¡Hola! Dejo un capítulo corto para mis estándares, pero siento que así queda perfecto. Ojalá les guste y les sorprenda ;D
Esclava Sexual, Capítulo Decimocuarto
—Adiós, Sasuke... Hasta siempre...
Apenas dichas esas palabras, tuvo la impresión que su corazón se comprimió tanto que adquirió el tamaño de una uva disecada. De hecho, si alguien le hubiera dicho que ser devorada lentamente por una jauría de lobos era más grato que decir adiós, se lo habría creído totalmente. Necesitó dar un profundo suspiro consolador; uno tan prolongado que fue evidente la hinchazón que provocó en su pecho durante ese lapso. A pesar de que Sasuke ya no lo estaba haciendo, todavía podía sentir sus dedos quitándole lágrimas, acariciando sus mejillas y el contorno de los ojos. No entiende como en tan poco tiempo ha sido capaz de formar una conexión tan grande con él. Es incomprensible e insano a la vez, pero así es. ¿Cómo puede acallar el dolor tan grande que está sintiendo? Sabe muy bien cuál es el remedio, pero no se atreve a cambiar el destino. No se atreve porque significaría fallarle a todos sus familiares; sería propinarle una terrible afrenta a todos ellos. Sin embargo, si no lo hace terminará convirtiéndose en una pariente de la amargura.
«No, Sasuke, ya no te tengo miedo. Nada de miedo»
Aquella respuesta, dicha hace tan poco, viene a su mente para remecerla. La ha hecho darse cuenta que ahora siente algo radicalmente distinto; algo que es todo lo contrario al miedo. Y, al pensarlo, las ansias de quedarse con él aumentan todavía más.
«Para ese entonces ya estaré en el infierno»
¿Qué más podían significar esas palabras sino las ganas de morir? Algo muy profundo en su mente le está avisando que, si se va ahora, Uchiha efectivamente morirá. Su corazón está lanzando tal predicción de una manera escandalosamente insistente, pues, cuando cumpla su venganza, su vida ya no tendrá ningún sentido. La meta que lo mantenía vivo se esfumaría, así que, ¿después qué? Anteriormente, la tristeza yacente en sus negros ojos le declararon algo que su empatía se encarga de descifrar ahora: Sasuke ha estado esperando desde siempre el momento para descansar del dolor y quizás también para no provocarlo más. ¿Se suicidaría, acaso? No; dudaba mucho que él fuera a hacer algo así. Sin embargo, ¿a qué se refiere su afirmación entonces? ¿Qué está planeando Sasuke para derrotar al dolor? Por más elucubraciones que haga en su cabeza, sólo él puede darle la verdadera respuesta. Sólo él puede aclarar la duda que la está carcomiendo por dentro.
El joven se le aleja cada vez más, empequeñeciéndose por su voluntad unida a la del horizonte. Pronto desaparecerá de su vista y se irá en el carruaje. No debería, mas le duele dejarlo. Por ello, los sentimientos intentan rebelarse contra la lógica. Corazón y mente se enfrascan en una fiera guerra el uno contra el otro.
—¡Ocho minutos para zarpar! —a unos cuantos metros de ella, el capitán recordó el tiempo remanente a través de un grito.
El duelo no puede prolongarse más; tiene que resolver el dilema ahora mismo o no volvería a ver a Sasuke. Es entonces que los sentimientos lanzan un último argumento. El que puede conseguir la victoria; el que quizá pueda cambiarlo todo.
«Yéndome ahora, viviré toda mi vida con la duda de que habría pasado si hubiese seguido lo que realmente quería hacer. En tres meses, en tres años, o puede que hasta en veinte, seguiré sintiendo que algo quedó inconcluso, que pude apoyarlo, pero que preferí refugiarme en lo correcto, esconderme tras una moral que ahora no quiero seguir. Mis familiares en el otro mundo lo entenderán y, si no lo hacen, entonces me encargaré de pedirles perdón cada día de mi vida. Pero tengo que ir por él porque es triste enfrentar a la vida sintiendo que algo quedó inacabado. Es triste vivir con arrepentimientos»
—P-perdóname, Neji. Perdónenme, familia. Perdóname también tú, Sakura.
Sus sentimientos deben ser más fuertes que su razón, porque si no fuera así entonces nada en su vida valdría la pena. Fueron sus sentimientos, no la razón, lo que le impidió matarlo cuando tuvo la oportunidad. Fueron sus sentimientos, no la razón, lo cual logró que él dejase atrás su maldad y que incluso le diera la libertad. Si ella consiguió lo que parecía imposible, ¿por qué no aspirar a regenerarlo todavía más? Deseaba seguir formando parte de la vida de Sasuke, de modo que, siguiendo el potente mandato de su corazón, soltó la maleta negra de ropa, la cual cayó instantáneamente sobre la cubierta. Al ver su acción un marino que estaba cerca le dijo algo, pero ella ni siquiera lo escuchó; se lanza a correr a todo lo que dan sus piernas. Al salir del puente portátil que une el buque al andén, cae de bruces por culpa de su veloz carrera entorpecida por el largo de su vestido. Las palmas que amortiguaron la caída se rasparon, pero ni siquiera le importó aquello o que el preocupado capitán intentara ayudarla. Incluso estuvo a punto de dejar la maleta con oro a un lado, mas logra recordarla a duras penas y la vuelve a tomar en su diestra. Rápidamente levantó el vestido con su mano desocupada y se lanzó a correr nuevamente.
Estando a pleno ras de suelo no puede ver a Sasuke; se ha perdido entre el tumulto de gente. Gritó su nombre sin siquiera pensarlo, exclamó a todo lo que daban sus pulmones. En nada le importa que la gente la quede mirando, lo único que desea es llegar con él. Si tiene que quedar afónica para lograrlo, lo hará. Vuelve a gritar el nombre de él con ansias de darle su empatía...
Sasuke casi ha llegado al carruaje, cuando una voz muy conocida intenta detener su inminente abordaje. Perplejidad abismal; conmoción infinita; estupefacción ilimitada; frases pomposas que se quedaban cortas para explicar lo que el hombre de ojos morenos sintió en ese momento. ¿Estaría alucinando? ¿Estaría teniendo un espejismo auditivo? Pensó que la última pregunta era también una respuesta, pero, al oír nuevamente un grito diciendo su nombre, se detiene definitivamente. Incluso un pie quedó estático en el aire, como congelado. Sus pensamientos también se paralizaron, mientras un gran escalofrío lo recorrió desde las vértebras cervicales hasta las sacras. Escuchar esa voz lo conmovió de una manera que jamaás imaginó. Le cuesta asimilarlo, le cuesta creerlo, pero tiene que ser ella. Hinata realmente ha ido por él. Sin embargo, por alguna razón evita girarse. Se niega a aceptar lo que sus oídos le están informando.
Finalmente la carrera de la bella fémina se detiene frente a la espalda masculina, al tiempo que deja la maleta parda en el suelo. Su respiración es tan agitada que, mientras sus manos se apoyan en las rodillas, necesita recuperar el aliento aspirando profundas bocanadas de aire. A tan sólo un par de pasos estaba aquel que repletó su corazón de inolvidables emociones negativas, pero, quiera o no, Uchiha había marcado su alma para siempre y es por eso que ha vuelto por él.
—Sasuke...
Esa voz lo estremece. Su nombre, dicho por ella de manera trémula, le provoca corrientes incontenibles, irresistibles, ineluctables. Esta vez no son los ojos albinos los que contactan su alma..., es su dulce voz la que lo hace. Únicamente su voz.
El guerrero decide seguir inmóvil, sin dignarse a mirarla, dándole la espalda y esforzándose para transformarse en un escarpado muro imposible de escalar. Poniendo todas sus fuerzas en ser un obstáculo que impidiera todo avance hacia su alma; un duro óbice compuesto de orgullo, soledad y, principalmente, venganza. Está esforzándose para evitar el contacto visual, pues mirarla podría minar su decisión de enviarla lejos. Incluso podría perderse a sí mismo y a su sed de venganza. Necesita que se vaya y jamás volver a verla. Esa representaba un serio peligro: su perdición, pues terminaría contagiándole la dañosa enfermedad de la compasión.
La joven beldad colisiona su mirada contra ese muro materializado en una fornida espalda de carne y hueso. Quiere contactar el alma de Sasuke, ¿pero cómo podría hacerlo sin compartirle su mirada rellena de emociones? ¿Cómo hacerlo sin que sus ojos sean el medio? Si lo tocaba con sus manos él rechazaría duramente el contacto. Si se ponía enfrente para mirarlo, él volvería a darle la espalda sin contemplaciones. Es entonces que recuerda sus propias palabras cuando, en el cuarto de sus padres, hablaron de la música.
«La voz también puede ser una expresión muy profunda del alma, ¿no lo crees, Sasuke?»
Sí, será su voz la que lo expresará todo, pues de ésta no podría huir aunque así lo quiera. La transformaría en una epifanía de sentimientos para contactar ese bruno corazón enjaulado; algo que, inclusive para él y su frialdad, sería imposible de ignorar. Esta vez, sólo su voz podría tocar su corazón belicoso y obrar el milagro de mantenerlos juntos.
—No quiero que nos separemos todavía. Más adelante seguro que sí, pero no ahora. Este no es el momento adecuado —sin contenerse, en cada una de sus palabras rezumó nerviosa determinación.
Y, por un momento, la frialdad esgrimida por él dejó de crepitar voracidad. Hinata había desplegado tantas emociones que Uchiha se vio incapaz de ignorarla. Pero no son sólo las palabras en sí las que lo conmovieron inexorablemente: es el tono fulgurante, ese cariz sublime y emocionado, que entra por sus oídos, baja deslizándose por su cuello y navega por el mar de sangre hasta llegar a su escondido corazón.
No la oye, la siente. No la escucha, la vive.
El orgulloso guerrero es invadido por un severo torbellino de contradicciones onerosas. Y a pesar de que se empeña en obtener lo contrario, de algún maldito modo anhela que ella se mantenga a su lado. Desea sentir una y otra vez el réquiem de emociones que ella era capaz de brindarle. Realmente quisiera lavar sus profundas heridas y deshacer su maldad entre la dulzura de esa alma tan pura...
Sin embargo, alguien como él no puede dar marcha atrás. Dando un profundo suspiro, alzó su faz hacia el despejado cielo para mirar la luna que nacía en el ocaso. Hubiera querido ascender hasta ella, bloqueando sus pensamientos en aquel imaginario trayecto.
¿Cómo esa chica puede tocar su corazón de esa forma? ¿Cómo?
—Vete —la conmina a irse utilizando su voz más dura; aunque no es sólo por su venganza contra Danzo, sino también para protegerla. Si Hinata se mantenía a su lado correría un gran peligro; uno que ella no merecía vivir. Tiene que alejarla para protegerla del rey, de la inmensa crueldad de sus hombres e incluso de sí mismo.
Ella sintió el peso de esa palabra caerle como un yunque. Esa voz salió tan hostil, tan decidida, que no dejó siquiera un resquicio a la esperanza. Estaba muy claro que si insistía en quedarse no conseguiría nada, de modo que pondría en marcha otra petición que le fuera más difícil de rechazar; una que igualmente le permitiría tocar su ennegrecido corazón. Antes de hablar le hubiera gustado colocarse a su lado, pero la situación actual no era la más adecuada para ello. No quería invadir su espacio personal ni incomodarlo.
—Me iré, Sasuke —dijo muy segura por fuera, pero muy temblorosa por dentro—. Lo que quiero es que me acompañes en el viaje, que por favor me ayudes a instalarme en mi nuevo país.
Al igual que sus labios, él permanece inmóvil. Un torrente de confusión lo ataca. Estaba completamente decidido a deshacerse de ella, pero su último argumento lo hace titubear. Que Hinata desee que la acompañe sólo temporalmente cambiaba las cosas...
¿Pero las cambia lo suficiente?
—No fuerces lo que debe terminar aquí. Yo no iré contigo porque este es el mejor final para los dos. Vete de una vez.
—Eres tan terco... —lo dijo con un tono que pareció más un halago que una recriminación. Se dio un necesario intervalo para incrementar su temple y luego continuó hablando—. ¿Sabes?, si realmente me has dado la libertad, eso significa que yo puedo elegir mi propio destino, que no tengo por qué irme a donde tú me digas. S-si no me acompañas me quedaré en esta ciudad y viviré en algún lugar cerca tuyo. Tendrás que soportar mi molesta presencia por mucho más tiempo que un simple viaje en barco...
¿Qué sintió con esas palabras? Ni siquiera él mismo lo sabía, aunque perfectamente pudo ser una mezcla de ira con anhelo.
—¿Por qué diablos quieres que te acompañe?
Era una suerte que Sasuke estuviera dándole la espalda, pues, al contrario de lo que él pretendía, que no estuviera mirándola la estaba animando a dejar su timidez de lado. Por ello, impulsadas por su alma, sinceras palabras crecieron por detrás de su boca pretendiendo salir en forma de compasión. En el fondo Sasuke le generaba una suerte de lástima mezclada con dosis de condenable atracción, pero apretó los labios el uno contra el otro de tal manera que impidió el arrebato de sinceridad. Haría su mejor esfuerzo para filtrar las palabras, dado que, si dejaba hablar a su corazón sin que lo ayudara la mente, estallaría de la vergüenza y posiblemente también le heriría su inmenso orgullo.
—Y-yo no tengo a nadie... —inició su argumento con voz timorata, aunque luego se dotó de un poco más de temple. Estaba atreviéndose a abrir el pecaminoso umbral que podría unir sus destinos—. Por favor, acompáñame y ayúdame a instalarme en mi nueva residencia. No quiero estar sola, no si puedo viajar contigo. La verdad es que trato de ser fuerte y he conseguido serlo en ciertas cosas, pero en otras sigo siendo sólo una niña. Ante este mundo tan peligroso soy pequeña y temerosa —dijo bajando su cabeza, avergonzada—. Yo... agradecería mucho tu ayuda...
Si tales palabras las hubiera dicho con otro tono o matiz, las cosas habrían sido distintas. Pero aquella música vocal fue capaz de expeler tantas sensaciones que le fue imposible ignorar el sobrecogimiento que mordió las carnes intangibles de su alma. Entonces Uchiha lo supo de una manera palpable, omnisciente y extraordinaria: Hinata tenía el don de tocar su corazón de una manera que lo hacía estremecer. De tocar las redes ocultas de su alma y provocarle los malditos sentires que intentaba, inútilmente, desterrar.
—Todavía tienes que recuperarte... —continuó argumentando, pero ahora susurrando para que nadie se enterara de su convaleciente estado— y puedes hacerlo mientras viajas conmigo. Por favor, Sasuke... ayúdame...
El pelinegro sintió algo parecido a una terciana recorriendo su médula espinal. Pero tuvo la seguridad que no se trató de una, pues la sensación no fue pasajera ni efímera. Era una sensación que permanecía, que se prolongaba, que acallaba los pensamientos racionales y se le desplazaba hacia el pecho, hasta terminar brindando un calor intenso a su corazón. Tuvo la completa seguridad que era la primera vez que padecía una sensación tan candorosa. Perdido en un ignoto túnel que lo desconectaba de lo tangible, palpitó a carne viva la emoción que ella desprendía a través de todo su semblante. Las palabras de la joven habían surgido desde la mismísima alma. Por tal razón, quedó completamente absorto en la vereda de la emoción; aquella vereda a la que Hinata lo invitó.
—¡Tres minutos para abordar! —a todo volumen se oyó otro grito a lo lejos, esta vez del contramaestre.
Sasuke se giró levemente y la observó ocultándose tras el rabillo del ojo, intentando evitar ser cautivado por ella. Todavía de soslayo quedó clavado mirándola, pero precisa mucho más. Necesita que ambos orbes se posen en ella completamente. Es una urgencia tan intensa que no puede reprimirla más. Mientras una enormidad de emociones le fustigan, se gira completamente. Ahora mismo, en este preciso instante, la necesita tanto como al oxígeno. Necesita respirarla, sentirla, contactar su oscura alma con la luminosa de ella. Rápidamente, ambos sienten una cálida sensación brotando y expandiéndose a través de sus cuerpos; algo que se va incrementando de una manera sideral.
—Por favor, Sasuke... —sus acuosos luceros albinos, titilantes y brillantes al mismo tiempo, se encargan de seguir contagiándole el dulce virus del cariño.
Iba a protestarle a Hinata una vez más con toda su fuerza, pero su propia conciencia lo detuvo con fiereza. ¿Por qué se empeñaba tanto en sacarla de su vida? ¿Por qué tanto tesón en que se fuera? ¿Era para protegerla o era por miedo a verla de otra forma?
¿Acaso era miedo a... enamorarse?
No lo sabe a ciencia cierta, pero lo que sí tiene claro es que no quiere dejarla sola; no cuando ella misma le ha pedido con todas sus fuerzas que la acompañe. Y, después de todo, Hinata tiene razón: está muy débil para atacar a Danzo, tiene que tomarse algunos días sí o sí para recuperarse completamente. ¿Por qué no hacerlo viajando junto a ella? ¿Qué perdía?
Sencillamente no quería, ni tampoco podía, escapar de ella. Hinata había nacido para brindarle emociones; para crear y forjar maravillosa complicidad. Por ello, haciendo añicos su terquedad, finalmente da su firme respuesta:
—Está bien, te acompañaré. Viajaremos juntos, Hinata.
Por un momento, la fémina pensó que el piso había comenzado a temblar, pero su presunción estaba equivocada: eran sus piernas las que lo hacían. Dulcemente emocionada, lágrimas de felicidad se anidaron en la cuna ofrecida por sus ojos; lágrimas que emprendieron un viaje a través de sus mejillas. Pronto, un saludable rojo cobijó las mismas y una bella e ilusionada sonrisa nació en la dulzura de sus labios. Entonces entendió algo con una claridad lumínica y palpable al mismo tiempo: sólo él podía provocarle emociones tan memorables e intensas, yendo desde las peores hasta las mejores. Únicamente él...
—Gracias... —se dio una pausa de unos segundos, durante los cuales un hondo suspiro abarcó múltiples sentires—. Gracias, Sasuke... —musitó sin voz, sin poder evitar que la gigantesca emoción diluyera sus palabras como azúcar en agua.
Las pletóricas almas de ambos gritaron a través de sus luceros lo que la moral les prohibía decir de forma vocal. Pero algo en sus corazones les hace sentir la irrefutable verdad: comenzaban a quererse. Aunque lo intentaran mil veces el uno o la otra, no parecían capaces de detener ese naciente vínculo. Ni siquiera lo correcto podía encarcelar lo que ansiaba volar en libertad, pues aquello que los une sigue incrementándose a cada minuto...
¿Pero podrán aceptarlo?
Continuará.
Notas Finales: OMG, se viene un Titanic? xD
