Hola! Antes que todo aviso que no revelaré todavía quien está en el sector prohibido, pues no tenía presupuestado que la escena de este capítulo saliera tan grande. Se suponía que sólo sería un párrafo largo, pero al escribir me inspiré más de la cuenta y aquí está el resultado. Ojalá les guste, por lo menos a mí me emocionó escribirlo, sobre todo el último tercio ^^


Esclava Sexual, Capítulo Duodeno


Seis días habían pasado desde que Sasuke casi muriera. Para su sorpresa, ambas chicas se han dedicado a cuidarlo a tiempo completo en el mismo sillón, cosa que lo ha hecho sentir una poderosa contradicción en sus sentires. Por un lado, pese a que intentaba evitarlo, se sentía agradecido y conmovido por la ayuda recibida, misma que no merecía después de haberlas tratado de un modo vil. Aquello, sumándose al consejo de su amado hermano —fuese imaginario o no—, provocó un cambio inevitable en su berroqueña actitud hacia ellas. Sin embargo, por el otro lado también se sentía humillado al estar convaleciente y dependiente de sus cuidados. Por tal razón, mientras las dos jóvenes dormían por el cansancio acumulado, decidió abandonar la cama que le había servido como lecho durante estos días y dirigirse hacia el ala este, concretamente hacia su aposento. Tras unos cuantos trompicones, finalmente consiguió llegar a su destino sin mayores contratiempos. Abrió la puerta, pero, pese a que el sueño le permanecía, no se acostaría todavía. Llenó la tina con agua sólo hasta la mitad, pues así no afectaría el ungüento que Sakura le ponía cada día en el pecho, mismo que consiguió aminorarle el dolor insistente que aún sentía. Cuando el líquido alcanzó el punto preciso, se sacó los pantalones, los tiró al suelo e introdujo su desnudez en el líquido. Se mantuvo quieto, pues lo único que deseaba era sentir un frescor sobre su afiebrado cuerpo.

Durante este sexteto de días su ser ha cambiado. Lo sabe bien. La mitad de Sasuke Uchiha ha dejado de ser un demonio. Sin embargo, la otra mitad lucha fieramente para mantener los coletazos destinados a contaminar su alma. Necesita mantener la corrupción para que la venganza contra Danzo y sus hombres alcance el éxito.

Piensa en ella ineludiblemente; en Hinata y en nadie más que ella. La recuerda cuidándolo estos días incluso hasta estas altas horas de la madrugada; recuerda todo lo que hablaron esa oscura noche; recuerda sus ojos compasivos y resplandecientes de nobleza. Los minutos pasan, pero el pensamiento no cambia. Es como si la fémina se hubiera apoderado de su mente y, por ende, de cada uno de sus pensamientos. No puede olvidar esa sonrisa que le obsequió cuando volvió a la vida; una tan tierna e inocente. ¿Tan bajo había caído moralmente como para hacer sufrir a alguien así de noble? A pesar de ser despiadado, siempre tuvo códigos de honor claramente definidos, pues todo guerrero que se precie de tal los tiene. El suyo, el principal y más importante: nunca matar o torturar niños. ¿Por qué a los niños? Porque ellos son inocentes. Y Hinata, precisamente por su inocencia, parecía una niña. Su cuerpo claramente no lo era, mas su alma daba esa cándida impresión. Si a su aliada la consideraba un hombre en cuerpo de mujer, entonces Hinata era una niña en el cuerpo de una mujer.

«Por tanto combatir contra monstruos también te convertiste en un monstruo». Eso fue lo que le dijo su hermano. Y cuanta razón tenía. No sólo se convirtió en un monstruo, se convirtió en uno peor que los que enfrentó. Ahora, como si una lucidez superior hubiese arribado a su alma, se pregunta como pudo hacerla sufrir con el primer intento de violación. Matar a Neji le fue inevitable, pero asustarla utilizando un artilugio tan maléfico como el «señor quita-inocencias» fue algo que, pese a ser una maldita Hyuga, no se merecía. Como si su conciencia renaciera se dio cuenta de cuán profundo cayó en la maldad. ¿Tan ciego estaba? ¿Tan desequilibrado? ¿Tan psicópata?

Sí, sabe que tenía y que todavía padece un desequilibrio psicológico. Cualquier niño que pierde a su familia en circunstancias tan terribles, que es perseguido durante tres meses por militares y civiles por cada rincón, escapando apenas de la muerte incontables veces, queda con un profundo trauma enraízado en la mente. Y que después fuera entrenado como el arma de guerra perfecta por un desalmado maestro llamado Orochimaru, mismo que después lo traicionó e intentó matarlo, no ayudó a mejorar su situación.

Sin embargo, ahora siente algo muy distinto emergiendo. Es como si de alguna manera Hinata hubiera desbloqueado las puertas de su mente, tocado su subconsciente y sacado a flote la bondad infantil tan profundamente enterrada. Reflotar un barco hundido sería una buena comparación. O un submarino emergiendo del mar sería otra, si los mismos existieran para esta época.

¿Por qué tantas ganas de vengarse? ¿Que Hinata perdiera a toda su familia no era suficiente castigo ya?

El tiempo quema segundos que mutaron a minutos enteros y ella sigue como la dueña total de sus pensamientos. Pensarla lo conmueve y, para su sorpresa, le gusta la sensación. Es algo dulce, algo completamente ajeno, como si evocarla le trajera algún tipo de ignota paz. No obstante, también le disgusta el hecho de que una curiosidad diferente estuviera despertando en él. Es algo que lo desorienta porque se escapa a cualquier cosa que haya sentido antes. Hinata ciertamente era una mujer hermosa, pero mujeres bellas habían por doquier. Su creciente interés no era por el atractivo físico; existía algo más profundo. Focalizando todavía más sus cavilaciones, comenzó a repasar las cualidades que había visto en ella hasta entonces. Era una mujer inteligente, cosa que le gustaba mucho. Sus principios eran radicalmente contrarios a los suyos, pero le llamaba la atención su forma de pensar. Y su fortaleza, una no basada en el poderío físico, le resultaba muy llamativa. Era fuerte sin que por ello perdiera su feminidad.

Demonios, ¿por qué no puede dejar de pensar en ella? ¿Por qué Hinata acosa sus pensamientos? Era la primera vez que le sucedía algo tan desconcertante...

Conoce la respuesta, pero no desea aceptarla. ¿Ni siquiera a solas consigue ser sincero consigo mismo? ¡Pero era una maldita Hyuga, maldición! ¡La heredera del clan que mató a toda su familia!

Empero, aunque lo intente negar con todas sus fuerzas, la verdad que tanto se esmera en rechazar es esta: Hinata le atrae.

En realidad aquello no es algo tan raro, pues es una hembra bella, saludable y en la mejor edad fértil. Además, no siempre, pero sí a menudo, el hecho de gustar va asociado con el egoísmo de la posesión, cosa que no le molesta en lo absoluto. «Porque me gustas quiero tenerte». «Porque me gustas quiero que seas mía». Fuera correcto o incorrecto, la posesión era algo natural en la dinámica humana de apareamiento. Que le guste ella no es el problema; lo que en verdad lo está inquietando es algo más significativo y complejo todavía...

Hinata comienza a importarle. Se ha dado cuenta por el maldito detalle de preocuparse por sus desvelos; por el hecho de intentar enviarla a dormir durante estas noches. Y cuando alguien te importa es más fácil que afloren la generosidad y el altruismo, cualidades que pueden llevar hacia un sentir incluso peor...

Y por nada del mundo desea un sentimiento así de perjudicial. Nunca en la vida.


El calor pegaba con intensidad en las afueras de la mansión; uno más cercano al del mediodía que al del alba. Por suerte, el hogar de Uchiha era lo suficientemente fresco para capear bien la asfixia solar.

Lentamente, Hinata fue regresando al mundo en donde el espacio-tiempo sí existía. Abrió sus párpados y grande fue su sorpresa al comprobar que tenía gruesas legañas. La modorra había desaparecido casi completamente, señal de que durmió bastante. ¿Cuanto había dormido exactamente? Refregó la diestra contra sus ojos para aclarar la bruma en su vista. Mientras lo hacía se dio cuenta que no estaba en su cama, que se había quedado dormida cuidando a Sasuke. Preocupada al recordarlo, hace viajar su mirada hacia donde él estaba. Abismal fue su sorpresa al ya no verlo allí; únicamente Leo permanece en el lugar. ¿Pero cómo Uchiha se había levantado en su todavía mermada condición? ¿Era un demente? ¿Cómo podía ser tan terco en ese estado catastrófico? Ciertamente habían pasado seis días desde su infarto, pero seguía estando grave. Por lo mismo no pudo evitar que su corazón saltara con sañosa preocupación. Al instante sintió el apremiante impulso de llamar a Haruno, pero se detuvo justo antes de hacerlo. Se da cuenta que sigue durmiendo en la silla y sacarla del sueño no haría que Sasuke volviera; sería un acto inútil. La pobre necesitaba descansar después de haberse dedicado a Sasuke como la enfermera que era. A eso debía sumarse que los días pasados fue la verdadera esclava de la casa mientras ella lloraba la muerte de Neji encerrada en su cuarto.

Cuando quiso desperezarse notó que estaba cubierta por sábanas, cosa que también sucedió los días anteriores. ¿Acaso Sakura despertaba en algún momento y aprovechaba de cubrirla? Seguramente. No era algo tan raro ir al baño en mitad de la noche, por ejemplo. En cambio Sasuke jamás habría tenido ese gesto con ella, ¿verdad?

Se quitó las sábanas de encima, estiró sus brazos por delante y, como nadie la veía, dio un bostezo sin taparse la boca. Se levantó del otro sillón con cuidado para no despertar ni a su amiga ni al cánido y recorrió el ala oeste para ver si Sasuke permanecía allí. Vio jarros de agua vacíos, de modo que podría haber ido por más. Lo fue a buscar hacia la cocina y no estaba. Entonces se dirigió hacia su cuarto para ver si se lanzó a dormir allí, pero tampoco. Lo mismo sucedió cuando fue al de Sakura. Y como las otras habitaciones ni siquiera tenían las camas hechas, las descartó inmediatamente.

¿De verdad fue hacia el ala este, aquella área que parecía tan grande? Sí, el muy porfiado se había ido a sus aposentos. No podía entender como podía ser tan terco, tan testarudo, tan orgulloso. Sin embargo, al mismo tiempo que lo recriminaba por su conducta, afloró una especie de efervescencia en su ser. Comienza a examinar lo que siente y se da cuenta de algo importante: le gusta la terquedad de Sasuke. ¡Qué contradicción! Pensándolo todavía más, se percata de otra cosa también: Naruto era prácticamente igual de terco y orgulloso. Sí, tiene que admitir que le encanta la tosudez, pues poseerla también señala una gran determinación capaz de ir contra viento y marea. Le agrada ver que nada puede detener a Sasuke.

¿Estaría loca, acaso? Después de todo lo que había pasado, probablemente.

Además durante estos días ha conocido una nueva faceta de Sasuke, una mucho más humana, una que su vulnerabilidad actual le permitió conocer. Por ello se preocupa por él de una manera en que no debía ser. Y lamentablemente, también empieza a preocuparse por él más de lo conveniente.

¿La química de la que hablaba Sakura podía causar algo así?

¿Pero qué diablos tiene ese hombre? ¿Qué clase de magnetismo o embrujo dañino tiene? ¿Por qué quiere ayudarlo a pesar de todo lo que hizo? No lo entiende. No sabe cómo puede ser así, mas le preocupa seriamente estar enferma. De todos modos la consuela saber que no es la única chiflada, que Sakura también lo está.

Ese hombre definitivamente es un demonio. No es un ser humano. Un humano no podría ejercer empatía hacia él después de todo el mal que ha hecho. Ha matado a su primo delante de sus ojos, ha acabado a muchos de su familia, la intentó violar y la torturó psicológicamente. Y aún así, lo quiere ayudar. Quizás escuchar su historia de vida le inyectó la compasión en las venas y, por más que se empeñe en hacerlo, no podía negarlo. Mentirle a Sakura y a cualquier otro era fácil, pero existe algo a lo que no se le puede mentir: al propio corazón.

Con todas sus fuerzas le implora perdón a toda su familia, pero esta es la verdad sin trampas ni caretas: siente una conexión extraña con Sasuke. ¿Química tal vez? No se lo explica, pero le dan ganas de sacarse el corazón porque esto la enrabia, la disgusta en exceso. Debería odiarlo con toda su alma, pero sencillamente no puede. Es demasiado pura como para dejarse envenenar por un rencor desmedido.

Ser noble era una gran virtud sin duda alguna, pero quizá serlo tanto como ella se volvía un defecto. Todo en exceso es malo, puesto que la vida siempre necesita un equilibrio.

Incinerando sus extraños pensamientos, miró la hora en el reloj del salón y vio que ya indicaba las una en punto de la tarde. ¿Tanto había dormido?

Fue de nuevo a su aposento, se lavó los dientes, luego hizo sus necesidades fisiológicas y después se dio una necesaria ducha. Estas noches había transpirado mucho por la cantidad de nervios y emociones, por lo que se sintió pegajosa y olorosa. Se duchó tranquilamente, sin contratiempos.

Volvió al dormitorio y los dos inquilinos que dejó —una humana y un canino— continuaban durmiendo plácidamente. Volvió al salón y se sentó en el sillón, pero estaba intranquila. Miró hacia la puerta prohibida. ¿Si algo le pasaba a Sasuke cómo podrían saberlo? ¿Si volvía a tener otro ataque como podrían ayudarlo? ¿Por qué tenía que ser tan imprudente?

Comenzó a tamborilear nerviosamente los dedos de su diestra en el reposabrazos derecho del sillón. No supo cuanto tiempo estuvo así exactamente, pero debieron ser apenas un par de minutos. Su vista volvía insistentemente a la puerta que no debía traspasar. Estaba preocupada por Uchiha, pero también dio cuenta que ahora tenía una buena excusa para explorar la desconocida área...

Agitó su cabeza para erradicar la descabellada idea.

—No debo...

»Pero estar preocupada por él te servirá para conocer lo desconocido...

La lucha entre adentrarse o no hacerlo, se prolongó alrededor de cinco minutos. Finalmente, dando un suspiro que le propinó fuerzas, dirigióse hacia la misteriosa puerta. Solamente la abriría, avanzaría lo estrictamente necesario y lo llamaría para saber si estaba bien. Nada más que eso haría por ahora.

Sus manos se posaron en la manilla y, tambaleando un poco por la emoción que le hacía saltar el corazón, la abrió. El pasillo la recibió con una oscuridad total. Evidentemente no había siquiera una ventana. Todo debía ser un océano de sólido concreto. Posó su mano derecha en la pared y comprobó lo lisa que era. Avanzaría a tientas, afirmándose con la diestra. Cuando estiró su siniestra tocó la pared contraria. Le asombró lo estrecho que era el pasillo, aunque tenía la misma tónica que los otros de esta casa: eran todos angostos, apenas dando cabida para dos personas al mismo tiempo. Era una arquitectura muy extraña, muy diferente a cualquier mansión de su nación, incluyendo a la del clan Hyuga. Allí los pasillos eran mucho más amplios.

¿Tendría alguna función bélica esta estrechez? Sí, eso debía ser. Los Uchiha eran una familia guerrera menos numerosa, por lo tanto, en caso de un ataque, pasillos tan estrechos eran perfectos para enfrentar a masas de enemigos, pues en espacios tan reducidos la ventaja numérica quedaba anulada. No importaba que fueran cientos o miles de enemigos, en estos corredores con suerte cabrían dos al mismo tiempo. Aunque Hinata no lo sabía, fue precisamente una técnica así la que utilizaron los famosos trescientos espartanos en el desfiladero de las Termópilas, enfrentando a miles y miles de guerreros persas, que, sin ningún espacio para maniobrar, se veían obligados a atacar en reducidas filas.

A tientas y lentamente, temiendo tropezarse con algún obstáculo, finalmente llegó a la puerta que daba la bienvenida al ala este. ¿Tendría puesta llave? Tanteando como un ciego, buscó el pestillo, pero, a pesar del tiempo empleado, no halló ninguna. ¿Quizá se abría hacia delante? Decidió empujarla con su hombro y efectivamente así era. Cuando la puerta cedió el paso, Hyuga fue recibida por el amplio sector este.

Pese a ser más del mediodía el sol no lograba conquistar este sitio, pues la oscuridad era prácticamente total. Si es que habían ventanas entonces estaban todas cerradas. Era una lástima que no hubiese traído cerillas para encencer las antorchas. Debió prever eso antes de venir, aunque todavía podía regresar por el pasillo y después volver con una cajita de ellas.

—¿Sasuke? —alzó su voz para que pudiera escucharlo. La misma generó un eco, haciéndole saber lo amplia y poco ocupada de muebles que debía estar esta área.

Tanteó las paredes laterales a la puerta y, sobre una arista plana de metal, encontró útiles fósforos. Qué suerte. Los tomó y encendió la primera antorcha, luego hizo lo mismo con tres más que estaban cerca. Ahora pudo apreciar lo que tenía en frente y le sorprendió mucho. En una de las enormes paredes había una gran colección de armas colgando desde pequeñas perchas: vió espadas tradicionales, hachas, sables, katanas, cimitarras, mazas, lanzas, estiletes, puñales, estoques y otras más que no supo reconocer por sus nombres específicos. También pendían escudos de todas clases y formas, ya fueran circulares, angulares o rectangulares. Algunos eran de cuerpo completo, otros eran más pequeños e incluso habían algunos que tenían filosas espinas inclinadas hacia delante, como si quisieran emular un puerco espín. También estaba allí el gran escudo redondo que Sasuke había usado en la lucha contra Neji y Lee. Como si fuera poco, un par de arcos y ballestas colgaban con sus consiguientes aljabas de flechas y saetas. Era realmente impresionante; parecía un verdadero museo de equipamiento bélico.

En otro lado de la misma pared, a un tamaño que superaba al de su propio cuerpo, estaba pintado el estandarte de la familia Uchiha. El badil resaltaba claramente. Pero lo que más impresionó a Hinata fue lo que estaban en la pared contigua a la anterior: se trataba de numerosos retratos ordenados en una gran hilera; seguramente desde los antepasados más antiguos a los más recientes. Era algo que en su propia mansión había también, pues el culto a los antepasados y a la historia familiar era algo enraízado en lo más profundo de toda familia tradicional.

—¿Sasuke? —volvió a preguntar alzando su voz con cierto temor. Las cosas entre ellos parecían haber cambiado durante estos días, pero lo que estaba haciendo ahora podía echar a perder lo conseguido. De todas formas no avanzaría más. Tenía muchas ganas de seguir explorando, de conocer esta ala y encontrar a la persona prisionera —o personas— en este lugar, pero se estaría arriesgando mucho. Después de cuanto había avanzado su relación con él, no quería provocar la ira de Uchiha por nada del mundo.

—Sasuke, ¡si estás allí, por favor, contéstame! ¡Estoy algo preocupada! —esta vez fue un gran grito lo que arrojaron sus labios.

Esperó respuesta, pero ninguna arribó. ¿Le habría pasado algo a su amo?

Suspiró muy intranquila. De todas formas no avanzaría más; quiso creer que él estaba durmiendo. Se iría de este sector y lo volvería a intentar un par de horas más tarde. Podría acompañarla Sakura también, dado que para entonces ya debería estar despierta.

Lo que sí se permitió antes de retirarse, fue caminar unos cuantos pasos hasta recorrer las pinturas. Eran hermosos retratos, seguramente hechos por artistas de renombre y gran prestigio, aunque las firmas al pie eran todas ilegibles; parecían jeroglíficos egipcios más que firmas por las que uno pudiera ubicar al autor. Finalmente se detuvo en la última pintura, en la cual aparecían cuatro personas. Un hombre y una mujer de unos treinta y cinco o más años, un joven muy parecido a Sasuke y un niño que reconoció a la perfección. Sin duda se trataba de la familia de su amo; su madre, su padre y su hermano. Por las sonrisas plasmadas se veían buena gente. Su imaginación la llevó a verlos vivos, caminando por este mismo lugar de su hogar y regañando a Sasuke por cualquier cosa, ya que debió ser un niño muy rebelde. Sonrió al pensarlo. Luego, volvió a recordar la terrible desgracia narrada por Uchiha y lágrimas sin derramar aparecieron para brillar en sus ojos. Tener empatía y una sensibilidad a flor de piel a veces era un gran problema. Las cosas podían afectar mucho más de lo debido.

—Era mi familia —sintió una voz a sus espaldas, sorprendiéndola tanto que llegó a dar un salto de susto. ¿Cómo podía haber llegado a ella sin hacer siquiera un poco de ruido? ¿O tanto se había perdido en sus pensamientos?

Hinata sintió un escalofrío de temor recorrerle la espalda entera. ¿Por qué diablos tenía que ser tan curiosa?

—Sasuke... —dijo su nombre a la vez que se volteaba, pero sin tener la osadía de mirarlo—. Y-yo no quería intrusear... d-de verdad... t-te llamé porque estaba preocupada. Perdóname, por favor —sintió renacer el miedo, recordando su terrorífica advertencia de que si la encontraba husmeando en este sector le rompería todos los huesos.

—Lo sé, escuché tu grito.

—T-te juro que no avance más, sólo me acerqué a estas pinturas —esta vez habló de forma atropellada—. Te lo prometo.

—Si estuviera a plenas condiciones te daría tantas nalgadas que no podrías sentarte en un mes entero, pero tienes suerte de que todavía me sienta débil —le dijo fríamente—. De todas formas si vuelvo a verte por aquí, la próxima vez no seré tan benevolente.

—T-te prometo que no volveré a entrar en esta área, Sasuke. —Tragó saliva nerviosamente—. E-es sólo que deseaba saber cómo estabasi —dijo agachando su mirada mientras sus manos se entrelazaban sobre el ángulo formado por la entrepierna.

Uchiha colisionó su mirada negra contra el semblante femenino. Éste relucía tanta honestidad que no puso objeción a sus palabras.

—Ya que eres tan curiosa, ven conmigo —le ordenó sin esgrimir agresividad al tiempo que le daba la espalda.

Hinata alzó su mirada, sorprendida. Su reacción había sido mucho más tranquila de lo que había imaginado y su voz salía tan firme como siempre. Los seís días de reposo, uniéndose al cambio que surgió esa noche decisiva, habían surtido un efecto en su carácter. ¿Tal vez ahora saldría a flote su verdadera personalidad, aquella que fue destruida durante su infancia?

Quiso observar si acaso su faz seguía igual de pálida, pero, como ahora él le daba la espalda, decidió comprobar su condición actual con una pregunta.

—¿Es-estás mejor, verdad?

—He mejorado tanto que estoy a punto de salir de fiesta. No preguntes tonterías y sígueme —dicho esto, comenzó a caminar más lento de lo normal, plasmando claramente que su cuerpo todavía resentía la falta de sangre.

La fémina apresuró un par de pasos, se colocó a su lado y lo siguió al ritmo lento impuesto por él. Echándole una mirada rápida notó que estaba un poco menos descolorido y que no llevaba ninguna camisa encima, seguramente para no mancharla con la cataplasma. Lo que sí la preocupó fue la notoria diferencia entre la caminata citadina y la que ahora estaba dando, mucho más pausada. Lo siguió sin problemas hasta que la luz de las antorchas quedó atrás. Rápidamente se detuvo y, antes que él desperdiciara más pasos, señaló la razón.

—Sasuke... no veo nada...

Uchiha retrocedió lentamente los tres metros de diferencia hasta llegar con ella nuevamente.

—Tómate de mi brazo —le dijo a la vez que hacía un hueco para que lo hiciera.

Ella hizo caso aferrándose firmemente, tal como si fuera una enredadera a un árbol. A diferencia de lo sucedido en la ciudad esta vez no tuvo resquemores, pese a la desnudez del robusto brazo. ¿Estaba comenzando a confiar en él? Probablemente así fuera, dado que se sintió singularmente tranquila. Tuvo la impresión de que podría caer un rayo a un metro de ella y aun así no se inmutaría. Incluso en su vulnerable estado actual, Sasuke le daba una seguridad impresionante. No en vano era el mejor guerrero de todos.

Avanzaron incontables pasos más y, cuando llegaron a una zona con cinco pasillos que ella no pudo ver, a Hinata le pareció escuchar una especie de murmullo muy tenue, casi imperceptible. No obstante, fue algo tan breve que lo atribuyó a su imaginación, pues si alguien estuviera cerca habría hablado con fuerza en vez de musitar tan poco y tan bajo. Mientras entraban por el corredor ubicado al medio, pensó que la casa de Sasuke a veces parecía un verdadero laberinto. Esa era otra cosa que podría cumplir una función castrense: confundir a cualquier enemigo.

Finalmente se detuvieron. Uchiha sacó el manojo de llaves y, pese a la negrura total, acertó la correspondiente en la cerradura sin problema alguno.

Inexorablemente, Hinata fue azotada por los nervios. ¿Sería su cuarto? ¿La estuvo llevando a su aposento? Nunca había estado en la habitación de un varón, ni siquiera con su primo Neji, pero tenía entendido que cuando un hombre invitaba a una mujer a su cuarto era para hacer...

Sintió su corazón saltar desbocado con el último pensamiento. Sin embargo, rápidamente un pensamiento acudió para tranquilizarla: padeciendo ese estado paupérrimo, Sasuke no pensaría en besarla o hacer ese tipo de cosas, ¿verdad?

—Entra —le ordenó.

—S-sí... —respondió nerviosamente. Se separó de su brazo y traspasó el umbral.

El joven ingresó después de ella y prendió las velas en los candelabros de tres brazos, mientras Hinata derrochaba nervios por cada poro. Todavía no olvidaba que él había tratado de violarla. ¿Era posible ignorar algo así, acaso?

Cabeza gacha por la timidez, tuvo que esforzarse para alzar su mirada. Cuando lo hizo vio un gran cuarto con una lujosa cama matrimonial hecha de madera de roble y barnizada suavemente. Contaba también con un impresionante toldo de preciosa seda transparente. Al lado derecho del lecho había un gran cofre, al izquierdo una arquimesa y, desperdigadas por las orillas de las paredes, algunas sillas de felpa con finos respaldos que tenían detalles tallados en relieve. Pero lo que más le sorprendió fue ver variados instrumentos musicales: una gran y hermosa arpa dorada, una guitarra, un espectacular piano, un clarín, flautines e incluso un tambor, cosa muy rara entre familias pudientes, pues el último se consideraba un instrumento para plebeyos. Sin pedir permiso alguno, una emoción fulgurante la invadió completamente. Lo único que contaminaba la preciosa visión era un poco de polvo acumulado.

—Este era el cuarto de mis padres —anunció el guerrero—. Mi madre, como buena aristócrata, sabía tocar varios instrumentos musicales.

Hinata estaba emocionada; realmente emocionada. Estaba segura, podría jurarlo incluso, que este cuarto ni siquiera a su amiga guerrera se lo había mostrado.

—¿Pu-puedo tocar alguno? —girando su cuello hacia atrás, alzó su cabeza para poder mirarlo a los ojos.

—Para eso te he traído —confirmó él con voz neutral mientras tomaba asiento en una de las sillas. Estaba seguro que Hinata reaccionaría de esa forma —. Toca el que más te guste —agregó, permisivo.

—Lo que más me gusta es el arpa... pe-pero, ay, yo no sé si lo haga bien —dijo avergonzada, bajando su cabeza nuevamente.

—Deberías confiar en ti misma. Si no confias en ti misma nunca inspirarás a otros a que también confien en ti.

Hinata, ignorando la rudeza de su voz, le dio la razón con un movimiento de cabeza. Tras ello, se acercó al arpa y con un paño que estaba cerca le quitó los residuos de polvo de encima. Luego, se sentó y acunó el instrumento entre sus manos casi como si fuera un bebé que necesita ser protegido. A la vez que sentía una emoción indescriptible, pronto movió los dedos tanteando las cuerdas para comprobar si estaba correctamente tensionada. Por fin podría demostrar que era más que una cocinera deficiente y una mala ama de casa; que ella también tenía talentos, pese a que estos fueran artísticos y no prácticos.

—Quiero escucharte tocar de una vez —exigió Uchiha, alardeando la poca paciencia con la que nació.

Hinata se sonrojó al sentir que era puesta a prueba.

—Bu-bueno.

Cerrando los ojos, queriendo entrar al estado místico que tocar el arpa requería, comenzó a mover sus dedos para interpretar la melodiosa tonada que mejor conocía. Fue entonces que sus pensamientos volaron hacia un frío invierno; Hanabi; una agradable habitación; leños en una chimenea. Pensamientos rápidos, fugaces e inconexos, pero que se unieron bajo el alero de un recuerdo plenamente vigente en su mente. En los talleres artísticos de la mansión Hyuga, había tardes en que se deleitaba tocando la misma melodía de ahora, mientras su hermanita Hanabi, a su lado, trabajaba en artesanía. Sus manos tallaban hábilmente la madera o modelaban cerámica o cristal; un arte que le gustaba mucho, pues más adelante quería ser escultora en mármol. Era su gran pasión. Lamentablemente aquella profesión, como todas las demás, estaba reservada exclusivamente para varones. Muchos de ellos ni siquiera tenían talento, de modo que quienes hacían las esculturas eran sus esposas o alguna familiar femenina. Luego ellos las hacían pasar como trabajos suyos, llevándose todo el crédito por las hermosas obras. Sin embargo, Hanabi igualmente tenía la ilusión de hacerse un nombre entre la opresión machista. De poder ser la primera mujer escultora reconocida. Hinata suspiró atenazada por el fragor de los recuerdos; por inercia, la música se volvió más melancólica. Aún así, continuó siendo hermosa. En ningún momento abrió los ojos o hubiera visto como, en un principio, Sasuke la miraba completamente embelesado. Luego, al mutar el tono de la música, él también se encerró dentro de sus propios pensamientos, recordando a su vez los bellos momentos vividos con su familia. Preciosos momentos que, ante la ausencia de quienes tanto quiso, se transformaron en retazos de dolor.

La emoción que causaba la música era única y especial. Hinata se dejó llevar completamente por la experiencia. La melodía pasó por fases sucesivas de tristeza y alegría, como si imitara a la vida misma. Cuando sus dedos cesaron la creación de arte, volvió de la mágica experiencia abriendo sus ojos. Sentir nuevamente un arpa entre sus manos la fascinó. Le hacía mucha falta algo así. De pronto, sus latidos se aceleraron, pero, a diferencia de otras veces, no por temor. Era por el nerviosismo de saber qué le había parecido a su amo.

—¿T-te gustó? —preguntó tímidamente, llenándose de rubor sin poder evitarlo.

—Sí —le llegó su voz desde el otro rincón de la habitación. Fue una respuesta muy escueta, pero, tratándose de alguien tan exigente como Sasuke, no hacía falta más para saber que le había gustado mucho.

—Las arpas producen música muy linda, pero también puede volverse muy triste. Son expertas en provocar emociones —suspirando, hizo navegar su mirada hacia la de Sasuke.

—¿Por qué crees que la música tiene el don de emocionar? —arrojó una inesperada pregunta. Hecha esta, se levantó, caminó hacia la joven y se sentó en la silla que estaba a su lado.

Hinata fijó su vista en los dedos entrelazados sobre su regazo. Él nunca dejaba de sorprenderla, pues no se esperaba que un guerrero despiadado pudiera interesarse en un tema como la música y las emociones que provocaba. ¿Acaso este era el Sasuke real? ¿Y cuán diferente era este nuevo hombre del malvado anterior?

—Yo... yo creo que es porque es una vibración especial, una expresión del alma misma. Algo capaz de crear emociones, tal como la vibración de la voz también puede provocarlas.

—¿La voz? —preguntó interesado. Su semblante atento lo demostraba.

—S-sí... —dijo sin darle la mirada. Estaba nerviosa y no quería estarlo todavía más—, muchas veces se alaba a los ojos como las ventanas del alma, pero la voz también puede serlo. Gracias a ella también somos capaces de saber si alguien está triste, alegre, eufórico y un gran etcétera. La voz también puede ser una expresión muy profunda del alma, ¿no lo crees, Sasuke?

Él no contesta, aunque no sólo por la falta de una respuesta, sino porque se da el tiempo de admirarla a ella. Durante su larga convalecencia ha aprendido cuán emotiva e interesante es Hinata. Aquello lo desconcierta y lo embelesa al mismo tiempo. Algunos segundos después, extirpa su fascinación y vuelve a reflexionar en el tema. Cuando arriba una explicación a lo dicho por Hinata, lanza su teoría.

—Si lo que dices es cierto, si la voz y la música son vibraciones que tocan el alma, quizá sea porque el agua reacciona fácilmente a las vibraciones y, en el fondo, los seres humanos somos agua encapsulada en envases de carne.

Hinata separó sus labios. Sabía que Sasuke era muy inteligente, se lo había demostrado muchas veces ya, pero que pudiera inferir una deducción así no deja de sorprenderla. Era una gran cualidad que pudiera abordar un tema así con tanta facilidad.

—S-sí —afirmó con emoción, atreviéndose a mirar sus negros ojos—. Si lo pensamos así, entonces no es extraño que la música o la voz puedan emocionar tanto.

Se hizo un silencio, ambos observándose atentamente. Cuando Hinata sintió que un extraño calor acudía a su cara, necesitó desviar la mirada. ¿Por qué le estaba pasando algo que, se suponía, no debía vivir?

—El arpa también era el instrumento favorito de mi madre —comentó él de improviso, al tiempo que reprimía un suspiro.

—Cre-creo que también era el instrumento favorito de la mía, aunque yo recuerdo poco de ella. Mamá murió cuando yo era pequeña... —dijo tristemente, abriéndose ante él. Aunque dudaba mucho que le interesara su historia de vida.

—De todas formas, imagino que ella debió tener una gran influencia en ti.

—S-sí..., ella era muy gentil y amable, aunque creo que no era tan tímida como yo... —apenas terminó de hablar, enredó los dedos de su diestra entre los cabellos más cercanos a su oreja. Empezó a trenzar un mechón por los nervios inconscientes.

—Mi madre solía decir que la música, las letras y el amor eran lo único que tocaba el alma. Lo recuerdo perfectamente.

Sí, definitivamente ahí estaba de nuevo: la conexión. Esa maldita conexión se había formado de nuevo. Seguramente la vulnerabilidad actual de Sasuke provocaba que conversara así, sin intentar dominar o despreciar al otro.

—Tu mamá tenía razón —confirmó Hinata con una leve sonrisa—. Yo me sentí muy mal cuando la mía murió. Fue un golpe muy duro para mí. P-por supuesto, es algo que palidece completamente ante todo lo que tuviste que vivir tú, pero mi infancia no fue tan alegre ni mimada como piensas. Mi padre nunca me maltrató a golpes, pero muchas veces me hizo sentir el desprecio que sentía hacia mí por ser mujer y por mis tartamudeos. Nunca fue alguien cariñoso conmigo. Neji, entretanto, me odiaba por una razón que ni siquiera entendía, aunque afortunadamente después las cosas cambiaron entre nosotros —recordó a su primo y su nobleza con un gran suspiro triste—. Y, creo que por la diferencia de edad, con Hanabi no fuimos muy cercanas hasta que tuvo nueve años.

Uchiha, a ojos cerrados, permaneció en silencio. Aunque no era necesario ver su mirada para notar que su semblante desplegaba tristeza.

—Sasuke... ¿te puedo hacer una pregunta? —dijo dubitativa.

Él asintió con un leve gesto de cabeza. Hinata sintió miedo de formularla, mas finalmente lo hizo. Era preciso saber la verdad y así desterrar cualquier mínima atracción que pudiera sentir hacia Sasuke en un futuro lejano.

—¿T-tú sabes qué pasó con... con mi hermanita?

—¿Quieres saber si yo la maté o torturé? —usando su voz más neutra y fría, aclaró la pregunta real mucho más.

Hinata bajó su cabeza y apretó una mano con la otra fuertemente.

—Sí —sintió miedo por la respuesta, misma que latió en su vientre en forma de incipiente náusea.

—Nunca encontré a tu hermana, pero te aseguro que, de hacerlo, no la habría lastimado. Como antes te dije, mi honor de soldado me prohíbe dañar niños.

Ella respiró con marcado alivio. Sin embargo, la duda de qué había sucedido con Hanabi la mortificó igualmente. La echaba mucho de menos. Demasiado, de hecho.

—Mu-muchas gracias por responder mi duda.

Él volvió a asentir, esta vez con sus ojos abiertos. Se hizo una silenciosa pausa en que observó el cuerpo femenil, comparándolo a cómo estaba en la tienda de esclavas. Sin duda ahora estaba más repuesta, pero no lo suficiente. Seguramente, el sufrimiento por la muerte de su primo había impedido que su delgadez cogiera más volumen. Luego, recordó el tema que fue interrumpido por Sakura y que le quedó dando vueltas en la cabeza.

—Anoche me dijiste que yo no alimento el odio, que él se alimenta de mí. ¿A qué te refieres exactamente con eso?

Al escuchar la voz de su amo, Hinata interrumpió los pensamientos que involucraban a su hermanita y su enigmático destino.

—Y-yo no soy experta en la vida... pero creo que el odio se alimenta de ti porque destruye quien realmente eres. —Se dio una necesaria pausa para organizar mejor su idea. Sasuke respetó su mutismo sin apresurarla; realmente quería escuchar su idea—. El odio te destruye paulatinamente, como si fuera una lepra espiritual, una peste que te consume hasta no dejar nada de lo que alguna vez fuiste. Ahora sé que eras un niño de buenos sentimientos, después de estos seis días lo sé mejor que nunca, pero el odio devoró tu alma y corrompió tu verdadera esencia —sus ojos se humedecieron al tiempo que necesitó dar un profundo suspiro. La emoción la estaba carcomiendo—. En cambio, cuando se alimentan sentimientos buenos, ellos no te destruyen. Cre-creo que es al contrario, enriquecen tu alma y te hacen mejor persona. Para mí esa es la diferencia... —Su corazón se aceleró al punto que cada respiro hendía el aire circundante, mientras en su ser se estacionó una sensación indescriptible.

Sasuke se contagió de su sapiencia; de su emoción; de Hinata en sí. Simplemente no pudo evitarlo. Admira que, pese a todo el sufrimiento, pudiera pensar así. Ya no tiene una sola duda al respecto: ella definitivamente es un ángel.

—Eres una persona muy bondadosa —no se lo dijo con tono de reproche, sino de halago. Hubiera querido agregar más, muchísimo más, pero su poca expresividad se lo impidió. De hecho, haber lanzado las palabras anteriores ya era un verdadero milagro.

—Gra-gra... gracias —nuevamente las palabras se le estaban trabando como antes. ¿Qué le estaba pasando? Por un momento, le pareció que todo su sistema neuronal estaba funcionando al revés.

Se miran obnubilados y, pese a estar completamente quietos, ambos sienten como sus células adquieren un frenesí desconocido; como si de alguna misteriosa manera sus cuerpos crearan un hervidero de sensaciones positivas. Una especie de primorosa combustión química que se provocan el uno al otro por el solo hecho de estar cerca. Una bellísima manifestación sensorial que con nadie más podrían crear. ¿Qué era ello? Ninguno lo sabe, porque ambos nunca lo han vivido. Para los dos era algo completamente novedoso y tan inverosímil como desconcertante...

Impulsados por una fuerza magnética, gravitacional inclusive, quieren acercar todavía más sus rostros. ¿Por qué y para qué? Porque tanto él como ella tienen sed, pero una que no precisaba agua. Era sed de los labios, lenguas y manos del otro. Sus almas están gritando atracción mientras vuelan sobre la nebulosa invisible que los conecta.

¿Qué demonios les está pasando a ambos? ¡Esto no puede ser! ¡Es ridículo!

Pero la seguridad que desprende él, la manera en que habla, la forma en que la mira... Todo la hace sentir atraída con una fuerza que no puede explicarse. Era la primera vez que le pasaba. Hacia Naruto sintió algo platónico y pueril, algo que palidecía en comparación a lo de ahora. Jamás llegó a compartir un momento así de íntimo, ni a sentir la extraña ansia de conocer a otra persona como Sasuke lo estaba haciendo. Lo que ahora cruzaba su piel era algo tan intenso que la hacía arder. Está sumamente nerviosa, pero esta vez no por miedo sino por algo muy diferente. La timidez rebrotaba de una manera que pensó que ya había superado. Siente su cuerpo efervescente, bullendo. ¿Son las hormonas? ¿Es la ignición química que generan juntos? ¿Es la combustión de feromonas que producen ambos cuerpos cuando están juntos?

Estruja su vestido entre los dedos, provocando arrugas que después deberá planchar, aunque, en este preciso momento, es lo que menos le importa. Mira su boca y siente un extraño apetito. ¡Estaba claramente enferma! Bajó su cabeza, tratando de controlar la alteración de su respiración. Su primo había muerto a manos de él, la mayoría de sus familiares también, y ella estaba pensando en cosas tan injuriosas contra ellos. Tendría que repetirse que ese Uchiha asesinó a Neji una y otra vez hasta el cansancio. Sólo así se salvaría de cometer un error que ofendería horriblemente a todos sus parientes. Pero, maldita sea, no puede dejar de mirarlo. No puede anular la conexión que siente a su lado...

Él siente exactamente lo mismo: tampoco puede dejar de mirarla. Y también necesita recordarse que ella es la heredera del clan que mató a su familia. Que besarla sería un sacrilegio hacia las memorias de sus seres queridos. Pero, aunque lo intenta con ahínco, no puede despegarle la mirada. ¿Qué demonios le ha hecho esa chica durante su convalecencia? Le genera ternura observarla, inexplicablemente hasta le dan ganas de resarcir sus pecados cuidándola. También le dan ganas de tomarle la mano, de acariciar su rostro y darle un fogoso beso que provoque en sus lenguas un místico nirvana. De hecho, podría hacerlo fácilmente. Es una simple esclava. Incluso podría poseerla a la fuerza, ya que, sin duda alguna, una virgen es una gran tentación. Nada podría impedir que le arrebatara su pureza, salvo su mermado estado actual. Sin embargo, ahora la respetaba; allí radicaba la enorme diferencia. Ahora ya no quiere vengarse. No quiere hacerla sufrir. Empero, tiene muy claro que esa chica es peligrosa. Tentadora. A largo plazo esa mujer puede llevarlo a la perdición, sacarlo de su único objetivo en la vida. Era una influencia muy peligrosa, una que puede llevarlo incluso hacia la piedad. Una buena influencia que, en su caso, significaba una mala.

Tiene que deshacerse de ella, alejarla definitivamente. Y es entonces que toma una decisión radical. Una que será lo mejor para ambos, pues ninguno puede hacer como si nada hubiera sucedido. A pesar de la química generada durante estos últimos días, demasiado dolor había corrido entre ambos.

Uchiha, haciendo un esfuerzo destinado a cortar la complicidad, se puso de pie y se giró para darle la espalda. Hinata lo mira, confundida. La conexión mágica comienza a desaparecer y, aunque no puede ver su expresión, de alguna manera es capaz de sentir tristeza en Sasuke. ¿En qué estaría pensando él?

El guerrero de tantas batallas, dando pasos acordes a su condición actual, fue hacia el gran arcón metálico esquinado a un lado de la cama. El mismo cumplía la misma función que una caja fuerte actual. Llevó una mano al bolsillo, sacó el manojo de llaves, encajó una en la cerradura, la hizo girar y entonces la tapa cedió. Metió su diestra y extrajo una bolsa de duro cuero que, en la abertura, tenía una corta cuerda que hacía la labor de cierre. Echó muchas monedas allí. Muchísimas, de hecho. Sin cerrar la bolsa, Uchiha caminó hacia Hinata y se la entregó. Ella bajó su cabeza y su quijada quiso tocar el suelo instantáneamente al comprobar su contenido.

—Esto... esto es muchísimo oro... —musitó casi sin voz. Sus párpados estaban completamente abiertos mirando el reluciente enjambre de monedas áureas.

—Ya no hay razón para que estés aquí —aseveró con voz impersonal—. El único motivo era para cumplir mi venganza, pero he dejado atrás mi odio hacia ti, así que no tiene ningún sentido que sigas bajo este techo —guardó silencio para recibir la consiguiente contestación.

Ella quedó enmudecida por el asombro y su rostro languideció. Guardó silencio durante un largo trecho de tiempo.

—Qué... ¿Qué quieres decir? —preguntó cuando pudo reaccionar.

—Ya no eres una esclava, Hinata. Eres libre. Puedes largarte ahora mismo.

—¿E-es en serio?

—Así es —se molestó en reafirmar nuevamente lo que no necesitaba ninguna confirmación, dado que antes lo había explicado de forma muy clara.

Hyuga, impactada, poseída por un asombro que la engullía completamente, no pudo conjugar verbos, sustantivos ni adjetivos. Sus labios sufrieron un calambre de silencio. Finalmente, logró recordar que su lengua sí podía formar palabras coherentes.

—P-pero... ¿por qué? ¿Por qué me das la libertad?

Sasuke guardó silencio, como si él mismo dudara la respuesta o se debatiera entre decir una mentira y una verdad. Pensó en decirle que era una mujer inútil, que cocinaba pésimo y que le daban demasiado asco sus tartamudeos. Sin embargo, algo en su redimido corazón le dijo que si iba a hacer una buena acción, tenía que hacerla bien.

—Prácticamente lo único que he hecho en toda mi vida es causar dolor, matar y torturar —suspiró muy profundo. Se dio una pausa para que su voz mantuviera la firmeza impersonal, aunque de todos modos fluctuó hacia la tristeza—. Por una vez en mi vida, por una sola, quiero hacer lo correcto.

—Sa-Sasuke... —musitó inundada de compasión. La conmovió el dolor que había en esa voz. Él trató de camuflarlo, pero simplemente no pudo. Hinata lo sintió de forma clara. Tal como ella misma lo dijo, la voz también podía ser la expresión más pura del alma. Seguramente le dio la espalda para que no viera sus expresiones, para que no escrutara su alma, pero su voz logró delatarlo igualmente.

De pronto, esa espalda que tiene enfrente se le vuelve un muro infranqueable. Ella también se pone de pie y la diferencia de alturas quedó muy clara nuevamente. Una vez más siente su dolor como si fuera el suyo propio. Tiembla, se estremece, vibra por la emoción que la hace suya de pies a cabeza. Sus retinas se humedecen porque sabe que ha vuelto a tocar su corazón. ¿Lo habrían hecho sus cuidados? ¿Lo habría hecho su música? ¿Lo habrían hecho las profundas conversaciones que sostuvieron esta semana?

Muy a su pesar tiene ganas de abrazarlo, de rodear su cintura con sus manos y dejar descansar su cabeza en esa fornida espalda, apegarle su oído e intentar escuchar los latidos de su corazón por el lado contrario a donde siempre se hacía. Está tan efervescente de emociones incomprensibles que no sabe si podrá contenerlas. Se hace un gran y conmovedor silencio. Sin embargo, se ve en la obligación de contener sus verdaderos deseos y finalmente nada hace. Así debe ser.

—Sasuke... mil gracias. Mil millones de gracias... yo no sé como agradecértelo, p-pero yo no tengo adonde ir. No tengo a nadie en el mundo... ¿qué voy a hacer sola?

—Yo tuve que sobrevivir completamente solo desde los seis años. Si yo lo hice siendo apenas un niño, tú podrás siendo una adulta llena de dinero. Con la cantidad de oro que tienes en tus manos puedes radicarte en cualquier país y mantenerte por tu cuenta durante años.

Hinata bajó su cabeza, sin poder creer que estuviera media apesadumbrada. Le estaba dando la libertad, lo que tanto ansiaba, y no estaba del todo feliz. Por alguna razón difícil de entender, lo que menos sentía en este momento eran ganas de irse...

—P-pero no puedo irme sola con esta cantidad de oro encima. Y-yo no conozco esta nación... pueden asaltarme o esclavizarme de nuevo. Me podrían capturar de nuevo. Y-yo ni siquiera sé cabalgar... —dijo muy avergonzada; por lo mismo el rojo acudió para colorear sus mejillas nuevamente.

—Está bien, yo mismo te llevaré al puerto. Precisamente hoy, a las ocho de la tarde, sale un barco con dirección hacia el continente al otro lado del mar. Puedes partir instalándote allí.

—P-pero... estás muy débil todavía para ir a la ciudad.

—Manejar un carruaje no significa ningún esfuerzo para mí.

Silencio total. Absoluto. Abismal.

El pelinegro tuvo ganas de mirarla directamente a sus perlas albinas. A causa de esto, se dio vuelta dispuesto a enlazar sus luceros con los de ella. No obstante, la fémina direccionaba su mirada hacia el suelo. Parecía confundida, cosa que Uchiha no podía entender. ¿Le estaba dando la libertad y no estaba siquiera contenta?

—Eres libre, Hinata. Deberías estar feliz y no veo ninguna alegría en tu cara.

—Yo... yo sí estoy feliz... —respondió atreviéndose a mirarlo directamente—, pero no me esperaba esto. Y-yo no tengo a nadie en el mundo, por lo que me quedaré sola. Sakura es mi única amiga y sé que jamás la volveré a ver...

—Ya harás nuevas amigas —desdeñó él—. Quedar libre es el pago que te corresponde por salvarme la vida. No quiero deudas pendientes contigo —aclaró endureciendo su talante.

—Pero yo quería ayudarte... y estando lejos no podré hacerlo...

—Yo nada necesito de ti. Pronto comenzará mi sangrienta guerra personal contra Danzo y sus hombres, así que ayúdate a ti misma y piensa en tu propio bienestar. Esa tremenda empatía que tienes lo único que hará es traerte desgracias.

Ella bajó su cabeza sin poder creer lo que le sucedía. Era inverosímil. Le estaba dando la libertad y estaba más preocupada que contenta. Su máximo deseo era ser libre, pero la felicidad no fluía como esperaba. ¿Por qué? ¿Por qué las emociones tienen que ser tan impredecibles? De hecho sentía una especie de vacío en su corazón, una incertidumbre golpeadora. ¿Por qué ninguna sonrisa aflora en sus labios? No tiene ningún sentido. ¡Ninguno! Debería estar celebrando a viva voz que consiguió su libertad y que ya nunca más vería a ese pelinegro podrido en maldad.

Tampoco quiere dejar a Sakura, pero la verdad más profunda es que no quiere dejarlo a él. Siente que todo lo avanzado quedará inconcluso. Presiente que sin ella, Sasuke nunca podrá cambiar su oscuro camino, que seguirá haciéndole daño a un sinfín de gente inocente, pues sanar sus heridas era lo que necesitaba para que pudiese derrotar al odio que cargaba su psique.

¿O era por qué le preocupa él más que todo lo anterior? ¿O el agradecimiento por la libertad otorgada la motivaba a querer seguir a su lado?

—¿No me deseas ver nunca más? —preguntó ella con un pesar que no quiso disimular. Pese a que él no le estaba demostrando odio, parecía querer deshacerse de ella a cualquier costo.

—Nunca más —confirmó de inmediato—. Aunque no quiera, tus ojos me provocan mucho rencor. Últimamente he podido vértelos de otro modo, pero, no importa cuánto tiempo pase, me seguirán recordando a los asesinos de mi familia y reflotará mi feroz odio por ti. Ahora tengo una gran lucidez, pero a decir verdad no sé si la mantenga en el tiempo. Yo soy alguien desequilibrado mentalmente. Tengo ataques de sadismo e ira que me cuesta mucho controlar. Vete por tu propio bien —exhaló la voz de un consejo.

Hinata perdió el habla, aunque sus profundos suspiros hablaron por ella. Un agobiador desasosiego se apropió de su ser y la ansiada libertad no consiguió aminorar tal sentir.

Uchiha la miró de arriba a abajo, verificándole un semblante taciturno. ¿Por qué le inquieta verla en ese estado? ¿Por qué lamenta que esté así? De alguna manera le afecta como si ese padecimiento le perteneciera también.

¿Por qué diablos?

Mientras tanto, por esta única vez, Hinata quisiera acariciar la mejilla de Sasuke, tal como él lo hizo con la suya cuando despejó sus lágrimas. Sus ojos albinos se humedecen e intenta pensar en la hermosura de la libertad para aplacar la tristeza que siente. Sin embargo, las ganas de llorar aumentan y no sabe por qué. Son tan inconcebibles las cosas, tan contradictorio todo...

—En la habitación de Sakura hay valijas, tómalas y prepáralas con los vestidos que gustes. Puedes llevarte los que desees.

Un silencio se hizo.

—Mu-muchas gracias, Sasuke... infinitas gracias de verdad...

Los ojos de Hinata comenzaron a brillar por el líquido que se agolpó en ellos. Pronto un manantial de lágrimas se presentó, sin que supiera con certeza la emoción o el sentimiento que las provocaba. ¿Era felicidad, verdad? Sí, por supuesto que eso era. Tenía que ser eso. Trató de detener el incipiente lloro llevando las manos a su cara, pero lo único que consiguió fue mojarlas tanto como sus mejillas. Nada detendría la emoción incomprensible que estaba sintiendo.

Uchiha la mira, pero no la consuela. Quiere pensar que está llorando de felicidad, pues las mujeres son criaturas tan extrañas que lloran incluso por alegría. Aunque, algo en su fuero más íntimo, le dice que se equivoca en su presunción, que quizás ella está lamentando la separación tanto como lo está haciendo él...

Dos corazones destrozados sufren frente a frente. Dos corazones que estaban ansiosos por sanar sus heridas con la ayuda del otro. Hace sólo algunos minutos ambos órganos estimularon hermosos sentires que treparon hacia los ojos de sus dueños. Los dos quisieron abandonar sus pechos, dejar atrás sus cuerpos y enlazarse para vencer al dolor juntos. Sin embargo, ni Hinata ni Sasuke cederán ante la empatía. Atados al gran peso que sus apellidos conllevan, se dejan abrazar por la cruel tristeza que la vida les impuso.

Son el uno para el otro, pero no puede ser; ella es una Hyuga y él un Uchiha. Ella es un ángel y él un demonio. Y, por más que les duela, seres tan opuestos nunca deberían mezclarse.

Nunca.


Continuará.