¡Hola! Agradezco muchísimo y de todo corazón el apoyo que he recibido con este fic ^^. Ya respondí a los reviews con cuenta y aprovecho de dar gracias por aquí a la gente no registrada a la que no puedo responder por mensajes privados. Así que muchas gracias a todas/os por los ánimos ya que siempre son una motivación extra :D
Nota: Advierto de antemano que este capítulo será sádico y seguramente más de una dejará de seguir esta historia después de leerlo, pero como ya dije antes este fic no es apto para todo público.
En nuestra evolucionada moral actual la violación es un crimen terrible y castigado con cárcel como debe ser. Sin embargo, en los tiempos antiguos era algo tan normal como la esclavitud, pues para Sasuke y muchos hombres de su época violar era algo casi tan natural como comer y dormir (si en la actualidad siguen habiendo muchos delitos de abuso sexual, imagínense como eran las cosas antes).
Esclava Sexual, Capítulo Segundo
No supo cuanto tiempo estuvo llorando de rodillas desconsoladamente. El llanto nunca era agradable, pero el que era provocado por el miedo era mucho peor que el esbozado por la tristeza. Al menos, tras tantas lágrimas, sentía una menor presión en su pecho. Quizás derramarlas la había ayudado a desahogarse un poco.
Se levantó tras un pequeño esfuerzo, pero después no realizó ningún movimiento. Meditabunda, comenzó a invocar ideas para evadir aquel destino tan cruel que la esperaba a la vuelta de una esquina que implicaba únicamente tiempo. La idea de no bañarse acudió enseguida a su mente. Si la encontraba sucia, probablemente no la tocaría. De hecho, el olor a pescado, como él mismo había dicho de forma humillante, lo terminaría alejando de su depravación. Sin embargo, su plan era demasiado ingenuo. Si no se duchaba, él mismo lo haría a la fuerza y terminaría resultando peor. Sólo dilataría lo inexorable de una manera que agravaría todavía más el problema. Dio unos suspiros y siguió buscando más alternativas. Al cabo de los seis minutos empleados, no encontró ninguna. Él tenía control absoluto de la situación. Efectivamente, Sasuke ahora era su amo y señor.
Fue entonces que en vez de meditar opciones, comenzó a aunar esperanzas. Quizás él sólo quería amedrentarla. Quizás no le haría nada realmente. Después de todo, él no la había comprado específicamente por ser virgen. Él se fijó en ella antes de que Kakuzu le hablara de la castidad que portaba. ¿Significaría eso que tenía una posibilidad de salvarse? ¿De que él no quisiera violarla realmente?
Era muy ingenua, lo sabía. Pero la esperanza era lo último que se perdía. Además él parecía ser alguien muy racional. Su frialdad resultaba impresionante y un hombre así no parecía ser uno que se dejara llevar por bajos impulsos. Aunque pensando negativamente, si Sasuke era capaz de matar sin piedad alguna, violarla le sería un juego de niños...
Lanzó repetidos suspiros y exhaló por su boca, apenas abierta, de tal manera que casi provocó unos involuntarios silbidos. Tenía que resignarse y prepararse mentalmente para la inminente violación. Por lo menos ahora tenía un poco de tiempo para asumir el futuro y deleznable acto. Peor era ser cogida abruptamente sin siquiera tener tiempo de prepararse... ¿O acaso sería mejor? Por lo menos rápidamente no estaría sintiendo este pánico previo...
¿Pero cómo podría prepararse para afrontar algo así? ¿Cómo enfrentar una futura violación? ¿Se puede lograr algo así?
No, definitivamente no. Hiciera lo que hiciera, aunque invocara fuerzas desde lo más profundo de su alma, todo sería terrible.
Dejó de pensar, pues la angustia estaba consumiendo su alma. Quiso distraerse un poco y examinó el cuarto a la luz de las velas. Después de todo ni siquiera lo había inspeccionado. No tenía ventanas y era más amplio de lo que se hubiera imaginado. No había esquinas rectangulares, sino angulares, como las de un iglú en el polo norte. Aquello le resultó curioso, pues ese tipo de arquitectura no se usaba... en su nación. Recordó que ahora estaba en el país enemigo, por lo cual todo podía ser diferente.
Observó de forma ávida cada rincón. El baño contaba con una añeja cañería que seguramente arrojaba los desechos en alguna lejana fosa. Ya no tendría que hacer sus necesidades en letrinas comunes en que el olor se volvía tan intenso que provocaban vomitivas náuseas. Al lado del retrete, una tina blanca y límpida se erguía como queriendo ser la reina dominante del lugar. Sin embargo, era la llamativa cama de gran tamaño la que emergía como verdadera monarca.
El cuarto estaba limpio, pero dudaba mucho que lo hubiera hecho él mismo. Para los hombres en general, y aún más para un guerrero, realizar labores tan femeninas era algo bochornoso y humillante. Lo hacían en casos muy necesarios y dudaba mucho que alguien del sexo masculino, mucho menos Sasuke Uchiha, pudiera haber limpiado de manera tan prolija este cuarto. ¿Tendría otra o más esclavas, acaso? ¿Las tendría en el ala este, aquel sector prohibido?
Dejó de pensar en cosas sin respuesta, dirigiéndose hacia el armario a fin de abrir sus puertas. Expandió su boca realmente anonadada ante la visión que recibió: había una gran cantidad de vestidos. Muchos eran lujosos inclusive. Deslizó la hilera rápidamente entre sus dedos y su tacto dio cuenta que había varias prendas de fina seda. ¿Por qué le permitía a una simple esclava tener un guardarropas así? Bueno, a los hombres no les interesaba la ropa y supuso que mucho menos a él. Muchos eran tan brutos que no sabrían diferenciar un vestido caro de uno barato. Muy probablemente, para él todos los vestidos eran iguales. ¿Y quién había vivido o vivía con Sasuke Uchiha? Esos vestidos elegantes y refinados debieron ser de alguien. Una nueva incógnita se sumó a su mente, masajeándose la frente para despejarla.
Se permitió pensar que tener vestidos así de lindos al menos era un diminuto consuelo en su cruel situación. Incluso hasta se sintió emocionada por probárselos cuando terminara de bañarse. Podía ser algo muy superficial en su coyuntura actual, pero todos necesitaban de alguna razón, por tonta o insulsa que sea, para seguir adelante. Aún más en el caso de Hinata, quien carecía de absolutamente todo. Precisamente por tal suplicio es que el suicidio sacudía su mente muchas veces al día.
Suspiró de nuevo. Agarró las blancas toallas que estaban en la gaveta inferior y se dirigió hacia la tina. Qué alegría sintió entonces. No podía creer que algo así pudiera suponerle tal felicidad, pero después de atravesar un infierno era maravilloso disfrutar de una ducha. Puso el tapón, abrió el grifo y dejó correr el agua para llenarla. En un pequeño estante que hacía de velador estaban los implementos básicos requeridos: jabón y champú. Echó de menos las cremas aromáticas y las espumosas sales minerales con las que contaba en el hogar Hyuga. También se fijó en un lujoso reloj de arena que parecía estar hecho de traslúcido diamante en vez de vidrio.
Se quitó el calzado, luego el harapiento vestido que llevaba encima y se introdujo a la tina sin demora. Qué maravillosa sensación le fue sentir agua sobre su cuerpo después de tanto tiempo; por ello, comenzó a lavarse como nunca antes lo había hecho.
Terminó de bañarse después de un buen tiempo. A su mente llegó la idea que Sasuke podría llegar en cualquier instante, pues quizás estaba tardando demasiado. Sin embargo, en el exterior no había ruido alguno.
Fue hacia el armario y agradeció tener tantos vestidos para escoger. ¿Cuál se probaría primero? Había adorado uno de seda, cobijado por el color rosa y jaspeado de flores carmín. Era muy bonito y elegante. Ya con el traje puesto, fue hacia el espejo y comprobó lo delgada que estaba actualmente. Le quedaba algo suelto, pero comiendo de manera normal durante los siguientes días seguramente le quedaría muy bien.
Siguió probándose vestidos hasta que por fin la realidad volvió a golpearla de lleno. Pasos firmes y seguros comenzaron a sentirse en la lejanía y Hinata inmediatamente dejó de lado lo que estaba haciendo. Tragó saliva, se puso nerviosa y una máscara de temor maquilló perfectamente sus facciones. Se encendieron todas las alarmas existentes en su cuerpo. El momento inevitable estaba llegando. Apretó los dedos de una mano con los de la otra y sus labios se presionaron como si quisieran iniciar una guerra privada entre ellos. Un par de segundos después ingirió saliva. Era increíble que con sólo escuchar sus pasos atravesara tal cadena de reacciones. ¿Cómo sería cuando él estuviera encima suyo? ¿Cómo sería sentir su carne repugnante por dentro?
Hinata volvió a sentir terror. Los pasos aumentando su volumen y haciendo notar su proximidad, la llevaron de forma inconsciente hacia la pared. Su espalda chocó contra ella y aún quería seguir retrocediendo. De hecho, parecía querer adosarse al muro e inventar una nueva clase de albañilería que mezclara humanidad con cemento.
Sasuke, tras usar la llave, pronto atravesó la puerta y ahora Hinata conoció lo que era el pavor. Cualquier cosa que haya sentido antes palideció ante lo que ahora estaba sintiendo. De hecho, la palabra terror era poco digna para lo que sentía en este momento. Debía inventarse una nueva para abarcar lo que Hinata estaba atravesando.
Su amo ya no cargaba su espada, pero, a cambio, llevaba dos grilletes de reluciente metal colgando desde el cinturón y una funda de metal, amplia pero corta, apegada a su cadera izquierda. Pero no fue aquello lo que la asustó: fue su mirada demoníaca; insana; innatural. Temblando, Hinata le dio veracidad a los rumores que decían que él no era un ser humano.
¿Por qué la miraba con tanto odio? Desde que la había comprado en el mercado, sentía que Sasuke tenía algo muy personal contra ella sin siquiera conocerla. No era un odio que pudiera lanzar hacia cualquiera, podía sentir que era algo particular, específico hacia ella.
Él, entretanto, observó a la joven atentamente a pesar del cariz inicuo en sus ojos. Era sorprendente la diferencia que podía hacer un simple baño y ropa limpia. Ya no despedía ese olor a suciedad y sus cabellos ya no poseían la opacidad que brindaba la mugre y la caspa acumulada. Pese a que la luz de las largas velas no era tan potente, lucían brillantes de vida. Su compra había sido cara, pero sin duda que ella estaba a la altura de su precio. Era una hembra casi perfecta después de haber pasado por una esclavitud inhumana, de modo que bien cuidada y alimentada se convertiría en la perfección hecha mujer. Permaneció en su sitio y, sin dilaciones de por medio, ordenó con voz dura.
—Desnúdate.
Hinata hizo crepitar involuntariamente sus dientes ante tal exigencia, puesto que sabía perfectamente lo que significaba hacerlo.
—P-por favor.
Uchiha no dijo absolutamente nada; simplemente descruzó sus brazos y cerró los puños a los costados de su cuerpo. Entonces, por un acto tan simple y pequeño como ese, Hinata sintió terror absoluto. Comenzó a desnudarse, aunque intentando demorar lo más posible su obligada meta.
Él no la apresuró, puesto que tenía todo el día libre para divertirse con ella a sus anchas. Sus ojos permanecieron atentos a recibir el deleite visual que pronto tendría por delante.
La fémina dilató lo más que pudo su acto, hasta que finalmente sus nuevas prendas quedaron a sus pies. Su cabeza estaba gacha y por miedo, pudor y vergüenza, no se atrevió a mirarlo. Sin embargo, ella igualmente podía sentir sus negros ojos encima de su cuerpo.
El poderoso guerrero examinó minuciosamente a su presa, quedando muy satisfecho con el volumen y forma de sus senos, además del tamaño de los pezones y sus respectivas auréolas. Sin duda alguna, los pechos de su esclava eran los más apetitosos que había visto en toda su vida. Una deliciosa tentación forjada por los mismísimos dioses.
De pronto, por las sombras irregulares que provocaban las llamas de las velas sobre el suelo, Hinata notó que su amo comenzó a quitarse la camisa de botones que llevaba encima. El horror muy pronto daría inicio...
Quiso decir algo, pero no supo qué. El miedo empezaba a desconectar sus neuronas unas de otras al punto que esbozar pensamientos coherentes le estaba costando.
Sasuke, con sus pantalones puestos todavía, sacó algo desde la vaina de su cadera. Era un objeto de metal con forma fálica, aunque sin detalles que lo igualaran a un miembro verdadero. Tenía pequeñas, delgadas y angulares espinas ascendentes en sus lados. Pese a su tamaño, tenían un filo realmente aterrador. En la punta del satánico instrumento, en donde se ubicaría el glande masculino, no existían las hórridas aristas. Tampoco en el segmento desde donde había que sostenerlo.
Sin demora, extendió su mano y se lo mostró más de cerca a Hinata.
—Te presento a un amigo: el señor quita-inocencias.
Ella quedó enmudecida inmediatamente, adquiriendo su rostro un cariz casi tan blanco como la nieve. Simplemente no pudo emitir palabra alguna.
—No seas maleducada, a él le gusta que lo saluden.
—Ho... ho... hola... —tartamudeó más que nunca en toda su vida, cosa que, tratándose de ella, era inmensamente significativa.
La mirada que Sasuke esbozaba en este instante era psicopática, lisérgica y demencial. Algo totalmente distinto a lo que ella había podido ver antes. El semblante de alguien que no está en sus cabales y que puede hacer cualquier cosa por ello. Antes daba vistazos agresivos o fríos, pero éste mezclaba maldad y locura a partes iguales. Algo completamente siniestro y abrumador. Ella sintió mucho más miedo que antes; había sobrepasado la frontera del terror, dado que esto iba mucho más allá. ¿Sasuke Uchiha era un hombre realmente cuerdo? Comenzó a pensar que no. Quizás tantas batallas lo habían desquiciado. Y, al pensarlo, sintió más pavor todavía. Un demente sádico era lo peor que podía concebir este mundo cruel.
Él se acercó pausadamente, dando los doce pasos necesarios para llegar hasta ella. Hinata prácticamente enquistó su espalda a la pared. Cuando la acorraló, acercó el crudelísimo artefacto a la entrepierna femenina de una manera tan lenta que resultaba enloquecedora. Y mientras lo hacía, le ordenó:
—Separa más tus piernas o las espinas van a destrozar tus muslos también.
—P-por favor, no me haga esto... —su miedo se había incrementado tanto que estaba tanteando cada rincón de su dualidad cuerpo-alma.
—Silencio —ordenó tajante— o créeme que se pondrá mucho peor —advirtió esgrimiendo su voz más escalofriante.
Mientras Hinata lloraba como nunca antes lo hizo, abrió sus piernas lo suficiente como para permitir que el artefacto no tocara sus muslos y mantener el balance al mismo tiempo. Él, sin piedad alguna, le hizo sentir el frío y la malicia propia del metal en su vulva. Apenas estaba rozándola, pero Hinata sabía que, si subía unos centímetros más, aquello terminaría destazando tanto sus labios sexuales como la vagina misma de una manera tan terrible que sólo imaginarla era evocar el averno sobre la Tierra.
—Ahora levanta tus brazos.
Hinata, inyectada en terror, hizo caso antes que algo peor sucediera.
Sasuke alzó su diestra y con ella apresó las muñecas femeninas por encima de su cabeza, en una especie de improvisada y diferente crucifixión.
—Dime, esclava —preparó una diabólica pregunta—, ¿quién prefieres que te viole? ¿El señor quita-inocencias o yo?
—Por favor...
—Responde —dijo a la vez que le hacía sentir un poco más la presión del susodicho.
—Us-usted, amo —contestó al instante apenas sintió el tenue movimiento en su intimidad—. Pre-prefiero que me viole usted —su voz salió tan poco consistente como el agua misma.
—Tanto ánimo inspira a salir de fiesta —ironizó mientras se encargaba de presionar el maligno artificio un poco más contra ella—. Pídelo con ganas o el señor quita-inocencias creerá que lo prefieres a él...
—Q-quiero... ¡quiero que me viole usted, amo! —imprimió artificial efusividad a su voz.
—Muy bien —dijo genuinamente complacido—. ¿No es tan difícil, verdad? —imprimió maquiavélica sorna en su voz—. Ahora haz lo siguiente: a partir de ahora háblame con toda confianza, tal como si yo fuese tu pareja.
—¿Tu-tutearlo?
—Exactamente; sólo en esta situación de cama te lo concederé. Ahora pídeme que te viole, agrega mi nombre y un por favor. Hácelo bien porque al señor quita-inocencias le gusta la perfección. Cuando alguien falla reacciona de mala manera. Es muy temperamental.
Hinata, azotada por un enjambre terrible de nervios, se dio varios segundos para hilvanar la frase sin cometer ningún error.
—Qui-quiero que me violes, Sasuke, por favor —dicho esto, sus lágrimas se transformaron en un conmovedor llanto lastimero y silencioso.
El varón sacó el objeto del sexo femenino y se lo puso por delante de los ojos. El grosor daba miedo, pero evidentemente eran las espinas aciculares las que provocaban terror absoluto. Durante varios segundos él lo mantuvo quieto frente a los luceros albinos.
—Que yo te viole ya no te parece tan malo, ¿verdad?
Hinata asintió lo obvio, mientras todo su ser se estremecía. Por la aceleración estridente de sus latidos y la extrema agitación de su respiración, estuvo segura que ahora tenía dos corazones en vez de uno y cuatro pulmones en vez de dos.
—Recuerda mi lema de vida: las cosas siempre pueden ser peores. Siempre.
—S-sí —contestó de inmediato.
Él la miró complacido.
—Despídete del señor quita-inocencias. Irá a su hogar para dormir.
—A... adiós, señor —después de ingerir saliva, dijo mirando al susodicho.
Sasuke guardó el infernal artilugio en su funda metálica y lo arrojó sin ningún cuidado a la esquina más alejada de la habitación. Luego miró a su esclava, clavándole los ojos. Tomó el mentón cabizbajo de Hinata, obligándola a corresponderle la vista. En ese preciso momento, ella notó que algo había cambiado: ya no reflejaba ese odio sin límites que le vio siempre contra ella; tampoco esa locura aterradora de antes. Ahora desprendía otra cosa, pero no supo definir qué. Sin embargo, sí supo algo más: esos negros orbes eran tan profundos que por un momento llegó a pensar que él podía verle el alma. Sasuke la mantuvo mirándolo un largo rato; tanto tiempo que las lágrimas de la fémina terminaron por cesar en el intertanto. Se lanzaron emociones dispares en la intimidad del silencio. Sólo las respiraciones irrumpían en aquel mutismo. Era primera vez en su vida que Hinata estaba tan cerca de un hombre y con sus ojos albinos clavados en él. Por la timidez inherente a su personalidad, solía bajar la mirada a menudo.
—Hay dos opciones —dijo él de improviso y tras un largo rato —. O por las buenas o por las malas. Si te portas bien, seré gentil contigo. Te lo haré de manera suave inclusive. Pero si te portas mal, te aseguro que vas a conocer algo que hará quedar al mismísimo infierno como un niño de pecho...
—P-por favor, Sasuke...
—Que no te lo haga no es una opción, así que descártala de inmediato. Te haré mía sí o sí y sólo depende de ti la manera. Así que elige cuál prefieres: la buena o la mala.
Hinata sintió como los latidos de su corazón se cortaban por casi dos segundos. Estaba realmente contra la espada y la pared, sin esperanzas de poder evitar su deplorable destino. Sólo podía decidir la forma en la cual vivir aquella horrible situación. Quedó callada muchos segundos, pero Sasuke no la interrumpió. De hecho, parecía estar disfrutando mucho aquel silencio, pues su mirada insana lo demostraba claramente. Ella sufrió un bloqueo neuronal ante la terrible encrucijada. Evidentemente no quería ser violada por nada del mundo, pero si era un hado inexorable no tenía más opción que elegir la manera menos terrible. Antes de responder, sus ojos volvieron a derramar incontables lágrimas.
—La buena —dijo finalmente. Y a pesar de lo corta de la frase, tartamudeó muy notoriamente en ella.
—Muy bien.
Él soltó las muñecas de su esclava sexual a la par que encendía su mirada. La aprisionó sin violencia contra la pared y respiró profundamente una vez. Luego, comenzó a acercarse lentamente al cuello de su futura hembra. Se detuvo a un par de centímetros, exhalando su anhelante aliento algunas veces contra la piel.
Hinata pudo sentir la calidez del mismo; era alguien muy frío, pero en su interior seguramente ardían las llamas del averno. De ahí provenía tal calor. Cerró los ojos mientras su respiración daba inicio a la alteración propia del miedo. A Sasuke le encantaba prolongar las cosas, como si no sólo fuera dueño de ella, sino también del mismísimo tiempo. Se quemaron segundos, quizá más de un minuto incluso, hasta que él contactó sus labios con el rincón más sensible de su cuello. Por inercia, ella comprimió sus músculos cervicales y su hombro prácticamente aprisionó la cabeza de su victimario, cosa que a él pareció seducirlo todavía más.
Profundizó la dimensión de su beso, expandiendo el alcance de sus labios. Succionó la carne lentamente, a la vez que su respiración se agitaba. Entonces verificó que la piel virgen resultaba mucho más excitante que la de mujeres con experiencia. Y no porque hubiera una diferencia física real, sino una que era completamente psicológica. El encanto de la primera vez era único: el de ser su primer poseedor, el que la descubrirá y la dejará marcada con su esencia. Esos nervios y ese miedo que sólo una doncella podía brindar. Por ello es que se vendían mucho más caras: el placer que producían era incomparable.
Hinata sintió algo extraño; no supo definir qué era, puesto que nunca antes había sentido algo así. El miedo cesó un ápice, pero, por más decente que él se portara, sabía que la inminente penetración le dolería muchísimo. No quería que su desfloración fuera de esta manera, no con un ser que era más demonio que humano y que había conocido desde apenas una hora o un poco más. Esta vez su angustia física quedó a un lado; ahora fue completamente mental. Ella deseaba casarse con un buen hombre, perder su virginidad con alguien que la amara, que la respetara y ella prodigarle lo mismo a cambio. Gracias a su posición social aunado al enorme prestigio de su clan, tenía ese derecho como algo irremisible. Pero ahora, después de la guerra, ya no tenía absolutamente nada; nada a excepción de un hombre que la miraba como un mero objeto sexual y que no dudaría en matarla si era necesario. Por ello, lloró todavía más. Sería ultrajada y poco importaba la manera.
Mientras lanzaba suaves mordiscos al cuello, Sasuke escuchó sus sollozos y se prendió todavía más. Como a todo sádico que se precie de tal, le encantaba el sufrimiento ajeno y disfrutarlo como si fuera un dulce afrodisíaco. Sin embargo, a diferencia de otros, él tenía un dominio perfecto de sí mismo y podía controlar tal maldad. Precisamente por ello, le había dado a Hinata la posibilidad de vivir su primera vez de una forma menos terrible. Y estaba dispuesto a cumplir su palabra a rajatabla. No obstante, lo que realmente quería ver era hasta qué punto podría resistir ella la situación. ¿Podría entregarse a él sin interponer resistencia? ¿Podría dar su virginidad sin defenderla? Era eso lo que le provocaba una malsana y perversa emoción. Resultaba un juego muy divertido ver qué cosa terminaría haciendo su víctima...
Ella sintió claramente las ansias de Sasuke en sus besos y suaves mordiscos. Debía reconocer que no era desagradable, pero aquello pronto cambiaría: sus dedos callosos comenzaron a recorrer su abdomen mientras esquivaba el ombligo. Fue entonces que dio un inevitable respingo de asco y repulsión. Su boca era suave e incluso capaz de provocar algo parecido a lo agradable, pero no quería ser tocada por esas manos ásperas que habían hecho correr la sangre de cientos, quizás miles, de sus compatriotas. Cerrando los ojos, apretó los labios y comprimió la sien por la renaciente angustia. Lentamente de nuevo, dilatando y prolongando cada movimiento de una forma desquiciante, él comenzó a ascender hacia el destino más llamativo que su cuerpo esgrimía: los senos. Escalofríos y tercianas se intercalaron hábilmente en su columna. A duras penas pudo reprimir la intención de salir corriendo para tratar de escapar.
Utilizando su acostumbrada velocidad torturadora, Sasuke ascendía sus manos hacia los atributos más preciosos de su esclava. Tras muchos segundos, la prodigiosa suavidad de su peculiar piel hizo contacto con sus dedos. Entonces se deleitó explorándolos, mientras podía sentir como ella lanzaba espasmos de miedo y se contraía hacia la pared para tratar de huir de algún modo. ¿En qué momento no soportaría más? ¿O acaso se rendiría tan fácilmente ante él? En sus adentros, sonrió maliciosamente con su propia curiosidad. Pronto llegó al excitante relieve poroso que coronaba ambos senos, acariciándolos con una suavidad impropia de él. Sin duda, eran pezones muy firmes y apetitosos. Su boca pronto se puso celosa de las manos y por ende comenzó a viajar hacia el nuevo destino trazado. Se encargó de darle latigazos con su aliento mientras bajaba hacia su nuevo objetivo. A cada trazo avanzado, respiró de forma intensa encima de su piel. Pronto comenzó a darle furtivos besos, breves e intermitentes, hasta que finalmente llegó a la golosina carnal que se entronizaba en su pecho izquierdo. Exhaló ansioso varias veces sobre su próximo premio, sin poder evitar morderse los labios. La última acción no fue una premeditada, sino completamente instintiva. Y por un momento se preguntó si el cuerpo de aquella hembra podría ser capaz de vulnerar su prodigioso autocontrol. Se acercó a su objeto de deseo, posando sus labios sobre éste. Sintió como su esclava se ponía de puntillas para tratar de evitar el contacto; le pareció muy gracioso, tanto que estuvo a punto de sonreír sinceramente. Sin más dilaciones, aprisionó su trofeo entre sus labios y lo succionó suavemente, tal como si fuera exquisito rocío vernal.
Hinata sintió como aquella lengua chupeteaba su pezón izquierdo, apretándolo con perfecta exactitud. Las manos de él se posaron en sus glúteos, clavando sus ásperos dedos en la piel. Parecía que empezaba a perder poco a poco la cordura y aquello causó más miedo en ella. Pronto llegaría al punto en que ya no podría aguantar más el horrible suplicio. Lo sabía. No podría controlar su temor y eso le imprimía más miedo todavía. Las consecuencias serían demasiado terribles y no quería vivirlas por nada del mundo. Si tan sólo pudiera apagar sus sentidos... Quería divagar, perderse en sus pensamientos e ir con ellos a otra dimensión que la protegiera de la realidad. Imaginar que su familia seguía viva, que habían ganado la guerra y que todo seguía igual que antes. ¿Cómo podría abstraerse hasta alcanzar el punto de extinguir completamente el dolor? Lamentablemente era imposible hacerlo y, por ello, comenzó a temer más que nunca. Muy pronto atravesaría el punto límite. Simplemente no podría tolerar más...
Hundió sus dedos en las nalgas de su hermosa esclava, regocijándose con la perfecta suavidad que alardeaban. Realmente era una hembra que podría enloquecer a cualquier hombre; tal vez, incluso a él. Le había asegurado ser gentil, pero, cada vez que incrementaba el calor de sus caricias, sentía que más despertaba el animal instintivo que llevaba por dentro. Sus alborotadas hormonas estaban invocando al demonio cruel que deseaba tomar posesión completa de su alma. Realmente esperaba que esa mujer luchara por proteger su virginidad o sería una molestia muy grande el tener que controlarse. La lujuria nunca le ganaba las batallas a su razón, pero existía una posibilidad de que ella y su excepcional cuerpo pudieran lograr tal proeza.
Hinata, entre las lágrimas que seguían cayendo y los jadeos de excitación de su amo, sentía como un hervidero de nervios cruzaban su cuerpo como dañina electricidad. Si reaccionaba el castigo sería mucho peor. Lo sabía, pero, a pesar de conocer su destino, tenía demasiado miedo a la penetración. Debía ser algo muy cruel y doloroso, incluso si no había violencia empleada en ella. Un acto injusto de placer masculino y dolor femenino que los dioses le habían impuesto para la primera vez. Una acción que deseaba hacer por amor y no por una maldita violación. De pronto, algo interrumpió la raíz de sus pensamientos: enfundado todavía en el pantalón, Sasuke le hizo sentir su endurecido miembro en su desnuda feminidad. Dio un voluminoso grito, uno casi tan grande como la cosa que lo había causado. Pudo percibir el tamaño de lo que la acechaba y fue terror lo que sintió al imaginarse aquella bestia carnal por dentro. Simplemente no pudo resistir más: inevitablemente se soltó con todas sus fuerzas y corrió hacia la pared contraria; sus pies moviéndose incluso por encima de la cama para lograrlo.
—¡N-no puedo! ¡Perdón, pero no puedo!
El momento que cambiaría las cosas por fin había llegado y Uchiha sonrió interiormente por ello. No más civilización, no más restricción racional. Ahora su verdadero ser saldría a flote. Ahora, sin filtros ni misericordia, liberaría al demonio que habitaba en su alma...
Echándole una sola mirada, Hinata supo, como un relámpago iluminando su alma, que acababa de cometer el peor error de toda su vida...
El odio que el perpetrador expresaba en este momento pulverizó hasta el último trozo del espíritu femenil. Hinata se replegó contra la pared, tiritando como si estuviera desnuda en el polo sur. Era increíble como él podía cambiar el matiz de su semblante en tan sólo un segundo; resultaba brutalmente aterrador. Le quedó claro que Sasuke venía desde el mismísimo averno y que sus negros ojos eran la ruta más clara para descubrir tal cosa.
La pausa fue terrorífica, mucho más inquietante que si hubiera acudido enseguida a castigarla. Le estaba dando tiempo a entender lo que había provocado, lo que pronto se vendría contra ella. Y efectivamente, al invencible guerrero le encantaba ver y sentir las emociones previas. El miedo siempre era mejor cuando hay una gran pausa antes. Lo sabía perfectamente porque había causado tal emoción sobre sus víctimas, tanto bélicas como sexuales, demasiadas veces.
La esclava vio como él se giraba hacia una esquina y, por un miserable segundo, tuvo la esperanza de que la dejaría en paz. Qué ingenua era... el segundo siguiente le hizo ver la cruenta realidad: iba directamente donde arrojó al artefacto sexual lleno de espinas. Inevitablemente gritó con todas sus fuerzas. Esta vez él no se detendría; había podido leerlo en sus ojos como si ambos fueran un libro abierto de enormes letras.
—P-por favor, Sasuke... ¡M-me portaré bien ahora! ¡Lo juro!
Él, desde la vaina de metal que lo cubría, sacó el terrible instrumento de tortura. Girando naturalmente sobre sus talones avanzó lentamente hacia la futura víctima, imprimiendo en todo su talante una maldad tan enorme que un demonio no dudaría en adoptarlo como maestro.
Hinata emitió tremores tan estrambóticos e innaturales que sintió que sus esfínteres dejarían de funcionar muy pronto. Sin embargo, eso sólo empeoría las cosas todavía más, puesto que tenía muy claro que Sasuke detestaba los aromas desagradables. Tenía tanto miedo que, de haber podido hacerlo a voluntad, detendría los latidos de su corazón en este mismo instante sin dudarlo un solo segundo.
El joven se puso por delante, quedando a sólo cinco pasos de ella. Hinata podría haber jurado que vio como todo su odio se hacía tangible por delante de sus albinos ojos; como si su siniestro sentir se hubiera corporeizado en el aire y pudiera tocarlo con las manos. Por primera vez en su vida pensó que sus luceros sí tenian una habilidad distinta a los del resto. En completo pánico, se arrodilló ante él para pedir clemencia, depositando su frente en el suelo a la vez que cerraba los ojos. Pero hacer ese movimiento de manera tan rápida provocó que el remolino de miedo que había en su estómago se desatara. Ascendió a través de su esófago y hubiese querido vomitar todo lo que llevaba por dentro, incluido su propio corazón, pero, por la falta de comida padecida, sólo logró escupir saliva mezclada con jugos gástricos de un claro color caquí no uniforme. Su estómago estaba demasiado vacío como para lograr más que eso. Pero de hecho, aunque incluso pudiera vomitar su alma, tampoco serviría para librarse del terror. Pronto, los restos del incompleto desahogo estomacal se adhirieron tanto a su mentón como a las comisuras de sus labios.
—P-por favor... piedad... —rogó entre las arcadas que todavía seguían manifestándose.
Él flexionó sus rodillas y, sin asco, la tomó de la barbilla para alzar su mirada. No necesitó decirle ninguna palabra: todo lo expresó a través de sus demoníacos ojos.
Virulentos y ponzoñosos escalofríos pisotearon cada una de las vértebras de Hinata, mientras una enfermiza sensación se propagaba desde el epigastrio hacia el resto de su cuerpo. Un malestar realmente abominable. Fue entonces que Sasuke, con su mano libre y clavándole los dedos en la piel, la tomó desde la parte alta del pecho y la azotó ferozmente contra la pared. Una; dos; tres; cuatro; cinco veces en total. Si es que sobrevivía a su ira, a Hinata le quedarían oscuros hematomas como recuerdo de su rebeldía. Luego, Sasuke la agarró desde los cabellos y la lanzó a la cama con tanta vehemencia que algunos mechones quedaron entre sus dedos.
—¡P-por favor! —la voz se desmenuzó en matices tan distintos que dio la impresión que sus cuerdas vocales se estaban diluyendo en cruento ácido, a la vez que las arcadas de su crisis nerviosa no conseguían mermar.
Él se arrojó sobre ella y la dominó apretándole el cuello. Pataleando, Hinata tomó el robusto brazo con sus manos para tratar de zafarse, pero nada sirvió. Sasuke, como si fuera una vil muñeca de trapo, la dio vuelta sin esfuerzo alguno. Ahora su trasero apuntaba hacia el techo mientras su abdomen se extendía a lo largo de la cama.
Dejando a un lado el falo de metal, el impiadoso guerrero tomó las muñecas de ella, las aprisionó por detrás de la espalda con su siniestra, y, tal como un policía actual lo haría con un criminal, le colocó las esposas con una pericia sobresaliente. Hinata siguió suplicando piedad, pero sus desesperados ruegos no provocaban ningún eco en quien tenía en frente. La tomó desde los tobillos y el otro par de grilletes se ajustó con impresionante eficacia y velocidad. Ahora los tenues movimientos que Hyuga lograba realizar eran tan amplios como los de un gusano arrastrándose sobre tierra seca. Había quedado total y completamente a su merced.
Sasuke puso sus rodillas a un lado de los muslos femeninos, a la vez que su espalda seguía completamente erguida y su pelvis se ajustaba muy cerca del trasero femenino. Por su poder dominante y la perfecta perspectiva de las nalgas, aquella era la posición que más lo excitaba y enfervorizaba.
—¡Por favor, Sasuke, te lo suplico!
La dejó gritar una y otra vez, pues aquello era como agradable música para sus oídos. Una verdadera sinfonía de sabroso dolor. Pasó poco más de un minuto y los gritos se fueron apagando paulatinamente, dado que su víctima consumió sus cuerdas vocales tal como una llama falleciendo en un coágulo de cera. Fue entonces que sin más dilaciones, el terrible guerrero le hizo sentir el gélido metal en su feminidad. Ella contuvo el estremecimiento natural a duras penas, pues cualquier movimiento que realizara podría enterrarle las crueles espinas.
Sasuke se divirtió escuchándola suplicar a menor volumen por otro par de minutos, mientras lucía tan congelada como una estatua de hielo antártico. Y a pesar del horroroso temor, Hinata intentaba controlar hasta sus respiraciones. Cuando las súplicas parecían agotarse, él presionaba unos milímetros más el artefacto para reanudarlas. Uchiha consiguió que la lógica del tiempo se distorsionara de una manera espantosa. Finalmente, terminó concluyendo el suplicio con duras palabras.
—Si no destrozo tu vagina es exclusivamente porque terminarías muriendo desangrada. No pienso desperdiciar el oro que pagué por ti.
Hyuga, entre el conmovedor e incesante llanto, agradeció sinceramente y con desesperación la conmiseración concedida. Incluso se estaba culpando a sí misma por estar viviendo algo tan pavoroso. ¿Por qué no lo dejó continuar cuando pudo? Habría sido muchas veces mejor que sentir el roce maligno de esas amenazantes espinas durante tanto tiempo. Era algo extremadamente pavoroso y que nunca más deseaba volver a vivir.
Pero, para Hinata, la pesadilla y los gritos recién iniciaban...
Sasuke lanzó lejos el objeto, acercando de forma mucho más peligrosa su pelvis. Sin mayor demora, se regocijó palpando con sus manos la delicia de sus carnosos glúteos. Comprobó, una vez más, la suavidad y firmeza que sólo la fertilidad de la juventud podía dar. Sin duda alguna, la hembra que había comprado era realmente deliciosa. Hasta comenzaba a sentir que su precio en realidad fue barato. Su miedo a ser violada era mucho más grande de lo que hubiera podido imaginar y eso lo encantó. ¿Qué pensaría ella que lo encontraba tan terrible? Después de todo parir hijos debía ser algo mucho más doloroso. Lo suponía así, dado que, al ser un guerrero cruel e inmisericorde, nunca se daría a la labor de entender la razón de aquella sensación. Lo único que bien sabía era que el miedo que ella esgrimía le brindaba un placer gigantesco. La culpa no era suya: quiso comportarse de la mejor manera posible, pero fue su esclava quien arruinó la situación y ya no habría ninguna piedad. De hecho, lo excitaba mucho más verla así, tan indefensa, tan débil, tan medrosa y espantada. Tener tanto poder sobre alguien era realmente maravilloso y ella se lo hacía sentir más que nunca. Sí, nuevamente pensó en la delicia que yacía en una virgen. Ese miedo excepcional a ser penetrada, esos nervios erizados, la adrenalínica tensión cruzando por cada célula que podía sentir bajo él. El fascinante terror a lo desconocido que ella sentía. El dolor visceral que muy pronto le provocaría; el placer de saber que ha sido el primer hombre en su vida y que deberá recordarlo eternamente por lo mismo. Gozó imaginando los gritos desesperados pidiéndole que se detuviera, el dolor de raspar salvajemente su vagina, romper su himen y hacerla sangrar. Definitivamente las vírgenes eran lo mejor que podía existir en este mundo; un verdadero manjar de dioses.
Su sadismo lo llevó a apretarle los glúteos como si quisiera desgarrar su piel con las manos. Los dedos quedarían tan marcados que parecerían un verdadero tatuaje de rojizo color.
—¡Para, por favor! ¡Me duele mucho!
—Tú lo quisiste de esta forma —dijo él con una tranquilidad castigadora.
—Ahora, ¡ahora me portaré bien! ¡L-lo juro con mi corazón!
—Ya es demasiado tarde... —dicho esto, Hinata escuchó la cremallera de su pantalón abriéndose y entonces supo que el terror podía seguir subiendo más escaños todavía.
—¡No! ¡Por favor, no! ¡Te lo suplico por lo más sagrado que tengas! —la desesperación total que sentía impidió que tartamudeara. Y la falta absoluta de respuesta le provocó más pavor que si hubiera recibido una maligna.
Llorando de una manera que le partiría el alma a cualquiera, Hinata pensó que ser mujer era la peor maldición que podía existir; un maleficio, una desgracia que nadie merecía. Y en la situación tan angustiante que estaba experimentando y en la época tan cruenta, cavernaria y machista que le tocó vivir, era normal que lo pensara así.
Apretó sus piernas y su vagina lo más que pudo. Quería, con todas sus fuerzas, ejercer un candado imposible de vulnerar. Pero de súbito sintió algo cálido, caliente inclusive, a la par de grande y duro, que hizo apenas contacto con su vulva. Algo muy diferente a cualquier cosa que haya sentido antes. Evidentemente era el órgano sexual masculino. Y esta vez en desnudez.
—Por favor... —desenfundó una voz tan lastimera que habría conmovido a cualquiera; a cualquiera menos a él.
Uchiha empezó a desplazar su miembro a través del contorno vaginal. Disfrutó infinitamente el contacto con la piel más íntima de su víctima y la sensación de poder absoluto. Muy lentamente, la masajeó de abajo hacia arriba y viceversa. Segundos después, un par de profundos jadeos excitados se plasmaron en la atmósfera.
—¡Por favor, Sasuke, no me hagas esto!
El joven no dio ninguna respuesta verbal, pues fue su miembro el que lo hizo: su destino cambió de dirección hacia algo muy cercano y a la vez más pequeño.
—¡No! ¡Por allí menos! ¡Haré cualquier otra cosa! ¡L-lo que sea, te lo juro!
—Te dije que las cosas siempre pueden ser peores, pero me queda muy claro que eres corta de entendimiento —disfrutó la venenosa ponzoña que desenvainó su boca.
—¡Te lo ruego!
Sasuke comenzó a frotar su sexo entre las nalgas de Hinata, quien, al percibirlo en toda su dimensión, aumentó aún más su aterrado griterío. Pronto, él enfocó la atención hacia su verdadero objetivo y lo masajeó superficialmente, tal como antes lo hizo con la apetitosa feminidad. Ella comprimió lo más que pudo los músculos anales, como si hacer tal cosa pudiese impedir lo que vendría. Sin embargo, surtió el efecto contrario al deseado: excitó todavía más al guerrero, que, viendo tan apretado el cerrojo carnal que lo recibiría, sintió una energúmena ansia febril. Pronto introduciría el glande de manera lenta, muy pausada, provocando un maravilloso ralentí de sadismo. Luego, de un solo y terrible tirón, metería el resto de su masculinidad hasta lo más profundo de las entrañas femeninas. Sin duda alguna, tal acción le era lo más maravilloso y placentero que podía existir en la vida.
Cuando Hinata sintió que la gruesa punta del miembro empezaba a abrirse paso, adentrándose un par de centímetros lentamente, gritó evocando todas las fuerzas de su alma. Unos alaridos tan desgarradores y sobrenaturales que llegaron a sorprender incluso al mismísimo Sasuke Uchiha.
—¡No me lo hagas! ¡Te lo suplico, te lo ruego, te imploro piedad! ¡Dame clemencia por lo que más quieras!
Él, ante su impresionante clamor, detuvo sus movimientos. Ya había gritado muchas veces, pero en esta ocasión resultó ser algo tan extraordinario que llamó su completa atención.
—Es mejor que lo vivas de una vez —su respiración estaba agitada, pero de todas formas sus palabras emergieron con un tono parsimonioso, como si fuera el consejo dado por un amigo—. El dolor lo sentirás ahora, pero ya lo habrás vivido; ya sabrás a qué atenerte. En cambio, si lo pospongo vivirás con miedo a lo desconocido cada día a partir de ahora y cada vez que me acerque a ti. ¿Te gusta vivir sintiendo terror a cada momento?
Ella no pudo creer la calma que, incluso en un momento así, era capaz de ejercer. Sin embargo, no perdió tiempo hundiéndose en su asombro. Preparó su alma a hablar como nunca antes lo hizo; sabía que esta sería la última oportunidad para salvarse. La única chance de que un milagro ocurriese. Por ello, abocó todo su ser a tratar de llegar al alma de su victimario.
—Te lo ruego, Sasuke... yo no sé qué te hizo tener un corazón tan oscuro, p-pero creo que, a pesar de todo el odio que cargas por dentro, tienes un poquito de luz en tu interior —el cariz de su voz cambió totalmente. De gritos desesperados y angustiados, pasó a ser una sumamente apagada, triste y fulminada. Si los muertos pudieran hablar, seguramente tendrían la misma voz que Hinata en este momento. Precisamente por aquel cambio en su tono, él se detuvo a escucharla—. S-sé que yo soy sólo un objeto para ti, pero en verdad soy una persona que siente, que está sufriendo mucho, que lo único que quiere es llevar una vida un poquito digna. T-te lo suplico con todo mi corazón, no me hagas esto...
Fue su alma la que habló. Ya no eran gritos desesperados hacia un despiadado violador, ahora era una súplica que venía desde el fondo de su alma para invocar al ser humano; a la persona conciente que, escondida tras esa ingente maldad, debía haber en él.
Se produjo un silencio verbal de varios segundos. Lo único que se escuchaba eran los respiros agitados de ambos; uno por la excitación, la otra por el miedo. Él no hizo ningún movimiento; parecía que todos sus átomos hubieran entrado al cero absoluto. Hinata deseó con todas sus fuerzas que su voz hubiera podido contactar su negro corazón.
Finalmente, tras eternos segundos que parecieron minutos enteros, él habló.
—Si tienes la esperanza de que si me detengo ahora no te violaré en el futuro, te equivocas rotundamente. Te voy a violar sí o sí y créeme que Sasuke Uchiha siempre cumple lo que dice.
—P-por favor... entonces sólo dame un poco más de tiempo —pidió sólo un poco, pues si solicitaba más él se negaría de cuajo—. Necesito prepararme de algún modo. Concientizarme para vivir algo así y soportar el dolor de mejor manera. Por favor, te lo ruego con todo mi corazón, Sasuke...
Tras unos segundos más, y para el gran asombro de Hinata, dejó de sentir el órgano sexual masculino contra ella. La prisión ejercida a los lados de sus muslos también se soltó.
Uchiha puso los pies en el suelo de madera y, con gran dificultad debido a su tamaño actual, comenzó a guardar su erección dentro del pantalón. Cuando tuvo la seguridad de que no sucedería un desagradable percance, procedió a cerrar la cremallera, aunque lográndolo apenas. Luego, se puso la camisa sin ninguna prisa.
—Te daré un poco más de tiempo entonces —consintió con su voz tosca de siempre—. Pero verás que hoy, mañana, dos días o tres, no provocarán ninguna diferencia en ti. Sólo prolongarás tu ansiedad y vas a temer por tu virginidad cada vez que a mí se me antoje. De hecho, ahora que lo pienso, será un juego muy divertido hacerte temer constantemente la pérdida de tu castidad...
Hinata giró su mirada y, como él estaba a su lado en este momento, pudo ver claramente la enorme bestia que, ceñida a la tela, sobresalía por debajo del pantalón. Ahora tenía pleno conocimiento, tanto sensorial como visual, de cuanta carne entraría en ella realmente. Por eso, a pesar de su ruin amenaza, sintió verdadero alivio de haberse salvado de aquello, aunque pudiera ser sólo por unas pocas horas más.
—Sasuke, gra-gracias de verdad...
—No me las des porque será para peor. Ni se te ocurra albergar la esperanza de que no te violaré —envileció su voz todavía más—. De hecho, te contaré algo... muchas veces me hice de prisioneros y montones me suplicaron por sus vidas. Los muy estúpidos mantenían la ilusión de que podrían salir vivos, de que podrían ver a su familia y a sus amigos nuevamente. La esperanza es lo último que se pierde, ¿verdad? Pero lo único que hacían era prolongar su dolor a través de terribles torturas porque, aunque pasaran muchos días, su destino ya estaba escrito: al final siempre me divertía decapitándolos lentamente. El sufrimiento es peor cuando hay una falsa esperanza alimentándolo —dicho esto, terminó de abotonarse la camisa y comenzó a sacar las esposas de las muñecas de Hinata.
Ella enmudeció como si le hubieran cortado la lengua o incinerado las cuerdas vocales. El sólo imaginarse ser un prisionero de guerra con Sasuke como torturador engendraba un miedo espeluznante y maximizado a límites extremos. Ahora entendía perfectamente el por qué de su terrible fama.
Cuando también le quitó los grilletes en sus pies, le dijo:
—Te libraste por esta vez... pero ten presente que sólo extenderé el plazo un poco más o sino te enamorarás de mí y ya no sería una violación como los dioses mandan.
«¿Violación como los dioses mandan?». Hinata quedó pensando en aquella expresión un par de segundos, pero lo que realmente llamó su atención fue lo que le cuestionaría ahora mismo.
—¿E-enamorarme de ti?
—Yo soy irresistible, así que es algo completamente inevitable —lo dijo con tanta tranquilidad y aplomo que cualquier afirmación contraria parecería una gran mentira.
—Y-yo nunca en la vida caería tan bajo —se sintió tan violentada e indignada con tamaña arrogancia que olvidó completamente que debía camuflar sus verdaderos pensamientos. Al segundo se dio cuenta de su colosal error, expresando tal sentir a través de los parpadeos asustados que temieron la reacción de su amo. ¿Cómo pudo olvidar que él podría violarla ahora mismo si quería? De hecho estuvo a milímetros de hacerlo y sólo un milagro divino la salvó de sufrir tal destino. Y ahora se atrevía a refutarlo de esa manera... —¡P-perdón! ¡Mil veces perdón, amo! ¡Le juro que no se repetirá mi atrevimiento! ¡Nunca más!—volvió a tratarlo con la manera respetuosa de antes por el tremendo terror a su reacción. Incluso se arrodilló en la cama y apegó su frente a la colcha en señal de sumisión total.
Sin embargo, a pesar de su pavor por una represalia, Sasuke sólo despidió una indiferencia abismal. Definitivamente ese hombre se le hacía total y completamente impredecible. Nunca sabe qué hará, que dirá o como reaccionará.
—Bien —dijo derrochando impasibilidad—, pensaba violarte todo el día, pero como tu asustadizo semblante me confirma que eres una mujer sumamente débil, te daré una hora para que te recuperes de la impresión en que estás sumida. Después de ese plazo te quiero en tus cinco sentidos y concentrada, ¿oíste?
—S-sí, amo.
Sasuke tocó el hombro de ella, indicándole que alzara la mirada y la dirigiera hacia el reloj de arena encima del velador. Hinata entendió enseguida: invirtió el artefacto sabiendo que, cuando la arena pasara de un compartimento hacia el otro, el plazo se habría cumplido.
—En una hora estaré en el vestíbulo para mostrarte tus labores de una vez. Y por cierto —indicó hacia la entrepierna femenil—, como consejo: te sugiero que más tarde te masturbes varias veces metiéndote los dedos hasta el fondo y así tu primera vez no será tan dolorosa. Tu vagina estará más preparada así —luego de lo dicho recogió al señor quita-inocencias, marchándose hacia la puerta con pasos tranquilos y firmes; los que solía dar siempre.
Por la sorpresa, ella pareció hacer flotar sus ojos por encima de las órbitas. Ese hombre era desconcertante en verdad. Lo conocía desde tan poco, pero ya tenía la completa seguridad que podría ser libre el resto de su vida y conocer todos los países del mundo y nunca volvería a encontrar un hombre tan singular como él.
Uchiha, mirándola soslayadamente cuando llegó al umbral, agregó un inciso: —Aunque el truco que te di no te funcionará cuando te destroce haciéndote sexo anal... —despidió una sonrisa sumamente perversa. La segunda que le vio desde que le conoció. Cerró la puerta y esta vez la dejó sin llave. Sus pasos alejándose se dejaron de escuchar tras varios segundos.
Una vez sola, Hinata quiso seguir llorando mares enteros, pero ya estaba muy cansada de hacerlo. Sentía sus ojos escocidos y ardientes, tal como si hubiera tenido que atravesar un árido desierto durante incontables días sin nunca parpadear. También previó que si no hacía algo pronto, sufriría una crisis nerviosa que la llevaría a hacerse daño a sí misma. Por ello, con premura y desesperación, fue hacia la tina, puso el tapón y la llenó de agua nuevamente. Se refugiaría allí, dejando que la caricia del líquido vital le brindara el urgente solaz. Quería sacarse de encima la vomitiva sensación de esos labios besando su cuerpo, sus callosos dedos descubriendo su piel y la de su hombría deshonrándola superficialmente. Cuidando su espalda del dolor provocado por los cinco golpes contra la pared, se lavó con desesperación una, y otra, y otra vez; con ansias de eliminar, borrar, difuminar, extinguir, cualquier rastro de Sasuke en ella. No deseaba, por nada del mundo, continuar sintiéndose sucia y manchada por ese maldito demonio disfrazado de hombre. No quería seguir sintiéndose como una leprosa infectada por su condenada culpa. Continuó enjabonándose cual enajenada, lavando su vulva y el ano repetidas veces. Sentía una atroz repugnancia que le sería imposible olvidar.
Pasaron un sinfín de minutos mientras continuaba purificando su cuerpo con la tibia agua veraniega. Todavía rellena en los nervios puntiagudos del terror, empezó a pensar en quién era Sasuke Uchiha realmente. ¿Qué situación en su vida lo habría llevado a ser así de maldito? ¿Tendría familia, padres, hermanos? ¿O estaba tan solo como ella lo estaba ahora?
Perdiéndose en sus pensamientos un tiempo que siguió sin sentir, repasó los actos de su amo y dio cuenta que, a pesar de todo el impresionante horror que le infundió, en un principio él no quiso violarla de manera violenta. Tampoco le enterró las espinas metálicas. Después detuvo el ultraje y, además, le había dado una hora para recuperarse de la conmoción. Dentro de su innegable y terrorífica crueldad, existían algunas dosis de bondad también.
Comenzó a sentir una especie de incipiente bipolaridad interna, una guerra de sentimientos disímiles que agitó su alma como una tormenta en un desierto. Era una batalla que él había iniciado en ella. Fue entonces que un interesante pensamiento llegó a su mente... ¿podría ella provocar una similar guerra de sentimientos dispares en Sasuke? ¿Podría incrementar la pequeña porción de bondad que él tenía?
De improviso, Hinata aunó la real esperanza de que ella sí podría sacar a flote un cambio en él. Sabía que era muy ingenua, una tonta inclusive, ¿pero qué otra cosa podría hacer en su situación? Lo único capaz de mejorarla sería precisamente eso: tratar de tocar ese corazón tan oscuro de algún modo.
Navegando en aquella idea, notó algo muy contradictorio que la molestó sobremanera: pese a todo el terror y repulsión que le generaba, también sentía algo de curiosidad por él. A pesar del brutal espanto que sentía ahora mismo y de sus músculos temblando como nervios expuestos al aire libre, eso es lo que estaba sintiendo: curiosidad.
¿Por qué?
«Por qué finalmente no te violó» le susurró el hemisferio más emocional del cerebro.
«Pero lo hará» le recordó el hemisferio más racional.
«Pese a su maldad te tuvo compasión; no concretó el paso final y más doloroso de todos» volvió a hablar el primero.
De súbito, se sintió demasiado indignada consigo misma. Aunque lo odiaba con todas sus fuerzas tras la inmensa angustia que le causó, también le estaba agradeciendo a ese demonio que no la violase. ¿Tan desesperada era su situación como para darle gratitud por no hacerlo?
Sí, así de desesperada era su situación actual.
Y por eso mismo volvió a llorar.
Continuará.
