del devastado pelinegro que le fue posible.

Desde su posición en el duro piso metálico de la sala de acceso, Nick solo pudo envolver su rostro lloroso entre sus manos enguantadas, importándole poco si se manchaba de sangre y polvo, pues mientras permitía que el llanto y la frustración lo abrazaran nuevamente, solo pudo sentir el amargo sabor del fracaso una vez más en su boca mientras se culpaba por todo lo sucedido una vez más.

Ya habían ganado la batalla, tenían a Krawler justo donde lo querían y solo había conseguido que la oportunidad de salvar el Interespacio Bakugan se escurriera de entre sus dedos frágiles. Era su culpa, por haber logrado obtener la oportunidad de frenar todo esto y permitir que las palabras de los gundalianos lo distrajeran, por haberles dado la oportunidad de meterse en su cabeza y llenarlo de una inseguridad que le impidió actuar como debería haberlo hecho desde el inicio.

–Tranquilo, Nick, aún podemos entrar por la estación de repuesto. Por favor, no llores –. Trató de consolar Marucho a su amigo roto en llanto.

–Lo siento, lo siento. Fue mi culpa. No debí escucharlos, no debí escucharlos –. Lloró Nick con pesar mientras dejaba que Shun y Marucho lo envolvieran en un fuerte abrazo.

No sabía si alguien más lo estaba viendo y no le importaba, pues todo rastro de consuelo se desvaneció en el peso de su castigo autoimpuesto. Merecía esto, no era merecedor de una dignidad como Peleador Bakugan si había permitido que sus enemigos se metieran en su cabeza e hicieran estragos ahí hasta quebrar su determinación.

Ahogado en su propio pesar, furia y llanto, Nick se permitió llorar frente a sus amigos como no lo había hecho desde la tarde que había compartido con Julie.

Por su culpa habían perdido el interespacio, por su culpa no habían podido parar la ola de desapariciones, por su maldita culpa habían perdido la oportunidad perfecta para salvar todo lo que habían construido en meses y meses de trabajo duro.

Por su miserable culpa, Ren Krawler ahora tenía el control absoluto del Interespacio Bakugan justo cuando Nick lo tenía en la palma de su mano.

Ese era un dolor que ni el fuerte moretón en su mejilla podía igualar. Se había comprometido a salvar a los peleadores perdidos por culpa de Ren y había fallado de la peor forma posible, justo cuando tenía el éxito en la palma de la mano.

–Permítanme explicarles, Peleadores. A partir de hoy, el Interespacio Bakugan está bajo mi control.


Ubicación desconocida

2 horas después

–Emperador, Lord Dharak.

–Recibimos el reporte. ¿Es cierto todo lo que dice?

–Así es, Linehalt lo confirmó. Vladitor Darkus sigue con vida en la forma de otro Bakugan.

–Eso es imposible, Vladitor murió hace eones. Fue enviado a la Dimensión de la Perdición por los vestroianos. No es más que un recuerdo. Yo estuve ahí cuando cayó.

Sigue con vida, Lord Dharak. Yo también lo recuerdo perfectamente y puedo decir que sigue con vida. Temo que me tomó por sorpresa y me venció en batalla.

–¡Eso es imposible, Linehalt!

Una sombra meditó en medio de la oscuridad, analizando todos los posibles cursos de acción que se podrían tomar para combatir una amenaza latente contra un gobierno tiránico.

La oscura chispa de una rebelión y la esperanza latente era una amenaza mayor que el poder de miles de legiones listas para combatir por un deber impuesto.

Una chispa que tenía que extinguirse lo más pronto posible.

No sé cómo sucedió, pero puedo jurar que sigue con vida. Los muertos no pelean del modo en que él lo hizo.

–Esto no tiene sentido, yo lo vi caer con mis propios ojos. Debiste imaginarlo, Linehalt.

–Ya no importa, Dharak.

–Pero, Emperador…

–No importa si el Vladitor Darkus sigue con vida, él y los Peleadores Bakugan son un peligro para nuestros planes ahora que saben la verdad. Esto solo acelera nuestros planes de obtener el Elemento antes de que los humanos decidan viajar a Neathia para unirse formalmente a la guerra.

–Pero si es cierto, podría comenzar una insurgencia contra nuestro gobierno.

–No lo hará. Podemos concluir que no importa si es verdad o mentira, Nick Takahashi y su Leónidas Darkus son la amenaza más inmediata para nosotros. Tenemos que neutralizarla lo más pronto posible.

–Disculpe, Emperador. ¿Eso significa que vendrá aquí a la Tierra?

–No sean idiotas. No puedo dejar nuestro mundo para cazar mitos como el difunto "Señor de los Bakugan". No, mandaré a alguien que se encargará de este problema.

–¿Puedo preguntar quién, Majestad?

–Dejen que el príncipe atienda este asunto. Está en camino a casa ahora mismo, él y su séquito se encargarán del problema del Leónidas Darkus y ustedes podrán enfocarse en seguir trayéndonos más peleadores. Por ahora, aléjense de Takahashi y sus Bakugan hasta recibir nuevas órdenes, Ren.

Como ordene, Emperador Barodius.


Creo que después de varios capítulos, ya le tocaba a Nick aventarse alguna batalla contra los gundalianos. ¿Y quién mejor que Fabia para acompañarlo? Aunque el espectáculo se lo terminara llevando Leónidas y el resto de la pandilla Darkus, la prefiero ver pelando que corriendo en círculos por no sé cuanto tiempo mientras los demás luchan. También tocaba ver un poco de la dinámica entre Nick y Ángel en una batalla seria, además del equipo que hace con Wolf. Por otra parte, hagan sus apuestas, ¿mejorará la dinámica entre Nick y Fabia después de esto? Yo apostaría, pero sería trampa xD.

PD: Pronto voy a entrar a la etapa más difícil del periodo estudiantil, por lo que no sé cuando salga el próximo capítulo. Sin embargo, prometo que lo subiré tan pronto como los tenga listos.

PD de la PD: En la última review se me preguntó si habrían más interacciones entre Nick y Fabia. Viejo, no sé si llegaras a leer esto, pero si los haces, a que no esperabas que terminaran protagonizando su propia batalla en equipos ;)