Hola! Espero que todas/os estén excelente ;D. Contaré que este capítulo me emocionó mucho hacerlo (mucho más de lo que pensé que lo haría) y es precisamente eso lo que más me gusta de escribir: cuando te emocionas haciéndolo. Espero que la emoción angst, de impotencia y decepción (sí, decepción) que pretendo crear pueda llegar también a ustedes.

También dejaré una palabra clave respecto al final: «Destino». Quizá la palabra resulte enigmática, pero quien quiera saber por qué la nombro puede preguntarme a través de un review que yo gustosamente responderé.

También, tal como anuncié que haría en este capítulo 9 porque podía ser el final de la historia, paso a dejar mis mayores y sinceros agradecimientos a Dangel7, FrancisVict, Ridesh, Cherrymarce, Maylina Black, Geo Tlalli, YamiHyuga22, Suiren15, Chichi-San 34, The Rainbow Flower, Haushinka-chan, Aswild, Rukia94, Sonsilva, Doncan, Bruja de la Noche, Nameless, Nana, Dagorfly, Avisss, Gab, Sdlsjj, WawisZ, Dariana, Sandra D, Caroly, Hammi Yang, Anairam Mariana, Yayapiu, Hinata, Hina-chan21, BbadGuy-Pato Producciones, Crit, Tashy, Francis, Curiosa, Matala, Restia32, Vchristell, Queonda, Miku, Mizuki Sota, Ideki14, Aloh, Cami-san Uzumaki, Hinamia, Mikaly-san, Akime Maxwell, Esther82, Lady, Dalyse y por último a los Guest que no pusieron nombre xD. Estoy 99,9% seguro que no se me escapó nadie, pero si es así también le doy muchas gracias de corazón ^^


Es de un clan guerrero igual que nosotros. —Itachi, con el afán de engendrarle curiosidad a Sasuke, seguía muy animado contándole cosas de su prometida—. Ellos son muy fuertes también; no tanto como nosotros, pero son más numerosos. La combinación de ustedes dará hijos extraordinariamente fuertes. Por eso es que se ha concertado esta futura unión.

¿Y ella sabe que voy para allá? ¿Sabe que tiene un prometido?

No lo sé, puede que sí o que no. Pero si su padre no se lo ha contado todavía, se lo dirá cuando lleguemos. Podrías ver su reacción en persona. ¿Cómo crees que se lo tome?

Igual que yo, supongo —se encogió de hombros—. A nadie le gusta que lo obliguen a casarse.

Lo sé, es algo que a mí tampoco me gusta, pero son cosas de familias tradicionales como la nuestra. Hay reglas y protocolos a seguir. De todas formas, llegado el momento sé que podrás decidir sobre tu propio destino. Por mientras conócela y dale siquiera la oportunidad de ser amigos. Pueden llevarse muy bien.

¿Tú crees? —cuestionó dudoso.

Sí —sonrió al ver que le estaba creando dudas a su hermanito—. Por lo que me contaron ella es una niña muy tímida, pero muy linda también. Es muy amable y tierna. De hecho, se sonroja fácilmente. Es una ternura de niña.

Sasuke masticaba a regañadientes su propia curiosidad. Por como se la describía su hermano mayor, parecía una niña agradable. Ya hasta le estaban dando ganas de conocerla.

¿Todavía no quieres saber el nombre de tu prometida? —preguntó Itachi al no recibir respuesta.

Sasuke guardó silencio varios segundos. Apretó los labios antes de contestar.

Está bien —bufó con frustración—, reconozco que me ha dado curiosidad. ¿Cómo se llama?

Hinata Hyuga.

Hi-na-ta Hyu-ga... —iteró silabeando.

Sasuke nunca hubiera imaginado que tal nombre quedaría por siempre grabado en su mente, pero por razones muy distintas a las que en ese momento creía. Razones que lo llenarían de una tristeza y un odio incomparables...


Esclava Sexual, Capítulo Final


Sumidos en una avalancha de impresionante sentir, se miraron de una manera en que nunca antes lo hicieron. No hay piel, no hay carne, no hay sangre. No existe materialidad. Simplemente dejaron de existir. Lo que sí existe es una epifanía espiritual. Un sentir que los sobrepasa completamente. Un sentir más allá de la percepción normal y corriente. Son sus mismísimas almas las que se están contactando a través de la profundidad de sus miradas. Por primera vez entre ellos la luz está destellando por sobre la oscuridad.

De pronto, ella siente como la mano de él se posa en su mejilla. De manera tenue. Suavemente. Y, como si rompiera la cadena intangible que contamina su corazón de odio, comienza a despejar las lágrimas que allí tiene. Los vibrátiles ojos albinos se ensanchan por el asombro concedido. Esa mano le provocó una sofocación extraña. Como si la hubiera contactado una corriente de energía, algo que electrifica cada una de sus células. ¿Acaso había logrado tocar su negro corazón? ¿Acaso el demonio que tenía enfrente había reaccionado?

Busca la respuesta en sus negros ojos. Le sorprende el tinte distinto que ahora tienen: están destellando algo que no es odio, que no es maldad. En ellos ve titilantes brillos que se mueven al vaivén impuesto por la emoción. La está mirando como si quisiera consolarla de verdad. Mientras él desliza con su pulgar las lágrimas nace algo que no entiende, que no se explica, que es contradictorio: esa mano la reconforta. La siniestra de aquel demonio la hace sentir tranquila. Por fin aparece algo distinto al odio, puesto que no está soñando: su antítesis la quiere consolar de verdad. Por un momento se siente flotar en el nimbo de sus ideales. Ellos la llevan a un mundo en que la esperanza sí tiene cabida. Es algo ingenuo, excesivamente positivo pensar así, pero es lo que siente. Y eso es lo que quiere: sentir que ha tomado la decisión correcta. Sentir que el demonio que tiene enfrente puede dejar de serlo. Ahora mismo Sasuke le está demostrando que sí tiene bondad en su interior. Si no la tuviera habría hundido el cuchillo. Pero ha visto cosas en él que depositan esperanza en el futuro: su amor a sus perros, cómo ha cuidado a Leonidas, cómo tiene de amiga a una mujer, cómo no ha hecho sufrir a Sakura, o el simple hecho de darles a ambas la oportunidad de estar sin cadenas ni marcas. Sí, hay cosas buenas en él. Hay esperanza de mutar lo que le tenía preparado porque confía en que el destino puede ser cambiado. No matándolo en su calamitoso estado, sino haciéndolo reaccionar. Esa ha sido su elección, la que no contaminaría su alma, la que podría darle una oportunidad de salvarlo de la oscuridad. ¿Acaso eso quería ella? ¿Salvar su alma?

Suspira por la emoción que la fustigaba. Por un momento siente el deseo de acariciar su mejilla también. Es un impulso, un deseo natural de brindar lo que sé es brindado. De equivalencia. De dar y recibir. Detiene aquel deseo por su contradicción natural. No podría hacer tal cosa con el hombre que mató a su primo. Ya le ha fallado a Neji lo suficiente. Y no quiere hacerlo dos veces. Se prohíbe devolver la caricia en honor a él, pero esa mano la hace sentir reconfortada igualmente, pues sigue despejando sus lágrimas de manera muy tenue, como si temiera hacerle daño con un movimiento un poco más brusco de lo normal.

El tiempo habitualmente comprimido en minutos, simuló convertirse en horas. Por un momento siente que dejará de llorar. Tiene ganas de dejar de hacerlo. Pronto sus lágrimas comienzan a cesar y no sabe por qué. O sí lo sabe, pero le cuesta mucho asimilarlo. Lo que tiene muy claro es que se ha formado una conexión, algo distinto, algo intangible para los cinco sentidos comunes, pero plenamente palpable para el alma. Por un momento podría jurar que la energía oscura que Sasuke siempre irradiaba ha pasado a iluminarse.

Él respira con marcada dificultad. Abre su boca para que más oxígeno llegue a sus pulmones porque la emoción lo atosiga, lo constriñe, lo invade y aprieta, quitándole el aliento. Es una sensación que, tal como le sucede a Hinata, él tampoco puede entender. Es algo distinto, algo que remueve su malherido corazón y lo hace latir luz en vez de oscuridad. El dolor que ha llevado en su alma durante tanto tiempo se apacigua, como si le inyectaran anestesia directamente al corazón. Lo único que había logrado una sensación similar era el estar con sus perros, pero esto es distinto. No mejor, tampoco peor, sino distinto. No quiere dejar de mirarla, no puede dejar de mirarla. Quiere que esas lágrimas se corten, que no siga sufriendo. Lo único que desea ahora es que ese llanto se detenga y ni siquiera él mismo entiende el por qué. No son razones que deban ser entendidas por la lógica, sino por el corazón. Por la mismísima alma. Esa mujer, con su incólume pureza, estaba drenando su odio. Al contactar esa mejilla, al dejar su titánico odio de lado, su ser sufre una poderosa revolución que ya no podrá dar marcha atrás. Hoy, precisamente esta noche, algo ha cambiado. Tiene, siente y vive, la calidez que resplandece ella. Hay solaz en su propio corazón, como si darle consuelo a ella significara dárselo a él mismo también. Surge paz. Esa última era la palabra clave, la que definía todo: Sasuke por primera vez en muchos años estaba sintiendo paz.

Hay algo que reverbera entre ambos. La invitación a sentir el alma del otro ha provocado cosas inexplicables. Hay afección. Hay piel. Hay un poderoso murmullo interior. La química de cuerpos y almas se los está comunicando de forma muy clara: son compatibles. Malditamente compatibles. Aunque ninguno de los dos deseaba que fuera así, lamentablemente lo son.

Dolor, tristeza, angustia, sufrimiento, pena. Palabras que desde los seis años se convirtieron en las más comunes en la vida de Sasuke. Palabras que se fusionaron para convertirse en una sola: odio. No obstante, ahora deseaba con todas sus fuerzas conocer algo que fuese nuevo, algo que no involucrara esas amargas palabras. Quería descubrir lo que Hinata estaba ofreciendo... ¿Pero qué era exactamente? ¿Felicidad, acaso?

De improviso, Uchiha retiró su mano con un ágil movimiento. Siente que el calor de su esclava lo quema, que se propaga a través de su negro corazón. Por un momento sintió las ganas de intentarlo. De creer con todas sus fuerzas que realmente puede haber otro camino; que todavía puede tomar el sendero contrario a la venganza. De creer en cada una de sus emocionadas palabras... pero ya es demasiado tarde para él. Aún le falta una última meta por cumplir, la más importante de todas. Y no podrá cumplirla si no es ayudado por el odio.

Ya no hay vuelta atrás para Sasuke Uchiha. No después de todo lo que ha hecho. Da un profundo suspiro; prolongado, triste, sentido. Por primera vez en toda su vida su corazón se abrirá en las siguientes y sinceras palabras.

—Algunas veces pensé en matarme por el dolor que llevaba por dentro —su voz no ejercía el volumen de siempre, pero, de algún modo, las palabras sí surgían con inusitada fuerza. A ella le sorprendió la honestidad de sus palabras—. ¿Sabes por qué no lo hice?

Los negros ojos despiden amargura. Entonces Hinata lo sabe definitivamente: ha contactado su enclaustrada alma. Por fin lo ha logrado. No es el hombre cerrado de siempre, ya no lleva ese furioso candado encima. Parece que su mismísima alma tomó posesión de su boca. Está siendo libre de toda presión u oscuridad por primera vez en muchos años. Este es el momento irrepetible, el momento en que se ha creado una burbuja dentro del mar de odio. Una burbuja que intenta escapar, que intenta liberarse de la jaula que ha contenido su corazón. La pequeña curva en la recta que lleva hacia otro sendero. La bifurcación que podía iniciar un cambio.

—¿P-por qué no lo hiciste?

—Por mi odio. Mi sed de venganza me hizo mantener la vida. Fue mi odio lo que me hizo sobrevivir. Sin él ya estaría muerto —sentenció con total seguridad—. Todos necesitamos de algo para seguir adelante. Todos necesitamos darle un sentido a nuestras vidas para continuarlas. El mío fue el odio. Y lo va a seguir siendo. Aún tengo que terminar una última cosa, mi última meta. Después de cumplirla podré morir tranquilo e irme al infierno, que, tal como dijiste, es mi verdadero hogar. Después de todo lo que he hecho el infierno es lo que me espera y lo que merezco. Ese es mi destino y lo acepto sin quejas.

—Sasuke... no tiene porque ser así. Todavía puedes darle un giro a tu vida. Aún es tiempo para... —Hubiera continuado su idea, pero él la interrumpió de cuajo.

—Ya es demasiado tarde para mí.

—Nunca es tarde —respondió ella, impregnando su semblante de necesaria seguridad.

—Siempre hay un punto de no retorno y yo ya lo sobrepasé. Puedes darle las gracias a tu clan por convertirme en lo que soy ahora —su voz gruesa de hombre se agudizó un poco. Sus orbes comenzaban a perder los brillos que los iluminaban. La conexión formada comenzaba a perderse. El rencor galopaba escaños para tomar posesión de su ser otra vez.

La última frase cortó el flujo de los pensamientos femeninos. Ella tiñó su ser de sufrimiento, permaneciendo en angustioso silencio. Le dirigió su faz rellena de interminables incógnitas.

—Sasuke... por favor... dime qué fue lo que te hizo mi clan. A-así podría comprenderte mejor. Así podría pedirte disculpas por cualquier cosa que te hayan hecho los Hyuga. Así podría ayudarte a sanar tu dolor —aflicción diluyó el volumen de su voz, mas no la fuerza inherente a sus palabras.

—¿Ayudarme? —preguntó completamente asombrado. Su cuerpo manifestó tal sensación a través del cese total de cualquier movimiento, incluyendo el de la respiración.

Súbitamente la cabeza de Uchiha se tambaleó, quizá dando el temblor previo a un desmayo. Hinata, dejando cualquier resquemor de lado, se atrevió a preocuparse por su salud. De querer ayudarlo, de darle apoyo y un sostén del cual afirmarse. Podría morir esta noche y no deseaba que el rencor remanente se interpusiera en la decisión que ya había tomado. El odio que sentía por él no mermaría de un día para otro. De hecho, era inevitable que siempre existiese una cuota. Sin embargo, ya había tomado la decisión de hacer ganar a su empatía por sobre el odio y ahora tenía que proseguir tal decisión hasta el final. O lo ayudaba de todo corazón o no lo hacía, pero quedarse a mitad de camino no serviría de absolutamente nada. Es lo peor que podría hacer. Por eso no lo pensó más: se sentó a su lado para sostenerlo si era menester.

—Sí, a-ayudarte —tras los segundos que le tomó resolver su tesitura, confirmó su deseo—. Quiero mostrarte que hay más caminos además del odio. Que se puede dejar atrás, Sasuke. Pero necesito saber qué cambió el rumbo de tu vida. Necesito saber la razón de tanto odio. Si no lo sé nunca podré empatizar contigo. No podré entender la raíz de tu problema. No podré ayudarte de corazón y eso es lo que quiero yo: ayudarte de corazón. Permíteme hacerlo. Ya tomé mi decisión y no puedo, ni quiero, retractarla. Tengo que seguir con ella hasta el final. —Sus nerviosos dedos alisaron las arrugas en su vestido de forma inconsciente—. Por eso, te lo ruego: dime qué pasó contigo. Cuéntame qué te hizo mi clan. Quiero saber quien es Sasuke Uchiha realmente. Permíteme conocerte, tratar de entender ese dolor que convertiste en odio para poder soportarlo... Déjame ayudarte...

Esas perlas que difuminan pupilas e iris en el mismo color brillan con luz propia. Una alimentada por la vasta empatía que ese corazón tan puro posee. Nunca había conocido a nadie que tuviera semejante nobleza. Nunca nadie le había demostrado que el odio sí se podía superar. Sintió que Hinata le estaba sacando la venda de los ojos. Que, a pesar de ser una Hyuga, ella no tenía culpa de nada salvo de su ignorancia.

Y entonces Sasuke entendió que un ser humano no sólo podía ser un demonio: también podía ser un ángel. Lo tenía en frente.

Vació su mirada de todo lo circundante, dejando volar su mente a los dolorosos recuerdos que laceraban su corazón cada día de su vida. No había un solo día, ni siquiera uno solo, en que aquella horripilante tarde no volviera a su mente. La tarde en que toda felicidad fue cortada de raíz; la tarde en que dejó de tener un corazón noble palpitando en el pecho; la terrible tarde en que todo cambió...

—Hace muchos años —dando un sonoro suspiro, inició el horrendo relato que llevaría a la verdad—, cuando tenía solamente seis años, mis padres me comprometieron con una niña de la nación vecina; tu nación...


Entendemos que una espada forma parte del cuerpo de todo guerrero tal como una mano o una pierna, pero por favor todas las espadas secundarias deben quedar aquí, así como también cualquier escudo que traigan. Cuando regresen se los devolveremos, respetables señores. Créanme que los cuidaremos bien.

En la entrada principal que unía ambos países, la guardia fronteriza solicitaba de manera amable la entrega de los instrumentos bélicos, que, precisamente por su carácter, no podían ingresar. A los Uchiha no les llamó la atención mayormente, pues aquello era algo regular cuando se daban visitas amigables entre guerreros de ambas naciones. El protocolo establecido así lo señalaba, ya que el cargar más armas era visto como una irrespetuosa falta de confianza. El lado contrario también cedía al permitirles conservar sus espadas primarias en vez de prohibírselas. Era una señal de honorable confianza mutua.

Traemos sólo una espada. Y escudos no traemos ninguno.

Los soldados se miraron dos segundos lanzándose incógnitas que se esforzaron en disimular. De ser otros visitantes habrían procedido con una revisión exhaustiva de los carruajes, pero se trataba del clan Uchiha y dudar de su palabra no habría sido una opción inteligente.

Muy bien, adelante.

Los tres carruajes avanzaron sin mayor demora. Sasuke, en compañía de su madre y de Itachi, disfrutó emocionadamente del paisaje que se abría ante sus ojos; era la primera vez que visitaba otra nación. Hacerlo no era algo que se diera comúnmente, ya que la mayoría de países solían ser muy cerrados por la natural desconfianza hacia los extranjeros. No obstante, la relación entre las dos naciones vecinas habían sido buenas durante un largo tiempo, de modo que visitas mutuas se realizaban frecuentemente tanto para mejorar las relaciones sociales como para darle mayor actividad al comercio. El dinero de turistas siempre sería bien recibido. De hecho, las monedas de oro eran mucho más valiosas que las personas que las portaban.

Una hora después los ojos del Uchiha más pequeño concentraron su atención todavía más: un bosque de aspecto ligeramente pantanoso apareció para saludarlo a un costado del camino. A pesar del cieno que se vislumbraba, el perfumado aroma de los pinos, abetos y álamos, acarició su olfato a través de la ventana abierta. Inspiró profundamente varias veces para memorizarlo. Segundos después se entretuvo mirando las sombras de las pobladas ramas movidas por la cálida brisa. Se proyectaban sobre el suelo entretejiéndose sinuosamente, dibujando alargadas formas que parecían las lianas de una selva. Le llamó la atención lo denso que era aquel bosque, como si cada árbol se empeñara en conquistar el espacio del vecino, mientras las frondosas copas de hojas oblicuas impedían el paso del sol. No obstante, habían helechos y otras plantas a ras de suelo que lograban limosnas solares durante ciertas horas de la tarde, como ahora mismo sucedía. También notó con curiosidad como algunas hojas se soltaban de los árboles, viajando errabundas sobre alguna invisible alfombra eólica. Por un momento, pensó en lo mucho que le gustaría bajarse y explorar aquel bosque que alimentaba la imaginación. ¿Viviría algún animal peligroso allí? Lo dudaba, puesto que por la carretera que transitaban debían pasar muchos carruajes y los animales inteligentes, como solían serlo los depredadores, se alejaban ante cualquier presencia humana masiva. Lo que el niño todavía no sabía es que pronto conocería ese bosque, pero por razones muy distintas...

Sasuke, mira aquí —apuntó Itachi hacia su propia ventana, indicando con su dedo las ocres cumbres que se erguían en una lejanía que intentaba empequeñecerlas, pero sin acabar de lograrlo.

El niño hizo caso, viendo al pie de las montañas un valle jaspeado con un verde revestimiento de pinos. Una gran cascada podía verse descendiendo por un grisáceo despeñadero.

Son muy bonitas —comentó fascinado. Esto de viajar comenzaba a gustarle mucho —, pero me gustaría venir a explorar con más detalle el bosque que asoma en mi propia ventana.

Seguramente lo visitarás más adelante con tu prometida... —bromeó divertido mientras le lanzaba una mirada cómplice a la madre de ambos.

Qué gracioso —se quejó el niño poniendo los brazos en jarras.

Tranquilo, es una broma —le dijo Itachi despeluzando sus cabellos.

Ey, me costó peinarme, hermano. Sabes que tengo el cabello rebelde —se quejó él intentando arreglárselo nuevamente sólo por instinto.

El viento que se cuela por la ventana ya te lo tenía todo desgreñado de todas formas —justificó él, divertido.

Jodido viento —se quejó el pequeño —. Mejor no me peinaré nunca. Me evitaré percances así.

Itachi y su madre se rieron con ganas.

Pronto, el camino perdió su forma lineal y el carruaje fue aminorando su velocidad para sortear de manera más cuidadosa la serie de curvas en «S» que iban apareciendo. Lentamente, tras un trecho de tiempo, el sendero de grava fue desovillándose hasta retomar una recta que se volvería continua.

Mamá, ¿cómo son los Hyuga? —preguntó Sasuke.

Son muy amables, hijo, aunque tienen los ojos muy extraños. Son blanquecinos y pareciera que no tuvieran pupilas, pero sí las tienen, aunque del mismo color que los iris. Hay que acercarse a menos de un metro para poder divisarlas.

Sasuke y su madre siguieron hablando alegremente, aunque Itachi no participó en la conversación. Tras los muchos minutos de viaje que ya llevaban apareció algo que comenzó a inquietarlo; algo que se manifestó como una suspicacia que pronto adquirió el volumen de una sospecha. La voz del presentimiento se activó para palpitar un insistente pensamiento: a pesar de ser la carretera principal, desde que habían iniciado el trayecto no se habían cruzado con ningún otro carruaje ni en el carril contrario ni en el propio. Algo muy extraño tomando en cuenta que los viajes turísticos eran mucho más frecuentes que antes y sobre todo en los fines de semana. Por ello, comenzó a suscitarse cierta intranquilidad en él.

Pasaron un par de minutos en que la amena conversación de Sasuke con su progenitora concluyó. Ambos centraron su mirada en Itachi y enseguida notaron que su semblante había mutado.

Te noto muy silencioso, hermano —apuntó extrañado tanto por su mutismo como por su semblante —. Te veo preocupado incluso.

No, Sasuke. Sólo estaba pensando.

¿Pasa algo, hijo? —inquirió curiosa.

Nada, madre. Sólo pensaba mientras disfrutaba el panorama —procuró sonar despreocupado, aunque no lo consiguió del todo. Su postura erizada indicaba que no estaba disfrutando el paisaje, más bien parecía estar alerta.

A mí también me extraña que no hayan aparecido más carruajes —avisó Sasuke, adivinando que era tal cosa la que estaba distrayendo a su hermano.

Itachi lo miró sorprendido. Incluso alguien tan pequeño como Sasuke se había dado cuenta de ello, aunque, pese a su corta edad, su hermanito era muy inteligente para deducir cosas.

¿A qué crees que se deba? —preguntó la matriarca, echándole una mirada al pequeño y luego a su hermano mayor.

No lo sé —contestó el joven, sin despegar su mirada de la ventana—, pero es algo singular. Es como si hubieran bloqueado el camino para que nosotros fuéramos los únicos viajeros —se tomó el mentón, pensativo. Rápidamente precisó algo más —. Aunque no hay ninguna razón para preocuparse, ya que nuestros clanes tienen buenas relaciones y Hiashi es un hombre de honor.

¿Estás seguro? —preguntó el menor.

Tranquilo, Sasuke —intervino gentilmente su progenitora—, a veces hay que confiar en la gente —habló mientras le acariciaba una mejilla con dulzura —. Más si se trata de la familia de tu prometida.

Así es —la apoyó Itachi.

A pesar de sus últimas palabras, el guerrero seguía intranquilo. Ahora mismo estaban transitando por una hondonada con altas laderas a los lados; una ubicación nada favorable en que carecían de dominio visual y espacial. Era un lugar propicio, perfecto, para una emboscada. El clan Hyuga era honorable, con un gran prestigio de siglos a cuestas. Sin embargo, había algo extraño esparciéndose por el aire esa tarde. No habían siquiera pájaros volando. Y estaban en un nación ajena, con apenas una espada y vulnerables al ataque sorpresa de todo un ejército. Comenzaba a sentir que venir no había sido una buena idea, pero tanto él como los Uchiha, antes de emprender el viaje, desdeñaron cualquier posible peligro sabiéndose muy superiores al resto. Por ejemplo, si sólo tuvieran que batallar contra los Hyuga no habría problemas ni siquiera en las circunstancias actuales. A pesar de que ellos eran más numerosos, Itachi tenía la completa seguridad de que el clan Uchiha los vencería en una batalla. Quizá con alguna baja de por medio, pero la victoria sería un hecho. Pero hablar de un ejército completo ya eran palabras mayores hasta para ellos.

Justo cuando Itachi pensaría que sus sospechas eran sólo paranoias suyas, los carruajes fueron disminuyendo su velocidad hasta detenerse completamente. Intrigado, Sasuke se preguntó si acaso ya habían llegado a destino, pero desechó la idea rápidamente. Era muy temprano como para haber arribado; el sol brillaba con suma potencia todavía. De todas maneras asomó su cabeza por la ventana y dirigió su mirada hacia adelante para ver la consabida ciudad capital, pero lo único que divisó fue como una gruesa barricada de árboles cortaban el camino. Parecían haber caído por acción del hombre y no de la naturaleza...

Itachi, mirando al mismo tiempo que Sasuke, no tuvo que pensar dos veces de qué se trataba.

¡Es una emboscada!

¿¡Qué!? —exclamó Sasuke sin entender por qué alguien desearía atacarlos.

¡Aléjate de la ventana, Sasuke!

Itachi alcanzó a tirar de los hombros de su hermanito antes de que una flecha se clavara en su cabeza. Sin perder un segundo de tiempo, el joven guerrero abrió el entretecho interior del carruaje y sacó tres escudos; dos grandes y uno más pequeño, apropiado para el tamaño de Sasuke. También sacó espadas secundarias. Hacía mucho tiempo que, para viajes formales, habían escondido tales objetos por precaución, aunque nunca pensaron que un día tendrían que usarlos realmente.

Los caballos se encabritaron y relincharon asustados, pero pronto fueron acallados por las numerosas flechas que recibieron, movimiento estratégico para impedir la huida en alguno de ellos.

Sasuke supo inmediatamente que sobrevivir a una emboscada bajo esas circunstancias tan desfavorables era muy difícil. Mil pensamientos pasaron por su mente sin entender por qué los estaban atacando. El miedo aceleró su corazón y palpitó marejadas de adrenalina que ondularon por sobre su piel, enervando todos y cada uno de sus vellos corporales. Y aquel sentir de espanto sideral aumentó todavía más pensando en que toda su familia moriría.

¡Cobardes hijos de puta! —se escuchó un rabioso grito desde el primer carruaje, algunos metros por delante. Había sido el tío de ambos.

¡Hay que irnos cuanto antes! —exclamó Itachi—. ¡Salgan detrás de mí y alcen bien sus escudos! —indicó la puerta más próxima a una de las laderas.

Rápidamente Sasuke y su madre, uno tras otro y siguiendo al avezado guerrero, descendieron por la puerta situada a la izquierda. Una marea de flechas mezcladas con saetas chocaron contra sus escudos de cuerpo completo; algunas rebotando, otras clavándose superficialmente en ellos. En un abrir y cerrar de ojos vieron en las altas laderas dos batallones de arqueros dispuestos en fila a cada lado. Eran muchos y seguramente las aljabas que llevaban en sus espaldas estaban repletas de flechas.

El resto de la familia Uchiha también salió desde los otros dos carruajes y se agruparon a sorprendente velocidad. Flexionando las rodillas, adoptaron una formación cónica y contactaron sus escudos de tal forma que todos reunidos asemejaron el caparazón de una tortuga. El movimiento resultó a la perfección, ya que pudieron contener las flechas que provenían desde todas direcciones.

Vamos hacia la ladera izquierda y apeguémonos, ella nos cubrirá la espalda —anunció el patriarca del clan, sorprendentemente tranquilo para una situación tan grave.

¿¡Por qué están haciendo esto!? —preguntó la madre de Sasuke histéricamente, en completa contraposición al estado de su esposo. Una clara diferencia entre una civil y un guerrero con muchas batallas encima.

Son unos traidores cobardes, por eso —bramó él.

Las flechas seguían cayendo torrencialmente. Sasuke, al medio de la formación, tuvo la sensación de encontrarse metido en una grotesca pesadilla que succionaba su corazón. Rogó poder despertar de ella, pero lamentablemente la realidad sería mucho más dura.

Lo importante ahora es concentrarnos en sobrevivir. Ya ajustaremos cuentas después. Pueden ser todo un ejército, pero somos el clan Uchiha y no caeremos fácilmente.

¡Sí! —exclamaron casi todos al unísono.

Sin necesidad de decir más palabras, simplemente se miraron y asintieron como si todos pudieran leerse el pensamiento. Rápidamente se apegaron a la ladera izquierda para que así no les llegara ninguna flecha por la espalda. Además, tuvieron la suerte que aquella ladera estuviera lo suficientemente hendida como para desplazarse con mayor libertad sin temer que les llegaran ataques por arriba de la cabeza. Se desplazaron a gran velocidad mientras la lluvia de flechas laterales intentaba perforar sus carnes sin lograrlo. Era una fortuna estratégica que hubiesen ocultado escudos en los carruajes o de lo contrario habrían muerto al primer minuto. No faltaba mucho para dejar atrás la hondonada y aumentar sus posibilidades de sobrevivir escapando hacia el bosque pantanoso. Sin embargo, un gran batallón de infantería asomaba justo en el horizonte representando una lóbrega amenaza. Fácilmente eran más de cuatrocientos hombres, así que evidentemente la emboscada estaba concertada por toda la nación. ¿Pero por qué razón? ¿Qué demonios había llevado a los Hyuga y a su país a cometer un acto tan vil y cobarde? No había tiempo de pensar en ello, sólo de afrontar un combate que incluso para el habilidoso clan Uchiha aparecía como imposible de ganar.

Es imposible que sobrevivamos todos —dijo certeramente el líder—, así que la prioridad es Sasuke, Itachi y mi esposa. El resto avanzaremos en un ataque frontal y nos mezclaremos con el enemigo, así las flechas cesarán para no causar muertes colaterales entre sus propios compañeros. Una vez que abramos una brecha entre esa marea humana, Itachi, Sasuke y tú —miró a su esposa— corran en diagonal hacia el bosque para huir. Háganlo como nunca corrieron en sus vidas, pues sólo habrá una oportunidad.

Yo lucharé con ustedes —aseguró Itachi.

No desperdicies tu vida. Tú debes sobrevivir y vengar nuestras muertes —aseguró el patriarca familiar.

Itachi apretó dientes y puños por la enorme frustración que atravesó su columna en forma de ofidio escalofrío.

La madre de Sasuke dio una mirada que entremezcló angustia y amor por su esposo. Él hizo lo mismo con ella y con sus dos hijos. Mientras el corazón estallaba en sus pechos, supieron con sumo dolor que sería la última vez que se verían. Fue una amarga despedida de apenas unos cuantos segundos. La última vez que Sasuke vería a su padre y al resto de su familia.

Cuiden a su madre —dijo él antes de darse vuelta dispuesto a acometer su último ataque.

El pequeño se sintió invadido alternativamente por un hielo y por un fuego calcinantes, mismos que se amalgamaron en un solo conjunto que destrozó su alma. Incontables lágrimas surcaron su rostro; lágrimas que labraron la terrible agonía que sufría. Todo por culpa de venir a esta nación maldita, todo por confiar en un clan sin honor como lo eran los Hyuga.

El jefe familiar miró a sus compañeros mientras hacía arder sus ojos —. ¡No importa que perdamos los brazos o las piernas, seguiremos luchando hasta el último latido de nuestro corazón! ¡Mataremos a muchísimos antes de sucumbir! —desde el mismo pecho manó una voz valiente y sin temor alguno, azuzando a sus compañeros.

Un grito de guerra surgió espontáneamente como apoyo a la arenga. Mantuvieron la formación estilo tortuga hasta que la colisión con el batallón enemigo fue inminente. Fue entonces que se dirigieron con las espadas en alto para asestar las últimas estocadas que podrían. La sangre y el metal se conjuntaron en una vesania de muerte. Peleando ferozmente, ya sin la lluvia de flechas encima de sus cabezas, lograron abrir una brecha entre los brazos, manos y piernas cercenadas. Los gritos de dolor se orquestaron siniestramente para hacer temblar a los enemigos y hacerles ver quienes eran los Uchiha realmente.

¡Ahora! ¡Corran! ¡Sobrevivan para cobrar venganza por nosotros!

Itachi a una velocidad infernal mató a todos los soldados que se atrevieron a interceptarles el camino. Guerreros comunes y corrientes que no eran capaces de mover sus escudos lo suficientemente rápido para protegerse de las estocadas que destajaban carne y hueso como si fueran mantequilla. El resto de enemigos fueron lo suficientemente inteligentes como para no atravesarse en el camino del afamado Itachi Uchiha.

Llegaron a los inicios del bosque. El trío de sobrevivientes echó una rápida mirada hacia atrás, en donde los gritos de combate proseguían.

Demonios —masculló Itachi, apretando sus puños por la frustración de no poder hacer nada más para ayudar a su familia.

Ante el verdadero océano de hombres que los rodearon, los Uchiha que fueron al sacrificio terminaron cayendo entre el metal empuñado por cientos de brazos. Era imposible resistir más ante una horda tan infernal, pero, pese a la terrible diferencia numérica, aniquilaron a muchos antes de morir.

¡Corre, Sasuke! ¡Corre, mamá! —exclamó Itachi, sabiendo que ahora irían a cazarlos a ellos.

El batallón, enfervorizado por la sangre, exigieron más de ella a través de improperios y gritos animalescos. Un salvajismo que los hizo parecerse más a bestias que a verdaderos guerreros.

Cuando los arqueros se sintieron lo suficientemente cerca como para probar puntería, comenzaron a arrojar sus mortíferas flechas tentando suerte. Varios segundos después, la fémina cayó pesadamente al suelo mientras daba un agudo chillido de dolor. A pesar de la espesa maraña de árboles una flecha le llegó en el talón izquierdo, por lo que ya no podría seguir corriendo.

¡Mamá! —gritaron ambos hijos al unísono, mientras sus rostros lividecían tanto que parecieron evaporar todo rastro de sangre.

¡Corre, hijo! ¡Salva a Sasuke! ¡Él es quien importa! —gritó inmediatamente.

¡No te dejaré! —rechazó Itachi a la misma velocidad.

¡Yo tampoco! —gritó Sasuke; el aliento le jadeaba trabajosamente al entrar y salir de la garganta.

Más allá, a la carrera, el amenazante contingente se acercaba a velocidad criminal.

¡Corran, se los ruego! ¡Háganlo por mí o moriremos todos! ¡Por favor! —suplicó desesperadamente.

El desgarrador pedido hizo que una lucidez cruda golpeara el cerebro de Itachi, una que le hizo ver, pese a todo el dolor que implicaba aceptarlo, que su madre ya estaba perdida. Con una flecha clavada nunca podría escapar del hado terrible que se le cernía. Las lágrimas se incrementaron por la terrible opción que debía tomar, pero no tenía más alternativa que dejarla atrás. No podía hacer otra cosa si realmente quería salvar a su hermano pequeño.

Te amo, mamá —se despidió Itachi con el dolor desplazándose por el doquier de sus facciones, al tiempo que sentía como si un puntiagudo hielo subiera por dentro de su pecho hasta propagarse por toda su columna.

¡Mamá! —gritó Sasuke sin importarle nada. Quiso volver y protegerla, no importándole su vida sino la de ella. Fue Itachi quien se lo impidió cargándolo en un hombro.

¡Los amo, hijos!

¡Mamá!

Esa sería la última vez que Sasuke vería a quien le dio la vida. Entonces sintió algo mucho peor que un escalofrío. Algo permanente que hizo descender su temperatura interna a cifras glaciales. Era el terrible dolor que cualquier adulto siente al perder a su madre, pero multiplicándose por ser la víctima un niño de apenas seis años. Multiplicándose porque no era una muerte natural, sino un malvado asesinato. Multiplicándose por haber perdido también a su amado padre y al resto de su familia.

Un poco más atrás escuchó los gritos desesperados de su madre clamando por la vida de sus hijos. Gritos rellenos de angustia que fueron acallados tras un largo y prolongado alarido de dolor que resonó como un eco entre altas montañas. Sasuke no vio su muerte, pero la sintió. La sintió en su propio corazón como un sufrimiento absolutamente espantoso.

Itachi, mientras sus lágrimas se desprendían a contra viento, corría con su hermano a cuestas, entremetiéndose entre malezas, arbustos y helechos. Sin embargo, no lograba dejar atrás al contingente que no disminuía su velocidad. Era sólo cosa de tiempo para que los enemigos terminasen con los últimos dos Uchiha.

Trepidando a través de todo su ser, Sasuke vivió el terror constante de que su hermano se sacrificara por él. De que se arrancara del cerebro la palabra «Separémonos» y la echara por la boca convirtiéndola en realidad. No quería perder lo último que le quedaba en la vida; a quien tanto amaba; a su inspiración.

Medir el tamaño del amor no era algo posible, pues los sentimientos no eran matemáticas. Y una comparación sería algo injusto para el resto de su familia. Pero sí sabía muy bien que con su hermano tenía una profunda conexión; única y especial. No obstante, su gran temor finalmente arribó, pues Itachi lo supo con brutal claridad: si no hacía de señuelo ambos morirían. Sin detener su veloz carrera, le dio sus últimas instrucciones a su adorado hermano.

Sasuke, cubre todo tu cuerpo con el oscuro fango a orillas de aquel arroyo —lo indicó fugazmente—. Camúflate con él incluyendo labios y párpados. Pase lo que pase no hagas ningún movimiento hasta que el peligro se haya disuelto.

¿Pero y tú? —tuvo tanto miedo de preguntar que ni él mismo supo como las palabras consiguieron salir por su boca.

Yo los llevaré hacia delante para que me persigan solamente a mí. Seré el señuelo que los alejará de ti.

Pero son demasiados, Itachi. Vas a morir —se estremeció al decirlo, mientras más lágrimas se desplazaban añorando tocar el suelo del bosque.

Todos morimos, Sasuke —aseveró instantáneamente esa gran verdad—. Es algo inevitable y ahora ha llegado mi hora, pero moriré satisfecho sabiendo que tú estarás bien. Créeme: no hay mejor muerte para un guerrero que sacrificarse protegiendo lo que ama.

He-hermano... su alma tembló terriblemente y contagió a las cuerdas vocales.

Itachi se detuvo y dejó al pequeño en el suelo. Mientras muchas lágrimas corrían por las mejillas de ambos, se acuclilló para brindarle un emocionado abrazo. Hubiera querido hacerlo durar más que un par de segundos, pero el tiempo apremiaba sin piedad.

Ve, Sasuke —le clavó la intensidad de su mirada.

Pero...

Entiéndelo, por favor. Si no hago de carnada ambos moriremos. Debes sobrevivir para que tú los hagas pagar por esto. Tú vengarás a toda nuestra familia.

Llorando mares, el chiquillo de apenas seis años entendió, con una claridad omnisciente, aquella misión que definiría su vida entera. No era necesario que Itachi se lo dijera, él ya lo tenía muy claro desde el mismo momento en que comenzaron a caer las flechas: si sobrevivía acabaría con todos los Hyuga, incluyendo al ejército. Así, cerrando los puños con tanta fuerza que sus cortas uñas lograron vulnerar la piel, aseguró lo siguiente:

Te lo juro, hermano —articuló el juramento a total solemnidad; una completamente impropia de un niño de apenas seis años—. Yo los haré pagar.

Itachi asintió mientras un destello atravesaba su mente como una precognición: en ella aparecía la imagen de Sasuke aniquilando a los cobardes Hyuga.

Ahora corre, Sasuke. Corre —le susurró, ya que un grito podría haber advertido a los enemigos que se estaban separando.

El niño hizo caso con el dolor destrozándole el alma. La sombra siniestra y aterradora de la muerte que se cernía sobre su hermano mayor, provocó que su corazón precipitara los latidos convirtiéndolos en auténticos estoques de hielo. A celeridad espantosa, un escalofrío lo recorrió desde la raíz de sus cabellos hasta estallar a través de sus muslos. Oculto tras los espesos y gruesos pilares de árboles, se volteó un segundo para ver como la figura de su hermano se perdía para siempre. El que en ese entonces era el guerrero más fuerte de todos, llevó a sus cazadores al lugar contrario a donde realmente estaba Sasuke. Gracias a eso, el chiquillo obtuvo la oportunidad de escapar.

Esa sería la última vez que vería a Itachi con vida...

La última.

Sufriendo una bestialidad de sentires pesarosos, Sasuke llegó rápidamente a su destino, enlodándose tal como se lo dijo Itachi. Su cuerpo entero quedó cubierto por el cieno a tal punto que necesitó despejar sus fosas nasales de él. Enterrándose en el corazón del pantano, no entendía qué había pasado como para que, de un momento a otro, la felicidad de conocer otra nación se hubiera transformado en el espantoso dolor de perder a toda su familia. Cerró los ojos para que las lágrimas no abrieran un trazo en el oscuro fango que lo cubría. Cuando segundos después escuchó los presurosos pasos de los persecutores que seguían a Itachi, no pudo evitar abrir los párpados. Fue entonces que, a pesar de los escasos segundos, vio algo que permanecería eternamente en su memoria: en la primera línea del contingente iban guerreros que tenían los ojos albinos y aparentemente sin pupilas. Los ojos que su madre había descrito como los de los Hyuga. Unos perturbadores, más dignos de demonios que de seres humanos. Ojos que Sasuke jamás olvidaría en toda su vida...

Repentinamente, el último Uchiha tuvo la extraña sensación de que se encogía, como si su fuerza vital hubiera quedado reducida a una débil chispa, mientras el bosque que lo rodeaba daba la impresión de acrecentar su tamaño. Era el peso de la terrible desolación, de estar completamente solo en el mundo siendo apenas un infante. El peso de haber perdido a toda su familia por un ataque traicionero, cobarde y vil. Las lágrimas que se obligaba a retener escocían sus ojos como brasas incandescentes, mientras el dolor en su corazón comenzó a impeler violentamente la sangre a través de las paredes de su cuerpo. Fue como si el líquido vital se hubiera convertido en una dañina corriente eléctrica. Temblaron sus ojos; castañetearon sus dientes; crepitó su corazón.

Cuando los hombres se perdieron tras el horizonte de coníferas, Sasuke cerró los ojos apretando a toda potencia sus párpados. Otro alud inexorable de dolor acudió a martirizarlo, mismo sufrimiento que se convertiría en un odio tan vasto como el cielo. No supo cuanta furia ni cuanta sed de venganza crecía en su interior, pero sí tuvo claro que continuaría hasta lograr una infinidad en ambas cosas. Fue entonces que se montó a la locura vesánica que provocaba el odio y, como si hubiese entrado a un trance, asestó las siguientes palabras que no necesitaron ser verbales para adquirir una potencia infernal:

»¡Por ti, madre! ¡Por ti, padre! ¡Por ti, amado hermano! ¡Voy a destruir cada cimiento de esta maldita nación! ¡La veré arder en llamas hasta el último trozo! ¡Y extinguiré al clan Hyuga! ¡Lo juro ante todos los dioses y demonios que existan! ¡Lo juro por toda mi familia! ¡Los haré pagar a todos ustedes, malditos! ¡A todos!


—Ese fue el momento en que me convertí en un demonio —terminó de narrar su historia con un par de lágrimas cayendo por sus ojos. Los mismos no miraban a Hinata: estaban perdidos en el vacío que provocaba la abstracción; fijos en un punto determinado, mirando sin mirar. La realidad es que estuvo hablando consigo mismo y no con ella. Todo había sido un soliloquio de cruento dolor.

Ella quedó absorta. Perpleja. Anonadada. Su cerebro fue hecho polvo. Los ojos albinos estaban tan abiertos que parecían dispuestos a superar cualquier límite biológico. Yacían desorbitados; idos y poseídos por el asombro más abismal. En su interior se suscitaron terribles sentires que alcanzaron una dantesca magnitud. ¿Por qué habían hecho algo tan horrible? La decepción que sentía hacia su familia se le incrustó como un terrible puñal en la espalda. No podía creer que las personas que la cuidaron desde niña pudieran haber hecho semejante maldad. No podía creer que tuvieran una dicotomía tan abominable. Y jamás lo hubiera creído si no fuera por las lágrimas de Sasuke. Aceptar lo escuchado le habría sido imposible si no estuviera viendo con sus propios ojos el dolor que caía por su rostro. Un hombre tan orgulloso como él, que incluso cuando murieron sus perros logró aguantar las lágrimas, ahora las liberaba por el dolor del maligno recuerdo.

—Aún hoy en día no puedo quitarme de la cabeza los últimos gritos de mi madre. Aún hoy en día siento el último abrazo de mi hermano antes de dar su vida para salvarme —sus ojos estaban perdidos, hundidos en los recuerdos. Ni siquiera él mismo se había dado cuenta de que lágrimas denunciaban la intensidad de su dolor. De haberlo sabido su orgullo las habría detenido, como siempre lo hacía —. A veces tengo pesadillas que me hacen sentir que estoy allí nuevamente. Son sueños tan reales, tan malditamente reales, que sufro la muerte de mi familia otra vez como si todo se repitiese —su voz se desmenuzó en matices agudos y graves por culpa de la agobiante congoja —. Muchas noches no puedo dormir tranquilo, ni siquiera endureciendo mi corazón he podido hacerlo —un suspiro emergió como una explosión. Cerró los ojos y los mantuvo así durante unos largos segundos de silencio. Luego abrió de manera lenta sus párpados, como si yunques colgaran de ellos.

Hinata seguía en estado de shock, apenas procesando la abominable información recibida. La guerrera se lo advirtió: los Hyuga eran demonios que se hacían pasar por santos. Ya no tenía duda de que su padre había matado a Hizashi. Ya no tenía duda de cuanto debió sufrir por Neji por ello. Y aún así tuvo la nobleza de ocultárselo. También recordó, vagamente, como durante esos años escuchó algo sobre que tendría un prometido, pero nunca más supo del tema. Sí, ahora podía entender todo el odio que Sasuke sentía por ella. Ahora lo comprendía perfectamente...

Era hora de decir algo... ¿pero qué podía decirse en circunstancias tan dolorosas? ¿Qué?

—Yo... y-yo lo siento tanto —con voz desgarrada fue lo único que consiguió decir. El sufrimiento acorraló cada célula de Hinata. Un torbellino de aflicción era toda ella.

Sasuke apenas escuchó sus palabras, pues naufragaba en otra dimensión; aquella que sólo los vívidos recuerdos podían crear. Ni siquiera se había dado cuenta que algunas lágrimas huían por el valle de sus mejillas.

—Te usaron como carnada —clavó sus ojos en los de ella, como si recién recordara que estaba a su lado—. Como la excusa perfecta para acabar con mi familia. Desde entonces escuchar tu nombre, ver tus ojos, tan sólo tenerte cerca, me produce un odio implacable. Mientras tú vivías feliz y sin sobresaltos, sin enterarte de nada, a mí me dejaron huérfano y me persiguieron para aniquilarme mañana, tarde y noche. Todo eso cuando apenas tenía seis años —. Aunque cerró fuertemente sus párpados para detener las lágrimas de las que recién se percataba, de igual manera algunas se rebelaron ante el orgullo que deseaba oprimirlas.

Hinata quiso hablar nuevamente, pero su mensaje verbal sería demasiado lacónico como para que sirviera de algo. Entonces condenó sus labios al reinado del silencio, aunque sus respiros no se sometieron a tal monarquía: emergieron sonoros y dolidos al mismo tiempo. Su peculiar mirada se vació en el horizonte; triste, apesadumbrada, completamente derrotada.

—Me persiguieron por tres meses no sólo guerreros de tu clan o del ejército de tu nación, sino también civiles —cerró los puños de tal manera que el óseo color blanco asomó a plena potencia en los nudillos—. Ofrecieron una gran recompensa por mi cadáver y familias enteras, padres, madres con sus hijos, incluso con niños pequeños, estuvieron buscándome para darme muerte y ganarse el monto de oro. Queriendo matar a un niño de seis años que jamás habían visto, que ningún daño les había hecho, sólo por el vil dinero —resolló ofuscado, incendiando su semblante—. Únicamente cuando me dieron por muerto cesó la cacería humana. Fue entonces —a pesar de su actual debilidad física, sus palabras surgieron con ferocidad —fue entonces cuando perdí mi fe en la humanidad —su voz terminó quebrándose por completo; el alma rota en cientos de pedazos.

El aire abandonó los pulmones femeninos a través de un amargado suspiro. Hinata bajó su cabeza, llorando mucho más que él. Ahora comprendía el por qué desde el primer momento en que la vio en la tienda de esclavas le dirigió esa mirada tan llena de odio, tan llena de rencor, tan exhuberante de inquina, puesto que desde los seis años había acumulado un odio ineluctable. Algo que después de tanto tiempo no podría dejar atrás. Por eso deseaba hacerla sufrir, pues, como él mismo lo dijo, sólo la venganza podría calmar el terrible dolor que habitaba en su alma. Se sintió abatida, tanto que cerró sus puños por la horrible sensación que la consumía. No quería creer lo relatado, pero desde pequeña siempre supo que su clan ocultaba cosas. Ya no quería llevar el apellido Hyuga encima. Es que no podía asimilar tanta maldad. No quería asumir que estuviera tan equivocada respecto a su propia familia. Tan enceguecida, tan sumida en la ignorancia. Quería deshacer el pasado, escapar de él. Huir a un mundo paralelo o una dimensión desconocida. ¡Romper la maldita realidad como si fuera un cristal!

Solloza, llora, cae en sonoro llanto. Él la mira; siente deseos de despejar sus lágrimas nuevamente, pero esta vez no se deja llevar. Nunca más lo haría. Nunca más olvidaría que ella era la descendiente de quienes mataron a su familia.

—Sasuke... y-yo no sé qué decirte... —su garganta quería cerrarse. Una árida presión sintió allí, mas cogió fuerzas de flaqueza para decir de una vez lo que ansiaba —. Sé que nada de lo que diga podrá cambiar algo, pe-pero lo siento tanto. Siento tanto que hayas tenido que pasar por todo eso —mientras sus manos apretaban fuertemente los bordes de su vestido, su voz se quebró en un alarido de dolor. Sufrimiento por el dolor de Sasuke, sufrimiento por lo que había sido capaz de hacer su clan —. Ahora entiendo todo tu odio, ahora entiendo toda esa aversión que sientes por mí. L-lo siento tanto de verdad... —la evidencia líquida de su dolor siguió bajando en gran cantidad por sus mejillas.

Uchiha ya había detenido sus propias lágrimas y endurecido sus facciones, pero de todas formas dio un lastimero suspiro. Era otra forma en que su cuerpo liberaba el dolor acumulado a través de tantos años; una que no dañaría su orgullo.

—Y-yo nunca... créeme, Sasuke... yo nunca supe nada —continuó ella—. Nunca imaginé que mi clan pudiera ser tan malvado. Aún ahora me cuesta creerlo... es algo tan horrible... no puedo creer que mi familia haya hecho algo así de horripilante...

No sólo ella enmudeció, él también. Ambos fueron rodeados por el mutismo un largo momento. Sasuke miraba la fogata en la chimenea, la cual ardía a menor volumen que antes. El crepitar también disminuyó, pero algunas pavesas danzaban ajenas al dolor de ambos.

—No toda la culpa fue de ustedes —dijo él tras varios segundos—. Tu clan y toda tu nación fueron amenazados para hacer lo que hicieron.

Ojos sorprendidos fue la primera e implícita respuesta. Luego, sobrevino la pregunta que contenía un tono de asombro sin igual. —¿Amenazados?

—Hace cinco años —movió sus labios sin dirigirle la mirada; se volvió a hundir en los recuerdos que aparecían como imágenes en su mente—, cuando recién estalló la guerra, tu padre me envió una carta en que me informaba toda la verdad. Estaba esperanzado de que, al saberla, yo me negaría a formar parte del conflicto. Me explicó que en esa época, Danzo le temía mucho a mi familia por su gran talento bélico y por su rebeldía natural. Más temprano que tarde los Uchiha lo derrocarían. Previendo la situación, Danzo amenazó con invadir tu nación y acabarlos a todos si no lo ayudaban a exterminar a mi familia —Hinata manifestó su intensa sorpresa a través de cada centímetro de sus facciones—. En esos tiempos tu patria habría sido derrotada en poco tiempo, pues, salvo por tu clan, no tenían la milicia suficiente para enfrentar a las tropas de Danzo. Niños, mujeres, hombres... todos habrían muerto. Los Hyuga y el ejército de tu patria quisieron evitar ese terrible costo. Era mejor que muriera un clan, mi familia, a que lo hicieran miles de personas. Decidieron optar por el mal menor, aunque, irónicamente, la guerra igualmente estalló muchos años después.

Escalofríos sacudieron las vértebras de Hinata ante lo que relataba Sasuke. Cerró sus puños y lloró todavía más. No podía asimilar cuán injusta era la vida. Cuán cruel podía ser. El egoísmo humano por abarcarlo todo no tenía límites. Fuera Danzo o cualquier otro monarca, los juegos de poder eran siempre igual. Para tener y mantener los dominios no importaba ningún sacrificio. El trono valía mucho más que la vida de miles de personas.

—Como ves —continuó Sasuke— no se trata de que los Hyuga fueran demonios y los Uchiha santos. No se trata de buenos y malos. En la vida no sólo existen el blanco y el negro, también hay escala de grises. De lo que se trata es de honor. Se trata de que mataron a mi familia por la espalda, de manera cobarde, con alevosía y usando una ventaja numérica espantosa. Traicionaron la confianza que se estaba creando entre ambos clanes —apretó puños y dientes al mismo tiempo—. Yo podré haber hecho todos los crímenes de guerra que quieras, pero nunca maté a nadie a traición. Mis víctimas siempre tuvieron la posibilidad de defenderse, siempre tuvieron la oportunidad de asesinarme. Y nunca, jamás, maté a niños.

El alma femenina crujió tal como lo haría la hojarasca de otoño al ser pisoteada. Ahogada por la funesta emoción, su pie izquierdo dio unos inevitables espasmos como si el suelo hubiese temblado, pero la realidad es que el piso no se movió en ningún momento: era el dolor que sentía lo cual estaba causando estragos en su extremidad. Muchas y renovadas lágrimas afloraron otra vez.

—Tu familia podría haberse aliado con la mía. Podrían haber luchado juntos contra Danzo, pero los Hyuga tomaron su decisión... —dejó un voluntario suspenso. Hasta ese momento la voz de Sasuke era poco más que un susurro, aunque en las siguientes palabras recobraría cada una de sus fuerzas—. Y yo me encargué de hacerlos pagar —sentenció enardeciendo su mirada. Hinata se vio en la necesidad de esquivarla mientras dispersos sentires se le arremolinaban por dentro—. Pero aquello fue sólo la primera parte de mi venganza... ahora debo castigar al culpable mayor: a Danzo Shimura. Esa es mi última meta. Fue él quien cambió nuestros destinos, fue él el principal culpable de que me convirtiera en un demonio. Fue él el culpable de que tu clan hiciera lo que hiciera. Fue él quien provocó todo esto. Y lo haré pagar a cualquier precio. Así tenga que perder mis brazos, mis piernas, incluso mi corazón, lo voy a matar de la forma más horrible que te puedas imaginar —sintió que a su cuerpo le faltaba el aire y dio un suspiro para satisfacer aquella imperiosa necesidad. Luego continuó—. Me has dejado vivo porque dijiste que tengo trazos de bondad en mí, pero te aseguro algo con toda seguridad: Danzo no tiene ningún trazo de bondad. Absolutamente ninguno. Él debe morir de la peor forma y yo seré su verdugo.

Sí, ahora sólo faltaba que Shimura pagase la ingente maldad que ha ejercido durante todos estos años. ¿Pero podría sobrevivir Sasuke para hacerlo pagar? Lamentablemente la vida solía ser muy injusta, demasiado injusta...

Hinata cayó en una persistente conmoción. Era demasiada información recibida de golpe y apenas estaba procesándola. Tenía que desenmarañar tanto sus sentires como sus ideas. Entonces repentinamente el fuego comenzó a mermar; si no se alimentaba terminaría apagándose. Al darse cuenta, ella decidió avivarlo, pero necesitó dar un gran suspiro antes de proceder con su acción. Se puso de pie a duras penas, como si el peso de su cuerpo hubiese aumentado al doble. Y en cierto modo así era, pero el que debía cargar no era un peso físico sino espiritual. Por lo mismo dio un par de pesados pasos, cogió los leños que parecían más secos y los arrojó cuidadosamente a la chimenea. El fuego reactivaría su vigor en cosa de minutos. Hecha su labor, se giró para volver a sentarse en la posición anterior. Dirigió su mirada a su amo, quien ahora estaba con los ojos cerrados y la cabeza ladeada. Instantáneamente se preocupó.

—Sasuke, ¿estás bien? —preguntó afligida. Angustiada de que pudiera morir.

Él se aprestó a responder sin abrir los ojos.

—¿Estás preocupada por mí? —espetó un claro matiz de reproche—. Si es así no lo hagas. Nosotros estamos destinados a ser enemigos. A odiarnos por siempre. Debiste hundir el cuchillo cuando tuviste tu oportunidad —su voz se volvió agresiva nuevamente. Intimidante.

—Sasuke... y-yo sé que nunca perdonarás a mi clan. Y sé que soy una Hyuga, pero no tenemos por qué odiarnos. Mi sangre no define quien soy. Yo, como la última Hyuga, te pido perdón por todo lo que pasó.

—¿Perdón? —plasmó clara ironía en sus labios—. ¿Crees que eso sirve de algo?

—Sé que no... pero es lo único que puedo hacer —tanto su tono como su mirada se volvieron más acibarados todavía—. N-no sabes cuanto me gustaría hacer para que pudieras abandonar ese odio que te consume...

—¿Abandonarlo? —preguntó incrédulo a la vez que le encajaba los ojos—. Transformé mi dolor en odio para sobrevivir y volverme el guerrero más fuerte de todos. Mi sed de venganza me hizo invencible. Día tras día y noche tras noche me motivó el deseo de hacer pagar a todos y cada uno de los Hyuga. No sabes cuantas veces me imaginé torturándote a ti y a los tuyos —apretó los dientes tras lo dicho.

—Sasuke... yo ahora puedo entender tus razones, pero por favor... tienes que dejar el odio de lado. Todavía puedes empezar una vida nueva y dejar el rencor atrás.

—Te dije que ya es demasiado tarde, Hinata —por primera vez, la que quizá sería la única, Sasuke la llamó por su nombre. Ella abrió mucho sus ojos por el asombro propinado —. He sobrepasado el punto de no retorno. Dices que nunca es demasiado tarde, pero sí lo es para alguien como yo. Si adquiriera principios como los tuyos no podría vivir con mi propia conciencia. Ella me castigaría cada día de mi vida, pues no soportaría todo el daño y el dolor que he provocado por culpa de mi venganza. Tengo que persistir, tengo que seguir siendo quien he sido hasta ahora o perdería la cordura —guardó un triste silencio. Luego agregó algo más—. De hecho, a veces siento que ya la he perdido.

—Sasuke, por favor... —fijó todavía más su mirada en la suya, delatando en sus luceros las verdaderas ganas de ayudarlo—, tienes que darte cuenta que no puedes seguir basando tu vida en el odio y la venganza. Hacerlo terminará destruyéndote completamente. Aferrarte al dolor del pasado es algo que te cierra la posibilidad de ser feliz en el presente. De sanar tus heridas, de cicatrizar las terribles llagas que yacen en tu alma.

—Mis heridas nunca sanarán, Hinata. Nunca. Sólo cuando Danzo muera de la peor forma que te imagines podré encontrar la paz. Y aún así mi odio buscará alguna otra razón para alimentarse.

—S-si fuera como dices, ¿entonces por qué has despejado mis lágrimas? —formulada su pregunta, ella esperó por una respuesta. No obstante, ninguna llegó. Lo que sí recibió fue una clara expresión de rabia en Sasuke; quizá contra ella, quizá contra sí mismo —. A pesar de todo el odio que cargas encima, pese a todo lo que sucedió, pese a que soy una Hyuga, finalmente no me has violado, no me has intentado asesinar, no me has torturado, no me has encadenado. A pesar de toda tu crueldad no lo has hecho. ¿Sabes por qué? —el gruñó como única contestación —. Porque creo que en lo más profundo de tu corazón ya no quieres sentir odio. Creo que ya estás cansado de sentirlo. De verdad creo que en el fondo quieres volver a ser el niño que alguna vez fuiste. Alguien con buenos sentimientos.

La emoción que ella desplegaba hizo que el alma de Uchiha crepitara tal como los leños lo hacían en la chimenea. Le encajó sus ojos color ébano. Se dio el tiempo de apreciar su belleza; no la física, sino la espiritual. Y cuando se sumergió en la oscuridad de los párpados cerrados, pensó, por tan solo un momento, en lo mucho que le habría gustado tomar el camino contrario. Sin embargo, no podía hacerlo. No mientras el principal culpable de todo permaneciera sin pagar sus pecados.

—Dime, Hinata —dijo su nombre ferozmente al tiempo que abría sus párpados—, ¿pretendes que perdone a Danzo después de todo lo que ha hecho? ¿Realmente quieres que olvide algo así? Tú también deberías desear su muerte.

La joven bajó su cabeza, sufriendo la clara respuesta. Él nunca dejaría la oscuridad mientras Danzo siguiera viviendo. Esa era la única verdad y, hasta cierto punto, incluso podía entenderlo. Ella consiguió superar al odio, pero, después de la muerte de Neji, igualmente intentó matar a Sasuke sólo por venganza. Tal como lo dijo él: a pesar de vivir siempre en la luz, aún así había caído en la oscuridad. Ella desde niña tuvo la suerte de ser criada con una moralidad distinta. Siempre tuvo a su familia al lado durante la infancia, la adolescencia y su joven adultez. Siempre vivió en la luz. Pudo vivir el lado bueno de la vida. Y aún así sus principios quedaron de lado en esa ocasión. En cambio Sasuke tuvo que vivir lo peor del mundo y de los seres humanos. Ambos casos no eran comparables bajo ningún punto de vista. ¿Cómo podría Sasuke dejar el odio de lado cuando lo había acumulado desde los seis años? ¿Cómo podría dejar de lado un sentimiento que lo ayudó a sobrevivir? ¿Cómo abandonar un sentir que lo acompañó practicamente durante toda su vida?

La respuesta le arriba de manera diáfana. La entiende por fin: Sasuke no cesará hasta completar su venganza. No hay retroceso posible. De todas formas, quiere ayudarlo a sanar su alma. Quiere disipar el inmenso dolor que lleva por dentro. Sabe que sólo ella tiene la llave para liberar su corazón de tanto odio. Ella podía ayudarlo y contactar su alma. Podía hacerlo. Quería hacerlo.

Sudorosas, luchando una con otra, las manos femeninas se trabaron tensamente. Incómoda con la humedad, Hinata deshizo la traba y acercó sus palmas al fuego. Mientras lo hacía, abrió más sus ojos y los entrelazó a los de él. Se miraron profundamente, contactando sus espíritus mediante la pasión de sus emociones. Ya no existía odio recíproco. O por lo menos Sasuke ya no la miraba de esa manera tan hiriente que solía emplear. Esta noche todo había cambiado y tenía la esperanza de que fuera así de manera perenne.

Él rompió el molesto contacto visual. Pronto sus músculos faciales se contrajeron un poco, señal de que iba a levantarse. Mientras tomaba sus espadas, a duras penas lo hizo. Dispuesto a avanzar, apoyó la punta de sus armas contra el suelo como si fuesen muletas. La preocupación de la fémina fue inmediata.

—¿Adónde vas? —Hinata alzó su mirada, enfocándola en la frente de él. Le preocupó ver múltiples gotas de sudor, seguramente pegajosas, que indicaban un estado febril en ciernes.

—Por agua —si se permitiera ser más expresivo habría mencionado también que tenía una sed terrible, que la garganta le ardía al igual que los ojos y que el corazón se le paseaba dando martillazos por todo el pecho.

—No te muevas. Yo te traeré —presurosa, comenzó a caminar hacia la cocina.

—Yo iré por ella —dijo tozudo como siempre.

—Mi-mira el estado en que estás —se volteó y lo observó de arriba a abajo con suma preocupación, instigándolo a que hiciera la misma acción visual que ella—. Por favor, no puedes ser tan orgulloso o tu condición empeorará todavía más —le aconsejó con voz sumisa, una que a él le costase más contradecir.

Uchiha cerró un momento los ojos. Y, como si él mismo estuviera lejos y su voz provocase un potente eco en sus oídos, se oyó responder: —Puede que ya no te odie como antes, pero nunca aceptaré ayuda de una Hyuga —desdeñó afiladamente. Mientras tanto, la sangre le golpeaba densamente en las sienes. Sentía la boca áspera y amarga también.

—Sasuke, olvida que soy una Hyuga. Soy una persona, una mujer, alguien que quiere ayudarte. Nada más que eso. Sin ayuda podrías morir... —nunca pensó que decir tales palabras le provocarían aflicción, pero así fue. Estaba preocupada por él. Estaba sumamente preocupada y no podía evitarlo.

—No voy a morir —sentenció de manera orgullosa, como si fuera más fuerte que la mismísima muerte—. No lo haré hasta cumplir mi última meta. Mi odio me mantendrá vivo. Sólo mi odio me ha hecho sobrevivir y sólo mi odio lo hará de ahora en adelante.

Impertérrito, avanzó cuatro pasos más, pero un fuerte mareo hizo que el suelo le girara como un carrusel. A bote pronto sintió un horrible retorcijón en su corazón. Algo muy similar a una puñalada en él. Entonces su mente, de manera tan rápida como un relámpago, hizo surgir una fatal idea: estaba llegando su hora. Su meta de matar a Danzo no podría ser cumplida. Su venganza no sería capaz de completarse. Si perdía la vida no lo lamentaría, sino el que Danzo no pagase sus crímenes. No quería aceptar la muerte, pero, después de todo lo que había hecho en nombre de su venganza, quizá este era el castigo que recibiría: no cumplir su meta más importante. Que aquella quedara truncada.

Súbitamente, un ínfimo hilo de sangre manó desde la boca de Uchiha, desplazándose por la comisura derecha. Hinata ni siquiera alcanzó a percatarse de ello cuando las espadas resonaron al caer. Acto seguido, ojos en blanco, el cuerpo de él se aflojó sobre el suelo como si hubiera quedado sin músculos. Comenzó a dar violentas convulsiones. Estaba sufriendo un colapso por la falta de sangre. Las facciones de Hinata se distorsionaron sucesivamente en hórridos gestos de congoja, sufriendo junto a él. Rápidamente, a todo lo que pudieron dar sus piernas, corrió hacia el cuarto de su amiga a través del pasillo. Ella era la única que podría hacer algo para salvarle la vida.

—¡Sakura! ¡Sakura! —gritó inundada en la desesperación al tiempo que abría la puerta de su habitación de un sopetón.

La aludida, completamente adormilada, apenas logró reaccionar a los gritos moviendo un poco su cabeza por sobre la única y delgada sábana que en ese momento la cubría.

—¡Sasuke está muriendo! —gritó todavía más fuerte que antes.

—¿¡Qué?! —gritó ella irguiendo la cabeza como un resorte. Los ojos eliminaron de cuajo su lasitud. Estaba desnuda, pues el calor del verano y, específicamente del cuarto que ocupaba, la obligaba a ello. Pero, ante la urgencia y desesperación yacente en la voz de su amiga, ni siquiera pensó en vestirse o ponerse un calzón: partió corriendo tal cual por el pasillo, puesto que en casos así de graves cualquier segundo podía hacer la diferencia entre la vida y la muerte.

Hinata se apegó a la pared para darle el paso. Y cuando la de pelo más corto pasó a su lado corriendo le dijo: —E-está en la chimenea con el salón. ¡Está convulsionando!

—¿¡Qué pasó?! —requirió más información mientras corría.

—Llegó con una herida enorme en el pecho. ¡Una muy cerca de su corazón! ¡Ha perdido mucha sangre!

Haruno pensó enseguida en lo peligroso de la situación. La falta de sangre era uno de los casos que más atentaban contra la vida. Para bombear oxígeno a cada rincón del cuerpo su corazón debía estar haciendo un tremendo esfuerzo, mismo que lo estaba haciendo convulsionar.

Llegaron ambas al salón, pero los espasmos habían cesado. Sasuke estaba quieto sobre la alfombra, con hilos de sangre escurriendo lentamente por las comisuras de sus labios, los ojos abiertos y sin brillo de ningún tipo.

Los mismos orbes que tendría un muerto.

Hinata sintió algo terrible en su corazón. Un dolor que nunca pensó que sentiría por alguien como Sasuke. Algo que estaba destrozando su alma entera. No podía morir. No ahora. No ahora cuando era capaz de entenderlo, cuando había una luz de esperanza en que podía dejar su oscuridad de lado. No ahora cuando lo ayudaría a disminuir su dolor.

Sakura exclamó algo que Hinata ni siquiera escuchó. Lo único que supo no fueron las palabras en sí, sino el sentido desesperado que había en las mismas.

La enfermera sin título entendió enseguida que se trataba de un paro cardíaco. Se arrodilló y comenzó a darle la reanimación cardiopulmonar. Sin perder un segundo entrelazó una mano sobre la otra y comenzó a presionar el pecho al ritmo necesario. Uno, dos, tres. Enseguida posó sus labios sobre los de Sasuke para insuflarle aire. Uno, dos, tres. Siguió la reanimación durante muchos segundos. Muchísimos. Una y otra vez lo hizo, pero no conseguía reacción alguna. Presionando su pecho con mayor fuerza a cada segundo, intentaba reactivar el detenido corazón. Estaba tan desesperada como Hinata; sus pensamientos enfocados únicamente en ayudarlo, mientras la tensión nerviosa se erizaba como agujas por debajo de su piel.

Hinata lloraba. Estaba sufriendo por él. Ahora absolutamente nada en ella deseaba que muriera. Nada. Ahora que sabía toda la verdad, sentía que no tenía derecho a juzgarlo.

A pesar de todos los esfuerzos de la pelirrosa, no hubo ninguna reacción. De improviso, los movimientos se detuvieron mientras lágrimas acudían a sus verdes luceros. Sus manos estaban tiritando. Miró a Hinata y anunció lo evidente con enorme dolor:

—Está muerto...

—N-no puede estar muerto... ¡No ahora! ¡No justo ahora!

Haruno entendió que algo había pasado. La reacción de Hinata no podía ser solamente por su prodigiosa empatía. Dedujo que tal vez Sasuke había abierto su alma antes de morir. Y no se equivocaba.

—¡Por favor, Sakura, continúa! —le rogó entre terribles sollozos.

Ella no perdió un segundo en hacer caso al pedido, pero sin albergar esperanzas de por medio. Amargándola de pies a cabeza el realismo médico la golpeó de lleno, dado que una reacción a estas alturas asomaba como imposible. Hinata, entretanto, se echó sobre el suelo para hablarle al oído. Era lo único que podía hacer, puesto que, aunque conocía teóricamente la reanimación que estaba realizando su amiga, jamás podría hacerla tan bien como ella.

—¡Sasuke, reacciona! ¡Tú puedes!

Siguió hablándole, desesperada por despertarlo y cambiar el destino, mientras una terrible emoción embargaba su alma. Innumerables lágrimas burbujearon todavía más en sus ojos. Era mucha tristeza como para poder contenerla. No podía creer lo que estaba sucediendo. Moría justo ahora cuando había tocado su ennegrecido corazón. Moría justo cuando había dejado de lado su tremendo odio por ella...

Años atrás pudieron ser grandes amigos, novios, inclusive felices esposos. Sin embargo, la brutalidad del mundo se los impidió. Y ahora, mucho tiempo después, Hinata deseaba ser la salvación que tanto necesitaba su alma, pero ni siquiera Sasuke es capaz de competir contra los designios de la diosa llamada Muerte.


¿Todavía no quieres saber su nombre? —preguntó Itachi al no recibir respuesta.

Sasuke guardó silencio varios segundos. Apretó los labios antes de contestar.

Está bien —bufó con frustración—, reconozco que me ha dado curiosidad. ¿Cómo se llama?

Hinata Hyuga.

Hi-na-ta Hyu-ga... —iteró silabeando.

Sí, así se llama —confirmó el mayor.

Pues sabes, con todo lo que has dicho de ella me ha caído bien. No sé por qué, pero he decidido que no la haré llorar.

¿En serio, Sasuke?

Sí, aunque todavía no entiendo lo que me dijiste acerca de despejar sus lágrimas, pero supongo que un día lo entenderé. Lo que sí siento es que me llevaré bien con ella. No sé por qué, pero es la primera vez que siento algo así de anticipado. ¿Cuál es la palabra que define eso? ¿La palabra exacta?

Presentimiento.

Pues tengo el presentimiento que formaremos una buena amistad —sonrió ilusionado.

Itachi marcó mucho entusiasmo en sus facciones.

—Me alegro mucho que pienses así, Sasuke.

Antes de viajar, una emoción extraña e indescifrable recorría al pequeño niño de pies a cabeza. Ahora tenía muchas ganas de conocerla. Por alguna razón su corazón vibraba ante la expectativa de forjar un fuerte vínculo. Y, como si ella estuviera allí presente, le dedicó las siguientes palabras con una nueva y resplandeciente sonrisa:

Hinata... de todo corazón espero que seamos grandes amigos.


Fin