Hola! Como siempre espero que se encuentren muy bien y agradezco nuevamente cada comentario recibido. Ya respondí los reviews con cuenta y a quienes no la posean les doy muchas gracias por aquí. Recuerden que si alguien quiere respuesta necesita tener una cuenta y yo encantado contestaré cualquier cosa.
Además aprovecho de hacer dos avisos: aunque venía actualizando semanalmente creo que ya no podré hacerlo tan seguido, pues andaré más ocupado estos meses. Lo segundo es que, aunque Sasuke no violará a Sakura, sí que podrían pasar cosas entre ellos con consentimiento. Aviso ahora para que después no digan que cambié de idea o algo por el estilo. Sakura no será esclava sexual, pero sí que puede ser una esclava del amor :P. De todos modos es difícil que me decida a ir por ese camino, pero ya veremos qué decidiré al respecto.
Sin más que añadir, espero que disfruten o sufran este capítulo y de antemano muchas gracias por el apoyo ^^
Desde hacía un par de horas el sol invernal destellaba en el cielo, pero engañaba sin compasión a los sentidos, pues no brindaba el calor por el cual era idolatrado. En el horizonte, sobre un equino tan negro como las alas de un cuervo, una mujer cabalgaba hacia los dominios del guerrero más fuerte. Llegó al gran portal que hacía de entrada, sacó la traba, hizo avanzar a su caballo y emprendió el rumbo hacia la mansión. Pronto vio a Sasuke en la puerta principal, sosteniendo el semblante serio de siempre. Pero no fue él quien le llamó la atención: a sus pies habían seis peludos cachorros que ya tenían casi cuatro meses. Jugaban correteando alegremente delante de su amo. Ella estacionó su caballo a unos metros y, sin afirmarse en el estribo, dio un grácil brinco que contactó sus pies contra el suelo. Llevaba un holgado y largo abrigo negro encima, uno tan holgado que, además de ocultar sus femeninas curvas, también podría haber ocultado cualquier tipo de arma bajo él. Clavó sus ojos en Sasuke; su mirada era muy fuerte, de aquellas que se sostienen firmemente y no se despegan.
—¿Cómo están los pequeños guardianes que te regalé? —preguntó sin saludar. Los cachorros se acercaron a ella y se frotaron cariñosamente contra sus piernas, señal de que ya la conocían.
Él le lanzó una mirada ácida. Las que solía dar siempre.
—¿A qué vienes a molestar? —contestó él, tan amable como un tiburón con hambre.
—Vine a despedirme antes de ir como espía al reino del oeste. Haré lo habitual: ver qué tan preparados están y localizar puntos débiles que explotar.
Precisamente por su condición de mujer nadie sospechaba de ella como una agente enemiga, por lo que antes de invadir algún país era quien realizaba labores de espionaje, reuniendo útiles datos militares.
La chica guardó silencio esperando alguna respuesta, pero la ausencia de una la inspiró a preguntar lo siguiente —. ¿Tienes alguna orden que añadir?
—Lo principal es que averigues quienes son los guerreros más fuertes. Sacándonos a sus mejores hombres del camino terminarán cayendo en pocos meses. Como siempre, yo me encargaré de matarlos personalmente.
Ella asintió, muy segura de aquellas palabras. Nadie en el mundo podría derrotar a Sasuke Uchiha, pues ya había acabado con una cantidad increíble de poderosos guerreros. Ni siquiera Satán podría contra él. La única forma de matarlo sería a través de una emboscada masiva. Y quizás ni siquiera así.
La chica se posicionó a su lado, algo muy extraño, pues Uchiha no dejaba que nadie se le acercara a tan poca distancia. Ella entrelazó las manos por detrás de su propia espalda, dejándola reposar contra la pared. Entonces un sonido metálico hizo contacto contra el concreto: eran las dos katanas que llevaba al cinto y por debajo de su abrigo.
—¿Y qué harás durante este par de meses? —preguntó ella, mientras miraba fijamente el horizonte.
—Eso no es algo que a ti te incumba.
La fémina no dijo nada; ya conocía perfectamente cuán arisco podía ser. Unos segundos después se agachó para acariciar a los cachorros. Levantó a uno entre sus manos, alzándolo por encima de su cabeza; una sonrisa decoró su faz.
—Estos perros se volverán muy importantes para ti. Ya lo verás —comentó de improviso.
Él alzó una ceja antes de hacer una pregunta. —¿Por qué lo dices?
—Sé que eres un demonio sin alma, pero estos animales te darán una y luego te la robarán. Sé muy bien lo que te digo.
—No digas sandeces —refutó enseguida—. Yo soy Sasuke Uchiha —lanzó la magnificente alcurnia que su apellido sostenía, aquella de la cual siempre estaría orgulloso—. Jamás caería en inútiles sentimentalismos. Todos son insectos que sólo me benefician. Tú incluido.
A pesar de ser mujer, Sasuke le hablaba siempre en masculino. De hecho, ella misma se refería a sí misma en masculino en vez de femenino.
—Los perros son mucho mejores que los inmundos humanos —contestó con una seguridad a toda prueba—. En un par de años te veré derretirte con ellos —aseveró asertiva.
—Tonterías.
Ella dejó al perrito en el suelo, se arrodilló y empezó a darles caricias a todos por igual. De pronto, le llegó un íntimo recuerdo.
—Cuando murió mi perro fue uno de los dos dolores más grandes de toda mi vida.
—Qué imbecilidad. Los sentimentalismos son mierdas de mujeres y tú no eres una.
La fémina formó una leve mueca que, por estar acuclillada, Sasuke no vio. Luego se puso de pie y aceró su mirada.
—Sé perfectamente que soy un hombre en cuerpo de mujer —precisó muy segura—. Sólo recordaba algo de mi antigua vida.
—Así me gusta —dijo satisfecho.
De pronto, dos de los cachorros fueron hacia las piernas de Sasuke, restregándose cariñosamente ante la total indiferencia que expresaba él.
Ella sonrió instantáneamente. —Pese al poco tiempo que llevan contigo, parece que ya te quieren.
—Bah —a su expresión apática se unió un gesto de disgusto.
—¿Ya les pusiste nombres?
—¿Nombres a un animal? —su tono dejó en claro lo ridícula que le parecía tal cosa.
—Sasuke, civilízate, los animales domésticos también necesitan un nombre.
Él exhibió su fastidio a través de cada célula, sin embargo, ella no le dio importancia alguna a tal hecho.
—¿Le puedo poner nombre a uno?
—Hazlo.
—Este —lo tomó entre sus manos, sonriendo— se llamará Leonidas en honor al gran guerrero espartano. ¿Te parece?
—Sí.
La guerrera y espía le dio unas cuantas caricias más a los futuros guardianes. Luego caminó hacia su caballo.
—Bueno, te dejo entonces. Sé que no soy bienvenido —dijo a la vez que afirmaba su pie derecho en el estribo y se montaba en su negro compañero—. Pero recuerda mis palabras, Sasuke: los perros son animales increíbles; la lealtad encarnada. Ellos —miró a los cachorros— se volverán muy importantes para ti —dicho esto, lo miró a él para agregar una última cosa—. Serán los únicos seres que podrán lograr algo así.
Sin esperar una respuesta, echó a correr su caballo y se largó del hogar.
Él miró a los cachorros incrementando su desprecio. En ese momento aquella afirmación le pareció una irrisoria ridiculez. Ni siquiera en cinco vidas habría podido imaginar que aquella mujer tenía toda la razón del mundo. En ese momento nunca pensó que terminarían convirtiéndose en seres invaluables. En su única familia.
Esclava Sexual, Capítulo Sexto
Alaridos terribles, apenas audibles, se esparcieron por el ambiente. Eran jirones de voz, de cuerdas vocales desechas por el dolor. Hinata se perdió en el limbo de sus terribles pensamientos, puesto que todo en ella era una sádica vorágine de desesperación. En su mente, la vil escena en que su primo era asesinado se repetía como un maleficio incapaz de detenerse. Ansiaba con todas sus fuerzas que esto no fuera el mundo real. Su mente intentaba crear una realidad alterna en donde su cuerpo sí lograba moverse y protegía a Neji de la estocada final. Quería aniquilar la idea de que su primo estaba muerto. Él tenía que seguir vivo. Debía estarlo.
La negación es uno de los primeros recursos que utiliza la mente para defenderse del dolor. No aceptar lo que sucede; rechazarlo para evitar el horrible sufrimiento consiguiente. Sin embargo, por más que veces que se ansíe tal cosa, la realidad no puede ser cambiada por la mente a menos que ésta adopte a la locura como vía de escape. Y Hinata, lamentablemente, todavía tenía a la cordura como indeseable aliada...
Las abundantes lágrimas difuminaron completamente su visión. No podía ver nada con definición. Sus manos estaban yertas; todo su cuerpo lo estaba. La rigidez nerviosa provocó que sus músculos adquirieran la misma consistencia de las piedras. Tras incontables segundos, logró moverse arrastrando sus rodillas sobre el frío suelo. Además de lo espiritual, el dolor en su zona abdominal era impactante. Sentía que, en vez de recibir una patada, la habían atravesado con una espada y que la misma seguía revolviéndose en la zona alta de su estómago.
Llegó junto al cadáver de su primo, alejó las perturbadoras manos cercenadas que seguían aferradas a su espada, le levantó la cabeza y, como si todavía estuviese vivo, lo abrazó cuidadosamente. Mientras la sangre del occiso la envolvía, poco a poco el oxígeno comenzó a llegar de forma más prolija a sus pulmones. Entonces, motivada por el corazón y no por la razón, le susurró al oído:
—Neji, despierta. Despierta, por favor...
No hubo respuesta. Y, evidentemente, nunca la habría.
—Vuelve conmigo... ¡Te necesito!
Le habló una, y otra, y otra vez. El tiempo era indiferente a su dolor, pues, aunque le hablara por mil años, Neji nunca más podría escucharla.
Nunca más.
Paulatinamente, el frío infame que recorría cada rincón de su cuerpo le hizo ir comprendiendo que lo que estaba viviendo no era una pesadilla... Era la cruel realidad. Al entenderlo progresivamente, el sufrimiento aumentó todavía más. Sus ojos querían vaciar todo líquido hasta convertirse en algo tan reseco como la arena de un desierto. La atroz imagen de su primo siendo atravesado por la espada, muriendo delante de ella sin poder hacer nada para salvarlo, era lo peor que había vivido. Todas las penurias sufridas, la esclavitud o los intentos de violación, fueron poca cosa en comparación. Había aceptado la muerte de Neji por causa de la guerra, pero saber de él renovó las esperanzas de que pudiera estar bien. Sin embargo, en sólo unas horas aquellas esperanzas fueron pulverizadas de raíz. Ahora tenía la completa certeza de que nunca más lo volvería a ver.
Sus ojos perdieron cualquier rastro de brillo. Se convirtieron en los de una muerta. Y así estaba su alma: muerta.
Volvió a gritar; esta vez a todo volumen, ya sin padecer el asma temporal. Estaba respirando normalmente de nuevo, aunque le gustaría no haberlo hecho. Usando su diestra, jaló sus propios cabellos hasta el punto que algunos mechones quedaron entre sus dedos; luego, dejando el cuerpo de Neji en el suelo, se enterró las uñas de ambas manos en los hombros, arañándose. Se hizo heridas en ellos a pesar del vestido que los cubría. Comenzó a sangrar, pero no le importó. El dolor físico era mucho más soportable que el del alma, de modo que un intercambio entre ellos asomaba como una fórmula inconsciente de desahogo. Estaba al borde de sufrir un ataque de histeria; el llanto parangonando una risa demente lo hizo saber. Era la risa enfermiza que sólo una terrible crisis podía producir. Sin embargo, antes de hundirse en la última, escuchó pisadas que la hicieron tomar noción de que no estaba sola. Como transitaba a través de una dimensión ajena, había olvidado completamente a Sasuke.
—¿¡Por qué lo hiciste!? —se volteó con una furia incandescente—. ¿¡Por qué!? ¡Ya estaba derrotado! —desmenuzó sus cuerdas vocales. Quedaría afónica, pero aquello era lo que menos le importaba en este momento. El dolor era tan grande que debía gritarlo a toda potencia.
Él, como única respuesta, indicó con su espada ensangrentada hacia los fallecidos canes. Sin agregar nada más, prosiguió su caminar hacia ellos.
—¡Eran sólo perros! ¡No seres humanos! —espetó decidida al compás vesánico de sus emociones. Sus palabras asomaron tan fuertes como su dolor.
—¿¡Sólo perros!? —vociferó encolerizado a la vez que se giraba para encajarle sus negros ojos; los mismos estaban descompuestos, atrofiados de brillo. La indignación inundaba cada centímetro de su semblante—. ¡Eran mucho mejores que cualquier inmundo humano! —se acercó a ella, la tomó del cuello con su siniestra y alzó sus sesenta kilos de peso como si fueran poca cosa —. Jamás entenderías lo que ellos significaban para mí. ¡Jamás!
Tenía rabia ante la vida; rabia ante la muerte. Rabia al mundo entero. Él los crió, él jugó con ellos, él los entrenó. Eran su única familia y ahora estaba muerta igual que su familia original. Su pecho se hinchó y deshinchó al vaivén impuesto por su furibundo sufrimiento. Se le hacía dificultoso respirar, como si de pronto el aire hubiera adquirido el peso de un metal.
Apretó sus dedos en la garganta de ella. Pese a ello, Hinata no tuvo miedo; sostuvo el duelo de miradas, mientras ambos destellaban lo mismo a través de ellas: odio. Pero pronto Hyuga dio cuenta que no sólo existía ira en esos negros ojos, también había dolor. Mucho dolor. De hecho, sorprendentemente, estaban algo acuosos. El sufrimiento era evidente, casi inmanejable. Si no fuera por su orgullo, ahora mismo estaría liberándolo a través de sus ojos.
Los hombres eran demasiado orgullosos para llorar, pues tenían que verse siempre como fuertes. Era la presión social de ser el sexo fuerte. No tenían derecho a sentir más, tenían prohibido dejarse llevar por las emociones, a ser libres sentimentalmente. Y esa era una carga que llevar encima también. Una que las mujeres no debían soportar porque no estaba mal visto que una mujer llorara. De hecho, era considerado como algo natural, inherente a la naturaleza femenina.
A Hinata le sorprendió verlo así. Esta vez Sasuke no era el hombre en control de sus emociones, ahora estaba siendo azotado por una corriente de colérica adrenalina. Y camuflado dentro de la ira, el dolor también podía verse claramente en su semblante descompuesto. La tristeza seguía brotando en sus ojos, mas no a través del llanto. Se trataba de algo peor: la lágrima seca. Esa que derrama el corazón y no los ojos. Aquella que desgarra el alma y que duele más, puesto que no emerge buscando consuelo. Es la lágrima invisible que guarda el pecho y acalla el orgullo, lacerando el corazón en silencio.
Sasuke la soltó lanzándola hacia atrás. Hinata cayó sobre los glúteos y logró evadir un costalazo a su espalda poniendo ambos brazos atrás. Respiró con marcada dificultad, proveyéndose de aire a duras penas. Entendió definitivamente que para él sus perros eran mucho más que animales, de forma que ahora ambos eran almas muertas. Vacías. Y seguirían así hasta el fin de los tiempos.
—No tenías necesidad de matarlos. Ya estaban derrotados —dijo repleta de doloroso odio, aunque esta vez sin gritarlo.
—No me hagas reír, Hyuga asquerosa. Mataron a mis perros y pagaron el precio —sentenció duramente—. Además —haría una importante acotación— me atacaron cobardemente por la espalda, por sorpresa y en ventaja numérica. Era obvio que después de todo eso ambos tenían que morir.
Durante unos segundos, Hinata guardó silencio. Luego rasgó el mismo con voz sumamente acongojada.
—Era lo único que podían hacer contra un demonio como tú —defendió el proceder de ambos fallecidos. Después de lo dicho se puso de pie—. ¿¡Qué más podían hacer!? Si hubiese sido distinto, ¿acaso les habrías perdonado la vida?
—Ellos conocían perfectamente el riesgo de venir aquí. Los muy ilusos creyeron poder acabar con Sasuke Uchiha, pero ahora serán los gusanos quienes disfrutarán el precio de su osadía.
Hinata cerró sus puños por la dañina frustración. Su vestido seguía manchándose con con las gotas de sangre que salían desde sus hombros, aunque las plaquetas no demorarían mucho en culminar el proceso de cicatrización.
—Te maldigo por toda la eternidad, Sasuke —dijo sincronizando ojos y voz al compás del feroz resentimiento —. Un día vas a pagar todo el daño que has hecho —sentenció entre ineludibles temblores cardíacos. Sentía su corazón tan oprimido que hubiese jurado que había una mano estrujándoselo, intentando reventarlo con todas sus fuerzas.
Ante esas palabras él endureció las facciones, rellenando sus ojos con nuevos bríos. Su respiración agitada volvió por fin a la normalidad. Clavó su espada ensangrentada en el suelo, a sólo treinta centímetros de ella. Se alejó unos pasos en reversa y le dijo encajándole la mirada:
—Hazme pagar tú misma. Cobra venganza. Toma mi espada y mátame.
Hinata miró la afilada arma, ávida de tomarla entre sus manos. Era una tentación, pero nada obtendría cayendo en ella. Sasuke la esquivaría sin esfuerzo.
—Sé muy bien que quieres matarme. Lo puedo leer en tus ojos. Hazlo de una vez —la incitó, vehemente.
—Lo dices porque sabes que no podría hacerte nada —dedujo lo evidente—. Esquivarías todos mis golpes fácilmente —añadió mascullando su propio dolor.
—¿Ni siquiera lo intentarás? —hizo hervir su indignación—. Eres una cobarde igual que tu primo, quien no se atrevió a enfrentarme de hombre a hombre. Tuvo que hacerlo con ayuda como el cobarde que era.
—E-eres un maldito. Ni siquiera respetas la memoria de un muerto.
—Un Hyuga no merece ningún respeto —escupió al suelo tras lo dicho; con auténtico desprecio, con genuino asco —. Mucho menos un incestuoso de mierda.
—Él nunca fue incestuoso —lo defendió sin perder un mísero segundo—. Nunca me tocó un solo pelo.
—Pero se moría de ganas por hacerlo —acusó tajante—. ¿O por qué crees que era ese «te amo»?
—¡Era su despedida! —gritó llena de impotencia—. Siempre nos quisimos mucho; demasiado. Nos amábamos como los primos cercanos que éramos —sus lágrimas se incrementaron todavía más, dispuestas a conquistar no sólo sus mejillas, sino también el suelo bajo ella.
—No te mientas a ti misma —aseveró—. Sabes perfectamente en qué sentido lo dijo.
—Cállate, maldito demonio —lo conminó al silencio, mientras el rencor tomaba completa posesión de su ser—. ¿Qué conoces tú de amor? No tienes idea porque sólo sabes odiar. Alguien como tú no debería existir en este mundo. Tu verdadero hogar es el infierno —declaró lo último con total seguridad. Nunca en su vida le había hablado a nadie con virulencia, pero el hombre que tenía en frente consiguió anular cualquier rastro de su característica amabilidad. No sólo destruyó lo último, también hizo lo mismo con su alma.
Sasuke se volteó, dándole la espalda completamente.
—Mátame y envíame a mi hogar entonces. No volverás a tener una oportunidad como esta. Toma venganza.
Cuando nuevas lágrimas empañaron completamente sus ojos, Hinata necesitó pasar su antebrazo para recuperar la nitidez de su vista en una proporción adecuada. Miró la espada enterrada en el suelo; luego hizo lo mismo con Sasuke. Estaba de espaldas completamente, ni siquiera un pequeño soslayo esbozó. La posibilidad de que la esquivara era remota a menos que tuviera ojos en la espalda. ¿O tan seguro estaba de poder evadir una estocada suya? ¿Tan torpe la creía?
—¿Sabes a cuantos Hyuga asesiné durante la guerra? —la provocó ante su prolongada inacción—. Siempre me divertí haciéndolos sufrir mucho antes de matarlos —herboló todavía más su lengua.
El relámpago de odio en el interior de Hinata contactó cada célula de su cuerpo y les impregnó un temple supremo, monárquico en toda su extensión. Recordando la cruel muerte de Neji, sus nervios se sometieron al control de su alma. No tuvo que pensarlo más: se lanzó contra él con todo lo que tenía, pero Sasuke, sin esfuerzo alguno, esquivó su primera estocada fácilmente moviéndose hacia la derecha. El oído lo alertó del momento en que tomó la espada, mientras el plenilunio lo ayudó con las tenues sombras que conseguía crear. Dándose vuelta, el guerrero esquivó seis torpes estocadas más. Hinata era muy lenta por su nula experiencia, pero de todas formas sus movimientos sacudieron la mayoría de sangre yacente en la hoja. Mientras ella intentaba con todas sus fuerzas atravesar su corazón, Sasuke detuvo el ataque sosteniéndole ambas manos con las suyas. La espada bajó hasta que la punta contactó el suelo; sus caras quedaron a escasos centímetros.
«Matar me parece algo aborrecible» —remedó las palabras que ella le había dicho cuando fueron a la cocina por primera vez —. ¿Dónde está esa afirmación ahora? ¿Dónde están esos principios que proferías? ¿Dónde?
Hinata guardó completo silencio a la vez que detenía la fuerza que ejercían sus manos. Esas palabras la tomaron completamente por sorpresa.
—Esto somos, mujer. Humanos. Demonios. La venganza y el odio son mucho más fuertes que cualquier principio moral. Este es nuestro verdadero ser, nuestra esencia humana. Aunque pretendas forjar una moralidad intachable, la venganza es lo único que puede calmar el dolor que se enquista en el alma. Ahora lo sabes tan bien como yo.
«La venganza es lo único que puede calmar el dolor que se enquista en el alma». Sus palabras supieron a fuego del infierno. El doloroso sabor de lo verdadero se plasmó en los sorprendidos luceros albinos. Era lo que él le había dicho en la carreta cargada de leña, justo después de que comprara a Sakura. En esa ocasión no comprendió del todo aquella afirmación, pero esta vez la congoja era tan intensa que pudo entenderlas a la perfección. Apretó sus labios con fuerza y la espada finalmente se soltó de sus manos. Sasuke la alzó, envainándola tranquilamente.
—Eso es porque tú y nadie más que tú me ha empujado a esto —se defendió con amargura, dándose cuenta que él tenía razón—. Has matado a mi primo. Has matado mi alma. Tú me has hecho cambiar.
El guerrero dio unos pasos para ir por su espada secundaria, que seguía cerca del cadáver de Neji. La tomó, la sacudió un par de veces para quitar parte de la sangre y terminó enfundándola también.
—No son las personas las que cambian: son las circunstancias las que lo hacen. Y por las causas adecuadas, el demonio que llevamos por dentro sale. Porque todos llevamos un monstruo por dentro. Hasta tú. Es naturaleza humana. En el fondo no eres tan distinta a mí como crees.
Había un popular dicho que rezaba lo siguiente: nunca se termina de conocer a las personas. Sin embargo, faltaba especificar algo: lo que no se conoce es a las personas en todas las circunstancias. Por lo tanto, nunca habrá certeza de como se comportarán en cada situación que se presente o cuán distintas pueden ser sus reacciones en hechos adversos.
—Y-yo jamás haría las atrocidades que tú haces —siseó entre dientes su defensa—. ¡Nunca!
—Pero me has intentado matar por venganza —puntualizó aquella gran verdad—. Uno de tus principios era el de no matar; me dijiste que te parecía algo aborrecible. Sin embargo, acabas de intentar matarme con todas tus fuerzas. Y esta vez no fue para ayudar a tu primo, esta vez fue sólo por sed de venganza —aseguró con cierta satisfacción—. ¿Sabes por qué? Porque ella es la mejor amiga para calmar el dolor —lo dijo con una seguridad autoritaria. Suprema.
La boca de Hinata guardó silencio, aunque sus pulmones no imitaron a la primera: emitieron un gran y triste suspiro.
—Intenté matarte porque tú eres un ser maligno —dijo tras varios segundos, dolida consigo misma—. Alguien lleno de maldad. El mundo estaría mejor sin ti en él —arrojó con voz desgarrada—. Yo jamás le haría daño a alguien de buen corazón. Nunca.
Él entrecerró su mirada antes de responder.
—Muy bien: entonces, según tú, matar tiene justificativos. Yo también tengo los míos y, créeme, son muy buenos —ella iba a protestar, pero Sasuke la calló continuando su argumento—. A fin de cuentas, a pesar de ser una maldita consentida que siempre vivió en la luz, abandonaste los principios que pregonabas dejándote llevar por la venganza. Lo único que importa es que caíste en la oscuridad. Y si pudieras matarme lo harías, porque en el fondo no eres distinta a mí.
Un estrépito de amargura galopó a través de Hinata, sintiéndose ofendida por tamaña afirmación. Ella nunca sería alguien como él. Quiso contestar rápidamente para refutarlo, pero se sintió desarmada ante su lógica. Matar por venganza no era algo bueno, mas intentó hacerlo cegada por su ira. En toda su vida, nunca imaginó que iba a llegar a tal extremo, pero el dolor era demasiado grande como para soportarlo. Ese hombre logró sacar un lado de ella que ni siquiera sabía que existía; algo que corrompió su esencia noble. Algo que dañó su bondad. Algo que la había llenado de un odio irrefrenable.
¿Acaso con él había sucedido lo mismo? ¿Toda su maldad era una forma de venganza? ¿Contra los Hyuga o contra todos? ¿Y por qué sentía tanto odio contra el mundo? ¿Por qué despreciaba tanto a la humanidad?
—¿Me estás diciendo que fueron las circunstancias de tu vida las que te convirtieron en un ser tan malvado? —dedujo aquello guiada por sus argumentos—. Entonces dime, Sasuke, ¿¡qué diablos pasó en tu vida que te llevó a ser el hombre abominable que ahora eres!? ¿¡Qué?! —su voz corrió a través del dolor y llevó una mano hacia su pecho como si quisiera tocar el corazón a través de la piel.
Sasuke notó una vez más que Hinata era una chica muy deductiva. Iba a darle una respuesta; un ademán en sus labios así lo advirtió. Por fin iba a revelarle la razón de tanto odio hacia los Hyuga... pero justo en ese momento se escuchó algo que lo impidió. De pronto, un mortecino aullido se sintió a lo lejos; algo apenas audible. Él, de forma instantánea, abrió sus ojos por la impresión. Rápidamente enfocó vista y oído hacia el lugar del ruido. ¿Habría escuchado bien?
Pasaron unos segundos más, pero nada se oyó en el transcurso de ellos. Hinata le dijo algo, pero Sasuke la ignoró. Ella había dejado de existir para él.
Guiado por una fiel corazonada, no lo dudó más: se dirigió hacia el lugar a todo lo que dieron sus piernas. Cuando llegó allí vio algo que lo sorprendió hasta la raíz de sus células: uno de los perros, a pesar de su terrible herida abdominal, seguía vivo. Estaba debatiéndose en la agonía propia que separa la vida de la muerte. Emitía unos quejidos apenas audibles por la distancia, pero estando en el mismo lugar el volumen se volvía conmovedor.
Sasuke amargó sus facciones al instante, dando un suspiro de dolor. Era Leonidas, el perro bautizado así en honor al gran héroe espartano que, junto a trescientos hombres, sacrificó la vida defendiendo su patria en la batalla de las Termópilas. El cánido estaba en las últimas. Uchiha sintió como su corazón se hacía pedazos. Apretando los músculos de su rostro y los dientes al mismo tiempo, desenvainó su espada primaria para terminar con su dolor de una vez.
Hinata vio desde lejos lo que acontecía. Entendió que uno de sus perros vivía todavía, pero seguramente estaba demasiado herido para sobrevivir.
Sasuke iba a atravesar su cabeza para darle una muerte instantánea, pero no pudo hacerlo. No quería hacerlo. Dejó la espada a un lado clavándola en la tierra y, a la luz de la luna, se arrodilló para ver de mejor manera la verdadera magnitud de la herida. Era tan profunda que lo había atravesado de lado a lado y ya había perdido mucha sangre; tanta que la muerte era una certeza más grande que la vida. En semejante condición, ¿podría salvarlo?
¿Qué debía hacer? ¿Matarlo para acabar con su dolor de una vez o luchar para que viviera? Era la primera vez en su vida que Uchiha vivía una disyuntiva así. Si intentaba ayudarlo podría prolongar la agonía, pero, si lo mataba ahora mismo, le quitaba la posibilidad de salvarse.
¿Qué querría él? Si pudiera hablar, ¿qué desearía?
Sasuke llevó una mano a la cabeza del animal, apenas conteniendo incipientes lágrimas que ansiaban emerger. Sí, lágrimas. Mismas que consiguió detener haciendo un gran esfuerzo. Le hizo una caricia en la cabeza como nunca antes y el animal movió ligeramente su cola. A pesar de su estado moribundo, logró responder. El guerrero tomó una decisión entonces: lucharía por salvarle la vida. Mientras hubiera una posibilidad, intentaría sacarla a flote. Era improbable que sobreviviera, mas no imposible. Así, con un cuidado que nadie en el mundo hubiera imaginado que alguien como él podía ejercer, tomó al animal suavemente entre sus brazos, acunándolo. Y para no agravar su herida, caminó lenta, pero firmemente, dirigiéndose al hogar.
Hinata lo vio a la distancia de varios metros, sin saber qué sentir. Si quería matarlo, este podría haber sido el momento perfecto para atacarlo, esta vez usando la espada de Neji. Estaba sin guardia, aunque de todas maneras alguien tan hábil como él podría esquivarla fácilmente.
—Por higiene —le dijo Sasuke desde lejos, sin dirigirle la mirada —, ve por palas a la caballeriza y dales sepultura a tus malolientes amigos antes que comiencen a llamar moscas.
Por causa de la insensibilidad yacente en sus palabras, Hinata lanzó lo siguiente:
—Sasuke, vas a morir de la peor forma que te puedas imaginar. Alguien como tú va a pagar todo lo que ha hecho con la horrible muerte que sufrirás —dijo como lanzándole una sempiterna maldición.
Él siguió su caminar, sin siquiera tomarla en cuenta. Ahora mismo Hinata podría intentar un escape si así lo quisiera. Impulsada por tal idea trató de dar unos pasos, pero apenas lo consiguió. La dura realidad era que ni siquiera tenía las fuerzas necesarias para correr. El dolor que sentía en su abdomen era tan terrible que apenas podía sostenerse en pie. De todas formas aún si huyera, ¿adónde iría? ¿Y qué sería de Sakura sin ella? Además, incluso si en su estado actual lo consiguiera, Sasuke la terminaría encontrándola fácilmente.
El guerrero llegó a la mansión, entró por la puerta que había quedado abierta, avanzó hasta la chimenea del salón y dejó al can cuidadosamente encima de la alfombra, sin importarle en nada que ésta se manchara con sangre. Su cuerpo estaba muy helado, de modo que necesitaba calor de manera urgente o no sobreviviría más minutos. Colocó algunos leños, luego papeles necesarios para facilitar el nacimiento del fuego y lo inició con gran pericia a través de una cerilla. Hecho esto, se dirigió a la habitación en donde dejó encerrada a Sakura. Al abrir la puerta, la vio vestida con uno de los trajes del armario.
Ella había escuchado los choques de las espadas, los gritos. Sabía que aconteció una pelea, ¿pero qué había pasado exactamente? Quiso preguntarle a su amo, pero la cara que llevaba encima le impidió hacerlo. Rápidamente observó que en su abdomen tenía una pequeña herida ya cicatrizada. De haber tenido la información completa, le habría asombrado el hecho que dos de los guerreros más fuertes de su nación, quienes incluso acabaron con una patrulla fronteriza por su cuenta, apenas consiguieron hacerle un rasguño a Sasuke.
—Sígueme.
Ella obedeció la orden de manera presta. Uchiha la llevó al salón principal y entonces vio al perro gravemente herido.
—Mujer, ¿sabes cerrar heridas colocando puntos?
—Sí, amo. Mi última labor fue precisamente cuidar heridos de guerra.
Hubiera dicho ser enfermera, pues en la práctica lo era, pero las mujeres no podían tener ninguna profesión. Sólo a varones les era permitido.
—Te traeré los elementos necesarios —anunció él—. Una vez que hagas el trabajo, mantén el fuego de la chimenea y cuídalo con tu vida. Si mi perro se logra salvar te aseguro que llevarás una buena vida aquí.
—Amo, sé que los guerreros tienen honor y que cumplirá su palabra. Yo también le prometo que haré todo lo que esté a mi alcance.
Él no dijo nada; su respuesta fue traspasar la puerta prohibida e ir por los utensilios necesarios que podrían salvar a su can.
Sasuke le dejó las cosas necesarias a Sakura, confiando en su buen hacer. Un segundo antes de salir por la puerta principal prestó atención, pues Hinata, oculta tras la entrada, podría estar esperándolo para darle una estocada. A partir de ahora debería tener mucho cuidado con ella, pues la sed de venganza era un gran aliciente para derrotar cualquier temor. Precavido, abrió la puerta lentamente, pero vio que su esclava seguía llorando al lado del cadáver de Neji. Entonces fue él mismo quien se dirigió hacia la caballeriza y tomó un par de palas, echándose ambas a cada hombro.
Cuando llegó con Hinata, le arrojó una a un costado.
—Tienes una hora para enterrarlos. Si no terminas en el plazo estipulado, sus restos serán comida para los cuervos.
Sin dar más instrucciones fue donde sus perros, dispuesto a realizar lo antes posible el triste proceso de cavar las cinco tumbas. Pala en mano inició el trabajo, mientras una serie de recuerdos dañosos pasaban por su mente.
Hinata lo vio a lo lejos, notando como él le daba la espalda, quizás para ocultar su dolor mientras abría las entrañas de la tierra. Ella no se sentía con fuerzas para hacer lo mismo. Sólo quería llorar y llorar, morirse de una vez por todas. Lee y Neji habían perdido sus vidas por intentar salvarla. Ella tenía la culpa de todo. Si se hubiera matado cuando debió hacerlo, ellos nunca habrían tenido que arriesgarse tanto. La culpabilidad la carcomía, dado que era uno de los sentimientos más duros de soportar.
¿Por qué Sasuke no la mataba de una vez por todas? Incluso había intentado asesinarlo, así que ya debería estar muerta por su rebeldía. Buscando respuestas llegó la idea de que no la mataría, pues hacerlo significaría salvarla del sufrimiento. Y estaba muy claro que él deseaba todo lo contrario. Los minutos avanzaron impiadosos, pero a Hinata no le importó. Hundida en el pozo más profundo de la tristeza, sabe con absoluta certeza que nunca más será la misma. El sufrimiento ha destrozado tanto su alma que apenas tiene noción de lo circundante. Frente al cadáver de Neji, sus piernas hacen un esfuerzo sideral para mantener el equilibrio a pesar del temblor espiritual que la azota. Su alma estaba completamente despedazada. Sin lugar a dudas decir adiós a un ser amado era uno de los pasos más difíciles que un ser humano debía afrontar en su vida. Quizás el más difícil de todos...
Entretanto Sasuke intentaba reprimir su congoja, pero no pudo lograrlo. Se odio a sí mismo por el tremendo dolor que estaba padeciendo. Formar vínculos era lo peor que podía existir. Lo peor. Por ello, se juró nunca más volver a crear ninguno. Si su can Leonidas fallecía por la gravedad de su herida, entonces su último retazo de humanidad moriría junto a él. Resollando tristeza sin poder evitarlo, comenzó a cavar las cinco fosas que debería hacer. Al terminar la primera, echó un vistazo a su esclava para distraerse del agobiante dolor. Comprobó entonces que ni siquiera agarraba la pala aún. Entre lágrimas de nunca acabar ella seguía inmóvil, sin fuerzas para cavar la primera tumba.
Perdiéndose en sus pensamientos, repasó el momento en que Hinata lo atacó, arrojándose contra él mientras superaba su miedo a morir. Era evidente que a partir de ahora tendrá que plasmar más cuidado con ella. Ni siquiera golpeándola podría implantarle el miedo nuevamente, pues ya nada debía importarle. El punto de no retorno había sido superado. En un solo día pasó de temer como un conejo asustado a lanzarse contra él para quitarle la vida. El proteger a Neji había sonsacado un valor enorme en ella. A pesar de su debilidad, la que ahora mismo demostraba llorando mares, también esgrimía una fortaleza distinta. Una diferente a la que él conocía hasta ahora; una no basada en el poderío físico. Algo que la hacía fuerte sin que por ello perdiera su delicada feminidad.
¿Qué sucedería a partir de ahora? Lo más urgente era centrarse en la recuperación de su perro. Pero después de ello, se enfocaría en torturarla sexualmente para vengarse por todo lo acontecido.
»Maldita Hyuga —al calor del odio, susurró para sus adentros—, vas a pagar de una manera tan brutal que desearás nunca haber nacido. Sufrirás tanto que suplicarás la muerte como vía de escape. No tengas duda de que va a ser algo muchísimo peor de lo que te puedas imaginar. De eso me encargaré yo con todas mis fuerzas.
Continuará.
Notas Finales: ¡Hola de nuevo! Sé que este capítulo quedó más corto que los anteriores (aunque son más de 6,000 palabras), pero habría quedado demasiado largo si agregaba aquí lo que pasará en el siguiente. Además creo que será perturbador, pues escribiré una terrible escena sexual entre Sasuke y Hinata. Probablemente estará escrita en segunda persona desde el punto de vista de ella, pues me parece una forma más íntima de narración y también por otra razón que develaré en el siguiente capítulo.
Pobrecilla mi amada Hinata, pero es lo que la audiencia quiere, así que le pondré empeño para tratar de dar algo de calidad para mis lectoras/es. Ojalá pueda conseguirlo.
Por último, aprovecho de desearles de todo corazón un buen primero de noviembre y también un feliz Halloween para quienes la celebren =]
