CAPÍTULO 33:

BATALLA DESESPERADA

Gundalia, Castillo Real

Hace 5 horas

–¡Por su fracaso en el último ataque a la capital neathiana, se ha decretado que Lena Isis pagará con el dolor y la sangre de su cuerpo! ¡Qué esto sirva como ejemplo para todos aquellos que piensen en fallar a la voluntad del emperador!

A sus ojos, cientos de soldados de Barodius se reunieron en el vasto campo que era el patio de entrenamiento del castillo real. Todos ellos mirando al gran escenario de tortura construido en los límites del espacio, donde una joven gundaliana de cabello azul era obligada a subir, con gruesas esposas de metal aprisionando sus manos delante de su cuerpo y vestida con nada más que una tela marrón harapienta y maloliente.

En el centro del escenario, un guardia esperaba inexpresivo a la chica mientras leía lo que debía ser una orden real entre sus manos, dirigiéndose a todo el público que se había reunido en los muros de la gran estructura para presenciar el castigo de la peleadora.

–¡Su incompetencia le costó al imperio una gran victoria contra Neathia y debe pagar por eso! –. Anunció el guardia tratando de poner más severidad en su tono.

A paso forzado por los hombres que la escoltaban, y con la mirada gacha, Lena siguió avanzando, teniendo cuidado de que sus pies descalzos no tocaran algunas de las múltiples astillas que los constructores habían dejado; seguramente a propósito.

Por desgracia, su compañera de equipo no tenía tantos éxitos en sus intentos, no con las manos del guardia tras ella obligándola a avanzar sin cuidado, y dejando ver las plantas de los pies sangrantes de la chica.

El cabello de Lena se encontraba libre de toda restricción, cayendo como una cascada mugrienta por sus hombros. Sus lentes no se encontraban por ninguna parte, por lo que debía tener problemas para visualizar bien el camino y sus obstáculos. En sus ojos, a pesar de la distancia, se alcanzaba a visualizar una gran pena por lo que estaba a punto de experimentar, y que solo se agravó cuando finalmente llegó a su destino. Como resultado, todos los espectadores pudieron ver con claridad la triste emoción que decoraba los ojos azulados de la chica, junto con su labio roto y su nariz ensangrentada.

Esto no estaba bien. ¿Cómo podían permitir que este tipo de torturas se llevaran a cabo? ¿Qué clase de ejército eran? El fracaso, sin importar la naturaleza de la misión, no debería tener este tipo de consecuencias.

Eran soldados, hacían todo lo que se encontraba en su poder para ganar. Incluso si eso no era suficiente, no deberían torturarlos, no merecían esto.

Lena no era de las personas que expresaban emoción alguna en su vida cotidiana. El solo hecho de que, incluso desde la distancia, pudiera ver la pena en los ojos de Lena le decía que, lo que fuera que le hubieran hecho, la habían quebrado de maneras que no se atrevía a imaginar.

No podía decir que conociera profundamente a ninguno de los miembros de su equipo, pero igualmente se preocupaba por todos ellos y no era secreto para nadie que no quería verlos sufrir así.

No lo merecían, pero igual eran castigados por razones ilógicas. Y ese conocimiento solo le hacía hervir la sangre, ¿cómo se atrevían a hacerles esto? ¿Por qué insistían en infligirles este dolor? ¿Cuál había sido su pecado exactamente?

–¡Por fracasar en su misión y fallarle al imperio gundaliano, se le impone el castigo público de 50 azotes en la espalda, sirviendo como un ejemplo de lo que le pasará a todo aquel que falle de ahora en adelante! –. Declaró el guardia, camuflando de forma excelente el temblor en su voz.

Nadie entre el público tuvo el valor de decir algo, ¿cómo podrían? Ellos también estaban atrapados en esta cárcel, en la misma situación que la mujer torturada y humillada en el escenario.

Tomándose un momento para girar la cabeza y dedicarle una breve mirada a la joven, el anunciador batalló con los temblores de su voz antes de mirar al guardia detrás de Lena, que ya se encontraba asegurando las extremidades de la chica en el marco de metal con duras cadenas que la mantendrían retenida durante su castigo.

–Ya podemos comenzar –. Dijo el hombre tan fuerte como pudo antes de bajar del escenario.

El único guardia restante en el lugar usaba el característico casco de las fuerzas gundalianas, por lo que no era posible ver sus expresiones ante el injusto castigo que estaba a punto de llevar a cabo. Pero, fue en un momento fugaz, que Ren pudo ver como el pulso del hombre al tomar el látigo dentado flaqueó.

Esto era injusto y hasta el torturador lo sabía, pero ninguno tenía voz en esto. Había sido orden del emperador y la función de Lena Isis tras su más reciente fracaso era la de dar un ejemplo a las tropas, a través de su dolor.

Pero, una vez más, ¿qué podían hacer? Ninguno tenía voz ni voto, ninguno tenía poder real aquí. Lo único que podían hacer verdaderamente en medio de esta espiral de injusticia y dolor, era desearle fuerzas a Lena.

La joven había sufrido demasiado, pero su dolor apenas comenzaba.

Con un solo tirón de parte del guardia, la prenda harapienta de Lena fue bruscamente retirada de su cuerpo, revelando su desnudez al mundo y comenzando su humillación.

Fue en ese momento que, por respeto a su compañera de equipo, Ren decidió retirar la mirada y luchar por ensordecer los sonidos que se escucharon desde la distancia: el sonido del látigo y sus hojas de acero golpeando la carne desnuda de una pobre condenada, el sonido de múltiples gritos de dolor de parte de una de las personas a las cuales había tomado aprecio.

Quiso hacer algo, pero le fue imposible. No tenía la fuerza para hacerlo, el miedo a perder lo poco que tenía era superior a lo que deseaban sus instintos.

Solo podía quedarse parado en su sitio, detrás de esta gran ventana circular, mirando como una de sus compañeras era torturada inmerecidamente.

–Es un espectáculo espantoso, ¿no lo crees, Ren? –. Preguntó la voz de uno de sus acompañantes.

Al escuchar la pregunta, el susodicho solo pudo darse la vuelta, tratando de esconder los sentimientos que debían estar impresos en su rostro.

Aunque no tuvo mucho éxito, pues aún podía sentir unas pocas lágrimas acumulándose en sus orbes amarillentos, mientras su voz apenas era capaz de salir como un susurro frágil.

–Lo es, mi príncipe –. Respondió Linehalt saltando al hombro de su compañero.

Agradecido por la intervención de su Bakugan, Ren solo pudo asentir con el pesar marcado en su rostro al hombre mayor que tenía al lado.

Se encontraban en uno de los salones más pequeños del castillo, rodeados únicamente por los muros negros de la estructura y el gran ventanal que les daba una vista directa al terrible hecho que se estaba llevando a cabo en el patio exterior.

El Príncipe Freidr tenía la mirada fija en ellos, pero no se notaba dureza en sus ojos, tampoco indiferencia o crueldad. De hecho, en lugar de todo eso, Ren solo podía ver cierta lástima en los orbes felinos del hombre.

Baltasar Haos se encontraba en el hombro del peligris mayor, mirándolos en silencio con la cabeza gacha, optando por mantener la ausencia de su voz mientras su compañero se acercaba a su último sirviente.

Inquieto, Ren se alejó del príncipe, lo suficiente como para no ofender al hombre. Sin embargo, eso no impidió que Freidr acercara su mano lo suficiente como para palmear con suavidad el hombro del agente.

–¿Qué piensan de esto? –. Preguntó el peleador más fuerte dándole la espalda al horrible espectáculo.

Ren dedicó una pequeña mirada borrosa a los hechos, antes de desviarla más rápido de lo que había girado, regresando su atención al príncipe, que no parecía dispuesto a ofrecer más de su atención a esta tortura.

–Es repugnante –. Dijo Ren con sinceridad.

Trató de evitarlo, pero sus esfuerzos no lograron impedir que un poco del odio que sentía en estos momentos se filtrara en su tono.

Freidr no mostró una reacción hostil por su respuesta, todo lo contrario, el príncipe permitió que una sonrisa se alzara en sus labios antes de clavar la vista en el suelo.

–Sí, lo sé –. Asintió el peligris con un suspiro –. Lamento el destino que le está siendo impuesto a Isis.

–Gracias, Alteza –. Dijo Ren en respuesta por la empatía del hombre.

Aunque se encontraba agradecido de ver a Freidr en un buen estado de ánimo, Ren decidió mantener la distancia.

Aún no olvidaba ni perdonaba las muertes de los humanos en el coliseo con el único fin de torturar a Nick Takahashi. Ese horrible acontecimiento le había enseñado que la figura del príncipe debía ser temida, casi tanto como la de Barodius mismo.

No quería estar demasiado cerca del hombre por eso mismo. De hecho, solo estaba aquí porque él le había ordenado alejarse de la multitud que se había formado para presenciar el castigo de Lena, argumentando que ni él ni nadie cercano a la chica debería ver de cerca su momento más bajo.

Qué, al menos, debían tener este gesto con ella.

Ren no sabía si el príncipe tenía razón o no, pero tenía claro que no sería sabio discutir su voluntad. Temía que alguien más tuviera que pagar por un acto de insubordinación así.

En estos momentos, su única alegría era saber que Aiko esperaba bajo el cuidado de Zenet en su habitación, aguardando por su regreso de forma obediente.

A pesar de las circunstancias, Ren no pudo evitar que una pequeña sonrisa decorara su rostro. El pensamiento de su nueva protegida lograba hacerlo sonreír ligeramente a pesar de los hechos. Por supuesto, no la conocía de mucho aún, pero tenía claro que Aiko era una niña muy lista y obediente, que se esforzaba por facilitarle su nuevo rol como protector.

–¿Me tienes miedo, Ren? –. Preguntó el príncipe de pronto.

La voz del hombre sacó al peligris más joven de sus pensamientos, regresándolo a la realidad solo con una simple pregunta.

Instintivamente, los ojos del agente se desviaron hacia los de su superior, buscando en ellos cualquier rastro de emoción.

No había ninguna más allá de las ya mostradas, Freidr se mantenía tranquilo en su lugar, recostado sobre el ventanal con las manos unidas sobre el espacio de sus rodillas.

–No tienes por qué mentirnos si es así, nosotros no somos como Barodius –. Incentivó Baltasar a los muchachos a hablar.

No hubo respuesta alguna, no de parte de quienes analizaban con escepticismo tal afirmación.

–No lo crees, ¿cierto? –. Preguntó Freidr con una sonrisa triste en los labios –. No tienes que mentirme, Ren. No voy a lastimarte si me respondes que sí. Te doy mi palabra.

En los ojos del príncipe parecía haber sinceridad. A diferencia de las emociones mostradas en el coliseo y en su estudio, este día parecía ser que Freidr se encontraba con un pensamiento más empático y comprensivo.

Al menos, lo demostró con su siguiente declaración.

–¿Es por los humanos?

Paralizado, Ren solo pudo asentir con pesar, recordando los rostros de los niños terrícolas, aterrados por la imagen de Lundarion Eximus blandiendo su daga ensangrentada hacia ellos, pasando por encima del cadáver de Hinata Kimura.

–Sí…

Sorprendentemente, Freidr solo emitió un suspiro antes de sujetar el puente de su nariz con desagrado, bajando la mirada antes de pasar sus manos por su rostro.

–No te culpo. A ti tampoco, Linehalt –. Respondió el hombre sin desviar la mirada del suelo –. Cometí un error, y me siento terrible por ello.

–¿En serio? –. Preguntó Linehalt con cautela.

–Esos chicos no tenían nada que ver, e igual los matamos –. Aceptó el príncipe.

–¿Por qué hacerlo entonces? –. Preguntó Ren confundido.

–Por la fuerza –. Respondió el príncipe con un suspiro.

–Temo que no lo entendemos, Alteza.

Al escuchar su respuesta, Freidr se recompuso y decidió enfocar parte de su atención en la tortura de Lena.

La peleadora emitía fuertes gritos de dolor con cada azote que recibía su espalda, dejando manchadas con sangre las pequeñas hojas del látigo y provocando que lágrimas cayeran de sus ojos.

–Miren a su amiga y díganme qué ven –. Dijo el príncipe.

–Una barbarie –. Respondió Linehalt sin pensarlo dos veces.

–Una injusticia –. Secundó Ren casi tan rápido como su compañero.

–Ambos tienen razón, pero también hay más –. Declaró Baltasar esta vez.

Confundido por lo que el peligris y su compañero trataban de expresar, Ren enfocó su atención en el príncipe, esperando que éste comenzara a explicarse. Aunque en ningún momento despegó su mirada de la tortura de su compañera, mirándola con la misma lástima de antes.

–Es un castigo, pero no por un fracaso, sino por su debilidad –. Dijo el príncipe con tono apagado.

–¿Debilidad? –. Dijo Ren incrédulo.

–Por lo que entiendo, Lena es una peleadora hábil, ¿no es cierto? –. Cuestionó el peligris mayor arqueando una ceja.

–Así es.

–¿Y por qué perdió entonces? –. Preguntó Baltasar en esta ocasión –. Tenía el apoyo de Kazarina y cientos de hombres, pero igualmente falló en su misión.

Eso Ren lo tenía presente, así como también tenía la respuesta consigo. Las circunstancias habían hecho que su equipo se uniera lentamente, así fuera solo para compartir sus penas e inseguridades.

Después de la desaparición de Sid por perder el Elemento en la Tierra, todos habían desarrollado un gran miedo por terminar como él. No sabían cuál había sido su destino, pero sí sabían que no podía ser nada bueno dependiendo de alguien como Kazarina.

Siendo una de las más aterradas ante la idea de correr con la misma suerte de su compañero desaparecido, Lena había desarrollado un estilo de pelea impropio de ella, uno más salvaje y directo, alejado de su enfoque normalmente calculador y paciente. Todo con el propósito de aumentar su eficiencia en batalla.

No le había servido de nada. Ese cambio tan bruto en su estilo de lucha y el miedo a perder lo poco que tenía la habían conducido a su fracaso delante de un cada vez más poderoso Dragonoid Pyrus.

–Tenía miedo, miedo de ser castigada –. Respondió Ren en voz baja.

–Y ahí está de todos modos. Su miedo se terminó volviendo realidad, porque fue demasiado débil para evitarlo –. Señaló Baltasar a la chica.

–No lo decimos como un insulto, no esta vez. Es normal tener miedo, pero es un acto de débiles dejarse dominar por él –. Dijo Freidr con pesar.

En los ojos del príncipe se grabó lo que parecía ser un sentimiento de tristeza, pero no por lo que veía o lo que había acontecido. En realidad, parecía lejano, distante con respecto a todo lo que lo rodeaba en estos momentos.

Como si estuviera recordando algo, una persona o un suceso, memorias que deberían haber quedado atrás hacía mucho tiempo.

–Alteza…

–¿Qué tanto conoces a tu equipo, Ren? –. Preguntó el príncipe de pronto.

El peligris más joven se encontró sorprendido por la pregunta tan repentina que el hombre le había hecho, jadeando de forma sutil antes de desviar la mirada, pensando en la mejor respuesta posible.

–Apenas los estoy conociendo, señor. Pero me importan mucho –. Respondió el agente acariciando la parte posterior de su cabeza –. No quiero ver a ninguno en esta situación.

Al recibir su respuesta, el príncipe se recompuso, dándole la espalda al exterior para retomar su antigua posición, recostado sobre el ventanal con una expresión distante en los ojos y una sonrisa triste en los labios.

–Yo solía tener un amigo, hace mucho tiempo –. Comentó Freidr con una sonrisa nostálgica –. Era como un hermano pequeño para mí. Habría hecho lo que fuera por él.

Un pequeño destello cristalino se mostró en los orbes del príncipe, cubriendo su mirada con lo que parecía ser una pequeña capa de lágrimas reprimidas mientras su labio inferior temblaba de manera fugaz antes de quedarse estático nuevamente.

De algún modo, esto se sentía como algo sumamente personal y privado por parte del príncipe. Como un secreto que nadie más tendría el privilegio de conocer de parte del peleador más poderoso del imperio.

–¿Y qué le pasó? –. Preguntó Ren con suavidad.

–Lo asesinaron, delante de mí. Recuerdo haberle prometido estar ahí siempre, protegerlo y cuidarle la espalda cuando más me necesitara –. Respondió Freidr ahogando un aparente sollozo –. Fallé miserablemente, lo torturaron frente a mis ojos durante días antes de terminar con su sufrimiento.

–Fuimos demasiado débiles para protegerlo, a él y a su compañero. Juramos estar ahí para ellos siempre y, en cierta forma, así fue –. Siguió Baltasar para que su peleador no tuviera que hacerlo –. Pero solo estuvimos ahí para verlos sufrir y caer.

Desviando la vista al lado opuesto de la sala, Ren pudo ver como el príncipe se pasaba una manga por su rostro antes de regresar su mirada cristalina a la conversación.

–No toleramos la debilidad, Ren, porque es el camino más corto para perder las cosas que más te importan. Tú te preocupas por tus compañeros, incluso si no los conoces realmente, y esa es una cualidad de alguien fuerte, de un líder –. Reconoció el hombre a modo de felicitación.

–Tienen el potencial para ser de los más fuertes y por eso los queremos cerca, chicos –. Dijo Baltasar mirando a los compañeros –. A Barodius y a sus sirvientes no les importa su gente, su compañera es la prueba de eso.

–Cuando dejen de serle útiles, todo ustedes correrán con este destino. A nosotros nos gustaría evitar eso, pero tienen que estar comprometidos –. Dijo el príncipe mirándolos esta vez –. Los peleadores fuertes están dispuestos a proteger a quienes les importan, pero los más fuertes tienen el poder para lograrlo.

–Sin poder, no somos nada –. Respaldó Baltasar a su compañero.

–¿Qué dices tú, Ren? ¿Tienen el poder necesario para proteger a aquellos que les importan? ¿Para no correr con el destino de mi amigo?

La pregunta era clara, al igual que la respuesta.

No.

No tenía sentido negar la realidad, no tenía tal poder. No confiaba en Barodius ni en sus hombres, temía una traición en todo momento y carecía de la fuerza para combatir a aquellos que podrían hacerles daño.

Resultaba indignante, a pesar del gran potencial de Linehalt y todo lo que su herencia significaba, ninguno de los dos había tratado de explorar todas las capacidades que yacían en el Bakugan y el vínculo que compartían.

Sin embargo, las cosas habían cambiado últimamente. Su entorno se había estado convirtiendo en una zona de peligro, donde nadie estaba verdaderamente a salvo y tenían que reaccionar, adaptarse a ello.

–No, no lo tenemos –. Reconoció el peligris más joven con un suspiro.

–Tienen que ser fuertes, Ren. Esa es la clave para lograr todo lo que se propongan –. Declaró el príncipe con tono calmo –. Los fuertes prosperan, los fuertes crecen y los débiles… bueno…

El príncipe no terminó su oración, pero bastó con un pequeño gesto de su parte hacia el exterior para dejar en claro su punto.

Honestamente, no quería creer que Lena fuera débil, alguien como ella no podía serlo. Pero el príncipe tenía, lastimosamente, un punto en el cual basar su postura, punto que se demostraba con cada nueva batalla librada en los campos de Neathia y la Tierra.

–¿Por eso quieren entrenarnos? –. Preguntó Linehalt.

–Es la idea. Tienen demasiado potencial, pero no sabemos que tanto se han desarrollado hasta el momento por su cuenta –. Respondió Baltasar por su compañero.

–Temo que apenas hemos tenido la oportunidad de explorar mis poderes –. Mintió Linehalt desviando la mirada.

Ren no dañó las palabras de su compañero con una verdad que no les convendría revelar. Después de todo lo que habían dicho y mostrado tanto el príncipe como su compañero, Ren no quería arriesgarse a ser tomado por alguien vulnerable.

–Nosotros podemos ayudarlos a corregir eso, pero tienen que mostrarnos de lo que son capaces. A Barodius no le conviene que ustedes se fortalezcan, el poder de los Bakugan Oscuros podría ser una amenaza potencial para su imperio –. Dijo Baltasar a los peleadores Darkus.

–Nosotros nunca podríamos traicionar al emperador –. Declaró Ren con toda la convicción que pudo poner en su tono.

En respuesta a sus palabras, el príncipe le devolvió una mirada incrédula, con una ceja arqueada y un incipiente asco en su mirar.

–Es responsable de la desaparición de tu compañero, Sid Arcale, ordenó el castigo de Lena Isis y está esperando que yo me descuide para quitarte a Aiko Akiyama –. Repasó Freidr con el tono incrédulo que se veía en su mirada –. ¿Me estás diciendo que no has pensado, ni una sola vez, en darle la espalda al menos?

No podía negar las palabras del hombre cuando lo planteaba de esa manera. No le era leal a Barodius por sus intenciones o su supuesta magnanimidad, lo era por miedo. Después de todo, había sido él quien le había dado la oportunidad de nunca volver al abismo al que su abuelo lo había enviado cuando solo era un niño.

Pero el príncipe tenía razón. Últimamente, raro era el día en que no pensaba en darle la espalda al emperador. Si no fuera tan poderoso, lo habría hecho hacía mucho tiempo.

De ser su entera decisión, hace tiempo que lo habrían abandonado.

–Yo… nosotros… Alteza…

–Está bien, Ren. No tienes que decir nada –. Aseguró el príncipe con un ademán –. Ya me quedó clara tu respuesta.

–No se sientan mal. Todos hemos tenido amos indignos en algún momento –. Confortó Baltasar con acidez en su tono.

–¿Y qué hicieron ustedes? –. Preguntó Linehalt curioso.

De pronto, en los ojos del príncipe desapareció todo rastro de nostalgia e incredulidad para dar paso a un claro desagrado y resentimiento en sus ojos felinos.

Del mismo modo, los puños del príncipe se cerraron con fuerza bajo el cobijo de las mangas de su túnica negra.

–No quiero hablar de eso –. Declaró Freidr con firmeza.

Ren no incitó al hombre a hablar, no tenía sentido tratar de provocarlo con preguntas que claramente no quería responder.

En lugar de emitir alguna respuesta, Freidr optó por alejarse del ventanal, haciendo una seña para que lo siguieran.

Ren se mostró dubitativo al mirar al peligris. Honestamente, no se sentía cómodo con la idea de dejar a Lena en esta posición, pero tampoco quería ir en contra de los deseos de su más reciente amo.

–Te garantizo que ella no querría que la vieras en esta situación –. Dijo el príncipe a mitad de la sala.

A pesar de la gentileza notable con la cual se había dirigido a él, Ren también había podido sentir un poco de dureza en la voz del hombre. Sabía que no podía ir en contra de las órdenes de un príncipe, sin importar cuanto llegaran a desagradarle.

Sin más remedio, Ren solo pudo posar una mano en el cristal, dedicándole una breve mirada a su compañera de equipo junto con una disculpa muda antes de avanzar en la dirección de su amo, que no dudó en cambiar de tema en cuanto estuvieron cerca nuevamente.

–Quiero empezar su entrenamiento cuanto antes, pero tengo que hacerles una prueba primero –. Dijo el príncipe avanzando hacia la puerta.

–¿De qué se trata?

–Es simple, solo…

La voz de Freidr se vio repentinamente silenciada cuando las puertas de la sala se abrieron de par en par, callando las palabras del príncipe con el susurro del metal sobre el metal, y dando paso a la imponente imagen del soldado más intimidante de Freidr.

Tan grande como solo el podía llegar a ser, el llamado "Lord Dairus" se vio obligado a agacharse en el marco de la puerta para poder acceder a la sala y hacer una pequeña reverencia a su líder.

–Príncipe Freidr, por favor, disculpe mi intromisión –. Dijo el neathiano a modo de saludo.

–Descuida, Dairus, ¿qué ocurre? –. Preguntó el gundaliano mayor con curiosidad.

–Temo que Jesse Glenn se ha ido, señor –. Anunció el soldado de gran tamaño.

–¿¡Qué!?

La exclamación de Ren y Linehalt al unísono llamó la atención de los guerreros que se mantenían delante de la puerta.

En otro momento, Ren habría retrocedido avergonzado por su arrebato antes de emitir una disculpa. Sin embargo, la noticia recibida lo tenía estático en su sitio y con una gran preocupación recorriendo su cuerpo, helando su sangre.

–Por favor, disculpen mi reacción, es solo que… –. Trató de justificarse el peligris antes de ser interrumpido.

–Lo entendemos, joven Krawler. Nosotros reaccionaríamos igual –. Dijo Dairus, a lo que Freidr asintió.

–De hecho, Jesse Glenn y su Bakugan son parte de su equipo, ¿no es verdad? –. Cuestionó Belftan Subterra con curiosidad.

–Así es, señor –. Respondió Linehalt respetuoso –. ¿Sabemos dónde se encuentra?

–Según el historial de navegación en el puerto, la nave que tomó va en camino a Neathia –. Respondió Dairus esta vez.

Jesse no huiría, tenía una conexión muy estrecha con Lena y Zenet como para abandonarlas a ambas en un territorio tan hostil como este, y más después de todo el sufrimiento que estaba atravesando Lena en estos momentos.

No, si Jesse había emprendido un viaje al terreno enemigo, solo podía asumir dos cosas: traición o reivindicación.

Su compañero de equipo era un hombre de poca fe, lo había demostrado en la Tierra al rechazar la propuesta de ayuda de Nick Takahashi. Si ahora se encontraba en Neathia, no podía estar buscando la ayuda de los Peleadores Bakugan.

No, si había aprendido algo de Jesse en el tiempo que habían estado trabajando juntos era que el peleador haría lo que fuera con tal de garantizar el mayor bienestar posible para sí mismo y las pocas personas que le importaban en su vida.

Si había emprendido el viaje a Neathia, debía tener una sola meta: redención, redención a los ojos del emperador y su gente.

–Lo matarán o lo meterán en una celda muy profunda. Eso es un hecho –. Dijo Baltasar.

–No podemos permitir eso –. Declaró Ren en respuesta.

–Glenn eligió su destino, Ren. No sufras por las decisiones de alguien más –. Respondió el príncipe retomando su camino.

Tan rápido como pudo, el peligris más joven se posicionó delante de su amo, impidiéndole el paso con la mirada más fuerte que pudo, lleno de determinación.

–Alteza, por favor, denos la oportunidad de ir por Jesse. Es parte de mi equipo, no puedo dejar que algo malo le pase –. Solicitó Ren con fuerza.

El príncipe lo miró con escepticismo y dura seriedad en sus ojos de lince, pero Ren no retrocedió. Si bien el Príncipe Freidr y sus hombres eran fácilmente los sujetos más intimidantes de Gundalia, Ren estaba determinado a salvar a uno de los miembros de su escuadrón de un fatídico destino, ya fuera por mano de Barodius o los neathianos.

De pronto, el rostro de Freidr se suavizó ligeramente antes de alzar una pequeña sonrisa de orgullo que Ren y Linehalt solo pudieron ver de forma fugaz, antes de que los ojos del príncipe recayeran en sus soldados.

Ambos hombres se miraron momentáneamente, repasando una especie de pensamiento compartido con curiosidad antes de regresar su atención a los peleadores más pequeños que obstaculizaban su camino.

En el caso del príncipe, manteniendo una sonrisa pequeña antes de hablar nuevamente.

–Hablas como todo un líder, lleno de voluntad –. Dijo Baltasar a modo de felicitación.

–Muy bien, Ren. Te dejaré ir por tu amigo, pero no para que lo traigas de vuelta tan pronto –. Dijo el príncipe cruzando los brazos.

–¿Señor? –. Preguntó Ren confundido.

–Imagino que tu amigo viajó a Neathia con intenciones de demostrar su valía a Barodius. Eso me agrada, tiene mucho valor –. Dijo el hombre complacido antes de continuar –. Búscalo, ayúdalo con lo que sea que planee y dile que, si logra traerme un trofeo de Neathia como muestra de su victoria, lo tomaré a él y a todo tu equipo bajo mi protección. Nadie podrá ponerles una mano encima nunca más. ¿Suena justo?

Aunque trató de evitarlo, Ren no pudo evitar que una brillante sonrisa esperanzada se alzara de oreja a oreja en su rostro. Conocía bien la reputación del príncipe, él mismo había presenciado el gran poder que lo había hecho merecedor de ella.

Si lograban una victoria significativa en Neathia, no tendrían que volver a temer nunca más, serían sirvientes del peleador más poderoso del imperio y ninguno de los hombres de Barodius podría ponerles una mano encima nuevamente.

No se atreverían, nadie sería capaz de desafiar al príncipe y a Baltasar únicamente para hacerles daño. Valía la pena, solo una victoria y sería el fin de tener miedo constantemente, de cuidarse la espalda.

No se sentía cómodo en la presencia del príncipe, pero éste le ofrecía mucho más que las 12 Ordenes y sus costumbres traicioneras. Al final, estar bajo la protección de un diablo arrepentido resultaba mucho mejor que estar indefenso bajo la ira de un dios corrupto.

Tenían que hacerlo, por Mason, por Lena, por Zenet y por Aiko.

–Sí, Alteza. Muchas gracias –. Dijo Ren con genuina gratitud.

–Bien, Elena cuidará de Zenet Surrow y Aiko Akiyama en su ausencia –. Declaró el príncipe avanzando –. No me decepciones, Ren.

A paso lento, pero firme, tanto el príncipe como sus hombres abandonaron la habitación, pasando a un lado de Ren y dándole luz verde para ir en la dirección contraria, directo al puerto; donde podría tomar una nave y emprender el viaje a Neathia.

A paso rápido y un poco temeroso, Ren y Linehalt se precipitaron en las sombras del pasillo, dejándose cubrir por su negrura mientras avanzaban a su destino, rezando a los dioses para que les concedieran la victoria.


Neathia, Ciudad de Miriel

En el presente

A sus alrededores, un gran campo de cenizas se alzaba con imponencia, cubriendo kilómetros de tierra con una gran marca gris y blanca donde alguna vez hubo verde y marrón. El suelo se hundía con cada paso de sus botas, dejando marcas visibles detrás de sí, pero con las bases de árboles quemados como el único testigo de su presencia.

Por fortuna, la última batalla que se había librado en estos campos había dejado la zona falta de vida. Nadie se atrevería a aventurarse desde el lado opuesto del campo, no había nada para nadie aquí.

Nadie, excepto por el peleador que se encontraba en el centro de la zona, sentado sobre la base de un tronco ennegrecido y falto de su árbol.

–¡Jesse! –. Llamó mientras avanzaba un poco más rápido.

La poca seguridad que podían ofrecer las zonas boscosas aún intactas quedó atrás, así como la escasa protección y vigilancia del puesto de avanzada, que había quedado atrás hacía kilómetros. La nave en la que habían llegado sería la única alternativa de escape viable que tendrían en caso de que se presentara la necesidad de huir.

Negó con la cabeza ante la idea, no podía pensar cosas así ahora mismo. Estaba aquí para aprovechar una oportunidad que, en su entorno, sería imposible que se presentara por otros medios.

A paso firme y seguro, Ren se precipitó hacia su compañero de equipo, alcanzándolo en unos pocos segundos.

–No debiste venir aquí, Ren –. Dijo el rubio de forma seca.

–Eso es algo que deberíamos decir nosotros. ¿En qué estaban pensando? –. Respondió Linehalt por su compañero.

–¿En serio lo preguntas? Ustedes vieron el castigo de Lena, ¿no? –. Cuestionó Plitheon en respuesta.

–Por supuesto, las 12 Ordenes se aseguraron de que el mayor número posible de soldados lo vieran. Una razón de más para preguntarles el porqué de esta acción tan imprudente –. Contestó Linehalt con más dureza –. Atacar a nuestros enemigos por su cuenta, ¿en qué estaban pensando?

–Tranquilo, Linehalt –. Dijo el peligris a su compañero con suavidad antes de mirar al rubio –. Jesse, entiendo que estés molesto, pero debes saber que una acción cómo esta no los hará ver bien frente al emperador.

–Solo si fallamos, Ren –. Respondió Jesse con un suspiro.

Apoyando su peso en sus rodillas, Glenn se levantó del tronco que había estado usando como silla, dando un par de pasos en la dirección opuesta en la que se encontraban y la espalda a Ren y a los Bakugan.

Sorprendentemente, el libro favorito de Jesse no se encontraba en su mano. Ambas extremidades se encontraban completamente libres de cualquier peso, por lo que tanto Ren como los Bakugan pudieron ver con claridad como los puños del artista se apretaban con fuerza.

–No solo la torturaron, Ren, la humillaron delante de todo el castillo –. Dijo Jesse con los dientes apretados.

–Lo sé, su castigo fue excesivo y lo lamento –. Dijo el peligris con pesar.

–Su castigo fue injusto –. Corrigió Jesse con más fuerza –. Lena me lo dijo todo cuando la tomaron bajo custodia, me habló de como Kazarina la culpó por la derrota contra el Dragonoid, de cómo Barodius no dudó en enviarla a esa celda hasta que llegara su castigo.

Ren no dijo nada esta vez. Le habría gustado, pero sentía que Jesse necesitaba desahogarse en confianza, sabiendo que ninguno de los presentes delataría sus palabras.

–Yo serví en el ejército antes de conocerte. Creo que ya se los había dicho antes, ¿no? –. Dijo el rubio aún dándoles la espalda.

–Lo hiciste.

–Mis padres murieron cuando era muy pequeño, así que crecí bajo la protección del ejército de Kharth, ahí aprendí la importancia del espionaje y desarrollé la capacidad de oír a los muros a mi alrededor –. Declaró el peleador con un gruñido tratando de acompañar sus palabras.

–¿A qué quieres llegar, Jesse? –. Cuestionó Linehalt curioso.

–Los escuché. Cuando volvimos del ataque, sabía que Kazarina y Stoica no estaban contentos con nuestro fracaso compartido. Así que los seguí al laboratorio, solo para descubrir cómo pensaban culparnos a nosotros de lo sucedido –. Explicó el peleador con desagrado –. Su forma de lavarse las manos y quedar bien delante del emperador.

Quiso sorprenderse, de verdad trató de hacerlo, de engañarse a sí mismo y fingir siquiera un poco de desconcierto. No tenía sentido hacerlo. Vivir en el castillo del emperador le había enseñado que, entre los soldados de Gundalia, no había tal cosa como la honestidad o la comprensión.

Stoica era una rata, lo tenía muy claro. Y Kazarina era la favorita del emperador, algunos incluso decían que eran amantes. Resultaba lógico pensar que ambos harían lo que fuera necesario con tal de mantenerse en la gracia de Barodius, incluso si eso significaba mentir y culpar a alguien más por sus errores.

–Eso no responde nuestra pregunta, Jesse. ¿Qué estaban pensando al venir aquí? –. Repitió Linehalt al peleador.

En respuesta, el rubio apretó los puños con más fuerza, pero sin devolverles la mirada. En lugar de eso, los ojos de Jesse se desviaron del campo de cenizas, dirigiéndose al cielo con un suspiro.

–Lena tampoco conoció a sus padres, fue rescatada por el ejército de Kharth a las afueras de la ciudad. Fue ahí donde nos conocimos –. Dijo el rubio mirando al cielo celeste de Neathia.

Eso desconcertó un poco a Ren, sabía que Jesse y Lena se conocían de antes de formar parte de su escuadrón, pero no esperaba que compartieran un vínculo tan cercano y desde hacía tanto tiempo.

–Ella siempre tuvo miedo de nuestros superiores, hombres duros y un poco crueles con los reclutas. Tenía pesadillas por las noches, y siempre me buscaba cuando eso sucedía. Solíamos escabullirnos para charlar en nuestros tiempos libres–. Recordó el peleador con un tono más apagado –. El único modo que encontré de calmar un poco sus temores fue escribiendo poemas que la hacían reír y pensar en cualquier otra cosa.

Una pequeña risa escapó de la boca del peleador, camuflada en la forma de un resoplido, pero Ren pudo identificar muy bien el gesto y la emoción que lo acompañaba.

Jesse se sentía nostálgico, y no pudo evitar sacar finalmente su confiable libro de poemas, dándole un vistazo fijo, pero sin leer realmente las palabras escritas en las hojas. Solo pasaba suavemente sus dedos filosos por las letras, sintiendo la suavidad de las páginas antes de pasar a la siguiente.

–Juré protegerla siempre desde entonces, de todo aquel que intentara dañarla. Y cuando encontramos a Zenet, huérfana después de que unos criminales destruyeran su hogar, esa promesa se extendió a ella también –. Comentó Jesse apretando los lados del libro con más fuerza y posando su puño tembloroso por encima de las páginas.

Sabía por donde iba el discurso de Jesse, podía imaginarlo con claridad y, honestamente, prefería no forzarlo a terminar.

A paso lento, Ren trató de acercarse con cuidado a su compañero de equipo, buscando darle un ligero apretón en el hombro en señal de apoyo, pero le resultó imposible. En un movimiento repentino, Jesse cerró su libro con fuerza, llamando la atención de todos los presentes, que solo pudieron ver en silencio como el puño del rubio se apretaba con más fuerza.

Si daba un vistazo más detallado, Ren incluso podría asegurar haber visto una gota de sangre cayendo en la portada del libro favorito de su camarada.

–Prometí protegerlas, pero bastó con que una demente como Kazarina abriera la boca para hacerme fallar –. Dijo Jesse, batallando con la impotencia que se hacía cada vez más visible en su voz –. Por eso vine aquí, porque espero que demostrar mi valía me dé la oportunidad de hablar con Barodius y abogar por Lena y Zenet. No espero que lo entiendan o que mientan diciendo que sí, solo les pido que no me detengan.

La voz de Jesse, normalmente llena de confianza y tono juguetón, se encontraba llena de pesar y súplica en esta ocasión. En cierto modo, era como si estuviera tratando de esconder una tristeza cada vez más palpable en su tono.

No podía decir que comprendía completamente a Jesse, porque no lo hacía. Pero podía ponerse en sus zapatos, tener un poco de empatía por su situación y ofrecerle algo más valioso que un hombro en el cual llorar.

–No lo entiendo, no del todo, Jesse. Por desgracia, Linehalt y yo no tenemos seres queridos a los cuales proteger, pero ustedes nos importan. Y es por eso que estamos aquí, pero no para pedirles que regresen con nosotros –. Dijo Ren acercándose a su camarada.

Al escuchar su respuesta, Jesse no tardó más de un segundo en darse la vuelta con impacto grabado en sus rasgos, tratando de identificar algún tipo de truco o mentira en el rostro de su líder.

No hubo nada de eso, Ren se aseguró de expresar con su mirada aquellas palabras que Jesse no creería.

–¿Por qué están aquí entonces? –. Cuestionó el rubio confundido.

–Cualquier miembro de las 12 Ordenes los castigaría severamente por irse del modo en que lo hicieron, pero tienen suerte de que haya alguien en Gundalia que valore la osadía –. Dijo Linehalt esta vez.

–Ahora somos nosotros los que no entendemos a qué quieren llegar –. Respondió Plitheon tan confundido como su compañero.

–El Príncipe Freidr los respeta por su valor y nos envió para hacerles una oferta –. Respondió Ren a la pregunta de su compañero de equipo.

–¿De qué se trata? –. Preguntó Jesse con más interés.

–Si le llevamos un trofeo de este planeta, nos tomará a todos bajo su protección. Nadie podrá hacernos daño nunca más.

No hubo respuesta alguna por parte de Jesse, Plitheon se sorprendió y comenzó a hacer miles de preguntas, cuestionando la veracidad de tales declaraciones.

Linehalt se tomó su tiempo para comenzar a responder las preguntas del Bakugan Ventus con tono serio, dejando claro que no mentían.

Pero Jesse optó por mantener su silencio, en una expresión tan fría y carente de emoción como una roca. Por un instante, el tiempo pareció detenerse en este momento, bajo la mirada inexpresiva de Jesse Glenn, que no pudo hacer nada más que darse la vuelta en un breve silencio una vez más.

–¿Y confían en la palabra de alguien como él? –. Cuestionó el rubio con tono serio.

–¿Qué quieres decir?

–¿En verdad confían en la palabra del hombre que ejecutó niños indefensos solo para torturar a un terrícola?

Esta vez, fue Ren quien se mantuvo en silencio. La ejecución de los prisioneros en el coliseo se había convertido en un hecho de conocimiento público debido a la gravedad de la batalla que había devastado la construcción de los antiguos reyes de Gundalia.

Por supuesto, comprendía bien las dudas de Jesse respecto al príncipe, él mismo las compartía. Sin embargo, también sabía que no estaban en posición de exigir a la persona que les extendiera la mano.

No, en su posición, lo único que podían hacer era callarse y aceptar lo poco que se les daba, porque solo podía imaginar la reacción del príncipe si cualquiera de ellos se atreviera a escupirle una oferta tan generosa.

Ya mucha tensión había generado el escape de los Peleadores Bakugan y varios humanos en Gundalia como para empezar con estas cosas. Tenían suerte de que el príncipe estuviera aparentemente tranquilo con los últimos acontecimientos dados en las celdas del castillo como para menospreciar su oferta en estos momentos y de esta forma.

–Un viejo dicho de la Tierra dice "es mejor diablo conocido, que santo por conocer" –. Comentó Jesse con un suspiro.

–¿Y qué pretendes hacer? ¿De verdad vas a rechazar un trato así del peleador más fuerte de todo el imperio? Jesse, tenemos la oportunidad de evitarnos más sufrimiento por las 12 Ordenes. Y sabes que el emperador está furioso desde el escape de los humanos. ¿De verdad crees que él es una alternativa preferible? –. Cuestionó Ren sin creer lo que su compañero decía.

No supo cómo o por qué, pero en algún momento, una serie de temblores se hicieron presentes en su voz, decorando sus palabras con la marca de una incomodidad y preocupación crecientes.

Del mismo modo, Ren tampoco se dio cuenta del momento en que sus manos y rodillas comenzaron a temblar ligeramente bajo el suave toque del viento de Neathia, o el instante en que Jesse se dio la vuelta, teniendo una visión clara de la imagen temblorosa que debía estar transmitiendo a sus camaradas.

–Ojalá tu príncipe no se entere –. Comentó Jesse desviando la mirada.

–¿De qué?

–De que Nick Takahashi no es el único que se muere de miedo.

Sus palabras cortaron a Ren como un cuchillo, uno muy afilado, que dejaba sangrando su orgullo y su dignidad.

Quiso responder, pero Jesse no le dio tiempo a nada cuando comenzó a caminar en la dirección opuesta, adentrándose en el campo de cenizas que la última gran invasión había provocado.

–¿¡Y cuál es tu plan entonces!? ¿¡Qué vas a hacer por tu cuenta!? –. Cuestionó Ren con fuerza.

–Seguir mi plan original, demostrar mi valía y tratar de ganarme el favor del emperador. Al menos, hasta que pueda garantizar la seguridad de las chicas –. Respondió Jesse sin tapujos.

–¿¡Y de verdad crees que puedes hacerlo así de fácil!? ¿¡Si quiera sabes cómo separar a los Peleadores Bakugan!?

Al escuchar tales cuestionamientos, Jesse finalmente se dio la vuelta, dedicándole una mirada fija mientras una de sus manos señalaba los árboles del otro lado del devastado campo de batalla.

–Antes del último ataque, había una pequeña capilla aquí, donde sacerdotes neathianos venían a rezarle a sus viejos dioses del bosque. Según inteligencia obtenida gracias al puesto de avanzada más cercano, un pequeño grupo de sacerdotes viene a rezar aquí de vez en cuando, en lo que construyen una nueva capilla en la ciudad –. Dijo el rubio señalando la dirección indicada.

–¿Y eso qué? ¿Pretendes usar a esos religiosos como rehenes para atraer a alguno de los Peleadores? –. Preguntó el peligris sin entender el plan del artista.

–Tal cosa no será necesaria, Ren. Mira de nuevo.

Desviando su mirada nuevamente hacia el punto de interés indicado, Ren pudo ver con claridad como una serie de siluetas se volvía más y más clara saliendo de entre los árboles, siluetas que se tradujeron en la forma de un grupo relativamente pequeño de neathianos saliendo a la luz, guiados por la figura de un hombre mucho más grande.

Los sujetos vestían con unas túnicas blancas que cubrían sus cuerpos, desde los hombros hasta los pies, con una serie de líneas verdes decorando los bordes de la tela. Del mismo modo, llevaban capuchas que hacían juego con sus atuendos, dando la imagen de figuras llamativas que se destacaban por encima de los civiles comunes.

Todos estos neathianos compartían el mismo tipo de atuendo, todos ellos, excepto por uno.

Ren aún no había tenido el infortunio de ver al hombre en persona, sus misiones en Neathia se habían mantenido en un número prácticamente nulo a comparación de las 12 Ordenes o sus propios compañeros de equipo. Pero, igualmente, había escuchado mucho de este sujeto, del hombre que se encontraba escoltando a este pequeño grupo de religiosos, el mismo que había logrado generar temor entre los hombres del castillo.

A varios metros de su posición, se encontraba el infame Ser Loren de Miriel, junto a su compañero, Hawktor Ventus.

Los más fuertes de Neathia.

–¿Este era tu plan, Jesse? ¿Desafiar a los más fuertes de este planeta? –. Cuestionó Ren con incredulidad y asombro.

–No, ese sujeto no debería estar aquí –. Respondió Jesse con un hilo de voz.

Los sacerdotes se asustaron visiblemente al notar su presencia, pues algunos no demoraron mucho en retroceder con miedo mientras los demás se escondían detrás del caballero.

Ser Loren era un hombre grande, más grande que cualquiera de ellos, y su armadura verde con plateado solo fortalecía la imponencia con la que ya contaba.

Tal como había esperado al verlo de lejos, Ser Loren no se asustó ni un poco al verlos. Todo lo contrario, les dirigió una mirada tan fría como el hielo antes de darse la vuelta para susurrar algo a los sacerdotes.

Una parte de Ren quiso huir al ver una pequeña oportunidad de escape, pero su lado más racional le advirtió que no podían hacer eso. Si volvían a Gundalia con las manos vacías, la oferta del príncipe se cancelaría, Jesse sería castigado de una forma peor que Lena y los demás seguirían corriendo el mismo o más peligro que antes.

–Nos habían dicho que la Princesa Fabia se encargaba de acompañar a los sacerdotes en estas excursiones. No entiendo qué rayos hace ese sujeto aquí –. Se quejó Plitheon con temor creciente.

–Ya no importa. Es él quien está aquí –. Respondió Linehalt con tono severo.

–¿Qué quieres decir con que no importa?

–Linehalt tiene razón, no sirve de nada quejarnos por lo que pudo ser. Ahora mismo, tenemos al más fuerte delante de nosotros y estoy seguro de que su Bakugan podría ser un excelente trofeo para todo el castillo –. Respaldó Ren a su compañero.

–¿¡Están locos!? ¡Esos sujetos derrotaron a Airzel y Mason en el último ataque, y al mismo tiempo! ¡No hay forma de que ganemos! –. Objetó el Bakugan Ventus.

–No seas cobarde, Plitheon –. Regañó Linehalt con dureza.

–¡Y tú no seas estúpido!

Ambos Bakugan comenzaron a discutir con más y más fuerza, insultándose mutuamente por la postura del otro. Pero Ren ya no pudo escucharlos, su visión se enfocó completamente en Jesse, el cual no despegaba la mirada de su enemigo.

El rubio aún le daba la espalda, por lo que Ren no podía decir con certeza que debía estar pasando por su mente. Trató de acercarse, hablar de forma más tranquila para preguntarle qué era lo que quería hacer debido a este imprevisto.

Pero no tuvo la oportunidad, Jesse retomó la palabra antes de que Ren pudiera depositar una mano en su hombro siquiera.

–Ellos tienen razón, Plitheon –. Declaró el peleador a su compañero –. Ya no importa. Debemos adaptarnos para ganar.

–¿¡Qué!? ¿¡Ahora tú también perdiste la cabeza!? –. Dijo el Bakugan incrédulo y alarmado.

–Si enfrentar al diablo es lo que se requiere para garantizar la seguridad de mis seres queridos, recorreré el infierno mil veces si es necesario –. Respondió Jesse recuperando su tono teatral.

–¡Esto es una locura, Jesse! ¡Y lo sabes muy bien!

–Tal vez lo sea, pero creo que vale la pena el intento –. Dijo el rubio dándose la vuelta.

En los ojos del peleador no parecía haber un rastro de miedo, no uno visible al menos. En lugar de eso, Ren solo pudo ver determinación y deseos de luchar, la fachada que Jesse mostraba al mundo como una muestra de su valor y disposición.

–Entiendo que no quieras librar esta batalla, Plitheon. Pero en verdad te necesito, las chicas nos necesitan –. Argumentó el peleador con tono más suave.

–¿Sí? ¿Y qué si no quiero seguir arriesgando mi vida por otros? Es lo único que he hecho desde que comenzamos a luchar juntos –. Reprochó el Bakugan Ventus.

–Estás en tu derecho, después de todo, no formamos equipo por un deseo genuino, sino por necesidad. Así que ahora te pido que te dejes llevar por esa necesidad una última vez –. Declaró el poeta extendiendo su mano –. Ayúdame a ganar esta batalla y yo haré todo lo posible para garantizar tu libertad, Plitheon.

El dragón verde dudó un momento, indeciso en su curso de acción. No sabía que debería hacer, no después de todo lo que había pasado y lo que podría pasar en el futuro, en especial después de esta batalla.

Fueron solo unos segundos, pero parecieron una eternidad, una que no finalizó hasta que Plitheon suspiró con desgano antes de sentarse en la mano de su peleador.

–Una última vez, Jesse. No voy a arriesgarme más por otros –. Dijo el Bakugan con firmeza.

–Una última vez –. Asintió el rubio en acuerdo.

–Nosotros también iremos –. Dijo Ren con determinación.

–¿Estás seguro? –. Cuestionó Jesse arqueando una ceja.

–Incluso si rechazas la oferta del príncipe, este sujeto es un desafío demasiado grande para ustedes dos solos. Nos van a necesitar –. Recordó Linehalt con tono severo.

Jesse no respondió al instante, pero quedó claro su acuerdo cuando asintió levemente con una sonrisa triste, como si le doliera aceptar la realidad.

Tan decididos como pudieron, los cuatro gundalianos comenzaron su avance hacia el ojo del huracán, mirando fijamente como los sacerdotes a espaldas del caballero se mantenían rezagados, escondidos detrás de los árboles; todo mientras sus protectores se abrían paso a través del campo de cenizas, alejándose lentamente a su ubicación.

Sorprendentemente, Ser Loren se veía incluso más grande de cerca. La armadura del caballero lo hacía verse más robusto y su capa ondeando por el viento a sus espaldas le daba un aire de majestuosidad que lo hacía verse como si fuera parte de la realeza.

–Están muy lejos de una posición segura, gundalianos. Así que asumo que no planean emboscarnos –. Comenzó el caballero.

–Temo que no, Ser. Ahora mismo, no es de nuestro interés atacar a nadie por sorpresa –. Respondió Jesse con tono cordial.

–¿Qué hacen aquí entonces? Se nota que nos estaban esperando. Dudo que estén aquí solo por coincidencia, así que será mejor que hablen –. Intervino Hawktor con fuerza.

–Solo buscamos una batalla digna de las más épicas canciones. Por suerte, hoy tenemos la fortuna de que las estrellas más brillantes de Neathia nos acompañen en el escenario –. Respondió el rubio una vez más.

La cara del peleador neathiano reveló su incredulidad, su escepticismo y confusión ante la respuesta que había recibido.

–¿Solo eso? ¿Quieren pelear? –. Cuestionó el hombre.

–Nada nos gustaría más –. Asintió Ren esta vez, apoyando a su compañero de equipo.

–¿Se aventuraron tan cerca del terreno enemigo, completamente solos, únicamente para luchar contra nosotros? –. Preguntó Hawktor.

–¿Qué se puede decir? Disfrutamos del emocionante arte del combate y no hay mejor artista en este planeta que ustedes, los más fuertes –. Respondió Jesse a la pregunta.

A pesar de verse superado en número, Ser Loren no parecía afectado realmente. Todo lo contrario, se veía sereno e imperturbable, como si tuviera presente desde el inicio el resultado de una batalla como la que proponían.

En cierto modo, su mirada parecía ser lo suficientemente fría como para congelar a cualquier oponente en su sitio.

–Llegan a nuestro planeta, invaden nuestras ciudades y campos, esclavizan a nuestro pueblo y secuestran muchachos inocentes de otros mundos. En lo que a nosotros respeta, no son más que una enfermedad, una que acaba de exponerse con tal de tener una batalla –. Repasó Ser Loren incrédulo.

–Están pisando hielo muy delgado. Tal vez se puedan arrepentir de esto –. Advirtió Hawktor con tono firme.

–No por esta batalla, no por su noble propósito –. Respondió Jesse mostrando a Plitheon entre sus dedos –. ¿Qué dice entonces, Ser? ¿Lucharemos o no?

Siguiendo las acciones de su compañero, Ren también se adelantó para mostrar a su Bakugan, tratando de dejar claro un poco de dominio en esta situación y la voluntad que los acompañaba en este encuentro.

Ser Loren, aún desconfiando de todo lo que oía, solo se tomó un momento para darse media vuelta y mirar a sus acompañantes.

–¡Sacerdotes, salgan de aquí y avísenle a la Reina Serena lo que está sucediendo! –. Ordenó el caballero con firmeza antes de devolver su atención a sus retadores –. ¡Nosotros atenderemos esta situación!

–¡Así se habla!

Hawktor se cerró en el hombro de su compañero, dándole a entender que estaba preparado para luchar en el momento en que el neathiano lo deseara.

Los religiosos del otro lado del campo también desaparecieron, perdiéndose entre los árboles y dejando a su mejor guerrero para resolver el problema.

–Quiero terminar con esto rápido. No me agrada la idea de dejar a esos monjes a solas –. Avisó Ser Loren mostrando a Hawktor entre sus dedos.

–No tiene que preocuparse por ellos, Ser. Le prometemos que no corren peligro alguno. Tiene nuestra palabra –. Prometió Jesse con su mano derecha arriba.

–Hablan como si eso significara algo.

La última respuesta escupida por el soldado molestó claramente a Jesse, pues éste mismo se permitió mostrar un ceño fruncido al tiempo que bufaba con irritación.

Se habían acabado las palabras, no tenía sentido decir otra cosa en vista de las circunstancias.

Lo único que permeó en la mente de todos los peleadores ubicados en este campo de blanca ceniza fue la idea de pelear.

Campo: Abierto.

–¡Carta portal lista! –. Comenzó Ren, lanzando la primera carta.

Una onda amatista bañó fugazmente el campo gris, que serviría como arena de combate, y dando pie para que los peleadores pudieran arrojar a las estrellas principales de este encuentro.

Ambos gundalianos tiraron al mismo tiempo, revelando a sus compañeros y dejando que éstos extendieran sus alas en un intento de intimidar a sus adversarios.

Sin embargo, hubo un cambio en esta ocasión, y es que el característico rugido de Plitheon no se escuchó por ningún lado, el Bakugan ni siquiera trató de emitir un sonido; no con su cabeza mirando directamente a los neathianos en el lado opuesto de la arena.

Estaba claro que Ren no era el único que tenía miedo en estos instantes.

Linehalt y Plitheon: 1800.

La presencia de Hawktor no se hizo esperar mucho tiempo, el Bakugan neathiano emergió de un poderoso tornado que anunció su presencia.

A simple vista, el Bakugan Ventus no parecía un sujeto tan intimidante como debería, era de complexión fornida, pero apenas del mismo tamaño que Linehalt. Sin embargo, lograba transmitir una gran confianza solo con estar parado delante de ellos, en completo silencio mientras mantenía sus brazos cruzados y su mirada inexpresiva.

Hawktor: 1300.

Ambos Bakugan gundalianos se lanzaron sobre su enemigo, levantando los puños y sus alas para atacar con todo lo que tuvieran. No podían subestimar a estos tipos, no a los guerreros que habían vencido a Airzel, a Mason y a varias unidades de ataque por su cuenta.

Linehalt fue el primero en llegar hasta Hawktor, atacando con un gancho derecho en un intento de aturdir al neathiano, pero que no lograría su propósito, pues éste último no tuvo problemas en mover ligeramente la cabeza para evadir el golpe.

Inmediatamente, Linehalt intentó mover su brazo lo suficiente como para tratar de azotar su codo contra la cabeza de Hawktor.

Por desgracia, su ataque sería repelido una vez más, y al Bakugan local no le costó mucho agacharse lo suficiente como para que la extremidad del Bakugan Darkus apenas rozara las plumas de su cabeza.

Frustrado, Linehalt arremetió con toda su velocidad y fuerza en una rápida sucesión de puños y patadas, todas ellas terminando en un choque igualado contra los brazos y piernas de Hawktor, que se movía con maestría entre la ola de ataques; obstaculizando el paso de los golpes con su propia defensa.

–¡Ataca, Plitheon! ¡Qué no respire! –. Ordenó Jesse a su Bakugan.

–¡Enseguida!

El Bakugan Ventus no tardó mucho más en unirse al choque de titanes, aventurando un puño cargado hacia la cabeza del neathiano, movimiento que sería fácilmente evadido por el mismo, mientras levantaba una pierna lo suficientemente alto como para bloquear una patada de Linehalt.

Con un rugido, Plitheon movió su brazo hacia la cara de su enemigo, pero éste no tardaría mucho en atrapar la extremidad del gundaliano con una de sus manos, mientras usaba la otra para detener un puñetazo del guerrero Darkus.

Agitando sus alas con fuerza, el Bakugan Ventus logró retroceder sin muchas complicaciones, desorientando a ambos gundalianos al no tener un punto de apoyo.

–¿Es todo lo que tienen? –. Preguntó Hawktor de pronto.

–¡No te burles de nosotros! –. Rugió Plitheon con fuerza antes de atacar nuevamente.

El enorme cuerpo del dragón Ventus se impuso por encima de la forma más pequeña de su adversario, listo para atacar con sus garras y colmillos en alto.

Sin embargo, a pesar de tener una visión clara del gran enemigo que se preparaba para embestirlo, Hawktor no se alteró en lo absoluto y se mantuvo sereno en su lugar antes de moverse hacia un lado con ligereza, dejando que el gran cuerpo de Plitheon se precipitara a sus espaldas.

El neathiano se movió con gracia hacia delante, quedando detrás de su oponente, espalda con espalda, y aún moviéndose con gracia a través del campo de batalla.

–La princesa nos habló un poco de ustedes –. Comentó Hawktor con tranquilidad.

Enfurecido, Plitheon trató de conectar un nuevo golpe a su enemigo, pero correría con la misma suerte después de que los brazos de Hawktor se aferraran al suyo antes de tirar con fuerza.

Al ver a su aliado en problemas, Linehalt no demoró mucho en abalanzarse nuevamente sobre Hawktor, embistiéndolo con un impulso de sus grandes alas tras pasar a un lado de Plitheon.

De pronto, Linehalt se encontraba levantando el cuerpo más delgado de su contrincante, preparándose para azotarlo en el piso y comenzar una veloz serie de ataques.

No obstante, Ren pudo comenzar a ver cómo esos planes eran frustrados en el momento en que una mano de Hawktor tiró de uno de los cuernos de Linehalt con fuerza, desorientando el curso de su compañero y exponiendo su cuello.

En una veloz sucesión de puños dirigidos a ese punto abierto, Hawktor logró detener el avance de Linehalt antes de clavarle una de sus rodillas en el estómago.

Linehalt emitió varios quejidos de dolor, expresando su sufrimiento entre cada golpe recibido antes de verse obligado a soltar a su objetivo, lo que le dio a este último la oportunidad de elevarse lo suficiente con el batir de sus alas como para envolver sus piernas alrededor de la cabeza del gundaliano, antes de tirar con fuerza gracias al impulso del resto de su cuerpo.

En una llave que Ren solo había visto a Nick y Shun practicar una vez, Hawktor había logrado derribar a Linehalt.

–¡Jesse, no te quedes ahí y danos algo que podamos usar! –. Exigió Plitheon a su compañero.

–Poder activado: ¡Come Vidas!

Elevándose por encima del campo de batalla, el dragón verde extendió sus alas tanto como pudo para liberar una serie de ataques de energía que se precipitaron hasta su enemigo, provenientes de todos los rincones visibles de su cuerpo.

Por un momento, Ren celebró por lo que debería ser un golpe directo. No había forma de que Hawktor saliera de ahí a tiempo, ya fuera por tierra o por aire. Por desgracia, tal pensamiento no resultó en nada más que una subestimación a las capacidades de los más fuertes.

–Poder activado: Ciclón de Viento –. Respondió el caballero neathiano con estoicismo.

En lo que pareció un simple parpadeo, Hawktor Ventus se vio envuelto en un capullo de viento, uno con el que salió disparado de su lugar hacia un costado del campo, lo que dejó a Linehalt completamente expuesto al ataque que originalmente iba destinado a su enemigo.

–¡Cúbrete, Linehalt! –. Ordenó Ren rápidamente.

Su compañero hizo caso a su indicación y no demoró en cubrirse con sus alas y brazos del ataque de Plitheon, pero eso no serviría para aplacar completamente la dureza de tal ataque, que lo bañó en una nube de humo y polvo de la que solo salieron los quejidos de dolor del Bakugan Darkus.

–¡Linehalt! ¿¡Puedes oírme!? –. Preguntó Plitheon cesando su ataque al ver lo que había hecho sin querer.

Grave error. Fue solo un momento, pero eso bastó para que un veloz tornado que volaba por los aires de la arena se precipitara hacia Plitheon, aprovechando su descuido para embestirlo con la fuerza de un toro, enviándolo al suelo en un parpadeo.

Linehalt y Plitheon: 1400. Hawktor: 1500.

–Ella nos habló de cómo la vencieron en la Tierra, tanto a ella como a Neo –. Continuó Hawktor con tono seco.

–¡Cierra la boca! –. Respondió Plitheon con un rugido.

–Poder activado: ¡Terror Volador!

En un movimiento veloz y agresivo, una serie de rayos de energía salieron disparadas de las alas de Plitheon al mismo tiempo que una sucesión de disparos las seguían desde su hocico.

En respuesta, Hawktor solo volvió a cubrir su cuerpo con la forma del capullo de viento, antes de crear dos más a sus lados y comenzar a volar alrededor del campo de batalla, evadiendo con una maestría que Ren no había visto nunca antes en un oponente.

Este no podía ser un Bakugan normal, Ingram y Neo habían sido rápidos en la Tierra, pero ni siquiera ellos habían logrado evadir los ataques de Plitheon de esta manera.

Hawktor no podía ser un neathiano común y ya, debía tener algo que lo pusiera por encima del resto.

Eran tantas preguntas, todas ellas nacidas en un momento de tensión al máximo, pero ninguna pudo obtener una respuesta, no cuando uno de los tornados de viento logró acercarse lo suficiente a Plitheon como para embestirlo una vez más y llegando al lado opuesto de la arena por la velocidad con la que se había desplazado hacia su enemigo; para posteriormente revelar la forma de Hawktor Ventus aferrándose al suelo y tomando impulso para atacar.

–¡Plitheon, sal de ahí ahora! –. Advirtió Ren al Bakugan.

Por desgracia, sus palabras cayeron en oídos sordos y el dragón gundaliano no pudo hacer nada más que ver adolorido como su enemigo se precipitaba hacia él nuevamente, con un puño a la altura del hombro.

–Ella dijo que ustedes eran fuertes –. Continuó Hawktor a unos centímetros de su adversario.

De pronto, libres de la ola de ataques que había creado el Bakugan gundaliano con su último poder, todos los capullos de viento de Hawktor cambiaron su dirección repentinamente, volando hacia su amo e impactando en la espalda de Plitheon; lo que empujó a este último hacia su contrincante con el estómago y el pecho desprotegidos.

Se dio en un único instante, un suave y tímido suspiro que se tradujo en la imagen de Hawktor Ventus enterrando su puño en el estómago de Plitheon, callando cualquier sonido que éste pudiera emitir y obligándolo a soltar hilos enteros de saliva.

–Parece que se equivocó.

Linehalt y Plitheon: 1200.

Siguiendo con la ola de ataques imparables, Hawktor se elevó con un salto, uno que le dio la oportunidad de azotar su rodilla en la mandíbula inferior del Bakugan gundaliano, cerrándole la boca y seguramente obligándolo a tragar toda la saliva que aún quería salir de entre sus colmillos.

Acto seguido, Hawktor conectó una patada en el pecho del dragón Ventus, alejándolo varios metros antes de que éste cayera al suelo con gemido de dolor.

–¡Ren, dame algo con lo que pueda pelear! –. Llamó Linehalt a su compañero.

Levantándose como mejor pudo, el Bakugan Darkus logró emerger del humo, cubierto de rasguños y quemaduras, pero listo para retomar el combate.

Rápidamente, Ren levantó una de sus propias cartas poder, esperando ayudar a su compañero a imponerse sobre su enemigo.

–Poder activado: ¡Sable Oscuro!

Linehalt y Plitheon: 1400.

Invocando sus espadas compuestas únicamente por energía oscura, Linehalt arremetió contra su oponente una vez más, usando sus armas para mejorar la potencia de sus ataques.

–¡Qué no te alcance, Hawktor! –. Llamó Ser Loren a su compañero.

Retrocediendo con el azote de sus alas, el Bakugan neathiano logró evadir el primer ataque de Linehalt, pero éste último no dudaría en seguirlo al ver que ahora parecía tener una ventaja fiable sobre Hawktor.

Una veloz sucesión de ataques cayó sobre el neathiano, el cual se vio obligado a desplazarse de forma más extrema para evadir los sables de su enemigo, moviéndose por todo el campo de batalla estando de espaldas.

De pronto, en un movimiento repentino, el Bakugan neathiano logró atrapar los brazos de su oponente, evitando que sus armas se acercaran más a él; pero dándole a Linehalt la oportunidad que necesitaba para conectar una patada frontal en el estómago de Hawktor.

–¡Acaba con él, Linehalt! –. Ordenó Ren a su compañero.

El cuerpo del Bakugan fue enviado varios metros hacia atrás, siendo seguido rápidamente por Linehalt, el cual sostenía sus sables de tal forma que el filo de ambas armas apuntaba directamente al pecho del guerrero local.

–Poder de fusión activado: ¡Lluvia Huracanada! –. Respondió Ser Loren rápidamente.

Una poderosa corriente se formó sobre el cuerpo del Bakugan Ventus, agitando los alrededores y levantando una nube de cenizas y polvo que nubló la visión de Linehalt, lo que le impidió ver cómo su enemigo se movía rápidamente de su sitio y se desplazaba hasta quedar detrás de él.

Cubierto por una nube que obstaculizaba su correcta visión, Linehalt no pudo hacer nada más que gruñir cuando un poderoso golpe sorpresa dio de lleno en un costado de su cabeza, enviando su cuerpo al suelo, cubriéndolo de cenizas y polvo antes de ser arrastrado por la misma mano que había golpeado su mejilla cubierta.

–¡Linehalt!

Sosteniendo con fuerza el casco que cubría la cabeza de su oponente, Hawktor lo arrastró por el suelo antes de arrojarlo con fuerza sobre Plitheon, el cual apenas parecía capaz de recomponerse para continuar con el combate.

Como pudo, el dragón gundaliano trató de atrapar el cuerpo de su compañero de batalla con el mayor cuidado posible para no lastimarse. Por suerte, no cayó al suelo como Ren había temido al inicio, pero igualmente rugió adolorido por el gran peso que se había visto obligado a cargar.

Ambos Bakugan se encontraban heridos, les resultaba cada vez más difícil mantener el ritmo de esta batalla contra un oponente que no parecía afectado en lo absoluto. Hawktor debía saberlo, debía tenerlo claro al ver la facilidad con la que los estaba sometiendo, pero no pareció importarle.

De pronto, simulando un puño a la altura de su hombro, el Bakugan neathiano estiró su brazo con fuerza hacia sus oponentes, dejando salir lo que pareció ser una intensa corriente de aire que partió la distancia entre los colosos y chocó de lleno en el estómago de Linehalt; en el cual se marcó una pequeña hendidura con fuerza, como si hubiera recibido un golpe en lugar de un poco de aire.

–¡Linehalt! ¿¡Qué sucedió!? –. Preguntó Ren a su compañero preocupado.

–Manipula la presión del viento, la usa como un arma a distancia –. Explicó Jesse por el Bakugan adolorido.

–¿¡Cómo es eso posible!? –. Preguntó Plitheon alarmado.

–No lo sé, había escuchado de Bakugan capaces de hacer eso, pero creí que eran solo un mito. Se debe tener una gran maestría manejando el viento para lograrlo –. Respondió el rubio con frustración.

Hawktor: 2000.

Al ver a sus oponentes tan cerca el uno del otro, Ser Loren pareció incapaz de dejar perder la oportunidad de terminar con esta ronda de una vez por todas, por lo que no tardó mucho en enseñar una nueva carta entre sus dedos cubiertos.

–¡Acabemos de una vez, Hawktor! –. Dijo el caballero con el resplandor esmeralda en su mano.

–¡Cuando quieras, Loren!

–Poder activado: ¡Cola de Cometa!

Envuelto en sus grandes alas, Hawktor emitió un sonido similar a lo que debió ser un graznido antes de elevarse al nivel de las nubes de las nubes.

Reconocía ese poder, lo había visto en el clon digital de Hawktor en la Tierra y sabía lo devastador que podía ser si no lo detenían a tiempo, pero tampoco había forma de esquivarlo, no con el Bakugan verdadero como el atacante.

No, si querían evitar el siguiente ataque, tenían que detenerlo ellos mismos.

–¡Linehalt, Plitheon, prepárense para atacar! –. Ordenó Ren de pronto.

–¿Qué dices? –. Preguntó el Bakugan Ventus confundido.

–Lo que oyeron. Tenemos que parar a ese sujeto antes de que toque el suelo.

Ambos gundalianos levantaron sus propias cartas poder al mismo tiempo, dejando que las luces esmeralda y amatista brillaran al mismo tiempo, anunciando el inminente choque de poderes que decidiría el resultado de esta primera ronda.

–Poder activado: ¡Jabalina Oscura!

–Poder activado: ¡Destructor Volador!

Invocando su siguiente arma de energía, Linehalt no perdió el tiempo con demostraciones de habilidad, optando por elevar la punta del objeto hacia los cielos, justo hacia donde un cometa esmeralda descendía con furiosas corrientes de viento.

Un poderoso rayo salió disparado del filo de la jabalina, pintando el gris y el verde de este bosque demacrado con un intenso color morado que se elevó con la fuerza de un cohete hacia el cielo.

Seguido de esto, el hocico de Plitheon brilló con un destello verde vivo, enmarcado por la forma de un par de escudos de energía Ventus sobre el cuerpo del Bakugan.

Fue con un atronador rugido, mezclado con un intenso grito de batalla, que el poderoso rayo salió disparado de entre los colmillos de Plitheon para que todo el mundo exterior lo viera, incrementando su tamaño y su fuerza al atravesar cada uno de los escudos creados por su maestro y fusionándose con el rayo del mismo Linehalt en un súper ataque que hizo temblar la tierra.

–¡Acábenlo! –. Exclamaron ambos peleadores al mismo tiempo.

La tierra a los pies de sus compañeros se agrietó, víctima de la fuerza con la que ambos aseguraron sus posiciones al ver como su enemigo descendía con la furia de un meteorito hacia la tierra.

–¡Estamos ante los sujetos que hicieron llorar a la princesa, Hawktor! ¡No tengas piedad! –. Rugió Ser Loren con aún más fuerza que los gundalianos.

Múltiples gritos y rugidos de batalla se escucharon en la arena, agitando la tierra, los árboles y las cenizas que conformaban la arena de combate, todos ellos presas del gran choque de poderes que cegó la vista de todos los presentes en un espectáculo de verde y morado, de plumas y escamas, de viento y oscuridad.

–Carta portal abierta: ¡Reactor Darkus! –. Gritó Ren con fuerza.

Las grietas en el suelo se desvanecieron, cubiertas por el intenso resplandor amatista que cubrió el suelo, potenciando a Linehalt y dándole la fuerza suficiente para elevarse por encima de su posición, viéndose más grande y poderoso con su ataque saliendo aún del arma en sus manos.

Linehalt y Plitheon empujaron con todas sus fuerzas, depositando hasta el último grano de su fuerza en su ataque combinado, aquel que pintó los campos con un estandarte gundaliano, uno que representaba el poder de dos peleadores tan desesperados como dispuestos a ganar.

Todo esto con un propósito: supervivencia, para ellos y las pocas personas que les importaban.

Estando desde la perspectiva que ofrecía este intento de tierra firme, Hawktor se veía pequeño, invisible ante la grandeza del ataque que enfrentaba. Incluso el Bakugan más fuerte de Neathia parecía palidecer ante el poderío de un ataque en conjunto de Plitheon y Linehalt, perdiéndose de toda vista posible y quedando como nada más que un parásito en este campo amatista y esmeralda en el que crecía la esperanza de una victoria.

Por desgracia, fueron los números los que impidieron que tales cultivos pudieran asomarse a sus ojos.

Linehalt y Plitheon: 2300. Hawktor: 2400.

Con un intenso grito de batalla, Hawktor Ventus extendió sus alas tanto como pudo, liberando una onda de energía Ventus tan poderosa, que partió el ataque de sus adversarios como si no fuera más que una molesta corriente de aire, dándole vía libre para alcanzar a sus verdaderos objetivos.

De algún modo, con lo que no debió ser nada más que una pequeña muestra de poder para el neathiano, el ataque en conjunto que sus compañeros habían creado con toda su fuerza se desvaneció, perdiéndose en el aire mientras un cometa furioso retomaba su camino directo al suelo, directo a los Bakugan que habían tenido el atrevimiento de subestimar su título.

Intensos gritos de dolor se escucharon en el campo, acompañando la imagen de dos grandes guerreros de Gundalia siendo aplastados por la figura del más fuerte, que colisionó sus puños en los estómagos de ambos invasores, callando cualquier sonido que éstos pudieran emitir antes de azotarlos contra el suelo sin misericordia.

Una nueva nube de cenizas claras cubrió la arena de combate, bañando el entorno con sus colores opacos y siendo un breve destello de verde y morado la primera señal que tuvieron de la cruda realidad, del resultado de la primera ronda.

–Indicador de vida de Ren: 30%.

–Indicador de vida de Jesse: 20%.

Vencidos, los dos Bakugan gundalianos cayeron a los pies de sus compañeros, anunciando formalmente la culminación del primer asalto.

Impotente y frustrado ante lo que sus ojos habían visto, ante tal demostración de poder, Jesse cayó de rodillas al suelo, con las manos a los lados de su compañero.

–No, no, no. Esto no puede ser –. Murmuró el rubio apretando la tierra bajo sus manos.

–Jesse, de pie. Sabes que esto aún no termina –. Dijo Ren a su compañero de equipo.

–¿Y cómo se supone que vamos a ganar? ¿Acaso no viste cómo ese sujeto barrió el suelo con nosotros? –. Objetó Plitheon.

–Eso no fue nada, aún no usamos todos nuestros trucos. Todavía nos quedan los armamentos –. Recordó Linehalt al Bakugan Ventus.

–¿Y crees que eso sirva de algo?

–Si lo atacamos a distancia y con todo nuestro poder de fuego, podría funcionar –. Respaldó Ren a su compañero –. Puede que controle la presión del aire, pero eso jamás será tan efectivo como un láser a su máxima capacidad.

Por un momento, la mirada de Ren se desvió nuevamente hacia el lugar en el que se encontraban sus enemigos.

Aún podían ganar. Tal vez, en combate cercano jamás tendrían una verdadera oportunidad de vencer, pero sus armas podrían hacer la diferencia.

–Vamos, Jesse. Aún podemos lograrlo –. Animó Ren a su compañero de equipo.

El rubio no respondió al instante, solo pudo mantener sus dientes apretados con frustración mientras miraba directamente a su contrincante, que no podría verse más tranquilo e imperturbable por esta batalla.

Resultaba molesto, Ren mismo lo reconocía. Habían pasado por tantas cosas y enfrentado a tantos enemigos en la Tierra como para que ahora tuvieran que encontrarse con un enemigo aparentemente invencible.

–¿De verdad crees que aún tenemos oportunidad? –. Preguntó Jesse de pronto.

–Estoy seguro, tenemos que tratar. Aún no es tarde para salvar a las chicas –. Respondió el peligris con convicción.

Asintiendo con un suspiro, Jesse se levantó nuevamente, optando por callar las voces del pesimismo para retomar la batalla tomando a Plitheon una vez más antes de levantarse.

Una vez más, ambos gundalianos se pararon uno al lado del otro, mostrando a sus compañeros en sus manos y mirando de forma fulminante al neathiano del otro lado del campo.

–¡Esta vez, iremos con todo! ¡Así que lance, Ser Loren! –. Declaró Ren con fuerza.

El caballero no respondió a sus palabras, ni siquiera cambió su expresión llena de estoicismo antes de mirar a su propio compañero y asentir en un acuerdo silencioso.

De pronto, en un gesto sinceramente intimidante, los ojos carmesíes de Hawktor brillaron con intensidad antes de esconderse tras su forma de esfera.

Lleno de determinación, el neathiano tomó a su compañero en su mano, envolviéndolo en su puño antes de tirarlo al campo de batalla nuevamente, ignorando por completo el hecho de no haber lanzado antes una carta portal.

Estando una vez más en el suelo cubierto de cenizas, Hawktor se abrió nuevamente, revelando sus ojos brillantes y una intensa aura de energía verde emanando de su cuerpo.

Sin embargo, eso no fue todo, pues en lo que solo podría describirse como una demostración de poder absoluto, el suelo debajo del Bakugan neathiano tembló con fuerza, estremeciéndose al compás de una brillante luz esmeralda que cubrió el suelo de la arena; antes de dar paso a la forma gigante del más fuerte.

Hawktor: 1300.

–¿¡Por qué no lanzó una carta portal!? ¿¡De verdad piensan que somos tan fáciles de vencer!? –. Escupió Linehalt indignado.

–¿Quién dice que no lo hicimos? –. Respondió el caballero neathiano con indiferencia.

–¿Qué significa eso? –. Preguntó Ren confundido.

–Aún tenemos muchos trucos bajo la manga, gundalianos. Si demuestran estar a la altura de la batalla, les mostraremos un poco de nuestro verdadero poder –. Respondió Hawktor por su compañero.

–¿¡Se están burlando de nosotros!? –. Exclamó Plitheon ofendido.

–Demuestren lo que valen y nosotros les mostraremos un poder que ni siquiera sus amos han visto. ¿Les parece bien? –. Ofreció Ser Loren con tono calmo.

Ambos neathianos se veían tan tranquilos, tan seguros de su victoria, que ni siquiera parecían tomárselos en serio como contrincantes.

Tenían que estar jugando, realizando una broma cruel para asustarlos y motivarlos a rendirse.

–Esto no cambia nada. Seguiremos adelante –. Declaró el peligris a su camarada –. ¿Listo, Jesse?

–Tan solo está comenzando el segundo acto de la obra, Ren.

Linehalt y Plitheon salieron disparados de sus manos, cayendo justo enfrente de Hawktor y asumiendo sus formas verdaderas entre rugidos y gritos de batalla.

Sin embargo, no fueron solos en esta ocasión. En cuanto los titanes salieron de los cascarones que los retenían, Ren y Jesse invocaron sus armamentos tan rápido como les fue posible, arrojándolos hacia sus compañeros y dándoles un incremento mayor en sus niveles de poder.

Linehalt y Plitheon: 2100.

–¡Fuego! –. Ordenaron ambos peleadores al unísono.

Una ráfaga de fuego verde y morado pintó los cielos celestes de Neathia, cientos de ataques dirigidos al Bakugan que jugaba de local en este terreno y que volvió a moverse con agilidad por los aires, evadiendo con dificultad la ola de ataques que caían sobre él.

–¡Loren! –. Llamó Hawktor a su compañero.

En respuesta a las palabras de su Bakugan, Ser Loren no demoró mucho tiempo en enseñar dos cartas poder entre sus dedos, dejando que su resplandor cubriera su mano casi por completo.

–Doble poder de fusión activado: ¡Lluvia Huracanada + Ciclón de Viento!

De pronto, posando sus grandes alas por encima de su cuerpo, el Bakugan neathiano comenzó a girar a gran velocidad sobre su propio eje.

En menos de lo que habría durado un jadeo sorprendido de cualquiera de los gundalianos, poderosas ráfagas de viento volaron por la arena hasta llegar a Hawktor, girando junto a él hasta crear un monstruoso tornado que levantó la ceniza del suelo, absorbiendo también todos los ataques del Boomix y el Vilantor.

Hawktor: 2200.

–¿¡Qué es esa cosa!? ¿¡Cómo es posible que provenga de él!? –. Exclamó Plitheon alarmado.

–¡No importa, solo hay que atacarlo con todo lo que tengamos! –. Respondió Linehalt con frustración.

–Poder de armamento activado: ¡Boomix Cerrado!

–Poder de armamento activado: ¡Vilantor Nirvana!

Una vez más, ambos Bakugan acercaron sus armas con la intención de replicar el súper ataque de la última vez. Lo lograron, el Vilantor en la espalda de Plitheon comenzó a girar y girar a hasta dar con la forma de la hélice de un helicóptero, con las puntas brillando en una intensa tonalidad de verde y concentrando un ataque que salió del armamento en la forma de un gran rayo.

Del mismo modo, el Boomix cargó su propio ataque por unos segundos antes de liberarlo de su boquilla en la forma de un rayo color amatista que se mezcló con el Vilantor Nirvana, dando con la forma de un único ataque de ambos colores yendo hacia la punta del tornado que tenían enfrente.

En otras circunstancias, Ren habría preferido concentrar su fuego desde las alturas, introducir los rayos por el ojo del huracán para golpear directamente al creador de tal fenómeno, pero ahora resultaba imposible. No tenía sentido hacer tal cosa frente a un huracán que parecía ser más alto que las nubes.

En lugar de eso, todo el fuego se concentró en un solo punto, en la silueta diluida de Hawktor Ventus en el interior del tornado, con el propósito de derribarlo de forma rápida y certera.

Por desgracia, sus intentos fueron frustrados cuando el rayo impactó brevemente en el muro de viento que protegía a su maestro antes de disiparse una vez más, dejando como prueba de su existencia nada más que residuos de energía perdiéndose en el viento del huracán.

–¿¡Qué acaba de pasar!? –. Rugió Linehalt molesto.

–El tornado de Hawktor se crea en base a poderes de fusión. Solo un poder semejante o mayor al suyo puede atravesar el muro de viento que se crea a su alrededor –. Explicó Ser Loren antes de continuar –. Poder que ninguno de ustedes parece tener. ¡Hawktor!

–Parece que no podrán observar nuestro verdadero poder.

–Poder de fusión activado: ¡Devastador Ventus!

Hawktor: 2700.

Juntando los brazos y las alas sobre su cuerpo, el guerrero neathiano pareció concentrar todo el poder acumulado en su cuerpo, preparándose para liberarlo en cualquier momento.

Alarmados, Linehalt y Plitheon retomaron su implacable ola de ataques sobre el tornado que tenían delante, tratando desesperadamente de frustrar lo que sea que Hawktor intentara hacer.

No tuvieron éxito y su fracaso se vio representado en el momento en que el neathiano abrió sus alas y brazos con fuerza, liberando un atronador grito de batalla y provocando que todo el viento a su alrededor se dispersara como la explosión de una bomba atómica. Todo esto, al mismo tiempo que una cúpula de energía pura estallaba alrededor del Bakugan Ventus.

Impotentes ante la fuerza que enfrentaban, Linehalt y Plitheon no pudieron hacer nada más que ser consumidos por los poderes de su adversario, perdiéndose sus gritos y llamados entre el rugido de una poderosa explosión y el canto violento de un huracán, expandiendo su radio de alcance de forma agresiva.

Odiaba aceptarlo, odiaba profundamente tener que afrontar esta oscura y triste verdad, pero no tenía sentido intentarlo si quiera.

Habían perdido.

Habían dado todo de sí en esta batalla, pero no había servido de nada. A pesar de la ayuda, a pesar de las armas y de la herencia de Linehalt, habían perdido. Y si no salían de aquí cuánto antes, arriesgaban a sus compañeros a algo más peligroso que cualquier Bakugan de las 12 Ordenes.

Ahora entendía por qué los soldados en el castillo veían a Ser Loren de Miriel y a Hawktor Ventus como personajes de pesadilla. No podían ser vencidos, no por cualquier Bakugan, se necesitaba de un poder extraordinario para lograrlo y ninguno de ellos lo tenía.

Sin más remedio, Ren solo pudo acercarse a Jesse y tirar de su brazo para llevarlo de regreso al bosque, al único medio de escape que tenían a la mano. Tenían que irse, antes de que algo malo les pasara.

Jesse, sorprendentemente, no opuso resistencia. El gundaliano amante de las artes no perdía esa mirada de asombro absoluto que decoraba sus facciones, manteniendo su boca y ojos tan abiertos como platos.

–¡VAMOS, TENEMOS QUE SALIR DE AQUÍ!

No había forma de parar tal monstruosidad, no para ellos.

En el abrazo de tan poderoso e intenso ataque, en el eterno y devastador valle de verde, dos siluetas se deformaron y perdieron en el aire, encogiéndose y cayendo de regreso al suelo; donde dos peleadores vencidos se vieron obligados a huir con temor.

Habían cometido un error al desafiar a estos neathianos solos, y ahora pagaban el precio de su osadía, aventurándose con miedo entre los árboles de los bosques que ellos mismos habían invadido, pensando en como este no era más que el inicio de su castigo por fallar.

Indicador de vida de Ren: 0%.

Indicador de vida de Jesse: 0%.

Batalla terminada por rendición de los retadores.


Gundalia, Castillo Real

3 horas después

Vencidos en combate, por mano de un único enemigo, ambos peleadores habían vuelto a Gundalia, esperando un poco de piedad para enfrentar el castigo que vendría por sus acciones llenas de insubordinación.

La sala del torno era un espacio amplio, Ren lo conocía bien sin siquiera estar ahí. El lugar se encontraba rodeado por grandes muros que se elevaban varios metros del suelo y contaban con diferentes puntas y pilares delgados, todo esto de un profundo color negro carbón, decorado con una serie de piedras verdes incrustadas en formaciones verticales que llegaban hasta el techo.

La puerta de ingreso se ubicaba en el lado opuesto de la habitación al del trono, al cual precedían tres series de escaleras blancas, cada una más delgada que la anterior. La silla del emperador era un objeto elegante y llamativo, con dos filosos picos sobre el espaldar y unos reposabrazos gruesos, lo suficientemente grandes como para que las manos del monarca no pudieran cubrir su filo por completo. En la parte inferior, un pequeño pilar mantenía el trono estable en el suelo, ofreciéndole la oportunidad de girar el asiento en un radio de 360°, lo que también le permitía girar a las pantallas holográficas posicionadas tras el espaldar.

Una vez llegados a su destino, atravesarían el umbral siendo custodiados por varios hombres, los cuales mantenían sus lanzas arriba en un intento de evitar cualquier posible intento de escape que Ren o Jesse pensaran en ejecutar. No se encontraban solos, después del escape de los humanos, nadie asignaría la escolta de prisioneros a unos guardias sin un líder.

No, frente a ellos tenía que estar Stoica, deleitándose con su caída ante la élite de Neathia.

–¿Qué pasó, Ren? ¿Acaso te cansaste de vivir bien? Me esperaba esto de Jesse, pero no de ti –. Murmuró el pelinaranja antes de entrar a la sala del trono.

Ren no emitió respuesta, ni Jesse a su lado tampoco. Ambos peleadores optaron por mantenerse en silencio, evitando dignificar las palabras del peleador con una respuesta que solo podría darle placer al ver su situación.

–¿Qué sucede, Ren? ¿Los neathianos te comieron la lengua? –. Siguió burlándose el soldado.

Pudo sentir a Linehalt agitarse un poco en uno de los bolsillos de su camisa, queriendo salir a defenderlo. Por suerte, el Bakugan pareció apelar a la razón, y se mantuvo estático en su sitio después de unos segundos.

–Tendrán que decirme que los impulsó a viajar a Neathia por su cuenta en primer lugar. Quizá después del castigo que ambos tendrán que sufrir por su estupidez –. Dijo el pelinaranja ante su silencio.

–Un buen artista no necesita explicar sus motivos para participar en una buena obra –. Respondió Jesse mordaz de pronto.

–¿Por qué no te callas? Fue tu estupidez lo que nos metió en este lío –. Respondió Plitheon con malestar.

Los ojos púrpuras del peleador se abrieron como platos por unos breves instantes, delatando el estupor del rubio al ver a su compañero actuando de forma hostil hacia él.

Ren tuvo una reacción similar, pero logró esconderlo con éxito. Sabía que Plitheon no era un Bakugan completamente afín a su peleador, pero nunca lo había escuchado hablarle con ese tono.

–Vaya, parece que ni tu propio compañero te tolera ahora, Jesse –. Se burló Stoica antes de que las puertas se abrieran.

Tal como había visualizado, la sala del trono se erigió ante ellos con cada uno de sus elementos puestos en el lugar que Ren ya conocía.

Sin embargo, había un pequeño cambio con el que Ren no contaba y es que el trono no los estaba mirando, el emperador no se encontraba listo para emitir su sentencia, mirándolos desde su puesto con sus ojos penetrantes en la puerta; esperando el momento en que atravesaran la puerta al infierno para encarar al diablo.

No, el trono les daba la espalda, mirando únicamente las múltiples pantallas que normalmente se encontraban detrás de su grandeza. Múltiples imágenes y mapas se proyectaban delante del asiento, todas ellas relacionadas con Neathia, algunas eran fotos y vídeos de los campos del planeta y sus grandes ciudades, otras mostraban soldados y los Bakugan que los acompañaban al campo de batalla.

Sin embargo, había una que destacaba por encima de todas las demás imágenes y era una de Hawktor Ventus, imponiéndose sobre Linehalt y Plitheon con su gran poder representado en la forma de un huracán verdoso.

Ren pudo ver como Stoica se encontraba tentado a decir algo, comentar una broma que fuera acorde a lo que el emperador veía, pero optó por mantener el silencio sabiamente, antes de arrodillarse delante de los hombres. Y cómo no podía ser de otro modo, previo a que los guardias imitaran el accionar de su líder, Ren pudo sentir como una patada en la parte posterior de la rodilla lo obligaba a inclinarse junto a Jesse.

–Emperador, tal como lo ordenó, trajimos a Ren Krawler y a Jesse Glenn ante usted –. Comenzó el pelinaranja con un tono sorprendentemente educado –. Tal como informamos antes, Glenn fue uno de los responsables de la derrota sufrida a manos de Dan Kuso y la Princesa Fabia en el último ataque. Ahora, huyó por su cuenta a Neathia en un desesperado intento por reivindicarse ante sus ojos.

Como no podía ser de otro modo, las palabras del enano salieron con un deleite y una burla que nadie más que alguien como él podría sentir en un momento como este. Aunque la cabeza del infeliz se encontraba gacha, Ren podía sentir su enorme sonrisa de oreja a oreja, eufórico al ver que sus artimañas habían dado resultados mejores a los ya esperados.

–Sugiero que se le castigue de la misma forma que Lena Isis antes de ser entregado a Kazarina. En cuanto a Ren Krawler, actuó imprudentemente y se unió a una búsqueda que desafiaba su voluntad de permanecer en el castillo hasta nuevo aviso, por lo que sugiero una tortura ejemplar para asegurarnos de que nunca vuelva a cometer una falta –. Concluyó Stoica manteniendo el mismo tono de antes.

Impotente y molesto, Ren agachó la cabeza al mismo tiempo que apretaba los dientes, molesto y asustado por lo que vendría a continuación.

Se sentía pequeño, más pequeño de lo usual para alguien en su posición. Se sentía débil y vulnerable, incapaz de hacer algo más que arrodillarse y esperar que Barodius emitiera un juicio.

Sin embargo, a pesar de la naturaleza de sus circunstancias, había algo que lo asustaba más que su propio castigo y era el destino de Jesse. Nadie sabía lo que había sido de Sid tras perder el Elemento, y sabía que Jesse se encontraba caminando en hielo delgado por perder el IB contra Nick Takahashi y la Princesa Fabia. Ahora, el rubio había tocado fondo y las chicas ya no tendrían a su protector y amigo más cercano.

Antes, cuando el equipo estaba completo, Ren, Sid y Mason habían decidido hacer lo que fuera necesario para mantener la cabeza sobre sus hombros. Pero Jesse no, el segundo peleador más fuerte del grupo siempre había antepuesto la seguridad de las chicas por encima de todo, pero eso se había terminado.

Lo que fuera que le ocurriera a Jesse solo podría describirse como un castigo fatal, uno que terminaría con la vida tal como el peleador rubio la conocía y que lo mantendría lejos de sus seres queridos hasta el fin de su vida útil.

No se hacía ilusiones, sabía que alguien como Barodius no se permitiría tener peones débiles de forma permanente. Se desharía de Jesse en cuanto su utilidad llegara a su fin, ese sería el fin de su castigo.

El solo conocimiento de tal hecho hizo que las manos de Ren se apretaran con fuerza sobre el suelo de la sala, representando toda la furia que recorría su cuerpo en un gesto insignificante, pero que era lo único que podía hacer.

A su lado, Jesse se encontraba paralizado en su sitio, no emitía palabra o sonido alguno que le mostrara a Ren que aún seguía en este mundo. En su lugar, en los ojos púrpura del artista, solo se encontraba un rostro en blanco, perdido al pensar en todo lo que le sería arrebatado, empezando por las chicas a las que había intentado proteger.

Jesse no era así, esta situación lo estaba quebrando de un modo que Ren no había creído posible en su momento. Su compañero de equipo era alguien con una respuesta siempre lista en la punta de la lengua, un gesto tranquilo que demostrara su falta de miedo. Este no era su camarada, no podía serlo estando tan roto y de forma tan clara.

Una parte de Ren quería odiar a Ser Loren y a Hawktor Ventus por ponerlos en esta posición, pero no podía hacerlo. Después de todo, los caballeros de Neathia solo habían cumplido su tarea de derrotar a todo invasor que vieran.

No, su odio solo podía ser dirigido a estas serpientes por usarlos a ellos y a su desesperación como sus chivos expiatorios. A estos monstruos, que no temían vender a jóvenes inocentes a un castigo inmerecido por fallar en una vida que les había sido impuesta.

Arrodillados y vencidos, ambos peleadores gundalianos solo fueron capaces de agachar la cabeza y esperar un poco de piedad de parte de un ser que no la conocía.

Sin embargo, pasaron los segundos, uno tras otro, acumulándose en una fila que no demoraría mucho en conformar un minuto entero sin una respuesta por parte del hombre en el trono de Viction.

Confundido por el silencio del emperador, Stoica levantó la cabeza, mirando al espaldar del trono mientras esperaba una respuesta.

–Emperador, ¿me escuchó? –. Preguntó el pelinaranja levantando la cabeza.

–El emperador no está ahora, pero sí te escuché, Stoica –. Comentó una voz familiar de pronto.

El trono se dio la vuelta despacio, anunciando a los presentes que debían mantener la cabeza abajo. Pero ninguno pudo hacerlo, no cuando era una voz ajena a la del emperador la que ofrecía una respuesta clara desde el asiento de éste.

En lugar de eso, todos alzaron la cabeza con asombro, dirigiendo una mirada estupefacta al hombre que se encontraba sentado en el trono, aquel que vestía con una armadura negra y blanca, que portaba una espada en su regazo y que permitía que un Bakugan Haos se sentara en su hombro.

Anonadados por lo que solo podría ser descrito como una muestra certera de osadía, de descaro y falta de respeto por la distinción de rangos, todos los presentes vieron como la figura del Príncipe Freidr se revelaba en el trono, sentado en él como si fuera su asiento en una cantina.

–Sin embargo, tus palabras no significan nada para nosotros –. Dijo Baltasar Haos desde el hombro de su compañero.

–¿¡Qué significa esto!? ¿¡Dónde está el emperador!? –. Preguntó el pelinaranja estupefacto.

–Se encuentra en el laboratorio con Kazarina, revisando el progreso de su último proyecto de ciencias. Sin embargo, no tienes de que preocuparte, como príncipe, tengo la autoridad para atender este asunto y juzgar el destino de los insubordinados como mejor me parezca.

–¿¡Qué hay que juzgar!? ¡Le fallaron a su planeta, le fallaron a su emperador y deben ser castigados por ello! –. Exclamó Lythirius saltando al hombro de su compañero.

–Ustedes dos, cierren la boca. Escucharemos la versión de los mocosos antes de tomar una decisión –. Silenció el príncipe con desagrado.

–Si no quieren estar en su lugar, será mejor que guarden silencio. No tenemos paciencia con las ratas mentirosas y arrastradas –. Advirtió Baltasar a los dos miembros de las 12 Ordenes.

Una expresión de horror puro quedó grabada en el rostro de Stoica, el cual pareció entender al instante a que se refería el príncipe y optó por callarse bajo el peso de la mirada fulminante que éste último le dirigió.

Al obtener finalmente su ansiado silencio, el príncipe dirigió una mirada a Jesse.

–Jesse Glenn, dime tus motivos para viajar a Neathia sin permiso, yendo en contra de las órdenes de Barodius –. Comenzó el peligris con un ademán.

Asombrado, Jesse dirigió una pequeña mirada a Ren, el cual solo pudo asentir, alentando a su camarada a hablar ahora que tenía la oportunidad.

Despacio, el rubio se reincorporó sobre sus pies, haciendo una reverencia respetuosa antes de hablar.

–Mi príncipe, debo reconocer tristemente mi participación en la última derrota sufrida en el ataque por el segundo escudo de Miriel. Sabía que ese error sería aprovechado por los miembros de las 12 Ordenes como una forma de librarse de toda culpa y, por tanto, de sus consecuencias –. Comenzó el peleador de pronto.

–¡Miente! ¡Se atreve a insultar a las 12 Ordenes para limpiar sus errores! –. Exclamó Stoica con desesperación –. ¡Merece ser decapitado por esta ofensa!

–¡Stoica, no lo voy a repetir! ¡Cierra la boca o el decapitado será otro! –. Rugió el príncipe mostrando la hoja de su espada.

Al ver que el hombre no bromeaba, el pelinaranja se ahogó con sus palabras, agachando la mirada con frustración y apretando los puños con miedo.

Una parte de Ren tuvo que reconocer que ver esto resultaba satisfactorio.

–Quizá Barodius les permita ciertas libertades a sus perros, pero conmigo ese no es el caso. ¡Y unos gusanos no van a decirme que hacer! –. Silenció el príncipe al peleador de una vez por todas.

Al ver que el soldado había encontrado su silencio finalmente, Jesse retomó su explicación.

–Sabía que la única forma de evitar un fatídico destino sería venciendo en una batalla contra un oponente fuerte. Esperaba poder redimirme a los ojos de la corona y mostrar que aún soy útil –. Dijo el rubio mirando al suelo –. Por desgracia, no conté con la presencia de los mejores hombres de la reina. Inteligencia me había informado que la princesa era quien estaría en ese lugar. Honestamente, no entiendo qué fue lo que pasó.

–Es razonable pensar que la reina ordenó mantener a su hermana en la ciudad, no solo es su familia, también es su heredera hasta que tenga hijos. No debería ser sorpresa que sus mejores soldados estén más activos que nunca –. Sugirió Baltasar esta vez –. En todo caso, ya ordenamos que el puesto de avanzada más cercano a Miriel sea desmantelado. Ya no nos sirve de nada.

–Sea como sea, no pienso castigarlos severamente por esto –. Comentó Freidr con un suspiro.

Una alegría inmensa recorrió a Ren al escuchar las palabras perezosas del príncipe. Stoica debía estar batallando con el impulso de objetar nuevamente. Después de las advertencias del príncipe y la reputación que éste se había ganado por su mano dura con las ejecuciones, nadie se atrevería a desafiar al hombre.

–En todo caso, mandé una oferta generosa con Ren, ¿no? Un trofeo a cambio de mi protección –. Recordó el Príncipe Freidr con el mismo tono.

–Sí, Alteza. Así fue –. Respondió Jesse.

–Sin embargo, fallaron miserablemente –. Dijo el príncipe con un tono más seco –. Yo respeto la iniciativa, y puedo entender por qué hicieron lo que hicieron, pero hay reglas en un ejército y no puedo premiar una decisión que no conduce a nada. Por ende, deben pagar el precio de un fracaso que sí fue completamente suyo.

La mirada de Jesse cayó con pesadez una vez más al suelo, esperando pacientemente por el castigo que les asignaría el príncipe.

Sin embargo, antes de que el miembro de la realeza tuviera la oportunidad de emitir un juicio, Plitheon Ventus se alejó del hombro de su peleador, acercándose a los primeros escalones que conducían al trono.

–Alteza, si me permite –. Pidió el Bakugan al hombre.

–Adelante –. Autorizó el príncipe en respuesta.

–Pagaré cualquier castigo que me imponga, Alteza, pero quiero pedirle que me aleje de este sujeto –. Comenzó el Bakugan Ventus mirando al rubio.

–¿Quieres abandonar a tu compañero? –. Preguntó Baltasar escéptico.

–Así es, señor. Desde que comencé a trabajar con este tipo, no he hecho más que sangrar por extraños –. Respondió Plitheon al Bakugan Haos –. Estoy harto de luchar por gente que no conozco y no me importa. Si tengo que pagar un castigo, prefiero hacerlo por mi cuenta.

–Plitheon…

El resto de las palabras de Jesse no pudieron salir de su boca, murieron antes de salir de entre sus labios.

Instintivamente, la mirada del príncipe se enfocó en el Bakugan, pero no cambió su gesto aburrido en ningún momento.

–Muy bien. Pagarán sus castigos por separado –. Aceptó el peligris extendiendo su mano abierta –. Ven aquí, Plitheon.

El Bakugan dirigió una mirada rápida a su peleador, aparentemente poco interesado en lo que el rubio pudiera decir, antes de cerrarse en forma de esfera para flotar a la mano del príncipe.

–Ya decidiré que hacer contigo –. Murmuró el hombre antes de guardar al Bakugan en el interior de uno de sus brazales.

Jesse se mostró herido por el abandono de su compañero, su rostro se quedó paralizado en una expresión completamente en blanco, pero no dijo nada. Todo había acontecido demasiado rápido y Jesse no había tenido la oportunidad de decir algo antes de que su compañero volara directamente a la mano del hombre en el trono.

Fue entonces cuando la mirada del príncipe se enfocó una vez más en el peleador, guardando silencio unos segundos antes de retomar la palabra.

–En cuanto a ti, Jesse Glenn, ya tengo una idea de que hacer contigo –. Comentó el hombre cruzando una pierna encima de la otra.

El susodicho miró expectante al príncipe, atemorizado por lo que éste podría decir.

–Serviste en el ejército de Kharth antes de ser reclutado por Barodius, ¿es cierto? –. Cuestionó el hombre mayor.

–Así es… señor… –. Respondió el rubio saliendo de su estupefacción.

–Entonces, imagino que estás al tanto de las épocas en las que se encuentra la ciudad.

–Sí… señor…

–Los Juegos de Caza comenzarán pronto, miles de guerreros, esclavos y prisioneros participarán. Por tus servicios prestados a tu ciudad y a tu mundo, he decidido que serás enviado a participar –. Declaró Freidr mirando fijamente al ahora ex peleador.

–Si ganas los juegos, podrás irte de Viction para siempre y vivir tu vida donde desees. Si pierdes, bueno, creo que ya sabes lo que pasará –. Dijo Baltasar esta vez.

No hizo falta que nadie emitiera una palabra para terminar la oración del Bakugan. Los Juegos de Caza eran populares en el continente, muchos individuos sin nada que perder viajaban cada tanto a Kharth en busca de gloria, dinero y fama. Una recompensa adecuada, que servía como compensación al gran riesgo que corrían los participantes.

Por desgracia, a pesar de los grandes premios que ofrecían los juegos, la naturaleza salvaje de los mismos era popular y resultaba imposible no conocer el castigo que se pagaba por perder en la competencia.

La muerte.

–Por supuesto, esta es solo una alternativa. Puedes aceptar las condiciones o puedo matarte rápido y terminar con esto antes de que termine el día. ¿Aceptas estas condiciones, Glenn?

–Yo… las acepto… Alteza –. Asintió Jesse con una reverencia antes de hablar nuevamente –. Pero… si me permite… quisiera pedirle algo…

–¿Qué cosa? –. Cuestionó el príncipe arqueando una ceja.

–Me gustaría pedirle que tome a Lena Isis y a Zenet Surrow como sus sirvientas. Lena es inteligente y sé que le servirá bien, y Zenet es dedicada a su trabajo, hará todo lo que se le ordene sin cuestionar –. Pidió el rubio, abogando por las chicas una última vez.

–Veré que se puede hacer por esas dos. Un par de sirvientas oficiales podrían ser útiles –. Respondió el príncipe con indiferencia antes de continuar –. Guardias, lleven a Jesse Glenn al puerto y pónganlo en el próximo transporte a Kharth. Lady Dyanna y su familia ya están a la espera de los prisioneros que van a participar en los Juegos de Caza.

El príncipe había descartado tan rápido a Jesse, que no le había dado tiempo a éste de decir nada más antes de sentir las manos de los guardias posarse en sus hombros.

Ren dedicó una breve mirada a ahora antiguo compañero de equipo, dando un pequeño asentimiento en señal de apoyo, gesto que el rubio aún en su estupor lograría responder con un movimiento de cabeza propio.

Los guardias ya se dirigían a la puerta, listos para llevar a cabo la orden del príncipe, pero les fue imposible debido a la visión que se presentó en su camino: la puerta abriéndose y dejando detrás de sí la imagen del Emperador Barodius, siendo seguido de cerca por Lord Dharak, un séquito de soldados y su aparente mano derecha, Kazarina.

El emperador no mostró una reacción visible al ver a uno de los integrantes del equipo de Ren siendo escoltado hacia la salida, pues su atención se enfocó completamente en el Príncipe Freidr, sentado en su trono como si le perteneciera, lo que incrementó la ira que ya mostraba en sus facciones como su mandíbula tensa o sus ojos fulminantes.

–¿¡Qué crees que estás haciendo, mocoso!? –. Exclamó el emperador adentrándose en la sala.

–En este momento, envío un regalo a la Dama de Kharth, para que vea que no nos hemos olvidado de los hombres y recursos que ha aportado a nuestra causa –. Respondió el príncipe con indiferencia.

Acompañando su tono tranquilo y monótono, Freidr se permitió ponerse un poco más cómodo en el trono, recostándose cómodamente en el espaldar del asiento y golpeando con la punta de los dedos uno de sus reposabrazos.

–¿¡Cómo osa hablarle de ese modo al emperador!? –. Dijo Kazarina como si Freidr hubiera dicho la peor de las ofensas.

–¡Deberían cortarle la lengua por su insolencia! –. Respaldó Lumagrow a su compañera.

Ambos peleadores parecían estar listos para decir algo más, pero ninguno tuvo la oportunidad de hacerlo cuando el emperador se dio la vuelta brevemente, dirigiéndoles una mirada fulminante a ambos para que se callaran.

Al ver a su pariente momentáneamente distraído, el hombre en el trono aprovechó la oportunidad para dirigirse a los guardias una vez más.

–Soldados, lleven a Glenn al puerto junto con una docena de los prisioneros que ya asigné. Uno de mis hombres los ayudará a escoltar a los sujetos a las naves, y asegúrense de que Lady Dyanna sepa que es un regalo del Príncipe Freidr –. Ordenó el peligris más joven con calma.

Los guardias, indecisos al tener dos figuras de autoridad en el mismo sitio, esperaron unos segundos a que el monarca dijera algo. Tal cosa no sucedió, y Barodius no dedicó ni una sola mirada a Jesse antes de devolver su atención al príncipe, aún en el trono.

Con una pequeña y fugaz mirada, Ren trató de expresar a su antiguo camarada las palabras que ya no podría emitir abiertamente después de todo lo que había sucedido y todo lo que vendría en el futuro.

–Mucha suerte.

Trató de expresar con su mirada y sus gestos la frase, y esperaba que Jesse lo hubiera entendido con claridad, pues la única respuesta que recibió fue una mirada temerosa por parte del rubio, pero no por él mismo.

Después de todo, Ren había convivido lo suficiente con Jesse como para saber que el amante de las artes escénicas nunca confiaría tal muestra de su ser a alguien más. No, esa mirada era por las chicas, porque esperaba que Ren pudiera hacer lo que él no: protegerlas. Lena debería estar destruida después de su castigo, y Zenet podía ser bastante frágil y torpe estando dominada por el miedo que ahora tendría al perder a su amigo más cercano.

Un gran peso caía ahora sobre Ren, una responsabilidad que fácilmente podría evitar, pues no era su familia que proteger. Pero no podía hacer eso, maldito fuera su corazón amable y estúpido, que no lo dejaría dormir en la noche sabiendo que Jesse podría morir en Kharth con el lúgubre pensamiento de que la única persona en la que había depositado la noble labor de su proteger a sus chicas le había dado la espalda.

Él no era así, no alguien como él, nunca Ren. Su alma ya se encontraba lo suficientemente manchada como para mancillarla aún más con esto.

Conteniendo el impulso de tragar saliva, Ren asintió a su antiguo compañero de equipo, ofreciéndole un poco de tranquilidad.

Lo último que alcanzó a ver de Jesse, antes de que las puertas se cerraran detrás de él, fue una pequeña sonrisa de alivio y un suave murmullo que, si bien no contó con sonido, fue claro en lo que quería decir.

Gracias.

Las puertas se cerraron con un siseo metálico, dejando a Freidr y Ren con la única compañía del emperador y el pequeño séquito que éste había traído consigo, subiendo por las escaleras que conducían al trono y donde el príncipe seguía sentado cómodamente.

–Fuera de mi trono, niño –. Ordenó Barodius con dagas en su tono de voz.

El príncipe respondió con una pequeña risa burlona, levantándose del lugar y descendiendo por las escaleras hasta quedar a la altura de su pariente.

–Como quieras. De todos modos, me hace sentir pequeño –. Respondió el príncipe con tono burlón.

El peleador más joven avanzó un par de pasos, listo para irse, cuando la mano del emperador alcanzó su muñeca, impidiendo su salida de la sala.

El príncipe se mostró incrédulo ante esta reacción, y observó brevemente la mano de su familiar antes de mirarlo a él nuevamente.

Ambos miembros de la realeza se encontraban en los escalones superiores, muy por encima de Ren, pero eso no impidió que el peligris pudiera imaginar la mirada tan fría como el hielo que su amo más reciente debía estar dedicándole al emperador.

Sin embargo, éste último no lo soltó, sino que mantuvo su agarre sobre la muñeca del príncipe.

–Le diste nuevas órdenes a mi ejército –. Reclamó Barodius con firmeza.

Ren había escuchado ese tono antes, era el mismo que hacía estremecer a todos los que tenían el infortunio de compartir espacio y oxígeno con el emperador de Viction.

No obstante, el Príncipe Freidr no era como los otros, y no intentó negar siquiera las palabras del monarca.

–Así es. Necesitaban órdenes nuevas, órdenes de verdad –. Respondió el príncipe con tono calmo.

Kazarina y Stoica quisieron decir algo, al igual que los guardias que acompañaban al emperador, pero ninguno se atrevió a abrir la boca siquiera. Ya fuera para evitar molestar al monarca o al príncipe, ninguno de los presentes se atrevió a emitir un solo sonido.

–¿Qué quieres decir? –. Preguntó Barodius conteniendo su ira.

–Al iniciar la guerra contra Neathia, diste la orden de que todas las tropas fueran rumbo a Miriel, aprovechando la división que existe entre sus reinos. Una decisión inteligente en ese entonces, pero inútil ahora que los Peleadores Bakugan se encuentran con ellos –. Explicó el príncipe sin perder la compostura –. Por algún motivo, cuando viste que Ser Loren llegó con las tropas del sur, decidiste mantener esas órdenes. Una decisión bastante estúpida por supuesto.

Los hombres se alteraron visiblemente al escuchar esa última parte, apretando sus lanzas con más fuerza y esperando a que el emperador diera la orden de apresar al príncipe por su insolencia.

Sin embargo, tal orden nunca llegó, y el emperador se quedó en silencio mientras veía con ojos penetrantes como la mano del príncipe, aquella que había estado sosteniendo; se alzaba a la vista de todos.

–Tu plan pudo ser útil al empezar, pero ahora no sirve de nada. El sur está con la capital, al igual que el este, y las relaciones comerciales de Miriel con el norte se mantienen estables. Es solo cuestión de tiempo antes de que logren unificar a Neathia en un solo frente y repelan cada ataque que mandes –. Repasó el príncipe sin cambiar su tono –. ¿Cuánto crees que los líderes de Trakis aceptarán seguirte si no les ofreces victorias?

–¿Y qué es lo que sugieren ustedes? Ya que parecen saber tanto de la guerra, ilústrennos –. Desafió Barodius burlón.

Los lame botas del emperador no tardaron mucho en seguir a su amo con una serie de suaves risas burlonas, risas que no demoraron mucho en ser silenciadas por los ojos fulminantes del príncipe.

–Es simple, Barodius. Convertiremos tu plan B en nuestra estrategia principal –. Respondió Baltasar por su compañero.

–¿A qué se refieren? –. Cuestionó Dharak confundido.

–El sur es la región más grande de Neathia, han hecho un buen trabajo quemando sus campos de cultivo para matarlos de hambre –. Reconoció Baltasar sin mostrar una felicitación genuina –. Para ganar esta guerra, necesitamos establecer una posición en Neathia primero, una de verdad.

–Los ejércitos de Viction y Trakis, unidos a los ejércitos de una sometida Lady Bryann Eltarn podrían ser muy poderosos, lo suficiente como para tomar la capital. Y si aún no te convence, también podemos establecer comunicación con el oeste, las personas ahí no están contentos con los Sheen desde la caída de la Casa Xadir, cuyos últimos hijos se encuentran bajo nuestro mando.

–Además de eso, ya desplegamos escuadrones de búsqueda que den la ubicación de los prisioneros fugitivos. Ya fueron encontrados varios de los terrícolas que huyeron y solo es cuestión de tiempo antes de dar con los Peleadores Bakugan –. Mencionó Baltasar al monarca.

–Así es como se pelea una guerra –. Concluyó Freidr librándose del agarre del hombre con un tirón.

Nadie se atrevió a decir nada más, todo el mundo quedó en silencio ante las explicaciones que el príncipe y su compañero habían ofrecido. Ni siquiera el mismo Barodius se atrevía a abrir la boca para contradecir a su familiar, el cual ya se estaba alejando de él, bajando por los escalones.

Sin embargo, antes de que pudiera comenzar su descenso hasta la puerta, el príncipe se giró nuevamente, dedicando una mirada dura a su pariente antes de retomar la palabra.

–¿Sabes algo? Deberías agradecernos, no solo aceptamos apoyarte en tu guerra estúpida, sino que también te facilitamos los procesos necesarios para ganarla –. Recriminó el peleador más joven antes de continuar –. Será mejor que empieces a tomarnos en serio, a nosotros y a nuestras exigencias.

–¿Qué rayos quieren ahora? –. Cuestionó Dharak molesto.

–¿Además del buen trato a nuestros hombres? Los queremos a ellos –. Respondió Baltasar por su compañero.

Esta vez, Ren alzó la mirada y pudo ver como los ojos del príncipe y su compañero se enfocaban en él y en su Bakugan.

–Mi señor… –. Dijo Linehalt por primera vez desde que habían cruzado las puertas.

–Olvídalo, Freidr. Ren es mi espía, no tienes ningún derecho sobre él –. Negó Barodius con firmeza.

–¿Y de que le ha servido eso? Es débil a tu cargo, no pudo defender el Interespacio Bakugan en la Tierra ni tampoco pudo ofrecer un combate decente contra los mejores guerreros de Neathia. Desperdicias su potencial –. Señaló Freidr con el mismo tono.

–Ya di mi respuesta, niño –. Declaró el emperador.

Pero el príncipe no se rindió. En lugar de seguir su camino, regresó sobre sus pasos, dando zancadas veloces que acompañaban su gran altura hasta quedar cara a cara con el emperador, intimidando a los guardias que lo rodeaban y que apenas eran capaces de sostener sus armas en sus manos temblorosas.

En un movimiento que dejó impactados a todos menos al mismo emperador, la mano del príncipe desenfundó su espada casi por completo, dejando que la punta del mango tocara el pecho del monarca sin que nadie pudiera hacer nada para detenerlo.

Nadie se atrevería a desafiar al príncipe, ni siquiera la guardia del emperador. Y mucho menos con Baltasar Haos al lado.

–¿De verdad me vas a negar esto? No solo soy tu heredero o el legítimo emperador de Viction, también soy el peleador más poderoso del imperio y la razón por la que estás en tu posición –. Dijo el príncipe con tono gélido.

–Ya no estamos pidiendo permiso, les estamos informando lo que vamos a hacer –. Declaró Baltasar con hierro en su tono.

–Parece que has olvidado que la única razón por la que te sientas en el trono es porque yo así lo permito. No vuelvas a desafiarme, tío, o Gundalia tendrá un nuevo emperador antes de lo que pensabas.

Las palabras del príncipe y el Bakugan salieron como dagas, cortando toda exigencia u objeción que pudiera hacerse sin titubear y dejando helado a todo el séquito de Barodius, que solo podía ver como el emperador mantenía la dureza en su mirada, pero no se atrevía a desafiar a su sobrino; aquel que había revelado su parentesco sin importarle lo que otros pudieran pensar.

Ren no tuvo tiempo de salir de su propio estado de estupor, no pudo volver a la realidad después de todo lo que acababa de ver hasta que el príncipe estuvo a su nivel, alentándolo a avanzar en su misma dirección.

–Vamos, Ren. Su entrenamiento comienza mañana temprano –. Indicó el príncipe sin detener sus pasos.

Pero el emperador era orgulloso y no podría permitir que tal falta quedara impune, incluso si no parecía ser capaz de castigar a la persona que la había llevado a cabo.

En su propio estado lleno de ira e impotencia por lo acontecido en su propia sala del trono, Barodius habló una vez más.

–¡Niño, quiero que me respondas algo! –. Llamó el monarca subiendo a su trono.

El príncipe detuvo su marcha, girando con hielo en su mirar hacia su tío, dejándole en claro que no iba a tolerar más desafíos hacia su voluntad.

Sin embargo, eso no aplacó la determinación de Barodius, que emitió su pregunta con un deleite que acompañó cada palabra.

–¿Aún escuchas voces en tu cabeza?

No hubo respuesta por parte del príncipe, ni siquiera una última mirada. Decidido a dejar este abismo lleno de seres que parecía considerar despreciables, el Príncipe Freidr atravesó el umbral de la puerta, dándole la espalda a su tío y a las risas burlonas que siguieron a su pregunta.

Ren se mantuvo detrás del príncipe, preguntándose a qué se refería el emperador, qué clase de voces podrían atormentar a alguien tan fuerte como él o por qué había permitido tal desaire hacia su persona después de todo lo que había demostrado.

La postura de Freidr se encontraba tensa, sus puños cerrados fuertemente, con las garras de su armadura tratando de atravesar el cuero de sus guantes y sus pasos resonando fuertemente al impactar contra el suelo.

Algo estaba claro, y es que el príncipe guardaba muchos secretos, tanto de su persona como de su familia. Y Ren, puesto en una posición tan frágil y poco favorable, solo podía temer lo que descubriría estando bajo las órdenes del Príncipe Freidr.

Su nuevo amo, su nuevo maestro.