¡Hola! Muchísimas gracias de nuevo por el gran apoyo a este fic :D Ya respondí los reviews con cuenta y nuevamente agradezco a quienes no la tengan, pero que tienen la amabilidad de comentar igualmente. Respecto a una crítica vertida por ahí con mala onda no se preocupen que a mí no me molesta ni afecta en lo más mínimo. Además es totalmente legítimo que pueda gustar o no gustar el segundo capítulo, pues sé que lo último que escribí se aleja de lo convencional y acostumbrado. Tampoco tengo ningún problema si un capítulo no gusta, pueden decírmelo con toda confianza y con rabia también si quieren (insultos incluidos xD). Lo importante es seguir avanzando en la historia y provocar emociones (buenas o malas :P).

Nota 1: Respecto a las edades de Hinata y Sasuke no las he mencionado para que ustedes mismas/os la asuman a como les parezca creíble. He dicho que son jóvenes así que se los pueden imaginar hasta con 23 años, pues creo que despues de esa edad ya dejamos de ser jóvenes (lamentablemente xD). También pueden imaginárselos con 14 y que Sasuke es un chico muy precoz para su edad xD Asi que tal como la época, es a gusto de ustedes la edad que tengan según hasta que punto consideren a alguien como joven.

Nota 2: En una conversación entre Sasuke y Hinata hago mención a Artemisia, personaje real que fue líder del ejército persa durante las Guerras Médicas (alrededor de los 500 AC). Que yo sepa ella fue la primera mujer en la historia del mundo en estar en un ejército y además ostentar el grado equivalente al General de nuestros días. Una mujer increíble sin duda (y por cierto en la película "300: Rise of an Empire" es interpretada por Eva Green).

Nota 3: También recuerdo que Sasuke es un hijo de puta bien machista y que no representa en absolutamente nada lo que yo pienso. De hecho, a mí me parece que las mujeres son la clave principal para que la evolución humana continúe, gracias a su mayor sensibilidad y empatía (generalizando).

Nota 4: Mi propósito con esta historia, además de entretener, es generar sentimientos contradictorios entre los personajes. Escribir torturas sexuales sin mayor fundamento, sin que hayan sentimientos que unan a los protagonistas (positivos y negativos al mismo tiempo), sería algo sumamente tedioso tanto para mí como ficker como creo que también para los lectores. Por ello, aunque obviamente esta historia no será un romance como tal, sí que tendrá potentes elementos afectivos con un claro cariz de amor-odio.


Esclava Sexual, Capítulo Tercero


Mientras los minutos avanzaban no sabía qué estaba sintiendo. Era algo totalmente anómalo. Como si tornados o huracanes azotaran ferozmente su interior. Estaba parcialmente aliviada, pero también triste, con miedo, con desesperanza, todo en una amalgama de emociones encontradas. Que Sasuke finalmente no la violara le brindó momentáneo consuelo, pero él tenía razón: ahora viviría con la incertidumbre de que pudiera asaltarla sexualmente en cualquier momento. De hecho, iba a serle un juego muy divertido. Ella sólo estaba dilatando las cosas. Le había pedido un poco más de tiempo, ¿pero cómo prepararse para una violación? ¿Realmente serviría de algo meterse los dedos? Quizás podría reducir un poco su dolor físico, ¿pero qué sucedería con el de su alma? ¿Cómo podría paliar ese dolor?

Él finalmente no la había violado físicamente, pero sí lo había hecho con su espíritu y jamás podría sacarse ese sentir de encima. Sería algo que perduraría en su mente hasta el fin de sus días. Estuvo completamente a su merced, llena de terror y viviendo la impotencia de no poder hacer absolutamente nada para salvarse. Atemorizada por la terrible sensación de tener encima a un ser asqueroso con un alma tan negra que espantaba. Era la primera vez en su vida que se había sentido tan excesivamente débil, inerme y vulnerable.

¿Cómo afrontar un dolor así? ¿Cómo? Tendría que pensar que habían cosas peores tal como él se lo dijo y que, además, también se lo hizo experimentar claramente. Pero descontando las torturas, ¿qué más podía ser peor? ¿Quizás parir al hijo de un violador? Sólo imaginarse tal cosa le brindó unos escalofríos terribles. Eso sí que debía ser algo muy cruel. Sí, habían cosas peores después de todo.

Estuvo un largo rato perdida, sumergiéndose en sus pensamientos. Se abrazó a sí misma y, a pesar de cuantas veces se había lavado, todavía sentía a Sasuke tocándola. Dio cuenta que, aunque se enjabonara mil veces, no podría borrar su esencia, puesto que no era algo que se le hubiese impregnado físicamente, sino a nivel puramente mental. Y eso no se podía limpiar con agua.

Pasó divagando tanto tiempo que no notó cuanto pasó realmente. De pronto, recordó que tenía un plazo que cumplir y dirigió su mirada hacia el reloj. Sintió espanto cuando vio que la arena ya había pasado de un compartimento a otro. ¿Hacía cuanto que había sucedido tal cosa? Su abstracción podía causarle algo terrible nuevamente. De hecho, todavía le dolían los golpes en su espalda o el ardor que causó Sasuke en sus nalgas; no quería volver a sentir algo así por nada del mundo.

Hinata, todavía temblando internamente más de una hora después, fue hacia el armario y se puso rápidamente el vestido que menos le gustó. Estaba segura que debería hacer labores de limpieza y, aunque probablemente a partir de ahora todos los días serían iguales para ella, prefirió guardar el traje que tanto le gustó para alguna improbable ocasión especial. Quizás Sasuke recibía alguna visita de vez en cuando.

Una vez vestida corrió hacia el vestíbulo a toda prisa. Allí, su dueño estaba esperándola con dos espadas enfundadas en la cadera; fue un detalle que la asustó, aunque después supuso que sería por otra razón que no la involucrara a ella. Él no necesitaba dos espadas para castigarla por su demora.

—P-perdón, amo. No me di cuenta de la hora —dijo con voz macilenta y ojos temerosos.

Él no hizo ningún ademán: siguió igual que antes, sin demostrar gesto alguno.

—Sígueme.

—Sí, amo —dicho esto, agradeció en sus adentros que no la hubiera recriminado respecto a su retraso.

Él se dirigió hacia la puerta principal, pero cuando la iba a abrir el estómago de Hinata rugió suplicando por comida. Fue algo tan sonoro y prolongado como el hambre de una bestia, pues era demasiado el tiempo que llevaba sin comer. Se avergonzó por inercia, bajando su cabeza y coloreando sus mejillas como antaño. Nunca antes su panza había hablado de esa manera y le fue completamente embarazoso.

Sasuke se volteó y le clavó su mirada.

—Por lo visto tienes mucha hambre.

—P-perdón, señor. No volverá a ocurrir.

—No seas ridícula, esos ruidos no se controlan. Ven, iremos a la cocina. Allí hay frutas que te servirán como refrigerio.

—Sí, amo.

Avanzaron a través de otro largo pasillo, esta vez más ancho que el anterior, pero menos largo. No tardaron en llegar a la cocina. La misma era muy amplia y más fría que el resto de de la casa. Disponía de todos los implementos necesarios: ollas, sártenes, cuchillos lisos y dentados, dos grandes chimeneas con parrillas para asar carnes y otras comidas, además de dos lavavajillas ubicados a varios metros. Al fondo de la habitación habían grandes canastos con frutas y verduras rellenos en forma dispareja. Unos hasta el tope y otros con menos de la mitad. Hinata pudo ver también un gran venado, todavía fresco, con la flecha que le había dado muerte aún clavada en su pecho. Con toda seguridad, Sasuke lo había cazado en esa misma mañana.

—Come lo que quieras y tómate tu tiempo sin prisas. No quiero que después ensucies el piso con asqueroso vómito. Yo aprovecharé de afilar mis espadas.

—S-sí, amo.

Hinata nuevamente quedó impresionada con el cariz que Sasuke esbozaba en este momento. Ahora no despedía ese sadismo enfermizo que más de una hora antes sí. Volvió a esa gelidez displicente de antes y se preguntó si acaso sufriría un desdoblamiento de la personalidad o algo por el estilo. Deshaciendo sus inquietudes, se acercó a los canastos y pudo ver manzanas del brillante color que, antaño, a menudo acudía a sus mejillas. Había una canasta llena de ellas; también de naranjas, patatas, ¡uvas! Sus frutas favoritas estaban casi a tope en el recipiente de mimbre que las contenía. Sintió genuina alegría. Después de tanto tiempo, por fin podría comer algo delicioso. Miró a su amo con un gesto, como pidiéndole permiso con los ojos. Él movió su cabeza levemente como una forma de asentir. Tomó las frutas entre sus manos, las llevó al lavabo, puso en práctica para lo que servía y luego comenzó a comer como una verdadera desquiciada. La bella chica empezó devorando tres manzanas con muchas ansias; de una manera tan voraz como un caníbal lo haría con un despistado turista. Eran mucho más dulces y jugosas de lo que imaginó. Un verdadero placer divino para el paladar. Luego tomó los racimos de uvas y sintió una alegría indescriptible. En verdad era el edén en la Tierra. A medida que se alimentaba, fue botando la pepas en un cesto que evidentemente hacía la labor de basurero. Una vez más, Hinata nunca pensó que comer uvas y manzanas pudiera significar tanto.

Sasuke, al otro rincón de la cocina, sacó una de sus dos espadas y comenzó el proceso de afilarla, frotando un instrumento de metal especializado para tal labor.

Hyuga lo observó disimuladamente desde su esquina. Efectivamente su cariz demoníaco había cambiado y ahora volvía a desprender esa gelidez y apatía anterior. Si en los tiempos de Hinata hubiera existido la psicología se habría preguntado si acaso él tenía un desorden de personalidad disociativa o incluso bipolaridad. También rememoró el momento vivido hace más de una hora, en donde él mutó su semblante de un segundo a otro. Seguramente alguien que pudiera considerarse como normal no podría hacer cosas así de radicales.

Hinata vio un par de segundos los cuchillos que colgaban desde las perchas. Y a pesar de que Sasuke ni siquiera la estaba mirando, ella comprobó el gran control que tenía del espacio a su alrededor.

—Imagino que en algún momento se te pasará la idea de ocultar algún cuchillo para matarme por sorpresa, pero, si realmente te atreves a hacerlo, ruega por tener una suerte realmente colosal... porque si fallas...

Ella, inundada por el miedo que esa voz siniestra le provocó, inclinó su cabeza humildemente.

—Ja-jamás me atrevería a hacer algo así, amo. Sé que usted es el mejor guerrero de esta nación, altamente entrenado y con una enorme experiencia en combate a pesar de su joven edad. Hacer algo así sería lo mismo que suicidarme de la forma más dolorosa posible.

—Eres muy inteligente para ser mujer.

Hinata no supo si tomarlo como un cumplido o como una ofensa. Finalmente optó por ser positiva

—Gr-gracias, amo. Además yo nunca me atrevería a matar a nadie.

—No me extraña, eres mujer después de todo —hizo un gesto de vil desprecio.

—Yo no creo que matar sea una virtud —dijo al instante, para después arquear una esquina de sus labios—. Me parece algo aborrecible.

—El más fuerte se come al más débil —contestó sin demora con voz impersonal—. Es una ley tanto biológica como de la vida misma. Por eso es que ustedes, el sexo débil, sucumbe ante el poderío masculino. Por eso mismo te violaré cuando se me antoje y tú no podrás hacer nada por evitarlo.

Hinata se sintió tan indignada que sintió llamas ardiendo en su interior. Pensó en callar sus verdaderos pensamientos, pero no quería hacerlo. Por eso, se arriesgó a decir su verdad a pesar de las posibles consecuencias.

—S-si es así entonces nada los diferencia de las bestias; unas bestias atadas a sus instintos más básicos —después de haberlo dicho, se arrepintió enseguida. No debió contradecir de esa manera a alguien que ahora era su dueño y que podía castigarla o violarla cuando quisiera.

—Efectivamente, los hombres somos mucho más bestias que las mujeres —confirmó sin hacerse ningún problema, ni sentirse ofendido en lo más mínimo—. Y por eso mismo somos los que dominamos el mundo —siguió afilando su espada tranquilamente.

La respuesta fue tan contundente que Hinata guardó silencio varios segundos. Parecía que para él ser considerado como una bestia era una virtud en vez de ser un defecto. ¿Cómo contradecirlo entonces?

—Yo espero que un día el mundo logre cambiar, que algún día evolucionemos lo suficiente como para que hombres y mujeres tengamos los mismos derechos y podamos ser iguales.

Sasuke esbozó una media sonrisa que reflejó abierta diversión.

—¿De quién es la culpa? ¿Del que domina o de quién se deja dominar? El mundo cambiaría si ustedes tuvieran los huevos para enfrentarse al machismo imperante. Pero no tienen los huevos, la valentía, para enfrentar el sistema reinante. Y es normal que sean así de cobardes, pues son sólo eso: mujeres. Por eso el dominio masculino seguirá por los siglos de los siglos. Y eso no cambiará porque ustedes no tienen el coraje para hacerlo cambiar.

Hinata sintió una especie de cuchillada intangible en su alma. Lo dijo de una manera tan soberbia, con tanta seguridad que quemó su interior sólo usando palabras. Comprobó, empíricamente, que él también podía ser muy hiriente usando sólo las palabras.

—Es muy difícil cuando la fuerza bruta y las armas las tienen ustedes. No es fácil cambiar el mundo cuando todo el poder radica en la fuerza bruta en vez de la razón. Ustedes también tienen que poner de su parte para mejorar el mundo. Si tan sólo fueran más empáticos con el dolor ajeno, menos bestias hacia el prójimo, este mundo sería un lugar mucho mejor.

—Te concedo que tienes un buen punto. Sin embargo, son ustedes las que deben iniciar un cambio, no nosotros porque no somos los afectados. Además, te contaré algo muy interesante... hace mucho tiempo, en las Guerras Médicas, hubo una mujer que entró al ejército y se hizo del rango más alto de todos: General —Hinata abrió mucho los ojos ante aquella afirmación. No sabía que una mujer pudiera ser una guerrera. Eso era algo imposible—. Sí, para tu gran sorpresa, llegó a ser toda una General. Era la persa Artemisia. Ella, en un mundo dominado por hombres, logró escalar al puesto más alto en el ejército. ¿Sabes por qué?

—¿Por qué?

—Porque ella no tuvo miedo de morir en el intento.

Hinata quedó callada varios segundos, sin saber qué pensar. ¿Por qué le estaba diciendo eso? ¿Para que se diera cuenta que tener miedo sólo provocaba una gran desventaja? ¿Que por tener miedo a morir ella era una esclava?

—Y actualmente —continuó Sasuke— sólo hay una mujer en este mundo a la cual respeto. Y de hecho, ni siquiera la considero como una porque es demasiado fuerte para serlo. En realidad es un hombre en cuerpo de mujer.

—¿Una mujer a la que usted respeta? —dijo Hinata completamente asombrada.

—Así es —confirmó sin mirarla.

Ella quiso preguntar más al respecto, pero bastaba con ver el semblante de Sasuke para ver que él no profundizaría en el tema. Le sorprendió mucho que, con lo machista que era, hubiese una mujer que hubiese podido ganarse su respeto. ¿Quién sería esa fémina? ¿Y cómo se había ganado su respeto? ¿Podría ella ganárselo también algún día? Después de un rato, dejó todas sus incógnitas a un lado y pensó en la agilidad mental de su amo. A pesar de su evidente brutalidad, nuevamente le quedó muy claro que era un hombre de vivaz inteligencia.

El resto de la comida transcurrió en silencio. Hinata sació su hambre en una gran proporción, aunque, después de tantos días con pocos alimentos, podría haber seguido comiendo tranquilamente. Sin embargo, no lo hizo para no terminar irritando a su dueño demorándose más de lo conveniente.

—Terminé, amo Sasuke —anunció tras comerse una última manzana. Efectuado el último mordisco, su barriga se sintió extremadamente agradecida.

Él dejó de afilar la segunda espada, enfundó ambas, se puso de pie y le dio una orden a su esclava:

—Sígueme.

Hinata asintió rápidamente. Así, caminó detrás suyo mientras Sasuke se dirigía hacia la puerta principal del hogar. Cuando él la abrió, un par de perros que andaban cerca se les unieron de inmediato. La fémina, a pesar de estar al lado de él, sintió miedo de ellos. Eran enormes y debían pesar por lo menos unos cincuenta o incluso sesenta kilos. Un peso aproximado al suyo. Además, sus músculos emulaban perfectamente gruesas correas hechas de acero.

A medida que los pasos avanzaban, ella entendió que se dirigían hacia la caballeriza. Seguramente le diría que la limpiara y le diera comida a los caballos. Ahora obtuvo una vista lateral de la mansión y le sorprendió ver cuan grande era. Superaba a su propio hogar con creces y había largos pasillos que se encargaban de conectar los diferentes cuartos. También se percató de que el área prohibida era mucho más grande que la que no lo estaba.

De súbito y venido desde la nada, su mente volvió atrás y recordó el pavoroso momento que vivió hacía más de una hora. Había sentido el miembro del hombre que caminaba por delante y aún ahora podía sentir esa maldita sensación en su intimidad vaginal y anal. Como si él siguiera encima, a punto de penetrarla violentamente. Le resultaba perturbador y asqueroso al mismo tiempo. No importaba que de ahora en adelante se comportara como el más civilizado de los hombres, jamás podría olvidar la canallada que le hizo. Y eso debía tenerlo muy presente en su mente. No porque le hubiera dado compasión en el terrible acto sexual o comida después, iba a olvidar o perdonar todo lo que le había hecho. No iba a ser como un perro golpeado que luego agradece el alimento que le dan porque no tiene más alternativa que hacerlo. Aunque fuera su esclava, él no podría esclavizar su mente y muchísimo menos su corazón.

La distracción de sus pensamientos provocó que no se diera cuenta del momento en que llegaron a la entrada del establo.

—No te explicaré nada. La mujeres nacen para limpiar, así que tu propio instinto te dirá lo que debes hacer.

—Sí, amo —asintió ella sin tener ni idea de lo que debía hacer. Pero si él confiaba en sus habilidades limpiadoras, esperaba que no se arrepintiera después. Si cometía un error la culpa no sería suya. De todos modos, un establo debía ser lo mismo que limpiar una casa.

—Y cuando termines, me avisas de inmediato —agregó otra orden.

Hinata respondió las mismas palabras anteriores. Rápidamente echó un vistazo derredor y comprobó que era un lugar bastante amplio. Sasuke tenía tres alazanes de muy buena salud y vigoroso cuerpo en espacios de tamaños desiguales. La joven se dio el tiempo de observar mejor a los dos que la habían traído hasta aquí, pero no supo reconocer cuales eran. El trío de equinos era muy parecido entre sí y estaban tan bien cuidados que no habían diferencias de masa corporal. Inclusive su crin relucía de la misma forma en ellos.

En una especie de bodega adyacente, también estaban estacionados el carruaje y una carreta de cargamento. No se entretuvo mirándolos: buscó implementos para hacer aseo y hurgando con su vista encontró escoba, unos baldes con agua, paños de limpieza, rastrillos, palas y alguna otra cosa más. Paulatinamente los nervios de un nuevo asalto sexual fueron desapareciendo. Sasuke era impredecible, pero de todas formas algo le hacía presentir que, por lo menos aquí, sus labores serían normales y sin sobresaltos. No creía que él quisiera hacerlo en un establo, rodeado del olor característico que tales tienen.

Desde diferentes direcciones llegaron el resto de perros, quienes rodearon a su amo agitando sus colas alegremente. Hinata, sorprendida pero proactiva, aprovechó de contarlos para ver cuantos eran realmente y vio que era un equipo de cinco canes.

—¡Firulais! —gritó a todo pulmón Sasuke.

Pronto, en la lejanía del horizonte, uno de los grandes perros, el de aspecto más feroz y terrible, comenzó a levantar una polvareda mientras corría a toda velocidad. Entonces Hinata supo que se había equivocado: contando a Firulais el equipo de canes era conformado por seis. Y también pensó que Sasuke, definitivamente, no debía ser bueno poniéndole nombre a las mascotas...

Tras la veloz carrera, el aludido llegó junto a su amo y se le lanzó para darle un abrazo perruno. Él le correspondió, acariciándole la cabeza por unos momentos. Ella quedó muy sorprendida sin poder evitarlo. ¿Sería cariñoso con los perros porque era necesario para tener su lealtad total? ¿O lo sería porque realmente le nacía así?

Volteó su mirada antes de que él se diera cuenta que lo estaba observando. Quiso desechar más pensamientos que lo involucraran. Ese maldito hombre le había prometido violarla y, de hecho, lo haría tarde o temprano. Pero ahora estaba cometiendo la gran estupidez de mirarlo con atención. Infinitamente enrabiada consigo misma, inició sus labores de una vez.

Un minuto después, por causa de los numerosos resquicios en la madera y no por intención propia, vio como él se sacaba la camisa y desenfundaba las dos espadas. De pronto, los seis perros se posicionaron detrás de él. Ahorrando el tiempo, Sasuke comenzó a lanzar estocadas al aire hacia enemigos imaginarios, mientras los canes seguían una serie de movimientos coordinados. Evidentemente estaban perfectamente entrenados. Cuando Sasuke lanzaba un inclinado golpe hacia lo que debía ser la pierna derecha, un perro se apoyaba sobre su espalda y saltaba a lo que debía ser la yugular del enemigo, mientras el otro se lanzaba hacia la pierna contraria y otro más hacia donde debía estar el brazo. Los otros tres quedaban cubriendo su retaguardia con fauces abiertas. Luego hacían lo mismo, pero al revés y a una velocidad igual de impresionante. Pronto se agregaron más rutinas de ataque. La fémina quedó absolutamente impresionada con tal nivel de coordinación. Para lograr movimientos así de perfectos, Sasuke debió invertir un tiempo colosal entrenándolos.

Pronto olvidó a los cánidos y se concentró solamente en Uchiha. Le recordó a los movimientos esbozados por su primo Neji, cuando de vez en cuando lo veía practicando en los campos de entrenamiento del clan Hyuga. Sin embargo, quedó mucho más impresionada con lo que estaba haciendo Sasuke ahora. ¿Realmente era un ser humano? Llegó a sentir verdaderos escalofríos con tan sólo ver cada uno de sus movimientos. La velocidad de sus estocadas era tan rápida, tan fugaz y letal, que hasta le estaba costando seguir sus movimientos con los ojos. ¿Existiría alguien capaz de bloquear ataques como esos? En vez de un hombre, Sasuke parecía el dios de la guerra en persona. ¿Cuantos en total habrían caído víctimas de ese hombre tocado por el mal?

Parecía ser un auténtico demonio que nunca había conocido emociones como el miedo, nervios o desesperación. Quizás ni siquiera en su niñez sintió cosas así. Siempre tan seguro de sí mismo, como si tuviera el control de todo a su alrededor. De hecho, parecía mantener un dominio tan grande de sí mismo que incluso en aquel pavoroso momento en que concretaría la violación, él doblegó al instinto y dio marcha atrás donde nadie más podría haberlo hecho, alardeando, de paso, una sádica tranquilidad que impresionaba.

Desechó sus pensamientos y se concentró en realizar sus labores de nuevo, aunque, por curiosidad, de tanto en tanto se daba una pausa para observar a su amo. Pasó un largo tiempo que Hinata no supo definir, mas, a cálculos de ella, supuso que fueron alrededor de una hora y media o dos. Durante todo ese tiempo se había esmerado por hacer un buen trabajo y prodigarle cuidados y caricias a los simpáticos caballos. También amontonó los desechos fecales en un rincón y cavó una fosa en donde los enterró. Le había dado un poco de asco al principio, pero por suerte no despedían un olor que fuera realmente potente. No como los excrementos de los gatos o de los mismos humanos, por ejemplo. También se había percatado que Sasuke, durante todo ese tiempo, siguió realizando ejercicios de combate bajo el intenso calor que hacía. No cabía duda alguna: su condición física era realmente prodigiosa.

—Terminé, amo. —Se acercó a la entrada para hablarle. También le pareció increíble lo rápido que se había acostumbrado a llamarlo de esa manera. Pensó que le costaría mucho más, pero el miedo era un gran motivante para lograr cosas así en un corto plazo.

Sasuke, respondiendo al anuncio, concluyó las ahora solitarias maniobras. Los perros desde hacía un buen rato se distendían jugando a varios metros de él. Caminó hacia el establo con la respiración agitada y envuelto en tanto sudor que parecía que recién se hubiera dado un baño, aunque ella no logró percibir el olor desagradable de la transpiración. Seguramente durante esa hora que le dio para recuperarse de la conmoción se había duchado y por eso sus axilas se estaban portando así de bien. Él se adentró en el establo y escudriñó los rincones con ávida mirada. Caminó hacia el fondo del pasillo y quedó conforme con el desempeño de su esclava, pero no con el tiempo implicado en ello.

—Te has demorado demasiado.

—P-perdón, amo. Lo hice lo más rápido que pude —se excusó bajando su cabeza humildemente.

—Mujer aristócrata tenías que ser —dijo con desprecio y, sin perder tiempo, agregó otra orden—. Una última cosa: amontona este heno en el rincón de allá —primero indicó el alimento de los caballos y luego la esquina que sería su nuevo destino.

—Sí, amo.

Ahora Hinata tuvo la oportunidad de fijarse bien en su pecho, pues antes, en el intento de violación, ni siquiera prestó atención a ello. Tenía una larga cicatriz diagonal que lo cruzaba, lo que significaba que al menos en un combate había corrido serio peligro de morir. ¿Quién habría sido tan extremadamente hábil como para dañarlo así?

Se dispondría a hacer sus labores cuando notó, por el rabillo del ojo, que Sasuke iba a una especie de rústica despensa que estaba llena de sal en sus compartimentos. De allí sacó unos pescados que lucían frescos. Salió del establo, lavó el alimento y lo vertió en el comedero de sus perros.

Pescado..., aquello le hizo rememorar la palabra que había usado él con ella. Ahora odiaría esa palabra por siempre. Por toda la vida.

Disimuladamente, comenzó a avanzar por el pasillo lateral de la caballeriza mientras cargaba los paquetes de heno en sus manos. Aquello le daría una mejor posición para observar a su amo, quien ahora le estaba dando la espalda. Sin hacer ruido para que él no se percatara, llegó a un lugar en que pudo verlo de mejor forma entre los resquicios existentes de las maderas. Y fue entonces que, mientras alimentaba a sus canes, vio una sonrisa genuina en su rostro. Una sonrisa sin ninguna maldad de por medio...

El hombre que hacía no mucho, había tratado de violarla y que le propinó el terror más grande que sintió en toda su vida, ahora esgrimía una sonrisa de auténtica alegría. Hinata quedó total y absolutamente impactada. Definitivamente junto a sus perros parecía otra persona; una completamente diferente. Una diferencia anormal lucía, si hasta parecía feliz. Es que no podía creerlo, simplemente no podía. Estancada en el suelo como si le hubieran clavado los pies, se quedó pensando en su particular dicotomía. De torturador, asesino y violador, a un hombre que destellaba alegría junto a sus perros.

¿Sasuke de verdad sufriría de doble personalidad?

Tenía muchas incógnitas en su mente, pero de algo sí tuvo plena certeza: si quería contactar su corazón, el único momento adecuado para abordarlo sería cuando estuviera junto a sus perros. El momento en que quizás, su esencia real salía a flote. La oportunidad en que quizás podría hacerle preguntas sobre su vida y obtener respuestas.

Hasta ahora había visto tres facetas de Sasuke, tan distintas que incluso parecían desgranarse en contrarias personalidades en vez de simples facetas diferentes de su ser. La primera era la que ella había conocido en primera instancia: la del hombre gélido y con una maldad elegante. La segunda era la que había conocido en la cama: una psicópatica, sádica, y con una locura mucho más visceral. Y la tercera era precisamente la que estaba viendo ahora: un hombre feliz junto a sus perros, cuyo semblante no destellaba pizca de maldad alguna.

¿Cuál de sus tres facetas era la más real y aproximada a su alma? En casos de personalidades distintas, todas ellas emprenden una lucha encarnizada por hacerse del control total del individuo, provocando enfermizos desequilibrios. Sin embargo, en Sasuke seguían siendo facetas de su ser y no personalidades divergentes, pues parecían surgir en situaciones bien definidas y particulares. La fría era la coraza impenetrable ante la gente, la sádica en la intimidad sexual y la amable junto a sus amados perros.

Si él pudiera considerarla como una amiga en vez de una esclava, ¿podría ser más empático con ella como lo era con sus perros? ¿Podría, así, mermar los lados más oscuros de su carácter? O en palabras más simples... ¿podría obtener lo mejor de Sasuke si se lo proponía?

Y todavía más importante que lo anterior... ¿Qué situación en su vida lo había llevado a esta clase de desequilibrio psicológico? ¿Qué pasó con él para que una sonrisa así pudiera regalársela sólo a sus animales? Si pudiera saberlo, a lo mejor podría ayudarlo enfocándose en la raíz del problema.

Tuvo muchos pensamientos al respecto hasta que, tras unos cuantos minutos, terminó su labor y se lo informó a su dueño.

—Bien, regresemos —respondió él.

—S-sí, amo.

Caminaron hacia la mansión, atravesaron la puerta y Sasuke dio una nueva orden:

—Iré a ducharme; entretanto tú ve a la cocina y prepara algo de comer. Volveré en unos cuarenta minutos y quiero una merienda bien hecha.

—Sí, amo Sasuke.

Hinata lo vio abrir la puerta prohibida e irse hacia el ala este. Sin querer perder minutos, se dirigió a la cocina y pensó en qué platillo preparar. Tras meditar un minuto, decidió realizar uno típico de su nación. Sólo esperaba que le quedara bien, pues en realidad nunca destacó como cocinera.

Después del tiempo señalado, llegó Uchiha. Miró hacia el techo y comenzó a olfatear el aire igual como lo haría un perro. Enseguida percibió un leve olor a quemado. Luego miró a Hinata y le frunció el ceño; dirigió su mirada a la comida preparada sobre la mesa y vio que de apetitosa no tenía nada. La ensalada parecía salsa de pasto y la carne lucía más tostada de la cuenta, además de estar mal aliñada. Sin embargo, decidió darle una oportunidad a su esclava. Después de todo era mujer y se suponía que ellas tenían un talento natural para cocinar bien. Se sentó en la mesa que allí mismo había, dio un bocado, lo masticó, degustó, y a duras penas consiguió tragarlo.

—¿Quieres envenenarme? —espetó rápidamente.

—P-por supuesto que no, amo —renegó con sus manos moviéndose por delante—. E-esta era una comida de mi país.

Sasuke esbozó una expresión que irradiaba incredulidad por cada centímetro de su faz.

—Comiendo esta basura no me extraña que hayan perdido la guerra.

Hinata cubrió sus mejillas con el instantáneo rubor. Lo cierto era que nunca destacó por sus habilidades culinarias y efectivamente estaba dejando muy mal a la comida de su patria. En realidad la misma era mucho mejor, pero ella no era la artista indicada para poner en práctica sus típicos y sabrosos platillos.

—P-perdón, amo. Hice lo mejor que pude —cerró sus puños sobre los muslos en un ademán nervioso.

—No sólo no cocinas bien, sino que para limpiar demoras un montón. ¿En verdad eres una mujer?

—Hice lo mejor que pude, amo. S-se lo juro.

Y entonces Sasuke entendió definitivamente que lo de limpiar y cocinar no venía impreso en el sexo femenino, ni tampoco se trataba de un talento natural intrínseco a ellas, sino algo que simplemente las enseñanzas culturales imponían.

Se levantó de la silla con una cara muy molesta y Hinata temió por su propia seguridad; aquello la llevó a tragar saliva de forma nerviosa. Sin embargo, él sólo le dijo lo siguiente:

—Cuando termines de comer ve a tu cuarto y arréglate con el mejor vestido que tengas. Iremos a la ciudad de nuevo.

—S-sí, amo —dijo aliviada de que no hubiera reaccionado castigándola—. ¿Usted no comerá nada?

Con la sola mirada que le lanzó Sasuke, ella supo que habría sido mejor no preguntar nada...

El guerrero fue hacia el venado más allá, cortó más carne de él y, pinchándolo con un tenedor, comenzó a asar un trozo. Luego, mientras su esclava también comía, fue hacia las frutas y devoró muchas como postre.

Hinata se sintió tan avergonzada que el calor en sus mejillas lo sintió como el de un volcán. ¿En serio cocinaba tan mal? Para ella la comida era más que digerible, pero parecía que Sasuke era muy exigente en tal aspecto.

Terminó de merendar y, pidiéndole permiso a su amo, se dirigió hacia su cuarto. Se calzó el vestido que tanto le había gustado, pues, además de hermoso, su delgadez era ideal para capear el calor. Se atusó los cabellos frente al espejo y «agradeció» que Sasuke sólo le hubiera azotado la espalda contra la pared. Ir a la ciudad con marcas en su cara habría sido muy vergonzoso y humillante.

Demoró un poquito en arreglarse y luego fue hacia el vestíbulo, en donde su propietario la esperaba vestido con otra tenida estival, aunque la fina y delgada capa negra colgaba desde sus hombros nuevamente. La espada y el puñal se ajustaban a los costados de su cadera otra vez.

Hinata quiso saber la razón de tener que ir a la ciudad, pero, ante la evidente irritación que podía ver en él, prefirió abstenerse de preguntar.

Esta vez no abordaron el carruaje, sino la carreta de carga. Recorrieron nuevamente la hora de viaje hacia la ciudad en completo silencio. Al llegar a destino, Sasuke se detuvo cerca de una plaza y Hinata bajó del vehículo después de él. Tuvo que afirmarse cuidadosamente de la portezuela para no perder el balance y terminar dándose un costalazo contra el suelo. Recordó que en su hogar los varones siempre la trataron con mucha amabilidad en situaciones como esa, pero, evidentemente, Sasuke distaba mucho de ser un ejemplo de caballerosidad. Pese a ello, le sorprendió sobremanera una orden dada por su amo una vez en tierra firme.

—Tómate de mi brazo —le dijo a la vez que hacía un hueco en el susodicho.

—S-sí, amo —demoró un quinteto de segundos antes de obedecer, pues no quería volver a tener ningún tipo de contacto físico con él; ni siquiera algo tan leve como eso. Cuando finalmente obedeció la orden, pudo sentir claramente la fibra ferrugienta de sus bíceps. Eran músculos impresionantes por su firmeza.

¿Por qué le había dado la orden de tomarse de su brazo? Le pareció muy curioso a la par de extraño y por ello le causó grandes suspicacias.

Sasuke comenzó a caminar y Hinata tuvo que darle celeridad a sus pasos para mantener el ritmo de su amo. Debido a sus piernas más largas, él andaba más rápido que ella y no estaba deteniéndose a esperarla.

Hinata se acostumbró al ritmo de su caminar y comenzó a observar las calles de la ciudad. Se parecían a las de su nación, aunque eran más amplias; seguramente transitaban más carruajes. También había más árboles y plantas de todo tipo adornando las calles, aunque el comercio parecía menor. La arquitectura le fue llamativa, pues tenían un estilo menos clásico y más moderno para los tiempos que vivían.

De pronto, un perro callejero de gran tamaño comenzó a ladrarles y Hinata sintió que, por primera y única vez en su vida, tener a Sasuke al lado significaba algo positivo en vez de negativo, pues, de estar sin su compañía, el animal incluso podría haberla atacado. Uchiha le dio una sola mirada al can, una sola, y el mismo se calló enseguida como por arte de magia. Ella hasta pudo notar como inundó su semblante de miedo cuando la cola se colocó entre sus piernas. Además sus ojos también reflejaron muy bien el temor que sentía por dentro, un lenguaje universal incluso en las bestias. Y le resultó tan increíble como atemorizante que Sasuke con una sola mirada pudiera dominar incluso a un animal callejero como ese.

Otra cosa que le llamó muchísimo la atención eran los otros esclavos que podía ver en las veredas del frente o la suya propia: iban con firmes correas de sujeción o cadenas de hierro en sus cuellos, peor que bueyes maltratados. Y varios tenían marcas en sus hombros o frentes, como los tatuajes de fuego que le hacen a las reses. Ella, en cambio, iba libre y al lado de Sasuke sin grilletes, ni ataduras, ni marcas. Le pareció ridículo hasta dónde se podía distender la moralidad, pero, bajo su situación actual de ser una cosa en vez de una persona, se sintió sinceramente agradecida de que el pelinegro no le hubiese dado el mismo trato.

Al menos hasta ahora, claro está...

«¿Sasuke se casó?»

Hyuga comenzó a escuchar cuchicheos de las féminas que la estaban mirando con mucha curiosidad.

«No puede ser su esposa, es una extranjera. Mira sus ojos»

«¿Será una esclava?»

«Imposible, mira el vestido tan fino y bonito que lleva»

«¡Y va de su brazo!»

A la Hyuga le quedó muy claro que Sasuke era un hombre muy deseado en esta nación. Seguramente su fama, atractivo físico y dineralada provocaba que se le viera como un gran partido. Si tan sólo esas ingenuas tuvieran la oportunidad de conocerlo realmente, sin duda que las cosas serían muy distintas...

En forma de cuchicheos, Hinata siguió percibiendo los celos y la envidia de las chicas que iban por las calles en compañía de sus chaperones o familiares, pues tenían prohibido salir solas. Lo que la hizo sentirse profundamente ofendida fue que creyesen que ella era la mujer de Sasuke. El solo imaginarse esa aberración le resultaba completamente enfermo y repulsivo. Asqueroso, de hecho.

«O sino te enamorarás de mí». Recordó las palabras que él le había dicho unas tres horas atrás y ahora entendía el por qué de ellas. No le impresionó que tuviera un ego tan grande.

Dieron vuelta en una esquina mientras una gran feria apareció ante sus ojos blancuzcos, en donde vendedores ambulantes ofrecían sus productos: cerámicas, joyas, alimentos, sidras, licores. Allí pudo escuchar como gente gritó con júbilo el nombre Sasuke Uchiha en su presencia. De hecho, fue algo atronador. Era realmente curioso como todos en su derrotada patria lo consideraban como un demonio y acá, en cambio, era un héroe de guerra vitoreado por la muchedumbre. Hinata tuvo claro que las cosas dependían del cristal con que se mirara y que todo en la vida podía alcanzar tintes de relatividad.

Pronto, al atisbar hacia la esquina contigua, Hinata notó que volvían a un lugar al que no deseaba regresar por nada del mundo. De hecho, inconscientemente sus pies dejaron de esgrimir la misma velocidad. Sasuke la notó, pero no detuvo sus pasos, obligándola a seguir al mismo ritmo. El lugar al que muy pronto entrarían era la tienda de esclavas; un lugar infame y maldito al que ella no deseaba regresar nunca más en la vida. Llegaron al gran portón verde principal, en donde fueron recibidos por uno de los esbirros sirvientes. Pronto, el mismo llamó a su patrón Kakuzu, quien se sorprendió de ver al Uchiha nuevamente en su tienda. Sus ojos más abiertos de lo normal fueron la prueba de ello. Luego los expandió todavía más cuando se percató de que Hinata estaba a su lado. Entonces se apresuró a dar una importante declaración:

—Señor, lo siento mucho, pero no se aceptan devoluciones.

—Calla, estafador, muy virgen y linda será la chica que me vendiste, pero es una mierda cocinando.

Hinata bajó la cabeza, completamente avergonzada a la par de preocupada. Empezó a sentir miedo inclusive. ¿Acaso Sasuke intentaría deshacerse de ella y devolverla a este lugar? Sólo con pensarlo tuvo ganas inmediatas de llorar. Él le había hecho pasar el miedo más traumatizante de toda su vida, mas podía andar sin cadenas ni sogas, no estar marcada como si fuera ganado, tener comida y agua diaria, un baño y una habitación con hermosos vestidos. Si volvía a este lugar de jaulas métricas era lo mismo que retornar al infierno.

—Le dije que era aristócrata, mi señor.

Por el temor y lo desvalida que se sintió, se aferró más al fornido brazo de Sasuke. Inconscientemente lo envolvió con los dos suyos cual niña pequeña, como si fuera lo único que pudiera salvarla de caer por un criminal precipicio.

—Por favor, amo Sasuke, no me devuelva, le prometo, ¡le juro!, que me esmeraré con todas mis fuerzas para ser mejor cocinando. Por favor, no me devuelva a este lugar. Se lo ruego... —Temblaba, y sus ojos se volvieron acuosos de tantas lágrimas que estaba acumulando en ellos.

Eran curiosas las macabras vueltas que daba la vida. Habría dado todo por escapar de las garras del Uchiha y ahora, en cambio, sólo podía pensar en quedarse junto a él. No tenía más remedio que elegir al menor entre dos tremendos males.

Él giró su cuello y la miró muy extrañado, al punto que sus cejas se curvaron tanto que llegaron a tocar los extremos cercanos a la nariz. Era la primera vez que Hinata le veía tal extrañeza en su faz.

—No he venido a devolverte, pues todavía me falta violarte —le recordó claramente, mientras ella se estremecía sin poder evadirlo—. He venido a comprar otra esclava. Quiero una que sepa hacer bien sus deberes.

Los pulmones femeninos emitieron un profundo suspiro que mezcló cosas tan dispares como alivio y angustia al mismo tiempo. Ese maldito hombre parecía estar jugando con sus emociones. Por lo mismo soltó su brazo en mediana proporción, aunque finalmente no lo hizo del todo por temor a enfadarlo. Tendría que sumar otra contradicción más a la lista.

A Kakuzu le pareció muy extraño ver a una esclava tan libre como ella lo estaba y, además, tomada del brazo de su amo como si fuera su pareja. Sin embargo, no se quiso inmiscuir en tal asunto. Después de todo, los dueños eran libres de hacer lo que quisieran con sus esclavas.

—Enseguida formaré a las mujeres en fila, señor —dijo a la vez que se frotaba las manos mentalmente, imaginándose más oro reluciente acariciando su avaricia.

El mercader de féminas procedió a hacer lo mismo de horas antes; abrió las jaulas y, látigo en mano, formó a las esclavas en una hilera humana. La mayoría pudo reconocer a la chica de extraños ojos y lo bien vestida que lucía ahora. También vieron a Sasuke y enseguida muchas se arrojaron a sus pies. Ir con él significaba esperanza de una buena vida, pues Hinata estaba demostrando aquello con creces.

Hyuga, entretanto, recordó cómo se sentía ella en esos momentos, cuando hacía tan sólo unas horas Sasuke la había elegido.

El guerrero caminó tal como lo haría un león ante las ovejas. Fue fijándose atentamente en cada una de ellas hasta que finalmente se detuvo frente a una que llamó su atención.

—Tú, levántate.

La aludida así lo hizo. Se veía nerviosa, pero tenía un aspecto muy saludable. Algo que Sasuke siempre tomaba en cuenta para saber si una mujer era de buena raza.

Kakuzu se acercó de inmediato y comenzó su labor de excelso vendedor.

—Tiene muy buen gusto, señor. Esta chica es de la extinta nación enemiga y ha llegado hace menos de una hora. Mis hombres la capturaron hace poco en la frontera. Tiene los senos pequeños, pero un culo realmente estupendo. Verdaderamente precioso —sin perder el tiempo le dio una potente orden a su mercancía—. ¡Date vuelta para que el señor te lo vea!

Ella obedeció la orden sin chistar. De hecho, se sintió bendecida de tener un buen trasero; quizás aquello sería la llave que le permitiera salir de este pandemónium e irse con ese hombre que tan guapo le pareció. En algún momento podría obtener la oportunidad de escapar lejos si lo engatusaba e, incluso si no lo lograba, había visto a la señorita con la que llegó libre, bien vestida y además tomada de su brazo, de modo que no podía ser alguien malo. O por lo menos no al nivel del maldito Kakuzu, quien, a pesar de conocerla hace menos de una hora, ya le había abierto sus labios vaginales con sus dedos sin la más mínima conciencia y, como si fuera poco, también la había encerrado en una infernal jaula que ni siquiera una alimaña merecía tener.

Sasuke quedó muy conforme ante la vista concedida por el ajustado y corto vestido; Kakuzu no estaba exagerando en lo más mínimo: ella tenía un trasero que podía alegrar la vista de cualquier varón heterosexual. De hecho, incluso unos cuantos niveles mejor que el de la esclava de ojos extraños y eso ya era un prodigio de por sí. Y lo de los senos pequeños no era algo que le generara una complicación, pues ya tenía a Hinata, quien destacaba con creces en aquel apartado. Sin duda, una fusión de ambas esclavas habría sido la mujer más perfecta que el mundo pudiese ofrecer.

—Como puede ver, señor, su culo es realmente lindo. Si la elige tendrá a la mujer de senos más bellos y a la de trasero más hermoso... ¡El sueño de cualquiera!

Sasuke no dijo nada, pero, por primera vez, pensó que Kakuzu realmente era un gran vendedor.

—Por cierto —agregaría un detalle el esclavista—, dice ser virgen, pero le acabo de abrir la vagina con mis dedos y comprobé que no lo es.

—¿Por qué dices ser virgen si no lo eres? —preguntó Uchiha—. No sabes que mentir es un pecado muy malo. Te irás al averno por inmoral.

Ella agachó su cabeza de manera respetuosa. Sasuke pudo darse cuenta, entonces, que esa chica conocía muy bien su lugar.

—Aunque usted no lo crea yo soy virgen, señor —comenzó a explicar, mientras alzaba lentamente la mirada—. Mi himen se rompió una vez que me caí desde el segundo piso de mi hogar y rodé escaleras abajo. Sé que le puede resultar una gran mentira, pero le juro por mis fallecidos padres y por todos los dioses que es la completa verdad. El himen también se puede romper por un golpe muy fuerte. Lo sé porque a mí me salió un poco de sangre de mi vagina en esa ocasión.

—Eso debió ser por tu regla —puso en entredicho su afirmación, ejerciendo su acostumbrada voz agria y petulante.

—No, mi señor. Me faltaban muchos días para que llegara y la sangre que salió esa vez fue solamente un poquito —aseguró ella con total seguridad.

Sasuke vio que, a pesar de lucir preocupada, era capaz de hilvanar frases sin tartamudear. Algo que a su propia esclava se le hacía complicado.

De pronto, y astutamente, la chica desvió la mirada hacia Hinata y solicitó su apoyo.

—¿Verdad que algo así puede pasar, señorita?

Ella reaccionó como si despertara de un trance. Un par de segundos después asintió rápidamente para ayudarla.

—Sí, puede pasar. E-es raro, pero puede suceder perfectamente.

Kakuzu miró asombrado y con disgusto al mismo tiempo. Entonces quizás había vendido vírgenes sin himen... Aunque después reflexionó que, si el himen no era comprobable, nadie le creería que eran realmente castas.

Sasuke se separó de Hinata y, tal como horas antes hizo con ella, revisó los dientes de su futura compra y tocó sus manos con las suyas. Los primeros relucían de lo blancos que eran y estaban perfectamente alineados. Sus manos, entretanto, eran muy diferentes a las de la Hyuga. Manos sin suavidad, que, aunque no callosas como las suyas, demostraban que estaba muy lejos de ser una mujer consentida.

—Dime, ¿eres buena cocinando?

—La mejor de todas, señor —dijo con una seguridad abrumadora.

—Dentro de la debilidad inherente a tu sexo, ¿te consideras una mujer fuerte tanto mental como físicamente?

—Sí, señor. Para ser mujer, soy muy fuerte en ambas cosas.

—Espero que realmente así sea.

—Lo es.

Uchiha guardó frío silencio. Durante todo este tiempo la chica había hablado muy bien, casi sin pausas, y las que hacía eran por el miedo normal ante una situación desconocida. Además, ella se veía sinceramente interesada por convertirse en su esclava. Podía notar una especie de emoción y efusividad cada vez que le hablaba y su lenguaje corporal también lo indicaba así. Aquello era algo que Hinata nunca le había demostrado.

—¿Por qué tus cabellos tienen ese color tan peculiar? —formuló Sasuke una última pregunta.

—En mi nación había alguna gente con este tono de cabello. Aunque creo que ahora sólo quedo yo... —dijo pesarosa, mientras su pecho se inflaba y desinflaba en dos grandes suspiros.

Él se giró hacia el esclavista y le enterró la mirada.

—¿Cuánto cobras por ella?

—Dos monedas de oro u ocho de plata, señor. Su culazo lo vale.

—Por lo menos esta es más barata y será más útil. —Irradiando inquina, miró a Hinata en una muy clara directa.

La aludida sólo bajó su cabeza, avergonzada.

—¿Se la lleva entonces, mi señor?

—Sí —confirmó de inmediato—. Aquí tienes tu dinero —sacó las monedas áureas desde su bolsillo y se las entregó al vendedor.

Kakuzu sonrió ante el nuevo capital recibido y rogó para que la chica recién vendida fuera una mala ama de casa. De ese modo quizás Sasuke volvía y le terminaba vendiendo una tercera esclava.

El mismo procedimiento de antes fue puesto en marcha. El mercader de humanas la ató de las manos y enlazó su cuello. Hinata pensó que por lo menos a esta chica nueva, Sasuke no le había revisado su virginidad, pues, como ya no tenía himen, hacerlo no era necesario. Sin embargo, ¿sería verdad que ella era casta? ¿O lo habría dicho para ganárselo? Luego le preguntaría, aunque, de todos modos, la nueva parecía ser una chica más astuta y menos ingenua que ella.

Uchiha llevó a la mujer de ojos esmeraldas de la misma forma en que antes llevó a Hinata. Salieron del local y caminaron muchos pasos hasta llegar a la carreta. Hizo avanzar a los caballos unos cuantos metros y se detuvo frente a una gran tienda que vendía leña. Luego amarró a su nueva esclava en la rueda delantera derecha del carruaje.

—Quédate con ella —le ordenó a su primera esclava. Y sin más entró por la leña.

Hinata no estaba amarrada, por lo cual un fulgurante pensamiento de echarse a correr le azotó las entrañas. Sin embargo, había hombres que la miraban y que, sólo empleando los ojos, le hacían saber que cometería un grave error si lo intentaba. Sin esperanzas de librarse, ambas chicas se miraron y tardaron muy poco en mover sus lenguas.

—Hola, yo soy...

—Usted es la señorita Hinata Hyuga. Lo sé. Su clan era el más importante, así que es difícil que no la conozca.

Ella asintió, algo ruborizada por su indeseada fama.

—Mi nombre es Sakura Haruno, es un gusto, aunque tengo miedo —precisó lo último rápidamente—. ¿Cómo es su amo? Digo, nuestro amo —corrigió la primera afirmación—. Tiene una mirada muy agresiva que intimida mucho.

Era una buena pregunta. ¿Cómo podría describir a Sasuke de una forma certera? Parecía algo muy difícil de lograr.

—Lo conozco desde hace sólo unas horas —puntualizó Hinata—. Es un hombre muy cruel, pero también tiene pequeñas dosis de bondad. T-te aseguro que estarás mucho mejor con él que en la tienda de esclavas; allí con suerte te dan un poco de comida y agua. Además, Kakuzu y sus hombres te habrían violado esta misma noche por no tener himen —terminó estremeciéndose al decirlo.

—No me recuerde a ese asqueroso. Abrió mi vagina con sus dedos para comprobar si yo realmente era casta. Qué hombre tan desagradable y tóxico; parece más un muerto viviente. Su hedor es inaguantable. Gracias a la providencia su amo me ha comprado; es un hombre muy guapo además.

Hinata no pudo evitar formar una pequeña mueca de disgusto ante lo último, dado que le pareció un comentario muy superficial tomando en cuenta la grave situación actual. También se le hizo evidente que a Sakura le había interesado Sasuke no sólo como amo, sino también como hombre.

—Sí, aunque eso no significa que el amo sea buena gente —precisó—. Así que debes prepararte, porque quizás él también trata de violarte. —Si los tonos de voz exhalaran colores, sin duda que el de Hinata habría sido uno muy parecido al negro.

Haruno bajó su cabeza con evidente miedo adornando sus facciones. Se tomó algunos segundos antes de volver a hablar.

—A usted... ¿A usted ya la violó? —Tras su pregunta, su garganta provocó un sonido al tragar gruesa saliva.

—E-estuvo a punto, p-pero finalmente no lo hizo —el temor del vil recuerdo la hizo tartamudear más de lo normal.

—¿Por qué no la poseyó?

—Me... me tuvo compasión —Hinata pensó agregar que Sasuke dijo que igualmente la violaría más tarde y que además estuvo a punto de hacérselo de forma anal, pero no quiso asustar tanto a Sakura de una sola vez. Suficiente había sido informarle que tal vez abusaría de ella.

Se dio un pequeño silencio entre ellas; la esclava nueva estaba pensando. Luego habló.

—Bueno, ojalá a mí también me tenga piedad. Y de todas formas, dentro de lo malo, prefiero mil veces ser traumada por él que por Kakuzu.

Hinata sintió algo extraño que no supo cómo definir. ¿Sería por la rapidez con que Haruno estaba aceptando un destino así de terrible? ¿No debería estar tan asustada como ella?

—¿Sabes quién es él? —se decidió a preguntar la de cabellos morenos tras unos segundos.

—No.

—Es Sasuke Uchiha.

Sakura abrió las joyas que tenía por ojos a extremos tan grandes que parecieron salir de sus órbitas. Su mentón emitió un par de espasmos y necesitó apretar sus dientes para extinguirlos. Su pie derecho, entretanto, dio un paso atrás para sostener mejor su equilibrio. La impresión que causaba ese nombre era inmediata y la de modestos senos, una vez más, fue la prueba de ello.

—T-tendré que portarme muy bien entonces —su voz tropezó por el peso del temor—. No quiero hacerlo enfadar por nada del mundo. ¿Por qué usted anda libre y sin ataduras? —preguntó de verdad asombrada.

—Me ha permitido andar libremente. —Después de ver cuántos esclavos caminaban atados por la ciudad, Hinata no tuvo más alternativa que agradecer el hecho de que Sasuke le concediese tal libertad.

Sakura parpadeó sorpresa nuevamente, mas deseó con todas sus fuerzas que él le permitiera lo mismo a ella.

—Y por favor, no me trates de usted. Puedes tutearme con confianza —agregó Hinata—. No sabes cuánto me alegrará tenerte de compañía, será más fácil superar este calvario de la esclavitud.

Sakura asintió enseguida. Ciertamente vivir con una compañera aminoraría, para ambas, la dolorosa coyuntura actual.

—¿Cómo te atraparon? —preguntó Hyuga.

—En la frontera del río. Quería huir hacia las naciones del occidente, pero me aprisionaron los hombres de Kakuzu. No pude hacer nada, eran demasiados —dijo tristemente.

—Lo mismo pasó conmigo. Debí haber escalado el cordón montañoso.

—Si tomábamos esa ruta lo más probable es que las dos hubiéramos muerto escalándolo. Es demasiado escarpado.

Sasuke salió de la tienda, seguido de dos esclavos varones que cargaron leña en su vehículo de tracción animal. Ambas mujeres intercambiaron miradas, acordando con éstas mantener silencio.

El amo de ambas le indicó a Hinata que subiera a la carreta en la parte del acompañante del conductor. Después desató a Sakura de la rueda y también la hizo subir, aunque en la parte posterior que correspondía a la carga. Justo cuando él también abordó para partir, se escuchó un potente grito.

—¡Mi general!

Una escuadra de soldados —la espada en sus cinturas lo hacía saber— llegó agitadamente hasta quedar al lado de Uchiha. Parecían haber corrido un montón, puesto que necesitaron darse un descanso de varios segundos para recuperar el aliento. Luego hicieron un férreo y solemne saludo militar.

—Sé que está de vacaciones, pero nos dijeron que andaba en la ciudad, así que vinimos corriendo a informarle algo que le puede interesar mucho, señor. El último reporte traído por el halcón mensajero dice que, durante un patrullaje, han visto a un Hyuga vivo. Sus ojos eran como los de ella —indicó a Hinata— y por ende hay seguridad de eso.

«¡Un Hyuga vivo!» pensaron tanto Hinata, como Sasuke, como la misma Sakura.

—Más detalles —ordenó Uchiha a la manera lacónica militar.

—Es un hombre con una banda en la frente y de cabellos cafés y largos, lo vieron a pie en los sectores aledaños a las ruinas de la capital enemiga. Emprendía dirección hacia nuestra nación.

Sasuke cerró puños y dientes con una fuerza totalmente desmedida, mientras que la emoción que sintió Hinata se desbocaba en algo increíble; algo impresionante de verdad.

«¡Es Neji! ¡Tiene que ser él! ¡Mi primo está vivo! ¡Vivo!»


Continuará.


Notas Finales: Aunque Sakura tendrá un rol importante dentro del fic, aclaro que Hinata seguirá siendo la indiscutible protagonista y su papel de estrella obviamente no cambiará ;] Agregar a la pelirrosa es algo que tenía planeado desde el principio y absolutamente necesario para el desarrollo de la historia porque provocará contradicciones tanto en Hinata como en Sasuke.

También sé que este capítulo fue mucho más tranquilo que el anterior, pero no quiero enfocar esto sólo en lo sexual sino también darle una historia de trasfondo y quise desarrollar aquí un poco más la interacción entre los personajes. Así que sin más que agregar, muchas gracias por leer y a ver qué pasa en el siguiente capítulo con Hinata y Sakura... (inserten una risa malvada aquí ;D).