Hola! Espero que estén muy bien. He leído atentamente los reviews y me ha sorprendido ver que el 99% quiera ver a Hinata como la esclava sexual. Yo esperaba lo contrario, pues adoro a Hinata y no quería verla sufrir algo así de terrible. Es un Sasuhina, pero precisamente por eso me decía a mí mismo: ¿cómo va a sentir amor por Sasuke si él la viola? Me parece algo muy enfermizo y las posibilidades de que se amen en una situación así se volverían nulas. Sólo odio existiría. Originalmente, la inclusión de Sakura me servía precisamente como la vía de escape para que Hinata no sufriera las violaciones. Sin embargo, ante la absoluta mayoría de sus respuestas he decidido cambiar lo que tenía planeado desde un principio. Aunque parezca que siempre hago lo que se me da la gana (xD) la participación de ustedes es importante y también tengo en cuenta sus opiniones, más si éstas son una mayoría total y absoluta como la de ahora.

Les agradezco una vez más los reviews, el interés, las críticas, el odio y el apoyo a este humilde fic. Es todo un honor para mí ^^. También contaré que este capitulo se me hizo un poco duro de escribir, pero tengo que ser cruel por el bien de la historia, ya que, como las etiquetas del mismo fic lo dicen, esto es un drama angst ;)


Esclava Sexual, Capítulo Quinto


La aviesa disyuntiva brincó sobre ellas, pisoteando sus almas sin conmiseración. Sólo una sería la poseedora del trágico título de esclava sexual. Por ello, el silencio se volvió absoluto y sus movimientos fueron cancelados hábilmente por la incertidumbre. Ambas sentían que estaban detenidas sobre una cuerda floja que oscilaba entre la esperanza y lo antónimo a ella.

—Como soy alguien muy bondadoso —lo dijo como si realmente lo pensara así—, aumentaré el tiempo disponible: les daré diez minutos para decidirlo —anunció, mostrando una vez más que podía hacer lo que se le antojara—. Entretanto iré a comer unas sabrosas naranjas —dijo con una tranquilidad tan grande que resultaba ofensiva.

—Gracias, amo —dijo Sakura, mientras Hinata se limitaba a guardar silencio.

Sasuke, todavía con su látigo en la mano, abrió la ruidosa y añeja puerta, cerrándola tras de sí. ¿Quién sería su esclava sexual? En diez minutos lo sabría, aunque él tenía a una evidente preferida para ejercer tal labor. Ahora que lo pensaba mejor, le sería una verdadera lástima desperdiciar a su favorita en labores de limpieza. Sin embargo, la propuesta estaba hecha y no iba a retractarla ya. Además la otra chica también era una hembra de lo más sabrosa, así que en el fondo no había problema. Cualquiera de las dos le sería satisfactoria. Sin más, se dirigió a la cocina para hacer gozar su paladar con algunas jugosas frutas.

Una vez a solas, las bellas féminas se miraron agitadas. Hinata hacía crujir sus dedos, mientras se mordía el interior de una mejilla. Caminó hacia la cama y se sentó en ella, pues sentía que en cualquier momento el temblor de sus piernas la llevaría a darse un porrazo contra el suelo. Entretanto, Sakura suspiraba profundamente con una morisqueta ácida en su faz. Comenzó a caminar de lado a lado de manera inconsciente.

Encadenada a su angustia, la de grandes senos fue la primera en hablar:

—Y-yo me sacrificaré —dijo yendo inmediatamente al meollo del asunto. Sólo tenían diez minutos y, por lo difícil que era, esto podía alargarse fácilmente más allá del tiempo emplazado.

Sakura se conmovió inevitablemente. El miedo de Hinata era evidente, pero aún así se había atrevido a encarar a Sasuke con una fuerza inusitada, además de querer protegerla a ella. Hyuga tenía una nobleza inestimable, pero, precisamente por lo mismo, tenía que salvarla de un destino tan cruel.

—No, Hinata. Tú sufrirás más que yo, estoy segura —su voz demostró la última cualidad con gran soltura.

—¿Por qué lo dices? —preguntó extrañada.

—Porque él tiene algo personal contra ti. Es demasiado evidente —detuvo sus pasos y le encajó la agudeza de su mirada—. Me ha bastado este poco de tiempo para ver que Sasuke te tiene un odio específico. Si te sacrificas va a ser peor para ti de lo que será para mí. Será mucho más violento contigo.

Había lanzado un buen punto. Uno muy bueno, de hecho. Su razonamiento tenía una lógica impecable. Hinata quiso replicar, pero no encontró nada sólido para hacerlo. Sin embargo, tenía que hacerle ver su verdadero sentir.

—A-acepto que tienes razón en eso, pero me voy a sentir muy mal si te sacrificas para salvarme. Me va a doler como no tienes idea. No quiero verte sufrir, Sakura —lágrimas emergieron por sus ojos y se pasearon por el suave valle de sus mejillas.

—Hinata...

La gran nobleza que poseían ambas estaban colisionando directamente. De verdad querían protegerse. De verdad la una quería sacrificarse por la otra. Lo normal hubiera sido lo contrario, pero las dos chicas tenían corazones demasiado buenos para anteponer a la compañera como víctima. Dentro de la horrible situación, supieron que serían grandes amigas. Inseparables, de hecho.

—Gracias por preocuparte por mí, Hinata. Eres muy linda de corazón —al decirlo, un rictus de poderosa emoción se dibujó en su rostro.

—Tú también lo eres —contestó enseguida, encendiendo su voz con calidez—. Por eso no puedo dejar que te sacrifiques. No me lo perdonaría nunca. La conciencia me castigaría un día tras otro si te permitiera ser la víctima. Mucho menos así de fácil. No puedo aceptar algo así.

Haruno asintió. —Entiendo eso perfectamente porque a mí me pasa igual —cruzó sus brazos de una manera poco habitual; tomándose los codos con las palmas—. Pero además del odio de Sasuke hacia ti, yo ya perdí mi himen, así que ni siquiera sangraré.

Otro buen punto a favor de la pelirrosa. Hinata lo lamentó sinceramente, pero no tuvo más remedio que permanecer muda. Transcurrieron algunos segundos en cómplice silencio.

—¿Te puedo contar algo privado, verdad? —preguntó Sakura antes de confesar una intimidad que, para sus tiempos, estaba mal vista. Y mucho más en una mujer. Aunque después de lo recién vivido con Hinata, la verdad era que parecía poca cosa.

—Por supuesto.

—Como yo perdí mi himen por ese accidente, me dio curiosidad y he aprovechado de... —su mirada bajó al suelo antes de decirlo— de masturbarme introduciéndome un par de dedos —Hinata pestañeó rápidamente un par de veces, mientras era Sakura quien ahora coloreaba sus mejillas —. Por lo tanto —alzó la cabeza y continuó rápidamente antes que la vergüenza la dejara sin habla— creo que a mí me dolerá menos que a ti. Me será menos doloroso porque mi vagina está más preparada. ¿Tú nunca te has masturbado, verdad? —supuso ella por su actitud más conservadora.

Hinata volvió a sentir el rubor en sus carrillos. Curiosamente ahora mismo ambas estaban desnudas y se había acostumbrado a ver a Sakura de esa forma sin pudores. De hecho, hacía muy poco, ella incluso le había acariciado su vulva. Recién su cerebro estaba asimilando todo lo que hicieron realmente. Pero a pesar de lo recién vivido, la antigua Hinata seguía palpitando en ella, por lo que la íntima pregunta sonrojó su faz como antaño.

—In-intenté masturbarme una vez, pero me dio un cargo de conciencia terrible. Mi familia es muy tradicional, así que siento que cosas así son pecaminosas y me generan malestar mental.

—Entiendo eso, la sexualidad femenina está muy reprimida. Sentir placer es algo malo incluso, sólo podemos parir hijos y ya.

—Es verdad —consintió enseguida—, pero esa es la menor de nuestras preocupaciones en este momento. Tenemos que enfocarnos en el dilema actual. Yo quiero protegerte, Sakura, pero te veo tan decidida que me haces dudar —dijo honestamente.

—Ay, Hinata —dijo su nombre emocionada—, yo también quiero protegerte. Sinceramente, creo que para mí no será tan traumático ni tan doloroso como lo será para ti. No sería un sacrificio tan grande como para ti sí. Yo ya no tengo himen y me he masturbado introduciéndome los dedos. Además, desde un principio él me pareció un hombre muy guapo. Puede ser muy superficial y asquerosamente banal lo que estoy diciendo, pero cualquier cosa, por mínima que sea, me ayudará a superar un poquito mejor el trauma.

Hinata bajó su cabeza, perdiéndose en el limbo de sus pensamientos. Luego volvió a alzar su mirada.

—Quizá tienes algo de razón, pero me voy a sentir tan culpable. Verte sufrir haría añicos mi empatía, Sakura. No quiero que te pase algo así. Te conozco hace tan poco, pero ya siento una conexión muy grande contigo.

—Es verdad. Siento que seremos muy buenas amigas. Por eso mismo tengo que protegerte —dicho esto, reanudó su caminata por la habitación de lado a lado usando pasos poco firmes. Eso le indicó a la Hyuga que, a pesar de la fortaleza que pretendía mostrar, Sakura estaba muy nerviosa igualmente.

La hórrida situación había provocado que, a pesar del lapso de tiempo tan corto, ambas se unieran en un vínculo que parecía el de amigas de mucho tiempo. Tanto Hinata como Sakura querían darse fuerzas la una a la otra a toda costa. Supieron entonces que el tiempo no era un factor para confiar en alguien. Y menos para tratar de proteger a ese alguien. La nobleza de sus corazones las compelía a ello. Estaban desnudas en este mismo momento, pero la desnudez del alma era más bella que la de sus cuerpos.

—¿Estás segura que quieres sacrificarte, Sakura? —hecha su pregunta, abrió su boca y respiró a través de ella silenciosamente, anhelando controlar la agitación de sus nervios convertidos en estalactitas.

—Será algo muy duro, pero lo superaré. Yo soy una mujer fuerte. Y saber que podré salvarte me da más fuerzas todavía.

De manera trémula, las llamas de los candelabros comenzaron a fallecer en coágulos de cera derretida. Antes que la oscuridad se apoderase del cuarto, Hinata se apresuró en abrir el cajón del velador para sacar más velas. Colocó un trío de ellas en posición, sosteniéndolas en los restos derretidos de las anteriores; alcanzó a prender dos antes de que se apagara la cerilla. Tuvo que encender otra para generar una llama en la última vela.

—¿Y si dejamos que elija él? —propuso Hyuga cuando terminó su acción, lanzándole una mirada inquisitiva a su compañera, quien había permanecido silenciosa en el intertanto.

Ella reaccionó mirándola con más intensidad. —Si dejamos esa opción es evidente que te escogerá. Es muy notorio que quiere hacerte sufrir a ti.

Hinata bajó su cabeza, reflexiva. No quería que su nueva amiga se sacrificara, pero sus argumentos tenían una gran solidez. Pensó en no discutir más, pero, por más fuerza que Sakura intentara aparentar en la voz, sus nervios salían a flote en su lenguaje corporal. Aunque fingiera lo contrario, estaba asustada también. Y si realmente quería salvarla tenía que implantarle dudas. Divagando, llegó una idea que podría ayudarla en tal misión.

—¿Y si te lo quiere hacer de forma anal? —hecha su pregunta, Hinata vio como se asomaba una luz de duda en Sakura, pues detuvo su caminar a la vez que su cuerpo tembló instantáneamente. Estaba sumergiéndose en un túnel de inseguridad y ella tenía que expandirlo más todavía —. A mí casi me lo hizo así —Haruno pestañeó asombro ante esas palabras—. Y eso debe doler muchísimo. Además... además sentí el tamaño de su pene y es enorme —se estremeció inevitablemente al recordarlo, formando una mueca angustiada también—. Por allí sería terrible y las ventajas que mencionas no te servirían de nada.

La de ojos verdes se ensimismó, sintiendo un gran temor que acosó sus células. Incluso sus glúteos se apretaron instintivamente. De manera vaginal podría decirse que hasta casi se sentía preparada, pero analmente daba escalofríos. Más si Sasuke era tan dotado como Hinata lo relataba. Enmudeció completamente esta vez.

La puerta de la indecisión se había abierto en Sakura, de modo que ahora era el momento preciso de Hinata para proponer una idea.

—Creo... creo que lo más justo es que él elija a quien quiere como esclava sexual. Así ninguna tendrá que sufrir porque la otra se sacrificó por ella.

—¿Estás segura, Hinata? —junto con su pregunta, hizo bajar un poco sus cejas—. Si dejamos que él elija te escogerá a ti, estoy muy segura porque a quien quiere hacer daño es a ti. Además tú eres más linda que yo, así que también te elegirá por eso.

—Pero qué dices —rechazó Hinata enseguida—, mis ojos son muy raros y hay algunos hombres que se espantan con ellos. Tú en cambio los tienes de un verde precioso. Tú eres más linda, además de tener un trasero perfecto.

Sakura sonrió levemente; ella era demasiado dulce. —Gracias, pero no hay tiempo para halagos. Se están terminando los diez minutos y seguimos sin decidir —puso cara compungida, mirando hacia el reloj de arena—. Además nos dijo que eligiéramos nosotras y se puede enfurecer si le decimos que tome él la decisión.

Mientras pensaba en una salida satisfactoria para ambas, Hinata se rascó una mejilla con el índice diestro. Luego, usando el mismo, masajeó el puente de su nariz unas cuantas veces.

—Le diremos en primera instancia que él escoja —tras un hondo suspiro que deseaba aplacar el temor, inició su argumento final—. Si reacciona mal, entonces le diremos que ya teníamos la decisión tomada de todas formas. Si Sasuke no quiere escoger, entonces tú serás la sacrificada. N-no me gusta para nada, pero acepto que tus argumentos son buenos y creo que tienes algo de razón en que te será menos doloroso que a mí.

Sakura hizo una mueca disconforme antes de responder. No quería asentir, pero tenía que admitir que era lo más justo.

—Está bien, lo aceptaré —dijo tras varios segundos—. Pero sigo pensando que te estás equivocando. Si él escoge te elegirá a ti y vas a sufrir mucho, Hinata...

Sus ojos verdes se humedecieron de tristeza al pensar en su compañera como víctima. Aunque trató de contener las lágrimas, una logró liberarse hasta llegar al mentón.

Hyuga se conmovió mucho. Lo natural era que ambas desearan a la otra como la sacrificada. Sin embargo, con ellas era todo lo contrario: ambas querían protegerse a pesar de conocerse hacía tan poco. Destellaban una nobleza sin parangón.

—Sakura... gracias por ser tan buena.

—Es al contrario, gracias a ti por serlo —guiada por las ganas de consolarla avanzó unos pasos y llevó una mano a la cabellera morena, brindándole una pequeña caricia.

Contar con el apoyo mutuo fue un gran consuelo en lo hórrido. Ambas se estaban dando fuerzas, apoyándose de una manera increíble. Permanecieron en silencio, hablando solamente a través de sus ojos. Verdes y albinos se fusionaron en la complicidad del sufrimiento, pero también del compañerismo. Se alegraron mucho de tenerse la una a la otra.

Sasuke llegó un minuto después, con un descascarado gajo de naranja en su boca. Le dio un mordisco, masticando lentamente la sabrosa y jugosa pulpa. Mientras lo hacía observó a ambas, irradiando curiosidad.

—Y bien, ¿quién será mi esclava sexual? —preguntó tras darle un viaje a su estómago a la jugosa fruta.

Ellas se miraron entre sí antes de responder. Hyuga se levantó de la cama, colocándose junto a Sakura.

—A-amo —golpeada por la ansiedad, Hinata inició una respuesta—, perdónenos por favor, pero no pudimos elegir. Nos sentiríamos muy mal si una se sacrificara por la otra. Preferimos que usted escoja a quien quiere...

Ambas jóvenes quedaron a la expectativa y temieron una reacción negativa, mas ésta no llegó. Sasuke esbozó un gesto de complacencia, puesto que lo dicho por sus esclavas le convenía completamente. No estaría supeditado a la decisión de ellas, de modo que podría tener a la hembra que realmente deseaba poseer.

El semblante del guerrero brilló maléficamente. Posó sus ojos en Hinata y luego en Sakura. Quería engendrarles miedo; temor. Simuló perfectamente una duda, una que no era tal, pues ya tenía muy claro a quién haría suya. Se deleitó aplazando la decisión, tomándose el mentón en gesto pensativo. Clavó su mirada varios segundos en una; luego similar cantidad de segundos en la otra.

Las chicas sintieron las ansias de la elección. Una que cambiaría sus vidas radicalmente. Entre ser una esclava sexual y una sirvienta había una descomunal diferencia. Suspiraron profundamente por lo mismo.

Tras una malvada dilación, Sasuke comenzó a caminar hacia Sakura lentamente, imitando la velocidad de aquellas pesadillas que parecían nunca acabar. La miró fijamente a sus esmeraldas, al tiempo que cada segundo avanzaba como una condena. Él estaba disfrutando intensamente el momento. De pronto, puso sus manos en los hombros de la chica de cabellos rosas.

—Tú eres la elegida.

Hinata sintió una perfecta mezcla de alivio y angustia. Aunque quizás la segunda era mayor que la primera. Sus manos entrelazadas debieron distenderse un poco, pero no lo hicieron. Permanecieron exactamente igual de apretujadas. Su virginidad quedaría intacta, sí, pero el sufrimiento que padecería Sakura le corrompió cada fibra de su ser.

Haruno, entretanto, suspiró por la tormentosa combinación de emociones. Sin embargo, salvaría a Hinata y eso la ayudaría a soportar mejor la situación. La resiliencia aumentó su vigor al pensar en el bienestar de su nueva amiga. Sólo rogaba que Sasuke no fuera tan violento ni que se lo hiciera de forma anal.

Las cartas del destino finalmente habían sido jugadas. No obstante, la mano definitiva sería muy diferente a la esperada. De pronto, Sasuke esbozó una sonrisa sardónica.

—Tú eres la elegida... pero para hacer las labores de la casa...

Dichas sus palabras, las pupilas de ambas se expandieron por la perplejidad. Sasuke miró a Hinata directamente, jadeando a través de su semblante malévolo regocijo.

—Y tú serás mi esclava sexual —le dijo a su futura presa—. Mi puta eterna.

Desde un principio su elegida era muy obvia, pero se encargó de dilatar las cosas para jugar con las esperanzas de la última Hyuga. Ella, aturdida por el vaivén tan opuesto de emociones que se sucedieron, sólo atinó a bajar su mirada dando un suspiro tan sonoro y triste que provocó un eco en toda la habitación.

La tímida chica vio, por las sombras oscilantes en el suelo, como Sasuke se acercaba a ella. Tembló sin poder evitarlo. En el fondo sabía que esto pasaría si le daba la posibilidad de elegir. Lo sabía perfectamente porque, tal como le advirtió Sakura, él quería hacerla sufrir a ella. Dio un suspiro lastimero, tratando de preparar su mente para recibirlo por dentro. Para intentar mermar el dolor de alguna manera. Por lo menos esta vez, a diferencia de la anterior, tenía un consuelo poderoso: su sacrificio estaba salvando a Sakura. Pensar en eso le ayudaría a soportar de mejor manera la futura ignominia sexual.

El aire abandonó los pulmones de Haruno en un pesado suspiro. Sintió tanto alivio como dolor, pero le pareció que el segundo era más fuerte. No quería verla sufrir, pero ya no había vuelta atrás. Sasuke ya había tomado su irrevocable decisión.

—Amo, ¿puedo quedarme aquí? —preguntó la de ojos esmeraldas.

—Así que también eres voyeurista.

—Es para tratar de ayudarla —explicó, avergonzada—. Intentar consolarla de alguna manera.

—Claro, puedes darle apoyo moral mientras la violo —dijo tranquilamente.

Sin más palabras, Sasuke escatimó el tiempo: tomó a Hinata fuertemente de los cabellos e hizo contactar sus miradas alzándole la cabeza. Luego la lanzó hacia la cama sin ningún cuidado.

—Ponte como la primera vez o tendré que usar los grilletes...

Hyuga, apagada completamente, como si la mismísima luz de la vida la hubiera abandonado, se colocó en la posición demandada por su amo. Posó su abdomen sobre las sábanas, mientras sus piernas se juntaban la una con la otra y su trasero quedaba en primer plano visual.

Sasuke tomó las suaves manos, poniéndolas detrás de la espalda. Entrelazó las muñecas una encima de la otra y las presionó con su siniestra, ejerciendo un grillete manual. Esta vez, sin juegos previos, colocó su pelvis muy cerca de los glúteos de su deliciosa presa.

Ella, con profusas lágrimas en sus ojos, esta vez no chilló, no pataleó, no gritó. Estaba resignada a su destino; por eso nada de lo anterior aconteció. Muy pronto recibiría y sentiría la carne de ese demonio horadándola. Profanando su intimidad de tal modo que nunca más podría sacarse de encima esa repelente sensación. Ni siquiera bañándose miles de veces lo conseguiría, pues el dolor más profundo quedaría en la raíz de su alma, no en su cuerpo.

Sakura comenzó a arrepentirse de la petición de quedarse. Iba a ver una violación y sintió escalofrios terribles. ¿Cómo podría ayudar a Hinata? Había pensado en tomarle las manos mientras lo funesto sucedía, pero Sasuke se las tenía aprisionadas. Quizás decirle cosas al oído, tal vez contarle alguna historia sobre su vida la ayudaría a desconcentrarla y distraerla del dolor. Debía hacer algo que pudiera deshacer el sufrimiento de su mente. Masajear sus cabellos, tal vez... ¿qué más podía hacer para aminorar el dolor de su situación?

—Hinata... lo siento tanto... —le dijo a su oído mientras le brindó una suave caricia a uno de sus oscuros mechones.

Ella hubiese querido responderle algo para calmarla, pero simplemente no pudo. Su corazón estaba desgajándose en un constante martirio de latidos precipitados, palpitando miedo por cada rincón de su cuerpo. Era inevitable, pero, a pesar de ello, estaba decidida a no darle a Sasuke suplicantes gritos ni desesperados movimientos por zafarse, pues eso era precisamente lo que un sádico como él buscaba: divertirse con el dolor ajeno. Sin embargo, esta vez no le provocaría tal gozo. Se convertiría en una estatua, un maniquí sin vida. Apretó los dientes y sus manos aprisionadas se cerraron en puños. Sí, pondría todas las fuerzas de su alma en no deleitar con su dolor al maldito que tenía encima. Sin embargo, pese a la resiliencia que deseaba invocar, Hyuga no pudo evitar llorar. Lo hacía de una manera que realmente conmovería a cualquiera que tuviese un corazón.

Sasuke deleitó sus manos con las nalgas de su víctima, pero su actual pasividad no le gustó para nada. Estaba demasiado quieta, resignada completamente a su destino. Ni siquiera parecía ya una violación, sino algo consentido. Lo único que logró apaciguar en algo su disgusto fueron los sollozos que ella prodigaba.

La pelirrosa no lograba tolerar tantas lágrimas cayendo... ¿Y si trataba de dejarlo inconsciente dándole un golpe con el candelabro? ¿Funcionaría algo así contra un guerrero curtido como él? No; definitivamente no. Pero tal vez una última súplica podría conmover aquel negro corazón y hacerlo cambiar de opinión.

—Amo, disfrutaría más conmigo —dijo Sakura pretendiendo esbozar seguridad, pero consiguiéndolo solamente a medias—. Yo estoy dispuesta a hacer todo lo que usted quiera. Sería una esclava sexual mucho mejor para usted.

Hinata abrió sus ojos empañados completamente por las lágrimas. Le impresionó que su compañera todavía quisiera salvarla. Estaba tan agradecida con ella, pero no podía dejarla hacer eso. No. Hyuga era demasiado buena para dejar que Haruno tomara su lugar. Sasuke ya había tomado su decisión y sería ella quien ejercería la labor de mártir.

—Sasuke —lo tuteó con confianza —. N-no lo dudes: háceme tuya. Poséeme. Yo ya estoy lista para ser tu mujer —le dijo entre lágrimas que se acrecentaron todavía más.

Entonces Sakura entendió definitivamente que Hinata se sacrificaría a cualquier costo. Dando un suspiro, bajó su cabeza acongojada hasta la última célula. Sin intención, pudo ver como el miembro de su amo comenzaba a crecer lentamente y tragó saliva ante lo inevitable. Pronto sería una testigo privilegiada de una terrible violencia sexual.

El guerrero, mientras tanto, sufrió un cortocircuito mental; uno que provocó que sus movimientos se detuvieran. No entendía qué diablos estaba sucediendo. Esta le era una situación completamente anormal. Inverosímil, de hecho. ¿Por qué tenían tantas ganas de sacrificarse la una por la otra si recién se venían conociendo? Era algo que resultaba inexplicable. Por un momento pensó que a lo mejor era tan atractivo que ambas querían hacerlo con él, pero, a pesar de su enorme ego, su inteligencia lo conminó a desechar la vanidosa idea. Era una violación, algo que nadie querría vivir. Y Hinata evidentemente fingía sus palabras para salvar a su compañera. La evidencia líquida de su dolor era una prueba clara de ello. ¿Pero por qué, a pesar del sufrimiento, querían protegerse siendo apenas unas desconocidas?

¿Tan fuerte era la nobleza en ellas? ¿Tan impredecible la mente humana? ¿O acaso era específicamente la femenina? En tan poco tiempo habían formado un vínculo realmente impresionante, uno que él sólo había generado con sus perros. Aunque para lograr tal cosa a él le tomó años, no un par de horas como a ellas.

Se perdió en sus pensamientos unos segundos. Por consecuencia, sus movimientos siguieron ausentes.

¿Qué le sucedía?

—No entiendo —su lengua hizo una breve pausa y luego continuó —. ¿Por qué quieren sacrificarse la una por la otra? —preguntó mezclando curiosidad y rabia a partes iguales—. Se conocen desde hace muy poco. No tiene ningún sentido. Lo natural sería desear lo contrario: que la otra sea la víctima.

Ellas guardaron silencio unos segundos; la sorpresa había domado completamente sus cuerdas vocales. Sasuke había mutado su tono de voz, al punto que parecía realmente interesado en recibir una respuesta.

—E-es por empatía —dijo Hinata, reaccionando más rápidamente que su compañera—. Aunque usted no lo entienda, una violación es algo terrible para cualquiera. No quiero que Sakura viva algo así. No lo merece. N-nadie lo merece —recalcó lo último con voz descorazonada.

—Es verdad —apoyó Sakura inmediatamente—. Ninguna lo merece, pero, si tiene que sufrir una, prefiero ser yo. Me siento mejor preparada que ella para superar la violación... —aunque quiso aparentar seguridad, su manera temblorosa delató los nervios tras sus palabras.

Sasuke permaneció sin hacer movimientos. Quedó quieto, como si estuviera meditando. ¿Sería una diferente forma de valentía la que estaba viendo? Él sólo conocía el coraje del combate; el de quitar la vida al enemigo o perderla en sus manos. No conocía la valentía del sacrificio, la de querer proteger a alguien más. ¿Acaso el valor podía presentarse de formas distintas?

Él era un lobo solitario que había olvidado lo que era la amistad o el amor familiar desde la más tierna infancia. De hecho, peor todavía: Uchiha había sido entrenado para ser un arma bélica perfecta. Por ello, su visión de la vida era limitada. No sabía que la valentía no sólo era derrotar el temor a la muerte, que no sólo se daba en combate al matar a un enemigo: también podía darse protegiendo a un semejante. Anteponer al prójimo también reflejaba valor. Y precisamente estaba reflexionando aquello. Su maldad era sobresaliente, pero su inteligencia lo era mucho más. Y quería descubrir qué estaba llevando a esas chicas a hacer algo así. Entenderlo, deseaba.

Hinata, por su posición actual, no podía verlo, pero sintió como la prisión en sus manos se soltaba paulatinamente. Sakura, entretanto, veía asombrada como Sasuke seguía hundiéndose en sus pensamientos. Parecía estar analizando la respuesta, pues que ambas quisieran sacrificarse había derrotado momentáneamente su sadismo. Por lo menos por ahora, la curiosidad estaba alzándose con la victoria.

De súbito, mientras eso sucedía, los perros comenzaron a ladrar airadamente muchos metros más allá. Sasuke reaccionó al segundo, levantándose del cuerpo de Hinata y posando sus pies sobre el suelo. Frunció el ceño con mirada abstraída y estuvo a la expectativa. Los canes pronto cambiaron los ladridos por gruñidos, clara señal de que se lanzarían encima de alguien para atacarlo...

¿Pero quién rayos se atrevía a entrar en los dominios de Sasuke Uchiha?

Era Neji. Tenía que ser él. El muy maldito había llegado antes de lo esperado... ¡Consiguió avanzar en línea recta eliminando a una patrulla fronteriza! Sólo eso podría explicar que ya estuviera aquí. Sin embargo, matar a una escuadra sin ayuda era algo imposible. Tenía que estar acompañado por uno o más hombres tan hábiles como él.

Sasuke ni siquiera se puso la camisa encima, reaccionó tomando a Hinata desde la muñeca y la arrastró desnuda hacia fuera de la habitación. Ella, por simple instinto, alcanzó a coger su vestido con la mano libre, pensando en ponérselo apenas pudiera.

Uno de los perros gañó, como si fuera golpeado a lo lejos. Incluso peor que eso: quizás fue un gañido agónico que anunció su muerte.

Sasuke fue atravesado por un repeluzno maldito. Por primera vez Hinata pudo ver algo de temor en sus negros ojos, cosa que nunca pensó que él pudiera sentir. Estaba preocupado por sus perros, era algo muy evidente. Realmente los quería. Amaba inclusive.

Sakura no entendía qué estaba sucediendo. Por ello, ningún atisbo de movimiento forjó. Rápidamente, Sasuke atravesó la puerta con Hinata y la cerró con llave. La pelirrosa no era necesaria en lo más mínimo; la que debía ver morir a Neji era la maldita Hyuga. Nadie más que ella. Apenas cerró la habitación, partió corriendo hacia la puerta principal a toda velocidad. Un nuevo y estremecedor alarido lastimero se escuchó más allá. Era evidente que los perros estaban luchando contra alguien en la lejanía. Era Neji, sin duda tenía que ser él. Lanzó un potente silbido para que sus perros retrocedieran, pero ninguno pareció obedecer la orden. Entonces cerró sus puños y apretó los dientes como si quisiera triturarlos. Corrió hacia la puerta prohibida, desapareciendo rápidamente a través de ella.

Hinata, una vez sola, comenzó a colocarse su vestido para ocultar su desnudez. Mientras lo hacía, sintió un pánico atroz: todas sus expectativas de hablar para detener el combate serían fulminadas si los perros de Sasuke morían. Él no iba a perdonar algo así nunca en la vida. Jamás. Era un hecho tan evidente como la vida y la muerte.

Corrió hacia la puerta con las piernas siendo impulsadas por su alma en vez de sus músculos. La abrió y fue abrazada por la oscuridad de la intemperie, mientras sus cabellos aletearon por la brisa nocturna. Rápidamente lanzó un grito agudísimo y ensordecedor.

—¡Neji, no los mates! ¡Vete, por favor! ¡No te preocupes por mí! —gritó Hinata al tiempo que ponía sus manos a los lados de la boca para darle más alcance a su voz.

Sasuke apareció por la puerta prohibida portando una espada en la siniestra, otra al cinto y un gran escudo redondo en la diestra. El último tenía una figura extraña: algo que parecía un badil o algo similar. Seguramente era el estandarte de la familia Uchiha. Corrió hacia la puerta, empujando a Hinata de una manera tan fuerte que ella cayó de bruces al suelo y, sin importar nada más, se lanzó hacia el horizonte como un verdadero demonio. Mientras lo hacía forjó un nuevo y potente silbido para que sus perros retrocedieran, pero la orden no fue cumplida por ninguno. Un terrible escalofrío que amalgamó temor e ira cruzó cada zona de su espalda. Impulsado por tales sensaciones, aceleró todavía más su carrera. Tenía que salvarlos, puesto que, por muy entrenados que estuvieran, obviamente perderían la vida contra alguien como Neji. Sasuke hubiera sacrificado a cualquier persona sin ningún resquemor, a sus propios subordinados como si fueran insectos, pero jamás a sus animales.

Empolvada por la caída, Hinata se levantó y echó a correr tras Uchiha a todo lo que podía. Tenía que detener la pelea aunque perdiera la vida en el intento. De hecho, la vida de su primo valía mucho más que la suya, pues él era libre y ella no.

—¡Vete, Neji! ¡Vete que yo estoy bien! —exclamó mientras corría, haciendo que su voz se tambaleara por el esfuerzo.

La luz de los candelabros de la mansión pronto quedó atrás, siendo la luna, en su traje más brillante, la única fuente de luz nocturna. Gracias a ella la oscuridad no era tan profusa como sí sucedía con su ausencia.

Sasuke sabía que si Neji ponía la astucia por sobre el honor, no estaría solo. Es más: era un hecho que el Hyuga estaba acompañado por uno o más compañeros. Por ello había salido con el escudo más grande para protegerse de alguna traicionera flecha. Como el orgullo era un mal sustituto de la inteligencia, Neji había puesto prioridad al rescate de Hinata antes que a su propio honor como guerrero. En realidad era lo que debía hacer, pues luchando sin ayuda no tendría posibilidad alguna de derrotarlo. Era algo deshonorable, pero sagaz al mismo tiempo. Hinata le era más valiosa que su propio orgullo, algo que tenía un significado enorme.

Sasuke apretó los dientes, inclinó su cuerpo y comenzó a zigzaguear hábilmente para ser un objetivo más difícil para algún oculto arquero. Elevó su escudo a la altura de la cabeza, pues conocía su terreno mejor que nadie y no necesitaba mirar para llegar donde escuchó el último aullido de dolor. Llegó por fin a los límites de la alambrada y, muy cerca de un árbol próximo al arroyo, vio un espectáculo criminal: desperdigados yacían los cadáveres de sus perros. Dos de ellos incluso estaban decapitados, mientras sus cuerpos todavía temblaban de manera espasmódica. Entonces cayó de rodillas como fulminado. La conmoción causó estragos en su ser. Estaba completamente paralizado; su cerebro apenas procesando la terrible información recibida por los ojos.

Hinata, a varios metros todavía, pudo ver como Sasuke caía de rodillas. Entonces ella sintió algo mucho peor que un escalofrío; era algo insistente, no pasajero, que se incrustó en lo más recóndito de sus vértebras. Algo que permaneció en su columna como una serpiente que se rehúsaba a abandonarla. Los perros habían muerto. Estaba segura, pues sólo aquello podría provocar que alguien tan inhumano como él tuviese esa reacción. Y entonces supo que, a pesar de toda su vileza, él también tenía un corazón.

Dos hombres, ocultos gracias al frondoso follaje del cercano manzano, se aprestaron a atacar por sorpresa. Sasuke estaba completamente en shock y sin ninguna guardia que lo protegiera. El rumor de que sus canes eran su punto débil circulaba de manera insistente, tal como si fueran un talón de Aquiles. Matar animales era algo que ambos guerreros no deseaban hacer, pero la seguridad de Hinata era más importante. Además, que fueran perros de guerra que no dudaron en tratar de desgarrar sus cuellos les permitió atravesarlos sin arrepentimientos.

Hinata, todavía corriendo, vio como dos siluetas se arrojaban sobre su amo en un gran salto por la espalda. Era una hábil trampa para acabar con Sasuke en el único momento de su vida en que estaría vulnerable. Una trampa perfecta.

El tiempo se distorsionó en un estremecedor ralentí. Hinata sintió que su cerebro plasmaba mil pensamientos en tan sólo un segundo. A pesar de todo, no quería ver morir a Sasuke. Lo supo con una claridad que la impresionó. Incluso quiso advertirle del peligro, quiso detener el ataque, pero sabía que si lo hacía, entonces serían Neji y su compañero quienes perderían la vida. Detuvo su carrera instantáneamente y, con una hórrida máscara de dolor en su faz, esperó la muerte de Uchiha cerrando sus ojos. Le dolió el corazón, pero era lo que debía pasar. A Neji lo conocía desde casi toda su vida, a Sasuke ni siquiera un día entero. Su primo era una persona buena, Uchiha un demonio sádico. Era el destino que se merecía, empero, sintió un dolor punzante en su corazón igualmente.

Los dos guerreros, uno con melena larga y el otro corta, saltaron sobre su enemigo blandiendo sus espadas con ambas manos, dispuestos a atravesar el corazón y la cabeza de su enemigo al mismo tiempo.

El silencio nocturno hizo que Sasuke escuchase el crujir de la rama y, pese a su terrible dolor espiritual, reaccionó a velocidad de relámpago por mero instinto guerrero. Sin siquiera voltear su faz porque hacerlo sería perder vital tiempo, retrocedió su hombro y posicionó su escudo de la manera precisa para repeler el furtivo ataque que visualizó en su mente. Los dos hombres intentaron ultimarlo continuando sus letales estocadas, pero Uchiha dio dos rápidas volteretas sobre el suelo como si fuese una rueda. Se puso de pie a la vez que daba un gran salto atrás para imponer distancia, lanzó su escudo a un lado y desenvainó su espada secundaria. Ambas armas se irguieron en sus manos amenazantes a la par de demoníacas. La oscuridad de la noche, apenas atenuada por la luz selenita, le dio un cariz todavía más perturbador. Su semblante irradiaba un odio sin límites. Sin frenos. Una furia tan infinita que no se apagaría ni aunque le arrojaran encima todos los mares del mundo. Sus ojos ya no eran ojos: se habían convertido en fuego del averno. En llamas que anhelaban sangre.

Los tres contrincantes se miraron unos momentos, saboreando la adrenalina que fluía cual río por las capas de sus pieles. No era una sensación molesta, al contrario, habían aprendido a convivir con ella e incluso añorarla. El gran complot de Neji había fallado, pero todavía podían obtener la cabeza de Sasuke. Eran dos contra uno, aunque al guerrero solitario tal cosa ni siquiera le parecía una desventaja.

Hinata abrió sus ojos, sintiendo terror total. Sus facciones se transfiguraron en verdadero pavor. Esto no era como ella lo había imaginado: ni siquiera había tenido la chance de hablar para evitar el combate. Todo pasó súbitamente; a una velocidad infernal.

Sasuke y su sed de venganza no dilataron un segundo más las cosas: cual energúmeno, se lanzó contra ambos guerreros dando un grito de guerra atronador. Rápidamente la contienda se convirtió en algo terrorífico, espeluznante. A pesar de que eran dos guerreros contra uno, Uchiha no parecía estar en desventaja. Rugiendo como un demonio, alardeaba la pericia propia de uno.

—¡Por favor, deténganse! —gritó completamente desesperada. Todas las alertas sensoriales de su cuerpo estaban prendidas, exhalando horror a través de un estridente grito celular.

—¡Corre, Hinata! —gritó Neji sin poder dar más indicaciones por el intenso fragor del combate.

—¡A través del arroyo! —agregó el acompañante de cortos cabellos y cejas gruesas.

Pero ella estaba paralizada por la conmoción, como si no creyera lo que estaba sucediendo. Estaba sumergida de lleno en esta vívida pesadilla; una de la cual no podría despertar.

Sasuke esgrimía rugidos impropios de un ser humano. Jamás en toda su vida había sentido tanta furia como ahora. Era algo impresionante. Irreal. Absolutamente atemorizante.

Las espadas chocaron unas cuantas veces al punto que produjeron chispas que acuchillaban la oscuridad. Neji y Lee sujetaban las suyas con ambas manos para obtener más fuerza en sus golpes, mientras Sasuke sujetaba una en cada mano arriesgándose a perder alguna si un cruce de espadas era demasiado fuerte. El par de guerreros también asumían un peligro al no usar un escudo, pues, aunque usar uno brindaba mayor seguridad defensiva, también ralentizaría sus movimientos y la opción de ganarle a alguien como Uchiha se reduciría demasiado. El combate sería rápido y letal por lo mismo. Un todo o nada completamente brutal para ambos bandos.

Hinata cayó de rodillas, echándose a llorar por la desesperación. Las cosas no debían pasar así; tenían que darse de una manera más lenta para siquiera poder hablar. Esta pesadilla no era lo que esperaba. ¡No lo era!

Sasuke volvió el combate todavía más bestial al ver por el rabillo los cadáveres de sus canes. A cada furiosa estocada, las ráfagas de viento zumbaban de manera terrible. Salvo que fuese estrictamente necesario, evitaba al máximo posible el cruce de espadas o, por la fuerza ejercida por ambos hombres, terminaría perdiendo sus armas. Y eso sería un final definitivo para él. La desventaja numérica lo obligaba a atacar y retroceder maximizando sus reflejos. Los guerreros que tenía enfrente eran tan hábiles que le sorprendió que pudieran combatirlo de igual a igual.

Neji intentaba cercarlo por la espalda, mientras su compañero seguía atacando por el frente, pero Sasuke era tan hábil que tras cada estocada su cuerpo giraba precisamente a la posición perfecta para que su retaguardia no quedara descubierta. Los estaba obligando a ambos a enfrentarlo de frente, pues era precisamente lo que necesitaba para emerger airoso. Su rapidez era impresionante, satánica inclusive. Ambos hombres estaban comprobando en carne propia porque a Sasuke lo conocían como el guerrero perfecto. Pero por más hábil que él fuera, salvarían a Hinata empleando todas sus fuerzas para conseguirlo. Tenían que hacerlo.

Uchiha perdía terreno, mientras estaba siendo acorralado contra la alambrada. El compañero de Neji era muy fuerte, tanto que estuvo a un tris de decapitarlo. Antes de que sucediera tal destino, tendría que cambiar el estilo defensivo y posicionar al factor sorpresa como un aliado, tal como un gato sorprendería a un pastor alemán atacándolo directamente a los ojos. Así, mientras Neji se distanciaba un poco para atacarlo por el flanco izquierdo, Sasuke se arriesgó a recibir una estocada letal. Por ello obtuvo, por parte de Lee, una herida superficial en el abdomen. Un hilo de sangre comenzó a escurrir, pero algo así era demasiado poco para detener a Uchiha, quien, sobrepasada ya la defensa del enemigo, cortó las dos manos de Lee con un fulminante movimiento. Por la diabólica potencia del golpe ascendente, ambas cayeron algunos metros más allá, sosteniendo todavía la espada entre sus dedos. Chorros divergentes de sangre se esparcieron sobre el suelo, convirtiéndolo en un mar de palpitante rojo. Todo esto aconteciendo en tan solo un segundo.

El grito de dolor fue irreal. Completamente espeluznante.

—¡Maldito! —gritó Neji, lanzándose sobre su enemigo y apretando tanto los dientes que casi llegó a trizarlos. La tormenta de espadazos obligó a Sasuke a retroceder algunos metros.

—¡Lee! —gritó Hinata en completa desesperación, corriendo hacia él como si hacerlo sirviera de algo. Hubo un tiempo que él fue un gran rival para Neji, pero ahora era el mejor amigo que tenía. Nunca imaginó que hubiera podido sobrevivir a la guerra.

Sasuke no se preocupó de rematar al caído: repelió el ataque de Neji, enviándolo hacia atrás con una impresionante lluvia de estocadas lanzadas a una velocidad inhumana. El objetivo tuvo que retroceder saltando tres veces o habría muerto sin remedio. Nadie en este mundo podría haber bloqueado esos diabólicos golpes. Entonces Uchiha, aprovechando la distancia impuesta, lanzó su espada secundaria y ésta surcó el aire como si fuera un feroz proyectil. Un segundo después se incrustó en el cráneo de Lee, matándolo en el acto.

Hinata ni siquiera alcanzó a llegar con él. El grito de espanto que propinó fue terrible, psicodélico, inexplicable.

Los ojos de Neji se volvieron acuosos en tan sólo un segundo, mientras ahora Sasuke sujetaba su única espada con ambas manos. La diferencia entre usar una espada a una mano o a dos era colosal. El poder y la precisión de cada golpe aumentaba al doble o más inclusive, pues la fuerza imprimida por dos brazos era muy superior a la de uno. Y en alguien como Sasuke, era algo que asomaba tan impresionante como la diferencia existente entre un gato y un tigre. Neji lo supo entonces, su fin llegaría dentro de pocos segundos. Si ni siquiera con Lee pudo derrotarlo, mucho menos podría solo. Sin embargo, moriría con honor. Como todo un Hyuga. Por ello, fue él quien se lanzó contra Uchiha sin ningún tipo de miedo, encarando a la muerte como el más valiente de los hombres. Tenía que rescatar a Hinata y no iba a perder sin intentarlo con todas las fuerzas de su corazón.

La joven cayó en un llanto estremecedor; era la primera vez que veía a un muerto. Antes había visto cadáveres en una lejanía tal, que impedía siquiera distinguirlos; occisos que habían caído en combate lejos de casa y que eran repatriados en grises caravanas para darles santa sepultura. No obstante, nunca había visto un fallecido desde tan cerca. Lee siempre había sido un gran amigo y ahora estaba muerto. Alguien siempre atento, amable y con un sonrisa destellante. Alguien relleno de bondad que no merecía un destino así. No podía asimilar como esos negros ojos seguían a párpados abiertos, hundidos en el vacío insondable de la muerte mientras se teñían de sangre. Hinata apretó sus manos, clavando sus uñas en las palmas. Estaba a punto de entrar a un colapso nervioso. No obstante, escuchó un grito de Neji y se volteó a mirarlo: seguía luchando para rescatarla. Fue entonces que algo relampagueó claramente en su alma: No podía dejarlo a su suerte. La espada atravesada en el cráneo de Lee era lo único que representaba una esperanza de cambiar el destino de su primo. No lo pensó dos veces. Aunando fuerzas desde lo más profundo, arrugó todas sus facciones al punto que pareció más el rostro de una anciana que el de una joven, sujetó la espada por el mango y trató de extraerla de la cabeza del fallecido. Todos sus músculos estaban comprimidos en una angustia terrible, pero, a pesar de la fuerza ejercida, la espada estaba firmemente adherida a los huesos craneales. Era algo dantesco en verdad. Hinata sintió que un turbulento remolino se forjaba en su estómago; que el último comenzaba a girar como un carrusel. Empero, no tenía tiempo para vomitar. No ahora. No podía caer en la desesperación, ¡ahora menos que nunca! Apretando todavía más sus sienes, colocó un pie encima de la cabeza de Lee para hacer resistencia y esgrimió fuerza con sus manos para sacar la espada. La misma, finalmente abandonó el cráneo del fallecido y estuvo en el aire sostenida por Hinata. Su rostro se volvió la más vívida definición del espanto al ver la hoja. La sangre destilaba como si estuviera palpitando todavía, como si aún quisiera formar coágulos a pesar de ya no poseer un cuerpo que proteger. Diminutas burbujas emergían como magma de un volcán. Incluso pequeños restos de masa encefálica estaban adheridos todavía al arma.

Sintió una turbulenta arcada proveniente desde su estómago, mas logró contenerla a duras penas. Dejó de mirar la espada para olvidar lo atroz en ella y enfocó su mirada en el combate sostenido por su primo contra Sasuke.

Hinata nunca había luchado con una espada. Era pesada; mucho más de lo que imaginó. Por lo mismo, estaba tambaleando en sus manos. Sin embargo, no iba a ser una inútil mientras Neji arriesgaba su vida por la suya. No iba a ser una simple espectadora mientras su primo estaba a punto de abrir las puertas del más allá. Sin rugidos ni aspavientos, se lanzó contra la espalda de Sasuke para tomarlo por sorpresa. De forma inexperta, pero sin temor alguno a morir, se arrojó contra su amo para siquiera intentar distraerlo. Quizás así, su primo tendría la oportunidad de acabar con él.

Neji no podía creer lo que veía, pero, a pesar del frenesí de la batalla, se sintió sumamente orgulloso de ella por aquel mísero segundo disponible. Era ahora o nunca. Hinata provocaría una abertura en la defensa de Sasuke. Esta sería la última oportunidad para derrotarlo. La última chance de liberarla de su infecto yugo.

Ambos Hyuga se lanzaron contra él al mismo tiempo y distancia. Sasuke, alertado por los pasos en su retaguardia, se giró un poco, viendo por el rabillo de su ojo izquierdo como su esclava sostenía su propia espada, la secundaria, con todas sus fuerzas. Sorprendido por su fiera actitud, demoró unas milésimas de segundo en reaccionar agachándose y aquello fue suficiente para que restos de sus cabellos cayeran al suelo. Sintió la ráfaga de viento como un zumbido en su oreja. Neji realmente estuvo a un tris de cortarle la cabeza por la distracción provocada por Hinata. Había tenido una gran suerte para librarse de la fatalidad. El de negros ojos tuvo que retroceder unos pasos ante el ataque, pero aprovechó con gran destreza la nula experiencia de su esclava: girando su cuerpo de una manera perfecta, esquivó una estocada suya fácilmente y le dio una brutal patada en el abdomen. Ella perdió el aire en menos de un segundo, hincándose sobre el suelo peor que una asmática. Sasuke robó la espada de la mano femenina y, con un enardecido movimiento de revés hecho con su diestra, la lanzó hacia Neji cual misil teledirigido a pesar de la corta distancia. El Hyuga, desconcentrado por la preocupación hacia Hinata, tuvo que medir al máximo la precisión de sus movimientos. Con un certero espadazo logró desviar el letal golpe. Sin embargo, Sasuke había avanzado a una velocidad satánica tras su lanzamiento y cortó las dos manos de Neji con un salvaje movimiento.

El grito fue terrible. Espantoso de verdad.

Ambas manos cercenadas cayeron al suelo, todavía sujetando firmemente la espada. El corte había sido tan rápido y fulminante que los tendones todavía no se daban por enterados de que ya no tenían un cuerpo que los sostuviera.

Hinata, todavía de rodillas en el suelo por la terrible patada, ni siquiera pudo gritar el nombre de su primo. No podía siquiera hablar por la falta de aire, mientras sus ojos se desencajaban por el terror y su boca abierta hacía tremendos esfuerzos para inhalar algo de oxígeno. Ni siquiera podía dar un mísero paso.

La sangre corría a chorros desde los muñones abiertos. Neji no tardaría mucho en sufrir un colapso volémico que lo llevaría a la inconsciencia.

Sasuke puso la afilada punta de la espada en el pecho de su enemigo, justo en la zona de su corazón.

Y Hinata, a pesar de todo, logró dar una súplica asmática, entrecortada y moribunda. Una voz absolutamente sobrecogedora por la asfixia cruel que la azotaba.

—No lo hagas... Sasuke...


La luz crepuscular que teñía de azafrán el cielo, comenzaba a anunciar el deceso del día y el nacimiento de la noche. Tal como ha sucedido durante incontables eones, el astro rey le cedería el majestuoso trono del firmamento a la diosa de nívea piel. En un espacioso llano curvado en diagonal y con un río como telón de fondo, dos Hyuga se disponían a disfrutar del hermoso ritual natural. El varón estaba recostado sobre el suelo y con los brazos cruzados detrás de la cabeza. La fémina sentada y abrazando sus piernas flexionadas. Sus miradas se mantenían fijas en el horizonte repleto de ocres montañas. Y una vez que la luna menguante se entronizó en el firmamento, disfrutaron tanto de ella como de las brillantes hermanas pequeñas que siempre la acompañaban. El paisaje era simplemente maravilloso. Un pequeño gran consuelo ante los fuertes rumores que anunciaban el inicio de una terrible guerra...

Por tal causa, Hinata estaba sumamente preocupada, pues, si un conflicto estallaba, Neji tendría que servir a su patria en combate.

No entiendo —de improviso, ella habló—. No entiendo porque la gente siempre tiene que estar peleando, odiando y matándose entre sí. Que comience una guerra es una locura; ambas naciones podríamos convivir en paz —se quejó amargamente.

Neji irguió su espalda para buscar algún pedrusco en el suelo. Cuando lo halló, lo lanzó hacia el río. A pesar de la distancia, el objeto llegó a destino y rebotó tres veces en la superficie antes de hundirse.

Era algo que pasaría tarde o temprano. Nuestros países cada vez crecen más y ya hemos tenido choques territoriales. La población aumenta, los recursos se hacen más valiosos y eso siempre crea guerras de conquista. La historia lo confirma muchas veces —respondió Neji con voz impersonal, aunque dio un profundo suspiro tras su respuesta.

Pero podríamos compartir —tras decirlo, su labio inferior se encarnó hacia fuera, tal como el puchero de una niña. Pausó sus palabras unos segundos, deshizo su involuntario gesto y continuó—. ¿Por qué vernos como enemigos? Antes que cualquier nacionalidad somos personas. Seres humanos. Eso es lo realmente importante.

Neji sonrió. Ella en verdad era demasiado pura.

Es muy idealista lo que dice, señorita Hinata —respondió seriamente—. El ser humano es egoísta por naturaleza. Si ya convivir entre familiares se hace complicado, imagínese entre naciones. Usted es demasiado noble, por eso nunca lo entenderá.

Ella bajó su mirada.

Neji, por favor, tratame de tú. Te lo he pedido muchas veces —le dijo avergonzada.

Él sonrió divertido.

Está bien. Te tutearé —consintió por su notoria insistencia, pues ya había perdido la cuenta de cuantas veces le había pedido lo mismo—. Aunque yo creo que a un ángel habría que tratarlo con más respeto.

P-pero qué dices —se ruborizó al instante y ladeó su cara para que él no lo notara—. No soy un ángel —sus índices comenzaron a contactarse entre sí de manera nerviosa. Como muchas veces le sucedía, el rubor había maquillado sus facciones nuevamente.

Claro que lo eres, Hinata. Yo te traté mal muchas veces y aún así me perdonaste sin rencores.

No recuerdes esas cosas. E-es algo que ya quedó muy atrás. Lo importante es que ahora nos llevamos muy bien.

Él dio la mejor respuesta posible: sonrió sinceramente.

Por un momento olvidaron la inminente guerra; sólo se enfocaron en el bello panorama que tenían en frente. El murmullo del río acariciaba sus oídos, mientras las luciérnagas estelares brillaban más que nunca, como si quisieran destronar a la reina selenita. Por fortuna, los ojos de ambos no tropezaron con ninguna nube celosa que pudiera alejarlos de la hermosa visión.

Ojalá un día evolucionemos lo suficiente como para que ya no existan guerras —comentó Hinata, retomando el tema bélico por la preocupación que la inundaba. Aunque intentara lo contrario, era algo que constantemente recurría a su mente. No podía evitarlo.

Eso nunca pasará —dijo Neji con toda seguridad.

N-no seas tan pesimista. Un día, cuando haya más empatía y amor, todo será mejor.

Soy realista, Hinata. En este mundo lo más importante es la fuerza y la dominación. El amor es muy lindo, pero no ganará guerras.

Ella lo miró firmemente antes de responder.

Pero puede evitarlas.

Él se emocionó escuchando su ideal pacifista. Era tan inocente e ingenua. Alguien demasiado pura para este mundo envilecido. Pero a diferencia de ella, Neji era un guerrero y conocía la cruel realidad. De todas formas, aunque pudiera parecer contradictorio, odiaba la guerra a pesar de su profesión. No era un soldado porque le gustara la sangre o asesinar, sino tan solo para seguir la rígida tradición familiar y defender a su país. Quizás algún día este violento mundo dejaría de serlo y se podría prescindir de guerreros, pero por ahora eran un mal necesario.

Cr-creo que la clave está en amar al prójimo, nada más que eso —añadió ella ante el silencio de su primo.

Él esbozó una pequeña sonrisa. Admiraba que ella pudiera ser así de noble. Ojalá la dureza de la vida nunca la hiciera cambiar.

Este mundo no te merece —dijo de repente—. Si hubiera más gente como tú, no me cabe duda que todo sería mejor.

Hinata, sorprendida, sólo musitó: —Gra-gracias, Neji.

Tras agradecer, se sonrojó al tiempo que sentía un calambre en su lengua. Por ello, no agregó más palabras. Ambos guardaron silencio un rato, enfocándose en el fabuloso paisaje que ahora presenciaban. Motivada por el mismo, una singular pregunta llegó a la mente femenil.

Neji... si muriéramos mañana, ¿qué crees que es lo más bello que has visto en tu vida?

¿Lo más bello? —preguntó enseguida, pero no a causa de que haya escuchado mal o necesitara una confirmación. Simplemente la particular pregunta lo había tomado completamente de improviso y la repitió por inercia.

Sí —confirmó ella—. Lo más bello.

«Lo más bello», iteró su mente. De forma casi increíble, apenas pasó un segundo y la respuesta ya se había presentado en las puertas de su alma. Ni siquiera necesitó pensarla; mucho menos meditarla. Llegó en forma automática; de un modo tan lúcido que lo sorprendió. Sin duda alguna, lo más bello que había visto en su vida era una mujer. Pero no podría decir su respuesta, puesto que un gran lazo familiar lo unía a ella...

No lo sé —mintió—. Tendría que pensarlo más detenidamente.

Hinata aceptó su respuesta. Luego miró hacia el horizonte, mientras sus ojos brillaron alegría.

A mí me gusta mucho este paisaje. Es muy lindo, pero me gustaría conocer más lugares del mundo en un futuro. Conocer la nieve, hermosas playas o bosques. Siento que todavía nos faltan muchas cosas por ver, Neji.

Tienes mucha razón.

Ojalá no estalle la guerra, para que podamos conocerlas. Tengo esa esperanza —lo miró, regalándole una tierna sonrisa. Una muy propia de ella.

Neji se permitió ser más dulce de lo normal. Era un guerrero altamente entrenado, alguien que, de ser necesario, se convertía en un temible enemigo. Sin embargo, Hinata tenía el don de sonsacar una gran ternura de él. Una que sólo ella, y nadie más que ella, podía provocar.

Ojalá... pero, si la guerra es inevitable, vamos a ganar y todo lo malo quedará atrás. Yo me encargaré de cuidarte. Siempre será así, Hinata. Para algo soy tu primo —le sonrió.

Ella se sonrojó sin poder evitarlo. Luego clavó su mirada en el horizonte, pues si lo miraba directamente a los ojos no podría decirle lo siguiente.

Mu-muchas gracias, Neji —agradeció sumamente conmovida, tanto por sus palabras como por el tono empleado en ellas—. Gracias por tu apoyo. Gracias por tanto. Espero un día poder devolverte todo lo que haces por mí —se dio una tímida pausa antes de agregar algo más—. Yo... yo te quiero mucho.

Y yo a ti, Hinata. Nunca sabrás cuanto.


La espada se sostenía firmemente en el pecho de Neji. Su corazón latía desesperadamente para suplir la ingente cantidad de sangre que estaba perdiendo por sus manos cercenadas.

—No lo hagas... Sasuke...

Tras sus palabras, todos los sentidos de Hinata se magnificaron y ralentizaron al mismo tiempo. Los movimientos esgrimían una atroz cámara lenta a través de su campo visual. Como si la velocidad normal del tiempo se hubiese trastocado al uno por ciento. A pesar de todo el dolor, a pesar de apenas poder respirar, intentó ponerse de pie para correr hacia su primo, lanzársele encima e intentar protegerlo del golpe de gracia. Pero no pudo hacerlo. La patada de Sasuke la había dejado irremediablemente paralizada.

Neji entendió que Uchiha le estaba dando la oportunidad de decir sus últimas palabras. Entonces se giró hacia su prima; su faz rellena de resignación y resiliencia.

—Te amo, Hinata.

Ante la aterrorizada mirada de ella, el cuerpo de su primo fue azotado por espantosos temblores. Su garganta emitió un gorgoreo sordo y agónico; hilos de sangre asomaron por su boca, desplazándose lentamente por su mentón. Los ojos albinos, abiertos todavía, perdieron su brillo. Dos segundos después su cuerpo cayó pesadamente. Los chorros de sangre, antes vívidos y pulsantes, comenzaron a escurrir de manera más lenta a través del suelo. Su corazón había sido atravesado sin piedad.

Mientras la luna era ensombrecida por una nube, lo único que se escuchó entonces fueron unos alaridos asfixiados, pero terriblemente desgarradores.

El alma de Hinata había sido desintegrada.


Continuará.