¡Hola! Antes que todo muchísimas gracias por los reviews recibidos y también agradezco de antemano cualquier futuro comentario, pues son los que me motivan a seguir escribiendo este humilde fic :]
El que leerán es el capítulo más largo de esta historia, son más de 17,500 palabras porque se me pasó la mano escribiendo ^^u. Pensé en cortarlo alrededor de la mitad, pero sentí que era muy poco todavía y que necesitaba seguir desarrollando la trama, así que lo dejé tal cual. También aviso que la guerrera tendrá un gran protagonismo en este capítulo (siempre acompañada de Hinata), pero será sólo por este capítulo, pues, como ya lo saben, la estrella siempre será nuestra chica de ojos albinos. Por último, también les adelanto que ya no falta mucho para que empiece el Titanic de los lemon (xD), pero quiero dar el desarrollo necesario para llegar a ese punto de una manera que resulte creíble ;P
Esclava Sexual, Capítulo Decimoquinto
Al correr hacia el guerrero más fuerte, Hinata ha logrado cambiar el futuro. Empero, éste ha mutado sólo parcialmente, pues no se ha quedado con Sasuke: le ha pedido que viaje junto a ella hacia su nuevo país. Hinata habría preferido permanecer en tierra firme, volver a la mansión, pero no lo hizo. El hecho de pedirle que la acompañara ya significaba afrentar a su clan, de modo que quedarse con él después de tan sólo dos semanas habría sido completamente imperdonable. Para bien o para mal, a partir de ahora el destino de ambos vuelve a ser incierto.
Uchiha dio el paso necesario para tomar la maleta de oro y, escatimando el tiempo, cortó el intenso flujo de emociones dándole una orden a su ex-esclava:
—Avísale al capitán que no parta hasta que yo llegue con él.
—Sí —contestó reaccionando tras un par de segundos, obedeciendo sin chistar. Debían quedar menos de dos minutos para zarpar, así que subió un poco su vestido para no tropezarse y se echó a correr con dirección al barco llamado Jiren. Esta vez sí pudo notar la mirada de la gente encima suyo, por lo que rápidamente el rubor cubrió la zona de sus pómulos. Cuando tomó noción que los ojos de los hombres se posaban en sus pechos, se dio cuenta que, por la falta de sujetador, sus senos debían estar rebotando mucho al correr. Abrumada por la vergüenza estuvo a punto de detener sus piernas, pero puso toda su fuerza mental en ignorar las miradas curiosas de algunos y las libidinosas de otros. Cuando por fin llegó con el capitán, éste la observaba con un asombro plasmado perfectamente en su expresión facial.
—¿Está bien, señorita? —preguntó genuinamente preocupado, pues la caída que sufrió ella no era para desdeñarse como si nada.
Hinata se dio el tiempo de recuperar el aliento con la boca abierta durante algunos segundos. Luego respondió:
—S-sí... perdóneme por bajar así, por favor —contestó jadeando todavía.
—No hay nada que perdonar —puntualizó con premura —, es sólo que la vi correr como alma que lleva el diablo y gritar por el general Uchiha como si su vida dependiera de ello. Debe quererlo mucho —comentó lo que le parecía evidente.
Como reacción instintiva, ella negó con su cabeza y luego se tapó las mejillas con las palmas. Una vez más su cara demostró que tenía la capacidad de ponerse roja a una velocidad impresionante, digna de un récord mundial. Parecía tener una hoguera encendida justo ahí.
—Capitán, perdone —se excusó antes de explicar el motivo—, pero le pedí al señor Uchiha que me acompañara en el viaje. ¡La-lamento mucho cualquier molestia! —enfatizó una disculpa inclinando su cabeza.
—Oh, ya veo... —Se atusó la barba, pensativo—. ¿Ustedes son pareja, verdad? —Dicho esto, se apresuró a aclarar el motivo de su cuestionamiento—. No lo digo por ser entrometido sino porque en todo el barco no hay más camarotes disponibles, así que tendrán que compartir su cama, aunque es una matrimonial y le aseguro que es muy cómoda.
Hinata estuvo a punto de desmayarse allí mismo... ¡Compartir su cama con Sasuke! ¡Y quizá por cuantas noches! Ni siquiera estaba casada como para hacer algo así. ¿Qué diría la gente? Sintió que le subía la presión sanguínea al tiempo que su vista se nublaba, pero logró contener su debilidad corporal dando un pie atrás para estabilizarse. Sin embargo, su cerebro estaba girando como la rueda de un carromato.
—¿Está bien? —preguntó nuevamente, preocupado por el talante tambaleante de la chica que tenía por delante.
Hinata balbuceó algo que fue ininteligible tanto para ella como para el oficial. Éste sólo atinó a rascarse la cabeza en señal instintiva de confusión.
—E-esto... —En un hilo de voz quiso aclarar que no era la novia de Sasuke y que nunca lo sería, pero las palabras no emergían. La primera causa fue el nerviosismo, aunque luego se dio cuenta que si lo negaba entonces el mundo entero iba a pensar muy mal de ella, pues para sus tiempos dormir juntos sin estar casados era algo muy mal visto. Pecaminoso e inmoral, de hecho. Su mirada se mantuvo hacia el suelo, mientras sus dedos, contiguos al nacimiento de sus muslos, se movían nerviosamente en el aire.
Un poco más tarde llegó Uchiha a su paso tranquilo, pero luciendo un semblante tan seguro que ocultaba perfectamente su debilitado estado actual.
—Va a tener que retrasar la partida del viaje —dijo mirando al máximo oficial del navío—. Finalmente acompañaré a esta dama, así que arreglaré algunos asuntos antes de partir.
El aludido asintió con un respetuoso saludo. Sorprendentemente condescendiente, agregó de forma vocal:
—Entiendo perfectamente que el viaje lo ha tomado por sorpresa y que debe prepararse. Las mujeres suelen ser muy caprichosas y cambian los planes a último minuto —agregó a modo de chanza mirando directamente a Hinata, quien se sonrojó al punto que parecía estallar—, así que no se preocupe que si usted requiere partir al amanecer, al amanecer partiremos. Avisaré a los pasajeros por si necesitan realizar algún trámite extra también. Estoy seguro que no habrá ningún problema.
—M-muchas gracias de nuevo, capitán —aunque pudiera resultar redundante, Hinata juzgó oportuno dar esas palabras otra vez. Luego, azorada, miró al guerrero antes de anunciar el problema que había surgido—. Sasuke... hay un solo camarote disponible. U-una sola cama para los dos... —especificó bajando la mirada hacia la punta de sus sandalias.
A lo dicho, Uchiha ensimismó su semblante. A él no le molestaba en nada, ya que podía dormir en el suelo perfectamente. Después de perder a su familia había convertido en lecho los lugares más inhóspitos, pero entendía que para Hinata fuera complicado compartir habitación con el hombre que intentó violarla por venganza. Su mente buscó alguna solución por algunos segundos y la susodicha llegó rápidamente.
—Dé la voz —miró al oficial mientras hablaba— que ofrezco dos monedas de oro o siete de plata por un camarote de primera clase o veinticinco monedas de bronce por uno ordinario.
La oferta era ciertamente muy generosa. Seguramente más de alguien se tentaría a no viajar y dejar su aposento libre por esa cantidad.
—Así lo haré, señor —consintió el barbado capitán. Brujuleando una razón supuso que ambos eran pareja, pero que no habían contraído nupcias aún.
Hinata se sintió aliviada con la inusitada caballerosidad desplegada por Sasuke. Tal alivio en ningún caso se debía a que le disgustara su presencia, pues de lo contrario ni siquiera le habría pedido que la acompañara. Estaba segura de que, como ahora se había ganado su respeto, podían compartir un cuarto sin inconvenientes. El problema era el asunto de la única cama, pues Sasuke, aunque ahora redimido, seguía siendo hombre y ella una mujer que comenzaba a sentir algunas cosas por él.
El otro problema serían las habladurías de la gente; si se enteraban que no eran un matrimonio, calificativos como ramera, zorra, fácil, entre otros, podían ser dirigidos hacia ella. En casos así los ataques siempre iban dirigidos hacia las mujeres, comentarios que incluso eran hechos por sus propias congéneres. Y si ya en el puerto muchas chicas la habían visto con envidia venenosa, seguramente en el barco sucedería de la misma forma. Debido a su recatada educación tradicional, Hinata siempre esperaba mantener su honra como la de una dama intachable. Quizá más adelante iría relajándose e ignorando a la gente malintencionada, pero, por ahora, así eran las cosas. Ya había vivido penurias mucho más graves, pero todavía le faltaba un poco para ser capaz de enviar a la basura los comentarios odiosos.
—Bien, arreglaré mis asuntos pendientes y volveré en tres o cuatro horas aproximadamente —afirmó Sasuke a su manera seca y distante.
—Sí, señor —aceptó el amable capitán.
Sin intercambiar más palabras, Uchiha le ofreció su brazo a Hinata para caminar hacia el carruaje nuevamente. El flujo de gente comenzaba a abandonar el puerto al tiempo que los comerciantes cerraban sus puestos, pues la oscuridad que se apoderaba del cielo anunció que era hora de hacerlo. Entretanto, el farolero portuario ya había empezado el trabajo de encender las luces públicas y en los barcos anclados sucedía exactamente lo mismo. Tal como antes lo predijo Hinata, las farolas nocturnas reflejadas en el mar se veían muy hermosas. Concentró su vista en disfrutarlas mientras se aferraba con ambos brazos al de Sasuke.
—M-muchas gracias —dijo ella de repente.
—¿Por qué?
—Por pedir otro camarote.
El chistó con apatía, sin darle mayor importancia al asunto. Avanzaron docenas de pasos hasta que, sin causa aparente, Sasuke se detuvo a pocos metros de llegar al carruaje. Mantuvo su quietud por algunos segundos y Hinata recordó que, pese a que se empeñara en disimularlo, Sasuke todavía seguía débil. Preocupada, preguntó en un susurro para que nadie más la oyera:
—¿Estás bien?
—Perfectamente.
Allí estaba su orgullo de nuevo, afilado como siempre.
—Creo que podrías estar muriendo y aun así me dirías que estás muy bien...
A Uchiha le pareció gracioso el comentario, puesto que tenía toda la razón del mundo. Sus labios estuvieron a punto de curvarse en una sonrisa, pero, acostumbrado a reprimir sus emociones, esta vez no fue la excepción. En cuanto el malestar que lo hizo detenerse se disipó, continuó su caminar. Así, finalmente abordaron el carruaje. Éste se paseó por la costa un trecho, hasta desviarse por una amplia avenida a fin de llegar al sector más céntrico de la urbe. Hinata elucubró que, aunque no debería hacerlo, iría por ropa de recambio a su casa y le dejaría órdenes a Sakura, pero su presunción estaba errada.
—Hace poco me dijiste que ante este mundo tan peligroso eres pequeña y temerosa —la sorprendió con un comentario. Ella se giró a fin de mirarlo con atención—. Sin embargo, cuando llegues a tu nuevo país estarás hecha una bestia indomable.
En un primer momento Hinata pensó que él estaba bromeando, pero su personalidad parca, unida a la seriedad de su semblante, le hizo ver rápidamente que no era así.
—¿Y-yo una bestia indomable? —preguntó, anonadada. Y es que ella podía ser muchas cosas, menos lo antes dicho.
—Así es —confirmó a la vez que suavizaba levemente la estricta dureza de su voz—. Voy a entrenarte durante el viaje —sentencioso, alardeó una resolución impactante.
Con el corazón arremolinándose, quedó muda durante varios segundos. Era lo que tanto deseaba, pero, a pesar de que recién lo oyó desde los labios masculinos, le seguía siendo difícil de creer. Movió su lengua por dentro de la boca, como si quisiera descongelar el hielo intangible que la poseyó. Sólo entonces volvió a hablar.
—¿D-de verdad? —preguntó como queriendo comprobar que no se trataba de una jugarreta de su cabeza. Sus ojos pestañearon gran ilusión.
—Este mundo es demasiado duro para alguien tan noble como tú, así que te enseñaré algunas cosas básicas para que te defiendas en caso de necesitarlo. El tiempo disponible es poco, pero a mí me servirá de pasatiempo y a ti te servirá para ser más fuerte.
—Gr-gracias, ¡muchas gracias, Sasuke! —Azotada de dicha, dio una sonrisa tan amplia que hizo relucir su perfecta dentadura.
—No las des porque no tendré clemencia contigo por ser mujer —quiso amputar esa felicidad producida por la ignorancia—. Vas a sufrir como un vampiro puesto al sol, así que vete preparando.
—S-sí —la emoción de su alma contagió a sus cuerdas vocales—. D-daré todo de mí para hacerme muy fuerte.
Cuando llegaron a una floristería, el pelinegro detuvo sus caballos. Enseguida, desde la altura que otorgaba el carromato, la joven quedó maravillada con la inmensa cantidad de flores que habían tanto en el mostrador como en el fondo; pudo reconocerlas casi todas por sus nombres, ya que era fanática de ellas. En cambio Sasuke, como buen hombre, con suerte conocía las rosas. ¿Pero por qué se detendría en esta tienda?
A pesar de que habían unos tres o cuatro metros de distancia, la dulce fragancia floral acarició los nervios olfativos femeninos. Era algo tan agradable que un frasco de perfume derramado sobre el suelo no hubiese conseguido un efecto mayor. Dichosa, inhaló profundamente algunas veces más, siendo ayudada por la brisa que iba en su dirección. Hasta podía sentir la dilatación de sus agradecidas fosas nasales.
—Ni creas que te regalaré flores —motivado por aquellos respiros, advirtió con voz dura.
—Sé que no —contestó teniendo muy claro que un guerrero tan brutal como él jamás tendría ese detalle. Algo tan disparatado nunca se le pasaría por la cabeza—. Y tampoco las necesito —añadió dignamente.
El varón estacionó el carruaje un poco más allá, descendió por la puerta izquierda y amarró los caballos a uno de los gruesos pilares de madera que servían para cumplir tal labor. Bajando un poco después, Hinata tomó su brazo cuando él se lo ofreció; entonces avanzaron juntos hacia la tienda. Ésta era oblonga, estaba muy bien cuidada y relampagueaba limpieza. El hombre a cargo, de unos cuarenta años aproximadamente, se disponía a bajar el telón metálico para cerrar el puesto, pero sus ojos se llenaron de sorpresa al ver a Sasuke Uchiha, quien además venía con una bella mujer como acompañante.
—Buenas noches, general —eliminando su asombro, saludó con una genuina sonrisa al tiempo que hacía un férreo saludo militar. Era un hombre de piel tostada y vivaces ojos claros. La parte trasera de su dorado cabello se ordenaba en una larga, lisa y bien cuidada cola de caballo que se disociaba con el pelo más corto y puntiagudo del resto de la cabeza. Hinata se percató que su mano derecha tenía cercenado el pulgar. ¿Qué clase de accidente habría tenido? Por el saludo castrense esgrimido, supuso que debía tratarse de un guerrero retirado que quizás había perdido ese dedo en algún combate.
Uchiha hizo un ademán como saludo informal, signo claro de que ya lo conocía.
—¿Ino llegó?
Hyuga parpadeó sorpresa. ¿Acaso Sasuke había preguntado por su amiga y este hombre era su padre? Entre ella y él había cierto parecido en fisonomía, además de una similitud muy evidente entre el tono de sus cabellos y ojos.
El aludido bajó su mano de la sien antes de responder.
—Se marchó a la atalaya número quince y todavía no llega. De todos modos debió hacerlo hoy por la mañana, por lo cual la espero pronto. —Cuando cesaron sus palabras, le echó una ojeada a la llamativa mirada albina.
Con su respuesta, Hinata ya no tuvo duda alguna respecto a su presunción. Pronto un fugaz recuerdo que involucraba palabras arribó a su mente: «Yo ya tenía mucha práctica en esgrima gracias a mi padre, quien me enseñó a defenderme desde niña para que nada malo me pasara». Esa había sido la frase de la militar durante la conversación que sostuvieron; estaba segura.
—¿Lady Ino es tu amiga, verdad? —se dirigió a Sasuke. En realidad el cuestionamiento sobraba, pero su cerebro reaccionó de forma automática.
Él no solía contestar preguntas que ya tenían respuesta, de modo que ahora tampoco lo hizo. Hinata entendió inmediatamente que su silencio era una afirmación. Ya comenzaba a conocerlo muy bien. Sin esperar siquiera un segundo, añadió otra pregunta para quien le era desconocido todavía
—¿Usted es el papá de la mujer guerrera, verdad?
—Así es —confirmó con una sonrisa repleta de orgullo paternal.
La fémina separó sus labios por el asombro mezclado con admiración.
—M-mi nombre es Hinata. —A sabiendas que su apellido podía generar anticuerpos, lo omitió a propósito—. Usted debe ser un gran hombre como para haberle enseñado a su hija a defenderse.
—Yo soy Inoichi Yamanaka y agradezco tus palabras —aceptó el cumplido sin modestias innecesarias—. Simplemente no quería que Ino tuviera que aguantar ningún abuso por parte de nadie.
La comparación que ella hizo con su propio padre, Hiashi Hyuga, fue inevitable. El hombre que tenía enfrente había entrenado a su hija, alentándola a ser más, mientras el suyo se encargaba de menoscabar su autoestima y despreciarla cada vez que podía. Quedaba muy claro quién salía perdiendo en el cotejo...
—Esperaré a Ino unos minutos —intervino Sasuke—; si no llega le dejaré un mensaje escrito.
—Si lo desea puede pasar a la sala de estar y tomar asiento. En caso que les apetezca un café o algún bocadillo, sólo tienen que decírmelo —dijo atentamente, intentando ser un buen anfitrión.
El joven pensó en aceptar el ofrecimiento, pero ni siquiera había terminado de esbozar su idea cuando un caballo más negruzco que un murciélago apareció por la esquina haciendo sonar sus cascos. Al ver a Sasuke, la mujer que lo cabalgaba formó una instantánea sonrisa, pero luego hizo una gran mueca de extrañeza cuando vio a Hinata tomándolo del brazo. Su sorpresa fue tal que ver a una serpiente con orejas y pies le habría parecido menos llamativo.
La de ojos lunares la reconoció de inmediato, entendiendo también su expresivo asombro, pues, como ella sabía la historia de Uchiha, debía serle una conmoción ver a una Hyuga tomándose de su brazo.
La blonda detuvo a su fiel equino, se bajó dando un brinco y avanzó los pasos necesarios hasta llegar con su superior.
—Me alegra verte de una pieza, Sasuke. No me detallaste casi nada en tu mensaje, así que pensé que te podría faltar un ojo o algo así —bromeó esbozando una sonrisa. Le fue un alivio comprobar por sí misma que estaba sano y salvo, puesto que el duelo contra Naruto la tuvo más preocupada de la cuenta.
Uchiha gruñó como respuesta a su chanza.
—Es broma, señor simpatía —le dijo ella manteniendo la sonrisa anterior—. ¿Sabes?, reírte alguna vez no te hará ningún daño.
Él volvió a gruñir.
Ino hizo caso omiso y se dirigió hacia su padre, a quien saludó afectuosamente con un gran abrazo. Hinata entendió entonces que ella debía admirarlo mucho, pues fue quien le enseñó las artes bélicas. Luego de intercambiar algunas palabras con su progenitor, se volvió hacia Hinata.
—Buenas tardes, señorita Ino —saludó ella, sabiendo por fin el nombre que cuando se conocieron se le olvidó preguntar.
La aludida hizo un gesto de cabeza como respuesta; verbalmente no dio ninguna. Luego enfocó su mirada nuevamente en Sasuke.
—Dentro de poco iría hacia tu casa, pero veo que me ahorraste el viaje.
—Tenemos que hablar.
Por su tono más intenso de lo normal, Ino entendió que él tenía que decirle algo importante.
—De acuerdo, pero antes necesito agua porque mi cantimplora se vació. Vengo muerto, la atalaya quince es un verdadero infierno de calor. Mucho más que acá —precisó a la vez que se despejaba la frente por costumbre, aunque ahora no tuviese ninguna gota de sudor en ella—. Espérame en mi cuarto, enseguida voy —partió hacia el pasillo del fondo para llegar a la cocina, dispuesta a hacer un par de rápidas limonadas para ambos.
El guerrero de mil batallas abrió el brazo para que Hinata se soltara, perdiéndose entonces por el corredor contrario.
Era la primera vez que la civil los veía interactuando y, por la evidente confianza que se tenían, sintió la mordedura de una ingente curiosidad.
¿Cuán cercanos eran esta chica y Sasuke realmente? Resultaba indudable que habían compartido un sinfín de batallas y vivencias, pues aquella rubia lo hacía pasar a su cuarto sin ningún pudor. Como si eso fuera poco, también recordó que incluso tenía llave de la mansión Uchiha. Además era muy hermosa, fuerte y también parecía carismática. No entendía como Sasuke podía verla como un varón si era claramente todo lo contrario. Sabía que la belleza era una cuestión subjetiva, pero presentía que muchos hombres y mujeres la escogerían como una chica más linda que Sakura y que ella misma.
Mientras tanto, Inoichi procedió a concluir el cierre de la tienda poniendo el telón de hierro. Cumplido esto miró a Hinata, quien seguía sumida en su abstracción.
—Acompáñame a la sala de estar, allí los sillones son muy cómodos.
—P-perdone —reaccionó agitando su cabeza levemente para así deshacer sus pensamientos—, pero me gustaría quedarme aquí. Tiene flores muy bonitas y huelen muy bien. Me encantan —al decirlo, sus ojos se colmaron de brillos a la vez que aspiraba profundamente de nuevo.
—Muchas gracias, este ha sido el negocio familiar desde épocas antiguas y ahora yo estoy a cargo. —Tras lo dicho, le acercó una de las sillas de madera. No eran tan cómodas como un sillón, mas era mejor que permanecer de pie.
A la vez que tomaba asiento, Hinata sonrió; Inoichi parecía un tipo simpático. Motivada por lo mismo, quiso indagar sobre algo que le era muy importante.
—Perdón, señor, ¿puedo hacerle una pregunta? —cuando él asintió positivamente, Hyuga lanzó la misma—. ¿Es muy difícil que una mujer sea una guerrera?
El otrora militar se dio el tiempo de formular una respuesta que sería locuaz, pues le encantaba hablar sobre el tema. Su hija era especial, pero cuando la entrenó no pensó que, como efecto colateral, él también llamaría la atención por depositar su confianza en una mujer para hacerla una combatiente. Por el machismo reinante, ningún hombre osaba aventurarse en una empresa semejante.
—Pues creo que lo más importante es el carácter. Ino no es una supermujer ni tiene superfuerza, es simplemente una chica muy decidida que se atrevió a querer más; alguien que tuvo la valentía de cambiar su destino. Pienso que cualquier mujer lo suficientemente ágil podría convertirse en una guerrera. Y el problema del poderío físico se puede solucionar con técnicas de combate enfocadas en aprovechar la agilidad en vez de la fuerza. Por eso yo me centré en las katanas, pues son más ligeras y la ayudan a potenciar el estilo de esgrima que le enseñé.
Hinata escuchó con sumo interés cada palabra que salía de los labios masculinos. Estaba muy motivada gracias a que Uchiha le dijo que la entrenaría en lo más básico, pero ella ansiaba mucho más. La idea de ser una guerrera no quería salir de su mente y lo dicho por Inoichi le había inyectado aún más ánimos para convertirse en una.
—¿E-entonces no se necesita ser tan extraordinaria para convertirse en una guerrera?
—Sí se necesita ser extraordinaria, pero mucho más en determinación que físicamente. —Dicho lo anterior, se dio una necesaria pausa para hilvanar mejor sus ideas. Luego continuó—. El mayor problema es sobrevivir al menosprecio del machismo y enfrentar los celos de los varones. A un hombre le cuesta mucho aceptar que una mujer lo supere en algo, y más tratándose de algo tan masculino como ser un guerrero. Es algo que les toca mucho el orgullo, por eso Ino ha tenido que lidiar contra la envidia masculina siempre, pero al final se ha ganado el respeto de muchos de sus camaradas, claro, a excepción de ciertos integrantes de las Fuerzas Especiales de Danzo. —Al mencionarlos, formó una mueca de claro disgusto—. Sin embargo, ella es tan fuerte que le resbalan las opiniones odiosas, pues en nada importa el viento contrario cuando tú eres un huracán. —Con sus manos simuló el choque de un dedo contra la palma de la mano contraria, resultando ganadora la última—. Estoy muy orgulloso de mi niña —añadió con una sonrisa feliz.
Su niña... Hablaba con tanto amor de su hija, se veía tan orgulloso de ella y era evidente que se trataba de alguien mucho más cálido que Hiashi. Qué cosa no habría dado ella por tener un papá como él. Pensó tristemente en eso.
—De todas formas fue el general Uchiha quien la hizo tan mortífera —puntualizó ante el silencio de Hinata—, pues complementó su entrenamiento y le enseñó cosas que yo ni siquiera imaginaba. Sin él mi hija no habría llegado a donde está actualmente.
Hinata asintió como única respuesta; era un dato que ya sabía debido a que la misma Ino se lo había contado. Una vez más tuvo claro que Sasuke no era tan malvado como antes pensaba. También quiso preguntarle si le veía posibilidades a ella de poder convertirse en una guerrera, pero se arrepintió. Seguramente se fijaría en sus senos y aseguraría que eran muy grandes para ser buena en combate. Tanto Ino como Sasuke ya se lo habían dicho y no quería recibir la misma respuesta por tercera vez. Siguieron hablando varios minutos acerca de detalles generales de la esgrima, para después abordar el tema de las flores y sus cuidados. De pronto, la blonda apareció por la puerta del fondo cargando ropa de recambio en una mano y una gran toalla azulada en la otra. Se perdió por el corredor que llevaba hacia el baño, pues evidentemente se daría una ducha. Pasaron otros minutos amenos de conversación, hasta que Ino reapareció con otro uniforme militar similar al anterior, con la única diferencia de que éste irradiaba limpieza. Su claro cabello todavía lucía algo húmedo.
—Bien, chica —le dijo a Hinata—, tú vendrás conmigo mientras Sasuke se toma un necesario descanso.
—¿Yo? —preguntó dudosa.
—Sí, tú. —Dicho esto miró a su progenitor, obsequiándole una pequeña sonrisa—. Vuelvo más tarde para cenar, papá.
—De acuerdo, hija —contestó él haciendo un ademán de despedida.
Hyuga caminó hasta quedar a un lado de la soldado. Ino subió la cortina de hierro y luego de que ambas la traspasaran volvió a colocarla. Entonces inició la marcha.
—¿A dónde vamos? —preguntó la civil mientras se daba a la tarea de seguirla.
—Iremos a realizar unas compras para el viaje.
—¿Usted nos acompañará? —previó aquello.
—¿Te disgustaría que así fuera?
—N-no; por supuesto que no —por lo directa y sorpresiva de la pregunta, tardó tres segundos en responder.
—No eres buena mintiendo, demoras más de la cuenta para hacerlo —sonrió punzante.
—Es verdad lo que digo. —Esta vez, se encargó de reafirmar rápidamente para que viese la genuina verdad en sus palabras.
La de ojos celestes asintió conforme. Luego explicó: —Las compras son tanto para ti como para Sasuke, pues él necesita ropa de recambio y tú precisas un juego de pantalones. Me contó que te entrenaría durante tu travesía, así que por ende los necesitarás.
Hinata abrió sus ojos con sorpresa. Si se lo había comentado a su amiga era porque el tema le era importante de verdad.
—¿Yo podré usar pantalones? —atinó a preguntar.
—Por supuesto —confirmó divertida—. Lo dices como si fuese gran cosa, pero no es nada de otro mundo.
—Bueno, usted ya está acostumbrada a usarlos, pero las mujeres comunes tenemos prohibición de portarlos. —Bajó su mirada para mirárselos, aunque dio cuenta que ahora una gran parte de los mismos estaba cubierto por el abrigo negro que solía llevar encima.
—Dejaste de ser una mujer común desde el mismo momento en que deseaste ser entrenada.
Hinata abrió sus ojos, sintiéndose halagada por tal afirmación. Por lo mismo, un matiz del rojo apareció rápidamente para colorear sus mejillas.
—Gr-gracias. Es que a mí me gustaría mucho ser una guerrera como usted.
Ino se dio un lapso para mirarla; luego volvió su mirada al frente.
—En esa conversación que tuvimos me dejaste pensando que quizá podría haber más mujeres que pudieran serlo.
—¿De verdad? —dijo emocionada por haber tenido cierta influencia en alguien con tanto temple como ella.
—Así es, pero te advierto que es una forma de vida muy difícil.
—Lo sé de primera mano, créame. A veces veía los entrenamientos de mi clan y eran durísimos.
—No es lo mismo verlos que sentirlos —especificó la blonda—. Yo vivo solamente con mi padre, pero también pertenezco a un clan guerrero numeroso: los Yamanaka. Ese es mi apellido. Y también perdí a mi madre, así que tenemos dos importantes coincidencias. —Por la sorpresa, la boca de Hinata adquirió la forma de un anillo—. Creo que por eso Sasuke piensa que puede haber potencial en ti. Sinceramente no te tengo mucha fe, pero te doy el beneficio de la duda. Siendo una Hyuga puede que tengas talento para el combate.
—Sé que me veo frágil, pero voy a demostrar que las apariencias engañan.
—Me gusta esa determinación, espero que la mantengas. —Aprovechando que Ino la miró mientras lo decía, Hinata movió su cabeza en señal afirmativa—. Sasuke te va a entrenar durante la semana que dura el viaje. Desde luego, en siete días muy poco cambiarás, pero al menos tendrás nociones básicas de defensa personal y ejercicios concretos a realizar. Practícalos constantemente en tu nuevo país y vuelve en unos meses. Entonces él completará tu entrenamiento.
Hyuga movió su cabeza de arriba a abajo varias veces rápidamente, como si necesitara enfatizar que había escuchado todo muy bien.
—Ojalá un día yo pueda ser tan fuerte como usted. La admiro mucho, señorita.
—No deberías hacerlo, pues yo contribuí a destruir a tu patria —le recordó algo que parecía estar olvidando.
Hinata bajó su cabeza con pesar. Comprobó nuevamente que ella era muy directa y no se andaba con medias tintas.
—Tiene razón. Quizá admirarla es demasiado, pero igualmente la respeto.
La militar giró en una esquina, a lo cual Hinata la imitó. De pronto, una tierna brisa oreó los cabellos rubios y morenos por igual. Ino remataba el suyo con una corta pero voluminosa cola de caballo que le llegaba a la altura de los omóplatos, atada en su nacimiento con una pequeña liga. Sin embargo, ahora que había terminado la guerra, la dejaría crecer hasta convertirla en una larga melena tal como la que usaba su padre. Era algo que solía hacer regularmente, pues en sus labores de espía el cabello largo le daba más feminidad para pasar desapercibida, pero en las batallas usarlo más corto resultaba mucho más cómodo.
—¿No me recuerdas, verdad? —De improviso, lanzó una pregunta capciosa.
—¿Recordarla? —musitó asombrada al tiempo que se dilataban sus incoloras pupilas. Nuevamente le llegó la familiar sensación que le aseguraba haberla visto antes en alguna parte, pero no conseguía precisar dónde ni cuándo.
—Ya me imaginaba que no lo harías. Nos vimos hace cinco años, sólo por unos momentos y me conociste de una manera muy distinta a como me ves ahora.
Hinata volvió a cintilar confundido asombro.
—Además de soldado —comenzó a explicar— también soy espía y estuve en tu país antes que estallara la guerra. Mi misión principal, encargada por el mismo Sasuke, era recolectar información sobre tu clan. Si me guardas rencor lo entenderé —añadió lo último tras los cinco segundos en que Hyuga permaneció callada.
De manera inopinada, desde los rincones más profundos, al cerebro de la pelinegra llegó el recuerdo exacto que había estado buscando. Ahora entendía porqué le había costado tanto acordarse de Ino, pues en aquel encuentro llevaba el pelo muy largo, estaba dulcemente maquillada, su mirada celeste resplandecía ternura y sus modales poseían una gracia primorosa. Para colmo, calzaba un ceñido vestido violeta que acentuaba sus pronunciadas curvas.
La que conoció aquella vez y la que veía ahora, eran personas completamente diferentes...
—Perdone, amable señorita —dijo una afligida rubia que soportaba el peso de su cuerpo en un solo pie, mientras el otro lo mantenía en el aire. El brazo derecho se apoyaba en uno de los gigantescos muros, dignos de una fortaleza, de la mansión Hyuga—, me torcí un tobillo y me duele muchísimo. Si no fuera una molestia, ¿me podría ayudar a ir con un doctor para que revise mi pie? Se lo agradecería tanto.
—Oh, p-por favor, señorita, acompáñeme a mi hogar. Está aquí mismo —lo indicó con el dedo—. Allí la podrá revisar el médico de mi familia.
Hinata, cándida como siempre, y aún más con una mujer lesionada que no generaba siquiera una mínima sospecha, nunca imaginó que al abrirle las puertas de la mansión estaba invitando a una enemiga a recabar valiosa información tanto de documentos militares como espíando las prácticas de los Hyuga en los campos de entrenamiento. En todo caso, su error sólo apresuró lo inexorable: de un modo o de otro Ino habría conseguido sus objetivos, pues poseía un sinfín de artimañas para lograr el éxito en ellos.
Luego de aquel momento en que apenas intercambiaron palabras, Hinata, avanzando al trote, fue por el galeno cruzando el jardín principal hasta perderse cuando entró a la mansión. Ino, ejerciendo una coqueta ternura con el guardia de la puerta que la cuidaba, le suplicó por un vaso de agua y él instantáneamente quiso cumplir su pedido. Al verse sola, simplemente se ocultó en el enorme recinto dejando una nota preparada de antemano, en donde avisaba que se fue porque en realidad lo de su tobillo no era nada grave y que no deseaba molestar.
La que sí era tímida abrió la boca de una manera impactante.
—Us-usted... usted era la chica del tobillo lastimado.
—Exactamente —confirmó sin mayor expresión.
Hinata se sintió tan tonta, tan burlada y triste, que sólo bajó su rostro sin decir nada más.
—No te sientas mal, era algo inevitable —dijo la de pelo claro a la evidente reacción de ella—. Si no caías tú, habría sido cualquier otro de tu clan. Si lo del tobillo no funcionaba habría usado otra cosa. Poseo millones de trucos para conseguir mis objetivos.
Como si tuviera la vista agotada, la civil cerró sus ojos y llevó una mano para masajear los párpados. Mientras lo hacía, un gran suspiro triste brotó sonoramente.
—E-eso no me hace sentir mejor —respondió con voz apagada. Mirando el camino nuevamente, recordó algo importante que también debía confesar—. Aunque yo también tengo que decirle algo que no le gustará...
La guerrera se dio el tiempo de mirarla atentamente. Una pequeña línea de expresión se marcó en su frente. —¿A qué te refieres?
—Los perros de Sasuke..., sus perros murieron por mi culpa —soltó sin rodeos.
Ino detuvo sus pasos, a lo cual Hinata hizo lo mismo.
—Explícate.
—Mi primo Neji, junto a otro guerrero llamado Rock Lee, intentaron rescatarme de las manos de Sasuke. Le tendieron una trampa en que sus perros fueron el anzuelo...
La guerrera cerró sus puños, a lo que Hinata se esperó incluso un golpe. No obstante, varios segundos después el cerrojo manual se distendió.
—Ya veo. —Dando un suspiro, musitó con tristeza sin camuflar. Luego, en las siguientes palabras, recuperó su tono anterior—. Los perros de Sasuke estaban muy bien entrenados, pero tratándose de ellos dos era normal que cayeran. Ni siquiera una patrulla fronteriza de treinta hombres pudo detenerlos.
—¿E-ellos pasaron a través de una patrulla fronteriza? —musitó muy asombrada, pues que sólo dos guerreros lo consiguieran era algo virtualmente imposible. Y que Uchiha hubiera acabado con sus amigos después de eso, apenas recibiendo un rasguño, resultaba diabólicamente terrorífico. ¿A cuantos guerreros había enfrentado, entonces, cómo para quedar al borde de la muerte?
—Aniquilaron a toda la patrulla —confirmó—. Los dos eran fuertes en exceso, de lo mejor que tenía tu nación.
Hinata no podía sentirse feliz de que treinta soldados, pese a ser enemigos, hubieran muerto por culpa de su primo y de Lee. Sin embargo, volvió a agradecerles por el rescate que intentaron. Siempre se encargaría de llevar a ambos en su corazón y honrar sus memorias cada día de su vida. Siempre.
—¿E-entonces no me tendrá rencor por lo que pasó con los perros de Sasuke?
—Si tú no me lo tienes, yo tampoco te lo tendré. A veces el destino nos pone como enemigos, pero incluso siéndolos puede haber respeto y un código de honor de por medio —dijo muy segura—. Aunque yo nunca lo conocí, sé que Naruto era el mejor ejemplo de eso —agregó.
La de luceros blanquinosos asintió, mientras una leve sonrisa espiritual le nació al recordar al rubio guerrero.
—Gracias por no tenerme resentimiento —señaló con tono trémulo, aunque sin tartamudear.
La de mirada celeste dio el asentimiento. Luego un mutismo se hizo y, divagando, Hinata recordó lo femenino que era el cuerpo de su acompañante. A diferencia de la holgada vestimenta que ahora calzaba, el ceñido conjunto violeta que portó cinco años atrás le dejó ver que Ino tenía prácticamente las mismas curvas que ella y que entre sus senos la diferencia de tamaño no era notoria. La blonda había cuestionado la forma de su cuerpo, pero en realidad no se quedaba atrás y aún así era una guerrera. Aquello le verificó, entonces, que también podría convertirse en una gran militar; que no se necesitaba una anatomía tan sólida para serlo.
—Me parece que por allá hay un negocio que atiende hasta las nueve. —Ino interrumpió los pensamientos de la Hyuga, indicando una esquina todavía alejada—. Y si ya está cerrada, entonces la abriremos a la fuerza.
—S-sí.
Mientras avanzaban a través de las calles que se iban vaciando paulatinamente por la llegada de la noche, Hinata tuvo claro que Ino debía tener una fama similar a la de Sasuke, pues la mayoría de la gente posaba su atenta mirada en ella, cuchicheando a su alrededor. Resultaba muy claro que ser la única mujer guerrera generaba mucho interés.
Entraron a la tienda que aún permanecía abierta y Hinata se dio a la tarea de probarse pantalones para varones púberes. Ino, en cambio, mandaba a hacer los suyos a un reputado modista, pero evidentemente la extranjera no disponía del tiempo para hacer lo mismo. Pasó un rato hasta que Hyuga eligió distintos pantalones con los cuales se sintió cómoda. Luego compraron ropa de recambio para Sasuke, adivinando su posible talla. Culminadas las compras, volvieron caminando al hogar que también hacía de tienda floral. Durante el trayecto conversaron diversas cosas del viaje, mientras Hinata se percataba que Ino comenzaba a sonreír mucho más seguido, soltando quizás la otra parte de su personalidad, aquella que emergía cuando podía dejar a un lado su dureza de soldado.
—¿¡Qué?! —chilló la blonda, cuando, ya llegada a casa, su padre le informó que Uchiha se había ido a su mansión diciendo que esperaran su regreso en el puerto—. ¡Argh! Pero qué cabrón más terco, ¡debería estar descansando! —refunfuñó, azorada—. Si le pasa algo se lo tendrá merecido el muy hijo... —Apretando sus labios, alcanzó a cortar el futuro insulto a duras penas.
Hinata, pese al coloquial lenguaje, formó una pequeña sonrisa. Aunque Ino lo hizo de un modo mucho más llamativo, en el fondo expresó perfectamente lo que ella también estaba sintiendo. Sasuke se merecía epítetos desfavorables, dado que era un irresponsable con su salud. Sólo quedaba desear que ningún percance le sucediese.
—¿Pero por qué le podría pasar algo? —preguntó Inoichi, muy extrañado.
—Después te contaré, papá, porque ahora estoy muerta de hambre —explicó mientras llevaba una mano a la zona de su estómago, sobando graciosamente. Hinata dio cuenta que con él usaba las palabras en femenino, muestra de que, siendo libre de su calidad de soldado, sí se consideraba una mujer—. ¿A quién le toca cocinar hoy? ¿A ti o a mí?
—A ti —confirmó con una molestosa sonrisa.
La de dorados cabellos hizo una mueca de fastidio.
—¿Entre ustedes se reparten la labor de cocinar? —preguntó Hinata, muy asombrada, pues un hombre jamás cocinaba cuando había una mujer que pudiera hacerlo.
Ino sonrió. A veces se le olvidaba lo sorprendente que podía resultar aquello para los desconocidos.
—Mi papá siempre ha compartido las labores domésticas —dijo con orgullo de hija.
Sin duda Inoichi era un hombre muy adelantado a su tiempo, pues incluso a muchos varones del siglo veintiuno los haría ver como poco evolucionados.
—De hecho —continuó su retoño—, es casi un hombre perfecto, sino fuera por... —revelaría su gran defecto.
—¡Ino! ¡No me dejes mal, por favor! —suplicó él con cara angustiosamente avergonzada.
Muy divertida, la rubia se carcajeó de una forma estridente. Hinata también se rio, pero a su manera mucho más dulce. Volvió a sentir sana envidia por la bonita relación que padre e hija tenían, tan distinta a la que ella tuvo con Hiashi.
Ambas fueron a la cocina, pero, a sabiendas que Hinata no destacaba precisamente por sus dotes culinarios, Ino sólo la utilizó como asistente. Antes de comer, la invitada insistió en no hacerlo porque viajaría en barco y podría vomitar por los mareos, pero la anfitriona la convenció diciéndole que si realmente quería ser una guerrera entonces tenía prohibido marearse. Una vez sentados a la mesa, los tres conversaron cosas sobre el clan Yamanaka, su símbolo, la idea de expandir el negocio floral y convertirlo también en una herboristería, entre otras cosas. Además Hinata, tal como sucedió durante el desayuno en la mansión Uchiha, volvió a comprobar que la rubia comía como una verdadera cerda. Así, la cena pasó rápidamente por lo divertida que fue.
Uchiha, tozudo como siempre, no se había limitado a esperar el regreso de las opuestas féminas. Obedeciendo uno de esos impulsos propios de las naturalezas vehementes, emprendió viaje hacia su casa no sólo para dejarle instrucciones personalmente a su esclava pelirrosa, sino por un asunto mucho más importante que le estaba dando vueltas por la cabeza. Pensó en cabalgar solamente uno de sus alazanes, pero aquello le implicaría un esfuerzo mayor que volver en el carruaje, por lo que tomó la última opción. La hora de trayecto la pasó sumido en sus pensamientos, evocando nostálgicamente cosas del pasado.
Al detener los caballos, entró a su casa y vio a Sakura esperándolo, quien dio por hecho que Hinata ya había partido en su barco.
—Amo, bienvenido —dijo de forma casi amorosa, al tiempo que se levantaba del sillón—. ¿Se encuentra bien? ¿Puedo tomarle la presión?
—Esclava —ignoraría lo anterior—, la guerrera que vino ayer por la mañana será temporalmente la dueña de esta mansión. Pasarás a servirla desde las próximas horas.
Al instante, la cara de Sakura fue bañada por el asombro.
—¿Por qué? —preguntó, confundida.
Sasuke se acercó a Leonidas y lo acarició con una sonrisa formándosele. El can hizo lo mismo, pero a través de sus emocionados ojos.
—Hinata me pidió que la acompañara en su viaje y eso haré.
Haruno enmudeció como si de súbito le hubieran cortado la lengua. Mil pensamientos confusos la atacaron, tomándole muchos segundos detener la oleada que desconectaba sus neuronas unas de otras.
—¿Por qué le pidió eso? —pareció desprender nerviosa preocupación.
—Eso tendrías que preguntárselo a ella —dicho esto, se dirigió a la puerta que conectaba las dos alas del hogar, la abrió y la atravesó.
Fue a su cuarto y preparó una maleta con sus prendas favoritas. Sin duda, no había nada como usar su propia ropa durante el viaje. En cuanto culminó su labor, salió de la habitación cargando la maleta y caminó en dirección a la zona de la trifurcación. A pesar de la oscuridad que lo rodeaba conocía muy bien su propiedad, tanto que hasta sabía perfectamente el número de pasos que debía dar para alcanzar su objetivo. Una vez allí, dejó su valija en el suelo e ingresó al pasillo del extremo izquierdo a fin de cumplir la verdadera razón de su regreso a casa. Se detuvo frente al improvisado calabozo, quitó la gruesa traba metálica, sacó el manojo de llaves desde el bolsillo y eligió la número trece. Aquello no era azar: le había destinado tal número precisamente por tener un significado trágico. Cuando abrió la puerta, fue saludado por el sonido de una metálica cadena arrastrándose al fondo de la gran habitación. Se introdujo y cerró tras de sí. Desde una arista metálica sacó una cerilla de una cajita, la raspó contra ésta, se encendió el fuego y lo utilizó para prender una sola antorcha. Tal como quería, el lugar se iluminó de manera tenue a fin de disimular su convaleciente palidez. Al fondo, se dejó ver la persona prisionera con largas cadenas en sus pies; éstas eran tan prolongadas que le permitían una amplia gama de movimiento, aunque sin llegar a alcanzar la puerta de salida. A su lado había lo básico para la subsistencia: alimentos no perecibles, un baño, un lavamanos, un colchón con sábanas, una pequeña ducha. Pese a la suave luz, deformes heridas se lucían en sus brazos, piernas y espalda, indudablemente causadas por las torturas prodigadas. Cuando Uchiha se acercó, las cadenas deslizándose por el suelo resonaron agitadas. La mirada de la víctima tampoco pudo ocultar su temor, mientras sus largos cabellos opacos parecieron erizarse.
—Tranquilízate —ordenó Sasuke—, no he venido a torturarte esta vez —anunció mientras se le acercaba para quitar la mordaza de su boca y las esposas de sus manos, aunque no hizo lo mismo con las que sujetaban sus pies. Luego, el guerrero más fuerte volvió hacia el rincón, agarró entre sus dedos uno de los asientos y se puso a unos metros de su víctima —. De hecho, ya no te dañaré más —señalado lo anterior se sentó en la silla, reclinando su espalda contra ella. Luego cruzó sus brazos.
Quién había caído en miserable desgracia, notó que los ojos psicopáticos que solía esbozar su captor habían cambiado su tinte de forma radical. Cada vez que él atravesaba la puerta significaba vivir un infierno de dolor tanto psicológico como físico, pero, de algún modo, ahora irradiaba una especie de profunda calma. Supo entonces que algo inexplicable había sucedido con Uchiha, algo que enfrío su descomunal sadismo... ¿pero qué fue lo que pasó realmente?
El silencio se extendió por minutos enteros mientras se entregaban a la labor de intercambiar fijas miradas. Poco a poco la víctima fue perdiendo el miedo, entendiendo que su enemigo fue sincero en sus últimas palabras.
—Si no vas a torturarme más, ¿a qué vienes entonces? —preguntó lastimosamente.
—Nunca me di el tiempo de escuchar tus razones desde tu propia boca. Hoy lo haré.
Quien llevaba cadenas pestañeó asombro. Permaneció en silencio otro largo rato que a Sasuke no le molestó, ya que podía abordar el navío cuando así lo quisiera.
—Era lo que debía hacer —respondió finalmente.
Uchiha chistó inconformidad chasqueando su lengua. —¿Por qué? —insistió en obtener una respuesta satisfactoria.
—Mi nación, ¡mi familia!, estaba antes que todo —exclamó como alguien siendo acusado injustamente.
Sasuke no replicó, pues esas palabras podía entenderlas. Lo que no podía aceptar era la vil emboscada masiva que su clan sufrió.
—¿Por qué atacarnos a traición? —espetó apretando los dientes —. ¿Por qué urdir un plan para matarnos de una forma tan cobarde?
—La emboscada no la maquiné yo, sino Danzo —se defendió e intentó controlar sus emociones —. No tuvimos más alternativa que hacerlo de ese modo, pues su enorme ejército ya estaba desplegado en la frontera. Si nos rehusábamos habría destruido mi patria al instante. Fuimos obligados a dejar el honor de lado y atacar con todo lo que disponíamos —formó una mueca que mezcló tristeza a la par de disgusto.
—Sabes perfectamente que nuestros clanes podrían haberse aliado contra Danzo. Unidos ambos, y sumándose el ejército de tu nación, derrotarlo era posible.
El torturado expandió el silencio por otros segundos.
—Lo sé, pero la salvación de mi patria no hubiera estado asegurada. En cambio exterminándolos a ustedes, sí. Además —añadiría algo más — tu clan sólo era leal a sí mismo. ¿Cómo podríamos haber confiado en los descendientes del más terrible de los tiranos, Madara Uchiha?
—Lo dice quien mató a su propio hermano —lo aborreció con su mirada—. Lo dice el líder del clan que se dividía en una línea principal y otra secundaria; una destinada a ser simples esclavos. Los Uchiha, en cambio, jamás habrían tenido una división tan injusta y retrógrada. Nuestra lealtad a la familia nacía de nosotros, no era una obligación impuesta a través de crueles castigos.
—Lo de matar a mi hermano fue inevitable. La línea secundaria también —bajó un poco su cabeza, para luego alzarla con violencia—. Siempre hay reglas que cumplir.
—Intentas limpiar tu conciencia amparándote en tradiciones barbáricas, pero en tu corazón sabes perfectamente la verdad.
Hiashi no replicó durante varios segundos, señal de que las palabras de Uchiha le habían llegado.
—¿Crees que los de tu clan eran héroes, verdad? —dijo de improviso—. No, Sasuke —enfatizó sus palabras meneando la cabeza—. Tu padre era un hombre sediento de poder; entre él y Danzo no había mucha diferencia. Más temprano que tarde lo habría derrocado para luego atacarnos también. El poder corrompe y, aunque no te dieras cuenta por ser sólo un niño, él ya había iniciado el camino de la corrupción.
—Por lo visto, te pensabas un gran oráculo —ironizó de forma mordaz—. Creíste ver el futuro, pero te equivocaste. La prueba es que tu clan ya está extinto, al igual que tu patria. Tomaste la decisión equivocada; lo acertado era aliarse para luchar contra Danzo.
Hiashi era un hombre muy orgulloso y, como tal, admitir una equivocación le resultaba difícil. Peor aún: aceptarlo significaría que tanto su clan como su país fueron destruidos por su culpa.
—Mi decisión estuvo correcta, el único error fue que escaparas con vida. Si hubieras muerto la historia habría sido muy distinta, pero sobreviviste y tu sed de venganza fue irrefrenable. Incontenible. Como el demonio que eres, te encargaste de destruir a mi familia, a mi nación entera —se lamentó a través de un significativo suspiro.
—Mataste a quienes amaba, a mi clan, ¿y ni siquiera te arrepientes de lo que hiciste? —repuso con indignación.
El matiz en la voz de Uchiha iba cambiando paulatinamente. La tranquila de un principio iba mutando hacia una más violenta. El padre de Hinata temió desatar otra diabólica tortura, pero, aunando el orgullo que todavía lo sostenía, se atrevió a seguir replicando.
—Lo único que intenté fue defender a los míos. Si hubieras muerto, como debió suceder, no se habrían producido consecuencias. Y en el fondo todos protegemos lo nuestro de la mejor manera que podemos. Todos somos demonios sin compasión cuando de defender lo nuestro se trata.
Meditando unos segundos, el de menor edad se acarició la nariz dos veces con su índice.
—Matar a tu hermano fue la forma de cuidar lo tuyo, ¿verdad? —dijo con expresivo asco, mientras a Hiashi se le hizo dificultoso sostener su mirada. Empero, la mantuvo—. Pero no me sorprende... yo creía algo peor que tú hace sólo unas horas. Pensaba que, sin importar la razón, en el fondo todos éramos demonios. Es irónico que sea alguien de tu propia sangre quien piense de una forma totalmente contraria.
Hiashi fue atacado por un dañoso estupor que aceleró sus latidos. Olfateó una dolorosa sospecha que muy pronto se convertiría en una certeza.
—¿Te refieres a...?
—Sí, me refiero a Hinata —confirmó con cierto regocijo interior —. Piensa completamente distinto a ti a pesar de ser tu hija.
—Ella... —cerró sus puños con tanta fuerza que vibraban —. Ella siempre fue débil y siempre lo será. Incluso escuché su grito diciendo que estaba preocupada por ti, pero pensé que lo había soñado. ¿Cómo es posible que se preocupe por un diablo como tú?
—Recuerda que soy su prometido; es muy normal que quiera cuidarme —disparó un ácido sarcasmo.
Mientras revolvía los músculos faciales a la par de los nervios oculares, la sangre de Hiashi se volvió efervescente en el interior de cada vena, proclamando su indignación desde el mismísimo corazón.
Satisfecho con su expresiva reacción, el guerrero más fuerte continuó. —Se preocupó porque es demasiado noble para ser humana. De hecho, aunque te cueste creerlo, tuvo la oportunidad de matarme y no lo hizo.
La mirada del prisionero brincó, mientras cada vello corporal se le enervaba. Quiso dudar la afirmación, negarla con todas sus fuerzas, pero la preocupación dada por Hinata y el actual semblante honesto de Uchiha se encargaron de verificar sus palabras. Espasmos de furia amenazaron con brotar de sus labios para lanzar crueles maldiciones contra su primogénita. ¿Cómo fue capaz de perdonarle la vida a quien asesinó a sus familiares y destruyó su nación? ¿¡Cómo!?
—Aunque me pregunto algo —continuó Sasuke, interrumpiendo el brote de ira que podía ver en Hiashi —: si supiera que te saqué un ojo y se lo dí de comer a uno de mis perros; si hubiese visto también tus múltiples heridas por las torturas que te he dado, ¿me habría dejado vivo igualmente?
Aquella tarde en que Hinata y Sakura escucharon los espantosos gritos de dolor provenientes del ala este, fue la misma tarde en que Sasuke extirpó el ojo de su víctima. Para proteger a Neji, Hiashi perjuró que éste había muerto durante el asalto final. En cuanto Uchiha supo la mentira, un ataque irrefrenable de furia lo poseyó; mismo ataque que hacía sólo una semana dejó tuerto a su prisionero, quien seguía resintiendo el horrible dolor en su cuenca ocular vacía.
Hiashi masticó la amargura de que Hinata no lo asesinara cuando debió hacerlo. Frustrado hasta sobrepasar sus límites, apretó sus dientes como si quisiera trizarlos; incluso romperlos. Le habría encantado decirle al demonio que tenía enfrente otra cosa, pero no podía negar la abominable realidad.
—Si fue capaz de perdonarte la vida después que mataras a Neji delante suyo, no me extrañaría que, incluso viéndome en mi estado actual, hubiese tomado la misma decisión. Siempre fue una débil sentimental, una maldita deshonra para el glorioso clan Hyuga.
Uchiha suspiró insatisfacción, pues aquella respuesta lo decepcionó. Esperaba una negativa, dado que todavía le era difícil aceptar que alguien pudiese tener tanta compasión como Hinata.
—No entiendo cómo alguien como tú pudo tener una hija así. Este mundo de mierda no merece a una persona tan noble —añadió el huérfano desde los seis años, precisamente por culpa de quien tenía enfrente.
—¿Noble por no vengar a su propia familia? —lanzó profundo desconcierto —. La brecha que separa la nobleza de la estupidez es muy delgada. Y ella cruzó de la primera hacia la segunda. Aunque no me sorprende en realidad: siempre fue indigna de su linaje. Una maldita muy débil —escupió al suelo con desprecio, representando así lo que sentía por su vástago. Antes, por llevar su sangre, la toleraba e incluso apreciaba en alguna medida. Sin embargo, actualmente no soportaría el asco de verla.
Ahora que Sasuke era dueño de una lucidez muy clara, entendió con gracia las ironías de la vida. Hacía menos de un día él también pensaba que la Hyuga era una patética pusilánime... pero ya no.
—¿Débil, le dices? —espetó incredulidad —. En realidad ella es más fuerte que nosotros dos juntos.
—¿Hinata fuerte? —vibró su semblante con pasmo absoluto—. ¿De qué hablas?
—De lo verdaderamente importante.
Sin más palabras, Uchiha se levantó de la silla y atravesó la puerta. Pensó darle la libertad a Hiashi al igual que Hinata, pero no soltaría a alguien que no tenía arrepentimientos. Ya nunca más lo torturaría, pero, a su juicio, ser libre no se lo merecía. No hasta que reconociera sus pecados; no hasta que admitiera que matar a su familia fue un error.
La de cabellos dorados y la de ojos albinos ya transitaban en dirección al puerto; la primera portando sus katanas al cinto, la segunda con una maleta que llevaba las compras hace poco hechas. Por la tardía hora las calles lucían mucho más vacías, aunque todavía quedaban algunas dosis de peatones, esclavos, carretas y carruajes. A la luz de las farolas, la extranjera se distraía examinando la bonita y variada arquitectura que este país poseía. Afluían tantos estilos que asombraba: desde casas rematadas en cúpulas que parecían del Medio Oriente, hasta otras que asemejaban carices góticos, nipones, helenísticos, barrocos e incluso habían construcciones que parecían pequeñas pirámides egipcias. Quedaba claro que este país debía ser muy diverso culturalmente o pretendía serlo. Divagaba sobre aquello, cuando la guapa blonda pondría un tema sobre el tapete.
—Una pregunta —anunció antes de lanzarla—: ¿por qué Sasuke te permite que le tomes del brazo? Nunca lo vi hacerlo con nadie.
Hinata clavó en Ino su mirada llena de asombro. Luego enarcó un poco las cejas.
—Y-yo pensé que era algo común en él.
—No —dijo tajante—. Ni siquiera a su primera novia le vi que le permitiera tomarse de su brazo. Nunca en público, por lo menos.
Hyuga se desconcertó todavía más. Lo que le estaba diciendo la rubia no tenía sentido, pues a ella, siendo una simple esclava, le había ofrecido el brazo desde el primer día, cuando regresaron a la ciudad para comprar a Sakura. ¿Por qué Sasuke le permitía un gesto así, uno que ni siquiera con sus parejas tuvo?
—Y-yo no sé porqué me deja hacerlo. —La voz apenas le salió, pues todavía seguía muy sorprendida.
La de mirada celeste llevó un índice a su labio inferior, mientras sus ojos adoptaban un cariz pensativo. Pasaron los segundos y deshizo su gesto, pero no dijo nada más. De todas maneras parecía contrariada, tanto como también lo estaba Hinata. Ésta, recuperándose de la sorpresa, quiso hacer una pregunta.
—Sasuke tuvo muchas novias, ¿verdad? —Imaginó que un hombre tan deseado como él había tenido una infinidad.
—Que yo sepa sólo tuvo una.
—¿Un solo noviazgo? —Volvió a pasmarse.
—Aventuras quizá también tuvo, pero no lo sé realmente. Como ya te habrás dado cuenta, Sasuke es un tipo muy cerrado y apático, así que, aunque nos tenemos confianza absoluta como camaradas de armas, yo conozco poco de su vida privada.
Hinata asintió, pues era evidente que Uchiha era alguien lacónico a la par de reservado. Quiso hacer una nueva pregunta, pero intentó descartarla para no ser tomada por chismosa. No obstante, finalmente su curiosidad fue más fuerte.
—¿Usted conoció a su primera novia?
Ino dudó un momento antes de contestar, pues en el fondo era un asunto del Uchiha. Sin embargo, nunca lo había tratado como si fuera un secreto, de modo que continuó hablando.
—Así es. —Movió su cabeza afirmativamente por inercia. Hinata pensó que no diría más, pero la soldado, animada, comenzaría a soltar su lengua para cotillear—. Ella era espía también, aunque no una guerrera como yo —precisó orgullosamente la gran diferencia—. Se retiró del trabajo cuando la descubrieron y estuvieron a punto de matarla. Se salvó milagrosamente y desde entonces se dedicó a darle un vuelco a su vida.
Hinata tomó conciencia de los riesgos que implicaba el espionaje y de lo valiente que se necesitaba ser. Si a Ino la hubiese atrapado el clan Hyuga, era mejor no imaginar el terrible castigo que le hubiese dado Hiashi. Y de hecho muchos siglos después, durante la primera guerra mundial, la famosa «Mata-Hari» fue ejecutada al ser sorprendida. Lamentablemente para ella, su fachada de simple bailarina exótica no rindió frutos eternos contra los agentes de contraespionaje.
—¿Cómo era su novia? Im-imagino que debió ser una chica muy especial para trabajar de espía y para que Sasuke se fijara en ella.
—Él la respetó mientras estuvo activa, pero cuando se retiró por miedo a morir dejó de hacerlo. —Se acomodó un rebelde mechón por detrás de la oreja derecha. Enseguida continuó—. Con ella compartí tres largas misiones de espionaje, así que la conozco bien y además me contó algunas cosas íntimas de su relación. Es una chica inteligente, de buenos sentimientos y una dama en general, aunque con Sasuke yo la vi comportarse como una gata en celo o peor. Era tan caliente como un fogón, asi que era él quien tenía que ponerle límites. Sé que si no fuera porque Sasuke evitaba sus días fértiles, habría terminado embarazada. —Con sus manos a unos veinte centímetros del vientre, simuló tal estado.
Hinata volvió a asombrarse tanto que despegó sus labios; cada cosa nueva que sabía de Uchiha le provocaba tal efecto. A un demonio como él lo era, nunca debió interesarle si una chica quedaba esperando un hijo suyo. ¿Entonces por qué tomaba precauciones? La única forma de saberlo era preguntárselo, así que lo haría cuando se diera el momento apropiado. Luego volvió a pensar en la chica y en lo ardiente que según Ino era. De todas formas no le extrañó eso; sabía que una mujer enamorada podía desatar el deseo completamente. Pasaba muchas veces y, por más represión al instinto que hubiese, era natural desear con locura al hombre que se ama. Sólo esperaba que a ella sí le quedara el raciocinio suficiente como para evitar un embarazo no deseado.
—¿Y por qué terminaron? —dijo cuando volvió desde sus pensamientos.
En sus labios, Ino prolongó una «M» antes de responder.
—No lo sé realmente, pero de lo que sí estoy muy segura es que Sasuke nunca la amó. Nunca la trató con cariño ni ella provocó ningún cambio en su forma cruel de ser, así que imagino que para él fue sólo sexo y, cuando se aburrió de ella, simplemente la terminó.
—Si nunca la amó, esa chica debió sufrir mucho entonces...
—Supongo —dijo encogiéndose de hombros—, pero, como te digo, fue su única pareja oficial y ni siquiera permitía que tomara su brazo en público. Jamás le vi hacer ese gesto con ninguna. Me asombra muchísimo, como no tienes idea, que contigo suceda diferente.
Repentinamente, Hinata comenzó a vivir una satisfacción interior desconocida. Le era un misterio la razón de Uchiha para tener un gesto así con ella, pero le fue inevitable sentirse especial. Por ello, la manía que tenía su corazón de envíar toda la sangre a sus mejillas volvió a ocurrir. En cuanto se quedó callada por varios segundos, Ino se giró para verla, comprobando cuán sonrojada estaba.
—Te gusta, Sasuke —señaló sorprendida—. Estás roja como un tomate y él ni siquiera está aquí.
—N-no es verdad, por supuesto que no lo es. —Como señal de negación, empezó a mover sus manos por delante con nerviosa desesperación. —Lo que pasa es que yo soy muy vergonzosa y cualquier cosa me causa rubor —añadió una explicación.
—No tienes para qué negarlo —le dio completa naturalidad a su voz—. De hecho, hasta te daré un consejo para conquistarlo: cuando cocines siempre agrega tomates en tus comidas. Es lo que más le encanta.
—¿De verdad?
—Ves que sí te gusta. Tu interés te delata —se rió con ganas.
Su rostro incrementó su rubor de una manera dramática, pues Ino le había puesto una hábil trampa. Era definitivamente muy astuta; su reciente artimaña para sonsacarle información lo había comprobado. Por un momento se sintió desnuda ante ella, teniendo incluso la sensación de que ella era capaz de leerle la mente.
—E-está equivocada. A mí no me gusta él y mucho menos después de cosas terribles que me hizo... —Agregó algunas frases más para dejarlo claro, sumando de paso un tono parcialmente ofendido. Aun así tuvo la impresión de que esa rubia no parecía darle crédito alguno.
La militar la miró atentamente, para luego dar un profundo suspiro con sabor indefinido.
—Es un maldito. —Volvió a suspirar, aunque ahora de forma más tenue—. No sé cómo demonios lo hace, pero, incluso siendo tan arisco y cabronazo, todas terminan cayendo con él... Hasta una Hyuga que debería odiarlo...
—Por favor, le repito que a mí no me gusta... —Se sintió tan avergonzada que tuvo la imperiosa necesidad de negarlo cuántas veces fuese necesario. A ella no le gustaba el Uchiha, ¿verdad? Eso era una locura.
—Si quieres ocultarlo lo entiendo, así que no te presionaré más —dijo tranquilamente—. Supongo que cosas muy graves pasaron entre ustedes, pero de todos modos no se puede negar que Sasuke es un hombre muy atractivo. Si te atrajera aunque fuese un poco yo no te culparía. En el fondo es alguien que ha sufrido mucho y que tiene un corazón bueno esperando a que alguien lo saque a flote.
Hinata guardó silencio, delatando que lo último le había llegado. En cuanto se dio cuenta de que su mudez se prolongó más de lo prudente, habló.
—Puede ser que sí o puede ser que no... —Dejó un saludable espacio a la duda.
Ino continuaría la íntima conversación, pero algo en el horizonte la sacó completamente de la misma. Redujo la velocidad de sus pasos y, por lo atento que se había vuelto su talante, Hinata observó hacia delante también. Entonces, a unos veinticinco o treinta metros, vio a tres hombres con estivales abrigos negros casi similares a los que portaba su acompañante. La única diferencia era que tenían estampadas unas manchas rojas que parangonaban nubes de sangre; tal detalle era el que hacía saber que formaban parte de las fuerzas exclusivas del rey. Hombres tan crueles como él y que incluso a Sasuke Uchiha superaban en malignidad sin tener que esforzarse. Eran lo mejor de lo mejor que los ejércitos del mundo podían ofrecer.
—Son tres guerreros de las Fuerzas Especiales de Danzo —susurró Ino sin mirarla, la vista clavada fijamente en el trío con el que muy pronto se cruzarían. Bajó el cierre de su gabardina, abriéndola hacia los lados para dejar sus katanas a la vista —. No demuestres miedo —por el tono neutro, la civil no supo si fue una orden o un consejo.
—D-de acuerdo —la actitud alerta de la rubia le dejó muy claro que, pese a pertenecer al mismo ejército, no eran colegas que se estimaran. La animadversión que reflejaba Ino en su semblante era muy evidente.
Entretanto, mientras avanzaban, los militares sostenían una despreocupada conversación.
—Aunque fuimos compañeros por años antes que se retirara, ese maldito Kakuzu ni siquiera me hizo una pequeña rebaja con las esclavas que le compré —se quejó un hombre de cortos cabellos morados, muy ofuscado con su antiguo camarada.
—Con lo codicioso que es, ¿en serio pensabas que te haría un descuento? —espetó de manera ácida un pelirrojo de complexión ligera. A pesar de estar alrededor de los cuarenta años, seguía viéndose muy joven.
—Le pedí a mi dios Jashin que lo volviera generoso por un minuto, pero ni siquiera él pudo contra su descomunal avaricia.
El tercer hombre lanzó una estridente risotada. Por alguna razón su cara evocaba a la de los tiburones. —Es primera vez que admites que tu dios fue incapaz de hacer algo.
—A veces un dios no puede hacer cosas contra otro dios —puntualizó Hidan, muy convencido —. Y Kakuzu es el dios de la codicia. Es por eso que el gran Jashin falló por esta única vez.
La caminata siguió su curso y el inevitable encuentro se produjo, deteniéndose en mitad de la vereda. La gente que iba caminando por ésta decidió cruzar hacia la contraria rápidamente, pues era de dominio público que evitar toparse con las Fuerzas Especiales resultaba siempre la mejor decisión.
—Vaya, vaya, pero miren a quien tenemos aquí —dijo el religioso mirando a la blonda, exhalando burlón desprecio —. ¿Ya le pasaste tus nalgas a Uchiha hoy?
—Y si fuera así, ¿te mueres de envidia, verdad? Con la pinta de maricón que tienes no me extrañaría —contraatacó Ino, sonriendo desafiante.
El hombre que cargaba una enorme espada en su espalda volvió a reírse a carcajadas. —Te cagó, Hidan.
—Calla, Kisame —dijo mirándolo amenazante, pero éste siguió con su risa hasta que terminó de forma natural. Rápidamente, volvió a encararla —. Bruja, si no fuera porque eres la aliada de Uchiha hace mucho que ya te habría cortado esa lengua insolente. Y te habría violado de paso —agregó sonriendo satánica maldad.
Hinata no necesitó más tiempo para sentir las frías zarpas de la tensión arañando su columna e implantándole un nocivo frío constante. Los tres hombres que tenía enfrente daban miedo sólo con verlos durante un segundo, pero era Hidan quien parecía el más desequilibrado y maligno. El pelirrojo, mientras tanto, también esbozaba un semblante muy oscuro, pero daba la impresión de ser más elegante. Por las miradas sumamente agresivas que le lanzaban a Ino, era muy notorio que ambos la detestaban. El élite de la gigantesca espada, en cambio, exhalaba un semblante de lo más jocoso.
—Lo que digas tú me importa tanto como una mosca volando cien kilómetros más allá —contestó la de ojos celestes, para luego lanzar un despreocupado bostezo.
—Eres muy atrevida, pero tarde o temprano mi dios Jashin me ayudará a violarte de una forma muy rica y sabrosa —arrojó con una mirada perturbadora.
—No si antes corto tus pequeños genitales —dijo ella acariciando la empuñadura de una de sus katanas.
—Tal como dice Hidan, eres muy engreída —intervino Sasori —. Sabes muy bien que si no estuvieras bajo la protección de Uchiha hace mucho que estarías muerta —puntualizó sentencioso —. Una mujer jamás debería estar en el ejército. Jamás —recalcó enardeciendo su mirada —. Mucho menos ser una Élite.
Dentro de la milicia muchos hablaban a espaldas de la rubia, menospreciándola por ser mujer o adjudicándole sus logros a Sasuke. Sin embargo, en vez de lamentarse, Ino disfrutaba la envidia y la tirria que causaba en varios de sus colegas. Si sentían aquello, era precisamente porque ya había demostrado con creces su capacidad en combate. Dijeran lo que dijeran, todo lo que había conseguido se debía a su propio esfuerzo, ya que alguien tan duro y exigente como Uchiha jamás le regaló nada.
—Pues te guste o no, estoy en el ejército y soy de los mejores —repuso con otra sonrisa desafiante destellando en su rostro.
—En eso tiene razón —contrariando a sus compañeros, Kisame la apoyó. Podía ser un sanguinario terrible, pero no juzgaba por sexos. Si alguien se ganaba su respeto, simplemente se lo ganaba. Y ella lo había hecho.
—Calla, tiburón, lo que tú quieres es ligarte a esta perra, por eso la defiendes —argumentó un iracundo Hidan.
La discusión continuó, mientras Hinata quedó completamente impresionada con la actitud de Ino. La seguridad con la que se desenvolvía ante los dos que la criticaban, hombres que además eran guerreros, resultaba asombrosa. Una mujer jamás podría hablarle así a un varón común y corriente. Nunca. Y ella estaba encarando así a nada más y nada menos que a soldados de élite. Aunque contribuyera a destruir su nación, no pudo evitar admirarla.
La reyerta verbal continuó hasta que uno de los guerreros, Sasori, notó la tímida presencia de la fémina de cabellos morenos, la cual estaba pasando desapercibida.
—¿Y esta chica no es una Hyuga? —por sus albinos ojos, reconoció de inmediato su linaje —. ¿Qué hace una maldita Hyuga en plena ciudad?
—Es esclava de Sasuke —respondió Yamanaka.
Hinata no precisó que ya no era una, pues entendió que ser propiedad de Uchiha significaba estar a salvo.
—Oh, ya veo —dijo el pelirrojo, para luego mirarla de más cerca —. Me sorprende que el precioso arte de la tortura no se haya desatado sobre ti todavía. Siendo una Hyuga ya debería faltarte un ojo, un brazo o una pierna. Muy extraño que lleves una maleta en vez de cadenas —mientras lo decía acercó su rostro al de ella, a lo que Hinata retrocedió instintivamente un paso, pues aquel hombre daba miedo en verdad —. Seguramente Uchiha pronto te hará sufrir, así que disfruta lo poco que te queda de vida —señaló con hiriente sorna.
—Bueno, bueno, vayan circulando —interrumpió Ino para ayudar a su acompañante, pues ella no estaba acostumbrada a lidiar contra bestias como las que tenía enfrente —, ¿acaso no tienen nada que hacer?
—De hecho —explicaría Kisame —, tenemos que aplacar la incipiente rebelión.
La Élite le asintió. Sabía que el apodado «tiburón» la respetaba, de modo que ella le daba lo mismo de vuelta.
—Yendo yo, acabaremos en unos cinco días cuanto mucho —acotó Hidan —. Son sólo rebeldes isleños. Nada de qué preocuparse.
—Si vas tú entonces demorarán seis meses —respondió Ino con acentuado tono burlón.
—Tan perra como siempre, pero ya vendrá el día en que te daré tu merecido castigo.
—El castigo lo recibirás tú, pues poseo una ventaja que nadie más: a mí me entrenó el mismísimo Sasuke Uchiha para luchar contra alimañas como tú.
—Por mucho que él te haya entrenado y que te trate como un hombre más, la realidad es que sigues siendo sólo una patética mujer. ¿Te habría gustado nacer con un pene y tener la fuerza de un varón, verdad? Lo siento, no fue posible —sonrió, insidioso —. Estás condenada a sangrar cada mes, a ser la penetrada, la que pare hijos y a ser eternamente débil porque esa es la naturaleza inherente a tu sexo —exhaló desprecio por cada poro de su tostada piel.
Ino iba a responder, pero Hinata, motivada al ver cómo ella lo encaraba, entendió que la rubia no podía ser la única que sacara la cara por el género femenino ante ese monstruo. Si realmente quería ser una guerrera, entonces no podía limitarse a ser una simple espectadora. Tenía que aprender desde ya mismo a hacerle frente a tipos como estos, aunque por ahora sólo fuera de manera verbal.
—Señor —al ver directamente a Hidan, pensó que su voz temblaría ante la sádica mirada de él, pero, recordando que ya había podido lidiar contra el demonio llamado Sasuke Uchiha, su voz adquirió un firme temple que incluso a ella misma le sorprendió —, yo creo que la verdad es una sola: piensa que la señorita Ino es mejor que usted y eso es lo que tanto le enfurece —el aludido retorció sus nervios oculares para formar una mirada de perfecta indignación. Sus dientes apretados crujieron los unos contra los otros, pero Hyuga no se dejó amilanar —. En realidad, que trate de menospreciarla sólo indica su intenso miedo a que una chica lo supere. Le aterra el hecho de que una pueda ser tan fuerte. Por eso necesita ocultar su propia inseguridad tras la cortina del menosprecio, porque en el fondo usted es más débil que cualquier mujer.
Ino casi abrió su boca por la sorpresa, pues la pelinegra ni siquiera tartamudeó a pesar de quien tenía enfrente. Mirándola fijamente, por fin entendió la razón de que Sasuke quisiera entrenarla: esa chica daba la impresión contraria, pero tenía mucha fuerza oculta esperando salir a flote. La fortaleza podía expresarse de múltiples maneras y con sus potentes palabras Hinata lo había demostrado una vez más.
El argumento esgrimido fue tan sólido, tan bien esbozado, que Hidan no pudo formular ninguna réplica. Sasori, quien era mucho más inteligente que él, tampoco consiguió una.
—¿Ya lo ves, Hidan? Una mujer, que además es sólo una civil, te ha dejado completamente callado. Lo mismo contigo, Sasori —imprimió una sonrisa burlona.
—¡Silencio, maldita! —el más afectado reaccionó iracundo mirando a la rubia, aunque ella no sería su objetivo principal esta vez. Avanzó dos pasos y acercó su rostro hasta ponerlo a sólo centímetros de Hinata, quien puso todas sus fuerzas en disimular el intenso miedo que le brotó por dentro. Curiosamente, la primera persona que llegó a su mente fue Sasuke, deseando que estuviese allí para protegerla de esta amenazante situación —. ¿Te crees muy lista, verdad, mujercita? Pues me gustaría ver qué tan lista serías con una espada clavada en el pecho —. Ino estaba preparada para desenvainar rápidamente, pues las cosas estaban a un tris de salirse de control. El hombre que se creía inmortal estaba realmente furioso esta vez, cosa que ni siquiera ella había conseguido —. Debes agradecer la suerte colosal de que Uchiha sea tu dueño, porque de lo contrario te aseguro que ya estarías muerta por tu osadía —tragándose la ira a duras penas, retrocedió su rostro mientras Hinata sentía un escalofrío que recorrió su espalda como una escamosa serpiente.
Un tensionante silencio se apropió del ambiente; los rostros apretujados dieron fiel prueba de ello. El único que parecía estar disfrutando la situación era Kisame, quien seguía esbozando un semblante de lo más despreocupado. Fue precisamente él quien cortó el mutismo.
—Bien, Ino, nos vamos. Ya tengo ganas de cortar cabezas rebeldes —dijo sonriendo con genuino gozo, pues decapitar de un fulminante golpe era uno de sus placeres favoritos. Su gigantesca espada era ideal para ello.
Ante sus palabras, tanto la blonda como los otros dos guerreros parecieron relajarse un poco. Hinata, empero, no lo haría hasta que esos hombres estuvieran muy lejos.
—Ah —suspiró Sasori con ensoñación —, qué bellísimo arte es el de ver las cabezas rodando por el suelo, aunque no se compara al de las técnicas de tortura.
—Menos mal que Deidara no está aquí o si no empezarían con su aburrimiento de qué es arte y qué no —puntualizó Hidan, comenzando a olvidar el enojo anterior.
—Deidara podrá tener un gusto horrible, pero, a diferencia de un inculto como tú, él sí es capaz de apreciar la hermosura del arte asesino en todas sus facetas —reprochó el pelirrojo.
Se enfrascaron en una breve discusión que fue mucho más tranquila que la anterior. A Hinata, entretanto, le pareció horrendo que hablaran de matar gente como si se tratara de comprar víveres. Era darle una banalidad a la vida humana que resultaba verdaderamente indignante.
Kisame, poco interesado en discutir asuntos supuestamente artísticos, comenzó a caminar en solitario. Sasori y Hidan harían lo mismo, pero el último no se iría sin lanzarle una última puya a la blonda.
—Ya nos vamos, perra, así que puedes ir a restregar tu culo contra Uchiha otra vez.
—Por suerte no tengo tus costumbres, Hidan —contrarrestó ella con una de sus sonrisas mortificantes —. Sé que te encanta dar abrazos hacia atrás.
Una nueva y estentórea carcajada afloró en la boca de Kisame, quien todavía no se alejaba lo suficiente como para no escuchar.
—Muy pronto, mi dios Jashin castigará que no hayas aceptado el lugar que te corresponde como mujer. Sólo espera y lo verás —gruñó él acólito de la desconocida deidad.
Dicho esto, los guerreros prosiguieron su camino hacia el puerto militar, que se ubicaba al suroeste del puerto civil que conoció Hinata.
Ino no los perdió de vista hasta que doblaron en una esquina. En cuanto ello sucedió, reanudó sus pasos. Reaccionando, Hyuga la siguió manteniéndose a su lado, pero todavía con nervios erizados de temor. Después de ver su desenvoltura confrontando a tipos tan terribles, su admiración hacia ella se incrementó todavía más.
—¿Con-contra esos monstruos tendrán que luchar? —susurró por el secretismo que requería este asunto.
—¿Sasuke también te contó eso? —respondió en el mismo volumen, pero con un tono de sorpresa añadido.
—S-sí.
—En efecto: tendremos que pelear contra ellos y otros guerreros de élite, todos excesivamente peligrosos. Aunque quizás Kisame, el de la gran espada, se descarte. Él fue compañero de Itachi, el hermano de Sasuke. Cuando le cuente que Danzo lo mandó a matar, puede que se retire de la milicia o incluso podría ayudarnos.
—Se nota muy sádico, pero supongo que en este caso no se puede desechar su ayuda por un dictamen moral. O-ojalá los apoye, porque es evidente que será mejor tenerlo de aliado que como enemigo —añoró Hinata —. Además, parece muy fuerte.
—Todos en las FE somos muy poderosos.
—FE significa Fuerzas Especiales, ¿verdad?
—Así es.
—Usted debe ser realmente extraordinaria para pertenecer a las FE y confrontar a tipos como esos con tanta seguridad —la admiró Hinata.
Ino sonrió con autosuficiencia.
—Estoy entre los diez guerreros más fuertes en el ejército más poderoso del mundo. Y soy el más fuerte cuando se trata de arco y flecha. Nadie, ni siquiera Sasuke, se compara a mí en esa faceta.
La de ojos albinos abrió su boca muy sorprendida. Luego, pensando en ella misma, preguntó: —¿Es muy difícil ser una arquera?
—Desde luego que tiene su grado de dificultad, pero si se tiene talento no debería haber mucho problema. De hecho, a comparación de la esgrima, resulta mucho más fácil y rápido. ¿Te gustaría ser una?
—M-me gustaría mucho —tartamudeó por la emoción.
—Si un día vuelves a este país, yo te enseñaría encantado. Claro, si todavía sigo vivo.
Todo estuvo perfecto, excepto la frase de «Si todavía sigo vivo». Hinata necesitó cuestionar tal afirmación.
—E-es obvio que estará viva —afirmó, desterrando cualquier negatividad al respecto.
La castrense se dio una pequeña pausa antes de volver a hablar.
—Siendo un guerrero la posibilidad de morir siempre está presente. Más teniendo en cuenta que pronto enfrentaremos a Danzo y sus hombres. —Un ademán de Hinata anunció que hablaría, pero Ino se le adelantó como si le hubiera leído la mente—. Yo también creo firmemente que lo derrotaremos, pero no por eso hay que negar la realidad. La probabilidad de caer es muy alta cuando vas a enfrentar a todo un ejército —dijo con voz inexpresiva.
Hinata bajó su cabeza mientras la tristeza se encargaba de rodear su aura. Su gran empatía la llevó a temer por ella, pues, aunque la conociera hace poco, parecía una persona justa pese a ser una dura guerrera. Además Ino era muy fuerte, pero no tanto como lo era Uchiha, de modo que estaba corriendo más peligro que él.
—Usted debe querer mucho a Sasuke para ayudarlo en algo tan difícil —comentó a causa de su última reflexión.
—Lo hago mayormente por él, pero también por mi país. Si Danzo sigue reinando nos llevará a la ruina. El pueblo no se da cuenta, pero los impuestos que cobra a las colonias son cada vez más altos y está generando muchos enemigos. El desgaste de la última guerra, causado por tu nación, nos ha pasado la cuenta y si seguimos al mismo ritmo es sólo cosa de unos cuantos años para que terminemos destruidos por su sed de poder. En cambio, dicen que el monarca que había antes, Hiruzen, fue un gran rey que mantuvo bien a su pueblo sin necesidad de atacar otras naciones. Fue una verdadera lástima que muriera derrocado.
Hinata asintió en silencio. Si Danzo nunca hubiera tomado el poder, nada de lo que tuvo que vivir Sasuke habría sucedido y por ende su clan tampoco habría sido exterminado. Era muy triste recordarlo.
Ino dio cuenta del nuevo cariz en la expresión de Hinata y, mientras buscaba animarla de alguna forma, recordó la conversación que por el encuentro con el trío de guerreros había olvidado completamente.
—Así que sientes algo por Sasuke. Vamos, por lo menos admite que te llama la atención un poco.
Hinata al instante la miró sorprendida. Nerviosa mientras su rostro se volvía ruboroso, sus índices comenzaron una pequeña batalla nuevamente.
—Nunca admitiría algo así, sería una ofensa para mí y todos mis familiares.
—Entiendo eso. —Le guiñó un ojo—. Sé que debe haberse comportado terriblemente, pero cuando hablamos en mi cuarto y me contó que iba a entrenarte me di cuenta que le brillaban los ojos. —Ante lo dicho, Hinata fue invadida por una emoción fulgurante que se mezcló con sorpresa—. Por un momento, sentí que estaba viendo otro Sasuke, alguien distinto a quien conocía. Y sé que ese cambio se debe a ti.
—Y-yo..., yo no sé que decir al respecto...
—Pero yo sí sé qué decirte: conmigo Sasuke siempre ha sido muy leal pese a ser tan áspero y maldito. Estoy seguro que si dejan los rencores atrás serían felices como pareja. Sé que le pediste que te acompañara en tu viaje, así que has dado un gran paso adelante.
—No todo se reduce al amor, también existe la amistad y eso es lo que yo pretendo con Sasuke.
Ino le echó una ojeada curiosa.
—Eso también me parece muy bien, aunque aun así deberás tenerle mucha paciencia. Y, a pesar de lo renuente que te muestras, yo tengo el fuerte presentimiento de que tú eres la mujer que él necesita, la que podría hacerlo feliz. Él se merece un poco de felicidad después de toda la mierda que tuvo que vivir.
—Usted lo quiere mucho, ¿verdad? —Se atrevió a preguntar Hinata, dispuesta a indagar más. No había que ser una genia para saber que amistades profundas entre hombre y mujer podían derivar hacia sentimientos amorosos. Y ella, por más que se empeñara en afirmar lo contrario, seguía siendo una mujer.
—Así es —respondió sin mirarla—. Lo conozco hace mucho tiempo y sin su entrenamiento no habría llegado a mi estatus actual. —Se dio una pausa de unos segundos que Hinata respetó en silencio, pues adivinó que seguiría hablando—. ¿Cuál es el motivo real de tu pregunta? —La encaró al percibir una intención camuflada.
—L-la verdad... yo pienso que usted sería mucho mejor como pareja para Sasuke —dijo mirando la punta de sus sandalias—. Es fuerte, valiente, inteligente, hermosa y una guerrera igual que él. Y-yo nunca podría compararme a alguien como usted...
La Yamanaka sonrió.
—Gracias por tus halagos, pero de mí no tienes que preocuparte —le dijo directamente, como siempre solía serlo—. Por mi fortaleza Sasuke siempre me ha considerado un hombre, así que no hay posibilidad de que me vea de otra forma. —Mientras decía lo último, en su semblante hubo ausencia de matices.
Hinata se dio el tiempo de formular la pregunta correcta en su mente, una que no resultara tan indiscreta ni tan permisiva. No logró conseguir la mezcla perfecta que ansiaba, mas igualmente soltaría su curiosidad.
—P-por favor, perdóneme si soy impertinente... ¿pero a usted le gustaría ser considerada de una manera distinta por él?
Al tiempo que daba un gran suspiro, la soldado detuvo sus pasos para mirar a la civil directamente a sus ojos. Lo siguiente que diría era necesario hacerlo de ese modo.
—No —respondió de forma concluyente—. Yo soy su amigo y siempre lo seré —permaneció en silencio unos segundos, meditando sus siguientes palabras para que fuesen precisas. Adivinando que continuaría explayándose, Hinata no la interrumpió—. Como te dije antes lo que presiento es que quizá tú eres la chica destinada a él. Sé que Sasuke ha sido un demonio e hizo muchas cosas malvadas, pero de todos modos algo te puedo asegurar: aunque muchas veces se le pasara la mano, siempre tuvo una razón de fondo para hacer todo lo que hizo. Jamás le hizo un daño, o por lo menos nunca uno grave, a alguien que no se lo mereciera. Él sí tiene bondad en el fondo de su corazón.
Su gran empatía le hizo saber a Hinata la soterrada verdad: la titilante mirada celeste, su expresión facial, la intensa emoción que desprendió su voz en cada frase, todo su lenguaje corporal indicaba que ella sentía algo más por él. Aunque lo intentara ocultar tras una máscara de amistad, el amor se le notó en cada detalle y le salió por cada poro. No podía estar equivocándose, no ante señales tan claras para ella. Dando su presunción por cierta, formularía una pregunta de forma tan directa como Ino lo hacía.
—S-si usted lo ama, ¿por qué no ha luchado por él?
La rubia dio un inevitable respingo, sintiéndose incómoda al tiempo que su aliento parecía atorarse en su garganta. Por primera vez, fue Hinata quien pasó a ser la punzante de las dos. Se produjo un breve silencio, mientras su lengua acariciaba las encías del lado derecho de su mandíbula. Cesado su acto inconsciente, contestó.
—Mi alma es la de un hombre, ¿cómo podría amarlo entonces? —Plasmó incredulidad en su voz—. No tiene sentido en lo absoluto.
—Pues yo creo que, aunque lo trate de negar, en el fondo usted se considera una mujer en cuerpo y alma. La vi usar las palabras en femenino con su padre, así que se siente una chica cuando está en total confianza —argumentó destellando una gran solidez—. Y, ahora mismo, mi corazón me está diciendo a gritos que usted ama a Sasuke Uchiha —sonrió tiernamente. Era curioso, pero ya no sentía incomodidad estando con Ino. ¿A qué se debería ese cambio?
La experta en combate se llevó una mano a la frente como si quisiera apagar una repentina fiebre. Luego despejó el brillante flequillo que había caído para cubrirle un ojo y lo acomodó por detrás de su oreja. Permaneció muda varios segundos, pero luego, dando un profundo suspiro, volvió a hablar.
—Si quieres que te sea honesta —dijo usando la última palabra en femenino, como debía ser—, primero debes serlo tú.
Hinata bajó su cabeza unos segundos al tiempo que daba un suspiro. Se rascó un costado de la cabeza y finalmente contestó.
—La verdad yo no sé lo que siento por Sasuke. Todo lo que he vivido con él está muy reciente, incluyendo su crueldad. Sin embargo, también he visto que tiene bondad y puede que, de alguna manera que ni yo misma puedo entender, sí me sienta atraída parcialmente por él. —Le dolió decir lo último.
—Eso está mucho mejor —dijo una conforme Ino—. Ahora te contestaré yo, aunque primero necesito que me prometas que guardarás esto como un secreto pase lo que pase.
—P-por supuesto —respondió sin dudarlo—. Le aseguro que nada de lo que usted me diga saldrá de mi boca jamás. —Usando su índice, hizo un gesto como si estuviera cerrando una cremallera en su boca.
Motivada a confiar, la castrense terminó consintiendo.
—La única verdad es esta: yo me resigné hace mucho tiempo. Reconozco que una porción de mi corazón siempre amará a Sasuke de algún modo, pero él tiene su camino y yo el mío. Tengo confianza en que un día encontraré a alguien que me haga sentir cosas, enamorada, y que me haga feliz. Sasuke no es el hombre para mí... pero puede serlo para ti.
—¿Y por qué nunca se lo dijo? —preguntó consternada—. Usted no es de las chicas que temen declararse, es demasiado fuerte para eso. ¿Entonces por qué no lo ha hecho?
—Es muy evidente que Sasuke no siente química romántica conmigo, así que confesándolo solamente habría echado a perder nuestra amistad. Él me considera un hombre y así será por siempre. No tenía ningún sentido querer algo más. A veces es mejor ser amigos que novios, pues la verdadera amistad es eterna; en cambio el amor es difícil que lo sea —afirmó en base a la experiencia que ya había visto en muchas parejas resquebrajadas—. Además, si me hubiese comportado como una mujer con él, si hubiese sido más femenina, nunca me habría entrenado. Sasuke me respetó precisamente por ser una chica diferente a todo el resto. Ser tan fuerte fue mi bendición y mi maldición al mismo tiempo. Me gané su respeto, pero jamás me ganaría su amor. Tú, en cambio, puedes tener ambas cosas. —Le puso las manos en los hombros y le brindó una mirada emocionada para darle un consejo—. Me gustaría mucho que le dieses una oportunidad. Sé que tú puedes curarlo del dolor.
La de ojos blanquinosos se emocionó mucho. Se dio cuenta una vez más de cuán fuerte era Ino, tanto que podía dejar atrás su sentimiento por Sasuke para verlo feliz con otra mujer. Aunque no fuese a su lado, ella deseaba su felicidad porque su amor no era egoísta sino todo lo contrario: era un sentir que centelleaba nobleza.
—M-muchas gracias por sus palabras... —Su semblante se colmó de tierno agradecimiento—, pero yo pienso que usted...
—Cállate —la compelió al silencio, a lo que Hinata obedeció sin chistar—; no esgrimas tonterías y atrévete a dejarte llevar. La vida es demasiado corta como para dejarnos apagar por las dudas, para no hacer lo que sentimos. —Acercó su rostro al de ella para enfatizar aún más lo siguiente—. Hace lo que realmente quiere tu corazón. Sé que yo no lo hice, no seguí mi propio consejo, pero yo nunca tuve una señal distinta de parte de él. En cambio tú sí la tienes, que te haya dado la libertad siendo una Hyuga lo dice todo. Atrévete y serán felices. Te aseguro que al final todo valdrá la pena.
—Gracias por su bonito consejo. Yo no sé que puede pasar más adelante, pero le aseguro que tendré muy presente sus palabras. —Se conmovió tanto que sus ojos brillaron.
—De nada. Sólo no le cuentes nada de esto a nadie porque tengo un prestigio que mantener. Soy una chica ruda, no una tierna florecilla enamorada. —Se rió muy divertida y Hinata, contagiándose, también lo hizo—. De hecho, ni siquiera sé porque te lo he contado a ti. Quizá sea porque me inspiras confianza y, después de todo, necesitaba decírselo a otra mujer.
—Gracias de nuevo por confiar en mí. Yo le prometo que nada de esta conversación saldrá de mi boca jamás.
—Sé que así será, pues de lo contrario te haré una nueva vagina en la panza. —En sus ojos simuló seriedad, pero delató lo artificial de ésta con la sonrisa de sus labios.
—Con una vagina me basta y me sobra, así que no se preocupe —bromeó en amoroso tono jocoso.
Confidentes ya, siguieron caminando muy animadas. Ino siguió contando cosas de las fuerzas de élite, los viajes en los barcos y del país al otro lado del mar. Pronto el hermoso rumor de las olas surgió para acariciar sus oídos, anunciando la proximidad de la costa.
El último Uchiha avanzó por los corredores hasta llegar al enorme salón que contenía el gran arsenal de armas y escudos. La oscuridad no fue impedimento para ubicarlas, ya que, guiándose por su perfecta memoria, fue hacia el lugar donde reposaba uno de los arcos, tomándolo con la mano que no cargaba su maleta. Se ajustó la correa que servía para llevarlo en su espalda, para luego tomar un carcaj de flechas que guardó con el resto del equipaje. Le sorprendía, pero estaba comiendo ansias por ver qué tal se desempeñaría Hinata como arquera. Aunque supuestamente se concentraría en la defensa personal, si ella mostraba puntería entonces priorizaría ésta. No sabía por qué, pero tenía la fuerte corazonada que la Hyuga no lo decepcionaría con el arco y la flecha. Era el mismo presentimiento que tuvo con Ino cuando decidió entrenarla. Y no se había equivocado en lo absoluto.
A su paso lento, abrió la puerta conectora de ambos sectores de la mansión, para, antes de irse, dejarle órdenes a Sakura sobre el cuidado de los caballos, de las provisiones, de la recuperación de Leonidas y otros menesteres domésticos.
La dueña del exótico rosa capilar, de pie a la vez que afirmaba su espalda contra la apagada chimenea del salón, divagaba sobre Hinata y sus razones para pedirle a Sasuke que la acompañase en su travesía. ¿Acaso le había mentido cuando le preguntó si él le gustaba? Su instinto insistía en avisarle que esa pregunta era también una respuesta. ¿Pero por qué le habría ocultado la verdad? Como si fuera un tic nervioso, apretó sus labios varias veces para desahogar la molestia que le estaba surgiendo contra su amiga. Ella hasta le ofreció hacerse a un lado si le gustaba el poderoso guerrero, pero Hyuga no había sido capaz de confiarle sinceridad. Era tan decepcionante que, por un sucinto momento, incluso pensó que recibir el aliento de un dragón hubiese sido más grato. Suspirando dos espaciadas veces, se tomó un lapso para calibrar el cariz de sus pensamientos. Decidió recordar las vivencias hermosas que tuvieron juntas. Hinata era una chica muy buena, de modo que alguna razón de peso debió tener para negárselo. O bien se había dado cuenta a último momento de lo que sentía por Uchiha. Entonces asintió con su cabeza pese a que no había nadie enfrente.
¿Qué hacer ahora? Mientras reconfiguraba sus ideas, se acarició inconscientemente el lóbulo de la oreja. Luego sus dedos viajaron hacia un mechón cercano y empezó a trenzarlo. Detuvo su acción en seco cuando tomó una decisión: lucharía por Sasuke ahora mismo o podría perderlo. En primer lugar, Hinata misma le había negado tener interés en él, así que tenía todo el derecho de intentarlo. En segundo lugar, la pelinegra sabía que ella sí sentía algo profundo por Sasuke y, aún así, parecía que iba a pelear por él ignorando su revelación. Por último, estaba la posibilidad que su amiga no tuviera ningún interés romántico y sólo le hubiera pedido su compañía por simple temor a estar sola durante el viaje. En realidad, después que viera la muerte de su primo con sus propios ojos, era extremadamente difícil que pudiese sentir algo más por el soldado.
Justo cuando terminó su lógico razonamiento, el joven apareció por la puerta prohibida. Al verlo, su fuero interno tembló de nervios inevitablemente, mas siempre se había considerado una mujer decidida y esta vez no sería la excepción.
Uchiha vio que Leonidas había caído dormido, por lo que decidió no interrumpir su sueño con caricias que pudiesen despertarlo. Moviendo su índice en el aire, llamó a su esclava. Ésta reaccionó rápidamente hasta quedarle enfrente, a solo un metro de distancia. Él inició sus órdenes, aunque Sakura lo escuchaba y asentía a medias, dado que estaba más preocupada por esbozar la mejor forma de confesarle sus sentimientos. Cuando el varón le dio la espalda para marcharse, supo que el momento crucial había llegado por fin.
—Amo... —tartaleó su voz inevitablemente—, tengo que decirle algo antes que se vaya.
—Si no es importante puedes ahorrártelo —dijo iniciando su marcha hacia la salida.
—Creo que sí es importante...
«O por lo menos para mí sí lo es. Ojalá que para ti también lo sea»
Parando su caminar, Sasuke se giró volviendo ceñudas sus facciones. Le clavó los ojos a la manera que solía hacerlo: con agresividad destellando. No emitió frase alguna, pero Haruno entendió claramente que estaba esperando sus palabras. Pensó en preparar el terreno, pero su semblante impaciente la hizo saber que no debía demorar lo que deseaba confesar, de manera que tendría que decirlo casi a quemarropa. Se imaginó equilibrándose por una cuerda floja, en la que conseguir la meta o caer de ella dependería exclusivamente de su amo.
—N-no sé cómo decirle esto... —Por el tartamudeo, lo primero que vino a la mente de Uchiha fue Hinata. Invadido por ella se dio cuenta que, a partir de ahora, siempre la recordaría cuando alguien trabara sus palabras—. Es algo que me emociona mucho —continuó Haruno con timidez, insegura de cómo empezar. Teniendo claro que tarde o temprano se le confesaría, pensó en ensayar sus palabras justamente después que su amiga partió a embarcarse. Sin embargo, al final desechó tal idea. No quería algo preparado, sino palabras espontáneas que provinieran directamente desde su corazón—. Perdone que me tambalee un poco la voz, pero para una mujer es difícil decir esto...
¿Algo que para una mujer era difícil de decir? De forma automática, para Sasuke aparecieron dos claras opciones: «estoy gorda» o «me gustas». Y resultaba evidente que se trataba de lo segundo.
—Sé que a lo mejor todavía no nos conocemos mucho y que soy sólo una esclava, pero durante estos días me he dado cuenta de cosas importantes que me están agitando... —emocionados, sus ojos esmeraldeños centellearon precioso afecto.
—Date prisa, no me gusta perder el tiempo —exigió premura a su modo hosco e insensible.
—Perdón... —Se sintió todavía más nerviosa, dándose cuenta que tal vez este no era el momento indicado para decir lo que debía. Sin embargo, ya había avanzado mucho como para retractarse ahora. Llevó un puño a sus labios y carraspeó a fin de aclarar su voz; quizás hacer eso la ayudaría a adquirir el tono firme del que deseaba impregnarse—. Lo que quiero decirle es que me gustaría mucho convertirme en alguien importante para usted, alguien en quien pueda confiar, ser una amiga y quizás algo más... —Finalmente, tragando saliva y deshaciendo temores, se atrevió a saltar el abismo etéreo que la separaba de él—. La verdad es que usted me gusta mucho, amo Sasuke. Me gusta tanto que siento que me estoy enamorando de usted —culminó palpitando esplendorosas sensaciones que, por un segundo, incluso parecieron hacer algo tan imposible como irisar todo su semblante.
La confesión no fue algo que le extrañara en lo absoluto: por su atractivo físico, enorme fama e incomparable fuerza, muchas mujeres se le habían declarado tanto en persona como a través de cartas de amor. Por un lado, sentirse deseado por tantas chicas era algo que volvía su ego celícola. No obstante, por el otro lado, también le molestaba la superficialidad de tales afecciones.
—Ni siquiera me conoces realmente, no tienes idea de quien soy en verdad. Tu supuesto sentir sólo se sustenta en el vacío de la apariencia y, aún así, te atreverás a proyectar una relación amorosa profunda y duradera. Es ridículo.
Sakura no se esperaba un cuestionamiento así de duro. Estaba preparada para un rechazo o una aceptación, pero no para que pusiera en duda lo que sentía. Quedó callada al reflexionar sus palabras, preguntándose si acaso él tenía razón. Sabía que había sido una niña banal, pero mucha agua corrió desde entonces. Cuando Uchiha se giró para irse, ella lo detuvo con lo siguiente:
—Aunque crea que mis razones son vacías, lo cierto es que tengo la madurez suficiente para no basar mis sentimientos en lo trivial —aunque ponía atención, él siguió dándole la espalda—. Yo lo encuentro un hombre precioso, desde luego, pero lo que me hizo sentir cosas profundas fueron los cuidados que le brindó a Leonidas, su inteligencia, la libertad que le dio a Hinata y el saber que, pese al intenso odio que carga por dentro, usted sí tiene bondad en su interior. Es por todo eso que usted me encanta —reafirmó muy emocionada.
Uchiha aceptó su bien argumentada réplica, por lo que no volvió a menospreciar sus sentimientos. Aunque volvería a hablar en forma ácida, procuró darle la cara en señal tácita de respeto. Después de todo, esa mujer también le había salvado la vida.
—Sea como sea, no me gustas. No hay posibilidad alguna de que nazca algo entre nosotros. —Fue fieramente tajante para dejarlo muy claro. No concedió ninguna palabra de consuelo o gesto caballeroso que la ayudase a disminuir la tristeza del rechazo.
Al bajar su cabeza, los cabellos rosas quedaron suspendidos en dirección al suelo. Todavía mirando éste, preguntó temblorosa:
—¿Es por Hinata?
Una profunda ausencia verbal se hizo; una que se alargó durante varios segundos que volvieron relativo el tiempo de una forma distinta a la teoría que surgiría siglos después. La fémina alzó sus esmeraldas oculares, captando clara abstracción en Sasuke. Cuando éste volvió al mundo tangible, simplemente se dirigió hacia la puerta, la abrió y se fue en silencio cerrando tras de sí.
De todos modos, Sakura no necesitaba recibir una respuesta; las lágrimas que corrieron por sus mejillas traslucieron que ya la sabía muy bien...
Continuará.
Notas Finales: ¡Qué tal! Espero que este capítulo haya gustado, pero si no fue así pueden decírmelo con toda confianza. Sé que hubo poco Sasuhina, pero ya venía de tres capítulos repletos de esta linda pareja y ya era hora de revelar y desarrollar los dos grandes secretos del fic. De todos modos el siguiente capi sí que tendrá mucho Sasuhina :]
Aunque no suelo explayarme cuando hago notas, ahora explicaré algunas cosas que me parece interesante compartirlas con ustedes. ¿Por qué Hiashi como prisionero y no Hanabi? La idea de Hanabi como prisionera me parecía muy interesante, pues habría complicado muchísimo una relación entre Hinata y Sasuke. Sin embargo, quiero hacer este fic lo más realista posible y me parece que cuando Hinata supiera que Sasuke había torturado a su hermanita, sacándole incluso un ojo, entonces nunca podría amarlo. Perdonarlo quizá sí sería posible, pero mantener su enamoramiento le sería imposible. En cambio, siendo Hiashi el torturado la posibilidad también es difícil, pero es mucho más abierta. Además, Hiashi me da más juego que Hanabi, ya que fue él uno de los dos culpables principales de que Sasuke perdiera a su familia. Con Hanabi, en cambio, sólo habría sido una tortura sin un conflicto de por medio. Por último, también lo hice porque me gusta que el destino de Hanabi siga siendo misterioso, ¿murió realmente? xD
¿Por qué Ino como la guerrera? Cuando pensé este fic la opción que vino inmediatamente a mi mente fue Konan, pues es un personaje muy fuerte, que me cae muy bien (a mí en realidad es muy difícil que alguien me caiga mal xD) y también como un tributo por ser la única mujer en Akatsuki. Sin embargo, cuando vi la wikia de Naruto me enteré de su edad (35 años) y quedé perplejo, pues yo con suerte le echaba entre 22-24. Así que por la diferencia de edad con Sasuke y también porque nunca tuvo una relación ni con él, ni con Hinata o Sakura, la terminé descartando. Fue entonces que asomó Ino como mi segunda opción y que se convirtió en la definitiva, pues también me gusta mucho y su fuerte carácter calza perfectamente con el de una guerrera. Sé que ella no es tan fuerte peleando, pero aquí fue entrenada por Sasuke y siendo ella la guerrera, también significaría que tanto Hinata como Sakura podrían superarla si entrenaran, que no se necesita ser una mujer tan extraordinaria para ser una. Además ella sí ha tenido relación con los tres, por lo que me pareció perfecta como amiga de Sasuke (además también tendrá relación con Sakura, así que con Ino puedo usar la mítica "Frente de marquesina" xD). Mi tercera opción era Temari, pero no la veo relacionada con Sasuke. En cambio la veo tan relacionada con Shikamaru que, al no estar él en este fic, la terminé descartando.
Sobre la que fue la única novia de Sasuke, ¿ya saben quién es verdad? Yo creo que quedó muy claro :P. ¿Aparecerá ella en el fic? Ya veremos xD
Eso es todo, así que de antemano muchas gracias por comentar y cuídense de la pandemia ;)
