Capítulo II. El Triángulo de las Bermudas
La única oportunidad para entender mejor en ese momento lo que pasaba y por qué pasaba se había esfumado. Gruñó y maldijo por lo bajo en su idioma natal antes de incorporarse, sin embargo, Kanon ya había salido de su campo visual.
Luego de sacudirse la arena fijó su vista en el ala de Wyvern que permanecía en el suelo y pudo notar la sangre seca, por la cantidad y su propio estado (y el de su enemigo), dedujo que no era suya; tomó el ala para examinar y con sorpresa notó como ésta parecía no haber sufrido ningún tipo de daño, todo lo contrario, se veía reluciente, sin grietas, e incluso parecía despedir un tenue brillo.
Sin darle más importancia comenzó a caminar en dirección contraria al camino que había tomado Kanon. Después de unos minutos se detuvo con la intención de pensar con mayor objetividad en la situación, miró al horizonte para notar cómo el sol comenzaba a ponerse a lo lejos mientras el ambiente era bañado por hermosos destellos rojos y naranjas, preludio al crepúsculo.
Hasta ese momento sabía tres cosas, una, que estaba en otra dimensión, aquello que llamaban "El Triángulo de las Bermudas", dos, que no podía utilizar su poder como deseaba y por ende, salir de ese lugar podría no ser tan sencillo, y tres… no estaba solo, sin embargo, tampoco podía asegurar que solo ellos dos se encontraban ahí.
-El sol se está poniendo y la noche llegará pronto, debo encontrar dónde refugiarme, solo espero no toparme con Kanon… al menos no por ahora.
Con este último pensamiento, retomó la marcha para continuar con su camino en busca de un refugio donde pasar la noche.
Luego de una caminata de unos diez kilómetros y gracias a la luz de la luna llena que fungía como su guía, logró divisar lo que parecía ser un barco pequeño encallado en la costa. Corrió lo que su aún adolorido cuerpo le permitió hasta llegar a él, subió con agilidad para poder inspeccionar el estado general de la embarcación, parecía lo suficientemente firme. Se introdujo en la cabina y, por primera vez desde que había despertado, sonrió con sincera emoción al notar que, aunque modestas, parecía tener algunas amenidades en buen estado, sobretodo una no tan pequeña cama, además de un tocador, un diminuto pero eficiente baño, una mesa de madera de buen tamaño con un par de sillas y lo que parecía ser una pequeña cocineta. También notó que en la parte trasera había lo que parecía ser una bodega vacía de tamaño regular
Suspiró aliviado, se despojó de lo que quedaba de su surplice y colocó el ala que venía cargando sobre el resto de las piezas, se dejó caer sobre la cama y no supo más de sí.
̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃
Quien no corrió con la misma suerte fue Kanon. Tan solo una hora después de alejarse de Rhadamanthys, su arranque de ira y orgullo le pasó factura a, su ya de por sí, maltrecho cuerpo. Reconocía que haber gastado energía para someter a su enemigo había sido una estupidez, sin embargo, no pudo evitar emitir una leve risa al recordar la cara de sorpresa del espectro, quien evidentemente no esperaba que después de las batallas libradas en el inframundo y después de haber recibido parte del impacto de su poderosa técnica, tuviera la fuerza suficiente para dominarlo tan fácilmente (y eso que no sabía que también había recibido la Aguja Escarlata de Milo).
Tenía hambre y sed, y lo que no tenía era suficiente energía para buscar algo de beber y comer, miró a su alrededor y con algo de resignación decidió caminar hasta un pequeño claro en medio de algunas palmeras, sí, aquel claro en el que había descansado su enemigo horas atrás. Se dejó caer sobre la arena, el cielo estaba despejado y el clima cálido, sabía que aunque durmiera a la intemperie, no corría riesgo de ser víctima de la inclemencia del clima. Cerró los ojos e intentó dormir, era consciente de que necesitaba reposar para poder recobrar energías, muy necesarias, primero para buscar y encontrar algo para alimentarse y segundo para saber qué demonios iba a hacer. No tuvo éxito en su primer objetivo, decenas de pensamientos venían a su mente, cada uno de ellos interrumpidos de vez en cuando por el sonido de su estómago hambriento. Posó una de sus manos sobre su estómago en un acto inconsciente por querer paliar el malestar producido por el hambre e instintivamente bajó la mirada hacia su cuerpo, su ropa estaba rasgada, sucia y llena de sangre, a través del escote de su camisa de entrenamiento pudo ver la cicatriz en su pecho producida por el tridente de Poseidón, deslizó la mano sobre su estómago hacia esa zona por encima de su ropa, y su mente se transportó a ese momento, al inicio de su redención como ser humano y como futuro santo de Athena, sus pensamientos se estacionaron en su diosa.
-¿Por qué Athena?
Pensó. Por más vueltas que le daba al asunto no lograba entender por qué la joven le había indicado que parara aquel ataque suicida, no entendía cuál podría ser el objetivo de aquella petición, ¿acaso su intención era perdonarle la vida a su enemigo? ¿favorecer que su santo permaneciera vivo?, no dudaba que hubiera un motivo detrás de ello, después de todo, Athena es la diosa de la sabiduría, pero simplemente no entendía y eso lo frustraba. Luego de haber invocado su Explosión de Galaxias y mientras ésta comenzaba a destruir tanto su cuerpo como el de Rhadamanthys, escuchó su voz mientras sentía de nuevo su cálido y reconfortante cosmo, y lo único que atinó a hacer en ese momento fue pensar en abrir un portal para guiar a ambos a otro lugar, sin embargo, el calor del momento impidió que lograra concentrarse correctamente, pensando tanto en su Triángulo Dorado, como en su Otra Dimensión, combinando al final ambas técnicas sin tener en claro un lugar en específico para dirigirse con el cuerpo inconsciente de Radamanthys en brazos, y ahí estaba el resultado.
Kanon no comprendía muchas cosas, la verdad es que ni siquiera entendía a veces cómo es que Athena lo había perdonado después de las atrocidades cometidas en el pasado, recordar aquello le dolía, le dolía pensar en sus compañeros de armas de ambos ejércitos, le dolía pensar en Krishna, le dolía lo que le había hecho a Saga… tampoco entendía por qué a pesar de todo, ella lo había salvado múltiples veces durante su encierro en Cabo Sunion.
-Designio de los dioses.
Musitó autocitándose, recordando la frase que le dijo a Rhadamanthys a penas un par de horas antes.
Sin dudas, su diosa era una deidad hermosa, compasiva y llena de amor, pero también era misteriosa. Perdido en sus pensamientos entre el dolor y el hambre, Kanon no logró dormir aquella noche.
̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃
De nuevo despertó mareado y algo aturdido, pero el sentir la suavidad del colchón y las sábanas le dio algo de confort. Se incorporó con pereza tallándose los ojos y caminó a través de la cabina deteniéndose frente al espejo del tocador, fijando su vista en su propio reflejo reparó en sus heridas y en la suciedad de su cuerpo y su ropa, era imperativo buscar una fuente de agua dulce tanto para consumir como para poder asearse, no estaba dispuesto a entrar al mar, no, de ninguna manera. Permaneció unos segundos más analizando (y admirando, debía admitirlo) su propio cuerpo, hasta que a través del mismo espejo pudo divisar un hermoso brillo violáceo, giró rápidamente caminando en su dirección.
-Wyvern.
Musitó sorprendido apreciando el fulgor de su surplice. Tomó una pieza entre sus manos para examinarla y notar que no tenía ni un solo rasguño, al inspeccionar las demás partes observó que toda la surplice estaba como nueva, hermosa, radiante e imponente. Fijó la vista en el ala que había permanecido con Kanon y notó que aún había restos de sangre seca en ella. Conocía el mito de la resurrección de las ropas de los guerreros gracias a la sangre, pero jamás creyó ser testigo de aquello, y más allá, jamás creyó que su propia surplice fuera a ser revivida por la sangre de un enemigo, de un santo de Athena. El brillo lo tenía hipnotizado, quiso colocar sobre su cuerpo a Wyvern, pero desistió al reparar en lo último ¿y si lo rechazaba o no lo protegía de la misma manera al estar impregnada con la esencia de vida de Kanon? Decidió dejarla en su estado de reposo, después de todo sabía que en ese lugar no estaba en peligro y por ende, no era necesario portarla en ese momento, Kanon estaba malherido y hasta el momento, no parecía haber un alma más en ese lugar.
Con parsimonia salió de la cabina y bajó del bote, necesitaba inspeccionar el lugar, necesitaba buscar una salida, necesitaba buscar alimento más allá de los jodidos cocos y necesitaba con urgencia encontrar una fuente de agua para poder beber (y bañarse).
̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃
Luego de seguir intentando dormir un poco sin éxito, Kanon consideró que ya no tenía caso seguir ahí, sin contar que estaba sediento y hambriento. Gracias a los dioses se sentía mucho mejor, la herida al menos ya lo dejaba respirar sin dificultad.
Había pasado toda la noche hurgando entre sus recuerdos algún párrafo, alguna técnica, algún registro en los informes o en las bitácoras de los patriarcas, cualquier cosa que hiciera mención de aquel lugar. Cientos de libros, pergaminos y otros manuscritos habían sido consumidos por sus jóvenes ojos durante toda su niñez y parte de su pubertad. Así fue como aprendió las técnicas del santo de Géminis pese a saber que no era "el elegido", así fue como, luego de que Shion lo sorprendiera y reprendiera por lo mismo, aduciendo que eran técnicas "reservadas para el guardián del Tercer Templo", en un acto de rebeldía aprendió a invocar el Triángulo Dorado, una técnica que emulaba a la Otra Dimensión, sin embargo, mucho más peligrosa e incluso clasificada como prohibida, puesto que, mientras que la Otra Dimensión permitía a aquel que la invocara dominar el espacio y moverse entre dimensiones de manera segura sin correr el riesgo de perderse (siempre y cuando fuera bien ejecutada), el Triángulo Dorado abría un portal que dirigía a la víctima a un lugar del cual solo se podía salir por intervención divina, ese lugar.
Kanon había estudiado bastante y conocía a la perfección los rumores que hacían mención de aquel lugar situado en el paradisiaco mar caribeño, al norte del océano Atlántico. Sabía de aquel portal conocido como el "Triángulo de las Bermudas", cuyo perímetro se encontraba entre un par de islas y una ciudad estadounidense, un peligroso portal que conducía todo lo que se acercara a una distancia imprudente hacia ese sitio sin salida, un portal hacia esa extraña dimensión en la que ahora él y Rhadamanthys se encontraban.
En la literatura se podían encontrar múltiples registros de desapariciones de embarcaciones y aviones junto con sus respectivas tripulaciones y pasajeros, cuyo último signo de comunicación había sido registrado precisamente en las inmediaciones de aquella zona, jamás se había vuelto a saber de todas aquellas personas dentro de esos navíos y aeroplanos, simplemente se daban por muertos. Recordaba perfectamente haber leído que todo lo que era dirigido hacia esa dimensión moría al ingresar… pero ellos no, seguían vivos.
-Algo tuvo que haber sucedido… quizá combinar las técnicas favoreció esto.
Pensó, analizar se le daba bien, pero estaba cansado, agotado física, mental y, aunque no quisiera admitirlo, emocionalmente también.
Antes del alba, Kanon emprendió la marcha alejándose de su sitio de reposo.
̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃
Luego de un buen rato de haberse adentrado en la isla, cada vez más lejos de la costa, su bien desarrollado oído le permitió distinguir lo que parecía ser el sonido del agua corriendo. Con desesperación comenzó a caminar lo más rápido posible siguiendo aquel sonido que en ese momento era música para sus oídos, hasta que por fin encontró un pequeño arroyo que dirigía su camino seguramente hacia la costa, mientras que no alcanzaba a distinguir exactamente de dónde provenía, pero seguro era de aquel cerro no tan lejano. Se aventó en el arroyo y como pequeño animal sediento comenzó a beber agua desesperadamente. Una vez saciada su necesidad, lavó con parsimonia su agraciado rostro y sus manos, quería darse un baño también, pero el caudal no era muy abundante, por lo que consideró como mejor opción seguirlo para descubrir el origen de este, y así lo hizo. Caminó un rato subiendo el cerro hasta que descubrió un riachuelo en medio de un hermoso paisaje tropical, observó una pequeña cascada al fondo y múltiples piedras de gran tamaño que, gracias a los minerales que las componían, parecían adoptar hermosos colores al reflejar la luz del sol, algunas en conjunto formaban especies de piscinas naturales. Sin pensarlo dos veces se desnudó, se quitó la venda de la herida y se echó en el agua. Se introdujo en una de aquellas piscinas, el agua le llegaba ligeramente abajo de la cintura, se sentó con el objetivo de relajarse un poco, cerró los ojos y tomando aire se sumergió por completo unos segundos, se sentía delicioso, con sus propias manos talló su piel para eliminar la suciedad y restos de sangre seca. Suspiró relajado y se dedicó a observar todo a su alrededor.
-Este lugar es realmente hermoso, parece un pequeño paraíso.
Se dijo a sí mismo al tiempo que con los dedos comenzó a desenredar las largas hebras de cabello azul añil sin mucho éxito.
-Carajo, está enredado.
Gruñó mientras continuaba con su tarea.
̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃ ̃
Después de caminar por alrededor de una hora entre los cerros y sin haber logrado encontrar algo más que cocos, Rhadamanthys divisó la tan anhelada fuente de agua dulce y corrió hasta ella con expectativa. Lo que no imaginó fue que, al llegar, encontraría a un muy concentrado gemelo, adornando su bello rostro con un puchero mientras lanzaba improperios al aire en medio de una batalla campal contra su propio cabello.
Después de lograr deshacer aquel nudo, instintivamente Kanon giró su vista y el par de lagunas turquesa se topó con el par de soles brillantes. Se miraron fijamente unos instantes hasta que el gemelo reaccionó y se incorporó para ponerse en guardia. Rhadamanthys pudo notar de reojo la desnudez del otro.
Permanecieron otro par de minutos así, mirándose, hasta que el peliazul notó que el otro no lo imitaba adoptando postura de ataque, por lo que se permitió relajarse.
-No parece tener intención de luchar, por ahora.
Pensó el mayor. Rhadamanthys no pudo evitar bajar la mirada hacia el perfectamente esculpido torso de Kanon, las heridas y marcas de batalla llamaron fuertemente su atención, fijando sus ojos en cada una de ellas. En medio de su pecho, la cicatriz producida por el impacto del tridente del dios Poseidón, esa era la más grande y llamativa de todas, después múltiples cicatrices pequeñas y redondas que al parecer se distribuían por toda esa zona de su cuerpo, y por último, la herida fresca en proceso de sanación causada por el ala de su surplice.
-Su sangre revivió a Wyvern.
Pensó. Aquel escudriño no pasó desapercibido para el mayor.
-¿Te gusta mi colección de cicatrices, espectro?
Eso descolocó al británico, quien rápidamente subió la mirada para fijar sus orbes en los contrarios.
-Necesito agua Kanon.
Dejó salir aquello guiado por la idea de que el griego le negaría el acceso solo por "haber llegado primero". Kanon lo miró extrañado y divertido.
-¿Ah, regresaron los modales?, ¿ya no soy Kanon, bastardo, de Géminis?
Dijo aquello sin intención de ocultar la ironía en el tono de su voz. El otro se limitó a rodar los ojos algo molesto por la situación.
-La necesito.
Repitió, Kanon cambió el gesto divertido por uno de sorpresa.
-¿Me estás pidiendo permiso para tomar agua? ¿Qué clase de ser humano me crees, Rhadamanthys? Además, ni que fuera mía, haz lo que debas hacer.
Continuó ligeramente ofendido mientras levantaba los hombros en un ademán que trataba de mostrar desinterés, se giró dándole la espalda al rubio para dirigirse a tomar su ropa y lavarla, decidido a ignorar por completo al otro.
Rhadamanthys se acercó para tomar algo de agua y llenar una pequeña cantimplora que había encontrado tirada en el bote, se lavó el rostro y le dirigió una última mirada al gemelo, quien continuaba de espaldas, antes de girarse y alejarse del riachuelo y de Kanon, el ansiado baño tendría que esperar.
Continuará...
