Hola gente! Como siempre muchísimas gracias por cada uno de sus reviews, pues sin ustedes esta historia ya habría terminado. Este capítulo también me parece un gran final, de hecho me emocioné mucho escribiendo el último tercio (y más por culpa de la música triste que estaba escuchando). Agregaré que, cuando hace apenas unos meses empecé con el sasuhina, nunca pensé que me pudieran generar tanto feeling, pero me siento como pez en el agua escribiéndolos y ahora amo totalmente a la pareja. Ojalá que eso se note en sus lecturas ^^


Esclava Sexual, Capítulo Decimotercero


Por su naturaleza racional, el ser humano siempre tiende a buscar lógica a todo lo que sucede. No obstante, a veces las emociones son tan confusas que no se pueden definir. Precisamente eso es lo que está sucediendo con Hinata. Abatida en un mar de ambigüedad, sigue sin tener claro el motivo de que sus ojos abrieran la esclusa del llanto. Simplemente estalló una miríada de emociones divergentes que necesitaron escapar de sus retinas.

Uchiha la ve y se da cuenta del gran giro que ha dado su vida gracias a ella. Antes sólo estaría gozando su dolor, pero ahora incluso podía entenderla. Esa chica especial ha tocado su corazón y precisamente por tal razón es que le ha dado la libertad. Una chica tan noble merece rehacer su vida después de todo el dolor que ha padecido.

La conmovedora escena es cortada por un particular sonido que, repentinamente, se coló por la ventana ubicada cerca de la cama. Parecía un gorjeo, uno claramente reconocible como el de una paloma. Hyuga fue poseída por la sorpresa, mientras en Uchiha sucedió todo lo contrario. Esa pequeña presencia aviar había visitado muchas veces su casa, pues evidentemente se trataba de una paloma mensajera, la cual se posaba a canturrear primero en la ventana de su cuarto; de no encontrarlo allí, luego seguía con el de sus padres, después la cocina y finalmente pasaba directamente a la zona frontal del ala oeste. Sasuke avanzó hacia la ventana, abrió las persianas de madera, estiró su siniestra y el alado visitante desplazó sus ásperas patas por la mano hasta posársele en la muñeca. En la pata izquierda tenía un pequeño papel atado con un listón rojo. Las lágrimas de Hinata disminuyeron por la sorpresa mezclada con la curiosidad. En su extinto país los mensajes eran llevados en su gran mayoría por halcones por considerarlos más inteligentes y capaces. Sin embargo, también requerían más comida, lo que en tiempos de guerra no era tan fácil de conseguir. En cambio una paloma era perfecta por el poco alimento que requería y por pasar mucho más desapercibida que un halcón, quien podía ser tomado como un objetivo y atacado con flechas al aterrizar.

Sasuke desató tranquilamente el listón, desplegó la carta y leyó atentamente el mensaje.

Hace una semana no sé nada de ti, así que envié esta paloma esperando que no sea en vano. Estos días he andado ocupado en una fastidiosa misión que por suerte terminará hoy por la noche, así que, si no contestas, mañana estaré en tu mansión para comprobar personalmente tu estado.

Por cierto hace poco Danzo mandó a llamar a todas las Fuerzas Especiales bajo su mando, incluyendo a las que están en las colonias de los confines. Sin embargo, a la rebelión de las dos ciudades en la isla, hoy también se han sumado el par de urbes vecinas, así que tuvo que retractar la convocatoria. Por lo visto, los rebeldes quieren aprovechar que tuvimos muchas bajas en la última guerra y que nuestra milicia se ha debilitado. Además están corriendo rumores que desean tener a Naruto entre sus filas, si éste realmente sigue vivo. Calculo que las FE estarán batallando de dos a tres semanas, así que Danzo tendrá que pensarlo muy bien antes de atacarte porque la rebelión que parecía inocua puede transformarse en una verdadera guerra. De todas formas sé precavido, pues parece que ya quiere asestar el primer golpe. Haber querido convocar incluso a los élite de los confines no es algo normal. Yo también estaré alerta. Por último, estoy seguro que has matado a Naruto, pero igualmente dame noticias de ti y detalles del combate.

Él abrió un cajón de la arquimesa que servía como escritorio, sacó un papel, luego una pluma, la entintó y comenzó a escribir la respuesta. Hinata, ya casi con el silencioso lloro extinguido, lo miraba atentamente, sin animarse a comentar nada todavía. Tras varios segundos la curiosidad la venció.

—¿Es de tu amiga?

Sasuke no habló, pues no tenía caso responder algo de lo que ella ya sabía la respuesta.

Al recordarla, a la mente de Hinata arribaron las palabras que anteriormente ella le dedicó: «Yo no te entrenaría, pues Sasuke me mataría sólo por pensarlo». ¿Pero qué tal si él mismo la entrenaba y preparaba para ser una guerrera? Ahora parecía respetarla, por lo que la posibilidad de que la aceptase como discípula no era remota. Quizás aquel era el motivo preciso, la excusa perfecta, para mantenerse al lado de Uchiha y seguir ayudándolo con su dolor. Fue entonces que, al tiempo que apagaba definitivamente sus lágrimas, se decidió a formular la decisiva pregunta:

—Sasuke... ¿tú podrías entrenarme para ser una guerrera como tu amiga?

Su izquierda se congeló instantáneamente. Interesado por la pregunta, embocó la pluma en el tintero y, girando un poco la silla, se volteó a verla.

—¿Estás dispuesta a matar?

Silencio. Hinata recibió el golpe del cuestionamiento. Con esa sola pregunta destruyó rápidamente todas sus expectativas.

—Sabes que yo nunca cometería la inmoralidad de matar a alguien. Va contra mis principios.

—Si no estás dispuesta a matar no puedes ser un guerrero. Para un soldado matar es algo inevitable —sentenció de manera concluyente. Enseguida agregó—. Créeme: tu primo Neji asesinó a muchísimos durante la guerra. ¿Lo consideras un hombre ruin?

La joven bajó su cabeza, entristecida.

—No lo considero un ruin. Neji era alguien noble.

—¿Pensarán igual todas las mujeres que quedaron viudas y todos los hijos que quedaron sin padre por culpa de tu primo? ¿Pensarán que Neji era alguien noble?

La boca de ella dibujó un amargo gesto. Esa fue su única respuesta.

—Lo que debes entender es que para un guerrero matar es ineludible. No es condenable ni un pecado, pues es un destino que aceptamos desde el mismo momento en que nos convertimos en un soldado: a matar al enemigo o a morir en sus manos. Esa es la diferencia entre un militar y un civil. Una civil como tú puede darse el lujo de seguir sus convicciones pacifistas, pero nosotros siempre debemos estar preparados para matar o morir en batalla. Y asesinar, de por sí, no nos hace aborrecibles, ¿o crees que tu primo o Naruto eran detestables?

—No..., pero ellos no eran despiadados.

—Efectivamente: hay guerreros mucho más nobles que otros; que no dañan civiles, que no torturan o que son piadosos, pero todos, sin excepción, tienen que estar dispuestos a matar a un igual, a matar a otro militar. Si no estás dispuesta, entonces nunca podrás ser una guerrera —sentenció claramente. Y dando por finalizado el tema, se giró para seguir escribiendo su mensaje.

—Entiendo... —musitó la decepción que la acorraló. Se había ilusionado con la idea de ser una soldado, puesto que además le daría un sentido a su actual vida carente de uno. De todas formas quiso seguir profundizando el tema, por lo que lo continuó con la siguiente pregunta—. Y si estuviera dispuesta a matar... ¿tú me entrenarías?

—No —fue la rápida y tajante respuesta, sin siquiera voltearse a mirarla.

—¿Por qué a tu amiga sí y a mí no? —insistió.

—Ella desde niña fue entrenada; ya tenía una base muy sólida cuando la conocí. Contigo, en cambio, partiría desde cero. Sería perder mi tiempo, pues para ser un guerrero necesitas años de práctica. Y muchos años más siendo mujer.

—P-pero yo provengo de un clan guerrero —habría dicho «soy una Hyuga», mas sabía que su apellido enardecía a Uchiha, por lo cual prefirió no mencionarlo directamente—, así que debo tener talento natural. Tú mismo me dijiste que tu familia aceptó nuestro compromiso porque de nosotros... —súbitamente detuvo sus palabras al sentir como la vergüenza la atacaba, volviendo su rostro ruboroso.

—Continúa —exigió sin dignarse a mirarla todavía, aunque su quieta pluma seguía sin escribir.

—P-porque de nosotros... porque de nosotros saldrían hijos muy fuertes —alzó sus manos frente a la cara y comenzó a juguetear nerviosamente con sus índices. Otro gesto de timidez que creía sepultado, pero que frente a Sasuke volvió a desenterrarse.

Del hábil militar no salió ninguna palabra; quedó pensando en lo recién dicho. ¿Tendría ella talento natural para el combate? ¿Realmente saldrían hijos fuertes si la preñara?

—¿Por qué quieres ser una guerrera? —dijo cuando ahuyentó los cuestionamientos que surgieron en un mente, al tiempo que volvía a encajarle la mirada—. No tiene sentido que una persona tan bondadosa como tú quiera serlo.

—Gra-gracias por pensar eso de mí... pero ahora que soy libre necesito darle un sentido a mi vida, una meta, y ahora no tengo ninguna... —dijo tristemente. Un par de segundos después observó como la paloma empezaba a caminar por el cuarto, explorándolo.

—Ya le brindarás algún sentido distinto, porque ser guerrera no te conviene. Eres demasiado amable para ser una. Además tus pechos son un gran atributo como hembra —dijo mirándoselos con toda naturalidad, a lo que ella respondió sonrojando hasta el último dedo de sus pies—, pero para combatir sólo te serían una molestia.

—P-pues tu amiga no es que sea plana precisamente —argumentó en su propia defensa —. T-también tiene lo suyo.

—Pero tus pechos son incomparables. —Las palabras de él sonaron más a un halago que a una crítica, por lo que Hinata hubiese querido airearse usando una mano como si fuera un abanico, pero habría sido muy evidente que él le provocaba cosas, así que se contuvo. —Además tienes un cuerpo demasiado femenino, demasiado frágil; no es apto para la dureza que implican los combates.

Hinata espiró el sabor de la derrota.

—Eso mismo me dijo ella...

—Es obvio —no demoró un segundo en apoyar a su aliada—. Resalta a la vista que tu cuerpo no está hecho para pelear.

—Pero yo sí tengo fuerza —intentó defenderse.

Sasuke profundizó su mirada a la vez que volvía más ceñudas sus facciones.

—¿Cuanto es el máximo peso que has levantado? —preguntó demandante.

—N-no sé... unos quince kilos, supongo... —recordó las pocas veces que cargó canastos con frutas hacia la cocina de su hogar.

La cara de Uchiha fue muy fácil de interpretar para Hinata. Por lo mismo, una gran dosis de vergüenza le recorrió el espinazo.

—A ver, aprieta los músculos del brazo derecho.

De súbito, Hinata quiso que en la tierra se abriera un agujero y la engullera completamente. Necesitó dar un suspiro renovador de voluntad; luego, aunque no fuese necesario, se arremangó la corta manga de su vestido e hizo lo que debía. Contrajó el brazo con todas sus fuerzas, pero su esfuerzo apenas logró que su bíceps formara un miserable montículo de un milímetro.

—Tienes menos músculos que un gatito desnutrido.

Hinata se puso aún más roja de lo que ya estaba.

—Pero puedo mejorar mi fuerza. Y mi agilidad es mejor de la que crees.

—No tiene caso —rechazó enseguida—. Cásate, cría hijos, lava platos y ropa, trapea el piso y aprende a cocinar bien. Ese es el verdadero deber de toda mujer.

El labio inferior de ella se encarnó hacia fuera, dándole el aspecto de un tierno puchero infantil. Sasuke prefirió desviar su mirada y brindarle la espalda antes que conmoverse. O peor aún, ser tentado a besar esa boca de niña y convertirla en la de una mujer.

—Me gustaría poder elegir mi propio destino, tal como lo hizo tu amiga.

—Puedes hacerlo, pero no cuentes conmigo para entrenarte. Yo no desperdiciaré mi tiempo —respondió incluso más cortante que antes.

Hinata bajó su cabeza tristemente, pues el deseo de ser una guerrera era lo que necesitaba para darle un sentido a su vida. Pasaron algunos segundos y justo cuando Sasuke tomó la pluma del tintero, ella recordó algo muy importante que podría servirle ahora.

—Cuando era niño a Naruto le dijeron muchas veces que nunca sería un buen guerrero... —Uchiha, muy sorprendido, soltó la pluma y se volteó a verla otra vez—, que no tenía talento y que sería un fracasado, pero él respondía que el único fracaso era no seguir intentándolo. Que lo único que diferencia al éxito de la derrota es la perseverancia. Que un ganador es sólo un perdedor orgulloso que nunca se rindió en alcanzar su meta.

Lo dicho fue un claro punto a favor de Hinata, puesto que Uchiha no respondió al instante como venía haciéndolo hasta ahora. Era curioso que con el rubio se hubieran enfrentado muchas veces y que ni siquiera tuviese conocimiento de un detalle como ese. Efectivamente, ambos supieron nada de las historias de vida del otro. Nunca se conocieron realmente.

—¿Poniendo a Naruto de ejemplo quieres decir que tú también podrías ser una gran guerrera?

—Sí —respondió con toda la seguridad que fue capaz de invocar. Tenía que demostrarle tal cualidad o él nunca se lo pensaría. Nunca le daría una oportunidad —Ahora confío más en mí, confío en que tengo talento. Si me entrenaras no te decepcionaría, Sasuke. Daría todo de mí para ser una buena guerrera.

—¿Incluso matar? —presionó su punto débil.

El semblante de ella se volvió titubeante. Hinata no sabía si realmente sería capaz de hacerlo, pero si quería ser entrenada tenía que darle una respuesta que lo dejara conforme.

—Si es para defenderme, sí podría matar.

Uchiha entrecerró sus ojos, no muy convencido.

—Ser un guerrero es un modo de vida muy duro, uno que sólo los fuertes se pueden permitir. Derramarás tu sangre y sudor a montones. Requiere un sacrificio descomunal y un esfuerzo que dudo mucho que alguien del sexo débil sea capaz de soportar. Sólo dos mujeres en toda la historia fueron la excepción y consiguieron lo prácticamente imposible. ¿De verdad crees que tú podrías ser la tercera?

—Sí —fue la sólida y rápida respuesta. Hinata se vio más segura que nunca, cosa que no dejó de sorprender a su interlocutor.

Si antes Sasuke se sentía atraído por ella, aquel sentir se acababa de triplicar. No podía asimilar la evolución que había tenido la fémina que tenía en frente. De temblar como un ratón asustado a creer que podía ser toda una guerrera. Esa determinación mezclada con su inocente ternura terminaría por volverlo un adicto a ella. Ahora podía ver con una gran lucidez lo especial, lo increíble, lo encantadora que era esa chica angelical que está frente a su vista. Por lo mismo, se alegraba más que nunca de haberle dado la libertad o podría caer en su inocente red de seducción del que ni ella misma se daba cuenta. Si Hinata seguía en su casa por más tiempo terminaría sintiendo algo profundo hacia ella. Y le era inconcebible que algo así pudiera suceder con una maldita Hyuga, ¡una blasfemia contra todos sus familiares! Además, no puede caer en eso justamente ahora; no cuando necesita estar completamente centrado en su última misión de venganza. Tiene que ser un demonio para poder vencer a otros demonios; unos que son incluso más despiadados que él.

—Eres demasiado emocional y amable para ser un soldado. Recién estabas llorando a mares, ¿crees que un guerrero cae en llanto a cada rato como tú lo haces? —espetó agravando su voz y facciones.

—Y-yo puedo mejorar eso. Ser más dura —hasta para ella su afirmación fue difícil de creer, pero tenía que decirlo.

—Aunque quisiera hacerlo, aunque realmente tuvieses talento, no podría entrenarte. No hay suficiente tiempo, pues pronto atacaré a Danzo antes que él dé el primer golpe.

—Entiendo...

A pesar de sus últimas palabras, Sasuke igualmente quedó meditando el asunto. La esgrima tomaba mucho tiempo perfeccionarla, pero para ser un buen arquero el tiempo requerido era mucho menor, pues, a diferencia del combate con espadas, para tirar flechas no era necesario ni mucha fuerza ni mucha agilidad, bastaba con tener una buena puntería y determinación. Si Hinata tenía talento, necesitarían sólo dos o tres meses intensivos para que fuera una arquera destacada. Aunque no sería una guerrera de tomo y lomo, pues con arco y flecha sólo serviría en batallas campales. En un combate individual sería fulminada en un santiamén. De todas formas sonaba tentador entrenarla en esa faceta, mas lo descartó finalmente. Danzo comenzaba a acechar, de modo que debía deshacerse de ella lo antes posible. Así, se volteó y reanudó la escritura de su mensaje. Entretanto, la paloma, posada en una esquina, había terminado su exploración y ahora se acicalaba las alas. Estaba claro que estaba muy bien entrenada, puesto que se estaba comportando mejor que muchos niños.

—Si quieres tocar otra melodía, adelante —dijo él de improviso, pues le gustaría mucho escucharla por última vez.

Ella salió de su triste abstracción para responder lo siguiente:

—¿Pu-puedo tocar el piano?

—Hazlo.

—Muchas gracias.

La melodía comenzó y Sasuke dejó el mensaje de lado para mirarla. Estaba sentada en el taburete del piano dándole la espalda, pero, aún así, fue embelesado por ella y su hermoso réquiem. Tocaba mucho mejor que su propia madre. Hinata realmente tenía un talento musical impresionante; sus dedos parecían poseídos. Varios minutos después terminó la epifanía que, nuevamente, los hizo atravesar por disonantes emociones de felicidad y tristeza.

—Tocas mucho mejor que mi madre —dijo él con cierto pesar por tener que admitirlo.

Hinata abrió los ojos, sintiéndose infinitamente agradecida por el comentario. Sabía que debió ser difícil decirle algo así, pues, para muchas cosas de la vida, la madre siempre es invencible.

—Y-yo no creo que sea así... —dijo completamente avergonzada—, pero muchísimas gracias —se emocionó tanto que sus ojos resplandecieron.

—Pero mi madre cocinaba muchísimo mejor que tú —le recordó su punto más débil. No podía dar una buena sin una mala; el intercambio debía ser equitativo o, si existía el más allá, su progenitora nunca se lo perdonaría.

—Ay —chilló avergonzada y más roja que el mismísimo color rojo—, yo voy a tratar de ser mejor cocinera. Pondré todo mi empeño en serlo. V-voy a ser la mejor —dijo para motivarse.

—Demasiado tarde, en todo caso —dijo él, recordándole la separación.

Hinata suspiró tristeza. Lo único que deseaba era quedarse. Sasuke parecía tan distinto ahora, como si hubiera renacido. Y efectivamente así era, puesto que para renacer primero hay que morir. Experiencia que Sasuke tuvo por incontables segundos.

El soldado decidió continuar escribiendo su mensaje o el apasionado murmullo celular que Hinata le provocaba se reanudaría nuevamente. Esta vez fue el turno de ella para observarlo atentamente al tiempo que se preguntaba muchas cosas respecto a él, tanto de su pasado como lo que podría haber sido y no fue. Todo por la desgraciada culpa de Danzo Shimura. De repente, la paloma interrumpió sus pensamientos, se le acercó a los pies y, de igual manera a como vio hacerlo a Sasuke, Hyuga le ofreció la mano. La pequeña ave se acomodó directamente en su muñeca mientras recibía gustosa las caricias con que la humana la premió.

Cuando Sasuke terminó de redactar su mensaje, esperó que se secara la tinta y buscó a la paloma. Internamente le causó gracia verla en la mano de Hinata; ella sonreía a la vez que le daba caricias. Cuando el escrito se secó, enrolló el papel, se acercó a la fémina y ató el mensaje con el listón rojo a la pata de la alada mensajera. Era curioso, pero aquella era la primera labor en equipo que un Uchiha y una Hyuga realizaban.

—Envíala por la ventana.

—Bu-bueno —respondió ella, aproximándose a la misma. Estiró su brazo y la simpática ave emprendió el vuelo de retorno hacia su dueña guerrera.

—Vamos —anunció él, al tiempo que comenzaba a apagar las velas con soplidos—. Tienes que arreglar tus cosas.

Ella asintió con un gesto. Su vista se posó en su herido pecho y quiso ofrecerle ayuda.

—¿Te pongo un parche en tu cataplasma?

—Lo haré yo mismo dentro de un rato.

A lo dicho, Hinata evitó que su mirada descendiera todavía más. Sasuke estaba a pecho descubierto y, aunque estuviera herido, sus abdominales seguían igual de atrayentes. La fornida piel desnuda del guerrero la ponía más nerviosa de la cuenta. Eran las malditas y juveniles hormonas.

Antes de apagar la última vela, Uchiha le ofreció el brazo, lo que ella tomó sin reticencias. Sin novedades, avanzaron a través del negro pasadizo y, tras el lento caminar, vislumbraron la zona de antorchas prendidas que iluminaba las pinturas, el equipo bélico en la paredes y la puerta de salida del ala este.

—Ve y arregla tus cosas. Cuando llegue la hora de partir, iré por ti y te llevaré al puerto. ¿Todo claro?

—Sí.

Cuando Hinata se separó de su brazo, él le entregó la bolsa de oro que antes tomó en su diestra. Ella inició su caminar hacia la puerta que la sacaría del ala este, pero antes de abrirla tuvo el irrefrenable impulso de mirar a Sasuke una vez más. Cruzaron miradas y entonces la fémina tuvo claridad respecto a algo: ahora que los ojos de él no se ocultaban tras esa máscara de agresividad mezclada con frialdad, derramaban un tinte sumamente triste. Y sus deducciones le decían que ese era su tono real. Pesarosa, reflexionó que no era algo extraño tomando en cuenta el dolor que cargaba por dentro desde la infancia. ¿Cómo se podía soportar un sufrimiento así durante prácticamente toda la vida? A ella la quemaba haber perdido a su familia siendo una mujer adulta y desde hacía apenas unas semanas. Él, en cambio, había tenido que soportar lo insoportable desde los seis años. Recuerda sus lágrimas que el orgullo no consiguió reprimir, recuerda su dolor cuando le confesó su historia de vida y se conmueve todavía más. En el fondo, que le guste Sasuke no es una locura tan grande. Acepta que él tenía razones de peso para vengarse. No era la forma, no era el modo de hacer justicia, pero, aunque quisiera mucho a su familia, tenía que aceptar que cometieron un error irreparable. Matar a otro clan con una trampa tan aborrecible, querer matar a sólo un niño, era algo inexcusable. ¿Qué tan diferente pudo ser Sasuke si algo así nunca hubiera pasado? ¿Qué habría pasado si los Hyuga se hubieran aliado con los Uchiha en ese momento? Los dos clanes unidos tenían muchas posibilidades de haber derrotado a Danzo y a todo su ejército. ¿Por qué su padre tomó la decisión de atacar en masa a los Uchiha y de matar incluso a un niño inocente?

Dando un suspiro se giró para abrir la puerta, pero, antes de hacerlo, dos voraces pensamientos la asaltaron:

«¿Por qué, papá? ¿Por qué te equivocaste tanto?»

Con incipientes lágrimas en sus ojos, preguntó como si él estuviera en frente. Pero lo único que había era una puerta inerte que nunca podría darle la verdadera respuesta. No sólo había matado al padre de Neji y a todo un clan, también mandó a matar a un niño. Tal como sucedía con Hanabi, tampoco sabía que ocurrió con su padre durante el asalto final, pero, a la luz de los hechos, el cariño que le tenía se iba esfumando como los colores lo hacen en la oscuridad...

Abrió la puerta y la cerró tras de sí. Permaneció inmóvil un rato hasta que las ganas de llorar desaparecieran del todo. Luego, tras avanzar por el negro pasadizo conector, llegó a la puerta prohibida; dio un gran suspiro con gusto a tristeza y la abrió. Al hacerlo su vista encontró algo que la sorprendió: Leónidas estaba dándole un abrazo perruno a Sakura, mientras le lengüeteaba las manos. Evidentemente Leo estaba mucho mejor que antes. Y al parecer se había encariñado mucho con su cuidadora, pues, lamer afectuosamente, los perros solían hacerlo únicamente con alguien a quien quisieran mucho. Hasta su aspecto feroz parecía haberse distendido hasta convertirse en el de un tierno cachorro. De todas formas, Hinata temió un poco, pues ella sólo lo había cuidado los últimos días mientras dormía, de modo que la afección hacia ella podía ser muy distinta. Después de todo era un perro guardián que, tal como Sasuke se lo advirtió cuando llegó por primera vez, se la comería viva si daba un paso fuera de la mansión. Entretanto Sakura parecía tan encantada, tan alegre que le tomó tiempo darse cuenta que Hinata estaba con actitud temerosa en en el umbral. Cuando por fin se percató, abrió la boca como si fuera a devorar un inmenso trozo de carne.

—¿Hinata? —su gran asombro necesitó cerciorarse de que realmente era ella —. Por dios, ¡yo pensé que estabas durmiendo en tu cuarto! ¿Te atreviste a explorar el ala este?

Ella, como si el can que veía le hubiera quitado la voz, lo indicó estirando sus labios.

—Tranquila, Leo no te hará nada —dijo mientras le acariciaba una oreja—. Está mejor, pero apenas puede caminar; te aseguro que lo que menos quiere es atacar a alguien.

Hinata asintió, todavía algo temerosa. Avanzó unos pasos y la de cabello rosado vio la bolsa grisácea que llevaba encima, sorprendiéndose al punto que sus esmeraldas quisieron dar un paseo fuera de sus órbitas.

—¿Qué llevas en tus manos? —la idea de que se había robado algo fue lo primero que vino a su mente, aunque rápidamente la descartó, dado que Hinata nunca haría algo así.

—Es... es oro. Sasuke me ha dado la libertad... —musitó sin mayor expresión vocal o facial.

—¿¡Qué!? —chilló un grito muy agudo.

—Me ha dejado libre, Sakura...

La esclava pelirrosa permaneció impactada tanto tiempo que su mente probablemente visitó otra dimensión durante ese lapso. Cuando su conciencia se despertó lo suficiente como para regresar, parpadeó rápidamente un par de veces.

—¿Atravesaste la puerta y en vez de castigarte te dio la libertad? —Hecha la pregunta, su mandíbula inferior parecía ansiar el suelo como meta.

—S-sí...

El cerebro de Haruno tardó un poco en procesar la información recibida; cuando asesinó al asombro exclamó muy emocionada:

—¡Eso es grandioso, Hinata! ¡Yo sabía que Sasuke tenía bondad escondida! ¡Lo sabía! ¿Pero por qué tienes esa cara deprimida? —preguntó al verle ese rostro incomprensible—. ¡Deberías estar saltando de alegría!

—Lo sé —aceptó lo dicho por su compañera—, pero a las ocho de la tarde me iré muy lejos en un barco.

—¿Hoy?

—Sí... —dio un profundo respiro antes de continuar hablando— soy libre, pero no tengo a nadie. Me iré a un país desconocido estando sola. Tú eres mi única amiga y te echaré mucho de menos.

—Oh, entiendo... —susurró como si le hubieran devorado la voz. Se dio una pausa para darle un flujo ordenado a sus pensamientos y entonces recobró su tono normal—. Supongo que yo me sentiría igual en tu lugar. Pero eres libre, Hinata. Qué envidia. Y parece que te ha dado un montón de oro —señaló al ver el tamaño de la bolsa. Sus labios se separaron para formar la penúltima vocal cuando se acercó para comprobar el brillante contenido—. Es increíble. ¿Qué le hiciste a Sasuke como para que tuviera un gesto así contigo? No lo entiendo...

—Yo tampoco lo comprendo... —concordó haciendo una mueca—. Y sé que debería estar muy feliz, pero sinceramente apenas lo estoy.

—Supongo que recién lo estás asimilando —intuyó que se trataba de eso—. Pero pronto estarás saltando alegría. Yo esa cantidad de oro no la tendré nunca en mi vida —el silencio hizo acto de presencia, puesto que Hinata estaba tan atiborrada de emociones contradictorias que incluso hablar se le estaba haciendo difícil. Sakura, mucho más animada que ella, le dio un abrazo congratulatorio que Hyuga correspondió como una autómata.

—¿Puedo sacar un par de maletas desde tu armario? —preguntó la de pelo oscuro cuando la muestra de afecto concluyó—. Tengo que preparar mis cosas.

—Claro; ¿quieres que te ayude a empacar? —se ofreció atentamente.

—Si no te molesta me gustaría estar unos minutos sola —respondió desangelada—, pero en un ratito te llamaré para que me acompañes.

—De acuerdo —dijo desconcertada ante la apagada voz de su amiga. ¿Qué le estaría pasando?

Cargando la valiosa bolsa de monedas, Hinata fue hacia el cuarto de Sakura. De su ropero eligió una maleta parda y otra de color negro; en la más clara guardó momentáneamente las cuantiosas monedas y luego se encaminó hacia su propia habitación. Una vez allí, suspiró pesar a la vez que iniciaba el proceso de echar mudas de ropa y sus objetos de higiene personal. Sasuke no le dijo cuanto tiempo duraba el viaje, pero supuso que atravesar el mar tomaría muchos días, de modo que ocupó hasta el último centímetro de la valija negra. Cuando concluyó su tarea se acercó a su cama, dejándose caer sobre ella como si hubiese llevado el peso del mundo encima de sus hombros. Al mismo tiempo que cerraba sus ojos, sintió mucha nostalgia. Estuvo poco más de una semana en este lugar, pero las emociones fueron tantas y tan potentes que le pareció haber estado un año entero o más inclusive.

Contra todo pronóstico, Sasuke le había otorgado la libertad y una cantidad impresionante de dinero. Horas antes no tenía nada y ahora estaba llena de riqueza. Fue gracias a su nobleza, a seguir sus principios, que consiguió cambiar su cruel destino y cesar sus penurias. Sin embargo, aunque no pudiese explicárselo ni comprenderlo, no estaba contenta. Divagó por varios minutos, deprimida pero intentando animarse al mismo tiempo, hasta que, agotada de su sentir, decidió llamar a su amiga. Pero antes de hacerlo, comenzó a separar el oro hasta dividirlo en dos cantidades similares. Una mitad la envolvió en una cobija para evitar que hiciera ruido en la maleta y así delatar su presencia. La otra mitad la puso cuidadosamente sobre una extendida frazada. Cuando finalizó su labor, caminó de regreso por el pasadizo y Sakura la acompañó hacia su cuarto, el cual muy pronto dejaría de serlo. Una vez en éste, Hinata le dijo sin preámbulos.

—La mitad es para ti, Sakura.

La aludida parpadeó con sus esmeraldas oculares bien abiertas.

—¿Pero qué dices? —dijo tras varios segundos—. Ese oro es tuyo; te lo dio Sasuke.

—Precisamente porque es mío quiero darte la mitad. Te lo mereces por haber sido tan buena conmigo.

Haruno sintió claramente como se humedecían sus ojos. No entendía como Hinata podía ser tan noble. Ella dudaba que hubiese tenido el mismo gesto. Seguramente le habría dado varias monedas, pues avarienta no era, pero darle la mitad de ese tesoro era ser demasiado generosa.

—Lo siento, pero no puedo aceptarlo —rechazó cuando derrotó a la emocionada sorpresa—. Yo nunca te ayudé para recibir algo a cambio—. Hinata iba a replicar, pero Haruno continuó hablando antes de que lo hiciera—. Además, si no fuera por ti créeme que yo también estaría muy decaída. Aunque no te hayas dado cuenta, tú también me has dado muchos ánimos. El solo hecho de conversar o saber que no estoy sola me ha ayudado más de lo que te imaginas—. A pesar de que no era necesario, llevó una mano a su cabello para reacomodar su cintillo—. Yo perdí a mis padres por culpa de la guerra y, aunque trato de hacerme la fuerte, también estoy sufriendo por dentro. Si no fuera por ti todo habría sido más difícil, Hinata. La ayuda ha sido recíproca, créeme.

—Sakura...

Por primera vez, la de cabello oscuro vio como unas cuantas lágrimas escapaban del rostro de su amiga de ojos verdes. Ella también llevaba un dolor grande por dentro, mismo que había aguantado estoicamente. Quizá fuera de esas personas que se consolaban ayudando a otras, pero ahora que venía la separación le sería más difícil mantenerse firme. Como fuera, esta vez Hinata se encargó de brindarle solaz dándole un apretado abrazo relleno de cariño. Sakura correspondió el gesto con la misma intensidad.

—Perdona, creo que llegará mi regla. Esa mierda me pone más sensible —explicó la pelirrosa.

—Perdóname tú, porque tengo que insistir. Toma la mitad del oro, por favor. Te lo mereces.

—Es una fortuna que no puedo aceptar —movió su cabeza de lado a lado para darle todavía más énfasis a su respuesta—. La necesitas más que yo, Hinata. Tú eres libre y yo no; a una esclava no le sirve de nada tener esa cantidad de dinero.

—Si Sasuke me ha dejado libre, seguramente también lo hará contigo.

—Si es así, ¿también me daría oro para subsistir, no? Además, aunque me dé la libertad yo no pienso moverme de su lado.

Hyuga cintiló sorpresa.

—¿En serio te gusta?

—Sí —confirmó de inmediato—. Y ahora que te ha dejado en libertad me gusta mucho más.

La heredera no pudo hacer menos que abrir su boca con asombro. Luego la cerró, porque, de no hacerlo, diría algo poco adecuado. A cambio, decidió proseguir el tema monetario.

—Por favor —se centró en lo que debía—, si no quieres aceptar la mitad por lo menos acepta la tercera parte. Si no lo haces no podré irme tranquila, pues siempre sentiré que tengo una deuda pendiente contigo.

Haruno bajó su cabeza; luego la alzó. Era una oferta muy tentadora, pero, por más que Hinata insistiera, consideró pertinente rechazar esa cantidad inmerecida. Era algo excesivo, casi propio de una usura.

—La tercera parte sigue siendo demasiado. Te aceptaré tres monedas como máximo, aunque sigo pensando que es innecesario, Hinata.

—Tres monedas es como dar nada. Es demasiado poco para todo lo que te mereces.

Sakura le puso las manos en los hombros.

—Tú necesitarás ese dinero mucho más que yo.

—Me sentiría mucho mejor si aceptaras más.

—Y yo me sentiría mucho mejor sin recibir nada, así que estamos a mano.

Ante la total convicción que mostraban las esmeraldas de su amiga, Hinata no tuvo más remedio que ceder.

—Está bien; aceptaré tu decisión, pero sigo pensando que te mereces mucho más.

Sakura sonrió espontáneamente, muy conmovida.

—Gracias por pensar eso —le tembló la voz por causa de la emoción.

Hinata le entregó cinco monedas y Sakura las aceptó, aunque todavía a regañadientes. Entonces se dio una pausa en que ambas intercambiaron sentimientos a través de la profundidad de sus miradas. Haruno en ese instante no lo sabía, pero su compañera ya había decidido obsequiarle la mitad sí o sí, de modo que en un momento de descuido iría al cuarto de la pelirrosa y ocultaría el preciado oro entre sus sábanas. De esa forma, ella lo encontraría cuando se acostara y en la noche ya no podría devolvérselo.

—Me da pena verte así de triste, Hinata —tras guardar las monedas en su bolsillo, comentó inquieta—. No te preocupes que yo estaré bien y sé que tú también lo estarás. Vas a ver que harás muchas amigas por donde quiera que vayas.

—¿T-te puedo hacer una confidencia?

—Por supuesto.

—Como te imaginarás, me da amargura irme porque nunca más te veré y empezaré desde cero en un país totalmente desconocido, pero también se debe a Sasuke. Yo quería ayudarlo para que dejara el odio atrás.

—Pero ya iniciaste ese camino, Hinata. Es evidente que ahora es una persona mejor gracias a ti. Y yo me voy a esmerar para concluir lo que tú empezaste —dijo animada.

«Pero era yo quien deseaba terminar lo que empecé», se dijo Hinata a sí misma con pesar. Luego de asentirle a su amiga, siguió expresando verbalmente sus temores.

—¿Sabes?, siento el peso del futuro aplastándome, cayendo sobre mis hombros. Este mundo es muy peligroso para una mujer sola.

—Lo sé, Hinata. Pero entre ser esclava y ser libre también hay un mundo de diferencia. No hay atributo más importante que ser libre, ya que siéndolo puedes conseguir todo lo demás: seguridad, felicidad, amor. La libertad es el valor trascendental que permite todo el resto. Además tienes una fortuna entre tus manos, así que puedes contratar algún soldado como guardaespaldas o esclavos para que te cuiden. Sé que no te gusta la esclavitud, pero tú puedes darles la libertad y estoy segura que te serán muy leales.

Pese a esas palabras, Hinata vistió su rostro con claros retazos de desdicha.

—Sé que el dinero arregla muchos problemas, pero no soluciona que te voy a extrañar mucho, Sakura. Y debo admitir que incluso al canalla de Sasuke lo echaré un poquito de menos —se atrevió a decir la verdad, aunque mermando su dosis, pues lo cierto era que lo extrañaría más de lo recomendable—. Además, nosotras en poquísimo tiempo nos hicimos muy buenas amigas y no siempre se congenia así con alguien. Te agradezco todo lo que has hecho por mí. Nunca te olvidaré.

—Yo tampoco te voy a olvidar. Y no digas más porque me harás llorar...

Las despedidas solían ser muy tristes y ambas chicas lo estaban verificando plenamente.

—Sakura... perdona que insista, pero muchas gracias por todo. Por ayudarme, por apoyarme, por estar siempre consolándome. —La tristeza se deslizó por sus mejillas.

La aludida bajó su verdosa mirada unos segundos. Luego la alzó y le dio un gran abrazo.

—Fue un placer ayudarte, Hinata. Y espero que puedas perdonarme por haberte tocado de forma íntima... —rememoró lo inolvidable.

—Ay, no me lo recuerdes; menos mal que Sasuke no nos obligó a nada más. No quiero volver a vivir algo así nunca más en la vida. M-me gustan los hombres y así será por siempre —dijo ella, por fin con su voz animándose un poco.

—Créeme, estoy totalmente de acuerdo contigo —consintió Sakura, sonriendo.

—Hablando de eso... cuida mucho de Sasuke. Él necesita mucho apoyo para volver a ser quien fue.

—No te preocupes por nada, Hinata: yo lo haré cambiar porque voy a conquistarlo. Y quien sabe, tal vez hasta pueda convertirme en su esposa.

Hinata abrió su boca con pasmo total, pues hablar de matrimonio a dos semanas de conocerlo sólo podía significar una cosa.

—¿De verdad te gusta tanto?

—Creo que sí, Hinata. Pienso en él muchísimo, de una manera tan anormal que me asusta hasta a mí.

Como respuesta a esas palabras, los caprichos de su mente crearon la imagen de Sakura besándose apasionadamente con Sasuke; luego apareció una cama ocupada por ambos y entonces el corazón se le apretó, aunque tal sensación decidió atribuirla a su imaginación. O quizá efectivamente sí sucedió, ya que una especie de incomodidad rara seguía oprimiendo su pecho.

—Como ya es tarde para tomar desayuno —dijo Sakura, sin notar nada extraño en su amiga—, voy a preparar el almuerzo, ¿qué se te antoja?

—Preferiría no comer nada —contestó al volver en sí—. Voy a viajar en barco, así que me da miedo marearme y terminar vomitando hasta el alma. Como nuestro país no tenía mar nunca navegué.

—Yo tampoco he viajado de esa forma. Seguramente te será toda una experiencia. ¿Pero estás segura que no quieres comer nada?

—Muy segura.

—Bueno, entonces te haré un jugo de frutas por lo menos. Hay que engullirlas pronto o terminarán pudriéndose.

—Te ayudaré a exprimirlas.

Mientras caminaban por el pasillo, Hinata se obligó a desterrar cualquier sentimiento hacia Sasuke de raíz, puesto que no tenía ningún sentido. Él, a partir de las ocho de la tarde, sólo sería un recuerdo en su vida. Seguramente Sakura lo haría feliz...

Así, las mejores amigas llegaron a la cocina, mientras la emoción se apropiaba de ellas por ser esta la última vez que se verían.


A las seis menos veinte, Sasuke apareció por la puerta divisoria de la mansión. Pronto fue visto por ambas chicas, quienes no pudieron evitar abrir los ojos, ya que por primera vez lo veían sin ropa negra o de colores oscuros. Ahora llevaba un elegante traje estival de color blanco, más apropiado para ir hacia un lujoso matrimonio que para un puerto. Lo había elegido para eclipsar la palidez actual de su rostro, pues sus habituales trajes oscuros causarían lo contrario al disimulo. La tenida le quedaba de tal modo que insinuaba sus músculos, pero sin definirlos claramente, dejando así espacio a la siempre sugerente imaginación. La elegancia que desprendía ahora, hacía resaltar todavía más lo atractivo que era. Tanto así que Sakura tuvo que apretar la boca para no terminar salivando, mientras Hinata, por inercia, no pudo evitar darle una mirada de arriba a abajo, cosa que sólo había hecho con Naruto. Habitualmente Sasuke no parecía preocupado por su aspecto físico, pues sus tenidas no eran nada de otro mundo y su desordenado cabello siempre imitaba el salvajismo de su dueño, pero esta vez parecía todo un Adonis. No era a propósito en todo caso, dado que, estando cerca de iniciar su guerra privada, a Uchiha lo que menos le interesaba era llamar la atención de las mujeres. El problema es que el único traje blanco que tenía era precisamente ese tan refinado.

A diferencia de lo que sucedía con las chicas, que guapas había a montones y por doquier, hombres apuestos como Sasuke eran pocos. Por ello, Haruno aprovechó de deleitar su vista sin vergüenzas de por medio. Le asombró lo vigorosa de su estampa, pese a que poco tiempo atrás estuvo a punto de morir. Se dijo que, sin duda alguna, el cuerpo de ese hombre era digno de ser estudiado como un prodigio de la naturaleza. Hinata, mientras tanto, bajó su cabeza tímidamente cuando se dio cuenta que lo estaba mirando más de la cuenta.

—Llegó la hora —le dijo a Hyuga sin preámbulos.

Al verlo, Leónidas intentó levantarse para saludarlo, pero el guerrero, con una señal de su mano, le indicó que no lo hiciera. Fue él quien se acercó al can y le brindó caricias tanto en la cabeza como en el lomo. Luego buscó con la mirada sus espadas preferidas y, al verlas a un lado de la chimenea, caminó hacia ellas, las tomó y se las ajustó al cinto.

Ante su guapo acompañante, Hinata se sintió disminuida. Para su viaje había elegido un vestido que, aunque no entraba en la categoría de feo, no era nada llamativo, pues lo que menos quería era atraer la atención de los hombres. El vestido que realmente hubiese deseado usar era demasiado delgado y marcaba sus pezones, haciéndolos resaltar de una manera vulgar. Quizá el problema se hubiera evitado con un brasier, pero, por algún motivo, ni el armario de Sakura ni el suyo tenían ninguno. Por tal razón había elegido un vestido más grueso y menos favorable, tanto a la vista como para capear el calor.

—Traeré mi equipaje —anunció Hinata al tiempo que se ponía de pie para ir por él.

Una vez que su compañera se perdió por el pasillo, Sakura decidió halagar al guerrero.

—Se ve muy guapo, amo.

En primer lugar él chistó su disgusto; un segundo después respondió: —Hinata se va, así que no tengo humor para tolerar superficialidades —utilizó su voz más cortante mientras le clavaba fieramente los ojos.

Ella agachó su cabeza al captar su error. En realidad no era el momento para mencionar aquello.

—Lo siento; a veces soy muy impulsiva —se excusó, afligida—. No era mi intención molestarlo.

Uchiha ni siquiera contestó. Pronto Hinata volvió desde su habitación con las maletas parda y negra. La más clara se encargaba de llevar la mitad del oro original, pues la otra mitad ya la había dejado en la cama de su gran amiga sin que ésta se diera cuenta. Sasuke, sin decirle nada, le arrebató las maletas como si ambas tuvieran el peso de una pluma. Una le pareció más ligera de la cuenta, pero supuso que la chica había repartido el peso del oro entre ambas valijas. Hinata, al ver la soltura con que él tomaba las maletas, se sintió como un colibrí ante un águila. A pesar de su debilidad actual, Uchiha seguía siendo mucho más fuerte que ella.

La viajera se despidió de Leo, acariciándolo sin nada de miedo esta vez. El perro enterneció su mirada, quizá sabiendo o presintiendo que ella también lo había cuidado. Después ambas chicas se dieron un tremendo abrazo, uno relleno de preciosos sentires. Haruno le acarició la espalda con ternura. Hyuga hizo lo mismo con ella.

—Cuídate mucho, Hinata. Sé que a partir de ahora te irá muy bien. Te mereces lo mejor.

—Gracias, Sakura. Cuídate mucho, por favor.

Tras lo dicho, la que se iba derramó algunas lágrimas y Haruno una sola. La emoción se apropió de ellas durante un lapso que duró poco, pero que lo significó todo.

Mirando por las persianas abiertas, Uchiha escrutó los alrededores. Ahora que no contaba con sus perros guardianes para alertar sobre cualquier peligro, tenía que estar más atento. Gracias a la información dada por su aliada, dudaba mucho que Danzo fuera a atacarlo dentro de poco, pero de todas formas nunca estaba de más ser precavido; aquello era algo que había aprendido desde la mismísima infancia. Cuando comprobó que no existía ningún riesgo, entonces llamó a Hinata. Ella, entristecida por dejar atrás a su única amiga, atravesó la puerta con quien le devolvía la libertad.

Fueron al establo. Sasuke abrió el estante de herramientas, sacando dos escudos redondos y livianos; rodelas específicamente. Una gris para Hinata y otra negra para él. Dudaba mucho que las fueran a ocupar, pero tampoco sobraban.

—La probabilidad es muy baja, pero en caso de un ataque toma enseguida este escudo —indicó el gris levantándolo más que el otro—. Es liviano, así que no te será ningún problema cargarlo —le dijo mientras subía ambas rodelas al carromato.

—Muchas gracias por pensar en mí también —le dijo con emoción, pues perfectamente podría haber llevado un escudo sólo para él.

Luego Hinata intentó ir por los caballos para que Sasuke no se esforzara más de la cuenta, pero él obviamente rechazó la ayuda. Sacó a los dos alazanes escogidos, les puso el atalaje correspondiente y los conectó al carruaje. La fémina miró atentamente para aprender cuál era el mejor modo de hacerlo. Antes nunca había puesto atención a cosas así, pues era algo cotidiano y sin mayor importancia. No obstante, ahora tendría que sobrevivir sola y era bueno aprender de todo. Quería ser una mujer más instruida en todo lo que le fuera posible.

Sasuke echó las maletas encima del carruaje y Hinata subió por su cuenta, a la vez que alzaba su largo vestido para no tropezarse. Aunque en sus propias casas las mujeres podían usar vestidos más cortos por comodidad, en las urbes la norma era usar largos trajes que cubrieran hasta un poco más arriba de los tobillos. Mostrar más piel se consideraba indecente, vulgar y de mal gusto. Algo sólo digno de odiosas prostitutas o vulgares esclavas.

Avanzaron en silencio hasta que, tras apenas unos segundos, Hinata fue asombrada por cinco cruces de madera en el lugar donde habían muerto los perros de Uchiha. Seguramente las había hecho durante ese par de días en que ella ni siquiera salió de su habitación. Era otra señal más de cuanto amaba él a sus perros. Instantáneamente derivó su albina mirada hacia los lugares donde Neji y Lee habían muerto, un poco más allá. Como lo esperaba no había ninguna cruz en sus tumbas, pero, sin pensarlo dos veces, quiso bajar para despedirse de ellos.

—¿Puedo bajar allí? —indicó apuntando hacia el lugar deseado—. M-me gustaría despedirme de la tumba de mi primo.

—Hazlo —consintió sin demora. Llevó el carruaje a unos metros del lugar e hizo detener sus caballos.

Afirmándose en la portezuela, Hinata bajó. Sus ágiles pies se movieron por la tierra lisa y se detuvo en el improvisado aposento mortuorio. La tierra removida todavía no se confundía con la común dominante. En primer lugar miró hacia la que reconocía como la tumba de Lee, hizo una respetuosa reverencia y le dedicó algunas sentidas palabras mentales. Luego, miró hacia la tumba que más la acongojaba. Sin que le importara empolvarse, se arrodilló y musitó las siguientes palabras para su amado primo:

—No te fallaré, Neji. No lo haré. Diste tu vida por intentar salvarme y yo no te fallaré. Viviré por ti, saldré adelante por ti. Aunque esté sola, la vida no me vencerá porque tu recuerdo me inspirará. —Tocó la tierra con su diestra y luego hizo lo mismo con la izquierda, como si, al hacerlo con ambas manos, pudiera contactar el alma de su primo.

Uchiha la esperó pacientemente, sin apresurarla. Algunos pensamientos respecto a Neji afloraron en su mente, aunque sin ningún arrepentimiento de por medio. Su muerte él mismo se la había buscado. Hinata, mientras tanto, estuvo arrodillada por espacio de cinco o seis minutos, luego se levantó con la pesadumbre escrita en su mirada a través de lágrimas. Caminó hacia el carruaje y se subió con una idea fija en la mente.

—Sasuke... ¿t-te puedo pedir un último favor?

—Pídelo, pero no te aseguro que lo concederé.

—Aunque no lo creas, Neji y Lee eran grandes personas —dijo emocionada mientras las lágrimas escurrían—. Ellos se merecen un par de cruces también...

—Mis familiares también se las merecían... ¿crees que tu clan les hizo alguna? —contestó él mirándola fijamente, a la vez que los rencores salían a flote nuevamente.

Hinata bajó su cabeza a la vez que daba un suspiro muy triste. No quiso decir nada más; simplemente sus lágrimas se incrementaron.

—P-perdóname... sólo quería algo digno para ellos, pero respeto tu dolor tanto como el mío.

Uchiha echó a trotar los caballos y pronto llegaron al portal que anunciaba la entrada a sus terrenos. Cuando se disponía a abrirlo, fue Hinata quien se bajó rápidamente para hacerlo. Todo para ayudarlo en su delicada situación. De hecho, ni siquiera le dio el tiempo para reprocharla. Entonces no pudo contener su rabia y apretó los puños. Si tan sólo ella no fuera así, si tan sólo no fuera un ángel...

El carruaje traspasó el portal y Hinata cerró el último con presteza. Luego, subió al vehículo todavía con lágrimas en los ojos, pero intentando desviar la vista para no hacerlas notar.

Mientras proseguían el trayecto, Sasuke rumiaba la petición de Hinata sin poder evitarlo. Finalmente, tuvo ganas de maldecirse por lo siguiente que diría. Y efectivamente se echó unas cuantas maldiciones antes de hablar.

—Está bien, yo les haré unas cruces dignas —gruñó lo dicho.

Hinata abrió su boca y dirigió su mirada hacia él.

—¿De verdad?

—De verdad.

Las lágrimas de Hinata aumentaron su grosor, mas esta vez por un motivo distinto.

—M-muchas gracias.

—No tienes que darlas. Sólo no hables más del tema —concluyó él, apretando las mandíbulas.

En el resto del camino, Hinata se animó a preguntar muchas cosas sobre el viaje, el mar, los barcos, cómo era su futuro país y cosas destinadas a recabar información. Sasuke le respondía de forma escueta, precisando solamente lo necesario sin agregar detalles. Mentalmente, él parecía estar en alguna otra parte y no con ella. Era obvio su deseo de que la despedida fuera lo más fría posible.

A los cuarenta y dos minutos de iniciado el viaje, la joven recordó la inevitable cercanía que se había formado entre Sasuke y ella durante sus siete días de convalecencia. Encima de su regazo, enredó sus dedos como si fuera a realizar una plegaria, decidiéndose a indagar sobre algo que le quitaba el sosiego.

—Sasuke... ¿tú qué opinas de Sakura? —Su mirada bajó hacia sus manos entrelazadas, mientras los pulgares se movían como si tuvieran una batalla el uno contra el otro.

—¿Estás preocupada por ella? Si es así no lo hagas. Tras mi experiencia de muerte siento que estoy renaciendo, que mi verdadera personalidad resurge paulatinamente. No la lastimaré.

A Hinata la alegró escuchar eso y por eso distendió un poco la presión de sus manos.

—Si no la dañaste antes, sé que ahora menos —dicho esto, dio un pequeño suspiro antes de continuar hablando—, p-pero me gustaría saber qué piensas de ella...

—Es muy útil como ama de casa y sus conocimientos de medicina la hacen valiosa —nombró sus cualidades, aunque sin mostrar ningún entusiasmo al respecto.

—¿Y no podrías dejarla libre también?

—No —contestó enseguida—. Si quiere la libertad tendrá que ganársela. Además necesito a alguien que haga las labores domésticas.

—Me hubiese gustado que pudiera acompañarme. Viajar sola me pone triste... —dijo mientras su cuerpo se encogía en el asiento.

El guerrero privó a sus labios de una respuesta. Volvió a encajar su mirada en la lejanía y prefirió desdeñar el asunto. Estando a sólo días de iniciar su ataque contra Danzo, su pragmatismo debía brillar más que nunca.

Por el otro lado Hinata no quiso seguir insistiendo, dado que si lo hacía podría irritarlo. Y, sin evitarlo, se sumergió en contradictorios y enigmáticos pensamientos durante el resto del viaje.


Siendo poco más de las siete de la tarde, el sol no tardaría mucho en ser abordado por la timidez que lo obligaba a esconderse tras el horizonte. El carruaje por fin llegó a la enorme ciudad capital, circulando tranquilamente por las pavimentadas calles llenas de transeúntes y carros de todo tipo. Varios minutos después llegaron a la gigantesca bahía. Hinata había visto el vasto mar sólo una vez en la vida cuando era pequeña, puesto que, como ya lo mencionó antes, su nación no contaba con salida al océano. Mientras se adentraban más en su destino, la chica tuvo la impresión de que en el muelle había un hormiguero de seres humanos moviéndose de aquí para allá. Afluían comerciantes, mozos de carga, marineros, pescadores, pasajeros y turistas. Sobre el mar, anclados e ignorando las olas, yacían los numerosos navíos de diversas formas y tamaños: botes, lanchas, goletas, veleros, yates, carabelas y, dominando la costa como si fuera un ostentoso rey, el gran buque de pasajeros que la llevaría hacia su libertad. Evidentemente no se comparaba a los transatlánticos modernos, pero, para sus tiempos, era toda una proeza de la ingeniería marítima. Y tenía mejor suerte que el «Titanic» que vendría siglos después, pues «Jiren» ya había recorrido múltiples veces el mar sin ningún problema.

Sasuke detuvo el carruaje y lo aparcó muy cerca de la boletería, ya que en su condición actual era mejor ahorrarse pasos que malgastarlos. Hinata miraba asombrada la cantidad de gente que había. Pensó que la rada debía verse muy bonita durante la noche con las luces encendidas tanto en los barcos como en los faroles de la ciudad. Ante el gran tamaño de algunos buques, Hinata se preguntó cómo era posible que esos verdaderos edificios flotantes pudieran moverse sobre algo tan inconsistente como el agua. Tal hecho parecía desafiar a la lógica.

Uchiha se dispuso a tomar las dos maletas de su otrora esclava, pero Hinata, sabiendo que cualquier esfuerzo podía serle perjudicial, se le adelantó.

—Yo puedo llevarlas —apresuró sus labios.

—Pásamelas —la voz fue tan autoritaria que ella no quiso replicar. Ya no era una esclava, pero no dudó un segundo en obedecer.

Ambos bajaron del carruaje prácticamente al mismo tiempo; Hinata por el lado derecho y Sasuke por el contrario. Ella se le acercó y el guerrero le ofreció el brazo. Hyuga lo tomó rápidamente, pensando que esta sería la última vez que podría hacerlo. Le resultaba curioso que a Uchiha le gustara tanto aquello, pero a ella ya no le molestaba en nada hacerlo; otra señal de cuánto habían cambiado las cosas entre ellos.

Alargadas por el sol de la tarde, sus sombras se movían por un lado mientras el suave rumor del mar acariciaba dulcemente sus oídos. La vista femenina se volvió errante hacia el azulado horizonte marítimo, disfrutando el sinuoso paisaje de vívidas olas. Ciertamente el mar parecía tener vida propia.

Pronto una acera llena de puestos de comercio, tanto de concreto como al aire libre, les dio la bienvenida. Gritos de júbilo alabando a Sasuke surgieron espontáneamente. Cuando terminaron los mismos, una oferta lanzada a viva voz desde un amplio bazar interrumpió los pensamientos de ambos.

—¿Tiene que viajar lejos y dejar a su mujer sola? ¡No se preocupe por nada! ¡Aquí tiene los mejores cinturones de castidad del mundo! Completamente a prueba de profanaciones para proteger lo que le pertenece. Evítese infidelidades y asegure la vagina de su chica por un módico precio. Y no lo olvide: si compra el cinturón más caro obtendrá como regalo un lindo leoncito de peluche.

El avezado comerciante, sobre una gran lona de tela blanca posada encima de un mostrador, ofrecía cinco modelos diferentes de cinturones. Unos más gruesos y otros más delgados, que iban ordenados desde el más caro hasta el más barato respectivamente. Y le estaba yendo bien en su nuevo negocio, pues los más desconfiados compraban sus productos para evitarse los cuernos. Durante las ausencias, ya fuera por viajes de negocios o algún otro asunto, encarcelar las vaginas de las parejas en artilugios como esos aparecía como una buena solución. Curiosamente, ningún cinturón tenía alguna etiqueta que señalara su precio, pues el astuto hombre debía cobrar según cuán pudiente y solvente se viera el interesado.

Como la tienda quedaba justo en el camino a la boletería, Sasuke aprovecharía de hablarle al vendedor. Mientras tanto, Hinata, atemorizada por reconocerlo, se aferró más al brazo del guerrero más fuerte.

—Oye, tú, ¿no te basta con la tienda de esclavas para ganar dinero?

—Nunca es suficiente dinero, señor. Nunca —recitó Kakuzu su lema de vida, mientras sus ojos brillaban su infinita codicia—. Soy sólo un emprendedor que quiere expandir sus horizontes económicos —agregó.

Explicado esto, el avaricioso hombre echó una mirada a quien vendió como esclava. Nuevamente le extrañó que estuviera tomada del brazo de su amo. De no haber sido Sasuke Uchiha quien tenía en frente, habría preguntado más al respecto, pero tratar de entablar conversación con él era perder tiempo y palabras en vano.

Pronto Kakuzu quedó atrás y mientras avanzaban por el puerto, nuevamente Hinata volvió a sentir las miradas sobre ellos y a escuchar los cuchicheos femeninos que revoloteaban a su alrededor. Una vez más oyó comentarios preguntándose quién era ella. Si realmente el famoso y guapo guerrero se había emparejado con una extranjera. De hecho, Hinata se sintió incómoda con las miradas de clarísima envidia que le arrojaban la gran mayoría de chicas. Pero otras pocas, en cambio, hasta parecían alegrarse por ella y por Sasuke, pues en la vida a menudo solían haber dos caras de la moneda, tal como ahora estaba sucediendo.

De pronto, un joyero callejero los interceptó justo antes de dar los últimos ocho pasos necesarios para llegar a la casilla de pasajes. Miró un par de segundos los ojos de Hinata por lo llamativos que eran, aunque rápidamente quitó su inspección para no incomodarla. Lo que menos debía hacer un comerciante era molestar a sus clientes.

—¡Señor mío! Tengo joyas muy bonitas para su preciosa mujer —dijo mientras sostenía en sus manos collares, anillos y arcillos de diferentes tamaños y colores.

Hinata se sonrojó por el cumplido, mientras su acompañante rechazaba la oferta de manera impasible. Le causó sorpresa que Sasuke no negara que ella fuera su pareja, pues cuando algo molesta lo primero que se hace es aclararlo. Aunque unos segundos más tarde se dio cuenta de que ella tampoco hizo la negación correspondiente. La pareció un hecho muy extraño por parte de ambos.

Sin más contratiempos llegaron al punto de venta de los pasajes. Esperaron a un par de compradores que fueron rápidamente atendidos y, cuando llegó el turno del guerrero, el hombre de la boletería abrió de forma desproporcionada los ojos, como si no pudiera creer a quien tenía en frente. Realmente era Sasuke Uchiha en persona.

—Dame de inmediato un boleto de primera clase para esta dama. Viajará en el barco de hoy que atraviesa el mar —ordenó a su manera hosca.

—Se-señor —le tembló la voz, anticipando que las siguientes palabras no le gustarían en nada—, lamento informarle que todos los pasajes ya han sido vendidos. El barco «Jiren» está a completa capacidad, así que tendrá que esperar el que sale en una semana.

Cuando Hinata sintió una especie de alivio, comprendió, mejor que nunca, que realmente no deseaba irse sola. El destino le permitiría estar siete días más al lado del que fue su amo y quizás podría convencerlo de permitirle a Sakura viajar junto a ella.

Entretanto Sasuke no dijo absolutamente nada, pues no era necesario. Lo único que hizo fue endurecer su gesto facial e invocar su mirada más asesina. El hombre dentro de la taquilla no quiso disgustar por nada del mundo al guerrero más fuerte, así que apresurando sus labios lanzó lo siguiente:

—Pero tratándose de usted, estimado señor, por supuesto que podemos cancelar la reservación de algún otro pasajero. ¡Claro que sí!

Hinata, a duras penas, logró disimular su cara de decepción por lo dicho. Evidentemente Uchiha era un hombre que podía conseguir lo que quisiera y cuándo quisiera, ya fuese por temor, respeto o admiración.

Una vez que el vendedor anuló la última reservación, le entregó el billete de viaje al guerrero. Entonces hombre y mujer se dirigieron al muelle sin prisas. El cuarentón al mando del barco, un civil de rostro inteligente, mirada profunda y negra barba tupida, esperaba en el andén para recibir y saludar personalmente a sus pasajeros. Un gran detalle que pocos comandantes marítimos hacían.

—Buenas tardes, capitán —saludó Sasuke de una manera civilizada.

El hombre, muy sorprendido por quien tenía en frente, tardó unos cuantos segundos antes de responder.

—Buenas tardes, general Uchiha —respondió con sincero entusiasmo—. ¿Qué trae por estos lares a nuestro gran héroe?

—Esta chica —inició el motivo— viajará en su barco y está bajo mi completa protección; si alguien se atreve a tan siquiera rozarle un pelo pagará las terribles consecuencias conmigo. Que el contramaestre difunda la voz entre marineros y pasajeros.

Al instante, Hinata se sintió profundamente agradecida por el gran detalle.

—Así se hará, general —asintió de inmediato—. No le quepa ninguna duda que todos a bordo sabrán que esta dama es su protegida —concluyó con una respetuosa reverencia.

—M-muchas gracias, señor —Hinata se adelantó para agradecer en lugar de Uchiha, dado que, como era de suponer, él no daría aquello.

—De nada, señorita —respondió el aludido con una amable sonrisa. Su buen temperamento generaba confianza —. Por cierto, el barco partirá en media hora —aprovechó de recordarle.

Hinata flectó un poco las rodillas e hizo una reverencia con gran elegancia. Así, sin cruzar más palabras y aprovechando que todavía tenían treinta minutos disponibles, el guerrero y la heredera Hyuga caminaron varios pasos hacia la baranda que bordeaba el andén. Una vez allí, las maletas quedaron en el suelo y él abrió su brazo para que su acompañante se soltara. Ella, a través de sus antebrazos, recargó el peso de su cuerpo en el pretil. Rápidamente quiso agradecerle por todo lo hecho este último día.

—Sasuke... —el nombre surgió con un tono de anhelo—, muchas gracias por darme la libertad, por el dinero y por decir que soy tu protegida.

—Bah —desdeñó como si lo anterior fuera poca cosa—, tómalo como una compensación por todo lo que te hice sufrir. —Tras su respuesta, miró hacia el horizonte océanico.

Hinata lo imitó y luego comentó algo al respecto.

—Hacía muchos años que no veía el mar; sólo lo vi cuando viajé hasta aquí en mi infancia —dijo mientras su mente viajaba hacia aquellos años que ahora parecían tan lejanos—. Y es la primera vez que viajaré en un barco —agregó entre emocionada y temerosa.

—A mí no me gustan las naves —señaló destilando disgusto—. El ser humano nació para estar en tierra firme y no balanceándose como un ebrio. Te recomiendo que no te alejes mucho del baño de tu camarote, pues, como es tu primera vez navegando, quizá te marees y termines vomitando.

—Gra-gracias por el consejo —dijo ella con emoción. Jamás hubiese esperado que Uchiha tuviera un detalle así con ella, pero hasta ese punto habían cambiado las cosas realmente. Y eso, dentro de su desánimo, la alegró.

Hubo un momento de silencio. Hinata no sabía qué decir, de modo que sólo observó a su otrora amo, quien parecía perdido en sus propios pensamientos. Entonces nuevamente dio cuenta que sus ojos, cuando no se encorazaban bajo el muro de la frialdad, despedían un claro tinte de tristeza. Quizá lo siguiente que diría no tendría ningún interés, pero, queriendo romper el silencio, lo dijo igualmente:

—El mar es muy hermoso.

—Pero peligroso —puntualizó Uchiha, haciendo una rima sin intención.

«Entonces el mar es como tú», pensó Hinata sin poder evitarlo. Por un momento sus labios quisieron traicionarla y verbalizar tales palabras, pero cayeron bajo el influjo de la prohibición moral. Luego focalizó sus pensamientos para disipar el mutismo yacente.

—Me gusta como los rayos de sol reverberan sobre las olas. Es como si les diera más vida todavía —indicó un punto en el mar.

Uchiha privó a sus labios de toda palabra. Parecía reacio a hablar. Hinata sospechó que él deseaba que la despedida fuese fría, pero quizá también le estaba costando. Podría haberla subido de inmediato al barco y no lo hizo por alguna razón. Buscando algún tema sobre el cual conversar, llegó una pregunta importante.

—Después de que acabes con Danzo —lo dijo con seguridad, dado que no podía caber otro resultado; Sasuke derrotaría al malvado rey sí o sí—, ¿crees que nos volvamos a ver algún día?

—Será imposible porque ya estaré en el infierno.

Hinata dio un respingo. Al instante lo miró entre asombrada y preocupada.

—¿Por qué dices eso?

—Por nada que a ti te incumba —dicho esto, le dio una mirada profunda, penetrante y que la estremeció—. Es mejor que abordes tu barco de una vez.

Sasuke estaba evocando frialdad. No le fue difícil, puesto que para eso era experto. Sin embargo, Hinata no disponía de tal cualidad. Precisamente por tal razón sus ojos se humedecieron de nuevo. No quería dar otro lacrimoso espectáculo, se sentía ridículamente patética, pero ella era una chica sensible que, justamente por eso, no podía controlar la oleada de emociones que inundaba su corazón. De todas formas, a fuerza de voluntad, sus párpados formaron una prisión que contuvo la penosa emoción que ansiaba libertad.

—¿Cómo te controlas cuando quieres llorar? ¿Cómo se impiden las lágrimas? —preguntó mientras los dedos de sus pies se encogían contra las sandalias que calzaba.

Sasuke fue sorprendido con la pregunta. Sus ojos se encargaron de reflejar tal afección.

—¿Por qué preguntas eso?

—Porque ahora estoy a punto de llorar... pero no quiero hacerlo...

Él arrojó una confusión que se leyó perfectamente a través de sus ceñudas facciones.

—No entiendo por qué quieres llorar. Eres libre y no verás nunca más al demonio que te hizo sufrir. ¿Por qué quieres hacerlo? —preguntó sin entenderlo.

—Eso es lo más raro de todo... —respondió de forma lastimera—, no sé por qué quiero llorar. Es como si sencillamente necesitara hacerlo.

Las cuerdas vocales masculinas permanecieron quietas durante varios segundos. Luego se activaron nuevamente.

—Cada vez que pensaba en llorar me decía a mí mismo que la vida nunca me vería así de débil; que nunca me vencería.

—Llorar no te hace débil —replicó muy segura—. Sé que eres hombre, p-pero también tienes derecho a desahogar tu dolor, a sentirte vulnerable alguna vez. Yo creo que los hombres que lloran no son menos hombres sino más humanos.

Antes de responder, Sasuke aspiró oxígeno de manera más profunda.

—Algo parecido me dijo mi hermano.

—Y tenía mucha razón —reafirmó motivada—, pues también tienes sentimientos. Quizá reprimirlos hizo que tu maldad se acrecentara hasta que dominó tu ser.

«Y yo quisiera apoyarte a disminuirla...»

Los labios masculinos se curvaron un poco, formando lo antónimo a una sonrisa.

—Tal vez —dejó espacio a la duda. Prolongó un silencio y luego continuó—. Ahora que lo pienso, tú eres la única persona que me ha visto con lágrimas en los ojos. Era algo que no me sucedía desde la niñez; ni siquiera en soledad me lo permití.

Hinata sintió una ráfaga de amargura. ¿Cuánto dolor llevaba aguantando sin siquiera liberarlo a través del consuelo que todo ser humano debía tener, el de las lágrimas?

—¿Cómo has podido soportar tanto tiempo sin llorar?

—Por orgullo.

—Deberías hacerlo cuando estás a solas —aconsejó conmovida—. Te sentirás mejor. Aliviará un poco tu sufrimiento.

—Nunca más derramaré malditas lágrimas porque mi orgullo es más fuerte que mi dolor. Si no fuera así, hace mucho tiempo que me hubiera dejado matar.

Hinata incrementó todavía más su tristeza, misma que se expresó a través del líquido que abrumaba sus ojos.

—En cambio yo me lo paso llorando. Doy vergüenza.

—No la das —aseveró con total seguridad, a lo que Hinata abrió sus ojos de sorpresa.

—¿Por qué lo dices?

—No importa cuantas veces llores mientras sigas luchando ante la adversidad. Así que si quieres llorar, simplemente hazlo. Eres mujer y puedes llorar tranquila. Por lo menos una ventaja que tengan ustedes.

Hinata, motivada por sus palabras, no se contuvo más y soltó las lágrimas que intentaba contener. No era un llanto sino algo tenue que resplandecía una timidez que imitaba a su carácter.

Sí, definitivamente la despedida para ambos iba a ser más difícil de lo que pensaron. Uchiha deseaba que esto fuera sólo un trámite, algo sin importancia, pero, por alguna misteriosa razón, Hinata siempre lograba tocar su oscuro corazón. Por ello, no quiso ver su rostro directamente o le dolería. Decidió enviar su mirada hacia el escondrijo del horizonte, pues no debía ni quería consolarla. La despedida tenía que ser fría, gélida, nívea y todas las palabras similares posibles. Sin embargo, esa chica había cambiado su vida en tan solo catorce días. Hinata era muy especial; una mujer tan única que le propinaba la certeza de que podría vivir mil años y, aún así, nunca volvería a encontrar otra persona con tanta nobleza en su espíritu.

De pronto, una ráfaga de viento provocó que los largos cabellos de Hinata aletearan hacia el cuello de Sasuke, como si quisieran envolverlo y convertirse en una bufanda. Era curioso como su cabellera lo estaba tocando como ella jamás se atrevería a hacerlo.

—P-perdón —sus manos recogieron su pelo, mientras agradecía que el mismo sólo se elevara hasta su cuello y no hasta la cara. Habría sido incluso más irritante para él. Sin embargo, al contrario de lo que pensaba, a Sasuke no le molestó en lo absoluto. De hecho, le fue como una caricia capilar.

La mirada del militar se deslizó por aquellos tersos mechones oscuros con tintes lilas. No necesitaba el contacto impulsado por el viento para saber que la cabellera de Hinata era sumamente suave, lisa, aromática y refulgente. De hecho, brillaba tanto que los rayos del sol se esmeraban en formar una corona sobre ella. ¿O tal vez así fuera la auréola de un ángel en la Tierra?

De pronto, todo movimiento en ambos se detuvo completamente; incluso los ojos permanecieron con fijeza absoluta en el otro. La apasionada e indescriptible química que generaban juntos comenzaba a danzar en sus células otra vez. ¿Cómo era posible que ambos produjeran tanta magia sobre el otro después de lo sucedido? Resultaba completamente irracional para aquel que se guía siempre por la lógica, pero muy comprensible para quien conoce las locuras de las que era capaz el corazón. Era la piel que gritaba unión la que los inunda, el enlace espiritual que ansiaba materializar sus sentimientos a través del efluvio que manaba desde sus cuerpos como dulce miel.

Mirándose a sus ojos de contrario color, tan opuestos como sus seres lo eran, sintieron un llamado salvaje vibrando en sus almas, algo que les imploraba a ambos liberarse de todo atavío. Deshacer la moral, lo correcto, el respeto a los difuntos y simplemente ser.

Ser amor.

Ávido, Sasuke observa los labios de ella; tan brillantes como su corazón y tan deseables como el resto de su cuerpo. Eran labios perfectamente carnosos, de aquellos que incitan no solamente a besar sino también a morder. A devorar al otro.

Mientras tanto, un hormigueo se presentó en Hinata. No; se trataba de algo mucho más significativo: era una especie de ebullición celular gimiendo en su alma una multitud de deseos que le rogaban quedarse con él. Un clamor que aumentaba más el pesar de su contradicción. Su piel, erizada por la emoción, exhalaba impulsos naturales que le estaba costando mucho resistir. Cada centímetro de ella se estremecía en marejadas sucesivas, como si se inspirara en el mar que tenía a tan solo unos cuantos metros. Toda su fisiología parecía chisporrotear anhelantes descargas eléctricas.

Envueltos por la preciosura del naciente ocaso, ambos percibieron que el aire se volvía gélido en sus gargantas; que sólo el aliento del otro podría brindarles el calor que necesitaban. El llamado multisónico de sus latidos resuena más atractivo, más dominante y más arrebatador que nunca. Los ojos bruñían centelleantes, pues casi podían ver sus emociones como si éstas se corporeizaran en el aire. Lo etéreo, lo intangible, ellos lo estaban volviendo realidad. Algo maravilloso que sólo pueden atrapar dos almas destinadas a estar juntas.

Ninguno de los dos está sintiendo el peso que los ata al planeta; ni Hinata sus cincuenta kilos ni Sasuke los ochenta y tantos suyos. La sangre, la carne y los huesos se extinguieron de raíz, dado que ahora sólo sus emociones existían; ambos parecían estar flotando sobre ellas. Lo único que ansiaban sus almas era caer en el arte de perdonar y el de ser perdonado. Sí, porque es mucho más que deseo lo que quieren crear sus corazones. Muchísimo más.

Son sus luceros, albinos y negros, quienes se acarician y expresan las sublimes cosas que la boca no se atreve a decir. Sólo es necesario interpretar sus miradas para saber toda la inmensidad que se provocan el uno al otro. Si tan sólo la pasión y el respeto a sus familias pudieran fusionarse, todo habría sido distinto. Lamentablemente, cosas tan contrarias eran imposibles de amalgamar. Sin embargo, que sea un pecado no quita el deseo. Que sea una maldita blasfemia no aparta los incipientes sentimientos.

Hinata finalmente acepta la ignominiosa verdad: Sasuke era el fruto prohibido y ella ansiaba con toda su alma ser Eva. Era el impulso, el fuego primitivo del instinto, lo que provoca sensaciones que su conciencia debe impedir. La lucha de la razón contra el instinto. De lo correcto contra lo incorrecto. De lo moral contra lo inmoral. Del ser humano contra el animal interior. ¿Qué ganaría?

De pronto, la dulce chica sintió que su órgano circulatorio adquiría la misma consistencia que el agua; que se derretía por el fragor de una emoción demasiado intensa. Incluso más que una emoción, se trataba del nacimiento de un sentimiento que nunca antes experimentó. Los ecos en su corazón retumban impacientes para brindar y recibir precioso cariño, pero nuevamente tiene que vestir a su alma con el respeto que Neji y sus demás difuntos merecían.

Uchiha siente como su boca se hace agua por los deseos de probar esos vírgenes labios. Su cara se inclina un par de centímetros hacia ella, como si algo o alguien, quizá aquel ente llamado «atracción», estuviera empujando su nuca con todas sus fuerzas. Es muy distinto a los dos intentos de violación anteriores, en donde sólo quería castigarla; lastimar su cuerpo y alma por la venganza que tanto ansiaba. Ahora, en cambio, por sobre todas las cosas quiere hacerla... ¿feliz? ¿Pero qué diablos le estaba pasando? ¿Acaso se rebajaría a pensar tonterías tan «sentimentaloides»?

Ahora mismo había bajado la guardia, ahora mismo dejó de sospechar del mundo. En primer lugar nunca debió venir a la ciudad, pues si Danzo supiera su vulnerabilidad actual podría matarlo sin problemas, incluso usando tropas comunes. Esa mujer estaba anulando su raciocinio y eso era precisamente lo que debía evitar. No quería preocuparse por ella y su bienestar, no deseaba formar un vínculo que nunca más pudiera deshacer, no quería que su dolor también se volviera suyo. Además de todo lo anterior, estando a su lado Hinata siempre correría peligro. Tal como Neji y Lee atacaron a sus perros, sus enemigos en este país podrían atacarla a ella también. Y no quería tener nuevos puntos débiles. Ninguno.

Retrocede el rostro y desvía su mirada hacia el oceánico horizonte. Invoca gelidez, pero sus pulmones lo traicionan a través de un llamativo suspiro delator.

Hinata, hechizada, alucinada por sentir algo tan potente por primera vez, lamenta y maldice el destino. La magia que creaban juntos le hacía saber que eran el uno para el otro. ¿Qué habría pasado si se hubieran conocido desde niños; si se hubiesen mantenido como prometidos? Seguramente, en lo que a amar se refiere, habrían sido muy precoces, puesto que la química que sienten juntos es apabullante, intoxicante, adictiva. Era una sobredosis de sensaciones lo que manaba desde sus cuerpos al estar cerca. Aunque no lo quiera así, desea quedarse con Sasuke porque su dualidad cuerpo-alma se lo está exigiendo a gritos.

«Hazlo, Hinata. Quédate con él y ayúdalo a sanarse» le susurra su fuero interno, suplicando que hiciera lo que verdaderamente deseaba.

«No puedo traicionar a mis difuntos. No puedo traicionar a mi adorado primo» responde su otro lado.

Desde la nada, o quizá desde el todo, acudieron algunas lágrimas nuevamente. Así de contradictorio y complejo era lo que estaba sintiendo. La idea de quedarse dio tantas vueltas en su mente que terminó pudriéndose y la inacción fue todo lo remanente.

Uchiha se replegó como lo haría un oso polar en su guarida glacial. Su momentánea debilidad amativa tenía que trocarse en su habitual frialdad, puesto que así debía ser. Sin embargo, esa chica logra complicar sus intenciones. Así que, orientado por una ternura inaudita, y sabiendo que sería la última vez que la vería, no se prohíbe el tender ambas manos para contactar sus mejillas. Con una suavidad impropia, despejó sus lágrimas recordando las palabras de su hermano: «Si las despejas serás fuerte». Y, por más sentimental que sonara, así precisamente se sintió. Sí, consolarla lo hacía sentir más fuerte que matar a cien poderosos guerreros. ¡Qué tontería más vomitiva! Pero, lamentablemente, esa era la verdad en su interior.

La joven supo entonces porque se sentía tan atraída: él no era el mismo hombre que conoció por primera vez. Ahora sabía su historia, todo el horrible dolor que tuvo que padecer, sus razones de venganza. Se sentía atraída porque Sasuke ya no tenía la maldad de un volcán en erupción. Se sentía atraída porque, pese a ser una Hyuga, logró convertirse en alguien especial para él. Y ahora se sentía más atraída que nunca porque, dejando atrás la inmensidad de su odio, le había dado la libertad, dinero para mantenerse y, como si fuera poco, también se atrevía a brindarle consuelo...

—Dime, Hinata, ¿me tienes miedo todavía? —preguntó mientras seguía acariciando la piel de sus mejillas, esperando con supremas ansias la respuesta. Si recibía la que esperaba, entonces significaría que no todo en su vida estuvo errado. Que no todo en su vida fue una equivocación. Que, a pesar de todo el dolor, nacer en este mundo lleno de violencia y odio sí tuvo un sentido. Un sentido brindado por un ángel que, más que nadie en todo el planeta, se merecía lo mejor.

—No, Sasuke. Ya no te tengo miedo —se le quebró la voz en mil pedazos de emoción—. Nada de miedo —agregó completamente vencida por la descomunal afección.

Los ojos de tono azabache brillaron al ser invadidos por un tipo de satisfacción que nunca había sentido en toda su vida. Fue como si Hinata hubiese pincelado hermosos colores en la negrura de su alma.

—Me alegra saber que algo bueno hice en mi vida —dijo con una emotividad que no se preocupó de ocultar. Con ella no tenía por qué aparentar que era una roca sin sentimientos o un demonio sin corazón. Hinata lo motivaba a simplemente ser.

—Sasuke...

Nuevamente las alas de la conexión desplegándose; nuevamente las ganas de estar juntos, de conversar, de simplemente hacerse compañía y destruir la soledad que los consumía.

¿Por qué le dan ganas de acercarse a él para refugiarse en su pecho? ¿Qué pasaría si le dijera que se siente muy mal para viajar? ¿Si le dijera que tuvo un sueño premonitorio donde el barco se hundía? ¿Si fingiera un desmayo? Sabe muy bien que Sasuke no se lo creería, pero tiene tantas ganas de intentarlo...

Fue él quien se forzó a cortar el encantador lazo que unía sus espíritus, puesto que si lo dejaba continuar no la permitiría irse nunca. La esclavizaría de nuevo, pero esta vez no para torturarla sino para cuidarla...

—Buen viaje. Y suerte.

Las palabras, aunque repletas de pureza, llegaron al corazón femenino como una cuchillada envuelta en seda. Era porque, pese a la buena intención inscrita en ellas, significaban la tristeza de la separación.

—Muchas gracias...

Deshaciendo cualquier maldita prohibición, Sasuke juntó sus dedos índice y corazón para tocarle la frente suavemente, pues quería regalarle el mismo gesto que su hermano solía hacer. Sin embargo, a diferencia de Itachi, no pudo dedicarle ninguna sonrisa. Él no sonreía casi nunca y mucho menos ahora. Este momento le era tan triste que ni siquiera una falsa sonrisa podría esbozar.

Ella, ante su cálido gesto, incrementa sus lágrimas sin poder evitarlo. No quería dejarlo... ¡no quería!

—Hasta siempre, Hinata.

La fémina no responde nada. No es capaz de decir lo mismo porque le afecta de una forma que no puede explicarse. Después de todo, decir adiós siempre es triste. Las despedidas siempre lo son cuando alguien te importa de verdad. Y fuera correcto o incorrecto, él le importaba de verdad pese a todo lo que pasó...

Uchiha se voltea expresando corporalmente su resolución de siempre. Su caminar es firme a pesar de su lentitud. Sin embargo, a escasos pasos, el demonio en cuerpo de hombre siente unas ganas terribles de girar su cuello para mirarla por última vez. En esta ocasión, su grandiosa fuerza de voluntad tiene que hacer un esfuerzo supremo para rechazar las ganas de echar atrás su decisión, de volver por ella y arrebatarle la libertad para hacerla su prisionera eterna.

Esclavizarla de nuevo, ansiaba. Poseerla con amor y lujuria al mismo tiempo. Está a un tris de girarse, pero se resiste como un león a perder su melena. No debe mirar atrás sino hacia adelante, hacia lo realmente importante: castigar a Danzo Shimura.

Los vestigios líquidos que se desplazan por los albinos ojos, exhalan claramente la amargura que siente. Mientras lo ve alejarse quiere correr hacia él, tomarlo de la mano y decirle que le provoca cosas que son una afrenta hacia toda su familia, pero no para sí misma. Que es solamente la maldita moral lo que le impide decirle que quiere estar a su lado. Ni siquiera necesitaba algo romántico, sino simplemente ser una amiga que quiere ayudarlo de todo corazón. ¿Se ofendería también su familia si entablaba sólo una amistad? Para su gran tristeza sabe que la respuesta también sería afirmativa...

Finalmente, en completa pesadumbre tomó ambas maletas, giró naturalmente sobre sus talones y dio los pasos necesarios para abordar la cubierta del barco. El destino llamado libertad la estaba esperando para zarpar.

¿Qué pasaría si le dijera que quiere quedarse con él? ¿Si le dijera que incluso lo va a extrañar? ¿Que lo que realmente desea es seguir ayudándolo, sin importar que fuese como una amiga o como una mujer? Ni él ni Hinata lo sabrán nunca...

Lamentablemente ella no puede predecir el futuro; no puede saber de antemano cuál es la decisión correcta, pues la vida se divierte poniendo difíciles disyuntivas que le corresponde a cada uno resolver. En el fondo, todo se trata precisamente de eso: de tomar las decisiones correctas. Si pudiera ver el futuro sabría que volver con Sasuke era lo mejor para ambos. Si pudiera sabría que podrían haber forjado hermosa felicidad juntos. Si pudiera sabría que no es Sakura quien tiene la llave para salvar su alma y curarlo del dolor. Si pudiera sabría que, aun cuando Sasuke logre cumplir su venganza contra Danzo, jamás hallará paz. Que igualmente morirá pronto, por una causa o por otra, porque quiere descansar de las constantes pesadillas y del sufrimiento espantoso que lleva padeciendo desde la niñez.

Volteando a mirarlo por última vez, Hinata lo ve caminar hacia la lejanía que los va separando paulatinamente. Quisiera decirle tantas cosas, tantas, pero sólo una logra aflorar entre la descomunal amargura que carcome sus entrañas:

—Adiós, Sasuke... Hasta siempre...


¿Continuará?