Hola! Espero que, pese a la pandemia, tanto sus familias como ustedes estén muy bien. También muchas gracias por los comentarios, pues créanme que son la motivación para seguir actualizando de manera regular. La gente amable como ustedes es la que me hace tener fe en el mundo todavía (aunque suene dramático xD).

Esta vez me centré principalmente en el entrenamiento de Sasuke a Hinata, escribiéndolo mientras escuchaba canciones míticas de Rocky (ideales para inspirarse en este tema :P). Me divertí escribiendo esto y ojalá también les resulte interesante, aunque de todos modos será la única vez en que abordaré la práctica a fondo.


La luz de la única antorcha prendida es tenue; aquello le da todavía más intimidad a la estampida de emociones que los sofoca a ambos. Solos en la vastedad del océano, todo lo demás dejó de existir. La temperatura del camarote pareció elevarse y, sin poder evitarlo, sus miradas se atrapan sin ser capaces de librarse. La química entre ellos es tan abrumadora que parecen condenados a sentir lo vedado por la moral. Ella está prohibida para él; él está prohibido para ella. Sin embargo, la tentación derrite sus corazones y debilita el respeto a sus difuntos. La magia que tienen el uno sobre el otro es adictiva, enceguecedora, enloquecedora. No debería estar permitido tener tanta química cuando ha corrido tanto dolor, pero la tienen de una manera indubitable. Por tal razón, de Sasuke nacen las siguientes palabras:

—No llores, Hinata.

Ella lo miró sorprendida, ya que, pese al tono duro de su voz, en los ojos negros se leía algo que podía ser interpretado como afecto.

—¿P-por qué?

Sasuke masticó las siguientes palabras como si le costara mucho decirlas, pero el ambiente íntimo que se había creado lo ayudó a ser completamente honesto.

—Por alguna razón no me gusta verte llorando.

Hinata quiso profundizar en el motivo, pero entendió que con Sasuke no había que ahondar más de la cuenta o terminaba cerrándose inevitablemente. Había que tener el tacto preciso para indagar en los momentos adecuados y haciendo las preguntas correctas.

—Perdóname... sé que seré una guerrera y que debo endurecer mi corazón, p-pero tus disculpas me conmovieron mucho. No son lágrimas de dolor, son de emoción —apretó fuertemente los párpados para contener el testimonio líquido de su sentir. La mano que el soldado sostenía en su mejilla la hizo sentir reconfortada. Era una caricia físicamente tosca, propia de alguien como Sasuke, pero inmensamente significativa en lo espiritual —. Para mi pesar, siempre fui más sensible que la mayoría de la gente. Te parecerá una tontería muy grande, pero, muchas veces, se me caían las lágrimas sólo por ver en la calle gente descalza y con hambre. Siempre tenía que ocultarlas porque avergonzaba a mi padre y me increpaba duramente por ser una débil sentimental. Tú, en cambio, me consuelas. Cuando te despedías antes que yo abordara este barco, incluso me dijiste que no importaba cuantas veces llorase mientras siguiera luchando contra la adversidad —sus luceros se abrillantaron aún más —. Es muy extraño que, después de todo lo que ha pasado, contigo pueda llorar sin sentirme culpable por hacerlo. E-es señal de la confianza que estoy sintiendo contigo —sus carrillos fueron invadidos por el calor, aunque extrañamente no se sintió nerviosa como otras veces en que eso le sucedía.

Él entrecerró sus ojos por lo sorpresivo del apunte. Que le diera solaz era un detalle del que no se había percatado, algo casi involuntario. Quiso contestar rápidamente, pero las palabras se hicieron rebeldes en su garganta. Cualquier oración coherente quedó atascada.

Ella, ante el mutismo de él, continuó de forma sorprendentemente segura. —Sé que, a diferencia mía, tú nunca quieres llorar porque eres muy orgulloso. También sé que quizá después de este viaje nunca más nos veamos, pero, si un día nos encontramos nuevamente, me gustaría que supieras... me gustaría que supieras que contarías con mi apoyo, que no estarías solo, que conmigo no tienes porqué ser siempre el más fuerte de todos. Im-imagino que serlo todo el tiempo cansa mucho, más cuando llevas un sufrimiento tan grande en tu corazón; por eso recuerda que también tienes derecho a desahogarte. Me gustaría mucho que pudieras ser libre del dolor, que no fueras tan orgulloso conmigo, que en tu corazón pudieras traer de vuelta al niño noble que alguna vez fuiste...

La mano de Uchiha que todavía se movía en la mejilla femenina, se congeló por completo. Resopla su frustración de manera tan sonora que antes pareció haber absorbido todo el aire del camarote. No le gusta que exista una persona como Hinata porque está comenzando a cambiar sus parámetros de vida. Odios, guerras, crímenes, la avaricia de que el dinero importe mucho más que las personas... todo eso lo había aceptado como la verdadera naturaleza humana, tal como Maquiavelo también lo haría más adelante. Sasuke estaba seguro que ni siquiera en el infierno habrían seres más perversos que los humanos, pues éstos eran la verdadera representación de la maldad. Esa era la verdad enquistada en su alma, verdad aprendida en base a su propia experiencia de dolor. Sin embargo, ella le hace pensar que la bondad sí existe, que permanente nobleza en el alma no era sólo una idealista ilusión.

—Si el mundo fue injusto conmigo, yo seré injusto con el mundo —dijo de improviso —. Si el mundo me odió, yo lo odiaré aún más. Si el mundo me repletó de dolor, yo le devolveré todavía más dolor —a sus palabras, Hinata pestañeó asombro dos veces. Intentó darle una respuesta a Sasuke, pero sus labios sólo consiguieron pronunciar una sílaba que no desembocó en ninguna palabra. Él continuó hablando, pero esta vez cerrando los ojos —. Todo eso era lo que pensaba antes de conocerte, Hinata —ella sintió como su corazón dejó de impulsar sangre, trepando hacia sus ojos para latir, en cambio, lágrimas de emoción —. No sé como lo haces, pero alguien como tú me hace sentir que la esperanza sí existe.

—Sasuke... —fue tan conmovida que no pudo decir nada más.

—Eres un alma tan bondadosa que asombras sobremanera —dicho esto, abrió sus párpados para encajarle su negra mirada —. Tú deberías habitar en las estrellas y no en un mundo de mierda como este —le dijo sinceramente, sin filtro alguno. Fue su alma quien habló, nadie más que ésta.

La fémina enmudeció sin poder eludirlo. Le pareció que hielo cubrió sus cuerdas vocales e ingirió saliva como si ésta fuera agua tibia que pudiera descongelarlas. —Gracias por pensar algo tan bonito de mí, pero no soy la única persona bondadosa en el mundo. Aunque no lo creas, hay más gente que te puede hace pensar que la humanidad sí tiene un futuro, que no todo es violencia y dolor, que de verdad hay esperanza. A veces se ve tanta maldad que pareciera que la gente buena no existe, pero sólo hay que buscar para encontrarla.

Él irradió clara incredulidad a través de su semblante. —No, Hinata. Podría buscar por el mundo entero y vivir incontables siglos, pero no hallaría a otra persona tan buena como tú —siseó como si le molestara admitirlo, mas esa era la única verdad para él.

—Sasuke... —musitó, inundada de sentires.

Mientras él seguía acariciando los pómulos femeninos de una manera más sutil que antes, ella necesitó abrir su boca para reanudar el suministro de oxígeno que la emoción interrumpió. Y, a sabiendas que como futura guerrera debía empezar a endurecer su corazón, llevó cuidadosamente su zurda para despejar las lágrimas que empañaban sus albinas perlas. Accidentalmente, sus dedos anular y meñique tocaron el pulgar diestro de Uchiha; fue apenas un somero contacto, pero ambos detuvieron sus movimientos, incrementando la compenetración que sus antónimos luceros forjaban. Pudieron romper el toque al primer instante, pero no hubo atisbo de incomodidad en ninguno de los dos. De hecho, impulsadas por una fuerza desconocida, las manos fueron girándose poco a poco, hasta que, sin siquiera saber por qué razón o en cuanto tiempo lo hicieron, ambas palmas quedaron juntas. El dulce calor de sus pieles se propagó del uno al otro, expresando lo que sus labios no se atrevían. Sin despegar sus emocionadas miradas, la palma más pequeña fue deslizándose sobre la más grande, amoldándose cariñosamente al tiempo que el contacto visual permanecía de una manera increíble. La discrepancia entre sus manos era notable; la de Hinata parecía la de una niña comparada a la grande de Sasuke. La de él es fuerte, áspera, callosa. La de ella es suave, lisa, dócil. Una vez más quedaba claro cuán opuestos eran los dos. Sin embargo, pese a las diferencias, los dedos cooperan ordenándose de tal forma que cada uno toca a su compañero del otro lado: pulgar con pulgar, índice con índice, corazón con corazón, anular con anular, meñique con meñique. Permanecieron así por muchos segundos, para finalmente terminar entrelazándose intensamente. El afecto germinó de una manera que ambos hubiesen querido volver eterna. Por ello, los órganos prensiles siguen unidos, pues no quieren soltarse jamás. Ni Hinata ni Sasuke hubieran imaginado que algo así pudiese significar tanto, tanto que realmente les resultaba indescriptible. No era un beso, un abrazo o hacer el amor, pero el acto de tocarse de ese modo suscitó una mancomunión esplendorosa. ¿Cómo un simple contacto manual podía provocarles una emoción tan grande? Seguramente a muchos les sería poco significativo, pero no sucede así con quienes conocen lo que es el dolor más terrible y la soledad más cruenta.

¿Qué diablos están sintiendo?

¿Por qué demonios se ansían tanto?

¿Por qué se necesitan de esta maldita manera?

¿Cómo era posible que el enlace formado fuese tan mágico, impresionante e irreal?

Quizás ambos ya sabían la razón, pero era muy difícil aceptarla. Por ello, aunque le cuesta hacerlo, Sasuke rompe el enlace porque así debe ser. Hinata se entristece al instante, pero no pregunta nada, pues sabe perfectamente la respuesta. Pese a todo cuanto los separa, este momento tan breve en el tiempo se volvería sempiterno en sus corazones.


Esclava Sexual, Capítulo Decimoséptimo


Hinata despertó sintiéndose descansada. La luz de la antorcha seguía ardiendo, de modo que pudo ver la hora en el reloj que había en el velador: eran las once con dos minutos. Al parecer había dormido muy bien gracias a sentirse protegida por Uchiha. Recordando a éste, se impulsó con los brazos hasta la orilla de la pequeña cama a fin de contemplarlo: seguía durmiendo. Su pecho encaraba hacia el techo, de modo que su vendada herida destacaba. Quizás su dolor no lo dejaba dormir en otra posición. Lo observó atentamente, transformando su mirada en tentación. Nunca había sido una chica que se fijase en lo físico, pero tampoco significaba que fuera ciega. Debía reconocer que Sasuke era un hombre bello como pocos. Y durmiendo tranquilamente, su semblante lucía tan pacífico que lo hacía incluso más atractivo. Sin conocerlo previamente, nadie podría imaginar que tal joven era el terrible guerrero temido por incontables naciones. Mientras repasaba su rostro, recordó las disculpas que él le había dado por el daño causado, la emoción fulgurante que brillaba en sus negros ojos durante la conversación de anoche, el inolvidable enlace que formaron sus manos. Uchiha definitivamente tenía bondad, por lo cual estaba más segura que nunca de algo: no clavarle el cuchillo fue la decisión correcta.

Conmovida, sintió el impulso de acariciarle las mejillas como él lo hizo con ella. Los dedos de su diestra se movieron en el aire, aunque, divertida, recordó que a partir de ahora debía utilizar la zurda para todo. ¿Si le acariciaba el rostro despertaría? ¿Si le tocaba los cabellos saldría del sueño? Su timidez toda la vida la había coartado y, siendo sincera consigo misma, ya estaba harta de reprimirse siempre. Respiró profundo para aunar fuerzas, dispuesta a darle una caricia. Si despertaba, le diría que deseaba verificar si acaso tenía fiebre. Tal era la excusa perfecta, así que respiró hondo nuevamente y movió su izquierda hacia la faz masculina. Manteniendo su mano a sólo centímetros de la piel, dudó por varios segundos entre hacerlo y no hacerlo. Finalmente, tanto por vergüenza como para dejarlo dormir tranquilo, no se atrevió.

Ya podía sentir pasos en cubierta dando señal del ajetreo matinal. Observó atentamente el camarote, dándose recién cuenta de cuán pequeño era realmente. Un velador, un estrecho armario y un espejo de cuerpo entero eran las únicas cosas que amenizaban la visión. El baño que había tras la puerta de la derecha debía ser igual de diminuto. Parpadeó asombro al constatar la enorme diferencia que había entre viajar en primera y segunda clase.

De pronto, el barco se meció más de la cuenta y Uchiha despertó abriendo lentamente sus ojos. A fin de eliminar su lasitud, estiró sus brazos hacia el techo.

—Bu-buenos días —saludó ella reaccionando a su movimiento y esquinándose más en la cama para observarlo mejor —. ¿Cómo amaneciste?

El castrense no respondió, aunque desvió su entrecerrada mirada hacia ella. Parpadeó dos veces e irguió su espalda, dispuesto a levantarse.

—Hace tus necesidades y báñate —ordenó tal como cuando era su amo —; yo aprovecharé de explorar el barco, pues un guerrero siempre debe conocer de manera perfecta los lugares que le rodean —le señaló como lección —. Volveré en media hora, me ducharé y empezaremos tu entrenamiento.

—E-entiendo —dijo sin sorprenderse de su modo brusco, pues ya lo conocía bien —, ¿pero no piensas tomar desayuno? Hace muchas horas que no comes nada —señaló preocupada por tal asunto.

—Ya es tarde —dijo mirando el reloj —, así que saltaremos directamente al almuerzo.

—De acuerdo, pero también tengo que cambiar el ungüento de tu pecho —agregó con dosis de timidez —. La señorita Ino me pasó una hierba que te ayudará a sanar tu herida —explicó.

—Sasuke Uchiha no necesita de ningún remedio.

Y ahí estaba su orgullo nuevamente. Hinata sintió que de tener una escoba en las manos la habría partido en esa cabeza tan terca.

—Tuviste un ataque cardíaco, ¿no te das cuenta de la gravedad de eso? —reprochó con confianza —. Todavía sigues en un estado grave, pero viajaste tres veces en el carruaje, no has comido nada durante más de treinta horas y, para colmo, hiciste un gran esfuerzo revisando mi habitación por mi culpa —dijo muy apenada —. Tienes que preocuparte por tu salud, Sasuke —recomendó endulzando su voz —. Sé que eres el más fuerte de todos y que tienes un tremendo orgullo, pero también eres un ser humano. Yo también quiero cuidarte como tú lo hiciste conmigo anoche. Prepararé el ungüento y te lo traeré pronto, ¿sí? —inconscientemente afloró su carita más sumisa y tierna, la que podría convencer incluso a un ogro.

Inexorablemente, el guerrero sintió maldita ternura brotando en su ser. Hinata había sonado tan maternal que conmovía. Se sintió tan querido como un niño pequeño por su hermana mayor. Maldita fuese la hora en que aceptó viajar junto a ella. Sin poder evitarlo, un gruñido amorfo fue la respuesta que surgió de su boca cerrada. En el lenguaje «sasukiano» eso significaba que aceptaba.

Ella sonrió sin poder evitarlo. —Gracias por hacer caso alguna vez en tu vida.

Otro gruñido fue la respuesta dada. Luego se fue sin más.

Hyuga abrió la puerta del tocador, constatando lo compacto que era. Le sorprendió que hubieran dos sanitarios, aunque fue el ubicado a media altura en la pared el cual le llamó la atención. Nunca había visto uno así, pero no tardó en entender que se trataba de un urinario para hombres, pues al orinar de pie bastaba una sola zozobra para causar accidentes poco higiénicos. También había un lavamanos con un espejo, un par de anaqueles para sostener los objetos de higiene personal y, ocupando un estrecho rectángulo, la bañera. Ésta tenía una floreada cortina a fin de evitar que el agua salpicase hacia fuera. Todo relucía excelsa limpieza, por lo que no tuvo quejas ni reparos.

Tras darle libertad a sus esfínteres se duchó tranquilamente, aunque el agua salió bastante fría. Sin embargo, no se quejaría por ello. Recordó como Uchiha soportaba esa horrible herida en su pecho sin dar siquiera señales de molestia, de modo que ella no podía ser menos. Se lavó los dientes, se vendó firmemente los senos, se colocó su blusa y dejó para el final los pantalones. Eligió los que más le gustaron, unos de un tono morado, pero se dio cuenta de que le quedaban algo cortos, pues dejaban piel libre unos diez centímetros por sobre el tobillo. De pronto, coloreó sus mejillas al darse cuenta que todos en el barco la mirarían tanto por llevar pantalones como por su entrenamiento. Le daría mucha vergüenza, pues lo que menos le gustaba era llamar la atención. Sin embargo, agitó su mente para quitarse esos pensamientos de encima; iba a ser una guerrera igual que Ino, de modo que tenía que dejar su timidez de lado definitivamente. Justo cuando pensaba en ello, regresó Sasuke. Éste la miró concienzudamente, lo que incrementó el color en su rostro.

—¿Q-qué opinas? —se atrevió a preguntar mientras tomaba la tela del pantalón entre sus manos. Y hecha su pregunta, tomó conciencia de cuanto quería agradarle a él. A nadie más que a él.

—Te queda corto, pero se te ve bien. Hasta podrías implantar una nueva moda —dijo tan serio como siempre.

—Y-yo siento que me quedan más ajustados de la cuenta, voy a llamar la atención así.

—Por el solo hecho de usar pantalones llamarás la atención igualmente, así que no te preocupes por tonterías.

—Ti-tienes razón —tras unos segundos, dijo más animada. Luego agregó —. Mientras te duchas iré a prepararte el ungüento.

Un gruñido obtuvo por respuesta, a lo cual Hinata sonrió. A veces las actitudes de Sasuke colindaban más con las de un animal que con las de una persona, aunque por lo menos esta vez no había puesto protestas.

La fémina salió del camarote, dirigiéndose a cubierta. Preguntándole a marineros llegó a la cocina y, con permiso del chef principal, aprovechó de moler la hierba medicinal con una piedra cónica que cumplía la función de mortero. La crema resultante la guardó en un frasco de madera que amablemente un cocinero le pasó. También aprovechó de prepararse un té que se sirvió en un tazón de álamo. No le sorprendió el hecho que nada en Jiren fuese de cristal, pues con los repentinos remezones se rompería fácilmente. Como última acción, a la jarra le colocó la tapa rosca que impedía que el líquido se derramara. En medio de ella había un agujero por donde se introducía una bombilla que servía para beber el contenido. Después de ingerirlo, se dirigió hacia el camarote sintiendo las miradas de sorpresa que tripulantes y pasajeros le dedicaban por vestir pantalones. Hizo lo posible por ignorarlas, pero de todos modos sus tímidos nervios se inquietaron.

Antes de entrar a la habitación de Uchiha, preguntó tímidamente si ya había terminado su ducha. Éste le respondió afirmativamente, por lo que Hinata se introdujo sin dilación. Él vestía únicamente sus pantalones, mientras se secaba sus cabellos con una toalla azul. La herida en su pecho ya no tenía la cataplasma y Hinata apretó el entrecejo por lo roja que todavía se veía. Parecía recién haber sido cauterizada, pero, aún así, él no se quejaba en ningún momento. Su resistencia al dolor era evidentemente muy alta.

Ruborosa, destapó el frasco para aplicar el remedio en el pecho herido, pero Sasuke se lo quitó rápidamente e inició el proceso de untárselo. Ino recomendó que era mejor que lo hicieran manos femeninas, pero el movimiento del guerrero fue tan fulminante que no alcanzó siquiera a protestar.

—Abriste el frasco con la diestra —dijo cuando terminó de aplicar el ungüento y vendar su tórax, mirándola fijamente mientras alardeaba recriminación —, así que ahora mismo te la amarraré al cuerpo.

Se le había olvidado completamente ese detalle. Era la primera muestra que usar la mano menos hábil necesitaba concentración constante, misma que había perdido por distraerse ante las miradas que recibían ella y sus pantalones. Por lo visto, usar la zurda no sólo servía para mejorar su habilidad con ella, sino también para aumentar su nivel de compromiso mental.

—No me la amarres, por favor. Mi entrenamiento comenzará a partir de ahora —indicó el reloj que ya señalaba las doce —. Además haré flexiones de brazos después del almuerzo, así que necesito ambos —añadió como válido argumento. No quería tener su diestra aprisionada, mucho menos de manera tan rápida. Desde ahora estaría mucho más atenta para no cometer el mismo error.

—Aceptaré tu excusa esta vez —dijo sorprendentemente permisivo —, pero ya sabes: si a partir de ahora te veo usando la diestra te la ataré al cuerpo —agregó endureciendo su voz.

—Sí, señor —hizo un travieso saludo militar, llevando su mano zurda a la sien. Luego comentó algo con una expresiva sonrisa —. Estoy ansiosa por recibir mi primera lección, ¡qué emoción! —no era su intención exclamar, pero simplemente no pudo evitarlo. Se sentía como una loba con dos lunas para aullar —. ¿Qué me enseñarás hoy?

—Primero que todo te daré unos consejos generales, pero muy importantes, así que pone atención porque no los repetiré —le presionó la frente dos veces con su índice.

—¡Sí!

—Ten esto siempre presente: el miedo es algo natural, así que debes aceptarlo. Es una reacción biológica que prende tus músculos y aviva tus sentidos. Seguramente cuando viste a ese supuesto espectro te volviste más rápida que nunca, ¿verdad?

—S-sí —no tartamudeó por costumbre, sino por causa del horrible recuerdo que arribó a su mente.

—El temor te mantiene alerta ante el peligro, no es algo malo sentirlo, pero debes dominarlo. Y para dominarlo primero debes aceptarlo. No creo que tú tengas problemas porque eres mujer, pero para un hombre es muy difícil admitir al miedo, de modo que nos cuesta lidiar con él.

—¿T-tú has sentido miedo alguna vez? —preguntó sorprendida.

—Por supuesto, ¿o en verdad crees que soy un demonio?

—N-no, claro que no... pero te ves siempre tan seguro de ti mismo, tan fuerte e inquebrantable. Es muy difícil imaginarte sintiendo algo así.

—En efecto: actualmente es imposible que sienta miedo, pero porque lo dominé completamente. Sin embargo, cuando me persiguieron por tres meses para asesinarme, muchas veces lo padecí. Fue entonces que controlé ese sentir y lo convertí en un aliado en vez de un enemigo; un aliado que me mantuvo alerta y me ayudó a sobrevivir. Por eso, somete al temor a tu control y tendrás la primera clave de la victoria. El miedo lo transformarás en emoción positiva, emoción ante la batalla para que tus músculos se prendan como fuego y así serás más rápida y más fuerte, tal como si fueras un animal cazador buscando a su presa. Recuerda: tu mente siempre domina al cuerpo. Siempre. No al revés. El miedo te volverá como un conejo asustado ante un lobo. Por eso domínalo, transfórmalo en tu aliado y ya no serás un conejo: serás un lobo enfrentando a otro lobo.

Hinata delató su asombro a través del grosor que separó sus labios el uno del otro.

—Si ves nuevamente un espectro, enfréntalo —añadió.

—Y-yo no podría hacer eso —dijo a trompicones, gesticulando temerosa.

—¿Qué te dije recién?

—L-lo siento... pero recordar esa aparición me provoca escalofríos. ¿Cómo podría dominar mi miedo ante algo así?

—Sólo piensa que tú eres más fuerte que cualquier cosa que tengas por delante.

—Comprendo... —ingirió un gran trago de saliva por causa de sus nervios —. E-espero nunca más ver algo así, pero si me pasa intentaré hacer lo que me dices.

—Veo que no aprendiste lo que te dije ayer —señaló con evidente enojo.

—P-perdón —se excusó a la vez que chocó sus índices nerviosamente por la vergüenza —. Sé que intentarlo no sirve de nada. Lo voy a hacer, Sasuke. Si veo esa cosa la enfrentaré.

—Así me gusta. Si realmente quieres cambiar tu destino, el primer paso es liberarte de todo tipo de miedo. Es éste el que realmente te limita: el miedo a fracasar, a ser débil, a los demás, a lo que piensen de ti. Toda esa mierda es sólo miedo y debes superarlo.

—S-sí, Sasuke. Lo voy a hacer —asintió, concentrándose para potenciar su valentía y enviar sus temores muy lejos.

—Segundo apunte: domina tus emociones porque éstas te harán respirar aceleradamente y te agotarás más rápido. Somete a tu control a todo tu ser; de eso se trata ser un guerrero. Puedes emocionarte, no está prohibido, pero jamás debes desbocarte ni caer en desesperación. Deja fluir lo que sientes, pero siempre manténte bajo control. Las emociones son como el mismo fuego: pueden servir para darte calor, pero si no lo controlas terminarás quemándote.

—Entiendo.

—Tercer apunte: sólo conociéndote a ti misma puedes derrotar al otro. Yo a los doce ingresé al ejército, a los trece ya era un FE y a los catorce ya era el más fuerte de todos —a lo dicho, Hinata abrió mucho sus ojos —. Mi cuerpo estaba más desarrollado que el de cualquiera de mi edad, pero no estaba al nivel de solidez de ningún guerrero adulto. Teniendo esa desventaja física, me convertí en el más fuerte igualmente. ¿Sabes por qué?

—¿Por qué?

—Porque estaba consciente de mis desventajas. No puedes conocer las debilidades del otro si antes no conoces las propias. Debes tener muy claras cuales son tus ventajas y debilidades, ya que sólo así podrás ser una gran guerrera. Recuerda esto: no importa cuanto entrenes, jamás tendrás la misma fuerza física que un guerrero varón, así que nunca debes pelear como si la tuvieras. No te enfrasques en choques de espadas; evítalos siempre que puedas. Tu esgrima será similar a la de Ino porque estará basada en la agilidad, usando ataques y contraataques muy rápidos. A veces tendrás que bloquear porque es inevitable, por eso necesitas más fuerza, para esos momentos determinados, pero procura siempre evitarlos. La victoria estará radicada en la velocidad de tu cuerpo y la de tus brazos, jamás en la fuerza bruta. Debes ser tan veloz como el relámpago que relumbra antes de que puedas pestañear o como el trueno que retumba antes de que te tapes los oídos.

—Sí. Me quedó muy claro —parpadeó sorprendida. Sasuke se veía muy motivado y le estaba dando consejos que le parecieron muy buenos. Le quedó muy claro que ser un guerrero significaba mucho más que lanzar espadazos.

—Cuarto apunte: la gran mayoría de hombres te mirarán en menos y entrarán en combate contigo como si estuvieran luchando contra un niño pequeño. Es algo natural por nuestra cultura machista, así que no dudes en aprovechar eso: mátalos enseguida y no dejes que tomen conciencia de lo fuerte que realmente eres. La culpa no es tuya, la culpa es de ellos por subestimarte. A Ino la infravaloraron muchísimas veces por ser mujer y los mismos que cometieron ese error están lamentándolo en el otro mundo.

—Entiendo —le fue difícil imaginarse a la rubia matando sin piedad, pero era indudable que lo había hecho muchas veces.

—Último apunte: mientras te entrene me llamarás «maestro Sasuke». Siempre debe haber una distancia entre un maestro y un discípulo. Más si ésta es mujer.

—¿Entonces me seguirás considerando como una mujer a pesar de entrenarme? —exhaló curiosidad —. A tu amiga siempre la has considerado como un hombre.

—Son casos muy distintos: a Ino la conocí siendo muy fuerte, en cambio contigo partiré desde cero. Además, eres tan niña que me sería imposible considerarte como un varón.

Ella se ruborizó sin poder evitarlo.

—Bien, vamos a cubierta y empecemos de una vez —anunció él.

—S-sí.

—¿«Sí» qué?

—Sí, maestro Sasuke —se sintió rara llamándolo así, tampoco quería que apareciera una distancia entre ellos, pero ya se acostumbraría.

—A partir de ahora empieza oficialmente tu entrenamiento —dicho esto, desde su maleta sacó una varilla con punta roma que Hinata supuso haría la labor de espada.

Salieron a cubierta, ubicándose en la proa. El mediodía era soleado, pero fresco gracias al viento. Sería un día bastante cómodo para entrenar. Hinata se asombró de lo entusiasmado que podía percibirse el semblante de Uchiha; jamás lo había visto así. Realmente deseaba entrenarla.

—Primera lección: la evasión. Lo más importante es que te mantengas viva, así que comprobaré tus reflejos. De nada te servirá tener un ataque excelente si tu defensa es una mierda. Tu prioridad es saber esquivar y reaccionar velozmente a los ataques del otro. Después, cuando ya tengas mucha más práctica, podrás ejecutar lo de «la mejor defensa es un buen ataque». Ahora adopta una posición de combate a puño limpio —ordenó mientras daba dos pasos atrás en reversa.

Hinata, dubitativa, hizo caso poniendo ambos brazos por delante como si fuera un boxeador. La pose no era mala, pero sus pies seguían paralelos y lucía demasiado insegura. Sus ojos miraban al suelo a la vez que sus labios se apretaban.

—Con esa actitud te derrotarán en menos de un segundo. Impregna de fiereza tu mirada, convierte a tus ojos en los de un tigre.

—S-sí —intentó hacer lo antes dicho, pero sólo lo consiguió parcialmente.

Uchiha no quedó conforme, pero lo obviaría por esta única vez. Decidió corregir lo físico en lugar de lo mental.

—Tu pose no tiene equilibrio y estás demasiado rígida, te derribarían enseguida así. Pone un pie atrás y otro por delante, cargando el peso de tu cuerpo en ambos. Sin embargo, cuando esquives hacia atrás el pie trasero será el que sostendrá tu cuerpo, así que ten siempre eso presente.

Hinata hizo caso de la mejor manera posible, dándole un mayor balance a su cuerpo.

—Respecto a la posición de las manos cada quien tiene su modo, así que descubre por ti misma la que más te acomode. Si viste los entrenamientos de tu clan, plasma alguna de las poses que hayas visto.

Hinata recordó inmediatamente a Neji. Su posición de combate sin armas era con un brazo extendido a la altura del hombro y con la palma abierta, mientras la otra se sostenía a un costado de la cadera. Intentó imitarla, pero no se sintió a la altura de alguien tan fuerte como su adorado primo, por lo que inevitablemente esbozó inseguridad nuevamente. Pronto comenzó a oír cuchicheos de personas curiosas que se habían puesto a observar desde lejos, lo que lastimó todavía más su semblante. Miró hacia atrás y las miradas acusadoras o burlonas de la gente la hicieron sentirse torpe a la par de ridícula. Comenzaba a sentir el peso de ser observada.

Para alguien tan segura como Ino preocuparse por la opinión del resto sería una estupidez, pero ella tuvo la gran suerte de tener el apoyo incondicional de su padre. Inoichi siempre la motivó, hizo crecer su autoestima, la volvió muy fuerte desde niña. En cambio, la fémina de cabellos oscuros tuvo que sufrir los menosprecios constantes de Hiashi, menoscabando su autoestima cada vez que podía. La situación que ambas chicas vivieron no era comparable, por lo que Hinata sintió como sus dudas y temores de la infancia volvían a ella otra vez. Quería ser una guerrera, pero le sería un largo camino por recorrer. ¿Cómo podría ser una si el solo hecho de que la gente la viera la hacía sentir así? ¿Cómo lograría ser fuerte cuando toda la vida le dijeron que era débil? Triste, bajó un poco su mirada sintiendo el pesar de una ilusión destrozada.

Uchiha notó la actitud dudosa de Hinata y se lo comentó de inmediato.

—¿Qué diablos te pasa?

En un primer momento quiso formular una excusa convincente, pero prefirió ser completamente honesta.

—L-la gente nos está mirando mucho, chismorrean cosas contra mí, lo sé. Se van a reír de mí cuando falle, dirán que soy una ridícula, inútil y patética...

Sasuke estuvo a punto de estrellarse una palma contra la frente, mas no lo hizo. Aguantó sus ganas de darle un puñetazo como reprimenda, pues ahora era su discípula y tenía que motivarla, no causar lo contrario. Podría amenazar a todos los presentes diciéndoles que al primer atisbo de sonrisa o de condena visual los mataría, pero no era la solución. Eso sólo causaría una anestesia a las inseguridades de Hinata, pero no sería una cura. Ella tenía que lidiar por sí misma contra los fantasmas que la limitaban.

—Sígueme.

—¿Eh?... —reaccionó temiendo que él cortara la práctica antes de empezarla —. Voy a entrenar igual, maestro Sasuke. Voy a hacerlo aunque todo el mundo me esté mirando.

—Sé que lo harás, pero no estarás cien por ciento concentrada. Así que sígueme —vara en mano, caminó hacia la dirección que llevaba hacia su camarote.

Bajaron la escaleras mientras Hinata se sentía avergonzada; quizás debió guardarse lo que sentía y no ser tan honesta. Si así fuera ya estaría entrenando. Llegaron a la habitación y Sasuke le dio una orden a su alumna.

—Colócate frente al espejo.

Ella, aunque muy extrañada, hizo caso. Miró a Sasuke de forma interrogativa, pero él le indicó que se fijara en el objeto. Vio su dubitativo reflejo en éste.

—Dime, ¿qué ves?

—A mí misma.

—No. Estás viendo al mayor enemigo que enfrentarás en tu vida.

Hinata abrió sus ojos desproporcionadamente.

—No olvides esto: no importa a cuantos guerreros enfrentes, tampoco importa a cuantos derrotes, el enemigo más importante al que debes derrotar es a ti misma. Siempre habrán dos voces en tu interior: una que te dirá que no puedes, que no tienes talento, que no vales lo suficiente. Esa voz es la que te limita. La otra, en cambio, te dirá que tú sí puedes, que vales mucho más de lo que crees, que tú sí tienes mucho talento. Esa voz es la que debes escuchar: la que no te restringe, la que te impide claudicar ante la adversidad, la que te hace seguir luchando aunque toda la gente esté en tu contra. «Véncete para vencer» es la frase clave. Eso es lo más importante. Derrótate a ti misma, vence tus miedos, aniquila tus dudas y alcanzarás tu máximo potencial.

Hinata quedó impresionada por la profundidad y sabiduría que desprendieron esas palabras. Era exactamente lo que estaba sucediendo con ella: su voz interna la castigaba diciéndole que no serviría para ser una guerrera, que siempre sería una inútil. ¿Pero cómo un hombre tan fuerte como Uchiha podía saber algo como eso?

—¿Alguna vez tú sentiste alguna de esas cosas?

—Mi padre siempre prefirió a mi hermano Itachi, puesto que él era mucho más habilidoso que yo. Muchas veces sentí que nunca estaría a su altura y eso mermaba mi confianza. De hecho, mi intención nunca fue convertirme en un guerrero porque sabía que nunca podría superarlo en ello. Sin embargo, después de la masacre superé toda duda y me di cuenta que lo único que limitaba mi talento era yo. Nadie más que yo mismo.

Hinata abrió su boca, asombrada de verdad, pues le recordó a su propia situación. Era una increíble coincidencia.

—M-mi papá siempre prefirió a mi hermanita porque ella, pese a su corta edad, tenía un carácter mucho más fuerte que el mío. Siempre le dijo que de haber nacido hombre habría sido el mejor guerrero de todos. En cambio a mí... a mí me despreciaba cada vez que podía... —su cabeza se puso gacha por lo triste del recuerdo.

—Tu padre siempre fue un imbécil —le dijo claramente. Hinata intentó replicar para defender a su progenitor, pero simplemente no pudo hacerlo de manera rápida. O quizás simplemente no había una justificación válida a su comportamiento —. Olvida tus traumas de infancia y cree en ti misma. Sé que eres fuerte —Hyuga se emocionó sin poder evitarlo. Nunca pensó que Sasuke pudiera ser así de preciso actuando como maestro. Era casi como si se tratara de otra persona —. Confío en tu fortaleza o de lo contrario no perdería mi tiempo entrenándote. Sólo falta que tú también confíes en ella, pues de nada sirve el trabajo duro, de nada sirve que entrenes veinte horas al día si no crees en ti misma. Ahora iremos allá afuera y te importará un carajo la negatividad de la gente. ¿Sabes por qué? Porque tú sí eres fuerte —sentenció como una verdad absoluta e irrefutable.

Ella tuvo ganas de llorar, tanto así que las lágrimas se acumularon en sus blanquinosos ojos.

—Gr-gracias... soy tan tonta. Gracias de verdad. Lo haré. No importa cuanto me equivoque, ya no le tendré miedo a fallar. ¡Vamos!

Uchiha sintió una especie de regocijo interior, algo extraño que jamás había sentido antes. Entrenar a Ino era muy distinto que hacerlo con Hinata, ya que ésta era una novata a la que debía enseñarle todo desde el principio. Se sintió útil de una manera muy diferente a la habitual. La inseguridad de su nueva alumna era un gran defecto, pero también lo motivaba a acercarse para ayudarle a eliminar esa desventaja, dejar de ser el guerrero despiadado que sólo servía para matar. Hyuga realmente le estaba dando otro significado a su vida. ¿Eso sería bueno o malo antes de atacar a Danzo y sus hombres? Prefirió no darle vueltas porque sabía muy bien cuál era la respuesta.

Volvieron a cubierta, pero ésta recibió a una Hinata muy distinta a la que había subido recién: ahora resplandecía seguridad, sus ojos estaban destellando determinación e ignoró completamente a la gente a su alrededor. Las palabras de Sasuke eran precisamente lo que necesitaba para avivar el fuego que ansiaba arder en su interior.

Se ubicaron en proa; cuando el guerrero escrutó en los ojos albinos, se dio cuenta del nuevo tinte que los cobijaba. Sus palabras habían surtido claro efecto. Sin dilaciones, tomó en su diestra la varilla con punta roma.

—Estamos en un barco que se balancea, así que esta lección será incluso más difícil de lo que es en tierra firme. A una velocidad promedio, te atacaré con esta vara como si fuera una espada —alzó el instrumento para que lo observara bien —. Te lanzaré veinte golpes sucesivos y tendrás que esquivarlos todos. De sobra está decir que cada vez que la varilla contacte contra tu cuerpo te dolerá más de lo que crees.

La joven aspirante hizo lo posible para dominar el murmullo emocionado en su cuerpo, pero no lo consiguió completamente. Quería impresionar a Sasuke, mostrar que la alcurnia guerrera de su clan también vivía en ella, pero nunca había hecho algo así. Seguramente en un par de golpes la varilla ya la habría chocado. Sin embargo, daría su mejor esfuerzo.

—Estoy lista —demostró total seguridad en su talante.

El ejercicio dio inicio y Hinata evadió hábilmente seis varillazos frontales, pero, al séptimo, Sasuke hizo un movimiento horizontal que la sorprendió completamente, ergo, no pudo esquivarlo.

—Ay, n-no es justo —dijo ella mientras sentía que el brazo comenzaba a arderle por el varillazo recibido. Aunque resistió el dolor sin chillar ni sobarse; estoicamente.

—¿Eso dirás cuando estés en combate y te corten un brazo? ¿«Ay, no es justo»? —preguntó él sin evitar una voz hiriente.

Hinata se sintió tocada en su nuevo orgullo de guerrera principiante. —Verás que voy a esquivar todos los movimientos que hagas.

Ante esas palabras Uchiha estuvo a punto de sonreír, aunque, como de costumbre, reprimió la curva que desearon las esquinas de sus labios. Esa actitud de Hinata, tan diferente a la anterior, era precisamente la que deseaba ver.

Tras veintiocho minutos, entre profusos jadeos y dolor por los golpes recibidos, la fémina consiguió evadir quince ataques seguidos. Y cuando se agachó frente a un varazo dirigido a la cabeza, alcanzó los dieciséis. Faltaban sólo cuatro golpes más para lograrlo. Uchiha le lanzó otra estocada frontal, pero la evadió de tal forma que un cruel torero se hubiese sentido orgulloso de ella. ¡Sólo tres golpes más! La emoción se apoderó de su ser, pero la descartó en menos de un segundo para no desconcentrarse. Su maestro lanzó un golpe de lado a lado que iba dirigido al costado de sus pantorrillas, pero Hinata logró esquivarlo dando un salto en reversa que a Sasuke lo sorprendió. De algún modo pareció sostenerse en el aire por más tiempo del normal, como burlándose de la ley de gravedad. Aquello le recordó a Ino instantáneamente, aunque los movimientos de Hyuga eran más estéticos; casi parecía que estuviera danzando en vez de esquivando. Sólo faltaban dos golpes más y la novata conseguiría el objetivo en menos de media hora. El decimonoveno varazo fue de arriba hacia abajo, de tal forma que si la contactaba le sería como un coscorrón en el cráneo, pero la joven logró evadir el golpe ladeando su cuerpo de una manera perfecta. Sólo faltaba un golpe más, ¡uno más! Empero, Uchiha lanzó una estocada totalmente diferente a las anteriores: no fue frontal, ni vertical, ni horizontal: fue en diagonal. La nueva dirección de la vara la sorprendió completamente, recibiendo el castigo a un costado de su muslo.

—¡No! ¡Sólo me faltaba evadir un varillazo! ¡E-es injusto! ¡Injusto que dieras un golpe así! —dejándose caer de nalgas al suelo, sus piernas se desparramaron a la vez que formaba un gran puchero de niña en su boca. Estaba transpirando tanto que una camiseta de sudor le apareció por debajo de la blusa. Ya había olvidado completamente a la gente que estaba mirándola y, precisamente por eso, la tierna niña que habitaba en su alma exhaló su frustración sin resquemores. ¡Había estado tan cerca de triunfar! Era verdaderamente frustrante. Ir todo el tiempo dominando una carrera de caballos, pero ser adelantada justo un segundo antes de atravesar la meta resultaría una buena comparación.

—¿Qué creías?, ¿que sólo existían estocadas frontales, horizontales y verticales? No, también existen las diagonales —dijo sin mostrar piedad alguna.

—¿P-pero cómo puedo esquivar una así? —jadeó su pregunta mientras el sudor de su frente caía al piso a cuentagotas —. N-no puedes agacharte ni saltarla, tampoco curvarte como una culebra; tendría que partir mi cuerpo para eludirla. Es muy difícil, Sasuke —el puchero en su cara no quería desvanecerse.

—De hecho, son las más difíciles de evadir. Generalmente son estas estocadas las que debes bloquear y es por eso que necesitas fuerza para hacerlo. Las estocadas en horizontal que van a mitad del cuerpo también son complicadas, pero las diagonales son incluso más peligrosas. Sin embargo, también puedes evadirlas si estás a la distancia correcta. Hasta el momento has esquivado bien, te concedo eso, pero lo haces sin orden alguno. Cuando esquives siguiendo un patrón preciso te volverás peligrosa. Recuerda: evadir no es sólo esquivar espadazos, también tienes que adquirir la posición perfecta para lanzar un contraataque al mismo tiempo.

Hinata parpadeó muy sorprendida, al tiempo que sus ojos albinos destellaban supremo interés.

—Seguir un orden hará que pueda evadir estocadas como ésas, ¿verdad? —volvió a jadear tras lo dicho.

—Así es —confirmó mientras despejaba su frente de cabellos —. Y hay tres maneras de hacerlo: la primera es bloquearlas. Es la forma más segura, pero ocuparás uno de tus brazos o incluso ambos si el enemigo es muy fuerte físicamente. La segunda opción es eludirlas manteniendo la distancia exacta; hacerlo así es más riesgoso porque necesitas mucha precisión, pero te permitirá tener los dos brazos libres para realizar un veloz contraataque con las katanas que usarás.

—¿Y la tercera? —preguntó rápidamente, pues la curiosidad de saber le provocó muchas ansias.

—¿Puedes abrirte de piernas?

Hinata exhaló total asombro. Luego enrojeció de manera fulgurante.

—Y-yo no estoy casada... —dijo por inercia lo primero que vino a su mente, aunque fuera una total incoherencia.

Sasuke, por primera vez en su vida, estuvo a punto de lanzar una sonora carcajada. Debió explicarse mejor.

—Me refería a abrirte de piernas sobre el suelo. Por tener el cuerpo menos sólido, hay mujeres que son mucho más flexibles que los hombres. En menos de un segundo, Ino ha esquivado muchas estocadas fulminantes abriéndose de piernas mientras atraviesa estómagos. Tiene una elasticidad impresionante. Yo nunca podría hacer algo así, aunque no me hace falta tampoco. Esquivo de otras maneras, pero quizás tú también puedas hacer lo mismo que ella.

Hinata volvió a pestañear gran pasmo. Tal vez ella tuviese la misma ventaja, pero no se imaginaba atravesando enemigos sin piedad como lo hacía Ino. ¿Podría hacerlo realmente?

—E-entonces... cuando esté sola comprobaré cuán flexible soy... —dijo al tiempo que de manera inconsciente comenzó a juguetear con sus índices.

Sasuke asintió sin sorprenderse de la timidez que se desprendía del semblante femenino; entendía que una chica virgen como Hinata sintiera pudor y prefiriera intentarlo a solas.

—Ahora cambiemos lugar —dijo él, entregándole la vara en la diestra —. Por esta vez te dejaré usar tu mano más hábil para que me envíes treinta estocadas a la máxima velocidad que puedas. Ahora seré yo quien las evadirá. Lanza diagonales sin temor y fíjate atentamente en mi juego de pies.

Hyuga miró el instrumento como si lo hiciera por primera vez. Luego se irguió, trasladando su centro de gravedad desde los glúteos a los zapatos de charol. Entonces se acercó al oído masculino, susurrando para que nadie más escuchase lo que diría —. P-pero estás herido, Sasuke, será un esfuerzo mucho mayor que lanzar varazos y te puede pasar la cuenta.

—Esto no es nada para mí —dijo, petulante —. Ataca con toda la fuerza y velocidad que poseas. Si logras tocarme una sola vez te daré un gran premio como recompensa.

Los ojos de Hinata se llenaron de ilusionados brillos.

—¿D-de verdad? ¿Qué premio? —cintiló muchísima curiosidad.

—Sólo acertando podrás averiguarlo.

—Está bien, te voy a sorprender —dijo muy segura mientras su diestra apretaba más la varilla —. ¿Estás listo?

—Siempre lo estoy —sentenció desafiante.

Así, la joven lanzó estocadas a todo lo que podía. Empleó todas las direcciones: frontal, vertical, horizontal, diagonal y atacó a diferentes partes del cuerpo, pero Sasuke las fue esquivando de tal manera que, mientras ella las lanzaba, él iba tocándole los hombros con su dedo índice. Pese a su debilitado estado, no tuvo ningún problema para eludir todos los varazos de manera magistral.

Patidifusa y jadeando, Hinata apenas fue capaz de asimilar tamaña destreza. Después, lamentó que nunca sabría cuál era el gran premio que le daría Sasuke si acertaba un golpe. Entretanto, las mujeres testigos que miraban desde lejos comenzaron a aplaudir de forma muy animosa. Varias chillaron vitoreando alabanzas como fervientes admiradoras. No cabía duda que Uchiha era simplemente increíble.

—Espero que te hayas percatado de los pasos que estaba dando —advirtió él, ignorando de plano los aplausos.

—S-sí —dijo reaccionando —, dabas dos pasos atrás siempre manteniendo la misma distancia y ángulo. Nunca te pude arrinconar contra el extremo de la proa porque te moviste en una especie de círculo imaginario. Cuando lanzaba estocadas frontales o verticales te acercabas en una fracción de segundo para sobrepasar mi defensa tocándome los hombros, pero nunca lo hiciste con las diagonales o las horizontales.

—Exacto, Hinata —dijo vibrando tintes de entusiasmo pues ella había captado todo de inmediato, cosa que no era fácil.

Ella sonrió feliz; era la primera vez que veía a Sasuke así.

—Dos pasos atrás amplían tu capacidad de reacción. Estos te permiten evadir los ataques en horizontal y diagonal. A mayor distancia, mayor será la fracción de segundo que tendrás disponible para evadir. No obstante, también te tomará mayor tiempo atacar. No olvides la primera lección sobre el balance: un pie atrás y otro adelante. Tras evadir una estocada debes avanzar hacia delante el pie que tienes atrás y contratacarás de una manera que sólo los más hábiles podrán evadir. Recuerda: no es sólo huir, también te ubicarás de la manera precisa para contraatacar. Debes encontrar el intercambio ideal que te permita atacar y defenderte al mismo tiempo, pero cada enemigo es distinto, así que los dos pasos atrás no siempre serán sinónimo de éxito. Siempre tendrás que adaptarte a distintas situaciones. Por ejemplo, un enemigo desesperado puede atacar fulminantemente arriesgando el todo o nada y entonces debes dejar de lado esta lección y adaptarte a la situación. La esgrima no son matemáticas, siempre tendrás que juzgar certeramente cuando y cómo atacar. Esa es la clave para convertirte en una guerrera letal.

—Lo comprendí muy bien —contestó luego de salir de su impresión. Uchiha explicaba de manera excelente, pero además había una especie de fogosidad en sus palabras; una apenas distinguible, pero veraz. El Sasuke maestro parecía ser mucho más abierto y expresivo que el militar.

—Bien, continuemos —le quitó la vara de la mano, disponiéndose a ser el atacante nuevamente.

—Dame cinco minutos, por favor. E-estoy muy cansada y me duele todo el cuerpo.

—No hay descanso, así que prepárate de inmediato.

Hyuga angustió su rostro irremisiblemente. Sin tener siquiera un breve reposo, no sabía si podría sostenerse mucho tiempo más de pie. Para rematar las cosas, el dolor que ardía en su cuerpo era bastante molesto.

—Entrenar es más difícil de lo que pensabas, ¿verdad? —las palabras de Uchiha salieron más afiladas al ver ese rostro compungido.

—S-sí... —contestó ella, respirando como si sus pulmones se hubiesen achicado y quisieran recuperar su tamaño normal.

—Lo que te espera es un millón de veces más feroz que esto —le advirtió duramente —. Todavía estás a tiempo para arrepentirte y aceptar el destino de servidumbre que te corresponde como mujer.

—Nunca me rendiré —respondió inmediatamente tiñendo su mirada de brío —. Voy a cambiar mi destino, voy a ser fuerte como nunca lo fui antes. V-voy a ser una guerrera cueste lo que me cueste —habló de manera entrecortada por el agotamiento, aunque tal esfuerzo pareció infundirle todavía más determinación a sus palabras. Cansada físicamente, pero llena de fuerzas en su espíritu, volvió a adoptar la posición de combate que utilizaba Neji.

Ante tamaño temple, Sasuke supo que tentarla para tomar el camino fácil no resultaría. Probablemente le tomaría muchos años, pero ella realmente se convertiría en una guerrera.

Prosiguiendo la lección, Hinata se cayó múltiples veces tanto por la extenuación como por algún bandazo de Jiren. Y cuando aprovechaba de descansar más de la cuenta en el suelo, Sasuke no dudaba en pegarle varazos en los brazos como castigo. Tras dos horas y veinticuatro minutos, finalmente consiguió la meta: esquivó los veinte golpes y además pudo tocar algunas veces el hombro de Sasuke en contraataques ficticios. Obviamente él podría haber evadido esos toques, pero la idea era que Hinata practicara lo que le había enseñado. Motivarla.

—¡Lo logré! —aunque terriblemente agotada, gritó feliz al tiempo que se dejaba caer de bruces al suelo como un saco de patatas. El dolor de los varillazos atravesaba todo su cuerpo a excepción de sus pechos, pero estaba realmente contenta. ¡Había cumplido su primer objetivo!

Uchiha sintió un extraño orgullo por todo el esfuerzo visto, pero obviamente no lo demostraría. Su rostro permaneció inexpresivo. Entretanto, la gente que presenciaba el entrenamiento había cambiado su cariz burlón por uno que desprendía respeto, puesto que Hinata y su esfuerzo se lo habían ganado con creces. Ya pocos dudaban que ella se convertiría en una guerrera tan letal como la famosa Ino Yamanaka.

—Puedes darte un descanso de dos horas —notició el maestro.

—Gr-gracias, pero sólo necesito quince minutos y podré continuar —levantando sólo su cabeza, lo miró a los ojos.

Él negó con un gesto. —Tu cuerpo no está acostumbrado a los esfuerzos, así que ahora mismo debe estar doliéndote todo y no sólo por los varillazos, sino por dentro. Por primera vez en la vida has utilizado tus músculos realmente, de modo que debes descansar o terminarás desgarrándolos. Si tal cosa sucede, estarás semanas enteras de baja.

—T-tienes razón —aceptó la experiencia que había tras esas acertadas palabras. Luego su curiosidad la obligó a agregar —. ¿La señorita Ino cuanto demoró en hacer esto?

—Lo hizo en menos de un minuto, pero —precisaría algo muy importante — recuerda que fue entrenada por su padre. Ino ya tenía mucha práctica antes que yo la completara como guerrera, así que ni siquiera entrenando cinco años podrías equipararte a ella.

—¿Equipararme? Nunca osaría siquiera compararme a ella —precisó como disculpándose —. S-sólo quería saber si voy bien encaminada —preguntó destellando ilusión en sus luceros.

—Siéntete orgullosa porque lo hiciste bien tomando en cuenta tu nula experiencia. Yo pensé que esta lección nos tomaría un día entero por lo menos, pero tus reflejos me han sorprendido. Tienes potencial, Hinata.

—¿D-de verdad?

—¿Crees que alguien como yo diría eso si no fuera verdad?

—N-no, sé que eres muy estricto y duro. Gracias por esta lección; muchas gracias, Sasuke.

—Maestro Sasuke —corrigió él.

—Muchas gracias, maestro Sasuke —sonrió ella, mientras su respiración empezaba a normalizarse.

—Ahora descansa; después del par de horas nos reuniremos en mi habitación y partiremos a almorzar. Mientras tanto puedes hacer lo que quieras.

—¿Tú qué harás?

—Iré a hablar con el capitán para que me entregue los informes policiales de los suicidios. Los revisaré.

—¿Te puedo acompañar?

—Tómate una ducha, estás muy sudada.

—T-tienes razón —se sonrojó al darse cuenta de cuanto le estaba gustando estar con él. Se estaba volviendo una necesidad estar a su lado, una que debía empezar a controlar para no quedar en evidencia —. Por cierto, ¿cuál será mi siguiente lección?

—La misma de hace poco, pero incrementando la dificultad. Ya no esquivarás libremente, sino dentro de un círculo que dibujaré. Después, cuando lo logres, te amarraré los manos a la espalda para que esquives dentro de ese mismo círculo.

—¿Se puede evadir así? —preguntó consternada.

—Verás que sí.

—¿Pero no podría pasar a la siguiente lección más rápido? Tengo apenas una semana y me gustaría aprender todo lo posible.

—No te serviría de nada, pues quien mucho abarca poco aprieta —Hinata formó un gesto desilusionado, pero entendió perfectamente. No obstante, Sasuke añadiría algo más —. Recuerda esto: alguien que sabe mil técnicas palidece contra alguien que ha practicado mil veces la misma técnica. De nada te servirá conocer un montón de estilos si ninguno lo mejoras al máximo. Cuando perfecciones tu manera de esquivar, entonces daremos el siguiente paso.

Hinata alucinó con su sabiduría guerrera. Actuando como maestro, Sasuke era realmente asombroso.

—Entiendo... ¿pero no puedes darme un adelanto, por favor? M-me muero de curiosidad por saber.

—Tu segundo paso será saltar la cuerda por todo el barco. Así aumentarás tu resistencia física, tu balance y la sincronización de tus movimientos. Cuando quede conforme con tu desempeño, entonces probaré tu puntería con el arco y la flecha.

—¿De verdad? —dicha su pregunta, recordó algo importante —. La señorita Ino me dijo que ella era la mejor arquero de tu reino, que ni siquiera tú podías compararte a ella en ese aspecto.

—Es verdad —aceptó sin problemas —. Ella tiene una vista de halcón envidiable; puede observar el horizonte como si lo tuviese a un metro. Sin embargo, los arqueros sólo sirven en batallas campales y ante enemigos desperdigados, pues sólo basta un escudo o una armadura para neutralizarlos. Sirven de apoyo, pero, si realmente quieres ser una guerrera que puede luchar contra cualquiera, debes especializarte en esgrima. Lo malo es que ésta toma mucho tiempo perfeccionarla, así que de momento quiero ver qué tan buena es tu puntería. Tengo el presentimiento que podrías ser una buena arquera.

—¿En serio? —Uchiha permaneció en silencio, por lo cual Hinata recordó que él no respondía preguntas que ya tenían respuesta —. O-ojalá que tenga talento —añadió moviendo su cabeza con entusiasmo. La frase «puede observar el horizonte como si lo tuviese a un metro» le quedó dando vueltas por la cabeza, pues Neji más de una vez le había dicho cosas parecidas cuando observaban paisajes juntos. Su vista era más que excelente.

El soldado comenzó a caminar sin tener la gentileza de ayudar a Hinata a ponerse de pie. Ella se levantó por su cuenta con las piernas tambaleantes, observando como esa fornida espalda se alejaba sin más. No obstante, por paradójico que resultara, se sentía mucho más conectada a él.


Mientras el entrenamiento de Hyuga apenas comenzaba, la mujer más fuerte se dirigía hacia la mansión Uchiha cabalgando su negro corcel entre los rayos solares matutinos. Durante la noche habló con su padre sobre los cautelosos pasos a seguir, pues Danzo, a sabiendas de la alianza que ella tenía con Sasuke, podría tomar acciones contra el clan Yamanaka. Por esa razón, cada integrante iría moviéndose hacia la frontera antes de propinar el ataque decisivo. Tal retiro sería de forma gradual para no generar sospechas. Tenían más de dos semanas, pues eso tardaría Uchiha en regresar sumando ida y vuelta; entonces se ejecutaría el plan trazado. Temprano en la mañana conversó con Chouji, su mano derecha, para que se encargara de sus tropas mientras ella permanecía en la mansión. Y antes de insurreccionarse hablaría con el general Gaara, su jefe directo en tiempos de paz, para persuadirlo de que no participara en el conflicto. Sería un movimiento bastante arriesgado, puesto que podría acusarla de traición e intentar matarla. El pelirrojo era muy despiadado y, después de Sasuke, el guerrero más fuerte del reino, de modo que su probabilidad de vencerlo era poco favorable. Ino podía combatir de igual a igual con los más poderosos de las fuerzas especiales, pero, siendo realista, Gaara eran palabras mayores hasta para ella. Sin embargo, después de estar bajo sus órdenes durante mucho tiempo, confiaría en que podrían hablar como dos militares de honor. Si él y sus tropas se descartaban del conflicto sería una gran ventaja para derrotar a Danzo, así que valía la pena intentarlo pese a que lo resultante pudiera ser peligroso en extremo. A Uchiha le daba igual enfrentar a todo el ejército porque era demasiado orgulloso, pero ella tenía que empezar a tejer las sombras de la conspiración si realmente querían obtener la victoria.

Así, gracias a estar sumergida en sus pensamientos, llegó al enorme recinto casi sin darse cuenta de la hora de trayecto. Desmontó de su fiel equino, dándole unas cuantas caricias en el lomo. Luego usó la llave en la puerta y se adentró en el que sería provisionalmente su hogar.

Anoche, Sakura había encontrado la gran suma de oro que le había dejado Hinata bajo las sábanas, pero lo monetario no inmiscuyó nada de alegría en su corazón. Ciertamente agradecía el gesto tan generoso de su amiga, pues con esa cantidad podría vivir muchos años sin preocuparse. Sin embargo, la idea de que era una compensación por quitarle a Sasuke no quería salir de su mente. Probablemente ella ya tenía todo planeado de antemano y no era tan noble ni inocente como aparentaba. Lamentablemente, el gran concepto que tenía de Hyuga había descendido varias escalas.

Durmió a medias por los pesares que había en su corazón, levantándose más tarde de lo acostumbrado. Recién se había duchado y ahora estaba en la cocina dispuesta a prepararse un desayuno. Todavía no prendía el fuego cuando oyó una cabalgata. Vio entre las persianas de madera que se trataba de la soldado que esperaba ayer por la noche. Se sacó el delantal de cocina y caminó hacia la puerta de entrada. Cuando iba saliendo del pasillo, miró como la blonda atravesaba el umbral. Pensó en saludarla formalmente, mas Leonidas se le adelantó; se levantó haciendo un esfuerzo y se acercó a la militar. Ésta sonrió y aminoró el cánido esfuerzo caminando rápidamente hacia él.

—¡Leo! Veo que estás mucho mejor —acuclillándose, le brindó cariños en la cabeza con una gran sonrisa. El perro respondió moviendo su cola alegremente.

Estuvo un par de minutos mimándolo mientras Sakura observaba respetuosamente el encuentro. Ino ya no llevaba el uniforme negro que solía portar, sino un conjunto de color violeta casi en su totalidad. La blusa no tenía mangas y dejaba toda la zona de su ombligo libre, mientras sus nuevos pantalones eran más ajustados que los militares de siempre. Una vestimenta demasiado adelantada, liberal y pecaminosa para su época, ¿pero quién se atrevería a recriminar a una guerrera de élite? Luego se puso de pie, clavando firmemente su mirada celeste en la de tono verdoso. La pelirrosa volvió a percibir ese semblante que arrojaba una seguridad arrolladora.

—¿Y esa cara de tener diarrea? —preguntó la recién llegada.

Las esmeraldas oculares se abrieron para luego parpadear dos veces. Haruno tomó conciencia que su rostro debía expresar claramente su amargura por lo de Sasuke. Sólo esperaba que la ducha recién tomada, al menos hubiese quitado el rastro de sus ojeras.

—Perdón, le aseguro que no es por usted, ama.

—Eso de «ama» suena muy insípido y aburrido. Una belleza como yo necesita algo mucho más genial; Ino es mi nombre, así que puedes llamarme «diosa Ino» —como aquí no había nadie más que ellas, aprovecharía de sentirse mujer y recibir el verdadero trato que se merecía.

—Eh... sí.

Sin duda se lo tenía muy creído. No era tan linda, ¿verdad? Ella, con su cabello rosa y ojos verdes, era más bonita que esa rubia desabrida...

—Diosa Ino... —se sintió ridícula llamándola así... —, ¿qué desea para desayunar?

—Antes que todo, dame tu nombre.

—Sakura Haruno —se presentó a la vez que hacía una respetuosa reverencia. Le agradó mucho que preguntara cómo se llamaba, pues significaba que estaba viéndola como una persona y no como una simple esclava. De hecho, Uchiha nunca tuvo esa mínima cortesía.

—Ino Yamanaka —esta vez dijo su nombre agregando su apellido.

Hecha su presentación, la blonda se permitió observarla mucho mejor que la primera vez, pues en tal visita su completa atención se centró en Hinata. Con descaro fue observándola de abajo hacia arriba, hasta que se detuvo en la zona toráxica.

—¿Por qué tienes los senos tan pequeños? Parece que te faltó comer más pechugas de pollo.

Indignadísima, Sakura apretó sus labios al tiempo que se sorprendió por lo directo del comentario, constatando que la palabra «prudencia» no existía en el vocabulario de la rubia. No sólo le espetaba sus modestos senos, sino que además parecía estar burlándose. «Quizá si hubiera comido como una cerda al igual que usted, entonces tendría mis pechos más grandes» fue su verdadera respuesta, aunque obviamente daría otra.

—Supongo que es por herencia. Mi madre tampoco era tetona. Además, sé que no tengo mucho para presumir, pero tampoco son tan pequeños. No soy una plana —defendió su honra de mujer sin poder evitar un tono molesto.

—De todos modos a mí me encantaría ser tan plana como tú. Las tetas en combate no sirven para nada, sólo molestan porque son un peso extra —levantó sus propios pechos entre las manos para que comprobara la gran diferencia que existía entre ambas.

Haruno se sintió humillada, pues la disensión de tamaños era mucho más que notoria.

—No soy una plana —se quejó nuevamente, haciendo un esfuerzo para no apretar los dientes —. Sé que tengo senos humildes, pero tampoco soy una tabla —se defendió nuevamente, muy agraviada con la «muestra de poder» que hizo la rubia.

—No te ofendas —respondió tranquilamente—, sé que tener mamas pequeñas es un defecto como hembra, pero te lo repito: en batalla es una ventaja no tener peso inútil.

—¿De verdad lo dice?

—Por supuesto. Incluso más de una vez he pensado en cortarme las mías, aunque debe ser muy doloroso.

El solo hecho de pensar en cortarse su modesta delantera le infundió gran temor a Sakura. Tal como la rubia lo dijo, aquello debía ser un terrible martirio. Sin embargo, mucho más lo sería para Ino por evidentes razones de tamaño.

Repentinamente la rubia llevó un dedo a su mentón, pensativa. Prolongó su abstracción durante varios segundos; luego deshizo su gesto y, reavivando sus ojos, comenzó a examinarla con todavía más atención que en su primer escrutinio. A simple vista su cuerpo parecía muy firme, pues la curva de su cintura era leve, sus senos eran pequeños y sus brazos parecían fuertes. Evidentemente no era el físico de una mujer promedio, tenía una solidez que se salía de lo común.

—Quédate quieta —la guerrera dio unos pasos para acercarse a la pelirrosa. Sin avisos se agachó un poco, puso ambas manos en Sakura y recorrió su cuerpo sin ningún tipo de pudor. A lo mejor era un engañoso efecto óptico provocado por el vestido y ella tenía más curvas de las que se notaban. Sin embargo, constató que no era un engaño visual: Sakura tenía un cuerpo muy firme al tacto y con curvas apenas notorias. La única que destacaba era el ángulo que formaban sus glúteos contra la espalda, pues tenía un trasero muy bien formado. Salvo por ese único detalle, la consistencia de su cuerpo resultaba inusual para una mujer.

—¿A usted le gustan las mujeres? —preguntó Sakura, incómoda. Se sintió invadida ante ese examen manual, lo cual la llevó a formular tal pregunta. Quizás así dejaría de tocarla.

—Créeme que si fuera lesbiana no me fijaría en ti —se rió, divertida por la cara entre molesta y compungida que proyectaba Haruno.

—¿Qué quiere decir con eso? ¿Que soy fea?

—No seas tan sensible, simplemente no me gustarían tan planas.

La de cabellos rosados a duras penas reprimió un gruñido.

—¿A qué te dedicabas antes? —le tocó los brazos y, al igual que con las piernas, los notó muy fibrosos y firmes. Sin llegar a ser musculosos, se notaba que había un trabajo previo de ejercicio en ellos.

—Tuve varios quehaceres, pero el último fue ser enfermera de heridos de guerra.

—¿Cargabas a los heridos tú misma? ¿Tienes fuerza?

—Sí; creo que tengo bastante fuerza, tal vez mucha más que cualquier otra mujer. Incontables veces tuve que cargar a hombres corpulentos hasta las camas. También solía cortar árboles y llevar montones de leña cuando vivía con mis padres.

Ino llevó sus ojos hacia la cara de la esclava, observando con atención su frente. Luego despejó los cabellos laterales que cubrían ésta y entonces su sorpresa fue todavía mayor.

—Oh, dios mío, eres una frentona tremenda. Con razón usas ese peinado con aladares: para disimular la frente de marquesina que tienes —se carcajeó muy divertida.

Haruno masticó la rabia. —Usted se cree perfecta, ¿verdad?

—Más perfecta que tú, seguro que sí —siguió riéndose.

Sakura se alejó un poco para que la blonda no escuchase lo siguiente. —Por lo menos no como igual que una cerda... —entredientes y mirando hacia otro lado, murmuró a un volumen tan bajo que estuvo segura que ni las orejas de un elfo podrían escucharla.

Súbitamente Ino desenvainó una de sus katanas, mirando los ojos esmeraldeños fijamente. Por instinto, la asombrada pelirrosa dio un par de pasos en reversa. ¿Acaso la oyó? Instantáneamente se sintió muy intimidada; el temor recorriéndole hasta la raíz de sus cabellos. Su sexto sentido le advertía que algo muy peligroso ocurriría y tal intuición no estaba nada equivocada.

—¡Perdón! ¡Usted no es una cerda aunque lo parezca!

—¡Ya verás!

La castrense envió una estocada directamente a la cabeza, pero la atacada esquivó a sorprendente velocidad. Entonces Ino envió muchos espadazos más, mientras los gritos temblorosos y confundidos de Sakura hacían eco por todo el salón. Gritaba pidiéndole perdón, rogándole que se detuviera, pero la blonda no hizo caso alguno a las súplicas. Como la esclava evadió su katana de manera sobresaliente, decidió aumentar la velocidad. Para su gran asombro siguió eludiendo hábilmente. Finalmente, comenzó a lanzar estocadas a su máxima velocidad, pero aún así Sakura logró evadir cuatro de ellas. Era increíble que una simple civil pudiera conseguir algo así. Sin embargo, a la quinta, Haruno no fue lo suficientemente rápida para esquivar el afilado metal que iba directamente a su frente. Pensó que su muerte había llegado y dio un grito de horror verdaderamente espeluznante. Sin embargo, justo cuando su cráneo iba a ser atravesado, el arma se congeló a cinco centímetros de ella.

Haruno abrió sus esmeraldas de manera sobrenatural, preguntándose genuinamente si ya estaba en el otro mundo o seguía viva. Tembló al verificar cuán cerca estuvo la katana de perforar su cerebro.

La rubia hizo un gesto de satisfacción al tiempo que envainaba tranquilamente, como si nada hubiese acontecido.

—Tienes unos reflejos muy buenos, impresionantes de verdad, y tu cuerpo no es el de una mujer promedio. Tienes mucho potencial para el combate. Si lo quisieras podrías ser una gran guerrera.

La esclava, todavía encendida de adrenalina mezclada con miedo, entendió la verdadera razón de su ataque: deseaba comprobar qué tan idónea era evadiendo.

—¿Yo? —musitó Sakura, anonadada, apenas calibrando las recientes palabras. Su respiración seguía siendo un jadeo acelerado —. ¿Yo podría ser una gran guerrera? —repitió sin poder créerselo.

—¿Te gustaría serlo? Así podrías conseguir tu libertad porque Sasuke te respetaría —acomodó su flequillo tras la oreja antes de continuar —. Obviamente, serías entrenada por mí.

Haruno abrió sus ojos totalmente sorprendida; luego se ensimismó a fin de reflexionar. La oferta de ser una soldado y conseguir su libertad era muy tentadora, pero también muy peligrosa. No había que tomarla a la ligera, aceptándola de manera veloz sólo para impresionar. Ella, como enfermera, fue testigo privilegiada de las terribles consecuencias que podían sufrirse: hombres sin manos, sin piernas, moribundos por cruentas heridas de combate y otras peores causadas por torturas. Los gritos de dolor que oyó muchas veces eran tan espantosos que nunca podría olvidarlos en su vida. Todo lo anterior era muchísimo peor que ser esclava de Sasuke, ya que él no le había hecho nada realmente. Sin embargo, renunciar a un valor tan esencial como la libertad por miedo a las consecuencias... ¿sería digno y honorable?

—¿De verdad... —tembló su voz —, de verdad cree que tengo potencial? —necesitó confirmarlo. Sólo después de oír la respuesta, entregaría la suya.

Habían pasado casi tres minutos, pero Ino no la apresuró en ningún momento. Entendía que siendo enfermera, Sakura sabía de primera mano los terribles horrores de las guerras. Hinata, en cambio, tenía un concepto muy idealista de lo que significaba ser una militar. Por eso, aunque sonara contradictorio, en cuanto consiguiera su meta quizás se arrepentiría de ella. Le sería muy duro tener que matar o cortar manos sin piedad.

—No creo que tengas potencial... estoy completamente segura de ello —reafirmó totalmente convencida.

Sakura enmudeció varios segundos, mientras sentía un cosquilleo alrededor de las sienes. Dio un gran respiro y entonces soltó su contestación: —Gracias... necesitaba escuchar eso —destiló múltiples emociones que convergieron en determinación —. Entonces me volveré una guerrera y obtendré mi libertad de esa forma. Voy a cambiar mi destino —cerró su puño tras lo dicho.

—Así se habla —la felicitó inmediatamente —. Comenzaremos hoy mismo entonces.

—Pero... ¿por qué razón quiere entrenarme? ¿Es sólo porque me ve potencial?

Ella se frotó un lado de la cabeza; luego respondió. —Hinata me hizo ver que quizás yo no sea la única mujer capaz de convertirse en una guerrera —sonrió al mencionarla —. Además podría morir pronto y me gustaría dejar un legado en otra mujer, compartir lo que sé.

—¿Morir pronto? —dijo sorprendida.

—Así es —confirmó sin ningún miedo —. Siendo una guerrera debes lidiar con la muerte constantemente, eso debes tenerlo muy claro —advirtió agravando su aguda voz —. Sin embargo, es evidente que tienes un gran talento y sé que puedo volverte fuerte en poco tiempo. Si esquivaste mi katana de esa manera dudo mucho que te pase algo.

La afirmación emergió de forma tan rotunda que Sakura entendió que la rubia realmente le tenía fe.

—Espero no decepcionarla.

—Sé que no lo harás, frentona —sonrió burlonamente al decir el apodo.

—Le aseguro que practicaré con todas mis fuerzas, señora —dijo la última palabra como revancha.

—¿¡Señora!? —chilló como si le hubieran dicho el peor de todos los insultos —. ¿¡No ves que soy muy joven todavía!? —espetó más indignada aún —. Si me dices señora de nuevo te dejaré calva para que se note bien la frente de marquesina que tienes —amenazó furiosa de verdad.

—¡Perdón, diosa Ino! —exclamó para calmarla.

—Eso está mucho mejor —volvió a sonreír. Era asombroso como podía pasar de la ira a la alegría en un par de segundos. Sin duda la blonda tenía un carácter muy especial.

Pese a su nuevo apodo, Sakura se dio cuenta que la llegada de la guerrera había exterminado su tristeza por lo acontecido con Sasuke. Ella en ningún momento la menospreció por ser una esclava, dándole además un nuevo sentido a su vida.

En ese entonces ninguna habría podido imaginar que, pese a los múltiples roces que tendrían, terminarían queriéndose mucho y formando una hermosa amistad inquebrantable.


Apenas terminado el entrenamiento, una fémina de llamativos cabellos caminó por la cubierta en dirección a Uchiha. Al igual que la mayoría de la gente, había visto la práctica casi desde su inicio. Le sorprendió mucho que Uchiha estuviese dispuesto a ser maestro de otra mujer que no fuera Ino; debía ser muy fuerte entonces. ¿Sería su novia realmente? Cabía la posibilidad de que no, ya que la blonda también fue su discípula, mas nunca formaron un vínculo romántico. Ahora mismo averiguaría la relación existente entre ellos, pues lo recién visto sería la excusa perfecta para presentarse de una vez. A cada paso avanzado su corazón fue acelerándose inevitablemente, mezclando cosas tan dispares como felicidad y tristeza al mismo tiempo. Hacía años que no cruzaban palabras; lo había amado con toda el alma y le fue inexorable sentir nervios al tenerlo cerca nuevamente. Había sobrevivido sin saber de él, sin escribirle, sin decirle cuanto lo extrañó, pensando que ese era el remedio para olvidarlo. No obstante, por lo que estaba sucediendo con sus emociones en este mismo momento, tal medicina nunca surtió verdadero efecto. Justo siete pasos antes de llegar con él, dio un largo suspiro para aquietarse. Entonces se le puso por delante.

—Hola, Sasuke, mucho tiempo sin verte —imprimió una sonrisa que, aunque en primer lugar fue por mera cortesía, pronto adquirió un cariz genuino. Verlo de tan cerca después de varios años le provocó alegría e impresión a la vez; era más alto, más fornido y su complexión más gruesa. Físicamente se veía más hombre, pues su relación la iniciaron en el albor de la adolescencia. Sin duda que su cuerpo había madurado muy bien, aunque su rostro lucía más pálido de lo que lo recordaba. Pero la gran pregunta era la siguiente: ¿su personalidad continuaría igual de insociable?

Uchiha curvó sus cejas, mirándola de pies a cabeza sin reparos. Tal como a ella le sucedió, él también comprobó que ya tenía el cuerpo de una adulta hecha y derecha: sus senos habían aumentado su tamaño, aunque sin llegar a ser voluptuosos; cargaba unos cinco centímetros más de altura y sus caderas eran más pronunciadas.

—¿Qué quieres? —respondió a su manera cortante.

Ella constató que seguía siendo el mismo de siempre. Los años habían cambiado su cuerpo, mas no su personalidad. Su sonrisa disminuyó, pero no logró borrarse completamente de su faz. Intentó leer la negra mirada, pero, pese a su empeño, esos orbes no mostraron emociones. ¿Se habría alegrado al verla? ¿Le habría molestado? ¿Le habrá dado igual?

—Sólo quería saludarte. Hace años que no nos veíamos y encontrarte acá me ha sido una coincidencia agradable.

—Bien, ya me saludaste —dijo a la vez que reiniciaba su caminata, pasando a un lado de la fémina.

Hinata, mientras tanto, sintió curiosidad por la chica que había interceptado al guerrero. ¿Sería alguna admiradora más atrevida de la cuenta? Queriendo averiguarlo, desterró el severo cansancio y caminó para llegar con él, aunque sin imaginarse que se llevaría una gran sorpresa. Al tiempo que avanzaba, los ojos albinos fueron de Uchiha hacia la desconocida y viceversa. Tras unos cuantos pasos estuvo con ellos, examinando atentamente a la mujer que tenía enfrente.

—¿Por qué tienes que ser tan arisco? —la ex-novia protestó suspirando, a la vez que su diestra lo tomaba de un hombro para detenerlo. Sin esperar respuesta, agregó —. Por favor —le dio énfasis emocional a lo dicho —, por lo menos quédate un minuto para que me presentes a tu chica —dijo regalándole una pequeña sonrisa amable a Hinata. Le extrañaron mucho sus ojos blanquecinos, pero no quiso incomodarla mirándoselos fijamente.

—Ella puede presentarse por su cuenta —a su respuesta, la mano femenina soltó su hombro. Tras su relación lo conocía lo suficiente como para saber que muy pronto se sacudiría. Uchiha pudo avanzar tras eso, pero, ante ese «por favor» tan sentido, decidió no ser tan cortante y permanecer en el sitio.

—Hola, es un gusto conocer a la novia de Sasuke.

Ante una afirmación tan directa, Hyuga se vio obligada a corregirla. Sin embargo, hubiese preferido no hacerlo.

—Hola, soy Hinata —volvió a omitir su apellido, pues, aunque ya no estaba en la patria enemiga, era mejor ser precavida y no revelar su origen familiar —. Es un gusto, pero Sasuke y yo no somos novios.

La otrora espía abrió sus ojos, rellenándolos de asombro. —¿No lo son? —apenas dijo sus palabras, se arrepintió de ellas. Estaba siendo muy evidente en su deseo de saber si eran pareja o no. Tenía que ser más discreta; volver a la astucia de sus años de espía.

—No —confirmó el general de ejército —. Durante el viaje esta chica será entrenada por mí, esa es la única relación que nos une.

A Hyuga le sonó demasiado fría la sentencia de Sasuke respecto a ellos, pero después de todo era simplemente la verdad.

La que fue pareja de Uchiha parpadeó rápidamente un par de veces. Luego, por lo llamativa que era, sus ojos se posaron en la grandiosa delantera de Hinata, juzgando que a cualquier mujer vanidosa le gustaría tener una así de «enérgica». Aunque, viéndole el lado negativo, no se vería tan estética cuando los años hicieran caer sus senos más que a otros de menor tamaño.

—¿O sea que Ino ya no será la única mujer guerrera? —cuestionó cuando salió de sus pensamientos.

—Yo seré la segunda —afirmó Hyuga con total seguridad, dominando cualquier atisbo de tartamudeo —, aunque obviamente me tomará tiempo.

—¿Quién lo diría? Dos mujeres guerreras y las dos entrenadas por Sasuke Uchiha. Eres menos machista de lo que pensaba —bromeó con una sonrisa mirándolo directamente, intentando distender un poco el frío semblante que esbozaba.

—Como ya sabes, yo respeto a las mujeres que se lo ganan —dijo sentencioso.

Aquello hizo que la ignota tuviera que reprimir un suspiro triste. Una de las principales razones por las que Sasuke la terminó, quizás la más importante de todas, fue el dejar su trabajo de espía por miedo a morir. Esa crucial decisión hizo que perdiese el respeto del militar.

Pese al semblante muy tranquilo de ambas, tanto la futura guerrera como la experta en espionaje notaron que estaban tensas. Eran detalles, minucias, que las chicas podían percibir como si les fuese un talento natural. Hinata quiso romper la invisible incomodidad mencionando algo.

—Perdón, señorita, pero se le olvidó presentarse.

—Oh, pero qué distraída soy —se dio un ligero coscorrón en la cabeza como reprimenda —, yo soy Karin Uzumaki. Es un placer —extendió su mano como saludo, cosa que no había hecho antes.

—¿Uzumaki? —reaccionó asombrada a la vez que estrechaba la diestra ofrecida —. ¿Acaso usted tenía alguna relación con Naruto?

—Seguramente teníamos algún grado de parentesco —habló en pasado, pues era de conocimiento general que Naruto había fallecido en la guerra —, pero uno muy lejano, pues el clan Uzumaki se dividió hace siglos en muchos brazos anexos que se esparcieron por el mundo entero. De hecho, yo ni siquiera lo conocí, aunque sé que era un guerrero realmente extraordinario.

—Entiendo... —murmulló decepcionada, pues le había hecho ilusión que pudiese ser cercana al rubio guerrero —. ¿Usted es amiga de Sasuke, verdad? —preguntó tras unos segundos.

«Que no sea su ex-novia, que no sea ella»

—Que yo sepa él tiene una sola amiga —se refirió a la guerrera mientras simulaba una cola de caballo con su rojizo pelo —. Yo, por otra parte, fui su primera novia —tras decirlo miró a Sasuke como esperando que lo confirmara.

Hinata no supo si fue sólo una errada idea suya, pero le dio la impresión que esas palabras emergieron como si fuera un título nobiliario. Una duquesa o una princesa no habrían expresado con mayor orgullo su alcurnia. No le extrañó en todo caso, pues ser novia de alguien tan deseado como Uchiha debía ser un ilustre logro para muchas, más considerando que se trataba de un gran héroe en su nación. Ella, en cambio, ¿podría sentirse orgullosa si alguna vez fuese la pareja del hombre que acabó con su clan? La respuesta que llegó a su mente la entristeció inevitablemente.

—¿Novia? Pareja sexual sería un término mucho más apropiado —precisó Uchiha fríamente.

—Lo nuestro fue mucho más que sólo sexo —refutó Karin, muy segura.

—Para ti —volvió a puntualizar —. Para mí no fue más que eso. Desde un principio te lo dejé siempre claro.

Hinata se sorprendió con lo crueles que sonaron esas palabras.

—Digas lo que digas, sé que te fui más que sólo carne —volvió a irradiar completa seguridad.

—¿Todavía sigues siendo tan ilusa como para creer que el amor existe? —dijo de manera punzante —. El amor de pareja es sólo una tontería humana para darle una falsa profundidad al sexo, una fantasía breve y poco confiable, pues la única verdad es que nunca se puede contar con el amor de alguien que no posee tu sangre. El único amor real es el de la familia y la mía está muerta.

La sentencia fue dicha con una seguridad tan asombrosa, con un aplomo tan sobresaliente, que cualquier réplica habría sonado como una total falsedad. Ambas féminas intentaron contestar velozmente, pero las palabras quedaron atascadas en sus gargantas por varios segundos.

—Que tú no creas en el amor no significa que no exista. Hay gente que sí puede amar con todo el corazón —dijo Hinata cuando consiguió reaccionar.

—Ella tiene toda la razón —apoyó Karin rápidamente.

La expresión de Uchiha dejó claro que lo dicho le pareció una gran insensatez.

—Sigan ilusionándose con que el amor existe, que es eterno y todas esas estupideces fantasiosas que enseña nuestra patética cultura, pero tarde o temprano todas las ilusiones terminan rompiéndose ante la realidad. ¿O no, Karin? —como un látigo, una sonrisa sardónica a la par de hiriente destelló en sus labios.

La aludida bajó su cabeza con tristeza azotándola. Efectivamente había puesto un montón de ilusiones en su relación con Sasuke y todas fueron destrozadas como cristales. ¿Cómo podía refutarlo entonces? Al fin y al cabo, quizás él tenía toda la razón.

Hyuga, entretanto, compadeció a la chica de anteojos. El entrenamiento hizo que la visión respecto a Sasuke se volviera mucho más positiva, pero esto le recordó nuevamente lo cruel que podía ser. Era válido que no creyera en el amor, ¿pero por qué expresaba su opinión frente a su ex-novia de una forma tan despiadada?

—Que tú no hayas amado todavía, no significa que los demás tampoco puedan, Sasuke —arguyó la futura guerrera —. Yo prefiero ilusionarme y soñar que sí existe el amor verdadero. Una vida que rechaza el amor termina siendo una vida muy triste.

—La felicidad es distinta para todos. Ese concepto estúpido de que sólo teniendo amor puedes ser feliz me parece una completa basura.

Aquella réplica provocó una suerte de excitación en Hyuga, mas no una física, sino intelectual. Podían pensar muy diferente en demasiadas cosas, ser verdaderos polos opuestos, pero el guerrero siempre le alborotaba las neuronas. Le gustaba mucho tal cosa, pues no muchas personas lo conseguían.

—T-tienes razón —aceptó lo dicho por él —, hay muchas formas de ser feliz y todas las personas somos distintas, pero a mí no me gustaría pasar toda una vida sin conocer el amor. ¿Si no lo experimentas cómo puedes saber si brinda o no brinda felicidad? ¿Cómo puedes negar su existencia si nunca le das siquiera una oportunidad?

Karin los miró sorprendida por el cariz de sus semblantes. El tinte en los negros ojos de Sasuke parecía distinto cuando le hablaba a Hinata. Y juraría que la mirada albina lucía más brillante cuando se dirigía a él. ¿Acaso era posible que sintieran algo profundo por el otro? ¿Acaso era posible que estuviesen incluso enamorados? No, por supuesto que no. Sólo era una equivocada impresión suya, pues Uchiha no estaría negando al amor si sintiera algo así por ella.

—No todo tiene que experimentarse para saberse, Hinata. No tengo que robar para saber que es un delito, ni tengo que amar para saber que tal cosa nunca me dará felicidad. Sólo hay una cosa en este mundo que me hará feliz y tú sabes perfectamente cuál es.

—La venganza... —musitó ella, bajando su cabeza con pesar. Su mustia respuesta fue casi instantánea, señal de que ya lo conocía muy bien.

—¿La venganza? —preguntó Karin, sin entender.

—No es algo que a ti te incumba —espetó Sasuke, tan duro como siempre.

—Lo siento —los ojos de la pelirroja se esquinaron hacia el rabillo, signo de su pesar —, no quería ser entrometida; tampoco deseaba que nuestro encuentro se volviera desagradable —se lamentó dando un suspiro que plasmó diáfana amargura.

—No me molesta tu presencia —dijo él, aminorando el volumen de su rudeza —, pero tu interés por saber si Hinata y yo somos novios delató tus verdaderas intenciones —avergonzada por lo obvia que había sido, bajó un poco su cabeza y ajustó sus anteojos por simple inercia —. Si crees que volveremos a ser pareja te equivocas rotundamente; tampoco seremos amigos —le dijo directamente, sin anestesias —. Lo único que podría ofrecerte es follar salvajemente y sin compromisos, pero, si no eres capaz de separar el sexo de los sentimientos, sólo terminarías sufriendo en vano y dudo que quieras eso —sentenció mirándola fijamente. Luego se giró para irse, pues, a su juicio, finiquitó la conversación con sus últimas palabras.

Entretanto, Hinata no pudo evitar abrir su boca y le tomó tiempo volver a cerrarla. Lo directo que fue Uchiha la sorprendió, pese a que ya conocía muy bien su carácter siempre frontal. A ella lo carnal sólo por placer le parecía vacío y carente de sentido, pero evidentemente al militar no le molestaba en nada. De súbito, vio como sucedía algo que la llenó de temores.

—Espera, Sasuke... —dando unos pasos, Karin lo detuvo tomándolo por el hombro.

¿Y si ella se conformaba con fornicar sin compromisos? ¿Y si aceptaba lo único que Sasuke podía ofrecerle? La pelirroja parecía estar pensándolo, dado que los segundos avanzaban sin que dijese nada. Entonces, la que todavía era una doncella sintió que el pecho se le retorcía violentamente ante la posibilidad de que el sexo sin amor se concretara. El aguijón de los celos apareció sin poder evitarlo, dándole a entender de manera definitiva cuán grande era lo que estaba sintiendo por Sasuke realmente. Ya no podía negarlo, no cuando el corazón se lo exclamaba como una verdad irrefutable. Inevitablemente, Hyuga esperó las siguientes palabras como si éstas pudieran salvarle la vida o condenarla a la muerte...

¿Qué diría Karin?


Continuará.